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El SIDA




Enviado por darkxtrail



Partes: 1, 2

    1. ¿Qué es el
    SIDA?

    Es la enfermedad que se desarrolla como consecuencia de
    la destrucción progresiva del sistema
    inmunitario (de las defensas del organismo), producida por un
    virus
    descubierto en 1983 y denominado Virus de la Inmunodeficiencia
    Humana (VIH). La definen alguna de estas afecciones: ciertas
    infecciones, procesos
    tumorales, estados de desnutrición severa o una afectación
    importante de la inmunidad.

    2. ¿Por qué se llama SIDA?

    La palabra SIDA proviene de las iniciales de
    Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, que
    consiste en la incapacidad del sistema inmunitario para hacer
    frente a las infecciones y otros procesos patológicos. El
    SIDA no es consecuencia de un trastorno hereditario, sino
    resultado de la exposición
    a una infección por el VIH, que facilita el desarrollo de
    nuevas infecciones oportunistas, tumores y otros procesos.
    Este virus permanece latente y destruye un cierto tipo de
    linfocitos, células
    encargadas de la defensa del sistema inmunitario del
    organismo.

    3. ¿Cómo se transmite la
    infección por VIH?

    Las tres vías principales de transmisión
    son: la parenteral (transfusiones de sangre,
    intercambio de jeringuillas entre drogadictos, intercambio de
    agujas intramusculares), la sexual (bien sea homosexual masculina
    o heterosexual) y la materno-filial (transplacentaria, antes del
    nacimiento, en el momento del parto o por la
    lactancia
    después).

    Con menor frecuencia se han descrito casos de
    transmisión del VIH en el medio sanitario (de pacientes a
    personal
    asistencial y viceversa), y en otras circunstancias en donde se
    puedan poner en contacto, a través de diversos fluidos
    corporales (sangre, semen u otros), una persona infectada
    y otra sana; pero la importancia de estos modos de
    transmisión del virus es escasa desde el punto de vista
    numérico.

    4. ¿Qué diferencia hay entre ser
    portador y ser enfermo de SIDA?

    Se llama portador a la persona que, tras adquirir la
    infección por el VIH, no manifiesta síntomas de
    ninguna clase. Se
    llama enfermo de SIDA al que padece alguno de los procesos
    antedichos (infecciosos, tumorales, etc), con una precariedad
    inmunológica importante. Tanto el portador como el enfermo
    de SIDA se denominan seropositivos, porque tienen anticuerpos
    contra el virus que pueden reconocerse en la sangre con una
    prueba de laboratorio.

    En líneas generales, desde que una persona se
    infecta con el VIH hasta que desarrolla SIDA, existe un
    período asintomático que suele durar unos 10
    años. Durante este tiempo el
    sistema inmune sufre una destrucción progresiva, hasta que
    llega un momento crítico en que el paciente tiene un alto
    riesgo de
    padecer infecciones y tumores.

    Se estima que, por término medio, existen
    alrededor de 8 (de 5 a 12) portadores por cada enfermo de
    SIDA.

    5. ¿Cuántos portadores existen en el
    mundo?

    Según la última estimación de
    la
    Organización Mundial de la Salud (OMS), a finales de
    2001 existían 40 millones personas infectadas de VIH; 21.8
    millones han muerto ya; durante ese año hubo 3 millones de
    muertos. El 95% del total de portadores vive en países en
    vía de desarrollo, más de 25 millones en el
    África subsahariana; donde hay, además, más
    de 12 millones de niños
    huérfanos a causa del SIDA. En este último
    continente hay países en los que el 25 % de sus habitantes
    y el 30% de las mujeres embarazadas, son
    seropositivos.

    En España,
    según los datos de 1998,
    hay alrededor de 130.000 portadores del VIH, aunque esta cifra
    podría alcanzar los 200.000, pues realmente es muy
    difícil calcular adecuadamente el número de
    infectados. En junio de 2001 habían fallecido más
    de 32.000 personas, siendo ya la primera causa de muerte entre
    los varones de 25 a 39 años. En junio de 2001 el total de
    enfermos de SIDA eran 61.028.

    6. ¿Todo portador del VIH será un
    día enfermo de SIDA?

    En ausencia de tratamiento la evolución natural de la enfermedad por el
    VIH aboca necesariamente al desarrollo de SIDA al cabo de unos
    años. Así ocurre actualmente, por desgracia, en los
    países subdesarrollados.

    Sin embargo, con la aparición en el año
    1996 de la nueva y potente terapia combinada anti-retroviral se
    consigue controlar el deterioro inmunológico producido por
    el virus y, como consecuencia, prevenir el desarrollo de SIDA.
    Actualmente no es posible predecir el futuro a largo plazo de
    estos pacientes que, sin embargo, han visto prolongada su
    supervivencia con los nuevos tratamientos. Estas terapias, a
    pesar de su eficacia, no
    están exentas de serios inconvenientes: toxicidad,
    difícil cumplimiento, disminución de su eficacia
    (el virus puede hacerse resistente) y elevado coste
    económico. Todos estos factores hacen que, hoy por hoy, no
    sea posible pronosticar si un paciente concreto,
    actualmente en tratamiento, va a desarrollar SIDA en el
    futuro.

    7. ¿Significa esto que el SIDA es
    incurable?

    La erradicación del VIH en los paciente
    infectados no parece posible con los tratamientos actuales.
    Propiamente hablando, hoy el SIDA es incurable. Sin embargo,
    muchos de los procesos oportunistas que comprometen la vida de
    los pacientes con SIDA tienen tratamiento eficaz. Además,
    la
    administración de fármacos anti-retrovirales ha
    permitido alargar considerablemente la supervivencia de los
    sujetos seropositivos, de manera que la enfermedad se ha
    convertido en un proceso
    crónico.

    A pesar del amplio desarrollo que ha alcanzado la
    investigación de esta enfermedad en los
    últimos años, no parece aún cercana la
    posibilidad de disponer de una vacuna eficaz.

    8. ¿Cuáles son esos fármacos que
    se utilizan en la actualidad contra el SIDA?

    En el momento actual hay alrededor de 15 fármacos
    que se están utilizando en el tratamiento de la
    infección por el VIH. El tratamiento incluye la
    combinación de varios fármacos antirretrovirales
    que evitan el deterioro inmunológico y suprimen la
    replicación viral. La terapia antirretroviral (TAR)
    es compleja, pues supone la administración de al menos tres
    fármacos (triple terapia) con un elevado número de
    tomas y de comprimidos por día, que producen efectos
    adversos, interaccionan con otros fármacos y que deben de
    tomarse en presencia o ausencia de alimentos.

    El nombre genérico –o principio activo- de
    los medicamentos inhibidores nucleósidos de la
    transcriptasa inversa son: la zidovudina, didanosina,
    zalcibatina, estavudina, lamivudina, abacavir zialgen, cuyos
    nombres comerciales son Retrovir, Videx, HIVID, Zerit, Epivir,
    Zialgen. De los medicamentos inhibidores no nucleósidos de
    la transcriptasa inversa son: nevirapina, delavirdina y
    efavirenz, y sus nombres comerciales son Viramune, Rescriptor y
    Sustivida. Los ihibidores de la proteasa son: indinavir,
    ritonavir, saquinavir y nelfinavir, y sus nombres comerciales
    son: Crixizan, Norvir, Invirasey Viracept.

    Con estos fármacos se consigue una
    reducción del progreso de la enfermedad y de la
    aparición de infecciones oportunistas
    , con lo que se
    ha logrado una extraordinaria reducción de la
    mortalidad y de los ingresos
    hospitalarios
    de los pacientes VIH positivos. Se comprende,
    por la complejidad de la medicación, la importancia
    de una exacta dosificación y administración. Tres días sin tomar
    correctamente la medicación pueden ser suficientes para
    hacer fracasar el tratamiento. Asimismo se ha de cuidar con
    esmero el estado
    nutricional del enfermo VIH (+), pues condiciona el curso de la
    enfermedad. En efecto, una malnutrición aumenta la
    morbilidad por alterar el normal funcionamiento del organismo ya
    que empeora la tolerancia al
    tratamiento.

    Estos fármacos tienen un gran coste
    motivado por las prolijas y exhaustivas investigaciones
    que han desarrollado las grandes industrias
    farmacéuticas. Gracias a ellas, en los países
    desarrollados, se puede decir que el SIDA se ha convertido en una
    enfermedad crónica, y aunque en la actualidad
    incurable ha dejado de ser mortal.

    La tragedia es en los países pobres,
    especialmente de Africa, que no
    tienen medios
    económicos para sufragar unos gastos tan
    importante. La Convención sobre el SIDA que tuvo lugar en
    Sudáfrica, el año 2001, de los países
    afectados de Africa, auspiciada por la ONU, ha
    denunciado la situación que padecen: hoy por hoy el SIDA
    es la primera causa de mortalidad de dicho continente, dada la
    imposibilidad de obtener fármacos asequibles a su economía, pues el
    coste de la medicación está valorado en una media
    de un millón cien mil pesetas a millón y medio
    (6610 – 9000 euros), por persona y año. En
    consecuencia, se reclama el abaratamiento de dichos
    fármacos, así como la posibilidad de
    fabricación de medicamentos genéricos de dichos
    principios
    activos. Por
    desgracia, la realidad sigue siendo muy desoladora.

    9. ¿Continúa extendiéndose la
    epidemia?

    Sí. La OMS estima que actualmente hay un
    incremento de más de 15.000 nuevos infectados por
    día, y se produjeron 5.3 millones de nuevas infecciones en
    el año 2001. El ritmo de crecimiento de la epidemia en los
    países del Tercer Mundo es mucho más rápido
    que en los países industrializados.

    España es uno de los países de Europa con mayor
    incremento de casos al año; puede estimarse que
    aproximadamente unos 20 jóvenes se infectan cada
    día por el VIH en nuestro país.

    Sin duda, la morbilidad y mortalidad del SIDA han
    disminuido notablemente. Sin embargo, coincidiendo con el
    control de la
    enfermedad gracias a los nuevos fármacos
    anti-retrovirales, estamos asistiendo a un incremento en la
    aparición de nuevos contagios. Este hecho probablemente es
    debido al clima de
    confianza en la opinión
    pública producido por las nuevas terapias, que lleva a
    muchas personas a no evitar conductas de
    riesgo
    .

    Por ello, cuando se quiere realizar un juicio sobre la
    expansión de esta enfermedad, hay que valorar por separado
    ambos aspectos: evolución clínica de los pacientes
    e incidencia de nuevos infectados. Así pues, no se pueden
    realizar juicios excesivamente optimistas sobre la
    expansión de esta enfermedad, valorando únicamente
    los avances terapéuticos conseguidos, si paralelamente no
    se consigue disminuir también el número de nuevos
    infectados, especialmente los contagiados por vía
    heterosexual, cosa que por el momento no se está
    consiguiendo.

    10. ¿Se puede cuantificar el riesgo de
    contagio del VIH por transfusiones de sangre
    contaminada?

    Sí. Se infectan más del 90 por ciento de
    los receptores de sangre procedente de portadores del VIH. Desde
    1987 es obligatorio en España excluir a estos donantes, y
    desde esas fechas puede decirse que el riesgo de infección
    por transfusiones se ha reducido casi por completo.

    11. ¿Cómo se intenta evitar el contagio
    por esta vía?

    Mediante dos procedimientos:
    la exclusión de donantes con prácticas de riesgo de
    infección por VIH, y la investigación
    sistemática de anticuerpos en todas las donaciones de
    sangre. Lo primero se logra con cuestionarios de
    autoexclusión a todos los donantes; lo segundo es ya norma
    obligada desde 1987 en la mayoría de los países
    desarrollados.

    Otras recomendaciones para los bancos de sangre
    son: restringir al máximo posible el número de
    transfusiones; transfundir sangre del menor número posible
    de donantes distintos; reclutar preferentemente donantes de
    sexo femenino;
    promover la donación por parte de sujetos previamente
    conocidos como VIH negativos.

    Así y todo, existe un riesgo residual
    mínimo de contagio del VIH a partir de donantes en el
    llamado período de ventana, es decir, en el tiempo en que
    el donante está recientemente contagiado pero
    todavía su organismo no ha generado anticuerpos contra el
    virus; este período suele durar entre tres y seis
    semanas.

    12. ¿Es grande el riesgo de infección
    en los drogadictos?

    Sí. Se contagian más del 90 por ciento de
    los consumidores de drogas que
    intercambian jeringuillas con personas infectadas. La
    mayoría de las personas infectadas y enfermas en
    España lo han sido por esta vía. Según los
    datos epidemiológicos más recientes, son casi el
    60% del total de diagnósticos de SIDA.

    13. ¿Cómo se intenta reducir el
    contagio entre drogadictos?

    Se han intentado dos tipos de medidas: las que buscan
    reducir el uso de drogas por vía venosa, y las que
    pretenden reducir el intercambio de jeringuillas, cuando fracasa
    lo anterior. Entre las acciones del
    primer grupo
    está la administración oral de metadona, como
    sustitutivo de la droga
    endovenosa; entre las del segundo grupo está todo lo
    orientado a hacer fácil el acceso a jeringuillas nuevas,
    como su administración gratuita a los
    drogadictos.

    Pero estas propuestas mantienen a los drogadictos en su
    dependencia y no son propiamente preventivas, sino limitativas de
    la epidemia de SIDA. Con las drogas
    "sustitutivas" y con el reparto de jeringuillas permanecen el
    problema central de la dependencia y de la aceptación del
    grave mal de la toxicomanía.

    El modo más digno y adecuado de evitar el
    contagio entre drogadictos es ayudarles a abandonar la
    adicción. En este sentido trabajan muchas comunidades
    terapéuticas de apoyo.

    14. ¿Es muy alto el riesgo de infección
    en los homosexuales?

    En los homosexuales que practican el coito anal ese
    riesgo es muy elevado, sobre todo en el receptivo, y más
    aún cuando se mantienen contactos sexuales con varias
    parejas (promiscuidad homosexual). También hay posibilidad
    de transmisión del VIH mediante "sexo oral" (7% de los
    casos de homosexuales en San Francisco).

    Los varones homosexuales fueron el grupo más
    afectado al inicio de la epidemia de SIDA, precisamente porque
    coincidían en ellos las relaciones sexuales de muy alto
    riesgo (como el coito anal) y la elevada promiscuidad.

    15. ¿Qué propuestas existen para
    reducir la transmisión del VIH asociada a la homosexualidad?

    En primer lugar, abstenerse de este comportamiento
    sexual, que es, obviamente, el modo absolutamente eficaz para
    prevenir esta vía de contagio. Esta es la verdadera
    prevención. Una terapia adecuada puede ayudar a equilibrar
    la vivencia de la sexualidad.

    Pueden ser útiles, las siguientes medidas
    propuestas con frecuencia: no mantener relaciones
    sexuales con sujetos seropositivos; evitar la promiscuidad;
    rechazar el coito anal; y, en situaciones especiales, utilizar el
    llamado preservativo.

    16. ¿Cuál es el riesgo de
    transmisión por relaciones heterosexuales?

    La probabilidad de
    infección por el VIH después de una única
    relación heterosexual varía desde el 1/1000 al
    1/10, aunque para los hombres que tienen relaciones con
    prostitutas infectadas la probabilidad de contagio puede elevarse
    al 3% – 5%.

    Entre parejas heterosexuales que no tienen contactos
    sexuales con otras personas, y en las que el varón
    está infectado y la mujer no, la
    posibilidad de contagio después de dos años de
    relaciones sexuales normales, aún utilizando el
    preservativo, es de aproximadamente un 5%.

    El contagio heterosexual es hoy, a nivel mundial, la
    principal vía de contagio del virus del SIDA. En los
    países en vía de desarrollo del 75% al 85% de los
    infectados lo son por contactos heterosexuales. En los
    países desarrollados este porcentaje es menor, aunque la
    vía heterosexual es la segunda causa de
    contagio.

    En España, según los datos de 2000, el 22%
    de los nuevos contagiados lo han sido por contactos
    heterosexuales, aunque cabe destacar que esta vía adquiere
    un especial relieve en las
    mujeres, ya que representa aproximadamente el 40% de las nuevas
    infecciones.

    17. ¿Cómo se intenta reducir la
    transmisión heterosexual del SIDA?

    Hay unanimidad entre los científicos en que
    sólo la abstinencia sexual y las relaciones
    monógamas con persona no infectada aseguran la no
    transmisión del SIDA. Para los que quieran asumir el grave
    riesgo de mantener relaciones sexuales fuera de la monogamia con
    persona sana, la recomendaciones habituales son: utilizar el
    preservativo; evitar las relaciones sexuales con personas
    posiblemente infectadas; evitar las relaciones sexuales
    traumáticas, etc.

    18. ¿Es eficaz el "preservativo" para evitar
    la transmisión del VIH?

    Con toda objetividad se puede afirmar que el
    preservativo reduce las posibilidades de contagio por el VIH,
    pero no las elimina del todo. Existen numerosos estudios que lo
    confirman. El preservativo reduce el riesgo de infección
    por el VIH alrededor del 80% en términos relativos. En
    parejas en las que uno de los miembros está infectado el
    porcentaje de contagio en un año, usando el preservativo
    oscila entre el 1.5% y el 17%.

    Las causas por las que el preservativo puede fallar son:
    ruptura, deslizamiento, mala utilización, así como
    la
    contaminación de la superficie externa del
    preservativo y la permeabilidad del látex a
    microorganismos, que aumenta en ocasiones por el clima, la
    temperatura y
    la humedad. Por tanto, es gravemente erróneo, desde el
    punto de vista científico, equiparar la utilización
    del llamado preservativo a "sexo seguro".

    19. ¿Cómo es que los porcentajes de
    seguridad del
    preservativo presentan estas diferencias tan
    grandes?

    Porque es imposible realizar una evaluación
    exacta de su eficacia, al estar vedada cualquier posibilidad de
    diseñar experimentos
    prospectivos para medir su efecto protector. Ninguna
    Comisión de Deontología podría aprobar
    jamás un experimento clínico en el que se
    comparasen dos grupos, uno que
    usase preservativo y otro que no lo utilizase, en el que sujetos
    inicialmente no infectados mantuvieran, durante un período
    de tiempo determinado, relaciones sexuales con otros infectados,
    a fin de evaluar la tasa precisa de protección
    proporcionada por el preservativo. Por lo tanto, los porcentajes
    de protección serán siempre estimativos y con
    amplios márgenes de diferencia entre unas apreciaciones y
    otras.

    Lo que no admite error, en todo caso, es que el
    preservativo reduce el riesgo de contagio del VIH, pero no lo
    elimina.

    20. ¿Cuál es el riesgo de contagio en
    los hijos nacidos de madres seropositivas?

    La transmisión ocurre más frecuentemente
    durante el final de la gestación. La probabilidad de que
    se produzca la infección en ausencia de profilaxis es de
    aproximadamente del 25-35% en los países en desarrollo y
    del 15-25% en los desarrollados. Actualmente, en este aspecto es
    donde más se ha avanzado en desarrollar adecuadas medidas
    preventivas y se ha conseguido reducir el riesgo de
    transmisión de madrea a hijo a menos del 5%.

    21. ¿Qué medidas existen para reducir
    la transmisión materno-filial?

    Los bajos riesgos
    descritos anteriormente se logran si:

    a) Se administra zidovudina a la madre desde el
    principio del segundo trimestre hasta el final del embarazo e
    intraparto, y al recién nacido durante las 6 primeras
    semanas.

    b) Se realiza la cesárea.

    c) Se suprime la lactancia materna.

    d) Se acorta el período entre la ruptura de
    membranas y el parto.

    Está justificado, por tanto, no sólo
    tratar con zidovudina a toda madre gestante seropositiva, sino
    hacer una detección sistemática del VIH a toda
    embarazada (pidiendo previamente su consentimiento informado).
    Dado el aumento de la prevalencia del VIH en las madres de
    recién nacidos, son necesarios el consejo y la oferta
    sistemática de la prueba del VIH en todas las mujeres
    embarazadas.

    22. ¿Es el SIDA una enfermedad
    específicamente distinta de las hasta ahora
    conocidas?

    El SIDA tiene muchos aspectos comunes con otras enfermedades que han
    producido pánico
    en la historia:
    carácter contagioso, resultado fatal a
    largo plazo, extensión rápida hasta constituir una
    verdadera pandemia. Pero junto a estos caracteres, el SIDA tiene
    un elemento que hace de esta dolencia algo específicamente
    distinto: su transmisión va ligada a menudo a
    comportamientos reprobados por la moral, como
    son el consumo de
    drogas, la conducta
    homosexual y la promiscuidad sexual. Si estableciéramos
    alguna comparación entre el SIDA y alguna otra enfermedad
    reciente, la referencia podría ser la sífilis
    antes del descubrimiento de los antibióticos.

    Por su carácter incurable, al menos hoy por hoy,
    hay un aspecto del SIDA que lo convierte en algo singular: por la
    responsabilidad moral que
    puede suponer el haberlo contraído y el poderlo transmitir
    a otras personas, se cae en la cuenta de las consecuencias del
    ejercicio de la libertad.
    Además, el SIDA plantea ante nuestra civilización
    dos cuestiones adicionales, con una intensidad que hoy no es en
    absoluto frecuente: por un lado, lo inevitable de la muerte; por
    otro, las limitaciones de la ciencia y
    de la técnica, que no tienen respuesta eficaz para
    todo.

    Por un comprensible mecanismo psicológico,
    mientras existe posibilidad de curación el hombre
    tiende a alejar de sí la perspectiva de la muerte y basa
    su seguridad en la eficacia de la ciencia y de
    la técnica. Pero el SIDA confronta con la necesidad de
    admitir que la naturaleza
    plantea límites
    morales: es propio de la verdad de la libertad humana el asumir
    las consecuencias, a veces irreparables, de los propios actos; la
    muerte es la perspectiva vital de todos, y la ciencia y la
    técnica no son la panacea que lo resuelva todo. De
    ahí el pánico generalizado que el SIDA produce en
    nuestros días, y que plantea la necesidad de reflexionar
    sobre lo correcto o erróneo de algunos elementos
    culturales que configuran la mentalidad
    contemporánea.

    23. ¿Puede decirse, pues, que en el problema
    del SIDA existe un aspecto que podríamos llamar
    cultural?

    Sí, por dos razones: la primera es que, en las
    sociedades
    desarrolladas, la enfermedad y la muerte se consideran como poco
    menos que fracasos de los que hay que huir a todo trance, y, en
    estas condiciones, se tiende a poner en la ciencia y la
    técnica toda la esperanza; pero el SIDA pone de manifiesto
    que eso no es suficiente: aunque los avances científicos y
    técnicos ayuden mucho a la calidad de
    vida y al bienestar social, tienen unos límites y no
    pueden anular la responsabilidad del hombre, que
    debe asumir las consecuencias de sus actos.

    La segunda razón es que, al no conocerse para
    este mal un tratamiento curativo médico eficaz, surge la
    idea de que sólo puede ser combatido con medidas
    preventivas tendentes a lograr cambios en la conducta personal;
    lo cual plantea la cuestión de los valores
    éticos, es decir, de los criterios últimos de lo
    que se puede hacer y lo que no se debe hacer. Eso pone en
    cuestión algunos prejuicios de la cultura
    moderna como un ejercicio de la libertad sin restricciones ni
    valores, la
    irrelevancia social de algunos comportamientos que se llaman
    privados, etc.

    En este sentido, el SIDA, además de una
    enfermedad, produce un fenómeno cultural que incita a la
    sociedad
    contemporánea a replantearse todo un sistema de valores
    que algunos daban por supuestos. Los criterios necesarios en
    materia de
    conductas preventivas del SIDA parecen afectar así, de una
    forma peculiar, a algunas de las consideradas libertades
    individuales
    .

    24. ¿Cómo puede afectar a las
    libertades individuales la prevención del
    SIDA?

    Los que viven en sociedades desarrolladas ya no
    están acostumbrados a imponerse auto-limitaciones en su
    conducta ni siquiera para evitar poner en peligro su vida o su
    salud, especialmente en lo que se suele llamar libertad sexual.
    La auto-limitación en las conductas personales como medida
    preventiva sólo se acepta en materia de accidentes
    (seguros,
    cinturones de seguridad, casco para motoristas, mineros o
    trabajadores de la construcción, etc.), y en algunos
    comportamientos muy concretos, como el hábito de fumar.
    Pero en el caso del SIDA, el autocontrol en algunos
    comportamientos con finalidad profiláctica -rechazo del
    consumo de ciertas drogas y, sobre todo, de las prácticas
    homosexuales o de la promiscuidad sexual- se considera por
    algunos una intromisión inaceptable en la autonomía
    del individuo.

    25. ¿Por qué la exclusión de
    conductas de riesgo se considera en unos casos como una
    intromisión, y en otros, no?

    Porque el consumo de drogas y los comportamientos
    sexuales están considerados por quienes participan de esta
    mentalidad como una manifestación primigenia y absoluta de
    la libertad que define al hombre y, por lo tanto, como esenciales
    a la autonomía del individuo.

    En consecuencia, esta mentalidad dificulta una actitud
    coherente de lucha social contra la transmisión del virus
    ligada al consumo de drogas, ya que muchos legitiman el consumo
    privado aunque sean partidarios de perseguir su
    tráfico.

    En cuanto a la transmisión por vía sexual,
    se tiende a negar que existan criterios objetivos para
    juzgar que determinadas conductas sexuales implican riesgos para
    la salud.

    26. ¿Y no sería lógico que la
    extensión del mal diera origen a un cambio
    profundo en la mentalidad social, y que las conductas de riesgo
    -como la promiscuidad sexual o el consumo de drogas- fueran
    rechazadas mayoritariamente?

    En efecto, así parece. Pero la relación
    que se establece entre las "conductas de riesgo" de contagio del
    SIDA y las libertades individuales (como el ejercicio de la
    autodeterminación en materia sexual), hacen que cualquier
    intervención de los poderes públicos que tienda a
    reducir la práctica de las primeras se considere una
    extralimitación o, en su caso, una vulneración de
    la neutralidad ética
    exigible -según esta mentalidad- al Estado.

    Este planteamiento de la cuestión hace del SIDA
    una enfermedad que suscita problemas
    sociales muy singulares y distintos de los que se producen
    con otras enfermedades. El SIDA y toda la problemática
    social y el debate que
    lleva consigo sólo puede comprenderse en este peculiar
    contexto cultural en las sociedades occidentales a finales del
    Siglo XX.

    Además, las personas que tienen conductas de
    riesgo tienden a centrar su vida en dichas conductas y a
    desatender irresponsablemente el riesgo que corren y en el que
    ponen a otros. Y hay que considerar que se da un intervalo de
    tiempo frecuentemente largo entre la contaminación por el virus y el
    descubrimiento de la misma. Durante ese tiempo ha podido infectar
    a muchas personas sin saberlo.

    La peculiar epidemiología del SIDA hace que sea
    una auténtica pesadilla para la prevención, porque
    el período desde que el paciente se infecta hasta que
    empiece a ser contagioso es sólo de días, mientras
    que el de incubación, antes de que se desarrollen los
    síntomas (portador sano), dura unos 10
    años.

    27. ¿Cuáles son las
    características principales de este contexto cultural en
    relación con el SIDA?

    Entre los años 60 y 70 se desarrolla en esas
    sociedades (y, como eco, en muchas otras) la denominada "revolución
    sexual". Su idea central es la separación radical de los
    conceptos de amor conyugal
    y sexualidad humana, de sexualidad y procreación. Se
    piensa, erróneamente, en una libertad separada de todas
    las tendencias naturales, de modo que el cuerpo humano no
    tendría un valor moral
    propio, sino que el hombre sólo sería libre cuando
    reelabora el significado de tales tendencias según sus
    preferencias, imponiendo sobre las leyes de la
    naturaleza su propio arbitrio. Eliminado el aspecto procreativo,
    propio de la verdad moral del amor conyugal y de la biología y naturaleza
    sexual, su verdad completa queda falseada, como ocurriría
    si se redujese el amor sexual
    al mero aspecto reproductor. De esta manera, la homosexualidad o
    la promiscuidad sexual pasan a constituir opciones alternativas
    equiparables al ejercicio de la sexualidad en el matrimonio, en
    lugar de ser conductas contrarias a las leyes de la sexualidad
    humana.

    Este modo de pensar elimina la diferencia moral entre
    actos naturales, conformes con la dignidad de la
    persona humana, y actos no naturales, contrarios a esa dignidad y
    a la naturaleza del ser humano. Elimina, en consecuencia, toda
    referencia ética acerca de cualquier conducta sexual, de
    forma que ya no es posible establecer ninguna distinción
    entre lo que está bien y lo que está mal en esta
    materia.

    En estas condiciones, al legitimar cualquier conducta
    sólo por responder a la libertad entendida como mera
    ausencia de restricciones, la sociedad se auto-desarma, porque ha
    renunciado a las claves que permiten hacer un juicio sobre la
    ética de las conductas personales, y queda paralizada a la
    hora de luchar contra la raíz moral de lo que ya es una
    verdadera pandemia, porque sólo puede actuar contra
    algunas de sus manifestaciones periféricas. Este desarme
    moral de la sociedad se traduce en la impotencia de los poderes
    públicos para actuar. El resultado inevitable de esta
    situación es que la infección no cesa de
    extenderse.

    28. Y la
    drogadicción, ¿también es un
    fenómeno propio del contexto cultural de nuestro
    tiempo?

    Aunque el consumo de sustancias estupefacientes o
    alucinógenas viene de muy atrás y formó
    parte de los usos de algunas antiguas civilizaciones (orientales
    e indígenas americanas, principalmente), los fundamentos
    culturales de su uso en nuestros días y en países
    económicamente desarrollados no provienen de aquellos
    tiempos remotos, sino que se insertan en el marco que acabamos de
    considerar. Pretender erróneamente afirmar la propia
    libertad frente a toda tendencia natural, junto a una mentalidad
    según la cual sentirse bien y triunfar en las situaciones
    más competitivas son los principales objetivos de la vida,
    constituyen el caldo de cultivo para la extensión de la
    drogadicción.

    Debido a las consecuencias económicas y sociales
    que acarrea la drogadicción (puerta de muchos delitos,
    degradación física y
    psicológica de los adictos, graves problemas
    familiares, etc.), los poderes públicos encuentran
    más apoyo social para luchar contra este fenómeno,
    y lo hacen con más intensidad que contra los efectos
    socialmente perniciosos de la irresponsabilidad sexual; pero, al
    igual que en este caso, sólo lo hacen por sus
    consecuencias y en algunos aspectos circunstanciales, no contra
    sus causas profundas, que, como queda dicho, son efecto de este
    clima social proclive a considerar cualquier actitud ante la vida
    como opción alternativa, tan respetable como cualquier
    otra.

    Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la
    drogadicción, por sí misma, no es un
    vehículo de transmisión del SIDA, sino que lo es
    sólo el intercambio de jeringuillas en el uso de drogas
    administradas por vía endovenosa. Pero en la medida en que
    se extiende este tipo de drogas, aumenta sin remedio
    también el riesgo de contagio.

    29. Entonces, ¿cómo se combate
    socialmente el SIDA en la actualidad?

    Se combate, o, mejor dicho, se pretende combatir, desde
    un modelo que
    podría calificarse de ideológico, que se inspira
    básicamente en una supuesta neutralidad absoluta del
    Estado en todo lo concerniente a las conductas privadas de los
    individuos, por funestas que sean socialmente sus consecuencias.
    Y cuando éstas se dejan sentir visible y
    dramáticamente, los poderes públicos no pueden con
    facilidad e incluso no quieren, volverse atrás en la
    ideológica aceptación igualitaria de todos los
    comportamientos en la sociedad. Aun conociéndose
    claramente y sin lugar a dudas las conductas de riesgo que
    deberían desterrarse para evitar la transmisión del
    virus (drogadicción, promiscuidad sexual), los gobernantes
    se limitan a recomendar estrategias o
    técnicas que permitan continuar con esos
    hábitos, pero con menor riesgo: por ejemplo, no
    intercambiar jeringuillas o utilizar preservativos.

    30. Y esto, ¿es suficiente, o no lo
    es?

    Es por completo insuficiente, porque de esta manera se
    intenta poner una especie de remiendo al problema que, sin
    embargo, no se resuelve en verdad. Además, es gravemente
    peligroso para la sociedad, como se encarga de demostrarlo la
    pura estadística, que acredita que
    después de las campañas masivas y las inversiones
    crecientes de fondos públicos que conocemos, no cesa de
    aumentar el número de personas infectadas. Y quizás
    no es exagerado decir que este modo de concebir la lucha contra
    el SIDA es responsable, en buena medida, de la expansión
    de la epidemia.

    31. ¿Significa todo esto que la sociedad
    tendría que considerar necesaria no sólo la
    prevención de los efectos, sino también de las
    conductas o los comportamientos irregulares que dan origen a la
    expansión del SIDA?

    Así debería ser en buena lógica.
    Pero la conexión que fácilmente surge entre
    conductas de riesgo y comportamientos considerados
    tradicionalmente como inmorales en virtud de convicciones
    religiosas, hace que cualesquiera medidas de censura social o
    legislativa respecto de estas conductas sean interpretadas en
    nuestro presente contexto cultural como la imposición de
    una moral o una religión particular
    y, en consecuencia, como un intento de regreso a épocas
    inquisitoriales o de defensa de fundamentalismos
    ideológicos intransigentes.

    32. ¿Y es correcta esta forma de enfocar la
    prevención del SIDA?

    No, porque decir que ciertas conductas relacionadas con
    el sexo o las drogas suponen un riesgo para la vida no es una
    afirmación moral o religiosa, sino la constatación
    de algo evidente. El hecho de que esta constatación
    coincida con los planteamientos morales de determinadas religiones sólo
    significa que éstas son muy congruentes con la verdadera
    naturaleza de las cosas. Por lo tanto, cuando la sociedad o los
    poderes públicos actúan frente a dichas conductas
    teniendo presente la evidencia, no se están plegando a
    ninguna imposición religiosa, sino que, al tomar
    decisiones, se limitan a respetar la realidad.

    Por sorprendente o absurdo que pueda parecer, en muchas
    de las polémicas sobre la prevención del SIDA no
    subyace otra cosa que la obstinación en el error de negar
    la evidencia de los datos, ya que éstos van contra algunos
    arraigados prejuicios de la sociedad actual.

    33. Entonces, ¿es inevitable que el SIDA siga
    propagándose más y más, al menos en las
    sociedades que viven con este sistema de valores?

    No lo es, pero es difícil evitarlo mientras no se
    cambie toda esta mentalidad: una enfermedad que se difunde a
    través de comportamientos. Así ocurre con los
    drogadictos, para quienes el SIDA es una amenaza a lo que ellos
    consideran un estilo de vida
    alternativo. También es el caso de algunos homosexuales,
    que ven en toda medida de profilaxis un ataque a sus pretensiones
    de conferir a sus relaciones el valor de una relación
    heterosexual o, incluso, el del mismo matrimonio.

    34. ¿Cuál podría ser entonces un
    enfoque correcto de la lucha social contra el
    SIDA?

    De entrada, además de combatir científica,
    clínica y humanamente la enfermedad, es preciso aceptar,
    como un hecho, que en la gran mayoría de casos existe una
    interdependencia entre infección por el virus del SIDA y
    determinados comportamientos o estilos de vida. Todos los
    ciudadanos deben sentirse implicados en la prevención de
    esta grave pandemia. Y especialmente los grupos y personas
    considerados de mayor riesgo de poder ser
    infectados.

    35. ¿Se puede concretar la prevención
    social contra el SIDA?

    Hay dos tipos de prevención, que deberían
    conjugarse armónicamente. Por una parte, la que
    podríamos llamar prevención primaria
    fundamental
    , orientada a prevenir el arraigo de la
    enfermedad, que debe inspirarse en una visión de la
    sexualidad humana acorde con el bien integral de la persona y que
    incluye:

    a) la educación y
    formación de las virtudes, sobre todo en la adolescencia,
    en la integración de la dimensión sexual
    en el conjunto de la
    personalidad; y

    b) la evitación de riesgos para la propia salud y
    para la propia vida.

    Esta visión, necesariamente, ha de rechazar
    cualquier teórica neutralidad frente al valor ético
    y las implicaciones sociales de las distintas conductas de la
    persona. Esta es la prevención social básica del
    problema del SIDA, la más descuidada por los poderes
    públicos en nuestros días.

    Hay después un procedimiento de
    reducción del daño:
    se trata de una posición
    médico-epidemiológica que, sin recusar la bondad y
    la lógica de la prevención primaria, sostiene que
    en situaciones muy concretas de inminente contagio y cuando sean
    ineficaces los planteamientos de autodominio, se pueden utilizar
    medios que, aun no modificando los comportamientos desordenados,
    y persistiendo el riesgo, puedan al menos disminuir sus
    efectos.

    36. ¿Se podría concretar más la
    prevención primaria fundamental del SIDA?

    Una prevención primaria debe abordar dos tipos de
    medidas. Unas primeras, orientadas a los grupos de riesgo, pero
    ampliables a toda la población, que informen de forma correcta e
    integral acerca de las causas del SIDA y de las circunstancias
    que lo promueven y difunden. Esta información ha de ser veraz y real, lo que
    exige no reducirla ni manipularla con la intención de
    defender los tabúes y los mitos
    ideológicos de la revolución sexual. Por tanto, en
    estas campañas informativas debe decirse que, salvo en los
    casos accidentales (transfusión de sangre contaminada, por
    ejemplo) o en la transmisión del virus de la madre al hijo
    aún no nacido, el SIDA es una enfermedad que se adquiere a
    la carta, por
    así decirlo, ya que es seguro que no se va a contraer si
    se ponen los medios adecuados para impedir el
    contagio.

    Pasó, afortunadamente, el tiempo en que en
    algunas sociedades desarrolladas, concretamente la
    española, se consideraba el consumo de drogas
    (especialmente las erróneamente llamadas blandas)
    como algo inocuo. Pero debe insistirse en que la mejor manera de
    prevenir el SIDA es, en relación con la conducta sexual,
    el ejercicio de la abstinencia y mantener relaciones
    íntimas sólo en el seno del matrimonio con persona
    no infectada.

    El segundo tipo de medidas se orienta a la educación
    -especialmente de los adolescentes
    acerca de la dimensión sexual de la persona, que se base
    en una visión de esta realidad integrada en el conjunto de
    la personalidad,
    y no en la supeditación de la persona a su faceta sexual.
    De este modo será posible acercarse al fondo de una de las
    principales causas detonantes del SIDA, que es la infra-cultura
    de la promiscuidad sexual. Se trata de fomentar estilos de vida
    sanos, acordes con la integración moral de las dimensiones
    físicas y psíquicas de la persona humana, donde se
    destaque el sentido de la sexualidad y su significado en el marco
    de la vida conyugal, y donde se evidencie toda la tragedia humana
    que puede estar detrás de unos comportamientos
    frívolos aparentemente lúdicos (que suelen
    promoverse entre los más jóvenes) que pueden
    conducir a la promiscuidad sexual y a la droga y, por medio del
    SIDA, a la frustración y a la muerte.

    37. Pero esto, ¿no significa entrometerse en
    la vida privada de los individuos?

    Ciertamente, no. Lo que significa es asumir la responsabilidad
    social de frenar el arraigo de conductas o modos de vida que
    ponen en peligro grave la salud de un gran número de
    ciudadanos. La expansión creciente del SIDA por vía
    heterosexual, en nuestro ámbito, es un importante
    argumento que debe ser invocado para la protección de ese
    bien que es la vida de los ciudadanos, que se pone en riesgo en
    la medida en que se avalan estilos de vida que aumentan las
    situaciones de riesgo.

    38. ¿Tienen los educadores una responsabilidad
    en la lucha contra el SIDA?

    Indudablemente. La educación para vivir de forma
    serena y alegre la realidad sin recurrir a las drogas y la
    sexualidad propia en la preparación para el amor
    responsable, es el único camino para la plena madurez
    personal. En el camino desviado, en la falsa información,
    en la ilusión de "paraísos artificiales" o de un
    falso "sexo seguro", está la amenaza del SIDA, de la
    drogadicción, de otras enfermedades de transmisión
    sexual y en muchos casos la realidad de la muerte.

    39. ¿Cuáles son los valores educativos
    que deberían promoverse como primer frente ante la
    expansión del SIDA?

    Como queda dicho, el primer medio de prevención
    educativa es transmitir a los más jóvenes la
    noción de que es necesaria una vida sexual ordenada, cuya
    expresión neta se encuentra en la monogamia
    acompañada de la fidelidad conyugal. Es imposible realizar
    una campaña honrada de prevención del SIDA sin
    destacar este aspecto.

    Respecto a la drogadicción, vehículo del
    SIDA en gran parte de nuestros enfermos, es necesario dar a
    conocer claramente que no hay drogas duras y drogas blandas; que
    evadirse de la realidad, por dura que ésta sea, mediante
    la creación de "paraísos artificiales" y la
    provocación de alucinaciones, da una mínima
    expectativa de éxito y
    felicidad personal, mucho menos cuando se procura con sustancias
    que crean adicción y destruyen, tarde o temprano, al
    hombre.

    Para que esta tarea educativa sea de utilidad, se
    precisa la participación de todos los sectores implicados
    en esta toma de conciencia, y
    todos deben tener una clara voluntad de resolución del
    problema por encima de ideologías o conveniencias políticas
    o económicas coyunturales.

    La educación ha de enseñar a vivir bien,
    moral y físicamente. Hay que enseñar a decir "no" a
    lo que destruye. Es imprescindible educar la voluntad y la
    libertad mediante el autodominio y la
    motivación.

    40. ¿Por qué esa responsabilidad
    educativa recae sobre todos los sectores de la sociedad?
    ¿No es primariamente responsabilidad de los poderes
    públicos?

    En modo alguno. Esta responsabilidad afecta, desde
    luego, a los poderes públicos, pero recae con más
    gravedad en los padres, y también en los educadores, los
    amigos, los vecinos y los medios de
    comunicación. Una sociedad libre y pluralista no es
    sinónimo de una sociedad neutra que carezca de
    convicciones, sino un marco estructurado que permita la
    convivencia dinámica, con ciertos valores éticos
    compartidos por todos, que reclame una actitud de compromiso con
    los valores propios que cada grupo social desee que se mantengan
    vivos en la sociedad. Esto afecta gravemente a los padres, y les
    exige asumir la responsabilidad de transmitir a sus hijos, en el
    calor del
    hogar, los grandes principios de la vida moral. Uno muy
    importante, que no se debería soslayar, es una
    educación orientada a una cultura de la vida capaz de
    superar la contra-cultura de muerte, en la cual prolifera el uso
    de las drogas y el desorden de la sexualidad y de la afectividad.
    Esto requiere, en conciencia, una propia reflexión acerca
    del significado integral de la sexualidad en la vida conyugal.
    Exige la adquisición de una experiencia pedagógica
    que haga asequible y eficaz la transmisión de estos
    valores. Y exige, finalmente, una inteligente actitud, a
    través de los años, para corregir en los hijos los
    influjos negativos de otros valores u otros significados de la
    sexualidad latentes en determinadas épocas en la
    sociedad.

    La familia es la
    principal escuela para la
    vida, pero también lo son los distintos ambientes en que
    crecen los niños y adolescentes. Los centros docentes, las
    amistades, los medios de
    comunicación (singularmente, por su capacidad de
    penetración, la
    televisión), deben estar en sintonía con esos
    valores básicos -que no excluyen de ninguna manera el
    pluralismo- para lograr una sociedad sana, física y
    moralmente.

    41. ¿Tienen los medios de comunicación una responsabilidad especial
    en la lucha contra el SIDA?

    Sí, como la tienen también en tantos otros
    órdenes de la vida. Los medios de comunicación
    forman parte de un mecanismo bien conocido de interacción social: reflejan la sociedad en
    la que viven, pero también contribuyen a darle forma. Lo
    que aparece en los medios es la crónica de las cosas que
    pasan, pero también, se quiera o no, tiene un valor
    pedagógico, y aun ejemplar, para el público. Los
    responsables de los medios de comunicación no pueden, si
    son consecuentes, ignorar esta capacidad de influencia, sobre
    todo en la configuración del sistema de valores
    socialmente aceptados, si ese sistema incide en la
    aceptación social de conductas que favorecen la
    extensión del SIDA.

    Si el público percibe por los medios de
    comunicación que las prácticas homosexuales, la
    drogadicción, la promiscuidad sexual, la
    trivialización de la palabra dada en el matrimonio, son
    comportamientos al menos tan respetables como sus contrarios,
    carecerán de todo valor y de toda autoridad las
    campañas seudo-moralizantes que desde esos medios se
    organicen contra el SIDA, porque igualmente será
    perceptible que hay una actitud radicalmente incoherente cuando
    se lucha contra las consecuencias, pero no se influye
    adecuadamente en las conductas de riesgo que causan la
    propagación del mal.

    Cosa distinta de la lucha contra el SIDA y sus causas,
    es la actitud de ayuda, de acogida y solidaridad que
    hay que tener respecto de las personas que padecen la enfermedad;
    actitud que se ha de transmitir desde los medios de
    comunicación, como también desde la familia o
    la escuela.

    42. ¿Cómo debe entenderse el papel de
    la sociedad ante los enfermos de SIDA?

    Ante los enfermos de SIDA el papel de la sociedad, de
    sus instituciones
    y de cada una de las personas concretas que la integramos,
    sólo puede ser el que se adopta con un enfermo: de
    solidaridad, acogida y ayuda. Los enfermos de SIDA tienen los
    mismos derechos humanos
    que los sanos. Y, uno más: el de -precisamente por ser
    enfermos- ser acogidos y ser beneficiarios de la solidaridad de
    los demás, lo que conlleva el esfuerzo correspondiente de
    todas las instituciones sociales y los poderes públicos.
    Rechazar a los enfermos de SIDA, por ser tales, en la escuela, en
    el mundo laboral, en la
    función
    pública o en las instituciones sociales, es inhumano e
    injusto. La sociedad está obligada positivamente, como
    respecto de cualesquiera otros de sus miembros dolientes o
    enfermos, a arbitrar los medios a su alcance para hacerles la
    vida lo más llevadera posible. En contrapartida, la
    sociedad tiene derecho a exigir de los enfermos de SIDA que
    eviten los riesgos de transmisión de esta enfermedad.
    Sólo si voluntariamente alguien se negase a poner los
    medios adecuados para evitar que por su culpa otras personas
    puedan ser contagiadas, cabría legitimar moralmente una
    conducta proporcional de rechazo o limitación de los
    derechos de estas
    personas. La solidaridad debe poner también los medios
    económicos para la investigación que permita
    obtener tratamientos, para crear centros de acogida u hospitales
    cuando la enfermedad llega a su fase terminal, etc.

    43. ¿Se pueden enunciar algunas actitudes
    concretas en esa actitud de solidaridad social con las personas
    enfermas de SIDA?

    Sí. Además de las exigibles con todos los
    seres humanos cuya enfermedad les condiciona la vida, pueden
    enunciarse éstas: la primera, ayudar a las estructuras
    sanitarias, demandando de los poderes públicos una
    respuesta justa y generosa, y reclamando programas de
    prevención integrales que
    respeten la dignidad humana. La segunda, contribuir a movilizar
    los recursos
    suficientes para ayudar a las iniciativas que la sociedad
    promueva libremente para el cuidado de estos enfermos. Un camino
    concreto es ayudar económicamente a los dispensarios,
    servicios
    clínicos y casas de salud para enfermos de SIDA promovidas
    por la generosidad de personas particulares o instituciones, como
    la Iglesia. Otra,
    tutelar siempre que sea posible, a nivel personal, la dignidad de
    los seropositivos de forma que se eviten fenómenos de
    marginación de cualquier naturaleza, en el uso de los
    servicios
    públicos, en el acceso al empleo, en
    el trabajo, en
    las escuelas, etc.

    44. ¿Qué añadir respecto al caso
    de tener que convivir con un enfermo de SIDA en la
    familia?

    El ámbito primigenio de acogida y solidaridad es
    la familia, que debe estar muy especialmente al servicio de
    esta misión.
    Esta obligación de solidaridad, que, por desgracia,
    desaparece en algunos sectores de nuestra sociedad al socaire de
    los prejuicios y los miedos existentes frente al SIDA, es una
    exigencia inmediata de justicia que
    en conciencia nos obliga a todos.

    En el ambiente
    familiar, el estado de enfermedad no disminuye, sino que
    acrecienta el deber de asistencia y de solidaridad con el
    enfermo, porque, por su propia naturaleza, está ligado a
    la mutua ayuda que caracteriza a la comunidad
    familiar. Si acaso se añade el deber que la sociedad y las
    instituciones tienen de facilitar y de sostener a las familias en
    el cumplimiento de esta tarea con todas las medidas
    económicas y sanitarias adecuadas, que les permita
    enfrentarse a tan acentuada dificultad. Pero la obligación
    (obligación de amor) de cuidar a los enfermos de SIDA o de
    convivir con los seropositivos implica recíprocamente el
    deber de éstos de no dañar, en el mismo
    ámbito, la salud del cónyuge, de los hijos o de
    otros familiares, y por tanto de cumplir rigurosamente con las
    lógicas precauciones a fin de evitar el
    contagio.

    45. ¿Y en relación con la presencia de
    niños seropositivos conviviendo con niños sanos en
    las escuelas?

    En la medida en que existe la prueba fehaciente de que
    la mera convivencia no implica riesgo de transmisión del
    virus -siempre que se tomen las elementales medidas
    cautelares, necesarias y razonables-, no existe razón
    alguna para que los padres de niños sanos rechacen la
    presencia en la escuela de niños seropositivos. Esta
    actitud hostil, si se produjese en las condiciones mencionadas,
    sería una manifestación de discriminación injusta, de rechazo hacia
    niños inocentes y, por lo tanto, no se puede justificar.
    Rechazar la presencia en la escuela de niños seropositivos
    es una discriminación injusta, una
    manifestación de insolidaridad y un atentado a la dignidad
    de estos niños.

    Lo mismo se puede decir de los ámbitos laborales
    o de la función pública, donde convivan personas
    seropositivas con otras que no lo sean. Mientras no exista una
    activa y voluntaria creación de situaciones de riesgo o
    ésta dimane de la naturaleza de la convivencia,
    discriminar a los enfermos será un acto de injusticia,
    inhumano e inadmisible.

    46. ¿Cual debería ser la actitud del
    Estado frente al SIDA?

    El SIDA no es la primera pandemia que sufre nuestra
    sociedad, ni la primera enfermedad contagiosa con que los pueblos
    se enfrentan, aunque probablemente sea la de mayores dimensiones.
    Obligaciones
    del Estado respecto a enfermedades especialmente graves como lo
    es el SIDA, de incidencia importante y carácter contagioso
    son:

    a) Informar a los ciudadanos a cerca de la naturaleza y
    características de la enfermedad, así como de las
    conductas que deben evitarse para eliminar los riesgos de
    contagio.

    b) Poner los medios razonables a su alcance para que se
    llegue a obtener la curación de los afectados, incluyendo
    las ayudas al efecto a los países en vías de
    desarrollo.

    c) Arbitrar los instrumentos asistenciales y
    jurídicos aptos para fomentar la correcta atención de quienes padecen la
    enfermedad.

    d) Sancionar a quienes son creadores de riesgos graves y
    evitables para la salud de los ciudadanos.

    e) No emitir nunca mensajes que transmitan o escondan
    una aprobación tácita a los estilos de vida que son
    responsables de la epidemia.

    47. Esto parece muy sencillo de comprender, pero lo
    cierto es que, en el caso del SIDA, existe un debate que no se ha
    dado con otras enfermedades. ¿Por
    qué?

    Porque el SIDA pone sobre el tapete una cuestión
    esencial para las modernas sociedades laicistas: la neutralidad
    ética del Estado, que algunos parecen entender como
    compromiso activo del poder público con una moral
    permisiva, con la ideología del "todo vale" en el campo
    moral.

    Muchos Estados han aceptado como algo indiscutible el
    que la sexualidad pertenece a la esfera privada del individuo, de
    suerte que no puede darse una interferencia de los poderes
    públicos en esta materia. De acuerdo con esto, el Estado
    debería abstenerse de toda actuación o juicio sobre
    cualesquiera conductas sexuales, porque todas serían
    igualmente aceptables.

    Pero el SIDA ha emergido como fuente de problemas para
    los poderes públicos, no sólo en el aspecto
    asistencial, sino también en el de la prevención,
    porque la única forma seria de prevenirlo es actuando
    sobre las conductas de riesgo y éstas son, en parte
    importante, las que simbolizan la mencionada ideología del
    "todo vale" de la moral permisiva. Ante esta evidencia
    empírica, los Gobiernos se encuentran, por un lado, con
    que están obligados a presentar el compartir el material
    de inyección para la droga, la promiscuidad sexual y el
    comportamiento homosexual como de riesgo mortal; pero, por otro,
    con que esto atenta frontalmente contra los postulados
    básicos del relativismo ético. Y, en esta
    situación, no existe muchas veces una disposición
    honesta y valiente a revisar sus prejuicios a la luz de los
    hechos.

    48. ¿Cuál es, en definitiva, la causa
    de que sean polémicas las actitudes de los Estados en
    relación con el SIDA?

    La causa es que los poderes públicos quieren
    sinceramente combatir la enfermedad, evitar su propagación
    y eliminar sus causas, pero se resisten a admitir que esto exige
    calificar públicamente ciertos comportamientos "de
    riesgo", que no sólo expresan opciones individuales, sino
    que lleva consigo una amenaza para la salud
    pública ante la cual el Estado no puede ser
    indiferente.

    Los prejuicios ideológicos de algunos
    políticos y la aceptación de una infra-cultura de
    muerte y de relativismo ético, los enfrenta así a
    sus obligaciones en materia de salud pública. En esta
    situación, ni siquiera la amenaza del SIDA ha impedido a
    muchos Gobiernos favorecer ciertas ideologías, aun a
    riesgo de comprometer la salud pública, minusvalorando los
    efectos propagadores de la enfermedad.

    49. ¿No exige la deseable neutralidad
    ética del Estado que éste se inhiba de todo juicio
    de valor sobre las conductas personales de los individuos en
    cuanto que -como la sexualidad- se limitan a expresar el derecho
    a la intimidad personal?

    No. La pregunta da por supuestas dos afirmaciones que
    son falsas o, al menos, matizables: ni el Estado puede ser
    éticamente neutro, ni la droga y determinados modos de
    vivir la sexualidad implican sólo dimensiones de la
    persona concernientes a la intimidad individual.

    50. ¿Por qué el Estado no puede ser
    éticamente neutro?

    El Estado no puede ser éticamente neutro, aunque
    quisiera, porque es una organización hecha por hombres y al
    servicio de los hombres; y donde actúa un ser humano
    respecto a otros, hay un actuar ético o contrario a la
    ética, y es imposible la neutralidad. La misma
    "neutralidad" es también una toma de postura con
    consecuencias previsibles y queridas, sin olvidar el valor
    pedagógico de las leyes. Esto no quiere decir que el
    Estado deba convertir en jurídicamente relevantes todos y
    cada uno de los contenidos de la moral, o que sea confesional y
    se ponga al servicio de una organización religiosa
    concreta.

    La ética y la moral suponen una ciencia o
    sabiduría sobre la verdad de la conducta humana
    de contenido más amplio que la política, y de ellas
    no se deriva una ideología política concreta; pero
    desde ellas se puede y se debe juzgar la actuación de los
    políticos y las políticas concretas que
    desarrollan, pues en cuanto se trata de actos humanos y para una
    sociedad de hombres, son susceptibles de un enjuiciamiento
    ético, por lo demás inevitable.

    51. ¿Por qué la sexualidad no implica
    sólo dimensiones que conciernen a la intimidad
    individual?

    En lo que respecta a la sexualidad como expresión
    de la intimidad personal, efectivamente el Estado no ha de
    entrometerse en la vida privada, pero es que la sexualidad humana
    tiene dimensiones que exceden lo meramente privado. Esto ocurre,
    por ejemplo, cuando del ejercicio de la capacidad sexual surgen
    instituciones sociales como el matrimonio y la paternidad /
    maternidad; cuando ese ejercicio atenta a la moral común
    (pornografía, escándalo
    público); cuando atenta a los derechos de los menores
    (pederastia); o cuando el uso del sexo implica la creación
    de un riesgo para otros y, a la postre, para la salud
    pública, como sucede con el SIDA.

    En este caso -y otros que se podrían aducir
    (turismo sexual,
    mafias de prostitución)- el sexo desborda el
    ámbito privado de la persona y lleva consigo connotaciones
    positivas o negativas para los demás, que afectan al bien
    común y, por ello, legitiman la intervención de las
    autoridades públicas.

    52. Sin embargo, la tolerancia es también un
    valor moral. ¿No implica esto que el Estado no debe hacer
    juicio de valor alguno sobre las opciones de conducta de los
    ciudadanos, tratándolos a todos por igual?

    No. La tolerancia es un valor relativo y que se dirige a
    permitir el mal por otra causa mayor, no a fomentar el bien. Por
    ello, la tolerancia puede ser una obligación moral cuando
    hay que convivir con algo malo o cuando intentar erradicarlo
    implicaría causar mayores males. Pero tolerar el mal no
    significa considerarlo como un bien. El bien no se tolera; el
    bien se promueve, se ama. Tolerancia no es lo mismo que
    benevolencia.

    Sin embargo, en materia de droga y de sexualidad las
    sociedades occidentales han dado el paso que va de la mera
    tolerancia con todo tipo de comportamientos al relativismo
    ético: todos ellos son considerados en modo indiferente.
    Este relativismo ético no puede ser confundido con la
    tolerancia.

    53. En el ámbito de la prevención, que
    es donde surgen las discrepancias, ¿cuáles son las
    obligaciones del Estado?

    El Estado está obligado a prevenir la
    extensión del SIDA. Para ello ha de promover la
    información a los ciudadanos sobre los medios por los que
    el SIDA se transmite, y ha de comprometerse en la
    erradicación de las conductas de riesgo, lo que conduce
    necesariamente a una educación de los ciudadanos. Todo
    ello con exquisito respeto a los
    derechos de la persona, pero con firmeza proporcional al riesgo
    de transmisión de una enfermedad tan dañina como el
    SIDA.

    54. ¿Cumple el Estado estas
    obligaciones?

    En algunos aspectos, más o menos importantes,
    podría decirse que sí; pero no las cumple del todo,
    porque da una información insuficiente, que lleva a los
    ciudadanos a concebir una falsa seguridad, y, en consecuencia, se
    dificulta una estrategia
    completa en la lucha contra el contagio.

    55. ¿Y en las campañas de
    difusión del preservativo y similares?

    Las campañas sobre el preservativo o
    condón del estilo de la que se desarrolló en
    España bajo el zafio eslogan Póntelo,
    pónselo
    , y otras posteriores (Sí da-No da;
    Juega sin riesgo; Por ti, por mí,
    etc.), incurren en
    grave irresponsabilidad por tres razones: porque inducen a
    engaño, porque ocultan información y porque no
    colaboran a la prevención, sino a una mayor
    difusión de las conductas de riesgo, ya que
    implican que las autoridades sanitarias están dando su
    visto bueno a las conductas y estilos de vida que son
    responsables de la epidemia.

    56. ¿Por qué inducen a engaño
    estas campañas?

    Porque llevan a creer que, usando preservativos,
    desaparece el riesgo de infección, cuando lo cierto es que
    ese riesgo disminuye, pero no desaparece. Si se hiciese publicidad de
    cualquier otro producto
    farmacéutico o alimenticio ocultando que existe un riesgo
    parecido de efectos tóxicos o mortales por su consumo, se
    consideraría a los responsables, sin ningún
    género
    de dudas, como negligentes en su cuidado de la salud
    pública.

    57. ¿Por qué ocultan
    información?

    Porque silencian que la verdadera forma segura de anular
    todo riesgo de contagio por vía sexual es o bien la
    abstinencia sexual, o bien el acto conyugal monógamo,
    mutuamente fiel, entre un hombre y una mujer que no
    hayan tenido antes relaciones extramatrimoniales con terceros. Y
    además, porque callan el riesgo de contagio que existe a
    pesar del preservativo, como antes se indicó.

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