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Da-Dá, o Nihilismo Incompleto



    1.

    2. Nietzsche, el
    póstumo

    3. Nicolás Casullo: las
    confirmaciones de los profetas

    4. La vanguardia del …
    ¿nihilismo?

    5. Peter Bürger: la peor muerte
    del da-da: ¡la vida en el museo

    6.
    Conclusión

    7.
    Bibliografía

    1.-INTRODUCCIÓN

    El siguiente pretende ser un recorrido; un recorrido
    selecto, especialmente diseñado para hacer un seguimiento
    sólido de una de las vanguardias más desafiantes,
    sino la más de todas (y eso, en definitiva., creo); al
    menos, la más violenta de ellas: el
    Da-Dá.

    Abriendo una hoja de un diccionario
    enciclopédico, un dedo señaló a ciegas a un
    animal del África. Era una vaca; el nombre de su rabo
    trascendió insólitamente y no será olvidado
    jamás en la historia de la cultura
    occidental: Da-Dá, tal como le llamaban los negros Kru.
    Tristán Tzara y los suyos comenzaron, de este modo, el
    montaje de una de las historias más quijotiles de la
    literatura y la
    cultura europea.

    La vanguardia es
    un recinto de locos: locos, creo diría Foucault, bajo la
    lente del grupo de
    poder que
    determina quién lo es y quién no: la
    burguesía. Orgullosa, entonces, de su locura, ya que ello
    significaba estar del otro lado del orden al que querían
    violentar, la vanguardia taladró profundamente a las
    instituciones
    y a la "oficialidad" , invirtió anárquicamente los
    órdenes de la burguesía y le planteó una
    guerra abierta
    de igual a igual.

    Pero las vanguardias… ¿fueron solo
    artísticas? El Da-Dá… ¿quedó
    sólo en el mingitorio? Por supuesto que no. Aquí,
    se intentará dar un recorrido, como se dijo al principio,
    por un camino que pretende marcar una trayectoria centrada en el
    Da-Dá, pero por el que inevitablemente deberá
    circular la historia de la vanguardia como tal, su
    relación con la dimensión política y sus padres
    filosóficos. Es decir, se intentará realizar un
    abordaje substancioso del Da-Dá, para no reducirlo al
    mingitorio ni para analizarlo estéticamente, que es la
    razón por la cual las cenizas de Tzara se revuelven en el
    jarrón cada uno o dos días. En este camino a
    trazar, se presenta una especie de tríada de autores, que
    nos irán complementando gradualmente historia, herencias y
    contradicciones del Da-Dá, respectivamente: Nietzsche,
    acompañado virtualmente por Heidegger, define el nihilismo
    de una forma mucho más compleja que el simple "Dios ha
    muerto"; compleja pero no inasible, compleja y, por ello, mucho
    más interesante. Este concepto nuevo de
    nihilismo nos ayudará a observar también con ojos
    distintos el nihilismo que Nicolás Casullo, el segundo
    punto de la tríada, atribuye al movimiento
    Da-Dá.

    Y, finalmente, luego de habernos hecho la idea de esta
    manifestación artística de manera consistente,
    luego de saber con qué pretensiones acometieron a la
    burguesía y con qué nihilismo lo destruyeron todo,
    podremos colegir algunas contradicciones a través de Peter
    Bürger, el último vértice de la
    tríada.

    Los tres autores, tomados de la cátedra El
    Arte y
    el Hombre,
    darán, si es que son interpretados correctamente, una idea
    nítida de la vanguardia estética de la que más se ha
    hablado, pero que quizás (como pasa con frecuencia) sea la
    que menos se conoce en profundidad.


    2.-NIETZSCHE, EL
    PÓSTUMO

    "¿Por qué todo tiene que
    acabar?

    ¿Por qué detrás del horizonte no
    hay nada?

    ¿Dónde ocultarse del correr del
    tiempo para
    que la muerte no
    nos vea?"

    (Pedro Conde)

    En "Caminos del bosque", Martin Heidegger hace una
    lectura de la
    frase con que se ha mitificado (y reducido) a Friedrich
    Nietzsche: "Dios ha muerto". La frase, junto con todo aquel
    entretejido filosófico que viene detrás y
    después de ella en "La gaya ciencia",
    encierra, en la lectura
    metafísica de Heidegger, una
    categoría clave en el pensamiento
    nietzscheano: el nihilismo.

    ¿Por qué es metafísica la lectura
    que Heidegger realiza sobre Nietzsche? En principio, porque
    él mismo se encarga de aclararlo, aunque en un sentido
    específico: "En adelante, la metafísica será
    pensada como la verdad de lo ente en cuanto tal en su totalidad,
    no como la doctrina de un pensador" (p. 157). Colijo de
    aquí: Heidegger pensará a Nietzsche con
    categorías metafísicas en el sentido primario de
    "lo que está más allá de lo físico y
    lo explica, es decir, de lo ontológico": en este caso, la
    condición humana (ente) como concepto abstracto y aquello
    por lo que se ve afectada (ente), en este caso, en el cambio
    crítico de cosmovisión en la modernidad. Y hay
    más: para Heidegger, tomarse en serio a Nietzsche es
    pensarlo desde su metafísica: "que meditemos sobre la
    metafísica de Nietzsche no significa que ahora
    también y muy especialmente tengamos en cuenta su
    metafísica, además de su ética, su
    teoría del
    conocimiento y su estética, sino que intentamos
    tomarnos en serio a Nietzsche en cuanto pensador" (p.
    158).

    ¿Por qué se le da tanta importancia a esta
    explicación acerca de la metafísica y la ontología? Porque es el eje
    epistémico desde el cual Heidegger aborda a Nietzsche. Sin
    su inclusión y explicación, todo trabajo que se
    pretenda serio se verá frustrado desde la carátula.
    Aún en caso de haber interpretado incorrectamente dicho
    eje epistémico, un trabajo no pierde substancialmente su
    seriedad, porque el error es claro y visible, casi
    explícito, y se puede confrontar con esa "falsa" interpretación, o corregirla,
    reinterpretarla y reelaborarla, cosa que un trabajo poco serio no
    permite debido a sencilla razón de que su esencia, en
    sí, no tiene arreglo. Heidegger transparenta desde sus
    primeras líneas los matices que tendrá su trabajo
    sobre Nietzsche. Y posteriormente comienza a desarrollar un
    camino de investigación mediante el cual pretende
    apreciar que "El propio Nietzsche interpreta
    metafísicamente la marcha de la historia occidental,
    concretamente como surgimiento y despliegue del nihilismo". (P.
    158). Aquí es donde ingresa esta categoría que se
    había mencionado al principio, relacionada con esa frase
    tan poderosa: "Dios ha muerto": la categoría de
    nihilismo.

    "Dios es el nombre para el ámbito de las ideas y
    los ideales" (p. 162), dice Heidegger. Por supuesto, Dios
    pertenece a una distinción fundamental entre dos mundos,
    dos planos que conviven en el ser humano desde Platón,
    transformado pero sobreviviente a centenares de años: el
    del mundo sensible y el suprasensible; el primero es el mundo
    cambiante, aquél en el cual no se puede confiar, el
    pasajero y efímero. El otro, el suprasensible, es
    aquél que nos espera por eterno, el refugio de esta "valle
    de lágrimas" que es el mundo sensible, el mundo
    verdaderamente ideal, el mundo perfecto: el cielo cristiano, casi
    por excelencia. Uno es lo físico, lo otro, lo
    metafísico; Heidegger observa en Nietzsche su
    contemplación de la agonía y muerte del
    segundo.

    El mundo físico es perecedero, y el hombre ha
    tenido que acostumbrarse a la idea de que tiene fecha de
    vencimiento, desconocida pero quizás estimable.
    Sólo se ha podido superar ese temor a la muerte mediante
    la idea de la no-muerte, de la continuidad de la vida en otra
    vida. Que el mundo primero, el físico, perezca, es un
    hecho, traumático, pero con un consuelo: que el mundo
    segundo perezca… ¡es una tragedia incalculable,
    espantosa, que además priva de consuelo al perecer del
    mundo primero! La muerte del mundo segundo es la muerte en vida
    del mundo primero. La muerte en vida del mundo primero es el
    nihilismo. Si "Dios ha muerto", con él la
    metafísica y con ella nuestro consuelo por la muerte de
    nuestro mundo terrenal, y con él se nos ha interpuesto un
    abismo siniestro en medio de nuestra materialidad: la Nada es
    ahora el nuevo Dios, un dios que mata al alma y nos
    dice "no solo tienen una fecha de vencimiento, sino que
    además su ahora única insignificante vida terrenal,
    efímera, cambiante, no les da tiempo para saber ni
    responderse nada de lo que antes estaba respondido." Dios ha
    muerto, con él todo lo mencionado, y además, y esto
    es lo principal, toda respuesta ontológica del ser humano
    occidental: la caída estrepitosa de cualquier
    pretensión de verdad; la inutilidad de la razón
    para cumplir su función
    principal: descubrir: la razón castrada, privada, de
    alguna manera, de sí misma.

    Dios: ¿ha muerto por primera vez? En absoluto,
    dirá Heidegger; desde Platón
    hasta aquí, el nihilismo es un estadio casi inherente al
    ser humano, debido a su paradoja de ser finito entre lo infinito.
    En algunas épocas de la historia, como cuña entre
    una grandísima revolución
    cosmovisional y otra, el nihilismo es autor intelectual de esos
    cambios; el nihilismo es autor intelectual de la evolución
    humana: "(…) el nihilismo, pensado en su esencia, es
    el movimiento fundamental de la historia de Occidente."
    (P.163).

    ¿Qué sigue a la muerte de Dios, a la
    muerte de la Verdad? Heidegger sostendrá que ese
    "casillero" en el que antes estaba Dios como el casillero de la
    autoridad de
    lo metafísico, ahora será ocupado, en su lugar, por
    el reino de la conciencia, de la
    razón: "La huida del mundo hacia lo suprasensible es
    sustituída por el progreso histórico. La meta de una
    eterna felicidad en el más allá se transforma en la
    de la dicha terrestre de la mayoría. (…) lo
    creador, antes lo propio del Dios bíblico, se convierte en
    distintivo del quehacer humano. Este crear se acaba mutando en
    negocio". (P.165). Y Nietzsche, filtrado por los ojos de
    Heidegger, hallará en el nihilismo no el elemento de
    análisis de la decadencia de la cultura de
    occidente, sino el portador de la "lógica
    interna" de ella, como se dijo un poco antes. El mundo,
    después del nihilismo, continúa, ¡porque
    recordemos que ha muerto el mundo metafísico, no el
    físico! El físico continúa, y como
    continuidad, debe modificarse y rehabilitarse del quiebre:
    "procediendo así, Nietzsche reconoce que a pesar de la
    desvalorización de los valores
    hasta ahora supremos para el mundo, dicho mundo sin embargo sigue
    ahí y que ese mundo en principio privado de valores tiende
    inevitablemente a una nueva instauración de valores"
    (p.167): la llamada "transvaloración de todos los valores"
    (p.167). La negación contiene a la afirmación. Es
    claro: si niego valores viejos, es porque vengo con nuevos. El
    nihilismo, entonces, no es quietismo. Esta aclaración no
    debería ser olvidada jamás, ya que es mediante su
    ausencia como generalmente se reduce nihilismo a mera "muerte en
    vida", olvidando la consecuencia de esa muerte, que es el
    resurgir con nuevos valores. Quien ve solamente la "muerte en
    vida" está reduciendo el nihilismo exactamente a la mitad,
    lo cual es muy habitual. O, más exactamente, quien ve
    solamente la cara quietista y depresiva del nihilismo, lo
    está confundiendo, sin saberlo, con el pesimismo
    shopenhaueriano, al que Nietzsche llama "pesimismo de la
    debilidad" para contraponerlo al que le interesa a él, que
    es el "pesimismo de la fuerza". Este
    último sí se mueve, no está quieto y
    marchito como en Shopenhauer; este pesimismo, analiza Heidegger,
    "…en cuanto fuerza, no se hace ilusiones, ve el peligro y
    no quiere velos ni disimulos. Se da cuenta de lo fatal que
    resulta una actitud de
    observación pasiva, de espera de que
    retorne lo anterior. Penetra analíticamente en las
    manifestaciones y exige la conciencia de las condiciones y
    fuerzas que, a pesar de todo, aseguran el dominio de la
    situación histórica". (p. 168). Este es el
    pesimismo que logra movimiento, cambio… nihilismo, en
    definitiva, tal y como debiera ser entendido.

    También hay otra reducción que del
    nihilismo se hace, más allá de la recién
    señalada y aclarada (por Heidegger): la del simple
    reemplazo del casillero vacante donde estaba Dios (como Verdad)
    por un muleto. Así, en Voluntad de Poder, Nietzsche lo
    ejemplifica con los "repuestos" del socialismo y de
    la música
    de Wagner. Esta reducción es atendida por el propio
    Nietzsche, quien llama a esta posible instancia "nihilismo
    incompleto"; el "casillero" de lo metafísico está
    ahora de nuevo ocupado por otra cosa (creo que Sartre
    llamaría a eso -por lo menos- "actuar de mala fe"). El
    verdadero nihilismo nietzscheano sería, ya definido
    nítidamente, el nihilismo completo, donde no existe
    siquiera un casillero donde poner lo nuevo: el casillero entero
    cae, y todo debe reacomodarse en ese mundo interior del hombre:
    "es verdad que el nihilismo incompleto sustituye los valores
    anteriores por otros, pero sigue poniéndolos en el antiguo
    lugar, que se mantiene libre a modo de ámbito ideal para
    lo suprasensible. Ahora bien, el nihilismo completo debe eliminar
    hasta el lugar de los valores, lo suprasensible en cuanto
    ámbito, y por lo tanto poner los valores de otra manera,
    transvalorarlos". (P. 168). Así es como se de el "proceso
    nihilista", supra-histórico, que aparece cada vez que una
    concepción de lo metafísico tropieza y se destruye.
    No es que la muerte de Dios sea nihilismo: la muerte de Dios es
    consecuencia del nihilismo, y todos aquellos puntos de apoyo que
    vayan muriéndose junto con él serán
    consecuencia, y no causa, del proceso
    nihilista…

    3.-NICOLÁS CASULLO: LAS CONFIRMACIONES DE LOS
    PROFETAS

    Debemos ahora homogeneizar el apartado anterior sobre
    Nietzsche, acercado por Heidegger, con el interesantísimo
    asunto de los movimientos de vanguardia, especialmente del
    movimiento que representa -en lugar, considero, del surrealismo,
    quien es en general el portavoz oficial las demás
    vanguardias-, la actitud por excelencia de estos movimientos
    revolucionarios del arte: el Da-Da.

    El nihilismo es un concepto clave para comprender los
    caminos de la vanguardia, y sobre todo de la actitud de
    vanguardia, que llega a ser, sospecho, más importante que
    la propia ejecución, al menos en el campo
    artístico.

    La obtención, por parte de Heidegger, de una
    definición acabada del concepto de nihilismo a partir de
    la frase "Dios ha muerto" de Nietzsche, no debe ser olvidada a lo
    largo de este segundo recorrido que emprenderemos ya con la
    riqueza de aquél primero. Pues para saber profundamente
    qué es Da-Dá, debemos saber, primero, dos cosas en
    mi opinión esenciales: qué es el nihilismo y
    qué es la vanguardia. Sólo así podremos
    elaborar una especie de balance de los logros y los fracasos de
    este movimiento, que es lo que se pretende hallar para
    después discernir en qué medida ha triunfado y en
    cuál ha fracasado.

    En Itinerarios de la Modernidad, Nicolás Casullo
    expone de modo clarísimo (cuestión que habrá
    que agradecerle hasta el hartazgo -suyo-) cuáles fueron
    las condiciones en las que surgieron estos movimientos de
    vanguardia. En este marco, introduce tres figuras que llevaron
    las riendas de la actitud vanguardista: el intelectual, el
    político y el artista. Cada uno de ellos, desde su campo
    de acción
    específico, intentará sabotear, conspirar contra el
    orden burgués de principios del
    siglo XX, especialmente desde la Primera Guerra
    Mundial.

    La vanguardia surge en un terreno de aceleración
    progresiva de la historia: aceleración técnica,
    industrial, científica, y también, los actores
    sociales, obnubilados en ese ritmo maravilloso de "progreso
    indefinido", aceleraban su conciencia social, querían
    seguir viendo más allá: la esperanza es, de
    algún modo, el anhelo de que el tiempo transcurra y nos
    devele pronto ese más allá tan esperado. Esto era
    lo que ocurría en las primeras dos décadas de la
    historia fatal del siglo XX. Esa impaciencia por que transcurra
    el tiempo, esa inquietud en el campo de la técnica pero
    también en el de las ideas, las ideologías, los
    proyectos,
    todavía no había internalizado los presagios de
    Nietzsche, el póstumo, y estaba a punto, sí, de
    empezar a dogmatizar a Marx. Casullo
    narra: "esta conciencia -la de la velocidad
    habilitaba -esto tiene que ver con las vanguardias- la idea de
    que la historia no solamente se aceleraba en las estructuras
    productivas, sino también en el campo de las ideas, de los
    proyectos colectivos, de los armados doctrinarios, para aparecer
    como posibilidad de ruptura de modelos y
    lógicas, y el pasaje a otro momento de la Modernidad,
    momento que sería claramente post-burgués. De
    ahí la idea (…) de la necesidad de constituirse en
    avanzada para este tránsito de un tiempo a otro" (p.
    67)

    En este ámbito, la idea de Revolución,
    cambio rápido, encaja como la última pieza de un
    rompecabezas en el recién entrado siglo XX: Marx, muerto
    veinte años atrás, irrumpe en el partido socialista
    y en el socialdemócrata. El marxismo
    comienza a desplegar sus infinitas posibilidades de crítica
    al capitalismo,
    florece con inusitada fuerza en las oposiciones a este sistema que,
    después de la segunda mitad del siglo XIX, entraba en
    decadencia como idea original. Lo importante aquí es ver,
    fundamentalmente, una oposición casi de modus operandi:
    las ideas reformistas, opositoras del capitalismo, con la
    intención de ir modificando gradual y lentamente en las
    elecciones e instancias democráticas la decadencia del
    sistema, y, por otra parte, las ideas revolucionarias, tajantes y
    violentas, mucho más ambiciosas opositoras del
    capitalismo, que buscaban derribarlo, tomarlo por asalto,
    sorpresivamente, y arrancar burguesía y régimen
    capitalista de cuajo. El primer triunfo de esta idea
    revolucionaria acontece en Rusia, en
    1917. La Primera Guerra, entre 1914 y 1918, termina concretando
    la destrucción de esa ilusión burguesa de progreso
    indefinido heredada del positivismo, y
    todas las expectativas sobre la aceleración de la historia
    y la esperanza en el progreso se desmoronan. Hijas de estas
    agridulces victorias, hijas de este contraste horroroso de
    progreso indefinido con Guerra Mundial,
    producto de la
    ya harto conocida inconsciencia burguesa son las vanguardias
    artísticas, críticas corrosivas del capitalismo,
    asesino de unas quince millones de personas. Las vanguardias
    artísticas surgen inseparablemente de las políticas,
    de esas revoluciones de izquierda (generalmente) que no esperaban
    lentos cambios y que acometían una vez que sus
    profesionales de la conspiración estuvieran "listos" para
    la acción. ¿Por qué la relación entre
    vanguardia política y vanguardia artística? Todo lo
    que tiene una misma mecánica es relacionable; las vanguardias
    políticas eran encabezadas por el grupo selecto que
    representaba los intereses del proletario y del obrero, aunque
    éste no tuviese la más mínima idea de que se
    estaba gestando una conspiración en contra de la opresora
    burguesía: la vanguardia (avant-garde: guardia,
    ejército de adelante) política golpeaba primero,
    porque era la que se concientizaba primero de la situación
    de opresión en la que vivía: golpeaba "en nombre
    del que todavía no sabe qué sucede", pero que lo
    sabrá cuando logre concientizarse. En este sentido es un
    "ejército de adelante": son hombres póstumos, como
    Nietzsche, pero son hombres de acción además de
    teóricos: Lenin es el paradigma de
    este modus operandi: "somos los embriones del
    mañana".

    Todo lo que tiene una misma mecánica es relacionable: la vanguardia
    política se prepara, hace planes, es implacable, piensa
    veinticuatro horas en el golpe, ha dejado la tierra para
    representar a los que no la dejaron ni pueden dejarla por
    explotados, planifica fríamente en nombre del socialismo:
    rechaza el orden burgués, rechaza la tradición por
    ser burguesa, rechaza todo lo "instalado", porque en definitiva
    lo "instalado" no es inocente sino que está impuesto por el
    orden burgués, la clase
    dominante; busca otro orden, aporta su sistema de valores y
    hará todo lo posible por ponerlo en
    práctica.

    La vanguardia artística, hermana siamesa de la
    política, surge en ese mundo de velocidades tremendas
    heredadas de la idea de "revolución YA anti-reforma". Su
    esencia y su destino eran el mismo: la destrucción; al
    decir de Nicolás Casullo, "las vanguardias
    artísticas sabían que nacían para
    morir".(69). Si rechazaban la tradición por ser burguesa,
    jamás se podrían convertir en tradición; si
    rechazaban la consagración por burguesa, entonces tampoco
    podían consagrarse; habían nacido para destronar un
    sistema de órdenes culturales que, junto con los
    políticos, estaban en decadencia, y su permanencia como
    destructoras era un medio, no un fin. Por esto eran conscientes
    de su propia fugacidad en la historia. Estaban en contra de lo
    instituido como "bello", porque la consciencia que se cobra de
    que todo lo instituido no era más que "instituido por el
    poder" hace modificar completamente todo ese orden; si aún
    hoy un adolescente de secundario las rechaza por "no ser arte",
    es precisamente porque la burguesía ha salido victoriosa
    de esa batalla: ha prevalecido la clasificación de lo
    bello de la clase dominante.

    Las variantes que podían surgir -y que surgieron-
    en torno a la
    búsqueda de nuevas representaciones de la realidad que
    demuelan a la burguesa fueron las que se conocen hoy como
    vanguardias estéticas: el surrealismo, el futurismo, el
    expresionismo,… EL DA-DA.

    4.-LA VANGUARDIA DEL …
    ¿NIHILISMO?

    Las vanguardias estéticas, ideológicamente
    afines a las políticas (no olvidar los códigos de
    las vanguardias: pelearse a muerte y reconciliarse al día
    siguiente era para las vanguardias afinidad: a esto me refiero
    cuando digo "ideológicamente afines": no a la afinidad
    consolidada por la burguesía, esa perfecta
    hipocresía estilo "La familia
    Ingalls") llevaron a cabo, esencialmente, intentos de una nueva
    percepción del mundo, de realidades
    alternativas al realismo
    burgués "a-crítico y superfluo". Entre esas
    percepciones del mundo, la más revolucionaria por su
    violencia
    estética, la más "shoqueante" y la que mejor
    tomó por asalto al sistema burgués y sus
    órdenes fue el Da-Da. "Estaban más allá del
    arte, condenando al arte", dice Nicolás Casullo (p. 72).
    Tristán Tzara, un rumano en Suiza, exiliado junto con
    otros artistas, completamente en contra de la
    manifestación más nítida de la
    burguesía: la guerra, se impregna de apocalipsis y de
    nada, no cesa de ver, junto con sus compañeros, cifras de
    muertos que progresan indefinidamente. Los valores de la naturaleza,
    del honor, la patria, familia, arte,
    religión,
    libertad,
    hermandad… estaban completamente destruidos por el
    desmoronamiento burgués; esto se representa en el arte
    Da-Da: la hecatombe de lo establecido en todos los
    órdenes: el nihilismo.

    Pero no incurriremos en el error, luego de habernos
    preocupado por esclarecer una definición sólida de
    nihilismo desde Nietzsche (Heidegger mediante), de reducir
    nihilismo a la simple "nada en-sí" . Veamos si el abordaje
    de Casullo sobre el nihilismo en el Da-Da tiene puntos de
    contacto con el nihilismo nietzscheano.

    En un pasaje de su excelente trabajo, Casullo
    desentraña los presupuestos
    de la vanguardia: "Por un lado, que está viviendo una
    época de tránsito, una época donde algo se
    está cayendo -un mundo a partir de la Primera Guerra. Un
    mundo terminó y algo tiene que venir. Que hay una crisis
    extensa. La crisis no es solamente lo que se cae; la crisis es
    una refecundación de las cosas.(…) La crisis
    plantea que desde allí se emerge como un tiempo nuevo.
    (…) Lo que fracasó es el hombre burgués: se
    necesita un hombre nuevo"
    (p. 87).

    Analicemos el discurso de
    Casullo: en primer lugar, nos dice que en la época de la
    vanguardia se está viviendo un momento de tránsito,
    una época donde "algo se está cayendo"; esto es
    homólogo al razonamiento del proceso nihilista de
    Nietzsche, este es el instante en el que se resquebraja el
    casillero de lo metafísico en Nietzsche. Todo lo que tiene
    una misma mecánica es relacionable. Donde Casullo
    dirá "un mundo terminó y algo tiene que venir",
    Nietzsche, interpretado por Heidegger, dirá: "procediendo
    así, Nietzsche reconoce que a pesar de la
    desvalorización de los valores hasta ahora supremos para
    el mundo, dicho mundo sin embargo sigue ahí y que ese
    mundo en principio privado de valores tiende inevitablemente a
    una nueva instauración de valores" (v. Apartado primero de
    este mismo trabajo) y repito esta misma frase que en aquel
    apartado: ¡si niego valores viejos, es porque vengo con
    nuevos!. Ese "algo tiene que venir" de Casullo no es otra cosa
    que los valores nuevos de los que habla Nietzsche en su "proceso
    nihilista" (recordemos la acepción de nihilismo a la que
    se llegó en este trabajo: autor intelectual de los cambios
    más drásticos de la historia de Occidente). Donde
    Casullo dice: "la crisis no es solamente lo que se cae; la crisis
    es una refecundación de las cosas", Nietzsche dirá
    casi con exactitud lo mismo: "(…) el nihilismo, pensado en
    su esencia, es el movimiento fundamental de la historia de
    Occidente." Es la re-fecundación de las cosas. La
    categoría de "crisis" de Casullo es equivalente a la
    categoría de "nihilismo" de Nietzsche. Ambas re-fecundan,
    ambas destruyen y re-instauran, no son sólo decadencia,
    son eslabones de los cambios, engarces de las etapas
    históricas de la humanidad. "La crisis (dice Casullo, el
    nihilismo, diría Nietzsche, cada uno en su teoría)
    plantea que desde allí emerge como un tiempo
    nuevo"

    Y, finalmente, Casullo dice: "lo que fracasó es
    el hombre burgués: se necesita un hombre nuevo". Me atrevo
    a decir que, de alguna manera, esto ya es no solamente
    homólogo al discurso de Nietzsche, sino que se refieren
    exactamente a la misma cosa: la crisis del moderno (Nietzsche) es
    la crisis del burgués (Casullo).

    * * *^

    La vanguardia estética que sin lugar a dudas
    representa esta actitud nihilista, esta ruptura cruda y salvaje
    del hombre fracasado para el hombre nuevo, este eslabón
    del devenir es, mucho más que el surrealismo y que ninguna
    otra manifestación, el Da-Da. Casullo mismo, en este
    recorrido de homologías con Nietzsche, atribuye al Da-Da
    el lugar de la estética del nihilismo: "Para el
    Da-Dá, el arte ya no tiene posibilidad de seguir siendo de
    acuerdo a las coordenadas con que se pensó modernamente."
    (p. 119) El Da-Dá es anárquico, destructivo,
    cortante: "Al arte había simbólicamente que ponerle
    una bomba y hacerlo estallar junto con el resto del mundo y los
    valores burgueses. (…) Su discurso panfletario llama a
    dejar atrás el arte y saltar hacia la vida, a romper con
    las escuelas, estilos, legados y con las
    propias vanguardias, porque las vanguardias siguen creyendo en el
    arte, y tal vez en este sentido sean la peor amenaza." (p. 119).
    La actitud Da-Dá es Nietzscheana por excelencia. O, tal
    vez, mirando bien de cerca esta valiosísima última
    cita de Casullo que no debemos olvidar, la actitud Da-Dá
    tenga homologías con la definición nietzscheana de
    nihilismo, pero no exactamente como lo vimos acabadamente en su
    apartado, sino, más bien, como conocimos una de las
    reducciones que se hacen del nihilismo del Póstumo: la que
    sólo ve al "nihilismo incompleto" (ver apartado primero,
    sobre el final).

    En lo sucesivo, un teórico que discutió
    legítimamente a las vanguardias estéticas nos
    ayudará a ver sin misterios en qué radicó
    esta reducción por parte de los Da-Da en relación a
    las homologías con Nietzsche, y por qué esta
    reducción no significa solamente que deje de parecerse al
    concepto de nihilismo nietzscheano (lo cual, en definitiva, no
    sería grave) sino que, principalmente, ella constituye la
    aporía y la desinteligencia más importante del
    movimiento Da-Dá.

    No olvidar: la última cita de Casullo y las
    homologías analizadas en este apartado entre el nihilismo
    nietzscheano (analizado por Heidegger) y el nihilismo
    Da-Dá (analizado por Casullo): el pensador del
    próximo apartado nos aguará esta fiesta de
    coherencia actitudinal Da-Dá.

    5.-PETER BÜRGER: LA PEOR MUERTE DEL DA-DA:
    ¡LA VIDA EN EL MUSEO

    Casullo también lo había observado, pero
    sin planteárselo resueltamente como un fracaso del
    Da-Dá: toda la anarquía del movimiento, la lucha
    por derribar y tomar por asalto al orden burgués,
    destruirlo, machacarlo, arrojarle una bomba atómica,
    fusionar el ámbito artístico al de la vida, retirar
    esa imagen de elite
    del arte, fueron sus planteos teóricos. ¿Los
    cumplieron? ¿Cumplieron los principales? Y de ahí:
    ¿fracasó el Da-Dá?

    Bürger distingue, en Teoría de la
    Vanguardia, lo que son las obras orgánicas de las
    inorgánicas. Entre las primeras, están aquellas
    que, en su totalidad, las partes están interrelacionadas
    en función completadora de esa totalidad; podría
    aplicarse la categoría de sistema de Saussure: el todo es
    la suma de las partes, y cada parte es exclusivamente en
    función de ese todo. Por otra parte, las obras
    inorgánicas, entre las que figuran las vanguardias,
    constituyen en su composición la característica de
    que cada parta no tiene la obligación de componer
    exclusivamente al todo; existe una unidad, dice Bürger, pero
    esa unidad es de otro tipo, no del de las obras orgánicas;
    su unidad radica antes, mucho antes, en el principio de construcción que las rige; esta
    distinción es clave, ya que mediante ella, Bürger
    decodificará en qué consistió, realmente, la
    pretensión Da-Da de incorporar el arte a la vida, es
    decir, me anticipo (era hora), en qué consistió la
    contradicción sustancial del Da-Da: "La obra de arte
    orgánica está constituida desde el modelo
    estructural sintagmático: las partes y el todo forman una
    unidad dialéctica. El círculo hermenéutico
    describe la lectura adecuada: las partes sólo están
    en el todo de la obra, y éste a su vez se entiende
    únicamente por las partes.(…) Esta
    suposición (…) ya no rige para las obras
    inorgánicas. Las partes se <<emancipan>> de un
    todo situado por encima de ellas, al que se incorporaban como
    componente necesario. Pero esto quiere decir que las partes
    carecen de necesidad. En un texto
    automático, donde las imágenes
    se suceden, podrían omitirse algunas de éstas sin
    que el texto cambiara esencialmente.(…) cabría
    pensar, incluso, en una transposición. Lo decisivo no son
    los sucesos en su singularidad, sino el principio de
    construcción que está en la base de la serie de los
    acontecimientos" (p. 145).

    ¿Cuál es la importancia de esta cita?
    Principalmente, de la distinción podemos extraer que la
    forma de recepción del arte inorgánico
    (vanguardias, en este caso) es o debería ser completamente
    opuesta a la forma de recepción del arte orgánico
    (al que Bürger llama "clásico" sólo para
    distinguirlo bien de la vanguardia). Si el arte de vanguardia se
    observa con la conciencia de que es arte inorgánico (lo
    cual sólo, creo, puede saberse bien una vez terminada la
    vanguardia), entonces cobraría sentido, precisamente desde
    la negación del sentido (si niego valores, es porque vengo
    con valores nuevos: trasladado aquí: si niego el arte
    orgánico, es decir el arte burgués, es porque vengo
    con algo nuevo para que lo reemplace: el arte inorgánico,
    la vanguardia). Ahora bien: ¿qué ocurre si, como
    por esos tiempos, la recepción, desprevenida completamente
    de esta distinción que Bürger hizo en épocas
    incluso posteriores a la neovanguardia, observa un cuadro de
    montajes anárquicos e incomprensibles desde el foco
    acostumbrado a lo "orgánico"? Se produce un "shock" en esa
    recepción. ¿No es esto lo que quería la
    vanguardia? ¿No es esto, de la forma más extrema,
    lo que quería el Da-Dá?

    Nuevamente… ¿qué relación
    tiene esto con la contradicción sustancial Da-Dá?
    Veamos lo que nos dice Bürger sobre las intenciones de este
    "shock", y entonces podremos acercarnos a lo que él llama
    "fracaso" de la vanguardia.

    Las diferencias entre arte orgánico (el
    "clásico") – arte inorgánico (el de vanguardia),
    dan como consecuencia el resultado que produce el impacto de arte
    inorgánico sobre un público acostumbrado al
    orgánico; ese impacto es llamado por Bürger "shock".
    Veamos sus efectos y también qué querían
    lograr las vanguardias (pensemos siempre en la más
    violenta, el Da-Dá), para Bürger, con él: "el
    receptor de las obras de vanguardia descubre que el método de
    apropiación de objetivaciones intelectuales
    que se ha formado para las obras de arte orgánicas es
    ahora inadecuado. (…) Tal negación de sentido
    produce un shock en el receptor. Esta es la reacción que
    pretende el artista de vanguardia, porque espera que el receptor,
    privado de sentido, se cuestione su particular praxis vital y
    se plantee la necesidad de transformarla. El shock se busca como
    estímulo para el cambio de conducta; es el
    medio para acabar con la inmanencia estética e iniciar una
    transformación de la praxis vital de los
    receptores."(p.146) . Aquí, nos encontramos con que Peter
    Bürger no otorga cualquier sentido al shock, sino,
    precisamente, para él el impacto sobre la recepción
    es el momento preciso en que ésta debería
    replantearse la visión del arte, y, mediante ella, de su
    propia praxis vital. Bürger ve en el shock el balde de
    agua
    fría que se echa para despertar las conciencias de los
    burgueses domesticados.

    Ahora, nos vamos acercando al trastabillar Da-Da: veamos
    por qué ese shock tan buscado como efecto "medicinal" de
    la enfermedad burguesa no funciona como debería.
    Bürger observa que ese efecto de shock, es
    "inespecífico. Aceptando incluso que se pueda conseguir la
    ruptura de la inmanencia estética, de ésta no se
    deriva una determinada tendencia en los posibles cambios de
    conducta de los receptores. (…) Apenas se dan cambios de
    conducta en la praxis vital de los receptores; incluso debemos
    preguntarnos si la provocación no refuerza más bien
    las actitudes
    vigentes que se expresan notoriamente en cuanto se les da
    ocasión." Además, Bürger repara en el esfuerzo
    vano por hacer una estética del shock, ya que dicho
    efecto, si tiene una particularidad, es lo impredecible, y una
    "estética de lo impredecible" es una contradicción
    en sí misma. Eso les ha pasado, repara Bürger, a los
    dadaístas: el público esperaba con todo tipo de
    proyectiles sus representaciones y su arte: es decir…
    predecía, y sin esfuerzos, lo impredecible.

    El intento Da-Da por fusionar el ámbito del arte
    con el de la vida, al menos mediante el shock, es vano. Este
    "fracaso" (Bürger) acarrea otros: si no pudo lograrse esto,
    tampoco pudo eliminarse la institución del arte que era el
    museo, cuando la búsqueda nihilista del Da-Dá era,
    precisamente, destruir para que se produzca, con palabras de
    Nietzsche, una "transvaloración de todos los valores". Si
    destruyo valores viejos, es porque vengo con nuevos; pero el
    Da-Da no pudo destruir los viejos, o, si destruyó los
    viejos, los destruyó en el ámbito menos indicado
    para hacerlo: el museo. Es como la interminable cuestión
    del lenguaje en la
    literatura de África y en la de Latinoamérica: sus manifiestos de identidad
    cultural están escritos en los idiomas de los
    países colonizadores; algunos representantes de la
    literatura
    latinoamericana han hecho, sin embargo, la concesión
    de que no se puede renegar del idioma; el Da-Dá, por su
    parte, no hizo ninguna concesión: quiso destruir los
    museos, odiaba los museos, pero cuando, en medio de su sangrienta
    masacre a la cultura se disipó la polvareda…
    ¡¡era en un museo donde estaban luchando!!
    Bürger también lo señala: "cuando el arte se
    acomoda a esa superficialidad de la sociedad de
    consumo, hay
    que reconocer con pesar que debe servirse precisamente de tal
    mecanismo para oponer resistencia a la
    propia sociedad" (p.121)

    Tan visceral fue el Da-Da, que no paró a mirar en
    dónde estaba parado, y su contradicción, más
    allá de que sabían que habían nacido para
    morir, no contemplaban, creo, morir por causa de semejante
    contradicción interna. Al principio de su artículo,
    Bürger sentencia no solo al Da-Dá, sino a los
    movimientos estéticos que él considera vanguardias,
    al fracaso "más allá de su propia conciencia de su
    muerte". Sabían que iban a morir, pero no que iban a
    fracasar. Esto es lo que, desde los ojos de Bürger, es
    definitivo: "Así, pues, lo que refiere a la
    categoría de obra no sólo es restaurado a partir
    del fracaso de la intención vanguardista de reintegrar el
    arte a la praxis vital, sino que incluso se amplía. El
    object trouvé, la cosa, que no es el resultado de
    un proceso de producción individual, sino el hallazgo
    fortuito en el cual se materializa la intención
    vanguardista de unión del arte y la praxis vital,
    hoy es reconocido como obra de arte. El object
    trouvé
    ha perdido su carácter antiartístico, se ha
    convertido en una obra autónoma que tiene un sitio, como
    las demás, en los museos". (p. 114)

    Esto, en suma, es lo que Bürger define como el
    fracaso de las vanguardias. También puede legitimarse
    mediante Bürger mi posición mediante la cual sostengo
    que la actitud de vanguardia más representativa
    (más que "la vanguardia oficial": el surrealismo) es el
    Da-Dá. Bürger habla y ejemplifica con el caso del
    Da-Dá al momento de hablar de ruptura, es decir, de
    vanguardia. Por otra parte, y ya cerrando las posibilidades
    más inmediatas de este trabajo, esa forma de nihilismo
    homóloga entre Nietzsche y el Da-Dá que se
    había esbozado en el apartado dedicado a Casullo,
    también, como se verá, se resquebraja como
    nihilismo y, por tanto, fracasa desde su función de
    "eslabón de los procesos
    históricos" (en términos vanguardistas, fracasa
    como revolución): el nihilismo Da-Da se queda en lo que
    para Nietzsche era sólo un "nihilismo incompleto". Esto ya
    se había esbozado en mi apartado "la vanguardia del
    nihilismo, después del espacio marcado por tres
    asteriscos.

    Si recordamos un poco en qué consistía
    este nihilismo, que era descartado por Nietzsche o aceptado
    sólo como una instancia para el nihilismo completo,
    veremos de nuevo que, como dice Heidegger leyendo a Nietzsche
    (cito de nuevo), "es verdad que el nihilismo incompleto sustituye
    los valores anteriores por otros, pero sigue poniéndolos
    en el antiguo lugar, que se mantiene libre a modo de
    ámbito ideal para lo suprasensible. Ahora bien, el
    nihilismo completo debe eliminar hasta el lugar de los valores,
    lo suprasensible en cuanto ámbito, y por lo tanto poner
    los valores de otra manera, transvalorarlos". Analicemos
    minuciosamente la cita de Heidegger: el nihilismo incompleto, de
    que yo acuso en este trabajo al Da-Da (y, creo, junto con
    Nietzsche, o, al menos, junto con Heidegger), también
    sustituye los valores anteriores por otros: los valores
    artísticos de la burguesía pretenden ser
    "dinamitados" (Casullo) y, vuelvo a repetir uno de los
    estribillos de este trabajo: si destruyo lo viejo, es porque
    vengo con lo nuevo. El Da-Da venía con lo nuevo: el
    paquete de lo nuevo incluía eliminar la frontera entre
    arte y vida: no pudo hacerlo, y, tal y como el "manual del
    nihilista incompleto" lo solicita, lo único que hizo fue
    ingresar al museo y cambiar los cuadros por planchas, mingitorios
    y pedazos de bicicletas. Es decir, el Da-Da, al decir de
    Heidegger cuando habla de nihilismo incompleto, "sigue
    poniéndolos -a sus nuevos valores- en el antiguo lugar,
    que se mantiene libre a modo de ámbito ideal". El Da-Da no
    hace lo que se había propuesto, que era destruir, pero
    destruir "en grande". Se termina irguiendo como nueva propuesta
    estética de la burguesía, porque deja intacto al
    ámbito burgués de lo artístico. Y Heidegger
    dice: "Ahora bien, el nihilismo completo debe eliminar hasta el
    lugar de los valores, lo suprasensible en cuanto ámbito, y
    por lo tanto poner los valores de otra manera, transvalorarlos".
    La categoría de "suprasensible" no importa aquí;
    sí interesa el mecanismo nihilista que sí cierra en
    Nietzsche y que no cierra en el Da-Da: mientras que el
    Da-Dá parece decirnos: "queremos destruirlo todo, masacrar
    la cultura burguesa", Nietzsche, póstumo como siempre,
    todavía sigue corrigiendo a generaciones posteriores a la
    suya: "sí, pero no caigas en el error de no destruir el
    ámbito y erguirte tú misma como el nuevo valor". El
    Da-Da desoyó a Nietzsche, trastabilló y
    fracasó estrepitosamente, irónicamente,
    deshonrosamente, a raíz de su "nihilismo incompleto" cuya
    consecuencia es ver arte Da-Da EN EL MUSEO, vivo como variante
    estética de la clase dominante.

    6.-CONCLUSIÓN

    La burguesía gana la partida, una vez más;
    Bürger ya lo sabe; yo, por mi parte, creo haber hallado una
    causa del fracaso Da-Da: que su proyecto
    esencialmente nihilista, que la furia de su lema nietzscheano
    nunca pronunciado pero sobreentendido "El arte ha muerto", ha
    olvidado el último tramo del proceso nihilista que tan
    seductivamente lee Heidegger en Nietzsche. El de ser nihilista
    completo.

    Pesimismo Shopenhaueriano es pesimismo de la debilidad
    en Nietzsche; él no hace nada, es pasivo, depresivo y
    suicida. Ésto lo sabía el Da-Dá, y
    actuó con movimiento.

    Pesimismo de la fuerza es pesimismo que observa la
    condición deprimente de las cosas, y, por ello mismo, sale
    a cambiarlas, no quiere permanecer en ellas. Ésto lo
    sabía el Da-Dá, y comenzó a
    destruir.

    Nihilismo incompleto es nihilismo que destruye el valor
    anterior pero no el ámbito en donde está ubicado, y
    por tanto, no hace más que reemplazar elementos
    mínimos, conservando finalmente lo principal de lo que se
    quería destruir: el ámbito, el espacio. El
    Da-Dá sabía esto, en la teoría.

    Nihilismo completo es nihilismo que destruye aún
    el espacio, y transvalora, mediante esa importante ausencia,
    todos los valores. El Da-Dá… no fue capaz de llegar
    a esto.

    Todo hace pensar que el Da-Dá fue movimiento
    nihilista que fracasó: error: si hubiera sido nihilista,
    atravesando todas las etapas vistas del nihilismo, al menos del
    más importante: el nietzscheano, jamás
    podría haber incurrido en semejante contradicción;
    el Da-Dá fue un movimiento que, pese a toda su violencia y
    su poderoso arsenal de shocks, ha perecido a tres cuartos de su
    revolución como vanguardia, y, si queremos aún
    así considerarlo como nihilista, debemos tomar
    forzosamente a Nietzsche y agregarle "incompleto".

    Desde la lectura que Heidegger hace sobre Nietzsche y su
    frase "Dios ha muerto", ya no podremos hablar ligeramente de
    nihilismo conociendo ahora el proceso, mediante el cual vemos,
    por ejemplo, que un movimiento como el Da-Dá, rotulado por
    todas partes como nihilista a secas (Casullo), no es tal, y que
    el nihilismo no es depresión
    vacía y falta de ánimo.

    El Da-Da, movimiento de nihilismo incompleto, ha
    triunfado entonces COMO TAL. Es una lástima que lo que en
    realidad se propuso haya sido el nihilismo completo.
    Servirá para próximas oportunidades. Las
    revoluciones fallidas bien analizadas permiten el
    perfeccionamiento en su modus operandi.

    7.-BIBLIOGRAFÍA

    Bürger, Peter: Teoría de la
    Vanguardia, Capítulo III: "La obra de arte
    vanguardista" Península, 2da edición, Barcelona, 1997.

    Casullo, Nicolás, y otros: Itinerarios de la
    modernidad, Teórico 4: "El tiempo de las vanguardias
    artísticas y políticas", Oficina de
    publicaciones del C.B.C, Universidad de
    Buenos Aires,
    Primera edición, 1996.

    Ferrater Mora, José: Diccionario de
    Filosofía abreviado: Editorial Sudamericana, Buenos
    Aires, Vigésimo tercera edición, 2000.

    Heidegger, Martin: Caminos del bosque, apartado:
    "La frase de Nietzsche: Dios ha muerto" (1943), Alianza
    Editorial, Primera reimpresión, 2000.

    Serafín Campaña

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