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Opciones para el bloqueo de la adhesión fimbrial de Escherichia coli



    1. Etiopatogenia de las Infecciones
      de los Tractos Urinario y Gastrointestinal
    2. Opciones terapéuticas
      ante las infecciones de los tractos urinario y
      gastrointestinal
    3. Empleo de concentraciones
      subletales de antibióticos
    4. Métodos
      inmunológicos: vacunas e
      inmunosueros
    5. Efecto de extractos vegetales
      sobre la interacción
      fimbria-receptor
    6. Bibliografía

    Introducción

    Las infecciones gastrointestinales constituyen un
    problema mundial. Anualmente se producen 1647 millones de casos
    de diarrea. En
    niños
    menores de un año el saldo asciende a 32 millones de
    muertes. La enfermedad diarreica aguda (EDA) provoca el 80% de
    los casos. E. coli enterotoxigénico (ECET) es el
    agente que con mayor frecuencia se asocia a esta
    etiología. Sólo, o acompañado de rotavirus,
    se ha aislado del 80 % de los pacientes de EDA – 650
    millones de afectados y 500 mil muertos cada año-. Otros
    autores reportan aislamientos de ECET en el 20-60% de los
    pacientes que presentan esta enfermedad -tanto en niños
    como en adultos- en Africa, Asia e
    Iberoamérica (Agüero et al., 1985; Blanco y
    Blanco, 1993; Black, 1993; Valdespino et al., 1994;
    Barreto, 1997; Felder et al, 2001). Pese a que las
    diarreas
    agudas debidas a ECET se asocian a condiciones
    higiénico-sanitarias deficientes, propias de los
    países del tercer mundo, en los últimos años
    se han presentado brotes en países industrializados como
    Japón
    (Nishikawa et al., 1998; Mitsuda et al., 1998) y
    Estados Unidos
    (Roels et al.,1998; Felder et al, 2001).

    En Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, entre
    otros, el serotipo el O 157: H7, de esta especie, ha causado en
    los últimos tiempos un cuadro enterohemorrágico en
    humanos que puede ser fatal, sobre todo en niños y
    ancianos, cuando transita a síndrome
    urémico hemolítico (SUH). En esos países
    constituye la principal causa de diarrea sanguinolenta (15-41%) y
    el segundo o tercer patógeno, después de
    Salmonella y Campylobacter (Will 1995 a,b; Blanco
    et al., 1995; Barreto y Benítez, 2000). A esta
    variedad, que incluye un número amplio de serotipos, se le
    ha denominado E coli enterohemorrágica (ECHE) y es
    causa de zoonosis, por
    cuanto en la mayoría de los estudios desarrollados, entre
    otras causas, se ha asociado al consumo de
    alimentos de
    origen bovino con deficiente cocción. (Blanco y Blanco,
    1993) y de otras especies (Instituto Panamericano de
    Protección de Alimentos y Zoonosis-INPPAZ , 1996; Takeda,
    1997; Barreto et al., 1998, 1999, 2000a). ECEH, al igual
    que ECET, necesita adherirse para colonizar, en este caso el
    intestino grueso; sólo así es que puede provocar
    los cuadros clínicos mencionados (Barreto, 1997; Barreto
    et al., 1998, 1999, 2000ª; Barreto y Benítez,
    2000; Goosney et al., 2001; De Vinney et al.,
    2001).

    ECET constituye un problema semejante en la salud animal. Por
    sólo mencionar un ejemplo, las pérdidas debidas a
    esta entidad en cerdos neonatos y jóvenes, sobrepasa el
    millón de pesos anualmente en el país (Wong et
    al.,
    1995, 1996) y un serio problema en países
    desarrollados (Anne Bertin, 1998; Wieler et al.,
    2001).

    Las Infecciones del Tracto Urinario (ITU) también
    constituyen un problema de salud a escala mundial.
    Anualmente en Estados Unidos entre seis y siete millones de
    personas son atendidos debido a esta enfermedad y más de
    100 000 son hospitalizados por pielonefritis aguda (Johnson,
    1991). Las ITU constituyen la forma más común de
    las etiologías extraintestinales ocasionadas por E.
    coli
    que, a su vez, es la principal causa de la
    enfermedad.

    A más de 100 años de su descubrimiento
    E coli figura entre los organismos vivos más
    estudiado y utilizado por el hombre.
    Pese a tan prolongada experiencia, inexplicablemente se mantiene
    entre los que con mayor impacto afectan su salud y la de un
    amplio rango de especies animales de
    indiscutible valor
    económico (Barreto, 1997; Barreto et al., 1998;
    Barreto y Campal, 2002)

    Etiopatogenia de las
    Infecciones de los Tractos Urinario y
    Gastrointestinal

    E. coli constituye la forma bacteriana bacilar,
    gramnegativa, anaerobia facultativa predominante en la flora
    intestinal del hombre y los
    animales. Sin embargo, de acuerdo a la teoría
    de la patogenicidad, existen determinadas particularidades que
    posibilitan el que ciertas cepas de esta especie, en otro
    ecosistema,
    venzan los mecanismos de defensa que son necesarios para
    controlarlas, y minimicen la competencia de la
    microflora normal (Orskov y Orskov, 1985, 1992; Gyles, 1992) como
    es el caso de las etiologías analizadas en esta
    revisión.

    El proceso de
    infección en las ITU se ha demostrado que tiene lugar a
    partir de un prerrequisito esencial que es la adhesión
    bacteriana a receptores específicos del uroepitelio
    (Orskov y Orskov, 1992; Blanco et al., 1992; Blanco y
    Blanco, 1993). Si este paso se interrumpe, con ello se
    interrumpen los sucesivos en los que se produce la
    colonización, con las consecuencias que caracterizan a
    cada cuadro etiológico particular. En las ITU, producidas
    por E. coli, es conocido que las bacterias se
    adhieren típicamente a células
    periuretrales y uroepiteliales.

    Estas cepas presentan apéndices de
    adhesión, denominados fimbrias, entre las que se encuentra
    el tipo P (E. coli P+). En el 70% de las
    pielonefritis agudas se aíslan cepas P+,
    mientras que en las bacteriurias asintomáticas sólo
    se presentan en un 28% (Brauner et al., 1985, 1987;
    Johnson, 1991).

    En el caso de las cepas asociadas a EDA ocurre algo
    similar que posibilita, pese al peristaltismo intestinal,
    colonizar el intestino delgado (Barreto et al., 1993a).
    Brinton (1959) fue indiscutiblemente quien inauguró este
    campo. Él y sus seguidores demostraron que al igual que
    existía una relación antígeno–especie (Orskov y Orskov,
    1992) algo similar ocurría entre los hospederos y el tipo
    de fimbria expresada por ECET. Así, los factores
    fibrilares presentes en las cepas patógenas al humano se
    designaron abreviadamente con la sigla CFA (Colonization Factor
    Antigen) y ya son varios los descritos (I-IV) aunque prevalecen
    los tipos CFA/I y CFA/II (Evans et al., 1975, 1978; Blanco
    y Blanco, 1993; Blanco et al., 1995; Barreto, 1997) sin
    que ello obedezca necesariamente a un comportamiento
    internacional (Barreto et al., 2000d; 2001).

    En el caso de los animales se analizarán
    sólo dos especies: bovino y porcino. En el primer caso,
    los mayores aislamientos de ECET portan fimbrias F5
    (también denominadas K99) y F41. Cepas con estas
    características también se han reportado en ovejas
    diarreicas (Wray, 1984; Blanco y Blanco, 1993). Otros factores
    fibrilares de colonización reportados en cepas de E.
    coli
    de origen bovino son ATT25 (actualmente F17), CS31A y
    F165, entre otras (Blanco y Blanco, 1993).

    En cerdos los cuadros de EDA más comunes tienen
    lugar durante la primera semana de vida y luego, en los que
    suceden al destete. La fimbria más común en ambos
    casos es F4 (inicialmente designada como K88) que tiene varios
    subtipos (Guinee y Jansen, 1979; Blanco y Blanco, 1993). Fimbrias
    de los tipos F5, F6 (conocida como 987P) y F41 se han reportado
    en diarreas de neonatos, en tanto que el tipo F42 se aisló
    de cerdos con diarreas postdestete.

    Otros factores fibrilares presentes en ECET de cerdos
    diarreicos son PCF141 y CS1541 (Wray, 1984, Barreto y Karadjov,
    1985; Barreto, 1986, 1988; Djonne y Liven, 1988; Pernas et
    al.,
    1989; Navarro et al., 1989; Barreto et
    al.,
    1991; Bertah Velázquez et al., 1991; Blanco
    y Blanco, 1993; Wong et al., 1995, 1996; Anne Bertin,
    1998; Wieler et al, 2001).

    Las fimbrias o pelos (pilis), aunque no son un factor de
    virulencia exclusivo de E. coli, indiscutiblemente ha sido
    en esta especie en la que más se han investigado (Brinton,
    1959; Blanco y Blanco, 1993) fundamentalmente en los tipos
    enterotoxigénicos y uropatógenos.

    Según diversos autores, debido a esta preferencia
    y afinidad específica por los receptores celulares de los
    tejidos del
    hospedero susceptible, es que las infecciones intestinales y
    extraintestinales ocasionadas por E. coli constituyen un
    serio problema en el ámbito mundial (Wray, 1984; Blanco y
    Blanco, 1993; Johnson, 1991; Barreto et al., 1993ª;
    Barreto, 1997).

    Opciones
    terapéuticas ante las infecciones de los tractos urinario
    y gastrointestinal

    Durante años la principal opción
    terapéutica frente a estas etiologías ha sido la
    antibioterapia (Mediavilla et al., 1997). El uso excesivo
    de la antibioterapia ha demostrado que no sólo afecta al
    patógeno, también puede influir negativamente en la
    microflora normal del organismo. Esta alteración, en
    muchos casos, crea condiciones para el establecimiento y
    proliferación del propio patógeno o de otros
    microorganismos oportunistas.

    Además, se presenta el fenómeno de la
    resistencia
    microbiana, acerca del cual Mediavilla et al. (1997)
    plantean: "Si se tiene en cuenta que el problema de la
    resistencia es el resultado de la capacidad innata de las
    bacterias de adaptarse al medio, esto no debería
    extrañarnos y además permite predecir que, por muy
    ingeniosos que seamos diseñando nuevos antimicrobianos,
    existen pocas posibilidades de evitar la aparición de
    gérmenes resistentes."
    Luego agregan: "Se
    están investigando nuevas alternativas a los
    antibióticos para la terapia antiinfecciosa, pero es
    más que probable que las bacterias acaben ganando
    también esta batalla. Por lo tanto, es más
    razonable actuar sobre el otro lado del problema, es decir,
    reducir la presión
    selectiva tan brutal que nosotros introducimos con el uso masivo
    de los antibióticos".

    Un motivo para la diseminación de los genes de
    resistencia radica en su localización frecuente en
    plásmidos, los cuales tienen la capacidad de transferirse
    de una cepa bacteriana a otra mediante el proceso de
    conjugación, mecanismo que incluso puede ocurrir entre
    bacterias de diferentes géneros (Carter, 1989; Mediavilla
    et al., 1997; Barreto et al., 2000b).

    Por todo lo expuesto, interferir el proceso de
    adhesión fimbrial pudiera considerarse como una
    posibilidad tentadora en la terapéutica de las ITU y las
    EDA, ya que se podrían tratar desde otra perspectiva en la
    que, no necesariamente, se precisa eliminar el microorganismo
    mediante los mecanismos clásicos (bactericidas o
    bacteriostáticos); tan sólo basta anular esta
    ventaja adaptativa. Al respecto se han ensayado diversas
    variantes:

    1. Uso de concentraciones subletales de
      antibióticos (Padilla et al., 1988, 1991; Barreto
      et al., 1994)
    2. Métodos inmunológicos (Wray, 1984;
      Kaper y Levine, 1988; Johnson, 1991; Levine et al.,
      1993; Idania Wong et al., 1995, 1996; Felder et
      al
      ., 2001)
    3. Empleo de extractos de plantas
      medicinales (Barreto et al., 1993 a,b; 1995a; 1997;
      2002; Barreto y Campal, 2001)

    Empleo de
    concentraciones subletales de antibióticos

    La capacidad adhesiva de E. coli fimbriadas al
    uroepitelio, a enterocitos y a determinados hematíes, se
    ve influenciada negativamente por su previa exposición
    a concentraciones subinhibitorias de agentes antimicrobianos como
    ampicillina, gentamicina, sulfonamidas, trimetropina y
    tetraciclina; mientras que el ácido nalidíxico, es
    capaz de incrementar dicha adhesión ( Sandberg et
    al.,
    1979; Sandvorg-Eden et al., 1979; Vosbeck et
    al.,
    1979; 1982; Vainasen et al., 1982; Hales y Aymes,
    1985; Stenqvist et al., 1987; Johnson, 1991; Barreto et
    al.,
    1994).

    El equipo de Padilla et al. (1988) reportó
    la posibilidad de utilizar la gentamicina en concentraciones
    subletales para inhibir la expresión de la fimbria P en
    E. coli uropatógena. Posteriormente fueron
    estudiadas las quinolonas frente a Pseudomonas aeruginosa,
    que no pertenece a Enterobacteriaceae pero también
    posee factores fimbriales de adhesión (Novile et
    al.,
    1992). Barreto et al. (1994) utilizaron
    concentraciones subletales de gentamicina, cloranfenicol,
    kanamicina y estreptomicina para inhibir la expresión de
    K88ab, utilizando la cepa de referencia E. coli G7. El
    efecto inhibitorio constatado fue del 95%, 85%, 80% y 75%,
    respectivamente. Más adelante se pudo comprobar que, en
    sentido general, todos aquellos antibióticos bloqueadores
    de la síntesis
    proteica, al administrarlos en concentraciones subletales,
    inhibían la expresión fimbrial, tanto en el caso de
    P, como de los tipos K 88 y K99 (Padilla et al., 1991;
    Barreto et al., 1994) sin que en ello existiera la menor
    influencia del medio de cultivo (Barreto et al.,
    1995ª,b).

    La utilización de antibióticos en
    concentraciones subletales, además de inhibir la
    expresión fimbrial, posee otras ventajas entre las que se
    encuentra el reducir los efectos adversos presentes en las
    dosificaciones convencionales (ototóxicos,
    nefrotóxicos, etc.). Sin embargo, esta variante presenta
    una gran limitante: la posibilidad de generar
    antibiorresistencia, limitante que ha vetado su aplicación
    in vivo. Su aceptación o no, la define la
    relación beneficio/riesgo, aspecto
    que ha acompañado a la aplicación in vivo de
    los antimicrobianos hasta la fecha. Si se tiene en cuenta lo
    planteado por Perfect (1996) ésta, realmente no es la
    mejor opción a seguir, máxime si la posibilidad de
    inducir antibiorresistencia es aún mayor que la generada
    por estos fármacos cuando se aplican en las dosis normales
    (Barreto et al., 2000).

    Métodos
    inmunológicos: vacunas e
    inmunosueros.

    Tanto en ECET como en las cepas productoras de ITU,
    independientemente de las diferencias de genotipo existentes, el
    proceso de infección tiene lugar a partir de ese paso
    imprescindible que es la adhesión bacteriana a receptores
    específicos de la mucosa intestinal o del uroepitelio
    (Orskov y Orskov, 1992; Blanco y Blanco, 1993; Barreto et
    al.,
    1993a; 2000b,c; 2001; Barreto y Campal, 2001).
    Esta adhesión, en el caso de las cepas uropatógenas
    portadoras de fimbria P, tiene lugar entre regiones terminales de
    estas adhesinas (subunidades PapG y PapF) y los receptores de
    carbohidratos
    a -D-Gal-(1-4)-b -D-Gal (llamados receptores Gal-Gal) que
    están ubicados en las células del uroepitelio
    (Johnson, 1991). Los receptores de CFA/I, la fimbria más
    generalizada en ECET aislados de humanos, son glicoconjugados que
    contienen ácido siálico, como es el caso del
    gangliósido GM2 (Wenneräs et al., 1990). Sin
    embargo, las sialoglicoproteínas también pueden
    enlazar la fimbria CFA/I (Neeser et al., 1988). Pieroni
    et al. (1988) aislaron una sialoglicoproteína de 26
    kDa a partir de extractos de membrana de eritrocitos humanos que
    se une a bacterias portadoras de CFA/I y no a variantes
    CFA/I-.

    La adición de CFA/I purificada reduce el enlace
    de las proteínas
    a bacterias CFA/I+ (Oro et
    al.,
    1990; Mol y Oudega, 1996). Los receptores para K88 no
    están perfectamente definidos y existen resultados
    contradictorios en los que se alude a glicoproteínas, en
    unos, y a glicolípidos, en otros. Lo cierto es que el
    disacárido Gal a (1-3)Gal
    constituye una parte significativa de este receptor (Mol y
    Oudega, 1996) y que biopreparados elaborados a partir de corteza
    de Eucalyptus sp., y otros extractos de plantas, que se
    discutirán más adelante, pueden alterar esta
    adhesión (Barreto et al., 1993a,c; 1995a; 1997;
    2001a,b; Guerra et
    al.,
    1995; Prieto et al., 1995; Barreto y Campal,
    2001).

    En eritrocitos y células uroepiteliales de
    primates (Maccaca mulata, M. fascicularis) se han
    encontrado receptores para fimbrias P (Svenson et al.,
    1984). En una experiencia en la que se administró, a
    través de la uretra, E. coli P+ con
    suspensiones ricas en residuos Gal-Gal, se redujo la uretritis,
    respecto al grupo que
    recibió sólo la bacteria.

    Los resultados de esta experiencia sentaron las bases
    para estudios en los que, utilizando estos receptores junto a
    seroalbúminas bovinas, para incrementar su poder
    antigénico, fueron sintetizados anticuerpos monoclonales
    (AcM) anti-receptores. Posteriormente, los mismos fueron
    inoculados en una especie heteróloga (M.
    fascicularis)
    para obtener anticuerpos antiidiotípicos
    que, mediante su arquitectura
    espacial, mimetizaran a los receptores Gal-Gal. Este estudio
    demostró que competían con los verdaderos
    receptores Gal-Gal al inocular E. coli P+ en
    los monos del grupo experimental, que no sufrieron daños
    renales (Kaack et al., 1993).

    Esta línea enfoca el fenómeno de la
    adhesión fimbrial al nivel molecular, lo cual es una
    opción casi exclusiva de centros de investigación de alto desarrollo
    tecnológico. En este sentido, otra variante más
    halagüeña ha sido la elaboración de vacunas
    contra E. coli P+ para tratar las
    ITU.

    Este camino, muy investigado en los ´90, ha
    encontrado como inconvenientes la diversidad antigénica de
    esta familia de
    fimbrias y el hecho de que en las vías altas y bajas de
    este tracto participen muy diversos atributos de adhesión,
    algunos no fibrilares. En las pielonefritis la fimbria P
    constituye el principal factor de colonización (Johnson,
    1991; Johnson y Berggren, 1994).

    Su presencia se ha determinado en la mayoría de
    los estudios clínicos, y mediante el cultivo de los
    microorganismos aislados en medios
    agarizados; también se ha establecido mediante
    aglutinación del receptor e inmunofluorescencia. Sin
    embargo, en las cistitis y bacteriurias su presentación es
    baja (Johnson, 1991; Johnson y Berggren, 1994).

    La organización genética
    general de las fimbrias P de diferentes cepas es
    prácticamente idéntica (Johnson, 1991) y aunque son
    heterogéneas respecto al tamaño de las subunidades
    y a sus características antigénicas (Pere et
    al.,
    1988) la principal subunidad fimbrial, Pap A, es
    antigénicamente dominante.

    Esta subunidad posee, en las diferentes serovariantes,
    un alto grado de homología aminoacídica en los
    extremos amino y carboxilo terminales, que la convierten en la
    opción más adecuada para una posible vacuna.
    Lamentablemente, Pap A no está relacionada con la
    adhesión (Johnson, 1991; Johnson y Berggren, 1994; Barreto
    y Campal, 2001).

    En lo referente a ECET, su prevención mediante el
    desarrollo de preparados vacunales se ha limitado a la esfera
    veterinaria.
    Las vacunas elaboradas han sido muy diversas y comprenden desde
    biopreparados que contienen cepas atenuadas, extractos
    semipurificados de antígenos pertenecientes a cepas
    circulantes en una región dada, hasta las obtenidas
    mediante tecnología del
    ADN
    recombinante (Jayappa et al., 1984; Kaper y Levine, 1988;
    Levine et al., 1993; Wong et al., 1995, 1996;
    Wieler et al., 2001).

    Estas últimas, entre las que se encuentran las
    que utilizan subunidades fimbriales, poseen toda una serie de
    ventajas con respecto a las convencionales, como son: la carencia
    de otros componentes celulares que no contribuyen a una respuesta
    protectora, así como de otras, como las endotoxinas, que
    inducen shock, alteraciones en la permeabilidad
    vascular y aborto en las
    hembras gestantes (Kaper y Levine, 1988; Levine et al.,
    1993; Wong et al., 1995). Una de estas vacunas, VACOLI,
    mediante su administración a cerdas gestantes, ha
    contribuido a una protección del 93 % en crías y a
    un 98 % en la etapa postdestete (Wong et al., 1995,
    1996).

    A pesar de los éxitos obtenidos en este sentido,
    los estudios sobre ECET de interés
    veterinario también han puesto de manifiesto que los
    anticuerpos desarrollados, luego de la vacunación de
    hembras gestantes y dirigidos contra fimbrias específicas,
    pueden prevenir la adhesión bacteriana y las diarreas en
    los recién nacidos, siempre que las cepas circulantes
    presenten dichas adhesinas.

    No obstante, la amplia diversidad de fimbrias a expresar
    por ECET, de una parte, y la presión selectiva ejercida
    por estas vacunaciones, han conllevado al predominio de ECET con
    fenotipos fimbriales no contemplados en los biopreparados
    vacunales (Basulto, 2001; comunicación personal).

    Otro elemento de interés, fruto de las investigaciones
    desarrolladas, es que la amplia diversidad de fimbrias
    contempladas en la serie de vacunas desarrolladas, no se
    encuentran expresadas con igual frecuencia en las ECET de
    diferentes áreas endémicas. Así, las ECET
    987P+ se presentan con mayor frecuencia en Estados
    Unidos que en Europa (Moon y
    Bunn, 1993). En Cuba este
    comportamiento no ha sido estable (Barreto y Karadjov, 1985;
    Barreto, 1986, 1988; Bertah Velázquez et al.,
    1991).

    En las ECET que afectan a humanos la diversidad de estas
    adhesinas fimbriales tal vez sea superior a la presente en las
    aisladas de animales.

    Los numerosos estudios epidemiológicos realizados
    han demostrado que la frecuencia de su expresión, en
    muchos casos, está influenciada por las diferentes
    áreas geográficas (Binztein et al., 1991).
    En Tailandia y Bangladesh, dos de las áreas más
    afectadas por EDA en el planeta, prevalecen ECET
    CFA/I+, en tanto que cepas del tipo CFA/IV+
    se aíslan como excepción. En México no
    hay diferencias en cuanto a su presentación (Svennerholm
    et al.,1989; Svenerholm, 1991). En Camagüey, Cuba, no
    son frecuentes cepas con fenotipos CFA/I y/o CFA/II (Barreto,
    1997; Barreto et al., 1999; 2000a,d; 2001; Barreto y
    Campal, 2001).

    Estas situaciones, y tal vez el hecho de que las EDA, en
    lo que al humano concierne, se consideran un problema del
    denominado Tercer Mundo, han limitado el desarrollo de vacunas
    que indiscutiblemente contribuirían a reducir la alta
    mortalidad anual en estos países (Barreto, 1997; Barreto
    et al.,1998; Barreto y Benítez, 2000).

    Con respecto al campo veterinario, pese al gran
    número de vacunas recombinantes obtenidas para la
    prevención contra ECET fimbriadas, en algunos
    países desarrollados, a partir de los ´90, ha habido
    una tendencia a no utilizarlas y, en su lugar, aplicar la
    denominada "exposición intencional" (Otto, 1991; Mason,
    1995).

    Los inmunosueros, polivalentes y monovalentes,
    también han sido utilizados para el control de
    diarreas provocadas por ECET en animales, fundamentalmente en
    terneros. Pese a ello, su uso no ha tenido la aceptación y
    difusión de las vacunas (Trainin et al., 1981;
    Sherman et al., 1993).

    Efecto de extractos
    vegetales sobre la
    interacción fimbria-receptor
    (novedad y aporte científico del trabajo)

    La utilización de plantas medicinales, algunas de las
    mismas con un aval de siglos en su uso tradicional, responde a
    una tendencia actual en los países desarrollados. La
    identificación de principios
    activos presentes
    en las mismas posibilita el desarrollo de nuevas formas
    farmacéuticas más efectivas a las utilizadas en la
    terapia actual y permite el establecimiento de mecanismos de
    acción
    que justifican su acción terapéutica en las
    etiologías infecciosas (Abreu y Barreto, 1999).

    En Europa y Norteamérica es muy común la
    utilización de Vaccinium mirtillus y V.
    macrocarpon
    Ait por su actividad sobre el Sistema Urinario.
    De esta última especie existen referencias sobre su
    acción en la interacción fimbrial de E. coli
    en ITU, tanto in vitro como in vivo (Sobota, 1984;
    Soloway, 1988; Schimidt y Sobota, 1988; Zafriri et al.,,
    1989; Fox, 1989; Avorn et al., 1994; Walkers et
    al.,
    1997; Ahuja et al., 1998; Mediherb, 1999; Foo
    et al., 2000a, b).

    En Cuba los primeros reportes sobre el uso de extractos de
    plantas, con relación al fenómeno de la
    adhesión fimbrial, están relacionados a estudios
    efectuados al Eucabev, producto
    antidiarreico elaborado a partir de corteza de
    Eucalyptus.

    El mismo se enfrentó a las cepas de referencia G7 (08
    K87, K88ab) y B44 (09 K30, K99) (Barreto et al.,
    1993a,b;1995a) luego de que decocciones del producto se
    utilizaran con éxito
    en el tratamiento de las diarreas agudas en diferentes especies
    animales y el humano (Bertha Velázquez et al.,
    1991) y que, en estudios microbiológicos, se comprobara
    que a las concentraciones utilizadas, carecía de
    acción bactericida o bacteriostática sobre ECET
    (Barreto et al., 1993c). El modelo
    experimental utilizado era muy sencillo, consistía en
    someter a las cepas fimbriadas a tres pases sucesivos, dos por
    medio de cultivo líquido y uno final en el mismo medio,
    pero agarizado.

    El tipo de medio empleado, la temperatura de
    incubación y los tiempos entre cada pase estaban en
    dependencia de las condiciones óptimas para la
    expresión fenotípica de cada fimbria en particular.
    La presencia, o ausencia, de las mismas se confirmaba a partir
    del crecimiento en el medio agarizado, mediante la
    utilización de inmunosueros antifimbriales, o suspensiones
    de hematíes con receptores específicos para las
    mismas.

    En los grupos
    experimentales, a los medios de cultivo se les sustituía
    un volumen de
    agua destilada
    por otro equivalente del extracto estéril a evaluar.

    La inhibición de los factores K88ab y K99 (83,3% y
    100%) luego del enfrentamiento a los extractos de
    Eucalyptus fue significativa (P<0,05). En el primer
    caso, la ausencia de fimbrias en las réplicas efectuadas
    fue el resultado de una combinación de modificaciones
    (46,15%) con variaciones genotípicas (53,8%).

    En los ensayos con la
    cepa B44 la inhibición genotípica de K99 (85%)
    prevaleció (Barreto et al., 1993a). En este
    ensayo, al
    igual que en otro posterior (Barreto et al., 1995a)
    existía un punto débil, la aparición de
    variantes autoaglutinantes luego de los pases por los medios con
    algunos extractos. Los fenómenos de autoaglutinaciones se
    produjeron fundamentalmente en las réplicas efectuadas a
    la cepa G7. Este elemento enmascarador, dada la carencia de un
    microscopio
    electrónico, sembró la duda al respecto de si la
    fimbria K88ab se perdía o no. En ambos trabajos se
    utilizaron inmunosueros polivalentes anti-K88. Dada la mayor
    estabilidad de esta fimbria (Barreto et al. 1993a) era muy
    probable que persistiera luego de los tratamientos frente a E.
    saligna
    y E. citriodora. Algo si había quedado
    claro, el bloqueo de la expresión fimbrial estaba
    relacionado con la especie de Eucalyptus y la
    concentración de los extractos elaborados.

    Ante la imposibilidad de aplicar técnicas
    de microscopía electrónica se diseñó un
    nuevo modelo en el que la presencia de K88ab se evaluó en
    paralelo con dos indicadores:
    un inmunosuero monoclonal 11/70 anti-K88ab (Ana Campal et
    al
    , 1992) y una suspensión de hematíes A en
    solución salina buferada (1:4) a pH 7,2 (Blanco
    y Blanco, 1993). El primero detectaba la subunidad predominante
    de la fimbria K88; mediante hemoaglutinación
    manosa-resistente (HAMR) se establecía la porción
    adhesiva de dicha fimbria. Con este sencillo esquema se pudo
    comprobar que en todas las variantes autoaglutinantes
    investigadas se había perdido la fimbria.

    Esto es, se lograba el bloqueo de la expresión fimbrial
    de K88ab luego del enfrentamiento de G7 a medios con
    concentraciones subletales de E. saligna y E.
    citriodora
    (Barreto y Campal, 2001). Todos los extractos que
    afectaban la expresión de K88ab tenían un efecto
    similar sobre CFA/I, la fimbria más frecuente en ECET
    asociadas a EDA en humanos.

    Este trabajo
    estableció, además, que la acción sobre la
    viabilidad bacteriana dependía de la especie de
    Eucalyptus, la concentración de los extractos y la
    especie o variedad bacteriana analizada. La tabla 1 resume los
    principales efectos de estas dos especies de Eucalyptus
    sobre E. coli G7.

    A Achirantes aspera se le atribuyen las más
    diversas propiedades terapéuticas. Se ha reportado el uso
    de decocciones de esta planta para dolores abdominales y,
    asociado al bicarbonato de sodio, para el tratamiento de enfermedades
    gastrointestinales. Sus hojas se utilizan en diversas partes del
    planeta para combatir las diarreas.

    Los extractos acuosos de las partes aéreas reducen
    significativamente la hipersecreción inducida por la
    toxina colérica en el intestino de ratones. El jugo de la
    planta entera se ha utilizado en casos de disentería
    (Roig, 1974; Sing y Anwar-Ali, 1989; Samuelson et al.,
    1991). A los extractos de hojas secas y semillas, realizados con
    hexano, se les ha atribuido una débil acción
    bactericida (Ikram y Haq, 1988) en tanto que a los extractos
    clorofórmicos de semilla se les confiere un efecto
    bactericida sobre E. coli (Samuelson et
    al.,
    1991).

    Se ha reportado que las tinturas (menstruo al 70%) de hojas,
    tallos, semillas y de toda la planta, poseen efecto bactericida
    frente a cepas de E. coli enterotoxigénicas
    (K88ab+) y uropatógenas (P+). Sin
    embargo, en ese mismo estudio ninguna decocción
    presentó acción antibacteriana ante dichas cepas
    (Guerra et al., 1995). La población, de forma tradicional, utiliza
    esta planta para el tratamiento de las EDA e ITU en forma de
    infusiones, decocciones y extractos acuosos. En el trabajo de
    Guerra et al. (1995) muy sencillo, y sin el rigor de los
    desarrollados con Eucalyptus, se pudo constatar un efecto
    inhibidor de la expresión fimbrial con las decocciones de
    hojas.

    Estos resultados fueron confirmados posteriormente en una
    experiencia similar (Barreto et al., 1997).

    Tabla 1: Acción inhibitoria de los extractos de
    Eucalyptus (mg/mL) sobre E. coli G7 (Barreto y
    Campal, 2001)

     

    Acción
    inhibitoria

    Forma de
    extracción

    Especie

    K88

    Crecimiento

    +

    +

    Decocción

    E. saligna

    10.5-17.5

    21

    70-140

    35

    Infusión

    E. saligna

    8.75-17.5

    21

    35-140

    17.5

    Extracto acuoso

    E. saligna

    N.D

    21-70*

    140

    N.D

    Decocción

    E. citriodora

    35-70

    N.D

    N.D

    70-140

    Infusión

    E. citriodora

    N.D

    N.D

    N.D

    N.D

    Extracto acuoso

    E. citriodora

    35

    N.D

    N.D

    70

     

    Leyenda

    N.D. = No determinado + = poseen ación
    inhibitoria – = no poseen acción inhibitoria

    * = Datos reportados
    por Barreto et al. (1995)

    Entre las plantas más utilizadas por la
    población para el tratamiento de las afecciones renales
    figuran: Lepidium virginicum L, Xanthium
    occidentale
    Bertol y A. aspera (Roig, 1974; Sing y
    Anwar-Ali, 1989; Fitomed II, 1993; Abreu y Barreto,
    1999).

    Estudios preliminares con cepas de E. coli
    P+ demostraron que las decocciones de estas plantas
    carecían por completo de efectos bactericidas o
    bacteriostáticos aunque, de forma variable, afectaban la
    expresión fimbrial (Mileydis Estévez et al.,
    1994; Guerra et al., 1995; Mayté Prieto et al.,
    1995; Barreto et al., 1997).

    Estos ensayos, aunque interesantes por sus resultados,
    no contaron con la presencia de cepas de referencia y la
    expresión o ausencia de fimbrias P se estableció
    mediante HAMR (Blanco y Blanco, 1993). Los receptores Gal-Gal a
    nivel de eritrocitos, al igual que los presentes en el
    uroepitelio, reconocen las subunidades PapG y PapF, que
    sólo se adhieren a ellos cuando PapE también se ha
    expresado. PapA, la subunidad hegemónica, no se relaciona
    con la adhesión (Jonson, 1991). En estos ensayos es
    posible que se hayan producido alteraciones en la arquitectura
    fimbrial no apreciables por las limitaciones del sistema
    utilizado.

    Teniendo en cuenta estas premisas, se procedió a
    una nueva experiencia (Barreto et al., 2000c) en la que se
    incorporó un inmunosuero anti-PapA. El mismo se
    utilizó en paralelo al ensayo de HAMR (Blanco y Blanco,
    1993). Con el auxilio de la cepa de referencia E. coli
    ATCC25922 (P+) se efectuó un tamizaje para
    evaluar el bloqueo de la adhesión fimbrial a decocciones y
    tinturas elaboradas a partir de A. aspera, Lepidium
    virginicum
    L., Ageratum conyzoides L., Zingiber
    officinale
    Rosc., Curcuma longa L y Costus
    speciosus
    Smith. Sólo en el caso de C. longa no
    se inhibió la expresión fimbrial en ninguna de las
    variantes ensayadas. En una experiencia anterior se había
    demostrado otra forma de bloquear la adhesión y fue
    cuando, en lugar de enfrentar la cepa bacteriana a extractos de
    plantas, los mismos se aplicaron a las células portadoras
    de los receptores para fimbrias (Barreto et al., 1993c).
    Aunque en esa ocasión se trataba de receptores para K99,
    algo similar podía ocurrir con Gal-Gal. La
    realización de esta variante puso de manifiesto que varios
    de los extractos investigados, incluyendo la decocción de
    C. longa, bloqueaban dichos receptores y por ende,
    impedían la adhesión de E. coli
    P+. Los resultados de estas dos experiencias se
    resumen en la tabla 2.

    Un equipo de investigadores norteamericanos ha reportado
    la inhibición irreversible de la fimbria P luego de
    efectuar dos pases sucesivos a la cepa JR1 en agar CFA con jugo
    del fruto de V. macrocarpon al 25% (Ahuja et al.,
    1998).

    Microfotografías realizadas demuestran la
    pérdida total de la fimbria P en las preparaciones
    elaboradas. Los autores concluyen que estos resultados
    podían deberse a un desprendimiento de las fimbrias o a
    una inhibición en su expresión. Los resultados
    obtenidos con la cepa E. colí ATCC25922 (Barreto
    et al., 2000c) apoyan la segunda interpretación, máxime si se tiene
    en cuenta, además, los resultados obtenidos al enfrentar a
    E. coli G7 con extractos diversos de Eucalyptus sp.
    (Barreto y Campal, 2001). Como ya se ha expuesto, en experiencias
    anteriores se demostró que este bloqueo, en algunos casos,
    obedecía a la persistencia del inhibidor en el medio, en
    otras, sin embargo, se perdía la capacidad de expresar las
    fimbrias aún cuando se realizaran subcultivos en medios
    libres del inhibidor.

    Estos resultados estaban determinados por la especie de
    planta utilizada y la clase de
    fimbria en cuestión (Barreto et al., 1993a,
    1995ª,b, 1997; Barreto y Campal, 2001).

    Tabla 2: Efecto de los extractos sobre la
    expresión fimbrial y sus receptores

    EXTRACTOS

    EFECTO EN FIMBRIAS

    EFECTO EN RECEPTORES

    A. aspera (etanol al
    90%)

    A. aspera (etanol al
    20%)

    A. aspera
    (decocción)

    +

    L. virginicum (etanol al
    90%)

    +

    +

    L. virginicum (etanol al
    20%)

    L. virginicum
    (decocción)

    A. conizoides (etanol al
    90%)

    A. conizoides (etanol al
    20%)

    A. conizoides
    (decocción)

    Z. officinale (etanol al
    90%)

    Z. officinale (etanol al
    20%)

    +

    Z. officinale
    (decocción)

    C. longa (etanol al
    90%)

    +

    +

    C. longa (etanol al
    20%)

    +

    +

    C. longa
    (decocción)

    +

    C. speciosus (etanol al
    90%)

    +

    +

    C. speciosus (etanol al
    20%)

    +

    C. speciosus (decocción)

    +

    Leyenda: + = adhesión positiva (fimbrias y
    receptores no alterados) – = no adhesión (no
    expresión fimbrial o receptores alterados)

    Estos efectos bloqueadores de la adhesión pueden
    estar relacionados con diferentes efectos por parte de los
    extractos. Podrían estar asociados a metabolitos presentes
    en estas plantas que actúen como represores de los genes
    relacionados con las subunidades estructurales fimbriales o con
    los codificadores de las enzimas y
    proteínas asociadas a su transporte y
    fijación en la superficie celular. Pueden intervenir
    mecanismos similares a los descritos para determinados
    antibacterianos ensayados a concentraciones subletales (Padilla
    et al., 1991; Barreto et al., 1994).

    Los genes pap no se encuentran aislados.
    En muchas cepas de E. coli uropatógenas se han
    visto asociados a otros genes codificadores de factores de
    virulencia como es el caso de las hemolisinas y otros tipos de
    adhesinas (Oto et al., 1990). A esta asociación de
    genes se les conoce con el término de "islas de
    patogenicidad" (Lee, 1996) que tienden a sufrir deleciones
    espontáneas, tanto in vitro como in vivo (Hacker et
    al.,
    1990).

    Estas deleciones pueden afectar algunos genes
    codificadores de PapD, por ejemplo, que al nivel de los espacios
    periplasmáticos tiene la función de
    estabilizar las subunidades estructurales fimbriales durante su
    translocación hacia la membrana externa. Podría
    influir en PapC, que participa en el transporte de estas
    subunidades y su ensamblaje (Johnson, 1991).

    Ahuja et al. (1998) centran su atención en el efecto de V.
    macrocarpon
    sobre la expresión fimbrial de P. Tanto en
    este trabajo, como en los posteriores en los que atribuyen este
    efecto a flavonoides presentes en la planta, obvian una parte
    importante del fenómeno de adhesión fimbrial: el
    papel de los receptores celulares, sí contemplados en
    nuestras experiencias. En este sentido, otros mecanismos que
    pudieran considerarse implicarían a metabolitos primarios
    o secundarios del vegetal sobre esta parte del complejo de
    adhesión.

    Podría producirse una interferencia mediante su
    unión a los receptores, o a sitios próximos, de
    forma tal que imposibiliten estéricamente la
    interacción con los elementos de adhesión fimbrial.
    También es posible la existencia de análogos a los
    receptores celulares que compitan por la correspondiente fimbria.
    Desde esta óptica
    se puede plantear la existencia de toda una gama de variantes
    aún por demostrar y que justifican el por qué estas
    plantas interfieren la adhesión fimbrial de ECET y E.
    coli
    P+. Lamentablemente, para su demostración, se
    requiere de un nivel de equipamiento y de técnicas de
    punta a las que no tenemos un acceso inmediato. Lo expuesto hasta
    aquí, y que sometemos al criterio del tribunal
    especializados que se designe, constituye lo propuesto para una
    etapa de trabajo de más de diez años plenos de
    dificultades.

    Cada resultado está avalado por técnicas
    sencillas pero, al mismo tiempo,
    precisas y reconocidas internacionalmente, que ponen de
    manifiesto una vía de acción terapéutica en
    plantas utilizadas para el tratamiento de las EDA e ITU. Toda la
    experiencia acumulada ha posibilitado definir los elementos
    claves para una variante de tamizaje a plantas que evalúe
    su efecto sobre la adhesividad fimbrial bacteriana (Barreto et
    al
    , 2002). Estos efectos, unidos a otras propiedades
    comprobadas, como es el efecto diurético de L.
    virginicum
    (Fitomed II, 1993) explican el por qué
    estas plantas ejercen una acción terapéutica, sobre
    todo cuando se utilizan por períodos
    prolongados.

    La interferencia de la interacción
    fimbria-receptor de los extractos vegetales no deberá
    provocar resistencia ya que los microorganismos no se ven
    expuestos a una presión de selección
    capaz de desarrollar este fenómeno. Se trata de competencias por
    un receptor, en algunos casos, de interferencias en la
    expresión fimbrial y/o de alteraciones de los receptores
    en otros. La experiencia popular pone de manifiesto que estos
    tratamientos, sobre todo en el caso de los pacientes
    crónicos, requieren del consumo de dichos extractos por
    períodos prolongados, incluso de por vida.

    A diferencia de los antibacterianos convencionales, que
    ejercen su efecto sobre el patógeno a eliminar, y
    además sobre el resto de los componentes de la flora no
    patógena sensible, la variante analizada actúa
    sobre los factores de virulencia del patógeno, por lo que
    no debe causar alteraciones en la biota normal. La persistencia
    en esta opción garantiza que los receptores
    específicos para patógenos estén bloqueados.
    Los tratamientos prolongados con antibacterianos convencionales,
    sin embargo, propician las condiciones para el surgimiento de
    nuevas patologías en los pacientes tratados, como es
    el caso de la Candidiasis o la Disbacteriosis del
    colon.

    Como se aprecia, muchos pueden ser los factores que
    afectan la interacción necesaria para que tenga lugar la
    adhesión de E coli uropatógena o
    enterotoxigénica y se desarrollen estados
    patológicos que puedan afectar tanto a animales como al
    hombre.

    En las plantas estudiadas hasta el momento se han
    detectado flavonoides, quinonas y taninos, su papel en la
    inhibición fimbrial aún está por demostrar,
    así como está por demostrar también el
    posible rol de análogos estructurales que, por simple
    competencia, interfieran en esta unión. El camino hasta
    estas soluciones
    está hipotéticamente trazado (Barreto et al,
    2002). Cómo y con qué llegar depende de
    técnicas fitoquímicas y métodos
    propios de Biología Molecuar.
    Todo ello está comprendido en los planes de Doctorado en
    Ciencias (ya
    aprobados y en marcha) de dos de los coautores de este trabajo y
    constituyen la penúltima etapa de esta
    investigación.

    No obstante, aunque se trata de resultados in
    vitro
    , los mismos constituyen las primeras respuestas al por
    qué toda una gama de plantas – no sólo V.
    macrocarpon
    – empleadas tradicionalmente, y que carecen de
    una acción bactericida o bacteriostática
    pronunciada, tienen efectos terapéuticos en el tratamiento
    de las ITU y EDA.

    Según los naturistas el hombre es un
    frugívoro que, al tratar de comportarse como
    carnívoro, ha dañado su salud y limitado su
    esperanza natural de vida.

    Esta aseveración, al margen de los efectos
    tóxicos de las dietas criticadas, muy bien puede estar
    relacionada con la presencia en nuestro organismo de toda una
    serie de receptores para los patógenos más diversos
    que, si se consumieran frutas, vegetales, etc., quedarían
    bloqueados como ha ocurrido en los resultados resumidos
    anteriormente. Esto, por supuesto, es sólo una hipótesis más y su
    demostración, un gran reto que vale la pena
    aceptar.

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    Antimicrobial Agents and Chemotherapy, 33 (1): 92-8,
    1989.

     

     

     

    Autor:

    Dr.C. Guillermo Barreto Argilagos*;

    Lic. Ana Campal Espinosa**;

    M.C. Orlado Abreu Guirado*

    *Universidad de Camagûey, Cuba

    **Centro de Ingeniería Genética y
    Biotecnología de Camagüey

     

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