Monografias.com > Otros
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

La hipótesis «Causa sui»



     La vida es un sistema
    organizativo que se perpetúa en un contexto cambiante, en
    un proceso
    invasivo y asimilador de la materia y la
    energía disponible en su entorno. Este mecanismo ha
    llegado a desarrollar la capacidad de construir y ejecutar
    modelos cada
    vez más potentes de su entorno cuya tendencia es, en el
    límite, crear un modelo del
    propio universo en el
    que se inscribe, y ejecutarlo. En ese momento, el Universo
    será creado. A esta hipótesis se la
    denominará «Causa sui». Su propia
    causa

    Desde nuestra perspectiva observamos que, desde el
    momento mismo de su surgimiento, el Universo ha comenzado a
    organizarse a sí mismo, o autoorganizarse, en
    minúsculos fragmentos, partículas
    subatómicas, átomos, &c. relacionados con sus
    vecinos y con el resto de materia y energía en delicados
    equilibrios de acuerdo con unas reglas bien
    determinadas.

    Este conjunto de elementos se han ido agrupando en
    estructuras
    cada vez más grandes y articuladas: las pequeñas
    piezas que constituyen los ladrillos del universo se agruparon en
    átomos, y la unión de éstos pronto dio lugar
    a los primeros elementos químicos, los más ligeros,
    hidrógeno y helio.

    La aparición de la
    vida

    Enormes masas de estos elementos dieron lugar a otros
    elementos de estructuras más pesadas, y éstos a las
    moléculas. La nueva diversidad mostró una enorme
    capacidad para combinarse en nuevas figuras de arquitectura cada
    vez más diversificada. De entre todas ellas, algunas de
    estas estructuras se combinaron de modo tal que parecían
    tener un objetivo:
    mantener su propia organización.

    Los
    inmortales

    Por cuánto tiempo
    lograron estas estructuras su propósito de permanencia es
    irrelevante: fueran capaces de lograr su objetivo por largos
    períodos de tiempo o tan sólo por breves instantes,
    estas organizaciones
    fueron, para nosotros, los primeros seres vivos que habitaron el
    universo.

    Cuánto había de nuevo en este proceso
    resulta difícil de valorar: al fin y al cabo, las
    partículas que las formaban también parecen haberse
    creado, no menos establemente, partiendo de una sopa
    cósmica inicial. Además, los primeros seres vivos
    podrían considerarse con toda propiedad, y
    de manera muy similar a las propias partículas que los
    formaban, inmortales, únicos seres vivos que de hecho lo
    han sido. Y esto porque no incorporaban aún en su estructura
    plazos marcados, curvas de eficiencia,
    relojes biológicos de ningún tipo que les
    condenaran a la mortalidad. Estos seres primigenios
    habrían sido permanentes en el tiempo si no fuera porque
    el entorno ante el cual reaccionaban habría de sufrir,
    tarde o temprano, dramáticos cambios.

    Como ningún entorno resultaba eterno los primeros
    seres vivos, aptos para mantener su organización en un
    determinado entorno, pero sin recursos para
    perdurar en otros, se veían abocados una y otra vez a la
    desaparición. Así sucedió que una y otra vez
    estas organizaciones inmortales existieron y
    desaparecieron.

    Pero la definición de la vida ya podía ser
    establecida: los seres vivos eran organizaciones de materia y
    energía que, dentro del universo, se oponían al
    fluir incesante del entorno, estableciendo mecanismos de
    preservación de su estructura.

    El intento de la copia
    perfecta

    Podemos imaginar como una simple cuestión de
    tiempo que, existiendo las piezas precisas para ello, en la gran
    danza de
    partículas del Universo algunas de estas estructuras
    fueran capaces, no ya sólo de reponerse ante eventuales
    perturbaciones exteriores, sino de facturar, salidas de su propia
    construcción, un cierto número de
    réplicas, copias indefinidas de ellas mismas.

    El experimento, sin embargo, se revelaría fallido
    en términos de la obtención de la inmortalidad a
    través de la replicación. Las copias, espejos
    perfectos de su creador, estaban condenadas a desaparecer junto
    al original ante un cambio
    suficientemente drástico del entorno en el que se
    desenvolvían.

    El éxito
    de la imperfección

    Pero si las copias perfectas resultaron no ser
    extensivas, si el proceso no triunfó, sí lo hizo en
    cambio una variante, algo más sofisticada, del mismo
    procedimiento
    replicativo: otras organizaciones también generaron copias
    de sí mismas, pero con una condición
    añadida: las copias habrían de ser no exactamente
    iguales al original, sino muy similares. Similares hasta el punto
    de no perder la coherencia de sus funciones, caso
    que las llevaba al caos y la disolución, pero a la vez lo
    suficientemente diferenciadas del original como para que alguna
    de ellas fuera capaz de mantener, en el entorno surgido tras la
    siguiente crisis
    ambiental, sus funciones de conservación y
    replicación.

    Así, esta vez sí, de entre todas las
    copias así producidas, cuando inevitablemente la siguiente
    crisis ambiental llegó, algunas sobrevivieron. Pero ya no
    era necesario comenzar de nuevo de cero.

    El nuevo paso a dar estaba próximo. Tras miles, o
    millones, de generaciones amparadas por esa hábil
    imperfección en el copiado, estas organizaciones fueron
    precisando el nivel óptimo de transformación
    generacional: demasiada homogeneidad no aseguraba la persistencia
    en caso de crisis, demasiada heterogeneidad en cada salto
    generacional conducía al caos.

    Con este criterio de supervivencia como norma, sucesivas
    generaciones de estos seres vivos, ya convertidos en evolutivos,
    fueron diferenciándose cada vez más los unos de los
    otros, desarrollando estrategias de
    supervivencia cada vez más variadas, y en entornos cada
    vez más diferenciados.

    La vida había quedado marcada, ya para siempre,
    como un proceso «imperfecto».

    La aparición de la
    diversidad

    Cuando alguna de estas colonias fue capaz de saturar el
    espacio ambiental disponible los seres vivos debieron aprender a
    relacionarse, no ya sólo con un entorno en permanente
    movimiento,
    sino también con otros seres vivos.

    Luchar por sobrevivir, disputarse los repuestos en un
    entorno repentinamente menguado, conllevó a su vez la
    aparición de relaciones en diferentes niveles de
    complejidad: Amigos o enemigos, el resto de seres vivos
    exigió, repentinamente, ser clasificado. Había
    comenzado el camino hacia la diversidad
    biológica.

    El fin de la
    inmortalidad

    Si el proceso fue enriquecedor y positivo para los seres
    vivos como categoría las consecuencias fueron, sin
    embargo, devastadoras para el ser vivo entendido como unidad,
    como individuo. En
    un entorno evolutivo cualquier criatura mayor –más
    antigua– que la media se encontraría
    rápidamente rodeada por otras más jóvenes,
    más evolucionadas, más agresivas, más
    capaces de interactuar con el ambiente en
    competencia por
    unos recursos limitados…

    La muerte no
    nació junto a la vida. Los primeros seres vivos, de hecho,
    no estaban marcados con el signo de la muerte;
    pero la replicación evolutiva había evidenciado ser
    más efectiva para la subsistencia que la simple
    inmortalidad. En un mundo siempre cambiante los seres vivos
    inmortales, simplemente, no sobrevivieron.

    La vida, proceso
    invasivo

    Pero a cambio de esta renuncia, la vida, lejos de ser la
    frágil arquitectura que aparenta si analizamos a sus
    individuos aisladamente, se había convertido en una
    organización dotada de un mecanismo de expansión
    muy poderoso. A costa del sacrificio del individuo, la
    replicación mediante pequeños cambios en la
    estructura dejó de ser un simple recurso intrascendente
    mediante el cual, y temporalmente, ciertas estructuras
    habían evitado la disolución, para convertirse en
    un sistema profundamente invasivo.

    Entendida como una determinada manera de estructurarse
    la materia y la energía con el fin último de lograr
    su propia preservación, la vida se extendía
    inexorablemente.

    La invención de
    la
    memoria

    El elemento clave para que una organización viva
    disponga de posibilidades de mantener su organización ante
    un entorno hostil es su capacidad para ejecutar determinadas
    acciones que
    tengan por fin, precisamente, reponer los elementos
    dañados en esa organización.

    Pero tras sucesivos cambios ambientales, entre dos
    sistemas vivos
    capaces de llevar a cabo tales acciones será más
    resistente el que integre en su estructura, además de las
    herramientas
    necesarias para perdurar en el entorno en que se encuentre, un
    recuerdo de los recursos empleados en crisis
    anteriores.

    A su vez, ante una crisis ambiental genuinamente nueva,
    la forma más básica de sobrevivir es el ensayo y
    error. Ahora bien, la pregunta es: ¿qué es
    más eficaz para garantizar el mantenimiento
    de esa estructura, reaccionar primariamente, ciegamente, ante
    cada uno de las transformaciones que se sucedan alrededor o,
    mediante el uso del recuerdo de experiencias anteriores, aprender
    a predecir los próximos cambios, adelantándose a
    sus efectos?

    La aparición de los
    modelizadores

    Ya no se trata entonces de reaccionar primariamente,
    ciegamente, ante cada uno de las transformaciones que se sucedan
    alrededor de las estructuras, sino de recordar experiencias
    anteriores y aprender a predecir los próximos cambios,
    adelantándose a sus efectos.

    Los resultados son conocidos: el análisis fue una habilidad que
    permitió a las primeras organizaciones dotadas de la misma
    no necesitar ejecutar un acto para conocer sus consecuencias.
    .

    Podemos descomponer el proceso en dos partes:

    • —por un lado la generación de modelos de
      reacciones posibles ante un evento dado.
    • —por otro la posibilidad y capacidad de
      seleccionar y ejecutar realmente una de las
      opciones.

    Como sabemos, la posibilidad de evitar peligros mediante
    la observación y la reacción más
    adecuada generó un nuevo tipo de estructuras y,
    naturalmente, una nueva carrera armamentística entre
    nuevos seres cuya capacidad para sobrevivir dependía ya no
    sólo de su capacidad de reaccionar ante los riesgos, sino
    también de predecirlos y anticiparse a los
    mismos.

    La posibilidad de elegir la opción más
    favorable entre varias con el fin de garantizar la subsistencia,
    además de mostrarse extremadamente útil para el
    propósito de la supervivencia, tuvo como consecuencia la
    emergencia del reino animal.

    Metamodelizadores

    Nos aproximamos de este modo a nuestra propia
    experiencia: la siguiente generación sería ya capaz
    no solamente de construir modelos, sino modelos de modelos, y
    modelos de modelos de modelos en progresión creciente. Los
    nuevos seres vivos eran ya capaces no ya de predecir un peligro y
    actuar en consecuencia, sino de anticipar un rango de posibles
    conductas de los rivales potenciales, o de las posibles
    modificaciones del entorno, así como de tener preparadas
    diferentes respuestas para cada una de las posibilidades. En los
    hombres, los más potentes metamodelizadores en nuestro
    entorno, esta capacidad ofreció a sus poseedores la
    posibilidad de prevenir las actividades de sus rivales de otras
    especies, y finalmente controlarlas con el fin de gestionarlas
    según sus necesidades.

    Con ser un cambio trascendental, la aparición de
    los metamodelizadores, pese a su capacidad de administrar la vida
    y la muerte de sus rivales de otras especies, o de transformarlos
    en sirvientes, no supuso una novedad radical en el camino
    evolutivo, puesto que en esencia comparten con sus ancestros sus
    reglas básicas, su estructura y su composición,
    así como sus procedimientos y
    condicionamientos para perdurar y expandirse. El verdadero
    cambio, el auténticamente sorprendente, se había
    producido en el nivel anterior, con la interiorización de
    las capacidades de reacción: la auténtica novedad,
    previa a la aparición del género
    humano, fue la aparición de la capacidad de realizar
    modelos virtuales. Modelos de realidades probables, o simplemente
    posibles.

    De todo el proceso puede extraerse una
    conclusión: el universo se muestra como un
    conjunto de materias y reglas tales que son capaces de
    organizarse en un modo tal que genera modelizadores, que, poco a
    poco, van evidenciando las simetrías de la naturaleza.
    Modelizadores que cada vez, inexorablemente, se vuelven
    más capaces de crear modelos sobre las actividades del
    universo, incluyendo su tendencia a la creación de
    modelos, modelos cada vez más potentes, de la actividad
    del propio universo.

    Redefiniendo la
    vida

    La supervivencia a través de la mutación
    no es sino una de las formas de la vida para perpetuarse,
    además la más primitiva, puesto que precisa la
    extinción de la forma no adaptada al medio (serán
    sólo sus descendientes los que puedan sobrevivir, y esto
    dependiendo del azar). Lynn Margulis y Dorion Sagan nos han
    descrito otras, al menos la simbiosis, y el intercambio de
    fragmentos que irán desde intercambios del propio ser vivo
    en sentido literal, en los seres vivos más primitivos, a
    intercambios de los modelos que los seres vivos realizan de su
    entorno (información) en los más
    evolucionados. La simbiosis, a su vez, alcanza una enorme
    variedad de formas, desde la integración de un ser vivo en otro (el
    citoplasma que se introduce en el núcleo para adaptarse
    juntos a un nuevo entorno oxigenado), pasando por cualquier forma
    de vida comunitaria dentro de la especie, hasta llegar a los
    ecosistemas,
    equilibrios entre múltiples especies. Lo interesante es
    que, indefectiblemente, son siempre sistemas vivos que se unen
    para formar otro sistema vivo, es decir, sistemas organizados
    siempre con el fin de perpetuarse.

    La idea de sistema se sobrepone ampliamente a la de
    individuo. Cuando existen, los grupos de
    individuos de una especie reparten tareas, cumpliendo funciones
    diferentes. Esa organización, de hecho, es prioritaria,
    también por definición, a la supervivencia
    individual. Así, no importa de la especie de que se trate,
    ningún individuo puede saltarse determinadas reglas de
    convivencia, siendo éstas tales que facilitan la
    supervivencia del grupo. El
    proceso es en todo similar a aquel por el cual las células, e
    incluso los órganos, se someten a las necesidades del
    cuerpo del individuo.

    La sociedad
    así formada es un nuevo organismo, no menos real y vivo
    que el individual. La asimilación de la sociedad humana a
    un organismo vivo fue realizada ya por Spengler, quien hizo un
    cercano paralelismo entre el individuo y el cuerpo social,
    expresión ésta que en sí misma resume la
    intencionalidad de esta filosofía. En biología se contempla
    desde esta perspectiva denominada sociobiológica y
    propuesta en primer lugar por Edward O. Wilson, a cualquier
    sociedad animal. Ludwig von Bertalanffy va aún más
    lejos en su Teoría General
    de Sistemas, puesto que para él el sistema es el
    fundamento no sólo de la biología, sino de todas
    las ciencias
    sociales e históricas.

    Aquí, igualmente, lo que se trata de afirmar
    aquí es que lo realmente invasivo de la vida no es la mera
    estructura física que soporta a
    los individuos, estructura que, efectivamente, tiende a
    expandirse incesantemente, sino más bien su sistema
    organizativo, el conjunto de relaciones que se establecen entre
    partes de un sistema y que conducen al mismo a un fin
    específico que es, indefectiblemente, el de su propia
    preservación. El sistema más amplio en cada momento
    es el que debe ser considerado prioritario en términos de
    supervivencia, y los sistemas que lo componen (especies,
    relaciones entre especies, individuos y elementos de los mismos)
    deben ser considerados subsistemas de ese sistema. No se
    trataría tanto de que los sistemas sociales sean, al igual
    que los hombres, seres vivos, sino que los hombres, o cualquier
    otro animal o vegetal son, al igual que ciertas organizaciones
    sociales, sistemas vivos. La vida es un determinado sistema
    organizativo, sujeto a unas reglas específicas, e
    independiente de cuál sea su soporte.

    Redefinimos de nuevo la vida: la vida es un determinado
    sistema organizativo, necesariamente expansivo, que regula una
    cierta cantidad de materia y energía, administrando sus
    relaciones con el entorno y con otros sistemas vivos con el fin
    último de perpetuarse.

    Por último, hay que distinguir un sistema de un
    estado de
    equilibrio. El
    llamado «sistema planetario», o la estructura
    atómica, no son sistemas, sino estados en equilibrio. La
    diferencia con un ser vivo, un sistema vivo, es que éste
    último dispone de mecanismos de recuperación de su
    estado. El «sistema planetario» y la estructura
    atómica, sin embargo, no disponen de tales mecanismos: si
    un cometa, por ejemplo, golpease con la suficiente energía
    uno de los planetas que
    lo componen, podría incluso en un caso extremo sacarlo de
    su órbita, sin que el conjunto hiciese nada por evitarlo.
    Similar ejemplo podríamos encontrar en un acelerador de
    partículas. La palabra sistema sólo es aplicable a
    un sistema vivo y a los subsistemas que lo sostienen. La vida es
    el único sistema organizativo del universo.

    Y por fin, modelizadores de universos

    Si los sistemas vivos (o simplemente sistemas) tienen la
    tendencia de crear modelos cada vez más potentes y
    ejecutarlos, la pregunta evidente es hacia dónde conduce
    esa tendencia.

    Observando nuestro entorno concluimos que un sistema con
    capacidad de modelizar y ejecutar los procedimientos necesarios
    para regular su persistencia sobre todo un planeta
    comprendería su fragilidad y se dedicaría de
    inmediato, de forma ya sistemática y en todo acorde a su
    naturaleza expansiva, a la tarea de poblar otros
    mundos.

    Pero ni siquiera poblar otros mundos será al cabo
    suficiente, porque: ¿Qué garantiza la
    supervivencia? ¿Cuántos mundos habría que
    poblar en una cierta galaxia antes de aceptar la inevitabilidad
    de que está condenada a ser sumida en un agujero negro? Y
    entonces, ¿cuántas galaxias habrían de
    poblarse para garantizar la pervivencia? Aún entonces:
    ¿Qué sucedería cuando todas las galaxias
    estuviesen agotándose? ¿Qué sería
    necesario hacer en ese momento?

    ¿Habría encontrado para entonces la vida,
    el gran sistema invasivo, metamodelizador cada vez más
    potente, una respuesta?

    Sobre cómo el universo
    pudo haber salido «gratis»

    Una de los hallazgos más justamente famosos por
    más fecundos de la historia de la ciencia es
    la ecuación de la relatividad de Einstein. En este breve
    apartado se propone una hipótesis extraída a partir
    de dicha fórmula a la que se denominará como la
    hipótesis del «Universo gratis»,
    también conocida en otras versiones como «free
    lunch». Pero antes se hace imprescindible una
    brevísima digresión:

    Es en las tradiciones orientales donde la
    simetría se sitúa conscientemente como reguladora
    del universo pero, aunque no de modo tan evidente, la
    simetría también está en la base de la
    tradición científica occidental: Es la
    observación de la simetría lo que nos ha hecho
    comprender que el universo es reproducible y, por tanto,
    multiplicable o reductible. La matemática
    es simetría, y su símbolo-espejo es el igual: los
    más grandes castillos lógicos se han erigido a
    ambos lados de ese símbolo, pero siempre han de
    atravesarlo. Una relación de equivalencia está
    siempre detrás de cualquier descubrimiento físico o
    químico.

    La hipótesis del «universo gratis»
    que se propone a continuación se limita a extender la idea
    de simetría al propio universo. Lo que esta
    hipótesis sugiere es que existe, al menos, la posibilidad
    de que materia y energía estén en equilibrio en el
    universo, un equilibrio puramente cuantitativo que
    atendería a la fórmula de Einstein. Según
    dicha fórmula, universo en equilibrio significaría
    entonces que las cantidades totales de materia y energía
    del universo estarían relacionadas por dicha
    fórmula, es decir, toda la energía del universo
    equivaldría a toda su materia multiplicada por la velocidad de
    la luz al
    cuadrado.

    En resumen: materia y energía estarían de
    este modo a los dos lados de una igualdad, una
    especie de espejo en el que, para que exista una forma
    sería necesario, y suficiente, crear
    simultáneamente su reflejo. Así visto, y de cumplir
    con este delicado equilibrio, el universo podría haber
    salido, digamos, «gratis».

    Puede objetarse, razonablemente, que nuestra experiencia
    nos dice que no resulta fácil obtener cosas de la nada,
    aún si se encontraran en tan perfecto equilibrio como el
    descrito. Sería necesario para lograrlo disponer, en todo
    caso, de unos conocimientos a los que nosotros no tenemos
    acceso.

    Pero la hipótesis, razonable o no, nos sirve al
    menos para ayudarnos a despejar lo esencial de la
    cuestión. Incluso aunque fuera posible extraer
    determinados equilibrios desde la nada, aún
    quedaría sin responder la gran pregunta: ¿por
    qué habría esto de haber sucedido?

    Para proponer una respuesta a esta pregunta final es el
    momento de revisar una de las implicaciones de lo descrito
    anteriormente: el universo, en su evolución, generó estructuras, o
    sistemas, a los que llamamos vida, cuyo fin es la permanencia.
    Estas estructuras se caracterizan por ser invasivas, es decir,
    tender en el límite a identificarse con el propio
    universo, así como por ser capaces de crear modelos cada
    vez más completos y precisos de fragmentos cada vez
    mayores del universo.

    El universo no tiene
    edad

    Es preciso también aceptar que el tiempo es una
    de múltiples dimensiones del universo, que afecta, y es
    afectada, por otras de ellas, pero no necesariamente por todas.
    Es decir, el universo, pese a la apariencia ofrecida desde
    nuestra perspectiva, no está regido por el tiempo. No hay
    un «comienzo del universo» en sentido temporal. En
    otras palabras: el tiempo es una especie de artificio que el
    universo integra, pero el universo no está sometido al
    poder del
    tiempo. Carece de sentido hablar de «universos anteriores a
    éste», o de «un universo después de
    este universo». Carece igualmente de sentido estricto
    hablar de «antigüedad del universo».

    La hipótesis
    «Causa Sui»

    Basándonos en esto, y para concluir,
    aventuraremos una hipótesis de porqué el universo
    es tal y lo conocemos y además debe ser, necesariamente,
    de ese modo.

    Se ha hecho notar ya en múltiples ocasiones el
    hecho de que el universo parece estar constituido en forma tal
    que propiciara la aparición de modelizadores como nosotros
    (principios
    antrópico débil y fuerte, &c.). Se ha sugerido
    como explicación que, quizás, éste es uno de
    los múltiples universos posibles y realmente existentes,
    quizás infinitos, algunos de los cuales pueden haber
    producido modelizadores como nosotros mientras que otros no
    habrían llegado a desarrollarlos.

    Lo que aquí se sugiere es que quizás estos
    planteamientos no hayan dado la suficiente importancia a un
    hecho: el universo debe haberse creado a sí mismo, es
    decir, si el universo es todo lo posible, no puede haber una
    fuerza ajena a
    él que lo haya animado, y por tanto, y necesariamente, ha
    de haberse dado vida, ha de haberse creado a sí mismo.
    Pero eso tiene una exigencia: el universo, para darse existencia
    a sí mismo, habrá de incorporar en su ser una
    construcción capaz de crearlo. Esa organización
    habrá de cumplir la condición de ser capaz de crear
    un modelo del universo, y llevarlo a cabo. Una
    organización, por tanto, inteligente, dentro de nuestros
    parámetros.

    La hipótesis «causa sui» sugiere que,
    para llevar a cabo este proceso, el universo incluye
    necesariamente dentro de sí, pero no identificada con
    él mismo, una matriz capaz
    de desempeñar esa función.
    Dicha matriz evolucionará dentro de unos cánones,
    vistos desde nuestra perspectiva, temporales, pasando desde un
    estado indefinido hasta uno definido, tal que durante el proceso
    se geste en su interior una capacidad de crear modelos cada vez
    mayor, modelos que irán ganando en potencia, desde
    la gestión
    de una minúscula parte de su entorno hasta la
    gestión de porciones cada vez mayores de dicha
    matriz.

    En uno de estos pasos la inteligencia
    gestada en esa matriz comprendería que el universo, ese
    universo que la albergaba, era inteligente, y que ella
    representaba, precisamente, la inteligencia de ese universo.
    Comprendería igualmente que esa capacidad que disfrutaba,
    según la cual era capaz de crear modelos cada vez
    más completos y precisos del universo que iba conociendo,
    haría que en el momento apropiado, el momento alpha, fuera
    capaz de crear un modelo no ya de una parte del universo, sino de
    todo él, y ejecutarlo.

    Y que en ese momento de lo que nosotros, desde nuestra
    perspectiva, percibimos como futuro, pero que no sería
    sino un estado diferente de complejidad de la matriz que
    albergaba a la inteligencia, el universo sería
    creado.

    Alfredo González Colunga

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter