Monografias.com > Lengua y Literatura
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Del compromiso de los 50 al optimismo acrítico: El caso Sábato



     

    0. Introducción a la ponencia

    No voy a defender la idea, que va deviniendo
    tópico y con justa razón, de que Sábato
    es acrítico o de que, en su mejor versión, con el
    tiempo ha
    llegado a serlo: voy a optar por presuponerla y presentar
    más bien un mapa del devenir del intelectual sartreano
    desde Sartre hasta
    Sábato, dejando en manos de Osvaldo Bayer, David
    Viñas, María Pía López, Guillermo
    Korn, Martín Caparrós, Eduardo Anguita o
    José Pablo Feinmann todos los fundamentos que sobre aquel
    tópico existen. Apenas hay algo nuevo que aportar sobre el
    desenmascaramiento de Sábato, y tiene que ver con que
    mucho de lo que hace tiempo tuvo que buscarse para objetarlo en
    entrevistas
    inhallables, en artículos de archivos de
    diarios, en textos publicados en revistas de otras partes del
    mundo y en lugares olvidados, hoy está en sus propios
    textos más recientes. Sábato ya no viene con
    eufemismos: ya no hace falta leerlo entre
    líneas.

    Esta etapa sabatiana de sus últimos tres
    trabajos, en fin, posee, muy explícitamente, sus
    intenciones de grabarse en el imaginario como un héroe,
    como un defensor de los derechos humanos
    y como un intelectual comprometido en términos sartreanos.
    La etapa de explicitación sabatiana de todo aquello que de
    él se sospechaba y se tenía que fundamentar
    rastreando textos que no eran sus sobrias y cautelosas obras,
    puede ser un tema interesante en el proceso
    evolutivo de un intelectual de pretensiones sartreanas que
    deviene decadente. La extensión de la ponencia no permite
    más que sugerir esta idea.

    1. Sartre y
    París

    Algo de esto había dicho José Pablo
    Feinmann: nadie ha vuelto a hablar de Sartre desde que la
    teoría
    del compromiso fuera cercada, desmantelada. Foucault, por
    mencionar sólo un caso francés, lo mató diez
    años antes de su muerte
    real.

    El Sartre que será después objetado de muy
    distintas formas por Foucault es un Sartre que finalizada la
    Segunda Guerra se
    había ido tiñendo de un marxismo al
    que llegó por las objeciones que su existencialismo puro, y por lo tanto
    burgués, había recibido. Una vez marxistizado, una
    vez que el fascismo
    internacional y la lectura del
    marxismo lo situaran, Sartre trata de incorporarle a la lectura
    marxista tradicional la categoría de libertad, con
    lo cual existen momentos en los que Sartre es un extraño
    marxista que predica una especie de libertad en última
    instancia
    . Uno de esos momentos se lee en
    ¿Qué es la literatura?:

    "Concebimos sin dificultad que un hombre, aunque
    su situación esté totalmente condicionada, puede
    ser un centro de indeterminación irreductible. Ese sector
    imprevisible que se muestra
    así en el campo social es lo que llamamos libertad y la
    persona no es
    otra cosa que su libertad. (…) Nosotros nos limitaremos a
    observar que, si la sociedad hace
    a la persona, la persona, por una vuelta parecida a la que
    Augusto Comte
    denominaba paso por la subjetividad, hace a la sociedad" (SARTRE,
    1948).

    La libertad sartreana, en ¿Qué es la
    literatura
    ?, es una libertad que el escritor comprometido
    ejerce dentro del marco total de sus condicionamientos. La
    literatura, aquí, cumple la función
    social de revelarle a la recepción cuáles son los
    límites
    de su libertad, para qué debe usarla y cómo debe
    leer su situación. Esto es lo que la obra debe
    decir. Esta libertad condicionada tiene ya pocos rastros
    de aquel primer Sartre existencialista que advertía una
    especie de libertad en estado puro,
    de raíces mucho antes kantianas que marxistas. Pues bien,
    la ocupación alemana de París le da una notable
    lección sobre marxismo: ese hombre, que no puede dejar de
    ser material e histórico, concreto y
    social, no puede pensarse abstractamente libre. Para este
    entonces, Sartre ya ha pasado de Kant a Marx, siempre con
    un tono polémico, siempre desafiante, siempre inobjetable,
    sobre todo cuando no tiene razón.

    La categoría sartreana de situación
    va sitiando los márgenes de aquella vieja libertad
    que había tratado de incorporar al marxismo desde su
    primer existencialismo, y después de los cincuenta se
    vuelve tan poco existencialista y tan marxista, que
    declara:

    "(…) hay que recordar que yo no estaba hecho para
    la política y
    que, sin embargo, la política me ha cambiado tanto que,
    finalmente, me he visto obligado a hacerla. Es esto lo que
    resulta sorprendente" (SARTRE, 1970).

    El de la década de 1960, Sartre es ya un poco
    más ambicioso que el marxista- existencialista de
    posguerra, porque amplía y define mejor los espacios de
    intervención del escritor comprometido. Esta suerte de
    interventor no necesariamente es ya un escritor para Sartre, sino
    que también puede serlo cualquier persona formada
    institucionalmente: universitarios, médicos, profesores:
    en fin, los que Sartre llama técnicos del saber
    práctico
    . En Alrededor del 68, Sartre define
    con claridad cómo funciona el pasaje del técnico
    del saber práctico al intelectual
    crítico:

    "(…) los técnicos del saber
    práctico constituyen o utilizan, por medio de disciplinas
    exactas, un conjunto de conocimientos que tienden en principio al
    bien de todos. (…) En todos los casos, en efecto, se
    encuentra la misma contradicción: el conjunto de sus
    conocimientos es conceptual, es decir universal, pero no sirve
    nunca a todos los hombres; sirve, en el conjunto de los
    países capitalistas, ante todo a ciertas categorías
    de personas, pertenecientes a las clases dirigentes y a sus
    aliados. Desde ese punto de vista, la aplicación de lo
    universal nunca es universal, es particular, concierne a
    particulares. De allí resulta una segunda
    contradicción, concerniente al técnico mismo que es
    universal en sus trabajos generales, en su manera de conocer,
    pero que se encuentra de hecho trabajando para los privilegiados
    y, de golpe, se pone de su lado: esta vez es él mismo
    quien está en juego.
    (…) cuando uno de ellos se da cuenta de que su trabajo
    universal sirve a lo particular, entonces la conciencia de esa
    contradicción –lo que Hegel llamaba
    conciencia desgraciada- , es precisamente lo que lo caracteriza
    como intelectual." (SARTRE, 1970)

    El intelectual, tal y como lo define Sartre en su
    conferencia y
    tal y como lo representa Borges en su
    cuento
    Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829- 1874),
    siente el deber de intervenir, de salirse de su esfera
    específica y de hacer de sus contradicciones personales
    una depositaria de la contradicción objetiva de la
    sociedad. Siente, como Cruz, que está del lado del
    enemigo, y que ese lado le es indigno: urgente, tiene que
    cruzarse.

    Sartre, antes de definir en 1970 al intelectual,
    actúa como tal: su polémica con Albert Camus
    en los 50 o su rechazo al premio Nobel en los 60 son
    síntomas de dos cosas que recorren todo el Sartre
    comprometido: el devenir de la libertad individual y la
    definición del intelectual respectivamente.

    El proyecto
    revolucionario del Mayo francés en 1968 se convierte en
    revuelta decepcionante casi en el mismo momento en el que Sartre
    pierde vigencia. Una foto en la que aparece junto a Michel
    Foucault en las barricadas de París muestra
    simultáneamente el comienzo del fin de la barricada
    parisina y el de la vigencia del discurso
    sartreano, también de barricada. Michel Foucault
    adoptará un registro
    microfísico, sutil, minucioso. En ese registro no entran
    las faltas de
    sutileza como la lectura marxista del poder: cuando
    Foucault ve que el poder no es necesariamente una sustancia en
    manos de las clases dirigentes sino algo que aparece en toda
    relación y que por lo tanto es susceptible de estar en
    manos de cualquiera, observa la lucha del contrapoder sartreana
    como otro ejercicio más de poder, pero esta vez en el
    intelectual que quería abolirlo. Foucault ve a Sartre,
    allí arriba y con un megáfono, como a un potencial
    dueño del poder, del mismo poder que él y las masas
    rechazan.

    El compromiso de Sartre, en sus dos aristas, desde la
    escritura y
    desde la vida, es desmoronado por voces cuyo referente
    encontramos principalmente (y por falta de tiempo, en este caso)
    en Foucault. A este punto, en 1970, Sartre no tiene demasiado
    más que decir y su silencio empalma con la vigencia
    incipiente de Foucault, su sucesor francés. El lugar del
    recambio es la barricada del Mayo francés del 68. Es muy
    tentador, frente a este panorama, arriesgar que el intelectual
    comprometido al estilo sartreano sólo existe en los
    momentos históricos más radicales: Sartre y el
    fascismo, Sartre y la revolución. Declive de las expectativas de
    Mayo, declive de Sartre.

    2. Walsh y Buenos
    Aires

    El género
    épico no tiene un origen histórico: surge cuando
    determinadas circunstancias políticas
    lo obligan a nacer. Así es también la forma de
    existir del intelectual comprometido sartreano, que puede
    extinguirse con Sartre en 1970 pero reaparecer en Walsh un poco
    más adelante. Para que existan escritores comprometidos
    deben existir también circunstancias radicales y
    violentas. Por eso Sartre muere en vida cuando declina la
    radicalización del Mayo francés y por eso Walsh
    vive después de Sartre aunque muera antes. La perspectiva
    radical de un intelectual comprometido en términos
    sartreanos responde a una situación política,
    también radical, que ese intelectual lee. Ese
    lector, ese testigo, ese denunciante, será a su vez
    leído como un notable intelectual o como un desquiciado,
    según la viscosidad de la
    hipocresía de la sociedad que a la que le toca
    hablarle.

    Esa situación radical, en Argentina, emerge entre
    1976 y 1983 y se llama Proceso de Reorganización Nacional.
    El Proceso es prueba de que la situación política
    crea sujetos que, de conservar su entidad crítica, tienen que radicalizar sus
    posiciones. Por eso el exilio, la clandestinidad, la indignidad
    del servilismo por miedo, la dignidad del
    enfrentamiento por valentía, el dar la vida por una
    posición: todas ellas, determinaciones extremas. Del mismo
    modo en que Sartre se vuelve radical cuando siente que tiene que
    optar ya por el fascismo, ya por un régimen
    soviético indefendible, y que la abstención es
    también fascista, de ese modo Walsh entiende que el
    fascismo radical argentino del Proceso no puede ser sino padre de
    una radicalización de la labor del intelectual y de su
    toma de posición. Así debemos leer a este
    intelectual que bien pudo haberse exiliado o que bien pudo
    haberse silenciado, o que, por lo menos, bien pudo no haber
    firmado con nombre, apellido y número de Cédula de
    Identidad la
    Carta Abierta a la Junta Militar del 24 de marzo de
    1977.

    Una atmósfera
    política radical despierta a un intelectual que, si es
    comprometido al estilo sartreano, siente que se le acortan
    sus posibilidades de elección y que termina, generalmente,
    eligiendo entre dos cosas únicas (es decir, no eligiendo):
    ser cómplice o enemigo del monstruo. La radicalidad
    proviene de esta situación, utilizando el
    término de Sartre.

    3. Sábato en el mapa
    crítico

    Sábato tiene una enorme importancia en el mapa
    crítico del intelectual sartreano en la Argentina y no le
    es indigno a Walsh que lo acompañe en él, porque
    Sábato está ahí para marcar el momento de la
    caricaturización de este tipo de intelectual. Caricaturiza
    a Sartre, pero como Walsh es más sartreano que Sartre, es
    mejor compararlo con Walsh. Para ubicar la posición de
    Sábato en este breve recorrido, podríamos hacer una
    tipología de algunos de los escritores argentinos sobre
    los que se ha discutido en términos de compromiso: en
    épocas de la última dictadura, por
    ejemplo, hubo discusiones como éstas:

    El escritor exiliado vs. el que resiste en la zona
    crítica: problema del "desertor"

    Dentro de los escritores que se quedan en la zona
    crítica: el que decide ser crítico vs. el que se
    silencia: problema del "cómplice".

    El problema del intelectual "cómplice" permite a
    su vez otras distinciones, distribuidas aquí por orden de
    lejanía con el modelo
    sartreano de intelectual:

    El "cómplice" por adhesión
    ideológica

    El "cómplice" por abstención
    (supervivencia)

    El "cómplice" por ignorancia de la
    situación

    Esta tabla de posibilidades nos permite, primero, ver en
    Walsh la figura del intelectual comprometido irreprochable: no se
    exilia, es crítico, no se silencia: en torno suyo, como
    consecuencia, no hay discusiones en estas direcciones. Pero
    está muerto. El caso Sábato es completamente
    inverso, y en ese sentido es caricatura del intelectual
    sartreano: no se exilia, y de ello siempre se ufana, pero se
    silencia: su condición de "cómplice" no es la misma
    que la de Borges, que figuraría en el tercer
    escalón de los "cómplices", sino que oscila entre
    la complicidad por abstención (supervivencia) y la
    adhesión ideológica, ya que es en clave de
    adhesión ideológica que debe leerse la
    teoría de los dos demonios y todos los comentarios que,
    prolijamente, recogen, entre otros, los intelectuales
    mencionados al comienzo de este trabajo.

    Sábato y su imagen falaz del
    comprometido logró instalarse cuando los verdaderos
    comprometidos fueron muriendo y cuando le quedaron escritores-
    referentes nacionales sin ninguna intención de hablar de
    política en forma directa: muerto Walsh, aún lo
    tapan Cortázar y Viñas en el compromiso, y Borges y
    Bioy Casares en la escritura. Muerto Cortázar, mutilado
    Viñas en democracia
    recobrada, Sábato ocupa los lugares oficiales del
    comprometido: la CoNaDeP y los medios. Esto
    le sirve para dos cosas: ser un escritor comprometido que no
    escribe y ser un intelectual que cena con Videla, que inventa la
    teoría de los dos demonios y que no está dispuesto
    a explicar claramente nada de ello (precisamente porque no
    escribe): es decir: autoconstruirse como escritor. Aún no
    entre en el canon: Borges no ha muerto, tampoco Bioy Casares.
    Desde la muerte del
    primero, más cerca de la muerte del segundo, Sábato
    se va quedando solo en el podio. Su confianza en que va
    deviniendo, sin méritos, escritor comprometido, se
    solidifica. Síntoma de ello son dos cosas: su falta de
    interés
    por escribir y la decadencia definitiva de sus últimos
    tres trabajos: Antes del fin (1998), La Resistencia
    (2000) y España en los diarios de mi vejez (2004).
    Esa decadencia, que es inversamente proporcional a su éxito
    comercial, debería leerse de dos maneras: primero, como el
    síntoma de un escritor al que no le interesa más
    que la conservación de su aura de portavoz de una clase social
    vacía, y que ara ello vacía sus textos en
    concordancia con lo que la vacía clase media quiere leer.
    Y segundo, como un resultado de una clase media que ha depositado
    en Sábato la responsabilidad de ser crítico, que le ha
    dado el ejercicio del pensamiento
    que ella se quiere evitar a como de lugar. La putrefacción
    del modelo del intelectual sartreano en Sábato no se debe
    solamente a Sábato, sino a la vaciada masa lectora que
    hace de Sábato un best- seller cultural porque
    cumple con todos los requisitos que un lector vacío y
    alienado necesita: no debe leer demasiado (Sábato
    no escribió demasiado); no debe entender demasiado
    (Sábato tuvo en su momento una capacidad didáctica interesante para temas de cierta
    complejidad que fue volviéndose una simplificación
    casi new- age de la vida y la filosofía); no debe
    discutir demasiado con sus textos (Sábato no
    confronta, y va siendo cada vez más "universal", esto es,
    cada vez más etéreo, apolítico,
    metafísico, acrítico, de un optimismo infundado y
    justificado con simplismos como "mejoraremos porque no podemos
    estar peor"). Lo acrítico de Sábato no responde al
    modelo de intelectual sartreano sino por la negativa. No
    obstante, y por ello mismo, Sábato nos ayuda a leer
    el estado
    actual de la sociedad argentina y el del intelectual sartreano en
    ella: si Sábato sigue siendo el referente de nuestra
    cultura es
    porque nuestra cultura, lejos de haberse vuelto crítica
    con experiencias como la del Proceso, ha sufrido un retardo
    mental atribuible a la década menemista, retardo que
    postergó para siempre la impugnación en vida a la
    praxis
    sabatiana durante toda su carrera como intelectual, y que, por el
    contrario, aplaude cada una de sus palabras de portavoz. Criticar
    la vigencia de Sábato es criticar el estado actual de la
    sociedad que lee y opina. Porque, si es cierto que los
    intelectuales comprometidos en términos sartreanos surgen
    en épocas radicales y contestan casi siempre con un
    discurso radical, combativo, lo que David Viñas propone
    cuando pide una maniqueización – radicalización de
    los discursos es
    que la escritura reaccione al radicalismo en el que está
    hoy: un radicalismo distinto del de Hitler, distinto
    del de Stalin, distinto del del Mayo francés, distinto del
    del Proceso: el radicalismo de la ausencia del espíritu
    crítico, el radicalismo del vaciamiento intelectual, el
    radicalismo de la muerte de las grandes distinciones, el
    radicalismo de la brutalización total.

    Hoy, la maniqueización como estrategia que
    propone Viñas en sus últimas declaraciones y que ha
    ejercido en realidad a lo largo de toda su carrera
    crítica, deben considerarse como los dichos del
    último intelectual comprometido de perfil sartreano cuyo
    discurso es considerado el discurso de un loco, loco cuya cara
    racional, medida, universal, neutral y sobria, es decir, anti-
    sartreana, es Ernesto
    Sábato. Las masas han optado por su favorito de
    siempre. El mapa se cierra con esta paradoja: el genuino
    intelectual sartreano argentino actual pretende analizar la
    chatura crítica. Pero ninguna masa escucha ya, por
    razón de su misma chatura. De ahí, dos cosas: la
    marginación de un intelectual sartreano genuino como
    Viñas y los desenfrenados aplausos a un intelectual
    sartreano falso como Ernesto Sábato.

    BIBLIOGRAFIA
    ESENCIAL

    Abraham, Tomás, Tensiones
    filosóficas, Sudamericana, Buenos Aires,
    2001.

    Borges, Jorge Luis, El Aleph, Alianza Editorial,
    Barcelona, 1998.

    Feinmann, José Pablo, La sangre
    derramada, ensayo sobre
    la violencia
    política, Seix barral, Buenos Aires, 2003.

    Foucault, Michel, Microfísica del poder,
    Ediciones La Piqueta, Madrid,
    Tercera edición, 1992.

    Sábato, Ernesto, Obras completas, Ensayos, Seix
    Barral, Buenos Aires, 1996.

    Sábato, Ernesto, Antes del fin, Seix
    Barral, Buenos Aires, 1998.

    Sábato, Ernesto, La resistencia, Seix
    Barral, Buenos Aires, 2000.

    Sábato, Ernesto, España en
    los diarios de mi vejez, Seix
    Barral, Buenos Aires, 2004.

    Sartre, Jean- Paul, Alrededor del 68, Traducción de Eduardo Gudiño
    Kieffer, Editorial Losada, Buenos Aires, 1972.

    Sartre, Jean-Paul: ¿Qué es la
    literatura?, Losada, Sexta Edición, 1950.

    Sartre, Jean-Paul, (entrevista):
    El escritor y su lenguaje, Cahiers de Philosophie, No. 2,
    1966

    Sartre, Jean-Paul, (entrevista): Los Escritores en
    persona, entrevista a cargo de Madeline Chapsial, Ediciones
    Julliard, 1960

    Sartre, Jean-Paul, (entrevista): Sobre mi mismo,
    revue d’esthétique, julio-diciembre 1965. Texto recogido
    y transcripto por Pierre Verstraeten.

    Sartre, Jean-Paul, (entrevista): Sartre por
    Sartre: new Left, reproducido por Le nouvel observateur, 26
    de enero de 1970

    Sartre, Jean-Paul: El Existencialismo es un
    Humanismo (1946) – Ediciones Huoscos.

    Fernán Tazo

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter