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Giroux: La Disneyzación de la Cultura Infantil Norteamericana




Enviado por Henry Giroux



     

    "Animating Youth: the
    Disnification of Children's Culture
    "

     

    [Socialist Review 24:3 (1995), pp. 23-55. Reprinted as
    "A Disneyzacao Da Cultura Infantil," in Tomaz Tadeu Da Silva and
    Antonio Flavio Moreira, eds. Territorios Contestados (Brazil:
    Vozes, 1995), pp. 49-81.] (in press).

     

    I.

    II.

    III.

    IV.

    V.

    VI.

     

    I.

    La noción de que América
    está en guerra con el
    significado ha tomado mayor importancia en las últimas
    décadas. Esto puede ser visto en las tensas batallas
    culturales que han sido dadas en los actuales debates sobre lo
    que debe ser enseñado en las escuelas, presentado en los
    medios,
    mostrado en las exhibiciones de los museos, y contenido en las
    bibliotecas
    públicas. Bajo la llamada "guerra cultural" existen serios
    debates y conflictos
    sobre los temas más candentes que incluyen: identidad
    nacional, derechos de aborto,
    diferencias culturales, valores
    familiares, orientación sexual, y el significado de vida
    pública. Como la importancia de estos debates radica en la
    importancia de expandir la posibilidad del debate
    público y la crítica
    social, no se ha prestado a menudo atención a otra esfera cultural en los
    Estados
    Unidos: El terreno de la cultura infantil. La cultura
    infantil es un ámbito donde el entretenimiento, el apoyo,
    y el placer se encuentran para construir concepciones sobre lo
    que significa ser un niño ocupando una combinación
    de posiciones de género,
    raza, y clase en la
    sociedad a
    través de la cual cada uno se define en relación a
    una miríada de otros.

    La cultura infantil como objeto de análisis crítico abre un espacio
    donde los niños
    se convierten en parte importante de la teoría
    social. Mientras la cultura de los jóvenes, especialmente
    la adolescencia,
    ha sido un componente fuerte de los estudios culturales, la
    cultura infantil ha sido casi totalmente ignorada, especialmente
    el mundo de las películas animadas. Un examen de la
    cultura infantil modifica la noción de que la batalla
    sobre el
    conocimiento, los valores,
    el poder, y lo
    que significa ser un ciudadano debe ser localizado en las
    escuelas o en sitios privilegiados de alta cultura; más
    aún, provee referentes teóricos para recordar que
    las identidades individuales y colectivas de los niños y
    jóvenes se encuentran atadas política y
    pedagógicamente en la cultura visual popular de los
    video juegos,
    televisión, filmes, y aún en sitios
    de recreo como malls y parques de recreación. Al dejar de lado la cultura
    infantil, los estudios culturales y otras formas progresistas de
    teoría social no ignoran sólo las diversas esferas
    donde los niños son aculturados, sino que renuncian a la
    responsabilidad de desafiar los intentos de los
    magnates corporativos y los conservadores evangélicos de
    convertir generaciones enteras de niños en consumidores
    para los nuevos mercados
    comerciales o soldados Cristianos para el nuevo orden mundial de
    Newt Gingrich.

    Aunque aparece como un lugar común, la idea de
    que la cultura popular provee las bases para formas persuasivas
    de aprendizaje
    para los niños se imprimió en mi con urgencia
    abrupta durante los últimos años. Como padre
    soltero de tres niños de ochos años, me
    encontré de alguna manera metido en el mundo de las
    películas animadas de Hollywood, y en particular aquellos
    producidos por Disney. Antes de convertirme en un observador de
    esta forma de cultura infantil, acepté la idea sin
    cuestionar de que los filmes animados estimulan la
    imaginación y la fantasía, reproducen un aura de
    inocencia y sana aventura, y en general, son "buenas" para los
    niños. En otras palabras, tales filmes aparecían
    como vehículos para la diversión, una reputada y
    buscada fuente para la diversión y entretenimiento de los
    chicos. Sin embargo, en un corto período de tiempo, se
    hizo claro para mí que la relevancia de tales
    películas excedía las fronteras del
    entretenimiento. No es necesario decir, que el significado de
    tales películas animadas opera en muchos registros, pero
    el más persuasivo es el rol que juega como la nueva
    "maquina de enseñar". Pronto descubrí que para mis
    niños, y sospecho que para muchos otros, estas
    películas inspiraban al menos más autoridad
    cultural y legitimidad para enseñar roles
    específicos, valores, e ideales que otros sitios
    más tradicionales de aprendizaje como las escuelas
    públicas, las instituciones
    religiosas, y la familia.
    Las películas de Disney combinan una ideología de encantamiento y un aura de
    inocencia al narrar historias que ayudan a los niños a
    entender quién son, para qué están las
    sociedades, y
    lo que significa construir un mundo de juego y
    fantasía en un ambiente
    adulto. La legitimidad dominante y la autoridad cultural de
    dichas películas, en parte, radica en su especial forma de
    representación, pero tal autoridad es también
    producida y asegurada en el interior de la predominancia del
    aparato mediático extendido equipado con tecnología
    deslumbrante, efectos sonoros, e imágenes
    embaladas como entretenimiento, centrales para productos
    comerciales, e historias gigantescas.

    La autoridad de esta forma mediática postmoderna
    descansa en su poder de usurpar sitios tradicionales de
    aprendizaje y su habilidad para expandir el poder de la cultura a
    través y en su interminable corriente de significar
    prácticas, que dan prioridad al placer de la imagen por sobre
    la demanda de la
    investigación crítica. Más
    aún, reduce al mismo tiempo la demanda de la agencia
    humana a la ética del
    consumismo. Este es un aparato mediático donde el pasado
    es filtrado a través de una apelación a una
    homogeneidad cultural y una pureza histórica que borra los
    tópicos complejos, las diferencias culturales, y las
    luchas sociales. Trabaja incesantemente para construir una
    interpretación saturada comercialmente y
    políticamente reaccionaria del contorno ideológico
    y político de la cultura infantil. En las versiones
    televisivas y de Hollywood de la cultura infantil, los personajes
    se convierten en prototipos para el marketing y la
    comercialización, y los dramas de la vida
    real, sean de ficción o no, se convierten en
    vehículos para empujar la creencia de que la felicidad es
    sinónimo de la vida en los suburbios de una familia de clase
    media blanca.

    El significado de los filmes animados como sitio de
    aprendizaje es elevado por la idea extendida de que las escuelas
    y otros sitios públicos viven una crisis de
    visión, propósitos, y motivaciones. Los medios
    masivos, especialmente el mundo de las películas de
    Hollywood, por el contrario, construyen un mundo como de
    sueños de seguridad,
    coherencia, e inocencia infantil, donde los niños
    encuentran un lugar donde situarse con sus vidas emocionales. A
    diferencia de la realidad dura y falta de alegría de la
    escolaridad, los filmes para niños proveen un espacio
    visual de alta tecnología donde las aventuras y el placer
    se encuentran en un mundo de fantasías se encuentran en un
    mundo de fantasías y posibilidades y una esfera comercial
    de consumismo y cosificación. La relevancia educacional de
    estos filmes animados se hace especialmente clara para mí,
    cuando mis niños experimentaron la máquina de
    entretenimiento y enseñanza de Disney. A medida que
    miré un número de las películas de Disney,
    en movie theater y luego en vídeo, me convencí de
    lo necesario de tratar estas películas para cuestionar las
    diversas representaciones y mensajes que constituyen la
    visión conservadora del "mundo de Disney".

    II

    Reconocí que cualquier intento de tomar las
    películas de Disney críticamente chocaría
    con la opinión general Americana. Después de todo,
    "el lugar más feliz de la tierra" ha
    ganado tradicionalmente su popularidad en parte a través
    de su autoproclamada marca registrada
    de imagen de inocencia que la protege de la mirada interrogadora
    de los críticos. Por supuesto, el departamento de relaciones
    públicas trabaja de manera incesante intentando
    proteger el llamado de Disney a la bondad y a moral
    inflexible. Existe también un imperio poderoso
    económico y político que en 1996 hizo $ 667.7
    millones de dólares en películas, $330 millones de
    dólares en productos, y $ 525.6 millones de sus parques
    temáticos y resorts. Pero Disney es más que un
    gigante corporativo, es también una institución
    cultural que lucha fieramente para mantener su mítico
    estatus de proveedor de inocencia y moralidad de
    América.

    Rápidos para movilizar su monolito de
    representantes legales, voceros de relaciones públicas, y
    críticos culturales profesionales para cuidar las
    fronteras de su "reino mágico", Disney con agresividad ha
    procesado las infracciones de sus derechos de
    autor y tiene una legendaria reputación para intimidar
    autores que usan sus archivos y se
    niegan permitirle a Disney aprobar su trabajo
    prepublicado. Por ejemplo, en su afán por proteger su
    imagen y extender sus ganancias, llegó a amenazar con
    acciones
    legales a tres guarderías de South Florida por usar a sus
    personajes en las paredes exteriores. En este caso, su rol de
    defensor de valores familiares fue socavado por su respaldo
    violento de los derechos de propiedad. A
    pesar de que la reputación de Disney como autoridad sin
    disputas en los Estados Unidos ha sufrido varios golpes en los
    últimos años, su poder de estatus mitológico
    no puede ser menospreciado.

    La imagen propia de Disney como un icono de la cultura
    Americana es reforzado consistentemente a través de la
    penetración de su imperio en todos los aspectos de la vida
    social. Operando como un imperio de $ 22 billones de
    dólares, forma la experiencia de los niños a
    través de una maza de representaciones y productos en
    películas oficiales, videos caseros, parques
    temáticos, hoteles, equipos
    deportivos, tiendas, videos de instrucción para aulas,
    discos compactos, programas de
    televisión, y restaurantes familiares. A
    través del uso del espacio visual público, Disney
    se inserta en una red de trabajo de
    relaciones de poder que promueve la construcción de un mundo de encantamiento
    cerrado y total, libre de la dinámica de la ideología, la
    política y el poder. Al mismo tiempo, hace todo lo posible
    para extender su imagen cívica. Definiéndose como
    un vehículo para la educación y la
    responsabilidad cívica, Disney es sponsor de los "Premios
    al Maestro del Año" ("Teacher of the Year Awards"),
    entrega las becas "Hacedor y Soñador" ("Doer and Dreamer")
    a los estudiantes, y más recientemente ofrece ayuda
    financiera, becas, y programas educacionales para la juventud
    urbana desventajada a través de su programa "Metas"
    ("Goals"). Intentando definirse como proveedor de ideas antes que
    de productos, desarrolla agresivamente su imagen como industria de
    servicio
    público. Por ejemplo, en lo que puede ser visto como una
    extraordinaria aventura, planea construir en los próximos
    años un prototipo de escuela que
    proclama será "modelo para la
    educación
    en el próximo siglo". La escuela será parte de un
    desarrollo
    residencial de 5000 acres, que de acuerdo a los ejecutivos de
    Disney, será diseñado como "las calles principales
    de un pequeño pueblo de América e imágenes
    con reminiscencias de Norman Rockwell". Lo interesante, es que ya
    no distribuye simplemente las fantasías a través de
    la cual la inocencia infantil y las aventuras son producidas,
    vividas, y afirmadas. Su rol en el futuro Americano debe ser
    entendido a través de su construcción particular
    del pasado. El teórico francés Jean Baudrillard,
    entrega un interesante giro sobre el poder y el alcance de la
    influencia de Disney, al afirmar que Disneilandia es más
    "real" que fantástica porque provee ahora la imagen en que
    América se auto-construye. Para Baudrillard, funciona
    Disneilandia como "freno" designado para "rejuvenecer la
    ficción de lo real".

    Disneilandia está ahí para ocultar el
    hecho de ser el país "real" que es Disneilandia (como las
    prisiones ocultan el hecho de lo social en su totalidad, en su
    banal omnipresencia). Se presenta como imaginaria para hacernos
    creer que el resto es real, cuando de hecho todo Los Angeles, y
    toda América no son más reales sino del orden de lo
    hiperreal.

    Más allá del riesgo de tomar a
    Baudrillard demasiado literalmente, abundan los ejemplos de la
    Disneificación de América. Por mencionar alguno, el
    aeropuerto de Houston modeló su monorriel como el de
    Disneilandia. Pequeños pueblos a través de
    América se apropiaron de la nostalgia de la arquitectura
    Victoriana al imitar la calle principal de USA en Disneilandia.
    Parece que los legisladores reales no residen en Washington, sino
    en California, y se llaman a ellos mismos, Disney imagineers. Las
    fronteras entre entretenimiento, educación, y
    comercialización colapsan ante la omnipotencia total de
    Disney y su alcance en las diversas esferas de la vida diaria. La
    extensión de su imperio revela tanto la sagacidad de sus
    practicas comerciales como el ojo certero para brindar
    sueños y productos a través de formas de cultura
    popular en donde los niños desean invertir tanto material
    como emocionalmente.

    Las audiencias populares tienden a rechazar cualquier
    vínculo entre la ideología y el prolífico
    mundo de entretenimiento de Disney. Incluso su pretendida
    inocencia, es para algunos críticos, nada más que
    una máscara promocional que cubre sus técnicas
    de marketing agresivas e influencia en la educación de los
    niños para convertirlos en consumidores activos. Eric
    Smooden, editor de Disney Discourse, un libro
    crítico acerca del rol que tiene en la cultura americana
    afirma que "Disney construye la infancia para
    hacerla totalmente compatible con el consumismo". Más
    perturbadora es la expansión de la creencia de Disney como
    marca registrada de inocencia. Así queda sin
    responsabilidad por las diversas formas en que forma el sentido
    de realidad que provee para los niños al tomar nociones
    específicas y a menudos asépticas de identidad,
    diferencia, e historia en el universo
    aparentemente apolítico y cultural del "Reino
    Mágico" ("Magic Kingdom"). Por ejemplo, Jon Wiener, afirma
    que la versión de la Calle Principal de América
    (Main Street America) crea una "imagen de pequeño pueblo
    caracterizada por alegres comercios, con barberías,
    heladerías y desfiles gloriosos". Para él, esta
    visión no solo hace ficticia y trivial la historia real de
    las Main Streets al comienzo del siglo, sino que representa
    además una apropiación del pasado para legitimar un
    mundo presente "sin conflictos urbanos de vivienda, pobreza o
    clase… en un sueño de nativos blancos Protestantes de un
    mundo sin negro o inmigrantes".

     

    III.

    Quiero ingresar en el contradictorio mundo de Disney a
    través del análisis de sus más recientes
    películas animadas. Estas, producidas desde 1989, son
    importantes porque recibieron enormes alabanzas de parte de la
    prensa
    dominante y han alcanzado estatus populares en las tiendas de
    alquiler de videos. Para muchos niños representan su
    primer introducción en el mundo de Disney.
    Más aún, el éxito
    financiero y la popularidad de estas películas,
    rivalizando con muchas de adultos, no engendran análisis
    críticos a menudo dedicados a las películas para
    mayores. En síntesis,
    las audiencias populares desean suspender el juicio
    crítico sobre ellas. Las películas animadas de
    fantasía y entretenimiento parecen quedar fuera del mundo
    de valores, significado y conocimiento a
    menudo asociado con formas de educación más
    pronunciadas como documentales, filmes artísticos, o
    incluso filmes adultos de mayor circulación. Elizabeth
    Bell, Lynda Haas, y Laura Sells capturan este
    sentimiento:

    Las audiencias…instituciones legales, teóricos
    de cine,
    críticos culturales y público en general dejan a
    las películas de Disney 'fuera de los límites'
    del trabajo crítico. La construcción de Disney como
    metonimia de una América (limpia, decente, industrial),
    como el lugar más feliz en la tierra se ha
    inscripto en el registro cultural
    del sentido común.

    Dada la influencia que su ideología que tiene en
    los niños, es imperativo para los padres, maestros, y
    otros adultos entender cómo atraen estas películas
    su atención y cómo forman valores en los que las
    ven y compran. Como productor de cultura infantil, Disney no debe
    obtener un fácil perdón porque se defina como un
    sitio de alegría y buena diversión. Por el
    contrario, como una de las principales instituciones que
    construyen la cultura infantil en los Estados Unidos, debe dar
    lugar a la sana sospecha y al debate crítico. Tal debate
    no debe ser limitado al hogar, sino debe ser central en las
    escuela y todo otro sitio crítico de aprendizaje
    público.

    En lo que sigue, quiero señalar que es importante
    asentar que las películas animadas de Disney provienen de
    una corporación ideológica reaccionaria que
    promueve un mundo conservador bajo el disfraz del
    entretenimiento, pero también que se celebra como
    proveedor de diversión y alegría a los niños
    alrededor del mundo. El lado productivo de Disney reside en su
    habilidad de conseguir un alto suceso en términos
    pedagógicos para desentrañar las necesidades e
    intereses de los niños. Más aún, sus
    películas ofrecen oportunidades a los niños para
    experimentar placer y localizarse en un mundo donde resuenan sus
    deseos e intereses. El placer se convierte en el principio
    definidor de lo que produce, y los niños son los sujetos y
    objetos de los intereses del proyecto de
    Disney. Entonces, antes que ser desestimados deben ser
    interrogados como importante sitio de producción de cultura infantil. Su
    influencia y poder deben ser situados en el interior de una
    comprensión más amplia de su rol como
    corporación gigante intentando expandir valores
    conservadores y comerciales que en los hechos, erosionan la
    sociedad civil
    mientras proclaman reestructurarla.

    El rol que juega en formar identidades individuales y
    controlar los campos de significado social a través de los
    cuales los niños negocian con el mundo es
    complejísimo para ser simplemente tomado como políticas
    reaccionarias. Si los educadores y otros trabajadores culturales
    están incluidos en la cultura de los niños como un
    lugar importante de contestación y lucha se convierte en
    imperativo analizar cómo las películas animadas de
    Disney influencian poderosamente el paisaje cultural Americano y
    sus vías de escape. La visión descripta de Disney
    de la infancia y la sociedad debe comprometernos y ser desafiada
    como "un asunto histórico específico de
    análisis social e intervención" que tome nota de
    los significados que producen estos filmes, los roles que
    legitiman, y las narrativas que construyen para definir la vida
    de los norteamericanos.

    La amplia distribución y lo popular de las
    películas animadas de Disney dan a las diversas audiencias
    la oportunidad de desafiar las presunciones que suspenden el
    juicio, al apropiarse Disney del entretenimiento infantil.
    Analizando críticamente cómo trabajan las
    películas de Disney para construir significados, inducir
    placeres, y reproducir fantasías cargadas
    ideológicamente no es promover un ejercicio particular de
    crítica fílmica. Como cualquier otra
    institución educativa, su visión del mundo necesita
    ser tomada en términos de cómo narra la cultura
    infantil y cómo se la puede responsabilizar por lo que
    hace como esfera significante de cultura pública. Claro,
    la autoproclamada inocencia de Disney, su inflexibilidad para
    tratar con el criticismo social, y las actitudes
    paranoicas, que la hacen ya legendaria, sugieren más
    razones de por qué Disney debe ser críticamente
    desafiada y generar compromiso. Más aún, como una
    compañía multibillonaria, la influencia corporativa
    y cultural es demasiado grande para permitirle definirse
    exclusivamente en el interior del imaginario discurso de
    inocencia, orgullo cívico y
    entretenimiento.

     

    IV.

    La pregunta de si las películas animadas de
    Disney son buenas para los niños no tienen respuestas
    sencillas y resisten solo el simple análisis en el
    interior de los tradicionales y alegados no ideológicos
    registros de diversión y entretenimiento. Las
    películas más recientes, que incluyen La Sirenita
    (The Little Mermaid – 1989), La Bella y la Bestia (Beauty and the
    Beast – 1991), Aladino (Aladdin – 1992), y El Rey León
    (The Lion King – 1994), dan una amplia oportunidad de entender
    cómo construye Disney una cultura de diversión y
    entretenimiento para los niños en el medio de la
    intersección de entretenimiento, placer y consumismo.
    Todas estas películas han tenido un gran éxito
    comercial entre las audiencias masivas. Este suceso comercial no
    está limitado a las ganancias de las presentaciones, que
    totalizaron más de $598.8 millones en 1994. Conectando con
    éxito los rituales del consumo y el
    ir al cine, las películas animadas de Disney proveen
    un"sitio comercial de cultura", una plataforma de lanzamiento
    para un interminable número de productos y merchandise que
    incluyen videocasetes, álbumes de la banda sonora, ropa
    infantil, muebles, juguetes, y
    nuevos juegos para los parques temáticos. Por ejemplo, en
    el mercado de los
    videos. La Sirenita y La Bella y la Bestia combinaron ventas por
    más de 34 millones de videocasetes. Además, Aladino
    acumuló "$1 billón de ingresos por
    entradas, ventas de video y chucherías tales como vestidos
    de la Princesa Jazmín y galletitas del Genio." Más
    aún, producido como video juego interactivo, Aladino ha
    vendido más de 3 millones de copias en 1993. Ventas
    similares se esperan del video y del la versión de juego
    interactivo de la película, "El Rey León", que
    engrosaron las arcas en 253.5 millones al 24 de Agosto de 1994.
    Rankeado como una de las películas más ganancias,
    Jessica J. Reiff, una analista de Oppenheimer & Company, dijo
    "la película representará un billón de
    ganancias para Disney en los dos o tres próximos
    años." De manera similar, personajes como Mickey Mouse,
    BlancaNieves, Jazmín, Aladino, y otros prototipos de
    numerosos juguetes, logos, videojuegos
    que llenan los departamentos de venta alrededor
    de todo el mundo. Los parques temáticos, que facturaron
    más de 3.4 billones en 1993, produjeron gran parte de esa
    porción a través de la venta de juguetes basados en
    los personajes de las películas animadas. "El Rey
    León" produjo un billón de dólares en
    ganancias por merchandising
    solo en 1994, por no mencionar aquellas conseguidas de los
    productos derivados. Por jemplo, Disney ha vendido más de
    tres millones de copias de la banda de sonido del "Rey
    León". La cultura del comercialismo es el gran negocio, y
    los juguetes modelados después de las películas dan
    bienes para
    más de 300 Tiendas Disney (Disney Stores) en todo el
    mundo. Como cita un comentador en Newsweek, "El merchandise –
    muñecas de La Sirenita, ropa interior de Aladino, y
    esculturas coleccionables de Bambi- suman más del 20 por
    ciento del los ingresos operativos de Disney".

    Pero el intento de convertir a los niños en
    consumidores y construir la cosificación como el principio
    definidor de la cultura infantil no debe sugerir una vulgaridad
    paralela en su deseo de experimentar estéticamente con
    formas populares de representación. Disney ha mostrado
    enorme inventiva en sus intentos para reconstruir las bases donde
    la cultura popular se define y forma. Por ejemplo, al definir la
    cultura popular como una esfera híbrida que combina
    géneros, formas, y a menudo moviendo las fronteras entre
    la alta y baja cultura, Disney produjo contra la legitimación de una única forma de
    estética y cultura. Cuando Fantasía
    apareció en 1930 provocando la ira de los críticos
    de música,
    que sostenían una visión de elite, vieron como la
    música de la película provenía del canon de
    la alta cultura. Combinando la alta y baja cultura en la forma de
    un dibujo
    animado, Disney abrió nuevos espacios culturales y
    posibilidades para artistas y público por igual. Incluso,
    como sitios de entretenimiento, estas películas
    "funcionan" porque ponen tanto a niños como adultos en
    contacto con la diversión y la aventura. Se presentan como
    lugares para experimentar placer, aún cuando tengamos que
    comprarla.

    El uso brillante de formas estéticas, musicales,
    y la invención de personajes pueden sólo ser
    "leídos" a la luz de más
    amplias concepciones de la realidad y predisposiciones formadas
    por específicos filmes en el interior de más
    amplios sistemas de
    representaciones dominantes acerca de género, roles, raza,
    y agencia que son interminablemente repetidas en el mundo de
    la
    televisión, las películas, y los
    videocasetes.

    Cada uno de los cuatro filmes mencionados cuentan con el
    talento de Howard Ashman y Alan Menken, escritores de canciones,
    cuyos arreglos proveen el toque emocional de las experiencias
    animadas. El número estimulante, "Bajo el Mar" ("Under The
    Sea"), en La Sirenita, y "Be Our Guest", la inspirada secuencia
    musical en La Bella y la Bestia son indicadores
    del talento musical que trabaja en estas películas. La
    fantasía abunda en las películas de Disney que
    producen exóticos y estereotipados villanos,
    héroes, y heroínas. El castillo encantado de la
    Bestia se vuelve mágico cuando los objetos del hogar se
    transforman en tazas danzantes, teteras parlantes, y bailes de
    vajilla. Y así, se atan a la fantasía mágica
    y música iluminada representaciones y temas que imitan los
    repetitivos estereotipos que caracterizan la visión de la
    cultura infantil de Disney. Por ejemplo, mientras Ursula, el
    calamar negro y púrpura en La Sirenita habla llena maldad
    e ironía, la heroína y sirena, Ariel, es la cruza
    típica de adolescente y una modelo del Sur de California.
    Las representaciones de mujeres buenas y malas aparecen como
    modeladas en la oficina editorial
    de la Revista Vogue.
    El monstruo parecido a un lobizón de La Bella y la Bestia
    evoca una rara combinación de terror y gentileza, mientras
    Scar, el suave felino encarna magistralmente un esquema de mal y
    traición. La serie de objetos y animales animados
    en estas películas es de los más elevados
    estándares artísticos, pero no están exentos
    de ideología. Sus personajes están atados a
    narrativas más amplias de libertad,
    ritos de pasaje, intolerancia, elecciones, y la brutalidad del
    chauvinismo masculino. Estos son algunos de los muchos temas
    explorados en los dibujos
    animados de Disney. Pero el encantamiento hace pagar un alto
    precio si sus
    efectos suspenden el juicio al seducir a las audiencias y las
    sumerge en los mensajes ideológicos dominantes que tales
    películas producen indefinidamente. Aunque estos mensajes
    puedan ser leídos a través de una variedad de
    significaciones formadas al interior de diferentes contextos de
    recepción, las suposiciones dominantes que estructuran
    poseen un enorme peso al restringir el número de
    significados culturales que pueden traer, en especial cuando se
    trata de una audiencia mayormente compuesta por niños.
    Esto no debe sugerir que el rol de la crítica al tratar
    sobre las películas animadas de Disney deba tener una
    lectura
    ideológica particular. Por el contrario, el desafío
    es analizar los diversos temas y suposiciones que conforman tanto
    en el interior como en el exterior de formaciones institucionales
    e ideológicas dominantes que intentan constreñir
    sobre cómo deben ser tomados. Esto da lugar a docentes y
    otros a tratar de entender cómo se pueden convertir en
    sitios de contestación, traducción, y cambio en
    función
    de leerlos de forma distinta. Pero hay más en juego que
    reconocer la pluralidad de lecturas que tales películas
    pueden animar; también debe considerarse la necesidad
    política de analizar cómo las lecturas dominantes
    privilegiadas construyen sus significados para generar posiciones
    subjetivas particulares que definen en los niños nociones
    específicas de agencia y sus posibilidades en la
    sociedad.

    Los contextos moldean interpretaciones; pero los
    contextos políticos, económicos e
    ideológicos también producen los textos para ser
    leídos. El focalizarse en estas películas debe ser
    complementado con el análisis de las prácticas
    institucionales y estructuras
    sociales que trabajan para sostenerlas. Este tipo de
    análisis no significa que los trabajadores culturales
    deban subscribirse a una forma de determinismo, donde los textos
    culturales deban ser interpretados con un significado singular,
    sino sugerir las estrategias
    pedagógicas para comprender cómo regímenes
    dominantes de poder trabajan para limitar severamente el rango de
    miradas que los niños puedan dar a las lecturas de las
    películas de Disney. Al hacer visibles las relaciones
    entre poder y conocimiento mientras simultáneamente
    cuestiona lo que se da por sentado, los maestros y
    críticos pueden usar las películas de Disney
    pedagógicamente para que los estudiantes y otros las lean
    en el interior, contra, y fuera de los códigos dominantes
    que les dan forma. Hay aquí un doble movimiento
    pedagógico. Primero, la necesidad de ver estas
    películas en relación con su articulación
    con otros textos dominantes en función de reconocer sus
    similitudes para legitimar ideologías particulares.
    Segundo, la necesidad por parte de los trabajadores culturales
    para usar la tematización de Disney de América y la
    tematización de América de Disney como referencia
    para hacer visible y trastocar los códigos dominantes,
    pero hacerlo en un espacio que invite al diálogo,
    al debate, y a lecturas alternativas. Esto es, un mayor
    desafío pedagógico es evaluar cómo las
    significaciones dominantes que se repiten a lo largo del tiempo
    en estas películas y se refuerzan a través de otros
    textos culturales pueden ser tomados como referentes para
    comprender cómo los niños se definen en tales
    representaciones. La tarea es proveer lectura de los mismos que
    sirvan como referentes pedagógicos para comprenderlos en
    el contexto en que son formados, comprendidos, o puedan ser
    vistos.

    V.

    La construcción de identidad de género
    para las niñas y mujeres representa uno de los temas
    más controversiales en las películas animadas de
    Disney. Tanto en La Sirenita como en El Rey León, los
    personajes femeninos son construidos en el interior de estrechas
    definiciones de roles de género. Todos los personajes
    están subordinados al fin a los personajes masculinos, y
    definen su sentido de poder y deseo en términos casi
    siempre de las narrativas dominantes masculinas. Por ejemplo,
    modelada como una muñeca Barbie casi anoréxica,
    Ariel, la mujer sirena,
    en La Sirenita, aparece al comienzo como una mujer luchando
    contra el control paterno,
    motivada por el deseo de explorar el mundo humano y deseando
    tomar el riesgo para definir el sujeto y objeto de sus deseos.
    Pero al final, la lucha para obtener independencia
    de su padre, Tritón, que la motivaba desaparece cuando
    concreta un pacto diabólico con la bruja marina, Ursula.
    En este pacto, cede su voz para obtener un par de piernas para
    poder seducir al apuesto Príncipe Eric. Mientras los
    niños pueden verse encantados con la rebelión de
    adolescente de Ariel, son fuertemente posicionados para creer al
    fin que el deseo, la elección y el volverse poderoso
    tienen que ver con el atrapar y enamorar un hombre
    atractivo. Bonnie Leadbeater y Gloria Lodato Wilson exploran
    sucintamente el mensaje pedagógico que opera en la
    película con su comentario:

    Los videos del siglo XX presentan chicas adolescentes
    en roles de coraje, pero que al fin se convierten en mujeres
    adultas subordinadas. La Sirenita cumple su deseo de ser parte
    del Nuevo mundo de los hombres, se desprende de sus aletas y no
    va mucho más lejos. Se detiene a explorar el mundo de los
    hombres. Exhibe sus deseos sexuales descubiertos, pero el
    ordenamiento de los roles femeninos no ha cambiado.

    Ariel en esta película se convierte en una
    metáfora para la narrativa tradicional de la ama de casa.
    Cuando Ursula, la bruja marina, le dice que, perder la voz no es
    tan malo porque a los hombres no les gustan las mujeres que
    hablan, el mensaje es más dramático cuando el
    Príncipe intenta darle el beso del verdadero amor, aunque
    ella nunca le habló. En el interior de esta rígida
    y definida narrativa, la feminidad le ofrece la recompensa de
    casarse con el hombre
    indicado y renunciar a su vida bajo el mar, señalando
    así un modelo cultural para el universo de las
    elecciones toma de
    decisiones del las mujeres en la visión del Mundo de
    Disney. Estos roles de género en La Sirenita no
    representan un momento aislado en el universo fílmico de
    Disney; por el contrario, el poder que informa la reproducción de estereotipos negativos
    acerca de las mujeres y la voluntad para vencer de las chicas, en
    parte, a través formas consistentes en que mensajes
    similares circulan y son reproducidos, en grados variados, pero
    en todos las películas.

    Por ejemplo, en Aladino el tema de la agencia y el poder
    está centrado principalmente en el rol del joven tramposo
    callejero, Aladino. Jazmín, la princesa se enamora con el
    simple objeto de su deseo inmediato convirtiéndose en un
    paso social. Su vida está casi completamente definida por
    los hombres, y, al fin, su felicidad es asegurada por Aladino,
    que al fin recibe el permiso para desposarla.

    El tema de género en Disney se vuelve un poco
    más complicado en La Bella y La Bestia. Bella, la
    heroína de la película, es mostrada como una mujer
    independiente atascada en una villa provincial francesa en el
    siglo XVIII. Por estar siempre con su nariz en los libros es
    vista como alguien rara, además es pretendida por
    Gastón, un macho típico de las películas de
    Hollywood de los ochenta. Si bien es cierto que Bella los
    rechaza, al final da su amor a la Bestia, que la mantiene cautiva
    en la esperanza de enamorarla para romper el hechizo maligno que
    padece. Bella no sólo se enamora de Bestia, lo "civiliza"
    instruyéndolo en cómo comer con propiedad,
    controlar su temperamento, y bailar. Bella se convierte en modelo
    de etiqueta y estilo mientras convierte a su narcisista y
    musculoso tirano en un "nuevo" hombre, sensible, atento y
    cariñoso. Algunos críticos han marcado que se trata
    de un film feminista porque rechaza Gastón, el
    varón perfecto. Menos obviamente, La Bella y la Bestia
    también puede ser vista como el rechazo de la hiper
    masculinidad y la lucha entre la macho-sensibilidad de
    Gastón y el reformado Bestia. En esta lectura Bella es
    menos el foco de la película que un accesorio o "mecanismo
    para resolver el dilema de Bestia." Cualquier cualidad subversiva
    que Bella personifica en la película, parecen disolverla
    al focalizarse en humillar la vanidad masculina. Al fin, Bella se
    convierte simplemente en otra mujer cuya vida es valorada por
    resolver los problemas del
    hombre.

    El tema de la subordinación femenina retorna con
    la venganza en el Rey León. Todos los líderes del
    reino son hombres, esto refuerza la idea de que la independencia
    y el liderazgo
    están atados a los títulos patriarcales y la alta
    sociedad. La dependencia que el amado rey león, Mufasa,
    engendra en las mujeres de Pride Rock permanece
    inalterable luego de su muerte cuando
    el malvado Scar asume el control del reino. Carentes de cualquier
    sentido de independencia, o resistencia, las
    felinas hacen lo que el nuevo soberano manda. Dada la
    obsesión de Disney por los valores familiares,
    especialmente como una unidad de consumo, es curioso la ausencia
    de madres en las películas. La Sirenita tiene un padre
    dominante, Jazmín es superado por su buena voluntad, y el
    padre de Bella es un cabeza hueca. Demasiado para madres fuertes
    y mujeres resistentes.

    Jack Zipes, un teórico de los cuentos
    infantiles, señala que las películas animadas
    de Disney celebran un tipo de poder masculino, pero cree
    además que reproducen "un tipo de género
    estereotipad… que tiene un efecto adverso en contraste con lo
    que los padre piensas… Los padres piensan que son esencialmente
    inofensivos, y no lo son." Las películas de Disney son
    vistas por una enorme cantidad de niños tanto en Estados
    Unidos como en todo el mundo. En lo que respecta a la
    cuestión de género, la visión de la agencia
    y toma de poder femenina no es sólo limitada, sino que
    roza lo reaccionario.

    Otro de los temas que aparece en las películas
    animadas de Disney más recientes es el de los estereotipos
    raciales. Pero el legado de racismo no
    comienza con los producidos desde 1989; por el contrario, Disney
    tiene una larga historia asociada con el racismo. Puede
    rastrearse hasta las denigrantes imágenes de gente de
    color en
    películas como Song of the South (Canción del Sur)
    de 1946, y The Jungle Book (El libro de la Selva), de 1967.
    Más aún, las representaciones racistas de los
    nativos Americanos como violentos "pieles rojas" aparecieron en
    Frontierland en la década del 50'. Sumado a esto, en el
    restaurant principal de Frontierland, representando una figura de
    esclavitud de
    la vida real, Aunt Jemima (Tía Jemima), firma
    autógrafos a los
    turistas fuera de su "Pancake House" (Casa de Pancake).
    Eventualmente, los ejecutivos de Disney eliminaron las
    exhibiciones y presentaciones de los nativos Americanos porque
    los "Indios" que conducían las canoas quisieron
    organizarse sindicalmente. Fueron remplazado por osos robot
    bailarines. Las quejas de los grupos de
    derechos civiles finalmente terminaron con el degradante
    espectáculo de Aunt Jemima.

    Actualmente, el ejemplo de estereotipo racial más
    controversial de la máquina publicitaria de Disney
    ocurrió con el lanzamiento de Aladino en 1989, y
    apareció de nuevo en el lanzamiento del Rey León en
    1994, que representa un ejemplo particularmente importante porque
    fue una lanzamiento de alto perfil, ganó dos premios de la
    Academia, y se convirtió en uno de los sucesos más
    grandes de la historia de Disney. Tocada para audiencias masivas
    de niños la canción de apertura de la
    película, "Arabian Nights" ("Noches Árabes"),
    comienza con una descripción de la cultura árabe con
    un tono decididamente racista. La letra de la ofensiva
    canción dice: "Oh I come from a land-From a faraway
    place-Where the caravan camels roam. Where they cut off your
    ear-If they don't like your face. It's barbaric, but hey, it's
    home."
    "Oh Vengo de una tierra- de un muy lejano lugar –
    Donde las caravanas de camellos vagan. Donde te cortan la oreja –
    Si no les gusta tu cara – Es bárbaro, pero oye, es mi
    hogar". En esta caracterización, se magnifican los
    estereotipos populares de identidad y espacio asociados con la
    cultura árabe, continuando con el retrato de los medios a
    partir de la Guerra del Golfo. Tales representaciones racistas
    son reproducidas por personajes grotescos, violentos y crueles.
    Yousef Salem, vocero oficial de la South Bay Islamic Association,
    definió la película de la siguiente
    manera:

    Todos los chicos malos tienen barbas y narices grandes y
    bulbosas, ojos siniestros y acentos pesados, y constantemente
    portan espadas. Aladino no tiene nariz, grande. No usa barba o
    turbante. No tiene acento. Lo simpático en él es
    que le han dado su carácter americano…Tengo una hija que
    dijo sentirse con vergüenza de ser Árabe, y esto es
    por cosas como esta.

    Jack Shaheen, un profesor de
    periodismo de
    la Southern Illinois University of Edwardsville, junto con
    la
    personalidad radial, Casey Kasem, se movilizaron en una
    campaña de relaciones públicas protestando por los
    temas anti-árabes de Aladino. Al principio los ejecutivos
    de Disney ignoraron la protesta, pero ante la creciente
    indignación de la opinión
    pública aceptaron cambiar una línea en la
    película en su versión para video y para su
    difusión mundial; sin embargo no cambiaron las letras en
    su CD popular de
    Aladino. Parece que los ejecutivos de Disney no estaban sin aviso
    de las implicaciones racistas de las letras cuando fueron
    propuestas por primera vez. Howard Ashman, quien escribió
    la principal canción envió un alternativa para la
    letra cuando entregó los versos originales. La letra
    alternativa, "Where it's flat and immense- -And the heat is
    intense" "Que es plana e inmensa- Y el calor es
    intenso" remplazaron eventualmente los versos "Donde te cortan la
    oreja – Si no les gusta tu cara". Cuando se lanzaron los videos y
    las nuevas letras aparecieron, muchos grupos Árabes se
    molestaron porque no fue alterado el verso: "Es bárbaro,
    pero oye, es mi hogar". Más importante es que la mala
    pronunciación de los nombres árabes, el acento, y
    el uso de garabatos sin sentido como en lugar del lenguaje
    árabe escrito no fue quitado.

    El racismo en las películas animadas de Disney no
    sólo aparece en imágenes negativas, sino
    también a través del lenguaje y los acentos. Por
    ejemplo, Aladino muestra a los
    malos con acentos extranjeros pronunciados, mientras
    Jazmín y Aladino hablan el Inglés
    americano standard. Un muestra del racismo que describo es
    provisto por Peter Schneider, presidente de animación de
    Disney, que señala que para Aladino se siguió el
    modelo de Tom Cruise. El lenguaje
    racial es también evidente en el Rey León donde
    todos los miembros de la familia real poseen acentos ingleses,
    mientras Shenzi y Banzai, las despreciables hienas que hablan a
    través de las voces de Whoopi Goldberg y Cheech Marin,
    tienen acentos raciales que toman sin duda los matices del
    discurso de la juventud urbana negra y latina. El uso de
    códigos de lenguaje raciales no es nuevo en las
    películas de Disney y puede ser encontrado en una
    versión de Los tres chanchitos (The Three Little Pigs),
    Canción del Sur (Song of the South), y El Libro de la
    Selva (The Jungle Book). Lo asombroso en estas películas
    es que producen una serie de representaciones y códigos
    donde se les enseña a los niños que las diferencias
    culturales si no soportan la impronta de la etnicidad de media
    clase blanca son desviadas, inferiores, no inteligentes, y un
    reto a vencer. El racismo aparece tanto en la presencia de
    representaciones racistas como en la ausencia de representaciones
    complejas de Afro americanos y otras personas de color. Al mismo
    tiempo, lo blanco es universalizado a través de
    representaciones que privilegian las relaciones sociales, valores
    y prácticas lingüísticas de la clase media
    blanca. Más aún, las interpretaciones de la
    historia, el progreso y cultura Occidental portan un legado
    colonial que parece capturado perfectamente por la noción
    de Edward Said de orientalismo y su dependencia de
    imágenes nuevas de centralidad y narraciones sancionadas.
    Las diferencias culturales en las recientes películas de
    Disney son expresadas a través de una jerarquía
    racial "naturalizada", que es antiética en una sociedad
    democrática. No hay nada inocente que puedan aprender los
    niños en el "mágico mundo" de Disney.

    Otra cuestión común a todas las recientes
    películas animadas de Disney es la celebración de
    relaciones sociales profundamente antidemocráticas. La
    naturaleza y
    el reino animal proveen mecanismos para presentar y legitimar la
    casta, la realeza, y la inequidad estructural como parte del
    orden natural. La presentación aparentemente benigna de
    dramas fílmicos donde el hombre manda, la disciplina
    estricta es impuesta a través de jerarquías
    sociales, y el liderazgo es función de un estatus social
    sugiere un intento deseado para retornar a una sociedad
    estratificada de manera más rígida, según el
    modelo de monarquía Británica de los siglos
    dieciocho y diecinueve. En los filmes animados de Disney, la
    naturaleza brinda una metáfora donde "la armonía es
    comprada al precio de la dominación…ninguna autoridad o
    poder son ajenos a los mecanismos del orden natural." Para los
    niños, el mensaje ofrecido por estas películas
    sugiere que los problemas
    sociales teles como la historia del racismo, el genocidio de
    nativos americanos, la primacía del sexismo, y la crisis
    de la democracia
    pasan simplemente por leyes de la
    naturaleza.

     

    VI.

    Dado el alcance corporativo, la influencia cultural, y
    el poder político que Disney ejerce sobre los
    múltiples niveles de la cultura infantil, sus
    películas no deben ser ignoradas o censuradas por aquellos
    que desestiman las ideologías conservadoras que producen y
    circulan. Creo que hay un número de temas para ser tomados
    considerando la falsa sensibilidad de la pedagogía y política de Disney para
    formar la costumbre de la cultura infantil. En lo que sigue,
    quiero proveer de forma esquemática algunas sugerencias
    atendiendo cómo los trabajadores culturales, los
    educadores, y los padres pueden comprometerse críticamente
    con la influencia de Disney en formar "el ambiente
    simbólico en que los niños nacen y donde pasamos
    todos nuestras vidas."

    Primero, es crucial tomar seriamente el reino donde
    Disney enseña valores y vende bienes como un sitio de
    aprendizaje y contestación, especialmente para los
    niños. Esto significa, en último término,
    que aquellos textos culturales que dominan la cultura de los
    niños, incluyendo las películas animadas de Disney,
    deben ser incorporados en las escuelas como objetos serios de
    conocimiento social y análisis crítico. Esto
    traería consigo una reconsideración de qué
    cuenta como conocimiento realmente útil en las escuelas
    públicas y ofrecerá un nuevo registro
    teorético para tomar nota de cómo los medios de
    comunicación populares apuntan a formar la cultura
    infantil y de cómo están implicados en relaciones
    de poder / conocimiento.

    Segundo, los padres, los grupos de las comunidades,
    educadores, y otros interesados deben atender los mensaje
    múltiples y diversos en las películas de Disney en
    orden de criticarlas cuando es necesario y, más
    importantemente, reclamarlas para fines más productivos.
    Como mínimo, debemos ocuparnos en los procesos a
    través de los cuales los significados son producidos en
    estos filmes y cómo trabajan para asegurar formas
    particulares de autoridad y relaciones sociales.
    Pedagógicamente debe considerarse el tema de prestar
    "atención de cerca de las maneras en que (tales
    películas) invitan (o incluso tratar de prevenir)
    significados y placeres particulares". De hecho, las
    películas de Disney parecen asignar roles rígidos a
    las mujeres y gente de color. De manera similar, generalmente
    producen una visión estrecha de valores familiares unidos
    con una visión nostálgica y conservadora de la
    historia que debe ser desafiada y transformada. Los educadores
    necesitan tomar seriamente los intentos de formar la memoria
    colectiva, particularmente cuando tales intentos están
    definidos descaradamente por uno de los "imaginadores" de
    Disneilandia en los siguientes términos: "Lo que creamos
    es una especie de "realismo de
    Disney", una especie de Utopía en la naturaleza, donde
    programamos cuidadosamente dejar fuera todos los elementos
    negativos, no queridos, y programamos elementos positivos." No es
    necesario decir, que la interpretación de Disney del
    espectáculo y el entretenimiento, se expresa en
    Frontierland, Main Street USA, o en sus interminables
    producciones de video y películas, no representan
    meramente una visión de la historia nostálgica,
    limpia y editada, libre de pobreza, diferencias de clase y de
    decaimiento urbano. La escritura de
    la memoria
    pública de Disney, construye agresivamente una
    noción monolítica de identidad nacional que trata
    de a los grupos subordinados como exóticos o irrelevantes
    en la historia de América mientras simultáneamente
    vende a las diferencias culturales en el interior de "historias
    donde las corporaciones pueden convivir". Su versión de la
    historia de los Estados Unidos no tampoco inocente y no puede ser
    desestimada como simple entretenimiento.

    Las visión de las películas de Disney
    desnuda al pasado, el presente y el futuro de sus diversas
    narrativas y sus posibilidades múltiples. Pero es
    precisamente tal interpretación la que necesita ser
    revelada como un "escenario de poder" cultural
    históricamente específico y políticamente
    construido. Mostrando y revelando la naturaleza ideológica
    del mundo infantil de las películas de Disney se abren
    más oportunidades para los educadores y trabajadores
    culturales para intervenir en el interior de tales textos para
    darles un sentido diferente. Rustom Bharacuha acierta al afirmar
    que "el consumo de… imágenes…puede ser subvertido a
    través del uso particular donde estamos obligados a pensar
    a través de imágenes antes que responderles con
    degustación alucinatoria." Para los educadores y
    trabajadores culturales una interpretación al llamado a
    pensar a "través de imágenes" es demostrar
    pedagógicamente y políticamente que la historia y
    su interpretación de la identidad nacional tiene que ser
    enfrentada y generar compromiso, aún cuando las
    imágenes desfilen como películas de entretenimiento
    inocentes para niños. Las imágenes que dominan la
    producción de Disney de la cultura infantil con su
    afirmación de la memoria pública debe ser desafiada
    y rescrita, "movilizada de maneras diversa", y leída de
    manera diferente como parte de la toma de poder
    democrático. Temas como la construcción de
    género, raza, clase, casta, y otros aspectos de la
    identidad propia y colectiva son principios
    definidores de las películas para niños de Disney.
    Es en estas historias animadas que los niños son a menudo
    posicionados pedagógicamente para aprender que posiciones
    subjetivas son abiertas para ellos como ciudadanos y cuales no.
    Entonces, la lucha por la cultura infantil debe ser vista en
    parte como la lucha sobre los discursos
    emparentados con la ciudadanía, la identidad nacional, y la
    democracia misma.

    Tercero, si las películas de Disney deben ser
    vistas como lugares de reclamación e imaginación en
    lugar de narrativas de fantasía y evasión, se
    afirma antes que negarse la larga relación entre
    pedagogía y entretenimiento, los trabajadores culturales y
    los educadores necesitan insertar lo político y lo
    pedagógico en el discurso del entretenimiento. En parte,
    esto apunta a analizar cómo el entretenimiento puede
    tomarse como tema para el compromiso intelectual antes que como
    una serie de lugares y sonidos que nos inundan. Esto sugiere un
    aproximamiento pedagógico a la cultura popular que
    señale como las políticas populares trabajan para
    movilizar el deseo, estimulan la imaginación, y producen
    formas de identificación que pueden convertirse en objetos
    de dialogo e
    investigación crítica. En un nivel, esto requiere
    de tomar en cuenta las posibilidades de lugares de utopía
    en donde los niños encuentran representaciones de sus
    esperanzas y sueños. El valor
    pedagógico de tal aproximación es que alerta a los
    trabajadores culturales a tomar las necesidades, deseos,
    lenguaje, y experiencia de los niños seriamente. Pero esto
    no significa afirmar meramente la necesidad de dar relevancia en
    el curriculum
    tanto como significa reconocer la importancia pedagógica
    de lo que los niños traen consigo a las aulas o a
    cualquier otro sitio de aprendizaje como algo crucial para
    descentrar el poder en la clase y expandir las posibilidades para
    múltiples literaturas y agencias como parte del proceso de
    aprendizaje.

    Es imperativo que los padres, educadores y trabajadores
    culturales presten atención a cómo estas
    películas y medios visuales de Disney son usados y
    entendidos de manera diferente por los diversos grupos de
    niños. Esto no sólo provee la oportunidad a los
    padres y otros para hablar con los niños acerca de la
    cultura popular, crea además la base para una mejor
    comprensión de cómo la gente joven se identifica
    con estas películas, qué temas necesitan anotarse,
    y cómo tales discusiones abren un lenguaje de placer y
    criticismo antes que simplemente dejarlas fuera. Esto sugiere que
    desarrollemos nuevas formas de comprender críticamente y
    leamos las producciones electrónicas de medios visuales.
    Enseñar y aprender la cultura del libro no es más
    "engancharnos" con el significado de estar alfabetizado. Los
    chicos aprenden de su exposición
    a formas de cultura popular, y dan un Nuevo registro cultural
    para lo que significa la alfabetización. Los educadores y
    trabajadores culturales no deben estar solo atentos a las
    producciones de formas de arte popular en
    las escuelas. En un nivel esto sugiere una cultura popular
    enraizada en prácticas culturales que utilizan el
    conocimiento y experiencia de los estudiantes a través de
    su uso de formas populares de cultura. El punto aquí es
    que los estudiantes no analicen solo las representaciones de
    cultura popular, medios
    electrónicos, deben también ser capaces de
    poseer las habilidades y tecnologías para producirlas.
    Puesto de otra manera, los estudiantes deben obtener experiencia
    en hacer películas, videos, música y otras formas
    de producciones culturales. Esto es, dar a los estudiantes
    más poder sobre las condiciones de producción de
    conocimiento. Pero la pedagogía cultural envuelve
    también la lucha para más recursos para las
    escuelas y otros sitios de aprendizaje. Proveer las condiciones
    para los estudiantes y otros para convertirse en los sujetos y no
    simplemente en los objetos de trabajo pedagógico al
    imponer su rol como productores culturales es un hecho crucial si
    los estudiantes van a atender su rol a los trabajos de poder,
    solidaridad, y la
    diferencia como parte de un proyecto más comprensivo de
    toma de poder democrático.

    Cuarto, el alcance a todas las esferas
    económicas, el consumo, y la cultura sugiere que
    analizamos a Disney en el interior de un amplio y complejo rango
    de relaciones de poder. Eric Smoodin afirma correctamente que el
    público americano necesita "obtener un nuevo sentido de la
    importancia de Disney, porque la manera de su trabajo en las
    películas y televisión se conecta con otros
    proyectos de
    planeamiento
    urbano, políticas ecológicas, mercadeo de
    productos, formación política doméstica y
    global de los Estados Unidos, innovación
    tecnológica, y construcción del carácter
    nacional". Esto sugiere tomar nuevos análisis de Disney
    que conecten antes que separar las variadas formaciones sociales
    y culturales en que la compañía participa
    activamente. Claramente, tal práctica dialéctica no
    solo provee una comprensión teórica certera del
    alcance e influencia del poder de Disney, contribuye
    también a formas de análisis que rompen la
    noción de que Disney trata principalmente la
    pedagogía del entretenimiento.

    Cuestiones de propiedad, control, y posibilidad de
    participación pública en la toma de decisiones
    acerca de cómo los recursos culturales son usados, en
    qué medida, y para qué, deben convertirse en un
    tema central al observar el mundo de Disney y otros conglomerados
    corporativos que forman las políticas culturales. En
    parte, los maestros, estudiantes, y trabajadores culturales,
    deben situar el control, la producción y
    distribución de tales películas como parte de
    mayores circuitos de
    poder que permitan a los ciudadanos preocupados tomar a Disney,
    Inc. como parte de una estrategia
    cultural e iniciativas de políticas públicas
    más amplias. Esta forma de análisis
    combinará la investigación acerca de Disney que
    marque cómo producto de
    tal trabajo académico y comunitario puede producir
    conocimiento y estrategias para notar cómo el tema de
    poder cultural y la formación de la cultura infantil,
    puede ser tomada como materia de
    políticas públicas.

    La disponibilidad, influencia, y poder cultural de las
    películas para niños de Disney señala que
    han logrado un discurso político más amplio
    respecto a quienes hacen políticas culturales. Temas
    respecto a cómo y qué pueden aprender pueden
    dirigirse a través de debates públicos más
    amplios acerca de cómo los recursos culturales y
    económicos pueden ser distribuidos y controlados para
    asegurar que los niños reciben una variedad de
    alternativas narrativas, de historias, y representaciones acerca
    ellos y la sociedad en su totalidad. Cuando el tema de la cultura
    infantil se trata en las escuelas, se asume como lugar
    común, que es un tema de intervención y
    política pública, pero cuando se trata en la esfera
    pública comercial el discurso de la intervención
    pública se pierde en los apelativos abstractos a los
    imperativos del mercado y discurso libre. La libertad de
    expresión es solo buena como el marco
    democrático que hace posible extender sus beneficios a un
    rango más amplio de individuos, grupos, y esferas
    públicas.

    Considerar a Disney como parte de la esfera de medios
    que necesita ser democratizada y hacerse responsable por las
    maneras en que su vende poder y fabrica identidades sociales
    necesita tomarse como parte de un discurso de análisis
    pedagógico y e intervención de políticas
    públicas. Este tipo de análisis e
    intervención es perfectamente apropiado para los estudios
    culturales, que pueden emplear un aproximamiento para tomarlo
    para sí, que haga lo popular objeto de análisis
    serios, lo pedagógico un principio definidor de tal tarea
    e inserte lo político en el centro de este
    proyecto.

    Esto sugiere que los trabajadores culturales necesitan
    retomar las variadas interrelaciones que definen tanto
    políticas de representaciones y el discurso de economía
    política como nueva forma que rechace la
    división cultural/material. El resultado será una
    comprensión renovada de cómo sus modalidades se dan
    forma mutuamente en el interior de diferentes contextos y a
    través de las fronteras nacionales. Es particularmente
    importante para los trabajadores culturales entender cómo
    trabajan las películas de Disney en el interior de una
    red más
    amplia de producción y distribución como
    máquina de enseñanza en el interior y a
    través de diferentes culturas públicas y
    formaciones sociales. En el interior de este tipo de discurso,
    los mensajes, formas de inversión emocional, e ideologías
    producidas por Disney pueden ser rastreados a través los
    varios circuitos de poder que tanto legitiman e insertan "la
    cultura del Reino Mágico" en las múltiples esferas
    públicas. Más aún, tales películas
    necesitan ser analizadas no sólo por lo que dicen, sino
    también por cómo son usadas u tomadas por las
    audiencias adultas y grupos de niños en el interior de los
    diversos contextos nacionales e internacionales, Esto es, los
    trabajadores culturales necesitan estudiar estos filmes
    intertextualmente y desde una perspectiva transnacional. Disney
    no representa un monolito cultural ignorante de los diferentes
    contextos; por el contrario, su poder reside en parte en su
    habilidad de anotar los diferentes contextos y de la posibilidad
    de ser leídos de manera diferente por formaciones y
    audiencias transnacionales. Engendra Disney lo que Inderpal Grewa
    y Caren Kaplan han llamado "hegemonías dispersas". Es
    precisamente notando cómo estas hegemonías operan
    en espacios particulares de poder, locaciones específicas,
    locaciones transnacionales diferenciadas que podremos entender
    más la agenda específica y política que
    trabaja en Disney, construida para y leída por audiencias
    diversas.

    Creo que dado el poder e influencia del Disney es tan
    penetrante en la sociedad americana, los padres, educadores y
    otros necesitan encontrar formas de hacer a Disney responsable
    por su producción. La reciente derrota del propuesto
    parque temático de 3000 acres en Virginia sugiere que
    Disney puede ser desafiado y responsabilizado por la llamada
    "Disneyficación" de la cultura Americana. En este caso,
    una coalición de notables historiadores, activistas
    comunitarios, educadores, y trabajadores culturales se
    movilizaron contra los que apoyaban este proyecto, escribieron
    artículos contra la trivialización de la historia y
    sus implicancias para el parque, y en general, movilizaron a la
    opinión pública lo necesario para generar una
    cantidad enorme de críticas adversas para el proyecto de
    Disney. En este caso, lo que fue visto inicialmente como un mero
    proyecto para traer una versión de Disney de
    diversión y entretenimiento para santificar la guerra
    civil en la histórica Virginia fue traducido y
    popularizado por grupos de oposición como tema de lucha
    cultural y políticas públicas. Y Disney
    perdió.

    Lo que la Guerra civil cultural de Virginia sugiere es
    que mientras es indisputable que Disney provee tanto a
    niños como adultos el placer de ser entretenidos, su
    responsabilidad pública no termina ahí. Antes que
    ser vista como una esfera pública comercial que
    inocentemente distribuye placer a la gente joven, el imperio
    Disney debe ser visto como una empresa de
    hacer pedagogía y políticas activamente
    comprometida en el paisaje de identidad nacional y la
    "escolarización" de nuestros chicos. Esto no es para
    sugerir que hay algo siniestro detrás de lo que Disney
    sino para señalar que es necesario tomar en cuenta el uso
    de fantasía, deseo, e inocencia en afirmar intereses
    ideológicos particulares, legitimando relaciones sociales
    específicas, y dando a la memoria pública un
    sentido diferente. Necesita ser responsabilizada además en
    términos políticos y éticos. Y si tal
    responsabilidad es para ser impresa sobre el "reino
    mágico" entonces los padres, los trabajadores culturales y
    otros tendrán que desafiar y desbaratar tanto el poder
    institucional y las imágenes, representaciones, y valores
    ofrecidos por la máquina de enseñanza de Disney.
    Las pruebas son
    muy evidentes para ignorar tal desafío y lucha, incluso si
    significa leer las películas animadas de Disney
    críticamente.

     

    Henry Giroux/
    Translated by: Pablo Aiello

    henry.giroux[arroba]gmail.com

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