- El contexto de la
incertidumbre - Un acercamiento al concepto de
tecnociencia - El conocimiento
tecnocientífico, su producción, su
representación y su relación con la
informática - Tecnociencia y sociedad de la
información y del conocimiento - Globalización o
globalizaciones? - El carácter no
público del conocimiento o el derrumbe de la
utopía - Impactos en
los sistemas de innovación en sociedades
periféricas - Dimensiones
de la globalización - Reorientación
de la innovación en relación con la
globalización - Algunas
consideraciones finales acerca de la globalización y sus
efectos - Conclusiones
- Bibliografía
El conocimiento y
la innovación
tecnológica juegan un papel capital en las
actividades económicas y, por supuesto, en el desarrollo de
las naciones. En el contexto de este trabajo
el
conocimiento al que nos referiremos es el científico y
tecnológico o, para precisarlo mejor, de acuerdo con
Echeverría (2003), hablaremos de conocimiento
tecnocientífico, y en tanto constituye la base de la nueva
economía,
la economía informacional, la actual es denominada la
sociedad del
conocimiento y una de sus características más
relevantes, y tal vez la más, es el fenómeno de la
globalización, o de las globalizaciones,
con lo cual ponemos en evidencia que la única
globalización no es la económica, sino
también la del conocimiento (tecnocientífico), por
lo que también la podríamos denominar
tecnoglobalización, así como también hay
globalización de la cultura, o la
de las finanzas, o la
del comercio,
entre otras.
El asunto de fondo es que la tan pretendida
globalización del conocimiento parece que realmente no
está ocurriendo y que, por el contrario, la
tecnoglobalización está influyendo de manera
crítica
en el desarrollo de las naciones periféricas, y de manera
muy positiva, en las economías de mayor desarrollo,
razón que presupone el reto de enfrentar los factores de
impacto que atentan contra los procesos de
innovación de las naciones periféricas que obligan
a repensar los sistemas de
innovación nacionales o, mejor aún, los regionales,
en términos de superar estas barreras y reorientar los
esfuerzos de innovación en concordancia con las
necesidades específicas de una región y atendiendo
las posibilidades reales que dicha tecnoglobalización
permite.
Con el presente trabajo me he trazado los siguientes
propósitos fundamentales en relación con el tema
propuesto en el título:
– Ofrecer una posición crítica frente al
fenómeno de la globalización económica, dado que,
en cierto modo, entraña un nuevo tipo de imperialismo,
un neocolonialismo regresivo a una nueva época feudal, en
donde la fuente nutricia es el conocimiento y cuyo motor es el
mercado donde se
paga tributo al poseedor de los recursos
financieros y de tecnología, por
ejemplo, a través de los derechos de propiedad
intelectual
– Hacer una rápida exploración del
concepto de
tecnociencia y
de cómo el conocimiento tecnocientífico ha dado
lugar a la revolución
informacional en cuyo seno ha surgido la sociedad de la información y del conocimiento, y en donde
estos últimos constituyen el marco para un nuevo modelo de
sociedad o, si se quiere, de una nueva economía, la
denominada economía del conocimiento
(e-conomy).
– Mostrar como el conocimiento
científico y tecnológico, cualquiera que sea la
fuente, en cuanto a su producción y representación
está íntimamente ligado a la informática, lo cual constituye un factor
que, sin duda, facilitaría su
globalización
– Dar cuenta de que existe una gran multitud de factores
críticos que constituyen barreras contra la
expansión real (globalización) del conocimiento con
fines sociales y de impulso al desarrollo de las naciones
periféricas; lo cual evidencia que si el conocimiento no
es un bien público, difícilmente podemos asistir al
fenómeno de la globalización del conocimiento
tecnocientífico. Demostar esto es, quizás, el
objetivo
principal de los que se han planteado en este trabajo.
– Evidenciar algunos de los impactos, positivos y/o
negativos, que la globalización económica, ejerce
sobre el desarrollo de la ciencia y
la tecnología y los sistemas de innovación en las
sociedades periféricas.
– De acuerdo con lo anterior, sustentar la necesidad de
reorientar los esfuerzos de innovación, identificando los
impactos y restricciones de la globalización y proponer
algunas recomendaciones prácticas en este
sentido.
Para el desarrollo de los objetivos
planteados conviene dar respuesta a algunos interrogantes que
surgen precisamente de los análisis que deben realizarse para cumplir
con ellos, lo cual se hará a lo largo del trabajo, al
final del cual esperamos satisfacerlos adecuadamente:
– ¿ Es posible, en la forma como se está
dando la globalización de la economía, hablar de
globalización del conocimiento?
– ¿Consecuentemente, podemos afirmar que la
globalización económica implica necesariamente la
globalización del conocimiento, es decir, es una
consecuencia "natural"?
– ¿ O será más bien la
globalización del conocimiento la que apalanca la de la
economía? Hay interdependencia entre ellas?
– ¿En relación con el mundo globalizado de
hoy, cuál es la naturaleza o
carácter del conocimiento
(tecnocientífico): se trata de un bien o de un
mal?
– ¿ Suponiendo, en gracia de discusión,
que el conocimiento fuera un bien, que de por sí es lo que
enseña el sentido común y es lo que pregonan los
científicos modernos, se tratará entonces de un
bien público o de un bien privado?
– ¿Cuáles serían las consecuencias,
positivas o negativas, para una sociedad periférica, en un
caso u otro?
– ¿Suponiendo que el conocimiento fuera, en
principio, un bien público, cuál es el tratamiento
real que se le otorga en la nueva economía: como bien
público o como mercancía?
– ¿Cómo impacta la globalización
económica, y el tratamiento que en ella se le da al
conocimiento, a la ciencia, la
tecnología y la innovación en las sociedades
periféricas?
– ¿Qué se debe tener en cuenta y de
qué manera se deben reorientar los esfuerzos en torno al
desarrollo de la ciencia y la tecnología y la
innovación en los países periféricos, en relación con los
impactos y restricciones de la globalización?
– ¿Cómo enfocar, entonces, la
producción de conocimiento
tecnocientífico?
Como hipótesis del presente trabajo se plantea
que debido a la brecha existente entre las sociedades del
mundo contemporáneo, agudizada por la
globalización, con respecto de los niveles de desarrollo
tecnocientífico, la innovación regional y local,
debe tener una orientación acorde a las necesidades
específicas de una región o territorio. La
hipótesis anterior
se fundamenta en dos planteamientos básicos:
– No es clara la posibilidad real de la
globalización del conocimiento, y ni siquiera de la
información, en sentido estricto, en razón de que
tanto la información como el conocimiento no parecen ser
tratados como
bienes
públicos, a pesar de las proclamas de los pregoneros
de la globalización de la economía y sus bondades.
Si su naturaleza no es la de un bien público, su
globalización sería una utopía.
– En razón de lo anterior, un sistema nacional
o regional de innovación tiene que enfocarse en
términos del desarrollo de la nación
o la región, pero por la vía de la
creación de conocimiento a la medida de sus necesidades
particulares y nunca con la pretensión de cerrar la brecha
en relación con los países con economías
más desarrolladas y con altos índices de desarrollo
tecnológico
El contexto de la
incertidumbre
Los fenómenos conocidos como globalización
( o habría que decir mejor, mundialización? O
internacionalización? o universalización?) y la
revolución de las nuevas
tecnologías (particularmente las nuevas
tecnologías de la información y de las comunicaciones, TICs, como también se les
denomina), a la que le cabe el término más preciso
de revolución informacional y en cuyo seno ha emergido la
sociedad del conocimiento, y que a su vez es la estructura que
soporta, impulsa y dinamiza la globalización misma de la
economía, constituyen los de mayor impacto para la vida y
el desarrollo de la humanidad en nuestros días. En
relación con la globalización económica se
evidencia una dominante tendencia a la liberalización del
comercio, expresada de manera concreta en la conformación
de organismos internacionales o regionales concebidos con este
propósito así como en los tratados comerciales, hoy
en auge.
La globalización, o globalizaciones (a lo que nos
referiremos más adelante), o mundialización, o
cualquiera que sea la denominación que se adopte, poseen
una dinámica propia y de intrincadas
complejidades que conducen invariablemente al aumento de la
interdependencia en el mundo actual, pero paralelamente esta
situación suscita una serie de interrogantes en torno al
futuro del mundo, lo que crea un contexto de incertidumbres ante
algunos episodios caóticos en la manera como se van
conectando los hilos de la red económica que se
está tejiendo, en donde unas naciones son las que
están hilando y las otras, las periféricas no les
queda más que adherirse a ella o sucumbir. El caos y la
incertidumbre consecuente surgen inevitablemente y ocasionan
también, de manera paradójica, tendencias
autárquicas, aislacionistas, en contravía de esa
inevitable marcha hacia la cada vez más pequeña
"aldea global".
Por otra parte, este fenómeno nos obliga a
asistir al debilitamiento del Estado–nación,
tributario de las formaciones supranacionales y la
globalización que limitan el campo de acción
de la soberanía, por una parte, y por la otra,
tributario también del emergente poder local
que asume buena parte de sus funciones
regulatorias y de control. El Estado
nacional tradicional ha tenido que ceder parte sustancial de su
poder (incluso en los ámbitos político, militar y
económico) hacia fuera de sus fronteras y dentro de las
mismas, lo que ha generado "creciente incapacidad de las formas
democráticas del Estado-nación para representar a
los ciudadanos a la vez en la gestión
de lo global (donde reside el poder) y en la preservación
de lo local (donde vive la gente)" (Castells, 2002).
Vivimos, entonces, en una era de turbulencias e
incertidumbre, la era del capitalismo
informacional cuya fuerza
productiva no tiene precedentes y está basada en la
globalización y en la innovación que se produce
desde la revolución tecnológica; "más que
nunca (el capitalismo informacional) está incorporado en
la cultura y en la tecnología. Pero esta vez, tanto la
cultura como la tecnología dependen de la capacidad del
conocimiento y la información para actuar sobre el
conocimiento y la información en una red recurrente de
intercambios globalmente conectados" (Castells, 1998). No resulta
aconsejable, entonces, desentenderse de la creciente ola de
internacionalización e interdependencia en que
vivimos.
Los países periféricos se ven abocados,
por consiguiente, a actuar dentro de la realidad de la
globalización y la revolución tecnológica y
dotarse de capacidad de reflexión y transformación
social y política, y de
conocimiento e información para actuar sobre el
conocimiento y la información de modo recurrente, con el
fin de poder confrontar las poderosas fuerzas que tienden a
excluirlos o colocarlos en la deleznable condición de
poner a los trabajadores genéricos (que desempeñan
funciones de baja agregación de valor y que
son esencialmente prescindibles y viven en la zozobra de la
amenaza permanente de la pérdida de sus empleos)
sobreexplotados, de los que se puede prescindir en cualquier
momento.
Aparece aquí otro elemento que explota al
máximo esa interdependencia; se trata de la exportación de ciencia y
tecnología a naciones periféricas lo que ha
sido visto recientemente como otra forma de imperialismo de
Occidente, un medio de mantener colonias bajo el yugo de Europa y Estados Unidos, e
incluso del Japón.
Los componentes intelectuales
e ideológicos de las exportaciones de
ciencia y tecnología han tenido un efecto devastador sobre
el conocimiento local y las formas de entendimiento, a menudo
hasta el detrimento de las naciones (Gregory and Miller, 1998),
consolidándose estrechos lazos de tecnodependencia
difíciles de romper. En estas condiciones un país
periférico tiene que decidir si tiene I+D en
tecnologías de punta o emergentes o si opta mejor por
hacer apropiación, adaptación, reconversión,
licenciamento, etc. de tecnología.
En relación con el conocimiento
científico-tecnológico, la producción
tradicionalmente ha sido llevada a cabo por las naciones
altamente industrializadas y en donde la prosperidad misma de la
nación se ha ligado a este hecho. Esto se evidencia con
las inversiones
que en ciencia y tecnología se hacen por parte de sus
gobiernos, usualmente medida en términos de porcentaje del
PIB, que es
significativamente alta en comparación con las naciones
periféricas, en donde no alcanza a sobrepasar el 0.5% en
décadas. Otro elemento ha considerar es que la capacidad
innovadora en esas naciones industrializadas es muy alta, lo cual
se pone de manifiesto en sistemas de innovación
nacionales, sólidos y consolidados. En términos
mundiales, la producción científica se globaliza
mediante los medios de
comunicación, a través de actividades de
difusión de la información en publicaciones
especializadas o en programas de
divulgación científica y tecnológica. El
núcleo de la producción como hecho global se
centra, entonces, en la información más no el
conocimiento. Usualmente no se hace distribución ni transferencia del
conocimiento científico, pero sí, eventualmente, de
tecnología, como producto del
desarrollo científico.
Un acercamiento al
concepto de tecnociencia
El estudio de la historia de la humanidad da
cuenta de tres (3) revoluciones industriales: la primera
revolución sucedió en Inglaterra y
permitió el paso de una sociedad feudal a una industrial,
con la máquina de vapor; la segunda, fue la
revolución de la ciencia, la tecnología e industria y
permitió la transición a una sociedad
científico-industrial; la tercera es la revolución
informacional, que puede ubicarse en los finales del siglo XX y
principios del
XXI, y ha permitido la puesta en escena de la denominada sociedad
del conocimiento y de la información. La génesis de
la revolución informacional se da hacia principios de los
años 80´s, pero su fundamento se da con la que
denominaremos revolución tecnocientífica, que hace
su aparición en los años 50´s del siglo
pasado, con los EE UU como su mejor exponente, a partir del
terreno militar de la posguerra, lo que hace que el concepto de
tecnociencia, que luego referenciaremos, esté asociado al
surgimiento de dicho país como una gran potencia, y se
convierte en un requisito para el logro de victorias militares.
En general, podríamos afirmar que a lo largo del siglo XX
se produce una gran revolución en la ciencia y la
tecnología, una revolución
tecnocientífica.
La tecnociencia es una condición necesaria para
permitir el poder económico y militar, y esta
podría ser una razón por la cual los países
más poderosos son los que exhiben altos estándares
de desarrollo tecnocientífico e informacional. En otras
épocas, la curiosidad y la búsqueda de conocimiento
estaban en la base de la ciencia moderna, pero hoy en la lucha
por el poder, la tecnociencia se constituye en su motor. Es
decir, la revolución tecnocientífica se erige como
el motor de un cambio social
y económico más profundo, la revolución
informacional. Así como la ciencia fue vital para la
sociedad industrial, la tecnociencia lo es para la sociedad
informacional.
De acuerdo con Echeverría (2003), la tecnociencia
se caracteriza ante todo por la emergencia, consolidación
y desarrollo estable de un sistema
científico-tecnológico que da lugar a un "nuevo
modo de producción de conocimiento". Uno de los factores
característicos de la tecnociencia es la
instrumentalización del conocimiento
científico-tecnológico, con lo cual el avance de la
ciencia deja de ser un fin en sí mismo para convertirse en
un medio para otros fines. Hemos venido hablando de conocimiento
tecnocientífico, o simplemente de tecnociencia, y no de
conocimiento científico y tecnológico, o
simplemente de ciencia y tecnología, por considerarlo
más apropiado. Al respecto, conviene hacer una
aproximación más formal a la noción de
tecnociencia, por lo cual traemos a colación a Quintanilla
(1981) cuando plantea que "una realización (o
aplicación) tecnológica es un sistema de acciones
regladas, industriales y vinculadas a la ciencia, llevadas a cabo
por agentes, con ayuda de instrumentos, e intencionalmente
orientada a la transformación de otros sistemas con el fin
de conseguir resultados valiosos, evitando consecuencias y
riesgos
desfavorables", a diferencia del conocimiento científico,
que usualmente se expresa mediante enunciados, leyes o
fórmulas matemáticas
El conocimiento
tecnocientífico, su producción, su
representación y su relación con la
informática
Hemos sostenido que la globalización
económica ha sido posible gracias a la revolución
informacional, la cual a su vez tiene como base la tecnociencia.
Ahora se hace necesario conocer un poco acerca de la
producción del conocimiento tecnocientífico, la
manera como se representa y su relaciona con la
informática. Retomando, de nuevo a Quintanilla (1981) un
ingeniero, un inventor, un innovador y un diseñador,
frente a un problema imaginan una solución
(tecnocientífica) y conciben previamente lo que quieren
hacer y lo representan antes de llevarlo a cabo. Dicha
representación puede ser mental, por escrito,
materialmente, gráficamente, o de cualquier otro tipo. El
surgimiento de la tecnociencia ha sido posibilitado gracias a la
aparición de un nuevo y poderoso formalismo: la
informática. Por ello se dice, entonces, que la
tecnología está más vinculada a la sociedad
informacional que a la sociedad industrial (que también es
tecnología).
A diferencia del conocimiento científico, que
usualmente se expresa en términos de enunciados, leyes o
fórmulas matemáticas, el diseño
de los artefactos técnicos se hace mediante imágenes y
lenguajes simbólicos específicos. Las
representaciones tecnológicas no son
lingüísticas sino ideográficas. Ahí
radica la importancia de la informática para el
surgimiento de la tecnociencia: los computadores no solo
representan los enunciados, las leyes y las fórmulas sino
también las imágenes, los esquemas y los diagramas. Se
evidencia, entonces, que la síntesis
del conocimiento científico se produce ante todo mediante
lenguajes informáticos que no sólo usan bits sino
también pixels. Es por ello que se afirma que la
tecnociencia tiene su formalismo, y este es la informática
o, dicho de otra manera, la informática es el soporte
estructural de la tecnociencia. Si la ciencia moderna se
apoyó en las matemáticas, su formalismo
estructural, la tecnociencia, por su parte, requiere un
formalismo adicional, la informática, la cual permite
representar y simular diferentes tipos de acciones y lo hace de
una manera recursiva. Con la ciencia y la tecnociencia hemos
observado el tránsito de una representación apoyada
en las matemáticas a una representación basada en
herramientas
informáticas.
La mediación de la informática es uno de
los principales requerimientos del surgimiento de la
tecnociencia. De hecho, en la actualidad, la gran mayoría
de las tecnociencias dentro del concepto de pluralidad de la
tecnociencia que maneja Echeverría
(tecnomatemáticas, tecnoastronomía,
tecnofísica, tecnoquímica, tecnomedicina,
tecnobiología, tecnogeología, tecnociencias
sociales etc.) están informatizadas. En la
transición de la ciencia a la tecnociencia no sólo
cambia el tamaño sino la forma, y no sólo la forma
de representar el conocimiento sino especialmente la forma de
accionar científicamente. Intentado sintetizar toda esta
noción relativa a la tecnociencia, digamos que ésta
se caracteriza porque las acciones científicas, en muchas
ocasiones, dan lugar a acciones tecnológicas al quedar
enmarcadas dentro de un sistema de ciencia y tecnología,
el cual constituye una de las principales tecnologías
sociales de nuestra época.
Tecnociencia y
sociedad de la información y del
conocimiento
Hemos venido hablando acerca de la tecnociencia, como
sustrato de la globalización y seguidamente de la
revolución informacional como la posiblilitadora de un
nuevo modelo de sociedad y en todo ello aparece implícito
o explícito el término información. Hoy
asistimos ya no a la industrialización del conocimiento
sino a una nueva sociedad, la de la información y el
conocimiento. Desde las 2 últimas décadas del siglo
XX gracias a la tecnociencia, el conocimiento adquiere una
extraordinaria significancia, un nuevo status económico y
social, y puede ser validado y contrastado, de la manera como se
hacía con la ciencia.
La información y el conocimiento pasan a ser una
nueva forma de riqueza y poder. El conocimiento científico
emerge como un bien básico para las grandes empresas y
agencias de poder. La economía basada en el conocimiento,
o economía informacional como también la denominan
algunos, se fundamenta en el hallazgo, elaboración y
comercialización de yacimientos de
conocimiento (Echeverría, 2003), en lugar de controlar,
acumular y manufacturar materias primas como se hace en la
economía industrial. Puesto que el conocimiento emerge
como la nueva forma de riqueza y poder, los poderes
económicos, políticos y militares tienden a
apropiarse del conocimiento generado por las agencias y
departamentos de investigación, desarrollo e
innovación. Más aún, direccionan el esfuerzo
de estos entes y condicionan el tipo de conocimiento que
será producido. Vemos, entonces, que el tránsito de
la ciencia a la tecnociencia se produce con al emergencia de la
sociedad de la información y el conocimiento. Ello hace
que el sistema de ciencia y tecnología de una
nación se generalice a todos los ámbitos de la
ciencia y la tecnología. De esta manera, los
pequeños proyectos de
investigación e innovación pasan a tener gran
importancia, siempre que sean concebidos, diseñados y
gestionados en concordancia con el nuevo modelo de organización de la actividad
tecnocientífica.
De acuerdo con lo anterior vemos la emergencia de un
nuevo modelo de sociedad, una nueva estructura
social al amparo de la
nueva economía. Hemos visto como la revolución
tecnocientifica ha dado lugar a la revolución
informacional, una de las revoluciones tecnológicas
más extraordinarias de la historia, sino la más
importante (Castells, 1999): "es una revolución centrada
en las tecnologías de la información y la
comunicación (TICs), lo que la hace mucho más
importante que la revolución
industrial en cuanto afecta el conjunto de la actividad
humana. Todo lo que hacemos, la
organización social y personal, es
información y comunicación. Esta enorme
transformación modifica absolutamente todo lo que hacemos,
desde las maneras como producimos hasta los modos como
consumimos, vivimos, morimos y hacemos el
amor…Aún más, hay otra revolución
considerada distinta pero íntimamente relacionada, la
biológica de la ingeniería
genética, revolución de la información
porque a fin de cuentas trata de
la reprogramación de los códigos de
información de materia viva.
Con la transformación de la capacidad de computación interactuando con el avance de
la ingeniería genética,
se amplifican exponencialmente los dos tipos de desarrollo
tecnológico…Por supuesto, la revolución
tecnológica no determina el cambio histórico
contemporáneo; pero su importancia es decisiva, y
más en una tecnología tan poderosa que amplifica y
hace posibles procesos sociales, económicos, culturales y
políticos, hoy en día imposibles sin dicha
tecnología. Un claro ejemplo de la relación entre
proceso social
y nueva tecnología es el de la globalización de los
mercados
financieros ya que sin la actual tecnología de
procesamiento de la información sería imposible su
mundialización, esa dimensión tan importante de la
globalización con la que hoy día tienen que trabar
relación todos los países del mundo. Se trata de
una extraordinaria revolución tecnológica cuyos
efectos están socialmente abiertos, pero cuya presencia
amplifica y profundiza los efectos de las prácticas
sociales, de la economía a la política. Si las
sociedades asumen la tecnología informática con el
cuidado necesario, su presencia puede redundar en una
revolución liberadora; si lo hacen descuidadamente puede
degenerar en una revolución extraordinariamente
destructiva… De otra parte, está la
transformación de la economía, con el sello
característico del capitalismo inscrito en la lógica
de producir para aumentar los márgenes de
dividendos…"
Para finalizar este apartado digamos que el sector ETI
(Electrónica, Telecomunicaciones e Informática), en
general, y las TICs (Tecnologías de la Información
y las Telecomunicaciones), en particular, constituyen hoy por hoy
el pilar fundamental de la globalización, que no solo le
dieron origen sino que no sería concebible con aquellas y
como fenómeno conexo relacionado son el soporte del
establecimiento de la sociedad del conocimiento, la cual, aunque
está basada en la información, va más
allá de la simple acumulación y transporte de
ésta, y proporciona un tratamiento inteligente para apoyar
la toma de
decisiones y obtener servicios con
algún valor agregado, una característica
común de los bienes y servicios basados en
tecnología y conocimiento, propios de la nueva
economía.
Globalización
o globalizaciones?
La globalización es, sin lugar a dudas, el
resultado de la expansión hasta los confines del planeta
del capitalismo, pero es también, y sobre todo, un proceso
que pretende evitar, disgregar y, por último, eliminar las
fronteras físicas y reglamentarias que traban la
acumulación a escala mundial
del capital (García, 2002). La globalización queda
así inscrita en una dinámica, secular, de
progresivo sometimiento del espacio público y del orden
social a la ley del capital,
esto es, a la ley de la incensante acumulación. De ello no
escapan las políticas
de ciencia y tecnología, subordinadas como las que
más a esta dinámica ni, por supuesto, el
conocimiento tecnocientífico.
Históricamente, podemos ubicar la creación
de la política denominada de la "globalización
económica" o "globalización capitalista" (Roel,
1999) hacia los años en que se desintegró la
Unión Soviética y el mundo que lideraba
(1989-1991), es decir, uno 10 años después del
inicio de la revolución de la información que
generó la irrupción del PC, hacia 1980. Esta
política o modelo, de acuerdo con Roel fue concebido y
diseñado en los altos círculos de los países
más poderosos del mundo, y su implementación y
difusión fue asumida tanto por los organismos financieros
internacionales, cuanto por las reestructuradas grande
corporaciones transnacionales que operan por todo el mundo (a las
cuales hoy se les llama globalizadas). La idea central del modelo
que se estableció de esta manera radica en que, al
disolverse la unión de los países agrupados en
torno de la antigua URSS, debía crearse una nueva y
única economía que abarcara todo el planeta; la
misma giraría en torno a los países más
poderosos y centrales, a los que se empezó a denominar
como de economía capitalista avanzada. En un segundo
nivel, tras los países centrales, operarían los
países emergentes, respaldados por una fuerte industria
(básicamente heredada de la segunda revolución
industrial); luego estarían los países o regiones
pobres, desindustrializados, con una producción primaria y
con una extensa industria artesanal de baja productividad.
Finalmente, en cuarto nivel, quedan los países o regiones
marginados. A estos dos últimos niveles, algunos
teóricos los denominan países periféricos,
con lo cual podríamos hablar realmente de tres niveles o
anillos de países: los de economía desarrollada,
los de economía emergente y los de economía
periférica.
La producción de conocimiento
tecnocientífico queda, entonces, influenciada por las
características que definen el proceso de
globalización: el fin de controles de cambios, un mercado
financiero a nivel mundial funciona en tiempo real
debido a las innovaciones y el progreso en la transmisión
de la información; la organización de empresas en
estructuras a
nivel mundial omitiendo las fronteras nacionales; la
transmisión instantánea de la información;
la comprensión a cargo de los habitantes de que ciertos
problemas
fundamentales de hoy en día son fundamentalmente
transnacionales, como es el caso de la protección de la
capa de
ozono.
Es evidente que la globalización presenta sus
mejores resultados en sectores básicos y dinámicos
de la economía mundial como las telecomunicaciones, la
informática, el comercio
internacional y las finanzas, con la consiguiente
repercusión en casi todas las actividades
económicas. Pero, sin duda, en donde la
globalización se manifiesta más claramente y con
resultados posiblemente más espectaculares es en el mundo
de las tecnologías de las telecomunicaciones y de la
información (TICs), donde los rápidos avances de la
tecnología y la necesidad y avidez por estar mejor
informados y comunicados nos han llevado a vivir un aparente
mundo sin fronteras. Pero es en el sector financiero donde la
globalización y sus efectos dispares y contradictorios se
manifiestan con mayor virulencia, agudizando las contradicciones
económicas entre los países desarrollados, en donde
la riqueza y la renta se concentran como nunca en la historia, y
los países periféricos, en donde se incrementan de
manera abrumadora los niveles de pobreza,
marginación, exclusión, explotación y
dependencia cultural, política, económica y
tecnológica.
Antes de pasar a explorar la naturaleza pública o
privada, o de mercancía, del conocimiento digamos, en
relación con la economía actual, que esta nueva
economía se fundamenta en tres aspectos (Castells, 1999,
pág. 6): es una economía informacional (esto es, su
motor es la revolución informacional); es una
economía que funciona en redes (funcionamiento con
base en redes de relación internas); y es una
economía globalizada (condición de economía
global), de lo que ya hemos hablado anteriormente. Finalmente,
hay cuatro términos que caracterizan el fenómeno de
la globalización: la interconexión (gracias
a las TICs), la interdependencia (de las relaciones), la
interdisciplinariedad, y la desregulación
(tendencia) los cuales a su vez caracterizan los procesos de
innovación y, por supuesto, la definición y
estructuración de un sistema nacional de
innovación. Es la esfera de la economía la que
más pronto vislumbró y asumió este nuevo
escenario; pero hoy en día las demás esferas
sociales y culturales están ya imbuidas en él.
Podemos decir con Manuel Castells, en relación con el
hecho de que ya estamos imbuidos, para bien o para mal, en una
economía global que "todos los procesos trabajan como una
unidad en tiempo real a lo largo y ancho del planeta. Esto es,
una economía en la que el flujo de capital, el mercado de
trabajo, el proceso de producción, la organización,
la información y la tecnología operan
simultáneamente a nivel mundial".
El
carácter no público del conocimiento o el derrumbe
de la utopía
A pesar de que los pregoneros de la globalización
la proclaman como panacea para resolver todos los males de las
maltrechas economías de los países de bajo nivel de
desarrollo, aquella no ha permitido una real
"globalización de la tecnología" y, menos
aún de la ciencia y antes que cerrar la brecha entre las
sociedades desarrolladas y las periféricas, por el
contrario, la abre aún más. Podemos hablar, eso
sí, que el mundo asiste a una globalización, sin
precedentes, de la información más no del
conocimiento. Por ejemplo, se tiene la información (de
divulgación) acerca del genoma humano, pero no al
conocimiento científico clave de cómo manipular un
gene determinado para prevenir la aparición de determinada
enfermedad ni de las tecnologías requeridas para ello;
esto para hablar de un hecho científico. En materia de
tecnología en donde, por ejemplo, en el caso de la
electrónica de semiconductores
se dispone de la información necesaria para utilizar
determinado chip (circuito integrado) en el diseño y
fabricación de un equipo electrónico, pero no se
tiene acceso o se restringe el conocimiento sobre la
tecnología para fabricar el chip mismo.
En lo sucesivo, cuando nos referimos al conocimiento en
la era de la globalización, lo estamos haciendo
específicamente al conocimiento tecnocientífico.
Tradicionalmente el conocimiento había sido considerado un
bien epistémico (Echeverría, 2003), de tal suerte
que el conocimiento es concebido como un bien independiente de si
es aplicable o no, es decir, sin considerar su utilidad
práctica. Con la tecnociencia, por otra parte, la
información y el conocimiento siguen siendo bienes
epistémicos pero dan paso a bienes tecnológicos,
militares, económicos y políticos. Dicho de otro
modo, el conocimiento pasa a ser valorado en función de
nuevos sistemas de valores,
propios de la época. Desde un punto de vista
axiológico, la tecnociencia siempre ha de tener en cuenta,
como mínimo, tres sistemas de valores: epistémicos,
técnicos y económicos, en contraposición a
la ciencia, que usualmente tenía en cuenta sólo
valores epistémicos. Consecuentemente surgen dudas sobre
la bondad universal (bien) de dicho conocimiento. A manera
de ejemplo, podemos plantear que un descubrimiento
científico (conocimiento científico) con valor
estratégico en el campo energético, como
sería el caso de nuevas formas de producción de
energía, en una central nuclear, constituye un bien
indudable para quienes poseen dicho conocimiento, pero a la vez
es un mal para aquellos que no lo poseen o para quienes tienen
que soportar las consecuencias de su aplicación
(conocimiento tecnológico) por su mal uso, o por la falta
de previsión frente al riesgo que su
operación implica. El accidente de la central nuclear de
Chernobyl en la antigua Unión Soviética es una
buena muestra del mal
ocasionado para quienes defendieron a ultranza las bondades de
este tipo de energía y creyeron que el conocimiento
asociado siempre iba a ser un bien para la humanidad al resolver
un problema de la crisis
energética. De este modo, el conocimiento
tecnocientífico habría de ser un bien desde unos
puntos de vista y un mal desde otros.
Como puede apreciarse, no puede afirmarse
categóricamente que el conocimiento tecnocientífico
sea un bien en sí mismo, per se, porque todo va a
depender de la óptica
de quien hace uso de él o de quien carece de él,
y/o se ve afectado negativamente por su aplicación. El
ámbito militar nos da buenos ejemplos de ello
(Echeverría, 2003 ). En todo caso la percepción
en torno al conocimiento como un bien o como un mal es relativa
pero es claro que no siempre será un bien. Suponiendo
ahora, en gracia de discusión, que para efectos de
determinar si es posible la globalización del conocimiento
tecnocientífico, partimos de la base de que efectivamente
es un bien, queda por resolver la cuestión de si dicho
conocimiento tiene carácter público, es decir, si
es un bien público. En caso de que lo sea, podemos admitir
que será posible la globalización del conocimiento,
y que por consiguiente dejará de ser una utopía
para convertirse en una realidad. Lo que sigue ahora es
evidenciar si existen situaciones que inciden sobre el
conocimiento en el sentido de impedir (o posibilitar) que pueda
ser tratado como un bien público. El asunto es que estamos
asistiendo, no tanto a una globalización económica,
sino a una mundialización de los mercados, de la
libertad de
capitales para circular o invertir. El tránsito hacia el
nuevo modelo de economía y de sociedad, una sociedad
emergente: la sociedad del conocimiento, está conduciendo
a una mundialización absolutamente desigual que impide,
entonces, que se de el fenómeno de la globalización
del conocimiento tecnocientífico; es decir, no se
está cumpliendo la condición central que hace
posible la existencia de la sociedad del conocimiento, esto es,
el libre acceso, la circulación sin restricciones y la
difusión del mismo en todas las naciones
(periféricas o no) para facilitar su progreso o desarrollo
económico y social.
Por otra parte, la valoración de la tecnociencia
como un bien (o un mal) depende en buena medida del entendimiento
público de temas científicos. Según la
escala de valores, las personas pueden pensar que se trata de un
"bien" o de un "mal". Muchas veces la percepción
generalizada es que la ciencia y la tecnología pueden
implicar peligros, riesgos, especialmente cuando se hace
referencia a hechos o problemas como la bomba atómica, las
centrales nucleares, el calentamiento
global, etc. y también que la posesión de
información y conocimiento, en especial en esta
época de la sociedad de la información, significa
poder, expresado en dominación, sometimiento y
dependencia. Pero de manera similar, el poder también lo
tiene el consumidor,
cuando está bien informado o está en
posesión de algún conocimiento estratégico,
dado que puede ejercer presión
comprando o boicoteando. En su Science as Power, Stanley
Arowitz hace una crítica de la forma en la cual "las
prácticas científicas promueven un universo en el
cual la dominación de la naturaleza está ligada a
la dominación de los humanos". El habla de "la
imputación a la naturaleza de características que
son nada más que la objetivización de la tabla de
organización del mundo social". Como la ciencia se utiliza
para justificar relaciones de poder, ella tiene su propio poder.
De acuerdo con Arowitz, "el poder de la ciencia consiste, en
primer lugar, en su confluencia de conocimiento y
verdad".
Los vínculos entre la ciencia y el poder son
anteriores a la tecnociencia, ya que aparecieron a finales del
siglo XIX dado que las comunidades científicas siempre han
procurado incidir en ámbitos políticos con dos
objetivos esenciales: obtener financiación y mostrar (al
público) la utilidad social y política (el bien) de
sus investigaciones
(prestigio del país, modernización, solución
a grandes problemas sanitarios, nutricionales, agrarios,
industriales, etc.). Esto vale tanto para las comunidades de
ingenieros y tecnólogos que se han consolidado como
expertos, asesores y profesionales especializados de gran
prestigio social, tanto en ámbitos académicos, como
políticos y empresariales. Así se constituye en los
siglos XIX y XX lo que Sánchez Ron (1992) ha denominado
"el poder de la ciencia", un pensamiento
que oscila entre aquél que reza "el conocimiento es poder"
y "el poder del conocimiento". El conocimiento científico
es un medio de poder para lograr transformaciones, pero un
sistema de ciencia y tecnología pretende lograr desarrollo
tecnológico e innovación.
En el nuevo modelo o paradigma de
economía
mundial, se tiende a observar claramente la
globalización económica como la más evidente
de las globalizaciones y pareciera que condujera, per se,
a la globalización del conocimiento, pero debemos dejar en
claro, que la existencia de la primera no implica la
aparición o consolidación de la segunda. Una breve
exploración a esas probables situaciones nos conducen a
evidenciar que, efectivamente, existen factores que inciden para
favorecer el carácter no público del conocimiento,
especialmente en los países desarrolladores de ciencia y
tecnología. Veamos:
– La financiación privada de la
investigación científica y tecnológica, que
en muchos países es un alto porcentaje en relación
con la inversión pública, hace que los
resultados (productos) de
dicha investigación reciba un tratamiento
privado.
– La financiación pública de la
investigación, se orienta en gran medida con
propósitos militares (militarización de la
producción de la tecnociencia)
– Cuando se financia los proyectos de
desarrollo tecnocientíficos con fondos estatales se hace
con propósitos de dominación y supremacía
política (por ejemplo, cuando la carrera espacial con EEUU
vs la URSS en la década de los 60s)
– Los resultados de la investigación
tecnocientífica se convierten en mercancías, bajo
la égida de la economía de mercado, y en lugar de
comunicarse libremente y hacerse público, sin
restricciones, en las revistas especializadas, se transforman en
propiedad privada desde las primeras fases de la
investigación, en unos casos, y, en otros, se les
clasifica como top secret y se restringe radicalmente su
publicación o se impide la misma, un fenómeno
agudizado por los acontecimientos terroristas del infame 11 de
noviembre.
– El conocimiento tecnocientífico de hoy, en
tanto recibe tratamiento de mercancía, está
generalmente guiado por valores económicos, lo cual
sólo ocurría muy ocasionalmente en la
ciencia
– La financiación pública de proyectos
pequeños en las universidades privadas se da siempre que
ofrezcan expectativas de innovación en tecnologías
militares, con lo cual se cercena la posibilidad de que sea
justamente la universidad uno
de los motores que
promuevan la universalización del conocimiento.
– El conocimiento y las habilidades
tecnocientíficas no sólo tienen un carácter
creativo (bien), como ya hemos visto, sino también
destructivas (mal). Es paradójico, pero la
‘tecnología destructiva’ es una componente
indispensable de la nueva actividad tecnocientífica, por
lo que es difícil continuar afirmando que el conocimiento
es un bien en sí, como muchos científicos
acostumbraban a decir, lo cual implica que si no puede afirmarse,
en términos absolutos que sea un bien, menos aún se
podrá catalogar como un bien público.
Consecuentemente si no es un bien público, no permite
cumplir con la condición central de la
universalización del conocimiento, es decir, con el libre
acceso, la circulación sin restricciones y la
difusión del mismo en todas las naciones
(periféricas o no)
– La política internacional se realiza en
términos de relaciones de poder, tal y como nos lo
enseña la historia, y ello rompe con la venerable
tradición internacionalista de la ciencia moderna, tal
como ocurrió a finales del siglo XIX y durante la primera
década del XX.
– Las empresas de alta tecnología transfieren a
otras empresas o países del mundo, dentro de la ola
globalizadora, parte de los medios de
producción de nuevas tecnologías, pero nunca
transfieren la dirección y el diseño. Así ha
ocurrido con las transferencias de tecnología de varias
firmas europeas que se han establecido en China y han
montado allí sus plantas de
producción. Es decir, no se trata de una transferencia
tecnológica real.
– En relación con los países
periféricos, y teniendo en cuenta la situación
anterior, no se han dado reales procesos de transferencia de
tecnología porque ha primado el mantenimiento
de condiciones de ‘tecnodependencia’
– Las diferencias evidentes entre el internacionalismo
de los científicos modernos, que propugnan por el
tratamiento del conocimiento como bien público, y la
transnacionalidad de las actuales empresas
tecnocientíficas que, por su parte, promueven el
tratamiento del conocimiento como bien privado, y como
mercancía.
– Algunos pensadores afirman que la expansión de
la tecnociencia de los países desarrollados se presenta
como una nueva forma de colonización, centrada en la
apropiación y la comercialización del conocimiento,
más no de los recursos
naturales necesarios para la industria por lo que se habla,
entonces, de tecnocolonialismo, para distinguirlo del
colonialismo europeo de la época
científico-industrial
– Si asumimos el conocimiento como un bien, en la nueva
economía su tratamiento es el de un bien mercadeable
(mercancía) que se somete a las reglas del juego de la
economía de mercado: las leyes de oferta y
demanda, pero
ello no garantiza que adquiera la categoría de
público, en parte por razones de costos y en parte
por razones de barreras asociadas a derechos de propiedad. Como
consecuencia, el conocimiento queda sujeto a financiación
en los mercados de capitales, como cualquier empresa, lo que
hace que su producción sea dinamizada por la iniciativa
privada y no precisamente con fines sociales
plausibles.
– A diferencia del conocimiento científico que
pretendía conocer mejor la naturaleza para poder dominarla
mejor, el conocimiento tecnocientífico se orienta hacia la
transferencia, el control y hasta el dominio de las
sociedades y de los seres humanos. En este sentido, la
tecnociencia emerge como una nueva modalidad de poder que se
plasma en la forma como se organizan los sistemas de ciencia y
tecnología, de innovación y las políticas en
la materia en los diferentes países. Por ello, se
relaciona estrechamente con el poder político,
económico y militar, en razón, además, de
que los empresarios, los políticos y los militares
dependen de la tecnociencia para incrementar su poder. Siguiendo
con Echeverría (2003), la tecnociencia genera poder porque
incrementar las diferentes capacidades de acción es bueno,
luego la tecnociencia se erige, así, como bien
empresarial, político y militar. De acuerdo con esto, se
podría afirmar, incluso, que el bien principal no es, en
modo alguno, el conocimiento sino la capacidad de
acción.
– Las incertidumbres del conocimiento
tecnocientífico son una barrera a la apropiación
del conocimiento y al logro no solo de una adecuada
percepción pública de la ciencia y la
tecnología sino de buenas actitudes
frente a ellas, en razón de que usualmente este
conocimiento sólo se maneja dentro del discurso,
generalmente privado, y erudito, de los científicos e
ingenieros. Es decir el no entendimiento público de la
ciencia es otro elemento que bloquea la posibilidad de la
globalización del mismo
– Consecuentemente con lo anterior se dan situaciones en
donde los grupos de
presión u opinión públicos ven la
ciencia como un obstáculo para el desarrollo en lugar de
un facilitador lo cual retrasa la implementación de
políticas o bloquea el flujo de fondos estatales para la
investigación. Esto evidencia que el entendimiento
público de la ciencia y la tecnología representan
un tema que implica una presión y un reto intelectual
enormes; un tema en donde la sociología del conocimiento
tecno-científico tiene mucho que aportar.
– La tecnología ha creado, por otra parte, una
nueva identidad, que
podríamos llamar la e-identidad (identidad
electrónica) y su poder está llegando a todos los
ámbitos de la sociedad. En este nuevo escenario social de
la nueva economía no hay un poder político
constituído; por ello es un espacio en donde no hay
polis, no hay ciudadanos, sólo clientes,
usuarios y consumidores; no hay bienes sino
mercancías.
– Finalmente, como otro gran factor de incidencia, es
menester establecer que los derechos de propiedad
intelectual y, particularmente, los derechos de propiedad
industrial (protegidos por la vía de las patentes,
registros,
licencias, etc.) constituyen una formidable barrera para la
difusión y globalización del conocimiento en tanto
que restringen o imposibilitan el acceso al mismo y en los casos
en que lo permiten lo hacen de manera superficial, sin
posibilitar el acceso a la "black box" implícita en la
tecnología protegida por esta vía. En todo caso, de
este modo, el conocimiento se hace muy costoso por causa de la
protección intelectual.
De acuerdo con lo anterior, en el mundo globalizado, y
según lo que se observa como tendencia creciente, el
espíritu mercantilista transnacional de los países
desarrollados y la conducta harto
mercantilista de las organizaciones
que se lanzaron a la conquista de los mercados allende las
fronteras de sus países de origen, que datan desde mucho
antes de la ola de liberalización y de internacional, han
conducido a manejar y tratar la información y el
conocimiento como una mercancía. Debemos preguntarnos,
entonces si el conocimiento es una commodity
(mercancía) y si, estamos asistiendo a la puesta en marcha
de un mercado privado y mundializado del conocimiento? A juzgar
por lo planteado el conocimiento sí está siendo
tratado como una mercancía, lo que le eliminaría
esa categoría de bien público y universal que se le
otorgaba a la ciencia. El conocimiento en este contexto ya no
sería visto como un "bien público", afecto a la
búsqueda del bien común, que en gran medida se le
atribuyó a la ciencia, sino como un producto que puede ser
adquirido por el consumidor, colectivo o individual. De manera
consecuente, parece evidente que las asimetrías existentes
(a nivel político, económico y militar) entre los
países desarrollados y los periféricos, no
aconsejarían establecer el libre comercio de
esa "mercancía", simple y sencillamente porque aquellos
arrasarían. Pero, infortunadamente, la realidad es que el
conocimiento ha hecho un tránsito de bien público a
mercancía.
Para terminar esta exploración de los factores
que constituyen barreras contra la globalización del
conocimiento, digamos que en un mundo donde los dominadores de la
globalización son la triada conformada por EEUU,
Japón y Europa, surgen factores que crean disputas de
nunca acabar dentro de los países de la triada (Ancarani,
1995), lo que a su vez repercute sobre las relaciones con los
países periféricos. Ente otros, he aquí
algunos de los más importantes:
- – Derechos de propiedad intelectual
- – Transferencia de tecnología
- – Ventajas injustas procedentes de políticas
industriales - – Acceso a mercados
- – Dumping y
prácticas comerciales desleales - – Participación de compañías
basadas en control foráneo en proyectos financiados por
los gobiernos - – El no evitar tendencias hacia posturas
proteccionistas - – No contribución equitativa de todos los
países hacia la reciprocidad e investigación
básica del mundo en intercambios
científicos - – Imposibilidad o restricción de los gobiernos
para escoger estrategias
domésticas más apropiadas mientras satisface los
requerimientos y reglas internacionales - – Estados y empresas parecen operar con un
entendimiento harto sobresimplificado de la naturaleza
interconectada y culturalmente contextualizada de la ciencia y
la tecnología..
Para los investigadores en estudios de ciencia y
tecnologia, la globalización de la ciencia y la
tecnología ofrece un gran campo de investigación y
clarificación teórica.
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