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La reforma del Estado en la década menemista




Enviado por manun



    Categoría: Sociología, economía.

    • Introducción
    • Crisis de Estado
    • Consenso de Washington
    • Crisis fiscal
    • Estado y sociedad
    • Estado y mercado
    • Crisis y reforma en el gobierno de
      Menem
    • Reforma tributaria
    • Liberalización comercial
    • Privatizaciones
    • Conclusión

    La Reforma del Estado en la
    década menemista

    Introducción

    La crisis de
    Estado que
    afronta Latinoamérica ha sido objeto de estudios que
    dieron como resultado enfoques y propuestas de solución de
    distinta índole. El presente trabajo intentará
    hacer una resumida descripción de las características de las mismas así
    como una reflexión acerca de lo que se podría
    entender como su móvil y procedencia. Luego se
    buscará vincular a una de esos enfoques al plan de reforma
    aplicado por el gobierno de
    Menem, el cual se
    presenta a la observación con coincidencias y
    alteraciones respecto del mismo.

    El desarrollo del
    trabajo se presenta en partes que describen los principales temas
    vinculados a la cuestión de la crisis del
    Estado en la
    Argentina. Se
    dará un pequeño contexto histórico para
    luego pasar al debate que
    resulta de la postura de los enfoques. Se concluirán estos
    a través de una pequeña reflexión sobre la
    temática del Estado, la
    sociedad y el
    mercado para
    luego pasar a describir el momento mismo de la reforma presentada
    en el debate
    anterior llevada a cabo por el gobierno de
    Menem.

    Crisis de Estado

    La década de 1970 es en el ámbito
    internacional el momento de la ruptura con la forma de desarrollo social
    y económico que supone al Estado como
    factor principal de ese crecimiento. La crisis del
    Estado
    acompañada con la del petróleo
    produce un decrecimiento económico y un aumento del
    desempleo y la
    inflación. Esto da pié a que las teorías
    económicas clásicas que se habían visto
    ocultadas por el éxito del Welfare State resurjan
    en toda su gloria al salvataje (así como lo hacen las
    religiones que
    ocultas por un Estado
    represor, despiertan con toda la furia de los
    extremismos).

    Así, la década del 80 (la década
    perdida) ya ve hacer efectiva en esta política
    económica llamada neoliberal (Reagan en los Estados Unidos,
    Tacher en Inglaterra) de
    coordinación de la economía a
    través del mercado. La
    crisis en
    Latinoamérica – y particularmente en la Argentina –
    encuentra hacia finales de la década una síntesis
    de la crisis
    manifestada en procesos
    hiperinflacionarios. Un gasto que desborda al ingreso; un
    proteccionismo que distorsiona la competitividad
    de las nuevas industrias; un
    gasto social que subvenciona a los sectores medios en
    desmedro de los más pobres; una burocratización
    ineficaz que inhibe cualquier esfuerzo innovador, es la crisis final
    del último intento de ser de un Estado que
    bajo esa perspectiva juega en contra del desarrollo
    económico y se interpone al avance de la lógica
    de mercado.

    En respuesta a la ortodoxia neoclásica que
    tampoco brinda respuestas satisfactorias durante la década
    del 80, surgen distintos enfoques que buscan determinar las
    causas de la crisis y
    plantear una solución para las mismas. Con mirada hacia
    Latinoamérica, tenemos referencia de dos enfoques: el
    "consenso de Washington" y el de Crisis
    fiscal.

    Consenso de Washington

    El "consenso de Washington" puede ser tratado como el
    enfoque que más se aferra a la cultura
    liberal. Apunta a conciliar la lógica
    del orden económico de acuerdo a las
    especificidádes de cada economía
    Latinoamericana. Encuentra entre las causas de la crisis un
    excesivo crecimiento del Estado,
    traducido en proteccionismo (modelo
    I.S.I.), exceso de regulación y empresas
    estatales ineficientes y numerosas; así como un "populismo
    económico", definido por la incapacidad de controlar el
    déficit público y de mantener bajo control las
    demandas salariales en el sector privado y
    público.

    Su propuesta como solución a la crisis supone
    dos aspectos. En primer lugar establecer la estabilidad
    macroeconómica. Esta se logra a través del a)
    control de la
    inflación: la producción se ve entorpecida si el sistema de
    precios se
    encuentra fuera de control; b)
    control del
    déficit fiscal: es una
    de las causas del punto a. El Estado
    gasta más de lo que gana, es "benefactor"; c) equilibrio de
    la balanza de pagos:
    consiste en la reducción de la inflación y del
    gasto público; y d) estabilidad del tipo de
    cambio: variable clave para una economía que se
    disponga a apuntar al sector externo y a generar
    confianza.

    Como aspecto de la reforma estructural piensa en a)
    privatizaciones: apunta a la lógica
    fiscal del
    ahorro
    estatal; b) desregulaciones: tasa de interés
    desregulada, libre al mercado, a la
    "ley de
    oferta y
    demanda"; y c) apertura de la economía: a ella se
    asocia la libreompetencia que apareja el aumento de la competitividad
    y su consecuente mejora de calidad y
    precios.

    Desde los enfoques de Lechner y Bresser Pereira pueden
    señalarse como principales críticas a este enfoque
    su ahistoricidad. En este sentido cabe decir que las teorías
    con un carácter ahistórico, que evitan establecer
    contacto con el desarrollo de
    los hechos, llevan consigo un intento universalista que supone
    una ideología de fondo que busca ocultarse. Este mismo
    carácter lleva a desconocer el esencial papel que
    jugó el Estado en
    el desarrollo
    industrial a partir de la década del 30 hasta la del 70.
    Así, esta carencia sugiere que la causa de los problemas
    siempre provienen del Estado. Por
    otro lado en ningún momento hace mención a la deuda
    de los Estados, tanto interna como externa.

    Crisis fiscal

    El enfoque de la crisis
    fiscal
    enfrenta el problema dando mayor presencia al Estado del que le
    da la opción anterior. Si bien ve también una
    crisis en
    el Estado a
    partir de un crecimiento exagerado y distorsionado de
    éste, aboga por la reconstrucción de éste a
    partir de que al tiempo que reduce
    su tamaño se reconstruye como un Estado fuerte.

    Según Bresser Pereira, la principal
    problemática de los Estados Latinoamericanos en crisis es
    que se vieron impedidos de su capacidad de ahorro, por lo
    tanto de inversión social, de infraestructura, de
    subsidios para el desarrollo
    industrial. Los cinco puntos que definen la problemática
    estructural son a) el déficit público; b) un
    ahorro
    reducido o bien negativo; c) una deuda pública interna y
    externa, acarreada de la crisis que comienza en el 70 de los
    Estados que sostuvieron la situación a través del
    crédito
    mientras poseyeron la confianza de los acreedores, muy grande; d)
    falta de crédito
    e incapaz de seguir generando deuda pública interna y e)
    la falta de credibilidad de los gobiernos. Se podría
    resumir la causa de la crisis en el grave endeudamiento adquirido
    por los Estados a los efectos de financiar una estrategia "hacia
    adentro" en lugar de orientarla a las exportaciones.

    La solución de esta postura apunta
    sustancialmente a la reducción de la deuda pública
    a través de un ajuste fiscal (sobre
    todo hacia aquellos que pueden pagar) y una reducción de
    gastos a los
    efectos de recuperar el ahorro del
    Estado. Esta recuperación se supone con una cierta
    prolongación en el tiempo, sin
    "soluciones
    mágicas". Por otro lado no adjudica el papel cuasi
    totalizante del mercado propuesto
    por la economía liberal, sino una economía de
    coordinación mixta entre Estado y mercado con una
    creciente orientación que vaya del mercado interno
    al externo. Es decir un Estado pequeño pero fuerte, con
    capacidad de arbitrar el avance ciego del mercado.

    Estado y sociedad

    Guillermo O`Donnell puede aportar una luz a la hora de
    pensar al Estado. Sostiene al respecto que el Estado es
    el garante de la relación desigual y de explotación
    entre la burguesía y la clase asalariada. El Estado no
    solo hace su aparición con sus instrumentos de
    coacción (a través del derecho o la violencia en
    última instancia) en el momento que es invocado para el
    caso que la relación se vea en peligro, sino que es parte
    constitutiva de la relación. El Estado nace
    con ella y sin él no es posible la relación. Aboga
    así por el mantenimiento
    de la relación, con lo cual debe hacerlo por la
    continuidad y reproducción de sus componentes, es decir,
    las clases que componen la relación. Debe garantizar no
    solo la relación desigual, lo cual podría llevar a
    pensar que solo sostiene la defensa de la clase dominante en la
    relación – aunque se pueda pensar que esta obtiene
    cierto beneficio al respecto, también debe asegurar la
    existencia de la clase trabajadora en tanto parte constitutiva de
    la relación.

    Desde esta perspectiva, pensar a los enfoques más
    arriba esbozados, nos puede llevar a alguna confusión. Si
    una postura aboga menos por la presencia del Estado que la otra,
    esto no quiere decir necesariamente que se esté uno
    apartando de la relación desigual menos que el otro.
    Tampoco que en uno de los enfoques la presencia del Estado sea
    más fuerte que en la otra nos puede llevar a pensar, a
    través de la postura de O`Donnell, que uno empuje a
    sostener la relación con más fuerza que el
    otro. Podríamos comenzar a pensar que ambas posturas
    responden en forma – en principio – igual al
    sostenimiento de la relación.

    Pienso que lo importante aquí es en un primer
    momento determinar a que tipo de instituciones
    los enfoques apuntan a sostener, al menos mínimamente. Y a
    este respecto, debemos pensar en las instituciones
    que garanticen la relación. En ningún lado se pone
    en duda al Estado como garante de la propiedad y el
    cumplimiento de los contratos. Esto
    se sostiene a través del derecho – los poderes que
    instrumentan tanto la creación de las leyes que
    determinan la relación como las que hacen que se hagan
    efectivas y se sancione su transgresión – y, como
    ultima ratio, a la coacción física.
    También se piensa en un Estado que mínimamente
    garantice ciertas condiciones que hacen a la infraestructura
    (el agua
    potable, la red viaria y la educación
    básica).

    Estado y mercado

    Creo que resulta evidente que cada postura –
    más allá de los intereses que interfieran en el
    nivel económico – se sostiene sobre una estructura de
    carácter ideal. Debate mayor
    es aquel que surge en el momento en que en las ciencias
    sociales se trata a las ideologías. El
    intríngulis casi paradojal es intrínseco a la misma
    cuestión. Más allá de tomar la postura
    acerca de si el sociólogo debe aferrarse o no a una
    ideología en el momento de investigar, se encuentra el
    problema de creernos libres de ella en el momento en que
    intentamos ser objetivos y no
    solo desembarazarnos de ellas, sino estudiarlas.

    A partir de esta cuestión, verdaderamente
    difícil se torna el abordaje del papel del
    Estado y el mercado como
    elementos intervinientes en el sostén, desarrollo y
    sobre todo entendimiento de lo social.

    Se ha dicho que el mercado posee una
    lógica, incluso en este sentido – y
    posiblemente en sentido ideal – es posible pensar al Estado
    como elemento de acción a partir de una lógica,
    tal vez distinta. Creo en este sentido que se confunden los
    términos. La lógica
    es una y la utilizan los sujetos que componen a las instituciones
    y al mercado. En
    algún sentido podríamos decir que el mercado y
    el Estado se
    valen de la lógica,
    pero ella no es de carácter intrínseco a ellos, no
    los conforma como tales, es decir, no poseen su lógica.
    La lógica
    actuante en la conciencia de la
    humanidad actual – al menos la moderna occidental –
    es una, y es formal, aristotélica, o como se la quiera
    llamar. A partir de las herramientas
    que ella brinda (silogismos, modus tolens, etc.), el mercado;
    el Estado; los
    actores; definen su orientación. Lo que se ha dado en
    llamar lógica
    del mercado es la orientación o dirección que este toma valiéndose
    de la lógica.

    El mercado avanza y desconoce acerca de cuestiones que
    no corresponden a su naturaleza. En
    tanto entidad no subjetual, que de alguna manera podría
    pensarse como una instancia, en términos de Durkheim,
    externa y por encima de los sujetos, simplemente es, y su
    devenir – para el caso que lo tenga – es muy distinto
    al de los sujetos. Así como el serrucho, que utiliza su
    característica de cortar siempre en el
    mismo sentido, poseyendo de este modo su lógica
    – y no le importa si delante de él hay un trozo de
    madera o un
    dedo, el mercado actúa hacia el sentido que apunta sin
    escarmentar acerca de la moral y
    demás cuestiones inherentes al sujeto.

    Creo que este es "el ojo de la tormenta" dentro del
    debate
    mercado-Estado. Surgen así las preguntas ¿es
    el Estado una
    institución que debe contrarrestar esa lógica
    del mercado
    ? ¿es necesario contrarrestarla? o bien
    ¿es el Estado
    parte misma de esa lógica,
    la acompaña y alimenta?

    Estas y otras para mí infranqueables preguntas
    pueden surgir, a las que solo puedo aportar: ante la necesidad no
    solo de comprender una situación, sino de hacer algo al
    respecto, de aplicar una acción, cabe ante todo la
    pregunta ¿por qué? ¿para qué?
    ¿a que efectos y fines se realiza la acción
    propiamente dicha? Sabiendo esto pocos son los problemas que
    restan. ¿Quiero ganar dinero? Tal
    vez la lógica del mercado me proporcione buenos elementos.
    El problema es que la moral no
    proviene de la lógica sino de los sujetos. La lucha es de
    los sujetos contra la amoralidad del mercado.

    Crisis y reforma en el gobierno de
    Menem

    Cuando Menem asume el
    poder anuncia
    – y más tarde hace efectivas – una serie de
    reformas que marcan un vuelco absoluto respecto de la política anunciada en
    el discurso
    previo a la ascensión. Podemos pensar que dichas reformas
    responden en gran medida al enfoque y propuesta del "consenso de
    Washington" pero en cierta forma alterada. La reforma
    habría sido aplicada casi con un mínimo de
    ortodoxia, presentando algunas alteraciones – que en el
    plano de lo teórico – que no se ajustan
    estrictamente a dicha propuesta, lo que daría como
    resultado una forma alterada de la misma. Dichas alteraciones
    cabría tipificarlas más allá del ajuste
    necesario – supuestamente – a las condiciones y
    contexto de cada país; podríamos pensar que
    responderían a una adecuación de características particulares para los
    actores de decisión económica que participaron en
    la reforma, donde desde este plano (el económico), dichos
    actores se verían beneficiados.

    En este mismo sentido propondré un cruce de las
    principales medidas propuestas por el "consenso de Washington"
    con la reforma efectivamente llevada acabo en la primer
    presidencia de Menem a los
    efectos de establecer el vínculo y las
    alteraciones.

    Las condiciones que presenta el Estado en
    el momento que Menem asume no
    cubren al menos parte del mínimo de características que debería cubrir
    el más mínimo de los Estados neoliberales:
    garantizar la propiedad y el
    orden interno y la estabilidad de la moneda. La
    hiperinflación del 89 provocó el colapso de las
    finanzas
    públicas, provocando no solo huidas hacia el
    dólar que potenciaron la situación, sino
    también "hacia los supermercados". Acerca del Estado en
    tanto garante del cumplimiento de los contratos no
    dispongo de datos que
    permitan establecer una crisis de Estado en este
    aspecto.

    Bresser Pereira presenta los principales puntos de la
    propuesta del "consenso de Washington" resumiéndolas en
    dos grupos de
    medidas: la primera apunta a promover la estabilización de
    la economía a
    través del ajuste fiscal y la
    adopción
    de políticas
    liberales de mercado, y la segunda a reducir el Estado.
    Para hacer un rastreo de las medidas de reforma estructural del
    Estado llevadas a cabo por el gobierno de
    Menem en la
    primer etapa, se seguirán los ejes presentados por Torre y
    Gerchunoff.

    En términos generales estos autores determinan
    los cambios efectuados por el gobierno de
    Menem con la
    prioridad de reducir el déficit fiscal y
    contener la inflación antes que aumentar la competitividad
    y productividad
    de la industria a
    largo plazo, con lo que se puede pensar que las políticas
    aplicadas se vieron conducidas por un
    "apresuramiento".

    Entre las primeras acciones se
    encuentra la de perfilar la ley de Emergencia
    Económica, produciendo el primer gran corte con la
    metodología de asistencia estatal al
    suspender los regímenes de promoción industrial, regional y de
    exportaciones,
    así como autorizar el licenciamiento y el fin de esquemas
    salariales de privilegio (¿y de jubilación?) en la
    administración
    pública. Esta política de
    eliminación de subsidios viene aparejada en la política propuesta
    por el modelo
    norteamericano por un aumento de la inversión pública en los
    ámbitos de salud, educación e
    infraestructura.

    En este aspecto obtenemos una primera alteración
    del modelo de
    Washington con respecto a la aplicación del mismo por el
    cambio del
    gobierno de
    Menem. Este
    aspecto se adecua a la reducción de los subsidios pero no
    a aquel aumento de la inversión pública que se supone lo
    acompaña. Si bien aumenta la Inversión en términos generales a
    partir del año 91 (16,3 % del P.B.I.) llegando al 22 % del
    P.B.I. en el año 96, la inversión pública sigue el sentido
    inverso, pasando del 2,3 % del P.B.I. en el año 90 al 0,9
    % del mismo en el 93.

    Reforma tributaria

    Siguiendo el mismo orden de cosas, es menester hacer
    referencia a la política
    fiscal como uno de los ejes donde gira la reforma estructural
    del Estado en el primer período menemista. En este sentido
    el enfoque del "consenso de Washington" propone la
    aplicación de una fuerte disciplina
    (tendiente a eliminar el déficit público) y por
    otro lado una reforma tributaria tendiente a ampliar la base de
    la misma. La reforma llevada a cabo en este sentido supone tres
    aspectos según Torre y Gerchunoff. El primero consiste en
    la concentración de la estructura
    impositiva en pocos impuestos,
    básicamente I.V.A. y ganancias, expandiendo la base del
    imponible, aumentando las alícuotas y ampliando los
    mecanismos de agentes de retención (este último
    manifiesto en campañas publicitarias). Resulta interesante
    apreciar como esta reforma tiñe al aspecto impositivo de
    una particular "equidad". Primeramente el I.V.A. lo pagan
    todos – desde el villero hasta ¿Macri?. Para
    el impuesto a las
    ganancias, al reducir el imponible, aquel que no tenga cargas de
    familia ni
    demás declaraciones puede llegar a pagar el impuesto a partir
    de los $ 1.500 de ingreso.

    El segundo cambio
    estaría vinculado al aspecto anteriormente descripto
    (suspención de subsidios) y se aplica al eliminar parcial
    o totalmente las exenciones impositivas especiales de promoción industrial y regional. El tercer
    aspecto del cambio se
    adecua a la aplicación de una mayor rigurosidad
    sancionando una nueva ley penal
    tributaria que aumentaba los riesgos de
    evasión, intentando invertir una cultura del
    pago tributario corroída.

    Liberalización comercial

    Un segundo eje de reformas es el de la
    liberalización comercial o así también
    llamada apertura económica. Esta se instrumenta por medio
    de la baja y anulación de aranceles y
    cupos en la importación. Se pueden señalar como
    objetivos de
    la apertura la caída de precios,
    fomentar las importaciones con
    lo que aumenta el consumo
    interno. También permitiría el ingreso de capital
    industrial nuevo, lo que daría una mejora en la competitividad
    a largo plazo. Sobre este último aspecto es importante
    señalar que la mayoría de las pequeñas y
    medianas empresas quedan
    fuera de esta renovación al no tener acceso a
    créditos en el exterior más baratos de los que
    ofrecía la Argentina. Solo
    alrededor de las 400 empresas
    más grandes del país lograron ponerse a tono a este
    respecto. Se puede señalar entre otras consecuencias que a
    corto plazo esto trae un desequilibrio en la balanza
    comercial así como una distorsión en los
    precios
    relativos dada la protección tanto natural como
    preferencial de algunos productos
    (industria
    automotriz). Relacionado con esto se podría pensar en un
    aporte realizado por el profesor Diego Raus. Sostiene que la
    paridad del peso con el dólar 1:1 no es real sino forzada
    tanto por la ley como por los
    fondos que la respaldan dado que desde establecida ésta ha
    habido igual inflación, con lo que la paridad real no es
    la nominal, sino de alrededor de 1,4:1. Esto distorsiona el
    precio real de
    los productos
    exportables, lo cual no solo apareja desequilibrio en la balanza de pagos,
    sino que se traduce en una reducción de costos, o sea, en
    aumento de desempleo.

    Uno de los principales problemas con
    los que se enfrentó esta política de apertura
    fue, respondiendo a la constante del resto de las reformas en
    función de reducir el déficit fiscal y
    contener la inflación, el no haber sido aplicado con un
    carácter gradual. Bresser Pereira señala el
    peligro de no efectuar las reformas en forma gradual, que en
    nuestro país trae como consecuencia un elevado cierre de
    empresas,
    sumando un factor más a las causas del aumento del
    desempleo en
    ese periodo.

    De acuerdo a los puntos que constituyen la reforma del
    Estado para el "consenso de Washington" marcadas por Bresser
    Pereira, este eje respondería a que "el comercio
    debería ser liberalizado y orientado hacia el exterior (no
    se atribuye ninguna prioridad a la liberalización de los
    flujos de capitales); las inversiones
    extranjeras directas no deberían sufrir restricciones;
    (…) las actividades económicas deberían ser
    desreguladas". Por otro lado, el informe del
    Banco Mundial
    señala que dentro de las políticas
    acertadas para asegurar el crecimiento se encuentra la
    liberalización del comercio y las
    inversiones,
    que "permiten a la economía sacar
    provecho de las fuerzas competitivas del mercado." Como ya se ha
    dicho, la falencia mayor de esta política estuvo en la
    instrumentación desarrollada de modo apresurado. En el
    sentido de marcar alteraciones de la aplicación de la
    misma respecto de la propuesta teórica, no encuentro, en
    mi obtusa observación, otra que no fuera la
    anteriormente manifestada, en el caso que sea ésta de
    carácter alterado respecto de aquella.

    Privatizaciones

    Pasando al eje de las privatizaciones, la manera
    vertiginosa ("al cabo de un año, hacia octubre de 1990,
    casi todas las empresas
    públicas seleccionadas habían sido transferidas al
    sector privado") con que se realizaron, demuestra el mismo
    carácter apresurado en su aplicación. Su
    instrumentación se llevó a cabo mediante un llamado
    a licitación y venta de acciones
    mediante la sanción de la ley y los
    respectivos decretos presidenciales que las posibilitaron.
    También se instrumentó un plan de
    capitalización de la deuda, que permitía aceptar
    hasta un cierto porcentaje del valor de la
    venta a los
    desvalorizados títulos de deuda al precio que
    habían sido emitidos, es decir, se igualaba el valor nominal
    al real revalorizándolos a su valor inicial.
    Esto permitiría cancelar en parte la deuda, pero las
    privatizaciones en general tuvieron como objeto disminuir el
    déficit de la apretada situación financiera del
    sector público.

    Una característica fundamental de las
    privatizaciones, que encuentra conexión con lo que
    será luego una de las críticas, es el consenso que
    estas tenían. La defectuosa, y deficitaria en algunos
    casos, situación de las empresas
    legitimó el explícito objetivo del
    gobierno de
    mejorar el servicio. Esto
    aparejó a que la rapidez con que se llevaron a cabo las
    mismas no permitiera el necesario saneamiento de ellas a los
    efectos de mejorar su precio.

    La venta
    permitió acumular recursos del
    tesoro que serían fundamentales para hacer efectivo el
    plan de
    convertibilidad, pero se hacen manifiestas consecuencias que en
    gran medida se traducen a una desprotección de los
    consumidores. Tal vez sea la crítica más trillada,
    pero presenta una contradicción que debe ser marcada; se
    trata de las condiciones en que fueron presentadas las ofertas de
    los eventuales compradores. Las privatizaciones fueron realizadas
    bajo un carácter monopólico que daría
    grandes beneficios a los compradores al sacarse de encima el
    "estorbo" de la competencia,
    permitiendo en la instancia más manifiesta disponer del
    aumento de las tarifas.

    A la luz de la
    teoría
    que sustenta la perspectiva del "consenso de Washington" la
    instrumentación de privatizaciones llevada a cabo por
    Menem se
    presentaría como contradictoria. Si bien "las empresas
    públicas deberían ser privatizadas", la forma en
    que fueron realizadas estas se presentarían más
    bien como objeto de crítica al fundamento teórico
    del consenso. Las privatizaciones consistieron en trasladar el
    por ellos mismos criticado monopolio
    estatal a un monopolio
    privado. El beneficio que supone la aplicación de una
    política
    de libre mercado se ve trunco desde su raíz. Su
    razón de ser, la librecompetencia a los efectos de mejorar
    la calidad del
    servicio
    mediante la competencia, no
    es puesta sobre el tapete de juego bajo las
    reglas que le dan su característica esencial; característica que le aporta el
    único beneficio que tiene. Sin ella simplemente no es. Por
    lo tanto podemos pensar que aquí se hace manifiesta otra
    alteración de las reformas aplicadas en referencia a la
    propuesta norteamericana. Principalmente por los aspectos de la
    aplicación del método de
    capitalización de la deuda como por el traslado de un
    mercado monopólico estatal a uno privado, podemos comenzar
    a pensar que la aplicación de la reforma del estado se
    presenta con una alteración sustancial respecto de la
    propuesta ortodoxa. Dichas alteraciones pueden ser pensadas en un
    principio como instrumentación de una política que
    otorgaría beneficios en el plano económico no solo
    a empresas
    internacionales, sino también a grandes capitales
    nacionales que participaron de la privatización y que
    veían afectados sus intereses por la política de
    desregulación efectuada por el gobierno.

    Con la aplicación de la convertibilidad – a
    la cual las reformas anteriores fueron en alguna medida
    funcionales – se logra frenar la inflación,
    reaparece el crédito
    y se reactiva el consumo. La
    estabilidad atrae por otro lado a capitales financieros.
    Nuevamente surge el problema de no haber aplicado la política en forma
    gradual. El corte súbito de la crisis seguida de
    reactivación económica deterioró la estructura de
    precios
    relativos, reduciendo la competitividad
    externa, con lo que las exportaciones
    desbordaron a las importaciones. Su
    consecuencia es el déficit comercial. A su vez se
    acrecentaba el consumo, con
    lo que se produjo una especie de anacronismo entre la inversión y el consumo. Esto
    agrava la incapacidad de ahorro. Este
    punto es particularmente marcado como importante por Bresser
    Pereira como un factor que el "consenso de Washington" no tiene
    en cuenta al reducir el problema al déficit
    público.

    Un Estado incapaz de generar ahorro, o peor
    aún, con ahorro
    negativo, debe apelar al déficit para seguir invirtiendo o
    bien no invertir más. En ambos casos el Estado se ve
    inmovilizado de cumplir con sus papeles básicos de
    inversión social y de
    infraestructura.

    Conclusión

    Se ha intentado hacer una descripción acerca del
    debate que ha
    suscitado la crisis de Estado en Latinoamérica acerca de
    las causas y propuestas a su solución. Luego se ha hecho
    una breve descripción de la aplicación de la
    resultante de uno de esos enfoques – sintetizado en el
    así llamado "consenso de Washington" – en el caso
    argentino de la década del noventa.

    Hemos podido ver que la aplicación de dicho
    modelo no
    responde de un modo que podríamos definir como
    estrictamente ortodoxo a la propuesta así planteada. La
    aplicación presenta ciertas alteraciones que
    llevarían a pensar que las políticas
    aplicadas no fueron estrictamente pensadas en función de
    los supuestos efectos por éstas a realizar: la
    recuperación del crecimiento
    económico que la crisis postergó. Estas
    particularidades que presentó el proyecto dan como
    resultado el beneficio en términos económicos de
    sectores que se encuentran directamente vinculados a la puesta en
    marcha y efectivización del mismo. El resultado es un
    mercado abierto, privado, pero contradictoriamente,
    monopolizado.

    De los temas tratados en el
    primer trabajo acerca de "alianza hegemónica pendular",
    "hegemonía compartida" y "empate hegemónico"
    podemos extraer que el menemismo es la síntesis de lo que
    veinte años antes de su ascensión se venía
    gestando a modo de crisis de alianzas. El menemismo es el triunfo
    hegemónico totalizante por sobre la escisión que
    implicaban las alianzas del periodo de la
    industrialización asistida por el Estado. Las "clases
    dominantes" se consolidan en un actor cada vez más
    identificable y reducido.

    Se ha hablado que en el proceso
    militar de 1976 se llevó a cabo un proceso de
    homogeneización por "arriba" y heterogeneización
    por "abajo". En estos términos podemos pensar que el
    menemismo logra hacer efectiva esta situación sin la
    necesidad de apelar a métodos
    coercitivos extremos. Logra que los actores que antaño se
    veían a si mismos como participes activos de las
    coaliciones y luchas, que se constituían como actores de
    acuerdo a la identificación que hace referencia a cada
    tipo de sujeto social, se manejen en términos de la
    ideología liberal, utilizando esta lógica como
    propia, como parte de su propia lógica. Se conforma
    así una unidad por disgregación, el discurso
    liberal forma parte de cada sujeto, una suerte de "darwinismo"
    conforma la lógica de acción de cada individuo,
    quedando trunca de ese modo toda posibilidad de cuestinonamiento
    a la posición de desventaja – en términos de
    clase – de las "clases dominadas".

    Resumen

    Breve referencia a las principales escuelas que se
    presentan como alternativa de solución a la crisis
    económica de 1970, Consenso de Washington y Crisis
    fiscal.
    Relación del Estado con la sociedad y el
    mercado desde una perspectiva teórica y concreta en la
    reforma del Estado durante el menemismo. tomando como ejes
    principales del cambio la
    reforma tributaria, la liberalización comercial y las
    privatizaciones.

    Datos del autor

    Apellido y Nombre: Alejo Raúl Tosar

    E mail:

    Edad: 25 años

    Estudios: Cursando 5º año de Sociología en la U.B.A.

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