- Esencia de la
profecía - Causa de la
profecía - Modo del conocimiento
profético - División en especies
de la profecía
Introducción
El "tratado" De prophetia es inmediatamente
posterior al extenso estudio De virtutibus, que incluye
las virtudes teologales, cardinales, sus derivadas,
los vicios que se les oponen, y los dones del Espíritu
Santo en cuanto perfeccionan dichas virtudes. En la
introducción a estas cuestiones, fray
Tomás, coloca la profecía entre los carismas, que
entran en la clasificación escolástica de las
gratiae gratis datae. El carisma profético, por
lo demás poco común, al igual que los
demás carismas es otorgado por el Espíritu Santo
para la edificación de la Iglesia. A
continuación presentamos una síntesis
doctrinal del tratado que nos ocupa.
- [Si es un tipo de conocimiento]. En
primer lugar, la profecía principalmente consiste en
cierto conocimiento, puesto que los que la poseen
conocen, por una elevación de la mente en virtud de
cierta inspiración del Espíritu Santo, algunas
cosas totalmente lejanas al conocimiento de los hombres
—es el caso de los que pueden ser llamados profetas "por
apariciones" [a phanos], ó como en el A.T.:
"videntes", pues alcanzaban a ver aquellas cosas que estaban
escondidas en el misterio, ó como entre los gentiles:
"vaticinadores"—. En segundo lugar y secundariamente
consiste en la locución, en cuanto que los profetas
anuncian para edificación de los oyentes aquellas cosas
que conocen divinamente. En tercer lugar, a la profecía
pertenece la operación de milagros como una cierta
confirmación del anuncio profético
—aquí entran la profecía del cadáver
de Eliseo, y otros casos—. - [Si es un hábito]. Propiamente
hablando, la profecía no es un hábito, puesto que
la luz
profética inhiere en el intelecto del mismo a modo de
cierta pasión ó impresión
transeúnte, y no a modo de forma permanente pues, en tal
caso, el profeta tendría consigo la facultad de
profetizar. - [Si se refiere sólo a los futuros
contingentes]. El
conocimiento profético, que es por medio de la luz
divina, se extiende a todas las cosas que caen bajo el alcance
de la misma, esto es, todas las cosas tanto espirituales como
corporales, pero propia y principalmente trata de aquellas
cosas que son lejanas al conocimiento humano. Y éstas en
tres grados: (1) aquellas cosas que no son desconocidas por
todos los hombres sino por algunos, ya según los sentidos,
ya según el entendimiento —ej: presencia ó
ausencia de alguien en un lugar lejano—; (2) aquellas
cosas que sin ser en sí mismas incognoscibles son
desconocidas a causa de la limitación del conocimiento
humano —ej: la Trinidad de las personas divinas—;
(3) aquellas cosas que en sí mismas no son cognoscibles,
como los futuros contingentes, cuya verdad no está
determinada [en el tiempo
– cf. infra 6]: éstos constituyen el objeto
más propio de la profecía, dando, por lo mismo,
el sentido primario a tal nombre. - [Si el profeta conoce todas las cosas
profetizables]. Quien conoce perfectamente un principio
en toda su virtud, simultáneamente conoce todas aquellas
cosas que son conocidas a través de aquel principio;
ignorado el mismo ó conocido sólo de un modo
general, no necesariamente ocurre lo dicho. Y puesto que el
principio de la luz profética es la misma Verdad
primera, el profeta, que no ve la misma, por consiguiente, no
conoce simultáneamente todas las cosas profetizables,
sino sólo algunas y según una especial
revelación de esto ó aquello de las mismas
cosas. - [Si el profeta discierne aquello que percibe
divinamente de aquello que ve por su propio espíritu].
La mente del profeta es instruida por Dios de dos modos: ya por
medio de una revelación expresa, ya por medio de cierto
"instinto" que algunas veces experimentan [patiuntur]
incluso las mentes indoctas. En el primer caso, el profeta
tiene máxima certeza de aquello que le ha sido
divinamente revelado; en el segundo, el profeta no siempre
puede discernir plenamente si aquello que piensa lo piensa por
un instinto divino ó por su propio
espíritu. - [Si las profecías pueden ser falsas].
Puesto que la profecía es cierto conocimiento impreso en
el intelecto del profeta a partir de una revelación
divina recibida a modo de cierta doctrina, ó bien cierto
"signo" ó semejanza impresa de la pre-ciencia
divina, no puede ser falso ni el conocimiento profético
ni el anuncio del mismo, incluso en lo tocante a la
contingencia de los singulares, pues ante la presciencia divina
están presentes y ya determinados a algo
uno.
- [Si existe profecía de tipo
natural]. En cuanto versa sobre el conocimiento
infalible de los futuros contingentes en sí mismos, lo
cual excede totalmente al conocimiento humano, la
profecía, propiamente no puede venir de la naturaleza
[cf. 172, 5], sino sólo de una revelación divina.
—De la naturaleza puede venir, a lo sumo, un conocimiento
probable de los futuros contingentes, por vía
experimental—. - [Si viene de Dios por mediación de los
ángeles]. Según el orden universal
establecido por Dios las realidades inferiores son dispuestas
por medio de las intermedias. En el caso de la
revelación profética, que es una
perfección del entendimiento, las iluminaciones y
revelaciones divinas son enviadas a los hombres por
mediación instrumental de los ángeles, que son
seres intermedios entre Dios y los hombres. - [Si para profetizar se requiere una
disposición natural]. Considerada en sí
misma, la profecía, en cuanto proviene de una
inspiración divina, no exige una disposición
previa a modo de materia
preexistente por parte del sujeto que la recibe, empero, Dios
puede otorgar simultáneamente el don espiritual de la
profecía y la disposición conveniente al orden de
la naturaleza. - [Si se requiere la bondad de las costumbres].
La bondad de las costumbres puede tomarse dos sentidos: ya en
cuanto a la raíz de las mismas, que es la gracia
santificante [gratia gratum faciens]; ya en cuanto a las
pasiones interiores y acciones
exteriores del alma. En el
primer caso, no es requerida la bondad de las costumbres por la
profecía, esto es, la profecía puede darse sin la
gracia santificante, ya que ésta última tiene por
fin principal unir al alma con Dios por la caridad y, por
tanto, perfecciona directamente la voluntad, mientras que la
profecía perfecciona directamente al intelecto y,
además, como todos los demás carismas [gratiae
gratis datae], es otorgada para la utilidad de la
Iglesia y no directamente para la unión del alma del
profeta con Dios por la caridad. – En el segundo caso,
considerando que para la profecía se requiere
máxima elevación de la mente hacia la
contemplación de las realidades espirituales, se
requiere de la bondad de las costumbres para que el profeta no
se vea impedido del ejercicio de la profecía por la
vehemencia de sus pasiones y una ocupación desordenada
respecto de las cosas exteriores. - [Si existe alguna profecía que venga de los
demonios]. Puesto que es propio de la profecía
tocar realidades lejanas al conocimiento humano, bajo cierto
respecto, puede venir de los demonios cuyo conocimiento natural
es superior al humano; pero, absolutamente hablando, la
profecía sólo puede provenir de Dios, cuyo
conocimiento toca realidades lejanas, incluso, al conocimiento
angélico. En caso de venir de los demonios, el dato
profético es recibido en la imaginación y no
siempre excento de engaño; a tales profetas se los
nombra comúnmente con el añadido: "de los
demonios", "de Baal", etc. En la auténtica
profecía, se trata de una iluminación intelectual y siempre
verdadera; los que la reciben son denominados simplemente
"profetas", ó "profetas del Señor",
etc. - [Si los profetas de los demonios dicen alguna
vez lo verdadero]. Cuanto de bondad se encuentra en las
cosas, tanto de verdadero en el conocimiento de las mismas. Y
así como es imposible encontrar algo entre las cosas que
carezca totalmente de bondad, es imposible encontrar algo que
sea totalmente falso. Por tanto, incluso la profecía que
viene de los demonios contiene algo verdadero, lo cual hace que
tal profecía sea susceptible de recepción por
parte del intelecto humano.
- [Si los profetas ven la misma Esencia de
Dios]. El conocimiento profético es un
conocimiento más imperfecto que el de los
bienaventurados, cuyo objeto es la misma Esencia divina. La
visión profética comporta un conocimiento divino
pero como "desde lejos" [ut a remotis], y no es
visión inmediata de la divina Esencia [ex
propinquo], pues lo que ve no lo ve en Ella sino a
través de ciertas "semejanzas" recibidas por ilustración divina a modo de espejos de
la misma. - [Si la revelación profética se realiza
por la infusión de algunas "especies" ó
por la sola infusión de la luz divina]. La
revelación profética puede darse mediante
sólo la infusión de la luz divina, ó
mediante la infusión de "especies": (1) por medio de la
sola infusión de la luz divina en el intelecto del
profeta —como los discípulos de Emaús, a
quienes el Señor abrió la mente para que
comprendieran las Escrituras; ó José que
interpretó contenido profético implicado en el
sueño del Faraón—; (2) por medio de
"especies" impresas totalmente nuevas, ya sensibles —como
si a un ciego de nacimiento se le imprimiera divinamente en la
imaginación semejanzas de los colores—,
ya inteligibles —como la ciencia
ó la sabiduría infusa que recibieron
Salomón y los Apóstoles—; (3) ó
bien, ordenando divinamente "especies" percibidas a partir de
los sentidos —como Jeremías que vio el caldero
hirviente derramarse hacia el sur—. - [Si la revelación profética siempre
comporta abstracción de los sentidos]. Teniendo
en cuenta lo inmediatamente dicho: no hay abstracción de
los sentidos cuando algo es representado en la mente del
profeta mediante "especies" sensibles —como el fuego
mostrado a Moisés—; tampoco es necesario que haya
alienación de los sentidos cuando la mente del profeta
es ilustrada por la luz divina, ó cuando recibe
"especies" inteligibles ya que, perfeccionado de tal modo por
dichas luz ó especies, nuestro entendimiento, para
perfección de su juicio, se vuelve a las realidades
sensibles; pero cuando hay revelación profética
por medio de formas imaginarias, necesariamente hay
abstracción de los sentidos, porque las apariciones
imaginarias percibidas no se refieren a cosas exteriores
percibidas por los sentidos. Tal abstracción de los
sentidos puede ser perfecta ó imperfecta, según
que el profeta no perciba nada sensiblemente ó algo, sin
poder
discernir plenamente qué percibe imaginariamente por
revelación y qué por medio de los
sentidos. - [Si la profecía siempre comporta
conocimiento de aquellas cosas que se profetizan]. Es
propio de la profecía perfecta conocer aquello que el
Espíritu revela. Pero, puesto que la mente del profeta
es instrumento deficiente del Espíritu Santo, que es el
agente principal de la profecía, existe también
auténtica profecía, aunque imperfecta, en la cual
el profeta no siempre conoce lo que el Espíritu Santo
intenta revelar visiones, palabras —como cuando David
decía: El Espíritu del Señor ha hablado
por mi—,ó hechos —como cuando los
soldados rasgaron el manto de Cristo—.
174 –
División en especies de la
profecía
- [Especies de profecía]. Como
todo acto, la profecía se diversifica por su objeto, que
es lo que existe en el conocimiento divino por encima de la
facultad humana, propiamente las cosas futuras. De donde: (1)
profecía "de conminación" —amenaza—:
acerca de las cosas futuras en su causa: no siempre se
cumple, pues anuncia propiamente el orden de la causa al
efecto, que puede ser impedido por lo que advenga; (2) "de
predestinación": acerca de las cosas futuras en
sí mismas: sólo con respecto al bien que Dios
ha decidido realizar en nosotros; (3) "de pre-ciencia":
respecto de las cosas que han de ser realizadas por el libre
albedrío del hombre:
incluye lo bueno y lo malo. - [Si es la más elevada aquella profecía
que no comporta visión imaginaria]. La profecía
que por la cual la verdad que excede a la capacidad natural del
hombre es percibida en visión intelectual, desnuda de
semejanza corporal ó imaginaria, es más excelente
que la que incluye tales semejanzas, pues más se acerca
a la visión de la Patria, donde tiene lugar la desnuda
contemplación de la misma Verdad. - [Diversos grados de profecía
según las visiones imaginarias]. En el género
de profecía que comporta visión imaginaria pueden
considerarse, a su vez, cuatro grados: (1) la verdad
sobrenatural revelada es manifestada al profeta por medio de
imágenes: ya en sueño, ya en
vigilia —siendo más perfecta esta segunda—;
(2) la verdad inteligible revelada es expresada al profeta
—en vigilia ó en sueño— por medio de
palabras oídas ó bien por medio de
imágenes simbólicas —más perfecto:
el primer caso—; (3) el profeta no sólo percibe
palabras ó símbolos de hechos, sino que ve
además —en vigilia ó en sueño—
alguien que habla consigo ó que le muestra algo;
(4) si el personaje que habla ó muestra algo al profeta
es percibido [in specie] como hombre, como ángel,
ó como el mismo Dios —más perfecto: el
último caso—. - [Si Moisés fue el mayor de los
profetas]. Moisés fue el mayor de los profetas en
relación a tres cosas implicadas en toda
profecía: (1) en cuanto al conocimiento de lo revelado:
Moisés fue el primero tanto en visión
intelectual, pues vio la misma Esencia de Dios, cuanto en
visión imaginaria, pues hablaba con Dios cara a cara
como un hombre con su amigo; (2) en cuanto al anuncio
profético: pues hablaba a todo el pueblo fiel como nuevo
legislador representante de Dios —los demás
profetas inducían a cumplir lo que dijo
Moisés—; (3) en cuanto a la operación de
milagros: aunque, en cuanto a la sustancia misma del milagro,
los hubo mayores entre los de otros profetas, en cuanto al
modo, los milagros de Moisés fueron los mayores pues
fueron hechos en favor de todo el pueblo —como los
obrados en tierra de
Egypto—. - [Si puede ser profeta un bienaventurado, ó
quien ve —comprehensor— la Esencia
divina]. Dado que el conocimiento profético implica
cierta visión "como desde lejos", y esto en dos
sentidos: (1) por parte del conocimiento mismo: la verdad
revelada no es conocida en sí misma sino por medio de
"especies" ya sensibles, ya inteligibles; (2) por parte del
mismo vidente: que con tal visión no ha sido conducido a
la última perfección; por todo ello, no puede ser
llamado propiamente profeta quien ve la Esencia divina de modo
habitual y permanente; quedando a salvo los que tuvieron un
rapto transeúnte, como Moisés y Pablo; en el caso
especial de Jesucristo, , según lo dicho puede ser
considerado profeta, no en cuanto era bienaventurado
—comprehensor— sino sólo en cuanto
viador. - [Si la profecía crece con el
transcurso del tiempo]. La revelación
profética efectivamente progresa en el tiempo. Puesto
que la profecía se ordena al conocimiento de la verdad
divina, por cuya contemplación somos instruidos (1) en
la fe y (2) en el gobierno de
nuestros actos, hay que considerar su crecimiento de la misma
en ambos respectos:
- En cuanto a la fe —cuyo principal objeto es (a)
el conocimiento de Dios y (b) el misterio de la
Encarnación de Cristo—, la profecía ha
crecido en tres tiempos: (1.a.) antes de la Ley:
instrucción profética acerca de la Deidad
dirigida a Abraham y otros padres; durante la Ley:
revelación profética de la potencia y
simplicidad de la Esencia divina, expresada en el inefable
nombre, dirigidas por medio de Moisés a todo el Pueblo;
después de la Ley ó en el tiempo de la Gracia:
por el Hijo de Dios es revelado el misterio de la Trinidad.
(1.b) En cuanto a la fe en la Encarnación de Cristo,
fueron más plenamente instruidos los que estuvieron
más cerca de Él, ya antes, ya después,
siendo más plenamente instruidos los de después
que los de antes. (2) En cuanto a la dirección de los actos humanos, la
revelación profética se diversifica no
según el transcurso del tiempo sino según a las
ocupaciones de los hombres: en cada tiempo los hombres fueron
divinamente instruidos según convenía a la
salvación de los elegidos
* * *
Para este artículo trabajé
sobre el texto latino
de la Summa en la Opera Omnia Sancti Thomae,
versión electrónica del Instituto Regina
Apostolorum, 1997.
* * *
Fray Marcelo María Aguirre OP
(Marcellus)
UNSTA,
Buenos
Aires, 2005.