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La Nueva Revolución Cultural y la Globalización




Enviado por Michel Schooyans



    Fundación Universitaria San Pablo – CEU. V
    Congreso Católicos y Vida Pública.  Madrid, 14-16
    de noviembre de 2003-10-23.. Ponencia por  Michel
    Schooyans.  Catedrático emérito de la Universidad de
    Lovaina

     

     

    Es para mi un gran honor así como una
    alegría participar en el quinto congreso organizado por el
    movimiento
    Católicos y Vida Pública y consagrado al tema de la
    cultura.
    Permítanme decirles también, desde esta entrada en
    materia, lo
    feliz que estoy de encontrarme en el corazón de
    la Nación
    que dio un brillo sin igual a la filosofía política y que dio
    nacimiento al derecho
    internacional. Pues es en vuestra tierra,
    queridos amigos, que nació el primer gran teórico
    de la
    globalización, Francisco de Victoria, cuya estatua
    ocupa el lugar que debe, en Nueva York, en los jardines de la
    ONU.

    Adivino cuán fuerte es vuestra voluntad de
    comprometeros a fondo, según modalidades diferentes pero
    complementarias, en la vida pública. Sabéis que el
    testimonio del cristiano no puede limitarse a la esfera de la
    vida privada. La era en que algunos preconizaban el enterramiento
    del catolicismo, su expulsión de la vida pública,
    ha terminado. Los desafíos a los que nos enfrentamos son
    numerosos y nos impiden quedar dormitando. Estos desafíos
    tienen por nombre: secularización, laicización,
    paganización, y, el peor de todos:
    deshumanización.

    Los efectos nefastos de estos desafíos (no me
    atrevería a decir de esta cultura) aparecen de manera
    evidente en la caída dramática de la fecundidad en
    todas partes del mundo, pero especialmente en los países
    de gran tradición católica como España.
    Raramente ha sido tan acuciante la invitación dirigida por
    San Pedro: "Estad siempre preparados para presentar defensa de la
    esperanza que hay en vosotros" (Cf. 1 P 3, 15). Para responder al
    llamado que Pedro nos dirige, para aportar alegría y
    esperanza al mundo actual, vamos a examinar la relación
    entre cultura y globalización. En primer lugar expondremos
    la significación de estos términos ; luego
    examinaremos sus relaciones. Terminaremos con algunas sugerencias
    con vistas a la acción.

     

    El hombre, autor
    y destinatario de la cultura

    En cuanto se habla de cultura, somos remitidos al
    trabajo de
    la tierra.
    El hombre
    aprendió a cultivar la tierra para recoger los frutos. A
    partir de este sentido fundamental, la palabra cultura evoca, de
    manera figurada, el cuidado dado a las actividades
    humanas.

     

    Componentes
    interactivos

    Se habla entonces de cultura intelectual,
    artística, espiritual, etc. Se dirá así de
    una persona que es
    culta, que desarrolló sus talentos musicales. Al aprender
    a tocar un instrumento, ella desarrolló su cultura
    musical. Se dirá de otra que cultivó sus
    disposiciones para las matemáticas, que siguió cursos con
    ese fin. Tomado en el sentido figurado, la palabra cultura
    concierne pues al sujeto, y remite a la educación, al
    aprendizaje, a
    la formación de éste.

    Pero -siempre en sentido figurado- la palabra cultura se
    reviste también de un sentido objetivo.
    Concierne entonces un patrimonio
    intelectual, artístico, espiritual, etc. entrojado en una
    sociedad dada.
    Este patrimonio no es dado inmediatamente ; es adquirido,
    construido, enriquecido, transmitido. La cultura aparece
    aquí como un conjunto caracterizado por la interactividad
    de los componentes, entre los cuales podemos señalar un
    conjunto de tradiciones, de conocimientos, de instituciones,
    de maneras de actuar y de pensar, de valores
    morales y religiosos, etc. Tomada en estos términos,
    la cultura se inscribe en el tiempo, en la
    duración; implica memoria y
    continuidad. Pero ella se inscribe igualmente en el espacio. No
    todas las culturas honran en el mismo grado ni de la misma manera
    los componentes que acabamos de mencionar. Los valores
    son honrados diferentemente según las culturas. Tal
    cultura es más atenta a la libertad ; tal
    otra a la igualdad. Tal
    es más especulativa ; tal otra es más
    técnica. Tal defiende los derechos del hombre en las
    constituciones ; tal otra los defiende por la jurisprudencia

    Se observa pues que toda cultura recoge el producto de la
    actividad específicamente humana. Pero cada cultura es
    también el lugar de la superación, de la
    inventividad de los miembros de un grupo dado. La
    cultura ocupa un lugar de primer rango en la definición de
    la identidad del
    grupo en cuestión. 

    Artesano por excelencia de toda cultura, y al mismo
    tiempo beneficiario : la persona humana, capaz de expresarse
    frente a los otros, de ser comprendido, de comprenderlos, de
    deliberar, de proyectar. El lenguaje
    aparece aquí como un componente esencial de la cultura, al
    mismo tiempo que es un canal privilegiado de la
    comunicación entre las culturas. Además, la
    cultura adquiere visibilidad gracias a las obras en las cuales
    ella se expresa. Ella se manifiesta en las instituciones, por
    ejemplo en el derecho. Encuentra su reflejo en las artes. Se
    concretiza en las ciencias y en
    las técnicas.
    Se transmite por las redes educativas y
    proporciona ella misma una formación
    continua. 

    Detengámonos un poco en algunas instituciones que
    contribuyen de manera decisiva a la edificación de la
    cultura. 

     

    La "república" en
    miniatura

    En primer lugar, la familia.
    Los Romanos reconocían en esta institución natural
    el principium urbis, el seminarium rei publicae. La familia es la
    cuna del derecho, y esta lenta emergencia de un derecho civil
    debe mucho a la madre, que organiza la vida cotidiana del hogar.
    Debe mucho también a los pedagogos. Sin olvidar el papel
    del padre, hay que constatar que es en la pusilla res publica que
    es la familia que el niño es introducido en una cultura
    que ya está allí, de la cual él va a ser
    embebido como por ósmosis. En la familia, el niño
    recoge los conocimientos básicos, pero es también
    formado en las virtudes que harán de él un hombre
    sociable, un buen ciudadano, un buen padre, capaz en todo caso de
    hacer un uso responsable de la libertad. Toda la educación de la
    persona está por tanto basada en la recepción de
    una cultura preexistente a la persona. Ahora bien, la
    recepción de esta cultura no es en modo alguno un proceso pasivo
    ; no es una simple "acumulación" bancaria, un apilamiento
    de conocimientos inertes. Es siempre también
    tradición, transmisión. Cada uno es llamado a ser,
    en sentido fuerte, autor de cultura, es decir a aumentar, por un
    aporte original, el patrimonio cultural de la comunidad.

    La filosofía y la sicología
    contemporáneas refuerzan esta visión. En la
    construcción de su identidad personal, el ser
    humano se hace varias preguntas : ¿Quién soy?
    ¿Quiénes son mis padres? ¿En qué
    medio nací? La familia es aquí el primer lugar de
    referencia donde el niño, luego el adolescente descubren,
    de un mismo movimiento, su identidad y su diferencia. Pero es
    también el lugar donde aprende a asociarse y a actuar en
    conjunto, a imprimir una marca humana al
    mundo ambiente, a
    organizar la vida social, a abrirse a la verdad, a la belleza, a
    la justicia, a la
    trascendencia.

    La familia aparece así como el núcleo
    original no solamente de donde parte toda cultura sino donde se
    arraiga la posibilidad misma de toda cultura. Ella es, como se ha
    dicho, "la célula
    asociativa de mayor proximidad". La destrucción de la
    familia sería pues una catástrofe para la cultura
    en general y para las culturas particulares. Más
    aún, esta destrucción conduciría al
    totalitarismo, que, destruyendo la familia, destruye
    también el yo personal y agota la vitalidad cultural de
    las sociedades que
    ele acomete.

     

    Expresión
    política de la cultura

    Es cierto que la familia no podría ser, por ella
    sola, foco de cultura ; ella no puede prescindir de
    múltiples asociaciones. Éstas pueden formarse a
    partir de familias, pero nacen también a partir de centros
    de intereses que reúnen a los hombres alrededor de los
    aspectos más diversos de la vida humana. En el marco
    limitado de esta comunicación, fijaremos nuestra atención sobre las asociaciones políticas
    en tanto que éstas son beneficiarias de cultura y
    actuantes a nivel cultural.

    Históricamente, el pasaje de la vida rural a la
    vida urbana dio un remarcable impulso al desarrollo de
    la vida cultural. La ciudad y la
    organización de la comuna se tornan el lugar donde
    personas y asociaciones descubren sus diferencias al mismo tiempo
    que su interdependencia. Lo mismo ocurre al nivel de las
    naciones. Como las ciudades y las comunas, las naciones son los
    lugares donde los hombres se socializan y se descubren
    solidarios. Es allí que los hombres aprenden a debatir, a
    deliberar, a concertarse, a colaborar. Estas experiencias se
    hacen en el marco de unidades territoriales que se integran a lo
    largo de la historia.

     

    Intersubjetividad e
    intencionalidad

    Hemos visto hasta ahora que las múltiples
    expresiones de la cultura subjetiva de los hombres daban
    nacimiento a expresiones objetivas muy numerosas y a asociaciones
    que se asignan como fin, precisamente, cultivar segmentos
    particulares de la actividad humana. Hay por tanto un intercambio
    constante entre la cultura en el sentido subjetivo y la cultura
    en el sentido objetivo. Podríamos entonces decir que la
    cultura es la traducción viviente de la
    intersubjetividad. Las obras de los hombres son siempre hechas
    para otros hombres, que son enfocados y alcanzados por todo tipo
    de mediaciones. Y esta intención, esta apertura a los
    otros hombres se hace siempre según dos ejes. Según
    el eje sincrónico, pues por mi obra yo enfoco a mis
    contemporáneos, y en mi obra acojo sus obras. Según
    el eje diacrónico, pues yo acojo las obras de mis
    predecesores y las supero al reactivar sus intenciones y al
    desplegar mi fidelidad creadora con respecto a su obra. La
    cultura es pues siempre una realidad bien viva.

     

    Nivel de verdad, escala de
    valores 

    Ahora bien, no podemos perder de vista que, para que sea
    auténticamente humana, la obra cultural debe tener en
    cuenta la existencia de niveles de verdad y de una escala de
    valores. La
    reflexión filosófica es aquí esencial,
    precisamente porque ella se interesa en los valores morales, en
    los valores universales, en los valores que merecen ser deseados
    por ellos mismos. Ella ofrece criterios que permiten distinguir
    valores que son del orden de los medios, y
    otros que son del orden de los fines. Es así que la
    epistemología ronda, por ejemplo, el nivel
    de verdad alcanzado por las ciencias físicas. Es
    así también que la antropología filosófica puede
    establecer la dignidad
    inalienable de toda persona humana. Ningún ser humano
    puede ser reducido a la condición de medio, ser manipulado
    física o
    sicológicamente. El cuerpo del ser humano no es
    disponible, como tampoco puede ser manipulado su yo
    psicológico. Cuando una cultura pierde de vista la
    centralidad de estas referencias fundadoras de ella misma, entra
    en un proceso que pone gravemente en peligro su identidad, su
    calidad y su
    existencia.

    No es menos evidente que los valores religiosos,
    especialmente los valores religiosos cristianos, dan siempre
    lugar a una enseñanza moral cuyas
    implicaciones son considerables a nivel de la cultura y de las
    culturas. El jurista holandés Grotius (1583-1645) fue el
    primero a querer retirar a Dios del derecho, del "derecho
    natural", de la vida política y de la relaciones
    internacionales.. A pesar de la ceguera rabiosa de ciertos
    tecnócratas reinando en los talleres de la Unión
    Europea, todas las culturas europeas están impregnadas
    de cristianismo,
    y Europa no
    podría comprenderse, y menos aún construirse, sobre
    un postulado negando la evidencia del tejido cristiano
    constitutivo de su identidad. Al indicar al hombre que tiene
    deberes para con Dios y para con los otros, al mostrar la
    significación de sus obras, al revelar al hombre el
    fundamento último de su dignidad, el cristianismo recoge y
    lleva a su punto de incandescencia la regla de oro que ata
    todas las grandes culturas humanas y que, sola, puede dar su
    sentido último a los proyectos de
    globalización.

     

    El providencialismo
    autoritario del Estado

    Como ya lo insinuamos, la cultura es un elemento
    constitutivo de la sociedad civil.
    Bajo esta última expresión, se reagrupa una gran
    variedad de asociaciones que emanan de la iniciativa de los
    miembros de una sociedad dada. La iniciativa de fundar estas
    asociaciones no parte del Estado ; ellas
    son la expresión de una sociedad culturalmente
    identificada, anterior al Estado, pero que puede
    legítimamente aspirar a dotarse de una organización política. Es la
    sociedad civil que se dota de una organización
    política a fin de mejor asir y proteger su identidad, de
    situarse frente a otras culturas y frente a otras sociedades
    civiles. La entrada en sociedad política, lejos de
    asfixiar el patrimonio cultural de una sociedad civil particular,
    debe por el contrario proteger a éste y crear las
    condiciones que favorezcan su completo desarrollo.

    Concretamente, es al Estado que incumbe esta tarea.
    Ahora bien, en tanto que sociedad política, el Estado
    tiene un papel subsidiario ; es puramente funcional. No tiene
    ninguna realidad concreta distinta de la sociedad civil que lo
    llama a la existencia. Es esta sociedad civil que instituye la
    sociedad política, organiza el Estado. Designa aquellos
    que son investidos de poder,
    controla el funcionamiento de las instituciones y el poder
    ejercido por los mandatarios. Corresponde a la sociedad
    política aportar algo más al conjunto de
    iniciativas culturales que emanan de la sociedad civil. El Estado
    debe ayudar a las asociaciones culturales a ejercer bien su
    misión,
    y no reemplazar a ellas. Y para llegar a ejercer bien esta
    misión, el Estado debe velar por el bien común, del
    cual la cultura es un componente esencial. Se sigue que el Estado
    debe promover los valores superiores, de orden moral y de
    naturaleza
    universal, sin los cuales la sociedad cae en la anarquía o
    en el estatismo totalitario -desliz este observable en varios
    países "democráticos".

    Contra una cierta tradición europeo-occidental
    que quiere que el Estado dirija, regente la sociedad civil y
    todos sus componentes culturales, hay pues que sostener
    solidamente que el Estado se extralimita cuando cede al prurito
    del providencialismo autoritario y pretende imponer
    -particularmente por la enseñanza- su voluntad en la
    definición de los valores morales. Con más fuerte
    razón excede sus competencias
    cuando, bajo pretexto de laïcismo sectario, finge ignorar el
    precio que la
    sociedad civil atribuye a la dimensión religiosa de su
    cultura. Obviamente, estas reservas valen tambien para la ONU y
    la Unión Europea.

     

    Globalización y
    gobernancia mundial

    Las reflexiones precedentes llaman muy naturalmente a un
    desarrollo sobre la globalización. Este término
    tiene su origen en la lengua
    angloamericana, pero ha sido incorporado en las lenguas latinas,
    en las cuales -simplificando- es prácticamente
    sinónimo de mundialización.

     

    Actualidad de una idea
    antigua

    La idea de globalización no es del todo nueva.
    Está presente desde la Antigüedad con el
    cosmopolitismo helenístico, el proyecto imperial
    de Alejandro el Grande, la "Pax Romana", sin olvidar la
    experiencia imperial china. Desde
    siempre, los hombres han reconocido su interdependencia ; han
    procedido a intercambios o a conquistas ; han intentado integrar
    las sociedades o subyugarlas. En Roma, en el final
    de la República y principalmente bajo el Imperio, el
    estoicismo y el epicureismo intentaron desmovilizar
    políticamente a los miembros de la Ciudad, a fin de dejar
    campo libre a los gobernantes alejados de sus bases,
    incontrolables e irresponsables. Encontramos estas dos
    características en los proyectos actuales de
    globalización : poder concentrado, distante, inasequible ;
    hombres y mujeres exaltados en su individualidad y su hedonismo,
    pero tenidos apartados de la participación
    política. 

    Las tentativas actuales de organizar una sociedad
    mundial tienen pues sólidas raíces
    históricas. Antiguamente como hoy, estas tentativas emanan
    unas veces de motivaciones más bien políticas ;
    otras más bien de objetivos
    económicos. Hoy día, cuando se habla de
    globalización, se tiene en primer lugar en cuenta dos
    grandes modelos. De
    una parte, el modelo
    liberal, que ve la globalización en términos de
    hegemonía mundial de un país o de un grupo de
    países. De otra el modelo socialista, que es
    internacionalista. En los dos casos, el hombre corre peligro de
    ser alienado, políticamente paralizado, tenido apartado
    del poder. 

    Queda que el mundo actual tiende hacia una mayor unidad,
    hacia una mejor integración. Son indispensables nuevos
    instrumentos, nuevos elementos de concertación. Pero esta
    globalización no puede hacerse a cualquier precio. No
    puede hacerse al precio de una desactivación de los
    Estados, ni de un enjaulamiento de los ciudadanos en la licencia
    y el consumo.
    Digámoslo pronto : los proyectos globalistas de la ONU y
    de la Unión Europea tienen de que preocupar.

     

    Valores y
    verdad

    Salta a la vista que actualmente no existe felizmente
    ninguna cultura única que se extendería al mundo
    entero. Existen por cierto innumerables pasarelas entre las
    culturas. Tampoco se pueden ignorar los esfuerzos para que las
    culturas se encuentren y para que ellas se beneficien de sus
    aportes recíprocos. Asimismo sería por lo menos
    prematuro anunciar la emergencia inminente de una sociedad civil
    mundial. Esta sociedad sólo podría fundarse sobre
    el reconocimiento universal de valores morales superiores. Es
    sobre la base del reconocimiento, por todos los Estados, de estos
    valores morales que la Declaración Universal de los
    Derechos del Hombre de 1948 intentaba fundar las relaciones
    internacionales y la comunidad mundial. La adhesión de los
    Estados particulares a estos valores morales dejaba el campo
    libre a las culturas, a las sociedades civiles y a las
    naciones.

    Se puede por tanto afirmar que el primer gran proyecto
    contemporáneo de globalización nació
    inmediatamente después de la Segunda Guerra
    Mundial, y que fue propuesto en el marco de la ONU en dos
    documentos
    esenciales : la Carta de San
    Francisco (1945) (de la cual no hablaremos en esta
    comunicación) y la Declaración de 1948. Ésta
    procura honrar verdades esenciales concernientes al hombre. Ella
    reconoce que el respeto de los
    valores morales, e incluso de los valores religiosos, es la
    condición previa al diálogo y
    al encuentro de las culturas. Más precisamente, no hay
    lugar para una cultura política si los derechos
    fundamentales del hombre son escarnecidos : derecho a la vida, a
    la libertad de
    expresión, a fundar una familia, a asociarse, a elegir
    una religión,
    a trabajar, etc.

     

    Invertir la visión del
    hombre
     

    Sin embargo actualmente se observa que la ONU tiende a
    instaurar una concepción de la globalización que es
    incompatible con una cultura política que valorice la
    persona, la familia y la sociedad civil. A pesar de los
    innumerables desengaños que sufrió, y que hipotecan
    su credibilidad, la ONU esconde cada vez menos su tendencia a
    poner en pie un gobierno
    supraestatal, y a colocarse como titular de una "gobernancia
    mundial". Hace cada vez menos referencia a la cultura
    política que inspiró a los redactores de la
    Carta de 1945
    y especialmente de la Declaración de 1948. Se comporta
    como si hubiese recibido en misión poner en pie un
    super-poder mundial cuya voluntad se expresaría en nuevos
    instrumentos jurídicos llamados a ser
    apremiantes.

    La globalización tal como la ONU la pone en
    práctica se caracteriza por un rechazo del
    antropocentrismo de 1948, así como por una
    limitación creciente de la soberanía de las naciones. La ONU promueve
    desde ahora los derechos de la Tierra. Su proyecto de Carta de la
    Tierra, en vía muy avanzada de redacción, significa que esta
    organización internacional a emprendido una nueva
    revolución cultural. A los ojos de la ONU, es el hombre
    que debe cambiar y ser cambiado. La visión que él
    tiene de él mismo debe ser dada vuelta. En el Gran Todo en
    que se encuentra, el hombre debe aceptar su sumisión a los
    imperativos de la Madre Gaia. Toda su obra cultural debe ser
    reconsiderada fundamentalmente, pues lo que tiene la
    primacía, no es más el hombre sino el Holos, el
    mundo material ambiente de donde él procede por evolución puramente material y en lo cual
    él está condenado a desaparecer definitivamente en
    el momento en que muera. El horizonte de esta "cultura" es
    la
    muerte.

    Así, toda la obra científica y
    técnica del hombre se encuentra radicalmente cuestionada.
    El hombre no es más el gerente
    responsable de un medio ambiente
    que él está llamado a humanizar. Es por el
    contrario el más temible de los predadores y su población, como toda población de
    predadores, debe ser estrictamente controlada, clasificada y
    planificada teniendo en cuenta las supuestas obligaciones
    del "desarrollo
    sustentable". Más aún, el hombre debe ser
    fabricado, hasta clonado, para responder mejor a los criterios
    cualitativos y cuantitativos fijados por tecnócratas
    según los criterios holísticos.

    En esta odisea del espacio, la familia está
    forzosamente condenada a desaparecer, pues es necesario no
    solamente que sea controlada la transmisión de la vida
    humana, sino que es necesario igualmente destruir la comunidad
    primordial, en la cual el hombre y la mujer
    desarrollan y transmiten, con la vida, la cultura que ellos
    mismos han recibido. El arte mismo, lugar
    por excelencia de la libertad creadora, debe ser colocado al
    servicio de un
    proyecto delirante donde es sacrificada la libertad del
    hombre.

     

    La sovietización de la
    cultura

    Nos falta tiempo para detallar la exposición
    y la crítica
    de esta nueva revolución cultural elaborada minuciosamente
    en la ONU y en una miríada de ONG, por los
    ideólogos de este monismo panteísta que no tiene
    precedentes en la historia. Según este proyecto, el hombre
    no es más una persona, un ser capaz de relaciones, llamado
    a la reciprocidad, a la exterioridad y al amor, abierto
    a los valores morales y trascendentes. Le hace falta una
    policía de los cuerpos, de los corazones, de las
    inteligencias y de las almas.

    Citemos en desorden algunos temas que ilustran este
    proyecto de destrucción cultural cuyas grandes
    líneas aparecen en particular en la Carta de la Tierra :
    nuevo paradigma de
    la salud, salud de
    la Tierra y del cuerpo social (Organización Mundial de la
    Salud) ; nueva ética
    sexual ; deresponsabilización de los padres (UNICEF) ;
    control de la
    población (FNUAP) ; erosión de
    la soberanía de las naciones, ingerencia en los asuntos
    internos de las naciones, intervención en las naciones
    "rebeldes" (CEDAW [Convención y Protocolo para la
    eliminación de toda discriminación contra la mujer], Alto
    Comisariato para los Derechos
    Humanos); pacto económico mundial, control de las
    ciencias y de las técnicas (Millenium); religión
    mundial única (Iniciativa de las Religiones Unidas);
    educación inspirada por la Carta de la Tierra (UNESCO),
    etc.

    En suma, asistimos a un dominio sobre
    todos los sectores esenciales que constituyen el tejido de toda
    cultura. Atrevámonos a la palabra : estamos en presencia
    de una sovietización de la cultura. Se sigue que el
    surgimiento de una sociedad civil mundial es en lo sucesivo
    imposible, pues la ambición de controlar toda la vida
    cultural es esencial al proyecto onusiano de
    globalización. El modelo subyacente a esta ambición
    es un remake, un refrito del internacionalismo
    marxista. 

     

    Consenso y
    negociaciones

    Para concretizar y consolidar su proyecto globalizador,
    la ONU está poniendo en pie un sistema de
    derecho internacional totalmente positivista. Este proyecto
    encuentra su inspiración en la obra del jurista Hans
    Kelsen (1881-1973). Se fundamenta en un escepticismo, un
    relativismo, un agnosticismo radical. La Declaración de
    1948 estaba fundada sobre verdades delante de las cuales uno se
    inclinaba, sobre valores morales que se reconocían. Estas
    cuestiones de valores, estas cuestiones de antropología,
    en lo sucesivo no tienen más pertinencia. Se procede como
    en derecho
    comercial : los "nuevos derechos del hombre" son negociados ;
    ellos proceden del consenso, sin referencia a la verdad. Dan
    lugar a pactos y a convenciones. El aborto, la
    eutanasia, las
    uniones homosexuales, la repudiación, el eugenismo, el
    infanticidio,
    el canibalismo se transformaron o están a punto de
    transformarse en "nuevos derechos del hombre". Las
    "recomendaciones" y sobretodo los tratados
    internacionales presentados como normativos, una vez
    ratificados, adquieren fuerza de
    ley en los
    Estados. Aspirando a la gobernancia mundial, el centro de poder
    onusiano se autolegitima al legitimar el "nuevo orden
    internacional", y valida los Derechos estatales. La referencia a
    los valores morales es expulsada de las relaciones
    internacionales y del derecho. En cuanto a la religión, se
    le pide esconderse en la esfera de la vida
    privada. 

    Para complementar un Tribunal penal internacional es
    instaurado, teniendo en sus competencias las denuncias contra
    quienquiera que, persona o institución, impugnaría
    esta fuente de derecho así como esta visión de
    "nuevos derechos del hombre".

     

    Las equivocaciones de la
    Unión Europea

    Lamentablemente hay que constatar que la Unión
    Europea se metió en el camino de las mismas
    equivocaciones. Bajo una forma u otra, todos los extravíos
    que acabamos de mencionar a propósito de la ONU se
    encuentran en los proyectos de la Unión Europea. Para
    convencerse, alcanza con ver la jactancia con la cual
    eurócratas arrogantes y desprovidos de representatividad
    quieren excluir de la constitución europea toda referencia
    cristiana; basta tomar conocimiento
    del Informe Van
    Lancker sobre la salud y los derechos sexuales y
    genésicos, o bien del Informe Sandbaek sobre la
    proposición de reglamento del Parlamento europeo y del
    Consejo concerniente las ayudas destinadas a las políticas
    y a las acciones
    relativas a la salud y a los derechos en materia de reproducción y de sexualidad. El
    primero de estos informes
    concierne la Unión Europea y los países candidatos
    a ella; el segundo concierne la "ayuda" de la Unión
    Europea a los países en desarrollo.

     

    La
    movilización

    Las "Luces" anticristianas

    Al término de nuestro análisis, aparece que la
    globalización tal como es puesta en práctica en el
    plano internacional postula la nueva revolución cultural
    para la cual la ONU y la Unión Europea están
    trabajando activamente. Esta nueva revolución cultural es
    más disimulada y más destructiva que la lanzada en
    1966 por Mao Tsé Tung. Ella vacía al hombre de su
    humanidad, y sus promotores quieren imponer a todos una y solo
    una cultura, la cultura de las Luces, aquella del Iluminismo
    anticristiano y masónico. Ni como hombres, ni como
    cristianos, podemos aceptar esta pretensión tendiente a
    hacer de una cultura particular -por lo menos criticable- una
    cultura global unidimensional y obligatoria para
    todos.

    Para que un proyecto aceptable de globalización
    pueda desarrollarse, hay que se negar a "hacer del pasado tabla
    rasa". Hay que rechazar la idea según la cual las culturas
    antiguas y tradicionales estarían condenadas a ser
    descartadas de la historia para hacer lugar a una "nueva cultura"
    haciendo pasar del "oscurantismo" a lo que es en realidad una
    ideología neocientificista. Sólo hay
    cultura allí donde hay memoria, continuidad e
    intercambios. Sólo hay cultura allí donde el hombre
    es respetado en su razón, su libertad, su
    sociabilidad.

    Construir una sociedad global humana y humanizante
    implica por lo tanto ciertas tareas prioritarias dignas de
    movilizar a los cristianos.

     

    No a la globalización
    de la pobreza

    No hay cultura posible sin el reconocimiento y la
    promoción de la igual dignidad de todos los
    hombres. Para que pueda emerger poco a poco una sociedad civil
    mundial, todos los hombres deben poder participar -en el sentido
    de tener parte en, de aportar su parte- a estos bienes que son
    la instrucción, la educación y la cultura. Hoy
    día, la cara de la mayor pobreza aparece
    debajo de la línea que separa, por un lado aquellos que
    saben y tienen acceso al saber, y por otro aquellos que no saben
    y no tienen acceso al saber. Es absurdo y deshonesto hacer
    brillar una concepción de la globalización que
    oculta la tabiquería actual escandalosa entre una sociedad
    donde sólo la pobreza es
    globalizada, y una sociedad alérgica al compartir. Como lo
    subraya Amartya Sen, Premio Nobel de Economía (1998), el
    déficit educativo y cultural es una de las grandes causas
    de la debilidad de la sociedad civil y por lo tanto el mayor
    obstáculo a la democratización.

     

    Capital humano, capital
    cultural

    Entretanto, la prioridad absoluta debe ser dada a la
    cultura de la familia, al culto de ésta. A pesar de la
    denigración de la cual es objeto la familia, que es
    heterosexual y monogámica, la institución familiar
    es cada vez más honrada en las investigaciones
    contemporáneas. Ella es por excelencia le crisol donde
    nace, se recibe y se transmite toda cultura. Ella es el lugar
    donde se cultivan y se transmiten los valores esenciales
    inherentes a toda cultura auténtica. Gary Becker
    recibió el Premio Nobel de Economía en l992 por
    haber medido y demostrado el papel de la familia en la
    formación del capital humano y
    en consecuencia del capital cultural. Un capital -conviene
    precisarlo- que no es sólo útil en una sociedad de
    producción, sino que es deseable en si,
    debido a la dignidad sin igual del hombre en el mundo creado. En
    esta formación, el papel de la madre es decisivo, ya que
    Gary Becker demostró que, con su trabajo, la madre de
    familia contribuye con más del 30 % al producto bruto
    interno de una nación.
    Un proyecto de globalización que debilitaría la
    realidad de la familia y el papel de la mamá
    anunciaría el naufragio de la persona y de las culturas.
    Este proyecto privaría a la sociedad civil de su primera
    comunidad de base: la comunidad familiar, y desembocaría
    en el totalitarismo.

     

    Globalización –
    descentralización : sin
    antinomia

    Así como todo proyecto de globalización
    debe respetar a la persona y a la familia, debe igualmente
    respetar a las naciones. Es inadmisible que un proyecto de
    globalización emane de un centro de poder mundial
    autoproclamado y, por tanto, de legitimidad sospechosa. La
    diversidad de culturas, y con ésta la diversidad de las
    naciones, constituye una de las más grandes riquezas de la
    sociedad humana. Esta pluralidad da lugar a sociedades civiles
    con identidades diferenciadas. Estas sociedades civiles se
    otorgan organizaciones
    políticas e instrumentos jurídicos propios,
    destinados a manifestar su autonomía. Sin duda, una vez
    organizada políticamente, la sociedad civil, dando
    luz a la
    sociedad política, puede admitir delegar un segmento de su
    poder político no solamente al Estado, sino también
    a organizaciones internacionales. Sin embargo, la diversidad de
    hombres y de culturas exige el respeto de las identidades
    nacionales, una cierta fragmentación del poder al interior
    como al exterior del Estado, un control efectivo ejercido por los
    ciudadanos sobre el Estado y por los Estados sobre las
    organizaciones internacionales. En resumen, es engañar a
    la opinión
    pública insinuar que hay antinomia entre
    globalización y descentralización.

     

    Devolver la esperanza al
    mundo

    Finalmente hay que reconocer el papel capital que la
    religión cristiana está llamada a jugar en todo
    proyecto de globalización. El fermento de toda cultura es
    el reconocimiento y el respeto de los valores morales y
    religiosos. No hay lugar para una cultura ni para una sociedad
    civil amorales, ni para un Estado agnóstico y amoral. Lo
    menos que puede esperarse de un poder público es que sea
    imparcial. La sociedad global que propulsan la ONU y la
    Unión Europea se caracteriza por su agnosticismo, su
    indiferencia frente a la verdad, su amoralismo e incluso su
    inmoralismo. Eso es tanto como decir que este globalismo
    está basado sobre la arena y es anunciador de
    despotismo.

    La Iglesia tiene
    aquí una tarea maravillosa a realizar para dar sentido a
    todo proyecto de globalización y para devolver la
    esperanza a un mundo frecuentemente desamparado. Ella es la
    principal instancia que defiende todavía sin
    ambigüedad los valores
    humanos esenciales, reconocidos muchas veces por la
    razón filosófica, honrados en las grandes culturas
    clásicas y proclamados en innumerables documentos. Ella
    revela sobre todo el sentido último y pleno de esta
    dignidad, anunciando la Buena Noticia de que somos, como
    personas, creados a la imagen de Dios y
    llamados, más allá de la muerte, a
    descansar en la beatitud de Dios. He aquí el
    corazón de este mensaje global, universal, que integra
    todos los hombres en la gran familia de hijos de Dios y que llama
    al hombre a humanizar el mundo ambiente. 

    Toda la enseñanza de la Iglesia sobre el hombre,
    la familia, la naturaleza y la sociedad detallan esta Buena
    Noticia. En grados diversos, ésta se refleja en todas las
    partes del mundo y se expresa en las parroquias, las escuelas,
    los hospitales, los centros de investigación, etc. que la Iglesia ha
    fundado desde hace siglos y que dan crédito
    a su mensaje. La figura de la Madre Teresa de
    Calcuta, recientemente beatificada, brilla aquí como
    un signo de esta esperanza, a condición que, como ella y
    con el Papa Juan Pablo II, nos movilicemos todos y sin reserva
    por la cultura de la vida. 

     

    Michel Schooyans (*)

    Traducción a cargo de la Dra Beatriz de
    Gobbi.

      

    (*) Nota sobre el autor

    Filósofo y teólogo, sacerdote del
    arzobispado de Bruselas, Mgr Michel Schooyans es profesor
    emérito de la Universidad de Lovaina. También
    enseñó en San Pablo y en diversas universidades
    latinoamericanas. Es autor de una veintena de obras, varias de
    ellas traducidas en diferentes lenguas. Entre estas
    publicaciones, mencionemos en español,
    El aborto.
    Implicaciones políticas, Madrid, RIALP, 1991; Bioética y
    Población. La elección de la Vida, México,
    IMDOSOC, 1995; Para entender las evoluciones demográficas,
    México, IMDOSOC, 1996; El Evangelio frente al desorden
    mundial (con Prefacio del Cardenal Ratzinger), México,
    Diana, 2000; La cara oculta de la ONU, México, Diana,
    2002; Entrevistas
    sobre los riesgos
    éticos de la globalización, Madrid,
    Fundación Universitaria San Pablo-CEU, 2003. En
    francès existen también: La dérive
    totalitaire du libéralisme (con una Carta del Papa Juan
    Pablo II), Paris, Mame, 1995; Le crash démographique,
    Paris, Fayard, 1999; Euthanasie. Le dossier Binding-Hoche, Paris,
    Fayard, 2002. A salir en 2004: L'Évangile au risque de la
    globalisation. Introduction à l'Enseignement social de
    l'Église. Las investigaciones del autor se refieren a la
    filosofía política, las ideologías
    contemporáneas, las políticas de población.
    Es entre otras cosas miembro de la Pontificia Academia de las
    Ciencias
    Sociales (Roma), de la Pontificia Academia de la Vida (Roma),
    del Instituto Real de Relaciones Internacionales (Bruselas), de
    la Academia Mejicana de Bioética (México DF), del
    Population Research Institute (Washington), del Instituto de
    Demografía Política
    (París). 

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