Las representaciones de la realidad en los cuentos de Marcelo Eckhardt
1.
Buscar puntos de contacto entre una historia de nuestra zona,
una del asesinato más conocido de nuestra actualidad y una
de amor resulta
tarea poco fácil, en especial teniendo en cuenta las
exigencias que esta clase de
relatos, complejos desde su construcción formal, demandan para un buen
análisis.
Sin embargo, y teniendo en cuenta estas dificultades, he
creído conveniente confeccionar una investigación de YA FUE, de Marcelo
Eckhardt, desde un plano que posiblemente me permita desenredar
con más facilidad algunas cosas: el de la
construcción discursiva. La creencia de que este
ángulo de análisis es favorable se apoya en la
intuición de que es mediante la experimentacióin
efectista (no mal entendida) y formal que Eckhardt construye
estos relatos; por otra parte, no es demasiado difícil
percatarse, con solo una lectura, de
que existen en el relato algunos recursos que
impactan lo suficiente como para no se repare en ellos y en su
peso en la obra entera.
Desde "Calafate" y probablemente en base a él, el
primero y quizás el cuento
más complejo de los tres desde su composición, se
analizarán los otros dos, "Nepotismo" y "Amores
evidentes". Se intentarán buscar puntos en común
entre los cuentos, para después colegir de ellos
cuál es la búsqueda más enfática del
autor a través de este libro,
cuestión que me parece la más importante en un
análisis.
YA FUE es una obra compuesta por tres cuentos; esto no
dice nada; los tres cuentos, especialmente "Calafate" son de una
complejidad digna de ser atendida lenta y
trabajosamente.
La empresa que me
acabo de proponer no es nada fácil, sobre todo teniendo en
cuenta de que no existe demasiada crítica
sobre el libro, y las seguridades para su abordaje se difuminan
como la sangre del ona
baleado en el cósmico océano nocturno.
En su contratapa, YA FUE reduce el cuento "Calafate" a
la simple historia de "un indio raptado por un ballenero que lo
expone en París como un animal. Logra escaparse y deambula
por Europa; conoce a
Apollinaire y a Celine. Lo une una historia de fe con un
evangelizador llamado J. Luego de muchos años, regresa a
su tierra y no
encuentra a nadie". No es cosa novedosa que las contratapas no
sirvan para nada, pero supuse que en este caso ya era demasiado:
hablar no sólo de este cuento sino de los dos restantes
sin mencionar una sola vez la particularísima
construcción discursiva que sobre ellos se experimenta es
una omisión trágica.
Como autor de YA FUE, Marcelo Eckhardt es un escritor
absorbido por los medios de
comunicación de nuestra época. Quizás la
diferencia más importante entre un esclavo pasivo de su
tiempo y un
escritor es que el segundo puede documentar su esclavitud, en
una especie de redención cultural. He aquí un
cuento que la manifiesta.
La construcción discursiva de "Calafate"
está invadida por la cultura
Web. El
"montaje", inmortalizado por un Ricardo Piglia también
absorbido por los medios de
comunicación de su época, ya no es más
en relación al cine y
la
televisión. Aquí, lejos de ser una secuencia de
técnica cinematográfica perfecta al estilo de
"Boquitas pintadas", la narración se ve viciada por todos
lados de "frases clave", "palabras clave" especialmente
señaladas en negrita, y otras intromisiones
violentas:
"-Dígame, Padre J ¿a qué su
insistencia, ya intolerable, por volver a la abominable Patagonia?
– Sí, llena de indios hediondos…
disculpen…
– Es que, como dicen los patagónicos, cuando uno
pru(esta es una historia de fe entre un indio ona y un
evangelizador)" (V, Catedral de Toulouse.)
Debido a esa gran afición por llamar vanguardia a
todo aquello incomprensible, lo primero que debemos hacer es
despojarnos de este rótulo y comenzar a situar la
narración en esta época y proyectada a
esta época, no a ningún futuro ni realidad
paralela: esta clase de discursos ya
no son de vanguardia: nos competen en este preciso momento, y
esta cultura de la intromisión de frases "salvadoras de la
comprensión" que no hacen otra cosa que dificultarla y
vaciar al receptor de contenidos está a tal punto en
derredor nuestro, que ya no podemos notarla a menos que la leamos
reconcentrada en un cuento: (PAJA DE INTERNET!!)
Calafate es, como lo decía la contratapa, el
relato de un indio al que lo une una historia de fe con un
evangelizador llamado J. Pero… ¿qué cosas lo
unen? Nuevamente, la contratapa demuestra su completa inutilidad
para acercar el texto:
más allá de aquella conocida historia real del
aborigen que fue convertido en "una persona de
mundo", a quien fue hecho conocer Europa y las grandes capitales
y que después asesinara a su "civilizador", y más
allá del cuento de Borges (CUAL
ERA?), lo que más une a Calafate con J es la
aclaración citada siempre, a cada rato, permanentemente,
en negrita, como si esa unión de historias no se nos
tuviera que alejar de la percepción, como si esa frase fuese "lo
más importante" del relato. Más allá de
aquella frase, la secuencia de la historia es más o menos
la siguiente:
1 . Presentación del Ona y el evangelizador en
una conversación.
2 . Un Ona es cazado por un representante de la
"civilización". La pregunta: "¿esto es historia?"
vicia el texto y lo invade violentamente.
3 . Descripción del rapto y del episodio de
la cacería de un cachalote; nuevamente la pregunta
viciadora: "¿esto es historia?" se pone en juego el
idioma como canal de la comprensión de la "Historia",
decepcionante.
4 . El Show del ona enjaulado
5 .Diálogo entre J y las autoridades
evangelizadoras.
6 . Tentativas de liberación de J a los onas, y
continuación del Show.
7. Percepciones del ona respecto del "nuevo mundo"
(inversión de los órdenes y de la
otredad)
8. J va a buscarlos para su regreso, sin
éxito
9. Apollinaire y Calafate traban amistad desde
la no-competencia
lingüística entre uno y otro. Una
amistad Surrealista. Una amistad de Apollinaire.
Irrupción de la frase "es imposible la
comunicación".
10. Calafate en Inglaterra;
narcotraficante de opio; conoce a Céline y comienzan
tiempos de la Primera Guerra
Mundial: Calafate y Céline desertan.
Irrupción nuevamente de la frase anterior.
11. Calafate y J, que parece haberlo encontrado,
están en Uruguay.
Regresan a Buenos Aires;
deben "disfrazarse" de sus "personajes" de ona y evangelizador,
ambos despojados por completo de sus identidades, o ambos
hipócritas de sus propias identidades. (Una frase de
Galeano dice al respecto que, cuando uno regresa después
de varios años a su tierra natal, se da cuenta de que no
ha regresado, de que la tierra o
uno han cambiado tanto, que ya es ajeno uno de la otra, para
siempre.)
12. Vida de Calafate en Argentina
13. Reflexiones cursis de J acerca de
Calafate
14. Calafate regresa y no encuentra nada, de modo
similar a Martín
Fierro instantes antes de volverse un Gaucho matrero.
Construye Sigue Town, ciudad utópica. ¿Se
suicida, o asesina a J, como en aquella vieja historia ya
citada?
Si "ésta es la historia de fe entre un indio ona
y un evangelizador"… ¿entonces por qué se
desvanece la figura de J? ¿Cuál es el
vínculo entre ambos personajes?
La historia entonces presenta dos problemas: por
un lado, una serie de irrupciones confusas, del estilo
clásico de los medios de
comunicación actuales (cultura
publicitaria, Internet); por otro, dos historias de unión
discutible, insinuada, mucho menos notoria que lo que aquella
frase nos lo quiere hacer notar.
Con estos elementos debemos, entonces, desenredar una
historia de líneas que escapan demasiado de su orden a
priori.
Comencemos con las tres frases invasoras del discurso:
Esta es la historia de fe entre un indio ona y un
evangelizador
¿esto es historia?
Imposible la comunicación
La primera responde a una de las inquietudes que hemos
venido teniendo a lo largo del comienzo de estos
parágrafos: es una
frase oficial, es una frase de la historia oficial, es una frase
hipócrita, irónica, puesta permanentemente para que
no se olvide el receptor de la hipocresía de la
oficialidad: puesta al estilo de imposición
despótica del manejo de la información en los medios de
comunicación actuales: puesta al servicio de la
denuncia de la manipulación mediática. Puesto que
no hay que ser demasiado diestro como lector de este cuento para
desenredar que J no es precisamente un personaje "transparente" y
confiable: el propio narrador, si bien tampoco es muy confiable,
lo dice:
"…cura espía, el beso de la
persignación, ¿el azar es necesario? J hereje
espía, mirada baja, pistolero, albatros libidinoso,
¿es Satanás?" (XI Montevideo, 1914)
Las cualidades que el narrador acusa del cura J
harían una posible intertextualidad, quizás
histórica, con un referente desconocido, pero cuyo
conocimiento
no importa, ya que el propio narrador manipula esta fuente,
dándola por sabida. En otras palabras: el cura es hereje
por cuestiones harto sabidas, pero no explicitadas aquí.
Por eso, la primera frase de las tres a analizar es absolutamente
sutil, irónica.
En cuanto a la segunda, responde coherentemente a la
primera, aunque la pregunta retórica se torna más
directa que la ironía primera; Calafate, en los comienzos,
se lamenta y arrepiente de haber cedido a la
oficialidad:
"J tenía razón: debía aprender
español
para comprender esto, este secuestro. Los
cazadores de ballenas nos secuestran. Adónde nos llevan?
Para qué aprender español? Para comprender el
progreso, esto?" (III)
Y, entre estos lamentos por haber cedido es,
precisamente, que se encuentra la pregunta ¿esto es
historia? Tras narrar, generalmente, hechos aberrantes; se
produce, nuevamente, una inversión de los órdenes
esta vez entre oficialidad-no oficialidad. La pregunta sigue
fortaleciendo la ironía de modo cada vez más
directo, in crescendo.
Tenemos finalmente la frase "es imposible la
comunicación". Esta frase está utilizada en el
encuentro de Calafate con Apollinaire, aquél
pre-surrealista o surrealista a secas, con quien el ona traba
amistad pese a esa imposibilidad. ¿Qué denuncia
esto? Nuevamente una gran ironía: la imposibilidad de la
comunicación no es pretexto adecuado para justificar la
barbarie civilizadora. "Es imposible la comunicación, y
aún así, Calafate y Apollinaire terminan abrazados
y amigos luego de una larga anti-charla".
La tríada de frases podría reducirse,
respectivamente, a esto: discurso oficial colocado en lugares
deliberadamente nocivos para su legitimidad, pregunta
retórica sobre la ausencia de los pasajes oscuros de la
historia oficial, y la cuestión de la comunicación
planteada como no-excluyente para una interacción armónica de culturas.
Las tres, cada vez más fuertemente, impactan con un gran
manejo de la ironía sobre los cimientos de la
cuestión civilización-barbarie, tópico y
karma de la literatura
argentina, del centro o de la periferia.
En cuanto a aquella unión relativa de las
historias de los personajes de J y Calafate, debe decirse
también algo importante en el proceso de
comprensión profunda de esta compleja narración:
Las palabras "evangelizador" y "ona" son calificativos que, por
distintas razones, terminan siéndoles ajenos a quienes los
llevan. Ambos tienen en común una sola cosa: se disfrazan
de sí mismos; esto es lo único que los "une", como
dice la contratapa; cada uno desde el extremo de la
dicotomía civilización-barbarie, deconstruyen sus
respectivos roles y se convierten en despojados de sí
mismos. La historia de ambos, por el contrario, es una
cuestión únicamente de Calafate y su secuestro, y J
no tiene demasiada incidencia sobre el destino del
ona.
Para trazar posibles líneas de comprensión
sobre este relato, es necesario, como se ve, "cortar con otro
corte esta carne". Su unión no es tanto "de hecho" como de
condición.
Quedan así resueltos los dos grandes bloques de
análisis de esta historia: las irrupciones de las frases
citadas por un lado, y por otro aquello en lo que consiste esta
"unión" entre Calafate y J (que, dados algunos rasgos
personales del autor del libro, comienzo a pensar que, en
efecto, J se llama J, sin ser abreviatura).
En "Calafate", como se dijo y se mostró,
también está utilizada la técnica discursiva
de la intromisión de "lo clave, lo que hay que leer por
encima de todo". ¿Por qué? Claro, esto tiene
también una función, y
es la de la crítica ebierta y explícita a la
cultura de masas y al uso de los medios de comunicación
masivos, los oficializadores por excelencia, los que deciden
qué cosas deben leerse y cuáles no, ahora de manera
mucho más violenta que con los medios anteriores por las
características del Internet (y de la recepción
actual, por supuesto). La fragmentariedad de esta historia no es
más cinematográfica, artificiosamente ordenada sino
realmente fragmentaria, por momentos inconexa, poco
fiable: Internet.
"Calafate" es un "aborigen cibernético" en una
historia de despojo contada desde la imposibilidad comunicacional
actual y escondida entre la ironía y el sarcasmo
decodificable mediante un análisis que sólo puede
realizarse fuera de la cultura de comodidad y practicidad en la
que vivimos.
"Nepotismo", una historia ya menos fragmentaria desde su
narración: su construcción se produce ya de modo
más clásico, cortazareano, surrealista: bocas
pérfidas comparten un banquete grotesco de muerte, en una
serie de logradísimas descripciones y efectos de
sentido:
"Saliva, pedazos de carne blanda, astillas de hueso
forman vapores laborales en sus carrillos! Y las líneas
rojas se convierten en manchas de la boca femenina que estaba y
está como suspendida en una carcajada que, a su vez, se
convierte en una arcada seguida del vómito oscuro y
espeso sobe el plato de la boca fofa y tía que borra,
súbita, la boca del patrón caníbal cuando
explota un alboroto de voces en la mesa(…)"
(Nepotismo)
El relato está construido desde bocas
caníbales, bocas que degluten la muerte en
una mezcla de poder y
perversión vomitiva y repugnante.
La pregunta es: ¿por qué la
construcción de este relato se yergue mediante
bocas?
Las bocas son las que mastican, comen, tragan
salvajemente, gulan, desgarran; son la herramienta más
valiosa del depredador, del tigre, del jaguar. Pero estas bocas
comen carne muerta; estas bocas no son de tigre ni de jaguar sino
de hienas, buitres y animales
carroñeros, y su actitud
descrita mediante ellas también son fieles a estas
imágenes: animales carroñeros
compartiendo una comilona, rugiendo de vez en cuando, hiriendo de
vez en cuando, respondiendo a estímulos inmediatos en
medio de su desgarrar de carnes de animales muertos. Los
personajes de esta narración están en un plano
animalizados y llevados casi al nivel del esperpento.
Las bocas también son las puertas de la voz; esta
segunda apreciación permite una visión del relato
desde otro punto de vista, muy singular y más interesante
a mi modo de ver: las voces que salen de esas bocas son las voces
que no se han escuchado del crimen de María Soledad
Morales; nuevamente, como en Calafate, hallamos la
búsqueda de elementos no-oficiales que complementen y
pongan fin a la abominable manipulación de los oficiales.
La crónica de "Nepotismo" es el giro que el autor hace en
esa permanente búsqueda que tiene este libro por versiones
subyacentes a las visibles, como si todo lo que se ve contuviera
por principio lo que aún no se ha visto de
eso.
El asesinato de María Soledad Morales, visto por
este canal de análisis, responde al concierto de voces,
versiones, rumores, oportunismos periodísticos y
herejías que circularon una y otra vez en derredor de uno
de los homicidios
más polémicos de la historia
argentina. María Soledad pareciera responderles a las
voces desesperadas de justicia y a
todas las demás versiones desde una voz "suprema", la
más oficial de todas, la irrefutable. Y responde a esta
disputa con una tercera opción, que sale de la
dicotomía oficialidad-no oficialidad: la nada resignada a
una manipulación siniestra de la información, de la
autopsia, de
la versión real; la sabiduría del más
allá, que ya lo comprende todo y que sigue ultrajada por
la resolución legal de su propio homicidio. El "Ya
fue" que lanza esa voz, melancólico, resignado y sabio
(quizás por ello mismo sabio), pone un manto sobre las
voces carroñeras, sobre las oficiales y sobre la impunidad. Un
manto, la voz que faltaba, la más sagrada, la que debe
registrarse en algún lado:
"El amor me
obnubiló. Dicen que mi cadáver tiene todos los
datos claves
de aquella noche fatídica. Dejen en paz a lo que fue mi
pobre cuerpecito. Sufrí mucho ya. Y cuánto.
Sólo les digo mi idea: el suplicio semipúblico
empieza en el cadáver, ya torturado, de las autopsias
fraudulentas. Estoy harta, harta, harta, ya fue."
El tercer cuento de esta trilogía lo compone
"Amores evidentes". Esta narración, con rasgos paralelos a
los de las otras, está centrado de nuevo sobre el eje de
las versiones sobre un tema: lo que circunda como planetas en
torno a la
versión central; la lucha de poderes entre las distintas
versiones parece ser el tema central de Eckhardt en este libro,
además de una técnica de escritura con
rasgos particulares, como el uso de discursos contagiados del
Internet (cuestión ya observada en "Calafate"), la
ironía respecto de frases y tópicos oficiales
dentro de un campo que va en dirección opuesta (como ya se
investigó, también, en "Calafate"), y el uso de
lugares comunes fuera de ese rol:
"El futuro no es nuestro. El trabajo no
vale nada en la Argentina de fin de siglo. Lo nuevo, una ofensa.
La literatura,
sí. Vale.
El Escorial, abril de 1998" (Prólogo; el
subrayado y la negrita son mías)
Pero más allá de lo puramente formal, lo
interesante es observar cuál es la función de sus
recursos para el contenido de las narraciones: en este caso, la
historia es casi detectivesca, y se fragmenta confusamente en,
justamente, versiones y más versiones de algunos temas: he
aquí, al menos, cuatro historias paralelas: la odisea
periodística de A, la historia de amor entre A y O, la
historia de amor entre los niños,
la competencia y fracaso de E. Entretejidas, enmarañadas y
siempre a punto de perder su cohesión (otro de los rasgos
más sobresalientes de este libro: el equilibrio
milagroso en el que se sostienen las narraciones), primeras
versiones van siendo suplantadas por nuevas versiones, y la
disputa que sostiene todo el libro se ve graficada perfectamente
en este último cuento:
Los sapos amarillos como apariciones sobrenaturales y
sobre las cuales se tejen todo tipo de historias
(oficial)
Explicación material del caso por A (desplaza
oficialidad anterior)
Intromisión del complemento de la versión
oficial: lo que T cuenta a E del secreto de las muertes de los
sapos (modifica oficialidad anterior)
De esta manera, y a partir de la historia principal que
es la de los sapos y sus misterios, van desgranándose las
historias paralelas a ella, en una construcción que
demuestra, en relación a los cuentos anteriores, que el
(ya) "tópico" de la "dialéctica de versiones" es
tan versátil como para construir además una
historia que no sea trágica y que, al mismo tiempo, no
deje de dar cuenta de la forma en la que se elabora la
información y las oficialidades: de la noche a la
mañana, con versiones inicialmente distorsionadas en
nombre de la velocidad y de
la primicia, con desacreditamientos de las competencias y
ansias ambiciosas de triunfar que nada tienen que ver con lo
profesional ni con el talento en sí, sino que están
trasladadas al terreno de lo visceral.
Nuevamente, roles desplazados de uno mismo: un vidente
autodenigrado por el ansia de triunfar en televisión
y de convertirse en un cantante pop (sin hablar de los clientes de ese
vidente), una periodista que confunde el enamoramiento con la
conveniencia y el triunfo con la aparición en los medios,
y otra periodista, destronada en su trayectoria y con el ego
hecho pedazos. En manos de todos estos personajes
patéticos que se vendieron o se han querido vender a
sí mismos está el poder más representativo
de nuestro tiempo: el cuarto.
La misión en
los trabajos monográficos, cuando se basan en el
análisis de una obra, es la de buscar y justificar
alternativas de interpretación originales con respecto a
las que ya existen; teniendo en cuenta la primera
interpretación que de estos relatos se hace, la cual no es
otra que la de la contratapa, observo al menos haberme esmerado
en la exploración de ejes un poco diferentes en
relación a la naturaleza de
este libro. Ejes que están en cualquier lectura, pero
puestos en una jerarquía de primer orden que le dan un
carácter enfático sobre algunos
temas quizá un poco descuidados en ellas.
La lectura de la permanente ruptura de oficialidades en
manos de las nuevas es punto de contacto entre los tres cuentos.
En un mundo narrativo donde se busque esta dialéctica del
descarte, los medios de comunicación deben estar
permanentemente presentes y, efectivamente, así es: en
"Calafate", lo histórico y "oficial" cuestionado por su
protagonista; en "nepotismo", la presencia de la voz oculta y la
de la voz de los rumores oficiales; en "Amores evidentes", la
presencia directa de los medios de comunicación mostrando
lo poco capaces que son para manejar con responsabilidad la información y las
fuentes.
YA FUE es un grito a la velocidad y a la inexactitud de
estos medios y de esta época regida por ellos; un lema
irónico de una época en la que incluso lo
más sagrado: la historia, los valores,
las verdades concretas, son manipuladas, cambiadas, puestas con
deliberación en el olvido completo.
El ritmo del olvido y una lucha de oficialidades que
terminará irrevocablemente en él, dejado
atrás, es el tema y la preocupación central de este
libro, que puede trabajarse paralelamente desde la
construcción del discurso y desde los ejes
temáticos. En una post-modernidad
superflua, lobotomizada, bestializada, y en una Argentina
imitadora de lo menos imitable, país de lo impune y del
olvido, convergen dos palabras trágicas que dan el
martillazo sentenciador de la esencia de este tiempo y de este
lugar: YA FUE.
Serafín Campaña