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¿Violencia de género en la familia?




Enviado por daymi



    1. Resumen
    2. La mujer en la familia a lo largo
      de la historia
    3. El sistema sexo –
      género
    4. La violencia de
      género
    5. ¿Podemos combatir la
      violencia de género?

    Resumen:

    Ya desde los albores de la historia escrita, es
    evidente el dominio del
    hombre en las
    distintas sociedades.
    La mujer ha
    ocupado como regla general una posición subordinada con
    respecto al hombre en las sociedades anteriores a la actual. Esta
    desigual distribución de poder
    determinada socialmente por el sistema sexo
    género resulta de especial interés
    para abordar la violencia de género.

    Este tema es de especial interés por la propia
    invisibilización que hay del fenómeno, por la
    presencia de mitos al
    respecto, por tabúes que existen relacionados con la
    intimidad de la dinámica familiar, que no se debe comentar,
    que es algo secreto del hogar; que da vergüenza y por eso se
    calla; por el desconocimiento sobre el mismo, a veces, hasta por
    el temor de represalias, y hasta por el poco apoyo legislativo
    que existe a las mujeres objetos de violencia. El presente
    trabajo es un
    acercamiento al tema de la violencia de género en la
    familia.

    ¿Violencia de género en
    la familia?

    "Hay quien observa la realidad así como es,
    y se pregunta por qué, y hay quien imagina la realidad
    como nunca ha sido, y se pregunta por qué no
    ".

    George Bernard Shaw.

    Ya desde los albores de la historia escrita, es evidente
    el dominio del hombre en las distintas sociedades. Puede
    suponerse que el dominio masculino se remonta al
    paleolítico como resultado de la valoración de la
    caza como actividad fundamental. Las religiones
    monoteístas también apoyan la idea de que la
    mujer es por
    naturaleza
    más débil e inferior al hombre. En la Biblia, por
    ejemplo, Dios situó a Eva bajo la autoridad de
    Adán y san Pablo pedía a las cristianas que
    obedecieran a sus maridos. De forma análoga, el hinduismo
    sostiene que una mujer virtuosa debe adorar a su marido y que el
    poder de su virtud servirá de protección a
    ambos.

    La
    mujer en la familia a lo largo de la historia:

    La mujer ha ocupado como regla general una
    posición subordinada con respecto al hombre en las
    sociedades anteriores a la actual. Esta posición
    secundaria se ha visto ligada también a una determinada
    estructura
    familiar que diferenciaba los roles de género. Analicemos
    brevemente, ejemplos de la situación de la mujer en la
    familia: (Lodder, P. 1991).

    La Familia en la Grecia
    Clásica.

    Los derechos de la
    mujer no aumentaron con respecto a las civilizaciones egipcia
    y mesopotámica. Las leyes
    reconocían el divorcio y el
    repudio de la esposa sin necesidad de alegar motivo alguno. La
    mujer, sólo en caso de malos tratos, podía
    conseguir que se disolviera el matrimonio. Por
    lo demás, pasaba toda su vida confinada en el hogar, y
    tenía a su cargo el cuidado de los hijos y de los esclavos
    sin que se le permitiera participar en los negocios
    públicos. De niña vivía al lado de su madre
    y se casaba a los 15 años sin ser consultada.

    La Familia en la Roma
    Clásica.

    La familia romana era esencialmente patriarcal. El padre
    de familias, o sea, el marido, constituía la cabeza
    visible de la misma y ejercía una autoridad completa sobre
    los demás miembros de la casa. Aunque la mujer romana
    mejoró su posición respecto a la griega, siempre
    estuvo bajo la tutela del
    varón.

     La Familia en el Mundo
    Musulmán.

    Como en el resto del mundo musulmán, la familia
    de la sociedad de
    Al-Andalus era esencialmente patriarcal; el padre de la familia
    ejercía su poder sobre la esposa, los hijos y los criados;
    la poligamia era corriente entre los ricos, pero los pobres eran
    monógamos por necesidad.

    La mujer en el sistema económico
    feudal.

    La mujer tenía a su cargo todas las funciones
    domésticas. Ella amasaba el pan, preparaba la comida,
    cuidaba de los animales
    domésticos y al mismo tiempo,
    ordeñaba la vaca que proporcionaba la leche, tan
    necesaria en la dieta de una economía de
    subsistencia. En realidad estaba muy especializada en la
    elaboración de productos
    alimenticios: conservas, pasteles, dulces, embutidos,
    etc.

    La mujer en el Antiguo Régimen.

    Durante el Antiguo Régimen, el concepto que se
    tenía de la mujer y de su papel social sufrió
    importantes modificaciones. Las nuevas pautas, introducidas en el
    siglo XVI a partir del humanismo
    cristiano propugnado por Erasmo de Rotterdam, no rompieron del
    todo con la misoginia heredada de los tiempos medievales. Si bien
    encontramos mujeres humanistas, cultas e independientes, como
    Doña Mencía de Mendoza, el cometido de la mujer es
    fundamentalmente doméstico. Tres son sus funciones
    básicas: ser buena madre y esposa, ordenar el trabajo
    doméstico, y perpetuar la especie humana. Fray Luis de
    León en su obra La Perfecta Casada recoge la doctrina del
    Concilio de Trento y traza el perfil ideal de la mujer: modesta,
    recatada, obediente, sacrificada, defensora del propio honor y
    del familiar, educadora de los hijos, etc. Pero este perfil no
    era del todo real. En la España del
    XVII eran corrientes las relaciones prematrimoniales, y como no
    se contraía matrimonio por amor,
    abundaban el adulterio, los
    hijos bastardos y el
    aborto.

    En la legislación romana (base de la europea y
    de la estadounidense).

    El marido y la mujer eran considerados como uno, ya que
    la mujer era la ‘posesión’ del marido. Como
    tal, la mujer no tenía control legal
    sobre su persona, sus
    tierras, su dinero o sus
    hijos. De acuerdo con una doble moralidad, las
    mujeres respetables tenían que ser castas y fieles, pero
    los hombres respetables no. En la edad media,
    bajo la legislación feudal, las tierras se heredaban por
    línea masculina e implicaban poder político, lo que
    favorecía aún más la subordinación de
    la mujer.

    Hubo, sin embargo, algunas excepciones.

    En la antigua Babilonia y en Egipto las
    mujeres tenían derecho a la propiedad y en
    la Europa medieval
    podían formar parte de los gremios artesanos. Algunas
    mujeres ostentaban autoridad religiosa como, por ejemplo, las
    chamanes o curanderas siberianas y las sacerdotisas romanas. En
    ocasiones las mujeres ostentaban autoridad política, como las
    reinas egipcias y bizantinas, las madres superioras de los
    conventos medievales y las mujeres de las tribus iroquesas
    encargadas de designar a los hombres que formarían parte
    del consejo del clan. Algunas mujeres instruidas se lograron
    destacar en la antigua Roma, en China y
    durante el renacimiento
    europeo.

    Todo ello induce a que las mujeres se encuentren en una
    situación de desventaja en la mayoría de las
    sociedades tradicionales. Su educación muchas
    veces se limitó a aprender habilidades domésticas y
    no tenían acceso a posiciones de poder.

    El matrimonio fue una forma de protección, aunque
    con una presión
    casi constante para dar a luz hijos,
    especialmente varones. En estas sociedades, generalmente las
    mujeres casadas adquirían el estatus de su marido,
    vivían con la familia de él y no disponía de
    ningún recurso en caso de malos tratos o de
    abandono.

    El
    sistema sexo – género:

    Es evidente que nuestra sociedad a lo largo de su
    historia se ha caracterizado por ser patriarcal y machista y por
    establecer relaciones desiguales de poder quedando la mujer en
    una posición de desventaja y subordinación respecto
    al hombre. Hablamos en este sentido de uno de los problemas
    sociales fundamentales que enfrentamos en la actualidad y que
    resulta un reto para todos los profesionales e investigadores
    sociales, se trata de la discriminación de género en la
    familia, aunque sería preciso aclarar que este problema no
    es exclusivo de este espacio, sino que se extrapola a toda la
    sociedad.

    Género, es un concepto que existe desde hace
    cientos de años pero que en la década del 60
    comenzó a ser utilizado en las ciencias
    sociales con una acepción específica; a
    diferencia de sexo, que tiene una connotación
    biológica, es utilizado para designar un conjunto de
    actitudes,
    comportamientos y normas que cada
    cultura le
    atribuye a cada uno de los sexos de manera diferenciada. De
    ahí que el sistema de género sea una construcción biosociocultural, binaria y de
    exclusión, que pone al hombre y a la mujer en una
    relación jerárquica y de poder,
    específicamente de dominación del género
    masculino sobre el femenino.

    El sistema sexogénero, es una
    simbolización cultural construida a partir de la
    diferencia sexual, que rige el orden humano y se manifiesta en la
    vida social, política y económica. Entender
    qué es y cómo opera nos ayuda a vislumbrar
    cómo el orden cultural produce percepciones
    específicas sobre las mujeres y los hombres, percepciones
    que se erigen en prescripciones sociales con las cuales se
    intenta normar la convivencia.

    Esta normatividad social encasilla a las personas y las
    suele poner en contradicción con sus deseos, y a veces
    incluso con sus talentos y potencialidades. En ese sentido el
    género es, al mismo tiempo, un filtro a través del
    cual miramos e interpretamos el mundo, y una armadura, que
    constriñe nuestros deseos y fija límites al
    desarrollo de
    nuestras vidas. (Lamas, M. 1996).

    Si bien es cierto que se nace hombre o mujer,
    biológicamente hablando, las representaciones sociales y
    culturales que se constituyen sobre cada sexo, son elementos de
    carácter ideológico que se han
    elaborado en un proceso
    histórico propio de cada cultura, que ha configurado las
    identidades de género.

    Lever (1993) afirma que "Mujer no se nace, se
    hace
    , como dijo Simona Beauvoir, como mismo a los varones
    la cultura les dice "hazte hombre", también a las mujeres
    les ocurre (…)"
    (Calderón, S. y Muñoz,
    Ch. 1998, p. 72).

    Ya clasificados los géneros (femenino y
    masculino), se les asigna un conjunto de funciones, cualidades,
    actividades, relaciones sociales, formas de comportamiento, etc. de manera diferencial que se
    encuentran estrechamente relacionados con el desempeño del rol de
    género.

    La
    violencia de género:

    La desigual distribución de poder, inherente al
    desempeño de los roles de género, así como
    la manera estereotipada de asumir el género femenino y el
    masculino resultan significativas a la hora de hablar de
    violencia de género.

    Cuando hablamos de violencia podemos pensar en violencia
    escolar, doméstica, familiar, etc., pero me voy a
    centrar en la violencia de género en la vida
    familiar.

    La violencia, nos remite desde la etiología de la
    palabra al concepto de fuerza, y el
    uso de la fuerza se relaciona con el concepto de poder.
    Históricamente la violencia siempre ha sido un medio para
    hacer ejercicio del poder, relacionada con el predominio a
    través de la fuerza. El objetivo,
    entonces, de una conducta violenta
    siempre alude a una lucha de poderes; el daño
    subyace, ya sea a nivel físico (el más evidente),
    psíquico o emocional. (Calzón, A,
    2003).

    Entendamos por violencia cualquier manifestación
    de abuso físico y/o psicológico que se lleve a cabo
    en relaciones desiguales de poder. Teniendo en cuenta lo antes
    mencionado, como resultado de la sociedad patriarcal es
    más frecuente la violencia de los hombres contra las
    mujeres.

    La Convención Interamericana para prevenir,
    sancionar y erradicar la violencia contra la mujer
    (Convención de Belem Do Pará), define la violencia
    contra la mujer como:

    Cualquier acción
    o conducta, basada en su género, que cause muerte,
    daño o sufrimiento físico, sexual o
    psicológico a la mujer, tanto en el ámbito
    público como en el privado y puede suceder en la familia,
    centros de trabajo, escuelas, instituciones
    de salud, en la
    calle o en cualquier otro lugar.

    Las manifestaciones más frecuentes de la violencia
    intrafamiliar son la violencia sexual, la física, la
    psicológica y la económica.

    La violencia sexual puede ir desde una mirada o
    comentario malicioso, un manoseo, hasta la penetración
    forzada del pene o algún objeto.

    La  violencia física es la que
    se comete directamente en el cuerpo de la persona, son las
    agresiones que se hacen con las manos, el puño, las
    uñas, los pies, armas blancas u
    otros objetos al alcance del agresor. Este tipo de violencia
    puede ser fácil de observar por las huellas que deja en el
    cuerpo, pero también pueden ser golpes leves que no dejan
    huella aparente, pero que repetidos con frecuencias,
    también minan la salud de la víctima.

    La violencia psicológica daña
    directamente el valor, la
    estima y la estabilidad emocional de la persona que la sufre, son
    las humillaciones, insultos, menosprecio, abandono, amenazas,
    omisiones, silencios y otras conductas similares a las que se
    somete cotidianamente a una mujer y a otros miembros vulnerables
    de la familia, y que tienen repercusiones de tipo
    psicológico, y seguramente en toda la salud de la persona
    que las sufre.

    La violencia económica se refiere al
    control que tiene el hombre
    hacia la mujer por medio del chantaje económico. El hombre
    administra y maneja el dinero, las
    propiedades y en general todos los recursos de la
    familia a su libre conveniencia.

    La violencia de género puede manifestarse en
    cualquiera de sus formas, pero puede también combinar dos
    o más de sus formas.

    La violencia de género limita el sano desarrollo,
    disminuye la autoestima de
    la víctima, pone incluso en peligro la vida, su salud y su
    integridad, causando por ejemplo alteraciones emocionales,
    dificultades en lasa relaciones
    interpersonales y traumas sexuales; se infiere de manera
    sistemática, puede conformarse por un solo acto, o bien
    puede consistir en una serie de agresiones que, sumados, producen
    un daño, aunque cada una de ellas, aislada, no
    forzosamente lo produzca.

    Causales de este fragelo pueden citarse muchos: la
    crisis en las
    familias, el exceso de trabajo y el abandono de los hijos en
    algunas, así como el desempleo en
    otras; la falta de límites, el alcohol, la
    droga, la
    pérdida de valores, la
    crisis política, económica y social; la influencia
    de la
    televisión, el nivel económico, el nivel
    escolar, el cultural, etc., otros autores prefieren buscar en el
    proceso de socialización estas causas. Investigaciones
    realizadas por la Dra. Caridad Navarrete refiere resultados
    diferentes en cuanto a los distintos tipos de maltratos frente a
    variables como
    la etapa generacional que atraviesa la mujer, su
    ocupación, estado civil,
    etc. No obstante sí se hace evidente la presencia de
    violencia en la mayoría de la población estudiada en sus investigaciones.
    Lo importante es destacar que ninguno de estos factores es, por
    sí solo, causal de violencia.

    Este fragelo es siempre consecuencia de una
    multicausalidad, de una combinación de factores que
    generan una descarga violenta. Incluso podemos encontrar en la
    literatura un
    determinante biológico, cierta predisposición
    personal en
    determinados sujetos a desencadenar hechos violentos.

    La Dra. Caridad Navarrete, nos habla de elementos
    importantes para la indagación científica, que
    representan un enfoque criminólogo de búsqueda de
    determinantes que se relacionan con esta realidad.

    Propone indagar en el metasistema, en el microsistema,
    en el microsistema y en el nivel personológico, buscando
    elementos específicos en cada uno de ellos. Algunos de
    estos son:

    METASISTEMA:

    • Bloqueo económico comercial y
      financiero.
    • Creencias y valores culturales acerca de la mujer, el
      hombre, los niños
      y la familia.
    • Concepción acerca del poder y la
      obediencia.

    MACROSISTEMA:

    • Conceptos de roles familiares derechos y
      responsabilidades.
    • Legitimación institucional de la
      violencia.
    • Modelos violentos (medios de
      comunicación)
    • Vacíos legislativos (o legislación
      discriminatoria)
    • Apoyo institucional limitado para las
      víctimas.
    • Impunidad de los perpetradores.

    MICROSISTEMA:

    • Violencia en la familia de origen.
    • Autoritarismo en las relaciones
      familiares.
    • Nivel de comunicación.
    • Disfuncionalidad familiar
    • Educación sexista.
    • Instrucción escolar sin enfoque de
      género.
    • Victimización secundaria en los grupos de
      tiempo libre y de acción comunitaria.

    En este microsistema existen factores de riesgo que
    debemos tener en cuenta, algunos de ellos podemos analizarlo
    incluso, más detalladamente en el nivel posterior, aunque
    no cabe duda que repercuten profundamente en esta escala, ellos
    son:

    NIVEL PERSONOLOGICO:

    • Aprendizaje de resolución violenta de conflictos.
    • Prescripción del comportamiento a
      través del rol de género.
    • Capacidades comunicativas
      específicas.
    • Poder de la mujer limitado al plano afectivo y la
      vida doméstica.
    • Baja autoestima.

    Muy relacionado con esta propuesta se encuentra la
    multidimensionalidad que propone Marcela Lagarde a la hora de
    abordad el concepto de género, define cinco dimensiones:
    biológica, social, económica, subjetiva y
    política. Estas dimensiones podemos encontrarlas abordadas
    en su obra provocando desafíos importantes a la hora de
    tratar el tema género. Considero que al realizar una
    lectura
    crítica
    de la construcción estereotipada que se ha hecho de
    hombres y mujeres podemos contribuir al desenmascaramiento de
    muchas interrogantes relacionadas con la violencia de
    género, que se explican a partir del propio significado de
    ser hombres y mujeres.

    ¿Podemos combatir la violencia de
    género?:

    Resulta el tema de la violencia de género de
    especial interés por la propia invisibilización que
    hay del fenómeno, por la presencia de mitos al respecto,
    por tabúes que existen relacionados con la intimidad de la
    dinámica familiar, que no se debe comentar, que es algo
    secreto del hogar; que da vergüenza y por eso se calla; por
    el desconocimiento sobre el tema, a veces, hasta por el temor de
    represalias, y hasta por el poco apoyo legislativo que existe a
    las mujeres objetos de violencia. Es de destacar que los propios
    resultados de las investigaciones ya citadas que lleva a cabo la
    Dra. Navarrete revelan un por ciento considerable de mujeres que
    no responden las preguntas realizadas, lo cual se ilustra lo
    antes planteado.

    Citando algunos de los mitos que se encuentran muy
    relacionados con la violencia de género en la familia
    encontramos: Las relaciones entre hombre y mujer son violentas
    por naturaleza.

    La familia es un lugar inseguro para vivir. La mejor
    forma de acabar con la violencia doméstica es el
    empoderamiento de las mujeres para someter a los hombres La
    dependencia afectiva siempre es negativa.

    Si analizamos cada uno de ellos desde una perspectiva de
    género podemos llegar a la conclusión de que, desde
    estos mitos, la familia es un campo de batalla, en el que se
    perpetúan relaciones de poder estereotipadas que
    conllevan, a que se vea, casi de manera natural la violencia
    contra la mujer, pues son seres pasivos, dependientes, inseguras,
    muy afectuosas, que necesitan de una mano dura que las
    guíe. Viendo esto así se está limitando el
    desarrollo armónico de hombres y mujeres, al encasillarlos
    en roles de género completamente nocivos.

    La violencia no es natural, no se hereda, no es una
    forma de enfrentamiento adecuada, tampoco podemos erradicarla
    asignándole poder a la mujer, pues también
    estaríamos ante relaciones asimétricas de poder. Se
    trata de lograr equidad. La
    violencia se enseña y se aprende, y este fenómeno
    puede cambiar. ¿Cómo?

    En la medida que se reconozca que la violencia se
    aprende (la principal fuente de aprendizaje es la
    familia y en general lo que aprendemos socialmente) y que no
    surge de manera espontánea; que es una realidad que ocurre
    en muchísimos hogares. (Gómez, C. 2005).

    La violencia de género, en particular en la
    familia, es un grave problema de salud
    pública que tiene efectos destructivos en el
    desarrollo de las mujeres, pero, particularmente en las
    niñas y los niños, pues es lo familia el primer y
    principal vínculo socializador, que acompaña al ser
    humano durante toda su vida, de ahí la necesidad de que
    esta sea ejemplo, de que eduque a cada uno de sus miembros en
    relaciones de equidad, de afecto, de
    colaboración.

    Es importante reconocer que las acciones y los
    esfuerzos de atención, prevención e información que se realicen para combatir
    la violencia de género, así como la unión de
    los esfuerzos contribuyen a la creación de una cultura de
    igualdad y
    equidad libre de violencia, donde las relaciones de los hombres y
    las mujeres se basen en el respeto, la
    tolerancia y
    la responsabilidad compartida.

    Bibliografía:

    • Calderón, S. A. y Muñoz Ch. S.
      Maternidad y paternidad: las dos caras del embarazo
      adolescente. Centro nacional para el desarrollo de la mujer.
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      género. Universidad
      de la Habana. Facultad de Psicología.
      2005:
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      mirada psicopedagógica sobre el ser, el hacer y el
      aprender. Publicación bimestral de distribución
      gratuita. Psignos. Cuba. 2003.
    • Gómez, C. La violencia de pareja. México. 2005.
    • Lamas, M. Problemas
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      1996.
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      Investigaciones en temas de paz. España.
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    • Navarret, C. Resultados de investigaciones
      realizadas con mujeres que han sufrido violencia.
    • Wadham, Ben.  Violencia
      masculina. ¿Un mito
      Revista XY:
      men, sex, politics, 6(1).  Australia, 1996.

    Licenciada Daymi Rodríguez
    López

    Profesora instructora de la Facultad de
    Psicología. Universidad de la Habana

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