Algunas Reflexiones sobre la Poética de Relación de Édouard Glissant
RESUMEN
Este artículo muestra la
importancia del combate emprendido por el martiniqueño
Edouard Glissant contra la intolerancia. Hoy por hoy se habla
mucho de multiculturalismo y de plurilingüismo, sin embargo,
la realidad nos confirma que existen pocas repercusiones en el
ámbito de la paz. Según E. Glissant, sólo la
Poética de la Relación puede llevar a los pueblos a
renunciar a la espiritualidad, a la mentalidad y al imaginario
estimulados por una concepción identitaria de la
raíz única. En toda su obra (ensayos,
novelas,
poemas,
entrevistas y
discursos
pronunciados como miembro de la UNESCO), se percibe la
intención de hacernos reflexionar sobre los males de
nuestro mundo a partir de la experiencia inédita del
Caribe. Incansable, Glissant canta todas las categorías de
La Relación: El mundo como Relación, en lugar del
mundo como imposición y soledad, la identidad
rizoma destruyendo el principio de filiación sobre el cual
se apoya la legitimación del poder, y una
praxis, es
decir, la relativización promulgada por el pensamiento de
la traza punto fundamental de su pensamiento para darnos como
ofrenda la creolización del mundo.
Palabras clave: Relación, identidad
rizoma, creolización.
ABSTRACT
This article shows the importance of Edouard
Glissant’s fight against intolerance. Now’s days,
multiculturalism and plurilinguism are increasingly talked about,
but unfortunately today‘s world shows few repercussions in
the field of peace. According to Glissant only the Poetic of the
Relation can bear peoples towards a renunciation of their
spirituality, mentality and imaginary stimulated by a conception
of the unique root. In all his work (essays, novels, poems
speeches given as a member of UNESCO) it is clear his intention
to make us reflect on the evils of our world from the unedited
Caribbean experience. Tireless Glissant states all the categories
of the Relation: The world as a Relation in place of the world as
un imposition and solitude; the rhizome identity destroying the
principle of filiations on which power legitimating and praxis
are supported, that is to say, the promulgated relativity by the
trace though, in order tom finally give us as un offering the
creolization of the world.
Key words: Relation, rhizome identity,
creolization.
RÉSUMÉ
L’objectif de cet article est de montrer
l’importance du combat mené par le martiniquais E.
Glissant contre l’intolérance. De nos jours on parle
beaucoup de multiculturalisme et de plurilinguisme, mais
malheureusement l’actualité nous confirme
qu’il existe peu de répercussions en ce qui concerne
la paix. Seule, selon lui, la poétique de la Relation peut
faire renoncer les peuples à la spiritualité,
à la mentalité et à l’imaginaire
stimulées par une conception identitaire de la racine
unique. Dans toute son oeuvre (romans, poèmes, essais,
entretiens et discours prononcés en tant que membre de la
UNESCO) se dégage une intention, celle de nous faire
réfléchir sur les maux de notre monde à
partir de l’expérience inédite des
Caraïbes. Inlassable, Glissant chante toutes les
catégories de la Relation : le monde comme Relation
à la place du monde comme imposition et solitude;
l’identité – rhizome détruisant ainsi le
principe de filiation sur lequel s’appuie la
légitimation du pouvoir, une praxis,
c’est-à-dire la relativisation promulguée par
la pensée de la trace point fondamental dans la
démarche glissantienne pour nous donner enfin comme
offrande la créolisation du monde.
Mots clés: Relation, identité
– rhizome, créolisation.
Hay que ser absolutamente errante, múltiple,
afuera y
adentro. Nómada… Si se es demasiado
familiar con un
sitio, si se está demasiado enraizado en un
lugar, no se
puede escribir con la verdad sobre ese sitio. Se
mistifica
Maryse Condé
Édouard Glissant ha dedicado vida y obra a
plasmar una obsesión: La resistencia a
todo tipo de dogmatismo. Frente a las manifestaciones actuales de
las culturas atávicas, como la imposición de
la
globalización, el auge del neoliberalismo
económico, facilitado por el mito del Uno,
y, peor aún, el terrorismo
ligado a una especie de inmersión peligrosa dentro de la
religiosidad, Glissant reflexiona sobre los males de nuestro
mundo a partir de la experiencia inédita del Caribe y
despliega toda una "maquinaria de guerra", es
decir, repeticiones, en el sentido Deleuziano, para hacer
renunciar a los pueblos a la mentalidad y al imaginario
estimulados por una concepción identitaria de la
raíz única.
Frente al hormigón del pensamiento del Uno, el
escritor martiniqueño impone incansablemente la
visión de un mundo que sobrepasa lo barroco, yendo
más allá de la polifonía (con el
multilingüísmo) y resultando más imprevisible
que esas iglesias de América
del Sur donde los ángeles son indios, la virgen negra,
las catedrales… vegetaciones de piedra (1997:
116)
La Pretensión del Uno
La idea del Uno, según el poeta, es un
engaño. El Uno se esfuerza por esconder lo múltiple
del ser o peor aún es una exaltación mística
que aniquila los siendo. Desgraciadamente, los
fundamentalismos están a la orden del día: mientras
que Oriente excluye por la fuerza al
Otro; de manera más perniciosa, Occidente, a través
del estímulo de la ciencia,
difunde el deseo de mismidad. Además, de ser una variante
de la concepción hegeliana del mundo, que omite al otro,
situándolo a las puertas de la historia
universal, lo integra a un sistema de
producción. La intole- rancia tiene el
mismo rostro que la avidez de beneficios. Los descubridores no
vienen a descubrir nuevas culturas, sino a apropiarse, invertir y
explotar las tierras ajenas. Los conquistadores son descubridores
mercantes. Todo un dispositivo fue establecido: bancos,
navegación de ultramar, trata de esclavos, minas,
monocultivos, mercadeo
internacional.
En el "descubrimiento", entonces, sólo el mundo
europeo descubre los otros mundos. El choque de los mundos
entrados en relación establece el mundo como "Uno". En
L’intention poétique Glissant precisa: si
examino a Occidente, veo que decididamente no ha cesado de
concebir al mundo inicialmente como soledad y, enseguida, como
imposición (1969: 328) El actual proceso de
globalización se entiende como
imposición de Occidente. Es un sistema de mundo construido
a partir del mercado
transnacional y mundial que provoca una reestructuración
de las ciencias
sociales, buscando así nuevas estrategias para
legitimizar su hegemonía económica, política y lingüística. Walter Mignolo en
Pensar en los Instersticios (1999) resalta que la misión
civilizadora ha sido la justificación ideológica de
la expansión económica. Así, Europa ha
marginado el resto del mundo, haciendo que ella sea el
único lugar de la enunciación, mientras que las
otras civilizaciones sean el lugar enunciado; la
globalización ha restituido el espacio y el lugar.
Asistimos a la multiplicación de las historias locales,
pero, se interroga Walter Mignolo, si se considera la
posición ambigua de la antropología frente al imperialismo
económico, es totalmente legítimo dudar de las
buenas intenciones post-coloniales. ¿No estarán
ellas presentes dentro del contexto académico con el fin
de poder modernizar y una vez más optimizar los
beneficios? El problema es complejo.
En lugar de cimentar su pensamiento a partir de la
localización del lugar de enunciación, Glissant va
a buscar el lugar común, es decir, el de la
Relación. Constata que la erradicación, la
deposesión, el sistema jerárquico de la
plantación, no impidieron a los pueblos antillanos crear
otra realidad imprevisible y múltiple, es por eso que,
según él, se debe cantar el punto de
"intersección". Lo que pasó en el Caribe no fue
solamente un encuentro, un choque, un mestizaje cultural, sino
también una dimensión inédita que permite
estar allí y en otra parte, enraizado y abierto, perdido
en la montaña y libre sobre el mar, en acuerdo y en
exilio.
Identidad Rizoma
Según Glissant, existen dos formas de cultura: las
culturas atávicas y las culturas compuestas. Las primeras
sintieron la necesidad de apoyarse en el Mito de la
Creación del Mundo, pero, explica él: hay en el
mito una violencia
escondida que se adhiere a la túnica de la
filiación y que recusa en absoluto la existencia del Otro
como elemento de la Relación (1990: 62). La
"filiación", tiempo
notariado, genealógico, que hace del más humilde de
los mortales descendiente la primera criatura divina, es
realmente un modo que permite asegurar su
hegemonía.
Las culturas compuestas no han tenido la oportunidad de
crear una Génesis, puesto que son culturas nacidas de la
historia
(historia que ha sido obliterada). Glissant usa una palabra de su
invención, digénesis, para hacer referencia a la
gestación de esas culturas que tuvieron por vientre el
barco negrero y que han descubierto el mundo en la sangre y el
terror.
Pero el mundo es complejo y, si miramos el mapa
político, notaremos cuánto difiere del mapa de las
identidades culturales. Esta asimetría es evidente en el
origen de numerosos conflictos. Si
los países como los de Europa del este y del África
han roto ciertos dogmatismos y han tenido éxito
saliendo de la colonización, no podemos decir lo mismo de
su proceso de descolonización; al contrario, podemos
constatar un resurgimiento de la identidad de raíz
única. ¿Por qué? Porque el miedo reina:
excolonizadores, excolonizados, opresores actuales, oprimidos
actuales, todos tenemos miedo del hecho de que intercambiando con
el otro y cambiando nosotros mismos, nos veamos amenazados de
diluirnos, de desaparecer. Para asegurar su expansión, las
culturas atávicas se han aprovechado de una especie de
estupor de sacralidad, del concepto de una
identidad basada sobre la exclusividad y la exclusión.
Basta ver el caso palestino para comprender la amplitud del
problema. Según Glissant:
Los libros
fundadores enseñan que la dimensión de lo
sagrado
no es otra cosa que la profundización del
misterio de
la raíz. El judaísmo, la cristiandad, el
Islam,
parten de la
misma creencia en una verdad revelada. Tres
religiones
monoteístas aparecidas alrededor del
Mediterráneo y que
han engendrado todas ellas absolutos de espiritualidad
y
colmos de exclusión, elevaciones de suprema
intensidad y,
asimismo, fundamentalismos, paso a paso
exacerbados
(1997: 157)
Frente a esta armazón del pensamiento
único, de la raíz única, los pensamientos de
sistema quedan impotentes, porque terminan dentro de otras formas
de absoluto. Sólo un cambio dentro
de nuestras poéticas, es decir, nuestros imaginarios, nos
llevará, según Glissant, a pensar el mundo dentro
del respeto a la
diferencia y a la diversidad. Ante imaginario que desde
antaño ha consistido en desear y conquistar, teniendo como
consecuencia el aumento del territorio —lo que Glissant
llama "el nomadismo de la flecha" — el poeta propone un
imaginario de la puesta en relación de los unos con los
otros, donde toda jerarquía ha sido abolida, imaginario
que él describe como "un pensamiento archipiélago",
a la imagen del
Caribe, destinado a la puesta en contacto de todas las formas de
cultura, del encuentro, de la interferencia, del choque, de
armonías y desarmonías entre culturas dentro del
Tod – mundo (1997: 194). A partir del concepto de
Relación, Edouard Glissant va a crear toda una red al servicio de un
vasto proyecto de
descolonización, empezando por sustituir el concepto de
identidad – raíz – única por el
de identidad Rizoma. Aquí podemos apreciar la
enorme influencia que ha ejercido la filosofía de Deleuze
y Guattari en la obra de Édouard
Glissant. En un complejo estudio titulado Mille
Plateaux (1976), Deleuze y Guattari se oponen a la
fórmula de Lacan "buscar la raíz"; si el
psicoanalista concibe el Ser dentro del lenguaje
dominado por la existencia de un amo significante, ellos piensan
que lo que permanece en la profundidad de los cuerpos y del
inconsciente son disposiciones del deseo que no cesan de provocar
líneas de escape. Imaginemos por ejemplo una fuga de Bach.
A partir de la partitura, existe una multitud de trasformaciones
posibles, la melodía de base puede así desaparecer
y nuevos acordes nos inundan y proliferan ‘como la mala
hierba" (las improvisaciones de Jimmy Hendrix son otro ejemplo).
No se trata de competencias,
más bien de resultados animados por el deseo. Cuando
Deleuze y Guatarri escribieron el Anti-Edipo a dúo,
dispusieron "las mesetas", toda una multiplicidad conectable, que
se comunican unas con otras a causa de micro fisuras (de
Lézarde, diría E. Glissant). Estas micro fisuras
toman la imagen de un rizoma que ellos simbolizan con la
fórmula a n-1 (imaginemos, por ejemplo, mi mano
activando una marioneta, mi voluntad no es suficiente para
manipularla, es el sistema nervioso
y músculo esquelético los que se ponen en
marcha).
El pensamiento occidental sigue la lógica
del árbol, del calco y de la reproducción. Este hecho lleva a las
culturas compuestas a una gran contradicción. Tomemos el
caso de los antillanos, quienes buscan, según Glissant, en
un allá, es decir, en la metrópoli o en
África, su raíz. En el primer caso, los antillanos
optan por la asimilación; en el segundo caso practican no
un retorno sino, más bien, un desvío. El nombre de
Fanon, que aún resuena en las antiguas colonias francesas
del norte de África, en Martinica, su tierra natal,
no genera ninguna conmemoración, esto se debe a que
él trasportó su lucha contra la colonización
a un allá que no es el suyo. Resultó lo mismo con
el jamaiquino Marcus Garvey, pero, en este caso, el movimiento no
resistió a la tentación de hacerse
atávico.
Calibán busca entonces destruir a Próspero: la
reivindicación identitaria reposa dentro de peligrosas
derivas.
Desafortunadamente, la historia contemporánea nos
ofrece numerosos ejemplos. Si estudiamos de cerca su novela
poética La Lézarde nos damos cuenta que si
la novela se
construye a partir del dúo montaña–mar, a
partir de la relación entre dos hombres, uno solitario
pero solidario, el otro popular, vemos que esto es justamente
porque el narrador busca extirpar la raíz, ( el centro, la
metrópoli)
El lugar, escribe él, la cuba, la
caldera y la ebullición! Si el
mar que es una sola risa, un solo día dentro de
nuestros
días, un nacimiento, un grito inicialmente
anudado, oscuro,
y que pronto se aclara y siembra. He oído
esta palabra y
ella se clavó en mí: Era una
raíz. Conocí a Mathieu y a
Thaël y a todos sus amigos: ellos fueron mis
hermanos, ellos
fueron mis tutores en el ascenso al mundo y la
verdad.
Conocí a Valérie, y he aquí, hay
en mí esta raíz, que intento
arrancar, pero su sujeción es más
fuerte, y mis fuerzas me
traicionan. Cuando yo tome mis manos sobre el
cuerpo
rugoso, cuando yo haya tirado con el peso
irresistible, cuando
el recuerdo sea tranquilo y fuerte, vago en palabras
y
rico de sabores, entonces el lugar para mí
habrá aparecido.
(1958: 216)
El lugar es las Antillas, una realidad múltiple y
compleja. Es concibiendo entonces la antillanidad, hasta ahora
descuidada, que E. Glissant va a redescubrir y hacer compartir el
verdadero valor de este
inédito laboratorio.
Utópico, tal vez, él enriquece su visión en
la Poétique de la Relation (1990):
No abdicamos a nuestras identidades cuando nos
debemos
al Otro, cuando realizamos nuestro ser como
participante
de un rizoma centelleante, frágil y amenazado
más
vivaz y obstinado, que no es una concentración
totalitaria
donde todo se confunde en el todo, sino un sistema no
sistemático
de relación donde adivinamos lo imprevisible
del
mundo.
El Lugar Relacional
En el "andar" glissantiano la necesidad del yo
identitario se inscribe dentro de un contexto revolucionario que
integra relaciones particulares con el espacio. En efecto,
éste deja de ser percibido como territorio, es decir, como
un espacio conquistado y defendido, como espacio de
exclusión. En la obra Texaco de su paisano Patrick
Chamoiseau aparece un lugar donde el suelo es libre
debajo de las construcciones, donde el territorio da lugar a
la tierra.
Inspirados por los mitos
amerindios, estos autores substituyen el sentimiento de
pertenencia por la noción de Relación.
Édouard Glissant en la Poétique de la
Relation justifica esta posición :
Se debate por
ejemplo, a propósito de las Antillas la
legitimidad
de la « posesión » de la tierra.
Según las leyes
misteriosas de la raíz, los únicos
poseedores del archipiélago
serían los Caribes o sus antecesores, que
fueron exterminados.
La fuerza constringente de lo sagrado lleva
siempre
a buscar quiénes eran los primeros ocupantes de
un
territorio (los más cercanos a la
creación original). Está
búsqueda vana fue anulada ya con la masacre de
los indígenas,
la cual desenraizó lo sagrado. A partir de lo
cual la
tierra antillana no podía hacerse territorio…
Sí, la tierra
martiniquesa no pertenece, en absoluto enraizada, ni a
los
hindúes, ni a los mulatos. Pero lo que es una
consecuencia
de la expansión Europea (el exterminio de los
indígenas
precolombinos, la importación de nuevas poblaciones),
es
el hecho mismo que funda una nueva relación con
la tierra:
no el absoluto sacralizado de una posesión
ontológica, sino
la complicidad relacional. Aquellos que sufrieron la
coacción
de la tierra, que quizás desconfiaron, o que
quizás
intentaron huir de ella para olvidad su esclavitud,
comenzaron
también a crear nuevos lazos con ella, donde la
intolerancia
sagrada de la raíz con su exclusión
sectaria no tenía
más lugar. (1990: 48)
La búsqueda del lugar, lo vemos de golpe, se
inscribe en Édouard Glissant dentro de un vasto proyecto
de escritura que
excede largamente el registro de las
reivindicaciones de países dominados. Él propone
tejer entre el hombre y la
tierra relaciones privilegiadas e imprescriptibles, sobre un
esquema que no funcione con la legítima posesión
del territorio sino sobre una puesta en Relación del
hombre y de la
tierra. Contrariamente a lo que pasa en los mitos fundadores,
esos mitos de la creación del mundo donde el territorio ha
sido dado a un pueblo elegido por sus dioses y es transmitido en
posesión legítima a los descendientes, hay en la
historia de las Antillas una ruptura de la filiación. En
consecuencia, de acuerdo a estos mitos, el pueblo antillano es
ilegítimo, su génesis es el barco negrero. No se
trata de una génesis sino de una digénesis, es
decir, de un nacimiento a partir del cual uno puede divergir. Por
lo tanto Glissant ve una urgencia en la invención de su
propio modelo de
lugar.
Evidentemente, éste no es occidental, no
corresponde al territorio del estado–nación.
Según él, el modelo es el del lugar
digénico, el del lugar relacional, el del lugar en
expansión espiritual y no en expansión de conquista
y de territorio. Glissant lo ilustra en Le Tout Monde
(1993) demostrando que es el pensamiento de la errancia el que
introduce a lo diverso: entonces, el lugar es como el rizoma,
está compuesto de entradas y sentidos
múltiples:
Mathieu planeaba en un vértigo que mezclaba los
espacios
de los dos sitios, Gênes Venazza y la bruma de
dos épocas,
el fin de esa que ellos habían llamado la
edad media y
de
esa que llamaron los tiempos modernos, pero eso era
porque
él portaba en sí mismo otro tiempo, que
él erraba los
tiempos… dilataba en sí otros espacios, y
perdido en el
espacio del momento presente. (1993: 32)
Así, el pensamiento de la errancia desbloquea
nuestros imaginarios… ¿Cuál es este viaje
que encierra su fin en sí mismo? …Ni el ser, ni la
errancia tienen término y el cambio es su estado
permanente. (1997: 145 – 146).
Relación y el derecho a la
Opacidad
Édouard Glissant reclama para todos "el derecho a
la opacidad". No se trata de sembrar el hermetismo o el
oscurantismo, sino encontrar la vía a tomar para lograr un
verdadero respeto de la alteridad. En este sentido, la
Poética de la Relación se une con la cautivante
obra de Octavio Paz
La llama doble cuando escribe: No somos trasparentes ni
para nuestros semejantes ni para nosotros mismos y encadena
el amor es una
quiniela extravagante sobre la libertad. No
la mía, la del otro (Glissant, 2002: 58). El objetivo de
Glissant es el de llevarnos a pensar y a vivir de otra forma esos
contactos que desafortunadamente no son siempre armoniosos, que
pueden recaer en la violencia, el miedo hacia el Otro. Los
antillanos han conocido o son los descendientes de aquellos que
conocieron esta violencia y ellos saben que a través de
estos choques pueden surgir nuevos discursos.
En efecto, ellos descienden a la vez de África,
de Europa, de la India y de
Asia. Su
identidad y su cultura debe pensarse bajo modalidades
dialógicas y paradójicas que desembocan en un
mestizaje, el cual se comprende no como una síntesis
sino como una especie de diferenciación abierta. Es por
esto que los escritores antillanos como Glissant nos invitan a
abordar la realidad compleja de las sociedades
humanas de hoy a partir de la experiencia del Caribe, porque en
esta área se ha intentado superar el racismo, la
asimilación y todas las otras figuras de la
negación de la alteridad.
A propósito de la manera como puede darse la
Relación con la alteridad Glissant escribe lo
siguiente:
Si examinamos el proceso de la
«comprensión» de los seres
y de las ideas en la perspectiva del pensamiento
occidental,
encontramos a su principio la exigencia de la
transparencia.
Para poder «comprenderte» y, por lo tanto,
aceptarte,
debo llevar tu espesor a ese barómetro ideal
que da
motivo para comparar y quizás juzgar. Debo
reducir. Aceptar
las diferencias es desde luego trastocar la
jerarquía del
barómetro. "Entiendo" tu diferencia es decir
que la relacio-
no, sin jerarquía con mi norma. Admito tu
existencia, dentro
de mi sistema. Te creo una nueva vez pero
quizás tengamos
que terminar con la idea misma del barómetro.
Conmutar
toda reducción, no solamente consentir el
derecho a
la diferencia, sino mas allá, al derecho a la
opacidad, que
no es el encierro dentro de una singularidad
irreducible.
Las opacidades pueden coexistir, confluir, tramando
tejidos
de forma tal que la verdadera comprensión
portará
sobre la textura de esta trama y no sobre la naturaleza
de
los componentes. (1990: 204)
Así, pues, Édouard Glissant intenta
incitar a través de los imaginarios, una cultura de la
"Relación". Incansable, despliega todos los argumentos
posibles para hacernos comprender que no se trata de tolerar al
Otro a condición de que se nos parezca o que acepte vivir
y pensar como nosotros, sino que de hecho podamos vivir con el
Otro y respetar "su opacidad".
La Creolización
La palabra creolización viene por supuesto de eso
que llamamos el creol, esa realidad compuesta de elementos
lingüísticos heterogéneos que nació en
el universo
cerrado de la plantación. Cuando Glissant escribe en la
Poética de la Relación : Je vous
présente la créolisation comme une offrande, no
se trata simplemente de crear una lengua plena
de sutilezas para engañar al opresor, sino, más
bien, de proclamar un modo de enmarañamiento, la
desmedida de la medida del barroco.
En el Traité du tout Monde,
explica: Yo llamo creolización al encuentro, la
interferencia, el choque, las armonías y las
desarmonías entre las culturas, en la totalidad realizada
del mundo –tierra. Sus características
serían:
· La velocidad
fulminante de las interacciones
· La "conciencia
de la conciencia" que nosotros tenemos.
· La íntervaloración que proviene
y que hace necesario que cada uno reevalúe para
sí mismo los componentes puestos en contacto (la
creolización no supone una jerarquía de los
valores).
· La impredectibilidad de las resultantes (la
creolización no se limita a un mestizaje donde las
síntesis podrían preverse).
Finalmente, debemos decir que en vez de incitarnos a
cultivar nuestro jardín a la manera de un Voltaire,
Glissant nos invita a desbrozar y descifrar el mundo en tanto que
multi-Relación. De la división pasamos al tejido,
pero también a la difracción, a una apertura a la
imagen del Caribe.
Cúcuta, 2004
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