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Las relaciones Ruso – Argentinas




Enviado por Diego Ariel López



    1.
    Introducción

    El sector externo de la economía
    argentina, según el historiador y economista Mario
    Rapoport, presenta dos características principales. La
    primera de ellas consiste en su perfil agro-exportador que la
    hace depender en forma significativa de los mercados
    mundiales. El proceso de
    industrialización, aunque produjo cambios en la estructura
    productiva y en el tipo de importaciones, no
    alteró la ecuación comercial, que existía
    desde la época de la independencia.
    La Argentina exporta hoy, como hace 100 o 150 años,
    productos
    agrícolas y ganaderos e importa manufacturas, bienes
    intermedios y equipos industriales.

    La segunda característica, que interesa
    especialmente a los efectos de nuestro análisis, tiene orígenes más
    recientes y radica en la conformación triangular de
    corrientes comerciales. Antes de la Primera Guerra
    Mundial, el país mantenía una estrecha
    relación económica, que se expresaba también
    políticamente, con Gran Bretaña, al punto que
    algunos lo consideraban una especie de "colonia informal" del
    imperio británico. Pero en la posguerra, respondiendo a
    los cambios que se habían producido en la economía
    mundial, se estableció un esquema de
    triangulación internacional en el comercio exterior
    con mercados compradores y vendedores claramente diferenciados.
    Los británicos continuaron siendo los más grandes
    compradores de alimentos y
    materias primas locales aunque Estados Unidos,
    la potencia
    emergente, se convirtió en la principal fuente de
    capitales y bienes industriales. La libre convertibilidad de las
    divisas hizo
    posible balancear, al menos en parte, los déficits
    comerciales con los Estados Unidos utilizando el superávit
    que tenía el comercio con
    el Reino Unido. A su vez, préstamos e inversiones
    norteamericanas contribuían a compensar los desequilibrios
    del sistema. Sin
    embargo, la estabilidad de ese sistema era más aparente
    que real.

    La decadencia económica inglesa y el ascenso del
    país del Norte al rango de primera potencia mundial
    hacían suponer, como ocurrió en el resto de
    América
    Latina, un cambio
    paulatino de esferas de influencia en perjuicio de Gran
    Bretaña, proceso que no se verifica. Las distintas
    barreras que existían en los Estados Unidos para la
    colocación de los productos argentinos, que
    incluían la prohibición total para la entrada de
    carnes argentinas, impidieron una mayor complementación
    comercial y, lo que es más importante, tuvieron serias
    repercusiones internas. Los sectores terratenientes, cuyo peso
    económico y político era determinante, se
    sentían directamente perjudicados y temían
    profundizar una relación que carecía para ellos de
    perspectivas.

    Al grito de "Comprar a quién nos compre", la
    solución que dichos sectores impusieron, favorecida por la
    nueva coyuntura que se abría con la crisis mundial
    de 1930, consistió en volver a estrechar los lazos
    bilaterales con Gran Bretaña, aunque los resultados
    implicados no se produjeron porque los británicos ya no
    podían abastecer a la Argentina de los productos que
    necesitaba. Esta política
    contribuyó a crear en cambio una serie de fricciones
    económicas y diplomática con los Estados Unidos sin
    conseguir anular la dependencia tecnológica y en el
    suministro de bienes que existía con dicho país. En
    el aspecto comercial, por lo tanto, la relación triangular
    se reanudó, salvo durante el período de la Segunda Guerra
    Mundial durante el cuál la Argentina obtuvo saldos
    favorables con Estados Unidos debido a las restricciones que
    sufrió el comercio de importación. Desde el punto de vista
    político este período puso en evidencia los
    conflictos
    latentes entre Estados Unidos y Gran Bretaña respecto al
    presente y futuro de sus relaciones comerciales con la
    Argentina.

    En la posguerra, el funcionamiento del triángulo
    anglo-argentino-norteamericano se fue debilitando por la mayor
    competitividad
    de las economías argentina y norteamericanas (Estados
    Unidos se transformó en el más grande exportador
    mundial de cereales), las políticas
    nacionalistas del gobierno
    argentino, y las dificultades crecientes de la economía
    británica.

    La apertura de nuevos mercados, en especial los de la
    Comunidad
    Económica Europea a mediados de los años cincuenta,
    pareció dar una respuesta a esos problemas,
    aunque sin alterar en el fondo el esquema triangular vigente,
    pues las principales corrientes de insumos y capitales
    seguían viniendo de Norteamérica. Sin embargo, esta
    situación no pudo mantenerse porque la Comunidad Europea
    comenzó a proteger su producción agrícola obligando a
    buscar otros mercados. Es entonces cuando se desarrolla una nueva
    alternativa, que en realidad había empezado en forma
    incipiente años atrás: el incremento de las
    relaciones con la Unión Soviética y los
    países del bloque socialista.

    Los vínculos económicos y comerciales
    argentino-soviéticos, que adquirieron cierta envergadura a
    partir de 1953, se afianzaron en la década de 1970 y
    llegaron a su punto de mayor desarrollo con
    los recientes gobiernos militares. La principal consecuencia es
    que la Unión Soviética ocupaba a mediados de los 80
    un lugar similar al que ocupó Gran Bretaña dentro
    del esquema triangular, en el pasado. El objeto de este trabajo es el
    de indagar sobre el desarrollo de dichos vínculos y de sus
    necesarias consecuencias políticas, en un mundo que se
    caracterizaba por el maniqueísmo, donde dos potencias se
    disputaban la hegemonía mundial y los actores "menores" se
    "alineaban".Haciendo especial hincapié en la más
    reciente dictadura militar
    donde lo real y lo aparente se mezclan para darnos un
    caótico escenario en el cuál "comunistas" y los
    paladines castrenses locales aparecen paradójicamente
    hermanados. Las conclusiones finales girarán en torno a
    cuáles son los grupos
    beneficiados donde encontraremos apellidos de llamativa
    actualidad.

    2. La prehistoria de
    las relaciones diplomáticas

    Las primeras menciones sobre América
    que llegaron a Rusia datan de
    1530, y aparecen en un manuscrito del monje Máximo Griego
    (Grecco). Los primeros rusos que habían visitado a
    la América Latina (las islas Antillas) fueron el escritor
    y traductor F. Karzhavin y el mercader V. Baránschikov (en
    los años 70 – 80 del siglo XVIII).
    Pero el
    conocimiento político sobre Sudamérica se
    inició cuando Francisco de Miranda llegó a la corte
    de Catalina la Grande para solicitarle, sin éxito,
    el apoyo ruso a la emancipación de las colonias
    españolas, una causa que , sin embargo, era popular en los
    círculos intelectuales
    de la época. Un público más vasto, iba a
    saber de la Argentina por la traducción al ruso en 1871, del texto de
    Charles Darwin "El
    viaje alrededor del mundo del naturalista en el Beagle"
    ,
    sobre todo por los datos curiosos
    acerca de las tribus fueguinas y su bajo nivel de desarrollo. No
    faltaron tampoco los aventureros que se familiarizarían
    con el nombre de un lugar tan lejano. Tiempo
    después, Amalia, la novela de
    José Mármol, fue publicada como folletín de
    prensa
    "decembrista", el movimiento
    antifeudal de mediados del siglo XIX. Los vínculos
    culturales entre Rusia y América Latina en general,
    seguían ampliándose. En Rusia fueron,
    también publicadas obras de M. M. Ugarte, A. Azeved, R.
    Darío y otros escritores latinoamericanos. En
    América Latina se dieron a conocer obras de L.
    Tolstói, M. Gorki, F. Dostoievski y otros escritores rusos
    .

    Pero los vínculos bilaterales, la prehistoria de
    las relaciones diplomáticas, entre sendas naciones,
    tendrían su punto de partida en una carta enviada, al
    entonces Presidente Julio Argentino Roca, con fecha 31 de mayo de
    1886. Por medio de la misma, Alejandro III luego de una
    interminable lista de halagos al mandatario argentino y
    declaraciones de buena intención, nombraba al escritor (y
    sobre todo viajero) Alexander Ionin (1837-1895) como Ministro
    Extraordinario y Plenipotenciario
    en la Argentina. El
    diplomático ruso contribuyó radicalmente a las
    relaciones de Rusia con la Argentina desde 1886, pero
    también con Uruguay y
    México. El
    1 o 13 (según se considere el calendario ortodoxo o
    gregoriano) de agosto de 1885 le escribía al ministro de
    Negocios
    Extranjeros, Nicolai K. Guirs, presentando a la Argentina, tan
    desconocida en San Petesburgo como lo era Rusia en Buenos Aires,
    como un país que "[…] está haciendo progresos
    notables; su población aumenta rápidamente y el
    puerto de Buenos Aires supera en importancia al de Río a
    causa del creciente desarrollo de las vías
    férreas".

    Según el ministro ruso las relaciones entre los
    dos países tendían a ser "de carácter platónico" y el deseo de un
    acercamiento más estrecho debía fundamentarse
    "no en un provecho material inmediato, sino en posibles
    aspectos para el futuro"
    No era lo que pensaban los
    diplomáticos argentinos, que buscaban, en ese entonces,
    relaciones prácticas. Ionin continuaba diciendo que los
    rusos a pesar de ser competidores de los argentinos en el
    comercio mundial de trigo, lana y cueros podían "(…)
    tenderse recíprocamente las manos y los rivales
    convertirse en socios para competir, a la vez, con América
    del Norte y Australia, las cuales al vender trigo a Europa, nos
    quitan el pan a nosotros y a la República Argentina".

    Eran los esbozos de una alianza muy peculiar.

    Curiosamente, la Rusia soviética habría de
    convertirse un siglo más tarde en el mayor comprador de
    los cereales argentinos, entre otras cosas porque, por una
    combinación de la ineficiencia de su producción
    agropecuaria con el incremento del consumo
    interno y el desarrollo de la ganadería.
    Ucrania dejó de ser "el granero europeo".

    La idea de conformar en 1885 una alianza internacional
    no parecía alocada pero era impracticable. Ninguno de los
    dos países poseía una flota mercante capaz de
    otorgarle un marco de independencia necesario para pesar en el
    mercado mundial.
    Pero a pesar de los evidentes impedimentos de orden
    geográfico, las vinculaciones comenzarían
    paulatinamente a estrecharse. Ionin dejó instalado en
    Buenos Aires un secretario, el conde Mauricio Prozor
    "gentilhombre de la cámara del emperador Alejandro
    III"
    y más tarde designó de cónsul
    general de Rusia en la Argentina al danés Pierre
    Christophersen. A su vez, Roca designó un ministro
    argentino ante la corte de San Petesburgo, el experto jurista
    Carlos Calvo.

    Otra carta de la cancillería (17/7/1886) Ionin
    explica la importancia de las relaciones ruso-argentinas por dos
    factores relevantes. El primero era la ubicación de la
    Argentina en relación a las comunicaciones
    marítimas entre los océanos Atlántico y
    Pacífico y su potencial importancia para la flota rusa. El
    segundo "sorpresa" por los éxitos argentinos "en este
    tiempo" (1888). Y más tarde para resaltar, el 10/1/1889,
    la inteligencia
    del presidente Roca, el cónsul antes mencionado le
    describía a sus superiores: "(…) fue el presidente
    más destacado y querido por haberle prestado grandes
    servicios al
    país y por entregarle a su sucesor un país en
    óptimas condiciones. Además de sus méritos
    civiles, el general Roca goza de una reputación militar
    excelente por sus exitosas campañas contra los indios de
    la Patagonia…"

    Pero mas allá de descripciones y del progresivo
    avances del conocimiento
    entre las dos naciones, las relaciones bilaterales virtualmente
    no existían. "Es muy difícil en este momento",
    escribía Ionin, "pensar en la obtención de
    algún provecho material o comercial resultante de un
    potencial vínculo mas estrecho." No obstante, en un futuro
    no tan lejano, "si el extremo sur de América
    continúa desarrollándose rápidamente como
    hasta ahora terminará representando, un considerable
    factor político en las relaciones
    internacionales; por ello la buena predisposición de
    los políticos locales hacia Rusia debe ser tenida en
    cuenta". Como resultado de estos juicios mutuos, la labor
    consular, aún a falta de negocios continuó
    desarrollándose en forma precaria. A modo de hitos en el
    vínculo, previo a la Revolución
    Bolchevique debemos citar: por un lado, el mes de julio de 1902
    cuando la Fragata Sarmiento ancló por varios días
    en San Petesburgo siendo visitada por el zar Nicolás; al
    año siguiente la participación de Rusia en la
    Exposición Rural en la Argentina (con el
    propósito firme de desplazar a los proveedores de
    máquinas agrícolas belgas, alemanes
    y norteamericanos, aunque ese interés
    fue fugaz, pues, otros conflictos internacionales serían
    afrontados por Rusia haciendo un lado este plan, me refiero
    a la "guerra
    ruso-japonesa).

    Tras la conmoción interna sufrida producto de la
    Revolución de Octubre del 17, los vínculos
    comerciales entre la Argentina y la Unión Soviética
    tuvieron numerosos altibajos, lógica
    consecuencia de la inestabilidad y conflictividad social acaecida
    en la nación
    ahora socialista.

    Hacia 1927 se produjo el primer contacto comercial de
    relevancia no sólo para Argentina sino para con toda la
    región latinoamericana, la instalación en Buenos
    Aires de la Sociedad Rusa
    Iuyamtorg con el fin de fomentar el comercio con
    Sudamérica. La acción
    de la empresa
    incrementó sustancialmente las importaciones de origen
    ruso y transformó a la Argentina en el principal
    partenaire soviético en el continente. Pero pronto
    los cambios políticos internos afectaron esa
    relación y en 1931, el gobierno militar del general
    Uriburu clausuró la sociedad acusándola de ser una
    agencia de difusión del comunismo. Luego
    de eso, y hasta 1946, el comercio disminuyó
    drásticamente y el comportamiento
    de ambos gobiernos en los foros internacionales se
    caracterizó por una hostilidad mutua cuyos puntos
    más destacados fueron la proposición argentina para
    excluir a la Unión Soviética de la Liga de las
    Naciones en 1939 por su invasión a Finlandia, y la
    oposición de Molotov a aceptar el ingreso de la Argentina
    en las Naciones Unidas,
    en 1945, debido a su política de neutralidad en la guerra
    y a las supuestas simpatías pronazis de su
    gobierno.

    Con todo, en la temprana post-guerra y a pesar de los
    ataques al gobierno argentino de entonces (de origen militar y en
    el cuál Perón era
    su principal figura) efectuados tanto por la prensa
    soviética como por el Partido Comunista local, los rusos
    iniciaron conversaciones secretas con funcionarios de ese
    gobierno a fin de solucionar las diferencias existentes. Es
    así que pocos días después que Perón
    asumiera como presidente constitucional, más precisamente
    en junio de 1946, los dos países reestablecieron
    relaciones diplomáticas. Como una muestra del
    interés comercial que tenía por la Argentina, la
    Unión Soviética envió a Buenos Aires, casi
    simultáneamente con su embajador, una numerosa misión
    económica. Argentina comenzaba a mostrar una
    característica que lo distinguiría del resto de los
    países latinoamericanos, el mantener ininterrumpidamente
    sus relaciones comerciales con la URSS a pesar de la "Guerra
    Fría".

    3. Las relaciones
    argentino-soviéticas durante la Guerra
    Fría

    En los primeros años del gobierno peronista, el
    intercambio comercial se reanudó lentamente y sin mucho
    entusiasmo, especialmente de la parte argentina, sin que esto
    altere en nada la afirmación antedicha. La guerra
    fría por un lado y la actitud
    anticomunista de Perón a la vez de su negativa a firmar un
    convenio comercial de largo plazo tal como querían los
    soviéticos por otro, fueron las principales causas. A
    partir de 1952, sin embargo, en consonancia con la crisis
    económica padecida por el gobierno local las cosas
    cambiaron y los vínculos bilaterales, tanto
    económicos como culturales y diplomáticos, se
    expandieron rápidamente. Según el Rapoport la
    explicación de este hecho, residía en las
    crecientes dificultades que experimentaba la economía
    peronista en el contexto local sumado a los obstáculos
    externos que existían para desarrollar su comercio
    internacional, así como los deseos de contrapesar la
    influencia norteamericana, hicieron bienvenida una apertura hacia
    el Este. La Unión Soviética, por su parte, iniciaba
    también por esos años un notable cambio en su
    política
    económica hacia Occidente y el Tercer Mundo, que tuvo
    manifestación inicial en la Conferencia
    Económica Mundial de Moscú de 1952, aún en
    vida de Stalin y que la impulsaba a aprovechar toda circunstancia
    favorable para desarrollar vínculos con los países
    fuera de su bloque.

    Una muestra del acercamiento entre ambos países,
    que en la época adquirió considerable
    repercusión, fue la entrevista
    que en febrero de 1953 sostuvieron Leopoldo Bravo, el embajador
    argentino en Moscú y Stalin, muy poco antes de su muerte. Era la
    primera vez que el líder
    soviético recibía a un representante de una
    nación
    latinoamericana. Como resultado de ello se firmó el primer
    convenio comercial entre un país de América Latina
    y la Unión Soviética, que preveía un
    intercambio recíproco de 150 millones de dólares y
    gracias al cuál la Argentina se transformó en el
    principal cliente y
    abastecedor soviético en el área. Culminando ese
    proceso en 1955 cuando se realizó en Buenos Aires la
    primera exposición industrial rusa en el continente. El
    interés soviético por el desarrollo de sus
    relaciones con la Argentina que había comenzado con
    aquellos pronósticos favorables de Ionin y Guirs,
    continuó en los años ´20 tras la
    instalación de la empresa
    Iuyamtorg, ahora se veía concretado. Las relaciones
    argentino-soviéticas en esa época jugaron, sin
    duda, un rol destacado en la formulación de la nueva
    política de la URSS hacia América Latina y el
    Tercer Mundo, en general, que se afinaría más tarde
    bajo la conducción de Krushev.

    El régimen militar que derrocó a
    Perón (Revolución Libertadora), a fines de 1955,
    siguió una política económica más
    ortodoxa y cercana a los Estados Unidos. Esto produjo una
    sensible disminución en el comercio con el Este, aunque no
    se anuló el convenio vigente con la Unión
    Soviética y en enero de 1958 se envió a
    Moscú una misión económica para la
    utilización de los créditos pendientes.

    Con la asunción de Frondizi ese mismo año
    las relaciones entre ambos países cobraron nuevo impulso,
    al calor del
    proyecto
    desarrollista, y de la marcada influencia "frigerista" (asociada
    a la mano derecha del presidente, Rogelio Frigerio) que desde la
    revista "Que"
    veían con buenos ojos un acercamiento hacia la URSS. El
    presidente electo gozaba de prestigio entre las altas esferas del
    Kremlin por su pasado antiimperialista y muchas de las ideas de
    su grupo
    gubernamental en materia de
    política exterior, como antes se mencionaba, en la
    cuál coincidían con Kruschev y los dirigentes
    soviéticos de ese entonces. Pues, Arturo Frondizi
    pertenecía al ala izquierda del radicalismo y había
    publicado en los años ´50 "Petróleo y
    política"
    fuertemente crítico de los Estados
    Unidos y de marcado tono nacionalista, en un contexto de enconado
    enfrentamiento con Perón y los acercamientos
    político – económicos hacia
    Norteamérica en los albores de su
    derrocamiento.

    El gobierno de Frondizi decepcionaría en parte a
    los soviéticos al realizar una política
    económica distinta a la esperada: en vez de nacionalizar
    empresas
    comenzó a alentar inversiones extrajeras de Estados Unidos
    y de Europa Occidental, especialmente en la industria
    petrolera; y en vez de practicar una política de ingresos flexible
    aplicó un programa de
    austeridad que lo llevó a enfrentar a sus antiguos apoyos,
    el peronismo y la
    "izquierda", y a adoptar medidas represivas contra ellos. Valga
    la somera mención de los importantísimos
    condicionantes políticos que sufrió el gobierno en
    un contexto interno de proscripción del peronismo y de
    permanente "tutela" de las
    fuerzas armadas.

    A fines de 1958 Frondizi envió, sin embargo, una
    nueva misión económica a Moscú encabezada
    por un hombre de su
    entera confianza, el diputado Liceaga, y sus gestiones dieron
    lugar al otorgamiento de un crédito
    de 100 millones de dólares para la compra de equipos
    petroleros, el primero de este tipo que recibía un
    país latinoamericano. Aún así, sometido a la
    presión
    de los militares, que en consonancia con lo antedicho le
    realizaron numerosos planteos y conatos de golpe de Estado,
    y con un ministro de Economía que le había sido
    impuesto
    (Álvaro Alzogaray), la posibilidad de ampliar las
    relaciones económicas y políticas con la
    Unión Soviéticas se hacía difícil. En
    1959 hubo incluso algunos incidentes diplomáticos entre
    los dos países en los que se vieron involucrados
    funcionarios soviéticos en Buenos Aires. Pero la voluntad
    de ambas partes tendientes a un acercamiento era lo
    suficientemente grande como para que en 1960, en ocasión
    de los festejos del sesquicentenario de la revolución
    de mayo, la URSS enviase a Buenos Aires una delegación
    de alto rango, una de las más importante llegada al
    país, encabezada por el entonces vicepresidente del
    Consejo de Ministros, Alexel Kosiguin. Era, como afirma Carlos
    Echagüe, el portavoz de un mensaje personal de
    Nikita Kruschev a Frondizi ,en el que el premier soviético
    remarcaba "la similitud en la posición internacional de
    los dos países en una serie de problemas"
    y la
    necesidad de un mayor estrechamiento de las relaciones
    económicas y culturales entre ambos. La agencia TASS
    comentaba acerca del mensaje la importancia de la
    "posición argentino-soviética para la imponer la
    paz"
    . Casi simultáneamente con la "misión
    Liceaga" se firmó un protocolo
    adicional al convenio pactado con el propósito de comprar
    maquinaria soviética, la que sólo se pudo completar
    en forma parcial, jaqueado por los planteos militares y la
    oposición política el gobierno de Frondizi fue
    derribado por un golpe de Estado en
    1962, entre otras cosas por su política internacional, que
    en la óptica
    de muchos militares fluctuaba sospechosamente entre "Occidente" y
    la "amenaza marxista".

    El nuevo gobierno de Guido sin llegar nunca a romper
    relaciones diplomáticas con la Unión
    Soviética asumió una actitud abiertamente
    anticomunista y antisoviética. En el terreno comercial,
    haciéndose eco de las críticas que se habían
    realizado a la deficiente calidad del
    material comprado a ese país, el gobierno argentino
    decidió rescindir el convenio de 1953, firmado por
    la
    administración peronista, retrocediendo, así a
    la situación existente antes de esa fecha, disminuyendo el
    comercio con el bloque soviético en forma
    significativa.

    La gestión
    de Illia, partidario de la Unión Cívica Radical,
    que sucedió a Guido gracias a la celebración de
    nuevas elecciones presidenciales, volverá a reactivar las
    relaciones argentino-soviéticas, especialmente en el plano
    económico. Entre 1963 y 1966 el comercio entre sendas
    naciones, alcanzaría los mayores volúmenes hasta
    entonces conocidos. El gobierno radical implementó una
    política de tono nacionalista, cuyos puntos más
    importantes consistieron: en la anulación de los contratos
    petroleros firmados por Frondizi con empresas norteamericanas
    (haciendo letra muerta de su propio "Petróleo y política"), la ley de
    medicamentos y la regulación de la industria automotriz.
    En el marco de esa política y procurando ampliar los
    mercados externos se envió a Moscú otra
    misión económica encabezada por Facundo
    Suárez, que negoció un importante intercambio de
    trigo por productos petrolíferos soviéticos. Fue la
    primera compra importante de cereales por parte de la URSS a la
    Argentina (un millón de toneladas de trigo), pues hasta
    entonces los principales rubros de importación de ese
    país habían sido cueros y lanas. A la vez, a
    principios de
    1966, las relaciones habían mejorado lo suficiente como
    para iniciarse las tratativas de un nuevo convenio comercial a
    largo plazo (siendo según Mario Rapoport la modalidad de
    acuerdo preferida, en lugar de negociaciones puntuales). Pero la
    inestabilidad política interna en la Argentina
    impidió este nuevo acercamiento.

    En junio de 1966 el presidente Illia era derrocado a
    manos del Gral. Onganía quien adhirió,
    incondicionalmente a los postulados de la "doctrina de seguridad
    nacional", sancionó una ley anticomunista y alentó
    un estrechamiento de relaciones con los Estados Unidos, los
    cuáles por intermedio de su compañía de
    inteligencia (CIA) tenían minucioso conocimiento del golpe
    de Estado. Las negociaciones con la URSS, que se hallaban
    bastante avanzadas quedaron virtualmente paralizadas y
    volvió a producirse una reducción del intercambio
    comercial. Pero este iba a ser el último período en
    el que las relaciones con la potencia soviética
    experimentaría tales contratiempos.

    Hacia 1969 la Argentina se vio expuesta a una profunda
    crisis política y social que se expresó en
    sublevaciones populares sintetizadas en el "Cordobazo", que
    hicieron tambalear el régimen. Por aquellos años
    comenzaron a desarrollarse los primeros accionares guerrilleros
    urbanos que llegarían a su apogeo tiempo más
    adelante. Onganía se vio obligado a renunciar y ceder su
    lugar al General Levingston. Durante su breve período al
    frente del gobierno nacional (posteriormente reemplazado por el
    General Lanusse, en quién nos detendremos particularmente)
    se produjeron algunos cambios en la política hacia la
    URSS, especialmente con el envío hacia Moscú de una
    misión de carácter privado, pero alentada por el
    gobierno, encabezada por un importante industrial y banquero
    Hernán Ayerza y un científico Mariano Castex. Entre
    las razones que explican este cambio se destaca fundamentalmente,
    las dificultades que experimentaba el comercio con Europa
    Occidental debido a las políticas proteccionistas de la
    Comunidad Económica Europea (CEE), que comenzaron a
    manifestarse con fuerza a
    comienzos de la década del ´70, como ser el PAC
    (Política Agrícola Común).

    4. Lanusse, Gelbard y la base
    jurídico contractual para la explosión exportadora
    hacia la URSS:

    He decidido hacer un alto en el relato
    cronológico por la importancia vital de este punto dentro
    del análisis de las relaciones comerciales con la Rusia
    soviética, es el momento de la "singular apertura hacia el
    Este" a través de "hombres de derecha". Obviamente este
    proceso no se desarrollo en el vacío sino que estaba
    sustentado en relaciones existentes desde antes, y es aquí
    donde juega lo expuesto hasta el momento.

    El gobierno del Gral. Lanusse expresará esos
    cambios al plantear como principio rector de su política
    internacional la eliminación de las "fronteras
    ideológicas" e iniciar un acercamientos hacia Rusia,
    Cuba e incluso
    con Chile bajo el mandato del socialista Salvador Allende. Los
    militares que llegaron al poder en 1966
    haciendo gala de su "occidentalismo", estaban ahora, bajo el
    apremio de acontecimientos políticos y económicos
    internos y externos, alterando radicalmente sus posiciones
    iniciales, al menos en política exterior.

    La misión Ayerza, antes mencionada, abrió
    el camino para el envío de una nueva misión, esta
    vez oficial encabezada por un subsecretario del ministro de
    Relaciones Exteriores, Antonio Stany-Gendre en junio de 1971.
    Producto de ésta, se firmó un nuevo convenio
    comercial en presencia del ministro Gromyko – lo
    cuál demuestra la importancia que tenía para
    Moscú – que además de servir como punto de
    partida para un incremento a largo plazo del intercambio
    comercial establecía la cláusula de la
    nación más favorecida y sentaba las bases legales
    de las relaciones que rigieron hasta la caída de la URSS.
    En este contexto se creó, en 1972, la Cámara de
    Comercio Argentino-Soviética.

    La vuelta del peronismo, en 1973, amplió
    considerablemente el camino abierto por los militares.
    Cámpora, a cuya asunción asistieron Allende y
    dirigentes cubanos, era respaldado por el ala combativa del
    peronismo y por las agrupaciones guerrilleras. En su breve
    gobierno se inició una política "tercermundista",
    que Perón a fin de no perder el control de su
    movimiento, continuó aunque más
    moderadamente.

    El impulsor de los acuerdos económicos que se
    realizaría con los países del bloque socialista
    sería el ministro de Economía (figura fundamental a
    efectos de nuestro análisis), José B. Gelbard,
    dirigente empresario
    (fue presidente de la CGE) que había tenido militancia en
    la izquierda y luego en el peronismo. Bajo su iniciativa se
    firmó un importante acuerdo comercial con Cuba y se
    concretaron convenios económicos con varios países
    de Europa Oriental. El hecho más importante fue la
    numerosa delegación económica que encabezada por el
    ministro viajó a Moscú en 1974 para negociar y
    firmar los acuerdos comerciales de mayor relevancia hasta el
    momento. La misma fue recibida con todos los honores por Brejnev
    y la plana mayor de la dirigencia soviética, una
    deferencia que no se repetirá hasta el encuentro del
    presidente Alfonsín con Gorvachov tiempo después.
    La misión Gelbard firmó tres convenios: uno de
    cooperación comercial, uno de suministro de maquinarias y
    equipos por parte de la URSS y otro sobre cooperación
    científico-técnica. A partir de estos acuerdos se
    creó también una Comisión Mixta para
    verificar el desarrollo del intercambio, que se reuniría
    hasta la caída del régimen ruso en forma
    periódica. Según informaba la agencia rusa TASS, en
    la visión del ministro Gelbard esos acuerdos, así
    como el conjunto de la política de apertura hacia el Este
    y los países del Tercer Mundo, "servían a los
    objetos de liberación y antiimperialistas a los que
    aspiraba el pueblo argentino".

    La muerte de Perón, enturbió este
    panorama. Ya Perón, en el contexto de constante lucha
    interna dentro de su partido había denunciado la
    infiltración izquierdista dentro del peronismo, su viuda y
    vicepresidente, ahora al frente del ejecutivo nacional
    trató de desembarazarse de aquellos elementos considerados
    extraños al movimiento. La decisión fue apoyarse en
    el ala más "ortodoxa" y al mismo tiempo que procuraba
    negociar con el FMI y con
    países árabes y del Tercer Mundo; la presidenta se
    negó a ratificar los convenios firmados con la URSS y
    obligó a renunciar a su principal artífice, el
    ministro Gelbard. Pero la presidenta argentina tendría los
    días contados al frente del poder
    ejecutivo nacional, víctima de un profundo
    vacío de poder y de intereses coincidentes de distintos
    sectores económicos (principales beneficiarios del
    modelo
    económico de Martínez de Hoz) sería
    derrocada el 24 de marzo de 1976.

    5. Proceso de
    Reorganización nacional: auge de la sociedad
    argentino-soviética

    El golpe de Estado de marzo de 1976que puso en el
    gobierno al Gral. Videla pareció indicar en sus inicios
    una nueva marcha atrás en las relaciones entre la
    Argentina y el bloque soviético. El nuevo régimen
    militar proclamó abiertamente su vocación
    pro-occidental y su adhesión a la doctrina de la seguridad
    nacional, procuró dar una "solución final" al
    problema de la "subversión" y practicó desde el
    inicio una política económica basada en las
    enseñanzas liberales de la llamada "escuela de
    Chicago". El panorama –a priori- no podía ser
    más desalentador para los intereses ligados a la
    URSS.

    Sin embargo el curso de los acontecimientos
    mostrará una realidad opuesta a las especulaciones
    previas. En materia de política interna, el Partido
    Comunista Argentino (PCA) no fue perseguido como las otras
    fuerzas políticas de izquierda y pudo actuar durante todo
    el período en condiciones de "cuasi-legalidad" en
    relación a las condiciones de prohibición total que
    sufrieron la mayoría de las agrupaciones. Esto no
    impidió algunos asesinatos o desapariciones de comunistas,
    pero no como parte de una política destinada
    específicamente, sino como un ataque al accionar de
    algunos militantes de base. Más extraño, aún
    fue la actitud de los cuadros superiores del PCA que, en palabras
    de Echagüe "más soviéticos que
    comunistas",
    tuvieron desde el principio del "proceso" una
    actitud de "apoyo crítico". Quienes, según describe
    Otto Vargas, distinguían a Videla y Viola como "militares
    moderados" con los cuales se podía llegar a un acuerdo o
    formar un gobierno "cívico-militar".
    Esta actitud se mantuvo, causalmente, hasta 1982 con la
    asunción del Gral. Galtieri.

    En el plano de las relaciones comerciales, tampoco se
    siguió el curso previsible en función
    del discurso
    oficial castrense. En agosto de 1977, Videla ratificó los
    convenios negociados por Gelbard, que cobraron desde entonces
    plena vigencia. Entre 1976 y 1979, las exportaciones
    hacia la URSS se duplicaron, mientras que siguieron
    realizándose obras de infraestructura con
    participación soviética, sobre todo en el
    área hidroeléctrica, como Salto Grande, y se
    ratificaron o se contrataron nuevas, como los estudios de
    factibilidad
    para la constricción de una gran represa en el
    Paraná Medio o la provisión de turbinas para
    centrales termoeléctricas. También se firmaron
    convenios pesqueros con los países de Europa Oriental, y
    se amplió el comercio con la mayoría de ellos. Las
    reuniones de la Comisión Mixta argentino-soviética
    que se habían suspendido en 1975 volvieron a efectuarse, y
    en 1976 se efectuó en Buenos Aires una gran
    exposición de productos industriales soviéticos. A
    partir de 1978 comenzaron a desarrollarse entre los dos
    países vínculos políticos y militares de
    cierta importancia, como consultas periódicas formales en
    las Naciones Unidas antes de las Asambleas Generales y el primer
    intercambio de misiones militares. El acercamiento militar no
    resultaba una sorpresa porque en 1977 y 1978, cuando el conflicto por
    el canal de
    Beagle con Chile amenazaba con convertirse en guerra,
    el
    periódico del ejército ruso "Estrella Roja",
    apoyaba firmemente la posición argentina y criticaba el
    "expansionismo" chileno, causalmente ésta posición
    contrastaba, según afirma Carlos Echagüe, con la
    adoptada con el "New York Times".

    Otro terreno de acercamiento entre la Casa Rosada y el
    Kremlin fue el de los derechos humanos
    donde jugó un rol preponderante la posición de la
    administración Carter en los EEUU. Frente a
    la presión norteamericana, de algunos países de
    Europa Occidental y de organismos independientes, el gobierno
    argentino se vio repetidamente criticado en los foros
    internacionales. La Unión Soviética, como es
    previsible a esta altura del análisis, se opuso siempre a
    que la cuestión argentina fuera debatida en los organismos
    de los que formaba parte. A fines de 1982 el canciller argentino
    reconocía, "nos sentimos acompañados en
    relación al tema de los derechos humanos por los
    países socialistas".

    En este contexto no resulta sorprendente que, a
    principios de 1980 el gobierno militar rechazara la
    decisión estadounidense de propiciar un embargo colectivo
    cerealero para castigar la invasión soviética a
    Afganistán. La decisión argentina de no plegarse,
    en la que jugó un rol preponderante el ministro
    Martínez de Hoz, cuya política económica era
    internamente denunciada como favorable a los intereses
    norteamericanos. Iba a producir un cambio cuantitativo y
    cualitativo en las relaciones argentino-soviéticas. En
    verdad, uno de los principales objetivos del
    ministro de economía era el retorno a una estructura
    productiva predominantemente agropecuaria, parecía tener
    así, con la captura de un mercado tan importante como el
    soviético, mayores perspectivas de éxito.
    Además, a fin de aprovechar los precios
    más altos ofrecidos por los soviéticos, que
    necesitaban los cereales y estaban interesados en el fracaso del
    embargo, se redujo el comercio con mercados
    tradicionales.

    De este modo, la Unión Soviética se
    transformó en el principal comprador argentino, llegando a
    canalizar en 1981 el 41,8% de las exportaciones totales, el 80,2%
    de las de cereales y el 20,2% de las carnes. En julio de 1980,
    para dar continuidad y estabilidad a las relaciones comerciales
    se firmó entre los dos países un convenio de cinco
    años para la venta por parte
    de Argentina de 4.500.000 toneladas anuales de maíz,
    sorgo y soja y luego otro
    similar para la venta de carnes manteniéndose la venta de
    trigo sobre bases anuales.

    Como consecuencia de ello, los lazos económicos
    entre ambos países se ampliaron en muchos otros aspectos,
    aunque las importaciones desde la URSS se mantendrían en
    un nivel muy alejado al de las exportaciones en una
    proporción de 57 a 1 en 1982, produciendo un fuerte
    desequilibrio de la balanza
    comercial a favor de la Argentina. Se realizó
    así un importante convenio pesquero, en especial para la
    pesca e
    industrialización del Krill en el Atlántico Sur; se
    inició una colaboración en materia nuclear con la
    compra de cinco toneladas de agua pesada
    para la central nuclear de Atucha I; se acordó la
    concreción de distintos proyectos de
    infraestructura y se compraron maquinarias y vehículos
    soviéticos de distinto tipo.

    Desde el punto de vista político los lazos
    bilaterales se estrecharon con la asunción al frente del
    gobierno del Gral. Viola. Ya a fines de 1980 el periódico
    "Estrella Roja" hablaba de "un hombre amigo del régimen,
    de ideas moderadas y realistas" que había triunfado sobre
    generales del tipo "Pinochet" que "querían imponer a la
    Argentina un gobierno de extrema derecha". Poco después de
    asumir la presidencia la agencia TASS describía su
    elección como "una derrota más para los
    círculos ultraconservadores de las fuerzas
    armadas".

    La situación económica y política
    interna, sin embargo, producto de la pésima gestión
    del gobierno militar, se deterioraba cada día más.
    Económicamente el país sufría una de las
    crisis más duras de su historia. El ministro
    Martínez de Hoz había prometido un cambio una
    modificación estructural y ese cambio se había
    producido: un formidable proceso de desindustrialización,
    especulación financiera, hiperinflación, desnacionalización
    de las empresas, combinación por ese entonces ajena a la
    realidad nacional, había originado un decrecimiento del
    PBI y un retroceso en muchos años del conjunto de la
    economía. En lo político ya trascendían los
    efectos devastadores de la represión y los partidos
    políticos y diversas organizaciones
    populares y sindicales comenzaban a manifestar su descontento,
    iniciándose el largo camino para obtener una salida
    política democrática. Con Viola ese proceso no se
    detuvo y pronto debió renunciar para dejar su lugar al
    Comandante en Jefe del Ejército.

    Con el acceso de Galtieri a la presidencia se
    quebró, sin embargo, la continuidad de la relación
    entre sendas naciones. El nuevo presidente – recibido
    calurosamente por la administración Reagan- buscó un
    acercamiento con los Estados Unidos y comprometió la
    colaboración argentina en Centroamérica y el Medio
    Oriente en defensa de los principios de Occidente. Advertidos de
    ese cambio, los soviéticos efectuaron su primera crítica
    abierta a la Junta militar argentina desde su llegada en 1976. La
    agencia TASS señalaba en enero de 1982, que Galtieri
    tenía fama de pro-norteamericano pero advertía
    "(…) Si el Gral. Galtieri rompe los lazos económicos
    con la URSS no logrará mantenerse en el poder ni quince
    días más, debido a las graves repercusiones que
    esto tendría para la economía de su
    país".

    Ello no impidió que la cancillería
    argentina intentará la obtención del veto
    soviético en las Naciones Unidas tras la ocupación
    de las Islas
    Malvinas, en atención a la negativa de aceptar el
    embargo norteamericano de granos, antedicha, y a las fuertes
    relaciones que todavía mantenía con el bloque del
    Este. Sin embargo al reunirse el Consejo de Seguridad de las
    Naciones Unidas, la URSS se abstuvo frente a la propuesta
    británica. De haber ejercido su derecho al veto, se
    hubiera impedido la condena a la actitud argentina y la exigencia
    del retiro de tropas. Esto no obstaculizó que en el
    trascurso de la guerra, y luego de la misma, el régimen de
    Moscú respaldara la causa argentina. Como lo describe
    Isidoro Gilbert, el embajador soviético frecuentó
    la Casa Rosada e, inclusive llegó a hablarse de la compra
    de armas.

    Durante el último tramo de la dictadura
    militar, las relaciones argentino-soviéticas retomaron el
    rumbo del que parecieron apartarse a principios de 1982. El
    gobierno argentino manifestó sus deseos de realizar
    grandes obras hidroeléctricas con la colaboración
    de la URSS, acrecentándose con ese fin el intercambio de
    delegaciones técnicas y
    económicas. También se reafirmaron los lazos
    militares y , en noviembre de 1983, un alto oficial del
    ejército soviético fue condecorado por el Comando
    en Jefe del Ejército. Las relaciones económicas con
    el Este europeo también se estrecharon,, No sólo se
    amplió el comercio con la mayoría de los
    países de Europa Oriental, sino que se firmaron
    importantes convenios con Cuba en los años de Videla y
    Martínez de Hoz.

    6 El regreso de la democracia y
    decadencia de la sociedad

    Antes de asumir el gobierno, el radicalismo
    planteó claramente el papel de los vínculos con la
    Unión Soviética en el marco de la política
    exterior. En una entrevista
    periodística, Dante Caputo sostuvo que no se
    ejercería "ningún tipo de discriminación ideológica" en las
    relaciones comerciales con los países del Este. Pero
    también afirmó que el gobierno de Alfonsín
    tendría como uno de sus objetivos diversificar las
    exportaciones "por razones de conveniencia nacional, ya que la
    presencia casi exclusiva de un solo comprador provoca de hecho
    relaciones de dependencia que no son convenientes". Estas
    declaraciones de quién sería el canciller del
    gobierno de Alfonsín pueden interpretarse como una actitud
    de reacción contra el excesivo peso que tuvieron los
    vínculos comerciales con Moscú durante los
    años del Proceso.

    No obstante esto y la preferencia de las autoridades de
    Moscú por Italo Luder como candidato a la presidencia
    argentina , la llegada de Raúl Alfonsín a la Casa
    Rosada motivó elogiosos comentarios en la prensa
    soviética. A pesar de los citados elogios de la misma,
    durante la primera etapa del gobierno de Alfonsín las
    relaciones económicas con Moscú atravesaron un
    período de enfriamiento. Ello se debió a dos
    factores: a) la alta prioridad puesta por la
    administración radical en sus vínculos con las
    socialdemocracias europeas, que tuvo por contrapartida un
    enfriamiento de los nexos con el mundo socialista; y b) la propia
    crisis de la política interna soviética, sumida en
    la primera mitad de la década de los ’80 en una
    sucesión de enfermedades y muertes de
    sus máximos dirigentes -Leonid Brezhnev (1982), Yuri
    Andropov (1984) y Konstantin Chernenko (1985).

    Un hecho que evidenció las dificultades
    existentes en el intercambio comercial bilateral fue, sin duda,
    la Octava Reunión de la Comisión Mixta de
    cooperación económica y comercial
    argentino-soviética, de principios de noviembre de 1984 en
    Buenos Aires, donde ambas partes definieron claramente sus
    intereses respecto del intercambio comercial bilateral. En este
    encuentro, los negociadores soviéticos intentaron
    presionar a sus pares argentinos, aprovechando la
    situación altamente competitiva del mercado mundial de
    granos, donde Estados Unidos y la Comunidad Europea subsidiaban
    sus exportaciones y las colocaban en el mercado soviético
    a precios considerablemente menores. Advirtieron que la
    URSS se vería forzada a reducir sus compras de granos
    a menos que la Argentina aumentara sus adquisiciones de equipos y
    maquinarias. Pero también plantearon alternativas para
    salir del estancamiento en el intercambio comercial, desde el
    trueque (vinos por trolebuses, por ejemplo, que había sido
    aplicado por el gobierno de Mendoza), hasta propuestas de
    adaptación de las empresas argentinas a las necesidades
    del mercado soviético. . No obstante, estas alternativas
    chocaron con la realidad de que la clase
    empresarial argentina prefería integrarse al mercado
    mundial capitalista antes que al socialista. Además, la
    capacidad de compra de equipos y maquinarias de origen
    soviético se veía altamente comprometida en ese
    momento por dos factores: la abultada deuda externa,
    que llevaba a la Argentina a privilegiar sus relaciones con
    Washington y los organismos internacionales de crédito; y
    la tendencia a la baja del precio de los
    granos, que reducía los beneficios exportables, tan
    necesarios para afrontar los servicios de la deuda (deuda que se
    potenció en forma desmedida durante la dictadura militar
    anterior). Por el Acta Final de esta Octava Reunión de la
    Comisión Mixta, firmada por el secretario de Comercio
    argentino, Ricardo Campero, y el viceministro de Comercio
    Exterior soviético, Alexei Manzhulo, ambas partes
    convinieron en prorrogar el Acuerdo de Suministro de Cereales y
    Soja argentino a la URSS, y el Convenio de Suministro de
    Maquinaria y Equipo de la URSS a la Argentina. Asimismo,
    formalizaron el otorgamiento de un sistema de crédito
    recíproco de 5 millones de dólares para la compra
    de bienes producidos por ambos países. Pero este acuerdo
    excluyó explícitamente los productos agropecuarios
    argentinos, que debían ser adquiridos por Moscú al
    contado. Con dicha excepción , los negociadores
    soviéticos expresaron su preocupación por el
    déficit de la URSS en su intercambio comercial con la
    Argentina, y solicitaron un incremento sustancial en las
    importaciones de productos soviéticos, con el fin de
    reducir el desequilibrio en la balanza comercial
    bilateral.

    En contraposición a las dificultades existentes
    en el ámbito comercial de la agenda bilateral, se
    produjeron convergencias en el ámbito político. Un
    ejemplo fue el balance de la visita a la Argentina del secretario
    general de la Cancillería soviética, Yuri Fokin, a
    fines de julio de 1984. El objetivo de la
    misma fue de carácter exploratorio: el intercambio de
    opiniones acerca de los temas a ser tratados en la
    39ª Asamblea General de la ONU y otros
    asuntos de interés común. En ese contexto, Fokin
    tocó la problemática de Malvinas,
    acusando a Gran Bretaña de adoptar una actitud
    colonialista en el diferendo, que el diplomático
    soviético encuadró en el marco de referencia
    Este-Oeste.

    Las dificultades en el ámbito comercial volvieron
    a evidenciarse en octubre de 1985, en ocasión de la Novena
    Reunión de la Comisión Mixta que trató la
    renovación de los convenios comerciales entre ambos
    países, que habían sido firmados por el gobierno
    militar en 1981 y cuya vigencia finalizaba en diciembre. En dicha
    oportunidad, la delegación soviética criticó
    la lentitud y el incumplimiento por parte de la Argentina de
    algunas condiciones de compra, especialmente las referidas a las
    adquisiciones de máquinas y equipos. Los negociadores
    argentinos atribuyeron estas falencias a las restricciones
    presupuestarias y operativas derivadas de las
    medidas de estabilización económica. También
    se registraron quejas del lado argentino, cuya delegación
    expresó su preocupación por la decisión de
    Moscú de no cumplir con los volúmenes comprometidos
    de soja y carnes. No obstante, las gestiones en torno de un nuevo
    convenio comercial que reemplazara al firmado en 1981
    continuaron. Desde la óptica argentina, el mercado
    soviético tenía una importancia crucial, en un
    contexto donde el éxito del Plan Austral y de las
    negociaciones por la deuda externa dependía en gran medida
    de mantener un volumen
    satisfactorio en las exportaciones. Finalmente, el 22 de enero de
    1986, el canciller Caputo y el ministro de Comercio Exterior
    soviético, Boris Aristov, firmaron en forma preliminar en
    Buenos Aires un nuevo convenio para la venta de 4.500.000
    toneladas de granos y frijol de soja a la URSS hasta 1990. Por su
    parte, la Argentina se comprometió a adquirir en ese lapso
    500 millones de dólares en equipos industriales y
    manufacturas, valor que
    representaba un 100% más que el monto de compras
    concretado durante la vigencia del convenio comercial
    1981-1985.

    En octubre de 1986 tuvo lugar el viaje de
    Alfonsín a la URSS, acompañado por un grupo
    importante de empresarios argentinos. Los resultados de esta
    visita para la Argentina fueron escasos, debido tanto a las
    prioridades de los gobiernos argentino y soviético de
    ajustar sus respectivas economías. En el ámbito
    político, Alfonsín y Gorbachov emitieron un
    comunicado conjunto, expresando una serie de coincidencias en
    temas de la agenda regional y global (que iban desde el reclamo
    de negociaciones directas para una solución al problema de
    las islas Malvinas
    hasta la crítica y condena al apartheid
    sudafricano). Pero, más allá de estas
    coincidencias, el presidente Alfonsín no logró en
    este viaje dos objetivos políticos muy importantes para su
    administración: obtener una explícita condena de
    Moscú respecto de las políticas opositoras de
    comunistas y trotskistas argentinos, y conseguir el apoyo
    soviético a la reivindicación de la soberanía argentina en Malvinas. En el
    plano económico, los logros del viaje de Alfonsín
    se limitaron a la promesa soviética de respetar el
    convenio de granos ya firmado. Para los soviéticos, el
    balance del viaje del presidente no fue mucho más
    positivo. Lo cierto era que mientras la Argentina había
    comprado 50% de los productos soviéticos según lo
    pactado desde el convenio de 1981, la URSS había adquirido
    menos de 10% de los montos pactados desde 1981 -4.500.000
    toneladas de sorgo, maíz y 450.000 de forraje cerealero-.
    Puesto en términos de valores, las
    compras de granos soviéticas cayeron del récord
    histórico de 3485 millones de dólares en 1981
    -cuando la Argentina aprovechó la oportunidad abierta por
    el embargo cerealero dispuesto por la administración
    Carter – a 1467 millones en 1985, y sólo 267,6 millones en
    1986.

    La misma tendencia decreciente seguirían las
    relaciones comerciales hasta la caída del régimen
    soviético y el desmembramiento de la URSS.

    7. Observaciones finales:
    consecuencias políticas y Grupos
    beneficiados

    La intención de este apartado final es el de
    darle coherencia a los elementos que aparentemente aparecen
    inconexos a lo largo del relato antes realizado. Quisiera
    dilucidar las relaciones de causalidad entre los distintos
    períodos y avatares en la relación con la URSS.
    Como escribía en la introducción a primera vista nos
    encontramos ante un período dividido en dos momentos, en
    primera instancia desde la década del 50 hasta los
    ´70 donde se sientan las bases para la posterior
    expansión comercial con el Este; y en segundo
    término, desde que se afianzan las relaciones
    definitivamente para expandirse durante el proceso de
    reorganización nacional. Deseo, entonces en este cierre
    relacionar los momentos describiendo sus actores
    principales.

    Un elemento fundamental asociado hacia la apertura al
    Este resulta el rol de Europa Occidental como proveedor y
    destinatario de mercaderías de la Argentina. Una vez
    caído el vínculo con el Reino Unido, a principios
    del siglo XX, a causa de la propia decadencia británica en
    el concierto mundial y tomando en cuenta la competitividad de
    nuestra producción con la de los Estados Unidos, el
    único mercado posible para la colocación de bienes
    exportables resultaba Europa Occidental.

    La apertura "desarrollista" al capital
    extranjero motivó a finales de los ´50, el arribo de
    algunos de los más importantes consorcios norteamericanos
    que fueron protagonistas del intenso proceso de
    industrialización sustitutiva que tuvo lugar en esos
    años. Pero al mismo tiempo, los países europeos,
    tomados en su conjunto, seguían siendo un importante socio
    comercial de la Argentina, pues, crecía su
    gravitación con la instalación de filiales de los
    principales grupos industriales de la CEE y ocupaban una
    posición relevante en la estructura financiera del
    país. Sin embargo, la persistencia del perfil productivo y
    comercial de la Argentina como país agroexportador y
    centrado en los rubros alimentarios, chocó con la
    orientación proteccionista de la Política Agraria
    Común (PAC) de la CEE, contribuyendo a acentuar las
    recurrentes dificultades estructurales del país en el
    sector externo. La política económica practicada
    por el gobierno militar de la llamada "Revolución
    Argentina"(1966-1973) acrecentó el peso del capital
    extranjero, especialmente norteamericano. Pero durante los
    últimos años del régimen militar, ya bajo la
    presidencia del General Lanusse, el relativo debilitamiento de la
    economía de los EEUU a consecuencia de su acentuado
    déficit en su balanza de pagos,
    la crisis de la situación monetaria de 1971 (con el
    derrumbe del sistema originado en Bretton Woods) y la crisis del
    petróleo
    de 1973, facilitaron en la Argentina la emergencia de sectores
    económicos y políticos que impulsaban la
    modificación de los patrones de inserción
    internacional vigentes, postulando la diversificación de
    las relaciones económicas exteriores del país,
    dentro de las que se incluía el estrechamiento de las
    relaciones comerciales y diplomáticas con la URSS y las
    naciones del Este, o bien la intensificación de las
    relaciones con la CEE, o una procura de mayor integración en el ámbito
    latinoamericano. Estas disyuntivas tuvieron como escenario de
    batalla el heterogéneo frente que llevo al Gral.
    Perón a la presidencia.

    Dentro del nuevo gobierno, un sector afín al
    pensamiento
    del presidente, confiaba en la posibilidad de estrechar
    vínculos con Europa y Latinoamérica para contrarrestar la
    dependencia respecto de las importaciones de EEUU; a la vez de
    contrapesar la creciente fuerza de los sectores del
    "establishment" terrateniente que procuraban aumentar las
    exportaciones agrarias mediante su reorientación hacia el
    mercado soviético. En consonancia con estos últimos
    aparece en escena un tercer grupo, de peso significativo en el
    partido justicialista, representado por el empresariado nucleado
    en la CGE que subrayaba la necesidad de "transformar el aparato
    productivo y reorientar el destino de nuestras exportaciones". La
    segunda tendencia será la triunfadora y los principales
    beneficiarios del acercamiento con la URSS y los países de
    Europa oriental será vital en la reorientación del
    comercio exterior nacional.

    Siguiendo a Carlos Echagüe, concluyo que las
    relaciones argentino-soviéticas experimentaron un cambio
    cualitativo y cuantitativo a partir de la "victoria" de esta
    segunda vertiente, es decir desde que el debate interno
    en la clase dirigente se vuelca en forma definitiva, para darle
    preponderancia al sector ligado a la agro-exportación, en el cuál están
    incluidos desde los terratenientes, productores, intermediarios,
    etc.. Estos cambios se extendieron a través de dos etapas.
    Lo que se esbozó con Lanusse-Gelbard se llevó a
    cabo con Videla-Viola-Martínez de Hoz. Si analizamos
    detalladamente la gestión de Lanusse al frente del
    gobierno argentino, bajo ningún punto de vista puede
    pensarse que la eliminación de las "fronteras
    ideológicas" es inocente. Las verdaderas razones de dicha
    reorientación en la política comercial exterior
    debemos buscarlas en el enfrentamiento –en palabras de Otto
    Vargas- "intraoligárquico" y el definitivo triunfo de una
    de esas vertientes a la cuál el mismo Lanusse
    pertenecía. Hubiese sido interesante que el expresidente
    –de facto-culmine el último capítulo de
    "Mi Testimonio" curiosamente intitulado "Porque creo en
    la democracia".
    Su obra continuaría, en democracia, a
    manos de Gelbard al frente del ministerio de economía y de
    su grupo empresario (asociado con Graiver, otro empresario
    argentino). Si analizamos detenidamente la misión
    económica encabezada en persona por el
    ministro y los convenios firmados fruto de ésta notaremos
    que sirvió, como afirma Echagüe, de "base
    jurídico-contractual" para la posterior expansión
    comercial bajo la gestión de Martínez de
    Hoz.

    Un elemento que grafica con claridad cuáles
    intereses impulsaban el estrechamiento de las vinculaciones con
    la URSS, es la composición de la Cámara de Comercio
    Argentino-Soviética, en la que los actores toman nombre y
    apellido. Allí nos encontraremos con: Grupo Gelbard, Grupo
    Macri, Grupo Roberts, Grupo Bulrich, Bunge y Born, Trozzo,
    Capozzolo, Martínez de Hoz, Menéndez Behety, Grupo
    Oyhanarte, flía. Ocampo, Grupo Lahusen, la interminable
    lista continúa enumerando grupos económicos y
    apellidos ligados a la exportación agraria, vedette
    histórica de la economía argentina que tuvo, en
    este período uno de sus puntos de auge. Sólo
    tomando uno de los nombres antes mencionados veremos el perfil de
    estos actores. Bunge y Born, posee por lo menos un millón
    de hectáreas en distintos puntos del país, fue un
    fuerte exportador de trigo y aceite a la
    URSS y estuvo asociado con los intereses soviéticos
    aproximadamente en el 40% de las operaciones
    realizadas con nuestro país.

    La gestión Gelbard duró hasta casi los
    finales de la presidencia de Isabel Martínez de
    Perón, la base estaba sólidamente construida y con
    la llegada de Videla-Viola y Martínez de Hoz a la
    conducción de los destinos económicos del
    país la obra llegaría a su punto culmine. La
    dictadura proterrateniente y proimperialista, afrontó la
    nueva realidad de los mercados para el país con la
    "apertura económica", que tuvo como viga maestra el
    incremento de las exportaciones agropecuarias. El comercio
    exterior depende más que nunca de los productos
    agropecuarios y las exportaciones de Rusia. Uno de los efectos
    esenciales fue la concentración de nuestras exportaciones
    en un solo mercado, el ruso, únicamente comparable en
    magnitud al que ostentó el Reino Unido. Mientras que las
    ventas
    argentinas depende de Moscú, para los soviéticos,
    en cambio, sus compras en la Argentina sólo representan un
    porcentaje reducido del consumo de su población y de las
    necesidades de su economía. Y esta desigual
    posición en la relación será conjuntamente
    con la deuda externa, la desindustrialización y un
    país hipotecado la herencia
    económica que la dictadura militar le dejará al
    gobierno de Alfonsín.

    Si es cierto, como afirma Echagüe, que los
    problemas históricos de la Argentina son la dependencia y
    el latifundio, el período analizado representó un
    giro temporal del área de influencia, que sólo
    logró afianzar sendas limitaciones para el desarrollo
    económico nacional.

    Diego Ariel López

    Bibliografía
    consultada

    • Brega Jorge, "¿Ha muerto el comunismo?,
      conversaciones con Otto Vargas"
      . Editorial Agora. Buenos
      Aires. 1997.
    • Cavarozzi Marcelo, "Autoritarismo y democracia
      (1955-1996), la transición del Estado al mercado en la
      Argentina".
      Editorial Ariel. Buenos Aires.
      1997.
    • Echagüe Carlos, "El socialimperialismo ruso
      en la Argentina
      ", Ediciones Agora. Buenos Aires.
      1986.
    • Escudé Carlos, "Historia general de las
      relaciones exteriores de la Argentina (1806-1989)"
      . 4°
      y 9° tomos.
    • Gilbert Isidoro, "El oro de
      Moscú, historia secreta de la diplomacia, el comercio y
      la inteligencia soviética en la Argentina"
      .
      Editorial Planeta. Buenos Aires. 1994.
    • Laufer Rubén, "Estados Unidos ante el
      Brasil y la
      Argentina
      ". Ed. Economizarte. Buenos Aires.
      2000.
    • Laufer Rubén, "Europa Occidental en las
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      (1970-1990)"
      . En revista Ciclos, Año VIII,
      Vol.VIII. 1° semestre 1998.
    • Rapoport, Mario, "La posición internacional
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      en Perina-Russell (comp.) "Argentina en el mundo
      (1973-1987)
      . Grupo editor Latinoamericano. Buenos Aires.
      1988.
    • Rapoport, Mario. "Historia económica
      política y social de la Argentina (1880-2000)"
      .
      Ediciones Macchi. Buenos Aires. 2000.

    Sitios de Internet
    consultados

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