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Marketing en Cuba: un estudio necesario



Partes: 1, 2, 3

    1. Introducción
      Obligada
    2. Mercado y Marketing en el
      Socialismo
    3. Marketing: ¿Moda o
      Necesidad?
    4. Marketing y Competitividad:
      ¿Relación o
      Contradicción?
    5. ¿Un
      Marketing Especial para los Servicios?
    6. Un
      Marketing Social: Un Marketing con Causa
    7. Marketing o Ventas:
      He ahí el Dilema
    8. Necesidad
      del Marketing en Cuba
    9. De tal
      Nombre, tal Posicionamiento
    10. Cliente:
      ¿punto de partida o destino?
    11. Las Ferias
      Comerciales: Un Instrumento de Marketing no siempre
      aprovechado
    12. Marketing
      en Cuba: Dónde nos encontramos
    13. Consideraciones
      Finales
    14. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN
    OBLIGADA

    El marketing
    genera las pasiones mas controvertidas, desde un rechazo total
    hasta una aceptación adicta y sin matices, desde
    considerarlo el milagro que todo soluciona hasta concebirlo como
    una enajenación del capitalismo.

    Como reza en el argot popular, todos los extremos son
    malos y en general es prueba de no haberse adentrado en la
    esencia de qué entender por marketing. Muchos pueden ser
    los puntos de vista, tantos como autores existen sobre el tema,
    sin embargo si hay algo en lo que todos coinciden es que el
    marketing tiene como centro al cliente.

    Partiendo de esa base entonces es posible discutir si se
    considera como la "ciencia del
    intercambio" o si se le analiza como "relaciones con el cliente"
    o "intimidad con el cliente", lo cierto es que el
    propósito de todas estas conceptualizaciones apuntan hacia
    que las organizaciones
    trabajen por fidelizar al cliente mediante la satisfacción
    del mismo a través del producto o
    servicio que
    se brinda, solo que unas u otras teorías
    refuerzan un aspecto en detrimento de otro.

    Sin embargo fidelizar al cliente es ante todo un enfoque
    estratégico, que integra a toda la
    organización en un "saber hacer" que sea la cultura
    predominante, por lo que marketing es, ante todo, una
    filosofía empresarial y en función de
    ello se aplican las herramientas
    prácticas del mismo que ayudan al análisis para la toma de
    decisiones.

    Hechas estas consideraciones generales, pero necesarias
    para comprender la esencia de esta monografía que ponemos en sus manos, es
    indispensable pasar a explicar lo que ha motivado a este
    colectivo de autores a escribirla.

    Cuba es un país socialista que ha utilizado el
    marketing, en alguna medida, en su comercio
    exterior, pero no de forma generalizada, ya que por
    más de 40 años gozó de un comercio
    pactado con la ex Unión Soviética y otros
    países socialistas. Es solo a partir de la década
    de los 90 del pasado siglo, con la caída del campo
    socialista, que la utilización del marketing comienza a
    ser una necesidad para introducirse y seducir mercados
    externos. Al mismo tiempo se
    manifiesta un cambio en el
    mercado cubano al
    modificarse el monopolio de
    propiedad
    estatal por la entrada de capital
    extranjero y el trabajo por
    cuenta propia, que establecen pautas de comportamiento
    empresarial que el resto de la economía está
    precisada a asumir.

    Todo lo nuevo tiene adeptos y detractores, como se
    apuntó al inicio, existen conocedores del tema y legos en
    la materia, lo
    que en su conjunto provoca posiciones encontradas entre quienes
    lo mistifican y quienes no entienden su función y lo
    consideran ajeno a un modelo
    socialista, entre quienes asumen la bibliografía de marketing
    acríticamente, como un dogma y quienes no abren ni un
    libro por
    considerarlo casi una herejía a la pureza de la economía
    socialista.

    Es por ello que se ha considerado necesario iniciar este
    trabajo por la
    evaluación de la aplicabilidad del
    marketing, bajo un enfoque marxista, en las condiciones del
    socialismo. No
    es menos cierto que el punto de origen para tratar esta arista,
    es preguntarse si existe mercado en el socialismo y en el
    epígrafe "Mercado y Marketing en el Socialismo", se
    realiza un análisis crítico de las consideraciones
    que sobre mercado ofrece el autor J.J. Lambin, para
    posteriormente considerar la posible utilización del
    marketing en la economía socialista.

    Transitado el primer estadío teórico del
    marketing en las condiciones del Socialismo, consideramos
    indispensable dirigir la discusión a la
    conceptualización del Marketing, que permita aclarar
    nuestras posiciones respecto a cómo lo concebimos. Nos
    sentimos obligados a ello debido a la existencia de una vasta
    bibliografía sobre el tema, que proviniendo de
    países con contextos de desarrollo
    socio-económicos diferentes al nuestro, pueden confundir y
    asumirse los más recientes desarrollos del marketing, sin
    haber comprendido cabalmente las bases en que se
    sustentan.

    El epígrafe de Marketing: moda o necesidad,
    incursiona en la importancia del marketing en la sociedad
    contemporánea, donde es indispensable dejar de pensar
    endógenamente, para valorar las organizaciones por su
    eficacia y el
    cumplimiento de sus objetivos con
    los clientes y por
    tanto con la sociedad.

    Nos lleva de la mano por las diversas etapas recorridas
    por el marketing y su papel en la rentabilidad
    de las empresas, lo que
    nos permite introducirnos en la relación entre el
    marketing y la competitividad, que trata de establecer el
    vínculo entre ambos conceptos y polemiza alrededor de la
    forma de análisis de la competitividad, mediante el
    marketing, más conveniente para nuestras organizaciones en
    Latinoamérica.

    Sin embargo todo lo anterior deja de tener valor si la
    organización no centra su atención en el cliente y que ésta
    debe ser, más que una tarea del departamento de marketing,
    la pieza clave de la cultura
    organizacional, que integre y le imprima dinámica a toda la organización en
    su conjunto. El cliente debe ser el corazón
    estratégico que rija las actividades de la
    organización y satisfacer sus necesidades y deseos la
    tarea que garantizará la ventaja competitiva.

    Posteriormente se enfoca por qué es necesario un
    marketing especial para los servicios,
    debido a las características intrínsecas del mismo
    y el peso que van teniendo los servicios en las economías
    modernas, y también se enfatiza en la diferencia entre
    marketing social y marketing con responsabilidad
    social.

    El análisis de los diferentes temas hasta
    aquí abordados, le entregan al lector, de una forma amena
    y rigurosa las consideraciones más generales y
    conceptuales sobre el marketing, de importancia insoslayable para
    quienes deseen poner en práctica programas de
    marketing en sus organizaciones y por ello no puede obviarse el
    análisis de que es lo urgente e importante entre marketing
    y ventas.

    Finalmente no estaría completo un abordaje del
    tema, si no se analiza la necesidad del marketing en Cuba,
    país socialista y subdesarrollado, así como se toma
    en consideración el análisis de la práctica
    cubana sobre marketing. El trabajo que por más de 20
    años han realizado los autores en la docencia a
    directivos empresariales, así como la realización
    de consultorías a empresas en diversos sectores, avalan
    los criterios y análisis que se vierten.

    Tanto el estudio sobre los nombres comerciales de
    algunas organizaciones cubanas, el análisis
    de varias misiones de empresas, en específico la
    orientación que las mismas expresan y lo especifico de la
    práctica sobre la promoción
    de ventas mediante ferias que a veces se muestra en el
    mercado cubano, son algunos de los temas que se analizan,
    exponiéndose a modo de diagnóstico sobre la práctica de
    marketing en Cuba el último epígrafe.

    Si bien estos estudios finales, ni por su
    extensión, ni por los temas que tratan, agotan toda la
    problemática existente en el país respecto al
    marketing, sí son una expresión de algunas
    situaciones neurálgicas que deberán solucionarse si
    es que deseamos que nuestros productos y
    servicios alcancen la competitividad necesaria en el mercado
    nacional e internacional.

    Nos interesa que todos aquellos que lean esta monografía
    disfruten del tema, pero que también nos manifiesten sus
    opiniones y criterios, como parte de la polémica
    científico-práctica que nos enriquece a
    todos.

    Mercado y marketing en el Socialismo

    El hombre juega
    un doble papel en el contexto económico de un país:
    es productor y a la vez consumidor. Con
    su participación en el proceso de
    producción, adquiere los recursos
    necesarios para su reproducción simple y ampliada, manifiestos
    en los ingresos que
    percibe por dicha participación; y como consumidor,
    participa en el acto de intercambio a fin de adquirir los
    bienes y
    servicios necesarios para su reproducción a través
    del consumo.

    El consumo reviste una dimensión colectiva, toda
    vez que "…se compone de una gran cantidad de actos
    individuales planteados y repetidos por una gran cantidad de
    individuos"(Bourgoigne, 1994, 26)

    "Un estudio planteado en términos de consumo no
    puede de ninguna manera autonomizar su objeto (…); una
    problemática de consumo debe constituir también, y
    ante todo, una problemática de la producción y de
    las relaciones de producción" (Bourgoigne, et al. 22)
    características de un modo de producción
    determinado.

    En este sentido Thierry Bourgoigne añade que
    "… producción, distribución, intercambio y consumo
    aparecen como los elementos de una totalidad orgánica
    cuyas estructuras y
    modo de funcionamiento vienen determinados por la
    producción, polo fundamental del ciclo" (Bourgoigne, et
    al. 22).

    El consumo lo determina, en última instancia, la
    producción, momento que inicia el ciclo económico y
    en el que se crean los bienes y servicios que el consumidor
    adquirirá para satisfacer sus necesidades. La
    producción es determinante en dicho ciclo,
    independientemente de la forma en que la misma haya sido
    diseñada, o sea, que el papel hegemónico de la
    producción en el ciclo económico no depende de si
    los productores han tenido en cuenta al crearla, las reales
    necesidades de los consumidores o han tratado de imponer aquellos
    tipos de productos que supuestamente mejor se avienen a la
    consecución de sus fines de rentabilización de la
    actividad de su empresa.

    Pero si bien, mediante el consumo es que el hombre
    juega el segundo de sus roles sociales, es en el acto de
    intercambio, tercer momento del ciclo económico, donde se
    realiza el enfrentamiento del comprador-luego consumidor, con los
    vendedores.

    En "El Capital", Karl Marx,
    declara que:"Todas las mercancías son no-valores de uso
    para sus poseedores, valores de uso para sus no-poseedores.

    Por eso tienen que cambiar de dueño. Pero este cambio de
    dueños constituye su intercambio, y su intercambio las
    relaciona recíprocamente como valores y las realiza en
    cuanto tales. Las mercancías tienen primero que realizarse
    como valores antes que puedan realizarse como valores de uso"
    (Marx, 1975,
    105)

    El intercambio es "… el acto de obtener un producto
    deseado de otra persona,
    ofreciéndole algo a cambio" (Kotler, 1994, 6). El
    adquirente, cuando compra la mercancía conoce su valor,
    pero, mientras no lo pruebe, use, etc. (o lo que es lo mismo, lo
    consuma), desconoce el valor de uso real de dicho producto. En
    anteriores ocasiones pudo haber adquirido productos similares a
    este, pero corre el riesgo de que el
    actual no contenga los atributos que él espera encontrar.
    He aquí la simiente del desbalance que existe en el
    proceso de intercambio: el vendedor sabe lo que vende, pero el
    comprador no sabe exactamente lo que compra.

    Con esto no se afirma necesariamente que el consumidor
    es engañado durante la ejecución del acto de
    intercambio, sino que en este momento a él le resulta
    imposible corroborar la justeza de su intercambio, para
    comprobarla debe irremediablemente pasar por el acto de consumo,
    independientemente de todos los apelativos a que acuda el
    vendedor para demostrarle que su producto contiene todos los
    atributos que él necesita para satisfacer su
    necesidad.

    Pero si bien el consumidor se enfrenta al vendedor
    durante el acto de intercambio, es solo en la fase final del
    ciclo económico, el consumo, cuando se puede percatar en
    realidad de la validez de su participación en dicho
    proceso de intercambio.

    El intercambio presupone dos elementos condicionantes a
    saber: que existan al menos dos partes y que éstas posean
    algo que tenga valor de cambio para la otra.

    En "El Capital", Karl Marx establece que la
    mercancía -el objeto que los hombres llevan al
    intercambio- posee un doble valor: valor de uso y valor, el
    primero, la hace necesaria a los ojos del no poseedor y el
    segundo, la hace intercambiable. Las personas participan
    voluntariamente en este acto en busca de algo que necesitan y a
    cambio, aportan a su contraparte, algo a lo que pueden renunciar
    y que la otra parte necesita.

    La teoría
    marxista explica como el hombre, en la medida en que la sociedad
    se desarrolla, participa en múltiples actos de intercambio
    para obtener los productos necesarios para su bienestar, dando a
    cambio algo de valor, que el propio desarrollo del acto de
    intercambio, al socializarse, transforma y simplifica, creando un
    equivalente general del resto de las mercancías –el dinero,
    útil a su vez para que el otro participante pueda adquirir
    otros bienes y medios. "La
    repetición constante del intercambio hace de él un
    proceso social regular". (Marx, et al, 106).

    El intercambio – según J.J. Lambin –
    crea las condiciones para el funcionamiento de los mecanismos que
    equilibran la oferta y la
    demanda.
    Lambin retoma en su libro "Marketing Estratégico" la
    conceptualización de Adam Smith al
    respecto: "…el bienestar social no depende en definitiva de las
    intenciones altruistas, sino que resulta más de la
    conjunción, por el intercambio voluntario y competitivo,
    de los móviles, interesados de productores y consumidores"
    (Lambin, et al, 2).

    J. J. Lambin. et al (1991) explica el desarrollo del
    intercambio, basando sus criterios en el principio de Adam Smith
    de la persecución del interés
    personal, y
    enfatiza que ésta es una tendencia indefectible en la
    mayoría de los seres humanos.

    Considera que, aunque pudiera existir algún tipo
    de lamento en el plano moral por esta
    realidad, la misma es un hecho inevitable. Añade que en
    estas circunstancias, Adam Smith sugiere dejar a las personas ser
    lo que son, pero desarrollar un sistema que
    procure que los individuos egocéntricos contribuyan, sin
    querer, al bien común. Este sistema es el del intercambio
    competitivo y voluntario dirigido por la "mano invisible", la de
    la persecución egoísta de intereses personales que
    sirven a fin de cuentas el
    interés general. Sin embargo Samuelson y Nordhaus afirman
    que: "…Sabemos que el mercado a veces nos abandona, que
    existen "fallos del mercado" (Samuelson & Nordhaus, 1991,
    55). Esta apreciación es un reconocimiento tácito
    de que el mecanismo de la "mano invisible" resulta insuficiente
    para el logro de los objetivos que se trace una sociedad en
    materia de conducción económica.

    J.J. Lambin et. al. (1991) considera que experiencias
    sociales diferentes de los presupuestos
    de Adam Smith, han fracasado en la economía moderna. Se
    refiere a aquellas sociedades en
    que el Estado
    interviene en la actividad económica del país a fin
    de encontrar vías más efectivas y de apoyo al
    mercado para garantizar una distribución de la riqueza
    social más equitativa y un proceso de intercambio que no
    se vaya, en definitiva, del lado de los que se apropian de la
    mayor porción en el proceso de distribución de la
    riqueza social.

    Pero a pesar de las consideraciones de los detractores
    de la injerencia estatal en la economía, J.J. Lambin. et
    al (1991) entre ellos, existen múltiples ejemplos
    satisfactorios, no solo en los países socialistas, sino
    países capitalistas que desarrollan modelos
    socialdemócratas, que logran una distribución menos
    polarizada de la riqueza social, corroborando así lo
    positivo de esta injerencia en la regulación de la
    actividad económica de la sociedad; que no significa que
    se desconozca la necesidad y papel de las leyes del mercado
    en la realización de procesos de
    intercambio más eficaces para las partes y la propia
    sociedad, sino fórmulas que plantean la búsqueda
    del equilibrio y
    la coordinación entre ambos polos de
    conducción social.

    La década de los 90 ha sido testigo de como
    economías socialistas como las de Vietnam, China y Cuba
    han incorporado al proceso de planificación centralizada, fórmulas
    de economía de mercado que han posibilitado acelerar los
    procesos de transformación de la empresa
    socialista hacia derroteros más competitivos.

    En el caso de Cuba, la Resolución
    Económica del V Congreso del Partido Comunista de Cuba
    reconoce la importancia del mercado para el desenvolvimiento
    eficiente de la economía empresarial, de ahí que en
    la misma se oriente la incorporación de estudios de
    mercado al proceso de evaluación de la factibilidad
    inversionista a fin de que los esfuerzos que en este sentido se
    lleven a cabo, cuenten con el nivel de demanda suficiente para su
    buen desempeño.

    Y más recientemente, en los documentos que
    rigen el Proceso de Perfeccionamiento Empresarial se apunta que
    las empresas que se incorporen a éste, deberán,
    entre otros elementos, considerar la existencia de un mercado
    para sus producciones, corroborándose que, no obstante la
    conducción planificada de la economía, los recursos
    empresariales tendrán que ser aplicados en aquellas
    producciones y servicios que cuenten con un mercado
    suficientemente grande y seguro para su
    realización ( Silva, 1999, mayo 29), en aras de asegurar
    la efectividad en la aplicación de los
    recursos.

    La economía de mercado se sostiene sobre cuatro
    ideas centrales, de las cuales se realizan diversos comentarios
    críticos, a partir del criterio de su validez en la
    economía socialista, para llegar a la conclusión de
    que los presupuestos que J. J. Lambin propone en su obra citada,
    no se ajustan a la realidad que se vive bajo el
    Socialismo:

    El primer elemento de la economía de
    mercado es: "Lo que los individuos buscan son experiencias
    gratificantes para ellos;
    es la persecución de un
    interés personal lo que incita a los individuos a producir
    y a trabajar. Esta búsqueda es el motor del
    crecimiento, del desarrollo individual y, en definitiva,
    determina el bienestar general"(Lambin, et al, 3).

    Este planteamiento absolutiza que el individualismo es
    la única vía de progreso que tiene la sociedad. No
    es menos cierto que el interés individual puede conducir a
    que los hombres se movilicen en la búsqueda de
    desempeños productivos superiores; pero estos intereses
    individuales pueden perfectamente conciliarse y sobre todo,
    subordinarse a los intereses de un grupo,
    y; como es manifiesto
    en el Socialismo, a los intereses de toda la sociedad.

    Es sabido que en el Socialismo persiste el aislamiento
    relativo entre productores y por tanto, la vigencia de las
    relaciones monetario mercantiles en éste es un hecho, pero
    por encima de todo, las directrices y objetivos sociales de largo
    alcance hacen que la sociedad, su economía.

    J.J. Lambin. et al (1991) considera que el bienestar
    social se logra como la suma de los alcances de los intereses
    individuales. En nuestro juicio, puede suceder un proceso
    diferente: los objetivos sociales compulsan a la mejora de los
    satisfactores individuales; los individuos no siempre acuden al
    mercado a satisfacer sus intereses individuales, sino que
    también participan en el mismo para beneficio de proyectos
    sociales.

    El segundo basamento de Lambin acerca de la
    economía de mercado reza así: "Lo que es
    gratificante responde a las elecciones individuales, las
    cuales varían según los gustos, las culturas, los
    sistemas de
    valores, etc. A reserva del respeto a las
    reglas éticas, morales y sociales que una sociedad se da,
    ningún juicio debe hacerse sobre el valor o la frivolidad
    de las elecciones o sobre lo que podría ser considerado
    como "verdaderas" o "falsas" necesidades. El sistema es
    pluralista y respetuoso de la diversidad de los gustos y
    preferencias"(Lambin, et al, 3).

    La Teoría del Comportamiento del
    Consumidor plantea que en el proceso de selección
    de bienes para satisfacer sus necesidades y deseos, los
    consumidores están influidos por un grupo
    importante de factores, clasificados en culturales, sociales,
    personales y psíquicos.

    Por supuesto que en última instancia, personas
    formadas en una misma sociedad, con profesiones similares y otros
    elementos comunes pueden poseer gustos y preferencias diferentes,
    pero el desarrollo de la conciencia social
    es un importante elemento que puede contribuir a modelar un marco
    referencial en cuanto a las vías para satisfacer las
    necesidades del individuo, e
    influye además sobre el ordenamiento de las mismas, en
    función de su importancia y posibilidad de
    satisfacción, no solo desde el punto de vista individual,
    sino también a tono con las condiciones prevalecientes en
    la sociedad donde la persona se desenvuelve.

    Por tanto, no solo la sociedad pudiera poner coto o no a
    la satisfacción de determinadas necesidades, sino que
    también puede hacerlo el propio individuo en dependencia
    del desarrollo de su conciencia social. Por otro lado, no limitar
    o dar rienda suelta a la satisfacción de cualquier
    necesidad, es a nuestro juicio un concepto que
    entraría en contradicción con campañas
    sociales que buscan la creación de un modo de actuar
    beneficioso para todos, independientemente de la necesidad
    individual de que se trate. La campaña social de una
    práctica sexual responsable o la lucha contra el tabaquismo y el
    alcoholismo
    son ejemplos de cómo la sociedad subordina los intereses
    presentes de los individuos a sus intereses a largo
    plazo.

    El tercer basamento: "Por el intercambio
    voluntario y competitivo
    es por lo que los individuos y las
    organizaciones que se dirigen a ellos, alcanzarán mejor
    sus objetivos. Si el intercambio es voluntario, únicamente
    tendrá lugar si los términos del intercambio son
    generadores de utilidad para las
    dos partes; si el intercambio es competitivo, los riesgos de
    abuso de poder de
    mercado de los productores estarán limitados" ( Lambin, et
    al, 4)

    Pero Marx en relación a la participación
    de los poseedores de mercancías en el acto de intercambio
    refiere: "Todo poseedor de mercancías solo quiere
    intercambiar la suya por otra cuyo valor de uso satisfaga su
    propia necesidad (…) Por otra parte, quiere realizar su
    mercancía como valor, y por ende convertirla en cualquier
    otra mercancía que sea de su agrado y valga lo mismo,
    siendo indiferente que su propia mercancía tenga para el
    poseedor de la otra valor de uso o carezca de éste…" (
    Marx, et al, 105).

    El anterior planteamiento marxista acerca del
    comportamiento del vendedor ya deja entrever la posible
    desprotección del consumidor en el acto de intercambio,
    toda vez que su contraparte, el vendedor, se interesa
    fundamentalmente por garantizar que su producto tenga un
    determinado valor para el adquirente, de manera que este
    esté interesado en brindarle algo con valor de uso para
    él.

    Aquí se pone de manifiesto el denominado enfoque
    de ventas del que oferta, o sea, el interés de realizar
    sus productos en el mercado, independientemente de que los mismos
    se constituyan en buenos satisfactores de las necesidades de los
    compradores.

    Por otra parte, si el planteamiento de J. J. Lambin
    anteriormente enunciado fuera absolutamente cierto, los
    consumidores no hubiesen llevado a cabo protestas por el
    intercambio desigual del que estaban siendo objeto, ni hubieran
    surgido desde la década del 60, asociaciones de
    protección al consumidor, leyes gubernamentales
    apoyando esta protección ni oficinas gubernamentales que
    se ocupen de ello.

    Y finalmente, el contenido del cuarto
    basamento de la economía de mercado es: "Los
    mecanismos de la economía de mercado se apoyan en el
    principio de la libertad
    individual y más particularmente en el principio de la
    soberanía del comprador.
    El fundamento
    moral del sistema reside en el reconocimiento del hecho de que
    los individuos son responsables de sus actos y capaces de decidir
    lo que es bueno y lo que es malo para ellos" (Lambin et al,
    3).

    Sin embargo, el desarrollo de la ciencia y
    la técnica imposibilita el
    conocimiento por parte del consumidor de los elementos que
    hacen al producto cualitativamente equivalente, por ejemplo, al
    precio que
    están pagando o contentivo de los satisfactores que
    él busca en un bien de esa naturaleza. En
    este sentido, "el hecho de que los individuos son responsables de
    sus actos y capaces de decidir lo que es bueno y lo que es malo
    para ellos", no siempre es garantizable, toda vez que el
    consumidor no está capacitado para diferenciar los
    productos por sus contenidos intrínsecos, de ahí
    que la madurez a la que apela Lambin en el desarrollo del proceso
    de intercambio no siempre es posible.

    Lambin utiliza estos 4 elementos de la economía
    de mercado para concluir que los mismos son el basamento
    teórico del marketing como filosofía empresaria
    orientada al cliente. Y de hecho, tal como los expresa, estos 4
    elementos hacen imposible la aplicación del marketing en
    una economía socialista, aspecto que no es compartido por
    la autora toda vez que es discutible la propia existencia de esos
    basamentos en las condiciones del capitalismo y, por otro lado,
    la orientación al marketing busca la satisfacción
    de las necesidades del consumidor, pues trata de que la empresa
    cree aquellas producciones y servicios que se necesitan y
    prefieren los consumidores a los cuales se dirigen los esfuerzos
    de marketing.

    La diferencia en cuanto a la aplicación del
    marketing en una economía socialista o capitalista se
    halla en la finalidad que se persigue: maximizar, en
    última instancia, las ganancias de los propietarios
    individuales o; satisfacer las necesidades siempre crecientes de
    los miembros de la sociedad (ley fundamental
    del socialismo) pero garantizando además que la empresa
    sea competitiva, efectiva y eficaz.

    La propia evolución del marketing, reconocida por
    todos los teóricos en este campo, pone de manifiesto la
    finalidad de la maximización de las ganancias, ahora un
    tanto encubierta, de la economía capitalista. Tal
    encubrimiento, hace aparentar cierto carácter altruista en el empresario
    capitalista, hace creer que el mismo en realidad, al aplicar el
    enfoque de marketing, persigue la satisfacción de las
    necesidades de los consumidores por encima de la
    maximización de sus ganancias.

    Pero ante un consumidor mejor preparado y quizás
    hasta receloso, es el marketing, la única vía para
    garantizar la realización de sus mercancías y por
    efecto, la rentabilización de sus esfuerzos. Es por ello
    que entonces su proceso de producción es antecedido por el
    análisis de las necesidades, deseos y expectativas de los
    consumidores potenciales, de manera que sus productos respondan a
    los requerimientos de estos y por tanto gocen de su
    aprobación, lo que presupone la realización
    efectiva de sus productos y servicios en el mercado.

    Y en este contexto cabría preguntarse si no es
    precisamente éste el modo en que debe operar de la empresa
    socialista: buscar continuamente cómo mejor satisfacer las
    necesidades y deseos de los miembros de la sociedad a partir de
    los escasos recursos con/que se cuenta, ¿cuándo si
    no, están más manifiestas, como punto de partida
    del proceso social de producción, las necesidades de la
    sociedad, sino bajo el socialismo?

    A diferencia de J.J. Lambin, otro autor consultado,
    Miguel Martín Dávila, en su libro "Métodos
    Analíticos en Marketing. Teoría y Aplicaciones"
    presenta otra visión del problema cuando considera que:
    "…el marketing concierne al proceso de intercambio en el
    mercado. El papel a desempeñar por el marketing en la
    actividad económica puede enunciarse, pues, en
    términos de los intercambios entre productores y
    consumidores, y las actividades de marketing se han
    diseñado para facilitar este proceso" (Martín,
    1988, 17).

    El marketing se conoce como la ciencia del intercambio,
    por tanto su objetivo
    primordial es garantizar intercambios satisfactorios a las partes
    y a la sociedad. Pero lo anterior no significa que esta ciencia
    se encuentre enajenada de la base productiva que desarrolla la
    empresa, por el contrario, el marketing es uno de los
    vértices del triángulo empresarial, lo que implica
    que el mismo debe estar en consonancia con el resto de los
    factores que conforman la empresa.

    Por un lado la producción y generación de
    nuevos productos y servicios, base sobre la cual se desarrolla el
    marketing y de hecho, para quien descubre los diversos
    fenómenos presentes en el entorno empresarial, por otro
    lado el aparato administrativo – económico – financiero –
    contable, que ejerce el papel coordinador y controlador de las
    diferentes acciones a
    llevar a cabo por la empresa, incluyendo el marketing y por
    último, el propio marketing que funge como el elemento que
    conecta la actividad interna de la empresa con el ámbito
    externo donde ésta se desenvuelve, por un lado explorando
    las necesidades y demandas existentes, los cambios en la estructura de
    consumo de los consumidores potenciales y las acciones de los
    competidores, suministradores y clientes, lo que puede devenir en
    motor impulsor de los esfuerzos de I+D de la empresa, y por otro,
    llevando a cabo labores de inserción en el mercado, de los
    resultados productivos y de perfeccionamiento tecnológico
    de los productos y servicios surgidos internamente en la
    empresa.

    Martín Dávila (cita 23), añade:
    "Tanto las economías de tipo capitalista, como las
    economías planificadas y las de tipo mixto comparten
    algunos problemas
    similares de marketing. Por ejemplo, cada una de ellas tiene
    problemas de distribución física; en cada una
    hay mecanismos para determinar las cantidades y los productos a
    fabricar; cada una ha de poner en conocimiento
    de los consumidores lo que hay disponible, y cada una ha de fijar
    un conjunto de precios. Por
    eso las técnicas
    de marketing pueden aplicarse independientemente del tipo de
    estructura política…"
    (Martín et al, 17)

    Es decir, que el marketing no excluye a ninguna
    formación económica de la realización de
    intercambios satisfactorios a través de la
    utilización de sus técnicas.

    Finalmente, la experiencia nacional ha demostrado que
    empresas cubanas han emprendido el camino del marketing han
    logrado una alta participación en nuestro mercado, como es
    el caso de SUCHEL, que se ha convertido en el líder
    absoluto del sector de la perfumería y jabonería en
    el mercado nacional en divisas,
    Prácticos del Puerto, que ha logrado reconocimiento
    internacional y otras tantas que realizan interesantes
    empeños en este ámbito.

    El marketing, en conclusión, lejos de estar
    separado de los propósitos de la sociedad socialista,
    contribuye a al logro de sus objetivos por vías
    más racionales.

    Marketing : ¿moda o
    necesidad?

    Cuando en 1910 el profesor
    Butter, de la Universidad de
    Wisconsin, en su curso de "Métodos de Marketing", emplea
    por primera vez el término, para designar el conjunto de
    actividades referentes a la colocación de los productos en
    los mercados y al estudio de la demanda, se puede decir que nace
    la teoría del Marketing, asociado a la esfera de la
    circulación.

    En cualquier sociedad, independientemente de su
    formación económico social, la producción
    tiene como destino natural el consumo, es decir la
    satisfacción de las necesidades del hombre. Esto significa
    que desde sus propios orígenes el desarrollo de la
    producción estuvo marcado por la necesidad de satisfacer
    las demandas de los miembros de la sociedad.

    Otro asunto bien distinto es cómo se resuelve la
    adecuada conexión entre la producción y la
    satisfacción de esas necesidades, ya que las relaciones de
    producción y en particular las relaciones de propiedad
    sobre los medios de producción, condicionan la
    distribución y el intercambio y pueden provocar que ese
    destino natural de la producción pueda hallarse en franca
    contradicción con su objetivo directo, lo que encuentra su
    expresión en la ley económica fundamental de cada
    modo de producción, que refleja el aspecto más
    importante de las relaciones económicas entre los hombres:
    el fin inmediato de la producción y el modo de
    lograrlo.

    Así, la ley fundamental del Capitalismo es la Ley
    de la Plusvalía, donde se expresa el objetivo directo de
    la producción bajo esa formación económico
    social, que es la obtención de plusvalía; lo que
    significa que la producción se lleva a cabo con fines de
    lucro. Consecuentemente, el medio para lograrlo resulta ser la
    explotación del trabajo asalariado. Con ello el objetivo
    directo de la producción se divorcia de su objetivo
    natural y en ello aparece una contradicción entre el
    propósito directo de la producción social y el
    destino de ésta.

    En el Socialismo, donde los medios de producción
    son propiedad social, el objetivo directo de la producción
    social sí resulta ser la satisfacción de las
    demandas de la sociedad y con ello coincide el objetivo directo
    de la producción con su destino natural final: el consumo
    de las masas. Por lo que el aumento del consumo
    popular está directamente vinculado al fomento de la
    producción, como el medio para lograrlo.

    Toda vez que el medio para lograr la finalidad de la
    producción socialista: la satisfacción de las
    demandas de los miembros de la sociedad socialista, depende del
    volumen del
    producto social creado y por tanto del crecimiento y
    perfeccionamiento continuos de la producción, es
    imprescindible asegurarse no solo de las exigencias de la
    reproducción ampliada, sino que la distribución y
    la circulación funcionen de manera coherente para no
    producir distorsiones en el ciclo que pueda provocar
    irregularidades en los objetivos de consumo deseados.

    Lenin en su trabajo "A propósito del llamado
    problema de los mercados
    "

    ( Lenin, 1958, 105 y 112), explica la relación
    entre la división social del trabajo que especializa a los
    productores individuales y aislados, de tal manera, que obliga a
    la compra – venta de
    productos para la satisfacción de las necesidades
    sociales, lo que condiciona la existencia de producción
    mercantil y a la inseparabilidad de los conceptos de Mercado y
    División Social del Trabajo.

    En ese intercambio, como ya se señaló
    antes, al capitalista le interesa el valor de la mercancía
    como base para obtener plusvalía, por lo cual produce
    valores de uso en tanto son portadores de plusvalía. De
    ahí la contradicción antagónica entre valor
    de uso y valor debido a la contradicción entre el
    carácter social del trabajo y la apropiación
    privada de sus resultados.

    Por el contrario, la sociedad socialista está
    interesada en aumentar la cantidad de valores de uso para elevar
    constantemente la satisfacción de las crecientes demandas
    de los miembros de la sociedad, y la contradicción que
    puede aparecer entre ambas categorías se debe, en lo
    fundamental, a problemas de planificación, tanto en
    relación con la cantidad y el surtido, como por desajustes
    entre la calidad y el
    precio.

    Es por ello la importancia que tiene en el Socialismo la
    lucha por el incremento de la productividad del
    trabajo, como vía para la reducción del valor de la
    mercancía y con ello el incremento de las posibilidades de
    acceso de la población a ellas, no solo en
    relación con su cantidad, sino por el precio menor a que
    pudieran ser ofertadas.

    A la solución de la contradicción
    más arriba señalada, contribuye el cálculo
    anticipado de las cantidades necesarias de valores de uso para
    satisfacer las necesidades de la población, así
    como la determinación de aquello que
    constituye señales
    de valor percibido para esos clientes y que constituye requisito
    indispensable para que intercambien sus recursos monetarios para
    adquirirlos. Es claro que este proceso no es otro que el de
    determinación de las demandas diferenciadas de la
    población, lo que permite planificar el grado en que
    podrá ser satisfecha mediante la producción, la
    distribución y el consumo de bienes materiales. En
    otras palabras, la regulación planificada del mercado en
    el Socialismo.

    No pocos fenómenos de "gigantismo" en nuestras
    empresas estatales socialistas, que son objeto de solución
    en el presente, a fin de reordenar la economía empresarial
    y nacional para llevar a cabo el proceso de Perfeccionamiento
    Empresarial, tienen su origen precisamente en un proceso
    inversionista desligado del estudio de la demanda que
    existía para esa nueva producción, lo que ha
    provocado desajustes en la economía como resultado de
    errores en el proceso de planificación.

    De ahí que el conocimiento
    científico del mercado y de la demanda, en cantidad y
    calidad, permite en el Socialismo llevar a cabo un proceso de
    planificación para establecer las proporciones necesarias
    entre la producción y el consumo, en la circulación
    mercantil, entre la oferta y la demanda, en lo tocante al volumen
    y estructura de las mercancías y los servicios, para
    incidir en el establecimiento de las proporciones para la
    reproducción ampliada y el aumento planificado del nivel
    de vida del pueblo.

    Ese equilibrio entre la oferta de artículos de
    uso y consumo populares y la demanda depende de la
    correlación entre el fondo de consumo y el volumen de
    producción de esos artículos.

    Por la razón anterior el equilibrio entre la
    oferta y la demanda depende, en buena medida, de la
    correlación entre la tasa de crecimiento de los ingresos
    en metálico de los trabajadores y la tasa de crecimiento
    de la productividad del trabajo, ya que como plantea Marx
    "…el cambio le trae (a los individuos – n.a.) los
    productos particulares en los cuales quiere convertir la cuota
    que le ha correspondido por la distribución"
    " (Marx,
    1975, 230).

    En el Socialismo, el nivel de satisfacción
    material de toda la sociedad, y por ende la distribución
    de los artículos de uso y consumo se lleva a cabo de dos
    formas: una parte se distribuye según el trabajo, mientras
    que la otra, con un impacto no menos importante para la
    satisfacción de las necesidades, se produce a
    través de los fondos sociales de consumo que no tienen en
    cuenta la aportación laboral de cada
    miembro de la sociedad.

    La Ley de Distribución con Arreglo al Trabajo
    establece el criterio de distribución del fondo de consumo
    individual, con arreglo a la participación de cada uno en
    la creación de los recursos de la sociedad y, en
    consecuencia, incide en el nivel de satisfacción de
    necesidades diferenciadas de los miembros de la sociedad, al
    tiempo que asegura el interés material de los trabajadores
    por los resultados de su trabajo, con lo cual se promueve el
    crecimiento general de la producción.

    La regulación de ese equilibrio también se
    puede lograr mediante la utilización planificada de los
    precios. Precisamente este es uno de los problemas más
    difíciles de resolver en la práctica de la
    planificación, ya que deben contribuir al funcionamiento
    de la autogestión financiera como método de
    gestión, pero no de forma arbitraria, sino
    respetando su esencia y sin interrumpir o acelerar
    desproporcionadamente la circulación mercantil para
    completar el ciclo y permitir la reproducción
    ampliada.

    Además en la esfera de los bienes de consumo,
    también los precios deben contribuir a nivelar la oferta y
    la demanda de determinados productos no esenciales, servir de
    mecanismo redistribuidor para asegurar toda una serie de precios
    bajos para productos esenciales, estimular el consumo de ciertos
    productos de alto beneficio para el hombre o a la inversa,
    así como estimular o desestimular la producción de
    otros.

    En Cuba este último instrumento de
    regulación es un problema de extrema actualidad para el
    comercio minorista de bienes, ya que los mecanismos de
    fijación de precios son sumamente rígidos,
    altamente centralizados y proporcionan altos márgenes de
    ganancia, lo que no siempre permite medir la eficiencia real
    de las empresas comerciales ni asegura la rotación de los
    inventarios
    con la celeridad necesaria; por otra parte, hay que tener en
    cuenta en este análisis que la fuente de la
    circulación de divisas en el país no responde en
    todos los casos a los resultados del trabajo, sino tiene una
    fuente exógena importante. La complejidad de este
    fenómeno requiere de un estudio específico,
    razón por la cual no es objeto de estudio en este trabajo,
    así como los aspectos relativos a la
    eficiencia.

    La consideración de los elementos anteriores en
    el establecimiento de proporciones adecuadas en la
    economía, es una necesidad en tanto subsistan las
    relaciones monetario mercantiles en el Socialismo, que obligan a
    considerar las regularidades de funcionamiento del mercado, a
    favor de la construcción del Socialismo.

    Ya en fecha tan temprana como abril de 1918, Lenin
    llamaba a organizar la producción y la distribución
    sobre la base socializada de la producción como
    condición para el triunfo total de la Revolución
    Socialista (Lenin, 1963, 112). En relación con ello
    instaba a aprender de los capitalistas en materia de
    "…organización en escala de
    millones de la organización y distribución de los
    productos
    …" (Lenin, et al, 156). lo cual debería ser
    acompañado de la contabilidad,
    la organización, el control y la
    disciplina
    laboral.

    Uno de esos mecanismos que llegan al Socialismo
    provenientes de la formación económico social
    anterior es precisamente el Marketing.

    El Marketing nació en el capitalismo, como una
    necesidad para la organización de las actividades de la
    circulación de mercancías y la subsistencia y
    enriquecimiento de la empresa capitalista que, con su desarrollo
    se amplió a la producción, convirtiéndose en
    un enfoque de gestión
    empresarial, bajo el cual la satisfacción de los
    clientes es el medio para el logro de los objetivos de
    lucro.

    Pero esto no puede ser simple razón para negar la
    posibilidad de su utilización consciente en las
    condiciones del Socialismo, convirtiendo la satisfacción
    de los clientes en fin y no en medio. Recordemos a Lenin cuando
    señaló: "No podemos imaginar otro Socialismo que
    el que se funda sobre la base de todos los conocimientos
    extraídos de la gran cultura capitalista"
    ( Lenin, et
    al, 156)

    No solo los asombrosos ritmos de crecimiento de la
    producción desde la era de la Revolución
    Industrial, sino la acelerada introducción de los adelantos
    científico técnicos, así como la
    rápida difusión de éstos han conducido a la
    alta competitividad que caracteriza la economía
    mundial contemporánea, que se refleja también
    en una mayor exigencia por parte de los consumidores quienes, en
    un mundo donde la información rige todos los procesos y llega
    cada vez mejor y en mayor cantidad a todos, reclaman la
    diferenciación de productos y servicios,
    y elementos no tangibles,
    como marca e
    imagen, constituyen
    señales de valor para ellos.

    Esta realidad cambia el concepto de calidad y nos
    conduce a un concepto de calidad "como la concibe el cliente", lo
    que hace que en la práctica actual no se vendan productos,
    sino beneficios esperados. Ello significa que la empresa deba
    prestar más atención a la identificación de
    aquellos atributos de valor que constituyen señales de
    valor para el cliente, que a la visión internalista del
    perfeccionamiento constante de los procesos; lo que significa
    desplazar el centro de atención en la gestión
    empresarial, de lo interno (léase eficiencia) a lo externo
    (léase eficacia), lo que no significa la negación
    de lo uno por lo otro, sino su necesaria complementariedad ya que
    el logro de una solución eficaz a los requerimientos de
    los clientes tiene que transitar por procedimientos
    eficientes o la oferta queda fuera del mercado por razones de
    precio. Al decir de F. Webster, "Es el mercado, y no la
    fábrica el que define el concepto estratégico de la
    entrega de valor
    ." ( Webster, 1996, Nov-Dic, 116).

    Es en este contexto que el Marketing influye en el
    mercado, ya que mientras el sistema de producción crea
    utilidad de forma ( al generar las características
    físicas y de funcionamiento del producto), la
    circulación crea utilidad de lugar (por el traslado de los
    productos al punto de venta, contribuyendo a la cercanía
    al consumidor), utilidad de tiempo (por el proceso de almacenamiento y
    conservación), utilidad de información (debido a
    la
    comunicación que se establece con el cliente) y
    utilidad de imagen (por la
    posesión del bien en relación con su posicionamiento
    comunicacional).

    Es decir, que el Marketing juega un importante rol en la
    satisfacción de las necesidades humanas y desconocerlo
    significaría sobrevalorar la importancia de la utilidad de
    forma, a fines del siglo XX, cuando existe una fuerte competencia en
    los mercados nacionales e internacionales en los cuales la
    utilidad de forma casi nunca decide ya que la tecnología actual de
    diseño
    y producción y la rápida difusión de la
    tecnología aseguran un mínimo de condiciones para
    que el producto sea apto desde el punto de vista físico
    para ser aceptado por el mercado.

    A partir de su surgimiento, y como resultado de la
    diferente correlación entre oferta y demanda
    existente en el tiempo, la orientación empresarial ha
    evolucionado en relación con el Marketing, adoptando
    diferentes orientaciones.

    En sus inicios, y hasta los años 30 del pasado
    siglo, estuvo presente una orientación a la
    producción, bajo la cual todo lo que se produce se vende
    por un exceso de demanda sobre la oferta, de donde pasa, como
    resultado de la desaparición de la desproporción
    entre oferta y demanda, a una orientación a las ventas,
    razón por la cual se desarrollaron un conjunto de
    técnicas para incrementarlas. Es precisamente esta
    orientación según la cual se ha creado la falsa
    imagen de que el Marketing es un conjunto de técnicas para
    incrementar las ventas, donde la publicidad juega
    un papel esencial y, por tanto, que Marketing y publicidad son la
    misma cosa.

    A partir de la década del 50 se inicia un cambio
    de orientación hacia el cliente en su sentido más
    amplio, no solo como consumidor, sino como público
    relacionado por el consumo del producto, que ha devenido en la
    orientación más reciente que es el Marketing
    orientado a la responsabilidad social, caracterizado por un
    énfasis en la calidad de
    vida y que, por tanto, presta especial atención al
    cuidado del entorno y del medio ambiente
    y la protección del consumidor, resultante de un
    incremento de la oferta en relación con la demanda y el
    hecho del desarrollo de la conciencia social en relación
    con la necesidad de detener el deterioro progresivo del planeta
    como resultado del irracional efecto de la raza humana sobre
    él.

    Si bien las causas asociadas al surgimiento de esta
    orientación están vinculadas a la necesaria
    competitividad para subsistir en un entorno de feroz competencia
    capitalista, no es menos cierto que su efecto, como enfoque, no
    entra en contradicción con la Ley Económica
    Fundamental del Socialismo y su principio de
    racionalidad.

    Por otra parte es estrecho concebir el Marketing solo a
    los fines de crear o ampliar la demanda, cuando éste
    también puede servir a los fines de reducirla, ya bien por
    ser ésta excesiva o indeseable o para ajustarla en casos
    de que ésta se comporte de forma irregular.

    Además es necesario señalar que la
    ampliación de su campo de acción
    hace que en la actualidad abarque no solo los productos y
    servicios, sino las ideas y existe una amplia gama de ejemplos
    que ilustran el uso del Marketing con fines políticos y de
    bien público, por tanto no solo con fines lucrativos, ni
    por empresas solamente, lo cual constituiría una
    limitación en la concepción y alcance del
    marketing.

    Por supuesto, este hecho no puede ocultar las
    posibilidades de influencia que tiene el Marketing en la guerra de
    marcas, y su
    papel irracional en ocasiones y desvinculado de la
    creación de utilidad real, con el fin de variar los
    hábitos y comportamientos de los consumidores, para
    modificar la demanda a conveniencia de los
    productores.

    Es innumerable la cantidad de definiciones de marketing
    que ofrecen los diferentes autores del tema, pero todas ellas
    tienen los siguientes puntos en común:

    • el aspecto central alrededor del que gira todo, es el
      cliente.
    • el fin último de la actividad es la
      satisfacción de las necesidades, deseos y expectativas
      de los clientes (como medio para lograr los objetivos de
      crecimiento y rentabilidad imprescindibles para cualquier
      actividad económica).
    • la existencia de un proceso de intercambio para
      lograr este fin, en el cual se logran satisfacer los objetivos
      de los diferentes participantes en el proceso (individuos, que
      satisfacen sus necesidades y deseos, y organizaciones, que
      satisfacen su necesidad de obtener un excedente
      económico).
    • el carácter integral del funcionamiento de
      todas las actividades de la empresa en función de los
      objetivos, es decir hacer coherentes las actividades de
      producción, Marketing, investigación y desarrollo, etc.
      y, de manera que todas tributen a un destino
      común, el consumidor.

    Bajo estos criterios, se puede afirmar que en la
    actualidad, el Marketing ya no es solo una función o
    actividad más en la organización, sino una actitud
    gerencial hacia la forma de hacer negocios,
    considerando como centro de su atención el cliente para
    lograr el éxito,
    ya que el objetivo del Marketing no es vender el producto, sino
    dominar el mercado, que implica trascender la simple venta
    mediante el logro de una competitividad que asegure permanecer y
    crecer en ese mercado. Es en ese sentido que Kotler (1972)
    calificara el Marketing como la "ciencia del intercambio de
    valores entre dos partes" y que más modernamente se hable
    del Marketing Relacional como tendencia encaminada a la
    construcción de relaciones mutuamente ventajosas y
    estables entre contrapartes con ese mismo fin y para asegurar una
    entrega de valor superior al cliente final, que asegure su
    fidelización.

    Por tanto, la capacidad que tienen que desarrollar las
    empresas para subsistir y crecer en ese mercado tiene que basarse
    en su capacidad para proyectarse estratégicamente y en la
    capacidad de sus líderes para lograr una cultura
    organizacional que asegure establemente la excelencia y el
    cambio, adaptando constantemente la empresa en función de
    la evolución del entorno.

    Por todo ello, resulta imprescindible para la empresa
    moderna, poseer una estrategia de
    Marketing que se concrete en políticas
    para la "mezcla" de Marketing que aseguren la oferta, para cada
    producto mercado, de forma tal que el cliente reconozca en ella
    un valor percibido para él de ese producto (servicio), que
    sea capaz de satisfacer su necesidad

    El marketing moderno, cuyo paradigma es
    "producir aquello que se venda y no vender aquello que se
    produce
    ", puede constituir una disciplina que contribuya al
    establecimiento de las proporciones adecuadas en la
    construcción del Socialismo, estudiando al consumidor como
    fuente de necesidades y deseos a satisfacer para planificar la
    producción y organizar el proceso de intercambio de manera
    racional, ya que la desproporción que surge en ocasiones
    en la circulación entre la producción y la demanda
    solvente en el Socialismo, se debe fundamentalmente a errores de
    carácter subjetivo en materia de estudio de la demanda y
    de planificación, lo que genera una contradicción
    que frena el crecimiento de la producción y el nivel de
    vida material de los miembros de la sociedad.

     

    Marketing y competitividad:
    ¿relación o contradicción?

    Hoy en día todos hablan de competitividad, ya
    sean políticos, empresarios o académicos. No hay
    foro internacional donde no
    se mencione esta palabra o se discuta sobre este concepto, lo
    cual no es simplemente una "moda", sino una exigencia de los
    competitivos mercados internacionales del mundo actual, los
    cuales a su vez imponen, entre otros requerimientos, la
    práctica obligada del marketing.

    Es nuestro interés analizar el vínculo
    existente entre marketing y competitividad, de modo de comprender
    que marketing no es, por una parte, simplemente una
    técnica, ni tampoco un resultado banal de la sociedad de
    consumo, sino que juega un papel en el logro de la
    competitividad.

    Ante todo es importante asegurarnos qué se
    entiende por competitividad, ya que en ocasiones el
    término se remite a una competitividad espúrea
    lograda mediante los movimientos de las tasas de cambio o las
    prácticas de monopolio, que pueden provocar competitividad
    momentánea de los productos, pero no garantizar
    competitividad sostenida, ni beneficios estables; por todo ello
    repasemos brevemente que se entiende por
    competitividad.

    La competitividad puede analizarse en varias
    dimensiones, nación,
    sector, región y empresa, a los efectos de este trabajo
    nos enfocaremos en los ámbitos de nación
    y empresa, por demás los más
    estudiados.

    Existen autores, que definen la competitividad de una
    nación como "la capacidad de un país para alcanzar
    los objetivos centrales de la política
    económica especialmente el crecimiento de la renta y
    del empleo, sin
    recurrir a dificultades de la balanza de pagos"
    Fagerberg (1988, 355)

    La definición anterior toma en
    consideración la búsqueda de objetivos relativos a
    la elevación de la calidad de vida, sin embargo, la
    práctica internacional demuestra, en países
    altamente competitivos, que dichos objetivos pueden cumplirse,
    aún con dificultades en la balanza de pagos.

    Es por ello que M. Porter (1990, 4to Trimestre,16)
    considera que la productividad es el factor que refleja el
    desarrollo y crecimiento
    económico de un país y es precisamente de esta
    manera que define la competitividad de una nación. La
    productividad refleja "la capacidad de la industria para
    innovar y mejorar", todo lo cual garantizará "el objetivo
    principal de una nación: producir un alto y creciente
    nivel de vida para sus ciudadanos"

    En este mismo sentido Fajnzylber (1989, 99) define la
    competitividad como "…la capacidad de un país para
    sostener y expandir su participación en los mercados
    internacionales, y elevar simultáneamente el nivel de vida
    de su población. Esto exige el incremento de la
    productividad y, por ende, la incorporación del progreso
    técnico".

    De todos, asumiremos como concepto operacional el
    definido por Fajnzylber, por considerarlo el más completo
    y mejor adaptado a las necesidades de Latinoamérica ya que
    al mismo tiempo que toma en consideración el objetivo de
    elevar el bienestar de la población, mediante el
    incremento de la productividad, enfatiza que ésto solo es
    posible con la incorporación del progreso
    técnico, aspecto
    este último esencial, que no incluye solo la transferencia
    de tecnología, que es la práctica más
    utilizada en nuestros países.

    La productividad no surge de la Nación como ente
    abstracto, sino que se produce en los diferentes sectores y
    empresas de un país y no todos tendrán que ser
    competitivos, lo serán solo aquellos sectores donde "se
    den" o "se creen" las condiciones favorables para
    ello.

    De ahí que se hable del concepto de
    competitividad empresarial y en tal sentido la generalidad de las
    definiciones se mueve en los marcos de contar con una
    posición en el mercado frente a la competencia, como por
    ejemplo:

    "La capacidad de una empresa
    para colocar sus productos en el mercado y que los mismos sean
    preferidos a los de la competencia" (Antonio Francés,
    1994, 5)

    "…aquella empresa que resulta victoriosa (o en una
    buena posición) en la confrontación con sus
    competidores en el mercado" (C. A. Michalet, 1981,
    1)

    "La capacidad de los industriales para diseñar,
    producir y vender mercancías y servicios cuyas
    características de precio y calidad constituyen un
    conjunto más atractivo que el de los competidores"
    (European Management Forum, 1993, 4)

    "La capacidad de las empresas de un país dado
    de diseñar, desarrollar, producir y vender sus productos
    en competencia con las empresas radicadas en otros
    países" (J. Alic, 1987, 5)

    Por otra parte el autor español
    José A. Alonso plantea: "La capacidad de una empresa para
    mantener o incrementar de manera sostenida su cuota en un
    determinado mercado", si bien su definición va en el
    sentido de lograr una posición en el mercado, enfatiza en
    que sea de manera sostenida, lo cual es muy importante para
    entender que es un proceso continuo y que es necesario un
    esfuerzo sistemático.

    Asimismo los autores J. Mathis, J. Mazier y D.
    Rivaud-Danset (1988, 27), consideran que es "La aptitud para
    vender aquello producido",
    que, siendo una
    definición incompleta, es importante por la
    inclusión del concepto de aptitud, como condición
    para ser competitivo.

    Por su parte Porter plantea que "el liderazgo en
    el sector industrial no es una causa, sino un efecto de la
    ventaja competitiva" y añade que "el mandato
    estratégico para las unidades de negocio debería
    ser el lograr la ventaja competitiva"

    Estos criterios aunque pudieran parecer limitados o
    estrechos, expresan el concepto central de la competitividad
    empresarial, poseer una ventaja competitiva, concepto que
    encierra en sí mismo el sentido de rivalidad y preferencia
    del mercado respecto a los competidores. Siendo este el enfoque
    operacional que se asumirá.

    Por otra parte según Porter( 1991) para la
    competencia mundial existen los siguientes principios:

    • La ventaja competitiva se deriva fundamentalmente de
      la mejora, la innovación y el cambio
    • La ventaja competitiva abarca todo el sistema de
      valor
    • La ventaja competitiva se mantiene solamente gracias
      a mejoras incesantes
    • Para mantener la ventaja se necesita que sus fuentes se
      perfeccionen
    • Para mantener la ventaja se requiere un planteamiento
      mundial de la estrategia.

    Crear una ventaja competitiva requiere de una actitud
    estratégica de la organización en la
    búsqueda constante de nuevas fuentes de ventaja o de
    consolidar la existente y ello implica un enfoque de la gerencia que
    estimule una actitud centrada en el aprendizaje
    tecnológico que garantice la innovación y/o
    adaptación tecnológica.

    ¿Qué es la Ventaja Competitiva? "…hay
    dos tipos básicos de ventajas competitivas que puede posee
    una empresa: costo bajos o
    diferenciación. La importancia de cualquier fortaleza o
    debilidad que posee una empresa es, en su esencia, una
    función de su impacto sobre el costo relativo o la
    diferenciación" ( Porter, 1985, 29).

    Los bajos costos significan
    reducir los mismos de modo que la organización posea los
    menores respecto a la competencia, todo ello sin dejar de crear
    valor para el cliente, que es quien elige. Por su parte la
    diferenciación es crear un valor único para el
    cliente, el cual estaría por tanto dispuesto a pagar en
    correspondencia con un valor creado superior al que ofrecen el
    resto de los competidores.

    Por tanto ambos elementos deben tenerse en cuenta
    cualquiera que sea la ventaja a crear, pero es imposible detentar
    ambas ventajas al mismo tiempo (ello solo es posible bajo
    determinadas circunstancias).

    Para la creación de la ventaja competitiva, ante
    todo se debe partir del negocio y la estructura del sector de
    competencia, todo lo cual esta determinado, en última
    instancia, por el público objetivo al que se dirige la
    organización y las necesidades que desea satisfacer. Una
    de las herramientas más importante y divulgada para
    definir dicha ventaja es la Cadena de
    Valor, que desagrega cada uno de los negocios de la
    organización en sus actividades discretas de modo de poder
    valorar cómo cada una de ellas tributa o no a la
    creación del valor para el cliente y, por tanto, de
    qué fortalezas goza y puede apoyarse la
    organización y qué debilidades deben ser
    eliminadas.

    La cadena de
    valor está compuesta de actividades primarias y de
    apoyo, cuya explicación puede ser estudiada en la obra de
    Porter (1985). Cada una de ellas representa gastos de la
    organización en la creación de valor para el
    cliente, por lo que si se persigue una ventaja en costos se
    deberá valorar cada actividad en función de la
    reducción de gastos, al mismo tiempo que crea o aumenta el
    valor percibido por el cliente.

    Si por el contrario la ventaja que se persigue es de
    diferenciación, entonces se analizará cómo
    cada una aporta a la creación de valor, ya que la
    diferenciación puede venir dada por cualquiera de las
    actividades que sea capaz de entregar al cliente algo diferente,
    exclusivo, respecto al competidor que satisfaga todas sus
    expectativas.

    También es posible que la organización
    rediseñe su cadena de valor, planteándose hacer las
    cosas de un modo completamente diferente a como lo venia haciendo
    y a como hasta el momento lo hace la competencia, es decir, ser
    lo suficientemente creativo como para no amarrarse a formas
    preestablecidas de antemano en la producción o
    prestación de un servicio (el ejemplo de Benetton en su
    momento).

    Precisamente, una de las actividades primarias es
    el marketing, el cual crea valor para el cliente
    mediante la utilidad de tiempo, lugar, información,
    posesión e incluso en la utilidad de forma, en tanto
    deberá existir una estrecha relación entre
    producción y tecnología con marketing, que
    proveerá de la información sobre las necesidades y
    atributos más importantes de los clientes actuales y
    potenciales, al mismo tiempo que interviene directamente en la
    concepción del producto ampliado.

    Por tanto cuando Porter analiza el marketing como una
    actividad de la cadena de valor, lo está relacionando con
    los aspectos relativos a fuerza de
    ventas, precios, canales de
    distribución y comunicación.

    Analicemos genéricamente las variables
    controlables clásicas de marketing como
    fuentes de ventaja competitiva:

    Partes: 1, 2, 3

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