No sólo Kuznets planteó el desarrollo
económico como un proceso de
transformación desde el sector primario hasta el sector
secundario y terciario. Se ha planteado la pérdida de
intensidad del sector, en términos de volumen total
sobre producción total del país, como
causa y consecuencia del proceso de desarrollo.
Puedo decir -con la posibilidad de pecar de simplista
– que el argumento fundamental esgrimido era que el sector
agropecuario iba a proveer de los factores necesarios para el
desarrollo industrial, que al final desplazaría este
sector en dimensión relativa.
Fue Lewis, que planteó que los sectores primarios
son los reservorios de trabajo
industrial y eso pues, produce que no haya restricciones de
oferta
laboral al
proceso de desarrollo en los países subdesarrollados. Su
argumento de que transfiriendo trabajo desde la agricultura a
la industria, la
productividad
marginal y la producción agrícola podría
aumentar es ampliamente conocido.
Empero, los ¨golpes¨ más duros a
la orientación de nuestros países para favorecer la
producción de bienes
agrícolas, no viene precisamente de Lewis, sino que se
fue gestando a la luz de la
crisis del
modelo agro
exportador de finales del siglo XIX.
Ragnar Nurske, planteó que la expansión de
la producción primaria para exhortación puede
encontrar condiciones de precios
adversas al mercado mundial.
Se refirió básicamente a que impulsar exportaciones
ante una demanda
inelástica no es buena decisión de desarrollo,
argumentó a favor de un crecimiento equilibrado y la
diversificación, apartado de la ventaja comparativa. Se
debe adoptar en gran medida el aumento de producción para
el interior.
Como Lewis también pensaba, que en los
países pobres existe una gran masa de paro
encubierto en la tierra, que
podría movilizarse para la formación de capital
real.
Sin embargo, quienes desarrollaron ampliamente este
problema fueron los teoristas cepalinos que con el argentino Raul
Prebish, plantearon que desde los años setenta de 1800
hasta antes de la segunda guerra
mundial la relación de precios se ha movido en contra
de la producción primaria. Este deterioro de los
términos de intercambio era la razón fundamental
para que los países subdesarrollados se aboquen a producir
bienes
manufacturados. Y Básicamente así se
procedió.
Así surge el modelo sustitutivo de exportaciones,
con la idea de industrializar el país sobre la base de
sustituir las importaciones. Y
así se sucedieron los modelos de
políticas determinadas a favorecer la
producción industrial, pero de una u otra forma estas
políticas públicas perjudicaron al sector
agropecuario, sector al que se debería extraer el
excedente que permitiría la industrialización. Vale
la pena recalcar que los teoristas cepalinos no planteaban esta
situación, sino que desde un principio observaron esta
posibilidad.
Así, Prebish dijo que las recomendaciones no
significaban que la exportación primaria había que
sacrificarse para favorecer el desarrollo nacional, no solo
porque ella suministraba las divisas para
adquirir las importaciones necesarias para el desenvolvimiento,
sino porque el valor de lo
exportado suele entrar en una proporción elevada la renta
del suelo, que no
implica costo colectivo
alguno. Sin embargo el resultado no fue ese.
Durante el Modelo Sustitutivo y el tiempo
posterior, en Republica
Dominicana, se promovieron básicamente el sector
industrial dependiente de materias primas, el sector
turístico, y finalmente el sector zonas francas. La
política
fiscal, monetaria y de crédito
se orientaron a facilitar esas actividades
económicas.
A pesar de los problemas
intrínsecos a la implementación del MSI en nuestro
país (periodos, tasas y discrecionalidad de la
protección), vale decir que las decisiones de política perjudicaron
al sector primario. La política de precios y comercialización ejecutada a través
del Inespre, tenia el objetivo de
tener deprimidos los precios agrícolas para así
mantener los salarios
industriales bajos. La política de créditos implementada a través del
Banco
Agrícola y del FIDE, se puede plantear que esta
política no tuvo los resultados deseados, en especial no
compensó la enorme necesidad de capital financiero que
necesitan los productores agrícolas.
La política fiscal se
caracterizó durante las décadas recientes en
nuestro país por privilegiar las zonas urbanas y la
construcción de obras para el desarrollo
industrial, asi también los sectores industriales
recibieron enormes incentivos
fiscales.
En cuanto a la política cambiaria, esta
mantenía la moneda sobrevaluada para favorecer la importación de materias primas y capital
para la industria, pero perjudicaba a los sectores
agrexportadores. El resultado es conocido por todos.
Desde 1960 hasta principios del
2000, el sector agropecuario dominicano pasó de emplear
del 60 % de la fuerza de
trabajo al 15 %. Y ha pasado desde finales de los 60’s de
alrededor de un 24 % del PIB, a
alrededor de un 12 %* principios del 2000.
República Dominicana como todos los países que han
"avanzado" en su proceso de desarrollo, había hecho perder
dimensión relativa a la producción agropecuaria, y
la producción en los 30 años que van de 1970 a 1990
paso de ser de 1,485.5 a ser de 3, 736.9 millones de pesos; Pero
su producción paso de 345.1 millones de toneladas a
solamente 501.6 millones de toneladas*.
Se puede observar que aunque en 30 años la
producción y su valor aumentaron, los resultados a la luz
de los posibles objetivos de
desarrollo son muy deficientes. Inclusive las tasas de
crecimiento fueron bastante bajas durante el periodo incluso
registrándose tasas negativas.
Como Estados Unidos,
la Republica Dominicana hizo perder dimensión relativa al
sector primario agrícola, sin embargo, no fue sobre la
base de aumentar la productividad del sector que redujera su
presión
sobre la fuerza laboral; ni mucho menos de un proceso que aumente
el ingreso y la producción general, y acelere la
producción del sector manufacturero; más bien el
proceso produjo la reducción la tasa de crecimiento del
Sector Agropecuario, de esa forma por su rezago fue sustituido
por otros sectores productivos.
Sin embargo hoy la forma de ver al fenómeno y al
sector agropecuario es diferente. Ahora es que se toma conciencia de la
necesidad de desarrollar el sector agropecuario en especial en
los países subdesarrollados.
Porque si bien la mayor parte de la producción
agropecuaria de estos países es de escasa productividad y
de poca eficiencia, no
menos cierto es que de ésta dependen las posibilidades
reales de desarrollo de los países. No temo equivocarme
cuando digo que el sector primario es la base fundamental para la
posibilidad de desarrollo; aunque sean los sectores secundarios y
terciarios los que tomen las riendas después del proceso
de desarrollo.
Al menos es la mínima experiencia. Inglaterra el
primer país en experimentar el proceso, como lo conocemos
hoy, tomó su base a raíz de la industria textil,
que tenia la pie en la producción de algodón
y lana, ambos bienes primarios.
En especial porque la deteriorada situación del
sector agropecuario internacional obviamente ha producido enormes
consecuencias sociales, económicas y culturales para
nuestros países. Ha aumentado la dependencia y ha
lesionado la soberanía nacional.
Ha aumentado la pobreza rural,
el desempleo, y
entre tantas cosas, ha provocado una intensa migración
urbano-rural que ha provocado los cinturones de miseria que hoy
conocemos, aumentando el empleo
informal, la marginación y la criminalidad.
Entre las características actuales del sector
agropecuario es que da sustento a más de la mitad de la
población que vive en los países en
desarrollo, llegando hasta el 70 % de la población de
algunos países. Existe una dualidad entre las formas de
cultivo de los países desarrollados de alta productividad,
y la forma de cultivo de baja productividad de los países
subdesarrollados. La brecha de productividad existente entre los
países ha crecido verticalmente, pasando de 1960 donde la
diferencia en productividad era trece veces mas en los
países desarrollados con respecto a los subdesarrollados,
a 1995 donde la diferencia era de 50 veces.
Los países desarrollados a pesar de todo han
tenido un crecimiento constante del sector agropecuario, basado
en el perfeccionamiento tecnológico y biológico, y
en aumentos de su productividad. El rezago en la
transmisión de tecnología que hablan
los cepalinos, y en muchos casos la "dependencia
tecnológica" de Dos Santos, influyeron en que la
tecnología de la "Revolución
Verde" no se convirtiera en una transformación del sector
en los países subdesarrollados. Que aunque la
producción ha aumentado, los métodos de
cultivo han cambiado poco, y los aumentos no compensan el
crecimiento poblacional.
Otro grave problema de los países en desarrollo
es la mala distribución de la tierra, que
unido a mala distribución en el ingreso, acrecienta los
problemas de la estrechez del mercado. La estructura de
Latifundio-Minifundio se convierte en un círculo vicioso
de ineficiencia. La atomización de los productores es un
grave problema para nuestros países. Por ejemplo mientras
que en Estados Unidos hay unos cuantos productores muy
eficientes, en Republica Dominicana, por ejemplo, los
pequeños productores de tabaco
representan el 70% de los más de 24,000 productores de
este cultivo. Los pequeños productores de habichuelas
representan el 67% de los más de 34,000. También
los pequeños productores representan el 87% de los casi
11,000 productores de batata, y el 89% de los casi 60,000
productores de yuca. La atomización es uno de los
problemas fundamentales de fragilidad del sector.
La superoblación de Asia es uno de
los principales problemas de ese sector en el continente, unido a
los graves problemas medioambientales que también padece
África, donde una gran parte de la población
depende del sector agropecuario. El principal problema del sector
en África es su fragmentación y su carácter de subsistencia. Además de
poseer las limitaciones similares del subcontinente
Latinoamericano.
Ese repensar de la situación del agro en
Republica Dominicana, no viene solo por el hecho de que es un
sector estratégico, porque incide en la seguridad y
soberanía alimentaria, en la reducción de la
pobreza, la
estabilidad política y económica, tiene
externalidades positivas sobre el medio
ambiente, genera empleos, y ayuda a corregir problemas de
balanza de pagos;
sino porque es un problema cardinal dentro de las
políticas de desarrollo de nuestro país.
Una política de desarrollo debe impedir el
deterioro de un sector durante el proceso de crecimiento del
otro. Aun exista una relación de transferencia, es preciso
evitar el colapso del sector base, y mucho mas si se trata de un
sector históricamente estratégico y
tradicional.
En el caso dominicano, el sector agropecuario al
finalizar la década del los 90’s contribuyó
casi con el 12% del PIB. Las exportaciones agrícolas
representaban el 48% del total de las exportaciones. Si se le
añaden los productos
agroindustriales el sector aporta el 61% de las exportaciones.
Proporciona el 70% de los alimentos que se
consumen en el país, y da empleos directos a casi el 15%
de la población.
Básicamente por eso la visión sobre el
sector es diferente, quizás fue Hirschman uno de los
primeros en vislumbrarlo cuando dijo que el desarrollo
económico quiere decir transformación en lugar de
creación ex novo: trae consigo interrupción de la
manera tradicional de vivir, producir y hacer las cosas. A este
proceso debe añadirse muchos costos
sociales.
Es preciso primero, desmontar todas las políticas
públicas lesivas al campo, enfrentar los retos de los
procesos de
apertura comercial, que no tienen en cuenta las asimetrías
entre los países. Es preciso tener en cuenta el agro como
un sector de cardinal importancia para nuestros países. Es
preciso más que políticas sectoriales como asegura
Todaro, es necesario modificar el estructuramiento de la sociedad
rural. Elevar la productividad del trabajo y la tierra, se
necesitan modificaciones estructurales.
Es más que urgente crear las condiciones de
encadenamiento de la producción agropecuaria con la
manufactura y
los servicios que
se producen. En el caso concreto de
Republica Dominicana es necesario mejorar drásticamente el
sistema de
provisión de servicios
públicos que garantice a la población rural el
mínimo nivel de vida de supervivencia. Es preciso combinar
ese proceso, con un proceso de descentralización del Estado y de
las instituciones
que garantice las oportunidades a la población; así
quizá podremos llenar el casillero vacío de
Fajnzylber.
*H. Galván
es Militante Revolucionario y Economista