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Agricultura Industrial y Familiar en el Mercosur




Enviado por Walter A. Pengue



     

     

    La agricultura,
    especialmente aquella que incumbe a los grandes colosos del Sur,
    se encuentra sometida a procesos de
    cambio
    tecnológico permanente. El boom de la soja es un hecho
    incontrastable, para algunos en términos de entender el
    cluster regional y para otros en la búsqueda por un
    "modelo
    sustentable", complejo de alcanzar.

    Agricultura Industrial y Agricultura Familiar en el
    Mercosur

    El pez grande se come al
    chico…siempre?

    "Las fortunas agigantadas en pocos individuos, no son
    solo perniciosas, sino que sirven de ruina a la sociedad civil"
    Plan
    Revolucionario de Operaciones,
    Mariano Moreno, 1810.

    La agricultura, especialmente aquella que incumbe a los
    grandes colosos del Sur, se encuentra sometida a proceso de
    cambio tecnológico permanente. El boom de la soja (1) es
    un hecho incontrastable, que atrajo la atención mundial, para algunos en
    términos de entender el cluster regional y para otros en
    la búsqueda por un "modelo sustentable", complejo de
    alcanzar.

    Ningún sistema basado en
    una monocultura es sostenible sino se lo aborda bajo
    prácticas agronómico productivas integradoras en el
    uso de los recursos que
    generen un equilibrio
    dinámico en el agroecosistema y considerando al factor
    social como parte importante de esa buscada.

    La Revolución
    Verde nos recuerda los notables cambios no sólo
    productivos sino sociales y ambientales que los procesos de
    intensificación agrícola acarrean. Tanto durante
    ese momento histórico como con la nueva propuesta de la
    agricultura industrial, se pudo resolver correctamente ni
    cuestión ecológica ni la problemática social
    rural.

    He aquí los dos talones de Aquiles de la
    agricultura industrial. que no soluciona la conflictiva
    situación de millones de pequeños, medianos
    agricultores, campesinos y poblaciones indígenas que sea
    por escala, capacidad
    financiera, pautas culturales, formas de vida o un modelo propio
    de quehacer rural hoy día no cuadran para el modelo
    intensivo.

    Los recientes análisis sobre algunas cadenas
    agroindustriales y la ocupación laboral (2) en
    realidad no han demostrado que exista una recuperación del
    sector primario rural cuya situación indica por el
    contrario, continuar disminuyendo. "El campo es fundamentalmente
    expulsor de población, porque como se tecnifica
    requiere menos trabajo y por
    tanto menos población…la población activa
    agropecuaria, la que verdaderamente trabaja en el campo
    disminuyó: Pasó de un millón seiscientos mil
    a novecientos mil" (3). Por otro lado, es llamativo el pensamiento
    que la agroindustria y los economistas neoliberales tienen sobre
    la colocación de esta mano de obra rural desocupada: "En
    el futuro, la población económicamente dependiente
    de la agricultura tendrá que continuar disminuyendo…Sin
    embargo, esto no debe significar el vaciamiento del campo, sino
    una revalorización del medio rural que implica tanto la
    articulación de las actividades agrícolas con otras
    actividades productivas en el medio rural como una mayor
    vinculación del desarrollo
    rural con los pequeños centros urbanos" (4).

    Lamentablemente, este escenario promisorio, no resuelve
    hacia dentro la realidad de la ruralidad de los países
    sudamericanos, la forma en que se reinsertarían al sector,
    estos millares de desplazados ni tampoco analiza, en
    términos de valor, la
    importancia del aporte a la estabilidad y la seguridad
    alimentaria de esta agricultura de base familiar que se
    expulsará. Según el Censo Nacional de
    Población, Hogares y Vivienda del 2001 (Argentina),
    mientras el número total de habitantes del país
    aumentó el 11,1 % con respecto a 1991, la población
    rural disminuyó un 7,4 %, siendo aún mayor la
    caída de la población rural dispersa que
    bajó el 13,8 %.

    Las nuevas administraciones, tanto del Brasil como de la
    Argentina, reciben este proceso en plena marcha, pero visiones
    diferentes sobre la problemática rural donde se entrelazan
    cuestiones siempre conflictivas como la producción agroexportadora, soberanía alimentaria, agricultura familiar
    y desarrollo rural sustentable.

    La sustentabilidad de un modelo de ruralidad
    armónico pasa por la participación comprometida de
    todos los sectores sociales, con la acción
    reguladora del Estado que
    facilite por un lado, un adecuado aprovechamiento de los medios de
    producción y por el otro una administración y gestión
    equilibrada de los recursos (naturales y humanos)
    involucrados.

    La experiencia acumulada es contundente: la agricultura
    industrial no resuelve las problemáticas del campo.
    Tampoco es ese su objetivo.
    Mientras en las últimas dos décadas, la tendencia
    del PBI agropecuario de la mayoría de los países
    latinoamericanos fue positiva y creciente en algunos de los
    productos
    exportables (soja, maíz,
    carnes, trigo), la pobreza y la
    indigencia rural pasaron de 73 a 78,2 y 39,9 a 47 millones de
    personas, respectivamente (5).

    Si entonces, la agricultura industrial no acerca una
    solución concreta a los problemas de
    pobreza,
    desarrollo rural ni a la seguridad alimentaria; sí, por
    sus propias características, puede serlo la agricultura
    familiar. "Ese vínculo estructural puede construirse a
    partir de los agricultores familiares. Y en torno al derecho
    a la alimentación, se puede alcanzar la
    seguridad alimentaria sustentada además como
    expresión territorial de derechos ciudadanos
    (6).

    "Las vacas que producen no son muchas, pero los vaqueros
    si lo son. La agricultura familiar es la reproductora de una
    cultura…Nosotros de ninguna manera consideramos
    que la agricultura nacional deba valorarse por su rentabilidad
    económica, sino que tiene gran importancia social" (7). El
    mismo dilema en Argentina o Brasil.

    En el Brasil, el gobierno del
    Presidente Da Silva, no podía abordar desde la estructura de
    su Ministerio de Agricultura, las demandas y principalmente los
    compromisos previamente asumidos relativos a la reforma
    agraria, el desarrollo rural, la generación de renta
    local, la seguridad alimentaria y por tanto, la lucha frontal
    contra el hambre.

    Decide entonces, conformar uno nuevo, de Desarrollo
    Agrario, que también muy fuerte en términos de
    recursos disponibles y compromiso social será el que se
    ocupe directamente de accionar con políticas
    específicas y fondos en la cumplimentación de los
    compromisos sociales.

    Mucho se ha hablado con relación a la aparente
    ineficiencia de las producciones familiares. "En el 2003, el PBI
    de la agricultura familiar creció en Brasil un 14,31 %
    respecto del año anterior, mientras que el de la
    agricultura industrial lo hizo el 11,08 %" (8)

    Son cerca de 4 millones (el 84 % de los establecimientos
    rurales brasileños) los que viven en pequeñas
    chacras. La agricultura familiar produce el 24 % de la
    producción de bovinos de carne, el 52 % de los de leche, el 58 %
    de cerdos, 40 % de las aves y huevos.
    Responde también por el 33 % del algodón, 31 % arroz, 72 % cebolla, 67 %
    poroto, 97 % tabaco, 84 %
    mandioca, 49 % maíz, 32 % soja, 46 % trigo, 58 % banana,
    27 % naranjas, 47 % uvas, 25 % café y
    10 % del azúcar
    (9). En conjunto, estos establecimientos, de base en la
    agricultura familiar aportan casi el 40 % del valor total de la
    producción, ocupan solamente el 30,5 % del área
    agrícola total disponible y absorben el 76,9 % (¡!)
    de la mano de obra ocupada por el sector agropecuario.
    Actualmente disponen del 25,3 % del financiamiento
    para actividades productivas. En la Argentina, los datos
    disponibles, menos actualizados, muestran también la
    importancia de las pequeñas explotaciones agropecuarias
    (PPA). Estas unidades de base agrícola familiar aportaban
    el 27 % de los cereales, 26 % oleaginosas, 13 % legumbres, 36 %
    hortalizas, 42 % aromáticas, 19 % frutales, 18 % de los
    bovinos, 42 % porcinos y 49 % de los caprinos (10).

    "La primera Feria Nacional de Agricultura Familiar y
    Reforma Agraria simbolizó el trabajo de
    millones de hombres y mujeres que viven en el medio rural" (11).
    Como resultados de esta primera experiencia la Feria
    movilizó alrededor de 1.200.000 reales de
    mercaderías comercializadas en los 4 días, a un
    promedio de unos 3.500 reales por vendedor.

    Muchos de estos productos provienen de los asentamientos
    de la reforma agraria. Los mismos "están representando un
    nuevo e importante hecho en la historia reciente de la
    lucha por la democratización del acceso a la tierra en
    el Brasil. En cuanto a la producción agropecuaria, uno de
    los principales cambios traídos por los asentamientos se
    refiere a la oferta en el
    mercado local de
    una mayor diversidad de productos, especialmente en áreas
    donde había monocultura o ganadería
    extensiva (12). "En muchos casos, las familias rurales
    manifiestan una mejora sustancial en las condiciones de vida,
    producción y trabajo, junto al acceso a una vivienda y
    nuevas relaciones comunitarias" (13).

    Las áreas de asentamiento de la Reforma Agraria,
    no sólo se circunscriben a espacios de ocupación
    territorial y productiva sino que reciben un creciente apoyo para
    la creación de centros de capacitación que concilian los objetivos de
    la reforma con la conservación y el uso sustentable de los
    recursos
    naturales. Sólo con el fin de la creación de 20
    centros irradiadores en el manejo de la agrobiodiversidad,
    recibieron este año alrededor de 5 millones de
    reales.

    En el Brasil, el objetivo de alcanzar la seguridad
    alimentaria y nutricional se plantea también, desde la
    búsqueda del reconocimiento de una mejor
    remuneración a la producción de alimentos
    básicos (muchos producidos por los pobres rurales) y una
    demanda para
    la reconversión de los sistemas
    convencionales de agricultura hacia aquellos con base en los
    principios de
    la agroecología (14), que implican una dependencia menor
    por insumos externos (fertilizantes, agroquímicos,
    combustible) costosos. La agricultura familiar, es más
    apropiada para el establecimiento de estilos de agricultura
    sustentable, tanto por las características de una mayor
    ocupación de mano de obra y diversificación de
    cultivos y producción animal, que le son propias a esta
    forma de organización de la producción, como
    por su mayor capacidad de proceder al rediseño de
    agroecosistemas de manera más acorde a las ideas de la
    sustentabilidad (15).

    El gran desafío que Brasil enfrenta en lo
    inmediato es como cumplimentar el objetivo del Programa Fome
    Zero (Hambre Cero) para producir los alimentos de la canasta
    básica para 44.000.000 de personas que hoy no acceden a
    ella. Muchos de estos alimentos ya no se producían en la
    cantidad suficiente al concentrarse la agricultura de exportación en productos que no forman
    parte de esta canasta y donde la agricultura familiar
    tendrá un peso relevante para el incremento de una
    producción que hoy en día no alcanzaría para
    alimentar adecuadamente a todos (Cuadro). En 2002, Brasil
    debía importar 780 mil toneladas de arroz en
    cáscara 450 mil de maíz, y se acercaría a la
    situación de tener que importar más arroz, trigo,
    poroto, batata y leche. pues las cantidades producidas no
    serían suficientes para atender la demanda de los 170
    millones de habitantes, más si el programa Fome Zero
    "tuviera éxito".

     

    Cuadro. Programa Fome Zero

    Proyección del incremento en la demanda de
    producción de alimentos de la canasta básica si se
    incorporase a los 44.000.000 de excluidos (16)

     

     

    (1) Para 44,04 millones de brasileños. De acuerdo
    con el programa, equivalen a 932.400 familias con una renta de
    hasta 1,08 dólares diarios. Se considera una familia con dos
    chicos, lo que a los efectos del cálculo de
    la demanda, se estima directamente en tres adultos.

    En la Argentina, quizás la situación del
    acceso a los alimentos es más compleja, puesto que estos
    ahora no faltan, sino que más de la mitad de los
    argentinos no cuentan con las capacidades económicas para
    acceder a ellos. No habría falta en la canasta
    básica de alimentos y la mayoría de las necesidades
    nutricionales en términos de carne, leche, cereales,
    granos, legumbres, frutas y hortalizas podrían ser
    satisfechas (17).

    Al contrario que en el Brasil, Argentina no cuenta con
    un organismo de nivel ministerial para abordar la cuestión
    del desarrollo rural (incluso Agricultura, es una Secretaria de
    Estado, que depende del Ministerio de Economía). A pesar de
    las últimas dos décadas, con el levantamiento de
    muchos institutos y programas
    nacionales de fomento al desarrollo, supervivieron grupos de trabajo
    en distintos organismos, que intentaron con más o menos
    éxito, colaborar en una desigual carrera contra el
    tiempo que
    día a día, expulsa a más productores,
    especialmente pequeños.

    "La política de
    desarrollo rural está orientada a favorecer la
    inserción de los pequeños y medianos productores en
    el agro y en la economía nacional, y por esta vía,
    contribuir al alivio de la pobreza en las áreas rurales"
    (18).

    Los programas de Desarrollo Rural que se ejecutan en el
    ámbito de la SAGPyA (19), junto a otros tantos que se
    integran más regional o provincialmente se han focalizado
    en el ataque contra la pobreza rural (PSA, PROINDER, PRODERNEA,
    Minifundio), el rescate de la alimentación básica
    (PROHUERTA) o la reconversión productiva (para
    pequeñas y medianas pymes
    agropecuarias). Estos programas, con altos y bajos durante los
    últimos años aseguran la atención en
    promedio de 6300 productores nucleados en 633 grupos del Programa
    Cambio rural, 9685 familias que integran 73 proyectos del
    programa Minifundio, 2541 familias integrantes de 52 proyectos
    Profam, 3.039.078 personas que a través del desarrollo de
    458.477 huertas familiares, 7.824 huertas comunitarias y 6.752
    huertas escolares se nuclean bajo el importante accionar del
    Prohuerta.

    A ello se suma el trabajo provincial (20) (por ej.
    Bs.As. tiene bajo programa 1300 hectáreas) o el
    interesante trabajo municipal, como el desarrollado en el
    Municipio de Rosario. Otras provincias, no obstante, se han
    planteado el desarrollo de planes rurales más integrados
    que atacan las marcadas desventajas de la calidad de
    vida de la población rural pero la mayoría de
    ellas, carecen de políticas en este sentido. La
    participación de ONGs de fomento al desarrollo rural, de
    acción regional, con financiación propia o
    proveniente de grandes organizaciones,
    colabora también en paliar la pobreza creciente en los
    sectores afectados de nuestra ruralidad.

    Sin embargo, no es claro en Argentina, qué se
    entiende por Desarrollo Rural Sustentable. El presupuesto
    nacional 2005 (que pasa de 67.729 en 2004 a 77.454 millones de
    pesos), muestra en
    apariencia un incremento en la inversión social, en términos de
    desarrollo
    social, educación, vivienda,
    ciencia y
    técnica, que incumbirá seguramente al sector rural,
    pero que por cierto, no ha revisado estrategias sobre
    una política nacional de desarrollo. No se conoce hasta
    ahora, una propuesta sobre un Plan Nacional Integrado de
    Desarrollo Rural, que en el marco de una planificación
    estratégica no es responsabilidad propia de un gobierno, sino que
    debe responder a un planeamiento del
    país en el mediano plazo, en el cual todos los sectores
    participen, opinen, propongan, consensuen y ayuden a los
    decisores políticos en la mirada de faros largos a
    implementar.

    Caso contrario, es bien sabido que la dispersión
    de instrumentos, inclusive reconociendo sus importantes logros
    puntuales, puede dañar a los productores rurales
    –especialmente a los pequeños -, generar costos
    ineficientes, propiciar la corrupción
    y promover la disputa entre burocracias estatales, provinciales y
    hasta de sectores no gubernamentales.

    También la discontinuidad de los programas, por
    falta de un objetivo estratégico encarece los costos de su
    implementación y su abandono, desalienta, a veces para
    siempre, a la familia
    rural. Una política de apoyo y fomento a la
    producción rural familiar, cuya continuidad sea
    garantizada por ley y por ende,
    social y democráticamente discutida puede convertirse en
    el núcleo de un Programa Unificado de Fomento a la
    Agricultura Familiar. Es bien conocida la política de
    apoyo a la agricultura (y muchas veces no tanto a los
    agricultores) llevada adelante por la UE o los EE.UU., que por
    otro lado afectan a quienes no subsidian, como la Argentina o el
    Brasil.

    Muy diferente, y por ello no debería
    desconsiderarse, sería la posibilidad de subsidiar en
    países como los nuestros a la agricultura familiar para el
    fortalecimiento de las capacidades locales y la seguridad
    alimentaria, con fondos provenientes de sectores que hoy hacen
    uso de los recursos naturales sin pago permanente. Cuestiones
    como la promoción de la acción asociativa y
    cooperativa,
    la transferencia de nuevos procesos, conocimiento y
    tecnologías específicas para el desarrollo de la
    agricultura familiar son factores importantes. Tanto como la
    existencia de recursos dentro del programa para alcanzar a la
    formación de los cuadros técnicos que puedan
    capacitar adecuadamente a productores y familias, mediante una
    transferencia masiva y continua de nuevos conocimientos y
    habilidades productivas.

    El fomento a la agricultura familiar implica una
    importante movilidad de recursos económicos que Brasil
    está haciendo mediante el financiamiento de estas
    actividades productivas. El Programa Nacional de Fortalecimiento
    de la Agricultura Familiar del MDA tiene por objeto brindar apoyo
    técnico y financiero. De una inversión
    insignificante en 94/95 que llegaba a los 10 millones de reales,
    administraba a la llegada del nuevo gobierno 4.500 millones en
    2003/2004 y presupuestó siete mil en 2004/2005. Su
    objetivo es firmar 1.800.000 contratos y
    acercar a 350.000 nuevos agricultores familiares por primera vez
    al crédito
    rural.

    En este proceso de desarrollo sería
    también relevante fortalecer una política de
    infraestructura pero que no sólo pase por una integración periferia-centro tal las
    ferrovías inglesas del siglo pasado, hoy devenidas en
    nuevos impulsos hacia las Hidrovías (Hidrovia
    Tocantis-Araguaiao Paraguay-Paraná son un ejemplo), sino que
    fortalezcan, de manera prioritaria un proceso de
    integración transversal, que una pueblos con pueblos, hoy
    desarticulados o comunicados por las grandes autopistas que
    obligan a hacer decenas de kilómetros inútiles o
    recorrer kilómetros y kilómetros sobre una huella.
    Demás está decir que las condiciones de asistencia
    sanitaria tanto para la familia rural como para los asalariados
    del campo obligan a mejorarse. "La encuesta de
    PROINDER (Argentina) indica que el 60 % o más de los
    asalariados agropecuarios no contaba con cobertura sanitaria
    alguna para sí o sus familias "(21).

    En un plan de Desarrollo Rural es menester revisar la
    incumbencia de políticas equitativas, y por ende
    sostenibles y democráticas para asegurar el acceso a los
    recursos naturales necesarios para sostener los medios de vida
    adecuados de la familia rural incluyendo entre ellos,
    según sea el caso, una reforma agraria u otros mecanismos
    que aseguren el acceso a la tierra. Es
    evidente que en función de
    lo antedicho, los casos de la Argentina o el Brasil se muestran
    como muy diferentes, y han devenido en un proceso
    histórico territorial distinto, mediando en todo ello una
    fuerte capacidad y movilidad social, incipiente en la primera y
    fuertemente sostenida en el segundo. Un proyecto
    modernizador del medio rural, implica transformaciones
    importantes, que pueden también producir disrupciones
    sociales. Mientras en Brasil, la demanda por el acceso a la
    tierra viene siguiendo un dilatado proceso de avances y
    retrocesos y ha integrado a su patrimonio la
    demanda por una agricultura familiar que desea pervivir, en la
    Argentina, la única organización grande del campo
    que ha presentado estas demandas de acceso a la tierra o a su
    regularización ha sido la Federación Agraria. Otros
    grupos en mucho menor escala, manifiestan demandas
    semejantes.

    Tampoco sólo es importante el acceso a la tierra
    sino que estos productores alcancen niveles estables de
    producción y sigan un proceso de transición que les
    permita acceder a los mercados,
    superando un cuello de botella que muchas veces tienen. A este
    objetivo, en el marco de una nueva economía se
    deberían sumar medidas que fortalezcan las relaciones
    productores consumidores (redes de confianza),
    circuitos
    cortos de mercancías (ferias locales), comercio
    solidario (productos ecológica y socialmente justos),
    así como una importante participación institucional
    que desde el gobierno fomente compras de
    alimentos para comedores, meriendas escolares, guarderías,
    hospitales y organismos públicos, directamente a los
    productores familiares o sus cooperativas.

    No obstante, mientras esto sucede con parsimonia, la
    agricultura industrial, el paradigma
    imperante de "cómo hacer agricultura" demanda cada
    día nuevas tierras. Los "sin tierra de Argentina", los
    grandes pooles de siembra, administran de manera totalmente
    diferente a los agricultores de base familiar estos recursos. Es
    en este ámbito, en el cual se deberán conciliar las
    demandas de los grandes, y también de los pequeños.
    Y nuevamente aquí el papel del Estado, es insustituible
    por el mercado.

    Sin su presencia, sin programas en el más alto
    nivel y con la disponibilidad de recursos necesarios para llevar
    adelante los planes de acción, la agricultura familiar se
    hallará a la deriva. Reconocer los momentos signados por
    el espíritu del cambio es obligación de la sociedad y del
    Estado. Estos cambios sólo podrán darse en nuestros
    tiempos con la participación de todos, incluyendo a las
    minorías y el dicenso constructivo. El desarrollo rural
    sustentable pasa indefectiblemente por el desarrollo local, que
    tanto para la Argentina como para el Brasil debería
    implicar una importante ocupación territorial. Es
    imposible asegurar gobernabilidad con "grandes territorios
    vacíos". 16.600.000 hectáreas son ya propiedad
    extranjera en la Argentina, cuya mayor superficie se dedica a la
    agroexportación de lanas, soja, algodón,
    maderas.

    Son estos espacios, de dónde más
    rápidamente han salido miles de pequeños y medianos
    agricultores. Nuevamente el dilema. De la mano del paradigma
    global de los noventa, la agricultura industrial se está
    imponiendo pero a costos ambientales y sociales que si se
    incorporasen (22) demostrarían la insustentabilidad del
    sistema productivo. La ciencia y
    la tecnología, socialmente apropiables,
    deberían estar a la altura de las demandas y necesidades
    de todos los agricultores: pequeños, medianos y
    grandes.

    La agricultura familiar, tal como se lo comienza a
    mostrar en Brasil o en la dura crisis que
    atraviesa la Argentina (23), es una posibilidad real que no fue
    abandonada a su suerte por muchas economías poderosas y
    que no debería serlo tampoco en naciones que como las
    nuestras. Además de ser producción, ambiente o
    cultura, lo rural implica territorio.

    Hoy día, gobiernos de similar tendencia y que han
    seguido varios pasos semejantes en sus decisiones, muestran una
    aplicación de políticas diferentes en lo que al
    desarrollo del sector rural se refiere. Será muy
    interesante, seguir estos procesos en la mediatez del espacio
    temporal.

     

    Bibliografía

    *Una versión del presente artículo fue
    publicada en Le Monde Diplomatique, Edición
    Cono Sur, Mayo 2005, 71: paginas 7 a 9.

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    Día. http://old.clarin.com/diario/2004/09/07/index_diario.html

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    La generación de empleo en las
    cadenas agroindustriales. 73 pp. Fundación Producir
    Conservando. Buenos Aires,
    Mayo, 2004.

    (3) Giberti, Horacio. Entrevista de
    Mabel Twaites Rey. "Una buena cosecha no basta para asegurar el
    desarrollo". Clarín 9 de Febrero de 2003.

    (4) FAO. Los nuevos instrumentos de política
    agrícola y la institucionalidad rural en América
    Latina. México,
    2000.

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    Latina, Santiago, 1999.

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    pequeños productores con el mercado: Limitaciones y
    propuestas para superarlas. 131 pp. Serie Estudios e Investigaciones
    Nº 7. SAGPyA. Buenos Aires, 2004.

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    Brasil.Declaraciones en la apertura de la Feria. Noviembre 11,
    2004.

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    rurais. Mudanca Social e Dinamica Regional. Mauad Editora, 308
    pp. Rio de Janeiro, 2004.

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    http://www.agroeco.org/fatalharvest, 26/06/2003.

     

    Por Walter A. Pengue *

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