Maquinaria y Gran
Industria
Maquinaria y Manufactura
(El Capital, Cap.
XII y XIII)
KARL MARX
En un principio el hombre
realizaba los trabajos en forma manual, en
lugares los cuales se denominaban talleres. El punto de partida
de la producción es el
hombre.
Aparece la máquina como principio de la Revolución
Industrial, esta pone fin a la actividad manual artesana,
como principio normativo de la producción social, reemplazando al
trabajador que maneja una herramienta por un mecanismo que opera
a la vez con varias herramientas
semejantes, dando lugar al origen de la fábrica que no es
mas que la sistematización de la división del
trabajo, cobrando la forma propia del taller basado en el
empleo de las
máquinas, reapareciendo siempre la simple
cooperación.
Por tanto, el principio del sistema fabril
consiste en sustituir el sistema de
distribución o gradación del trabajo
entre los diversos operarios por el sistema de
división del proceso de
trabajo en sus partes integrantes.
El trabajo del obrero en estas fábricas estaba,
supeditado a los movimientos continuos y uniformes de la
máquina, volviéndose el hombre una
persona
autómata.
La herramienta se convierte de simple herramienta en
máquina, el hombre
sigue siendo el elemento primordial, el número de
instrumentos de trabajo con que puede operar al mismo tiempo,
está circunscripto por el número de instrumentos
naturales de producción con que cuenta.
El capital, pone
a su servicio
la ciencia,
reduciendo siempre a razón la mano rebelde del trabajo,
indignándose de que "se le acuse a la Ciencia
Físico – Mecánica, por algunos de entregarse al
despotismo de unos cuantos capitalistas ricos,
convirtiéndose en instrumento de opresión de las
clases pobres".
Primeramente se expulsa a los obreros de las tierras,
luego son desplazados por instrumentos de trabajo, mas tarde
mediante un mecanismo de transmisión es impulsado por un
autómata central, donde la industria
maquinizada adquiere su fisonomía mas perfecta. Los
simples peones son suplidos en las fábricas, unas veces
por máquinas especiales y otras veces consienten por su
absoluta sencillez un cambio
rápido y constantes de las personas encargadas de
ejecutarlos.
El volumen cada vez
mayor de la maquinaria hace "deseable" por el fabricante una
prolongación creciente de la jornada de
trabajo.
Pero tan pronto como el régimen fabril adquiere
cierta extensión y un cierto grado de madurez, sobre todo
su base técnica, la maquinaria, es producida a su vez por
máquinas que prontamente revolucionan la extracción
del carbón y del hierro, la
elaboración de los metales y el transporte,
dándose así todas las condiciones generales de
producción que corresponden a la Gran
Industria,
este tipo de
explotación cobra una elasticidad, una
capacidad súbita e intensiva de expansión que solo
se detienen ante las trabas que le oponen las primeras materias y
el mercado.
En este período el hombre debe
adaptarse a la máquina y a su vez depende de esta, la cual
determinará el ritmo de trabajo, impidiendo
períodos de óseo.
En la Gran Industria, el
punto de partida de la producción es la máquina,
eliminándose la división técnica del trabajo
que existía en la manufactura,
produciéndose una igualación en los puestos de
trabajo.
Estos avances produce que los sectores mas carenciados
queden fuera del sistema, al igual
que las empresas que no
sobreviven a este desarrollo. El
capital se
concentra en grandes empresas.
La lógica
de la gran industria, es
una lógica
distinta a la de la manufactura,
expulsando tanto a capitalistas como a obreros.
Los orígenes de la manufactura y
su derivación del arte, son dobles.
De una parte, la manufactura
brota de la combinación de diversos oficios
independientes, que mantienen su independencia
y su aislamiento hasta el instante en que se convierten en otras
tantas operaciones
parciales y entrelazadas del proceso de
producción de una misma
mercancía.
De otra parte, la manufactura
brota de la cooperación de artesanos a fines, atomizando
su oficio individual en las diversas operaciones que
lo integran y aislando estas, haciéndolas independientes
hasta el instante en que cada una de ellas se convierte en
función exclusiva y específica de un obrero. Por
tanto, de una parte de la manufactura,
lleva la división del trabajo a un proceso de
producción
antes homogéneo, o la desarrolla, por otra parte,
combina oficios hasta entonces separados, pero cualquiera que sea
su punto especial de partida, su forma final es siempre la misma:
La de un mecanismo de producción cuyos órganos son
hombres. Durante el período manufacturero, la industria
manual
seguía siendo, aunque muy desperdigada, la base de la
producción. Los nuevos mercados
coloniales no podían colmar su demanda con el
número relativamente corto de obreros urbanos heredados de
la Edad Media, y
las verdaderas manufacturas abrían al mismo tiempo nuevas
zonas de producción a la población rural, expulsada de la tierra que
trabajaba, al disolverse el Feudalismo.
En sus orígenes, el obrero vendía la
fuerza de
trabajo al capitalista por carecer de los medios
materiales
para la producción de una mercancía; ahora
su fuerza
individual de trabajo, se queda inactiva y ociosa si no la
vende al capital. Ya
solo funciona articulada con un mecanismo al que
únicamente, puede incorporarse después de vendida,
en el taller del capitalista incapacitado y su propia naturaleza para
hacer nada por su cuenta, el obrero manufacturero solo puede
desarrollar una actividad productiva como parte accesoria del
taller capitalista, la división del trabajo estampa en la
frente del obrero manufacturero la marca de su
propietario. "El Capital". La
existencia de un número relativamente grande de obreros
que trabajan bajo el mando del mismo capital, es el
punto natural y primitivo de partida de la cooperación en
general, y de la manufactura en
general.
La verdadera manufactura no
solo somete a obreros antes independientes al mando y a la
disciplina del
capital, sino
que además crea una jerarquía entre los propios
obreros, además de distribuir los diversos trabajos
parciales entre
diversos individuos, se divide al individuo mismo, se lo
convierte en un aparato automático adscrito a un trabajo
parcial.
En la moderna manufactura,
la explotación de mono de obra barata e incipiente
presenta formas mas descaradas que en la verdadera
fábrica, pues la base técnica que aquí
existe por que permite sustituir la fuerza
muscular por las máquinas, simplificando el trabajo, no
existe en la mayor parte de los casos allí, donde el
cuerpo femenino o juvenil se deja expuesto sin crepúsculos
de ningún género a la influencia de los mas
despiadados capitalistas.
Por oposición al período manufacturero, el
plan de la
división del trabajo, se basa ahora en el empleo del
trabajo de la mujer, del
trabajo de los niños de todas las edades, de obreros no
calificados, siempre y cuando ello sea factible, en una palabra
del trabajo barato.
El proceso sigue
avanzando en la manufactura,
que mutila al obrero al convertirlo en obrero parcial. Y se
remata en la Gran Industria
donde la ciencia es separada del trabajo como potencia
independiente de producción y arrojada al servicio del
capital.
Fue ella la que introdujo la maquina con que esta pudo
desplazar a la industria
manual y
manufacturera en las ramas de producción de que primero se
adueño.
En efecto en los primeros decenios del siglo XIX, al
desarrollarse la industria
maquinizada, la maquinaria se fue adueñando
paulatinamente de la fabricación de
máquinas – herramientas.
La Gran Industria
tiene su punto de arranque, en la revolución
operada en los instrumentos de trabajo, y a su vez los
instrumentos de trabajo transformados cobran su
configuración mas acabada en el sistema
articulado de maquinaria de la Fábrica.
La maquinaria, al hacer inútil la fuerza
muscular permite emplear obreros sin fuerza
muscular o sin un desarrollo
físico completo, que posean en cambio una
gran flexibilidad en sus miembros. El trabajo de la mujer y del
niño fue, por tanto, el primer grito de la
aplicación capitalista de la maquinaria. De este modo,
aquel instrumento gigantesco creado para eliminar trabajo y
obreros, se convertía inmediatamente en medio de
multiplicación del número de asalariados,
colocando a todos los individuos de la familia
obrera, sin distinción de edad ni sexo, bajo la
dependencia inmediata del capital. Los
trabajos forzados al servicio del
capitalista vinieron a invadir y usurpar, no solo el lugar
reservado a los juegos
infantiles, sino también el puesto del trabajo libre
dentro de la esfera doméstica y, romper con las barreras
morales, la órbita reservada incluso al mismo
hogar.
El valor de la
fuerza de
trabajo no se determinaba ya por el tiempo de trabajo
necesario para el sustento del obrero adulto individual, sino por
el tiempo de
trabajo indispensable para el sostenimiento de la familia
obrera. La maquinaria, al lanzar al mercado de
trabajo a todos los individuos de la familia
obrera, distribuye entre toda su familia el
valor de la
fuerza de
trabajo de su jefe. Lo que hace por tanto, es depreciar la
fuerza de
trabajo del individuo.
Antes, el obrero vendía su propia fuerza de
trabajo, disponiendo de ella como individuo formalmente libre,
ahora vende a su mujer y a su hijo
convirtiéndose en esclavista.
Al generalizarse la maquinaria en una rama de
producción, el valor social
del producto
elaborado por medio de
máquinas desciende al nivel de su valor
individual y se impone la Ley de que la
plusvalía no brota de las fuerzas de trabajo que el
capitalista suple por medio de la máquina, sino de
aquellas que la atienden. La plusvalía solo brota de
la parte variable del capital, y ya
sabemos
que la masa de plusvalía esta determinada por dos
factores: La cuota de plusvalía y el número de
obreros, simultáneamente empleados.
En general, el método de
producción de la plusvalía relativa consiste en
hacer que el obrero, intensificando la fuerza
productiva del trabajo, pueda producir mas con el mismo desgaste
de trabajo y en el mismo tiempo.
El código fabril en que el capital
formula, privadamente y por su propio fuero, el poder
autocrático sobre sus obreros, sin tener en cuenta ese
régimen de división de los poderes de que tanto
gusta la burguesía, ni el sistema
representativo, del que gusta todavía mas, es simplemente
la caricatura capitalista de la reglamentación del
proceso de
trabajo, reglamentación que se hace necesaria al
implantarse cooperación en gran escala y la
aplicación de instrumentos de trabajo colectivos,
principalmente la maquinaria.
Donde mas prosperan las manufacturas es allí
donde se dejan menos margen al espíritu, hasta el punto de
que el taller podría ser definido como una
máquina cuyas piezas son hombres.
En muchos trabajos manuales la
diferencia que media entre el hombre
considerado como simple fuerza motriz
y como obrero u operario en sentido estricto cobra una existencia
individualizada y tangible.
Así como en la manufactura la
cooperación directa de los obreros parciales crea una
determinada proporción numérica entre los diversos
grupos de
obreros, en el sistema
orgánico establecido a base de maquinaria, el
funcionamiento constantes de las máquinas parciales en
régimen de cooperación crea una proporción
determinada entre su número, su volumen y su
velocidad. La
máquina de trabajo combinada, que ahora es un sistema
orgánico de diversas máquinas y grupos de
máquinas, es tanto mas perfecta cuanto mas continuo sea su
proceso total,
es decir, cuanto menores sean las interrupciones que se deslicen
en el tránsito de la materia prima
desde la primera fase hasta la última y por tanto cuanto
menor sea la intervención de la mano del hombre en este
proceso y
mayor la del mismo mecanismo, desde la fase inicial hasta la fase
final. Si en la manufactura el
aislamiento de los procesos
diferenciados es un principio dictado por la división del
trabajo, en la fábrica ya desarrollada impera el principio
de la continuidad de los procesos
específicos. La productividad de
la máquina esta en razón inversa a la magnitud de
la parte de valor que
transfiere al producto.
Cuanto mayor sea el período durante el cual funciona,
tanto mayor será también la masa de productos
entre los que se distribuya al valor por ella
incorporado, y menor la parte que añada a cada
mercancía. Es evidente que el período de vida
activa de la maquinaria depende de la magnitud de la jornada
de trabajo o duración del proceso diario
de trabajo, multiplicada por el número de días
durante los cuales se repite este proceso.
El trabajo de los obreros empleados en procesos
fabriles es hoy tres veces mayor que al introducirse estas
operaciones,
es indudable que la maquina ha venido a realizar una obra que
suple los tendones y los músculos de millones de hombres,
pero ha venido también a aumentar prodigiosamente el trabajo de
los hombres sometidos a sus espantosos movimientos. La maquinaria
amplia el material humano de explotación del capital
mediante la apropiación del trabajo de la mujer y del
niño.
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