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La Imagen de la Madre en "Amor de Madre" de Almudena Grandes




Enviado por Susana Marchán



     

     

    RESUMEN

    En este artículo las autoras hacen una
    caracterización general a los personajes femeninos de la
    obra de Almudena Grandes, para detenerse luego en el análisis de la figura de la madre que la
    escritora presenta en su cuento "Amor
    de madre", incluido en el único libro de
    relatos publicado hasta ahora por Grandes bajo el título
    de Modelos de mujer. El interés
    sobre este personaje obedece a que la configuración del
    mismo se repite en otras obras narrativas de la autora, lo que
    sin duda lo convierte en figura clave del universo
    ficcional de esta escritora española.

    Palabras clave: Almudena Grandes, figura de la madre,
    identidad
    femenina.

     

    ABSTRACT

    In this article, we attempt a general characterization
    of the female characters in Almudena Grandes’ literary
    work. Then, a deeper analysis is done in the figure of the mother
    that the author presents in her story " Amor de Madre,"
    which appears in the only book of stories published by Grandes
    entitled "Modelos de Mujer (Models of
    Women
    ). The interest in this character responds to the same
    configuration that is shown in other narratives by the author.
    This makes Grandes an important figure of the fictional universe
    of this Spanish woman writer.

    Key words: Almudena Grandes, mother’s figure, and
    feminist identity.

     

    RÉSUMÉ

    Dans cet article les auteurs donnent les
    caractéristiques générales des personnages
    féminins de l’œuvre de Almudena Grandes pour
    analyser ensuite la figure de la mère
    présentée dans le conte « Amor de madre
    » de l’unique livre de récits publie
    jusqu’ á maintenant par Grandes, sous le titre
    « Modelos de
    Mujer. L’intérêt porté à ce
    personnage répond à l’apparition
    consécutive de celui – ci dans les autres
    œuvres de l’écrivain lequel sans doute se
    convertie en figure clé de l’univers fictif de
    l’écrivain espagnol

    Mots clef: Almudena Grandes, Figure de la mère,
    identité féminine.

     

    La narrativa de Almudena Grandes está poblada de
    personajes femeninos que luchan por la existencia, por procurarse
    un lugar en el mundo en medio de un proceso vital
    que conlleva un aprendizaje que
    les señala el camino hacia la libertad y el
    desarrollo de
    la autonomía personal. Eros es
    el motivo que impulsa a estos personajes a iniciar el
    tránsito hacia una nueva identidad que los defina de otra
    manera, frente a los estereotipados roles de mujer sufrida o
    mujer fatal que la literatura les ha concedido
    hasta ahora y desde siempre.

    La incursión cada vez más numerosa, a
    partir del siglo XIX, de las mujeres en la escritura ha
    perfilado nuevos modelos de mujer que ofrecen otra visión
    de la subjetividad femenina desde el interior de los personajes
    mismos y no desde fuera, desde la mirada masculina tantas veces
    falseadora. Esto explica el punto de vista narrativo, la
    enunciación desde el yo de la protagonista, que
    caracteriza a la mayoría de los textos escritos por mujer
    y que Almudena Grandes cumple de manera incuestionable, ya que
    sus personajes narran y con ello se autoconstruyen desde un
    poderoso yo que las expresa y define.

    Esto es observable desde su primera novela, Las
    edades de Lulú
    (1989), cuya originalidad y éxito
    se debe, entre otras cosas, a que es un relato de un fuerte
    erotismo contado desde un yo de mujer que logra narrar duras
    secuencias de sexo
    sadomasoquista, pero abriendo una brecha entre lo erótico
    y lo pornográfico al introducir el amor como
    búsqueda fundamental de la protagonista. También es
    determinante este punto de vista en su última novela,
    Atlas de geografía humana
    (1998), novela perspectivista, sin argumento, ya que sus cuatro
    personajes femeninos constituyen el argumento mismo, puesto que
    al narrarse van estructurando la historia en una compleja
    trama en la que se entretejen alternativamente las cuatro voces
    narradoras para desembocar en un último capítulo
    coral.

    Estos personajes están a punto de tomar una
    decisión, en medio del camino de la vida —que para
    la autora no son los cincuenta, como para el Dante, sino la
    treintena, edad de conflictos, la
    suya propia—, decisión que por supuesto, como sucede
    siempre en el mundo de la Grandes, tiene que ver con la vida
    amorosa: tener un amante o un hijo, divorciarse, lograr la tan
    ansiada pareja, el compañero sexual y amoroso para
    combatir la soledad y completarse como ser humano. Esta
    búsqueda incansable del amor que les permite vivir el
    ineludible proceso de maduración, conduce a muchos de
    estos personajes hacia el logro de una mayor libertad amorosa y a
    un aumento de su autoestima.
    Los mismos están además perfilados a través
    de una concepción dicotómica de la identidad ya que
    las mujeres dolientes y fatales serán relevadas por las
    fuertes y las vírgenes buenas por las débiles, en
    un juego del ser
    y el parecer que reelabora las categorías de hadas y
    brujas, (Redondo Goicoechea, 1998: 301-318). Según esta
    reelaboración, las hadas son generalmente gorditas,
    morenas, altas, de cabellera oscura y abundante, atractivas,
    libres en el amor puesto que están dotadas de un eros
    profundo el cual viven sin atender a los convencionalismos y
    tienen, además, una relación conflictiva con la
    comida; su parecido físico con la autora es más que
    evidente.

    Son malas por fuera, ya que no cumplen con las pautas
    sociales establecidas para el comportamiento
    femenino, por lo que son rechazadas por las otras mujeres que las
    consideran diferentes; sin embargo, son buenas por dentro porque
    poseen una gran capacidad de amar. Las contrafiguras de este
    modelo
    femenino son las brujas, chicas generalmente rubias, guapas,
    delgadas y esbeltas cual top models, que constituyen el paradigma
    social de la niña buena; bondadosas en apariencia pero
    malvadas por dentro porque son incapaces de amar más
    allá de su narcisismo, del amor que se tienen a sí
    mismas.

    Dentro de esta última categoría se puede
    incluir una clase muy
    especial de bruja: la madre. Este personaje permite desarrollar
    uno de los grandes temas de la narrativa de Almudena Grandes como
    es la relación de desamor y hasta de odio o de amor/odio,
    entre madres e hijas. Tema que por lo demás tiene una
    larga tradición en la literatura femenina de habla
    inglesa, junto al de la conexión entre mujer y locura y el
    de la rivalidad entre hermanas, como bien lo ha estudiado Pilar
    Hidalgo en su libro Tiempo de mujeres (1995).

    Esta relación insana que tienen muchos de los
    personajes femeninos de sus historias determina la fuerte
    dependencia amorosa, la inseguridad y
    baja autoestima que éstos demuestran al inicio de su
    tránsito vital hacia la vida adulta. La indiferencia, el
    abandono o el desamor materno marcan la infancia de
    los personajes determinando la conducta adulta,
    provocándoles graves conflictos de identidad; por ello no
    les queda otra salida que escapar, abandonar a la madre-tirana
    para poder asumir
    una existencia más libre y satisfactoria.

    No hay duda de las dolorosas consecuencias que para la
    conformación de la identidad de todo ser humano tienen
    tanto el desamor y abandono como el exceso de protección y
    de posesividad materna. Esto lo sabe muy bien Ana, uno de los
    personajes de Atlas de geografía humana,
    cuando habla de las madres amantes, mucho más
    peligrosas
    que las indiferentes.

    Madres posesivas, madres tiranas, madres indiferentes,
    madres incapaces de amar, son imágenes
    que se alternan, pero que resultan igualmente destructivas para
    sus hijas. Así nos encontramos con Queti, la madre del
    cuento, o novela corta, "Los ojos rotos", incluido en el libro
    Modelos de mujer (1996), encerrada en un centro de
    salud mental
    después de la muerte de
    su hijo drogadicto al que sobreprotegió hasta el extremo
    de facilitarle su adicción a las drogas; o con
    doña Carmen, la madre de Berta, quien luego de abandonar a
    su hija durante los años de la infancia, relegando las
    funciones de
    madre en su sirvienta, la esclaviza en la edad adulta
    encadenándola junto a su cama de enferma crónica e
    inválida hasta que ésta logra liberarse; argumento
    de "La buena hija", otro cuento o novela corta del libro ya
    citado Modelos de mujer. Caso similar al de Marisa en
    Atlas de geografía humana, quien a pesar de la esclavitud a la
    que la somete su madre, otra enferma crónica y tirana, no
    deja de reconocer, luego de la muerte de la
    madre, a veces deseada por la propia Marisa como única
    vía de liberación, que a pesar de todo …yo la
    quería. Y no escuchaba ruidos mientras vivía con
    ella
    (Almudena Grandes, 1998: 27).

    Estas relaciones de amor/odio, abandono/esclavitud,
    dependencia/ liberación dibujan un universo narrativo
    determinado por unas constantes que perfilan unos personajes
    propios de la narrativa de Almudena Grandes. Vale la pena
    detenerse en uno de estos relatos para focalizar mejor al
    personaje y conocer las leyes de su
    funcionamiento narrativo. Para ello detengámonos en el
    cuento "Amor de madre", incluido también en Modelos de
    mujer
    .

    El texto comienza
    en media res como para reestablecer la supuesta continuidad de un
    diálogo
    con otro, ¿el lector?; dicho diálogo viene desde un
    antes indeterminado, como es frecuente en varios de los cuen- tos
    que forman parte de este libro. Comienza la puesta en escena ya
    que el yo narrador, fuerte y omnímodo, la madre innominada
    que habla y cuenta la historia, realiza una representación
    frente a un público, un ustedes que es varias veces
    interpelado en el texto: Es ella, ¿no se acuerdan?, mi
    hija Marianne, la jovencita que está a mi lado en esta
    diapositiva, la misma… A ver voy a quitarme de delante para que
    la vean mejor…
    (Almudena Grandes, 1996: 125).

    Lo que la narradora muestra
    después de apartar su cuerpo, lo que ella llama una
    diapositiva, no es otra cosa que un anuncio publicitario incluido
    en el libro y al que el cuento de entrada nos remite. En esta
    imagen vemos una escena singular: una mujer gruesa ríe a
    mandíbula batiente sentada junto a una hermosa joven que,
    mientras sonríe levemente, extiende su brazo hasta casi
    tocar al apuesto joven que con el rostro ladeado, mostrando
    disgusto, parece obligado a cortar un leño con un hacha.
    Se trata del anuncio publicitario de una cerveza alemana
    como lo demuestra la frase que en alemán nos dice al pie
    del mismo: una cerveza como nosotros.

    Ahí comienza el proceso de desrealización
    que se plantea en el cuento. ¿Qué es lo ocurre?
    ¿De qué nos habla esta madre/loca/alcohólica
    y a quién lo hace? En seguida nos aclara que, de no ser
    por la conducta de su hija, no asistiría regularmente
    todos los lunes y jueves a esas reuniones, en una de las cuales
    se encuentra, supuestamente, en el momento de la
    enunciación de su discurso.
    Según las pistas que la narradora va ofreciendo,
    ésta habla ante un grupo de
    Alcohólicos Anónimos a los que les confiesa su
    adicción, la cual no tiene otro origen que la conducta
    irregular de su hija. Así este personaje se nos va
    perfilando como una madre antropofágica que quiere
    vampirizar la vida de su hija, anularla, confiscarle la
    existencia para convertirla en un apéndice suyo. El
    personaje nos hace saber que es una alcohólica convicta y
    confesa, que es viuda, homófoba y racista y que su
    único valor es
    el dinero,
    además del amor hacia su hija entendido como sometimiento,
    sobreprotección y anulación de la libertad, de la
    independencia
    de acción
    y de decisión de su hija.

    Toda esta concepción de lo que debe ser la
    relación madre/hija, según la narradora, hace que
    la misma —una vez comenzada la adolescencia
    después de una infancia de niña mona, obediente y
    limpita, de niña perfecta cual anunció
    Nestlé, el sueño de toda madre—, se convierta
    en una tormenta en la que la hija rebelde chilla y se marcha de
    casa para lanzarse a una vida bohemia. Para hacer más
    patente su rebeldía la chica se enamora de jóvenes
    extranjeros, negros y/o homosexuales, en clara provocación
    y confrontación a los valores
    racistas e intolerantes de la madre. Aquí es observable la
    ironización por parte del enunciador implícito del
    modelo de vida ideal que sostiene la madre, modelo proveniente de
    la publicidad, con
    el que la hablante demuestra su alienación en medio de la
    sociedad de
    consumo y la
    manipulación de que es objeto sin tener la menor conciencia de
    ello. Esta ironía con la que son presentados los valores del
    personaje en cuestión demuestra la crítica
    sociológica propia de los textos de Almudena Grandes, su
    depreciadora mirada hacia las aspiraciones pequeño
    burguesas, una vertiente muy notable si atendemos a los
    contenidos ideológicos de sus obras.

    Volviendo al cuento que nos ocupa constatamos que la
    fatalidad o la suerte, según lo veamos desde el punto
    vista de la hija o de la madre, intervienen. La chica, Marianne,
    tiene un terrible accidente después del cual debe
    convalecer dolorida al amparo de la
    madre. Los fármacos y calmantes son el paliativo a sus
    dolores y su perdición, porque la madre aprovecha para
    administrarlos en exceso y para retener perennemente a su hija
    sometida de nuevo a su poder. Asimismo decide que Marianne debe
    casarse para ella hacer de madre feliz y orgullosa en la
    ceremonia nupcial, como toda madre que se precie, y luego poder
    tener nietos como corresponde. Así que de madre posesiva y
    alcohólica pasa a ser, como si con ello tuviera poco, una
    madre delincuente: secuestra a un chico que le simpatiza, el
    empleado del banco del que es
    cliente, para que
    se avenga a convertirse en marido de su hija. Todo a punta de una
    pistola siempre amenazante a la espalda del infortunado novio, de
    ahí la cara de disgusto que se le ve en la
    dispositiva.

    Es así como ese drama que es la maternidad,
    según la opinión de la narradora, le justifica y
    legitima el derecho de disponer lo que su hija debe hacer con su
    vida. Hasta aquí, nuestra lectura
    demuestra que la visión de la madre que nos ofrece
    Almudena Grandes carga la mano y se inscribe dentro del tema de
    la matrofobia que tan larga tradición tiene en la
    literatura de mujeres como ya hemos dicho. Sin embargo
    todavía podemos darle otra vuelta de tuerca a los
    significados del texto, dentro de las varias lecturas que pueden
    hacerse del mismo, orientada en este caso por una de las
    interpelaciones que la narradora hace a sus callados y asombrados
    oyentes. Al acercarse el final la narradora se dirige a alguien
    en singular y le dice: se lo aseguro.

    ¿Se trata entonces de una madre
    "filiofágica", si se puede aceptar el término, o
    sólo es una loca cuya historia de posesión y
    secuestro, de
    familia feliz
    y armónica —suegra, hija, yerno—, sólo
    ocurre en su imaginación enajenada, cual thriller
    que se representa en presencia del psiquiatra? La foto imposible
    tomada sólo cuatro días antes de que la narradora
    cuente su historia y que no es otra cosa que una imagen
    publicitaria, parece corroborarlo, al igual que la forma
    utilizada para contarla ya que hay que agregar, además,
    que la misma es relatada como si a la narradora no le importara
    realmente la opinión de sus interlocutores, es decir, su
    posición narcisista sólo está interesada en
    el propio acto de comunicación en sí mismo, en la
    expresión gratuita del descabellado contenido de su
    exposición, contenido que al fin de
    cuentas es lo
    que menos importa. Esta madre enajenada demuestra que lo
    único que le interesa es el mensaje del que ella misma es
    su principal receptora, como suprema protagonista de la
    desubstancialización posmoderna, de la lógica
    del vacío
    (Gilles Lipovetsky, 1986: 15).

    Sea cual sea el sentido final que le adjudiquemos a la
    historia no hay duda de que la imagen de la mujer como
    madre en la narrativa de Almudena Grandes no sale bien parada.
    Podríamos decir, en descargo de la autora, que la mirada
    sobre las mujeres de muchos de los textos escritos incluso por
    escritoras feministas tampoco es muy complaciente ni compasiva,
    bástenos leer el estudio de Pilar Hidalgo sobre la novela de
    mujeres de los últimos veinticinco años en el mundo
    de habla inglesa, al que ya hemos hecho referencia, o al de
    Geraldine Nichols sobre La narrativa femenina de la España
    contemporánea
    (1992). Una explicación de la
    perspectiva negativa que toma la autora ante la imagen de la
    madre podríamos encontrarla en el sentido de orfandad que
    padeció durante su infancia y que confiesa en el
    prólogo que precede a su único libro de cuentos
    publicado hasta ahora y que significativamente titula Memorias
    de una niña gitana
    . Allí nos pone al tanto del
    síndrome de abandono imaginario, de su carencia de amor
    materno, carencia que la impulsó a buscar la
    compensación en la escritura:

    Entre todas las imágenes que guardo de mi
    infancia ninguna me conmueve tanto como la aplicación de
    esa niña gorda y muy morena, demasiado morena
    —nueve, diez, once años vividos bajo el gratuito
    terror de haber sido efectivamente recogida por caridad por unos
    gitanos—, mientras se afana en silencio sobre una gran mesa
    de comedor, quieta y sola en la tarea de ajustar cuentas con el
    mundo. Lo primero que escribí fue un cuento, y la
    pasión —entre el miedo y la duda, la justicia y el
    amor— me llevó de la mano. Porque yo no
    quería ser la primera de la clase, no pretendía la
    admiración de mis familiares, no buscaba elogios, ni
    ventajas, ni recompensas. Yo sólo aspiraba a ser la
    verdadera hija de mi madre,
    a dormir tranquila por las
    noches, a enderezar el mundo, y mi destino con él, de una
    vez y para siempre
    (Almudena Grandes, 1996: 13)

    La narrativa del posfeminismo angloamericano más
    reciente está ofreciendo otra visión de la figura
    materna, ahora es posible encontrarse con buenas madres que
    muchas veces apoyan a sus hijas o son incomprendidas por ellas
    debido a sus desequilibrios emocionales o a su posición
    errada en el mundo; lo que conduce, sin duda, hacia una
    revalorización de esta figura. Con ello la literatura hace
    una significativa aportación, desde el imaginario
    femenino, a la educación
    matrilineal, entendida como el proceso en el que las mujeres
    enseñan y aprenden conocimientos, habilidades, actitudes,
    mitos, ritos e
    ideales de otras mujeres, a través de una
    genealogía femenina que encadena a abuelas, madres, hijas
    y nietas. Para ello hay que ver a la madre como el modelo
    educativo para seguirlo, para negarlo, criticarlo o tal vez
    superarlo
    (Graciela Hierro, 1993:
    399).

    Lo que tal perspectiva implicaría es la
    confrontación de la figura materna y de todas las
    contradicciones que la misma nos produce, traducidas en
    sentimientos de asombro y humildad por su fuerza y
    sufrimiento callado; furia y desesperación por su
    debilidad; indignación tal vez por el abuso frente a la
    hija
    (Graciela Hierro, 1993: 399). Sin embargo, estas
    contradicciones deben ser asumidas por las mujeres a
    través de duros procesos de
    introspección que sin duda llevarían a la
    epifanía que nos permita descubrir el alto valor de la
    cultura
    femenina y contribuir con su creación, conservación
    y transmisión. Sólo así, conociendo la
    historia de nuestras madres, como bien apunta Graciela Hierro,
    podríamos establecer de manera positiva los lazos que unen
    una generación con la siguiente. Esto nos
    permitiría aceptar sin conflictos que nos separen de
    nuestras madres —actitud
    errónea que tanto ha lesionado la identidad femenina al
    privarla de sus raíces—, el legado que a pesar de
    que muchas veces ha tenido la impronta negativa de debilidad y
    locura, no debe hacernos olvidar que también hemos
    recibido gratuitamente de nuestras madres una fuerte carga de
    ternura, así como invalorables ejemplos de fortaleza y
    creatividad.

    Sólo falta entonces que Almudena Grandes, quien
    en sus textos privilegia la genealogía masculina, los
    aprendizajes legados por los
    abuelos, ponga su indiscutible talento y su prodigiosa pluma a
    favor de la construcción de este imaginario femenino
    donde sea posible el hallazgo de nuevos modelos de madre, que
    aporten alguna propuesta, alguna utopía que apunte hacia
    buen norte, hacia la búsqueda y construcción de la
    subjetividad femenina tan difícil de lograr en medio de
    estos aires posmodernos que nos dispersan.

     

    BIBLIOGRAFÍA

    GRANDES, Almudena. (1989) Las edades de
    Lulú.
    Barcelona: Tusquets.

    __________, (1996) Modelos de mujer. Barcelona:
    Tusquets.

    __________, (1998) Atlas de geografía
    humana.
    Barcelona: Tusquets

    HIDALGO, Pilar. (1995) Tiempo de mujeres. Madrid:
    horas y HORAS.

    HIERRO, Graciela. (1993) "La educación
    matrilineal. Hacia una filosofía feminista de la
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    latinoamericana ante el reto del siglo XXI.
    (IX Jornadas de
    Investigación Interdisciplinaria sobre la
    mujer). Instituto Universitario de Estudios de la Mujer. Universidad
    Autónoma de Madrid,
    1993.

    LIPOVETSKY, Gilles. (1986) La era del
    vacío.
    Barcelona: Anagrama. NICHOLS, Geraldine. (1992)
    Des/cifrar la diferencia. Madrid: Siglo Veintiuno
    Editores.

    REDONDO GOICOECHEA, Alicia. (1998). "Almudena Grandes".
    En Annie Bussière-Perrin (ed.) Le roman espagnol
    actuel. Tendances et perspectives, 1975-2000.
    Universidad de
    Montpellier.

     

    Bettina PACHECO OROPEZA

    En Revista
    Virtual Contexto, Vol. 5, N° 7. Julio/Diciembre
    2001

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