Monografias.com > Religión
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Summa Theologiae, II-II, qq 171 – 174




Enviado por E. Marcelo Aguirre



    1. Esencia de la
      profecía
    2. Causa de la
      profecía
    3. Modo del conocimiento
      profético
    4. División en especies
      de la profecía

    Introducción

    El "tratado" De prophetia es inmediatamente
    posterior al extenso estudio De virtutibus, que incluye
    las virtudes teologales, cardinales, sus derivadas,
    los vicios que se les oponen, y los dones del Espíritu
    Santo en cuanto perfeccionan dichas virtudes. En la
    introducción a estas cuestiones, fray
    Tomás, coloca la profecía entre los carismas, que
    entran en la clasificación escolástica de las
    gratiae gratis datae. El carisma profético, por
    lo demás poco común, al igual que los
    demás carismas es otorgado por el Espíritu Santo
    para la edificación de la Iglesia. A
    continuación presentamos una síntesis
    doctrinal del tratado que nos ocupa.

    1. [Esencia
      de la profecía]
    1. [Si es un tipo de conocimiento]. En
      primer lugar, la profecía principalmente consiste en
      cierto conocimiento, puesto que los que la poseen
      conocen, por una elevación de la mente en virtud de
      cierta inspiración del Espíritu Santo, algunas
      cosas totalmente lejanas al conocimiento de los hombres
      —es el caso de los que pueden ser llamados profetas "por
      apariciones" [a phanos], ó como en el A.T.:
      "videntes", pues alcanzaban a ver aquellas cosas que estaban
      escondidas en el misterio, ó como entre los gentiles:
      "vaticinadores"—. En segundo lugar y secundariamente
      consiste en la locución, en cuanto que los profetas
      anuncian para edificación de los oyentes aquellas cosas
      que conocen divinamente. En tercer lugar, a la profecía
      pertenece la operación de milagros como una cierta
      confirmación del anuncio profético
      —aquí entran la profecía del cadáver
      de Eliseo, y otros casos—.
    2. [Si es un hábito]. Propiamente
      hablando, la profecía no es un hábito, puesto que
      la luz
      profética inhiere en el intelecto del mismo a modo de
      cierta pasión ó impresión
      transeúnte, y no a modo de forma permanente pues, en tal
      caso, el profeta tendría consigo la facultad de
      profetizar.
    3. [Si se refiere sólo a los futuros
      contingentes]. El
      conocimiento profético, que es por medio de la luz
      divina, se extiende a todas las cosas que caen bajo el alcance
      de la misma, esto es, todas las cosas tanto espirituales como
      corporales, pero propia y principalmente trata de aquellas
      cosas que son lejanas al conocimiento humano. Y éstas en
      tres grados: (1) aquellas cosas que no son desconocidas por
      todos los hombres sino por algunos, ya según los sentidos,
      ya según el entendimiento —ej: presencia ó
      ausencia de alguien en un lugar lejano—; (2) aquellas
      cosas que sin ser en sí mismas incognoscibles son
      desconocidas a causa de la limitación del conocimiento
      humano —ej: la Trinidad de las personas divinas—;
      (3) aquellas cosas que en sí mismas no son cognoscibles,
      como los futuros contingentes, cuya verdad no está
      determinada [en el tiempo
      – cf. infra 6]: éstos constituyen el objeto
      más propio de la profecía, dando, por lo mismo,
      el sentido primario a tal nombre.
    4. [Si el profeta conoce todas las cosas
      profetizables]. Quien conoce perfectamente un principio
      en toda su virtud, simultáneamente conoce todas aquellas
      cosas que son conocidas a través de aquel principio;
      ignorado el mismo ó conocido sólo de un modo
      general, no necesariamente ocurre lo dicho. Y puesto que el
      principio de la luz profética es la misma Verdad
      primera, el profeta, que no ve la misma, por consiguiente, no
      conoce simultáneamente todas las cosas profetizables,
      sino sólo algunas y según una especial
      revelación de esto ó aquello de las mismas
      cosas.
    5. [Si el profeta discierne aquello que percibe
      divinamente de aquello que ve por su propio espíritu].
      La mente del profeta es instruida por Dios de dos modos: ya por
      medio de una revelación expresa, ya por medio de cierto
      "instinto" que algunas veces experimentan [patiuntur]
      incluso las mentes indoctas. En el primer caso, el profeta
      tiene máxima certeza de aquello que le ha sido
      divinamente revelado; en el segundo, el profeta no siempre
      puede discernir plenamente si aquello que piensa lo piensa por
      un instinto divino ó por su propio
      espíritu.
    6. [Si las profecías pueden ser falsas].
      Puesto que la profecía es cierto conocimiento impreso en
      el intelecto del profeta a partir de una revelación
      divina recibida a modo de cierta doctrina, ó bien cierto
      "signo" ó semejanza impresa de la pre-ciencia
      divina, no puede ser falso ni el conocimiento profético
      ni el anuncio del mismo, incluso en lo tocante a la
      contingencia de los singulares, pues ante la presciencia divina
      están presentes y ya determinados a algo
      uno.

    1. [Causa de la
      profecía
    1. [Si existe profecía de tipo
      natural].
      En cuanto versa sobre el conocimiento
      infalible de los futuros contingentes en sí mismos, lo
      cual excede totalmente al conocimiento humano, la
      profecía, propiamente no puede venir de la naturaleza
      [cf. 172, 5], sino sólo de una revelación divina.
      —De la naturaleza puede venir, a lo sumo, un conocimiento
      probable de los futuros contingentes, por vía
      experimental—.
    2. [Si viene de Dios por mediación de los
      ángeles]. Según el orden universal
      establecido por Dios las realidades inferiores son dispuestas
      por medio de las intermedias. En el caso de la
      revelación profética, que es una
      perfección del entendimiento, las iluminaciones y
      revelaciones divinas son enviadas a los hombres por
      mediación instrumental de los ángeles, que son
      seres intermedios entre Dios y los hombres.
    3. [Si para profetizar se requiere una
      disposición natural]. Considerada en sí
      misma, la profecía, en cuanto proviene de una
      inspiración divina, no exige una disposición
      previa a modo de materia
      preexistente por parte del sujeto que la recibe, empero, Dios
      puede otorgar simultáneamente el don espiritual de la
      profecía y la disposición conveniente al orden de
      la naturaleza.
    4. [Si se requiere la bondad de las costumbres].
      La bondad de las costumbres puede tomarse dos sentidos: ya en
      cuanto a la raíz de las mismas, que es la gracia
      santificante [gratia gratum faciens]; ya en cuanto a las
      pasiones interiores y acciones
      exteriores del alma. En el
      primer caso, no es requerida la bondad de las costumbres por la
      profecía, esto es, la profecía puede darse sin la
      gracia santificante, ya que ésta última tiene por
      fin principal unir al alma con Dios por la caridad y, por
      tanto, perfecciona directamente la voluntad, mientras que la
      profecía perfecciona directamente al intelecto y,
      además, como todos los demás carismas [gratiae
      gratis datae
      ], es otorgada para la utilidad de la
      Iglesia y no directamente para la unión del alma del
      profeta con Dios por la caridad. – En el segundo caso,
      considerando que para la profecía se requiere
      máxima elevación de la mente hacia la
      contemplación de las realidades espirituales, se
      requiere de la bondad de las costumbres para que el profeta no
      se vea impedido del ejercicio de la profecía por la
      vehemencia de sus pasiones y una ocupación desordenada
      respecto de las cosas exteriores.
    5. [Si existe alguna profecía que venga de los
      demonios]. Puesto que es propio de la profecía
      tocar realidades lejanas al conocimiento humano, bajo cierto
      respecto, puede venir de los demonios cuyo conocimiento natural
      es superior al humano; pero, absolutamente hablando, la
      profecía sólo puede provenir de Dios, cuyo
      conocimiento toca realidades lejanas, incluso, al conocimiento
      angélico. En caso de venir de los demonios, el dato
      profético es recibido en la imaginación y no
      siempre excento de engaño; a tales profetas se los
      nombra comúnmente con el añadido: "de los
      demonios", "de Baal", etc. En la auténtica
      profecía, se trata de una iluminación intelectual y siempre
      verdadera; los que la reciben son denominados simplemente
      "profetas", ó "profetas del Señor",
      etc.
    6. [Si los profetas de los demonios dicen alguna
      vez lo verdadero]. Cuanto de bondad se encuentra en las
      cosas, tanto de verdadero en el conocimiento de las mismas. Y
      así como es imposible encontrar algo entre las cosas que
      carezca totalmente de bondad, es imposible encontrar algo que
      sea totalmente falso. Por tanto, incluso la profecía que
      viene de los demonios contiene algo verdadero, lo cual hace que
      tal profecía sea susceptible de recepción por
      parte del intelecto humano.
    1. [Modo
      del conocimiento
      profético]
    1. [Si los profetas ven la misma Esencia de
      Dios].
      El conocimiento profético es un
      conocimiento más imperfecto que el de los
      bienaventurados, cuyo objeto es la misma Esencia divina. La
      visión profética comporta un conocimiento divino
      pero como "desde lejos" [ut a remotis], y no es
      visión inmediata de la divina Esencia [ex
      propinquo
      ], pues lo que ve no lo ve en Ella sino a
      través de ciertas "semejanzas" recibidas por ilustración divina a modo de espejos de
      la misma.
    2. [Si la revelación profética se realiza
      por la infusión de algunas "especies" ó
      por la sola infusión de la luz divina]. La
      revelación profética puede darse mediante
      sólo la infusión de la luz divina, ó
      mediante la infusión de "especies": (1) por medio de la
      sola infusión de la luz divina en el intelecto del
      profeta —como los discípulos de Emaús, a
      quienes el Señor abrió la mente para que
      comprendieran las Escrituras; ó José que
      interpretó contenido profético implicado en el
      sueño del Faraón—; (2) por medio de
      "especies" impresas totalmente nuevas, ya sensibles —como
      si a un ciego de nacimiento se le imprimiera divinamente en la
      imaginación semejanzas de los colores—,
      ya inteligibles —como la ciencia
      ó la sabiduría infusa que recibieron
      Salomón y los Apóstoles—; (3) ó
      bien, ordenando divinamente "especies" percibidas a partir de
      los sentidos —como Jeremías que vio el caldero
      hirviente derramarse hacia el sur—.
    3. [Si la revelación profética siempre
      comporta abstracción de los sentidos]. Teniendo
      en cuenta lo inmediatamente dicho: no hay abstracción de
      los sentidos cuando algo es representado en la mente del
      profeta mediante "especies" sensibles —como el fuego
      mostrado a Moisés—; tampoco es necesario que haya
      alienación de los sentidos cuando la mente del profeta
      es ilustrada por la luz divina, ó cuando recibe
      "especies" inteligibles ya que, perfeccionado de tal modo por
      dichas luz ó especies, nuestro entendimiento, para
      perfección de su juicio, se vuelve a las realidades
      sensibles; pero cuando hay revelación profética
      por medio de formas imaginarias, necesariamente hay
      abstracción de los sentidos, porque las apariciones
      imaginarias percibidas no se refieren a cosas exteriores
      percibidas por los sentidos. Tal abstracción de los
      sentidos puede ser perfecta ó imperfecta, según
      que el profeta no perciba nada sensiblemente ó algo, sin
      poder
      discernir plenamente qué percibe imaginariamente por
      revelación y qué por medio de los
      sentidos.
    4. [Si la profecía siempre comporta
      conocimiento de aquellas cosas que se profetizan]. Es
      propio de la profecía perfecta conocer aquello que el
      Espíritu revela. Pero, puesto que la mente del profeta
      es instrumento deficiente del Espíritu Santo, que es el
      agente principal de la profecía, existe también
      auténtica profecía, aunque imperfecta, en la cual
      el profeta no siempre conoce lo que el Espíritu Santo
      intenta revelar visiones, palabras —como cuando David
      decía: El Espíritu del Señor ha hablado
      por mi—,
      ó hechos —como cuando los
      soldados rasgaron el manto de Cristo—.

    174 –
    División en especies de la
    profecía

    1. [Especies de profecía]. Como
      todo acto, la profecía se diversifica por su objeto, que
      es lo que existe en el conocimiento divino por encima de la
      facultad humana, propiamente las cosas futuras. De donde: (1)
      profecía "de conminación" —amenaza—:
      acerca de las cosas futuras en su causa: no siempre se
      cumple, pues anuncia propiamente el orden de la causa al
      efecto, que puede ser impedido por lo que advenga; (2) "de
      predestinación": acerca de las cosas futuras en
      sí mismas:
      sólo con respecto al bien que Dios
      ha decidido realizar en nosotros; (3) "de pre-ciencia":
      respecto de las cosas que han de ser realizadas por el libre
      albedrío del hombre:
      incluye lo bueno y lo malo.
    2. [Si es la más elevada aquella profecía
      que no comporta visión imaginaria]. La profecía
      que por la cual la verdad que excede a la capacidad natural del
      hombre es percibida en visión intelectual, desnuda de
      semejanza corporal ó imaginaria, es más excelente
      que la que incluye tales semejanzas, pues más se acerca
      a la visión de la Patria, donde tiene lugar la desnuda
      contemplación de la misma Verdad.
    3. [Diversos grados de profecía
      según las visiones imaginarias]. En el género
      de profecía que comporta visión imaginaria pueden
      considerarse, a su vez, cuatro grados: (1) la verdad
      sobrenatural revelada es manifestada al profeta por medio de
      imágenes: ya en sueño, ya en
      vigilia —siendo más perfecta esta segunda—;
      (2) la verdad inteligible revelada es expresada al profeta
      —en vigilia ó en sueño— por medio de
      palabras oídas ó bien por medio de
      imágenes simbólicas —más perfecto:
      el primer caso—; (3) el profeta no sólo percibe
      palabras ó símbolos de hechos, sino que ve
      además —en vigilia ó en sueño—
      alguien que habla consigo ó que le muestra algo;
      (4) si el personaje que habla ó muestra algo al profeta
      es percibido [in specie] como hombre, como ángel,
      ó como el mismo Dios —más perfecto: el
      último caso—.
    4. [Si Moisés fue el mayor de los
      profetas]. Moisés fue el mayor de los profetas en
      relación a tres cosas implicadas en toda
      profecía: (1) en cuanto al conocimiento de lo revelado:
      Moisés fue el primero tanto en visión
      intelectual, pues vio la misma Esencia de Dios, cuanto en
      visión imaginaria, pues hablaba con Dios cara a cara
      como un hombre con su amigo; (2) en cuanto al anuncio
      profético: pues hablaba a todo el pueblo fiel como nuevo
      legislador representante de Dios —los demás
      profetas inducían a cumplir lo que dijo
      Moisés—; (3) en cuanto a la operación de
      milagros: aunque, en cuanto a la sustancia misma del milagro,
      los hubo mayores entre los de otros profetas, en cuanto al
      modo, los milagros de Moisés fueron los mayores pues
      fueron hechos en favor de todo el pueblo —como los
      obrados en tierra de
      Egypto—.
    5. [Si puede ser profeta un bienaventurado, ó
      quien ve —comprehensor— la Esencia
      divina].
      Dado que el conocimiento profético implica
      cierta visión "como desde lejos", y esto en dos
      sentidos: (1) por parte del conocimiento mismo: la verdad
      revelada no es conocida en sí misma sino por medio de
      "especies" ya sensibles, ya inteligibles; (2) por parte del
      mismo vidente: que con tal visión no ha sido conducido a
      la última perfección; por todo ello, no puede ser
      llamado propiamente profeta quien ve la Esencia divina de modo
      habitual y permanente; quedando a salvo los que tuvieron un
      rapto transeúnte, como Moisés y Pablo; en el caso
      especial de Jesucristo, , según lo dicho puede ser
      considerado profeta, no en cuanto era bienaventurado
      comprehensor— sino sólo en cuanto
      viador.
    6. [Si la profecía crece con el
      transcurso del tiempo].
      La revelación
      profética efectivamente progresa en el tiempo. Puesto
      que la profecía se ordena al conocimiento de la verdad
      divina, por cuya contemplación somos instruidos (1) en
      la fe y (2) en el gobierno de
      nuestros actos, hay que considerar su crecimiento de la misma
      en ambos respectos:
    1. En cuanto a la fe —cuyo principal objeto es (a)
      el conocimiento de Dios y (b) el misterio de la
      Encarnación de Cristo—, la profecía ha
      crecido en tres tiempos: (1.a.) antes de la Ley:
      instrucción profética acerca de la Deidad
      dirigida a Abraham y otros padres; durante la Ley:
      revelación profética de la potencia y
      simplicidad de la Esencia divina, expresada en el inefable
      nombre, dirigidas por medio de Moisés a todo el Pueblo;
      después de la Ley ó en el tiempo de la Gracia:
      por el Hijo de Dios es revelado el misterio de la Trinidad.
      (1.b) En cuanto a la fe en la Encarnación de Cristo,
      fueron más plenamente instruidos los que estuvieron
      más cerca de Él, ya antes, ya después,
      siendo más plenamente instruidos los de después
      que los de antes. (2) En cuanto a la dirección de los actos humanos, la
      revelación profética se diversifica no
      según el transcurso del tiempo sino según a las
      ocupaciones de los hombres: en cada tiempo los hombres fueron
      divinamente instruidos según convenía a la
      salvación de los elegidos

    * * *

    Para este artículo trabajé
    sobre el texto latino
    de la Summa en la Opera Omnia Sancti Thomae,
    versión electrónica del Instituto Regina
    Apostolorum
    , 1997.

    * * *

     

    Fray Marcelo María Aguirre OP
    (Marcellus)

    UNSTA,
    Buenos
    Aires, 2005.

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter