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El Federalismo en la Historia Política Venezolana



     

     

    1.

    1.1. El Ciclo del Estado
    Independiente y Autónomo

    1.2. El Ciclo del Estado
    Federal

    1.3. El Ciclo del Estado
    Autocrático Centralizado

    1.4. El Ciclo del Estado
    Democrático Centralizado

     

    La organización política que asumimos
    los venezolanos a partir de la década de 1945,
    interrumpida durante diez años de dictadura
    militar, está hoy en crisis. Es un
    sistema
    democrático, centralizado y de partidos, que se
    estructuró sobre dos pilares fundamentales:

    El primero de estos pilares es nuestra democracia de
    partidos, por cuanto ellos asumieron el monopolio de
    la representatividad política. Sobre esta base fue
    configurado nuestro sistema electoral, que sólo en los
    últimos años se ha venido modificando. Sin embargo,
    los partidos
    políticos poseen un dominio tan
    férreo sobre dicho sistema que las reformas introducidas
    desde 1989 no han podido dar los resultados que se buscaban.
    Más aún, la orientación en este momento es
    volver atrás porque las reformas electorales no han
    funcionado. Pero no lo han hecho porque no se ha querido que
    funcionen. Ciertamente, se produjeron algunos cambios para que no
    pasara nada, ya que los partidos políticos detentan el
    monopolio de la representatividad y de la participación de
    la sociedad
    civil.

    El segundo pilar de nuestro sistema
    político ha sido la
    organización centralista del Estado, bajo
    cuyo dominio el poder local
    fue minimizado hasta convertirlo en un poder prácticamente
    inexistente durante las primeras décadas de este ciclo
    histórico. Debemos recordar que el municipio de la
    Constitución venezolana de 1961, que
    estatuye un municipio casi ideal, sólo comenzó a
    tener alguna realidad en la vida cotidiana del país a
    partir de 1989. Todo ese lapso, incluyendo el correspondiente al
    de la vigencia de la Ley
    Orgánica de Régimen Municipal de 1978, corresponde
    a un período de transición del municipio anterior,
    construido en la autocracia, pero sin ninguna relación con
    la democracia.

    De manera, entonces, que nuestro sistema político
    es un centralismo de
    Estado, cuya característica destacada ha sido la
    minimización del poder local en nombre de una democracia
    de partidos que eliminó materialmente todo vestigio de
    nuestra vida local del pasado. De esta situación
    resultaron perjudicados incluso los partidos políticos, ya
    que todo se debe resolver en la capital de la
    nación
    conforme al principio del «Centralismo
    Democrático» que rige en los partidos. No debe
    olvidarse que hasta hace muy pocos años los presidentes de
    los concejos municipales eran designados en Caracas por las
    cúpulas partidistas. De esta forma, una combinación
    de «centralismo democrático» de partidos y
    centralismo de Estado provocó un sistema político
    democrático y centralizado de partidos como el que hemos
    tenido desde 1945.

    Por supuesto, no podemos olvidar que a este sistema
    debemos la instauración de la democracia en Venezuela a
    partir de 1958. Si no se nos hubiese impuesto «a
    juro» la democracia a los venezolanos, ésta no
    hubiese florecido en un país que, para ese momento, era el
    que menos tradición democrática tenía en
    América
    Latina. Hoy Venezuela es de los países con mayor
    tradición democrática gracias a ese centralismo
    democrático impuesto a partir de 1958.

    Muy posiblemente, si en los primeros años del
    régimen democrático post-perezjimenista hubiese
    habido una gran descentralización del poder, tal vez el
    régimen no hubiera durado más de dos semanas en
    virtud de la crisis política desencadenada al inicio de la
    década de 1960. En todo caso, el sistema de democracia
    centralizada de partidos funcionó desde los años
    40, y después de interregno dictatorial comenzó a
    consolidarse a partir de 1958. Sin embargo, a medida que la
    democracia se consolidaba en nuestro país, a la cual no
    estábamos acostumbrados, esos dos pilares sobre los que se
    constituyó e sistema, paradójicamente comenzaron a
    ser los conspiradores contra la propia democracia. El Centralismo
    de Estado y la partidocracia comenzaron a conspirar contra los
    propios frutos que el régimen había dado,
    pretendiéndose, de esa manera, paralizar la historia. El
    liderazgo
    tradicional que ha conducido el sistema desde la década de
    1940 no se percató de la propia realización que
    habían hecho en la estabilización de democracia, a
    la cual los venezolanos nos acostumbramos y quisimos ir
    más allá en el proceso de
    democratización de la sociedad:
    mayor participación, otro tipo de representatividad, etc.
    No obstante, quienes condujeron el proceso no pudieron o no
    quisieron percatarse de querer abrir los canales de
    participación y de buscar otros mecanismos de
    representación distintos a los partidos
    políticos.

    La propia democracia planteó la exigencia de que
    el poder se desparramara por todo el país, pero eso no lo
    entendió el liderazgo tradicional por cuanto eso exige
    despartidización y descentralización del poder, y
    justamente todo el régimen de un Estado democrático
    centralizado de partidos es contrario a la
    descentralización y a la despartidización. Se ha
    querido mantener a la democracia centralizada contra la propia
    democracia, contra la vida local, contra el principio fundamental
    de la Constitución del libre desenvolvimiento de la
    personalidad.

    Se ha querido seguir manejando la democracia sólo
    por los partidos políticos, vaciando de poder a las
    provincias, que no logran todavía asumirlo, y sustrayendo
    en definitiva a la población de los anhelos de
    participación, de, libertad, de
    representatividad genuina, que sólo se desarrolla a nivel
    local o provincia¡ siempre que el poder esté cerca
    del ciudadano. La participación en el poder nacional es
    sólo una ficción, no existe.

    De allí la crisis política de los
    últimos años. Por eso afirmo que este es un momento
    que ya dura cerca de diez años con todos los signos
    evidentes de la crisis: abstención electoral progresiva,
    desencanto por los resultados del ejercicio del sufragio,
    protestas populares masivas como las del 27 y 28 de febrero de
    1989, intentos de golpes de estado de 1992. Lo que está
    hoy en crisis es este sistema que aún tenemos. Hay una
    crisis de representatividad y, evidentemente, una crisis de
    participación. El ciudadano no logra encontrar
    dónde participar, y los intentos de participación
    que se desarrollan espontáneamente son rápidamente
    frenados y todavía no existe una representación
    real de la población.

    Los venezolanos acabamos de elegir hace dos años
    un Congreso Nacional en el que nadie encuentra la legitimidad
    necesaria para continuar la política parlamentaria. Hay
    una pérdida de legitimidad del sistema político
    general. Por ello, durante estos últimos años se ha
    venido imponiendo un conjunto de reformas, algunas que apuntan
    hacia la descentralización – elección de
    gobernadores, restauración de la figura del alcalde electo
    pero han sido reformas aisladas si se analizan en un contexto
    global, provocadas por crisis inmediatas.

    En el año 1989 la democracia no hubiese
    sobrevivido si no se planteaba la elección directa de
    gobernadores y alcaldes. Fueron medidas tomadas a última
    hora, medidas de sobrevivencia para la propia democracia. Los
    partidos políticos no tuvieron más remedio que ir
    hacia esa reforma, pero la vieron inicialmente con mucho recelo
    porque no tenía control sobre lo
    que pudiera ocurrir.

    A medida que ha pasado el tiempo estamos
    observando una reversión de esa actitud, por
    cuanto el liderazgo tradicional y los partidos políticos
    han empezado a tomar control sobre lo que antes no controlaban:
    la elección directa de gobernadores y alcaldes. Es muy
    posible que el cuadro político para este año sea el
    de candidatos a gobernadores y alcaldes clásicamente
    establecidos por las cúpulas partidistas. Esperamos que
    no, pero es muy posible que lo veamos y eso agravará la
    crisis política actual en vez de contribuir a
    solucionarla. En todo caso, los gobernadores y alcaldes electos
    son hijos del 27 de febrero de 1989, y esta fue la razón
    para que en ese año fuera indispensable establecer la
    elección directa de las autoridades provinciales y
    locales.

    Este momento histórico de crisis es un momento de
    cambios profundos que está viviendo el país. Por
    eso es que todos sentimos la crisis y nadie sabe, ni puede saber,
    lo que va a pasar. Este es un proceso de cambios revolucionarios,
    querámoslo o no, reconozcámoslo o no. Hay un
    proceso de cambios que se está gestando y que va a
    implicar un inevitable cambio
    político en cualquier momento dentro de los
    próximos años.

    Si el liderazgo tradicional no asume ese cambio
    democráticamente, el cambio lo van a provocar e imponer
    otros. Y este es el problema fundamental que tenemos por delante:
    el cambio, o es democrático o se impondrá por
    vías no democráticas. Por eso, el problema del
    país no es de reforma constitucional, ni se va a producir
    por vía constitucional en el Congreso de la
    República. Nadie cree en ninguna reforma constitucional
    que salga del actual Congreso Nacional. Existe la
    sensación de que si acaso el Congreso aprueba alguna
    reforma constitucional, nadie le dará ninguna importancia
    porque no es ese el cambio político que debe producirse.
    Por este motivo, la Asamblea Constituyente es una alternativa que
    hay que seguir discutiendo como una salida posible a la crisis,
    para recomponer la clase
    política y no para llevar a cabo una reforma
    constitucional. El problema no es la Constitución, que
    sigue siendo excelente. La recomposición de la clase
    política busca la emergencia de un nuevo liderazgo y de un
    nuevo proyecto
    político democrático, que modifique el Estado
    centralizado de partidos por un Estado descentralizado y
    participativo, es decir, más
    democrático.

    La Asamblea Constituyente se habrá de producir
    tarde o temprano; o la hacemos y la convocamos
    democráticamente o después de alguna manera nos la
    van a convocar, como ha pasado en la Historia. Y para entender
    este problema, el fin de un período en nuestra historia
    política que no podemos prorrogar más, lo
    importante es mirar hacia atrás porque no podremos
    entender el presente y el futuro de este país sin ver
    qué ha ocurrido en el pasado. En esto posee una
    importancia indudable el tema del federalismo y la
    descentralización, porque ese tema nos ha
    acompañado siempre a través de toda la historia
    política de Venezuela.

     

    1. Federalismo y
    Descentralización en la Historia
    Venezolana

    Nuestra historia política se ha caracterizado por
    un proceso pendular, como ha sido normal en todos los
    países. En nuestro caso, ese movimiento
    pendular gira en tomo a la distribución del poder, que va del
    centralismo a la descentralización. Este movimiento
    pendular también se puede constatar en casi todos los
    países del mundo y es una constante en la historia de la
    humanidad: desde las pequeñas ciudades-estado hasta los
    imperios de la Antigüedad, y desde las ciudades medievales
    hasta el surgimiento de los Estados modernos. En todas esas
    épocas el debate entre
    centralismo y descentralización ha estado presente, aunque
    se denominaba de otra forma.

    En Venezuela siempre ha habido un conflicto que
    se soluciona políticamente entre fuerzas
    centrípetas y fuerzas centrífugas en la
    organización de los poderes del Estado. Si analizamos todo
    el período histórico venezolano desde la Independencia
    podremos identificar cuatro grandes ciclos históricos, que
    son los que, en definitiva, condicionaron la situación que
    hoy vivimos en el país. Estos cuatro grandes ciclos, de
    aproximadamente medio siglo de duración cada uno, son los
    siguientes:

    a) El Estado independiente y autónomo, desde la
    Independencia hasta la Federación en 1863.

    b) El Estado federal, de 1863 a 1901.

    c) El Estado autocrático centralizado, en donde
    el péndulo de la historia se desplazó hacia el
    centralismo. Va desde 1901 a 1945.

    d) El Estado democrático centralizado, desde 1945
    hasta el presente y que está finalizando.

    El péndulo ha comenzado a oscilar nuevamente
    hacia la descentralización por cuanto el Estado que hemos
    tenido desde principios de
    siglo ha sido un Estado centralizado. Lo único que
    cambiamos fue el régimen autocrático. Anteriormente
    se trataba de una autocracia personal; luego,
    de una autocracia de partidos.

    Pero siempre ha sido un sistema centralizado, de
    personas en la primera etapa y de partidos en la
    segunda.

     

    1.1. El Ciclo del Estado
    Independiente y Autónomo

    El Estado venezolano que se comienza a construir desde
    1810 se forma sobre la base de la existencia de una
    organización política colonial en provincias. La
    provincia es la institución americana que se establece con
    base en el Derecho Castellano, pero
    que no existió en España
    sino hasta la Constitución de Cádiz en 1812 y que
    luego se comienza a implantar a partir de 1833. La provincia, por
    lo tanto es propia de América.

    Las provincias que formaban lo que ahora es Venezuela,
    en contraste con todo lo que se dice del sistema colonial
    español
    que posiblemente tenía gran vigencia en los Virreinatos de
    Nueva España, El Perú y Nueva Granada
    poseían un sistema de gobierno
    altamente descentralizado de organización política.
    Sin embargo, eran provincias lejanas, olvidadas y
    paupérrimas.

    Recordemos que en 1777, cuando se crea la
    Capitanía General de Venezuela, su motivo radicó en
    que no había forma de llegar a esas provincias y, en
    consecuencia, eran difícilmente gobernables por
    Bogotá. Hubo que crear una Capitanía y es a partir
    de 1777 que empieza a haber cierta idea de un conjunto de
    provincias localizadas en esta parte de tierra firme,
    que luego desembocó en lo que hoy es Venezuela.

    El origen del proceso de Independencia se ubicó
    en las provincias venezolanas y no en la Capitanía
    General. En cada una de esas antiguas provincias se dictaron
    Constituciones Provinciales en 1811 que establecían una
    forma de organización política con un alto grado de
    autonomía, incluso para declarar la Independencia como
    efectivamente lo hicieron.

    Sin embargo, para agruparse en un Estado soberano y
    enfrentar la reacción española, ¿a
    cuáles precedentes podían recurrir los venezolanos
    en 1811? Una experiencia independentista de esa case no
    tenía precedentes sino en Norteamérica, nuestros
    próceres no tuvieron sino dos esquemas políticos
    para comparar: el monárquico europeo y el republicano
    estadounidense. Por lo tanto, ¿a cuál sistema se
    podía recurrir si se estaba actuando contra una monarquía? No había otro modelo que el
    de los Estados Unidos,
    pero no por una simple, copia de organización
    política como algunos historiadores opinan respecto al
    proceso seguido en América Latina; es que no había
    otra forma de hacer frente a la realidad concreta de siete
    provincias aisladas que no tenían entre sí nada en
    común. Ni siquiera tenían comunicación entre ellas.

    Recuérdese cuál era el sistema para viajar
    desde Mérida a Caracas: llegar hasta Gibraltar, abordar
    allí un barco hasta Curazao y luego seguir hasta Caracas.
    La única forma de unir estas provincias era con un esquema
    político que se había inventado unas décadas
    antes en los Estados Unidos: la Federación. Este esquema
    no procedía del Constitucionalismo europeo. Fue un invento
    pragmático sobre la manera de unir unas provincias que, al
    igual que las del Norte americano, habían sido desunidas
    mucho más que las españolas pero que se
    parecían mucho a las nuestras porque no estábamos
    bajo la égida de un Virreinato directamente.

    La mitad del país estaba sometida a la Audiencia
    de Santa Fe de Bogotá y la otra mitad a la Audiencia de
    Santo Domingo. Ni siquiera había unidad jurisdiccional en
    el país, de manera que la única forma alternativa
    que se tenía para la organización política
    nacional era el modelo federal. Por eso la Constitución de
    1811 fue una Constitución Federal, y por eso el
    federalismo ha estado siempre presente en nuestra historia
    política a pesar de la oposición de El Libertador,
    quien decía que el federalismo era la anarquía
    regularizada o, más bien, la ley que prescribe la
    obligación de disociarse y de arruinar al Estado con todos
    sus individuos. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos de El
    Libertador nunca las fuerzas centrípetas lograron
    controlar totalmente al país. Siempre hubo dentro de las
    provincias un poder centrífugo de gran importancia.
    Venezuela continuó siendo siempre un sistema federal, que
    se reflejó después de la muerte de
    Bolívar en
    la Constitución de 1830 cuando Páez asumió
    la conducción M Estado y el país se separó
    de la Gran Colombia.

    El período que se enmarca entre los años
    de 1811 a 1830 es un período de construcción del Estado por una
    élite política, la élite de la
    Independencia, integrada por hombres entre los treinta y cuarenta
    años de edad. Este es un hecho sobre el que debemos
    comenzar a meditar, porque Venezuela no es un país que
    pueda seguir siendo conducido por personas de avanzada edad. Este
    es un país que tiene que estar en manos de personas cuyas
    edades oscilen entre los treinta y cuarenta años, como lo
    estuvo siempre durante sus cambios políticos.

    Esa generación de la Independencia
    constituyó un proyecto político, que fue consolidar
    un nuevo Estado en donde no lo había, un Estado
    independiente, autónomo. Pero los frutos de la obra
    realizada, como ha sucedido en cada uno de los períodos de
    la historia venezolana, no fueron debidamente valorados por
    ellos. No se dieron cuenta de lo que había hecho y
    quisieron, todavía en 1860, seguir gobernando al
    país bajo los mismos esquemas de cuando se inició
    en 1830: nepotismo, cambios constantes, extensiones arbitradas de
    períodos, etc. No quisieron ceder el poder y para ello
    necesitaron aplastar a una nueva generación
    política emergente.

    La incomprensión del propio liderazgo del momento
    provocó la ruptura del sistema, que ha sido una constante
    en nuestra historia. No se produjo un cambio pacífico, una
    evolución dentro del mismo sistema. Fue,
    por el contrario, una ruptura gravísima: cinco años
    de Guerra
    Federal. Y eso provocó el cambio total, porque la gente
    que asumió el poder en 1863 fue gente completamente
    nueva.

     

    1.2. El Ciclo del Estado
    Federal

    ¿Quién sabía en 1855 quiénes
    eran Falcón, Zamora, Guzmán Blanco?. La gente que
    asumió el poder fue una nueva generación cuyas
    edades, nuevamente, estaban comprendidas entre los treinta y
    cuarenta años. Surgió un nuevo liderazgo, un nuevo
    proyecto político: triunfó la
    Federación.

    Durante este segundo período de nuestra historia
    republicana se inició una disgregación federal
    extrema, que posiblemente no se correspondía con la
    realidad del país. Éramos un país pobre,
    paupérrimo y, por supuesto, debido a eso el país
    tuvo que vivir encerrado en sí mismo. No obstante, la
    Federación le abrió nuevos caminos al país
    en medio de esa pobreza extrema y
    por eso tuvo una gran importancia.

    Algunas personas dicen hoy que el federalismo nunca
    existió en Venezuela. Eso es mentira. Existió y
    tuvo una gran importancia para el país. Hace unos
    años tuve la oportunidad de consultar ampliamente dos
    volúmenes sobre la legislación del Estado Los
    Andes, de finales del siglo pasado, cuando uno revisa esa clase
    de documentos se da
    cuenta de qué es un Estado Federal. Toda, absolutamente
    toda la legislación estaba en las Leyes de los
    estados, elaboradas por las Asambleas Legislativas. No
    existían leyes nacionales. En este país las leyes
    nacionales comenzaron a dictarse en 1915; es decir, ayer. Toda la
    legislación estaba en las leyes de los estados y en esos
    enormes y bellísimos monumentos jurídicos que son
    los antiguos Códigos de Policía. Allí estaba
    todo lo que podía ser objeto de regulación legal en
    el siglo pasado.

    Hoy ninguna asamblea legislativa ha sido capaz de emitir
    un nuevo Código
    de Policía actualizado. Todas las reformas que se les han
    hecho sólo son "parches", pero un nuevo Código,
    contrastado por supuesto con la legislación nacional y que
    pueda regular lo que corresponda a los estados, todavía no
    se ha elaborado. Además, el Poder Judicial
    era estatal. Deben volverse a leer aquellas leyes para poder
    darse cuenta exacta de lo que era la federación en ese
    momento.

    Sin embargo, el proceso conducido por esa élite
    política que asumió el poder en 1863, tan pronto
    Guzmán Blanco se cansó y abandonó el
    país dejando el mismo liderazgo que había gobernado
    desde esa fecha, desembocó en una descomposición
    social generalizada. ¿Se habría dado cuenta esa
    élite política de lo que había hecho?
    También durante este ciclo encontramos una
    incomprensión de la élite política
    gobernante sobre los procesos que
    ocurrían en el país en ese período. Es
    decir, pareciera que en 1895 el problema fue igual al que se
    planteó durante los años de 1858 a 1860: la lucha
    por el poder federal, como si nada hubiera cambiado en Venezuela,
    al punto de que cuando se leen los documentos de la Revolución
    Liberal Restauradora el motivo del alzamiento de Castro fue
    restablecer la soberanía de los estados. Esta
    soberanía había sido vulnerada en la reforma
    constitucional de 1893, en la que se asignó al Presidente
    de la República la facultad de designar provisionalmente a
    los Presidentes de estado. Esto se consideró un atentado a
    la soberanía de las provincias y ocasionó la
    Revolución Liberal Restauradora.

    Ese fenómeno se produjo en un momento en el que
    también estaba en crisis el sistema político que se
    había instaurado unos años antes. Esta crisis
    originó una nueva guerra federal que llevó a Castro
    y a Gómez a recorrer y controlar todo el país desde
    1899 a 1908, iniciándose así el tercer ciclo de la
    historia republicana del país, en donde surgió un
    nuevo liderazgo político nacional. Tal como ocurrió
    en el ciclo anterior, ¿quién podía saber en
    1898 quiénes eran Gómez y Castro, salvo un
    hacendado tachirense y un diputado bastante "tremendo"
    según cuenta la historia?

     

    1.3. El Ciclo del Estado
    Autocrático Centralizado

    Como sabemos, Gómez y Castro llegaron a Caracas
    al frente de un pequeño grupo de
    hombres, después de un periplo de 60 días en el que
    atravesaron la mitad del país. Para que alguien lo hiciera
    en escasos 60 días y no pasara nada, y que además
    un pequeño grupo de hombres asumieran el poder, la
    descomposición social del momento debió haber sido
    muy grande. Los Decretos de la época son insólitos.
    En la víspera del arribo de Castro a Caracas se
    publicó en la Gaceta Oficial de la República un
    Decreto que aproximadamente dice así: "El Gobierno
    anuncia que
    el General en Jefe de la Revolución
    Liberal Restauradora está a las puertas de Caracas,
    entrará esta tarde y se le entregará el
    poder…"
    Al día siguiente apareció otro
    Decreto, ya firmado por Cipriano Castro, en el que su
    artículo 1ro. reza textualmente así:"Asumo el
    Poder Supremo",
    más nada.

    El país se encontraba totalmente descuartizado
    desde el punto de vista político y se inicia un nuevo
    período histórico que es la reversión del
    anterior. A pesar de que el motivo había sido restaurar la
    vulnerada soberanía de los estados y, en consecuencia,
    acentuar y rescatar el federalismo, el nuevo período que
    se inicia es un período de centralización.

    El nuevo proyecto político evoluciona
    después de la guerra federal de principios de siglo, en la
    cual Gómez y Castro vencen a los distintos caudillos
    regionales. A partir de ese momento se empiezan a producir las
    primeras reformas constitucionales que evidencian el cambio: en
    1901 se nacionaliza el ejército, pues hasta ese momento, y
    desde 1863 había prohibición para el gobierno
    federal de situar ejércitos en los estados; el
    único lugar donde podía tenerlos era en el Distrito
    Federal. Este es el origen del artículo 130 de la
    Constitución actual.

    Todo esto se inicia desde el ano 1901. En adelante, los
    estados ya no pueden mantener milicias propias y el
    Ejército de la República comienza a ser controlado
    por el poder nacional. Antes los estados incluso poseían
    una Ley de Milicias, donde se regulaba en detalle el cuerpo
    armado. Eso desaparece a partir de 1901 y empieza un proceso de
    centralización, de integración nacional tardía. En
    otros países de América Latina ese proceso se
    había cumplido en el siglo pasado; en Venezuela comienza
    en 1901 y con un nuevo liderazgo el andino al que se le
    sumó el liderazgo del centro del país. Así
    se inicia la centralización en Venezuela en lo militar,
    tributario, político y administrativo.

    En el área tributaría la unidad del tesoro
    no existía en Venezuela, ni la
    Administración Nacional recaudaba los tributos;
    estos eran todos recaudados por concesión. El Estado daba
    la concesión a un particular, quien se encargaba de
    recaudar los tributos. Por ejemplo, la concesión de los
    impuestos al
    tabaco y al
    alcohol, bien
    importantes por lo demás, se daba a los jefes
    políticos locales. De manera que después del
    Presidente de un estado, la persona
    más importante era el concesionario que recaudaba esos
    impuestos.

    Todo esto se centralizó con la gran reforma del
    ministro Ramón
    Cárdenas en 1918. En ese momento comienza a surgir la
    Administración
    Pública Nacional, ya que antes sólo
    existían administraciones estadales. También
    empieza a surgir una legislación nacional a partir de 1915
    con las Leyes de Bosques, de Bancos, de
    Seguros, etc.,
    que antes no existían. Esto culmina en 1945 con la
    centralización del Poder Judicial. Formalmente el Estado
    no deja de ser un Estado federal, pero de hecho no lo fue y todo
    ese proceso de centralización y consolidación del
    Estado nacional tuvo un "combustible" fundamental: el
    petróleo. Venezuela comienza a incorporarse a la
    modernidad con la
    ayuda de los nuevos ingresos
    generados por las actividades petroleras. Empieza a surgir un
    país distinto de acuerdo con las tendencias mundiales, en
    el que surgen empleados públicos, servicios,
    explotación de recursos
    naturales, derechos sociales,
    libertades, democratización, etc.

    Sin embargo, de nuevo se presenta la
    incomprensión del liderazgo tradicional. A la muerte de
    Gómez se suceden López Contreras y Medina Angarita
    como si aquí no hubiese pasado nada, igual que a
    principios de siglo. En ese momento lo menos que se podía
    desear, con todos esos cambios operándose en la
    década de 1940, era la elección directa del
    Presidente de la República y el voto femenino. Pero fue
    como si el propio fruto de la riqueza petrolera y de
    consolidación del Estado no fuera adecuadamente valorado;
    de allí que se reformó la Constitución en
    1945 para que no pasara nada. No se concedió la
    elección directa del Presidente de la República y
    el voto de las mujeres sólo se aprobó a nivel
    municipal pero no a nivel nacional. Esta situación
    sólo duró unos meses y se produjo el golpe de estado
    contra el Presidente Medina Angarita y la Revolución de
    Octubre. De nuevo bajó el telón, se acabó lo
    que había y surgió un nuevo liderazgo
    político que inició, en 1945, el cuarto
    período de la historia republicana del
    país.

     

    1.4. El Ciclo del Estado
    Democrático Centralizado

    Los líderes políticos que surgieron al
    principio de este nuevo ciclo eran hombres que también
    estaban entre los 30 y 40 años de edad: Betancourt
    tenía 37; Delgado Chalbaud tenía 39; Pérez
    Jiménez, 38 años. Estos líderes iniciaron un
    nuevo proyecto político que consistió en la
    democratización del país tradicionalmente menos
    democrático de América Latina. El proceso no fue
    fácil; nos intoxicamos en los inicios y la crisis
    duró mayor tiempo del que hubiese podido durar: desde
    principios de la década de 1940 hasta finales de la
    década de 1950.

    Teóricamente, cuando se analiza el proceso
    global, se entiende que Pérez Jiménez fue un
    "accidente" en un período histórico de crisis, de
    retos, de reacomodo del sistema político, que no se
    inició en 1958 sino en 1945, año del cual es el
    liderazgo de este ciclo y el proyecto político que ese
    liderazgo impulsó, que costó tiempo y una dictadura para
    implantarlo. En 1958 lo que hicimos fue retomar lo que estaba
    pendiente desde 1945, a tal punto que la Constitución
    Nacional de 1961 no es otra que la del año 1947 con unos
    reacomodos menores.

    Vale la pena destacar que en cada una de estas rupturas
    y de cambios políticos cíclicos ha habido una
    Constituyente, como lo enseña la historia venezolana. La
    hubo en 1830 por la ruptura de la Gran Colombia, pero
    también las hubo en 1863, 1901 y 1945. Recientemente
    alguien dijo que las Constituciones surgidas de una Constituyente
    son de corta duración. Eso es falso, porque toda
    Constitución es el producto de un
    pacto político, y ese pacto se produjo varias veces en la
    historia venezolana: 1811, 1830, 1863, 1901 y 1945. Si bien
    después surgieron las Constituciones de 1953 y 1961, ellas
    fueron el resultado del mismo pacto político de
    1945.

    De manera que las Constituciones surgidas de una
    Constituyente han sido las de más larga duración,
    aunque no formalmente por cuanto en Venezuela no existía
    para entonces la posibilidad de la Enmienda Constitucional. Pero
    por este problema formal no se puede desconocer la
    duración de las Constituciones producto de los cambios
    políticos de cada ciclo histórico.

    El sistema que se instaura en 1945 y se refuerza a
    partir de 1958 es el del Estado Democrático Centralizado
    de Partidos. Conforme a este sistema en Venezuela se
    desarrolló la democracia centralizadamente. Ha sido
    sólo en los últimos años, cuando se ha
    planteado el tema de la descentralización, pero de nuevo
    en términos de sobrevivencia: la democracia no
    sobrevivía a partir de 1989 sin que hubiese habido estos
    "golpes descentralizadores" que fueron las elecciones directas de
    gobernadores y alcaldes. En mí criterio, la democracia en
    Venezuela no durará si este proceso no se
    acentúa.

    De todos modos, el sistema de Estado democrático
    centralizado de partidos, en mi criterio, ya terminó. Al
    igual que en 1858 terminó el primer período, y en
    1899 concluyó el segundo período, y en 1945 el
    tercer ciclo, aquí estamos en el proceso de
    finalización del cuarto período. La función
    terminó y viene una nueva obra que no sabemos cómo
    va a ser. No sabemos tampoco quién será el director
    ni los actores ni el productor de esta nueva función. Pero
    existen están en el país y asumirán el
    poder. Se trata de gente que tiene entre 30 y 40 años de
    edad, no más de esto, y los venezolanos de hoy tenemos un
    enorme privilegio: ser testigos de este cambio.

    El reto que está planteado, y sobre eso hay que
    seguir insistiendo, es que ese cambio inevitable sea
    democrático. Sin embargo, parece que quienes gobiernan al
    país no se dan cuenta de lo que está pasando, y el
    Congreso sigue con su mismo "negocio" de siempre: negocia
    con el Poder
    Ejecutivo, negocia con los partidos, etc., como si
    estuviéramos en 1960 cuando se sentaban Rafael Caldera,
    Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, la CTV y
    FEDECÁMARAS, y entre ellos resolvían todo el
    país, Hoy eso no se puede hacer porque el país se
    desarrolló democráticamente, el poder se
    desparramó por toda la nación.
    No obstante, dirigencia tradicional sigue creyendo que los
    problemas de
    Venezuela son resolubles por tres o cinco personas. Pienso que
    los dirigentes no saben o no quieren saber lo que está
    ocurriendo, o presintiéndolo quieren "extender la
    arruga",
    pero ya no hay forma de extenderla más. Es
    necesario, por tanto, buscar una salida democrática a la
    crisis para que sobreviva la democracia, y en mi criterio la
    única forma es a través de un proceso de
    descentralización. Decir esto no es una deformación
    de un señor que ha venido pensando y escribiendo sobre el
    tema y que, por tanto, opina que todo se resuelve mediante la
    descentralización, ni tampoco estoy descubriendo nada
    nuevo al decirlo.

    Lo cierto es que después de la II Guerra Mundial
    ninguna democracia occidental consolidada ha logrado sobrevivir
    sin descentralización, es decir, sin distribuir el poder
    verticalmente. España, por ejemplo, no hubiese podido
    surgir democráticamente si no lo hace a través de
    un mecanismo de comunidades autónomas, algo así
    como un federalismo sin ese nombre.

    No se trata simplemente de un proceso gerencial. No se
    trata sólo de mejorar la gerencia de
    los servicios
    públicos. La descentralización no es
    sólo un problema administrativo o de
    «managers». Es un problema político, es un
    problema de la democracia; y ésta o se distribuye
    «hacia abajo» o no es democracia. En Venezuela
    tuvimos que construirla «desde arriba», pero una vez
    construida debemos dejar que se desarrolle y, en consecuencia,
    tenemos que descentralizarla. El reto de Venezuela es ese:
    descentralizar. Esto es lo que ha pasado en todas las democracias
    occidentales. Incluso las naciones federales se han federalizado
    más. En los Estados centralistas o unitarios, como
    Inglaterra por
    ejemplo, el gobierno local se ha reforzado. En todos los
    países democráticos ha ocurrido un proceso de
    distribución vertical del poder público y, en mi
    criterio, esa es la salida para la sobrevivencia de la
    democracia. Debemos dar un paso hacia una nueva Venezuela
    descentralizada, más democrática.

    A mi me tocó el privilegio de estar en un
    gobierno de transición durante un momento de la crisis que
    vive el país, que fue cuando estuve acompañando al
    Presidente Ramón J. Velázquez. La
    deformación o el sentido común me llevó a
    tratar de hacer el mayor esfuerzo en un lapso muy corto (ocho
    meses) para darle un impulso adicional al proceso de
    descentralización, que se había iniciado en 1989
    con la Ley Orgánica de Descentralización y la
    elección directa de gobernadores y alcaldes, pero que
    requería un impulso desde el nivel central.

    No voy a inventariar lo que se hizo durante esos ocho
    meses, pero sí quiero señalar que lo hicimos como
    un proceso político y con todas las ideas aquí
    expuestas por delante. El convencimiento del Presidente
    Velázquez y el mío nos llevó a tratar de
    tomar el mayor número de decisiones políticas
    para que el proceso fuera irreversible; sin embargo, no lo
    logramos. Si hubiésemos tenido dos o tres años
    adicionales el proceso sí hubiera sido irreversible. Era
    necesario un tiempo adicional, porque lo que se produjo no fue
    una reversión pero sí se paralizó el proceso
    de descentralización con el cambio de gobierno en 1994. Ha
    sido sólo más de un año después
    cuando de nuevo hemos visto algunos impulsos del proceso,
    particularmente en la descentralización de los servicios
    de salud.
    ¿Por qué se produjo esa parálisis?.
    ¿Qué pasó con aquellos aguerridos
    gobernadores que me acusaban de ser un ministro centralista, y
    que después de instalarse el nuevo gobierno desaparecieron
    como el avestruz?. Es sólo ahora que vienen, casi por
    inercia, nuevos procesos de transferencia. En todo caso, la
    descentralización es, insisto, el proceso donde
    está centrado el futuro democrático del
    país.

    Deberá consistir en descentralización
    hacia los estados y hacia los municipios. Sin embargo,
    todavía los gobernadores siguen viendo a los alcaldes como
    enemigos. Cuando he planteado que a los alcaldes hay que
    convertidos en agentes de los gobernadores, eliminar los
    prefectos y que los alcaldes asuman las funciones de
    éstos, los gobernadores piensan que pierden el control
    político porque pierde a los agentes que tiene en cada
    lugar, llamados prefectos, y se olvidan de que el alcalde
    antiguo, antes de la figura actual, era el prefecto. El poder
    ejecutivo en el municipio anterior era el prefecto.

    El futuro, por tanto, se encuentra en este proceso de
    descentralización. Una institución como el Centro
    Iberoamericano de Estudios Provinciales y Locales, que es el
    primero que se constituye a nivel universitario, sin la menor
    duda va a ser un instrumento de cambio en el proceso de
    consolidación.

     

    Dr. Allan Brewer Carías (*)

    (*) Ex-Ministro de Estado para la
    Descentralización

    En Revista
    virtual Provincia, Universidad de
    Los Andes: http://www.saber.ula.ve./cieprol/provincia

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