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Evaluación toxicológica de plaguicidas microbianos de origen fúngico




Enviado por lgarcia



    1. Resumen
    2. Control de plagas.
      Generalidades
    3. Seguridad de hongos como agentes
      de control biológico
    4. Regulación y registro.
      Generalidades
    5. Resultados
    6. Conclusiones
    7. Bibliografía

    Resumen

    Los plaguicidas de origen biológico se consideran
    una opción ambientalmente benigna para el control de las
    plagas. Sin embargo, esto no significa que están libres de
    riesgos para
    la salud y el
    ambiente. Como
    parte del proceso de
    desarrollo de
    nuevos productos, de
    los procedimientos de
    registro y el
    interés
    de comercializarlos ha aumentado la necesidad de evaluación
    de la seguridad y el
    impacto
    ambiental de agentes de control biológico. Por tanto,
    la evaluación toxicológica de los plaguicidas
    microbianos, garantiza la seguridad de dichos productos ya que
    está diseñada para evaluar la patogenicidad,
    infectividad y la toxicidad de los agentes microbianos y de los
    contaminantes microbianos de la formulación.

    Palabras claves: Toxicidad, pesticidas
    microbianos.

    Abstract

    Pesticides of biological origin are generally considered to
    provide an environmentally benign pest control option. However,
    this does not mean that they are entirely free of hazards to
    health and the environment. Because of interest in the
    registration and commercialization, the need of safety and
    environmental impact evaluation of biological control agents have
    been increased, both as part of the product development process,
    and as part of the registration procedure. Toxicology evaluation
    of microbial pesticides is therefore necessary to provide the
    security of these products and is designed to evaluate
    pathogenicity, infectivity and toxicity of the microbial agents
    and of microbial contaminants.

    Key Words: Toxicity, Microbial pesticides

    Introducción

    Los nemátodos constituyen una de las plagas que
    más ataca a los cultivos agrícolas, se estima que
    provocan pérdidas de alrededor del 10% del rendimiento de
    cultivos de importancia económica, equivalentes a 80 mil
    millones de dólares anuales en todo el mundo (Handoo,
    2001). En el trópico, cultivos como el cafeto, tabaco,
    plátanos y hortalizas son gravemente afectados por estos
    organismos, fundamentalmente por especies del género
    Meloidogyne (Luc et al, 1990). En Cuba, los
    programas de
    producción diversificada de alimentos
    están seriamente afectados por la alta incidencia de
    nemátodos agalleros; especialmente Meloidogyne
    incógnita
    (Kofoid y White) Chitwood. (Hidalgo,
    1999)

    Durante años, se han empleado una amplia gama de
    nematicidas, muchos de los cuales son biocidas de marcada
    influencia negativa sobre los organismos beneficiosos presentes
    en el suelo (Hooper y
    Evans, 1993). La resistencia de
    plagas e insectos frente a plaguicidas químicos,
    así como problemas de
    contaminación ambiental que han impactado
    negativamente en la biodiversidad
    de los agroecosistemas, de seguridad y salud
    pública inherentes a la fabricación y uso
    inadecuado de los agroquímicos; han conducido a la
    búsqueda y desarrollo de alternativas ecológicas
    para el tratamiento de las plagas agrícolas. Es en este
    contexto, el desarrollo y aplicación de agentes de control
    biológico (ACB), adquiere una importancia relevante como
    alternativa ambiental segura para el manejo de las plagas, ya que
    son un componente natural del ambiente y usualmente son mucho
    más selectivos que los plaguicidas químicos.
    Según datos publicados,
    resultados de evaluaciones y la experiencia ganada en su uso, los
    bioplaguicidas presentan un potencial de riesgo más
    bajo (Goettel y Jaronski , 1997).

    No obstante, la introducción de cualquier organismo
    viviente en el ambiente es a menudo un paso irreversible por lo
    que debe hacerse con cautela, para que el organismo no se
    convierta en una plaga por sí misma, o interfiera con el
    funcionamiento natural de otros agentes de control de plagas, y/o
    cause toxicidad en las especies no-diana, incluyendo el humano y
    otras formas de vida que cohabitan en el ambiente. De ahí
    que, la seguridad de los hongos utilizados
    en el control biológico deba ser considerada a todos los
    niveles, ya sean efectos directos e indirectos sobre todos los
    miembros del ecosistema y
    sobre el ecosistema mismo (Hajek y Goettel, 2000).

    En tal sentido, una vez demostradas las potencialidades del
    microorganismo
    como agente de control de
    plagas y antes de su inclusión en programas de control
    biológico se hace imprescindible llevar a cabo un conjunto
    de estudios toxicológicos para determinar seguridad e
    inocuidad para el hombre, los
    animales, las
    plantas y el
    ambiente; con especial énfasis en los estudios de
    toxicidad aguda en mamíferos que constituyen la etapa inicial
    de esta evaluación.

    1. Control de plagas.
      Generalidades.

    A finales del siglo XIX, ante las dificultades encontradas por
    el hombre en
    dominar las múltiples formas en que las plagas lo atacaban
    y asediaban, tuvo que recurrir a los medios
    químicos para su control. La química
    orgánica de los plaguicidas, nacida hace algo más
    de 30 años, puso en sus manos las más
    mortíferas armas
    químicas, jamás soñadas por el hombre, para
    la lucha contra las plagas. Desde el punto de vista de
    prevención y control, el empleo de
    dichos plaguicidas permitió de forma relativamente
    rápida y efectiva eliminar estos problemas. Sin embargo,
    esta efectividad está unida a una serie de efectos
    desfavorables como son entre otros: las afectaciones sobre la
    fauna
    beneficiosa, la
    contaminación ambiental y el desarrollo acelerado de
    resistencia de los insectos a los plaguicidas (Zavaleta-Mejia,
    1999).

    Una de las vías de reducción del empleo de estos
    plaguicidas es la introducción de los medios de control
    biológico y el Manejo Integrado de Plagas (MIP); ya que
    ambos ofrecen una salida alternativa a esta crisis mundial
    y demuestran cada día que son capaces de forjar una
    agricultura
    ambientalmente segura, socialmente justa y económicamente
    viable.

    Los ACB de origen microbiano tienen un futuro promisorio
    dentro del MIP (Lacey y Goettel, 1995). Los microorganismos como
    componentes naturales del ambiente constituyen un grupo
    importante de elementos biológicos de uso fitosanitario,
    debido a su diversidad y la posibilidad de crear epizotias, que
    en ocasiones logran mantener las plagas y enfermedades por debajo del
    umbral de daño,
    sin necesidad de nuevas aplicaciones. Algunos de estos productos
    han sido utilizados durante muchos años sin ningún
    efecto dañino aparente sobre la salud humana o el ambiente
    (Goettel y Jaronski, 1997).

    Los nemátodos constituyen una de las más serias
    amenazas para los sistemas de
    producción intensiva de hortalizas, ya que la inmensa
    mayoría de los cultivos hortícolas son buenos
    hospedantes de nemátodos del género
    Meloidogyne, especialmente M. incógnita.
    (Stefanova y Fernández, 1995). Para su control se
    invierten anualmente grandes cantidades de recursos; por
    ejemplo en los Estados Unidos
    (EEUU) se emplean aproximadamente siete billones de
    dólares por año para el control de esta plaga (Cook
    et al, 1996).

    Muchos nematicidas químicos tienen efectos adversos
    sobre la salud de las aves y los
    mamíferos y algunos pueden tener efectos tóxicos y
    alergénicos sobre organismos no-diana, especialmente
    durante la producción/ formulación y la
    aplicación; como es el caso del bromuro de metilo que
    está demostrado que produce efectos tóxicos y
    degrada el ozono; por lo que se ha prohibido su uso en muchos
    países y está en vías de prohibirse incluso
    su producción a escala mundial
    (Stirling, 1991). Esta prohibición ha incrementado los
    problemas agrícolas de los nemátodos y por ende la
    necesidad de la búsqueda de nuevos nematicidas.
    (Lopez-Llorca y Jansson, 2001).

    1.1.1 Hongos contra nemátodos

    Existe un número considerable de hongos antagonistas de
    fitonemátodos con potencialidades para el control
    biológico, y un gran interés en su
    aplicación (Duncan , 1991). Sin embargo, ninguno es
    ampliamente usado en la práctica agrícola (Fravel,
    1999) debido fundamentalmente al deficiente conocimiento
    entre otros aspectos del: modo de acción,
    producción de metabolitos y eventos o
    condiciones que afectan su actividad como bioplaguicida
    (López-LLorca y Olivares-Bernabeu , 1998)

    Arthrobotrys robusta Dubbington, es un hongo atrapador
    de nemátodos, que ha sido vendido en Europa con fines
    nematicidas y Paecilomyces lilacinus (Thom) Samson, ha
    sido usado en las Filipinas como parásito de huevos de
    nemátodos (Stirling, 1991)

    Uno de los hongos nematófagos más estudiado es
    P. chlamidosporia considerado como uno de los ACB
    más eficaces para el manejo de poblaciones de
    nemátodos agalleros (Kerry , 2001) en particular de huevos
    de M. incógnita. (Hidalgo, 1999)

    P. chlamydosporia var catenulata, cepa Vcc-108
    (IMI SD No. 187) es un Deuteromycete, parásito facultativo
    de huevos de nemátodos agalleros, función
    que alterna con la de saprófito en la rizosfera.
    Está ampliamente distribuido y en las dos últimas
    décadas ha sido aislado de importantes nemátodos de
    quiste y agallas en gran diversidad de suelos y
    agro-ecosistemas,
    en todo el mundo. Aparece como parte de un complejo de diferentes
    especies relacionadas (Kerry y Bourne, 2002) parasitando quistes,
    huevos o nemátodos de vida libre. (Gams, 1988).

    La segunda edición
    del Compendio de Protección de Cultivos del 2001 informa
    la siguiente posición sistemática:

    Reino: Fungi

    Phylum: Hongos mitospóricos

    Clase: Hyphomycetes

    Género: Verticillium

    Especie Verticillium chlamydosporium

    P. chlamydosporiaparásita huevos de
    nemátodos formadores de agallas formando apresorios,
    desarrollados a partir de la hifa indiferenciada que permite la
    colonización de la superficie de los huevos de los
    nemátodos. Sin embargo, la penetración, es el
    resultado de una presión
    física y
    una actividad enzimática. Una enzima proteasa serina
    alcalina (subtilasa) designada como VCP1 ha sido parcialmente
    caracterizada y en pruebas in
    vitro
    demostró eliminar la membrana vitelina
    más externa de la cáscara del huevo y expuso la
    capa de quitina de nemátodos formadores de agallas de
    raíces (Segers et al, 1996).

    De los aislamientos estudiados por Hidalgo y cols (1999), se
    seleccionó a la cepa Vcc-108 de la var. catenulata
    como la más promisoria con un 68% de huevos de M.
    incognita
    parasitados en condiciones semicontroladas y el 70%
    de las masas de huevos colonizadas sobre la rizosfera del
    tomate,
    después de seis meses de aplicado el hongo en una
    sucesión de cultivos (Atkins et al. 2003).

    Con esta cepa se han desarrollado metodologías de
    reproducción masiva en bandejas mediante
    formulación sólida (Hidalgo, 1999) y posteriormente
    mediante una tecnología de
    Fermentación en Estado
    sólido en Bolsa para obtener mayores rendimientos y
    desarrollar ensayos de
    campo a mayor escala (Hidalgo et al, 2004.). En estos ensayos de
    campo se ha demostrado que con una sola aplicación del
    hongo a razón de 5000 clamidosporas por gramo de suelo,
    después de dos ciclos consecutivos de tomate este logra
    infestar más del 60% de los huevos expuestos en la
    rizosfera, reduciendo significativamente el número de
    juveniles en el suelo. (Peteira et al, 2004)

    Además se desarrolló un sistema que
    permite una identificación integral, desde el punto de
    vista cultural, morfológico y molecular, como parte de la
    evidencias
    necesarias para su detección, monitoreo y registro (Montes
    de Oca, 2002.)

    1.2 Seguridad de hongos como
    agentes de control
    biológico

    Dentro del grupo de bioplaguicidas de origen microbiano se
    destaca el uso de los hongos por su amplio número de
    géneros y especies eficaces en el control de diferentes
    plagas. Sin embargo, dichos hongos también contienen
    muchas especies que son plagas y que causan pérdidas
    incalculables a las cosechas, bosques, productos almacenados,
    edificios y afectan a la salud humana y animal. (Goettel et al,
    2001). Por consiguiente, el desarrollo y uso de los hongos como
    ACB requieren una valoración de efectos imprevistos
    asociados con su uso.

    Revisiones anteriores sobre la seguridad de los hongos
    utilizados como plaguicidas han sido informadas por Goettel y
    Johnson (1992) y Evans (1998, 2000). Las revisiones sobre la
    seguridad de agentes microbianos para el control de plagas (AMCP)
    en general son las de Laird et al (1990), Cook et al. (1996) y
    Goettel y Jaronski (1997).

    Las guías para evaluar la patogenicidad e infectividad
    de entomopatógenos a los mamíferos han sido
    analizadas por Siegel (1997) y las guías para evaluar
    efectos de entomopatógenos en los organismos invertebrados
    no-diana por Hajek y Goettel (2000). Sin embargo, se han
    realizado muy pocos estudios para determinar los efectos de los
    hongos nematófagos sobre los organismos no-diana.(Goettel
    et al, 2001).

    El término "organismo no-diana" se aplica a todas las
    especies que aparecen en el área donde vive la plaga que
    se quiere controlar y el efecto no-diana que puede producirse
    sobre estos organismos es más preocupante cuando se
    afectan especies de importancia comercial. (Hajek y Goettel ,
    2000)

    Un grupo que trabaja con AMCP identificó los siguientes
    aspectos potenciales de seguridad y efectos no-diana asociado con
    el desarrollo de microorganismos para el control de plagas (Cook
    et al, 1996):

    • Desplazamiento competitivo de microorganismos no-diana
    • Alergenicidad a humanos y otros animales
    • Toxicidad a organismos no-diana
    • Patogenicidad a organismos no-diana

    La disminución de la población diana, es otro efecto indirecto
    que por su importancia, también debe ser considerado como
    un aspecto potencial de seguridad.( (Hajek y Goettel , 2000)

    El potencial de los efectos imprevistos variará en
    dependencia de los organismos potenciales diana y no-diana y los
    ecosistemas que ellos habitan. Estos efectos potenciales no
    intencionales sobre organismos no-diana son también
    efectos intencionales sobre organismos diana, excepto la
    alergenicidad. Dichos efectos intencionales sobre organismos
    diana, a diferencia de los no intencionales, son independientes
    del origen del organismo (nativo o exótico) y de la forma,
    si es natural o modificado; de ahí que la habilidad para
    evaluar el potencial de riesgo dependerá mucho de estos
    factores (Cook et al, 1996).

    1.2.1 Desplazamiento competitivo

    El control biológico a través del desplazamiento
    competitivo tiene gran potencial para el manejo de plagas de las
    plantas ya que utiliza cepas relacionadas y ecológicamente
    similares a los patógenos; ya sean organismos naturales o
    modificados genéticamente (Freeman y Rodríguez ,
    1993)

    Como efecto intencional los hongos introducidos o aplicados
    como ACB tienen potencial para ocupar competitivamente un nicho y
    afectar adversamente uno o más organismos nativos dentro
    de ese nicho. Los efectos imprevistos ocurrirían si este
    desplazamiento del competidor afectara un organismo no-diana
    (llevándolo quizás a su extinción), o si de
    alguna otra manera afectara perjudicialmente un componente del
    ecosistema (Bennett , 1993)

    Los microorganismos introducidos para el control
    biológico desplazan organismos no-diana como parte de las
    interacciones microbio-microbio mediada a través de la
    competencia por
    sitios o nutrientes. Desafortunadamente es muy difícil
    monitorear los efectos del desplazamiento competitivo sobre la
    ecología
    de los microorganismos no-diana (Cook et al, 1996).

    Se han realizado estudios de compatibilidad de P.
    chlamydosporia
    con otros microorganismos, tales como
    Micorrizas, Tricoderma y Rhizobium donde se
    ha demostrado que no se produce desplazamiento competitivo de
    estos microorganismos beneficiosos que también forman
    parte de la rizosfera.¨

    1.2.2 Alergenicidad

    No existe ningún efecto diana de alergenicidad
    como mecanismo de control de plagas (Cook et al, 1996). Sin
    embargo, está demostrado que los hongos
    mitospóricos pueden causar alergias o reacciones
    alérgicas; no obstante, los ACB fúngicos reales o
    potenciales no están entre las especies que producen
    alergenos comunes (Latgé, 1991).

    Existen informes de
    reacciones alérgicas relacionadas con los hongos de
    control microbiano, principalmente, en personas expuestas durante
    la producción masiva y la aplicación (Austwick,
    1980). Un grupo de científicos que trabajan con
    Bauveria bassiana (Bals) Vuill informaron la
    aparición de reacciones alérgicas de grado moderado
    a severo, y por consiguiente la Agencia de Protección
    Ambiental (EPA) lista este hongo como un sensibilizante
    dérmico (Saik et al, 1990). Además, se ha
    demostrado que el extracto crudo de Metarhizium anisopliae
    contienen uno o más potentes alérgenos (Ward et al,
    1998).

    1.2.3 Toxicidad

    La toxicidad como efecto diana está basada en la
    capacidad que tienen los microorganismos para producir compuestos
    que inhiben el crecimiento, desarrollo y comportamiento
    de otros organismos (Cook et al, 1996.)

    Los hongos secretan una amplia variedad de compuestos
    muchos de los cuales son tóxico a las plantas, los
    invertebrados o los vertebrados. M. anisopliae produce
    destruxins y cytochalasins; B. bassiana: oosporein,
    beauvericin, bassianolide y beauveriolide, Hirsutella
    thompsonii
    : hirsutellin y Trichoderma harzianum:
    peptaibols, por sólo nombrar algunos. El papel que
    éstas toxinas juegan en la patogénesis no
    está definido; aunque se sabe que algunos pueden
    contribuir a la capacidad del hongo de superar a su hospedero.
    Sin embargo, la producción de toxinas varía
    según el aislamiento y necesariamente no juega un papel
    importante en la virulencia en cada caso. La seguridad de estas
    toxinas para los vertebrados se establece por la
    combinación del conocimiento del modo de acción de
    la toxina y los datos de pruebas de seguridad acumulados a
    través de los años (Laird et al, 1990).

    La producción de toxinas de un candidato
    fúngico no debe utilizarse como único elemento para
    impedir su uso como ACB. Primero deben hacerse consideraciones
    respecto a los posibles efectos de la presencia de la toxina en
    el producto
    formulado, su destino después de la aplicación (ej.
    proporción de degradación) y la posible
    bio-acumulación en el hospedante o ambiente (Goettel et
    al, 2001).

    1.2.4 PatogenicidadEl principal uso de los
    microorganismos empleados para el control biológico ha
    sido, como patógenos de plagas (Cook et al, 1996), de
    ahí que la patogenicidad hacia el organismo diana
    normalmente es el efecto deseado. Sin embargo, la patogenicidad
    hacia los organismos no-diana podría aparecer como un
    efecto imprevisto y es sin duda el problema más importante
    y controversial relativo al uso de los patógenos
    microbianos como ACB (Goettel et al, 2001).

    Los hongos, incluso las especies utilizadas para el
    control biológico, pueden infectar una amplia variedad de
    hospedantes que a veces incluyen mamíferos, . por ejemplo,
    se informa de B. bassiana infectando caimanes americanos
    cautivos (Saik et al, 1990; Semalulu et al, 1992 ) y
    Aspergillus ochraceus Wilhelm que se cita como
    patógeno oportunista en humanos (Sinski, 1975).
    Además, se han informado varios casos de infecciones en
    humanos por M. anisopliae (Burgner et al, 1998;
    Revankar et al, 1999) y por P. lilacinus (Itin et al,
    1998; Gutierrez-Rodero et al, 1999) en individuos
    immunocompetentes e immunoincompetentes. En 1999, este
    último fue nombrado por la Fundación Nacional para
    las Enfermedades Infecciosas como un importante patógeno
    fúngico (Toscano y Jarvis, 1999). Conidiobolus
    coronatus
    es otro hongo entomopatógeno que ha sido
    asociado con lesiones encontradas en humanos y caballos (Saik et
    al, 1990)Evidentemente la evaluación de agentes
    fúngicos de control microbiano debe incluir una
    evaluación de su patogenicidad en organismos no-diana,
    sobre todo los vertebrados, teniendo en cuenta la exposición
    humana durante los procesos de
    producción y aplicación.1.2.5 Disminución
    de la población diana
    El potencial de riesgo en el uso
    de los microorganismos depende de las consecuencias que se
    derivan de la depleción de la población diana por
    debajo del umbral natural ya que teóricamente no es
    posible reducir drásticamente el nivel poblacional de una
    plaga, sin afectar, también de forma adversa, otros
    componentes del ecosistema.( Goettel et al,.1990)

    La meta de cualquier programa de
    control biológico es disminuir la población de una
    plaga y esta reducción a su vez puede afectar
    perjudicialmente a otros organismos no-diana que de una manera u
    otra dependen de esta plaga. La gravedad del daño a la
    población no-diana dependerá en gran medida de la
    magnitud y velocidad de
    la disminución del hospedero y del tiempo en el
    que dicho hospedante ha sido su diana (Goettel et al,
    2001).

    El hongo P. chlamydosporia ha sido asociado con
    suelos que suprimen naturalmente la multiplicación de
    nemátodos de quistes, donde coexisten varias especies de
    hongos nematófagos; además se ha demostrado que
    produce alrededor de un 70% de parasitismo, por lo que no debe
    producir daños por esta vía. (Hidalgo,
    1999).1.2.6 Características específicas de P.
    chlamydosporia
    relacionadas con el riesgo de toxicidad
    El
    potencial de efectos adversos de un hongo depende no sólo
    del patógeno en cuestión y de su origen (nativo o
    exótico), sino también de la forma de uso propuesta
    (liberación inundativa o inoculativa) y el área
    donde se va a aplicar (Hajek et al, 2003). Dentro de las
    características de los hongos relacionadas con el riesgo
    tenemos: rango de hospedero, susceptibilidad relacionada con la
    dosis, persistencia y dispersión, organismos naturales o
    genéticamente modificados y organismos exóticos o
    nativos.Los hongos nematófagos utilizan gran diversidad de
    tipos de asociaciones con sus hospederos y se agrupan en
    atrapadores o parasitarios (Stirling, 1991). Los atrapadores han
    especializado estructuras
    como anillos contráctiles y/o clavijas para atrapar
    nemátodos y se considera que tienen poca especificidad de
    hospedante; en este grupo, el género Arthrobotrys
    ha recibido la mayor atención. Más recientemente, ha
    cambiado el interés hacia al uso de hongos
    parásitos que atacan fases sedentarias de los de
    nemátodos. Las dos especies más estudiadas han
    sido: P. lilacinus y P. chlamydosporia (Kerry ,
    2000). Estos hongos son parásitos oportunistas; cada
    aislamiento puede diferir del resto en su capacidad de atacar
    huevos y quistes de nemátodos (Goettel et al, 2001). Otros
    autores han demostrado que el mecanismo de acción de P.
    chlamydosporia
    es dosis dependiente, siendo la dosis
    mínima efectiva 5000 clamidosporas /g de suelo y el
    parámetro que podría afectar su efectividad es la
    temperatura
    del suelo, donde aparece de 22-30° C como el rango óptimo (Hidalgo,
    1999).

    Todos los estados de P. chlamydosporia ocurren en
    el suelo. Las clamidosporas le permiten al hongo sobrevivir
    cuando el hospedante es escaso (Kerry , 1984) y pueden ser usadas
    para el establecimiento del hongo (De Leij FAAM y Kerry, 1991)
    sobreviviendo en un número considerable, hasta tres meses
    (Kerry et al, 1993). La dispersión en el suelo producto
    del crecimiento de las hifas es muy limitada (Kerry, 1988) no
    obstante el hongo puede colonizar la rizosfera y proliferar en el
    suelo (Bourne et al, 1996). Como AMCP se usará en su forma
    natural y se propone un uso inundativo, pero con una sola
    administración al año (Hidalgo et
    al, 2004) que es lo suficientemente baja como para que los
    riesgos sean mínimos.1.2.7 Hospedante como alimento
    humano
    La mayoría de los ACB son destinados para el
    uso contra plagas, por lo que sólo podrían ser
    accidentalmente consumidos por los humanos. No obstante, el
    riesgo en el consumo humano
    de patógenos se analiza con ensayos estándar que
    emplean situaciones de máximo reto que normalmente
    requieren estudios agudos de toxicidad / patogenicidad en
    mamíferos (Tabla 1) (Goettel et al, 2001)

    Con relación a esto, no se conocen ejemplos
    documentados de efectos tóxicos producidos en animales o
    humanos que hayan ingerido partes de plantas tratadas con agentes
    microbianos (Cook et al, 1996).

    Tabla 1. Ensayos requeridos para el registro de un
    plaguicida microbiano bajo la Subdivisión M de las
    guías de la EPA.

    Para ver la tabla seleccione la
    opción "Descargar" del menú superior

    Fuente: Código
    de Regulaciones Federales, 40, parte 158.740.

    EP: producto final

    TGAI: grado técnico de ingrediente
    activo

    Jaronski

    1. Regulación y registro.
      Generalidades.
      El uso de AMCP ha aumentado
      considerablemente en las recientes décadas, con los
      productos registrados disponibles en la mayoría de los
      países desarrollados y muchos países en
      desarrollo (Copping LG, 2001). Los requisitos regulatorios
      son costosos y consumen tiempo, no por la falta inherente de
      seguridad, sino debido al costo del
      desarrollo y registro de productos de mercado de
      nicho pequeño. No obstante, es indiscutible que
      el
      conocimiento básico de los posibles efectos
      tóxicos, tiene que ser evaluado antes del registro de
      un producto basado en un patógeno fúngico y ser
      considerado como requisito básico para cualquier AMCP
      (Cook et al, 1996). De hecho, existe una tendencia general
      hacia el cumplimiento de requisitos regulatorios más
      exigentes (Barratt et al, 1999)

    La implementación de las regulaciones es
    considerada por muchos países y se espera que tenga un
    aumento significativo durante la próxima década
    como respuesta a los acuerdos tomados durante la Sexta
    Convención de Diversidad Biológica (Convention on
    Biological Diversity, 2002; Hokkanen et al, 2003).

    Actualmente los AMCP representan apenas el 2% del
    mercado mundial de los plaguicidas. En EEUU a finales del 2001
    fueron registrados aproximadamente 195 ingredientes activos y 780
    productos clasificados como bioplaguicidas, estimándose
    cerca de 72 a base de bacterias, 47
    de hongos, 40 de nemátodos y 2 de protozoos
    (Agencia de Protección Ambiental (EPA), 2004)1.3.1
    Regulación de los hongos como plaguicidas
    microbianos
    En la mayoría de los países se exige
    el registro de los patógenos utilizados como AMCP; por
    ejemplo, en EEUU el registro de agentes microbianos está
    bajo la jurisdicción de la EPA, la Oficina de
    Prevención, Plaguicidas y Sustancias Tóxicas y la
    División de Prevención de Contaminación y se legisla bajo el Acta
    Federal de Insecticida, Funguicida y Rodenticida (7 USC 136)
    (Jaronski et al, 2003).

    Antes de 1996, los métodos de
    evaluación de los microorganismos estaban basados en los
    protocolos de los
    plaguicidas químicos, quedando aspectos que no estaban
    bien definidos para este tipo de producto. Debido a esto y a la
    experiencia obtenida con los primeros registros
    solicitados para AMCP (US Environmental Protection Agency, 1996)
    se revisaron las guías y se adoptó un nuevo sistema
    separado de los plaguicidas convencionales, en la llamada Serie
    OPPTS 885 que refleja una mejor comprensión de los datos
    necesarios para los productos microbianos (OTA. Biologically
    Based Technologies for Pest Control, 1995).En 1996 la
    Organización para la Cooperación
    Económica y el Desarrollo (OECD) armonizó los
    requisitos para el registro de los plaguicidas biológicos
    en los países miembros de la OECD al encontrar que
    existían diferencias reales en los datos exigidos por cada
    país, fundamentalmente en lo relacionado con las
    propiedades físico-químicas, la
    ecotoxicología y el comportamiento ambiental. Estas
    diferencias en los datos exigidos, han sido uno de los aspectos
    más perjudiciales dentro de las regulaciones de los AMCP.
    En muchos casos, una compañía que desee registrar
    un producto en varios países tiene que proporcionar
    diferente documento de registro para cada país y cada uno
    con requisitos y estructura
    diferente, lo que aumenta significativamente los costos del
    registro y aumentaría también el riesgo en los
    países con menor desarrollo y menor exigencia en sus
    regulaciones ya que se verían invadidos de ACB
    potencialmente tóxicos (Goettel y Jaronski, 1997).Se han
    realizado esfuerzos promisorios hacia la armonización de
    los requisitos regulatorios entre los países. Por ejemplo,
    bajo los auspicios de un Acuerdo norteamericano de Libre Comercio,
    el Grupo de Funcionamiento Técnico de Plaguicidas, en
    EEUU, Canadá y México ha
    trabajado para armonizar los datos que exige el registro de los
    AMCP en sus países (Neale y Newton, 1999;
    OECD, 1999).

    En la Unión
    Europea se realizan esfuerzos similares para desarrollar
    requisitos comunes de registro (OMS, 1981). Un proyecto
    aún más ambicioso es regular y armonizar los datos
    que se exigen para el registro de plaguicidas microbianos en los
    29 países miembros de la OECD (OECD, 1999).El principio de
    la evaluación de datos sometidos a una solicitud de
    registro son las propiedades básicas del microorganismo,
    tales como: la caracterización taxonómica, la
    historia de su
    uso, la biología, la especificidad de hospedero, el
    modo de acción, la persistencia en el ambiente, la
    presencia de ingredientes involuntarios (contaminantes,
    metabolitos de preocupación potencial), y las propiedades
    físicas y químicas; que unido a los estudios de
    seguridad tienen el objetivo de
    evaluar el riesgo que posee un candidato como AMCP, por medio de
    pruebas de laboratorio
    cuidadosamente seleccionadas. Estos protocolos de ensayo
    combinan elementos de evaluación de máximo reto con
    diferentes métodos de exposición (Goettel et al,
    2001).La Organización Mundial de la Salud fue la
    primera en proponer una estrategia de
    pruebas por baterías de complejidad creciente para evaluar
    el riesgo en mamíferos de los agentes microbianos
    (ISO, 1992).
    Los elementos de esta propuesta están incorporados en las
    guías regulatorias actuales para Canadá, EE.UU. y
    la Unión Europea. Estas guías reemplazan los
    ensayos a largo plazo que se utilizan en la evaluación de
    los plaguicidas químicos con exposiciones a corto plazo (1
    mes) y combinan elementos de pruebas toxicológicas
    convencionales tales como exposiciones orales y dérmicas
    con vías más invasivas, inyección
    intravenosa o intraperitoneal. Se utilizará una vía
    u otra en dependencia del AMCP, la primera es la más
    invasiva y la intraperitoneal se utiliza para agente microbianos
    de gran tamaño de partícula que podrían
    ocluir la vena cuando son administrados. Esta batería de
    ensayos se refiere como Nivel I en el Código de
    Regulaciones Federales 40, parte 158.740 (Siegel, 1997; Code of
    Federal Regulations, 2001).

    1.3.2. Ensayos de seguridadEl llamado Nivel I es
    la batería inicial de pruebas toxicológicas,
    consiste en bioensayos de laboratorio que evalúan un
    riesgo máximo (por ejemplo, 10-100 veces la cantidad
    recomendada en el campo). En la mayoría de los casos,
    sólo se evalúa la calidad
    técnica del ingrediente activo (es decir, el agente
    microbiano no formulado). Sin embargo, bajo ciertas
    circunstancias, la EPA puede exigir la comprobación del
    patógeno formulado; como por ejemplo en los casos que se
    sospeche que la formulación pueda reforzar el efecto del
    microorganismo. Los resultados negativos en el nivel I, o sea la
    ausencia de infectividad o patogenicidad indicarían que es
    poco probable que el AMCP cause problemas al ser liberado en el
    campo; ya que aunque remota, también existe la posibilidad
    que pueda producir infección o mortalidad en especies
    susceptibles o en situaciones únicas durante el uso real
    del producto (Jaronski et al, 2003).

    Los datos del nivel I se usan junto con la información disponible con respecto a los
    modelos de
    uso, rango de hospedero, persistencia, y otros factores para
    evaluar el potencial de efectos adversos del agente. Si se
    observan efectos adversos en este nivel, se realizarían
    las pruebas del nivel II que tienen el objetivo de cuantificar
    los niveles del agente microbiano a los que puede estar expuesto
    el organismo no-diana susceptible. Si este agente muestra
    persistencia en el ambiente en niveles elevados, entonces se
    exigen los estudios del nivel III para determinar los efectos de
    exposición crónica a los niveles microbianos. En el
    nivel II y III se determina el riesgo real del AMCP. Los ensayos
    de este último están diseñados para evaluar
    el potencial de estos agentes o contaminantes microbianos de las
    formulaciones que se reconocen como parásitos
    intracelulares de células de
    mamíferos o que han demostrado que lo son por los datos
    obtenidos en los estudios de los niveles I y II e incluyen
    pruebas adicionales agudas para evaluar el rango de especies
    no-diana susceptibles, la ruta óptima de exposición
    y/o relaciones exactas de dosis-respuesta. Finalmente, los
    estudios del nivel IV, en las pruebas de campo reales o
    simuladas, evaluarían si hay un problema en el uso, que
    haría necesario la imposición de restricciones del
    mismo. Jaronski et al. (2003) plantean que hasta el momento no se
    le ha exigido estudios de los niveles III ó IV a
    ningún agente microbiano. El AMCP no tiene que ser inocuo
    ni en todas las pruebas ni en todas las concentraciones
    evaluadas, pero sí deben ser analizadas las circunstancias
    bajo las que produce infección o mortalidad.Este gran
    grupo de pruebas evalúa los efectos del AMCP sobre
    organismos no-diana entre los que se incluyen plantas, peces,
    artrópodos beneficiosos, aves y mamíferos. Aunque,
    tanto los plaguicidas químicos como los microbianos tienen
    en común, aspectos de seguridad relacionados con la
    toxicidad, la principal diferencia es la capacidad que tienen
    estos últimos para multiplicarse y causar
    infección. La infección puede ocurrir no
    sólo en el organismo diana del agente microbiano, sino
    también en especies no-diana, lo que indica la necesidad
    de estudios de infectividad (Siegel, 1997).Siegel (1997) define
    la infección como la alteración causada en el
    hospedero por agentes vivos ya sea por multiplicación en
    el tejido, por producción de toxinas o ambos; esta
    definición relaciona la presencia de microorganismo al
    daño tisular y sugiere este último como una
    condición necesaria para considerar que existe
    infección en los estudios de seguridad en
    mamíferos. El simple recobrado de un AMCP no es
    sinónimo de infección. Asumiendo que la respuesta
    inmune del hospedero es constante, el recobrado de una
    porción del inóculo así como la
    redistribución del mismo entre los tejidos del
    hospedero ocurrirán en una duración de tiempo que
    dependerá de la vía de administración y la magnitud de la dosis.
    En condiciones de infección, hay que demostrar que existe
    multiplicación del agente microbiano (recobrado de una
    cantidad superior a la administrada, recobrado de formas
    vegetativas cuando se administran esporas, problemas de
    aclaramiento en el tiempo) unido a daño tisular. Esta
    asociación es esencial, porque la aparición
    solamente de daño en los tejidos (como sucede en la
    respuesta inflamatoria) o muerte en los
    animales de experimentación puede ser causada por la
    naturaleza
    física del inóculo y/o la respuesta del hospedero a
    una proteína extraña y dichas reacciones son
    independientes del agente. De ahí que los grupos controles
    tratados con el
    vehículo autoclaveado sean tan importantes en estudios de
    infectividad ya que se puede determinar si el efecto adverso se
    debe únicamente a la presencia de esa proteína
    extraña. El término patogenicidad denota la
    capacidad intrínseca de un microorganismo para penetrar
    las defensas del hospedero y el término virulencia se
    refiere a la velocidad e intensidad con que esto se logra
    (Siegel, 1997).

    1.3.3 Estudios de toxicidad aguda e
    irritación

    Los estudios de Toxicidad / Infectividad / Patogenicidad
    (TIP) del nivel I están diseñados para detectar
    efectos tóxicos agudos de los componentes
    biológicos o no-biológicos de la formulación
    del AMCP; si en estos estudios se observaran efectos
    tóxicos en ausencia de signos de
    infectividad o patogenicidad sería necesario realizar
    estudios de toxicidad aguda del nivel II.

    La evaluación toxicológica se realiza con
    respecto a tres puntos finales:

    1. Patogenicidad del AMCP y de los contaminantes
      microbianos
    2. Infectividad / persistencia inusual del AMCP y de los
      contaminantes microbianos
    3. Toxicidad del AMCP, de los contaminantes microbianos
      y del producto final.

    Los ensayos de TIP Aguda tienen como objetivo evaluar el
    riesgo de un AMCP, a través de la determinación de
    la Toxicidad / Patogenicidad de una dosis única
    administrada por diferentes vías a los animales de
    experimentación. La vía oral es la recomendada por
    la EPA y otras agencias regulatorias para el ensayo que
    inicia el estudio toxicológico ya que es la vía
    posible, directa o indirecta, de entrada del producto al
    organismo humano y a otras especies animales que estén en
    contacto con él; con la intraperitoneal se obtiene
    información de riesgo una vez que el microorganismo haya
    atravesado la barrera de la piel. En el
    caso de la vía dérmica, en la EPA se plantea que en
    raras ocasiones podría esperarse que un microorganismo
    pueda pasar la barrera de la piel o infectar células
    epiteliales de animales hospederos sanos, sólo por el
    hecho de haber sido puestos en contacto con ella; de ahí
    que el propósito de este ensayo sea evaluar efectos
    tóxicos debido a componentes químicos o
    no-biológicos de una formulación del AMCP aplicado
    por esta vía (OECD, 1996).

    El objetivo de los estudios de irritación es
    determinar el potencial irritante que pueda tener la sustancia de
    ensayo sobre determinadas estructuras del organismo, en
    dependencia de las cuales se clasifican en estudios de
    irritación dérmica u ocular. Los ensayos de
    irritación ocular son requeridos por muchas agencias
    reguladoras como la OECD (García et al, 1988) la
    Organización Internacional de Estándares (ISO)
    (Price y Andrews, 1985 ) y el Centro Estatal para el Control de
    Medicamentos (CECMED), entre otros, para el etiquetado y
    clasificación de los productos. García y
    colaboradores (1988) establecieron la tabla de
    clasificación del potencial irritante de los productos e
    indicaron como límite de aprobación o rechazo, el
    valor de 20
    (Tabla 6), debido a que por consideraciones
    oftalmológicas, aquel producto que en el ensayo de
    irritación ocular muestre un valor de hasta 25 en la
    escala de Draize (Draize et al 1994), se clasifica como no
    irritante para el humano (US Environmental Protection Agency,
    1996).

    La rata como especie roedora y el conejo como no roedora
    son los animales de laboratorio más utilizados y
    recomendados por las principales agencias regulatorias en
    investigaciones farmacotoxicológicas lo que
    está avalado por el considerable volumen de
    información que existe sobre cada especie y que son de
    fácil obtención y manipulación en
    condiciones de laboratorio. En los estudios dérmicos y
    oculares el conejo es la especie preferida debido a la
    permeabilidad superficial característica de su piel y al
    tamaño de los animales que hace que sea mayor el
    área a trabajar, así como, ser muy sensibles para
    la detección de la irritación ocular y tener ojos
    no pigmentados (permiten observar las lesiones en el iris) y de
    gran tamaño con respecto al peso corporal que facilita la
    observación.

    En estos estudios se emplean grupos controles para
    asegurar que los efectos observados están asociados con la
    exposición a la sustancia de ensayo. Los grupos controles
    negativos no tratados, como su nombre lo indica no reciben
    tratamiento alguno. El control tratado con el AMCP inactivado se
    utiliza para descartar posibles efectos que pueden producirse en
    el animal de ensayo a través de mecanismos diferentes a la
    infección y brinda una información útil para
    determinar el mecanismo de patogénesis. El grupo control
    tratado con el vehículo se utiliza si se emplean otros
    vehículos para administrar la sustancia de ensayo
    diferentes de solución salina o agua destilada
    (OECD, 1996).

    Resultados

    El reto básico de los estudios de seguridad es
    determinar si el AMCP es razonablemente seguro.
    Así lo resumió Burges (1981) cuando planteó
    que:

    "una situación de cero riesgo no existe,
    ciertamente no sólo con plaguicidas químicos,
    sino también con agentes biológicos ya que no se
    puede demostrar un efecto negativo absoluto. El registro de un
    químico es esencialmente una declaración de uso
    en el que los riesgos son aceptables y el mismo debe ser
    aplicado a los agentes biológicos".

    Se ha visto cómo los hongos pueden ser utilizados
    como agentes de control biológico de manera segura y con
    éxito,
    de hecho, son producidos para el control inundativo de plagas de
    artrópodos, nemátodos y cizañas sin efectos
    perjudiciales sobre el ambiente o sobre la seguridad de los
    organismos no-diana. También se han utilizado
    patógenos fúngicos para el control biológico
    clásico de insectos y cizañas. Goettel et al (2001)
    plantearon que hasta la fecha no se ha documentado ningún
    efecto perjudicial relacionado con el uso de los hongos como ACB.
    Sin embargo, se ha demostrado que poseen propiedades que los
    hacen potencialmente peligrosos tanto para el hombre como para el
    ambiente en general. Por consiguiente, el desarrollo y uso de
    hongos como agentes de control de plagas requiere una
    valoración de sus riesgos potenciales, comenzando con los
    efectos tóxicos en mamíferos (Hajek et al,
    2003).

    Existe muy poca información publicada acerca de
    los perfiles de seguridad de los AMCP y los pocos que existen han
    sido generados por la industria en
    el curso de desarrollo y registro de nuevos productos. Estos
    datos son privados y de difícil acceso. Sin embargo, se
    han publicado los resultados de algunos estudios agudos
    utilizando diferentes vías de exposición, como son:
    inhalación, inyección subcutánea,
    intraperitoneal e intravenosa, irritación dérmica y
    ocular, estudios dérmicos de sensibilización y
    estudios en la dieta.(Goettel y Jaronski, 1997; Ward et al, 1998;
    Smits et al, 1999; Vestergaard et al, 2003; Strasser et al,
    2000)

    Con respecto a la toxicidad, se conoce que muchos
    metabolitos producidos fundamentalmente por hongos
    entomopatógenos (que son los más estudiados) causan
    toxicidad en mamíferos, lo que se considera como un
    problema de seguridad para esos AMCP (Undeen, 1990 ; Trammer et
    al, 1999)

    La germinación del microorganismo en el hospedero
    (rata o conejo) puede ser inhibido o estimulado por varios
    factores como por ejemplo pH,
    presión osmótica, presencia de iones
    específicos, propiedades biológicas de las esporas
    y la temperatura corporal de los mamíferos, donde valores por
    encima de 30°C, pueden ser una barrera importante frente a la
    infección (Mier et al, 1994; Solter et al, 1997)
    .

    En el caso de la vía oral pueden ocurrir tres
    eventos:

    1. Las clamidosporas pueden pasar a través del
      tracto digestivo sin ser digeridas y mantenerse viables en las
      heces fecales (Hylis et al, 1998 )
    2. El tejido del hospedero puede no ser el idóneo
      para el establecimiento, desarrollo o reproducción del
      patógeno. (Hajek y Butler, 2000; Vey et al,
      2001)
    3. El hospedero puede destruir activamente al
      patógeno durante su migración al tejido diana por vía
      de la respuesta celular inmune y la posibilidad de la inmunidad
      humoral.

    En el caso de la patogenicidad, se ha demostrado la
    presencia de los hongos, tales como P. Lilacinus, en
    infecciones en humanos (Toscano y Jarvis, 1999). Sin embargo,
    las pruebas de seguridad en mamíferos de este hongo
    nematófago que incluyeron toxicidad aguda oral,
    dérmica y pulmonar en ratas y estudios de
    irritación en conejos indicaron la relativa seguridad de
    este microorganismo; por lo que se ha sugerido que posiblemente
    ese aislamiento de P. lilacinus colectado de
    nemátodos no presenta riesgos para la salud animal y
    humana (Goettel et al, 2001.

    Relacionado con la infectividad, se ha demostrado que
    los hongos poseen una gran variedad de estados de vida que hacen
    que pueda sobrevivir cuando las condiciones ambientales no son
    las óptimas para su normal crecimiento y desarrollo
    (esporas); por lo tanto no es sorprendente que estos
    microorganismos se mantengan viables en los tejidos de los
    mamíferos durante algún tiempo (Siegel,
    1997.

    Estos resultados apoyan la utilización segura de
    los hongos en ambientes en los que pueda ocurrir
    exposición humana accidental, sin considerar que para
    tales prácticas se deben usar medios de protección
    como medida de seguridad y ante el eventual estado de
    inmunosupresión que pudiera tener algún operario
    relacionado con la aplicación del ACB.

    De manera general, con los estudios de toxicidad se ha
    podido demostrar la seguridad para los mamíferos durante
    el uso de algunos ACB de origen fúngico, como es el caso
    de Bacillus spp., utilizado ampliamente en el mundo para
    el control de insectos y del cual se informa que tiene bajo
    potencial para producir patogenicidad en los vertebrados. Las
    cepas registradas se han evaluado extensivamente para determinar
    posibles efectos sobre organismos no-diana, incluyendo
    mamíferos como parte de las exigencias del registro y no
    se ha observado ningún efecto dañino (Laird et al,
    1990). Así mismo, varios aislados de B. bassiana
    han sido evaluados en estudios de seguridad en vertebrados y se
    ha demostrado que el hongo no produce infección ni
    toxicidad, aunque se aclara que se deben tomar precauciones para
    evitar la inhalación de grandes cantidades de conidios.
    (Goettel y Jaronski, 1997; Copping, 2001).

    Zimmermann (1993), realizó una revisión de
    datos de seguridad de M. anisopliae en animales de
    sangre
    caliente y concluyó que hubo ausencia de síntomas
    de toxicidad o patogenicidad cuando los conidios de este hongo
    fueron aplicados por diferentes métodos a las aves,
    ratones, ratas, curieles y conejos.

    Conclusiones

    Los plaguicidas de origen biológico, generalmente
    proporcionan una opción medioambiental benigna para el
    control de plagas. Sin embargo, esto no significa que ellos
    están completamente libres de riesgos para la salud y el
    ambiente. De hecho, además del potencial de riesgo para
    organismos no-diana (toxicidad, patogenicidad, desplazamiento
    competitivo y alergenicidad), existe también riesgo por
    contaminantes microbianos y por otras sustancias utilizadas en la
    formulación final (ejemplo: excipientes, diluentes,
    protectores ultravioleta, etc.) y riesgos por el hecho de que
    algunos patógenos microbianos generales son infecciosos
    para vertebrados e invertebrados. La evaluación
    toxicológica de plaguicidas microbianos es por
    consiguiente necesaria para proteger la salud y seguridad del
    hombre, los animales y el ambiente.

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    Liseth García García

    Gleiby Melchor Orta

    Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria

    Grupo Farmacología-Toxicología,

    Carretera de Tapaste y Autopista Nacional, La Habana,
    Cuba.

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