- Heterogeneidad composicional
del discurso - Tipos de
discurso - La
narración - La
descripción - La
deliberación - Tipología y modelo de
organización del discurso - Bibliografia
Heterogeneidad
composicional del discurso
La crítica
literaria (Genette 1972), la tradición
filosófica (Ricoeur 1986), la lingüística textual (Benveniste 1966,
Weinrich 1973),la semántica formal (Lascarides y Asher
1993),la etnometodología (Sacks 1992, Gülich y
Quasthoff 1986), la sociolingüística (Labov 1978),
son son subcategorías de las ciencias de la
lengua que
examinaron muy a fondo, y desde perspectivas distintas, entidades
nocionales y conceptos relacionados con el discurso como la
narración, la descripción, la explicación, la
información, la argumentación, la
deliberación, etc.
Si estas categorías dieron lugar a propuestas
teóricas distintas, e incluso divergentes, la constancia y
la transversalidad de tal cuestionamiento responde a una realidad
empírica innegable: tanto a nivel oral como al escrito,
las producciones discursivas no corresponden a la
manifestación de un ùnico tipo de discurso, pero se
articulan en una pluralidad de segmentos, que están
incluidos en distintos tipos, y que se combinan según
diferentes modalidades.
Por lo tanto, dar a conocer las modalidades de tal
combinación equivale a estudiar la complejidad de la
organización del discurso según una
opinión particular, la de su heterogeneidad
composicional.
Evidentemente, el análisis tradicional del discurso
(Maingueneau 1990, Adam 1992, Bronckart 1997, Roulet, Filliettaz
y Grobet 2001) aportó mucho acerca de esta
problemática. Además de múltiples propuestas
relativas a la clasificación de los tipos de discurso, sus
contribuciones teóricas y metodológicas entorno a
la heterogeneidad composicional son de gràn interés y
muy copiosas.
Al combinar un estudio centrado en la estructura
interna de los textos con un cuestionamiento de orden
circunstancial, los analistas del discurso destacan por ejemplo
la complejidad de los sistemas de
información implicados en la cuestión de la
heterogeneidad composicional, y contribuyen así a
distinguir mejor el concepto de tipo
de discurso.
Más concretamente, ponen de manifiesto que si las
clases de textos estàn relacionadas con las condiciones de
producción del discurso y a los aspectos
que caracterizan un conjunto potencialmente ilimitado de
actividades lingüísticas certificadas en una
colectividad en un tiempo dado
(p.ej.: la fábula, la autobiografía, la novela, el
cuento, etc),
los tipos de discurso designan un número terminado,
estable, recurrente y claramente identificable de modalidades que
implican la existencia de textos que contribuyen a la organización de las "infraestructuras"
(p.ej.: narración, descripción,
deliberación, etc.).
De esta evocación somera de algunas de las
contribuciones al análisis de las producciones
lingüísticas, se retendrá que el concepto de
tipo de discurso ocupa un lugar destacado en los trabajos
consagrados a la descripción de las estructuras
discursivass. Porque constituye una condición necesaria
para el estudio de la heterogeneidad composicional del discurso;
aparece como un paso obligatorio en la descripción de la
organización del discurso y merece, por lo tanto, una
atención especial.
Esta es la razón por la cual los apartados
siguientes se dedicarán a la presentación de una
tipología discursiva, así como a algunas
observaciones generales relativas al lugar de tal instrumento de
análisis en un modelo de la
organización del discurso .
Contrariamente a la clasificación genérica
( fábula, noticia, cuento, novela, etc),
cuya caracterización obedece a una multitud de criterios
heterogéneos y desemboca en un infinito de
categorías en perpetua evolución, los tipos de discurso
(narración, descripción,etc.) se distribuyen en un
número limitado de modalidades, que hacen posible un
planteamiento tipológico.
Sin embargo, esta tipología plantea a las
teorías
lingüísticas importantes dificultades, que
justifican, sin duda, la multiplicidad de las tentativas de las
que ha sido objeto el discurso, y esto desde hace varias
décadas.
Desde el punto de vista empírico, por ejemplo, la
constitución de una tipología se
enfrenta necesariamente a la notable diversidad de las
producciones lingüísticas certificadas. En efecto,
los tipos divagadores presentan, según del cotexto en el
cual aparecen, propiedades extremadamente variables, y
pueden manifestarse bajo formas semióticas
múltiples (Filliettaz y Grobet 1999). Se plantea entonces
la cuestión cómo, a partir de la infinita
diversidad de las realidades empíricas, se llega a extraer
los principios
estables y recurrentes que son la base de las infraestructuras
textuales.
Pero esta cuestión remite a un problema
teórico más general, y que se refiere a la naturaleza de
información que debe solicitar el lingüista con el
fin de constituir una tipología validera.
Como lo deja ver la evolución de la investigación en este ámbito, varios
criterios definitorios son posibles. En la época de
Benveniste (1966) y de Weinrich (1973), por ejemplo, se
pretendió fundar los tipos de discurso sobre
categorías lexico semánticas, y más
concretamente sobre configuraciones aspecto temporales (Roulet
1991).
Pero tales enfoques se encontraron rápidamente
enfrentados a importantes límites.
Ampliamente dependientes de las lenguas particulares, y sobre
todo muy influidos por las clases de actividades
lingüísticas, los criterios lexico semánticos
constituyen buenos indicadores
estadísticos, pero resultan a veces demasiado
restrictivos, a veces demasiado generales para fundar una
tipología valida empíricamente (ver Filliettaz y
Grobet 1999, Grobet y Filliettaz 2000).
Es seguramente lo que explica los esfuerzos para definir
los tipos de discurso a partir de entidades
preliguísticas. Fayol (1985),
por ejemplo, presentó una tentativa interesante de
describir los relatos por medio de una estructura cognoscitiva
estereotipada basada en esquemas o escrituras cuyo alcance excede
ampliamente el marco específico de las actividades
lingüísticas particulares.
Del mismo modo Adán (1992) avanzó una
definición explícita de un número terminado
de "prototipos secuenciales", distintos desde el punto de vista
de su "superestructura".
Por último, Bronckart (1997) elaboró una
tipología basada en cuatro "arquetipos
psicológicos", derivados de un número limitado de
operaciones
mentales referentes a los datos mundanos
así como sobre las instancias actanciales.
Aunque se trata de tentativas tipológicas
sensiblemente diferentes y con algunos aspectos incompatibles,
son tipologías que comparten sin embargo una serie de
propiedades comunes que es de gran utilidad aclarar
aquí.
Se basan en primer lugar en categorías
cognoscitivas que movilizan información de carácter de referencia, es decir,
información que se refiere a los informes que
el discurso mantiene con el mundo que representa. Todas ellas
admiten, de una forma u otra, que los oradores disponen de
recursos
psicológicos caracterizados a partir de los cuales
interpretan y producen secuencias discursivas
particulares.
Sin embargo, aunque ofrecen la ventaja de situar la
reflexión tipológica a un nivel, a la vez,
trans-semiótica y no determinado contextualmente,
estos enfoques sólo determinan parcialmente las
especificidades de los distintos tipos de discurso.
Como lo mostró bien Roulet (1989), los conceptos
de "superestructura" (Adán 1992) o de "esquema" (Fayol
1985) se refieren tanto a unidades como a acontecimientos y
aspectos no lingüísticos, y caracterizan un método de
análisis independiente de toda forma de
textualización. Ahora bien, definir tipos de discurso
consiste no solamente en aclarar unas operaciones
psicológicas generales en las cuales se basan las
categorías discursivas, sini también poner de
relieve los
principios que afianzan éstas en unidades
específicamente divagadoras.
En definitiva, todo indica pues que el concepto de tipo
de discurso no se va relacionado con una sola entidad
teórica elemental ya que hay, en este sentido, toda una
pluralidad de sistemas de
información que intervienen en su definición. Es al
menos lo que recientemente pretendieron establecer los trabajos
ginebrinos (Roulet, Filliettaz y Grobet), cuyo enfoque modular
adopta una tipología que presenta la ventaja de confirmar
la importancia de las categorías cognoscitivas sin por
ello minimizar el papel que estructura las configuraciones
textuales.
Esta tipología que presentamos, someramente, a
continuación, se articula en torno a tres
tipos de discurso que son la narración , la
descripción y la deliberación.
De entre el conjunto de las categorías implicadas
en la descripción de las infraestructuras textuales, el
concepto de narración constituye indiscutiblemente el que
fue objeto del mayor número de investigaciones.
Por su parte, el modelo modular ginebrino propone
definir el discurso narrativo como un segmento textual
monológico que tiene por propiedad
designar una pluralidad de acontecimientos divididos del mundo
ordinario en el cual se sienta el pleito de la
comunicación. Más específicamente, este
tipo de discurso se basa en los principios subyacentes a la
construcción de unidades discursivas
monológicas que son las intervenciones (Roulet, Filliettaz
y Grobet). Pero se basa igualmente sobre dos principios de
referencia , a saber a) el de la disyunción de los mundos
y b) el de "cadena efectiva culminativa" o de "historia".
Uno de los méritos de los trabajos de Bronckart
(1997) es haber estudiado de manera profunda las múltiples
modalidades de puesta en relación entre el mundo ordinario
y el mundo discursivo. En este sentido, todo indica que la
narración se caracteriza por la disyunción que
opera entre estos dos niveles de referencia.
Convencionalmente, y desde el punto de vista espacial y
temporal, el discurso narrativo lleva, en efecto, a la
creación de un mundo discursivo que se descubre en
disyunción con del mundo ordinario en el cual se sienta la
acción
lingüística.
Este principio de disyunción de los dos mundos,
en cuestion, no debe asimilarse al concepto de "ficción",
y no se refiere específicamente a la recapitulación
de ùltimos hechos. Pero no hay que olvidar que en un
discurso narrativo se puede representar un mundo cuyos datos
temporales son posteriores a las del mundo ordinario, y, como lo
deja patentemente establecido la frecuencia de las narraciones en
la vida diaria, puede porocederse permanentemente a la
evocación de acontecimientos referencialmente disyuntivos,
sin asignar un carácter ficticio a estos
últimos.
Hay que reconocer que algunas configuraciones
semióticas, como, por ejemplo, las "actas" (aplazamientos)
o las "menciones" (Gülich y Quasthoff 1986), optan por la
existencia de una disyunción de dos universos de
referencia, pero sin por ello constituir verdaderas
narraciones.
Esta es la razón por la cual, a pesar de las
reservas que tal tentativa pudo suscitar (Bronckart 1997), es
importante especificar las condiciones de referencia de
aparición de la narración, precisando la naturaleza
del proceso
designado por este tipo de discurso. En efecto, pocos son los
trabajos referentes al discurso narrativo que no mencionan los
conceptos de progresión temporal, de transformación
de Estados, anudamiento y desenlace o también de
organización efectiva causalmente pedida (Fayol 1985,
Adán 1992 y 1994).
Aunque centradas en aspectos variados de la
organización de las narraciones, estas propiedades
convergen hacia la hipótesis según la cual las
distintas formas de expresión de narratividad se organizan
minimalmente en torno a una historia y que, más
específicamente, designan un conjunto de Estados y
acontecimientos que se articulan en una cadena culminativa. Esta
es la razón por la que se puede considerar en definitiva
que los juicios empíricos de los oradores relativos a la
narración se basan, al menos en parte, en una
representación específica, los de una historia
caracterizada:
Figura 1: Representación praxeológica de
una historia
La representación praxeológica aquí
presentada remite claramente a unq información de
carácter referencial. El transcusrso que propone traduce
la idea de una transformación temporal y causalmente
pedida, que se encuentra explícitamente mencionada en
varios autores, y, en particular, en Adán (1992), en forma
de un "esquema quinario". En cuanto a la evocación de una
COMPLICACIÓN, de una REACTION y de una RESOLUCIÓN,
traduce la necesaria "puesta en intriga" de los acontecimientos
disyuntivos que son objeto de la
recapitulación.
De hechom es de considerar que si las expresiones
narrativas mencionan cadenas efectivas, éstas no se
sientan en una simple organización cronológica
lineal, pero se articulan en un efecto de culminación
vinculada a la aparición de un doble movimiento de
anudamiento y desenlace.
A veces dada por demasiados vinculantes, esta propiedad
constituye sin embargo una condición recurrente en un gran
número de modelos del
relato: ya presente en Propp, a través de los episodios de
provocación, reacción y
sanción, Adán comenta detenidamente este
efecto de culminación (1994: 104). Se encuentran incluso
rastros en el modelo laboviense, en la medida en que las etapas
narrativas que distingue presuponen minimalmente una
tensión entre acontecimientos desencadenantes y
acontecimientos concluyentes (Labov 1978: 306). Entendida
literalmente, tal condición supone una reducción
de la infinita diversidad de los discursos
narrativos posibles.
Sin embargo, si el concepto de historia funciona como un
principio definitorio teóricamente válido, es
porque presenta una forma de flexibilidad indispensable para la
definición de los tipos de discurso. Esta flexibilidad se
manifiesta en primer lugar en el carácter que caracteriza
tal representación, que no debe confundirse ni con
"escrituras" que planean, ni con "normas" de
carácter determinista, sino que puede dar lugar,
según las situaciones, a frecuencias
múltiples.
Esta maleabilidad se manifiesta también a
través de los principios de "recursividad" que garantizan
la representación praxeológica de la historia una
gran diversidad de realizaciones efectivas.Tal como queda
indicado por las flechas, éstas se refieren, por una
parte, a la potencial multiplicación lineal de los
episodios de REACTION, y por otra parte, a la derivación
posible de cada uno de los episodios de la intriga, en forma de
historias insertadas.
Contrariamente a la narración, cuyo estatuto
tipológico pocas veces se cuestiona, el discurso
descriptivo dio lugar a incesantes controversias y fue objeto de
tratamientos variados en los autores y teóricos que se
ocuparon del estudio del tema.
Segùn los trabajos francófonos (Hamon
1993, Adán y Petitjean 1989, Adán 1992 y 1993),
esta controversia se debe ,por una parte, a la aparente falta de
construcción que presenta este tipo de discurso, y por
otra parte, a su estatuto a menudo supeditado a nivel
textual.
Sea como sea, la descripción segùn
Adán se basa en un "procedimiento de
jerarquización muy estricto", regulado por un
número limitado de operaciones que son (a) la
sujeción, (b) la aspectualización, (c) la puesta en
relación y (d) la tematización :
a. Porque toda descripción se refiere a una
entidad de referencia determinada, se afianza minimalmente en un
"tema-título". Esta operación de
sujeción es esencial, puesto que garantiza al
discurso descriptivo su coherencia, y funde hasta cierto punto su
"horizonte de espera". Además de la evocación
catafórica del tema-título, varias modalidades de
sujeción pueden considerarse. Se puede por ejemplo revelar
retrospectivamente la entidad que fue objeto de la
descripción, y así proceder a una
asignación. Y se pueden también en cualquier
momento reformular el tema-título o cualquier otro
elemento de la descripción, modificándolo
sensiblemente.
b. Lo característico del discurso descriptivo
consiste en mencionar las partes o las propiedades de las
entidades de referencia. La operación de
aspectualización es pues la base de la extensión
descriptiva. Equivale a presentar sucesivamente las
características que se reconocen en el tema- título
o a cualquier otro elemento de una descripción.
c. Además puede suceder que el tema-título
esté situado en el espacio y en el tiempo. A veces
también es asimilado, en comparación o en
metáfora, a otras entidades de referencia. El conjunto de
estas operaciones está incluido en el procedimiento de
puesta en relación.
d. Finalmente, la operación de
tematización garantiza al discurso descriptivo una
extensión potencialmente infinita. En efecto, como lo
precisa Adán (1993), "cualquier elemento puede
encontrarse, a su vez, al inicio de un nuevo procedimiento de
aspectualización y/o de puesta en situación". La
articulación de las operaciones constitutivas de la
descripción da una idea clara de los principios en que se
basa la organización de este tipo de discurso, y que
implican la base de su jerarquización:
Figura 2: Las operaciones descriptivas según
Adán (1993: 115)
Aunque muy someramnete presentada aquí,
esta definición ofrece la ventaja de relacionar un
número limitado de operaciones semióticas con los
principios que son la base de las secuencias descriptivas, que
sean elementales o complejas.
Además, estas categorías afianzan en un
conjunto homogéneo de información de referencia los
principios definitorios de este tipo de discurso. En efecto, la
"superestructura" anteriormente mencionada va relacionada con un
conjunto caracterizado de operaciones cognoscitivas elementales:
el tema-título remite a una entidad conceptual cuyas
características son objeto de derivaciones particulares,
especificadas por la naturaleza de las operaciones
descriptivas.
Se puede pues considerar que a diferencia de las
narraciones, basadas en representaciones praxeológicas de
historias, los discursos descriptivos se refieren a
categorías conceptuales, y designan las propiedades de los
lugares, de los seres o de cualquier otra unidad de referencia
que puede ser objeto de una derivación
conceptual.
Se consigue así una definición de la
descripción que supone este tipo de discurso como un
segmento textual monológico que designa, a través
de las operaciones específicas que son la sujeción,
la aspectualización, la puesta en relación y la
tematización, las distintas características de una
entidad conceptual.
A pesar de nombres variables ( discurso teórico,
explicativo, argumentativo, informativo, etc), el discurso
deliberativo se encuentra mencionado de manera recurrente en los
distintos modelos tipológicos existentes.
Parece necesario por lo tanto concederlo un fuerte
estatuto tipológico. Sin embargo, mientras que es posible
entender configuraciones de referencia relativas a las
narraciones y a las descripciones, parece en cambio
difícil relacionar la diversidad de los discursos
deliberativos con un conjunto determinado de
principios.
En efecto, contrariamente a los tipos arriba estudiados,
el discurso deliberativo no parece generar "esperas particulares"
relativas a un contenido de referencia. Además, las
propiedades lingüísticas a veces contabilizadas para
entender las especificidades resultan realmente demasiado
generales, y se aplican también a otras categorías
tipológicas.
No obstante, lejos cuestionar la validez de una
tipología basada parcialmente en información de
referencia, estas particularidades ponen de relieve la gran
neutralidad de las configuraciones deliberativas. Esta es la
razón por la que es necesario definir este tipo como una
clase de
"grado cero" de un modelo tipológico, correspondiendo al
conjunto de las producciones discursivas que escapan a la vez a
las propiedades de la narración y a las de la
descripción.
Esta hipótesis de un
discurso deliberativo "por defecto" parece satisfactorio en la
medida en que contribuye a la asimilación de ciertos
elementos a la vez empíricos y teóricos. En primer
lugar, el establecimiento de un tipo neutro, definido de manera
negativa, puede explicar por qué, al menos en contexto
conversacional, la gran mayoría de las producciones
verbales están incluidas precisamente en el este tipo
discursivo. Es solamente cuando el contenido de referencia se
organiza de manera específica que entidades textuales
toman localmente la forma de un discurso señalado como la
narración o la descripción.
Por otra parte, desde un punto de vista más
teórico, la definición por defecto ofrece la
ventaja de dar cuenta debido a que el conjunto de las
categorías tipológicas no presentan el mismo grado
de apariencia. Adoptar la hipótesis de un "grado cero"
vuelve de nuevo así a admitir que el discurso deliberativo
constituye una entidad muy poco destacada, y que está por
consiguiente preferible describir la neutralidad más que
de intentar desesperadamente traerla a un prototipo
ilusorio.
Tipología
y modelo de organización del discurso
La tipología discursiva anteriormente mencionada
sólo constituye un ejemplo de clasificación entre
las múltiples posibilidades que se elaboraron durante
últimos años. En la medida en que sólo se
destacan tres categorías, esta tipología puede sin
embargo darse por mínima desde el punto de vista de varios
aspectos.
Contrariamente al enfoque que propone Adán
(1992), la clasificación anteriormente mencionada no
implica una distinción elemental entre la
explicación y la argumentación, y no concede un
fuerte estatuto tipológico a varias clases que
frecuentemente vemos mencionadas en los tratados de otros
autores.
Por ejemplo, el "discurso poético" no se ve como
un tipo de discurso particular, puesto que éste destaca o
por actividades lingüísticas que se manifiestan en
múltiples subtipos ( el soneto, el blasón, la
fábula, el poema en prosa, etc.), o de una función
general del uso de la lengua – la función poética o
autotélica descrita por Jakobson (1963) – que se encuentra
potencialmente expresada en el conjunto de las producciones
discursivas y que, por lo tanto, no remite a una infraestructura
textual específica.
En cuanto al "discurso procesal", que se manifiesta
principalmente en las producciones verbales de carácter
preceptivo ( ingresos de
cocina, métodos de
empleo,
procedimientos, explicaciones, etc.), se
vinculó claramente con un subtipo de descripción
bien estudiado por Adán (1992): la descripción de
acciones.
En la medida en que su configuración de
referencia se vinculó con operaciones de
aspectualización de un tema-título por partes
temporalmente pedidas, es necesario admitir que el discurso
procesal supone un proceso descriptivo. Por último, a
diferencia de un gran número de autores (Adán 1992,
Bronckart 1997), la tipología propuesta por el modelo
modular ginebrino no aplica el "discurso dialógico" o
"interactivo" a un tipo entre otros.
El reglamento de las conversaciones remite en efecto a
principios fundamentales que están incluidos en la
dimensión elemental de la organización del discurso
– la dimensión jerárquica – y no de la
problemática de la heterogeneidad composicional. En cuanto
a los diálogos representados, muy frecuentes tanto orales
como escritos, su estudio es susceptible de mostrarlos como
consubstancialmente vinculados con los discursos narrativos,
descriptivos o deliberativos que los soportan.
A pesar de su reducido número de
categorías, la tipología arriba definida ofrece una
serie de ventajas, tanto metodológicas, empíricas
como teóricas. A nivel metodológico, la
clasificación se basa en un conjunto estable de principios
recurrentes, y no, como es el caso a veces, según
criterios definitorios que varían de una categoría
a otra.
De manera recurrente, es una información
referencial y textual que permite definir el conjunto de las tres
entidades que son la narración, la descripción y la
deliberación. Además, el enfoque cognoscitivo
privilegiado aquí hace posible la consideración de
un extenso conjunto de realidades empíricas y permite
superar satisfactoriamente el problema de la variedad de las
producciones discursivas.
En efecto, los tipos de discurso constituyen una
información diagramática abstracta que especifica
los contornos de entidades interiorizadas por los oradores.
Dichas entidades pueden aplicarse según modalidades
variables a la realidad de los discursos producidos, yendo de la
realización "prototípica" a formas de
manifestaciones más inesperadas.
Por último, debido a que reconoce plenamente la
complejidad inherente al concepto de tipo de discurso, en
particular, distinguiendo la información referencial y
textual que la componen, la tipología presentada
aquí permite aclarar desde un punto de vista
teórico lo que los tipos discursivos comparten con otras
formas de expresión no lingüísticas (una
configuración de referencia específica), y lo que
le es propio (una configuración textual monologica de
intervención).
En resumidas cuentas, si la
definición de los tipos discursivos aparece como una
condición necesaria para el estudio de la heterogeneidad
composicional del discurso, es importante recordar que no
constituye más que una etapa.
En efecto, describir la posibilidad para producciones
verbales de combinar una multitud de fragmentos que dependen de
configuraciones de referencia variables no se aplica a la
definición de tipos abstractos: implica determinar
cómo estos tipos de discurso se manifiestan en secuencias
efectivas, cómo estas secuencias se hacen a nivel
léxico-sintáctico por efectos argumentativos,
narrativos o autotélicos, cómo se imbrican
finalmente a nivel textual y, cómo responden a las
propiedades de las situaciones de interacción en las cuales se enuncian
(véase Filliettaz 1999 y Roulet, Filliettaz y Grobet
2001).
En definitiva, la problemática de los tipos de
discurso deja ver el carácter complejo de las realidades
discursivas y la necesidad para los analistas de establecer
respuestas metodológicamente adaptadas a tal
complejidad.
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