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Crítica apriorística de relaciones públicas




Enviado por Leo Araya.



Partes: 1, 2, 3

    1. Introducción
    2. Propedéutica
    3. Ser-se en relaciones
      públicas
    4. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    El objetivo de
    esta crítica
    es cambiar la forma de percibir las Relaciones
    Públicas que por el momento predomina, el mundo cambia
    constantemente, y, mal que nos pese, Relaciones Públicas
    no parece haberlo advertido, y esto, realmente me produce un
    hastió que encuentro como fuerza vital
    para mostrar mi disidencia.

    La lectura
    predominante de Relaciones Públicas me producen cierta
    nausea, esa sensación de "cuadradez", de pacato, de
    estrechez que me encierra en palabras grises, en imágenes
    desgastadas de algún álbum de abuela que siempre e
    indefectiblemente se obstinan en mostrarme las mismas
    imágenes. Ciertas lecturas chatas que se realizan no son
    más que, aprendidas de generación en
    generación y transmitidas con cierto rancio contenido, y
    es que veo, y con cierto desconsuelo, y al menos en la realidad
    que me toca, que los caminos que nos llevan a Relaciones
    Públicas son sepia-tranvía, no encuentro actos de
    liberación sino más bien de esclavitud.

    La hazaña que nos
    cuentan sobre Ivy Lee es sin duda, de un patético
    tratamiento, Ivy Lee ante un choque de trenes lleva a los
    periodistas para mostrarles el "todo", y esto, en resumen, es la
    gran "noticia", con esto, y a partir de los "accidentes
    ferroviarios" que tenemos en nuestras empresas, hacemos
    la "Gran Lee", y se piensa que repetir eso es Relaciones
    Públicas, una gran fantochada, nada más amenazador,
    pues lo que realmente encuentro motivante de esta historia es, la gran lectura
    que tuvo de la época y de su público, y que se
    atrevió a cambiar la estructura
    predominante, pues es esto lo que encuentro plausible, ahí
    es donde radica su gran legado, más no, en el seguir su
    receta, pues algunas veces puede ser nada aconsejable.

    Existe en algunos libros de
    Relaciones Públicas un tratamiento que considero
    necesario, nos hablan de ¿qué entienden por
    Relaciones Públicas?, ¿qué es la
    comunicación?, señal, signo, símbolo,
    diferencia entre dato e información; que es la opinión
    pública, nos hablan de los públicos, de la
    publicidad y la
    propaganda; de
    las internas y externas, no digo en absoluto que no sean
    necesarios estos conocimientos, pero, ¿qué nos
    dicen del por qué?

    Sólo parecen un
    cúmulo de información, una aglomeración de
    datos con los
    cuales nada se puede hacer, están ahí, digeridos,
    estructurados, fríos y tediosos en los cuales alumnos
    adoctrinables fagocitan sin criterio, sin culpa, pensando que el
    recordar lo que se les dice los hace relacionistas
    públicos, ahora sí, cuando llegan a una
    institución no saben qué hacer, pues porque en
    ningún libro nos dice
    qué es lo que se debe hacer.

    Este ensayo al que
    he titulado "Crítica apriorística de Relaciones
    Públicas" es un intento a darle personalidad a
    nuestra ciencia, y
    hablo de personalidad porque son las cualidades que configuran la
    manera de ser de nuestra ciencia, ya no un ente frío, sino
    más bien, una ciencia viva, que irradie calor. El
    título comienza con la palabra "Crítica" porque nos
    referencia "estudio", y es un estudio que he realizado de los
    componentes esenciales de nuestra ciencia, lo ha-saber en sus
    formas y características fundamentales; lo
    "Apriorístico" me refiere a lo "trascendental", aquello
    que se encuentra antes del hecho, antes de lo fáctico, no
    es una teoría
    de lo factible porque devenga del hecho, no teorizo porque algo
    dio resultado y pretendo que así sea para todos los casos,
    sino más bien, es una teoría del pensamiento de
    Relaciones Públicas, una teoría que intenta
    desestructurar el pensamiento para convertirlo en una estructura
    transformable, la estructura de pensamiento de Relaciones
    Públicas debe reestructurarse ante cada objetivo de lo
    ha-saberse, y para esto no hay recetas, para esto existen
    distintos conocimientos y, sobre todo, una actitud.

    El cúmulo de
    conocimientos que nos llegan habitualmente en Relaciones
    Públicas es limitado y de una liviandad intelectual
    desconcertante, la gran mayoría de publicaciones de
    Relaciones Públicas las recomiendo para los alumnos que
    recién se van iniciando en nuestra ciencia, porque nos
    muestran "la cancha", sus medidas, el tipo de superficie, el
    equipo con el que se juega, pero no nos hace jugadores; para
    alumnos en instancias superiores debemos llegar a los
    "átomos" del conocimiento,
    a formar sus aptitudes y actitudes para
    que puedan ser críticos y desenvolverse con absoluta
    libertad en
    los criterios de los distintos y cambiantes
    ha-saberse.

    Este ensayo es en principio,
    el resultado de algunos años de investigación, y principio de investigaciones
    posteriores; el que sea estructurado como ensayo es; y en primer
    lugar, porque debe ser motivo de crítica para mejorar
    nuestro conocimiento, y en segundo lugar, porque descreo de las
    publicaciones con estructuras
    estrictas, este ensayo debe ser leído como un todo, no
    como conocimientos disconexos; es un tratamiento de lo ha-saber,
    sea este para organización de eventos,
    tratamiento de opinión pública, ceremonial y
    protocolo etc.;
    no trato de explicar la mejor forma de organizar un evento, trato
    de que entendamos el por qué de organizar uno; ni tampoco
    cómo se realiza exitosamente un ordenamiento protocolar,
    sino que entendamos que el protocolo es una forma de ordenar,
    pero no la única, no podemos ser esclavos de un protocolo,
    sino más bien, nuestros intereses nos dejaran evaluar
    cuál forma será la de mayor
    conveniencia.

    En una primera parte, a modo
    de propedéutica, hago un sencillísimo tratamiento
    de historia de filosofía o del conocimiento, ya que
    encuentro indispensable estos conceptos para la posterior
    interpretación; en su segunda parte,
    encontraremos mis humildes consideraciones, y espero, le sean de
    alguna utilidad.

    ¿Cuáles son, en último análisis,

    las
    verdades del hombre?

    Sus
    errores "irrefutables".

    "El eterno
    retorno". Nietzsche.

    PROPEDÉUTICA

    Platón en su
    filosofía distingue la duplicidad del sentido de la
    palabra "saber", entre la simple opinión y el
    conocimiento fundado. Es importante a lo largo de este
    trabajo tener
    siempre presente esta distinción ya que posteriormente,
    será necesaria para el estudio del "ser de las cosas".
    Platón
    distingue lo que él llama "doxa", opinión, que es
    el saber que tenemos sin haberlo buscado, y la "episteme",
    la ciencia,
    que es el saber que tenemos porque lo hemos buscado.

    Platón parece hacer
    referencia aquí a la posibilidad de un conocimiento, al
    que podríamos llamarle, al uno, descansado, sin esfuerzo;
    y al otro, un conocimiento esforzado. Pero cómo es que
    llega Platón a
    decirnos que un conocimiento se "busca", porque si aceptamos esta
    "búsqueda", también podría ser aceptable que
    el conocimiento se "encuentra", y este "conocimiento encontrado",
    es, ¿a pesar suyo?, ¿bajo consentimiento de
    conocimiento?.

    Para poder comenzar
    a entender lo que esta búsqueda significa es menester
    adentrarnos, aunque sea someramente, al entendimiento de los
    tiempos y de las distintas corrientes filosóficas que
    acunan el conocimiento del saber, este saber-sabido, este
    saber-se-sabiendo como afirmación del ser, de esta res
    cogitans
    , de las cosas-sabidas-de-saberse.

    Con Heráclito comienza nuestra pequeña
    aventura de enriquecimiento histórico, y con su
    afirmación, "Nunca nos bañamos dos veces en el
    mismo río", qué nos quiso decir Heráclito
    con esta sentencia, su visión de la realidad, no existe un
    ser estático de las cosas, es decir, todo el tiempo estamos
    siendo, para dejar de ser, para ser de nuevo, y dejar de ser, y
    ser nuevamente ad infinitum, lo que hay es un ser
    dinámico, el perpetuo cambiar es la existencia, y esto nos
    encierra en un verdadero problema, debemos negarnos a conocer el
    ser, porque cuando puedo conocer el ser de una cosa, esta cosa
    cambia, y este ser me niega su conocimiento hasta volver a
    alcanzarlo, con esto, el conocimiento fluye en un hacer-se y
    des-hacer-se, esta misma cosa es, y no es, es que nos muestra lo
    inestable en lo permanente, esto que dura en su cambio
    continuo y fluido.

    Según ciertos
    estudiosos, haciendo referencia a Ferrater Mora, surge
    posteriormente la metafísica
    de Parménides de Elea, en donde él encuentra una
    contradicción en la filosofía de Heráclito,
    ¿Cómo es esto de que una cosa es para pasar luego a
    no ser?. La correlación de ser, no ser, ser, no ser,
    parecía no convencer a Parménides y propone un
    principio de razón, que es una de las grandes
    hazañas del pensamiento filosófico, que aun hoy es
    tomada en cuenta, y este principio lógico de razón
    nos dice: "El ser, es; el no ser, no es".

    Con esta primera
    afirmación de Parménides, el grande, según
    Platón, comenzamos a aventurarnos en esta construcción del ser de las cosas, a partir
    de este momento tenemos un conocimiento del que aferrarnos para
    construir la metafísica que luego seguirán
    Platón y llegará a su máxima
    expresión con Aristóteles en esta brillante
    construcción, "lo que es, es, lo que no es, no
    es".

    Este principio que descubre
    Parménides es conocido como "Principio de identidad", y
    a partir de este principio es la base de su construcción
    metafísica y lo lleva a revelar la siguiente
    afirmación: "El ser es único". ¿Qué
    quiere decirnos con esto?, que no pueden haber dos seres, porque
    si suponemos que hay dos seres, lo que distingue a uno del otro
    "es", lo que en el otro "no es", y sería una
    contradicción afirmar este "no ser" como ser de la cosa,
    ya que lo que es, es, y, lo que no es, no es; el ser debe ser
    único.

    Pero no se detiene
    aquí, al contrario, prosigue con su tesis
    argumentando, además de el ser, ser único, podemos
    argumentar que este ser es eterno, ¿por qué?.
    Porque el ser, nos dice, no puede tener principio, y no puede
    tener principio porque tener principio, significaría, que
    antes de ese principio, este ser, no era; y estaríamos en
    la obligación entonces de afirmar la existencia del "no
    ser", afirmar que el ser no es; por eso también se deduce
    que el ser no puede tener fin, ya que el fin del ser admite
    también la existencia del no ser, y así es como
    Parménides llega a la conclusión de que el ser es
    eterno. Pero además inmutable, porque el cambio del ser
    implica también la posibilidad del no ser, en un dejar de
    ser lo que era para pasar a ser otra cosa y dejar de ser lo que
    antes era, y esto es contradictorio para él.
    También agrega que el ser debe ser infinito, ya que el
    pensar que el ser deba tener límites,
    es pensar que este ser, esta siendo para luego dejar de ser a
    partir de su límite, lo cual cae en contradicción,
    ahora bien, si el ser es ilimitado, este ser debe ser
    inmóvil, ya que no puede ser este ser en un lugar para
    luego dejar de ser al estar en otro.

    Ahora bien; todos estos
    predicados del ser parmenídico nos dan como resultado que
    el ser es; único, eterno, inmutable, ilimitado e
    inmóvil.

    Es común el presentar
    la doctrina de Parménides en contradicción con la
    de Heráclito, ya que el primero sostenía que todo
    fluía, y éste segundo afirma en cambio que "todo lo
    que es, es", es decir, todo está en reposo. Ahora bien;
    toda esta doctrina que Parménides afirmaba, y a la hora de
    la demostración, de lo que los hombres ven, no
    podía ser sostenida, a Parménides no se le escapaba
    el ver que el espectáculo que nuestros ojos divisan es
    distinto de lo que él defiende, a pesar de su doctrina de
    lo inmutable, único, eterno, ilimitado e inmóvil,
    se contrapone a la realidad que nos dan nuestros sentidos de un
    mundo contrario, de movimientos, de seres que nacen y mueren, de
    seres que deambulan de aquí para allá.

    ¿Cómo resuelve
    esta contradicción entonces Parménides?, de una
    manera realmente asombrosa y sencilla, afirmando, el mundo que
    conocemos es una ilusión, el mundo sensible (a
    través de los sentidos) es
    una apariencia. Y afirma que existe un "mundo sensible" y un
    "mundo inteligible", y por primera vez en la historia se hace a
    la luz esta tesis
    que nos habla de esta dualidad, la del mundo de lo sensible, o
    aquello que conocemos por los sentidos, ese mundo absurdo que nos
    hace caer en la irracionalidad de aceptar el "no ser", y no en la
    afirmación racional de: "Lo que es, es; lo que no es, no
    es".

    Este punto al que hace
    referencia Parménides con su teoría, es, por
    así decirlo, brillante, pero de poco crédito, y en qué falla, en el
    confundir las condiciones formales con las condiciones reales,
    materiales
    etc. del ser. Una de las formas de entenderlo es pensar en la
    carrera que disputa Aquiles y la tortuga, en ésta, se
    postula que si Aquiles le da cierta ventaja a la tortuga,
    ésta, nunca será alcanzado por Aquiles.

    Y el problema de este asunto
    es exactamente el mismo que el anterior, pensar que si el espacio
    es infinitamente divisible como hecho formal del pensamiento, lo
    es, también, como hecho real; y es que realmente no
    podemos dividir infinitamente el espacio físicamente,
    aunque, al poner nuestro problema al servicio de la
    razón, ésta, nos indique que esto, es
    posible.

    Ahora bien, si seguimos en
    este peregrinar por esta mínima historia de la
    filosofía, nos encontramos con Platón, y a
    éste, heredando tres importantes convicciones de
    Parménides; una, que para descubrir las cosas necesitamos
    del instrumento de la razón; dos, la teoría del
    mundo sensible y la del mundo inteligible y tercero, el arte de discutir.
    Pero también Platón aprende de Sócrates
    cosas muy importantes, por ejemplo, la idea del concepto, que
    Sócrates habría aprendido de los geómetras;
    el mundo moral, con sus
    virtudes, la justicia, la
    templanza etc.

    Qué quería
    lograr Sócrates, pues bien, aplicar la intuición
    intelectual para definir, para encerrar en un concepto, aquello
    que es la justicia, el amor, la
    templanza, o sea, definir el logos, así como los
    geómetras habían definido al círculo. Pero,
    qué es ese logos, Platón analiza y encuentra que es
    una unidad sintética, que forma una síntesis.
    Y eso es la "idea" de Platón, que la forma de la palabra
    griega que nos designa el ver, o sea que idea, significa
    visión, intuición intelectual.

    Pero qué es esta idea
    en-sí misma, es dos cosas, primero, intuición
    intelectual, y segundo, a esta intuición intelectual
    Platón le confiere la existencia real, de modo que las
    ideas son las esencias existentes de las cosas del mundo
    sensible, cada cosa en el mundo sensible tiene su idea en el
    mundo inteligible, y Platón entonces aplica los caracteres
    que Parménides le había dado a las cosas en
    general, o sea, una idea es siempre una, tiene unidad, es
    inmóvil, inmutable, intemporal y eterna. Y estas ideas son
    los conocidos paradigmas,
    son el modelo a que
    las cosas se ajustan imperfectamente. Y cual es nuestra tarea,
    tratar de llegar por medio de la discusión a una
    intuición intelectual del verdadero ser, el de la
    idea.

    A partir de esto, podemos
    argüir que Platón considera como entes reales a las
    ideas, que éstas existen en-sí y por-sí, y
    qué nos quiere decir con esto, que las ideas, son
    en-sí ellas mismas y sólo ellas, y por-sí en
    la medida que no necesitan de nadie para ser, siendo
    por-sí mismas. Y con esto el mundo platónico ha
    quedado edificado, en la tierra, el
    mundo sensible que nos impide ver las cosas tal como son, en el
    cielo, este mundo platónico de las ideas.

    La extensa obra de
    Aristóteles, construida con base a los pilares de la
    filosofía de Platón, tiene muchas coincidencias
    como es lógico pensar, pero también contiene muchas
    controversias al pensamiento platónico. Presenta como
    punto de partida una visión compartida con Platón y
    Parménides, el mundo de los sentidos, este mundo
    espectacular con el que nos encontramos, este que nos aterra y
    que nos ofrece sus colores, matices
    y voluptuosidades no es el verdadero ser, el verdadero ser de las
    cosas es un ser problemático.

    Este ser problemático
    se nos oculta, no nos muestra su verdadero ser-en-sí sino,
    que la explicación de este ser problemático de las
    cosas sensibles consistirá en descubrir detrás de
    ellas lo intemporal y eterno. Y ¿qué es lo que
    existe para Aristóteles?, pues, para Aristóteles
    existen las cosas individuales, y estas cosas individuales son,
    pero, ¿qué es lo que es? ¿en qué
    consiste eso que es?, y tenemos el advenimiento del concepto, la
    idea platónica para hacer inteligible las cosas. Pero
    antes decíamos que el ser es problemático, que no
    se nos devela fácilmente, entonces, ¿qué es
    lo que conocemos de las cosas? , la substancia. La substancia es
    para Aristóteles lo que existe, pero, ¿sólo
    lo que existe?, no, no sólo que existe, sino, lo que
    existe en unidad indisoluble con lo que es con su esencia, y no
    sólo con su esencia sino también con sus
    accidentes. Aristóteles logra bajar del cielo, de ese
    cielo platónico como residencias de las ideas a la
    tierra, las
    cosas para Aristóteles entonces son cosas en-sí que
    tienen una esencia, una substancia y accidentes.

    Entonces para
    Aristóteles lo que existe, ¿qué es? Pues
    bien, para Aristóteles entonces existe por ejemplo, este
    vaso, un objeto que tiene esta forma, compuesto por esta materia,
    también tiene esta finalidad, estos caracteres
    etc.

    El extraordinario esfuerzo de
    Aristóteles por traer el mundo de las ideas a la tierra
    fructifica, obtiene sus resultados en esta peculiar manera de
    tratar de ver y de entender este mundo que nos es
    problemático de saber. Pues bien, para Aristóteles
    entonces existe la substancia, pero esta substancia se nos
    presenta de una manera dual, o sea, tiene estructura doble, por
    así decirlo, la de "existir" y la de "consistir". Este
    sentido existencial y esencial que le da a la substancia es
    descompuesto por Aristóteles en los conocidos conceptos de
    "forma" y "materia".

    Pero no es cuestión de
    pensar que esta materia y forma son conceptos que puedan ser
    pensado como separados, porque, ¿podemos pensar la materia
    sin forma? La respuesta es no, es imposible pensar, poner en
    nuestra mente que exista materia sin forma, aunque sea esta forma
    presentada como deformada, pues su forma bien sería la
    deformidad, deformidad en un sentido estrictamente
    estético por supuesto, ya que sino caeríamos en la
    contradicción de la forma no-formada de la deformidad, y
    esto sería un verdadero absurdo lógico. Pero de la
    misma manera que en el anterior caso, ¿podemos pensar la
    forma sin materia?.

    La respuesta nuevamente es
    no, no es posible tener una imagen mental de
    forma sin materia, porque es justamente la materia la que forma
    la cosa, y la materia, tiene extensión, y si tiene
    extensión, no existe divorcio con
    la forma. A esto llega Aristóteles, la materia sin forma,
    no es; y la forma, pues, sin materia, no tiene
    existencialidad.

    "Real" y "posible"
    corresponden también, como pareja de conceptos a
    forma-materia, esto a lo que llamamos cosa, que es, para
    éste estudio, lo que podemos entender como
    cosa-cualquiera, debe estar imantada de realidad y posibilidad.
    ¿Por qué?. ¿Podemos pensar que algo, un algo
    cualquiera, sea real y no posible? Pues no, la realidad lleva
    implícita su posibilidad de ser, la realidad es a su
    posibilidad de ser; recordemos la sentencia y enseñanza que Parménides nos
    dejó, lo que es, es; lo que no es, no es.
    Aristóteles está impregnado de esta sentencia, que
    algo sea posible conlleva la posibilidad, y de la misma manera
    podemos pensar la contraposición de esta sentencia, si
    algo es posible, ha de ser real, ya que no podemos concebir la
    posibilidad de algo irreal, ya que lo irreal no es, por lo que
    son posibles solo las cosas reales, la posibilidad está en
    lo real y real es posibilidad.

    "Acto" y "potencia" se
    suman a esta lista aristotélica, y es pensado en un
    sentido dinámico, acto es el resultado del advenimiento
    del ser, y llama potencia a la materia en tanto y en cuanto
    ésta materia va a ser. De esto es que Aristóteles
    muestra y demuestra y trata de entender la causalidad, pues, por
    sus cuatro causas. Causa material, o sea aquello de lo que
    está hecho. Causa formal, aquello que la cosa va a ser.
    Causa eficiente, aquello con que está hecho. Causa final,
    que es el propósito con que está hecho.

    Entonces, cómo explica
    Aristóteles que entendemos el mundo, cómo llegamos
    al conocimiento de las cosas, pues bien, a partir de estas
    causas, pero para esto necesita Aristóteles comenzar y
    concluir esta teoría en teología, ¿por
    qué? Porque dios crea el mundo como un artesano su
    artesanía, pero como dios no está en el tiempo,
    crea su obra con sólo pensarla.

    Y por qué podemos
    entender el mundo, porque las cosas del mundo han sido hechas
    inteligentemente, éste supuesto aristotélico de que
    las cosas están hechas por dios y de manera inteligente es
    la garantía de que estas cosas no están hechas por
    azar, sino hechas de manera inteligente; o sea, sin un dios, que
    hizo estas cosas, y si estas cosas hubieran sido hechas por azar,
    no serian inteligibles.

    Dios es pura inteligencia,
    puro pensamiento de sí mismo, y al pensar sus propios
    pensamientos pone en las cosas esa inteligibilidad con las que
    las ha creado, o sea, las cosas tienen inteligibilidad porque
    dios se las dio, y entonces nosotros podemos acceder y comprender
    la inteligibilidad de las cosas porque estas las tienen
    en-sí.

    La teoría del
    conocimiento de Aristóteles es de una sencillez
    extraordinaria, pero no es correcto entender esta sencillez por
    simpleza, por ingenuidad infantil, en suma, por estupidez. Si
    bien cabe aclarar que no existía una teoría del
    conocimiento así como la conocemos en la actualidad, pero
    me tomo la libertad de nombrarla de esta manera por entender que
    a partir de esta teoría se ponía la confianza del
    saber en aquellos tiempos.

    La sencillez a la que hago
    referencia es de otras características, es la sencillez de
    un hombre, que después de un extraordinario esfuerzo
    intelectual ve, y explica el mundo tal como lo ve,
    espontáneamente, este hombre, Aristóteles, es el
    padre, por así decirlo, de nuestra forma de pensar
    sincera, las cosas son en-sí, yo puedo acceder al
    en-sí de las cosas a partir de mi inteligencia.

    Aristóteles es el
    máximo exponente de la escuela realista,
    de la metafísica realista, aquella que dominó dos
    mil años el pensamiento filosófico de la humanidad,
    y en la actualidad domina el pensamiento colectivo de las masas,
    entendido como masa a las personas en general, a las personas en
    su vida diaria, los filósofos en la actualidad han dejado de
    lado éste realismo
    aristotélico, pero sólo y en cuanto hacen
    filosofía, el filósofo más docto en su
    quehacer diario, el filósofo que busca casa para vivir, el
    que se junta con sus amigos para divertirse,
    "el
    filósofo que vive en su vida ordinaria sigue siendo,
    viendo y sintiendo como un realista
    aristotélico"
    por así decirlo, en general, la gente en su vida
    común vive de esta manera, así como
    Parménides había sentenciado, lo que es, es; lo que
    no es, no es.

    Y es ésta, en gran
    medida, la manera que tenemos de conducirnos los hombres en
    nuestra vida cotidiana, en lo que aristotélicamente
    podemos llamar nuestra realidad. Y es aquí donde estriba
    lo simple de la filosofía de Aristóteles, el mundo
    es lo que es, a pesar de que es un mundo problemático, y
    es a través del esfuerzo de la inteligencia que podemos
    entender este mundo, las cosas son en-sí, y son ellas las
    que nos muestran su realidad, su substancia, su esencia, este
    realismo aristotélico fue teniendo pequeñas
    metamorfosis a lo largo de la historia, con San
    Agustín y Santo Tomás de
    Aquino como destacados, más de dos mil años
    hicieron falta para que el hombre
    perdiera su tranquilidad en este mundo aristotélico, y en
    darse cuenta que las cosas en-sí de este mundo, era
    correspondiente a ciertas dudas fundamentales.

    A modo de pequeño
    resumen es que expongo las características fundamentales
    del realismo aristotélico. "Primero: Existen las cosas.
    Segundo: Existen las cosas como inteligibles. Tercero: Existe la
    inteligencia. Cuarto: El hombre es una de las cosas que existen.
    Quinto: El hombre es relativamente inteligente. Sexto: El hombre
    conoce que las cosas son, y lo que las cosas son. Séptimo:
    La actitud suprema del hombre consiste en el
    conocimiento".

    Fueron dos milenios de
    relativa tranquilidad, esta tranquilidad vista desde muchas
    formas, se consolidan los sistemas
    monárquicos, las guerras tienen
    un carácter expansionista, es decir, pueden
    ser estudiadas a partir de ciertos delirios de grandeza de los
    hombres, el pueblo en general tiene vidas apacibles, en general
    viviendo en campesinados donde los mayores miedos pueden ser las
    enfermedades, el
    hombre promedio que nace de campesinos, vive como campesino y
    muere como tal, así sus hijos y los hijos de sus
    hijos.

    Una época marcada por
    ser lo que se es, y como le humanidad en general, los
    filósofos también en su propensión natural
    de contestar a las preguntas metafísicas señalando
    hacia las substancias individuales, las cosas que son, su
    esencia, su existencia, y así durante siglos y siglos la
    filosofía fue sustentándose en la creencia del
    realismo, espontánea y naturalmente aristotélica,
    donde esta creencia fue enraizando en los espíritus hasta
    convertirse en una creencia, un paradigma que
    aun hoy, al hombre concreto, al
    hombre viviendo una vida natural, le es difícil
    escapar.

    Tan profunda es la creencia
    en esta visión aristotélica del mundo, que si en la
    actualidad, a un hombre se le ocurriera decir que el mundo no
    existe, que el mundo existe en la medida en que él es
    existencia, este hombre sería encerrado en un
    manicómio, este hombre no podría transitar
    cómodamente por los pasillos de las universidades porque
    se pensaría que está loco, que es
    insano.

    Hasta acá es todo
    medianamente entendible, yo existo, existen las cosas, por medio
    de mi inteligencia puedo acceder a las cosas, las cosas se me
    muestran como son, pero, ¿es qué la humanidad se
    volvió loca?, ¿acaso los filósofos, estas
    personas oscuras que pierden el tiempo pensando se volvieron
    locos e irradiaron esta locura a la humanidad? ¿Por
    qué teniendo la vida como "comprada", tuvimos que hacer
    éste cambio? Y todavía falta una pregunta mayor
    ¿cómo se dieron cuenta?.

    Y la respuesta a esto la
    tienen algunas crisis, crisis
    que invadieron el espíritu de personas familiarizadas con
    el conocimiento, personas que no se contentaban con encontrar la
    "verdad", sino que intrépidamente se preguntaron
    ¿por qué esta verdad, es la verdad?.

    Así encontramos en
    primer lugar a un personaje histórico que nos es familiar,
    muy familiar, Cristóbal Colón, en 1492 llega, al
    menos el creía, a las Indias, demostrando que la tierra
    era redonda. Imagínense ustedes viviendo aquellas
    épocas de realismo aristotélico cómo
    podía justificarse esto, si la tierra es redonda
    ¿cómo es que no se caen las personas que viven
    abajo? Si las cosas son lo que son, es descabellado pensar que
    el agua no se
    caería. Cómo puede ser esto explicado, cómo
    puede concebirse esta posibilidad. Lutero es una segunda estacada
    a este sistema, en 1517,
    cuando clavó en la puerta de la iglesia del
    castillo de Wittenberg sus 95 tesis, la destrucción de la
    unidad religiosa, a consecuencia de esto las guerras de religión.

    El advenimiento del
    protestantismo y las luchas correspondientes entre hombres de
    distintos credos hace tambalear la fe en una única verdad,
    evidentemente hay un cambio de actitud de algunos hombres, y una
    masa de hombres, que por motivos que aquí no
    profundizaré, acompañan a estos
    marginales.

    Recordemos que la doctrina de
    la iglesia estaba enmarcada, domesticada en un sistema
    aristotélico desde San Agustín, Santo Tomás
    y tantos otros, nos encontramos en estos tiempos con hombres que
    las verdades únicas de dios, este dios que nos las dio,
    pueden ser interpretadas de distinta manera, ante una verdad
    revelada no hay una única respuesta, sino varias posibles.
    Esto evidentemente muestra un cambio de actitud en algunos
    representantes de los hombres.

    Otro episodio comenzó
    a gestarse a partir de Copérnico, descubriendo el cielo,
    sabemos que había un sistema ptolemaico donde se aseguraba
    que la tierra era el centro del universo, y todo
    giraba alrededor de ella, pero el sistema copernicano hablaba de
    que el centro del universo no era la tierra, sino el sol, y la
    pregunta obvia seguramente abría sido ¿cómo
    el sol? ¿acaso no es evidente que el sol gira alrededor de
    la tierra? No es obvio que somos el centro del
    universo.

    Obviamente no fue el
    único que pateó el tablero de la seguridad
    religioso-aristotélica, Galileo años después
    descubre que Júpiter tiene satélites,
    que el sol tiene manchas, ¿pero cómo el sol va a
    tener manchas si fue creado por dios, que es perfectísimo,
    y perfectísima su creación? Después
    resultó que el sol tampoco era el centro del universo, que
    éramos un planeta de los tantos, ni siquiera el más
    grande, de los tantos planetas que
    tiene el sol, que nuestro universo ni siquiera es el único
    universo, que hay más.

    Estos hechos, entre otros,
    fueron decisivos para aquellas personas que no se contentaban con
    esa realidad ingenua que el mundo les proporcionaba para
    preguntarse, ¿pero qué pasó con ese sistema
    de conceptos que se pliegan perfectamente a la realidad y nos
    muestra que lo que es, es? La crisis de este mundo, por supuesto,
    no para aquellos que vivían una vida natural, por decirle
    así, y no queriendo entender que los filósofos
    pensadores y científicos no vivan una vida natural, nos
    dejó sin seguridades, ya nada era seguro, todo lo
    que dos mil años de esforzado trabajo realizado por la
    filosofía había caído a la basura, ya no
    se podía confiar, todo el sistema estaba en decadencia
    absoluta y los filósofos sin saber de donde amarrarse,
    porque todo era movedizo, los conceptos eran inseguros, las
    esencias, el en-sí de las cosas ya no nos servían
    porque no habían podido decirnos fehacientemente
    qué es lo que eran. Un mundo así era un caos, y
    así lo fue, la humanidad velada por un puñado de
    hombres que no se conformaron con que las cosas son así
    como son, hombres que tuvieron la genialidad, el desafió
    genial de preguntarse simplemente ¿por qué? Y
    ¿por qué, por qué? Porque eran hombres que
    querían saber más, porque eran hombres a los que la
    comodidad les incomodaba, así como dos mil años
    antes un puñado de hombres no se contentaron con el saber
    popular, y forjaron con grandeza suprema una filosofía,
    una actitud de amor al
    conocimiento, así estos hombres empuñando la misma
    bandera del amor al conocimiento, de la necesidad de conocimiento
    forjaron la crisis más profunda que la humanidad
    jamás vivió, y que es la cuna de nuevos
    desafíos, nuevos hombres, nuevos nombres que desde la
    nada, desde los escombros de la humanidad construirían
    nuevamente, el todo, desde la nada. Lo que es, es; lo que no es,
    no es, y entonces, no fue.

    Ya Gardel y Lepera nos
    enseñaban que veinte años no es nada, pues, veinte
    siglos tampoco son nada cuando el en siglo XVI principios del
    XVII fue preciso replantear de nuevo los problemas
    principales de la filosofía, pero el nuevo pensamiento,
    éste nuevo que debe surgir, ya no se encuentra
    sólo, tiene al menos un conocimiento, y este conocimiento
    es al menos, algo que no es, y esto no es poco. Cuando
    Parménides, Platón, Aristóteles y
    compañía comenzaron su búsqueda del
    conocimiento, ellos se encontraban solos, no había nadie
    detrás de ellos que les formara o informara qué
    camino debían seguir, fueron los primeros, y como tales,
    su valor es muy
    importante, ya estos nuevos filósofos y pensadores del
    siglo XVI tienen en sus espaldas invalorables conocimientos, su
    problema es saber cuál de todos ellos puede seguir
    sirviendo, pero esencialmente el tratar de no cometer los mismos
    errores de sus antecesores, y este error en qué lo
    podríamos resumir, en la confianza de la intuición,
    en la confianza del pensamiento.

    Pero cómo se las
    arreglan entonces los nuevos pensadores para poder pensar, ya que
    no le podían tener confianza a su pensamiento. Cómo
    evitar el error, y la solución es el método, si
    no podemos confiar en lo que pensamos, pues, entonces, hagamos un
    método por el cual, si hacemos atravesar el pensamiento
    por él, podamos asegurarnos su bienestar y ésta es,
    la Teoría del Conocimiento.

    Porque también se dan
    cuenta de algo, nuestro pensamiento es imposible de ser generado
    ahistóricamente, no puede generarse fuera del tiempo y del
    espacio, nuestro pensamiento, es hijo de su historia, y es
    acá donde vemos la ventaja de estos nuevos
    filósofos con sus antecesores, estos, tienen historia, y
    se saben hijos de ella, y saben que el pensamiento es una
    realidad histórica.

    En este plan se coloca
    Descartes, y
    convierte a la duda como método, si estaban dudando de
    todo lo anterior, si esta duda había creado semejante
    problema, pues que sea esta misma duda quien nos saque a flote
    nuevamente. Y ya no es importante tener un cúmulo
    impresionante de conocimientos, no es importante tener concepto
    para todas las cosas, lo importante para ellos es tener, al
    menos, una certeza, y el camino cartesiano que se nos muestra es
    la búsqueda de una certeza, una certeza tal, que entre el
    sujeto cognoscente y el objeto conocido no se interponga nada,
    ¿y se preguntarán ustedes, qué cosa hay tal,
    que se presente entre mi y la cosa sin que nada medie entre
    ambos?

    Pues bien, esta cosa es el
    pensamiento mismo, entre yo y el pensamiento mismo, pues nada se
    nos interpone. Descartes utiliza la duda y comienza diciendo,
    puedo dudar del mundo, puedo dudar de todas las cosas del mundo,
    puedo dudar de mi, pero hay algo de lo que me es imposible dudar,
    y es que me es imposible dudar de que estoy dudando, entonces
    bien cuál era la única certeza de Descartes, pues
    que estaba dudando.

    Pero el dudar es una
    actividad del pensar, entonces existe el pensamiento, pero si
    existe el pensamiento existe algo que piensa, por lo tanto,
    ¿qué existe para Descartes? Descartes contesta, por
    ahora existo yo, y mis pensamientos. Pero señor Descartes,
    ¿ es qué el mundo no existe?, es dudoso. El
    principio de esta filosofía idealista es realmente poco
    prometedora, y no solo eso, estamos con gran riesgo de que se
    convierta al desolador solipsismo, donde nada existe sólo
    yo, pero es que realmente es lo único confiable para
    Descartes, que él existe y sus pensamientos existen, y
    dónde quedan las cosas para él, pues él no
    puede dudar de que el pensamiento existe, ahora bien, el si
    piensa que puede dudar lo que piensa el pensamiento, mi
    pensamiento piensa esto de esta cosa, no puedo dudar de que
    pienso, pero si de lo que este pensamiento está
    pensando.

    De manera que, fíjense
    ustedes, teníamos antes una propensión natural,
    espontánea, a enfocarnos en el objeto para conocerlo, ya
    que este objeto, ahora denominado objeto de conocimiento, y antes
    con la certeza de que este objeto era en-sí, nos
    daría su esencia, pero ahora, el foco no está
    puesto en el objeto de conocimiento, sino, pues, en el
    pensamiento mismo, por lo tanto, ahora la filosofía
    moderna tiene el terrible y arduo trabajo que es sacar del
    "yo" las cosas mismas.

    Este es el principio de esta
    filosofía difícil, de difícil
    comprensión, pero no es esto una actitud caprichosa de los
    filósofos modernos, es que esta nueva filosofía no
    puede valerse más del sentido común, no puede nunca
    más caerse en la tentación de ser ingenua, los
    ejercicios ahora son, como bien lo define García Morente,
    acrobáticos, la filosofía ya no descansa en la
    forma natural de ver el mundo, pues porque el mundo no va a
    decirnos nada, ahora necesitamos pensar el pensamiento, y esto
    implica aceptar pensar las cosas como derivadas del
    yo. "Je
    suis one chose qui pense"
    , al decir Descartes que los pensamientos existen y que yo
    soy una "cosa" que piensa, esta volviendo al error que tenia el
    realismo aristotélico, esta cosa pensante, esta substancia
    pensante, y al propio pensamiento como cosa, este error
    será salvado siglos después.

    Ahora bien, tenemos estas
    primeras aseveraciones para comenzar, ¿qué existe?
    Existo yo, y mis pensamientos. Pero, qué pasa con la
    realidad, porque, esto que pienso con el pensamiento
    ¿existe?, la realidad no era problema para los realistas,
    la realidad existía, pero para estos idealistas,
    ¿existe la realidad? ¿Pueden confiar en lo que
    piensan que es la realidad? Pues, esta realidad, deberá
    ser demostrada por estos pensadores, y cómo lo hacen, si
    el pensamiento sensible se compone de pensamientos oscuros y
    confusos, que dan resultados dudosos, pero yo puedo analizarlos y
    descomponerlos en sus elementos. Pero de la misma manera no
    podemos confiar en estos pensamientos oscuros y confusos, tampoco
    podemos confiar en los claros y distintos, pero, Descartes logra
    superar esta barrera, al encontrar, al menos uno, uno de estos
    pensamientos claros y distintos en el cual sí se puede
    confiar, y este es, dios, el pensamiento de dios, y cómo
    logra deducir esto, en pocas palabras, de la siguiente
    manera.

    La primera
    demostración la logra considerando lo pensado por
    él cuando piensa en dios. Cuando se piensa en dios, este
    pensamiento nos lleva a la idea de un ser infinito, perfecto,
    infinitamente bueno, omnisciente, todopoderoso etc.

    Y la clave para Descartes
    está en este pensamiento mismo, y es el hacerse la
    siguiente pregunta, pues, ¿cómo pudimos formar este
    pensamiento? Y él se responde que no de él solo, ya
    que sería imposible que seres imperfectos como nosotros
    pudiésemos pensar tanta maravilla, por lo tanto, esta idea
    de dios, esta perfección infinita debe responder a una
    realidad fuera de nosotros.

    La segunda prueba que
    Descarte la da a partir de las existencias contingentes.
    ¿Qué nos quiere decir con esto? Muy sencillo, mi
    existencia no es debida a mis padres, no vale que diga que en el
    pasado y en el futuro mi existencia se de la prolongación
    de ella dentro de un momento o el haber existido en un momento
    antes, por lo tanto, pues mi existencia no es contingente, no es
    necesaria, esto qué nos dice, que nuestra existencia no
    tiene fundamentación, por lo tanto, debo admitir un ser
    que me fundamente, que me contenga en contingencia, una
    existencia (dios) que fundamente la mía.

    La tercera prueba que da es
    la prueba antológica, ésta si más famosa, la
    idea de dios es una idea singular, única, en la cual el
    pensamiento de dios contiene también su existencia.
    ¿Qué nos quiere decir? Pues Descartes quiere
    decirnos que el sólo hecho de pensar la cosa-dios, en ese
    mismo pensamiento están las características de su
    existencia.

    García Morente hace un
    silogismo que lejos del modo del pensamiento cartesiano, sirve,
    para entender lo que Descartes quería explicar:
    " Un ser
    perfecto tiene todas las perfecciones. La existencia es una
    perfección, luego el ser perfecto tiene
    perfección".
    Descartes decía en esta sentencia:
    "en el
    pensamiento de la esencia del ser perfecto está contenida
    la existencia necesariamente, y está contenida la
    existencia como una de las notas que al mismo tempo resulta de
    ser nota del contenido del pensamiento, y nota de la realidad
    objetiva del pensamiento"
    . Ahora bien, existen para Descartes: yo, y existe dios.
    Existiendo dios entonces, dios me da las cosas y me da la
    posibilidad de conocerlas, aunque no me las dé de manera
    fácil, me da la posibilidad de que yo descubra las
    cosas.

    Está instalado el
    pensamiento idealista sobre las concepciones de realidades
    aristotélicas antes expuestas, si bien, no está del
    todo desarrollado, es innegable la importancia que tuvo Descartes
    para el despertar de este nuevo mundo, de esta nueva
    visión de los hombres de ciencia, en Inglaterra se va
    a desarrollar lo que conoceremos como empirismo
    inglés,
    el término empirismo deriva del griego y se traduce como
    experiencia, esta experiencia podemos estudiarla o tomarla en
    cuenta como información proporcionada por los
    órganos de los sentidos, y la experiencia como lo que
    luego se va a llamar la vivencia, esto es el conjunto de emociones,
    sentimientos etc, que experimenta el sujeto y que se van
    acumulando en su memoria, para ser
    considerado una persona con
    experiencia.

    Haciendo una descripción fenomenológica del
    conocimiento lo podemos describir como la correlación
    entre un sujeto y su objeto de estudio mediante el pensamiento.
    Lo que hacen los empiristas ingleses es deshacer, desarmar estos
    tres elementos entre sí, el objeto de conocimiento, al
    negársele el en-sí deja de tener valor para estos
    empiristas, si el sabor y el color son
    vivencias, si todo lo que yo puedo percibir es una vivencia de la
    cosa más no la cosa misma, no hay en ellas ninguna
    razón que permita afirmar la existencia metafísica
    en-sí y por-sí de lo que ellas son, pues las cosas
    no son más que vivencias, para Berkeley pensar una cosa
    en-sí misma es una contradicción, porque es pensar
    una cosa en cuanto no es pensada, cosa en-sí es la cosa no
    pensada por nadie y pensar la cosa pensada por nadie es una
    contradicción.

    Con el sujeto cognoscente
    también ocurre lo mismo, ya que el empirismo lo anula,
    ¿por qué? Pues, porque no hay forma de conocerlo,
    porque puedo yo por medio de la introspección tratar de
    conocerme, pero conoceré solo características
    psicológicas y fisiológicas, de mí puedo
    saber mis humores al pensarlos, mis sentimientos al pensarlos,
    pero yo no soy eso, no soy mis humores, no soy mis sentimientos,
    entonces lo que soy, no puedo saberlo, niegan entonces los
    empiristas el en-sí del sujeto, con qué
    consecuencias, pues para los empiristas solo pueden tener certeza
    los pensamientos, a estos si los consideran como
    en-sí.

    Para Hume, lo único
    que queda como realidad en-sí son los pensamientos, o sea
    la idea, la impresión. Pues entonces ¿quién
    existe para estos empiristas?, pues, sólo los
    pensamientos.

    Es entendible lo que quieren
    lograr estos empiristas, pues lograr sacar todas las cosas
    en-sí que nos planteaba el realismo aristotélico,
    que supone el absurdo de que las cosas existen en-sí y
    por-sí independientemente de que puedan ser conocidas por
    un sujeto cognoscente o no, pero fallan estos hombres
    también por una vieja consideración
    aristotélica, resulta que eso contra lo que ellos luchan
    es justamente lo que los hace equivocarse y caer en el error, y
    ¿cuál fue ese error?

    Pues que consideraron a las
    cosas en un sentido aristotélico justamente, el realismo
    aristotélico nos plantea que las cosas son en-sí
    independientemente de nosotros, y ellos al estar en contra de
    esta postura remataron anulando el en-sí de estos objetos,
    cuando no pudieron pensar que no necesariamente las cosas
    debían ser o no ser, pensando que entre ser y no ser no
    hubiese podido haber alguna otra posibilidad para la cosa, pues
    ellos pensaron que no hay más que ser en-sí,
    podremos recordar ahora también como los ha condicionado
    Parménides cuando nos dijo, lo que es, es; lo que no es,
    no es. Pues los empiristas supusieron que si las cosas
    aristotélicas en-sí no eran, pues entonces
    había que negarlas por completo sin intentar encontrar
    alguna otra forma de ser del ser.

    Esta particular forma de la
    realidad es, puesta en evidencia e inmediatamente captado el
    error por Leibniz, el error del empirismo consistió en la
    obstinación de querer reducir lo racional a hecho, la
    razón a pura facticidad, al hecho de obtener la absoluta
    contingencia del pensamiento por el sujeto
    cognoscente.

    Y la contradicción es
    clara y a la vez sencilla, también lógica
    por supuesto, si la razón es convertida a puro hecho, a
    puro hecho fáctico, pues, deja de ser razón, porque
    lo fáctico es sin razón de ser, mientras que lo
    racional no puede ser de otra manera.

    Fue Leibniz quien
    distinguió las verdades de razón y las verdades de
    hecho, las verdades de razón son todas aquellas que
    enuncian un ser o consistir necesario, el ser o consistir
    necesario es aquel que es lo que es sin que pueda ser de otra
    manera, el ejemplo clásico de estas verdades de
    razón es el del triángulo, no puede concebirse un
    triángulo con menos o más de tres ángulos,
    en este tipo de verdades vemos la necesidad inherente de su
    esencia de triángulo el de contener o consistir en esos
    tres ángulos, pues este triángulo es justamente su
    predicado que lo predica.

    En cambio, las verdades de
    hecho son aquellas que enuncian que algo es de cierta manera,
    pero, que podría ser de otra, Hessen en su
    Teoría del conocimiento nos da el ejemplo del calor
    en su estudio de la causalidad, él nos refiere que por
    experiencia podemos ver que cuando el sol ilumina una piedra,
    ésta, posteriormente se calienta, ésta, para
    Leibniz es una verdad de hecho, de hecho la piedra se ha
    calentado, esta piedra, ahora; pero nada nos indica que esto
    siempre, y en todo lugar, se puede dar de la misma manera, una
    verdad de hecho entonces es aquella que, por ejemplo, es derivada
    de la experiencia física, las
    históricas, son verdades o juicios asertóricos, el
    predicado pertenece al sujeto, y esta pertenencia debe entenderse
    pertenencia de hecho no de derecho, en los juicios
    asertóricos el hecho de que esta lámpara sea verde
    es algo cierto, pero también podría ser de
    cualquier otro color. Juicios apodícticos son todos
    aquellos donde el predicado no puede sino pertenecer al objeto,
    el cuadrado tiene cuatro lados, y no es posible que sea de otra
    manera, independientemente del sujeto cognoscente.

    Ahora bien, Leibniz se
    pregunta si las verdades de razón pueden venir de la
    experiencia, y responde a esta interrogante de manera negativa,
    rotundamente negativa, y él dice, si las verdades de
    razón viniesen de la experiencia (de los hechos), pues
    dejarían de ser de razón, serían verdades
    accidentales.

    Pero Leibniz se pregunta, si
    las verdades de razón no devienen y no pueden devenir de
    los hechos, ¿es que éstas son innatas? Y se
    responde que si, pero en qué sentido, no en el sentido de
    que estas verdades estén en nuestro ser y que sabemos
    geometría desde el nacimiento, sino que
    estas son innatas en un sentido seminal, la vamos descubriendo a
    partir de estos gérmenes que tenemos de ella,
    descubriéndola, y esto es fuera de la experiencia, fuera
    de la experiencia concreta de toparnos con un triángulo,
    sino en la experiencia como vivencia cognoscente de experimentar
    el triángulo y de que éste germine en nuestra mente
    con su esencia de triángulo; es curioso advertir
    algún resabio de platonismo en esto, que tanto nos hace
    acordar a ese mundo de las ideas de que caímos y que
    debemos recordar los conocimientos que están dentro
    nuestro, de que no aprendemos nada nuevo, sino que recordamos lo
    antes olvidado cuando llegamos a este mundo, y es que hay un
    cierto maridaje en esta concepción. Leibniz hizo grandes
    aportes al conocimiento, pues es a él al que le debemos,
    como él mismo diría, el germinar del cálculo
    infinitesimal por ejemplo, y es que él quería
    reducir todo el conocimiento, o mejor dicho, lograr que todo el
    conocimiento fuese como el matemático, verdades de
    razón, así como también había
    pretendido Descartes, y cómo cree lograrlo, pues de una
    manera muy particular, él se pregunta, si hacemos
    coincidir un círculo y una recta tangencialmente,
    ¿qué es lo que hace que este punto en común
    entre la recta y el círculo pueda actuar de estas dos
    maneras simultáneamente?

    Y la respuesta para él
    es la mónada, mónada que ya explicaré de
    manera muy resumida, Leibniz decía, parece haber una
    fuerza, una energía que hace que este punto que es a la
    vez recta, a la vez círculo, pueda ejercer las dos
    funciones tan
    eficientemente, y esto, claro está, algo que no es el
    punto en-sí, la mónada es entonces para él
    substancia, es decir, realidad, y no substancia como contenida en
    el pensamiento, sino substancia en-sí y por-sí, y
    esta substancia sin extensión, de acuerdo que la
    mónada no puede ser dividida, esta mónada para
    Leibniz es fuerza y energía, pero no fuerza y
    energía por lo que entendemos nosotros a través de
    nuestros sentidos como la capacidad de un cuerpo en poner en
    movimiento a
    otro cuerpo, sino que él trata de entender el movimiento
    mismo, allende el cuerpo, sino el movimiento como capacidad de
    obrar. La mónada es en definitiva cada una de las
    sustancias indivisibles, pero de naturaleza
    distinta que componen el universo, las
    mónadas son el "vis" (vigor).

    Por supuesto que Leibniz
    apoya todo su sistema en una teología que por razones de
    temática no se desarrollará, pero lo importante es
    ver cómo el ideal del racionalismo
    es lograr que el conocimiento quede articulado de la misma manera
    que las matemáticas, la geometría.

    Vemos como en Leibniz
    también surge la teoría de los dos mundos de la
    filosofía griega, un mundo fenoménico representado
    por las apariencias y un mundo de sustancias en-sí mismas,
    las mónadas. Lo que en verdad existe no es el yo y mis
    pensamientos de Descartes, ni tampoco las vivencias de los
    ingleses, sino que para Leibniz lo que existe es la
    mónada, esas unidades espirituales que contienen la
    multiplicidad de las percepciones.

    Numerosos intentos se dieron
    para poder llegar a una filosofía idealista, y todos
    ellos, si bien con grandes aportes, también con residuos
    del viejo realismo del que la mente no podían
    desembarazarse espontáneamente, pero fue Emanuel Kant quien
    terminó definitivamente con la idea del ser en-sí.
    Fue con Kant con quien no se va a poder hablar otra vez del ser
    en-sí, o si se vuelve a hablar de este ser en-sí,
    será de una manera completamente diferente del que se
    había hecho hasta ese momento.

    Kant va a tratar de demostrar
    como el ser, no es un ser en-sí, sino un ser objeto, un
    ser "para" ser conocido, un ser puesto lógicamente por el
    sujeto cognoscente como objeto de conocimiento, pero no
    en-sí ni por-sí, sino un ser "para" ser conocido.
    Pero antes habíamos estado
    hablando de la dificultad que significa conocer, es entonces que
    Kant se centra en una teoría del conocimiento para poder
    estar seguro de lo que piensa, y comienza hablando de los
    juicios, estos juicios son el punto de partida de todo el
    pensamiento de Kant y recordemos que estos juicios no son
    vivencias psicológicas de lo que nos acontece, no; estos
    juicios, y esto es muy importante, son enunciaciones objetivas de
    algo, tesis de carácter lógico, por lo tanto, son
    verdad o error. Y de esta manera Kant comienza a construir su
    pensamiento a partir de estos juicios que son llamados por
    él como "juicios analíticos" y "juicios
    sintéticos".

    Juicios
    analíticos: "son aquellos en los cuales el predicado del
    juicio está contenido en el concepto del
    sujeto"
    , qué
    nos quiere decir con esto Kant, y para esta explicación
    acudiremos a una elucidación práctica de
    García Morente, "Todo juicio consiste en un sujeto
    lógico del cual se dice algo y un predicado que es lo que
    se dice de ese sujeto, S es P".

    Esto quiere decir que si
    analizamos el predicado del sujeto y lo dividimos en sus
    elementos conceptuales, encontramos total y exclusivamente los
    elementos del sujeto, eso es un juicio analítico. Un
    clásico ejemplo de este tenor es el del triángulo,
    y ¿por qué es analítico? Pues porque si tomo
    el concepto de triángulo lógicamente y lo analizo,
    me encuentro con: el triángulo tiene tres ángulos,
    vemos como este predicado contiene en su absoluto al sujeto,
    triángulo; entonces, el concepto de triángulo, es
    un juicio analítico.

    Juicios
    sintéticos: "Son aquellos en los cuales el concepto del
    predicado no está contenido en el concepto del
    sujeto".
    Esto quiere
    decir que por mucho que busquemos en el concepto, éste, no
    se nos aparece clara y puramente en el concepto del sujeto. Un
    ejemplo con los que García Morente nos ilustra es en el
    concepto de dilatación de los cuerpos; "el calor dilata
    los cuerpos", si analizamos en concepto de calor no encontramos
    nunca nada referido a la dilatación de los cuerpos, y si
    analizamos el concepto de cuerpo tampoco nos refiere nunca sobre
    la dilatación, es decir, un juicio sintético es una
    síntesis de conceptos, o sea, unir sintéticamente
    varios conceptos heterogéneos en el sujeto y en el
    predicado. Eso es un juicio sintético.

    Y ¿cuál es la
    fundamentación que da Kant a estos tipos de juicios?, pues
    bien, para los juicios analíticos su fundamentación
    se encuentra en el principio de identidad, el juicio que ha
    establecido este predicado no hará más que repetir
    lo que en el sujeto se encuentra. Y entonces, ¿cuál
    es la fundamentación de los juicios
    sintéticos?

    Pues, estos juicios
    están fundamentados en la experiencia, o sea, la
    dilatación de los cuerpos no está fundamentado en
    el predicado mismo, sino, en que, por observación, me doy cuenta de que el calor
    dilata los cuerpos, y, entonces, doy mi juicio de síntesis
    de conceptos de calor y de concepto de cuerpo, para decir en un
    predicado lo que en el sujeto observo por la experiencia. Pero,
    acá nos encontramos con un problema, si los juicios
    sintéticos se fundamentan en la experiencia,
    ¿cómo puedo confiar en ellos? Porque yo puedo decir
    que este metal, con esta intensidad de calor, se ha dilatado,
    pero, se ha dilatado ahora, acá, en este instante en que
    lo estoy viendo, y esto, ¿quiere decir que yo pueda estar
    seguro de que esto sucederá en el futuro, puedo confiar de
    que siempre esto fue así, puedo hipotecar mi certeza de
    que esto siempre será igual, si lo que acabo de ver lo he
    visto yo, ahora, estaré soñando, estaré
    siendo víctima de algún alucinógeno,
    estaré cuerdo?

    Lo que a continuación
    viene es un verdadero deleite para el pensamiento humano,
    podríamos decir, uno de los momentos de mayor lucidez de
    nuestra especie que encontramos en el pensamiento de Kant, un
    hombre que nació y murió en un pueblito alejado de
    los grandes centros de investigación filosófica, un
    hombre que apenas una vez, y por poco tiempo dejó su lugar
    natal y que, en esa soledad, conspiró para dar a la
    humanidad una nueva visión que espero poder ilustrar con
    la menor torpeza posible.

    Un juicio analítico es
    verdadero, universal y necesario, es verdadero porque nos dicen
    en su predicado lo que se encuentra en el sujeto, un
    triángulo tiene tres ángulos, es universal porque
    es valido en todo lugar y tiempo, el triángulo es
    triángulo en todos lados, antes de que la especie humana
    lo pensara, e incluso si la humanidad desaparece, el
    triángulo no será pensado, pero seguirá
    independiente en el tiempo, y no puede ser que el
    triángulo no tenga tres lados, por lo que es necesario que
    si así no es, esto sea falso. ¿Qué deduce
    Kant con esto?

    Pues, que estos juicios, no
    dependen de la experiencia, o sea, los juicios analíticos
    son "a priori", o sea, independientes de nuestra experiencia.
    Ahora bien, estos juicios analíticos, verdaderos,
    universales y necesarios ¿agregan valor al conocimiento?,
    y la respuesta es no, o sea, una vez que los conocemos,
    ¿qué más conocimiento podemos sacar de estos
    juicios?

    Pues ninguno, si todo lo que
    conociéramos dependiera de juicios analíticos,
    pues, nada podríamos agregar ya que serían como
    compartimentos estancos, predicados que sólo hablan de su
    sujeto y nada más, poder combinar conocimientos
    resultaría en un juicio sintético a modo de
    síntesis de conceptos, y es acá donde agregamos
    valor a lo conocido, pero con juicios analíticos esto no
    es posible. Pero antes dijimos que los juicios sintéticos
    dependen de la experiencia, o sea, son particulares y
    contingentes, particulares porque su verdad esta
    constreñida al aquí y al ahora; éste calor,
    dilató esta barra de metal aquí y ahora,
    contingente porque su contrario no es imposible, o sea,
    ¿puede ser posible que ésta barra de metal Q, en un
    tiempo T, en el lugar L. de por resultado dilatación
    R?

    Y esto, no podemos saberlo,
    puede ser que no se produzca dilatación. Pero entonces
    ¿cómo es posible construir la ciencia?, no es
    posible construirla sobre la base de juicios analíticos ya
    que estos no agregan valor, más que su valor
    específico, y tampoco podemos construir una ciencia con
    juicios sintéticos, ya que estos dependen de la
    experiencia concomitante. Entonces, para Kant, es necesario
    encontrar una nueva forma de encarar el problema, forzar una
    nueva mirada para poder así construir su teoría del
    conocimiento, ¿y cómo es posible?, pues la
    posibilidad está dada en lograr independizar los juicios
    sintéticos de la experiencia concreta, es decir, lograr un
    juicio que, tenga la riqueza del juicio sintético, o sea,
    que sume conocimiento por encima de sus predicados, y que sean
    independientes de la experiencia tal como son los juicios
    analíticos para lograr así que sean también
    verdaderos, universales y necesarios, y, ¿cuáles
    son estos juicios? Pues, los "juicios sintéticos a
    priori".

    Lo que acá ha hecho
    Kant no es nada extraordinario para la ciencia, cualquier
    científico de su época y de la nuestra sabe que con
    un experimento bien hecho, puede ser suficiente para idear una
    ley, lo
    extraordinario de Kant es cómo puede conjurar éste
    hecho concreto desde una teoría del conocimiento, como
    puede filosóficamente abalar algo que parecía
    ridículo, que un juicio de experiencia (personal), un
    juicio sintético pudiere tener la universalidad de un
    juicio analítico, allende el principio de
    contradicción, y fundado en el principio de la
    experiencia, en la percepción
    sensible, aquella percepción de la que ya nadie
    creía, aquella percepción del que todos
    desconfiábamos es ahora, justamente nuestra
    riqueza.

    El problema es poder
    demostrar ahora cómo es que estos juicios
    sintéticos a priori existan, que condiciones deben darse
    para que estos sean posibles, recordemos una cosa, juicios
    sintéticos siempre existieron, pero, ¿cuál
    era el problema?.

    Pues, que el predicado del
    juicio era tomado como dado de la cosa en-sí,
    recordarán conmigo a Aristóteles, pues ahora,
    ponemos en juicio el juicio mismo, ya que nuestra certeza puede
    ser este juicio, pues que sea éste quien, a pesar de ser
    juicio enjuiciado, nos de la universalidad y la verdad que
    estamos buscando, que tanto busco Descartes, juicios verdaderos,
    aunque pocos, pero que puedan ser confiables.

    El primer punto entonces para
    Kant es la de demostrar que la ciencia está amparada,
    descansada sobre juicios sintéticos a priori, y, entonces,
    ¿cómo pudo demostrar esto?, pues de la manera
    más sencilla, mostrándolos.

    El ejemplo que nos da es el
    de las matemáticas y el se pregunta, ¿la matemática, es juicio analítico?, la
    respuesta es negativa, y ¿por qué?, pues porque si
    fuese juicio analítico no podría agregar valor,
    pero la matemática siempre fue tomada como la elite de la
    "vérité de raison", como es posible que
    esté sustentada de juicios sintéticos, pues bien,
    analicemos este concepto, "la línea recta es la más
    corta entre dos puntos".

    Ahora bien,
    ¿cuál es el sujeto?, la línea recta; y,
    ¿cuál es el predicado?, es la más corta
    entre dos puntos, y éste, más corto, dónde
    encontramos el juicio de magnitud, de extensión en la
    recta; y, entre dos puntos, pues dónde esta encerrado el
    juicio de cantidad en la recta.

    Evidentemente en este juicio
    hay un maridaje de juicios, y este es un juicio sintético.
    Distinto si dijéramos, " línea cuyos puntos
    están todos en la misma dirección, pues esto si es un juicio
    analítico, vemos como el predicado está contenido
    por su sujeto, pero el otro era un juicio sintético, y
    además, también era a priori, ¿pues hay
    alguien que considere necesario medir la recta, hacerse de la
    experiencia, para poder ver que la línea recta es la
    más corta entre dos puntos?, la respuesta es no, no
    necesitamos de la experiencia para ver que este juicio es
    universal, necesario y verdadero, por lo tanto es a priori, y
    sintético. Cuando decimos que " En un triángulo
    rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la
    suma de los cuadrados de los catetos", pues, ¿no es esto
    un juicio sintético y a priori? Si.

    Ahora bien, me es necesario
    hacer un pequeño paréntesis en esta introducción, y este paréntesis se
    debe a que en estas páginas que han pasado, creo, el
    lector, y debido a mi falta de experiencia en el campo,
    todavía no comprenda hacia dónde me dirijo con esta
    tesis, pero en parte, también es mi intención que
    esto suceda de esta manera, porque el estudiante promedio de
    Relaciones Públicas, al tener poco contacto con estos
    saberes, no está acostumbrado a encontrar paralelismos
    para su carrera en esto, que pueden ser muy obvios.

    Y, para poder comprender, es
    necesario que se pierdan todos los resabios de la estructura de
    pensamiento tradicional, de la estructura de pensamiento
    cotidiana con la que estudiamos una materia, con la que rendimos,
    con la que observamos una empresa en
    una práctica; aunque luego hablaremos un poco de
    teoría del conocimiento propiamente dicha, haremos un
    pequeño salto para tratar, en lo posible, de producir en
    el lector motivos para abrazar una nueva estructura de
    pensamiento, quizá más difícil,
    quizá, más certera.

    Entraré
    superficialmente en Crítica a la Razón Pura
    de Kant, en sus pensamientos sobre La Estética Trascendental, para referirme
    al "espacio" y al "tiempo" como condiciones necesarias para el
    conocimiento. Antes de procurar entrar en esta tarea poco
    sencilla, me es necesario aclarar el título de la obra,
    ¿qué nos quiere decir Kant con "Crítica a la
    Razón Pura"?, la palabra crítica quiere decir
    estudio, y con puro nos hace referencia a todo aquello que
    está allende a la experiencia, o sea, lo a priori,
    entonces crítica a la razón pura
    significará, investigación o estudio de la
    razón, funcionando independientemente de la experiencia, o
    sea, de la razón pura, ahora podemos entender mejor cual
    era la finalidad primordial de Kant; y con su "Estética
    Trascendental", estética es el estudio de las
    percepciones, y trascendental significa lo que existe
    independientemente de mí.

    El espacio, nos dice Kant, no
    es una cosa "en-sí misma", no es una realidad absoluta,
    sino que es la forma de la sensibilidad externa, qué nos
    quiere decir con esto, pues, que el espacio es una
    condición que imponemos en la cosas para poder conocerlas,
    cómo es esto, pues, podemos pensar el espacio, pero no
    podemos pensar las cosas sin especialidad, pues, el espacio es la
    condición de que podamos percibir las cosas, no es
    trascendente sino más bien, trascendental, conozco porque,
    como condición necesaria, coloco especialidad en las cosas
    conocidas, más no puedo conocer el espacio, porque no
    puedo conocer el todo-espacio, sino más bien en sus
    manifestaciones, manifestaciones en las que su condicionalidad
    posibilitan el conocimiento, el espacio es a priori mi
    experiencia, imagino una figura geométrica, y a esta
    figura no puedo pensarla sin espacio, y esta figura, trasladada
    al mundo de las cosas reales, veo que funciona tan bien, como
    cuando era objeto ideal en su representación real, y el
    espacio, en su conjunto, es justamente la condición
    gracias a la cual puedo conocer la figura.

    Cuando nos habla del tiempo,
    también nos demuestra que éste es a priori,
    también como condición necesaria de nuestro
    conocimiento, cualquier percepción sensible es una
    vivencia del yo, pero en toda la vivencia ha habido un acontecer,
    y esta sucesión de aconteceres es lo que denominamos
    tiempo, pues, sin este acontecer, no es posible el conocimiento;
    podemos pensar en el tiempo, pero no podemos pensar las cosas sin
    la condición del tiempo, por lo tanto, este tiempo, y en
    conjunto con el espacio, son las condiciones necesarias para
    poder conocer, por supuesto no es intención de este
    trabajo explayarse más sobre la obra de Kant, por lo que
    se recomienda directamente estudiar la obra a quienes sientan la
    necesidad de aprender más sobre esta concepción
    kantiana, pero esto si me sirve a mí para entrar a el
    ejemplo que quiero dar, y esto, para poder lograr en el lector la
    apertura mental necesaria para poder continuar con este
    estudio.

    Bertrand Russell en su
    trabajo "El conocimiento humano", en el capítulo sobre Espacio-Tiempo nos habla de
    la siguiente paradoja, "la velocidad de
    la luz es la misma para todos los observadores, cualquiera que
    sea su movimiento"
    , y
    esto es, si vamos en un tren que viaja a 100 km/h y somos pasados
    por otro tren que por velocidad lleva 130 km/h, su velocidad
    relativa a nosotros será de 30 km/h, es decir, que veremos
    como este tren se aleja de nosotros a 30 km/h, ahora bien, pero
    si se mueve a la velocidad de la luz, su velocidad relativa
    será la misma que si lo observamos desde un punto en la
    tierra, qué quiere decir, que si pudiéramos colocar
    un observador de un rayo lumínico en la tierra, y
    pudiéramos colocar, en una nave que viajara a 250.000 Km.
    por segundo a otro observador que contemplara el mismo rayo, los
    dos, verían como se aleja el haz de luz a la misma
    velocidad relativa, o sea, una persona desde la tierra observa
    que el rayo se aleja de él a 300.000 Km. por segundo, y
    nuestro observador, en línea paralela con el rayo a
    250.000 Km. por segundo vería que el rayo se aleja a la
    misma velocidad relativa que su terrestre observador.

    Se entiende que la velocidad
    es la resultante entre tiempo y espacio, pero, cómo
    distintos observadores pueden hacer o bien la misma medición en este caso, o mediciones
    diferentes si cambiamos algún factor del ejemplo anterior,
    pues el tiempo y el espacio son condiciones necesarias para el
    conocimiento, a priori a nuestra experiencia, o sea, las
    condiciones que nos hacen conocer pero, que no pueden ser
    conocidas por nosotros, este ejemplo me parece importante en la
    medida de que despierte en el lector una actitud fundamental, una
    actitud idealista si se quiere, es necesario dudar, es necesario
    dudar hasta de aquello que nos parece ilógico hacerlo,
    incluso también agregaría, debemos dudar de que
    estamos dudando, si dudamos bien encaminados o si de dudamos en
    un mal camino.

    Para aquellos lectores que
    quieran adentrarse en la explicación científica de
    esta paradoja, no está ni en la intención y mucho
    menos en las posibilidades de que pueda yo explayarme en estos
    menesteres, los que si están explicados por experimentos de
    Michelson-Morley.

    Esto es sólo una
    pequeñísima muestra de que no todo aquello que
    parece lógico, aquello de lo que no cabe duda en nuestra
    estructura de pensamiento se comporta tal y como es de esperarse
    que se comporte. Los caprichos con que trabaja nuestro intelecto
    son los caprichos a los que debemos saltear a la hora de
    encaminarnos en el conocimiento, porque es éste, a fin de
    cuentas, el
    conocimiento, el que nos ha atraído a nuestra universidad, o al
    menos, deberíamos esperar eso, pero después de
    la lectura de
    esta tesis, ¿qué es lo que sabemos?, pues, sabemos
    que hay cosas reales, un caballo, una mesa, una persona, sabemos
    también que hay objetos ideales, la libertad, los
    números, el triángulo etc, y sabemos que hay
    valores, que
    no son, pero que valen, chico, grande, hermoso, feo
    etc.

    Veamos brevemente qué
    es el fenómeno del conocimiento.

    La teoría del
    conocimiento es, como su nombre lo indica, una
    interpretación filosófica del conocimiento que el
    hombre posee, en el conocimiento se hallan frente a frente
    sujeto y objeto, un sujeto cognoscente que se
    encuentra de frente con su objeto a conocer en una
    relación o correlación irreversible, la función
    del sujeto es aprehender al objeto y la del objeto la de ser
    aprehendido por su sujeto cognoscente, pero el fenómeno
    del conocimiento solo es presunto, es presunto en la medida en
    que un sujeto esta conociendo su objeto, pero el fenómeno
    del conocimiento no tiene una existencia real.

    Y a la pregunta
    ¿cómo podemos conocer? Pues podemos conocer
    mediante una forma del conocimiento llamada Dogmatismo,
    escepticismo, subjetivismo, relativismo, pragmatismo y
    criticismo
    : entendemos como dogmatismo, doctrina fijada; en
    esta doctrina se mantiene plena confianza en la razón
    humana, que, todavía, no es puesta en duda, pues, es
    todavía una de las formas de conocimiento que vemos en
    ciertas actitudes de individuos en distintos planos de la
    sociedad,
    sólo basta dar una vuelta y observar buena parte del
    alumnado en primarias, secundarias y universidades para darnos
    cuenta que es todavía un hábito llegar al
    conocimiento por esta vía, es la actitud del hombre con un
    conocimiento ingenuo, es probable que haya sido la primera forma
    de pensamiento del hombre desde el punto de vista
    histórico, su confianza en la razón y en las
    percepciones es absoluta, tanto así, que rechazan todo
    razonamiento que no parezca "natural" desde el punto de vista
    psicológico.

    En cambio, el escepticismo es
    el extremo del dogmatismo, así como el dogmatismo cree en
    una unión simple y sencilla entre sujeto cognoscente y
    objeto conocido, el escepticismo lo rechaza de plano, proclama
    una impotencia a la hora de que el sujeto cognoscente aprehenda
    del sujeto conocido por lo que proclama la abstinencia de todo
    juicio. Rechaza al objeto, está tan centrado en el sujeto
    que la significación de objeto es proclamada como
    ignorada.

    Pero debemos distinguir entre
    el escepticismo metódico del escepticismo
    sistemático, el primero hace referencia al método,
    o sea, dudar de todo aquello que se nos presenta como verdadero o
    cierto de manera natural para poder descartar lo falso, el
    segundo hace referencia a la imposibilidad de conocer el
    objeto.

    El problema del escepticismo
    está planteado desde su base, ya que proclama que el
    conocimiento es imposible, pero, si el conocimiento es imposible,
    esto ya es un conocimiento, por lo que se descarta en su sola
    estructura. Así que el escéptico nunca puede tener
    la pretensión de que sus conocimientos sean verdaderos,
    para él, a lo sumo, estos conocimientos son sólo
    probables. El subjetivismo y el relativismo nos hablan de que hay
    una verdad, pero de que esta verdad tiene una validez limitada,
    el subjetivismo nos habla de que existe una limitación de
    lo conocido por el sujeto y de sus juicios.

    El subjetivismo hace depender
    el conocimiento humano a factores que residen en el sujeto
    cognoscente, mientras que el relativismo revela la dependencia
    del conocimiento a factores externos del sujeto cognoscente, o
    sea, que las verdades dependen del círculo cultural y del
    contexto histórico del sujeto que realiza un juicio, o
    sea, toda verdad es subjetiva o relativa. Pero, si toda verdad es
    relativa, y esto es una verdad, también es relativo o
    subjetivo el juicio que nos dicta, toda verdad es
    relativa.

    El moderno pragmatismo
    deviene como una variante del escepticismo, pero con un sesgo
    más positivo, éste postula la imposibilidad de
    conocimiento entre sujeto y objeto pero, sin detenerse en esta
    negación, nos habla de una nueva visión de la
    verdad, y para ellos verdadero es lo significado por útil,
    valioso, o sea, fomentador de la vida; para ellos, la verdad es,
    el error más adecuado, para ellos el hombre es más
    un ser de voluntad y de acción
    que un ser teórico, por lo tanto las verdades han de ser
    las representaciones de aquello que haya resultado ser motivos de
    acción, y vitales.

    El subjetivismo, el
    relativismo y el pragmatismo son, en el fondo, escepticismo; y la
    antítesis, el dogmatismo. Pero, hay una
    tercer fuerza que acabaría con esta antitesis en tesis, el
    criticismo (examinar), éste, comparte con el dogmatismo su
    confianza en la razón humana, pero, para que esta
    confianza no nos lleve al dogmatismo, y, a aceptar
    despreocupadamente los juicios de la razón, nos habla de
    una conducta
    reflexiva y crítica, o sea, de examen de cada uno de los
    postulados.

    Partes: 1, 2, 3

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