Ha sido explosivo el aumento de la literatura sobre el
ser y el hacer de la universidad en la sociedad actual.
Innumerables documentos, desde
diversas regiones y ámbitos, plantean situaciones,
propuestas e intencionalidades sobre el referido
tema.
La mayoría de las posiciones coincide en
denominar el presente orden social sociedad del conocimiento,
aunque con múltiples matices.
Divergen, en cambio, en la
definición y el rol de la universidad ante los
requerimientos de tal sociedad. Ante el inmenso crecimiento de
las ideas en torno al tema que
nos ocupa, se hace necesaria la construcción de mapas de ruta, en
el sentido de contar con referencias apropiadas para enriquecer
la discusión sobre el necesario vínculo entre
sociedad y universidad.
Consecuente con lo anterior, intentaremos sistematizar los
enfoques que subyacen en buena parte de los documentos elaborados
en torno a la relación existente entre la universidad y la
sociedad del conocimiento.
Para ello, trataremos de respetar el lenguaje de
cada cual. Dada la complejidad del tema, conviene reconocer que
cualquier intento de este carácter siempre será incompleto, y
sumamente parcial.
Como recurso para hacer mas clara nuestra exposición, se presentarán tres
enfoques de modo un tanto polarizado, es decir, como modelos
mentales que sólo pretenden contribuir a mirar bajo
cierto orden las abigarradas realidades.
Denominaremos a estos enfoques:
a) la universidad respondiente,
b) la universidad como sistema de
gestión
y
c) la universidad como prefiguradora de nuevos
órdenes sociales.
Primer enfoque: la universidad respondiente.
Este
enfoque supone un orden social en constante cambio, derivado de
los avances
tecnológicos y la
globalización.
Confiere el papel protagónico a las empresas,
especialmente las de alta tecnología en
materia de
comunicaciones.
Estas empresas, con el desarrollo de
su capital de
conocimiento, diseñan los dispositivos tecnológicos
que provocan cada vez más cambios en todos los
órdenes de la vida humana, en todas las regiones del
planeta.
Los avances en los sistemas de
interconexión rompen barreras espaciales y
temporales, afianzando un orden de proximidades inminentes.
El objeto de estos procesos,
desde el presente enfoque, es una aproximación secuencial
hacia una sociedad altamente tecnificada e interconectada, de
cambios rápidos, caracterizada por la innovación permanente, mediante estructuras
sociales flexibles, capaces de dar respuestas rápidas y
eficientes a los requerimientos y retos planteados.
Los factores que apoyan este enfoque son, principalmente: un
sistema económico de mercados
abiertos, el capital financiero internacional y nacional, el
capital intelectual y la universidad como centro de
formación de los recursos humanos
necesarios para responder a las exigencias de cambio.
Los oponentes son los viejos paradigmas
pretecnológicos, los sectores atrasados o marginales
y las estructuras centradas en tierra,
trabajo y
capital.
El marco de supuestos que subyacen a este enfoque puede
caracterizarse como sigue:
a) El cambio social global es un
proceso
irreversible, e inevitable.
b) El cambio social se apoya
fundamentalmente en avances tecnológicos.
c) La empresa
privada es protagonista de los procesos de cambio.
d) La universidad es un ente
coadyuvante de la empresa.
e) El
conocimiento es información estructurada, que requiere de
soportes tecnológicos adecuados.
En este enfoque, la universidad tiene un papel complementario con
respecto a las empresas, verdaderas protagonistas de las
transformaciones sociales.
La universidad habría de enfatizar la
formación de los recursos
humanos necesarios para incorporarse a los procesos de cambio
social, y minimiza la investigación propiamente dicha, que se
desarrollaría mejor en las empresas.
No obstante, la universidad puede acudir a los entes
financistas, compitiendo como una empresa
más en el intento de captar los recursos necesarios para
desarrollar los conocimientos requeridos por las
corporaciones.
Para cumplir mejor este servicio, la
universidad requiere incorporar en sí los últimos
avances en materia de tecnología, adecuando sus
estructuras organizacionales a este proceso de
incorporación.
De esta forma, puede trascender las fronteras
físicas y temporales, para volcarse a las demandas de una
sociedad cada vez más interconectada, que brinda
respuestas rápidas a los procesos de avance
tecnológico y globalización.
Segundo enfoque: la universidad como sistema de
gestión
Este segundo enfoque tiene
características comunes con el anterior, sólo que
se apoya con más fuerza en la
teoría de
sistemas y en la disciplina
organizacional. La sociedad se presenta como conjuntos de
organizaciones
concebidas como sistemas abiertos, dinámicos, en interacción permanente.
No necesariamente existen sistemas privilegiados, pero
sí un riesgo permanente
y cercano de desaparición del escenario, en caso de
ruptura de las posibilidades de aportar y de recibir.
La organización efectiva de la producción y distribución del conocimiento establece la
diferencia entre los sistemas que viven y los que perecen.
Las organizaciones, en este enfoque, constituyen una cartera de
recursos basados en conocimientos.
Las empresas han de ocuparse de producir, explotar y
mantener esos sistemas de conocimientos para garantizar sus
ventajas intrínsecas con respecto a las de la competencia.
Como el anterior, este enfoque se apoya en la posibilidad de
mantener un sistema mundial de mercados abiertos, en los
aportes del capital financiero, y esencialmente en el
conocimiento como recurso básico.
El papel de la universidad, desde este enfoque, es la
producción y difusión del conocimiento
disciplinario e interdisciplinario, dirigido a la
búsqueda de acuerdos y alianzas estratégicas para
la resolución de los ingentes problemas de
la sociedad.
En la búsqueda de ese fin, la universidad ha de
favorecer los vínculos entre diversas disciplinas,
así como fomentar el trabajo en equipo
y el desarrollo de liderazgos efectivos. No es posible realizar
esto sin el uso de la tecnología
de la información, en todas las
fases del proceso de producción y distribución del
conocimiento.
Para lograr eso, conviene abordar un acelerado proceso
de aprendizaje
organizacional,
donde las personas desarrollan el trabajo en
equipo, interdisciplinario, en la búsqueda de aprender a
aprender.
Este enfoque ha de rebasar las propias fronteras
organizacionales de la universidad, de modo de construir redes y vínculos con
proveedores,
clientes y otras
organizaciones, con el propósito
de enriquecer la capacidad de intercambio y negociación.
Lo anterior debe estar acompañado inexorablemente de dos
conceptos de la más alta relevancia: calidad (referida
a la potenciación de la capacidad de gestión
efectiva de los diferentes centros del sistema) y la
autorregulación (referida a la capacidad de
autoevaluación y reconducción de los centros, en la
búsqueda de un mayor desempeño).
Los supuestos en los que se basa este enfoque son los
siguientes:
a) La sociedad está
constituida por organizaciones, que pueden competir o cooperar
entre sí.
b) El elemento fundamental que
asegura la supervivencia y la expansión de las
organizaciones es el conocimiento.
c) La universidad, por su función en
la generación y difusión del conocimiento, puede
convertirse en una empresa privilegiada.
d) Para convertirse en empresa
privilegiada, la universidad debe incrementar su calidad y su
autorregulación.
En fin, si bien este enfoque coincide con el anterior en lo
referido al uso del conocimiento como factor básico de
desarrollo, constituye aquí el capital indispensable
para la supervivencia y el desarrollo pleno de la
organización.
La universidad, como ente generador y difusor de
conocimientos, pasa a ser una organización como las otras,
y como ellas ha de garantizar su existencia mediante una
explotación adecuada de ese recurso.
Tercer enfoque: la universidad como prefiguradora de
nuevos órdenes sociales.
Esta tercera
visión es fundamentalmente diferente de las dos
anteriores.
Supone la existencia de formas sociales complejas, caracterizadas
por grandes desequilibrios macroeconómicos, por una
injusticia social estructural y un crecimiento constante de los
niveles de pobreza y otras
formas de exclusión social.
Esta problemática intrínseca se agrava
especialmente en los países del llamado tercer mundo, de
modo que si no se emprenden pronto los correctivos de fondo,
millares de personas estarán
condenadas inevitablemente a la miseria, la exclusión y
la muerte.
De ese modo, es planteamiento ético irrebatible el
desarrollo de acciones
sistemática desde todos los ámbitos posibles, en
dos direcciones simultáneas: mientras se aborda la
resolución de problemas puntuales, inmediatos, se han de
ir prefigurando nuevas formas de vida y de ser social.
Dicho de otro modo, el abordaje de las reformas sociales
puntuales, dirigidas a grandes porciones del colectivo social,
han de apuntar realmente a la consolidación de la democracia
participativa, la ciudadanía democrática, la
conservación y enriquecimiento del patrimonio
cultural, la defensa del medio ambiente
y de la biodiversidad,
el desarrollo
sustentable,
la integración latinoamericana, el
fortalecimiento de la condición humana y los procesos que
faciliten la paz y la comprensión entre los pueblos y las
personas de todo el mundo.
Los aliados en este camino son los diversos sectores sociales,
especialmente los menos favorecidos por la acumulación del
capital, potencialmente constructores de la sociedad del futuro;
la ciencia,
especialmente la comprometida con las grandes
problemáticas sociales; el capital
intelectual; los circuitos
alternos de capital financiero, de carácter mixto
(público-privado) y cooperativo; las empresas dadas al
cambio y los mercados multisectoriales.
Los factores oponentes a este modelo lo
constituyen: el orden mundial basado en mercados abiertos y el
desarrollo tecnológico emprendido por las grandes
corporaciones transnacionales, que por su naturaleza
neoliberal tienden a excluir las grandes mayorías de la
población.
La universidad, en este enfoque, tiene un papel fundamental,
cualitativamente diferente de los dos enfoques antes
reseñados.
En vez de constituir un centro formador de recursos para
el orden social desequilibrado, cargado de injusticia, ha de
convertirse en agente activo para la transformación
profunda del mismo.
Desde este planteamiento, la universidad ha de
transformarse en un centro de conocimiento crítico,
orientado a la creación de espacios de diálogo de
saberes con distintos sectores sociales, en acciones que no
sólo han de resolver problemas específicos, sino
también abrir canales a la construcción de
formas alternas de vida, más humanas, mas justas,
más equitativas.
Lo anterior no puede efectuarse a expensas de los grandes logros
de la ciencia y el
conocimiento contemporáneo.
Por el contrario, se trata de abordar los grandes
avances científicos, filosóficos,
estéticos, con el más alto sentido de pertinencia
social.
Ello pasa por la apertura de diálogo de
saberes, no sólo entre las distintas disciplinas del
conocimiento, sino también con respecto al saber popular,
cotidiano, de la gente en todas sus dimensiones. Se
trataría de algo así como pensar de manera global,
compleja, integral, para actuar localmente de la mejor manera
posible.
Desde este diálogo de saberes multidimensional,
la universidad actuaría con los diversos grupos
sociales en la resolución de problemas puntuales,
específicos, en el marco de propósitos más
amplios, que tienen que ver con la generación de modos de
vida más plenos, más justos, más
humanos.
Los supuestos en que se apoya este modelo son los siguientes:
a) La sociedad actual se
caracteriza por ser cada vez más inequitativa, injusta,
con grandes porciones de la población.
b) Es necesario emprender acciones
sistemáticas para construir formas sociales más
equitativas y justas.
c) La universidad, como centro de
conocimiento, puede abrir espacios de diálogo entre los
diversos sectores sociales, para resolver problemas apuntando a
la prefiguración de un nuevo porvenir.
Reflexión final:
Los enfoques presentados
aquí, conviene repetirlo, no son en modo alguno absolutos,
sino mas bien un modesto aporte para la sistematización de
la discusión sobre la sociedad actual y el rol de la
universidad.
Han sido expresados de modo esquemático,
con el fin de que puedan constituir formas
referenciales transitorias para el abordaje del tema en
cuestión.
No obstante, consideramos, no es posible suponer que
existe un acuerdo fundamental, latente, en la literatura
correspondiente a los retos de la universidad hoy día,
sino que hay posiciones diversas, incuso antagónicas, que
hay que hacer emerger para que la discusión sea mas rica,
mas profunda, y de mayor pertinencia a la hora de las necesarias
reformas pendientes en la
educación
superior.
Autor:
Julio C. Valdez