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Beckett




Enviado por a.a.u



    I

    Parménides quien vivió alrededor del siglo
    V a. C. pensó que, si algo existe debe haber surgido de
    algo o nada. La nada no existe. Pero cuando eso surgió de
    algo, ese algo es también distinto de lo que es. De
    ahí, comenta C. E. M. Joad, que Parménides infiere
    que la realidad es una masa sólida, un plenum; algo
    que ocupa la totalidad del espacio sólido y sin
    distinción  de ninguna de sus partes, sin comienzo ni
    cambio.
    Inmóvil, pero que si se moviese, pasaría a la nada.
    Por consiguiente, la acción
    adecuada en este mundo es para Parménides, la
    espera.

    La visión de aquel presocrático, mucho
    tiene que ver con la del genial dramaturgo y novelista
    irlandés Samuel Beckett (el autor
    de "Esperando a Godot": esa dramática
    representación del más miserable estado del
    hombre sin
    Dios, tal como reza una de las tantas interpretaciones sobre su
    más celebre obra). En ambos convive el mismo caos, la
    misma inmanencia sin origen ni transcurso.

    En los dos está la concepción de la
    imposibilidad de diferencias entre una cosa y la otra, como
    también la imposibilidad de movimiento, ya
    que todo movimiento o cambio es no solo imposible sino
    también irreal. Pero en Beckett, en cambio en su fuero
    artístico, se pueden interpretar otros
    aspectos.

    Si bien en el universo de
    éste, está planeado tal como se expuso, en sus
    personajes: ¿qué es lo que los lleva a iniciar cada
    novela, cada
    obra?

    Si nos apresuráramos a  responder
    contestaríamos que el deseo es el que lo hace. O la
    necesidad de concretar algo. Como le sucede a Molloy
    cuando desea ira ver a su madre: "Estoy en el cuarto de su
    madre. Ahora soy yo quien vive aquí. No recuerdo como
    llegué. En una ambulancia, en todo caso en un
    vehículo. Me ayudaron. Yo solo no habría llegado
    nunca. Quizás estoy aquí gracias a este hombre que
    viene cada una semana. Aunque él lo niega. Me da un poco
    de dinero y se
    lleva los papeles. Tantos papeles, tanto dinero."

    Molloy es una novela que trata la relación 
    de Molloy con su madre. Sin ser demasiado literal, la
    habitación de la madre bien puede representar el
    útero de ella. Este héroe recuerda al Quijote por
    enfrentarse a cada instante con un ensueño (o el
    ensueño) que  no puede saber a ciencia cierta
    de donde proviene. Por otra parte Morán es el encargado de
    buscarlo.

    Así como Molloy es hijo único,
    Morán tiene un único hijo. Morán y Molloy
    son parte de la misma ecuación. Francisco Pérez
    Navarro rescata algunas coincidencias:

    1) Los dos temen perder el sombrero;

    2) Ambos mencionan a un viejo que camina con pasos
    inseguros;

    3) Los dos inician un viaje en primavera y lo terminan
    en verano;

    4) Los dos están obsesionados con sus
    bicicletas, mas que nada en situaciones especiales;

    5) Rescata de uno de sus principales críticos,
    Fletcher, la imperiosa necesidad de ir a alguna
    parte.

    Molloy, al retratar la actual Irlanda, que él la
    llama "región de Molloy", es la primera novela de la
    trilogía, destacándose de las restantes por su
    tinte mas objetivista y realista.

    II

    En "Malone muere", la necesidad o deseo es la de
    contarse  historias hasta que finalmente llegue la
    muerte. "Durante la noche he tenido que reflexionar sobre mi
    empleo del
    tiempo. Creo
    que podré contarme cuatro historias, cada una sobre un
    tema distinto Una sobre un hombre, otro sobre una mujer, la tercera
    sobre cualquier cosa, y la ultima sobre un animal, un
    pájaro tal vez. Creo no olvidar nada. Estaría bien.
    Quizás ponga al hombre y ala mujer en la misma historia, hay tan poca
    diferencia entre un hombre y una mujer, digo entre los
    míos. Es posible que no tenga tiempo para terminare. Por
    otro lado tal vez termine pronto"

    Se trata sobre el inventario de sus
    pertenencias, un proyecto que el
    mismo Malone  lo declara como postergado. Como Molloy, lo
    redacta sentado. Malone tiene marcados rasgos comunes con sus
    antecesores  Molloy y Morán. El concepto que se
    encuentra reflejado es el de acumular los personajes antecesores
    en Malone. Quien por otra parte ignora de qué manera
    llegó hasta ese lugar: el lugar bien puede ser un hotel, la habitación de una casa, un
    manicomio… como también ciertas expresiones como "que
    aburrimiento", "no, esto no marcha", "que desastre".

    En cuanto a los lugares, el encierro puede ser uno de
    los recursos que
    más alimentan la enajenación propia de los personajes de
    Beckett. Tal simplificación junto a los rasgos de quienes
    hablan, sirven para aunar los soliloquios pasados  y
    venideros.

    En lo literario Beckett, logra  la proeza de
    reunir  las voces  de todos sus héroes  en
    una. Todas las frases y digresiones  tienden a reducirse en
    una sola voz. Con perspicacia, Pérez Navarro dice que las
    primeras páginas del cuaderno de Malone pueden ser los
    papeles que Molloy da al hombre,  al principio de la
    novela.

    Cabría pensar entonces que Malone es una
    invención de Molloy, incluso las creaciones de Malone:
    Sapo, que luego pasa a llamarse   Macmann, Moll y
    Lemuel, que son sino el mismo Malone narrando su propio homicidio.

    Por otra parte, si Descartes (una
    de las principales fuentes de
    inspiración de Beckett) advierte desde su perspectiva
    biologista, que el cuerpo es el que acerca el mundo mediante la
    percepción a la mente. Los héroes de
    Beckett son descriptos algunos con una pierna derecha quebrada,
    la parálisis general, la insistencia en el color de los
    ojos, los harapos; la reiteración  es sino la
    insistencia en ese reflejo ciego de un mundo destruido o
    quebrado.

    En el siglo XVII, Blas Pascal
    decía que para entrar al Reino de los Cielos primero
    había que pecar: se es en tanto se haya cometido
    el pecado originalmente. La causa es que el alma
    está presa en el deseo, y que no reposará, por puro
    instinto espiritual, en tanto encuentre la cosa amada; cosa amada
    como materia de
    dudas y cuyo origen yace siempre escondido, "Tu eres en verdad un
    Dios escondido" (Isaías 45-15).

    El estado en que se encuentran los personajes de Beckett
    es sustancialmente ése.

    En "El innombrable" se recrea una especie de
    personificación de lo que podría decirse "la nada".
    En esta novela no hay concreción, no hay certezas de las
    cosas.

    En esta novela  Beckett logra  considerar las
    dos caras de la realidad propuesta por Parménides.
    Aquí la nada es llevada a su máxima
    expresión. "Si, en mi vida, pues así hay que
    llamarla, hubo tres cosas: la imposibilidad de hablar, la
    imposibilidad de callarme y la soledad, física desde luego,
    que es con lo que sigo adelante. Si, ahora puedo hablar de mi
    vida, demasiado fatigado estoy  para andarme con
    miramientos, pero no sé si estuve  con vida, pues
    acerca de ello carezco ciertamente de opinión"

    El innombrable se habla asimismo; mas exactamente es una
    voz que se habla asimismo y de si mismo. Sometido  a un ojo,
    él cree que se habla, pero es otra voz laque lo hace por
    él. Finalmente cae en la cuenta que esa voz no le
    pertenece. Ignora quien es: solo llora eternamente.

    En "El innombrable", donde se pasean Malone, Molloy y
    Sapo, no hay tiempo ni espacio, ni nada para hacer.  Por eso
    tiene que crear personajes, imaginarlos y darles forma, darse
    alguna referencia; pero éstos siempre terminan
    siéndoles ajenos.

    En su obra capital,
    "Esperando a Godot", se espera siempre a alguien que tras
    innumerables postergaciones, nunca llega, por eso es que
    marcó un punto de inflexión en el teatro, contexto
    en el que "mejor es no hacer nada": Godot nunca aparece, nunca
    acude a Estragón, Vladimiro, Pozzo y Lucky. En Lucas 7-19
    se le pregunta al Señor "¿Eres tu el que ha de
    venir, o debemos esperar a otro?" y mas abajo afirma:
    "¡feliz el que me encuentra y no se confunde conmigo!"
    (Lucas 7-23).

    En "Esperando a Godot" se invierte el sentido. Hay
    certezas de que Godot debe llegar, pero nunca lo hace y se
    confunde a Godot: Vladimiro dice que es un conocido: tal vez
    está ahí, junto a ellos y no lo ven. Hay teorías
    que dicen que Pozzo es Godot, pero el olvido de su nombre les
    impide reconocerlo.

    Vladimiro y Estragón esperan a Godot bajo un
    árbol de  4 ó 5 hojas. Parece ser un
    árbol malo, instalado en una especie de encrucijada. Tal
    es el signo de un mundo miserable en la región de Molloy,
    donde Molloy habla de un terreno pantanoso, cenagoso. Podemos
    decir que "Esperando a Godot" es la síntesis
    de esperar algo que se olvidó en un lugar igualmente
    olvidado.

    Sus actores se asemejan a Belacqua, quien pecó de
    pereza, y quien respondió a Dante:

    "De qué sirve, hermano, ir
    arriba

    pues no me dejaría ir al
    castigo

    el ángel del Señor que
    está en la puerta"

    (Purgatorio-Canto
    IV-v.v.127-129)

    Yaciendo sentados, como si en esa posición
    "adquiriesen sabiduría", haciendo alusión a una
    frase de Aristóteles.
    (Volviendo al tema del árbol de tres o cuatro hojas, que
    va variando de número… en "La Divina Comedia" simboliza
    la Ciencia y
    que ha sido despojado dos veces; "el gran árbol que que
    llanto y súplicas desdeña" (op. cit. Canto
    XXIV).

    Borges sugestivamente comenta que en el capítulo
    6 de "El hombre que
    fue Jueves" de Chesterton, hay un árbol que en los
    confines del oriente es más y menos que un árbol, y
    que en occidente es una torre cuya arquitectura es
    en sí malvada. Arbol como correlato de sombra; como eso
    que da frutos y crece, según Paracelso; como
    simbología de vida psíquica y
    espiritual…

    A pesar que ésto no deja de ser desconcertante,
    el árbol de tres o cuatro hojas que ven sus personajes, es
    capaz de recibir varias acepciones.)

    III

    En las distintas obras de Samuel Beckett el deseo
    siempre figura desdoblado: la espera, la búsqueda, la
    visita, el deseo de hablar, de callar. Todos son sino fruto de la
    incompletud y de la fragmentación de la identidad.
    Trata sobre el drama del sujeto que no encuentra a Dios, con el
    cual encontraría  al mundo; redención que
    René Descartes en sus "Meditaciones metafísicas"
    (ese largo monólogo que da fe de esa búsqueda de,
    que salir al mundo, es mediante Dios) si logró.

    A causa de esa limitación, Beckett ilustra 
    páginas sin avance ni retroceso, donde la vida y la muerte son
    meras palabras. Podríamos aparte agregar que en su obra se
    ilustra alegóricamente la historia de la
    filosofía: sus personajes "emulan" la
    concepción de Parménides (siglo V a. C), que no
    puede conocer la salvación que Descartes conoce en el
    siglo XVIII, mas de dos mil años
    después.

    Entonces, si Descartes es sinónimo de conocimiento
    de si mismo y de su mente (pues su materia y espíritu
    fueron creados por la Sustancia Suprema y de la benévola
    intervención de Él, en el
    conocimiento continuo y milagroso de los sucesos del cuerpo y
    el alma), Parménides es  el arquetipo de lo
    indeterminado, inmutable e irracional. En otras palabras, si
    Dante encuentra a Virgilio como si se tratase de una guía
    o una luz, los
    personajes de Beckett no son pródigos en encontrar tal
    virtud.

    Son los desheredados de esa Gracia. Pues, justamente
    esta es la gran proeza: dibuja al hombre del siglo XX como
    fragmentado y desposeído de la  serena
    contemplación de los antiguos como también del Dios
    de los modernos. Ilustra la ansiedad y desesperación que
    abunda en esas épocas. Y a partir de esas condiciones se
    encarga de desclasificar en vez de clasificar, no generaliza; por
    el contrario, exhibe lo diverso de este caos, habla de lo que no
    se puede hablar.

    Entonces hay que preguntarse: ¿qué pueden
    hacer  Sapo, Worm, Molloy, Mahood, en un mundo que son sino
    sombras, proyectadas por alguien a quien no conocen, no entienden
    y tal vez ni conciencia tienen
    de él?

    Los personajes aparecen a lo largo de los libros
    plegados en si mismos, nunca hay una cabal comprensión de
    lo que ocurre afuera.

    El comienzo siempre se anula  con el inicio mismo,
    yendo hacia si mismo hasta el punto de esfumarse. Lo real apenas
    aparece, mediante  el estricto orden gramatical expuesto, o
    algunas breves descripciones o algún recuerdo.

    El espacio (o "la región de Molloy" en
    alegoría a aquel) es prácticamente nulo en el papel
    que realiza. Más bien, es el tiempo psicológico el
    que encuentra mayor vigencia, es en donde, sus héroes,
    todo lo abren y nada lo resuelven, condenados por
    siempre al mismo error, y donde todo lo que quieren tomar se les
    resiste; cada uno es deudor de algo. Las digresiones por
    otra parte, tan comunes y extensas hacen referencia a aquel
    error. Dan la impresión que se imponen como en bloque,
    como si intentaran cooperar, en vano, en encontrar ese ser que no
    existe, no en tanto se lo halle o construya. Cada personaje a su
    vez, obedece a alguien que "debe" obedecer.

    Pero hay un rasgo distintivo en Beckett, que es el de
    disociar la historia de sus personajes con la historia
    misma
    . Esta ultima no refleja la voluntad de aquellos. La
    historia se cuenta por si misma  y se repite: de allí
    el fracaso de sus héroes. Pues la historia siempre impera
    por encima de la de sus personajes.

    Allí, más allá de todo, no ocurre
    absolutamente nada; nadie tiene que esperar a nadie, porque nunca
    llegará; quien habla no lo hace en realidad ya que la voz
    que lo hace no es la suya.

    La voluntad de los personajes de Beckett no tiene
    razón de ser porque no esta ni en el mundo ni en los
    actores: está en si, vuelta hacia si hasta el punto de
    desaparecer, como una alucinación que como tal queda 
    por siempre en el principio. Los anhelos que abundan 
    consisten a fin de cuentas en
    esperarse, hablarse, buscarse aunque todo intento termine en el
    fracaso.

    Todos están condenados a un monótono e
    intacto divague. Ese "imposible" Dios o ese "imposible
    montón de ideas" que constituyan ese ser es
    impensable. El autor logra  magistralmente 
    manejarse  entre el ser y el afuera. Uno
    siempre logra anular al otro, como también la
    última oración siempre anula a sus anteriores.
    "¿Cómo hacer, cómo hacer?", se
    pregunta Molloy.

    Pero cuán alusivo es el ejemplo que Maurice
    Blanchot hace sobre Artaud, diciendo que él sabía
    con profundidad qué le proporciona la experiencia del
    dolor. Y que pensar  no es tener pensamientos: los
    pensamientos  que él tenía, solamente le
    enseñaron que él todavía no había
    empezado a pensar. En la obra de Beckett, es esa la raíz
    que anula el binomio cogito ergo sum 
    cartesiano.

    Por eso, Dante en uno de sus pasajes, nos indica que la
    forma sustancial es perceptible al obrar, y que las nociones
    llegan a la mente con el consiguiente deseo de causas nunca
    conocidas "como en la abeja el arte de hacer
    miel". En Beckett en cambio no se obra, en realidad solo se desea
    sin esperar, y las nociones o ideas o pensamientos nunca llegan a
    ellos. Sin embargo, el deseo que ellos añoran, es que
    aquellos lo hagan. Lo que implica su constante fracaso, de
    allí la necesidad de ellos ir siempre a algún
    lugar.

    Sus personajes llevados al mas extremo absurdo lo
    único que pueden hacer es hablar. Las palabras son el
    único indicio de esa voluntad errática y
    desvaída  que intenta armar de alguna manera esa
    realidad rota  por todas partes. Sus monólogos son
    sino la espera de una idea, queriendo abrir siempre el mismo
    horizonte "Pero siempre viene el mismo: Mas tarde, Mas
    tarde"
    .

    Al igual que Thomas Bernhard, Samuel Beckett intenta
    hablar de lo que no se puede hablar. Ambos se introducen donde no
    hay sentido ni dialéctica: un pájaro, una silla,
    una ventana, son la misma cosa. Ambos hacen lo contrario a lo
    postulado por Wittgestein: hablar de lo que no se sabe. Ambos,
    también están influenciados por el unanimismo
    (doctrina fundada por Jules Romain, y que Beckett tanto admiraba)
    la cual pregonaba la unanimidad de las cosas.

    Todo es presto a conocerse; la narración de
    Beckett sugiere palabras como "infinitud" y "eternidad", campo
    que tanto interesó a los metafísicos y, sin
    embargo, nada llega a conocerse. "No deja de ser un curioso
    infierno
    – cuenta en El innombrable- quizás sea
    la tierra,
    quizás las orillas de un lago bajo la tierra, apenas
    se respira aquí, no es seguro, no se ve
    nada, no se oye nada"

    Todo sugiere lo infinito y eterno, todo es frío y
    vacío, sin ese Dios eterno que brilla por su ausencia
    Así como el Creador alguna vez creó el mundo y
    junto a él la posibilidad, la posibilidad aquí es,
    en cambio prácticamente nula. Por consiguiente,
    también el mundo ha quedado anulado, destruido por una
    culpa primaria.

    Como en Kafka que reina un mundo ajeno mediante el Estado y
    las leyes del Estado,
    entidades desconocidas y abstractas, convertidas en símbolos del terror, en Beckett, en cambio,
    hay un mundo en  el cual absolutamente todo resulta ajeno.
    Hasta el soplo mismo de la vida se halla estancado y
    lejano.

    Sus frases siempre logran la milagrosa y mínima
    expresión  de las cosas, como padre de un
    delirio  que se puede definir con lo que no se puede
    saber… esa verdad inaprensible, que se escurre de las manos y
    de las certezas.

    Samuel Beckett, hijo de protestantes irlandeses, amigo
    de James Joyce, dramaturgo y novelista, junto a Robert Musil,
    Hermann Broch y a Franz Kafka
    son muy probablemente los máximos exponentes de la
    alienación en el siglo pasado. Fueron hombres que supieron
    escuchar el interminable arrullo de palabras sobre el dolorido
    destino del mundo y de los hombres.

    Sobre lo que estaba por ocurrir y ocurre: finalmente, la
    fuente original de todo arte es sino la inspiración de un
    ser puesto en el futuro. Por eso usaron otras, muchas otras voces
    para decir las verdades que en aquellos tiempos ellos ya estaban
    imaginando.

    Andres A. Ugueruaga

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