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Trabajo de menores y educación



    TRABAJO INFANTIL EN
    LADRILLERAS

    Se reconoce de manera unánime la importancia de
    la
    educación como un elemento dinamizador, renovador y
    promotor del desarrollo
    personal y social.

    La educación brinda a la
    persona la
    posibilidad de ampliar su perspectiva laboral, de
    mejorar su calidad de
    vida y sobre todo, de ampliar las personales potencialidades,
    llevando al individuo a
    desarrollar capacidades y aptitudes.

    Asimismo, el trabajo es
    concebido como un derecho fundamental, expresando la posibilidad
    de transformación de la naturaleza
    junto con el desarrollo de
    las capacidades humanas.

    El trabajo es un
    medio de alcanzar las metas personales y de mejorar la calidad de vida
    de la persona.

    Es por ello que diversidad de instrumentos
    internacionales y las cartas políticas
    lo reconocen explícitamente como un derecho.

    Pero, todo cuanto pueda señalarse como predicado
    respecto de este derecho, no puede tomar como referente
    a la situación del trabajo de menores, porque como
    lo ha reconocido la doctrina, "existe un conflicto
    entre educación escolar y trabajo prematuro
    que se expresa, sea en la deserción
    escolar o en el bajo rendimiento…"

    El trabajo de menores sustrae el valioso tiempo de la
    infancia
    – el cual no regresa jamás- y las oportunidades que
    se merece en la vida. Lejos de ser un factor de desarrollo,
    representa un corte radical de las aspiraciones orientadas hacia
    ello

    "El trabajo perjudica la educación
    de los niños.
    Genera deserción, retraso, ausentismo, repitencia y bajo
    rendimiento escolar. El trabajo
    infantil suele interferir con la educación. Muchos
    niños abandonan la escuela porque
    tienen que trabajar. Quienes trabajan y estudian suelen abandonar
    su educación y formación profesional, y los
    rendimientos escolares son más bajos entre los
    niños trabajadores. El trabajo resta oportunidades de
    recreación, juego y
    socialización. El bajo nivel educativo,
    producto del
    trabajo prematuro, a la larga perjudica la economía individual,
    familiar y del país en su conjunto"

    NIÑAS EN LA VENTA DE
    FLORES

    El niño, como tal, tiene derecho a sentirse
    seguro,
    protegido y con un entorno favorable donde pueda vivir a plenitud
    una etapa donde se afincará definitivamente su imagen del mundo,
    de sí mismo y de los adultos, imagen que lo
    acompañará el resto de su vida.

    Pues bien, el que un niño tenga que abandonar las
    aulas para dedicarse a trabajar no es una situación
    deseable, sino todo lo contrario: expresa la pobreza que
    excluye a los niños de los beneficios derivados del acceso
    a la educación y a la cultura,
    impide que el horizonte inmediato y lejano del niño tenga
    una legítima expectativa de mejoramiento en su calidad de
    vida, limita su desarrollo personal,
    emocional y físico.

    Pero, además de ello, es grave lo que dicha
    situación refleja: un mundo de los adultos, preocupados
    únicamente por los indicadores
    económicos, y que no consideran en lo absoluto el drama
    personal y las tragedias anónimas y frustraciones que se
    acumulan en las miles de historias de menores que
    trabajan.

    Ello es así porque el menor que es obligado a
    insertarse en un contexto laboral, en realidad no realiza
    un trabajo humano remunerado y en condiciones que se
    darían respecto de cualquier adulto: el trabajo de menores
    expresa la explotación que los tiene como víctimas.
    Ya se trate de las ladrilleras, de la actividad minera o del
    comercio
    ambulatorio o explotación sexual, los menores siempre
    aparecen en manos de los adultos y sin que nadie lleve a cabo
    alguna actividad concreta para salvarlos de dicha
    situación.

    NIÑOS ESTIBADORES EN ÁFRICA

    Por tanto, al menor se lo educa en la creencia que el
    mundo de los adultos es indiferente y agresor frente a sus
    necesidades e intereses. El menor que es arrojado de las aulas
    por la pobreza y que
    además es explotado en muchos casos por sus propios
    padres, es un menor cuya autoestima es
    destruida y cuyo derecho a vivir una infancia normal y en la
    seguridad que le
    otorga el espacio familiar, queda limitada por siempre.
    ¿Cuál será la
    personalidad del mayor de edad que dicha situación
    origina? ¿Cuál será el nivel de
    empatía o identificación con los valores
    sociales que muchos integrantes del mundo de los adultos
    predican? Estas respuestas de antemano, podemos preveerlo,
    tendrán una respuesta negativa y de índole
    delictiva.

    Los menores aparecen como los grandes excluidos de las
    decisiones políticas del Estado y de
    las inquietudes de los gobiernos.

    El trabajo de menores como problema social sólo
    es objeto de medidas crematísticas, orientadas a
    satisfacer la necesidad de publicidad y
    electoral de quienes predican el cambio de
    dicha situación, y no hacen nada para acabar con
    ello.

    Existe un conjunto de normas a nivel
    internacional y nacional, que son proteccionistas de los
    intereses y necesidades de los menores de edad. Pareciera que la
    sola mención de dichas normas es elemento suficiente para
    que los menores encuentren condiciones seguras en una realidad
    que aparece cada vez con mayores componentes de
    desintegración, anomia, violencia y
    marginación, elementos que confluyen y descargan el
    estigma de la pobreza y desamparo sobre los menores que trabajan.
    Por ejemplo, el menor que tiene a las calles como su entorno
    "laboral", no sólo se enfrenta al maltrato de su persona y
    de su dignidad,
    también enfrenta a situaciones que amenazan su integridad
    física y
    moral, y a
    pesar de ello, enfrente a la vida de una manera verdaderamente,
    estoica y admirable:

    "Menos conocido es el hecho comprobado de que los
    niños que trabajan en las calles proporcionan una ayuda
    financiera esencial a sus familiares, además de pagar
    sus propios gastos de
    educación cuando pueden. Sus principales recursos son la
    imaginación, la inteligencia
    práctica y una inagotable voluntad de
    supervivencia".

    El problema, por tanto, rebasa el campo estrictamente
    legal o laboral. Se trata de un problema social y por ello si se
    pretende acabar con ello, las medidas deben ser complementarias y
    apuntar todas ellas hacia un consenso social a favor del menor de
    edad y al establecimiento un cambio radical de ello. Toda
    decisión o posición que no apunte a ello,
    sencillamente, lejos de constituir una alternativa de
    solución, será un elemento más del
    problema.

    Podemos asumir las siguientes Conclusiones
    :

    1. La existencia del trabajo infantil o de menores nos
    habla de una situación de exclusión
    social, política y
    jurídica, que tiene a los menores de edad en
    situación de pobreza y abandono, como sus
    víctimas recurrentes y sin posibilidad de ejercer sus
    derechos frente
    a los ataques provenientes de un contexto social marginador y
    violento. Este dato es penosamente, confirmado y reproducido
    diariamente en los medio de comunicación. Por tanto, es un problema
    no abstracto, sino real y dramático.

    2. El trabajo infantil al ser esencialmente una
    estrategia de
    sobrevivencia frente a la pobreza, impide al niño que en
    su horizonte personal pueda tener esperanza de un mejoramiento
    de condiciones de vida, a la vez que genera una expectativa de
    reproducción y agravamiento de la
    situación de pobreza en la que se encuentra él y
    su familia. Se
    trata, en suma, de un factor de reproducción del atraso
    económico y social en que se encuentra inmersa gran
    parte de la población peruana.

    3. El debate
    actualmente existente respecto a la calidad de la
    educación peruana, calidad que se encuentran entre los
    últimos lugares a nivel mundial, debe apuntar a una
    reforma del sistema
    educativo, de la mano con los esfuerzos por reincorporar y
    asegurar a los menores que trabajan un lugar permanente en el
    sistema
    educativo. No se trata, entonces, de problemas o
    situaciones aisladas, sino complementarias, pues la
    deserción escolar tiene al trabajo de menores como uno
    de sus factores desencadenantes.

    1. La existencia de un impresionante conglomerado
      normativo orientado a la protección del menor, nos
      indica bien a las claras que el problema no tiene un origen
      legal, sino social y político y, por tanto, corresponde
      a la instancia política el establecer esfuerzos
      prácticos, concretos y definitivamente orientados al
      cese del estigma que para toda sociedad
      representa, -y mas aun en sociedades
      pobres como la nuestra-, la explotación infantil que el
      trabajo de menores refleja.

    Por

    Florencia Ambrocio

    Fiscal Provincial Titular de Lima, Titulada en la
    Facultad de Derecho y Ciencias
    Políticas de la Universidad
    Nacional Mayor de San Marcos – UNMSM. Con Maestría
    en Derecho Penal
    en la Escuela de Post Grado de la Universidad Particular de San
    Martín de Porres – UPSMP. Además,
    Maestría en Derecho Civil con
    Mención en Familia en la Escuela de Post Grado de la
    Universidad Femenina Sagrados Corazones – UNIFE.
    Actualmente sigue estudios de Doctorado en Derecho en la Escuela
    Universitaria de Post Grado de la Universidad Nacional Federico
    Villarreal – UNFV.

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