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Embriones congelados: una reflexión ética




Enviado por Alfredo Embid.



    A. Algunos criterios
    generales

    B. ¿Qué debemos hacer
    con embriones congelados "sobrantes"? Presentación de
    alternativas

    C. Adopción de embriones
    congelados

    D. Dejar morir a los embriones
    congelados

    E. En el cruce de caminos:
    conclusión

     

    Las técnicas
    de reproducción artificial son el origen de
    situaciones nunca imaginadas hasta ahora. Una nueva
    situación ha nacido a raíz de la acumulación
    de embriones congelados como consecuencia de algunas
    técnicas de fecundación extracorpórea, lo cual
    suscita una serie de problemas que
    merecen una profunda reflexión ética.

    Intentemos elaborar algunas reflexiones que puedan
    servir para encontrar soluciones que
    respeten la dignidad de
    los embriones congelados, su vida y su llamada a nacer en una
    familia que
    los acoja y los ame.

    Dividimos estas ideas en cuatro partes. En la primera
    ofrecemos algunos criterios generales que ponen de manifiesto
    cuál sea la modalidad de concepción que mejor
    respete la dignidad de todo embrión humano. En la segunda
    presentamos las principales alternativas que pueden ser escogidas
    ante las situaciones creadas por la congelación de
    embriones. En la tercera estudiamos las implicaciones
    éticas de la adopción
    de los embriones congelados abandonados. En la cuarta, la
    posibilidad de dejarlos morir por medio de la
    descongelación. Al final, ofrecemos unas breves
    conclusiones.

     Quiero hacer notar, antes de seguir adelante, que
    en este tema se emplean con cierta frecuencia términos
    como "usar", "producir", "producción", "objetos", "bienes", etc.
    Tal uso muestra hasta
    qué punto algunas de las técnicas de
    reproducción artificial tratan a los embriones como cosas.
    Hubiéramos querido no recurrir a tales términos,
    pero quienes observan lo que se hace en algunas de las
    clínicas de fertilidad no pueden sino reconocer que tales
    vocablos describen el modo de actuar de los científicos
    sobre embriones que son hermanos nuestros, seres humanos con la
    misma dignidad que nosotros.

     

    A. Algunos criterios
    generales

     1. Todo embrión humano merece el respeto propio de
    un individuo de
    nuestra especie. Este respeto le es debido no como consecuencia
    de una ley, ni como
    resultado del mayor o menor afecto que sus padres u otras
    personas puedan sentir hacia él. El embrión humano
    goza de una dignidad intrínseca simplemente por ser lo que
    es, y tal dignidad no se pierde por el hecho de que algunos
    ignoren o desprecien sus derechos fundamentales,
    entre ellos el derecho a la vida.

     2. La concepción que mejor respeta la
    dignidad de cada embrión humano es la que se produce a
    raíz de una relación sexual entre un hombre y una
    mujer que, unidos
    en matrimonio,
    expresan a través de tal relación su mutuo amor y
    respeto. Tal concepción debe producirse en el útero
    de la madre y no fuera del mismo, por los problemas y riesgos que
    implica toda fecundación extracorpórea. Por lo
    mismo, la deontología médica, la sensibilidad
    ética de los esposos y las mismas legislaciones nacionales
    e internacionales deberían prohibir cualquier forma de
    fecundación extracorpórea
    .

    3. Un embrión concebido por medio de la FIV
    (fecundación in vitro) o por medio de la ICSI
    (inyección intracitoplásmica -o
    intracitoplasmática- de espermatozoide) inicia su vida
    fuera del útero materno, en unas condiciones que ponen en
    peligro su integridad y su misma supervivencia. Sin embargo, ello
    no disminuye en nada su dignidad, por lo que merece el respeto
    que es debido a todo individuo de la especie humana. Queda claro,
    como acabamos de decir en el párrafo
    anterior, que tales técnicas deberían quedar
    totalmente prohibidas.

     4. En el caso de que haya laboratorios que,
    amparados en leyes injustas,
    apliquen la FIV, la ICSI u otras formas de fecundación
    extracorpórea, se debería exigir a los
    científicos el máximo respeto y protección a
    los embriones concebidos mediante tales técnicas. Esto
    implica que cada embrión concebido in vitro debe ser
    transferido lo más pronto posible al útero materno
    para garantizar, en la medida de lo posible, su supervivencia,
    para ofrecerle aquellas condiciones naturales en las que pueda
    desarrollarse sin interferencias ajenas a lo que es el recorrido
    natural de toda vida humana. Por lo mismo, nunca deberán
    ser producidos en laboratorio
    más embriones de los que puedan ser transferidos al
    útero materno, para garantizar así el máximo
    bien tanto de la madre como de los mismos embriones.

     5. Un embrión concebido en laboratorio y
    congelado en vistas a su posible "uso" en una sucesiva
    transferencia se encuentra en una situación gravemente
    lesiva de sus derechos fundamentales. Congelar un embrión
    en un laboratorio significa suspender el desarrollo
    natural que todo individuo de la especie humana debe poder realizar
    según su condición biológica y temporal. Por
    lo mismo, los códigos deontológicos de las
    clínicas de fertilidad, los esposos que recurren a las
    mismas, y el mismo estado, deben
    excluir e, incluso, prohibir, la congelación de embriones
    (a no ser que tal operación sea realizada en función
    del bien del mismo embrión por razones
    médicas).

     6. Siendo la congelación una
    situación innatural y lesiva del derecho a la vida e
    integridad física de los
    embriones, los laboratorios deben suspender cuanto antes la
    situación que mantiene congelados a tales embriones. La
    descongelación debe efectuarse en vistas del mayor bien
    del embrión, bien que será alcanzable
    normalmente a través de la transferencia (en el
    útero de la propia madre) de aquellos embriones que, una
    vez descongelados, conserven la vida.

     

     B. ¿Qué
    debemos hacer con embriones congelados "sobrantes"?
    Presentación de alternativas

     Muchas naciones han permitido o legalizado
    técnicas de fecundación artificial
    extracorpórea en las que la congelación de
    embriones resulta una rutina más dentro de los procedimientos
    seguidos por los laboratorios. Como consecuencia, se han
    acumulado numerosos embriones congelados, muchos de los cuales
    son considerados "sobrantes" por diversos motivos: porque ya no
    son deseados por las parejas que los encargaron; porque han
    desaparecido tales parejas; porque ha muerto la esposa que
    debía acogerlos en su útero; porque han
    transcurrido muchos años y no sabemos si esos embriones
    sobrevivirán a la descongelación o no;
    etc.

     ¿Qué debemos hacer con estos
    embriones? La pregunta, tal y como está formulada, nos
    pone en una perspectiva ética. Vemos ahora algunas
    alternativas y ofrecemos un breve juicio sobre cada una de
    ellas.

    1. La alternativa más correcta desde el punto de
    vista ético sería la descongelación de
    aquellos embriones que puedan ser transferidos al útero de
    sus respectivas madres, las cuales son responsables, en primera
    instancia, de la vida y de la salud de esos hijos suyos
    que se encuentran ahora en estado de
    congelación.

     2. Existen otras alternativas que resultan
    gravemente contrarias a la ética por atentar contra la
    vida, la integridad física y la dignidad de estos
    embriones. Tales alternativas inmorales son: la simple
    destrucción de embriones; la venta de los
    mismos como material biológico; la utilización de
    esos embriones para la experimentación (con su
    consiguiente destrucción); mantenerlos congelados de modo
    indefinido, sin buscar ninguna solución al problema o
    simplemente para observar experimentalmente cuánto
    tiempo
    resisten en estado de congelación (sin tener en cuenta
    para nada el derecho a la vida de tales embriones).

     3. Otras alternativas pueden ser aceptables desde
    el punto de vista ético, pero implican una serie de
    dificultades o de complicaciones que no permiten un juicio claro
    sobre el cómo llevarlas a cabo del mejor modo posible.
    Tales alternativas serían: la adopción de embriones
    congelados por esposos voluntarios (distintos, por lo tanto, de
    los padres naturales o legales); la suspensión de la
    congelación como un medio que permita la muerte
    natural de los mismos; continuar el proceso de
    congelación no como puro acto experimental, sino en vistas
    a encontrar en el futuro voluntarios que quieran
    adoptarlos.

     Vamos, pues, a considerar las alternativas de este
    tercer grupo. La
    última de ellas (continuar la congelación en vistas
    a una solución futura), depende en parte de la
    valoración que demos a la adopción de embriones
    congelados, por lo que la hacemos depender de la misma y no la
    tocaremos de modo específico.

     

     C. Adopción
    de embriones congelados

     La discusión sobre esta posibilidad ha
    dividido enormemente a los expertos en bioética.
    No queremos detenernos en los motivos de cada posición,
    que pueden encontrarse en diversos estudios y publicaciones. Nos
    limitamos a ofrecer algunas pistas para enjuiciar esta
    alternativa.

     Como dijimos, un embrión congelado se
    encuentra en un estado violento, innatural: el laboratorio lo ha
    "producido" fuera del útero materno y ha suspendido su
    desarrollo vital. Además, los procesos de
    congelación y de descongelación implican graves
    riesgos para la salud y la misma vida del embrión, pues un
    número no pequeño de embriones muere al ser
    descongelados.

     En el caso de total abandono del embrión
    (debido al rechazo de sus padres naturales o legales, o por otros
    motivos), ¿cuál es el comportamiento
    correcto frente al embrión congelado? Lo mínimo que
    podemos hacer por él es ofrecerle un lugar en el que, tras
    su descongelación, pueda continuar el desarrollo de su
    existencia. Tal lugar, hoy por hoy, sólo puede ser el
    útero de una mujer. Puesto que la madre natural o legal ha
    rechazado o abandonado a su hijo congelado, el que una mujer,
    preferentemente casada (el mejor bien del embrión exige
    nacer dentro de un matrimonio, como se suele actuar a la hora de
    escoger los padres que adoptarán niños
    abandonados), se ofrezca para que en su útero el
    embrión reciba la oportunidad de continuar su camino vital
    es un gesto de generosidad que muestra hasta qué punto
    cada embrión merece nuestro respeto, amor, e, incluso,
    algún sacrificio.

     Las analogías para comprender el gesto de
    adopción son muchas. Un bombero que entra en una escuela en llamas
    para salvar a un niño desmayado por el humo; un
    señor que se arroja al mar, entre olas peligrosas, para
    rescatar a otra persona que se
    está ahogando; un adulto que da uno de sus riñones
    a otra persona para que pueda sobrevivir unos años
    más. Ciertamente, no existe obligación de arriesgar
    la propia vida cuando no está suficientemente claro que se
    pueda alcanzar un beneficio importante a través del propio
    sacrificio, sacrificio que puede incluir el riesgo de perder
    la propia vida. Pero no por ello dejamos de admirar el
    heroísmo del bombero que muere, aunque ni siquiera haya
    conseguido salvar al niño necesitado y deje viuda a su
    esposa y huérfanos a sus hijos.

     En el caso de la adopción de embriones
    congelados, la mujer
    adoptante hace un acto que conlleva no pocos riesgos: algunos
    debidos a la misma técnica, otros ocasionados por el hecho
    de llevar en su seno a un hijo que no es suyo. Pero con la
    suficientemente atención médica y con los estudios
    básicos sobre compatibilidad sanguínea e
    inmunológica, la medicina
    permite el que mujeres puedan llevar a cabo embarazos con hijos
    que no son suyos. ¿Por qué no aprovechar estos
    conocimientos técnicos para ofrecer una oportunidad y una
    señal de respeto a algunos embriones que esperan salir de
    la "nevera" en la que viven aprisionados?

     Si se promueve la adopción de embriones,
    surge el problema de la selección:
    ¿cuáles serán rescatados? Como normalmente
    serán pocas las mujeres que se ofrezcan para adoptar
    embriones congelados, algunos dicen que es indigno el establecer
    parámetros según los cuales a algunos se les
    ofrecerá una oportunidad de vivir mientras que otros
    seguirán congelados. Esta objeción tiene un peso
    pequeño. Basta con considerar un ejemplo parecido. Si
    tenemos sólo un riñón compatible con tres
    posibles receptores, es obvio que sólo podemos darlo a uno
    de ellos, y que esto implica hacer una selección en vistas
    del mayor bien alcanzable según criterios lo más
    justos posibles. Pero esto no significa que, para evitar
    cualquier "discriminación", no demos el
    riñón a ninguno de los tres: si podemos salvar la
    vida de uno, vale la pena ver cómo hacer una
    elección lo más justa posible, aunque luego
    tengamos que llorar la muerte de las
    otras dos personas que no han podido recibir el deseado
    transplante.

     Otros autores creen que el iniciar un embarazo a
    través de la transferencia de embriones que no son hijos
    de la pareja va contra la unidad del matrimonio, o contra la
    dignidad de la mujer (que sería "usada" como si fuese una
    incubadora). La objeción es seria, pero con un
    discernimiento correcto puede ser superada. Se trata de salvar la
    vida de los embriones congelados. ¿Cómo? Mediante
    el inicio de un embarazo con un hijo adoptado. Se daña la
    unidad del matrimonio con la infidelidad o el divorcio, y se
    daña la dignidad de una persona cuando se atenta, de
    alguna manera, contra ella. Pero en la adopción de
    embriones no ocurre ninguna de estas dos cosas. ¿Se puede
    decir que comete un error la mujer que, por amor a un
    embrión desconocido, ofrece una parte tan íntima de
    sí misma para dar al embrión una oportunidad para
    continuar su vida? ¿No sería su gesto, más
    bien, una señal del respeto que merece cada embrión
    humano, un grito al mundo moderno que tantas veces guarda
    silencio ante la destrucción de embriones, el recurso al
    aborto e,
    incluso, el tolerar con bastante indulgencia algunos
    infanticidios de niños minusválidos?

    Es cierto que normalmente un hombre o una mujer llegan a
    ser padre y madre a través de sus relaciones
    sexuales. Pero ante un niño ya nacido y abandonado, la
    adopción implica un nuevo modo de vivir la paternidad,
    ciertamente no como resultado de la dimensión
    física del mutuo amor de los esposos, sino como
    señal del respeto y cariño que merece un
    niño abandonado. ¿No se puede aplicar este mismo
    criterio a la situación de los embriones congelados,
    aunque su salvación implique un gesto, quizá
    heroico, de donación de la mujer que ofrece su
    útero para acogerlos?

     

    D. Dejar morir a los
    embriones congelados

     Hay quienes proponen que lo mejor que podemos
    hacer con los embriones congelados que han sido abandonados por
    sus padres (porque no los quieren, porque la clínica no
    los localiza, porque han muerto, etc.) es dejarles
    morir.

     Existe, ciertamente, una distinción entre
    matar y dejar morir. Pero pueden darse casos en los que un "dejar
    morir" sea equivalente a matar. Pensemos, por ejemplo, en una
    persona que acaba de sufrir un infarto. Si un
    médico se niega a reanimarlo sin ningún motivo
    aparentemente válido, no comete un crimen violento (no
    dispara al enfermo), pero su omisión es causa de una
    muerte que se habría evitado en el caso de que hubiese
    hecho lo normal en esos casos. Este ejemplo indica que no todo
    "dejar morir" es éticamente correcto. Hay casos en los que
    es posible condenar judicialmente a quien ha omitido una ayuda
    debida a quien la necesitaba y ha provocado, por lo mismo, su
    muerte o un grave daño.

     ¿No podemos establecer una analogía
    entre el dejar morir a un enfermo terminal y el dejar morir a los
    embriones congelados? En el caso del enfermo terminal, algunos
    actos médicos, que resultarían útiles en
    otros casos, resultan desproporcionados y sólo provocan
    graves dolores y un alargarse de la agonía. Tales actos
    han de ser evitados. En ese sentido, sí sería
    correcto "dejar morir" al enfermo terminal, siempre que no se
    omitan las curas básicas que se le debe como persona
    (hidratación, nutrición, higiene,
    tratamiento del dolor, etc.).

     El embrión congelado se encuentra en una
    situación muy distinta. Un porcentaje no pequeño de
    embriones congelados podría sobrevivir si fuesen
    descongelados de modo adecuado, y luego transferidos al
    útero de una madre adoptante. En otras palabras, si
    mueren no es como resultado natural de la simple
    descongelación, sino por el hecho de que, una vez
    descongelados, no han sido tratados de modo
    conveniente ni transferidos a un útero
    . Estas
    omisiones serían la verdadera causa de su
    muerte.

    Por lo mismo, hemos de reconocer que los embriones
    congelados no se encuentran en un proceso irreversible de muerte,
    como lo estaría el enfermo terminal. Dejarles morir, por
    lo tanto, no es simplemente darles "permiso" para que desemboquen
    en la muerte a la que estarían orientados "naturalmente"
    si se suprime la injusticia de la congelación, sino que
    dejarlos morir implica el fracaso de una sociedad que
    no ha sabido garantizarles la transferencia al útero de
    sus madres o en el útero de alguna mujer que se haya
    ofrecido para darles una oportunidad de continuar su proceso
    vital.

     Un ejemplo puede ilustrar esta valoración.
    Imaginemos un laboratorio que tiene congelados dos grupos de
    embriones. El primer grupo son "embriones sobrantes": sus padres
    han declarado no tener intención de usarlos y han
    autorizado su destrucción o el que se les deje morir. El
    segundo grupo son embriones todavía objeto de interés
    por parte de quienes los encargaron, en vistas a una futura
    transferencia (en unos meses o unos años). Un día
    un científico decide descongelar y dejar morir a los
    embriones del primer grupo, pero se equivoca y deja morir a los
    del segundo grupo. Desde el punto de vista objetivo, la
    acción
    ha sido simplemente "dejar morir a embriones congelados". En la
    práctica, los "titulares de derechos" sobre esos embriones
    del segundo grupo demandarán al científico por
    imprudencia grave: ha destruido a hijos que todavía eran
    deseados.

     Alguno dirá que el valor de esos
    embriones nacía precisamente del hecho de ser "bienes"
    especialmente apreciados por sus "poseedores". Nosotros
    respondemos que un embrión vale tanto si es querido como
    si no, tanto si se considera que puede ser "útil" para una
    transferencia futura como si sus padres ya no desean acogerlo y
    defender su derecho a la vida. En otras palabras, los dos grupos
    de embriones del anterior ejemplo tienen el mismo derecho a la
    vida y la misma dignidad. Indignarnos porque se ha "dejado morir"
    embriones deseados, y quedarnos impasibles si se "deja morir" a
    embriones no deseados, nos parece una enorme injusticia y un
    atentado grave contra el derecho a la vida que tiene todo
    embrión, independientemente de si es o no es amado por
    quien debería responsabilizarse de su
    existencia.

     Desde luego, si algún día la ciencia
    llega a determinar que a partir de 10, 15 ó 20 años
    de congelación, todos los embriones mueren al ser
    descongelados, incluso cuando se hace todo lo posible por
    rescatarlos para transferirlos en una mujer, en ese caso
    resultaría absurdo e indigno mantenerlos congelados
    más allá de ese número de años. En
    este supuesto, lo más correcto sería sacarlos del
    congelador y permitirles una muerte digna. Mientras no tengamos
    certeza acerca de este punto (certeza que es alcanzable
    sólo por la ciencia, la
    cual no debe usar métodos
    injustos para llegar a tal certeza), lo mejor que podemos hacer
    por estos embriones es buscar a alguien que pueda adoptarlos. Si
    nos faltan adoptantes, podemos mantenerlos todavía por
    algún tiempo en estado de espera, en su situación
    (que sigue siendo injusta) de congelación, en vistas a que
    un día no muy lejano puedan ser adoptados.

     Queda un punto problemático que ha sido
    suscitado recientemente. Pensemos en un embrión que ha
    sido dejado morir por descongelación. ¿Es posible,
    desde el punto de vista ético, tomar sus células
    aún vivas, cuando haya muerto, para usarlas como material
    de experimentación, en especial en el nuevo sector de la
    ciencia que se ha abierto con los estudios sobre células
    madres (también llamadas células estaminales)? La
    respuesta, según creemos, debería ser un rotundo
    no. En primer lugar, porque no resulta fácil definir
    cuándo muere un embrión en sus primeras etapas de
    desarrollo. En segundo lugar, porque algunos embriones han sido
    congelados cuando se encontraban en las primeras fases de
    desarrollo (cuando tenían 2, 4 u 8 células, por
    ejemplo). Las células de estos embriones, una vez
    descongelados, pueden, en condiciones adecuadas y tras una fuerte
    intervención técnica, permitir la creación
    de un nuevo individuo completo (un gemelo o clon del
    embrión muerto o destruido). Decir que tomamos tales
    células desde un embrión ya muerto para usarlas
    como material biológico puede encubrir una realidad
    sumamente grave: seguramente algunas de esas células
    serán cultivadas para formar embriones completos que luego
    serán destruidos con la excusa de que han sido
    "fabricados" para la experimentación. La situación
    sería distinta si la congelación se produjo cuando
    el embrión tenía un mayor número de
    células (en el 5 día de vida embrionaria, fase de
    blastocisto), pero no la consideramos por ahora.

     

    E. En el cruce de caminos:
    conclusión

    No pretendemos, con estas líneas, haber dado una
    respuesta definitiva a la situación que se ha creado por
    la práctica de la congelación de embriones. Cada
    solución, cada alternativa, implica innumerables aspectos
    a tener en cuenta, algunos de los cuales conllevan serias
    consecuencias éticas, sociales y científicas. Lo
    importante es buscar siempre aquellas acciones que
    más promuevan el bien del embrión.

    Como ya indicamos, la medida urgente que debería
    ser tomada cuanto antes es la prohibición de cualquier
    técnica de reproducción artificial
    extracorpórea
    . Igualmente, allí donde no sea
    posible por ahora impedir el que se utilicen técnicas como
    la FIV o la ICSI, al menos debe prohibirse la creación de
    embriones sobrantes y la congelación de embriones no
    realizada en función del máximo bien del mismo
    embrión (y no según los beneficios que pretenda
    obtener el laboratorio o centro de reproducción
    artificial, o según los planes y deseos de la pareja que
    quiere producir embriones "de reserva").

    Ante la situación dramática en la que se
    encuentran miles de embriones congelados, creemos que su dignidad
    merece promover una cultura de la
    responsabilidad y de la solidaridad.

     Responsabilidad: de los padres que permitieron su
    "producción", para ofrecerles cuanto antes un lugar en
    la familia,
    aunque esto pueda implicar serios sacrificios. Las
    clínicas de reproducción artificial
    deberían, por lo mismo, prohibir todo lo que signifique
    hacer embriones sobrantes, para que los esposos no se encuentren
    en serias dificultades a la hora de intentar acogerlos con
    el amor y
    respeto que se merecen esos hijos congelados.

     Solidaridad: de aquellas mujeres casadas que
    sientan la llamada a la adopción de algunos de ellos. Esta
    solución será una gota de agua en el
    desierto. Mientras se encuentren personas adoptantes que puedan
    acogerlos del mejor modo posible, esos embriones deberían
    ser mantenidos vivos en esa situación de
    congelación, hasta que se conozcan nuevos datos sobre sus
    posibilidades de supervivencia.

     El testimonio que ofrecen a la sociedad aquellas
    familias que piden adoptar embriones congelados y abandonados es
    claro: quieren gritar al mundo de hoy que cada individuo de la
    especie humana debe ser respetado y ayudado en su camino vital.
    Frente a quienes reducen al embrión a un "objeto" de deseo
    que se acepta o se rechaza si encaja con los planes de los
    adultos, estas familias nos dejan el ejemplo de su entrega,
    incluso sacrificada, por el bien de esos embriones. ¿No
    podemos decir que su gesto, a pesar de las dificultades que
    entraña, es como un faro de luz y de
    esperanza para un mundo necesitado de gestos de donación y
    entrega a los más débiles?

     (Agradezco a los profesores Pilar Calva, Francisco
    José Ballesta y José María Antón
    las observaciones y sugerencias que me han ofrecido sobre estas
    reflexiones).

     

    Fernando Pascual

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