2. Juventud y
Mercado: la alegoría de la novedad
3. Juventud y
Exclusión en la Argentina actual
4. La
reacción del Estado frente a las problemáticas de
la juventud
5.
6. Investigación: La violencia va a la
escuela
El informe de
lectura que
realizaremos a continuación está basado en tres
textos distintos que, sin embargo, presentan en común
cierto eje temático construido alrededor de la idea de
juventud. En
primer lugar, consideramos el texto "Escenas
de la vida posmoderna" de Beatriz Sarlo, que nos muestra
cómo ha variado la noción de juventud a
través de la historia y cuál es la
relación actual entre juventud y mercado. Por otro lado,
se encuentra el texto "Jóvenes en la mira" de Dalia Szulik
y Silvia Kuasñosky, quienes se interrogan acerca de las
condiciones que generaron que, a partir de los '80, los
jóvenes se hayan convertido en objeto de políticas
públicas. Por último, encontramos el texto
"Civilización y descivilización" de Emilio T.
Fanfani, en el cual se analizan las consecuencias que puede
generar el proceso de
exclusión en la sociedad y,
específicamente, en la juventud.
A lo largo de la historia, comenta Beatriz Sarlo, las
concepciones de juventud han variado notablemente. En el
año 1900, por ejemplo, una mujer de
diecisiete años no se consideraba muy joven, y su marido
de veintisiete años era un hombre maduro.
En la actualidad esto parece haber virado hacia el extremo
opuesto: Un tercio de la vida se desenvuelve bajo el
título de juventud. La niñez, explica, casi ha
desaparecido, acorralada por una adolescencia
tempranísima que se extiende hasta después de los
treinta años. Paralelamente, el texto afirma que hoy la
juventud es más prestigiosa que nunca. La categoría
de "joven" ofrece un set de ilusiones que convierte a la juventud
en un territorio en el que todos quieren vivir eternamente. Esto,
indudablemente, es una consecuencia mas del fenómeno
denominadon "la cultura de la
imagen",
proceso de carácter mundial y masivo, que ofrece
parámetros de belleza tan inalcanzables como nocivos, y de
los cuales nadie (aún quienes tratamos de desarrollar una
suerte de defensa crítica) puede escapar completamente, por
la sola exposición
a los medios de
comunicación contemporáneos.
2. Juventud y Mercado: la
alegoría de la novedad
Beatriz Sarlo afirma que el mercado corteja a la
juventud después de haberla instaurado como protagonista
de todos sus mitos. Nunca
como hoy, nos dice, las necesidades del mercado estuvieron tan en
armonía con el imaginario de sus consumidores. En el
mercado las mercancías deben ser siempre nuevas, captar el
cambio
más insignificante. Esta renovación incesante
captura perfectamente el mito de la
novedad que impulsa a los jóvenes. Se produce así
una alegoría de la juventud.
3. Juventud y
Exclusión en la Argentina actual
Beatriz Sarlo nos dice que el mercado promete un ideal
de libertad y
que, muy por el contrario, otorga una garantía de
exclusión: "… el mercado elige a quienes van a estar en
condiciones de elegir en él. Pero, como necesita ser
universal, enuncia su discurso como
si todos fueran iguales" '. Szulik y Kuasñosky, siguiendo
la misma línea de pensamiento,
señalan cuan compleja es la relación de los
jóvenes con el mundo de la producción en una sociedad que apenas
parece tentarlos con el consumo. La
juventud crece en un ambiente
contradictorio: tiene aspiraciones al consumo que asocian el ser
al poseer pero carece de los recursos que
exige el mercado para acceder a lo que desea. Las consecuencias
de esta contradicción son graves: según dichas
autoras, esta situación fomenta la proliferación de
la economía
ilegal (drogas,
prostitución, delincuencia).
Emilio Fanfani, por su parte, afirma que las condiciones de vida
provocadas por la exclusión hacen estragos en el proceso
de construcción de la subjetividad de los
jóvenes. Los jóvenes desempleados, explica, se han
desprendido de las cadenas de interdependencia social que nos
relacionan con los demás y que nos otorgan una identidad.
"Para ellos el tiempo libre
es un tiempo muerto, un tiempo inútil, un tiempo sin
sentido " 2. Excluidos, para escapar al no-tiempo de
una vida donde no pasa nada, los jóvenes pueden recurrir
tanto al juego como a
la violencia,
afirma Fanfani. Para él, es la miseria de la sociedad la
que hace miserables a los hombres.
4. La reacción del Estado
frente a las problemáticas de la
juventud
Szulik y Kuasñosky nos dicen que a partir de los
'80, los jóvenes pasan a ser considerados mundialmente
como un sector con necesidades insatisfechas. El deterioro de su
situación general constituye el punto de partida para las
políticas de Estado, tanto en nuestro país como en
el resto del mundo. Las políticas públicas en
nuestro país, nos dicen las autoras, aparecen ligadas a
dos fenómenos básicos: por un lado, a la
relación problemática existente entre los
jóvenes y el trabajo en
el contexto de crisis laboral que
atraviesa la Argentina; por otro, a la identificación de
los jóvenes como peligro social, dado que ocupan un lugar
en la sociedad que los convierte en el blanco de una serie de
problemas como
la
drogadicción o la delincuencia. Podemos decir entonces
que el desencanto y el desempleo de los
jóvenes forman parte de las preocupaciones centrales de la
sociedad y el Estado,
pero son interpretados como problemas juveniles
específicos."
Sin embargo, las autoras proponen la adopción
de una mirada menos parcial de la situación: cada momento
del país, afirman, refleja cuál es el papel
principal que se le asigna a la juventud. Dicho papel deja
entrever los conflictos
más importantes que se viven en la sociedad en general.
"Este resquebrajamiento de los lazos sociales de nuestra
sociedad y, mas particularmente, en su relación con los
jóvenes, es el que condiciona, posibilita y acrecienta el
desfase entre las demandas hacia los jóvenes, sus
expectativas y sus posibilidades de
concreción".
Un movimiento de
jóvenes ha sintetizado, en las palabras que resumiremos a
continuación, lo siguiente:
El protagonismo popular de los jóvenes consiste
en su participación directa en los asuntos
políticos que les compete, en auto representarse en los
espacios de decisión sin intermediarios y la necesidad de
dejar de ser jóvenes sociobiológicamente
determinados.
No hay protagonismo real sin organización sectorial, peculiar,
diferenciada de afirmación de identidades diversas a lo
que se presume globalizado
Marco Bazan afirma también que es necesario un
protagonismo juvenil que promueva y cambie la crisis de la
cultura adulta, por lo que el reclamo, actuación y
proyecto de
los jóvenes por reconstruir las relaciones
democráticas, paritarias, simétricas respetuosas,
tolerantes y de aceptación de la alteridad de otras
identidades se va convirtiendo cada día en el paradigma de
las organizaciones de
jóvenes"
No sin razón los jóvenes de este tiempo no
creen nada de lo que dicen los adultos, y cuestionan su falta de
coherencia, su hipocresía, mucha de esta "rebeldía
según los adultos" es cuestionamiento a estas
incongruencias de los adultos que no han sabido construir una
sociedad mejor e inclusiva., y la posibilidad de que los
jóvenes estén ya construyendo un nuevo modelo o
Protagonismo Social.
Del modelo que tengamos de juventud, seamos
jóvenes o no, dependerá mucho la necesidad de
apostar por este protagonismo juvenil, que se contradice
totalmente con el paternalismo, asistencialismo, autoritarismo y
toda forma que no reconozca la capacidad de los Jóvenes
para resolver sus propios problemas, para elaborar propuestas
porque tienen la capacidad para hacerlo, pero si no nos ubicamos
o rompemos los modelos
pre-establecidos por la cultura adulta, seguiremos creyendo que
los jóvenes son un problema, son incapaces,
etc.
La posibilidad de una sociedad mejor democrática,
participativa, incluyente, solidaria, justa y fraterna esta en
las y los jóvenes y en los niños
también, desde esa perspectiva el aporte generacional de
todos los jóvenes en cualquier tiempo y que debemos tener
siempre (o de lo contrario envejeceremos) esta dado en lo que
algunos llaman el espíritu juvenil:
- La posibilidad de construir sueños y
utopías. - La Capacidad para cuestionar modelos establecidos y
que no funcionan - La Posibilidad de proponer nuevas cosas, distintas y
bastante analíticas. - La Alegría, el optimismo y la vitalidad en lo
que uno hace. - La Posibilidad de "tener mente abierta y tolerante
para respetar lo diferente y hasta ambiguo
quizás. - La Posibilidad de crear nuevos modelos superando lo
que los adultos no hicieron bien o dejaron de hacer
Actualmente, el mundo globalizado y basado en el consumo
no respeta nuestra autonomía, se contradice en los valores
que nos enseñan y nos infantiliza; además nos hace
creer en oportunidades igualitarias que carecen de sentido y son
inexistentes. Al diferente se lo margina y se lo
expulsa.
Si entendemos que el adolescente sufre cambios
importantes en la identidad y en las relaciones con los otros, lo
que implica el nacimiento de nuevos vínculos y espacios de
sociabilidad diferentes a los familiares, que por lo tanto
necesitan desplegarse, hacer algo propio, entonces las instituciones
deberían escuchar y abrir el juego en las decisiones que
afectan la vida y futuro de todos ellos. La sociedad no
debería estigmatizar, impedir, evitar, sino aceptar las
diferencias, ampliar los espacios de decisión, de diálogo y
construcción colectiva, en donde los adolescentes
encuentren su lugar desde sus particularidades y
anhelos.
Desde nuestra perspectiva la adicción, la
criminalidad, y los demás problemas propios de la juventud
(y no tanto) constituyen un síntoma, como lo puede ser un
dolor físico, algo que esconde o oculta algo más
coyuntural como es un dolor no tramitado, duelos, inhibiciones,
frustraciones, imposibilidades que hacen que los chicos o adultos
eviten la realidad, escapen y en este escape pierdan principio de
realidad y afectos, generando grandes costos en su
persona y
futuro.
Lo importante sería generar una acción
preventiva donde se valoriza la escucha de los jóvenes y
adolescentes en cuestión, a fin de buscar valores
potenciales, desestructurar modelos preexistentes, tomar estos
nuevos conceptos y mediante la
comunicación reelaborarlos e incorporarlos al
repertorio personal del
sujeto.
Ejecutar una acción seria es abandonar el lugar
del saber absoluto, favoreciendo el protagonismo grupal, para
hacer circular el cuestionamiento y así desmitificar la
categoría etiquetada de la "mala juventud de hoy", para
ver lo que sucede detrás de ella en cada sujeto, ya que
ésta es la real naturaleza del
fenómeno
No se los debe observar como objetos de investigación: hay que respetarlos como
sujetos portadores de subjetividad. Esto nos da la pauta de que
culturalmente pertenecemos a una sociedad que no quiere, no sabe,
no puede proteger a los jóvenes sino es por medio de
estigmatizaciones y etiquetas.
En la actualidad, según datos oficiales
de la Dirección Gral. de niñez y
adolescencia, del GCBA, habría 4000 chicos en la
denominada "situación de calle" que, como indicador nos
dice que tenemos gran parte de la juventud con sus derechos vulnerados, que
evidencian una condena mas que jurídica, social ya que
están condenados desde el vamos a la exclusión y
por ende a las carencias básicas que tal exclusión
implica.
Por todo lo planteado es fundamental salir del encierro,
no paralizarse para dejar de sentir temor y atrevernos a
escuchar, informar y respetar los derechos que a los
jóvenes les son propios por el simple hecho de ser
personas.
Para finalizar y a modo de anexo presentamos a
continuación una nota publicada en el diario Clarín
que, oportunamente y con bastante lucidez, trata la
problemática por nosotros abordada.
6. Investigación: La
violencia va a la escuela
Chicos contra chicos. Chicas contra chicas y
también contra chicos. Los casos en el país se
multiplican cada vez con más frecuencia. Sólo en
los primeros cuatro meses del año, se detectaron 14.199
casos de agresiones físicas a alumnos bonaerenses. Yel
último año, en la Capital, se
denunciaron 176 episodios violentos en escuelas. ¿Esto
tiene solución? Todavía no aparece.
Es simple. La mecha para el primer fogonazo se enciende
fácil. Una mirada y vos-qué-mirás .
Un pechazo y ella-medijo-que-vos-dijiste, un insulto al
pasar, porque sí. Y punto. No hacen falta más
excusas. Las aulas de las escuelas públicas, privadas, del
conurbano o de plena Capital, son una caja de resonancia donde
tarde o temprano, los chicos parecen descargar esa suerte de
turbulencia por la que transitan desde hace tiempo. Y
recién cuando algún caso salta el cerco de la
escuela y se hace
público, para muchos el mundo real hace plop como
un chicle globo. Aunque, en realidad, no hay demasiado de
qué asombrarse.
Por sólo nombrar algunos casos del año
escolar que termina por ahora deja estas luces de "¡alto,
peligro!": una chica de 15 años fue golpeada por tres
compañeros a la salida de la Escuela Técnica
N°1 de La Plata, y terminó en el hospital. Otra nena,
de 11, fue agredida por alumnas del sexto grado de la Escuela
N°9 de Villa Lugano. Le rompieron la clavícula.
¿Motivo? "Porque se hacía la linda y es una tonta",
habrían argumentado las agresoras. Hay más. Un
informe del Ministerio de Educación de
Catamarca dio a conocer que en los últimos seis meses, se
duplicaron los casos de violencia en las escuelas de la
provincia. En Presidencia Roque Saenz Peña, Chaco, un nene
de séptimo grado fue a clase -en la
Escuela N° 327- con una tumbera (una escopeta de
fabricación casera) cargada con balas de calibre 36. Y un
adolescente de 16 apareció frente a sus compañeros
con una carabina calibre 22, en una escuela de enseñanza técnica de Neuquén.
Una piba de 18 años apuñaló con un cuchillo
de cocina a otro alumno en una escuela de Santa Fe durante una
discusión. Y un chiquito de séptimo año del
EGB, en José León Suárez, amenazó con
una pistola 22 a un compañero de clase. ¿Bowling
for Columbine? No, Argentina 2005.
Pero, ¿por qué habría que pedirles
cordura full time a unos chicos cuyos padres, por ejemplo,
son capaces de ir a trompear a una maestra porque no están
de acuerdo con las notas que pone? ¿O cuando los adultos
dirimen una discusión de tránsito con un tiro
homicida en plena autopista? Bullying es el nombre que
usan los expertos para definir estas situaciones de violencia
entre estudiantes. Un término inglés
que denomina a los procesos de
intimidación y victimización entre iguales, entre
compañeros de aula, donde el maltrato va mutando desde el
acoso verbal hasta los hechos.
Chicos contra chicos. Chicas contra chicas. Chicos
contra chicos. Todos contra todos. A la hora de encontrar una
respuesta, las causas tienen un nudo tan íntimo y familiar
como social, en el que la historia pasada, la de ayer
nomás y la de hoy, se constriñe cada día un
poco más, y que, por ahora, no indica haber llegado a su
límite. ¿Víctimas o victimarios?
¿Dónde está la diferencia?
El pibe tiene 15 años y el pelo teñido de
amarillo huevo. Está en noveno año, el
último ciclo del EGB de una escuela de Ingeniero Budge, a
unos 20 minutos del Obelisco. Barrio de márgenes, de
necesidades, de relaciones conflictivas, de inseguridad.
Pero aún ante este cuadro de situación, la escuela
no es de las más problemáticas de la zona. Y su
directora aceptó abrir las puertas para que VIVA escuche
por boca de sus alumnos cómo capitalizan ellos el estado
cotidiano de esa larva violenta que se instaló puertas
adentro. Pero es sólo una muestra. Lo mismo podría
escucharse, con matices, en cualquier punto del
país.
No habrá nombres propios que los identifiquen,
porque son menores; tampoco de la escuela en
cuestión.
La primera bandada –y no de blancas palomitas
precisamente– llega cuando termina el recreo. En el
pizarrón hay resabios de una clase elemental de
inglés. A los pibes les entusiasma la idea de contar sus
códigos intraescolares. La voz cantante tiene
dueño: el pibe teñido de rubio. Alto, delgado,
entrador. Cualquiera se dejaría ganar por su cara de buen
pibe. Y nadie duda que lo sea. Aunque por el momento, lidera una
bandita (pandilla, le dicen) que maneja los hilos y los humores,
no sólo de su entorno, sino también de la clase y
de todo el resto de la escuela. Además, tiene muy buenas
notas, algo que le da un handicap interesante. Para sus
compañeros, es un ejemplo. Eso de "hace lío, pero
es buen alumno". Y los profesores reconocen que es muy
inteligente. Pero cuando pega algún faltazo, su ausencia
se nota: el resto está más relajado.
"¿Cómo son las cosas acá? A estos les
pegamos siempre", arranca el rubio señalando a otros
cuatro que lo miran con nerviosa mudez. "Ya lo saben: nosotros
les vamos a pegar siempre", azuza con una sonrisita candorosa.
¿Por qué pegarles? "Porque es así. Los que
se dejan pegar y no hacen nada, son unos tontos. Y estos son unos
tontos. Se la tienen que bancar". Se ríe el rubio y
ríen sus "hermanos", como se llaman entre sí. Y los
que cobran también se ríen, entre
incómodos y nerviosos. Es curioso observar el dibujo que
hicieron acomodándose en el aula. Los hermanos en
el centro, y allá en el fondo, dos pibes inmutables, con
el sigilo perturbado. No miran; no dicen ni mu. A lo mejor
querrían estar en Marte cuando La re pandilla o
Los mafiosos o Los terribles (como también
se autodenominan), hablan entre excitados y
verborrágicos.
El líder
va por más: "A éste no le puedo pegar", ningunea a
uno que lo mira de refilón. Y se cuela una carga de
adrenalínica humillación. El aludido refunfunea
algo entre dientes, pero ni siquiera le sostiene la mirada al
rubio. Obvia el comentario. Pero, ¿hasta cuándo?
Sí querría estar descargando el aguijón que
le acababan de clavar. "Y a aquél –siguen los
terrible s– le hicimos aspirar una tiza entera. La
molimos bien hasta que quedara hecha polvo, como si fuera
cocaína, ¿vio? y se la tuvo que
aspirar toda. Después andaba medio boleado". Ja, ja,ja,ja.
Al pibe agredido, un borrador le quitó la sonrisa.
Contagio. Eso dice que tienen. Se les pegan las ganas de hacer
lío o de estar malhumorados. "Cuando uno de nosotros viene
sin ganas de nada contagia a todo el grupo. Y nos
contagiamos el mal humor", cuenta el de ojitos verdes, carita de
ángel precoz.
Las causas son varias: algún problema familiar
que traen colgado del cuello (y de los que prefieren no hablar) o
porque se levantaron con la luna atravesada. Y en ese pastiche de
posibilidades, caen los que vienen de afuera. La
repandilla relata, con gran agitación, que el
año pasado un compañero se quiso autoagredir
(cortarse las venas, cuentan ellos) "porque nosotros lo
molestábamos y, en parte, porque no entendía
matemáticas". El pibe terminó
yéndose a otro colegio.
Pero no fue el único episodio de acoso
insoportable. Dicen que si no los paran, cuando se agarran a las
piñas, "nos matamos". Y admiten, con férrea
sinceridad, que "no está bien" manejarse en esos
términos. Pero "es lo que hay", define el líder del
grupo como toda razón y justicia. Eso
sí, en el futuro se ven, orgullosos, como servidores
públicos: quieren ser policías.
Violencia verbal. Acoso.Golpes. Gallos de riña
picoteándose sin razón y ¿sin sentido?
¿Qué pasa con estos pibes que hablan de sus
hazañas como quien se encuentra con viejos
compañeros a repasar travesuras, algunas pavotas, es
cierto, como la de tirar una naranja contra el ventilador de
techo encendido para que toda el aula termine como un jugo de
frutas? ¿Qué pasa con ellos cuando buscan socavar
las resistencias
de sus iguales?
Un relevamiento sobre violencia realizado por la
Dirección de Psicología y
Asistencia Social Escolar bonaerense, dio algunos resultados
inquietantes sobre lo que pasa en el adentro y en el afuera de
las escuelas de la provincia, donde van casi 4,5 millones de
alumnos repartidos en 16 mil colegios. (Ver Cifras
preocupantes ). Los números encabezan el maltrato
emocional, físico, las peleas entre grupos rivales. Y
le siguen los robos, accidentes,
uso de armas, consumo de
drogas y alcohol,
maltrato sexual, intentos de suicidios y suicidios, y dos
asesinatos. "El estudio abarcó situaciones que nos
permiten tener un conocimiento
global de la violencia que viven los chicos en el adentro
y el afuera de la escuela", explica la licenciada Lilian
Armentano, de la Dirección de Psicología
provincial.
Según la funcionaria, muchas veces los conflictos
entre pares en la escuela empiezan en el afuera, en los barrios
donde viven o en los lugares donde van a bailar: "Y lo que no se
dirimió en el afuera, termina dirimiéndose en el
adentro". Cuestiones territoriales, antagonismos, peleas por un
chico o por una chica. Por diferencias en el aspecto
físico o por potencialidades intelectuales.
Los expertos hablan de esa perturbadora necesidad de "aniquilar"
al otro que subyace en todo el problema de la
violencia.
"Es importante remarcar que estos pibes no nacen
violentos, sino que van tomando conductas del medio donde viven",
explica Armentano. Y define: "La violencia entre pares
también tiene que ver con la época en que se vive".
La funcionaria actuó, entre otros, en el caso de Junior,
el chico de Carmen de Patagones que hace un año produjo
una masacre.
Para los especialistas, la degradación
económica convirtió a muchos hogares en generadores
de una tensión inusual. Donde la autoridad
parental se rompió, y los que traen el sostén son
los mismos chicos. "Y en ese caso, si no proveo, no puedo poner
ley ni orden",
ensaya Armentano, en relación a la nueva relación
en el seno familiar.
En la Defensoría del Pueblo porteña hay
147 expedientes de denuncias de violencia en las escuelas de la
Ciudad entre pares, de maestros a alumnos, de padres a maestros y
de directivos a docentes. "Las
escuelas se convirtieron en espacios sociales donde repercuten
sin filtros una realidad social; no son burbujas ni templos del
saber como en otras épocas", estima Gustavo Lesbegueris,
defensor adjunto.
"Y los docentes están sobrepasados", agrega.
¿Ejemplos? En una escuela de Palermo, un chico fue a clase
con una escopeta de aire comprimido.
Otro, con una faca (arma casera), le dio un puntazo a una
profesora que se desmayó de pánico.
Un nene de una escuela primaria del Bajo Flores llevó una
pistola en su mochila. Y en una escuela católica, a la
salida de una misa, las piñas dejaron atrás el
saludo de la paz entre chicos de sexto y séptimo. El
incidente terminó en un juzgado, acusados de lesiones y
amenazas. Si se hace una progresión de las denunicas en la
Defensoría porteña, la escalada va en ascenso desde
el 2001.
Un pibe de una escuela privada de Caballito, clase
media, también habla de grupos rivales que se buscan hasta
que terminan con la nariz sangrando o el dedo fracturado, como
ocurrió hace pocos días con una chica de su
colegio, a quien agarraron a golpes otras adolescentes, por causa
de un noviecito. "Las peleas son porque uno es de Flores y el
otro de Floresta, o de La Paternal. Y en general, las
piñas son en los alrededores de la escuela. Adentro, esta
más o menos controlado todo", comenta el pibe de
Caballito.
¿Las chicas? Van a la par: "A veces las tenemos
que separar nosotros (los varones) para que no se maten", admite
el adolescente, hijo de profesionales. Rivadavia y Nazca, los
sábados puede ser un buen escenario para que se crucen los
grupos que suelen ir a bailar en los boliches de la
zona.
Hay varias manifestaciones del comportamiento
antisocial en las escuelas. El psiquiatra Infanto Juvenil,
Héctor Basile, de la Asociación de Psiquiatras
Argentinos, repasa algunas características: la
disrupción en el aula (alumnos que impiden el desarrollo
normal de una clase), los problemas de disciplina
(resistencia,
boicot, desafío o insulto al docente), la discriminación (al bolita, paragüa,
yorugua, o al obeso), el maltrato entre compañeros (
bullying, que incluye amenazas y la violencia física). La eficacia del
bullying está en el silencio del agredido, porque
se siente ridiculizado y bloquea su posibilidad de
hablar.
En cuanto a la irrupción de la violencia por el
lado femenino, Basile responde: "Están cambiando los
arquetipos ligados al género, a
relacionar la violencia con lo masculino y poner a la mujer en otra
posición más tierna y contenedora". Los tiempos son
otros y "muchas veces la sociedad fuerza a las
mujeres al falso dilema donde ejercer la violencia es ejercer
paridad de derechos con los hombres".
Las chicas de Budge entran al aula como un torbellino:
"¿Qué dijeron los chicos de nosotras?". En
realidad, ni las nombraron. Pero ellas arremeten: "Ellos hacen
lío para hacerse los machos, los guapitos", dicen sin
bajar los decibeles de voz. "Y nos discriminan", se quejan al
unísono. Pero no se quedan atrás: "A mí me
molestaba uno y terminé dándole un cachetazo. Se la
tuvo que comer", suelta una. A la del buzo negro y verde, por
habladurías, cuenta, un grupo de pibas del barrio la
agredieron. "Yo de a una me la bancaba, pero cuando fueron seis o
siete, ya no. Entonces vinieron ellas (las de su grupo) a
ayudarme". ¿Edades? Entre 13 y 15 años.
¿Y qué piensan ellas de esas pibas que le
rompieron la clavícula a otra en una escuela de Villa
Lugano? Respuesta inmediata: "Está muy bien que se la
hayan dado si se hacía la linda". Cuestión de
parámetros. "No te podés hacer la linda", regula
una. Desde la Secretaría de Educación
porteña, Roxana Perazza, evalúa "con
preocupación y señal de alerta" el estado de
violencia en las escuelas porteñas. Y agrega que es un
fenómeno que puede y debe ser analizado y trabajado desde
la escuela, con las familias: "Tenemos claro que la escuela no es
una usina generadora de violencia, sino que la violencia
social, a veces, se manifiesta en la escuela". Es evidente,
dice Perazza, que "un alumno que comete un hecho violento no deja
de ser un chico que demanda
algunas cuestiones que los adultos tenemos que
escuchar".
Para Gustavo Iaies, presidente del Centro de Estudio de
Políticas Públicas, especialista en
educación, esa demanda reside en "la dificultad en los
adultos en poner límites; a
los padres les está costando mucho hacer de padres y los
pibes terminan construyéndose uno propio". Pero es
evidente que algo más se rompió. Iaies dice que se
hizo trizas el contrato entre la
escuela y la familia.
"El modelo de escuela estaba ajustado a un modelo de familia que
cambió. Y a los educadores les está costando mucho
entender el proceso de cambio social. Seguimos pensando que la
escuela es la misma de siempre. Y no se dieron cuenta de la
dimensión del cambio".
Los chicos, acaso, estén avisando. Así,
descarnadamente.
Maria Helena Gandoy