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Gestión académica. La Universidad chilena en los 80: un buen trabajo




Enviado por mlopez



    1. Los militares en los
      años 70 y 80
    2. Bibliografía
      consultada


    Burton Clark, en su capítulo sobre VALORES,
    menciona la COMPETENCIA como
    un elemento de relevancia dentro del sistema
    universitario. La educación
    superior debe ser una fuente constante de conocimientos,
    producción y gestión, entre otras cosas, de personas
    bien preparadas para tal fin.

    Cuando pensamos en las décadas del 70 y 80,
    propias de gobiernos militares en América
    Latina, ponemos en duda la competencia de estas autoridades
    en el área de la educación
    superior. "Zapatero a tus zapatos" es el dicho de la calle que
    más se asemeja a la idea de que las Fuerzas Armadas
    sólo deben tener influencia en el campo de la defensa de
    la nación
    y nada más.

    La propuesta de Clark para la optimización del
    aparato educativo: dividir el poder, apoyar
    la diversidad y legitimar el desorden, lógicamente y a
    primera instancia parece no tener cabida en un marco de
    autoritarismo militar. Citándolo directamente, "al ser un
    servicio
    público (la universidad), por sostenerse con fondos
    públicos, no se puede negar que el gobierno influya
    sobre el sistema" (pag.179). Y nos preguntamos:
    ¿Qué tipo de influencia beneficiosa, educativamente
    hablando, puede provenir de la rama de la Defensa?

    Brunner, por su lado, al analizar la evolución de América
    Latina durante los ’80, llama a ésta "la
    década perdida"(pag.162). Desde el punto de vista social,
    el decrecimiento de la actividad económica combinado con
    altas tasas de desempleo y de
    inflación, significó un aumento de la pobreza, entre
    otras cosas, un debilitamiento del sector
    público y una disminución del gasto social.
    Desde el punto de vista político, América Latina
    experimentó una transición de poderes militares
    gubernamentales a períodos democráticos en su
    mayoría tentativos, inestables, y de relativa eficacia dado el
    deterioro económico ya presente y aumentado.

    América Latina se enfrenta en esta década
    ante la gran hazaña de reconstrucción
    económica y reorganización del establecimiento
    democrático, con todo lo engorroso que ello implica
    después de años de represión y
    autoritarismo.

    Dadas las circunstancias, no es posible mantener el
    modelo del
    Estado
    benevolente y todopoderoso, lo cual es, de acuerdo con Clark,
    "ineficaz". El Estado ya
    no está en condiciones de financiar una enseñanza superior, que a esta altura del
    siglo, ya se hallaba masificada.

    Sorprendentemente, y a modo de ejemplo elogioso, el caso
    de la Universidad en Chile ha sido un modelo de
    reorganización y cambio
    positivo, y, de acuerdo con Levy (1986), "para la educación chilena, la
    década del ’80, pese al autoritarismo,
    estuvo lejos de ser una década perdida."

    A continuación haremos un resumen de los cambios
    más importantes efectuados en la Universidad Chilena
    durante la época del gobierno militar, cuestión
    que, personalmente, me ha dado mucho que pensar y ha provocado un
    pequeño debilitamiento de viejos prejuicios basados en la
    experiencia de la República Argentina.

    He abocado mi análisis de la información presentada por Cristián
    Cox a las áreas que más llamaron mi atención: el financiamiento
    y la incorporación del sector privado como respuesta a la
    demanda del
    mercado en el
    sistema Chileno.

    LOS MILITARES EN
    LOS AÑOS 70 Y 80.

    Las Fuerzas Armadas gobiernan Chile durante dos
    décadas. La del ’70 estuvo marcada por un proceso de
    "purga" de elementos nocivos para el nuevo régimen. Como
    resultado – y esto nos es familiar como testigos, víctimas
    o participantes del proceso militar argentino – académicos
    de peso e investigadores dejaron el país ya que sus vidas
    estaban en peligro al no simpatizar con el poder reinante.
    Desaparecen, por supuesto, los centros de estudiantes como
    fuentes de
    poder. Esto es lo que llamamos "la universidad
    vigilada".

    Sin embargo, el régimen de intervención de
    las universidades vivirá en una crisis de
    legitimidad permanente, expresada en forma silenciosa por los
    académicos en un primer momento, y manifestada en forma
    abierta años después, primero por los estudiantes y
    luego por los mismos académicos, y finalmente vivida como
    desafío institucional a la autoridad,
    hacia el final de los años ochenta.

    En contraste, y aquí comienza la época
    productiva en la educación superior en Chile, y no
    así en nuestro país, los años 80 son
    fundacionales de un nuevo orden. Los militares Chilenos parecen
    haber estado de acuerdo con la idea de Clark de "multiplicidad y
    variedad", lo cual en cierta medida es loable, dadas las
    circunstancias.

    Recordemos que Clark insiste que "mientras que el
    monopolio
    agudiza la estrechez, la multiplicidad tenderá a producir
    mayor variedad, tanto en los tipos institucionales como las
    formas académicas: diversidad de estrategias…"
    "… la multiplicidad y diversidad implica mayores posibilidades
    de fuentes de apoyo y supervisión más variadas que
    reflejen una realidad múltiple y
    versátil
    ".

    Veamos los cambios producidos: durante la década
    de los 80 Chile pasa, de tener 8 universidades, a 60, 82
    institutos profesionales y 156 centros de formación
    técnica. El mercado pasa a tener un papel de importancia,
    y las universidades privadas, tan prestigiosas como las
    públicas, descongestionan las universidades financiadas
    por el Estado.

    Sorprendentemente, el sistema Chileno, en contraste con
    otros, exhibe una gran homogeneidad entre las instituciones
    públicas y las privadas.

    Estas aparecen mayormente después de las medidas
    tomadas a partir del ’81, cuando se autoriza la
    creación de nuevas instituciones, teniendo al sector
    privado como actor.

    El sector privado, entonces, a partir de allí, va
    a descansar exclusivamente en su capacidad de captar
    recursos en el mercado de la demanda estudiantil.

    El Estado deja de ser la entidad "benevolente" a
    expensas de sus propios recursos, y ha
    traspasado gran parte del costo de la
    educación al estudiantado a través de aranceles,
    fundamentados en que a ella asisten mayoritariamente sectores que
    puede pagar por la misma.

    De no ser así, el no pago por estos sectores
    implicaba, como es ahora en nuestro país, que estos
    estudiantes fueran subvencionados a través del gasto
    público por los sectores de menores
    recursos.

    Cabe mencionar aquí la opinión de William
    Experton, especialista en educación del Banco Mundial,
    quien considera que el actual sistema de financiamiento
    público de la universidad en la Argentina es inequitativo,
    al beneficiar a los estudiantes de mayores ingresos,
    mientras que los de menos ingresos "contribuyen más a la
    educación del total".

    El consultor señala que "habrá que
    reformar las fuentes de
    financiamiento, de modo que no sólo el Estado sino los
    estudiantes y las empresas tomen su
    parte". (Diario Ambito Financiero, 7 / 10 / 99).

    La Universidad pública, y esto como una
    reflexión personal, puede
    verse de dos maneras: como una manifestación de "igualdad de
    oportunidades" o como una "injusticia" hacia muchos miembros de
    la comunidad
    nacional que no tienen acceso a la educación superior y,
    sin embargo, pagan por ella a través de impuestos. Esto
    no es una declaración contundente, sino que es un hecho
    abierto para el debate.

    La Universidad en Chile se caracteriza por la
    selectividad, lo cual parecería contribuir con el
    prestigio de sus instituciones. Aquellas con financiamiento
    público mantienen un grado considerable de selectividad
    educativa, a través de las condiciones de ingreso, a las
    cuales no cualquier egresado de nivel secundario sin
    sólida formación puede acceder.

    Las privadas, por sus costos mantienen
    un alto grado de selectividad social. Nosotros podemos
    preguntarnos: ¿Es positiva esta discriminación para la sociedad en
    general?

    Por otro lado, un buen mecanismo puesto en
    práctica a partir de 1981 fue el de "crédito
    fiscal" para
    los alumnos de menores recursos. Esta fue una de las ideas
    presentadas en su programa de
    educación superior por Domingo Cavallo, del partido
    Acción
    por la República, quienes propusieron arancelamiento a
    los más pudientes y becas por mérito y pobreza para
    garantizar igualdad de oportunidades (
    Propuesta gubernamental
    para el área educativa del ya mencionado partido). El
    crédito fiscal en Chile se reembolsa al Estado una vez
    comenzado el ejercicio profesional. Cavallo no especifica
    reembolso, lo cual no significa que no sea el caso.

    Es llamativa e interesante la introducción de mecanismos competitivos en
    el financiamiento público de la Universidad en Chile. Hay
    "aportes directos" y "aportes indirectos". Los primeros son
    definidos por el Estado en base a cuotas históricas de las
    instituciones. Los segundos son aportes a las instituciones que
    se operan a través de la demanda.

    El aporte fiscal indirecto corresponde a una suma por
    alumno matriculado y varía de acuerdo a los puntajes
    obtenidos en la prueba nacional de ingreso (mérito). En
    consecuencia, la institución que atrae a mayor cantidad de
    alumnos con buen puntaje, recibe un aporte indirecto fiscal
    mayor.

    Esto es un desafío para los alumnos así
    también como para las instituciones. Ambas partes dejan de
    ser pasivas y meras receptoras de aportes del Estado, sino que
    deben "ganárselo", ¿No es esta una
    característica de nuestra sociedad moderna y competitiva?
    Como dice Miguel Punte, Gerente
    General de Recursos
    Humanos de la
    Organización Techint: "Estamos viviendo el
    síndrome de Cáritas: Más por menos, o
    con suerte, más por igual".

    Como fue presentado en el párrafo
    anterior, la presión
    por generar recursos de fuentes alternativas a las transferencias
    estatales directas, ha significado el mayor cambio en las
    estrategias de desarrollo de
    las universidades durante la última década,
    forzándolas a introducir racionalizaciones al menos
    parciales en su funcionamiento, a abrirse a las demandas del
    medio social y a valorizar sus actividades al ponerlas en el
    mercado.

    Con respecto a las actividades de investigación, es interesante mencionar la
    nueva modalidad de financiamiento a la que se recurre. Se asignan
    los recursos a través de la competencia de los
    investigadores en concursos anuales de proyectos de
    carácter nacional. Los proyectos son
    evaluados por pares en base a su calidad
    intrínseca y mérito de sus postulantes – lo cual en
    teoría
    parecería ser la manera más justa de determinar
    calidad, pertinencia, necesidad y capacidad por parte de personal
    académico competente y no de autoridades ajenas a la
    investigación.

    Otro desarrollo importante se presenta en una organización más flexible de la
    formación de pregrado, donde se evita una
    especialización temprana. El movimiento
    hacia el establecimiento de ciclos básicos en las dos
    universidades líderes del sistema, así como en
    algunas de las privadas de elite, responde a desarrollos propios
    de las relaciones entre conocimientos y cambios en la cultura y en
    la sociedad. Esto evita los altos costos sociales y personales de
    las decisiones prematuras y equivocaciones de los jóvenes
    al elegir carreras "de por vida", como ocurre en nuestro
    país, a los 17 años.

    Para concluir, hemos visto el cambio importante que
    experimentó la educación superior chilena en la
    década del 80, como el resultado de políticas
    gubernamentales cuya ejecución contó con recursos
    de poder sin precedentes en el país – autoritarismo
    militar – propios del régimen y con tiempos lo
    suficientemente largos como para enraizar los cambios más
    importantes en las instituciones y las prácticas de los
    actores relevantes. La política central tuvo
    una dirección desreguladora y liberal en sus
    orientaciones fundamentales.

    Finalmente, la década del 90 se abre en Chile con
    un sistema diversificado y con mejor capacidad de respuesta a las
    demandas de la sociedad; cuyas fuentes y modalidades de
    financiamiento se han diversificado y han establecido condiciones
    para un más exigente uso de recursos.

    Las bases de un nuevo equilibrio han
    sido establecidas, en que a diferencia del pasado, se combinan
    las contribuciones especializadas de la profesión
    académica, el gobierno y los mercados. Una
    combinación más rica y eficiente que las del
    pasado. Ahora Chile podrá abordar problemas
    pendientes en el sistema
    educativo, entre ellos: la calidad y equidad de la
    educación superior, así también como su baja
    cobertura, la estrechez de sus postgrados, su alta selectividad
    social, etc.

    Lo interesante de este caso, como ya fue
    anteriormente mencionado, es que, pese al autoritarismo del
    régimen militar, la educación superior Chilena fue
    beneficiada por un buen trabajo en los
    años 80, década perdida para otras naciones en este
    campo.

    Bibliografía
    consultada:

    Clark, Burton. El sistema de Educación
    Superior. Nueva Imagen.

    Universidad Autónoma Metropolitana. México,
    1983.

    Brunner, José Joaquín.
    Educación Superior en América Latina: Cambios
    y

    Desafíos. Fondo de Cultura Económica.
    Santiago de Chile, 1992.

    Cox, Cristian. Políticas de
    Educación Superior en Chile. Santiago de Chile,
    1992.

    Diario Ámbito Financiero. Bs. As. , 7 / 10 / 99
    (pag. 12): Universidad: el Banco Mundial
    pide arancel.


    Lic. MARISA OLGA LÓPEZ

    Tecnología Educativa . UTN, Argentina

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