"Hoy por primera vez en la historia, el capitalismo ha
ganado sin atenuantes. Quizás la mayor cuestión del
siglo", nos dice Michael Albert en su libro
Capitalismo contra Capitalismo ( Editorial Paidos –
1991).
También Francis Fukuyama señala que "al
llegar al final de la historia no quedan ya competidores
ideológicos serios para la democracia
liberal", en su libro El Fin de la Historia y el Último
Hombre
(Editorial Planeta – 1992); y luego reitera, "hoy en día ,
casi todos los países desarrollados han adoptado o
están tratando de adoptar, formas institucionales de tipo
democrático-liberal. Muchos de estos países se han
ido desplazando, en forma simultánea, hacia una economía de mercado y una
integración a la división del
trabajo
capitalista y global", en su libro Confianza (Trust) (Editorial
Atlántida – l996).
Otros que vienen en nuestra ayuda para introducir el
tema son Jean-Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon, que en su libro
La Nueva Era de las Desigualdades (Editorial Manatial – 1997),
dicen: "Vivimos ciertamente una mutación económica
decisiva (la de la
globalización) y vemos con claridad el agotamiento de
cierto tipo de regulación económica. Pero al mismo
tiempo
sentimos que el problema es más amplio. Todos comprueban
que, con el desarrollo de
la globalización, surgen relaciones
inéditas entre economía, política y sociedad.
Vivimos a la vez el agotamiento de un modelo y el
final de un antiguo marco de inteligibilidad del mundo. Nos
encontramos por eso ante un gran punto de inflexión de la
modernidad".
Sobre el momento histórico Bruce Ackerman, en su
libro El Futuro de la Revolución
Liberal (Editorial Ariel – 1995), afirma: "De Varsovia a
Moscú, de La Habana a Pekín, un espectro recorre el
mundo como si acabara de surgir del sepulcro: el retorno del
liberalismo
democrático revolucionario. Esta reaparición en el
escenario mundial ha sorprendido a los propios liberales. El
pensamiento
liberal moderno ha dado un giro antirrevolucionario. Sus
partidarios no están preparados para asimilar el
desafío del actual momento histórico
(1992)".
En cuanto a la profundidad del cambio
Jean-Marie Guehenno, en su libro El Fin de la Democracia
(Editorial Paidos – 1995), nos dice que: "El año 1989 no
clausura una época iniciada en 1945 o en 1917. Clausura lo
que se ha institucionalizado gracias a 1789. Pone fin a la era de
los estados-nacionales".
Cuando la Unión Soviética abandona el
escenario de la historia, el capitalismo triunfante y rampante,
se libera de las ataduras y miedos -estratégicos- y deja
que la "creación de riqueza " tenga la
prioridad.
"Con todos sus competidores ahuyentados del campo de
juego
económico, ¿habrá perdido el capitalismo su
capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias?", dice
Lester Thurow en El Futuro del Capitalismo (Editorial Vergara –
1996).
"Liberados de la amenaza de la dictadura del
proletariado, desde entonces se trabaja más duramente en
la instalación de la dictadura del mercado mundial", dicen
Hans-Peter Martin y Harald Schumann en su libro La Trampa de la
Globalización (Editorial Taurus – 1998).
Cumplido el "destape" de la ideología de la globalización,
veamos -ahora- lo que dicen algunos estudiosos, sobre su
alcance:
"No existirán productos ni
tecnologías nacionales, ni siquiera industrias
nacionales. Ya no habrá economías nacionales, al
menos como concebimos hoy la idea, lo único que
persistirá dentro de las fronteras nacionales será
la población que compone un país. Los
bienes
fundamentales de una nación
serán la capacidad y destreza de sus ciudadanos. El dinero, la
tecnología, la información y los bienes traspasan las
fronteras con una rapidez y facilidad sin precedentes. El coste
para el transporte de
productos y comunicación de ideas es cada vez
más bajo"…….."La nueva barrera de acceso a los
mercados no es
el volumen o el
precio, sino
la habilidad para encontrar la exacta correspondencia entre
tecnología y los mercados específicos. Del alto
volumen al alto valor."……"A medida que las
compañías se integran en redes cada vez más
descentralizadas, la capacidad de los gobiernos para ejercer
control sobre las
operaciones
mundiales de las que están radicadas dentro de sus
naciones disminuye considerablemente", nos dice Robert B. Reich
en su libro El Trabajo de
las Naciones (Editorial Vergara – 1993).
"Los principales creadores y controladores de
tecnología son compañías multinacionales
cada vez más grandes y con mayor influencia global que
responsabilidad global"……."Al competir con
firmas rivales por sectores del mercado mundial, han desarrollado
una estrategia
mediante la cual dirigen la inversión y la producción de una parte a otra del planeta
con la ayuda de una revolución financiera y de las
comunicaciones, que ha creado un mercado global
para bienes y servicios.
Importantes en el mundo actual, dichas compañías lo
serán mucho más en el futuro gracias al derrumbe de
las barreras comerciales que había impuesto la
guerra
fría y la cada vez mayor integración de la
economía global"……."Aunque la liberación
financiera contribuyó a expandir el comercio
mundial, también produjo otro efecto: la creciente
separación de los flujos financieros del comercio de
manufacturas y servicios. Cada vez más, las transacciones
en moneda extranjera no tuvieron lugar porque una
compañía estuviera pagando bienes extranjeros o
invirtiendo en montaje en el exterior, sino porque los inversores
estaban especulando con una moneda concreta u otros instrumentos
financieros"……."La realidad hoy es que cualquier gobierno que
perjudique la demanda de las
finanzas
internacionales de unos beneficios sin restricciones
(aumentando impuestos
personales, por ejemplo, o elevando los derechos sobre las
transacciones financieras) encontrará que el capital se
desvanece y la moneda se debilita"…….."Al fin y al cabo, la
teoría
del mundo sin fronteras alienta a los directivos a sopesar de
manera constante la ventaja relativa a la producción en
una parte del planeta en relación con las otras", dice al
respecto Paul Kennedy en su libro Hacia el Siglo XXI (Editorial
Plaza y Janes – 1993).
"Por debajo de la nueva configuración de
superficie económica de la tierra que
ahora se está operando y de los más espectaculares
terremotos y
volcanes
económicos que son tan visibles están los
movimientos de las cinco "placas económicas". Cinco placas
cuyas fuerzas son tan irreductibles como las de la geología:
· fin del comunismo
· un cambio tecnológico a una era
dominada por las industrias basadas en la capacidad intelectual
del hombre
· una demografía nunca antes
vista
· una economía global
· una era donde no existe un poder
económico, político omilitar
dominante
Las economías nacionales desaparecen. Esto
causa una desconexión notable entre las empresas
comerciales con una visión mundial y los gobiernos
nacionales que tienen que concentrarse en el bienestar de "sus"
votantes" dice Lester C. Thurow en su libro El Futuro del
Capitalismo (Editorial Vergara – 1996).
"La nueva economía es una economía
global. Lo nuevo es que la economía nacional ahora trabaja
como unidad a nivel mundial. En este sentido no sólo
estamos asistiendo a un proceso de
internacionalización de la economía,
sino…..interpenetración de la actividad
económica y de las economías nacionales a nivel
global" dice Robert Heilbroner en su libro Visiones del Futuro
(Editorial Paidos – 1996).
"Desregulación, liberación y privatización: estas tres "ciones" se
convirtieron en los instrumentos estratégicos de la
política
económica europea y americana, que el programa
neoliberal (Reagan/Friedman y Thatcher/Hayek) elevó a
ideología decretada por el estado
(años 1979-1980)" nos dicen Hans-Peter Martin y Harald
Schumann (ob. cit.).
"Una nueva civilización está emergiendo
en nuestras vidas. Esta nueva civilización trae consigo
nuevos tipos de familia; formas
distintas de trabajar, amar, vivir; una nueva economía;
nuevos conflictos
políticos, y, más alla de todo esto, una conciencia
así mismo diferente" nos dicen Alvin y Heidi Toffler en su
libro La Creación de una Nueva Civilización
(Editoral Plaza y Janes – 1995).
"Las formas particulares que ha tomado el desarrollo
de la internacionalización de las mercaderías, de
los capitales y de los conocimientos, que se designan hoy con el
nombre de "globalización". El papel crucial, para la
competitividad
de las empresas, de la innovación en todas sus formas, materiales e
inmateriales. La modificación de las formas de competencia,
donde elementos como la calidad de los
productos y la capacidad para diferenciarlos ocupan un lugar cada
vez más esencial. Estas tres tendencias concentran lo que
probablemente tiene de fundamental la nueva situación
industrial en la cual deben operar a partir de ahora las
empresas" nos dicen Benjamin Coriat y Dominique Taddei en su
libro Made in France (Alianza Editorial – 1995).
"En los últimos 20 años se ha iniciado
una nueva "era de la competencia", especialmente debido a la
globalización de los procesos
económicos. La competencia ya no explica el funcionamiento
de una forma especial de mercado (un mercado competitivo)
distinto del mercado oligopolístico y del
monopolístico. Ser competitivo ("la competitividad") ha
dejado de ser un medio para convertirse en un fin. La
competitividad ha adquirido la categoría de credo
universal, el rango de ideología, se proclama a los cuatro
vientos que se está incubando una nueva economía
global, cuyos principales protagonistas son empresas
multinacionales con sede en America del Norte, Europa Occidental
y Japón.
Ya sea mediante la localización o el traslado de
instalaciones productivas y de una competencia feroz, ya sea a
través de sólidas alianzas para competir con
mayores posibilidades de éxito a
escala mundial,
las redes mundiales de las empresas multinacionales están
restructurando la configuración sectorial y territorial en
todos los ámbitos de la economía, de la industria
automovilística a las telecomunicaciones, de la indusria electrónica a la farmacéutica, de la
textil a la del transporte aéreo civil. La nueva
economía global es como un campo de batalla entre gigantes
en donde no cabe la tregua ni la compasión para el
vencido" nos dice El Grupo Lisboa
en su libro Los Límites de
la Competitividad (Editorial Sudamericana – 1996).
"La estructura y
la dinámica de la economía
mundial cambiaron profundamente. Ya no hay un "centro
económico" de la economía mundial, la fuerza
laboral
está cambiando rápidamente. Apenas ayer, los
trabajadores industriales de las plantas de
producción masiva eran el centro de la mano de obra. Hoy,
su número se reduce aceleradamente, y aún
más lo hace su importancia. Y en el centro de gravedad de
la fuerza laboral de todos los países desarrollados se
sitúan de manera creciente trabajadores con conocimientos,
personas que no trabajan en modo alguno con sus manos (los
trabajadores del conocimiento).
Lo que subyace en todo esto es el paso al conocimiento como
recurso clave de producción" nos dicen Peter Drucker e
Isao Nakauchi en su libro Tiempo de Desafíos/Tiempo de
Reinvidicaciones (Editorial Sudamericana – 1997).
"Un aspecto llamativo de la economía sin
fronteras, aunque se pase por alto con mucha frecuencia, es que
las personas casi siempre tienen mejor acceso a productos baratos
y de gran calidad cuando no son "del país""……."El
hecho fundamental de la vinculación a los flujos mundiales
de información es uno de los hechos centrales y
definitivos, o tal vez, el hecho central y distintivo de nuestro
momento histórico" nos dice Kenichi-Ohmae en su libro El
Fin del Estado-Nación
(Editorial Andres Bello – 1997).
Los cambios motivados por la tecnología en
robótica, informática y biotecnología; la
internacionalización de las finanzas; la
expansión de las comunicaciones; y la emergencia
multinacional de las corporaciones son las fuerzas o vectores
principales que impulsaron la globalización económica.
Estas fuerzas orientaron el pasaje de la sociedad
industrial a la sociedad de la información; el poderoso
avance de las telecomunicaciones; la desmasificación de la
producción en serie; la disminución de la escala de
operaciones; el desmantelamiento de las organizaciones
burocráticas; la creciente especialización del
trabajo; la intangibilidad del valor de las empresas; el
conocimento como recurso crucial de la economía; la
integración de sistemas; la
aceleración del ritmo de las operaciones y transacciones;
la mundialización de las finanzas y del capital; la
globalización de los mercados y estrategias
empresarias; la homogeneización de las formas de vida y de
los modelos de
consumo; el
cambio en los costes o disponibilidad de los insumos; y la
implantación de la competitividad como principal regla de
juego.
¿Cuándo comenzó el proceso de
liberación de las corrientes de intercambio?
El Grupo Lisboa, señala los ultimos cincuenta
años, como período dominante; Ravi Batra, indica el
año 1973, como el punto clave de inflexión para los
Estados
Unidos.
¿Por qué algo que tiene entre un cuarto y
medio siglo de evolución recién en los
últimos 15 años se exacerbó y en los
últimos 10 años se volvió tan
extremo?
La victoria del capitalismo se logra en tres frentes,
opina Michael Albert, y en un intervalo histórico
reducido. Los gobiernos de Margaret Thatcher en Gran
Bretaña y Ronald Reagan en Estados Unidos; la
confrontación "galáctica" con el comunismo; y la
guerra contra
Irak sirven
para "liquidar" tres importantes "limitantes" al libre mercado y
alcance global del capitalismo. La lucha contra el
intervencionismo estatal, la muerte del
comunismo soviético por descomposición interna y la
lección terminal dada a los dictadores -mesiánicos-
de los pueblos subdesarrollados, dejo las "manos libres" al
capitalismo y a la globalización competitiva.
El mundo como mercado, un stock de tecnología
disponible y un capital ansioso de maximizar las ganancias,
fueron el objetivo y los
recursos
necesarios y suficientes para iniciar el asalto
global.
Al internacionalizarse los mercados, empieza una batalla
de "todos contra todos"
Al desaparecer las fronteras ( barreras) comerciales, la
competitividad alcanza a todos los factores. Y comienzan a
registrarse algunos efectos (deseados? o no deseados?) en la
ocupación, en los salarios, en el
medio
ambiente, en los sectores industriales, en el estado del
bienestar, que van derivando en definitivos problemas
económicos, ecológicos y éticos, de gran
magnitud, con alta peligrosidad, y, no solamente -aún-
irresueltos, sino en franca progresión
Era de esperar, que un "comercio sin normas", llevara
a una "competencia despiadada y sin final", que conduce a una
pérdida constante de puestos de trabajo, a una
concentración creciente de empresas multinacionales, a una
pérdida de poder de los gobiernos nacionales y a un
aumento de la desigualdad.
En muchos casos, la competencia no sólo significa
la pérdida de puestos de trabajo sino también la
pérdida de fuentes de
trabajo. En su caso la tecnificación sustituye a la mano
de obra y en el otro elimina -directamente- por cierre, la
posibilidad de todo tipo de ocupación.
En las próximas páginas vamos a
reproducir, por su importancia e interés,
la opinión de algunos destacados estudiosos en la materia que
nos ocupa, luego se darán datos
cuantitativos que los mismos autores aportan en sus
trabajos.
"Existe una bipolarización entre dos grandes
tipos de capitalismo de importancia comparable y entre los cuales
el futuro no está decidido. El modelo anglosajón y
el modelo germano-nipón.
Cuanto más creador es el capitalismo de
riqueza a corto plazo, mayor es el riesgo de
convertirse en destructor de valores
sociales a largo plazo, si no está lo bastante acotado por
los poderes públicos, y si no tiene la competencia de
otros valores sociales que no sean monetarios.
La frontera que
separa a un país en situación de progreso de un
país en decadencia está representada, en gran
medida, por la preferencia por la construcción del futuro por un lado, el
goce del presente por el otro" nos dice Michael Albert (ob.
cit.).
"El verdadero desafío económico que
afrontan los Estados Unidos para los próximos
años-lo mismo que todas las demás naciones- es
incrementar el valor potencial que sus ciudadanos pueden agregar
a la economía global, al promover sus habilidades y
capacidades, y perfeccionar los recursos para compatibilizar esas
habilidades y capacidades con los requerimientos del mercado
mundial.
Las compañías líderes de Estados
Unidos ya no planean ni establecen la producción de
grandes volúmenes de bienes y servicios; ya no participan
ni invierten en una amplia serie de fábricas, máquinas,
laboratorios, depósitos y otros activos
tangibles; ya no emplean grandes dotaciones de operarios, ni
gerentes de mediano nivel; ya no sirven de acceso a la clase media
americana. Son cada vez más una fachada, detrás de
la cual se mueve una multitud de unidades y subunidades
descentralizadas que se alían permanentemente con otros
grupos
similarmente descentralizados en todo el mundo.
Lo que se intercambia entre las naciones es con menos
frecuencia el producto
terminado que la especialización para resolver los
problemas (investigación, diseño
del producto, fabricación) para identificarlos (marketing,
publicidad,
encuestas al
consumidor) y
para coordinar los servicios y componentes de rutina, todo lo
cual se combina para crear valor.
El nivel de vida de la población de un
país depende cada vez más de lo que pueda aportar a
la economía mundial en términos del valor de sus
conocimientos y habilidades. Y depende cada vez menos de lo que
posean en términos de la productividad de
las compañías en las cuales tienen los mayores
intereses.
Ya no tiene sentido algo semejante a una
compañía o una industria norteamericana. La
economía norteamericana no es más que una
región mundial, si bien todavía es una
región relativamente próspera", nos dice Robert B.
Reich (ob. cit.)..
"Hoy nos enfrentamos, con mayor fuerza que nunca, a
estos problemas interrelacionados: superpoblación,
presión
sobre la tierra,
emigración e inestabilidad social, por un lado, y poder de
la tecnología para incrementar la productividad y
sustituír las ocupaciones tradicionales, por el
otro.
Aunque son pocos los dirigentes políticos -en
caso de que haya alguno- que parecen dispuestos a enfrentarse a
este hecho, la mayor prueba a la que se verá sometida la
sociedad humana en el siglo XXI consistirá en el modo de
utilizar "el poder de la tecnología" para satisfacer las
demandas planteadas por "el poder de la población"; esto
es, como encontrar soluciones
globales eficaces con el fin de librar a las tres cuartas partes
más pobres de la humanidad de la creciente trampa
malthusiana de la malnutrición, la hambruna, el
agotamiento de los recursos, la agitación social, la
emigración forzosa y los conflictos armados; consecuencias
que, aunque menos directamente, también pondrán en
peligro a los países ricos.
El crecimiento proyectado en la población
mundial no puede sostenerse con nuestros actuales niveles y
pautas de consumo.
Existe la preocupación de que la estructura de
edad y las prioridades del gasto de un país con elevado
"índice de dependencia de los mayores" constituyan un
impedimento para los incrementos de la producción global,
en especial en comparación con sociedades con
una mayor proporción de personas que trabajan y con
mayores recursos invertidos en la manufactura y
la industria.
La economía mundial está
volviéndose más integrada y más rica en
conjunto, si bien la creación y el disfrute de esta
riqueza es muy desigual.
Semejante visión de un orden mundial
próspero y armónico, basado en el laissez-faire, un
mercado en funcionamiento las 24 Hs. del día y la
omnipresente televisión
parece asombrosamente ingenua a la luz de los
problemas demográficos, medioambientales y regionales del
planeta.
Aún cuando el dinero sea la
cosa más puramente racional que existe, ello no implica
que sea inmune a la inestabilidad, los pánicos y la
huída financiera.
Por su naturaleza
misma, al mercado racional no le interesa la justicia
social.
No obstante, las consecuencias a largo plazo son
perturbadoras y amenazan con exacerbar el dilema global. Si la
revolución biotecnológica puede convertir en
obsoletas ciertas formas de agricultura,
la revolución robótica podría eliminar
muchas clases de puestos de trabajo en la producción
industrial y el montaje en cadena. En ambos casos, las
compañías multinacionales son las beneficiarias del
valor reducido de la tierra y el trabajo.
La revolución finanaciera internacional
plantea sus propios retos a la supuesta soberanía del estado-nación. El
mundo sin fronteras implica una cierta cesión del control
de un país sobre su propia moneda y política
fiscal. Esta cesión puede reportar prosperidad, pero
si el sistema
internacional es inestable, no hay autoridad que
controle los potenciales flujos masivos de moneda.
¿Como espera alguien salir indemne?.
Aún cuando la economía global esté creando
tres bloques comerciales inmensamente poderosos y privilegiados,
Europa, Estados Unidos y Japón, ¿pueden estos
bloques -al margen de lo bien que se "preparen"
internacionalmente para el futuro- aislarse de las turbulencias
causadas por el cambio mundial?, ¿pueden existir como
islas de prosperidad en un mar de descontentos?", nos dice Paul
Kennedy (ob. cit.).
"En la actualidad (1994), por primera vez, el trabajo
humano está siendo paulatina y sistemáticamente
eliminado del proceso de producción. Las máquinas
inteligentes están sustituyendo, poco a poco, a los seres
humanos en todo tipo de tareas, forzando a millones de
trabajadores de producción y administración a formar parte del mundo de
los desempleados, o peor aún, a vivir en la
miseria.
¿Qué es lo que ocurriría si,
realmente, no existieran más empleos?
La idea de una sociedad no basada en el trabajo
resulta tan extraña respecto a cualquier idea que podamos
tener sobre la forma de organizar a muchas personas en un todo
armónico, que nos vemos enfrentados con la perspectiva de
tener que replantearnos las bases mismas del contrato social
comunmente aceptadas.
La tercera revolución
industrial fuerza una crisis
económica de ámbito mundial de proporciones
monumentales; debido a que millones de personas pierden sus
puestos de trabajo a causa de las innovaciones
tecnológicas, mientras que el poder adquisitivo se
desploma. Al igual que ocurrió en la década de los
años 20, nos hallamos peligrosamente cerca de una gran
depresión, mientras que ninguno de los
actuales líderes mundiales quiere reconocer que existe la
posibilidad de que la economía global se está
acercando, de forma inexorable, hacia un mercado laboral
decreciente, con unas consecuencias para la civilización
extremadamente peligrosas y preocupantes.
Cada vez más los trabajadores americanos son
forzados a aceptar trabajos marginales para poder
sobrevivir.
Mientras que la primera ola de automatización tuvo impacto sobre los
trabajadores de "cuello azul", la nueva revolución
protagonizada por los procesos de reingeniería empieza a afectar a los
escalones medios de la
comunidad
empresarial, amenazando la estabilidad económica y la
seguridad del
grupo políticamente más importante de la sociedad
americana: la clase media. Por primera vez desde la gran
depresión, son desplazados hacia los escalones
inferiores de la escala social, víctima de las nuevas
formas de racionalización de la producción,
de las tendencias a una mayor automatización y de la
competencia global del mercado.
Los apartados de la gran aldea global
tecnológica, tan sólo son capaces de hallar formas
de sobrevivir tomando por la fuerza aquello que se les niega por
las fuerzas del mercado. No sorprende que la industria de la
seguridad sea una de las de mayor crecimiento de la
economía americana", nos dice Jeremy Rifkin en su libro El
Fin del Trabajo (Editorial Paidos – 1996).
"El mercado y sólo el mercado
manda.
……..Al parecer algo está haciendo temblar
los cimientos del capitalismo…
Las verdades eternas del capitalismo -el crecimiento,
el pleno empleo, la
estabilidad financiera, el aumento de los salarios reales, el
dejar operar a los mercados- parece haberse esfumado, así
como los enemigos del capitalismo.
Con todos sus competidores ahuyentados del campo de
juego económico, ¿habrá perdido el
capitalismo su capacidad para adaptarse a las nuevas
circunstancias?.
Ha dejado de ser alternativa viable…….no se ha
derrumbado como el comunismo, pero en esencia se ha
debilitado. El capitalismo nunca prevee con ocho o diez
años de anticipación y por lo general sólo
planea a tres o cuatro años. El problema es simple. El
capitalismo necesita desesperadamente lo que su propia lógica
interna dice que no tiene que hacer.
La ideología de la inclusión se
está agotando, para ser reemplazada por un revival
capitalista de "la supervivencia del más
apto".
Los perdedores, aquellos que han quedado
excluídos, y no pueden lograr que el sistema funcione, se
refugian en el fundamento religioso, donde un mundo de
certidumbre reemplaza a otro de incertidumbre.
Cuando la tecnología y la ideología no
se combinan armoniosamente, el magma económico
fluctúa.
En el futuro la
motivación para la cooperación y el esfuerzo no
van a ser los salarios por encima del valor del mercado sino el
"miedo", el miedo a ser despedido en una economía de
salarios reales declinantes.
Las economías más avanzadas
están produciendo lo que Marx
reconocería como un "lumpen proletariat": aquellos cuya
productividad potencial es tan baja que no son requeridos por la
economía privada en ninguna escala salarial que pueda
permitirles mantenerse en nada parecido al nivel de vida
normal.
Desde el punto de vista político el lumpen
proletario no cuenta. Ellos no causan revoluciones, son inocuos.
En los Estados Unidos el pobre ni siquiera vota.
Lo que importa son las expectativas de la clase
media. La clase media está alarmada y tiene motivos para
ello. Expectativas desactualizadas. Menos hogares propios.
Desigualdad creciente. Caída del salario real.
Nivel de vida decreciente (a lo largo de sus vidas y las de sus
hijos).
El rico se costeará los guardias de seguridad
privados gracias a sus más altos ingresos mientras
la clase media tendrá que vérselas con la inseguridad
callejera, los malos colegios, la no recolección de
residuos y el deterioro del transporte
público.
Como indican los datos sobre la caída
salarial, los trabajadores no capacitados del primer mundo
están en vías de quedar marginados.
La era de la regulación económica ha
quedado atrás y la era de la regulación
económica mundial no ha llegado. Al menos durante un
tiempo el capitalismo se va a manejar con mucho menos
regulación gubernamental.
En un mundo multipolar sin un punto focal
económico dominante, ¿quién maneja el
sistema?, ¿quién es el prestamista de último
recurso para detener el pánico
financiero y los flujos de capital si se derrumba el sistema?,
¿quién provee los mercados abiertos,
fácilmente accesibles a aquellos que desean
desarrollarse?.
En un período de equilibrio
interrumpido no hay líderes, ya que nadie comprende las
amenazas o las oportunidades del mercado. Todo está en
fluctuación sin posiciones constantes desde las cuales
obtener influencia política. Sin embargo, si no hay
alguien que administre el sistema comercial mundial y ejerza
presión sobre aquellos que abusan del mismo, es evidente
que el sistema gradualmente se atrofiará y, a la larga, se
derrumbará.
En la economía global moderna hay una ley inflexible de
los salarios: las únicas diferencias salariales que pueden
subsistir en el largo plazo son las justificadas por las
habilidades que generan más alta
productividad.
La erupción más explosiva del
volcán ha sido provocada por la demografía y
estriba en el paulatino envejecimiento de la población
mundial. Se ha creado una nueva clase de población. Por
primera vez en la historia de la humanidad, nuestras sociedades
tendrán un grupo muy numeroso de personas mayores
económicamente inactivas, votantes opulentos que requieren
servicios sociales costosos, como asistencia médica, y
dependen del gobierno para gran parte de su ingreso. Ellos
están debilitando el estado de bienestar social,
destruyendo las finanzas del gobierno, y amenazando las inversiones
que todas las sociedades necesitan hacer para alcanzar un futuro
de éxito. Los ancianos son votantes unilaterales
(jubilación+medicina).
Los grandes mercados globales,
electrónicamente conectados, no cambian las probabilidades
de generar burbujas financieras, sino que las hacen
potencialmente más grandes y vinculan a los mercados
nacionales a una red, de modo que los
mercados son más propensos a ir juntos a la quiebra.
Al capitalismo no le interesa la eficiencia
abstracta (inculcar valores de honestidad de
modo que el sistema se maneje a un costo más
bajo). Se trata de dejar a cada uno que actúe según
su máxima conveniencia ejerciendo sus propias preferencias
personales. Pretender ser un criminal es tan legítimo como
pretender ser un sacerdote.
Los individuos capitalistas promueven las
únicas cosas que les resultan provechosas: el consumo y el
ocio.
La ventaja del capitalismo es su capacidad para
satisfacer las diferentes preferencias individuales. La mayor
desventaja del capitalismo es su miopía. Tiene
intrínsecamente un horizonte a corto plazo.
En el capitalismo no hay ningún análisis de futuro", nos dice Lester C.
Thurow en su libro El Futuro del Capitalismo (Editorial
Vergara – 1996).
"Es cierto que el ideal de una sociedad abierta al
exterior y fundada sobre la libre asociación de individuos
soberanos se afirma de manera excluyente. Pero el triunfo es al
mismo tiempo el principal peligro que acecha a una sociedad
semejante, porque parece amenazar la existencia del hecho
nacional, erosionar el vínculo social y disolver la
comunidad cívica. El sentimiento de inseguridad e
incertidumbre es así, sin duda, el fruto de la
globalización económica y de la
individualización sociológica, nacidas del
cumplimiento mismo del programa moderno.
Toda la dificultad está allí. El
triunfo del individualismo aporta consigo un formidable potencial
de progreso y, al mismo tiempo, de padecimientos. El mercado
mundial impulsa el crecimiento y destruye puestos de trabajo;
permite financiar la economía pero limita los
márgenes de maniobra presupuestarios; multiplica las
riquezas pero aumenta las desigualdades hasta lo intolerable. Del
mismo modo, el movimiento de
la democracia libera a los individuos pero atomiza el cuerpo
social y deshace las solidaridades. Salvo que se niegue la
vivencia cotidiana de los individuos y su angustia ante el
porvenir, no es posible entonces contentarse con saludar esta
consumación de la sociedad individualista como si
realizara los fines últimos de la humanidad. La
apología del mercado y la defensa de los derechos
del hombre no basta para construír una
representación de la sociedad que permita que ésta
se reconcilie consigo misma y rechace las
amenazas.
La crisis que atravezamos es entonces,
indisolublemente económica y antropológica. Es a la
vez, crisis de civilización y crisis del individuo.
Fallan simultáneamente las instituciones
que hacen funcionar el vínculo social y la solidaridad (la
crisis del estado providencia), las formas de la relación
entre la economía y la sociedad (la crisis del trabajo) y
los modos de constitución de las identidades
individuales y colectivas (la crisis del sujeto).
La sociedad debe comprenderse a partir del
eslabón más débil. No tiene ningún
sentido, por lo tanto, decir que "todo va bien a excepción
del desempleo".
Puesto que es justamente esta "excepción" la que
constituye el problema. Del mismo modo, no importan tanto los
promedios de ingresos como su dispersión y distribución. Los indicadores
estadísticos captan poco y mal los fenómenos de
precariedad, el sentimiento creciente de inseguridad, las formas
múltiples de fragilización del vínculo
social.
Si un país continúa
enriqueciéndose globalmente mientras crece la fractura
social, es sin duda porque hemos entrado en una nueva era de las
desigualdades, aceptada por algunos con mayor o menor
cinismo.
La inseguridad es hoy la palabra clave. Resulta de
ello, en lo más profundo de las empresas, una
extraordinaria angustia. Los indicadores económicos no
pueden dar cuenta del medio al mañana. El desarrollo de
una desocupación masiva es el vector evidente y
primordial de la sensación de inseguridad y vulnerabilidad
que tetaniza a la sociedad. La crisis es, en última
instancia, de orden estructural y compete también a una
dimensión de orden antropológico. Es a la vez
crisis de civilización y crisis del
individuo.
Es central la cuestión de la identidad:
¿como ser alguien en "una sociedad de trabajadores sin
trabajo"?. Se tiene la sensación de que toda una
fracción de la generación que tiene entre 20 y 30
años vive con la idea que se la sacrifica por anticipado
en el altar del empleo.
A medida que flaquea el apoyo de las instituciones de
encuadramiento y las normas sociales de conducta, brota
una angustia tan difusa como apremiante. Incapaces de analizar
claramente sus mecanismos, polarizamos nuestras actitudes
sobre las formas más elementales de la tranquilidad: la
del retorno del gendarme y la de la respuesta "pararreligiosa",
con el desarrollo del fenómeno de las sectas. Los
tranquilizantes y las drogas
permiten resolver la gran contradicción moderna: ser uno
mismo y estar a la vez liberado de si mismo.
La globalización de la economía
multiplica las incertidumbres. Se corre el riesgo de que de
origen a una sociedad aún más
desigualitaria.
¿Pone en peligro la globalización, un
modelo de sociedad?
La Globalización organizaría y
pondría en escena la importancia de lo político. No
sería posible una política nacional independiente
en un mundo donde los países son económicamente
interdependientes.
Bajo este vocablo, "globalización" se
encuentra hoy un fenómeno complejo de dimensiones
múltiples, que mezclan el desarrollo de los
países antaño pobres, la desregulación de
los mercados y la disminución de la tasa de crecimiento.
Habríamos pasado, sin transición, de un modelo
económico dirigista (en el caso Francia) a
otro puramente liberal, el de antes del
keynesianismo.
Vale la pena decirlo en seguida: nadie sabe lo que
nos depara esta evolución, tanto más por el hecho
de que entramos en esta fase de la globalización sin el
auxilio de ninguna institución internacional de
regulación", nos dicen Jean Paul Fitoussi y Pierre
Rosanvallon (ob. cit.).
"Ante todo está la ganancia, en función de
la cual se instituye lo demás. Sólo después
se distribuyen las sobras de las dichosas "creaciones de
riqueza", sin las cuales, se nos dice, no habría
nada, ni siquiera esas migajas que por otra parte se van
reduciendo: no hay otra reserva de trabajo ni de
recursos.
Así pues, tenemos un mercado libre para
obtener ganancias; planes sociales encargados de expulsar de su
trabajo, al menor costo posible, a hombres y mujeres que a partir
de entonces quedan privados de medios de subsistencia e incluso
de un techo; un estado providencial que actúa como si
reparara las injusticias flagrantes, a menudo inhumanas. Y a
ellos se suman esos beneficiarios que se sienten humillados por
hallarse en tal estado (y lo están), cuando no se
considerará "beneficiario", de la cuna a la tumba, a un
heredero.
Y en ese mundo (que se instala bajo el signo de la
cibernética, la automatización, y
las tecnologías revolucionarias y que desde ahora ejerce
el poder), los trabajadores, pobres diablos, aún creen
poder colocar "su mercado de trabajo".Es para llorar de risa.En
otra época debían aprender a conservarse en sus
puestos. Ahora deberán aprender a no tener puesto alguno,
y ese es el mensaje que se les envía, por el momento de
manera muy discreta. No obstante, ese es el camino que se
está siguiendo.
Estamos ante una elección. A partir de ahora
tenemos la facultad de decidir -¡a la carta!- si
preferimos la desocupación a la pobreza o
ésta a aquélla.
Pero nadie tenga la menor duda: ¡tendremos las
dos cosas!
Las grandes empresas y las organizaciones mundiales,
los excesos (asistencia social) de otras épocas, culpables
de todos los males (mucho más en Europa): salario
mínimo, vacaciones pagas, asignaciones familiares,
seguro social,
subsidios para la educación, locuras
culturales, para citar sólo algunos ejemplos de
tamaño desbarajuste; son fondos robados a los objetivos de
la economía de mercado. Para mantener gente que no pide
tanto. La búsqueda de trabajo es suficiente
ocupación para toda una vida. No hallarlo le agrega un
poco de sabor.
A la gran mayoría le queda una última
función importante que cumplir: la de consumidores.
Consumir es nuestro último recurso, nuestra última
utilidad.
Aún servimos para esa función de clientes
necesarios para el "crecimiento" puesto por las nubes, tan
deseado, proclamado como el fin de todos los males, esperado con
tanta ansiedad.
Por primera vez, la masa humana ha dejado de ser
necesaria desde el punto de vista material -y menos aún
desde el punto de vista económico- para esa pequeña
minoría que detenta el poder y para la cual la existencia
de las vidas humanas que evolucionan por fuera de su
círculo íntimo sólo tiene un interés
utilitario, como se advierte cada día más
claramente", nos dice Viviane Forrester en su libro El Horror
Económico ( Fondo de Cultura
Económica – 1997).
"La idea del comercio libre se ha convertido en un
mito. De
hecho, la idea hoy se acepta como un dogma económico en
todo el mundo……….En líneas generales, los
economistas proclaman la liberación, pero hacen caso omiso
de los costos que ello
representa en materia de despidos, rebajas salariales y deterioro
del medio ambiente.
Para las naciones bien pobladas y dotadas de
abundantes recursos
naturales, el proteccionismo es muy superior al comercio
libre", nos dice Ravi Batra en su libro El Mito del Libre Comercio
(Editorial Vergara – 1993).
"Es preciso oponerse con razones claras al punto
virtualmente incontestado de que el libre comercio es bueno, crea
riqueza y ayuda a los países menos
adelantados.
La visión del libre comercio distorsiona la
capacidad potencial para conseguir que el mundo sea un lugar
mejor, donde reine la cooperación y no la competencia
ruinosa.
El libre comercio promete más de lo que puede
dar y, como todos los yonquis a los que le falta la droga, su
única solución es repetir la dosis.
Los defensores del libre comercio dicen que su
preocupación primaria es incrementar el tamaño de
la tarta económica del mundo y que una vez logrado esto,
habrá sin duda más a repartir entre todos y que
algo les "caerá" a los más pobres.
Ni el libre comercio. Ni el viejo proteccionismo nos
capacitarán para superar los temibles desafíos con
que se va a enfrentar el mundo en el siglo XXI..
Se ha pasado de la división mercantil del
trabajo a la división industrial del trabajo, luego a la
división imperial del trabajo y actualmente a la
división multinacional del trabajo.
En su inmensa mayoría, las cada vez más
abundantes multinacionales se escapan del control estatal de los
países donde operan, y ya no suelen tener su sede en sus
comunidades nacionales.
Las empresas tienen una movilidad cada día
mayor y no dudan en trasladarse a los lugares donde los recursos
son abundantes y donde las leyes laborales y
la protección del medio ambiente son menos rigurosas;
mejorando la competitividad, pero empeorando por lo general las
condiciones.
Hay que romper el ciclo de más comercio
internacional que constituye una amenaza para el medio
ambiente, la justicia social y el empleo sostenible", nos dicen
Tim Lang y Colin Hines en su libro El Nuevo Proteccionismo (
Ariel 1996).
"El autor cita a Singer y Wildavsky que dicen: "La
clave para entender el orden del mundo real es separar el mundo
en dos partes. Una parte la constituyen las zonas de paz, riqueza
y democracia. La otra parte es la de disturbios, guerra y
desarrollo. Podemos decir cosas útiles sobre las zonas de
paz; y cosas útiles sobre las zonas de disturbios, pero si
tratamos de considerar al mundo como un todo, lo que
conseguiremos son falsedades o trivialidades".
La visión de hoy está señalada
por un nuevo grado de pesimismo.
El ubicuo esfuerzo para acumular capital introduce
una presión económica que se disemina por todo el
sistema.
La resignación resume la visión que el
pasado lejano tenía sobre el futuro; la esperanza, la que
tuvo ayer; la aprensión es el talante dominante del
hoy.
El historiador y crítico social Leo Marx
comenta que sólo hay un pequeño paso desde la
"destrucción de la fuerza moral" al
término "alienación" de Karl Marx y su
advertencia en 1844 de que "la devaluación del mundo humano aumenta en
relación directa con el aumento de valor del mundo de las
cosas".
En concreto, la
internacionalización actualmente intensifica las
ansiedades surgidas por las pobres actuaciones económicas
tanto en Europa como en Estados Unidos. Se plantea la pregunta de
cómo se hará cargo el mercado del cada vez mayor
número de norteamericanos, mexicanos o ciudadanos de
cualquier país que se encuentran en paro a causa
de la gran penetración del mercado en sus
fronteras.
Uno de los problemas del capitalismo es que las
desigualdades de beneficios y propiedad
pueden exhibir diferencias que consideraríamos
intolerables si se aplicaran a los derechos políticos como
el voto o a los derechos civiles como la igualdad ante
la ley. De ahí que mientras que el espíritu
político occidental siga desplegando su disgusto por la
desigualdad política y cívica, no es irrazonable
esperar que la tolerancia a la
extrema desigualdad económica caerá tarde o
temprano. Hasta que este espíritu igualitario se revele
por si mismo ….sigue constituyendo otra causa de nuestro
malestar subyacente" nos dice Robert Heilbroner (ob.
cit,).
"El liberalismo no es lo mismo que el capitalismo,
cualquiera que sea su definición. El primer compromiso de
un liberal es con una cultura política particular, con un
proceso de autogobierno en el que los cuidadanos constituyen una
sociedad que les permite realizar sus ideales personales bajo
condiciones de libertad e
igualdad. La propiedad privada y los mercados competitivos, si
son regulados adecuadamente, sirven como un elemento de este
ideal liberal más amplio.
Se requerirán generaciones de esfuerzo
movilizado -muchos más nuevos comienzos- antes de que
cualquier sociedad occidental empiece a aproximarse al ideal
liberal de igualdad sin dominación.
El reto es trabajar a favor de la justicia social en
la distribución de oportunidades para la riqueza y el
desarrollo individual.
Merece la pena señalar que el liberalismo
moderno no santifica los derechos de propiedad sobre todos los
demás. En oposición a los ideales del laissez-faire
del siglo XIX persigue un fin superior: permitir que todos los
ciudadanos desarrollen su propia personalidad
bajo condiciones de igual libertad. Aunque la propiedad privada y
la libertad para contratar son aspectos fundamentales de este
ideal, tambien lo son una educación liberal y
la genuina igualdad de oportunidades. Los propietarios no tienen
derecho a reclamar un tratamiento especial mientras existan
injusticias más grandes a las que se otorgue una menor
prioridad", nos dice Bruce Ackerman (ob. cit.).
"En el Hotel Fairmont de
San Francisco se efectuó una reunión de notables de
los negocios,
universidades y gobernantes del mundo (500 de primera
línea) en septiembre de 1995; se pone en marcha una
mesa redonda
sobre "tecnología y trabajo en la economía global".
Los pragmáticos de Fairmont reducen el futuro a un par de
números y un concepto: "20 a
80" y "tittytainment".
En el próximo siglo, el 20% de la
población activa bastará para mantener en marcha la
economía mundial. No se necesitará más
fuerza de trabajo.
En Fairmont se esboza un nuevo orden social:
países ricos sin una clase media digna de
mención……….y nadie le contradice.
Mas bien hace carrera la expresión
tittytainment, que pone sobre la mesa el veterano Zbigniew
Brzezinski; tittytainment, es una combinación de
entertainment y tits (pechos en argot americano) al decirlo
Brzezinski piensa menos en el sexo que en la
leche que
brota del pecho de una madre lactante. El buen humor de la
frustrada población del mundo podría mantenerse con
una mezcla de entretenimiento aturdidor y alimentación
suficiente.
¿Cómo la quinta parte podría
ocupar al resto superfluo?. Los participantes en el debate esperan
que la integración y el sentido para su vida provenga del
amplio campo de los servicios voluntarios a la sociedad, la ayuda
a los vecinos, la práctica de deportes o la participación
en asociaciones de todo tipo. "Se podrían revalorizar
estas actividades mediante una modesta remuneración y
fomentar la autoestima de
millones de ciudadanos"
La dirección en la que apunta el
conocimiento acumulado de los directivos y la ciencia
llevan directamente a la era premoderna.
El estado del bienestar "se ha convertido en una
amenaza para el futuro", un plus de desigualdad
social es inevitable, opinan algunos periódicos
especializados ….adaptación hacia
abajo.
"El continente ha estado viviendo por encima de sus
posibilidades: una nueva ola de ahorros golpea Europa" otros
titulares.
Lo que hacen los reformadores que operan bajo el
signo de la globalización es mas bien denunciar el
contrato
social no escrito de la república (Alemania), que
mantiene la desigualdad social dentro de unos límites
mediante la redistribución hacia abajo.
En un movimiento global de pinza, la nueva
internacional del capital desquicia estados enteros y su actual
ordenamiento social. En todo el mundo desciende el porcentaje con
que los propietarios de capital y patrimonio
contribuyen a la financiación de los gastos del
estado. Por otra parte los que dirigen las corrientes
globales de capital bajan continuamente el nivel salarial de
sus empleados contribuyentes.
Ninguna nación puede oponerse sola a esta
presión.
Las cotizaciones en bolsa y los beneficios de los
consorcios ascienden en porcentajes de dos dígitos
mientras los salarios y jornales descienden. Al mismo tiempo el
paro crece en paralelo a los déficit de los presupuestos
públicos.
Caminando hacia atrás en el futuro algunos
empresarios de máximo nivel dicen: "el viento de la
competencia se ha convertido en una tempestad, y el verdadero
huracán aún está por venir"
Pretenden hacer creer que todo esto es por así
decirlo un proceso natural, resultado de un incesante progreso
técnico y económico. Esto es absurdo. La
interdependencia económica global no es en modo alguno un
acontecimiento natural, sino que fue producido concientemente por
una política orientada a unos fines.
Desde la eliminación del mercado de divisas hasta la
constante expansión del acuerdo de comercio mundial del
GATT, los
políticos gobernantes de los países
industrializados de occidente han producido
sistemáticamente ese estado de cosas que ya no pueden
controlar.
Pero el turbocapitalismo, cuya victoria en todo el
mundo parece ahora imparable, destruye los fundamentos de su
existencia: un espacio capaz de funcionar y una estabilidad
democrática. El ritmo del cambio y la
redistribución del poder y el bienestar erosionan las
viejas unidades sociales con mayor rapidez de lo que las nuevas
pueden desarrollarla. Los hasta ahora países del bienestar
consumen la sustancia social de su cohesión más de
prisa aún que la ecológica.
Para la mayoría de los perdedores (tanto sea
en Estados Unidos, Europa, Japón, China o la
India) tiene
que sonar como una burla el lema de la cumbre del G-7 en Lyon a
finales de Junio de 1996: "hacer de la globalización un
éxito en beneficio de todos".
La globalización se convierte en una trampa
para la democracia.
Sólo ingenuos teóricos o
políticos cortos de vista creerán que se puede,
como está ocurriendo actualmente en Europa, privar
año tras año a millones de personas de trabajo y
seguridad
social sin pagar en algún momento el precio
político por ello.
Al contrario que en la lógica empresarial, en
las sociedades democráticas no hay surplus people,
ciudadanos superfluos.
Los perdedores tienen un voto, y lo
utilizarán. No hay razón para estar tranquilos: el
terremoto social seguirá al
político.
Los excluídos responden por su parte con la
exclusión (xenofobia,
separatismo, aislamiento).
No es la pobreza, sino el
miedo a ella, el que pone en peligro a la
democracia.
Los periódicos especializados constatan (1995)
que "la capacidad de los bancos emisores
para hacer bajar por si solos los tipos de interés
había desaparecido. También describieron la
importancia de los bancos emisores frente a las subidas y bajadas
del billonario mercado de divisas, cuyo volumen diario de
negocios es casi el doble que todas las reservas de los bancos
centrales juntos.
De Estados Unidos a Australia, desde Gran
Bretaña hasta Japón el bienestar de masas
desaparece con rapidez de las naciones líderes de la
economía mundial.
El miedo al futuro y la inseguridad se extienden, el
tejido social se resquebraja. Pero la mayoría de los
responsables niega su responsabilidad.
La competencia en una economía global brutal
crea un mercado de trabajo global. Ningún empleo
está seguro.
Las consecuencias de la creciente libertad de
comercio (apoyadas por la acción
del GATT y la OMC) son
abrumadoras.
Con la total liberación del tráfico
internacional de capital y divisas, el ataque más radical
a la constitución económica de las democracias se
abrió paso sin resistencia digna
de mención.
Cuanto mejor se puede disponer sin fronteras de
producción y capital, tanto más poderosas e
ingobernables se vuelven esas organizaciones, en parte
gigantescas, que hoy atemorizan y privan de poder a los gobiernos
y a sus electores por igual: los consorcios transnacionales (TNC
son sus siglas en inglés).
El Secretario General de la OMC, Renato Ruggiero,
planea incluso la definitiva eliminación de todos los
aranceles……..en todo el mundo", nos dicen
Hans-Peter Martin y Harald Schumann (ob. cit.).
"En una economía global un trabajador puede
ofrecer dos cosas: habilidades o la voluntad de trabajar por
salarios bajos.
La competencia cabeza a cabeza nunca es un juego de
tu ganas-yo gano; en el mejor de los casos es un juego de tu
ganas-yo pierdo, y todos pueden verlo potencialmente como un
juego de tu pierdes-yo pierdo.
Para ser eficaz, una economía mundial abierta,
multipolar e integrada exige la coordinación fiscal y
monetaria entre los principales países: Alemania,
Japón, y Estados Unidos", nos dice Lester Thurow en su
libro La Guerra del Siglo XXI (Editorial Vergara –
1992).
"Ventajas efímeras. Las mismas fuerzas que han
hecho que las ventajas en los factores sean menos decisivas,
también han hecho que sean extraordinariamente
efímeras con harta frecuencia. La ventaja competitiva que
se basa en los costes de los factores es vulnerable a unos costes
todavía más bajos de los mismos en
algún otro lugar, o en la intervención de unos
gobiernos que deseen subvencionarlos. El país que hoy en
día ofrece el más bajo coste de mano de obra se
verá rapidamente desplazado por el que lo ofrezca
mañana. La fuente más barata para el
aprovisionamiento de un recurso natural puede cambiar de la noche
a la mañana en el caso de que una nueva tecnología
permita la explotación de ese recurso en lugares que hasta
entonces se hubieran considerado imposibles o
antieconómicos", nos dice Michael E. Porter en su libro La
Ventaja Competitiva de las Naciones (Editorial Vergara –
1991).
"El comercio internacional nos ha entrelazado en una
dependencia y compromiso mutuos. Estamos interconectados en una
red que nos
atrapa" nos dicen Charles Hampden-Turner y Alfons Tronpenaars en
su libro Las Siete Culturas del Capitalismo (Editorial Vergara –
1995).
"Durante las últimas generaciones, el
pensamiento económico estuvo dominado por los economistas
neoliberales del libre mercado y se asocia a nombres como Milton
Friedman, Gary Becker, y George Stigler. Podemos considerar que
la economía neoliberal está en lo cierto, digamos
en un ochenta por ciento.
Los denominados neomercantilistas (que abordan el
otro veinte por ciento, según Fukuyama, que trata de la
vida social, las costumbres, la moral, los
hábitos de la sociedad en que transcurre la vida
económica y que la condiciona) que han discutido con los
economistas del libre mercado durante la última
década. Quienes proponían la segunda perspectiva
-incluyendo personas como Chalmers Johnson, James Follows, Clyde
Prestowite, John Zysman, Karl Van Wolferen, Alice Amsden y Laura
Tyson- han argumentado que las economías dinámicas
y de rápido crecimiento de Asia oriental han
tenido éxito por no seguir las normas de la
economía neoliberal, sino por violarlas.
Los países asiáticos que se han
desarrollado con tanta rapidez, según los
neomercantilistas, no habrían logrado sus sorprendentes
altas tasas de crecimiento gracias al funcionamiento sin trabas
de los mercados libres, sino debido a la intervención de
los gobiernos de cada uno de esos países, que se ocuparon
de promover el desarrollo a través de políticas
industriales.
El debate generado por los neomercantilistas ha
girado en torno a dos
temas: si en realidad fueron las políticas industriales
las responsables de las altas tasas de crecimiento de Asia y si
los gobiernos son capaces de dirigir el desarrollo
económico mejor que los mercados.
La economía neoliberal es una empresa
intelectual mucho más seria y sostenida que el
neomercantilismo. Una cantidad de pruebas
empíricas confirman que los mercados son, en efecto,
eficientes asignadores de recursos y que dar rienda suelta al
egoísmo promueve el crecimiento.
El problema de la economía neoliberal es que
ha olvidado ciertos fundamentos clave en los cuales se basa la
economía clásica. Adam Smith, el
maestro de los economistas clásicos, creía que el
ser humano era impulsado por el deseo egoísta de "mejorar
su condición", pero nunca hubiera adherido a la
noción de que la actividad económica podría
ser reducida a la maximización utilitaria racional. El ser
humano actúa con fines no utilitarios en forma racional y
con orientación grupal con suficiente frecuencia como para
afirmar que el modelo neoclásico nos presenta una imagen incompleta
de la naturaleza
humana", nos dice Francis Fukuyama en su libro Confianza
(Trust) Editorial Atlantida – 1996).
"La constante más inmediata es que las
personas y comunidades favorecidas por su posición
económica, social y política, atribuyen virtudes
sociales y permanencia política a aquello de lo que
disfrutan. Esa atribución se reivindica incluso ante la
abrumadora evidencia en sentido contrario. Las creencias de los
privilegiados se ponen al servicio de la
causa de la satisfacción continua y se acomodan de modo
similar las ideas económicas y políticas del
momento.
Lo que es nuevo en los países capitalistas -y
se trata de un punto vital- es que la satisfacción
imperante y la creencia resultante son ahora cuestión de
muchos, no sólo de unos pocos. Operan bajo la convincente
cobertura de la democracia, aunque no una democracia de todos los
ciudadanos, sino de aquellos que, en defensa de sus privilegios
sociales y económicos, acuden a las urnas. El resultado es
un gobierno que se ajusta no a la realidad o a la necesidad
común sino a las creencias de los satisfechos, que
constituyen hoy la mayoría de los que
votan.
En el pasado, los afortunados económica y
socialmente eran, como sabemos, una pequeña
minoría, un pequeño grupúsculo que dominaba
y gobernaba. Hoy representan una mayoría aunque, como se
ha dicho, una mayoría no de todos los ciudadanos sino de
los que realmente votan.
Les llamaremos la mayoría satisfecha, la
mayoría electoral satisfecha, en una visión
más amplia, la cultura de la
satisfacción…….gobiernan bajo el cómodo abrigo
de la democracia, una democracia en la que no participan los
menos afortunados(incluye a los directores de empresas, a sus
mandos medios y superiores, a hombres y mujeres de negocios
independientes, a profesionales, agricultores (subvencionados) y
pensionistas)……….es su propio interés, naturalmente,
el impulso dominante de la mayoría satisfecha, lo que en
realidad la controla.
En el centro de las ciudades de Estados Unidos y
Europa existe una amenaza constante de conflicto,
delito y desorden
social de la subclase. El tráfico de drogas, los
tironeos indiscriminados y otros delitos,
así como la desorientación y desintegración
de las familias son ya elementos de la existencia
cotidiana.
Esto se debe, en una parte sustancial, a que una
economía que se expande con menos vigor y una industria
que se traslada a emplazamiento económicos más
favorables ha privado a la subclase de los empleos lndustriales
relativamente estables y tranquilos que había antes en las
grandes ciudades. Pero también, y sobre todo, a que se ha
paralizado la normal movilidad social de ascenso que fue durante
mucho tiempo el disolvente del descontento. La subclase se ha
convertido en un fenómeno sempiterno ya no generacional.
La razón es que lo que era un paso que iniciaba el ascenso
en la vida económica se ha convertido ahora (1989) en un
callejón sin salida.
Aunque considerando la vida sórdida a la que
está abocada la subclase moderna, sobre todo si se la
compara con la mayoría satisfecha, es asombroso en
realidad que el descontento y sus manifestaciones más
violentas y agresivas no sean mayores de lo que
son.
Para la economía de la satisfacción es
básico el compromiso general con el laissez-faire. Nada
que suceda en el corto plazo es contrario al bienestar a largo
plazo. La intervención del estado, con su mano que
controla o sostiene, no es precisa y, salvo cuando un banco o una gran
empresa
necesita que la salven o hace falta reforzar la defensa
común, nunca es beneficiosa. El instrumento
específico que garantiza la benignidad, concretamente
citado y proclamado, es el mercado.
En realidad hace ya mucho tiempo que los economistas
han admitido que el mercado no produce resultados socialmente
aptos. Hay monopolio y
hay numerosas imperfecciones menores de la competencia. Lo mismo
es algo aceptado la distribución del poder notoriamente
desigual entre empleador y empleado y una distribución
intrínseca y enormemente desigual de la
renta.
Lo que no se acepta y, en realidad, no se reconoce,
es la fuerte tendencia del sistema económico a volverse
perjudicialmente no contra los consumidores, los trabajadores o
el público en general, sino hacia adentro, contra si
mismo.
La tendencia autodestructiva del capitalismo moderno
empieza en la gran empresa. La anomalía está en que
la dirección es la que tiene el poder y la
dirección, a pesar de ese poder, ha de supeditar, se
teoriza, su propio interés al de los accionistas, que
individualmente carecen de poder.
Para servir a la satisfacción había, y
hay, tres exigencias básicas. Una, defender una
limitación general a la intervención del estado en
la economía; la segunda, es encontrar satisfacción
social para la posesión ilimitadas y desinhibidas de
riqueza.; el tercer elemento que hace falta es justificar un
sentimiento menor de responsabilidad pública hacia los
pobres", nos dice John Kenneth Galbraith en su libro La Cultura
de la Satifacción (Emecé Editores –
1992).
"Actualmente (1992) y en el futuro, los conflictos
sociales y políticos no serán entre el capital y el
trabajo, sino entre los bien situados y los relativa o
específicamente pobres. Es posible que dichos
conflictos no sean pacíficos. La participación política es un
disolvente de las tensiones, y, cuando no se dispone de dicha
participación, la única alternativa es la violencia",
nos dice John Kenneth Galbraith en su libro Un Viaje por la
Economía de Nuestro Tiempo (Editorial Ariel –
1994)
"En todos los países industrializados existe
un firme compromiso con la economía de consumo -con los
bienes y servicios de consumo- como fuente primordial de la
satisfacción y el placer de los seres humanos y como la
medida más visible de las consecuciones sociales. En la
economía moderna es un hecho algo extravagante que la
producción sea ahora más necesaria por el empleo
que proporciona que por los bienes y servicios que
abastece.
En una sociedad buena todos los individuos deben
tener libertad personal,
bienestar mínimo,igualdad racial y étnica, y la
oportunidad de acceder a una vida satisfactoria. Debe reconocerse
que nada niega tan absolutamente las libertades de los individuos
como la total falta de dinero, ni las perjudica tanto como su
suma escasez", nos
dice John Kenneth Galbraith en su libro Una Sociedad Mejor
(Grijalbo – 1996).
"De los "cotos de caza nacionales" que son a menudo
el origen de las rentas de localización y de "altos grados
de monopolios" en beneficio de las firmas instaladas, lo que les
permitiría beneficiarse con márgenes
estructuralmente más elevados que el
promedio.
En el plano financiero hemos asistido a un formidable
crecimiento de la internacionalización……..que ha
llevado a hablar de una verdadera "financierización" de la
economía. La "mergermanía" aparece entonces como la
aplicación a la industria -pero con un propósito
totalmente diferente- esta explosión de los mercados
financieros, con riesgos reales
de formación de una "economía de casino", centrada
en el corto plazo y la especulación, en detrimento de la
industria y el corto plazo.
El espacio mundial se integra y se complejiza a la
vez. La vieja noción de división del trabajo
norte/sur (productos manufacturados contra materias primas) ya no
permite captar la naturaleza y la realidad del dinamismo y de los
intercambios mundiales contemporáneos.
La globalización no ha estado
acompañada por la construcción de un mercado
mundial único y transparente.
Las formas actuales de la mundialización se
caracterizan por una confrontación jamás alcanzada,
en este nivel, entre modelos organizacionales, culturas de
empresas y estrategias de comportamiento, que tienen desde entonces un
origen y una base de mayor velocidad",
nos dicen Benjamin Coriat y Dominique Taddei (ob.
cit.).
"El mercado no puede calibrar el futuro porque es
corto de vista por naturaleza. No sólo en razón de
que su mirada se extiende hacia horizontes necesariamente cortos,
sino porque carece de aptitudes y de la lógica requeridas
para incorporar problemas distintos a los de su propia naturaleza
y para moderar sus excesos. Esto es función de las
sociedades y de los estados, en una relación que no puede
ser estática,
sino necesariamente dinámica y debe proveer
readecuaciones, a veces tan profundas que les quepa su
definición como un "nuevo contrato social", tanto a nivel
nacional como global.
¿Puede la competencia gobernar el planeta?.
¿Es la competencia el mejor instrumento para enfrentarse a
escala mundial a los cada vez más graves problemas
medioambientales, demográficos, económicos y
sociales?.
Además de los problemas medioambientales, la
globalización se asocia cada día más -y no
sólo en la mente de las gentes- con la explosión
demográfica, el paro masivo, los movimientos migratorios,
el aumento del crimen
organizado (especialmente el tráfico de drogas), la
inseguridad ligado a la proliferación de las armas nucleares y
los conflictos étnicos y religiosos, así como con
las nuevas enfermedades (como el sida) o con la
reaparición de ciertas epidemias tradicionales otrora
vencidas (malaria, etc.). Por encima de todo la
globalización aumenta el temor a un posible conflicto
mundial entre el decreciente número de "los poseedores",
"los ricos" o "los dominadores", y la creciente masa de los
"desposeídos", "los miserables" y "los
marginados".
Resulta chocante la divergencia entre el fuerte
proceso de globalización económica en el plano de
las finanzas y la empresa y el
carácter explosivo de la mayoría de
problemas
sociales, económicos, medioambientales y
políticos que conocen los países y regiones del
mundo.
Lo que podríamos llamar "economía de
Madonna" es un proceso que unifica (esencialmente a través
de la homogeneización) el consumo de "bienes" de
información y comunicación según la misma
lógica (de mercado) y el mismo sistema (infraestructuras y
redes globales de publicidad masiva), tal como en su día
hizo el mundo de Coca Cola o
el universo de
Levis Jeans.
La liberación de las corrientes de intercambio
se han convertido en la ideología y terapia dominante de
los ultimos 50 años; y el GATT ha sido la
institución pensada para su promoción y salvaguarda en el campo
internacional.
La nueva ruptura no se plantea entre una sociedad
capitalista y una sociedad poscapitalista, ni entre el
capitalismo "bueno" de la economía social de mercado y el
"malo" de la jungla o de casino, sino entre un capitalismo
nacional en declive y un capitalismo mundial en
auge.
Este fenómeno anuncia el advenimiento de un
cambio histórico: poco a poco, empezamos a salir de la era
de la riqueza de las naciones para entrar en la era de la riqueza
del mundo.
El mantenimiento
del estado del bienestar se ha equiparado a la pérdida de
competitividad económica. Se considera que la justicia
social y la competitividad son incompatibles.
El objetivo de una mayor competitividad le ha ganado
la partida al objetivo del pleno empleo. La búsqueda de
una mayor competitividad ha sido una de las razones principales
en favor de la sistemática reducción del empleo en
todas las economías desarrolladas", nos dice el Grupo
Lisboa (ob. cit.).
"La aplicación de las diversas variantes del
capitalismo "salvaje", ha conducido a una situación
dramática. En el escenario internacional, así como
también en el interior de cada país, desarrollado o
en vías de desarrollo, se puede constatar la existencia de
una tendencia a la dualización de la sociedad que se
agudiza constantemente.
El dinero informático se comporta de modo tan
distinto del dinero convencional que los economistas aún
no atinan a identificarlo (Kurtzman 1993).
La nueva forma de dinero que está empujando el
dinero histórico hacia las orillas del sistema
financiero (y económico) globalmente es una
"megarred". Abarca, alrededor del mundo acciones,
bonos,
futuros, tasas de
interés, opciones, etc..
Naturalmente, este sistema monetario que surge es
mucho más volátil que el antiguo.
En vez del patrón oro, impera
hoy el "patrón megabyte" (Kurtzman)", nos dicen Naum
Minsburg – Hector Valle y otros en su libro El Impacto de la
Globalización (Ediciones Letra Buena –
1994).
"Queremos continuar la verificación de los
errores del neoliberalismo
con la constatación de su principal fracaso: el desempleo.
Hoy por hoy el desempleo es una consecuencia de la
preocupación excesiva por lo estrictamente financiero, con
menoscabo de la economía real.
No podemos aceptar que la competencia internacional y
otras circunstancias económicas determinen un sendero
necesario de reducción de los niveles de bienestar general
que ya se habían alcanzado a niveles inferiores de
desarrollo tecnológico y de conocimiento y conciencia
social.Sólo nos faltan líderes atrevidos e
imaginativos.
El dilema llevado al extremo sería el
siguiente: o inventamos la forma de mantener el estado del
bienestar o contribuiremos a gestar la próxima
revolución que aspire a derrumbar para siempre el sistema
capitalista con los sufrimientos que estos intentos generan", nos
dice Luis de Sebastian en su libro Neoliberalismo Global (
Editorial Trotta – 1997 ).
"¿Cuánto tiempo podrá mantenerse
el sistema ante el aumento continuo del número de
desocupados y ante el estancamiento del nivel de vida de los
que trabajan?. Los bolsones de pobreza y de miseria
relativa (y a veces absoluta) en los países industriales,
cuyo peso hasta aquí estaba atenuado por la
expansión general y por las anticipaciones que la
acompañaban (el "tercio sumergido" de Roosevelt
había sido transformado sucesivamente en "cuarto" y luego
en "quinto"), se transforman en bolsones permanentes y crecientes
poblados por gente sin recursos y sin esperanza. Los elementos
que, en la dislocación de los valores y
de las motivaciones, lograban consolidar, relativamente bien, la
sociedad (las previsiones de alza del nivel de vida y las no
pocas posibilidades de "promoción"/ascenso de escala de
calificaciones y de ingresos) se hallan en vías de
extinción. Por último, en economías
capitalistas, sin crecimiento, el desempleo no puede mas que
seguir, año a año, aumentando en algunos sectores
de la población activa (corresponde al crecimiento natural
de la población, aumentado por los efectos de las
inversiones labour-saving).
¿Cuál es el "ejemplo" que esas
sociedades de capitalismo liberal dan al resto del
mundo?
Primero, el de la riqueza y el poder
tecnológico y militar. Pero al mismo tiempo, esas
sociedades presentan al resto del mundo una imagen que causa
rechazo, la de las sociedades en las cuales reina un vacío
total de significaciones. El único valor es el dinero, la
notoriedad en los medios de
comunicación o el poder, en el sentido más
vulgar e irrisorio del término. En ellas las comunidades
son destruídas, la solidaridad se reduce a disposiciones
administrativas. Frente a semejante vacío, las
significaciones religiosas se mantienen e incluso ganan
poder.
Creo que vivimos la fase más conformista de la
historia moderna. Se afirma: cada individuo es "libre", pero, de
hecho, todos reciben pasivamente el único sentido que la
institución y el campo sociales les proponen y les
imponen: el teleconsumo, hecho de consumo, de televisión, de consumo simulado vía
televisión", nos dice C. Castoriadis en su libro El Avance
de la Insignificancia (Eudeba – 1997)
"La estructura organizativa y las estrategias
empresarias están de mudanza continua. La
información comienza a afectar a una y otras, a tal punto
que la
organización empresarial tradicional empieza a quedar
obsoleta. Pero también el concepto tradicional de
"emprendedor" -la compañía para la que trabaja la
gente- se está deshilachando. Cada vez más personas
tienen empleos temporarios. La tercerización (out
sourcing) se generaliza.
Lo que subyace en todo esto es el paso al
conocimiento como recurso clave de
producción.
Hay sin embargo un gran problema: la
deslocalización de la mano de obra. Las personas que
obtienen los nuevos empleos no son las mismas que perdieron los
viejos. Los nuevos empleos no están en las
fábricas, empresas, e industrias, donde estaban los
antiguos. De tal modo, la transición amenaza la seguridad
del empleo", nos dicen Peter Drucker e Isao Nakauchi (ob.
cit.).
"Estamos en una etapa de capitalismo sin
capitalistas. Existen grandes inversores institucionales
especialmente los fondos de pensiones y los fondos de inversión.
No nos enfrentamos a un nuevo orden mundial (1993)
sino a un nuevo desorden mundial.
El dinero no tiene patria. Tampoco la
información.", nos dice Peter Drucker en su libro La
Sociedad Poscapitalista (Editorial Sudamericana –
1993).
" Con referencia a la sociedad del conocimiento (el
autor se pregunta y se contesta): son trabajos importantes. Pero
tanto cerebro y nada de
fuerza muscular no pueden ser buenos para el país.
¿Todos intelectuales?. La historia no es alentadora;
nunca ha nacido una nación así ", nos dice Shintaro
Ishihara en su libro El Japón Que Sabe Decir No (Editorial
Sudamericana – 1992).
"¿Son los estados-nación verdaderamente
los actores más importantes de la economía mundial
actual?. En un mundo en el que las fronteras económicas se
desvanecen de manera progresiva, ¿son sus fronteras
arbitrarias, históricamente accidentales, genuinamente
significativas en términos económicos?. Si la
respuesta es no, ¿que tipo de fronteras tendrían
sentido?
A medida que la mecánica de los mercados verdaderamente
mundiales de capital reduce casi a la nada su capacidad para
controlar los tipos de cambio o para proteger su divisa, los
estados-nación han pasado a ser vulnerables a la disciplina
impuesta por las elecciones tomadas en otros lugares por personas
e instituciones sobre las que no tienen control
práctico.
En una economía sin fronteras, cualquier
régimen estadístico que tenga el
estado-nación como unidad principal de análisis
está obligatoriamente desfasado. Las estadísticas oficiales (comercio
exterior) son una falacia descarada y manifiesta. No son un
reflejo exacto de nada. Las cifras que todo el mundo conoce y que
todo el mundo utiliza son, simplemente, inexactas.", nos dice
Kenichi-Ohmae (ob. cit.).
"Si buscamos el momento histórico que
más se asemeje al nuestro, inevitablemente
señalaremos esa hora oscura en que la civilización
materialista y el espíritu científico y racional
del mundo antiguo sufrió un descalabro que allanó
el camino de la civilización medieval.
Si los gustos y la ética de
nuestra generación y la siguiente difieren de los que
fueron propios de la sociedad industrial, la sociedad que surja
como consecuencia de nuestras nociones de progreso quizás
posea ideologías y paradigmas
divergentes respecto de su predecesora y no sería
extraño que estas sociedades, disponiendo de menos
bienes materiales de consumo, se distancien del espíritu
racional del pasado. La gente de la edad media,
como resultado de lo que se consideraba grandes adelantos,
creó una sociedad mejor con menos consumo material y un
espíritu racional.
Si se quisiera sintetizar en una sola frase aquello
que define a la edad media, diría "falta de bienes, exceso
de tiempo", nos dice Taichi Sakaiya en su libro
Historia del Futuro – La Sociedad del Conocimento
(Editorial Andrés
Bello – 1994).
"¿Cuál puede ser el nuevo orden
mundial?. 1ª hipótesis, que sea un orden policial;
2ª hipótesis, que
haya un surgimiento de nuevos profetismos capaces de trastornar
ese orden; 3ª hipótesis, que llamaré la
hipótesis liberal y militante, es que el corte del mundo y
de las sociedades industriales en dos es inevitable en la medida
en que no haya existido una verdadera reflexión sobre el
problema de la pobreza", nos dice Guy Sorman en su libro Hacia un
Nuevo Mundo (Emecé 1991).
"A medida que el capital y la tecnología
fluyan hacia las naciones de salarios bajos, sus salarios
subirán con su competividad. Como resultado no
tendrán grandes superavits comerciales con las naciones
avanzadas, tendrán déficits, como contrapartida a
la entrada de capitales.
Es difícil no concluír que este cambio
en la demanda (nivel medio de la fuerza de trabajo) impulsado por
la tecnología, ha sido una razón clave para el
crecimiento de la desigualdad de los ingresos dentro de los
Estados Unidos, así como el aumento del desempleo en
Europa. Podría haber ocurrido que el aumento de la demanda
de trabajadores cualificados fuese no tanto el resultado de una
mayor demanda dentro de cada actividad industrial, sino de un
cambio en la composición del conjunto de actividades hacia
aquellos sectores que emplean una mayor proporción de
trabajadores cualificados sobre los no cualificados. Un cambio de
esas características podría, por ejemplo, ser el
resultado de un mayor comercio con países del tercer mundo
en el que el trabajo es abundante. Pero de hecho la evidencia
abrumadora es que la demanda de trabajadores no cualificados ha
caído no porque haya cambiado el que producimos, sino el
como producimos", nos dice Paul Krugman en su libro El
Internacionalismo Moderno (Editorial Crítica
– 1997).
Veamos ahora algunos datos significativos:
"Se estima que el 92% de la exportaciones y
el 77% de las importaciones de
los Estados Unidos ocurrieron dentro de las corporaciones
mundiales ", (Robert B. Reich, ob. cit.).
"Los flujos diarios en moneda extranjera representan
alrededor de un billón de dólares (antes de 1992) y
superan con creces las sumas empleadas en la compra internacional
de bienes y servicios o las inversiones en fábricas de
ultramar. En realidad a fines de la década de 1980,
más del 90% de este intercambio de monedas extranjeras no
tenía relación con el comercio o la
inversión de capital", (Paul Kennedy, ob.
cit.).
"Como consecuencia de los adelantos en la
automatización se pronostica que en los próximos 30
años tan sólo un 2% de la actual fuerza laboral
"será necesaria para producir todos los bienes necesarios
para satisfacer la demanda total.
El número de americanos que viven con unos
ingresos medios ha pasado de un 71% de la población en1969
a menos de un 63% a principios de la
década de los años 90. La familia
media americana sufrió una pérdida de ingresos de
alrededor del 2% entre 1989 y 1990. Este declive se hizo
más dramático entre aquellas personas con estudios
universitarios. Entre 1987 y 1991 los salarios reales (de los
trabajadores universitarios) descendieron en un
3,1%.
Más del 35% de graduados en fechas recientes
se han visto en la obligación de aceptar empleos que no
requieren diploma universitario, frente al 15% de hace 5
años.
El mercado laboral para graduados universitarios es,
en la actualidad (1994) el más pobre desde el final de la
guerra
mundial.
Aunque muchos de los profesionales que configuran las
nuevas elites de analistas teóricos trabajan en las
mayores ciudades del mundo, tienen muy poco o ningún
arraigo con el lugar.Estos nuevos grupos emergentes de
trabajadores internacionales de alta tecnología, cuyos
salarios para el año 2000 representaran algo más
del 60% de los ingresos de los habitantes de los Estados Unidos,
pueden apartarse de las responsabilidades cívicas en el
futuro, si prefieren no compartir sus ganancias y sus ingresos
con la totalidad del país" (Jeremy Rifkin,ob.
cit.).
"En la década de los sesenta la
economía creció a un ritmo del 5% anual(una vez
corregido por inflación). En los años setenta, el
crecimiento disminuyó hasta un 3,6% anual. En los
años ochenta hubo una desaceleración más
hasta un 2,8% anual y en la primera mitad de la década de
los noventa el mundo ha estado experimentando un ritmo de
crecimiento de apenas un 2% anual.
En dos décadas el capitalismo perdió un
60% de su impulso.
Si un trabajador despedido tiene quince o más
años de antigüedad, vive en una región de
lento crecimiento y se ve obligado a cambiar de industria, por lo
general pierde más del 50% de su salario anterior.
Aquéllos que están por encima de los 55 años
de edad simplemente son desalojados de la fuerza
laboral.
Los precios de los
recursos naturales -una vez corregidos por inflación- han
caído casi un 60% desde mediados de los años
setenta a mediados de los ochenta. Y se presume otra caída
del 60% para los próximos 25 años.
En promedio, las industrias de servicios pagan
salarios un tercio menos que la industria
manufacturera.
De 1964 a 1992 la producción del primer mundo
subió el 9%, pero las exportaciones treparon un 12% y los
préstamos internacionales subieron un 23%.
En una jornada normal(1992) los mercados mundiales de
capital mueven 1,3 billones de dólares y todas las
exportaciones representan solamente 3 billones anuales" (Lester
C. Thurow, ob. cit.).
"La vieja noción del pleno empleo aparece cada
vez más anticuada.A principios de 1990, la C.E.E. tenia 16
millones de personas sin empleo, el 10% de lo que "debería
ser" la masa laboral. Hasta el año 2000 se
necesitarán 10 millones de nuevos empleos para bajar al 7%
la tasa de paro. Otros 25 millones de nuevos puestos harán
falta hasta el año 2010, sólo para absorber el 15%
de crecimiento de la masa laboral de la C.E.. ¿de
dónde saldrán estas colocaciones?.
Al mismo tiempo que se incrementa el paro, se
advierte un descenso de la presión para el aumento del
sueldo por parte de los trabajadores con empleo en Estados
Unidos. Por ejemplo, en 1978 y 1988 se crearon 7,5 millones de
nuevos puestos para varones pero, en 1988, 18,4 millones de
trabajadores varones ocupaban puestos con salario inferior a los
niveles de l978. Sin embargo, aumentó el numero de
colocaciones para mujeres y su sueldo medio pasó del 43%
de los varones al 54% en l988.
Pero los salarios reales descendieron a lo largo de
la década para las dos terceras partes de los trabajadores
norteamericanos de ambos sexos, una proporción realmente
impresionante.
Entre 1973 y 1990, los sueldos reales por hora para
trabajadores no supervisores, que son aproximadamente las dos
terceras partes de la masa laboral de los Estados Unidos, bajaron
un12% y los sueldos reales por semana bajaron un18%. El resultado
ha sido un vertiginoso aumento de la desigualdad en Estados
Unidos" (Tim Lang y Colin Hines, ob. cit.)
"En el próximo siglo, el 20% de la
población activa bastará para mantener en marcha la
economía mundial. No se necesitará más
fuerza de trabajo.
En el año 1996, en la OCDE buscaban trabajo
inútilmente más de 40 millones de
personas.
Desde hace 4 décadas el intercambio mundial de
bienes y servicios crece más a prisa que la
producción.
Desde l985, el crecimiento del volumen comercial
supera incluso en el doble al aumento de la productividad
económica.
En 1995, una quinta parte de los bienes y servicios
que se recogían estadísticamente en el mundo se
negociaban por encima de las fronteras.
Según la última ronda de rebajas de
aranceles del GATT (Dic./93) que incluyó muchos servicios,
se crearían 6 millones de puestos de trabajo, 2% menos de
déficit presupuestario y 4,5% más de crecimiento
económico. Similares promesas acompañaron la
fundación del NAFTA y de la
OMC.. De hecho ocurrió todo lo contrario: las cifras de
parados se elevaron, así como los déficit
presupuestarios, el crecimiento en cambio mas bien se
ralentizó", (Hans-Peter Martin y Harald Schumann, ob.
cit.).
"De acuerdo con los datos aportados por la OIT en
marzo de l994 existen en el mundo unos 820 millones de personas
entre desocupados y subocupados; que representan el 30% de la
fuerza laboral mundial. El organismo ha indicado también
que ésta es la peor crisis mundial de empleo, desde la
depresión de l930, además cada año 38
millones de personas adicionales ingresan a la fuerza laboral
existente, sin encontrar los puestos de trabajo necesarios para
dicha masa creciente de trabajadores.
En los países centrales pertenecientes a la
C.E. crece el empobrecimiento relativo de su población.
Existen en la actualidad (1993) unos 50 millones de personas en
situación calificada técnicamente de pobreza. En
los Estados Unidos subsisten otros 35 millones de
pobres.
23 países industrializados cuya
población era en 1990 de 773 millones de personas tienen
un PBI equivalente al 73,2% del producto mundial, mientras que
130 países en desarrollo tienen un PBI equivalente al
17,9% del total mundial, y en 23 países ex-socialistas su
PBI, representa el 8,9% del total. La población de estos
153 países era superior a los 4400 millones de
personas.
En los 24 países de la OCDE existe en la
actualidad (1993) una masa del orden de 36 millones de
desocupados, casi l0 millones más que en
1990.
Los países miembros de la C.E. se están
convirtiendo en auténticas "fábricas de parados",
ya que en dichos países se ha pasado en las ultimas tres
décadas de 3 a 17 millones de desocupados
En el seno del G-7 la desocupación llega a 23
millones de personas.
En verdad la "muerte de
dinero" ha partido el mundo en dos categorías
económicas de poder, amplitud y fundamentos desiguales. La
más pequeña puede llamarse "real" y por ahí
circulan billetes, monedas, bienes, comercio, servicios
tangibles, tecnología, etc.. En la economía real
figuran fábricas, trabajadores, médicos,
arquitectos, docentes,
obras públicas, comercios….. en fin la vida cotidiana.
Lo dramático es que esa sea la parte más expuesta
de la economía, marginada por los inversionistas, y
su contracción está vulnerando el tejido social -a
través del desempleo estructural-, la calidad de
vida y los servicios básicos de las grandes
ciudades.
La otra economía puede llamarse "financiera".
Hacia fines de 1993 ya era unas 35 veces más voluminosa en
números que la real. No es una economía de
producción ni de comercio, sino de especulación
pura que, en rigor, comercia sólo con instrumentos y
productos financieros. Se centra mayormente en papeles de renta
variable (acciones, obligaciones)
o fija (bonos, títulos de deuda). En verdad se ha
convertido en la más reciente y enorme forma de deuda y,
como tal, protagoniza esta economía
financiera.
Venga como viniere el futuro, el presente está
en manos de un neodinero que se ha vuelto mera imagen, capaz de
aparecer, simultáneamente, en millones de pantallas
alrededor del mundo. Pero en realidad no está en
ningún lado, no precisa tesoros donde guardarse, se crea y
se esfuma en una dimensión intangible, donde millones de
inversores, operadores, banqueros, gerentes financieros, agentes
bursátiles, analistas y funcionarios manipulan cifras por
la megarred electrónica global.
Cada tres días el volumen del neodinero que
pasa por el lóbulo de la red neural que es New York
equivale a la producción total, en un año, de todas
las empresas norteamericanas y su fuerza laboral.. Cada quincena,
el volumen de la especulación electrónica que
circula por Manhatan iguala el producto total del
mundo.
Ya el mercado electrónico global procesa una
masa de 180 billones de dólares anuales, capaz de comprar
3 veces cuanto hay en la tierra o de generar supernovas que se
traguen el mundo real en un paroxismo inflacionario
todavía imposible de describir"( Naum Minsburg – Hector
Valle y otros, ob. cit.)
"La industria tiene una productividad laboral mucho
más alta que la de los otros sectores (agricultura o
servicios), por lo cual sus salarios suelen ser un 150% a un 200%
más elevados. La industria y no el comercio, es la
principal fuente de prosperidad" (Ravi Batra, ob.
cit.)
Antes de concluír este capítulo,
quisiéramos volver a lo que a nuestro juicio, actuó
como catalizador de todo este proceso. El final del comunismo, su
quiebra, su involución, fue lo que facilitó que el
polvo se transformara en lodo.
En las empresas, en los países, y en las regiones
económicas el "miedo" al comunismo hacía de freno,
demoraba, atenuaba o suspendía -en muchos casos- la
acción descarnada del capitalismo. La tolerancia de
formas de
gobierno social-demócratas, socialistas, laboristas o
demócratas-cristianos, en regiones sensibles al avance
comunista se consideraban "pragmáticas" para evitar males
mayores. El estado del bienestar fue el bálsamo para
detener o disminuír la peligrosidad de los disconformes,
de los necesitados, de los postergados, de los perdedores.
Hacía falta mucha "red de seguridad" para evitar fugas,
desvíos o aún peor derivaciones. El mayor ejemplo
del caso lo tenemos en Italia, donde por
50 años Estados Unidos apadrinó (nunca mejor dicho)
la connivencia de la mafia y la democracia cristiana, para evitar
la llegada democrática de un gobierno
comunista.
Y así se hizo en cantidad y calidad suficiente,
mientras fue necesario. Cuando el estado de necesidad
desapareció la "abuelita se transformó en el lobo"
y conocimos la "verdad verdadera".
Al ganar "por abandono". el capitalismo queda
"sólo en el ring", con todo su espíritu (doctrina)
y cuerpo (tecnología), para pelear en el futuro
únicamente con su sombra.
Con el monopolio de la razón, sin competidores
ideológicos, y con las fuerzas íntegras el
capitalismo -puro y duro- se lanza a la conquista del mundo
(globalización), imponiendo la supervivencia del
más fuerte (competitividad), y no aceptando ningún
tipo de límites o barreras condicionantes (libre
comercio).
A partir de ese momento la única ley vigente es
la del mercado. El único símbolo reconocido es el
dinero. La única divisa válida es "el que gana se
lleva todo". El hombre
sólo interesa como consumidor y los países como
mercado. La especulación sustituye a la producción.
Y la única intervención del gobierno tolerada es
para "socializar" las pérdidas de los
poderosos.
Todo lo dicho y reproducido anteriormente, sirve de
marco para ver, en los próximos capítulos, quienes
ganan, quienes pierden, y quienes pueden competir en los mercados
globalizados.
Ricardo Lomoro