La historia del conflicto
entre la Iglesia y el Estado que
se remonta a antes del siglo XVI, como se ha visto a lo largo del
curso, desemboca en México con
la violencia y la
guerra. En la
Constitución de 1917, encontramos a la
Iglesia en la misma situación jurídica que antes de
la Independencia,
con la diferencia de que el Estado era
agresivamente antirreligioso. La Iglesia con la revolución
acababa de ser librada del neo-Patronato porfirista y deseaba
separar su poder del
poder público.
Por su parte, el Estado jacobino estaba celoso de
recuperar las prerrogativas que podría otorgar el
Patronato (o un concordato) para controlar el "fanatismo de las
masas" y así la política entraba en
competencia
directa con la institución religiosa en dominios
decisivos.
El presidente Obregón buscó la apariencia
de conciliador (diplomático), pero no impidió que
los estados molestaran al clero para recordarle que todo depende
de la buena voluntad del presidente. En su período
también se fueron perfilando grupos de
presión anticlerical conformados por sindicalistas y
militares que hacían inevitable el posterior
enfrentamiento.
El antecedente más inmediato que hizo perder la
confianza de los católicos en el gobierno fue,
como ya también vimos, el intento de establecer una
Iglesia mexicana cismática en febrero de 1925. A principios de
1926 Calles hizo reformar el Código
Penal. La nueva legislación tipificaba las infracciones en
materia de
cultos como delitos de
derecho común. Cuando la nueva ley entró
en vigor, los obispos mexicanos suspendieron el culto
público en respuesta, el 31 de julio de 1926. Las
multitudes se hacinaron en las iglesias para recibir los
sacramentos.
Antes de seguir avanzando, revisemos matizadamente los
distintos grupos ad
intra de la Iglesia. Veremos cómo los cristeros no
fueron: gentes de iglesia, católicos políticos,
lacayos de los obispos ni instrumentos de la Liga.
Al decidirse los obispos por la resistencia al gobierno, contaban con la
fidelidad de los católicos, y no se frustraron sus
esperanzas. Su actitud fue un factor esencial de
movilización, de exaltación. Los obispos
predicaban indiscutiblemente la resistencia, pero la
pasiva y pacífica. Cuando se suspendió el
culto, los prelados exhortaron a los católicos a
abstenerse de toda manifestación que pudiera
provocar desórdenes.Una vez que surgió el movimiento "cristero", la Iglesia
reaccionó muy prudentemente y primero en el
plano teológico. Numerosos jefes cristeros
acudieron a consultar a sus párrocos en cuanto
a la legitimidad del levantamiento, y éstos
transmitieron la consulta a sus obispos o a los
teólogos romanos. En agosto de 1926 la
respuesta recordó la doctrina que valida el
tiranicidio –ya expuesta en sesiones
anteriores–, pero también aclaraba que
no había llegado a México ese caso.
Semanas después el Episcopado mexicano a
petición de la Liga no condenó el
movimiento, pero tampoco le brindó todo el
apoyo (moral, castrense y económico)
solicitado.Esta respuesta doble (validez del
tiranicidio y no pronunciarse sobre su
aplicación a las circunstancias concretas de
México) fue sostenida por los obispos y por
Roma al inicio del conflicto. Pero la actitud
del Vaticano se transformó poco a poco en
opuesta al movimiento armado en la medida en que no
marchaba en el sentido de las negociaciones políticas con el
gobierno.- Una cuestión
teológica - Unas conductas
prácticas
En junio de 1926 no hubo unanimidad entre los 38
obispos sobre la cuestión del registro de los sacerdotes ante el Estado.
En este punto y respecto a los combatientes hubo
básicamente tres posturas: la mayoría de
los prelados dejó en toda libertad a los fieles de defender, como
mejor les pereciera, sus derechos
(perseverancia en la vía constitucional); una
docena (Chihuahua, Cuernavaca, Huajuapan, Morelia,
Papantla, Zamora, Puebla, Querétaro, Saltillo,
Veracruz) de obispos negó a sus fieles el derecho
de levantarse (resistencia pacífica hasta el
martirio); y tres (Durango, Huejutla y Tacámbaro)
los alentaron a tomar las armas
(resistencia activa-política) y colaboraron con
ellos mediante el envío de dinero
y armamento.El obispo de Colima y el arzobispo de
Guadalajara estuvieron más cerca de los cristeros,
pero nunca tuvieron responsabilidad de colaborar con ellos. Se
fueron al campo a administrar su diócesis, a
celebrar, a enseñar y a compartir la misma vida de
privaciones y angustias que los combatientes.- Los obispos, Roma y la
lucha armadaMuchos sacerdotes trabajaron activamente
contra los cristeros y de manera aun más
eficaz que los soldados federales. No faltó el
cura violentamente hostil; el que los amenazó
con la excomunión; tampoco el que
calificó de "robavacas" y enemigos de la
patria a los cristeros.En Coahuila y San Luis Potosí todos
los sacerdotes trataron de impedir los
levantamientos. Semejante oposición se
atestigua en Guanajuato, sur de Guerrero, Morelia,
Puebla, Oaxaca, Querétaro, Zacatecas y Zamora.
Actitudes que sin duda cuestionaron a
los levantados: «Los alzados queríamos
preguntarles por qué siendo verdad que no
había más camino que poner la otra
mejilla a los soldados de Calles, ellos no iban a
entregarse para que de una vez los
martirizaran».- Activamente contra los
cristerosLa inmensa mayoría de los sacerdotes
estuvo pasivamente contra los cristeros: abandonaron
sus parroquias, huyendo al extranjero y a las grandes
ciudades, donde la persecución no llegaba
jamás hasta la
muerte y se limitaba generalmente a simples
vejaciones. Millares de sacerdotes pasaron tres
años en una situación
incómoda a veces, confortable más
frecuentemente, alojados en casa de los
católicos acomodados, en casa incluso de los
perseguidores, celebrando en privado. El gobierno
aprovechó esta situación y trataba de
quebrar la resistencia del clero con el
señuelo de las ventajas del
acomodo.A los sacerdotes aprehendidos en el campo se
les fusilaba con un sadismo refinado. Se tiene la
certeza de que entre todos fueron 90 los sacerdotes
ejecutados. Después de las primeras
ejecuciones, en 1927 los prelados ordenaban a sus
sacerdotes que abandonaran sus parroquias, no
quedando en ellas sino los voluntarios.Así, en esos tres años, la
mayoría del clero quedó reunido en el
Distrito Federal y otras grandes ciudades mientras
los campos permanecían literalmente
abandonados. En Morelia y Zamora el clero
entregó las iglesias a los comités
municipales por orden de sus obispos.Ya para febrero de 1929, 2600 sacerdotes se
registraron ante la Secretaría de
Gobernación, o sea casi la totalidad de los
sacerdotes residentes en la República en dicha
fecha. - Pasivamente contra los
cristerosAlrededor de 100 sacerdotes eran voluntarios
y se negaron a abandonar su rebaño en el
momento de la persecución y en presencia de la
muerte, sobre todo en Guadalajara y
Colima. No se mezclaban con los cristeros, y si los
ayudaban era mediante la
administración de los sacramentos.
Trabajaban de noche, se escondían de
día. Bautizaban, casaban y confesaban cien
veces más, por decir, que antes de la
guerra.Una vez finalizada la guerra, este grupo de sacerdotes logró
llevar a los cristeros a la obediencia e impedir el
cisma que se veía venir por los "arreglos"
logrados por los clérigos hostiles al
movimiento. - Los voluntarios
15 sacerdotes fueron capellanes (no
autorizados) de los cristeros, 25 estuvieron de
alguna forma implicados (sin acompañar ni
pertenecer) en el movimiento, 5 tomaron las armas. Su
argumento era que sus parroquias se habían
vuelto ambulantes y armadas, y su párroco las
acompañaba, sin más. - Los partidarios de los
cristeros - Sacerdotes
combatientes
De las filas del clero, pues, salen dos jefes de
guerra y tres soldados: el señor cura Aristeo
Pedroza y el padre José Reyes Vega, de
Tototlán, ambos llegaron al grado de general. El
cura siguió administrando su parroquia durante la
guerra. "El tristemente celebre padre Vega" había
sido un sacerdote de vocación forzada que
celebraba los sacramentos con botas de montar y espuelas
y dejaba las pistolas sobre el altar, de instinto asesino
y mujeriego.Entre los soldados están Pérez
Aldape, llamado "el imbécil", el párroco
Carranza, cura de Tlachichila, y Leopoldo Gálvez,
apodado "el Padre Chiquito". - Los sacerdotes
y la guerraLa Liga Nacional de la Defensa de la Libertad
Religiosa nació en 1925 como reacción de
los católicos al establecimiento de la iglesia
cismática de la Soledad e inmediatamente se
convirtió en un movimiento político que
creció ampliamente agrupando a los miembros del
existente Partido Católico Nacional, a la juventud combativa de la Acción Católica Juvenil
Mexicana (ACJM), a organizaciones piadosas, sociedades de beneficencia, sindicatos de trabajadores y grupos de la
buena sociedad.Rápidamente la Liga encabezó toda
una multitud (juntó dos millones de firmas) y
pasó de la defensiva a la ofensiva, con la
intención firme de tomar el poder y ejercerlo por
entero. Entre 1925 y 1926 llevó un combate legal
no violento (inspirado en otros similares en el mundo),
pero Calles no se inclinó ante la opinión pública. Así,
la Liga aprovechó el surgimiento de los primeros
levantamientos espontáneos pensando que con ellos
llegaría al poder. En ese agosto de 1926 varios de
los grupos que la fundaron se retiraron de ella (como los
Caballeros de Colón, las Damas Católicas o
la Adoración Nocturna).La Liga reclutaba todos sus jefes en las
clases medias urbanas: juristas, ingenieros,
médicos, funcionarios del gobierno y hombres
de Iglesia o vinculados a la Iglesia. Estos jefes
contaron con el apoyo de algunos militares del
antiguo ejército federal, quienes reclutaron
al general Enrique Gorostieta, y con el de
jóvenes estudiantes (militantes de la ACJM),
estos últimos se hicieron de los mandos
medios e inferiores.- Reclutamiento y
organizaciónEn la dirección de la Liga el
Comité Directivo estaba en contacto con las
dos zonas y enviaba delegados, provistos de poderes
militares y civiles, para controlar o aplicar sus
instrucciones. El CD
cambió en varias ocasiones. El Comité
Especial estaba en contacto con las comandancias
militares regionales y era el encargado del
espionaje, la acción directa, las municiones
(compradas a los federales en la Ciudadela), las
operaciones militares, las escasas
finanzas (bonos, cotizaciones, donativos) y los
socorros. Pero la Liga no fue capaz de dar a los
cristeros aquello que necesitaban: jefes, armas,
municiones y una organización. - La dirección de la
LigaLa Liga se atribuía como
héroes protectores a Morelos, Iturbide, Lucas
Alamán, Miramón y Mejía, y
execraba al imperialismo norteamericano en,
según ellos, sus tres manifestaciones: los
liberales mexicanos (y sus Leyes de Reforma), los masones y los
protestantes yanquis. A este antiimperialismo le
acompañan un hispanismo y un nacionalismo ferviente, el
sueño de una sociedad justa, católica,
jerárquica y cooperativista.Lo anterior se plasma también en el
Plan de Los Altos, lanzado por el general
Gorostieta el 28 de octubre de 1928, el cual anuncia
un programa político,
económico y social, consistente en retomar la
Constitución del ’57, pero sin la Leyes
de Reforma y con un marcado feminismo y populismo. - Ideología de la
LigaLa decisión de dirigir la guerra que
espontáneamente había comenzado el
pueblo se tomó de prisa, sin debate ni preparación. Durante
meses las actividades de la Liga se habían
restringido a la propaganda, a la defensa de los
derechos, de las libertades y de las
garantías, un boicot (que no logró
implementar) y a juntar firmas (dos millones, algo
nunca visto en México) para pedir un
referéndum (que sabían bien nunca se
efectuaría) contra los artículos
3°, 5°, 24, 27 y 130
constitucionales.En ese ambiente, por falta de perseverancia y
de imaginación política, excesivamente
optimistas, queriendo una victoria definitiva y
radical optaron por la fuerza en septiembre de 1926 y para
noviembre hicieron la consulta teológica al
Episcopado. - La decisión
En diciembre de ese mismo año, la
Liga pasó a sus jefes locales la consigna de
un levantamiento general en toda la nación el día 1° de
enero de 1927 que estaría apoyado por un
ejército de invasión venido de los
Estados Unidos. Esta demencial
consigna estuvo basada en las muchas promesas del
señor Capistrán Garza, quien entre sus
mentiras garantizaba millones de dólares
suministrados por asociaciones religiosas y ricos
petroleros. Una vez ocurridos numerosos y masivos
levantamientos, la Liga mandó el siguiente
telegrama: «Si petroleros dan dinero manden
luego». Aunque para abril Capistrán
Garza fue depuesto de su encargo, la Liga no puso en
duda su palabra. Los obispos sí, y, salvo dos
o tres, retiraron definitivamente su apoyo a la
misma. - Castillos en el aire
Desacreditada ante Roma y ante los obispos,
abandonada por los católicos norteamericanos y
los católicos mexicanos ricos, la Liga
siguió buscando su salvación por medio
de las más locas intrigas. Así,
hicieron fracasar el proyecto político de
"Unión Nacional", que buscaba una salida
política a la situación, argumentando
que le hacía el juego al imperialismo yanqui.
Más contradictoriamente aún, la Liga
estuvo dispuesta a solicitar la intervención
militar norteamericana. - Intrigas políticas
Los jefes de la Liga se portaban con
verdadera estupidez política. En vez de buscar
alianzas con los jefes honrados de la
revolución se empeñaban en dar a su
rebelión un carácter marcadamente religioso
que no evitó entre ellos mismos las divisiones
más desastrosas. Con Gorostieta, por ejemplo,
la Liga no cesó jamás de jugar un doble
juego: le temía y le envidiaba su
prestigió creciente. También se
movieron para destruir la Unión Popular (la
"U") y las Brigadas Femeninas de Santa Juana de Arco,
organizaciones que constituían la fuerza del
movimiento cristero. - La guerra intestina
Las pretensiones imperialistas de la Liga,
pues, fueron tanto más catastróficas
cuanto que no estaba preparada para hacer frente a la
situación y no había aprendido nada en
tres años. La Liga, por ejemplo,
distribuía con facilidad los grados de coronel
y general; nunca se organizó para hacer llegar
municiones a los cristeros; despilfarró
cientos de miles de pesos que los mismos cristeros
habían reunido centavo a centavo; daba
instrucciones sin conocer la geografía; y otros desaciertos
que llevaron a muchos combatientes a la
muerte. - El papel militar de la
Liga - Conclusiones
- La Liga Nacional de la Defensa
Religiosa
- Gente de Iglesia,
católicos y cristeros
- La Liga no hizo, militarmente hablando, más
que una cosa buena: el nombramiento de Gorostieta a la cabeza
de los Altos de Jalisco, y después de toda la "Guardia
Nacional". Aunque lo hizo a regañadientes y se
arrepintió. - La Liga se consagró a la política, hizo
todo lo posible por impedir la conclusión de la paz, sin
hacer nada para asegurar la victoria. - Esto le costó el desacreditarse a los ojos de
Roma y de la mayoría del Episcopado. - Los ligueros, ajenos al universo de los
cristeros, se limitaron a aguardar durante tres años a
que éstos les hicieran el trabajo
rudo. - Los cristeros habían sentido siempre la
necesidad de un movimiento urbano, nacional, centralizado, que
los guiara. La Liga no fue capaz de responder a sus
necesidades.
Desde el día en que el Episcopado
anunció su decisión de suspender el
culto público, empezó a ir gente a las
iglesias para arreglar sus conciencias. Incluso
aquella que no lo acostumbraba. La gente no lograba
entender la ley dada a conocer y ejecutada tan de
pronto y les causaba pesar el pensar que los
sagrarios estarían vacíos. La noche del
31 de julio de 1926 hubo exposición con el
Santísimo y misa solemne a las 12 de la noche.
Los templos fueron insuficientes para dar cabida a
las inmensas multitudes de fieles. El sentir era
extraño y en general doloroso. Sin embargo,
aunque las puertas de los templos permanecieron
abiertas, el traumatismo experimentado la noche del
31 de julio, con su pesadilla, es el origen directo
de la insurrección.- El 31 de julio: último día
de cultosLos obispos habían movilizado los
ánimos desde la semana de Pasión de
1926 cuando habían hecho penitencia para pedir
misericordia. Posteriormente declararon que no
debía usarse la religión como bandera
política ni como pretexto para un
levantamiento armado y pidieron que sus fieles se
abstuvieran de toda manifestación que pudiera
provocar desórdenes.Por las leyes reformadas, el gobierno
había ordenado a las autoridades municipales
que no devolviesen jamás las iglesias, que
cerraran y sellaran todos los edificios anexos a los
templos y, finalmente que les hicieran inventario (en agosto) antes
entregarlos a unos comités y de abrirlas al
público.Los obispos prohibieron a los
católicos, bajo pena de entredicho, pertenecer
a dichos comités municipales y volver a entrar
en esos templos. Sólo los católicos de
Sinaloa y Coahuila pudieron reabrir sus iglesias sin
incidentes, porque en el resto del país el
pueblo vio en los inventarios una profanación y
reaccionó con extrema violencia sin que nadie
ajeno lo instigara a ello. El gobierno y la iglesia
habían desestimado que esto sucediera. Cuando
los militares reprimieron salvajemente los disturbios
la gente vio en ello la confirmación de la
tiranía.En el curso de estos meses, mientras la
esperanza de vencer pacíficamente iba
disminuyendo, un espíritu nuevo tomaba cuerpo
y se necesitaba cada vez más la toma
de decisiones. Algunos pueblos comenzaron a
custodiar ellos mismos sus templos, organizar
peregrinaciones y rezos de viacrucis y rosarios. No
faltó el juramento, prestado sobre la bandera
mexicana, de morir por Cristo Rey. - La
movilización - Los levantamientos de
1926
El primer levantamiento se dio en Oaxaca el
mismo 31 de julio, luego otro en Acámbaro. En
Guadalajara, el 3 de agosto, el ejército
desalojó con extrema violencia el Santuario de la
Virgen de Guadalupe. Así hubo en ese mes otros
levantamientos: en Ecatzingo, en Puebla, en Oaxaca, en
Cocula, en Sahuayo (Michoacán), en Chalchihuites
(Zacatecas).En septiembre hubo levantamientos en Jalisco:
Bolaños, Juchitán y Teocaltitlán,
Tonalá; en Guanajuato: Yuriria; en
Michoacán: Ciudad Hidalgo, La Piedad,
Maravatío, y Pénjamo; en Durango: Santiago
Bayacora; y en Guerrero: Chilapa.En octubre se levantaron ocho pueblos en
Jalisco, y otros más en Michoacán y
Guanajuato. En Oaxaca el levantamiento de Huajuapan de
León fue el único, pero éste
permitió que no hubiera persecución
posterior en todo el Estado. Las tropas y la
policía fusilaban y ahorcaban no sólo a las
personas que tomaban parte directa en los levantamientos,
sino también a quienes los ayudaban y a todos los
que tenían por sospechosos. Este es también
el mes en que el Arzobispo de Guadalajara,
Monseñor Orozco, es citado en la Secretaría
de Gobernación, cita a la cual nunca acude, sino
que le motiva a echarse al campo para intentar impedir
que se levantaran sus fieles.En noviembre se levantan en Jalisco: San Juan de
los Lagos, Tepatitlán, Tlajomulco, Totatiche,
Villa del Refugio y Zapotlanejo; y en Zacatecas:
Chalchihuites y Sombrerete. En Aguascalientes los
cristeros atacaron el pueblo de Calvillo, lo mismo le
pasó al de Santa Catarina, en Guanajuato, y al
Mezquital en Durango.Ya en diciembre los cristeros tienen buenos
triunfos: 41 soldados federales muertos, y dejaron al
general Arenas herido gravemente. En Guerrero hubo unos
pocos levantamientos. Pero las fiestas de la Virgen de
Guadalupe aumentaron la exaltación. En Guadalajara
la multitud delirante grataba: « ¡Viva la
Virgen de Guadalupe! ¡Viva el Papa! ¡Viva el
Arzobispo!». Y cuando en Tequila y Ayutla unas
procesiones fueron dispersadas a tiros, el pueblo se
levantó.A pesar de todo, en estos meses el levantamiento
en Jalisco no había alcanzado su máximo
nivel dado que el beato Anacleto González Flores
no había consentido, por su experiencia personal, por su conducta política y por las
órdenes del arzobispo, que se levantara en armas
ni un solo hombre
de la Unión Popular. Pero el beato cambió
su postura a fines de diciembre debido a que la Liga
ordenó el movimiento armado y porque esa fue la
voluntad de los militantes de su Unión.- La incubación: 31 de julio a 31 de
diciembre de 1926En los primeros días de enero, sin
que sea posible precisar la fecha aproximada, toda la
zona controlada por la Unión Popular, o sea el
estado de Jalisco y las zonas limítrofes de
Nayarit, de Zacatecas, de Guanajuato y de
Michoacán, obedeció la orden de
levantamiento general decidido por todos los
delegados de la UP, unos días antes. Estos
jefes habían hecho juramento «sobre el
Santo Cristo de defender su Santa Causa de Cristo Rey
y de Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe
hasta vencer o morir». En Nochistlán,
por ejemplo, la gente de los ranchos comenzó a
unirse por grupos de hasta 15, dejando a sus esposas,
con machetes y rifles viejos con tres tiros ("Dios
proveerá"), cantando versos a la Virgen de
Guadalupe y eran despedidos por sus familias al borde
de los caminos. Muchos de estos primeros grupos, en
su inocencia y falta de experiencia, fueron
rápidamente vencidos, aplastados, por el
ejército.Muchas otras poblaciones se sublevaron, sin
dudarlo, luego de las atrocidades de los federales.
Por ejemplo, Tamazulita se sublevó el 17 de
enero, luego de que el gobierno había hecho
ahorcar a su vicario, el P. José Genaro
Sánchez, que murió prediciendo que los
federales no ganarían un solo combate, lo cual
ocurrió efectivamente en la zona. Se dice que
la
tierra tembló cuando murió, que el
verdugo se quedó paralítico del brazo
para siempre y que el coronel y el capitán que
ordenaron la ejecución perecieron en el primer
combate. Existen narraciones sobre un peón
analfabeto apodado "el 14" que alcanzó fama a
la Robin Hood. Y así hay muchas historias por
el estilo.- El levantamiento en masa de la
Unión PopularNo obstante la presencia de numerosas tropas
en Guerrero desde hacía 7 meses y la dura
campaña que se había hecho contra los
insurrectos, hubo allí varios alzamientos en
enero. Lo mismo en Colima, Coahuila Guanajuato y
Zacatecas. En el estado de México, antiguos
zapatistas tomaban las armas y como llegaron hasta
Tlalpan el ejército respondió
desproporcionadamente y hasta bombardeó
aéreamente el Ajusco. En Michoacán
sólo hasta la primavera se produjeron
levantamientos en masa. - Levantamientos
aislados - La suerte de los levantamientos de
1926
En enero de 1927, multitudes movidas por la
creencia en el levantamiento general en toda la
república y seguras de obtener la victoria en tres
semanas trataban de repetir la toma de Jericó,
emblema, por cierto, de la Liga. Pero la Liga
demostró entonces su inexistencia militar al dar
una consigna insurreccional, al engañar a los
jefes de la resistencia cívica y no violenta y al
llevar a las multitudes al matadero. Los levantamientos
no se dieron gracias a ella. - La explosión (enero de 1927)
El ejército federal fue conocido por el
pueblo como Federación, porque el nombre oficial
era Fuerzas Armadas de la Federación. En ese
entonces el ejército mexicano fue uno con el
gobierno (era la Federación misma) y en el
conflicto religioso emprendió su propia guerra
religiosa. Así, algún soldado fue fusilado
por llevar un escapulario al cuello, algún otro
murió exclamando: "¡Viva el diablo!" y
algunas tropas iban a combate al grito de: "¡Viva
Satán!".El ejército sacó buena tajada
del presupuesto nacional y para 1929 su
asignación ascendió a 125 millones de
pesos (45% del total) y aún querían
más.- El presupuesto
La cifra de efectivos militares para 1929
puede calcularse al inicio de la guerra en 79,759 y
para su final en 59,596 hombres, variación
debida a deserciones y a fallecimientos. A esta cifra
habría que sumarle la de los cuerpos
auxiliares (estatales, policías y
agraristas). - Los efectivos
Los requisitos para ingresar a la
Federación eran: tener entre 21 y 35
años; medir al menos 1.50 m de estatura
(infantería) y 1.62 m (caballería);
ingresar libremente por al menos 3 años. Como
pocos cumplían alguno de estas condiciones,
sobre todo la del carácter voluntario, se
recurrió numerosas veces a la leva. Mal
pagados (a la sazón de $1.40 al día),
mal alimentados, reclutados contra su voluntad, eran
desertores en potencia. No faltó el obligado
que se pasó con los cristeros llevando con
él su arma, sus municiones y su
caballo. - El reclutamiento
Los oficiales al inicio de la guerra eran
14,000, entre los cuales era normal la embriaguez
descarada, la conducta viciosa y la absoluta
irresponsabilidad económica. Todo el
ejército estaba al mando del general
Joaquín Amaro, "el indio Amaro", secretario de
Guerra, de origen carrancista, había nacido
hijo de un peón de Zacatecas, logró
casarse con una tapatía y usó su
inteligencia para paliar su absoluta
falta de educación. - Los oficiales
La estrategia militar fue sencilla y
obedeció las reglas de la geopolítica: se
concentró en dominar las ciudades y las
vías férreas, los puertos y la frontera, y cruzar, asolando y
sembrando el terror, los campos. Muchas veces
evitó el combate y los soldados
preferían disparar sobre la cadera, lo que
explica el que hubiera, en general, pocos
muertos.Siguiendo el ejemplo de otros países,
Amaro decidió organizar sus más
fructuosas operaciones militares, las llamadas
"concentraciones". Éstas consistían en
fijar un plazo de unos días a las poblaciones
civiles para evacuar determinado perímetro y
refugiarse en otra localidad prevista. Pasado el
Plazo, toda persona encontrada en la zona roja era
ejecutada sin juicio previo. Así pudieron
apoderarse de las cosechas, incendiaron los
pastizales y los bosques y sacrificaron con
ametralladora el rebaño que no cabía en
el tren. - Los métodos
El ejército federal fue incapaz de
vencer, y estuvo hostigado por una rebelión
cada vez mejor armada y en vías de
organización, pero le brindó al
gobierno el tiempo necesario para hacer una paz
ventajosa. - Los resultados
- Las exacciones
La crueldad y la falta de probidad eran las
características de muchos oficiales: vejaron a los
pobladores y saquearon a los pueblos, vendían
municiones a los cristeros. Pero por cada campesino pacífico que colgaban,
muchos que permanecían tranquilos labrando sus
tierras se levantaban. - La respuesta del Ejército
FederalLuego de la sorpresa de la guerra la
Federación reaccionó en la medida de
sus posibilidades, pero su actuación estaba
condenada a perpetuarse en vano, porque no bien se
marchaban las columnas, los alzamientos se
repetían. No pudo vencer a los cristeros ni a
la Iglesia por imprevisión y negligencia en el
surgimiento de la situación, por razones
geográficas y por falta de tropas.Esquemáticamente, la guerra de los
federales se desarrolló así: en el
cuartel general (ya sea en Colima, Guadalajara,
Durango o Chilpancingo) se tenía noticia de
que una partida cristera se había apoderado de
una plaza; se embarcaban unas unidades en tren, se
telefoneaba a las unidades en operaciones y a las
guarniciones de los alrededores y, a marchas
forzadas, corrían sobre los rebeldes. Una vez
pasado el peligro, con o sin combate, marchaban de
nuevo a la ciudad. Y como al mantener destacamentos
por doquier se dividían peligrosamente los
efectivos, estos se desmoronaban
continuamente.- La
Federación - Los cristeros
Ante la situación de la
Federación, el pueblo vislumbró el éxito del movimiento y
participó en éste activamente. A fines de
julio cerca de 20,000 hombres andaban levantados en armas
y actuaban espontáneamente y sin
organización. - La respuesta de la Federación y la de los
cristerosEl general huertista Enrique Gorostieta,
indiferente ante la religión
(agnóstico) y a veces hostil a la Iglesia
(liberal), fue propuesto en julio de 1927 por la Liga
como jefe supremo del movimiento cristero, que hasta
ese momento había carecido de uno. De hecho,
entró como mercenario (3,000 pesos oro mensuales de por medio), buscando
el placer de la aventura y la venganza contra
Obregón y Calles que habían disuelto el
ejército.Gorostieta trabajó infatigablemente
para recuperar el tiempo perdido, sobre todo en la
táctica de guerra de guerrillas y se
volvió, a su manera, cristiano en medio de sus
cristeros –los mejores soldados que ha tenido
México, a su parecer–, de quienes, por
cierto, se ganó también sus
corazones.- Gorostieta
- Balance de un año de
guerra
En octubre y noviembre de 1927, el
ejército se replegó a Veracruz y los
cristeros llegaron a ser muy fuertes en Jalisco. Para
enero de 1928 se puede calcular un aproximado de 25,000
cristeros en armas, en Aguascalientes, Guanajuato,
Jalisco, México, Michoacán, Morelos,
Nayarit, Oaxaca, Puebla, Sinaloa, Veracruz y
Zacatecas.A mediados de 1928, los cristeros no
podían ya ser vencidos, lo cual constituía
una gran victoria; pero el gobierno, sostenido por la
fuerza norteamericana, no parecía a punto de caer.
Es entonces cuando, en julio, se da el asesinato de
Obregón, por manos del católico León
Toral. - La consolidación (julio de 1927 a julio
de 1928: de la llegada del general Gorostieta a la muerte
de Obregón)Durante siete meses, los revolucionarios se
dividen: entre la facción obregonista que vio
frustrada su carrera de regreso al poder y la
facción callista. Esta división y el tiempo
que implicaba una reorganización social obraban a
favor de los cristeros.En este tiempo el general Gorostieta estuvo
luchando en Guanajuato y Los Altos. En la zona del
Regimiento "Gómez Loza" la lucha marchó muy
bien y hasta tuvo que crear un segundo Regimiento, y puso
ambos bajo el mando del padre Vega, quien pasó a
ser general. Los de Gorostieta llegaron a estar en las
afueras de Guadalajara y seguían la lucha en
Michoacán. En ese agosto de 1928 la iniciativa y
la ofensiva eran ya de los cristeros.En octubre sólo en Jalisco los combates
fueron 78, en diciembre 114 y en enero 135. En noviembre,
cuando, previendo una reconcentración militar en
la zona, los cristeros recogieron y resguardaron las
semillas de los campesinos con tal probidad que todo
ladrón fue fusilado, la ofensiva militar
fracasó y resultó contraproducente:
sólo logró que el espíritu de
resistencia saliera engrandecido. En enero atacaron hasta
al tren presidencial y en febrero entraron a Guadalajara,
Zapopan y Tlaquepaque y allí organizaron
secuestros para financiarse con lo de los
rescates.La influencia de Gorostieta fue tanta que
comenzó a consultársele su opinión
sobre muchos temas de interés nacional y hasta el
presidente Portes Gil quiso, en febrero, entablar
diálogo oficial con él, pero
no se logró debido a que la Liga lo
bloqueó. Por su parte, el general estaba seguro
de llevar la lucha y el movimiento a un lugar
digno.En marzo de 1929, la división
llegó por los generales Manzo y Escobar, quienes
se rebelaron contra el gobierno de Calles-Portes Gil con
los jefes militares de Chihuahua, Coahuila, Durango,
Sonora y Veracruz, y allí abolieron la
legislación de Calles y establecieron un pacto con
Gorostieta. - De la muerte de Obregón al Putsch
escobarista (agosto de 1928 a febrero de 1929)Para enfrentar la rebelión
escobarista, el mismo Calles se hizo nombrar
secretario de Guerra, y movilizó 35,000
hombres hacia la zona rebelde, abandonando el centro
occidente a los cristeros.- De la rebelión escobarista al
licenciamientoAsí, pues, desde el 3 de marzo hasta
el 15 de mayo de 1929, los cristeros aplastaron a las
tropas auxiliares abandonadas por la
Federación y se apoderaron de todo el oeste,
de Durango a Coalcomán, exceptuando las
ciudades grandes, y haciendo que decir al presidente
Portes Gil que era vital encontrar un arreglo con la
Iglesia. - La gran ofensiva de los cristeros:
marzo-abril de 1929Calles, sin embargo, siguió
combatiendo a los cristeros quienes, en todas partes,
se esfumaban y dejaban pasar las columnas federales,
manteniéndose a la defensiva. Gorostieta
murió accidentalmente en Michoacán, en
la coincidencia de una serie de situaciones muy
raras, y sin embargo su muerte no tuvo ninguna
consecuencia militar, pues el contraataque federal no
dio resultado alguno. - El contraataque
federal - La presión de los cristeros: mayo,
junio y julio de 1929
- Apogeo del movimiento cristero (de marzo a
junio de 1929)
Tras la muerte de Gorostieta el padre Aristeo
Pedroza pasó a ser el jefe supremo de los Altos, el
general Degollado jefe de la Guardia nacional y José
Gutiérrez encabezó la División del
Sur.El 4 de julio se recibieron las primeras noticias
de los "arreglos", el 12 se comienza a negociar el
licenciamiento de los cristeros y los últimos combates
terminaron hasta el 17.- La Guerra de los
cristerosUna vez que el gobierno se encontraba ya
bastante derrotado y sin esperanzas de acabar con los
cristeros, cedió ante un arreglo que
permitió que los templos ejercieran el culto y
logrando que las hostilidades fueran suspendidas de
inmediato y para agosto se llevó a cabo el
licenciamiento de los combatientes,
otorgándoseles garantías y
salvoconductos.A los cristeros, que no creyeron de entrada
la noticia, bajo la doble presión del pueblo y
del clero, no les quedó más que
inclinarse amargamente.- El licenciamiento
- Las reacciones a los
"arreglos"
- De la Iglesia del silencio al silencio de la
Iglesia: los "arreglos"
- Los
arreglos
Los "arreglos" se alcanzaron el 21 de junio de 1929 por
parte del obispo Leopoldo Ruiz y Flores, delegado
apostólico, y del arzobispo Pascual Díaz y Barreto,
Primado de México. En estos se prometía la paz y la
devolución de todo lo robado, de los seminarios, y las
iglesias.
La gran mayoría del pueblo estuvo contenta con
los "arreglos", de los cuales desconocía sus contenidos
exactos porque habían sido pactados oralmente, y se
habían logrado en parte por los oficios de la embajada
norteamericana. También la inmensa mayoría de los
obispos fue favorable a los mismos al principio, pero como pronto
se dividieran sus posturas, prohibieron, por instrucciones de
Roma, que se hablara, se escribiera y se pensara en aquellos. Y
es que algunos prelados pensaron que en las negociaciones
hubieran podido aprovechar el pánico
gubernamental para dejar en absoluta libertad a la
Iglesia.
El arzobispo de Guadalajara, que nunca favoreció
ni el movimiento ni los "arreglos" y que hasta impuso la censura
a sus sacerdotes que protestaron, fue conducido por los prelados
negociadores a una entrevista con
el presidente Portes Gil, quien le manifestó que los tres
habían decidido que debía abandonar el país.
El obispo de Huejutla también fue condenado al
destierro.
La Liga, por su parte, afirmó que a la Iglesia le
hizo más daño el
servilismo cortesano de los obispos que las persecuciones
más sangrientas. Hizo severos cuestionamientos, sobe todo
porque los "arreglos" no rectificaron las leyes ni las
prácticas establecidas, simplemente permitieron que se
reanudaran los cultos de acuerdo con las leyes vigentes y que
además ni fueron respetados. E implantaron el mito de la
traición, al papa y a los mexicanos, de los dos
negociadores, y en su muerte rápida vieron un castigo
divino.
Y, a decir de los cristeros, «llegó el
desbarajuste de los arreglos y cada quien fue hijo de su
madre», pues vivieron un desconcierto tremendo y sintieron
los mismos como una capitulación impuesta por la Iglesia a
ellos que eran un ejército victorioso.
El ejército inició una política de
construcción de carreteras y caminos (con
fines militares como lección de la guerra), e
implantó destacamentos de un capitán y 50 hombres
en cada pueblo. Y, sobre todo, comenzó una
carnicería: el asesinato sistemático y premeditado
de todos los jefes cristeros, casi 1,500 asesinatos en total, con
el fin de impedir cualquier reanudación del
movimiento.
El gobierno no cambiaría su política sino
hasta 1938…
Carlos Gómez Ruiz