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Calibán, la raza como oficio y el pensamiento del afuera




Enviado por Arnaldo Valero E.



    Monografía destacada

    Resumen

    Harold Bloom es conocido como uno de los mejores
    críticos literarios. En su última obra, Shakespeare:
    The Invention of the Human
    (1998), ha tratado de exponer por
    qué Shakespeare debe ser considerado
    como el modelo por excelencia del
    canon occidental. La proyección que tiene Bloom como
    especialista en Shakespeare le ha movido a actuar como
    árbitro de lo que puede o debe hacerse con la obra de
    éste. El objetivo fundamental del
    presente artículo consistirá en señalar las
    inconsistencias de los planteamientos de Harold Bloom,
    valiéndonos del papel que juega el pensamiento del afuera en
    un par de reescrituras antillanas de La Tempestad: Une
    tempête
    (1969) de Aimé Césaire, y Comment
    faire l’amour avec un Nègre sans se fatiguer

    (1985) de Dany Laferrière.

    Palabras-claves Calibán, reescritura,
    literatura antillana.

     

    ABSTRACT

    Harold Bloom is considered as one of the literary
    critics with the best knowledge of the literature of all times.
    In his last work, Shakespeare: The invention of the human
    (1998), he tries to explain why Shakespeare must be seen as the
    ultimate model of the western cannon. Bloom’s renown as a
    specialist of Shakespeare has made him the arbiter of what can or
    must be done with his work. The primary goal of this article is
    to point out the inconsistencies of Harold Bloom’s
    statements, using the role played by the thought of the outside
    in two Antillean versions of La tempestad: Un
    tempête
    (1969) by Aimé Césaire and Comme
    faire l’amour avec un Nègre sans se fatiguer

    (1985) by Dany Laferrière.

    Key words: Calibán, version, Antillean
    literature.

     

    RÉSUMÉ

    Harold Bloom est reconnu comme l’un des meilleurs
    critiques littéraires. Dans son dernier livre, Shakespeare:
    The Invention of the Human (1998), il a essayé
    d’exposer les raisons pour lesquelles Shakespeare doit
    être considéré comme le modèle par excellence
    du canon occidental. La renommée de Bloom comme
    spécialiste de Shakespeare, lui permet d´agir à
    titre d´arbitre sur ce qui peut être fait ou non dans
    l’œuvre shakespearienne. Le but fondamental de cet
    article consistera à signaler les inconsistances des
    posées de Harold Bloom, en se servant au rôle qui joue
    un autre regard apparaissant en deux ré-écritures de un
    drame de Shakespeare: Une tempête (1969) par
    Aimé Césaire, et Comment faire l’amour avec un
    Nègre sans se fatiguer
    (1985), par Dany
    Laferrière.

     

    Harold Bloom es conocido como uno de los críticos
    literarios con mayor conocimiento del panorama de
    las letras de todos los tiempos. Su prestigio y reconocimiento
    mundial le han concedido el aura de autoridad suficiente como para
    escribir y publicar un libro de título tan
    ambicioso como El canon occidental. En su última
    obra, Shakespeare: The invention of the Human (1998), ha
    tratado de exponer por qué el cisne de Strafford-uppon-Avon
    debe ser considerado como el modelo por excelencia del canon
    occidental. La proyección que tiene Bloom como especialista
    en Shakespeare le ha movido a actuar como árbitro de lo que
    puede o debe hacerse con las obras de éste.

    Por esta razón, en el capítulo dedicado a
    La Tempestad realiza una afirmación sumamente
    contundente y polémica: según él, la obra que
    representa el enfrentamiento entre Próspero y Calibán
    ha corrido con la triste distinción de haber sido
    arrastrada a la destrucción por parte de los
    multiculturalistas, las feministas, los marxistas, los noveaux
    historicistas —los sospechosos habituales
    quienes conocen sus causas pero no las obras de
    Shakespeare
    .

    En sus palabras: La Tempestad no es ni un discurso sobre el
    colonialismo, ni un testamento místico
    . De esta
    afirmación se desprende que las apropiaciones literarias que
    a lo largo del siglo XX han hecho de dicha obra escritores como
    Aimé Césaire, George Lamming, Edward Kamau Brathwaite,
    Roberto Fernández Retamar, Jean Rhys, Dany Laferrière y
    Luis Britto García, entre otros, son pésimas
    interpretaciones, ideológicamente destructoras, de la
    última obra de Shakespeare.

    Bastaría con revisar un par de reescrituras
    antillanas de La Tempestad para advertir cuán
    inconsistentes y arbitrarias son estas afirmaciones del
    señor Harold Bloom. Ése será el propósito de
    este artículo. En las siguientes líneas también
    podremos advertir de cuánta aridez y pobreza es el panorama que posee
    de la literatura del Caribe y cómo este hecho le impulsa a
    escribir semejantes necedades.

     

    Máscaras y
    genealogía de Próspero

    Próspero, el sujeto ilustrado que naufraga en la
    isla de Calibán es un eslabón entre Odiseo y Robinson
    Crusoe; los problemas que debe enfrentar
    para subsistir y las paradojas a las que dicho proceso le conducen encarnan
    los principios de la economía capitalista. Por esa
    razón, consideramos pertinente recordar lo que un par de
    filósofos han
    señalado con respecto a la manera como funciona la lógica de la cual
    Próspero participa.

    Para Nietzsche, el mundo moderno
    está preso en la red de la cultura alejandrina, cultura
    que reconoce como ideal al hombre teórico,

    el cual está equipado con las más altas
    fuerzas

    cognoscitivas y trabaja al servicio de la ciencia, cuyo
    prototipo

    y primer antecesor es Sócrates, en quien
    coexistían

    el placer del conocer y la ilusión de poder curar con él
    la

    herida eterna del existir (Nietzsche, 1973:146,
    145).

     

    En consecuencia, el objetivo originario de la educación moderna consistiría
    en esforzarse por alcanzar ese nivel. Sin embargo, el optimismo
    que se oculta en el seno de la cultura alejandrina hizo madurar
    una sociedad que necesitaba un
    estamento de esclavos que garantizase su perdurabilidad.
    Paradójicamente,

    en su consideración optimista de la
    existencia, niega la

    necesidad de tal estamento, y por ello, cuando se
    ha gastado

    el efecto de sus bellas palabras seductoras
    y

    tranquilizadoras acerca de la «dignidad del ser
    humano»

    y de la «dignidad del trabajo», se encamina
    poco a poco

    hacia una aniquilación horripilante.
    (Nietzsche, 1973: 147).

     

    En este mismo orden de ideas, para los autores de
    Dialéctica del iluminismo (1944) el sujeto ilustrado
    siempre ha estado expuesto a la
    tentación de cambiar la libertad por el ejercicio de
    la autoconservación. En las aventuras de Odiseo y Robinson
    está representada dicha problemática a plenitud. La
    situación de minusvalía a la que ambos personajes se
    ven reducidos lejos de su hogar les obliga a desarrollar una
    forma de conocimiento que les permita someter la naturaleza, es decir, obtener
    un saber que tenga la autoconservación como principio y la
    astucia como medio.

    El astuto peregrino es ya el homo oeconomicus a
    quien

    se asemejan todos los hombres dotados de razón.
    Por

    ello la Odisea es ya una robinsonada. Los dos
    náufragos

    ejemplares hacen de su debilidad—la del individuo que

    se separa de la colectividad—su fuerza social.
    Abandonados

    al azar de las olas, aislados sin posibilidad de
    ayuda,

    su mismo aislamiento los obliga a perseguir
    sin

    contemplaciones su propio interés aislado. Encarnan
    el

    principio de la economía capitalista aún
    antes de servirse

    de un trabajador (…) Su impotencia ante la
    naturaleza se

    desempeña ya como ideología de su
    supremacía social.

    El hecho de que Odiseo se encuentre indefenso ante
    la

    resaca suena ya como legitimación del
    enriquecimiento

    del viajero a expensas del indígena. Desde el
    punto de

    vista de la sociedad de intercambio desarrollada (…)
    las

    aventuras de Odiseo no son más que la exposición de

    los riesgos que componen el
    camino del éxito.
    Odiseo

    vive según el principio originario que ha fundado
    en una

    época la sociedad burguesa. La alternativa era
    engañar o

    perecer. El engaño era el estigma de la
    ratio. [Tanto

    Odiseo como Robinson] triunfan a condición de su
    absoluta

    separación respecto a los otros hombres. Los
    otros

    hombres se les presentan sólo en forma alienada,
    como

    enemigos o como apoyos, siempre como
    instrumentos,

    como cosas. (Horkheimer – Adorno, 1987:
    81).

     

    Como vemos, la paradójica naturaleza del iluminismo
    adquirió total presencia histórica en los escenarios
    coloniales cada vez que el sujeto occidental hizo de propietario
    de esclavos, colono, comerciante y administrador, es decir, cada vez
    que no utilizó su saber y su superioridad técnica con
    el propósito de favorecer la consolidación de un orden
    democrático ideal sino para cambiar su relación con los
    nativos; en definitiva: cada vez que pasó de recién
    llegado a dueño y señor.

    Curiosamente, algunas interpretaciones de The
    Tempest
    , como las realizadas por Ernest Renan en 1878 y por
    José Enrique Rodó en 1900, parecen ignorar o desconocer
    el lado oscuro de Próspero y lo han concebido, más
    bien, como el emblema de una posición estética e idealista
    acorde con los rasgos de la tradición greco-latina.
    Calibán, en cambio, ha sido interpretado
    como el hombre bestial, situado al margen de la
    civilización, y a quien es menester combatir a sangre y fuego

    (Fernández Retamar, 1971: 14).

    Esta distribución de roles hace
    que La tempestad de William Shakespeare problematice el
    acontecimiento fundacional de las culturas del Caribe, reproduzca
    una estructura de poder e
    influencia, el origen de la idea que definió a esta
    región. Por esta razón, la dialéctica que en los
    albores del siglo XVII enfrentó a Próspero y a
    Calibán ha operado como causalidad expresiva de un vasto
    conjunto de textos a lo largo de varios siglos. Mas no ha sido
    sino hasta entrado el siglo XX que Calibán ha dejado de ser
    visto como la bestia que necesita la redentora intervención
    del sujeto moderno. En algunos textos, como ocurre con la novela Pirata (1998)
    del escritor venezolano Luis Britto García, el texto de Shakespeare ha
    operado con sutileza, casi imperceptiblemente, como velada
    pulsión del inconsciente político.

    En otros, en cambio, como ocurre con Une
    Tempête
    (1969), ha sido objeto de una apropiación
    en alta voz. Mas, en todo momento, la reescritura de la cual ha
    sido objeto The Tempest por parte de los escritores del
    Caribe ha establecido algo bastante significativo: que el modelo
    platónico de consecución de la verdad no ha sido
    precisamente el que ha permitido a las minorías dar a
    conocer su punto de vista en el «siglo de la
    diferencia».

    Como interlocutor del ideal ilustrado de sujeto
    occidental, Calibán no encaja en el canon de los
    diálogos platónicos; es, por el contrario, un sujeto
    agresivo, violento, cáustico. En consecuencia, lo que
    siempre ha estado en discusión en cada apropiación
    antillana del drama shakespereano es el carácter ideal,
    equilibrado, sospechosamente aséptico que ha definido la
    noción académica de discurso dialógico, de palabra
    literaria como doble.

     

    Apología y parodia de
    la
    identidad racial como
    oficio

    Esclavo de color, consciente de la manera
    como su explotador se vale de la biblioteca (fundamento del
    conocimiento ilustrado) como estrategia para preservar el
    poder y con una sensibilidad tan afín al mundo natural como
    ajena a la personalidad de
    Próspero; éstas, en esencia, son las
    características que aproximan el Calibán de la
    négritude a la versión engendrada por el
    escritor que mejor representa la consciencia imperial inglesa. La
    condición racial y la subordinación social de
    Calibán contribuyen a contextualizar la dialéctica
    amo-esclavo en el marco del colonialismo y el imperialismo
    moderno.

    De este modo, en la adaptación de Aimé
    Césaire es expuesta que fue precisamente esta dinámica distintiva de la
    modernidad la que permitió a
    Shakespeare escribir La Tempestad. Sin embargo, un par de
    aspectos distinguen al Calibán de la negritud del personaje
    de la comedia shakesperiana. Cabe destacar, en primer lugar, que
    se vale de la polémica, y no de la invectiva, para enfrentar
    a Próspero 2 y, además, que cataloga la acusación
    de haber querido violar a Miranda como una infamia, como una
    excusa de su opresor para condenarlo a la condición de
    esclavo. Además, al resaltar que no es la lealtad sino la
    aspiración a mejorar su situación lo que explica la
    subordinación de Ariel, Césaire ha puesto en evidencia
    una paradoja fundamental de la modernidad: por comodidad,
    mezquindad, inconsciencia o desconocimiento de su rol
    histórico, el intelectual ha traicionado el ideal
    democrático de igualdad en la libertad,
    optando por distinguirse de la masa y pactar con el
    poder.

    Por otro lado, a partir de una confesión hecha por
    Calibán a Esteban y a Trínculo en La Tempestad,
    Aimé Césaire invierte las interpretaciones y
    valoraciones que durante siglos habían sido realizadas sobre
    el hijo de Sicorax. En virtud de la relevancia que posee dicho
    fragmento lo transcribiremos a continuación.

    La isla está llena de rumores, de sonidos, de
    dulces aires

    que deleitan y no hacen daño. A veces un millar
    de ins-

    trumentos bulliciosos resuenan en mis oídos, y a
    instantes

    son voces que, si a la sazón me he despertado
    después

    de un largo sueño, me hacen dormir
    nuevamente.

    Y entonces soñando, diría que se entreabren
    las nubes y

    despliegan a mi vista magnificencias prontas a
    llover

    sobre mí; a tal punto que, cuando despierto,
    ¡lloro por

    soñar todavía! (act. III, esc.
    II)

     

    Esta reveladora confesión identifica plenamente a
    Calibán con los seres que merecen toda la admiración
    del sujeto lírico de Cahier d´un retour au pays
    natal
    . Es decir, con:

    los que nunca han inventado nada

    los que nunca han explorado nada

    los que nunca han domado nada

    pero se abandonan, sobrecogidos, a la esencia de
    todo

    ignorantes de las superficies pero embargados por el
    movimiento

    de todo

    despreocupados de domar, pero jugando el juego del

    mundo

    verdaderamente son los primogénitos del
    mundo

    porosos a todos los hálitos del mundo
    (…)

    carne de la carne del mundo que palpita con el
    mismo

    movimiento del mundo (Césaire, 1969:
    97)

     

    En pleno colapso del modelo de civilización y
    desarrollo occidental moderno,
    el autor de Cahier d´un Retour au pays natal
    celebró la armónica vitalidad de aquellos pueblos cuyo
    modelo cultural no implicaba la destrucción del orden
    natural. Tres décadas más tarde, ese mismo ideal
    humanista reconoce en Calibán un antecedente innegable.
    Según el mismo Aimé Césaire:

    Estaba tratando de desmitificar la historia. Para mí
    Próspero

    es el totalitarismo absoluto. Siempre me ha
    impresionado

    que otros lo consideren el hombre sabio
    que

    "perdona". Próspero es el símbolo del poder
    absoluto

    del hombre, eso es obvio,
    incluso en la versión de

    Shakespeare. Próspero es el hombre de la
    razón fría, el

    hombre de la conquista metódica, en otras
    palabras, un

    retrato del europeo "ilustrado". Y veo toda la obra
    en

    estos términos: el mundo "civilizado" europeo
    enfrentado

    por primera vez con el mundo del primitivismo y
    la

    magia. No vamos a ocultar el hecho de que en Europa el

    mundo de la razón ha conducido inevitablemente
    hacia

    varios tipos de totalitarismo…. Calibán es el
    hombre aún

    cercano a los orígenes, cuyos vínculos con
    el mundo

    natural aún no han sido rotos. Calibán
    aún puede participar

    en un mundo de maravillas, mientras que su
    amo

    apenas puede "crearlas" valiéndose de sus
    conocimientos.

    Al mismo tiempo, Calibán es el
    rebelde, el héroe

    positivo, en el sentido hegeliano. El esclavo siempre
    es

    más importante que su amo, es el esclavo quien
    hace la

    historia. (Cit por Nixon, 1987:571)

     

    Según Roger Toumson, Aimé Césaire prueba
    en su adaptación de La Tempestad que el cuerpo
    monstruoso de Calibán es un organismo en el cual la
    heterotaxia inaugura un orden
    (Toumson, 1981:416). En
    consecuencia, la disipación del monstruo en el otro extremo
    del proceso histórico provoca la desaparición de la
    relación de dominación colonial. Sin embargo, son
    muchos los resultados que pueden obtenerse tras las
    manipulaciones realizadas en los laboratorios ideológicos de
    las sociedades postcoloniales
    (recordemos, por ejemplo, la maniquea consigna de Senghor que
    sostenía que así como la razón es helena, la
    pasión es africana
    ). Es este controversial aspecto el
    que es abordado de una manera bastante original por el escritor
    haitiano Dany Laferrière 3 en Comment faire l´amour
    avec un Nègre sans se fatiguer
    .

    Esta delirante poética del sexo transracial en los
    tiempos del Sida es una magnífica
    oportunidad para que el lector contemporáneo se familiarice
    con el caníbal ilustrado, una de las identidades que,
    como estrategia de supervivencia en los centros económicos
    mundiales, han debido asumir esa especie de calibanes errantes o
    desterritorializados que son los boat-people.

    En la novela de Laferriére
    Próspero no estará físicamente presente. Este
    hecho brindará al joven escritor negro la oportunidad de
    cumplir con la más ardiente fantasía de Calibán,
    precisamente aquella por la que fue condenado a vivir fuera de la
    gruta de Próspero, a la intemperie, encadenado a una roca.
    En esta versión de los hechos, Miranda encuentra barroco que un negro diga que
    Virginia Wolf era tan buena como Yeats, también encuentra
    irresistible que un negro confiese su gusto por la carne humana y
    que diga que sus noches están pobladas de pechos, caderas,
    muslos de verdad porque en algún punto de su código genético
    está ese deseo de comer carne blanca del cual alertaban los
    antiguos cronistas y exploradores del África. Para esta
    nueva Miranda, estudiante de un Colegio donde enseñan la
    duda metódica, acostarse con un caníbal ilustrado es
    iniciarse en una doble vida con suspense
    garantizado.

    El deseo que despiertan las paródicas
    actualizaciones de Miranda, deseo que fue reprimido durante el
    orden colonial, invita a Calibán a asumir la impostura y el
    oficio del negro agredido por la historia. Por consiguiente, en
    estricta sintonía con el original hijo de Sycorax y a
    diferencia del ofendido Calibán de la négritude -quien
    se niega a reconocer el deseo que en él despierta la hija de
    Próspero-, el joven escritor negro confirma el máximo
    temor de éste: sí desea ingresar a su gruta para
    mancillar el honor de la noble y casta Miranda.

    Mas dejemos que sea él quien lo diga:

    Oigo claramente como corre el agua del lavabo.
    Agua

    íntima. Cuerpo mojado. Estar aquí, en esta
    suave intimidad

    anglosajona. Gran casa de ladrillos rojos cubierta
    de

    hiedra. Césped inglés. Cama
    victoriana. Sillones profundos.

    Daguerrotipos antiguos. Objetos con pátina.
    Piano

    negro lacado. Grabados de época. Retrato de
    grupo con

    cooker. Banqueros (papada y monóculo) jugando
    al

    cricket. Retratos de muchachas con rostro alargado,
    fino

    y enfermizo. Diplomático con casco colonial
    destacado

    en Nueva Delhi. Perfume de Calcuta. Esta casa
    respira

    orden, tranquilidad, orden. El orden de los que
    saquearon

    África. Inglaterra, dueña de los
    mares… Aquí todo

    está en su lugar. EXCEPTO YO. Aquí, yo
    sólo estoy

    para follar a la hija de la casa. POR LO TANTO,
    DE

    ALGÚN MODO YO TAMBIÉN ESTOY EN MI

    LUGAR. Estoy aquí para follar a la hija de estos
    diplomáticos

    altivos que nos azotaban a golpes de stick.
    En

    el fondo, yo no estaba ahí, pero qué le
    vamos a hacer, si

    no puede sernos benevolente, LA HISTORIA
    PUEDE

    SERVIRNOS DE AFRODISÍACO. (Laferrière,
    1997:107-108).

     

    A diferencia del indignado y humanista del Calibán
    de Una tempestad, que aspira a salir airoso del
    juicio de la Historia proclamando Je ne suis pas un
    assassin
    , el joven escritor negro apela al asesinato
    político del hombre blanco o a su aniquilación metafísica valiéndose
    de contundentes argumentos genitales. En un estilo directo, sin
    adornos, con un nivel apenas perceptible de emociones, el narrador de
    Cómo hacer el amor con un negro sin
    cansarse
    conduce todo el debate entre Próspero y
    Calibán a una guerra interracial donde el
    nervio es una sexualidad ajena a los
    afectos. El sexo se torna político porque en el encuentro
    negro-blanca es transgredido una de las restricciones más
    celosamente guardadas por Próspero: la
    miscigenación.

    En el ensayo que le hiciera
    merecedor del Premio Casa de las Américas, Roger Toumson
    propone una interesante genealogía para Calibán. A su
    juicio, el nombre Setebos proviene de Seth, representación
    egipcia del mal, asesino de Osiris, quien, en virtud de sus
    atributos sexuales, era representado con la cabeza de un toro o
    de un burro.

    Se observa, así, una doble filiación. De un
    lado, Calibán

    hereda de su padre Setebos, entre otras taras
    indelebles,

    apetitos sexuales brutales. Del toro (…) y del asno

    animales que, recordémoslo, servían de
    insignia al dios

    egipcio Seth4 —Calibán tiene la
    irresistible inclinación a

    fornicar. ¿Acaso no se entrega a la repugnante
    tentativa

    de violar a la casta Miranda? Por otro lado, hereda de
    la

    madre, bajo el signo del higo, los defectos del
    sicofante

    (p. 299).

     

    El joven escritor negro está perfectamente
    consciente de todos los mitos que el imaginario
    colonial ha desarrollado en torno a los hijos de Cam, pero
    también sabe de los contrarrelatos propuestos durante el
    nacimiento y consolidación de las ideologías que se
    plantearon como objetivo la emancipación de su raza. En
    consecuencia, tiene la posibilidad de hacer uso de ellos cuando
    le conviene pero también, como buen sicofante que es,
    está dispuesto a delatar la manera como son utilizados por
    sus hermanos de color.

    Mire usted, ayer estaba yo en un bar del centro. A
    mi

    lado había un negro y una blanca. Yo conocía
    al tío.

    Poco le faltaba para decirle a la chica que era un
    devorador

    de carne humana, que procedía de la selva, que
    su

    padre era el brujo de la aldea. En fin, el rollo de
    siempre.

    Y yo veía como la chica movía la cabeza,
    extasiada ante

    algo realmente auténtico, el hombre primitivo, el
    negro

    según el National Geographic, Rousseau y
    compañía.

    Yo conozco muy bien al tío ese, y sé que no
    procede de

    la selva sino de Abidjan, una de las grandes ciudades
    de

    África, que ha vivido mucho tiempo en Dinamarca y
    en

    Holanda antes de venir a instalarse en Montreal. Es
    un

    urbanita y un occidental. Pero esto no lo
    reconocerá delante

    de ninguna blanca, ni por todo el marfil del
    mundo.

    Con el blanco quiere hacerse pasar por occidental,
    pero

    con la blanca, África le ha de servir como una
    especie de

    SEXO SUPERNUMERARIO. (Laferrière, 1997: 161-
    162)

     

    Al escribir sobre la doble moral del negro
    implícitamente está cuestionando a los máximos
    representantes de la negritud. Para un poeta como Senghor, por
    ejemplo, la tierra africana es el ideal
    femenino celebrado en algunos de sus poemas de corte
    erótico-amoroso. Lógicamente, al hacerlo, Senghor
    convoca el imaginario propio de pueblos en los cuales son
    fundamentales los ritos de la fertilidad. Sin embargo, en el
    plano extraestético resulta indiscutible que sus ambiciones
    consistían en obtener los más altos cargos en el
    escenario político colonial, por consiguiente, y en
    detrimento de su ideal poético, nada podía resultar
    más efectivo que contraer nupcias con una mujer blanca.

    Como vemos, por tremendista que parezca la posición
    asumida por el narrador de Cómo hacer el amor con un negro sin
    cansarse
    , es innegable que su desenfado es justificado;
    atenta abiertamente contra la impostura, contra el simulacro de
    la identidad. Tal vez sería conveniente recordar lo afirmado
    por Walcott al respecto en su ensayo "La voz del
    crepúsculo" (1970):

    Hay mucho más romanticismo en la antropología que
    en

    la vida real, y nuestras disputas genealógicas,
    nuestras

    obras de teatro visionarias sobre el
    buen salvaje siguen

    siendo provincianas justificaciones psíquicas,
    intentos

    desesperados por crear una identidad (…) Una vez
    perdimos

    el deseo de ser blancos, desarrollamos el
    anhelo

    de ser negros, y ambas cosas, aunque puedan ser
    diferentes,

    siguen siendo oficios (Walcott, 2000: 31).

     

    Cuenta Dany Laferrière que en Haití, a pesar
    de su largo historial republicano, Francia y su cultura siguen
    imponiéndose como el modelo referencial positivo por
    excelencia. Así ha sido, por lo menos, hasta que, por
    motivos políticos, se vio en la necesidad de abandonar su
    país. Sin embargo, una vez instalado en Quebec,
    Laferrière vio que la cultura francesa nada podía ante
    las groseras imposiciones del American way of life:
    ¡la Francia colonizadora era un ídolo de pies de
    barro!
    Ante esta realidad, el escritor haitiano
    experimentó una crisis de valores: Si ya no creo
    más en Francia, si ya no sigo creyendo que estoy en Francia,
    entonces, al mismo tiempo, se termina la nostalgia por
    África. Francia es necesaria para que África (…)
    exista en mi cabeza
    (Laferrière, 1999: 4). Es en Quebec,
    donde Francia y sus modelos culturales están
    a la defensiva y perdiendo terreno, que Dany Laferrière
    descubre que la desaparición de Francia supone la
    automática desaparición de África porque la
    noción que se tiene de ésta en el Caribe es un mito, una impostura pseudo
    intelectual. A su juicio, este universo en el cual es opuesto un
    sueño a un mito es artificial, contribuye a crear una
    élite esquizofrénica, completamente ignorante de los
    desafíos que hay que enfrentar para darle cabida a un
    proyecto cultural antillano
    con verdadero fundamento histórico.

    En definitiva, en la propuesta del autor de Cómo
    hacer el amor con un negro sin cansarse
    está la
    revelación del desarraigo, la iluminada mirada del
    nómada y la carcajada de quien ha descubierto lo que ocultan
    las máscaras asignadas por esas maniqueas manipula- ciones
    de la historia que invariablemente han cultivado y perpetuado la
    política del
    enemigo.

     

    A modo de
    conclusión

    Para concluir con estas reflexiones originadas a
    raíz de las controversiales afirmaciones de Harold Bloom,
    nos parece pertinente traer a colación unas cuantas ideas
    que Édouard Glissant ha
    ensayado con excepcional lucidez en su Poétique de la
    Relation
    (1990). Ellas nos permitirán formarnos una idea
    más adecuada del lugar y la significación que ocupa y
    posee The Tempest en los contenidos que el imaginario
    occidental ha elaborado desde la antigüedad clásica
    greco-latina.

    Según lo expuesto en el revelador ensayo
    "L´etendue et la filiation", el mito funda la legitimidad de
    la posesión de un territorio apoyándose en los rigores
    no interrumpidos de una filiación. En consecuencia, en
    Occidente, la constante existente del Mito a la Épica es la
    filiación, es decir, la tendencia a concebir el origen del
    mundo, su creación, como corroboración de una
    sucesión genealógica que arraiga a la raza en ese acto
    primero. La repetición de una versión sobre la
    "Creación del Mundo" en el seno de una comunidad persigue reforzar el
    principio de legitimidad que ésta posee sobre un territorio
    determinado. Desde esta perspectiva, la Historia será el
    resultado de cierta linealidad cronológica en la que la
    dimensión del individuo es la de un eslabón más de
    la cadena de la filiación inaugurada por la comunidad
    mítica.

    Los mitos mediterráneos poseen una opacidad
    amenazante para la alteridad. Ya sea de manera oscura o
    encubierta, son funcionales: sugieren que su opacidad con
    respecto a la alteridad es irreductible; en consecuencia, puesto
    que no existe mito que legitime al otro, el desafío siempre
    consistirá en devolver a ese otro a la transparencia creada
    para sí: o se le asimila o se le aniquila. Luego, hay en el
    Mito una violencia oculta, aferrada a
    las mallas de la filiación, que recusa por completo la
    existencia del Otro como elemento de la relación (Glissant,
    1990: 62).

    La filiación es explícita en el Antiguo
    Testamento. La filiación está implícita en La
    Ilíada:
    el rapto de Helena perturba la idea de
    legitimidad porque tendría como consecuencia la amenazante
    secuela de mestizaje entre Oriente y Occidente. Indisociable del
    proyecto de descubrimiento y conocimiento, la legitimidad es el
    motor trágico de La
    Odisea
    ; sólo así se explica la recíproca
    fidelidad entre Ulises y Penélope. La realización del
    mestizaje es lo que castiga con la fragilidad la epopeya de
    Alejandro. La filiación es indispensable para la
    Eneida como proyecto. (Cfr. Glissant, 1990:
    62).

    De lo Épico a lo Trágico la causa oculta es la
    legitimidad. Rota la legitimidad, la cadena de la filiación
    pierde sentido y la comunidad está condenada a errar por el
    mundo, sin poder reclamar su necesidad primordial. Lo
    Trágico nace de toda situación donde la comunidad
    esté amenazada. Hay tragedia porque la amenaza no será
    notada hasta el momento en que la comunidad comprobará que
    la cadena de la filiación está rota. La acción trágica
    buscará resolver este conflicto restableciendo la
    legitimidad Si hay algo podrido en el reino de Dinamarca es que
    la línea de sucesión al trono ha sido rota, hecho que
    provoca la catarsis victimaria de
    Hamlet (Cf.. Glissant, 1990:
    64-66) Hamlet, Ricardo III y Macbeth
    ratifican a Shakespeare como un autor que confirmó en sus
    tragedias la necesidad de sacrificar héroes propiciatorios
    para restituir la legitimidad. Luego, resulta sumamente notable
    el hecho de que haya sido él quien se diera a la tarea de
    representar acciones vinculadas a la idea
    de devenir como expansión, es decir, como voluntad de
    imponerse al otro. Y es que, en palabras de Glissant, en La
    Tempestad
    Shakespeare concebirá finalmente como
    solidarias dos dimensiones: la legitimidad fundadora y el poder
    de la conquista, aspectos que no hacen de esta obra una tragedia
    sino un drama heroico-histórico. La pieza termina bien
    porque desde el punto de vista de Próspero, héroe
    portador de occidentalidad, es afirmada la legitimidad de su
    poder sobre el mundo.

    Desde esta perspectiva, resulta lógico que sea
    tarea del Calibán descolonizado impugnar esa legitimidad
    proyectante de Próspero, valiéndose para ello de dos
    estrategias que, desde el origen
    de los tiempos, han permitido reemplazar la obscuridad
    mítica, épica o trágica, esto es, haciendo uso del
    "ardor individual del lirismo y la práctica colectiva de lo
    político". Sin duda alguna, las reescrituras de The
    Tempest
    que a lo largo del siglo XX realizaron escritores
    como Césaire, Laferrière, Luis Britto García y un
    largo y significativo etcétera restituyen ese ardor
    individual del lirismo del Calibán descolonizado pero, por
    sobre todas las cosas, acreditan la práctica colectiva de lo
    político porque ésta obra sobre un orden de la
    comunidad en el que la legitimidad no es evidente ni está
    consagrada.

    Mérida, 2002

     

    Referencias

    Bloom, H. (2001). Shakespeare. La invención de
    lo humano
    / Traducción: Tomás
    Segovia.- Bogotá: Norma.

    Césaire, A. (1972). La tragedia del Rey
    Christophe- Una Tempestad
    / Traducción Carmen Kurtz.-
    Barcelona (España): Barral.

    FErnández Retamar, R. (1971). Calibán.
    Apuntes sobre la cultura de nuestra América.
    México:
    Editorial Diógenes.

    Glissant, É. (1990). Poétique de la
    Relation. Poétique III
    . París:
    Gallimard.

    Horkheimer, M. y Adorno, T. (1987). Dialéctica
    del Iluminismo
    / Traducción: H. A. Murena.- Buenos Aires: Editorial
    Sudamericana.

    Laferrière, D. (1997). Cómo hacer el amor
    con un negro sin cansarse
    / Traducción: Luís Maria
    Todó.- Barcelona (España): Destino.

    Laferrière, D. « Ce livre est
    déjà écrit en anglais, seuls les mots sont en
    français» Île en île.
    http://www.lehman.cuny.edu/ile.en.ile/ paroles/laferriere
    _celivre.html. [consultado el 5 de enero
    de 2001] 2000.

    Nietzsche, F. (1973). El nacimiento de la
    tragedia
    . Introducción,
    traducción y notas: Andrés Sánchez Pascual.-
    Madrid: Alianza.

    Shakespeare, W.1960). La Tempestad.
    Traducción y notas: L.Astrana Marín.- 5ª ed.,
    Madrid: Espasa- Calpe.

    Shakespeare, W. (1962). The Tempest.
    Editor: Frank Kermode.- Cambridge: Methuen/Harvard Universty
    Press.

     

    Notas

    1. Ponencia presentada en el XIX Simposio de la Asociación
    Venezolana de Estudios del Caribe (AVECA), celebrado en Caracas,
    entre el 28 y 29 de octubre de 2002.

    2. Al respecto, el autor de Trois Calibans
    señala lo siguiente: Con Césaire, Calibán habla
    abundantemente, más que Próspero y más seguido de
    lo que lo hacía con Shakespeare. Desde el punto de vista
    cualitativo, el avance que Calibán realiza se mide en los
    cambios de nivel y de función que afectan su
    lengua de The Tempest a
    Une Tempête. Más que manejar
    exclusivamente la invectiva simple contra un individuo corporal,
    su enemigo aborrecido, Próspero, además, polemiza. Es
    decir, más que a un enemigo individual, es a un orden
    económico y político, es a un sistema de pensamiento que
    él ataca. Las invectivas simples que profiere en The
    Tempest
    querían estar, en tanto que castigos, dirigidas
    a exterminar al adversario, cargados de la fuerza maléfica
    de los rituales mágicos, y lo religaban a su pensamiento
    supersticioso. Ahora bien, no deplora la misma adaptación de
    Césaire, el valor de uso de este
    pensamiento mágico. (…) Tal es el proceso deductivo que
    induce a Calibán a preferir el arma de la polémica a la
    de la invectiva. La polémica se hace cada vez más
    abstracta ya no hay más sátira sino demostración
    filosófica. (Toumson, 1981: 368, Traducción nuestra:
    A.E.V.)

    3. Danny Laferrière (Puerto Príncipe, 1953)
    inició su carrera como escritor en el semanario haitiano Le
    Petit Samedi Soir, revista literaria y
    política que, según Maximilien Laroche, ha sido
    considerada como el barómetro que permitía saber
    cuán crítico o acomodaticio se podía ser con el
    "reinado" de los Duvalier. Ya en el exilio, en Montreal,
    Laferrière continuó su carrera periodística en
    diarios y revistas de la diáspora haitiana,
    especialmente en el Haïti-Observateur. Su producción literaria
    también incluye los siguientes Títulos: Eroshima
    (1987), L´odeur du café (1991), Le goût
    des jeunes fillles (1992), Cette grenade dans la main du jeune
    nègre, est-elle une arme ou un fruit? (1993), Chronique de
    la dérive douce (1994), Pays sans Chapeau (1996), La Chair
    du maître (1997), Le Charme des après-midi sans fin
    (1997), Le Serpent à plumes (1998), L´Odeur du
    café (1999) y Le Cri des oiseaux fous (2000). Publicada en
    Montreal en 1985 la opera prima de Dany Laferrière
    rompió con la extensa tradición de propuestas
    "socialmente comprometidas" que había caracterizado la
    literatura haitiana desde los tiempos de Jacques Roumain
    (1907-1944).

    4. Es preciso señalar que, en el prólogo que
    realizara para la edición crítica de The
    Tempest,
    Frank Kermode señala otra raíz
    etimológica para el nombre del padre de Calibán.
    Según él: es bien sabido que el nombre de Setebos
    fue tomado de la History of Travaile (1577) de Robert Eden,

    texto en el cual es narrada la manera como los miembros de una
    tribu de la Patagonia, observada durante
    el viaje de Magallanes, "mugían como toros y gritaban para
    pedir ayuda a su demonio Setebos" (Kermode, 1962:
    XXXII).

     

    Arnaldo E. Valero

    El artículo en cuestión apareció en la
    Revista Virtual Contexto, Vol.8, N° 10, año
    2000

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