La agricultura,
especialmente aquella que incumbe a los grandes colosos del Sur,
se encuentra sometida a procesos de
cambio
tecnológico permanente. El boom de la soja es un hecho
incontrastable, para algunos en términos de entender el
cluster regional y para otros en la búsqueda por un
"modelo
sustentable", complejo de alcanzar.
Agricultura Industrial y Agricultura Familiar en el
Mercosur
El pez grande se come al
chico…siempre?
"Las fortunas agigantadas en pocos individuos, no son
solo perniciosas, sino que sirven de ruina a la sociedad civil"
Plan
Revolucionario de Operaciones,
Mariano Moreno, 1810.
La agricultura, especialmente aquella que incumbe a los
grandes colosos del Sur, se encuentra sometida a proceso de
cambio tecnológico permanente. El boom de la soja (1) es
un hecho incontrastable, que atrajo la atención mundial, para algunos en
términos de entender el cluster regional y para otros en
la búsqueda por un "modelo sustentable", complejo de
alcanzar.
Ningún sistema basado en
una monocultura es sostenible sino se lo aborda bajo
prácticas agronómico productivas integradoras en el
uso de los recursos que
generen un equilibrio
dinámico en el agroecosistema y considerando al factor
social como parte importante de esa buscada.
La Revolución
Verde nos recuerda los notables cambios no sólo
productivos sino sociales y ambientales que los procesos de
intensificación agrícola acarrean. Tanto durante
ese momento histórico como con la nueva propuesta de la
agricultura industrial, se pudo resolver correctamente ni
cuestión ecológica ni la problemática social
rural.
He aquí los dos talones de Aquiles de la
agricultura industrial. que no soluciona la conflictiva
situación de millones de pequeños, medianos
agricultores, campesinos y poblaciones indígenas que sea
por escala, capacidad
financiera, pautas culturales, formas de vida o un modelo propio
de quehacer rural hoy día no cuadran para el modelo
intensivo.
Los recientes análisis sobre algunas cadenas
agroindustriales y la ocupación laboral (2) en
realidad no han demostrado que exista una recuperación del
sector primario rural cuya situación indica por el
contrario, continuar disminuyendo. "El campo es fundamentalmente
expulsor de población, porque como se tecnifica
requiere menos trabajo y por
tanto menos población…la población activa
agropecuaria, la que verdaderamente trabaja en el campo
disminuyó: Pasó de un millón seiscientos mil
a novecientos mil" (3). Por otro lado, es llamativo el pensamiento
que la agroindustria y los economistas neoliberales tienen sobre
la colocación de esta mano de obra rural desocupada: "En
el futuro, la población económicamente dependiente
de la agricultura tendrá que continuar disminuyendo…Sin
embargo, esto no debe significar el vaciamiento del campo, sino
una revalorización del medio rural que implica tanto la
articulación de las actividades agrícolas con otras
actividades productivas en el medio rural como una mayor
vinculación del desarrollo
rural con los pequeños centros urbanos" (4).
Lamentablemente, este escenario promisorio, no resuelve
hacia dentro la realidad de la ruralidad de los países
sudamericanos, la forma en que se reinsertarían al sector,
estos millares de desplazados ni tampoco analiza, en
términos de valor, la
importancia del aporte a la estabilidad y la seguridad
alimentaria de esta agricultura de base familiar que se
expulsará. Según el Censo Nacional de
Población, Hogares y Vivienda del 2001 (Argentina),
mientras el número total de habitantes del país
aumentó el 11,1 % con respecto a 1991, la población
rural disminuyó un 7,4 %, siendo aún mayor la
caída de la población rural dispersa que
bajó el 13,8 %.
Las nuevas administraciones, tanto del Brasil como de la
Argentina, reciben este proceso en plena marcha, pero visiones
diferentes sobre la problemática rural donde se entrelazan
cuestiones siempre conflictivas como la producción agroexportadora, soberanía alimentaria, agricultura familiar
y desarrollo rural sustentable.
La sustentabilidad de un modelo de ruralidad
armónico pasa por la participación comprometida de
todos los sectores sociales, con la acción
reguladora del Estado que
facilite por un lado, un adecuado aprovechamiento de los medios de
producción y por el otro una administración y gestión
equilibrada de los recursos (naturales y humanos)
involucrados.
La experiencia acumulada es contundente: la agricultura
industrial no resuelve las problemáticas del campo.
Tampoco es ese su objetivo.
Mientras en las últimas dos décadas, la tendencia
del PBI agropecuario de la mayoría de los países
latinoamericanos fue positiva y creciente en algunos de los
productos
exportables (soja, maíz,
carnes, trigo), la pobreza y la
indigencia rural pasaron de 73 a 78,2 y 39,9 a 47 millones de
personas, respectivamente (5).
Si entonces, la agricultura industrial no acerca una
solución concreta a los problemas de
pobreza,
desarrollo rural ni a la seguridad alimentaria; sí, por
sus propias características, puede serlo la agricultura
familiar. "Ese vínculo estructural puede construirse a
partir de los agricultores familiares. Y en torno al derecho
a la alimentación, se puede alcanzar la
seguridad alimentaria sustentada además como
expresión territorial de derechos ciudadanos
(6).
"Las vacas que producen no son muchas, pero los vaqueros
si lo son. La agricultura familiar es la reproductora de una
cultura…Nosotros de ninguna manera consideramos
que la agricultura nacional deba valorarse por su rentabilidad
económica, sino que tiene gran importancia social" (7). El
mismo dilema en Argentina o Brasil.
En el Brasil, el gobierno del
Presidente Da Silva, no podía abordar desde la estructura de
su Ministerio de Agricultura, las demandas y principalmente los
compromisos previamente asumidos relativos a la reforma
agraria, el desarrollo rural, la generación de renta
local, la seguridad alimentaria y por tanto, la lucha frontal
contra el hambre.
Decide entonces, conformar uno nuevo, de Desarrollo
Agrario, que también muy fuerte en términos de
recursos disponibles y compromiso social será el que se
ocupe directamente de accionar con políticas
específicas y fondos en la cumplimentación de los
compromisos sociales.
Mucho se ha hablado con relación a la aparente
ineficiencia de las producciones familiares. "En el 2003, el PBI
de la agricultura familiar creció en Brasil un 14,31 %
respecto del año anterior, mientras que el de la
agricultura industrial lo hizo el 11,08 %" (8)
Son cerca de 4 millones (el 84 % de los establecimientos
rurales brasileños) los que viven en pequeñas
chacras. La agricultura familiar produce el 24 % de la
producción de bovinos de carne, el 52 % de los de leche, el 58 %
de cerdos, 40 % de las aves y huevos.
Responde también por el 33 % del algodón, 31 % arroz, 72 % cebolla, 67 %
poroto, 97 % tabaco, 84 %
mandioca, 49 % maíz, 32 % soja, 46 % trigo, 58 % banana,
27 % naranjas, 47 % uvas, 25 % café y
10 % del azúcar
(9). En conjunto, estos establecimientos, de base en la
agricultura familiar aportan casi el 40 % del valor total de la
producción, ocupan solamente el 30,5 % del área
agrícola total disponible y absorben el 76,9 % (¡!)
de la mano de obra ocupada por el sector agropecuario.
Actualmente disponen del 25,3 % del financiamiento
para actividades productivas. En la Argentina, los datos
disponibles, menos actualizados, muestran también la
importancia de las pequeñas explotaciones agropecuarias
(PPA). Estas unidades de base agrícola familiar aportaban
el 27 % de los cereales, 26 % oleaginosas, 13 % legumbres, 36 %
hortalizas, 42 % aromáticas, 19 % frutales, 18 % de los
bovinos, 42 % porcinos y 49 % de los caprinos (10).
"La primera Feria Nacional de Agricultura Familiar y
Reforma Agraria simbolizó el trabajo de
millones de hombres y mujeres que viven en el medio rural" (11).
Como resultados de esta primera experiencia la Feria
movilizó alrededor de 1.200.000 reales de
mercaderías comercializadas en los 4 días, a un
promedio de unos 3.500 reales por vendedor.
Muchos de estos productos provienen de los asentamientos
de la reforma agraria. Los mismos "están representando un
nuevo e importante hecho en la historia reciente de la
lucha por la democratización del acceso a la tierra en
el Brasil. En cuanto a la producción agropecuaria, uno de
los principales cambios traídos por los asentamientos se
refiere a la oferta en el
mercado local de
una mayor diversidad de productos, especialmente en áreas
donde había monocultura o ganadería
extensiva (12). "En muchos casos, las familias rurales
manifiestan una mejora sustancial en las condiciones de vida,
producción y trabajo, junto al acceso a una vivienda y
nuevas relaciones comunitarias" (13).
Las áreas de asentamiento de la Reforma Agraria,
no sólo se circunscriben a espacios de ocupación
territorial y productiva sino que reciben un creciente apoyo para
la creación de centros de capacitación que concilian los objetivos de
la reforma con la conservación y el uso sustentable de los
recursos
naturales. Sólo con el fin de la creación de 20
centros irradiadores en el manejo de la agrobiodiversidad,
recibieron este año alrededor de 5 millones de
reales.
En el Brasil, el objetivo de alcanzar la seguridad
alimentaria y nutricional se plantea también, desde la
búsqueda del reconocimiento de una mejor
remuneración a la producción de alimentos
básicos (muchos producidos por los pobres rurales) y una
demanda para
la reconversión de los sistemas
convencionales de agricultura hacia aquellos con base en los
principios de
la agroecología (14), que implican una dependencia menor
por insumos externos (fertilizantes, agroquímicos,
combustible) costosos. La agricultura familiar, es más
apropiada para el establecimiento de estilos de agricultura
sustentable, tanto por las características de una mayor
ocupación de mano de obra y diversificación de
cultivos y producción animal, que le son propias a esta
forma de organización de la producción, como
por su mayor capacidad de proceder al rediseño de
agroecosistemas de manera más acorde a las ideas de la
sustentabilidad (15).
El gran desafío que Brasil enfrenta en lo
inmediato es como cumplimentar el objetivo del Programa Fome
Zero (Hambre Cero) para producir los alimentos de la canasta
básica para 44.000.000 de personas que hoy no acceden a
ella. Muchos de estos alimentos ya no se producían en la
cantidad suficiente al concentrarse la agricultura de exportación en productos que no forman
parte de esta canasta y donde la agricultura familiar
tendrá un peso relevante para el incremento de una
producción que hoy en día no alcanzaría para
alimentar adecuadamente a todos (Cuadro). En 2002, Brasil
debía importar 780 mil toneladas de arroz en
cáscara 450 mil de maíz, y se acercaría a la
situación de tener que importar más arroz, trigo,
poroto, batata y leche. pues las cantidades producidas no
serían suficientes para atender la demanda de los 170
millones de habitantes, más si el programa Fome Zero
"tuviera éxito".
Cuadro. Programa Fome Zero
Proyección del incremento en la demanda de
producción de alimentos de la canasta básica si se
incorporase a los 44.000.000 de excluidos (16)
(1) Para 44,04 millones de brasileños. De acuerdo
con el programa, equivalen a 932.400 familias con una renta de
hasta 1,08 dólares diarios. Se considera una familia con dos
chicos, lo que a los efectos del cálculo de
la demanda, se estima directamente en tres adultos.
En la Argentina, quizás la situación del
acceso a los alimentos es más compleja, puesto que estos
ahora no faltan, sino que más de la mitad de los
argentinos no cuentan con las capacidades económicas para
acceder a ellos. No habría falta en la canasta
básica de alimentos y la mayoría de las necesidades
nutricionales en términos de carne, leche, cereales,
granos, legumbres, frutas y hortalizas podrían ser
satisfechas (17).
Al contrario que en el Brasil, Argentina no cuenta con
un organismo de nivel ministerial para abordar la cuestión
del desarrollo rural (incluso Agricultura, es una Secretaria de
Estado, que depende del Ministerio de Economía). A pesar de
las últimas dos décadas, con el levantamiento de
muchos institutos y programas
nacionales de fomento al desarrollo, supervivieron grupos de trabajo
en distintos organismos, que intentaron con más o menos
éxito, colaborar en una desigual carrera contra el
tiempo que
día a día, expulsa a más productores,
especialmente pequeños.
"La política de
desarrollo rural está orientada a favorecer la
inserción de los pequeños y medianos productores en
el agro y en la economía nacional, y por esta vía,
contribuir al alivio de la pobreza en las áreas rurales"
(18).
Los programas de Desarrollo Rural que se ejecutan en el
ámbito de la SAGPyA (19), junto a otros tantos que se
integran más regional o provincialmente se han focalizado
en el ataque contra la pobreza rural (PSA, PROINDER, PRODERNEA,
Minifundio), el rescate de la alimentación básica
(PROHUERTA) o la reconversión productiva (para
pequeñas y medianas pymes
agropecuarias). Estos programas, con altos y bajos durante los
últimos años aseguran la atención en
promedio de 6300 productores nucleados en 633 grupos del Programa
Cambio rural, 9685 familias que integran 73 proyectos del
programa Minifundio, 2541 familias integrantes de 52 proyectos
Profam, 3.039.078 personas que a través del desarrollo de
458.477 huertas familiares, 7.824 huertas comunitarias y 6.752
huertas escolares se nuclean bajo el importante accionar del
Prohuerta.
A ello se suma el trabajo provincial (20) (por ej.
Bs.As. tiene bajo programa 1300 hectáreas) o el
interesante trabajo municipal, como el desarrollado en el
Municipio de Rosario. Otras provincias, no obstante, se han
planteado el desarrollo de planes rurales más integrados
que atacan las marcadas desventajas de la calidad de
vida de la población rural pero la mayoría de
ellas, carecen de políticas en este sentido. La
participación de ONGs de fomento al desarrollo rural, de
acción regional, con financiación propia o
proveniente de grandes organizaciones,
colabora también en paliar la pobreza creciente en los
sectores afectados de nuestra ruralidad.
Sin embargo, no es claro en Argentina, qué se
entiende por Desarrollo Rural Sustentable. El presupuesto
nacional 2005 (que pasa de 67.729 en 2004 a 77.454 millones de
pesos), muestra en
apariencia un incremento en la inversión social, en términos de
desarrollo
social, educación, vivienda,
ciencia y
técnica, que incumbirá seguramente al sector rural,
pero que por cierto, no ha revisado estrategias sobre
una política nacional de desarrollo. No se conoce hasta
ahora, una propuesta sobre un Plan Nacional Integrado de
Desarrollo Rural, que en el marco de una planificación
estratégica no es responsabilidad propia de un gobierno, sino que
debe responder a un planeamiento del
país en el mediano plazo, en el cual todos los sectores
participen, opinen, propongan, consensuen y ayuden a los
decisores políticos en la mirada de faros largos a
implementar.
Caso contrario, es bien sabido que la dispersión
de instrumentos, inclusive reconociendo sus importantes logros
puntuales, puede dañar a los productores rurales
–especialmente a los pequeños -, generar costos
ineficientes, propiciar la corrupción
y promover la disputa entre burocracias estatales, provinciales y
hasta de sectores no gubernamentales.
También la discontinuidad de los programas, por
falta de un objetivo estratégico encarece los costos de su
implementación y su abandono, desalienta, a veces para
siempre, a la familia
rural. Una política de apoyo y fomento a la
producción rural familiar, cuya continuidad sea
garantizada por ley y por ende,
social y democráticamente discutida puede convertirse en
el núcleo de un Programa Unificado de Fomento a la
Agricultura Familiar. Es bien conocida la política de
apoyo a la agricultura (y muchas veces no tanto a los
agricultores) llevada adelante por la UE o los EE.UU., que por
otro lado afectan a quienes no subsidian, como la Argentina o el
Brasil.
Muy diferente, y por ello no debería
desconsiderarse, sería la posibilidad de subsidiar en
países como los nuestros a la agricultura familiar para el
fortalecimiento de las capacidades locales y la seguridad
alimentaria, con fondos provenientes de sectores que hoy hacen
uso de los recursos naturales sin pago permanente. Cuestiones
como la promoción de la acción asociativa y
cooperativa,
la transferencia de nuevos procesos, conocimiento y
tecnologías específicas para el desarrollo de la
agricultura familiar son factores importantes. Tanto como la
existencia de recursos dentro del programa para alcanzar a la
formación de los cuadros técnicos que puedan
capacitar adecuadamente a productores y familias, mediante una
transferencia masiva y continua de nuevos conocimientos y
habilidades productivas.
El fomento a la agricultura familiar implica una
importante movilidad de recursos económicos que Brasil
está haciendo mediante el financiamiento de estas
actividades productivas. El Programa Nacional de Fortalecimiento
de la Agricultura Familiar del MDA tiene por objeto brindar apoyo
técnico y financiero. De una inversión
insignificante en 94/95 que llegaba a los 10 millones de reales,
administraba a la llegada del nuevo gobierno 4.500 millones en
2003/2004 y presupuestó siete mil en 2004/2005. Su
objetivo es firmar 1.800.000 contratos y
acercar a 350.000 nuevos agricultores familiares por primera vez
al crédito
rural.
En este proceso de desarrollo sería
también relevante fortalecer una política de
infraestructura pero que no sólo pase por una integración periferia-centro tal las
ferrovías inglesas del siglo pasado, hoy devenidas en
nuevos impulsos hacia las Hidrovías (Hidrovia
Tocantis-Araguaiao Paraguay-Paraná son un ejemplo), sino que
fortalezcan, de manera prioritaria un proceso de
integración transversal, que una pueblos con pueblos, hoy
desarticulados o comunicados por las grandes autopistas que
obligan a hacer decenas de kilómetros inútiles o
recorrer kilómetros y kilómetros sobre una huella.
Demás está decir que las condiciones de asistencia
sanitaria tanto para la familia rural como para los asalariados
del campo obligan a mejorarse. "La encuesta de
PROINDER (Argentina) indica que el 60 % o más de los
asalariados agropecuarios no contaba con cobertura sanitaria
alguna para sí o sus familias "(21).
En un plan de Desarrollo Rural es menester revisar la
incumbencia de políticas equitativas, y por ende
sostenibles y democráticas para asegurar el acceso a los
recursos naturales necesarios para sostener los medios de vida
adecuados de la familia rural incluyendo entre ellos,
según sea el caso, una reforma agraria u otros mecanismos
que aseguren el acceso a la tierra. Es
evidente que en función de
lo antedicho, los casos de la Argentina o el Brasil se muestran
como muy diferentes, y han devenido en un proceso
histórico territorial distinto, mediando en todo ello una
fuerte capacidad y movilidad social, incipiente en la primera y
fuertemente sostenida en el segundo. Un proyecto
modernizador del medio rural, implica transformaciones
importantes, que pueden también producir disrupciones
sociales. Mientras en Brasil, la demanda por el acceso a la
tierra viene siguiendo un dilatado proceso de avances y
retrocesos y ha integrado a su patrimonio la
demanda por una agricultura familiar que desea pervivir, en la
Argentina, la única organización grande del campo
que ha presentado estas demandas de acceso a la tierra o a su
regularización ha sido la Federación Agraria. Otros
grupos en mucho menor escala, manifiestan demandas
semejantes.
Tampoco sólo es importante el acceso a la tierra
sino que estos productores alcancen niveles estables de
producción y sigan un proceso de transición que les
permita acceder a los mercados,
superando un cuello de botella que muchas veces tienen. A este
objetivo, en el marco de una nueva economía se
deberían sumar medidas que fortalezcan las relaciones
productores consumidores (redes de confianza),
circuitos
cortos de mercancías (ferias locales), comercio
solidario (productos ecológica y socialmente justos),
así como una importante participación institucional
que desde el gobierno fomente compras de
alimentos para comedores, meriendas escolares, guarderías,
hospitales y organismos públicos, directamente a los
productores familiares o sus cooperativas.
No obstante, mientras esto sucede con parsimonia, la
agricultura industrial, el paradigma
imperante de "cómo hacer agricultura" demanda cada
día nuevas tierras. Los "sin tierra de Argentina", los
grandes pooles de siembra, administran de manera totalmente
diferente a los agricultores de base familiar estos recursos. Es
en este ámbito, en el cual se deberán conciliar las
demandas de los grandes, y también de los pequeños.
Y nuevamente aquí el papel del Estado, es insustituible
por el mercado.
Sin su presencia, sin programas en el más alto
nivel y con la disponibilidad de recursos necesarios para llevar
adelante los planes de acción, la agricultura familiar se
hallará a la deriva. Reconocer los momentos signados por
el espíritu del cambio es obligación de la sociedad y del
Estado. Estos cambios sólo podrán darse en nuestros
tiempos con la participación de todos, incluyendo a las
minorías y el dicenso constructivo. El desarrollo rural
sustentable pasa indefectiblemente por el desarrollo local, que
tanto para la Argentina como para el Brasil debería
implicar una importante ocupación territorial. Es
imposible asegurar gobernabilidad con "grandes territorios
vacíos". 16.600.000 hectáreas son ya propiedad
extranjera en la Argentina, cuya mayor superficie se dedica a la
agroexportación de lanas, soja, algodón,
maderas.
Son estos espacios, de dónde más
rápidamente han salido miles de pequeños y medianos
agricultores. Nuevamente el dilema. De la mano del paradigma
global de los noventa, la agricultura industrial se está
imponiendo pero a costos ambientales y sociales que si se
incorporasen (22) demostrarían la insustentabilidad del
sistema productivo. La ciencia y
la tecnología, socialmente apropiables,
deberían estar a la altura de las demandas y necesidades
de todos los agricultores: pequeños, medianos y
grandes.
La agricultura familiar, tal como se lo comienza a
mostrar en Brasil o en la dura crisis que
atraviesa la Argentina (23), es una posibilidad real que no fue
abandonada a su suerte por muchas economías poderosas y
que no debería serlo tampoco en naciones que como las
nuestras. Además de ser producción, ambiente o
cultura, lo rural implica territorio.
Hoy día, gobiernos de similar tendencia y que han
seguido varios pasos semejantes en sus decisiones, muestran una
aplicación de políticas diferentes en lo que al
desarrollo del sector rural se refiere. Será muy
interesante, seguir estos procesos en la mediatez del espacio
temporal.
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Por Walter A. Pengue *