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Acreditación ¿Ave fénix de la educación superior?



     

    1. El esquema
    estadounidense de acreditación

    1.1. El papel del Estado
    en el proceso de acreditación

    1.2. El papel de las
    agencias de acreditación privadas y no
    gubernamentales

    1.3. El problema de la
    coordinación

    2. La acreditación
    en el escenario de la integración
    europea

    2.1. La
    acreditación en el "proceso de
    Bolonia"

    2.2. Algunas
    implicaciones del esquema comunitario

    3. La acreditación
    universitaria en América Latina

    3.1. El proceso
    latinoamericano hacia la acreditación
    regional

    3.2. La red
    iberoamericana de acreditación

    3.3. Proyectos de
    acreditación sub-regionales

    4. El caso de
    México

    4.1. Los comités
    de pares

    4.2. Acreditación
    con reconocimiento oficial

    4.3. Acreditación
    de universidades privadas

    Consideraciones
    finales

    Anexo

    Referencias

    Notas

     

    [Artículo para el libro Imanol
    Ordorika (ed.), La academia en jaque. Perspectiva
    política
    sobre los programas de
    evaluación en la educación
    superior
    ] Versión final 20 de mayo de 2004

    El mito del Ave
    Fénix es antiguo, lo recoge la literatura latina de las
    narraciones de Heródoto. El historiador griego dice en
    Euterpe, la segunda de sus Historias, (2) que en Egipto existe
    "un ave sagrada, que tiene por nombre fénix". Aunque
    aclara no haberla visto más que en pintura,
    consigna haber oído
    –y por cierto no creído- que la especie en
    cuestión, parecida a un águila de alas doradas y
    rojas, retorna a la Heliópolis cada quinientos años
    para llevar al Templo del Sol el cadáver de su padre
    guardado en un huevo de mirra. Poetas latinos de los siglos III y
    IV, como Lactantio, (3) Claudiano (4) y varios más,
    escribieron versos en que el fénix muere inmolado pero
    renace de sus cenizas. (5)

    El ciclo de crisis y
    renacimiento al
    que alude el mito es una narrativa familiar en la historia de las
    universidades. El debate
    contemporáneo acerca de la viabilidad de la milenaria
    institución coincide en afirmar que una clave de
    supervivencia radica en la respuesta que sea capaz de brindar a
    las demandas sociales de su entorno inmediato, al mismo tiempo que
    desempeña un papel protagonista en la dinámica de la
    globalización.

    Enfrentar este doble desafío implica redefinir el
    sistema de pactos
    entre el Estado, la
    sociedad y las
    instituciones
    de docencia
    superior e investigación científica. Tal
    redefinición es condición de posibilidad para que
    las universidades, y el resto de las instituciones que componen
    los sistemas
    nacionales de educación superior,
    consigan respaldar sus proyectos en la
    demostración de sus cualidades de innovación, relevancia social y
    adaptación al cambio. Se
    trata, como lo hace notar Claudio de Moura, de una fase de
    transición cuya especificidad histórica está
    marcada por el tránsito de un modelo de
    calidad
    centrado en la tradición a otro, de carácter multidimensional, que obliga a
    justipreciar la calidad académica en función de
    las capacidades de respuesta institucional a las necesidades y
    requerimientos de las sociedades
    realmente existentes (De Moura, 2000).

    Otro reto fundamental del presente deriva de los
    procesos de
    globalización y regionalización en
    curso, los cuales implican una presión
    objetiva para que las instituciones adecuen sus formas de
    trabajo,
    gestión
    y rendición de resultados a determinados esquemas
    mutuamente reconocidos y convenidos. De este modo pueden las
    universidades participar en dinámicas tales como la
    movilidad internacional de recursos
    humanos, los flujos e intercambios de conocimiento,
    y la cooperación regional a gran escala (Stier
    2002).

    Algunos especialistas (Schuller, 1992; Brunner, 2000;
    Barnett, 2003) sostienen que o bien las universidades consiguen
    renovar sus vínculos sociales, actualizando su
    vocación de generación, distribución y reproducción de conocimientos
    significativos, o corren un alto riesgo de
    obsolescencia e irrelevancia. Es también la opinión
    de Steve Wheeler cuando titula una de sus contribuciones "The
    traditional University is dead: Long live the distributed
    University" (Wheeler, 2000).

    ¿La universidad ha
    muerto? Es difícil sostener verosímilmente tal
    afirmación ¿Está cambiando ella misma y
    requiere adaptarse a cambios que ocurren en su exterior?
    Seguramente ese es el caso. Entre múltiples respuestas de
    adaptación, encontramos que las prácticas de
    acreditación ocupan un lugar central en cuanto implican o
    suponen procesos de reforma sustantivos en ámbitos tales
    como la programación curricular, la planeación
    y gestión de ofertas educativas, y el control y
    supervisión de los procesos de
    transformación desencadenados.

    En ese sentido, la acreditación aparece como el
    fénix de la crisis universitaria, pero ¿debe
    eliminar a la universidad que todavía existe, con su
    gobierno
    autonómico y su tradición de
    autorregulación, para hacerla renacer? La pregunta no es
    sólo retórica, hay valores
    cruciales en tensión, críticas fundadas, resistencias
    al cambio, y disputas por el control del nuevo territorio. El
    presente texto se
    propone ofrecer al lector más un mapa de problemas que
    un ensayo
    analítico del tema. No obstante, se pretende
    también reflexionar sobre la dirección de los cambios y acerca de sus
    posibles implicaciones y consecuencias.

     

    Introducción

    A partir de la década de los ochenta, con plena
    intensidad en el decenio siguiente y en los primeros años
    del siglo XXI, la acreditación de programas e
    instituciones de enseñanza superior ha fungido como un eje
    fundamental de la transformación cualitativa de la
    universidad en el mundo. Junto con otras políticas
    de reforma, la acreditación se propone resolver ciertas
    fallas de comunicación atribuidas al modelo
    particular de interrelación entre el sistema de
    educación superior, la sociedad y el Estado. En su
    planteamiento más general, la acreditación busca
    ofrecer elementos de confianza sobre la calidad
    educativa, tanto a los estudiantes en condiciones de elegir
    la institución y programa en que
    cursarán estudios profesionales, como a los empleadores. A
    esos fines básicos, de mayor amplitud histórica, se
    han añadido recientemente otras expectativas, tales como
    la de contar con un instrumento para mejorar la calidad de los
    servicios,
    encauzar la rendición pública de cuentas,
    establecer un principio de visibilidad y orden dentro del variado
    repertorio de ofertas, estimular y regular la competencia entre
    instituciones universitarias, así como implantar un
    mecanismo de control que asegure que la inversión de recursos
    públicos en educación superior se plasma en
    indicadores
    objetivos de
    calidad.

    Así pues, el notable interés
    despertado por la acreditación como mecanismos de
    aseguramiento de la calidad educativa, guarda relación con
    el despliegue de enfoques e instrumentos generales de
    política pública cuyo común denominador
    radica en el doble propósito de mejorar la eficiencia de las
    instituciones públicas, y supervisar la operación
    de la iniciativa privada en aquellos sectores de actividad que
    afectan directamente la provisión de bienes o
    servicios
    públicos, como es evidentemente el caso de la
    educación (Glidden, 1998).

    Además, las tendencias en favor de la
    acreditación han encontrado puntos de contacto
    significativos con los procesos de internacionalización e
    integración en curso, que forman parte de
    las agendas regionales en distintas zonas del planeta. En este
    sentido, no es casual que los principales organismos
    multilaterales involucrados en el sector educativo coincidan en
    subrayar la importancia de impulsar mecanismos nacionales y
    regionales con propósitos de acreditación
    (El-Khawas, 1998; Hayward, 2001; Jeliaskova y Westerheijden,
    2001).

    En la práctica, el impulso a la
    acreditación se ha basado tanto en una convergencia de
    intereses de actores, como en un sistema de estímulos
    positivos y negativos. En torno a la
    política y control de los mecanismos de
    acreditación concurren agencias gubernamentales, gremios
    profesionales e instituciones y organizaciones
    académicas públicas y privadas. El sistema de
    estímulos considera, por su parte, la oferta de
    recompensas principalmente simbólicas para los programas e
    instituciones que se incorporan al esquema, o el riesgo de
    marginación o retraso en la opción de no
    participar. Una vez desencadenada, la dinámica de
    acreditación tiene efectos multiplicadores: anima el
    debate sobre el tema, convoca a la
    organización de agencias, provoca la
    participación de los gremios profesionales, se
    acompaña de la integración de grupos de trabajo
    y comisiones, da lugar a procesos de deliberación
    jurídica y al planteamiento de estructuras de
    coordinación.

    Como los esquemas de acreditación son implantados
    mediante formas de evaluación externa y voluntaria de
    programas, instituciones o ambos, su puesta en marcha implica una
    cierta tensión entre los valores
    históricos de la autonomía académica y los
    propósitos, gubernamentales o sociales, de
    supervisión de la calidad en beneficio de los
    destinatarios del servicio. Los
    casos que se analizan en el presente texto nos muestran que
    resolver satisfactoriamente dicha tensión ha requerido
    distintas formas de acuerdo entre el gobierno y las
    universidades, algunas normativas y otras políticas. Las
    primeras se han concretado mediante la incorporación de
    reglas de acreditación en distintos niveles del aparato
    jurídico de la educación superior. Las segundas han
    implicado convenios entre las instancias gubernamentales y las
    corporaciones que representan el interés universitario,
    tales como las asociaciones de universidades públicas o
    privadas, los colegios profesionales, los cuerpos
    académicos, y otros grupos de interés.

    Por tanto, la comprensión sociológica y
    política del proceso de
    acreditación universitaria requiere considerar varios
    planos analíticos, entre los que se destaca: a) la
    acreditación como política pública de
    alcance nacional, informada por procesos y decisiones que
    competen a la esfera internacional (Van Vught y Westerheijden
    1994, Woodhouse 1996, Harman 1998, Van Damme 1999, Didou, 1999;
    Jeliaskova y Don Westerheijden 2001, Curie et al. 2003), y
    b) la acreditación como proceso en que se relacionan e
    interactúan agentes colectivos involucrados en el quehacer
    universitario y en la práctica
    profesional (Rudder 1992, Conraths 2000, Maxwell et al.,
    2000; Uvalic-Trumbic 2002, Mollis 2003).

    Considerando ambos planos analíticos, el presente
    trabajo trata de mostrar la forma en que está teniendo
    lugar el proceso de acreditación de programas e
    instituciones en el contexto internacional y en México. Se
    consideran los casos de Estados Unidos,
    país precursor en este tipo de programas, de los
    países europeos y latinoamericanos y, por último,
    el caso de México en su especificidad.

     

    1. El esquema estadounidense
    de acreditación

    La centenaria existencia de organismos de
    acreditación de carácter no gubernamental en los
    Estados Unidos confiere verosimilitud a la afirmación de
    Robert Glidden, presidente de la Universidad de Ohio,
    según la cual la acreditación "es una
    invención americana", que se deriva, dice el autor, "de la
    convicción democrática para evitar formas de
    control gubernamental sobre la inteligencia"
    (Glidden, 1998).

    En efecto, en Estados Unidos predomina la postura de las
    universidades contra la centralización de las relaciones entre las
    instituciones y el Estado. Por ello, a diferencia de la casi
    totalidad de los países del globo, no existe en ese
    país una instancia federal encargada de la
    regulación del sistema
    educativo superior como tal, y las funciones de
    coordinación normativa, sostén financiero y
    supervisión de la calidad educativa corresponden
    primariamente a los gobiernos estatales, así como a
    determinadas agencias no gubernamentales de
    coordinación.

    El alto grado de descentralización prevaleciente, la
    amplitud de la autonomía académica y administrativa
    de las instituciones, así como el tamaño del
    sistema, el mayor en el mundo en términos absolutos (con
    más de 15 millones de estudiantes, de los cuales
    más de nueve millones en programas de cuatro años o
    más), ha dado lugar a una gran diversidad en la oferta de
    programas académicos. Esa diversidad se refleja, entre
    otros aspectos, en variados niveles de calidad, que no
    necesariamente son visibles para la demanda. En
    tal contexto, el propósito de la acreditación se
    define como un medio para asegurar que la oferta académica
    de las instituciones haya alcanzado un nivel aceptable de
    calidad.

    No obstante, el desarrollo del
    modelo estadounidense ha buscado cumplir con dos funciones
    adicionales: prevenir al público de posibles ofertas
    fraudulentas, riesgosas o de mala calidad, y asegurar la
    estandarización del valor del
    crédito
    académico para posibilitar su transferencia de una
    institución a otra, facilitando con ello propósitos
    de movilidad estudiantil. Ambos objetivos son vigentes; la
    reciente aparición de proveedores
    alternativos de educación superior (Rodríguez 2003)
    ha reanimado la discusión sobre el sistema de
    acreditación como el medio apropiado para controlar la
    calidad de las nuevas entidades de educación superior.
    Asimismo, el reconocimiento de créditos entre programas amplía su
    significado en el escenario de los procesos de
    internacionalización de la educación superior
    asociados a la globalización.

    A pesar de la postura anticentralista del sistema de
    educación superior estadounidense, en la actualidad la
    estructura de
    acreditación formal involucra tanto a agencias no
    gubernamentales como también a entidades gubernamentales.
    Como tales, los organismos de acreditación son
    asociaciones civiles, de cobertura nacional o regional, que
    desarrollan criterios y conducen evaluaciones de pares
    académicos para juzgar si los mismos son satisfechos por
    los programas académicos. Por su parte, las agencias
    gubernamentales cumplen propósitos de certificación
    de agencias, aunque no se inhibe el funcionamiento de organismos
    no certificados. La búsqueda de equilibrio del
    modelo ha dado lugar a un esquema complejo que comprende varias
    instancias y competencias
    (Wolf, 1993). A continuación esbozaremos en trazos
    generales sus características relevantes.

     

    1.1. El papel del Estado en
    el proceso de acreditación

    El Departamento Estadounidense de Educación
    (USDE), dependencia de la Secretaría de Educación
    del gobierno federal, es la instancia gubernamental competente en
    materia de
    acreditación, aunque su papel no es certificar
    directamente instituciones o programas. Sus funciones se derivan,
    en primer lugar, del mandato legal que obliga a la
    Secretaría a publicar la lista de agencias nacionales de
    acreditación consideradas, oficialmente, como autoridades
    confiables para determinar la calidad de instituciones y
    programas.

    Además, el reconocimiento de las agencias de
    acreditación administrado por el USDE responde
    directamente a la necesidad de regular los apoyos
    económicos que brinda la federación a la
    educación superior. La ley respectiva
    (Higher Education Act) determina que sólo son aptas para
    recibir recursos federales las instituciones, públicas y
    particulares, que han sido acreditadas por agencias reconocidas
    por el gobierno federal. Desde luego, toda agencia de
    acreditación que busque ser incluida en el Registro Federal
    de Agencias, debe someterse a los procedimientos y
    criterios definidos por la instancia gubernamental.

    El proceso de reconocimiento no se agota con el
    envío formal del protocolo
    respectivo. Cada solicitud es revisada por el Comité
    Nacional Consultivo sobre Calidad e Integridad Institucionales
    (NACIQI), el cual formula y comunica a la Secretaría sus
    recomendaciones. Esta última instancia fue establecida por
    mandato de las Enmiendas a la Educación Superior de 1992
    (Ley Pública 102-325). La Sección 114 del Acta de
    Educación Superior determina que el Comité conste
    de quince miembros designados por la Secretaría, quienes
    deben ser representativos de la comunidad de
    educación superior, e incluir a representantes de todos
    los sectores y tipos de instituciones, así como a un
    representante estudiante.

    El USDE no acredita instituciones en países
    extranjeros. Sin embargo, la Secretaría de
    Educación tiene atribuciones para designar miembros para
    el Comité Nacional sobre Educación y
    Acreditación de Educación Médica en el
    Extranjero (NCFMEA), organismo encargado de supervisar los
    estándares de acreditación vigentes en los
    países extranjeros para determinar su compatibilidad con
    los correspondientes a las escuelas de medicina de
    Estados Unidos. Las decisiones del comité determinan si
    los estudiantes estadounidenses que cursan estudios en el
    exterior pueden recibir financiamiento
    bajo el programa federal de préstamo educativo a las
    familias. Por último, la Secretaría de
    Educación se reserva competencias de reconocimiento de
    agencias estatales para la aprobación de estudios
    vocacionales postsecundarios, así como de agencias
    estatales para la aprobación de programas de enfermería.

     

    1.2. El papel de las agencias
    de acreditación privadas y no
    gubernamentales

    La acreditación de instituciones y programas de
    educación superior es competencia directa de agencias
    privadas de carácter no gubernamental. Se reconocen tres
    tipos de agencias: de cobertura nacional, de cobertura regional y
    especializadas en profesiones. Estos organismos han desarrollado
    criterios para evaluar los estándares de calidad de los
    programas y establecido requisitos básicos de calidad para
    la acreditación institucional. En torno a su
    propósito de verificación de la calidad
    académica, las agencias de acreditación cumplen
    varias funciones, de las cuales destacan: verificar que el
    programa o la institución cumple con estándares de
    calidad convenidos; apoyar a los estudiantes en la selección
    de los programas e instituciones de mejor calidad; asistir a las
    instituciones para definir un esquema de créditos
    transferibles; apoyar al gobierno y a las fundaciones privadas
    para identificar instituciones y programas elegibles para recibir
    fondos; y determinar objetivos de mejora
    institucional.

    En el modelo estadounidense hay una clara
    distinción entre dos tipos de acreditación: la que
    corresponde a las instituciones (institucional) y la que compete
    a los programas (especializada o programática). La primera
    es desarrollada, principalmente, por las agencias regionales y
    nacionales de acreditación, mientas que la segunda se
    lleva a cabo por las agencias especializadas o profesionales. No
    obstante, algunas agencias especializadas han desarrollado
    capacidades para evaluar instituciones y asignar este tipo de
    acreditación. Por ejemplo las agencias enfocadas a la
    educación médica acreditan tanto escuelas como
    programas, e incluso hospitales.

    Sólo dos terceras partes de las agencias de
    acreditación "especializadas", del conjunto de agencias de
    este tipo reconocidas por el Consejo de Acreditación de la
    Educación Superior (CHEA), al que nos referiremos
    más adelante, están convalidadas por la instancia
    gubernamental, dado que el tipo de acreditación que estas
    agencias practican no implica necesariamente el acceso a fondos
    federales (Zapata y Salazar, 2003).

    El procedimiento de
    acreditación especializada cubre, en general, las
    siguientes etapas: a) Determinación de estándares.
    La agencia, en colaboración con las instituciones
    académicas y la comunidad de profesionales, define
    estándares de calidad institucional y estándares de
    calidad para las diferentes disciplinas y campos de
    estudio.

    b) Autoestudio. La institución o programa que
    solicita acreditación prepara una autoevaluación
    que contrasta sus propios estándares de calidad contra
    el protocolo fijado por la agencia correspondiente.

    c) Evaluación de campo. Un equipo de la agencia
    visita la institución o programa para observar
    directamente el grado de cumplimiento de los estándares
    y requisitos.

    d) Publicación. Con base en los resultados
    obtenidos, la agencia publica y difunde resultados sobre el
    status de pre-acreditación o acreditación del
    programa o institución sometida a su
    evaluación.

    e) Monitoreo. La agencia de acreditación se
    encarga de supervisar cada institución o programa
    durante el periodo de acreditación concedido para
    verificar que se continúa cumpliendo con los
    estándares fijados por la agencia.

    f) Reevaluación. La agencia de
    acreditación evalúa periódicamente cada
    institución o programa acreditado con el fin de asegurar
    que los programas e instituciones que forman parte de su lista
    conservan el nivel de calidad que la agencia puede en efecto
    garantizar.

    Este conjunto de etapas refleja dos aspectos cruciales
    del modelo. Por un lado, el proceso de ajuste entre
    estándares y programas, cuyo objetivo
    implícito es el de asegurar que cada programa
    académico se ajusta, dentro de márgenes aceptables,
    a un protocolo de calidad determinado por pares académicos
    y profesionales. Por otro lado, la evaluación como un
    proceso continuo, cuya razón de ser se fundamenta en el
    objetivo de asegurar que los programas son en efecto sensibles al
    progreso del conocimiento disciplinario (Woodhouse,
    1998).

    Como el propósito central de la
    acreditación radica en fortalecer la confianza
    pública en las instituciones y programas del sistema de
    educación superior, el punto más vulnerable del
    modelo radica en los atributos de solidez académica y
    responsabilidad profesional que se atribuye a las
    agencias. Es claro que las agencias acreditan instituciones y
    programas, pero ¿quién acredita a éstas y
    cómo se garantiza su calidad?. Además, la
    generalización del modelo supone como deseable un cierto
    grado de coordinación entre las instancias encargadas de
    su desempeño. El siguiente apartado aborda
    estos temas.

     

    1.3. El problema de la
    coordinación

    Como ya se indicó, el Estado ha desarrollado
    algunos medios para
    dar certidumbre al proceso, sin embargo el control gubernamental
    se deriva principalmente de la elegibilidad para recibir fondos
    federales, lo que no descarta la posibilidad de agencias
    pseudoacreditadoras con propósitos exclusivamente
    comerciales, tales como proveer un servicio de
    acreditación para que algunas instituciones o programas
    logren salir al mercado con
    certificación externa, o bien para acreditar instituciones
    extranjeras que busquen prestigiarse por ese medio.

    Para evitar en lo posible tales problemas, y con base en
    propósitos autoregulatorios, el sistema universitario
    estadounidense ha desarrollado otros medios de
    coordinación y vigilancia. En efecto, por más de
    cincuenta años ha habido algún tipo de agencia no-
    gubernamental de coordinación de organismos de
    acreditación. Los dos primeros fueron la Comisión
    Nacional de Acreditación, fundada en 1949, y la
    Federación de Comisiones Regionales de la Educación
    Superior. La fusión de
    estos dos organismos dio lugar, en 1974 al Consejo de
    Acreditación Postsecundaria (COPA), el cual
    funcionó hasta 1993. Mediante un Comité de
    Reconocimiento el COPA cumplía funciones de
    reconocimiento, revisión y supervisión de las
    agencias asociadas. Posteriormente, en 1994 dicho Consejo
    derivó en la Comisión de Reconocimiento de
    Acreditación Postsecundaria (CORPA). En 1997 se
    disolvió la esta Comisión luego de la
    creación, el año anterior, del Consejo para la
    Acreditación de la Educación Superior
    (CHEA).

    El CHEA es la entidad no gubernamental encargada de la
    función de coordinación de agencias de
    acreditación; funge como una organización nacional de carácter
    privado y no gubernamental "dedicada al fortalecimiento de la
    educación superior a través de la
    acreditación". La creación del organismo
    respondió a la iniciativa de un grupo de
    rectores y presidentes de universidades que consideraban
    necesario establecer puentes entre las agencias de
    acreditación existentes, así como impulsar una
    opinión
    pública favorable al mecanismo de acreditación
    basado en el juicio de pares. Entre sus objetivos fundacionales,
    el CHEA se propuso impulsar un enfoque de acreditación no
    regulatorio, sino favorable al aseguramiento institucional de
    estándares de calidad definidos por la comunidad
    académica. Además, se propuso actuar como un
    interlocutor válido ante instancias gubernamentales,
    cuidando preservar el carácter autónomo de las
    agencias de acreditación coordinadas por el Consejo
    (Eaton, 1998). En el presente, el CHEA coordina la
    operación de seis agencias regionales, ocho nacionales y
    44 especializadas, y es reconocida en medios académicos y
    gubernamentales como la organización líder
    para coordinar el esquema no gubernamental de
    acreditación.

    En resumen, el modelo de acreditación
    estadounidense opera sobre la base de agencias no gubernamentales
    especializadas. Además, se combinan formas de
    supervisión gubernamental con formas de
    coordinación autorreguladas. Aunque el modelo ha tenido
    indiscutible repercusión en el ámbito
    internacional, no en todos los países y regiones se siguen
    los mismos procedimientos. En los siguientes apartados nos
    ocuparemos de otros casos para proseguir con la revisión
    del contexto en que se desarrolla el mecanismo de
    acreditación.

     

    2. La acreditación en
    el escenario de la integración europea

    En la mayor parte de los sistemas universitarios de
    Europa Occidental
    existe una relevante tradición de autonomía que se
    ha traducido, en algunos casos, en la ausencia de controles
    externos de vigilancia y certificación, y en otros en la
    implantación de formas de regulación de la calidad
    académica al margen de la supervisión
    gubernamental. No obstante, tal condición está
    cambiando con celeridad en virtud del proceso comunitario europeo
    y la consiguiente búsqueda de integración
    económica y cultural de la región (Gornitzka,
    2000; Campbell y van der Wende, 2000; Conraths, 2001).

    Las universidades europeas desarrollaron modelos
    académicos con una fuerte dosis de identidad
    local. Ello dio lugar, con el tiempo, a la presencia de una
    diversidad de esquemas, normas y
    prototipos curriculares, en que la dimensión regional -la
    referencia europea- era más bien ajena. Sin embargo, la
    formación y consolidación de la Unión
    Europea ha generado nuevas oportunidades en áreas
    tales como el comercio
    regional de servicios y la movilidad de profesionales con
    propósitos de trabajo, para no hablar del amplio proceso
    de intercambio académico, científico y
    tecnológico del área. El aprovechamiento de tales
    oportunidades hace necesario contar con instrumentos para la
    homologación de certificados, diplomas y créditos,
    así como desarrollar sistemas que den certidumbre y
    confianza a la oferta de servicios profesionales, es decir
    procesos de aseguramiento de calidad académica en
    instituciones y programas, entre los cuales la
    acreditación es vista como un mecanismo relevante (Van
    Damme, 2000; Sursock, 2001;Middlehurst, 2001; Senté,
    2003).

    El debate sobre la acreditación universitaria en
    Europa está a la orden del día y hay varias
    posturas al respecto, desde quienes subrayan la validez de ese
    mecanismo como la principal o única vía para
    alcanzar los objetivos de integración universitaria en
    curso, hasta quienes ven en la acreditación externa una
    amenaza a las tradiciones y fortalezas de la autonomía. La
    discusión tiene un punto de referencia particularmente
    señalado en torno al proceso de formación del
    espacio europeo de educación superior, de lo que nos
    ocuparemos a continuación.

     

    2.1. La acreditación
    en el "proceso de Bolonia"

    La serie de debates, acuerdos, planes y acciones en
    torno al objetivo de establecer un área de
    educación superior europea se conoce como el proceso de
    Bolonia, porque se deriva de un acuerdo suscrito por los
    ministros de educación superior de Europa, representantes
    de 29 países de la región, reunidos en esa ciudad
    el 19 de junio de 1999. La "Declaración de Bolonia", dio
    inicio a un proceso cuya culminación se prevé al
    2010 y tiene varios antecedentes. En primer lugar, el documento
    Magna Carta
    Universitatum
    , firmado por los rectores de las universidades
    europeas presentes en Bolonia en la celebración del 900
    aniversario de la universidad el 28 de septiembre de 1988. Ese
    documento afirma el propósito de intensificar la
    colaboración académica entre las universidades
    europeas para que, sin perjuicio de su autonomía, se
    apoyen mutuamente a fin de mejorar la calidad de sus programas.
    En segundo lugar, la "Convención sobre Reconocimiento de
    Cualificaciones Concernientes a la Educación Superior en
    la Región Europea", desarrollado por el Consejo de Europa
    y la UNESCO y adoptada por representantes nacionales en una
    reunión en Lisboa en abril de 1997. El acuerdo, conocido
    como la Convención de Lisboa, ha sido adoptado por la
    mayoría de los países europeo; en él se
    establecen reglas generales para la equivalencia de estudios
    universitarios. En tercer lugar, la "Declaración de la
    Sorbona", suscrita el 25 de mayo de 1998 por los ministros de
    educación de Francia,
    Alemania,
    Italia y el Reino
    Unido, que señala la necesidad de desarrollar un espacio
    europeo de educación superior que se vincule y brinde
    soporte a los mercados
    económicos, comerciales y financieros reunidos en la
    Unión Europea. Por último, las recomendaciones del
    Consejo de la Unión Europea del 24 de septiembre de 1998,
    enfocadas a sustentar prácticas de cooperación en
    favor de la calidad de la enseñanza superior, una de cuyas
    vertientes es la acreditación.

    La "Declaración de Bolonia" estableció los
    objetivos generales y operativos del proceso integracionista: los
    primeros son tres y se resumen en los términos "competitividad
    internacional", "movilidad" y "empleabilidad"; los objetivos
    operativos abarcan seis aspectos: adoptar un sistema transparente
    de grados comparables; adoptar un sistema esencialmente basado en
    dos ciclos principales (grado y postgrado); desarrollar el
    Sistema Europeo de Créditos (ECTS) ; promover la
    movilidad; promover la cooperación europea para el
    aseguramiento de la calidad académica; y promover la
    dimensión europea en el currículum
    universitario.

    En mayo de 2001, luego de varios seminarios y otras
    actividades preparatorias, se verificó en Praga la primera
    reunión ministerial de seguimiento de los acuerdos de
    Bolonia. Previamente más de trescientos representantes de
    instituciones de enseñanza superior europeas se reunieron
    en Salamanca (29-30 de marzo de 2001) para preparar los documentos de la
    junta ministerial. Una de las conclusiones de la
    "Convención de Salamanca" señala el objetivo de
    "adoptar mutuamente mecanismos aceptables para la
    evaluación, el aseguramiento y la certificación de
    calidad". Por su parte, el informe encargado
    por los ministros a Pedro Lourtie, para el monitoreo
    independiente del proceso, hacía notar que "la introducción de sistemas de créditos
    compatibles se está extendiendo y logrando
    aceptación en la región" y que "varios
    países ya han establecido, o planean hacerlo, sistemas de
    aseguramiento de calidad y acreditación, ya sea como parte
    de sus agendas internacionales o al menos como tema de
    discusión." Estas definiciones quedaron plasmadas en el
    denominado Reporte Lourtie, de mayo de 2001.

    En Praga se añadieron tres países
    más al proceso, se revisaron los avances logrados hasta el
    momento, se ratificaron los objetivos iniciales y se
    añadieron tres nuevos propósitos: promover la
    educación continua; incentivar la participación de
    instituciones y organizaciones estudiantiles en el proceso, y
    promover el atractivo del área europea de educación
    superior. Algunas de las acciones en proceso que fueron revisadas
    en Praga corresponden a la comparación de los conceptos de
    acreditación, revisión de ejemplos de programas
    internacionales de aseguramiento de la calidad, y revisión
    de los sistemas de descriptores para grados y
    postgrados.

    En torno al tema de aseguramiento de la calidad, los
    ministros convinieron en apoyar el diseño
    de escenarios para la mutua aceptación de sus mecanismos
    de evaluación y acreditación /
    certificación. Además, hicieron un llamado para que
    las universidades, otras instituciones de educación
    superior, las agencias nacionales y la Red Europea de Aseguramiento
    de la Calidad de la Educación Superior (ENQA), participen
    en el diseño y establecimiento de un marco
    común.

    La segunda reunión ministerial de seguimiento
    tuvo lugar en septiembre de 2003, en Berlín. Para preparar
    los acuerdos de la reunión se formó un grupo de
    seguimiento encargado de la coordinación de seminarios
    temáticos y la redacción de documentos de trabajo. Los
    seminarios entre Praga y Berlín se enfocaron a la
    discusión de los temas fundamentales del proceso:
    acreditación y aseguramiento de calidad, reconocimiento y
    uso de créditos, desarrollo de grados conjuntos,
    dimensiones sociales del proceso de Bolonia e involucramiento
    estudiantil, y aprendizaje
    permanente.

    El Consejo de la Unión Europea, junto con el
    Parlamento Europeo, emitió el 17 de julio de 2002 una
    "Propuesta de decisión para establecer un programa de cara
    a la mejora de la calidad de la enseñanza superior", que
    incluye maestrías de la Unión Europea, becas,
    asociaciones con centros de enseñanza superior de terceros
    países, mejora de la capacidad de atracción de la
    enseñanza superior europea, y medidas de apoyo. Entre las
    medidas de internacionalización, se contempla apoyar
    acciones para la acreditación, el reconocimiento de
    créditos, el reconocimiento de las cualificaciones
    europeas en el extranjero, y el reconocimiento mutuo de las
    cualificaciones con terceros países.

    Un apoyo importante en el proceso de Bolonia se deriva
    del proyecto
    establecido por la Confederación de Conferencias de
    Rectores y la Asociación de Universidades Europeas (CRE),
    con el financiamiento de la Comisión Europea, para
    documentar el impacto del proceso en los países de la
    región. Este proyecto ha generado la serie de documentos
    "Trends in Learning structures in European Higher Education",
    conocidos como "Trends". El documento Trends-1 (junio 1999)
    consigna los principales temas y tendencias en la
    transformación de los sistemas de educación
    superior en Europa. Trends-2 (enero 2001) registra las
    principales reformas de educación superior en los
    países europeos en el intervalo de Bolonia a Praga. Por
    último, Trends 3 (mayo 2003) recapitula sobre los avances
    de cuatro años del proceso de Bolonia. En torno a los
    efectos de dicho proceso sobre la evaluación externa y la
    acreditación de instituciones y programas, el reporte
    señala: "Todos los países suscriptores del acuerdo
    de Bolonia han establecido, o están en vías de
    hacerlo, agencias responsables de un control externo de calidad.
    El 80% de las instituciones ya cuentan con procedimientos de
    evaluación externos de una forma u otra (evaluación
    de calidad o acreditación). La oposición a los
    procedimientos de acreditación en países de la
    Unión Europea es más suave. En Europa Occidental se
    observa un interés creciente en métodos de
    acreditación y en el uso de criterios y estándares,
    mientras que en los países de Europa Oriental se advierte
    un uso creciente de métodos de evaluación
    orientados a la mejora cualitativa".

    La Asociación de Universidades Europeas (EUA),
    por su parte, desarrolló una postura para la
    reunión de Berlín, mediante un documento titulado
    "Después de Berlín: el papel de las universidades
    hacia el 2010 y más allá", también conocido
    como "Declaración de Gratz." En este texto se propone, en
    lo referente a los procesos de acreditación y
    aseguramiento de calidad que, sin oponerse a posibilidades de
    acreditación por agencias independientes que respeten la
    autonomía de las instituciones, se establezca un
    "Comité de Calidad de la Educación Superior para
    Europa", el cual "debería ser independiente, respetar la
    responsabilidad de las instituciones con respecto al tema de la
    calidad y demostrar receptividad hacia las preocupaciones
    públicas (con objeto de) desarrollar una verdadera
    dimensión europea de garantía de
    calidad".

    La postura de la EUA recoge la visión de muchas
    universidades europeas sobre el sentido que debiera asumir el
    objetivo de promoción y aseguramiento de la calidad.
    Desde esa visión, la acreditación externa es una
    opción, pero no necesariamente la única ni la
    fundamental. El reto mayor, siguiendo su lógica,
    consiste en desarrollar formas de diálogo y
    cooperación que posibiliten el diseño de
    instrumentos que sean válidos para las instituciones,
    confiables para los gobiernos y reconocidos por las estructuras
    regionales. En el diseño y aplicación de tales
    instrumentos, las universidades y sus cuerpos académicos
    pueden desarrollar un papel alternativo al que asumen los
    sistemas de acreditación a cargo de entidades
    extra-universitarias.

    Además de la línea de trabajo que impulsa
    la acreditación como medio de convergencia, el proceso de
    Bolonia ha progresado a través de otros mecanismos, que en
    su conjunto buscan cumplir el objetivo de sintonizar la
    diversidad de modelos y estructuras normativas de los sistemas
    nacionales de educación universitaria de la región
    europea.

     

    2.2. Algunas implicaciones
    del esquema comunitario

    Hasta el momento, el proceso de Bolonia ha tenido un
    variado pero señalado impacto sobre los sistemas de
    enseñanza superior de los países europeos. El
    más inmediato y visible ha sido la reforma curricular, en
    cada país, para alcanzar la homologación de
    créditos y ciclos acordada; la adopción
    de formas de aseguramiento de calidad académica, y de
    sistemas de evaluación externa y acreditación son
    también impactos generales perceptibles. Como tendencia,
    se avanza hacia la coordinación y convalidación de
    acreditaciones, proceso en el cual la ENQA, derivada del European
    Pilot Project for Evaluating Quality in Higher Education, cobra
    un papel relevante al reunir a los principales organismos de
    acreditación, gubernamentales y privados de todos los
    países de la región, y posibilitar con ello formas
    de diálogo e interacción entre agencias.

    Con todo, es importante reconocer que varios de los
    países europeos, incluso entre los más activos
    promotores de la agenda comunitaria, vienen desarrollando
    procesos de reforma universitaria que se derivan de
    problemáticas locales concretas, y que se articulan en
    torno a coyunturas políticas también locales. Este
    rasgo, así como sus consecuencias en los procesos de
    transformación del sistema universitario, añade
    complejidad al escenario porque las instituciones de
    educación superior enfrentan prioridades, señales
    y presiones de cambio que provienen tanto del entorno nacional
    como del regional. De la misma manera, diferentes modelos de
    relación entre el Estado y las universidades dan lugar a
    esquemas de mayor o menor control gubernamental (Kälvemark,
    2001).

    Así, el tema de la acreditación, por largo
    tiempo ajeno al desarrollo de la educación superior en
    Europa, se ha instalado en las agendas de política
    pública y en los prospectos de reforma institucional. En
    algunos casos -Italia, España,
    Francia, por ejemplo- el gobierno conserva o acentúa su
    papel supervisor o de control del proceso; otros, como Dinamarca,
    Finlandia y Noruega (Haaskad, 2001) han desarrollado un sistema
    mixto de acreditación, similar al estadounidense; en otros
    más, como el Reino Unido, Holanda y Bélgica, se
    transita con cierta facilidad y rapidez hacia formas de
    acreditación a cargo de agencias independientes. Incluso
    algunos países, como el caso de Alemania, Austria y Suiza
    están optando por mecanismos regionales de
    acreditación aprovechando la lengua
    común (Conraths 2000, Haakstad 2001, Westerheijden,
    2001).

    Por consiguiente, uno de los principales desafíos
    de los sistemas de educación superior europeos es
    conseguir articular esquemas de acreditación que atiendan,
    simultáneamente, a propósitos nacionales de
    fortalecimiento de calidad y logro de competitividad y a
    perspectivas de internacionalización derivadas del
    esquema de integración regional. Pero no es el
    único; en el contexto de la Unión Europea conviven
    algunas de las naciones que han logrado los mayores niveles de
    desarrollo tecnológico y bienestar social del planeta, con
    países cuyo grado de avance es aún incipiente; por
    consiguiente, hay también disparidad de modelos y
    calidades universitarias entre países. De ahí que
    el desafío de la homologación curricular y
    profesional sea visto como el reto fundamental (Senent, coord.
    2003).

    Conviene también hacer notar que en las
    iniciativas y prácticas de acreditación europeas,
    tanto las de nivel regional como las de alcance nacional, el
    modelo procedimental norteamericano es predominante (Curie et
    al
    ., 2003). No es de extrañar si atendemos a la
    dimensión histórica del fenómeno. Como ya se
    indicó, las universidades y el gobierno en Estados Unidos
    han madurado durante décadas una fórmula de
    acreditación que atiende múltiples ángulos
    de la problemática que busca resolver. Sin embargo, a
    pesar de las posibilidades de convergencia operativa, la
    especificidad de cada realidad nacional, la correlación de
    fuerzas entre Estado y universidades, el peso específico
    de los gremios profesionales, y el peso específico de la
    corporación académica en el marco de la
    autonomía universitaria, son factores que especifican la
    forma y contenido de los procedimientos de acreditación
    que consiguen implantarse. La comprensión de esta
    dimensión, de naturaleza
    eminentemente política, resulta esencial en el análisis del proceso de acreditación
    universitaria.

    A continuación revisaremos los procesos que
    están teniendo lugar en América
    Latina, dando relevancia, al igual que en el caso de Europa,
    a la relación entre el diseño e implantación
    de iniciativas de acreditación de instituciones y
    programas y la dinámica de integración regional en
    curso.

     

    3. La acreditación
    universitaria en
    América
    Latina

    En América Latina la ola en que se inscribe la
    acreditación universitaria ha dejado sentir su huella.
    Varios países cuentan ya con agencias, comisiones de
    coordinación o sistemas de evaluación y
    acreditación. Casi todos ellos formados durante los
    años noventa; algunos con más experiencia que otros
    (Kells, 1996; Donner 1996; Lemaitre, 2000b; Pizzi 2000;
    Villanueva, 2000). La Tabla 1 que se incluye en este apartado
    consigna algunos ejemplos de instancias y mecanismos que cumplen
    la función de coordinar las labores de
    evaluación/acreditación de estudios superiores en
    varios países de la región..

    Tabla 1
    Algunos organismos de acreditación de estudios de
    pregrado
    con cobertura nacional en América Latina

    País

    Organismo
    y fecha de creación

    Objetivos y
    funciones

    Argentina

    Comisión Nacional de
    Evaluación y Acreditación Universitaria
    (CONEAU) 1995

    Evaluación institucional de todas las
    universidades nacionales, provinciales y privadas; la
    acreditación de estudios de postgrado y carreras
    reguladas y la emisión de recomendaciones sobre los
    proyectos institucionales de nuevas universidades estatales
    y de las solicitudes de autorización provisoria y
    definitiva de establecimientos universitarios privados.
    Posee también la función de dictaminar sobre
    el reconocimiento de entidades privadas de
    evaluación y acreditación universitaria.
    Tiene mandato legal para realizar las siguientes tareas:
    Evaluaciones externas; Acreditación de carreras de
    grado; Acreditación de carreras de postgrado;
    Evaluación de proyectos
    institucionales; Reconocimiento de entidades
    privadas.

    Chile

    Comisión Nacional de
    Acreditación de Pregrado (CNAP) 1999

    Conduce un sistema de acreditación que se
    aplica, en forma voluntaria, a las carreras o programas que
    ofrecen las instituciones de educación superior
    autónomas. El proceso de acreditación se
    realiza a partir de criterios de calidad previamente
    establecidos y contempla tres procedimientos sucesivos: a)
    Autoevaluación de la respectiva carrera; b)
    Evaluación externa por sus pares; c) Dictamen de
    CNAP.

    Colombia

    Consejo Nacional de
    Acreditación (CNA) 1992

    Orienta el proceso de acreditación, lo
    organiza, lo fiscaliza, da fe de su calidad y finalmente
    recomienda al Ministro de Educación Nacional
    acreditar los programas e instituciones que lo
    merezcan.

    Cuba

    Sistema Universitario de Programas
    de Acreditación (SUPRA) 1999

    Objetivos: Estimular y certificar la calidad de
    procesos e instituciones; adaptar la tendencia
    internacional de la acreditación;
    homologación de titulaciones. Acredita programas con
    base en tres categorías: autorizado, certificado y
    de excelencia.

    México

    Consejo Nacional para la
    Acreditación de la Educación Superior, A.C.
    (COPAES) 2000

    Contribuir al aseguramiento de la calidad de los
    programas académicos que se ofrecen en las
    instituciones públicas y particulares de
    México, mediante el reconocimiento formal de las
    organizaciones de acreditación que demuestren la
    idoneidad, calidad y confiabilidad de sus procesos y
    resultados, y que desarrollen sus funciones y procesos con
    base en la normativa establecida por COPAES.

    Fuente: Sitios web de las
    agencias indicadas en el cuadro (véase anexo).

    Lo que interesa resaltar en especial del caso
    latinoamericano, como lo hicimos al referirnos al escenario
    europeo, son las iniciativas y proyectos en curso que se proponen
    avanzar y conseguir un marco regional de acreditación
    universitaria. Al igual que en Europa, aunque ciertamente con
    menos intensidad y profundidad, los países de
    América Latina y el Caribe están empeñados
    en adelantar pasos hacia el diseño y operación de
    mecanismos de acreditación con validez y alcance regional.
    Veamos a continuación los rasgos sobresalientes del
    proceso.

     

    3.1. El proceso
    latinoamericano hacia la acreditación
    regional

    En el ámbito latinoamericano se han desarrollado
    recientes esfuerzos que miran hacia la posibilidad de establecer
    un ámbito regional para debatir el tema de la
    acreditación universitaria, establecer mecanismos de
    cooperación internacional, y avanzar hacia el
    establecimiento de un marco de acreditación de
    carácter regional.

    Un primer paso claro en esa dirección fue dado en
    la Conferencia
    Regional sobre la Educación Superior en América
    Latina y el Caribe (La Habana, noviembre de 1996). La mesa de
    trabajo correspondiente al tema "Calidad, evaluación y
    acreditación institucional" estableció, en sus
    conclusiones, la necesidad de "crear equipos multilaterales para
    el estudio y la identificación de valores comunes, que
    sirvan de marco estructural para la formulación de
    políticas y estrategias", y
    la posibilidad de "implantar dichos equipos en institutos y
    centros de estudios estratégicos de nivel superior, de
    forma tal que, a través de ellos, los países del
    continente puedan enfrentar conjuntamente estos desafíos "
    (Conclusiones de la Conferencia Regional). Aunque la mesa no se
    refirió específicamente al tema de la
    acreditación, hizo énfasis en el mecanismo
    multilateral como vía para compartir experiencias y
    socializar respuestas en torno a los problemas de
    evaluación y calidad de la educación
    superior.

    Posteriormente, en enero de 2002, en el marco de la
    Conferencia sobre "Calidad, Transparencia y Acreditación
    de la Educación Universitaria", realizada en Madrid,
    representantes de agencias y gobiernos de países de
    América Latina y el Caribe, en presencia de instituciones
    similares de la Unión Europea, manifestaron interés
    por constituir una Red Iberoamericana
    dedicada al tema de la calidad universitaria. En ese encuentro se
    programó una segunda reunión, a ser realizada en el
    marco del Seminario
    Internacional "Educación Superior, Calidad y
    Acreditación, organizado por el Consejo Nacional de
    Acreditación de Colombia (julio
    de 2002). En dicha reunión, los representantes de
    organismos de acreditación y unidades de evaluación
    de la calidad de la educación superior, firmaron el Acta
    de Intención para la constitución de la Red Iberoamericana para
    la Evaluación y la Acreditación de la Calidad de la
    Educación Superior.

    Por último, el 27 de noviembre de 2002, los
    Ministros de Educación de los países de Ibero
    América (España, países latinoamericanos y
    países del Caribe), expresaron la voluntad de promover las
    iniciativas y mecanismos existentes, y establecer nuevas
    posibilidades, en torno a los temas de acreditación y
    aseguramiento de la calidad académica. Asimismo, acordaron
    participar en la iniciativa europea en torno a la
    formación de un espacio regional de educación
    superior que incluya a Europa e Ibero América.

    Estos antecedentes culminaron en la formación y
    establecimiento de una Red Iberoamericana concerniente al tema de
    la acreditación. De la nueva estructura regional nos
    ocuparemos a continuación.

     

    3.2. La red iberoamericana de
    acreditación

    El 7 de mayo de 2003 se constituyó, en efecto, la
    Red Iberoamericana para la Acreditación de la Calidad de
    la Educación Superior (RIACES), en una reunión
    realizada en las instalaciones de la CONEAU de Argentina. La
    sesión culminó con la aprobación del
    Estatuto, la designación de autoridades y la
    creación de comisiones de trabajo temáticas. La
    misión
    de la Red, según se indica en el Estatuto, es constituir
    "un espacio amplio de conocimiento recíproco,
    cooperación técnica e intercambio humano e
    intelectual entre los sistemas universitarios, potenciando los
    fines similares que presidieron la creación de las
    agencias y unidades de evaluación y acreditación en
    cada uno de los países."

    En la reunión de Buenos Aires se
    designó un Comité Directivo integrado por
    representantes de agencias de evaluación y
    acreditación de siete países: Comisión
    Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria
    (CONEAU, Argentina); Agencia Nacional de Evaluación de la
    Calidad y Acreditación (ANECA, España); Junta de
    Acreditación Nacional (JAN, Cuba); Consejo
    para la Acreditación de la Educación Superior
    (COPAES, México); Consejo Nacional de Acreditación
    (CNA, Colombia); Comisión Nacional de Acreditación
    de Pregrado (CNAP, Chile), y Consejo Superior Universitario
    Centroamericano (CSUCA, Centroamérica).

    El Estatuto aprobado para la Red, integrado al Acta
    Constitutiva, estipula los siguientes objetivos
    generales:

    a) Promover la cooperación y el intercambio de
    información y de experiencias entre
    organismos y entidades de Ibero América cuyo objeto sea la
    evaluación y acreditación de la calidad de la
    educación superior.

    b) Facilitar la transferencia de conocimientos e
    información para el desarrollo de actividades en cada
    país que busquen el fortalecimiento y cualificación
    de los procesos de evaluación y acreditación de
    titulaciones o programas académicos e instituciones de
    educación superior, así como de las entidades que
    los realizan -agencias evaluadoras y otras- y de las entidades
    gubernamentales involucradas en la conducción de estos
    procesos.

    c) Contribuir al desarrollo progresivo de un sistema de
    acreditación que favorezca el reconocimiento de
    títulos, períodos y grados de estudio, y programas
    académicos e instituciones de educación superior,
    para facilitar la movilidad de estudiantes, miembros del personal
    académico y de profesionales, así como de los
    procesos de integración educativa regional en los
    países cuyos organismos y agencias de evaluación y
    acreditación forman parte de la RIACES.

    d) Colaborar en el fomento de la garantía de la
    calidad de la educación superior en los países
    iberoamericanos a través de actividades propias y con
    apoyo de agencias y entidades nacionales e internacionales de
    cooperación.

     

    e) Apoyar la organización de sistemas, agencias y
    entidades de evaluación y acreditación, en aquellos
    países de la región que carezcan de éstos y
    manifiesten su interés por dotarse de los
    mismos.

    f) Impulsar la reflexión sobre escenarios futuros
    de la educación superior en Ibero América desde la
    perspectiva de la evaluación y acreditación, como
    instrumento de mejora permanente de la calidad de las
    instituciones y de los programas que imparten.

    Para avanzar en los trabajos de la Red se formaron
    cuatro comisiones. La primera, de estudios comparados, para
    identificar los elementos que facilitan u obstaculizan la
    implantación, el desarrollo, la estabilidad y la
    permanencia de sistemas de evaluación y
    acreditación. La segunda, con objeto de desarrollar un
    portal en Internet para la Red. La
    tercera para desarrollar una propuesta de formación de
    evaluadores cuya finalidad es fortalecer la agencias de
    acreditación. La cuarta para desarrollar un
    software de autoevaluación.

    En febrero de 2004, coincidiendo con el IV Congreso
    sobre Educación Superior, se celebró la primera
    Asamblea General de RIACES, cuyo cometido fue presentar y
    discutir los avances de las cuatro comisiones. Además de
    ello, se convino la formación de otras tres comisiones
    (Glosario de
    términos de evaluación y acreditación;
    Buenas prácticas de evaluación y
    acreditación; Estudio comparativo de títulos). Por
    último, para apoyar los trabajos de la Red, se
    acordó la organización de una serie de talleres y
    seminarios temáticos con la participación de
    expertos, investigadores y practicantes relacionados con las
    políticas y prácticas de acreditación en
    América Latina.

    El Plan de Trabajo
    de la Red, ratificado en la Asamblea de la Habana, incluye las
    siguientes acciones inmediatas: producir un glosario de
    términos sobre evaluación de la calidad y
    acreditación en la educación superior que permita
    un entendimiento básico sobre los conceptos utilizados en
    los países de Ibero América; recoger los principios,
    criterios de calidad, buenas prácticas, mecanismos y
    funcionamiento de las agencias de evaluación y
    acreditación de Ibero América; desarrollar un
    proyecto de evaluación multinacional de programas
    académicos de formación (o de instituciones) que
    permita poner en común criterios, metodologías y
    experiencias en la región; y desarrollar un proyecto
    piloto de acreditación de programas académicos de
    formación (o de instituciones) que permita establecer las
    bases y condiciones para el reconocimiento mutuo de los
    diferentes procesos de acreditación.

    Junto a los organismos nacionales coordinadores de
    procesos de evaluación y acreditación, la Red
    integra otras representaciones políticas, de nivel
    ministerial, para aquellos países que no cuentan con
    organismo coordinador o cuya normativa otorga competencias
    exclusivas a la instancia gubernamental.

     

    3.3. Proyectos de
    acreditación sub-regionales

    Además del marco iberoamericano ya
    reseñado, vale la pena considerar dos experiencias de
    búsqueda de modelos de acreditación con alcance
    regional. No son los únicos, pero destacan por el alcance
    de sus objetivos y por el grado de avance que han logrado. Nos
    referimos al Consejo de Centroamericano de Acreditación de
    la Calidad de la Educación Superior y al Mecanismo
    Experimental de Acreditación del MERCOSUR:

    a) Centroamérica

    En la zona centroamericana se han experimentado varias
    iniciativas de integración regional desde los años
    cincuenta. En la década noventa se inició una nueva
    etapa transformadora, con la firma (13 de diciembre 1991) del
    Protocolo de Tegucigalpa, por los Estados de Guatemala, El
    Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y
    Panamá.
    A partir de ese instrumento entró en operación el
    Sistema de la Integración Centroamericana (SICA). El nuevo
    contexto integracionista centroamericano ha dado pie a la
    reactivación de procesos de integración
    universitaria, a través de la formación de redes, alianzas, sistemas y
    normas de homologación, todo ello concentrado en el
    Consejo Superior Universitario de Centroamérica
    (CSUCA).

    El camino hacia la configuración de un sistema
    centroamericano de acreditación de estudios superiores
    parte del IV Congreso Universitario Centroamericano (Tegucigalpa,
    agosto 1995), en el cual se decidió el desarrollo del
    Segundo Plan de Integración Regional de la
    Educación Superior Centroamericana (PIRESC II). Como parte
    del plan se propuso la construcción de Redes y Sistemas
    Universitarios Regionales, conducidos por órganos
    regionales descentralizados, con representación de todas
    las universidades miembros, en diez áreas de trabajo, una
    de ellas referida a evaluación y acreditación
    universitaria. La meta
    respectiva consideraba el establecimiento de un Sistema
    Centroamericano de Evaluación y Acreditación de la
    Educación Superior (SICEVAES).

    En el V Congreso Universitario Centroamericano (Costa
    Rica, septiembre 1999), se resolvió dar continuidad al
    proceso de desarrollo del Sistema para que "en un plazo adecuado
    la comunidad universitaria centroamericana pueda contar con una
    plataforma básica para el desarrollo de las actividades
    relacionadas con la acreditación de instituciones y
    programas de educación superior a nivel regional
    centroamericano" (Medina Guerra, 2003).
    Se acordó la formación de una instancia
    deliberativa para orientar y conducir el proceso: el Foro Centroamericano por la
    Acreditación de la Calidad de la Educación
    Superior. Entre 2001 y 2003 el Foro tuvo cuatro
    reuniones.

    La primera en León (Nicaragua) en octubre de
    2001. En ella se decidió establecer el Consejo
    Centroamericano de Acreditación (CCA). La segunda
    reunión tuvo lugar en Costa Rica (mayo 2002) y dio lugar
    al establecimiento de una comisión protémpore para
    dar seguimiento a los acuerdos del Foro. En la tercera
    reunión (Guatemala, octubre 2002) se lograron acuerdos
    sobre la normativa básica del CCA y el procedimiento para
    la designación de sus integrantes. En la cuarta
    reunión (Costa Rica, junio 2003), se logró la
    aprobación definitiva de las normas, procedimientos,
    autoridad y
    composición del Consejo, así como la
    designación de sus primeros integrantes.

    En su definición final, el CCA funge como "la
    instancia encargada de regular el proceso y otorgar
    reconocimiento de los organismos de acreditación que
    operen en la región. Dicho reconocimiento se
    otorgará según los lineamientos,
    características y marcos de referencia para la
    acreditación que el CCA defina" (Art. I del Acta de
    Creación). Además se institucionalizó el
    Foro Centroamericano para la Acreditación de la
    Educación Superior como un órgano consultivo
    permanente del CCA, conformado por miembros del CSUCA, los
    Ministro de Educación de Centroamérica, las
    federaciones de colegios o asociaciones profesionales, los
    organismos nacionales que regulan la educación superior,
    las instituciones de educación superior privada, las
    agencias nacionales o regionales especializadas de
    acreditación, y un representante estudiantil por
    país. En lo sucesivo, el Foro será convocado por el
    CCA.

    b) Mercosur

    Como se sabe, el MERCOSUR está formado por
    Argentina, Brasil, Uruguay y
    Paraguay y
    surge de la firma del Tratado de Asunción el 26 de marzo
    de 1991. En la Cumbre de Ouro Preto (diciembre de 1994), se
    aprobó el Protocolo Adicional al Tratado de
    Asunción que dota al acuerdo con personalidad
    jurídica internacional. También se adoptaron los
    instrumentos de política comercial común,
    principalmente el Arancel Externo Común, que define al
    convenio, hasta el presente, como una unión aduanera. No
    obstante, desde su inicio el MERCOSUR ha buscado ampliar los
    mecanismos de cooperación en aspectos no comerciales, como
    es el caso de los proyectos educativos y culturales.

    En ese marco, en 1998 los Ministros de Educación
    del MERCOSUR, con la adición de Bolivia y
    Chile, suscribieron un Memorando de Entendimiento para formar un
    mecanismo experimental de acreditación de carreras y el
    reconocimiento de los títulos en la región. A
    raíz de ese acuerdo-base, se formó un Grupo de
    Trabajo de Especialistas en Evaluación y
    Acreditación, cuya misión era organizar un proceso
    para lograr los propósitos del Memorando. Asimismo, se
    formaron Comisiones Consultivas con especialistas en tres
    disciplinas: agronomía, ingeniería y medicina para determinar los
    estándares de calidad susceptibles de ser acreditados. En
    el grupo de trabajo se diseñaron procedimientos para
    otorgar garantías recíprocas a los países
    incluidos en el acuerdo.

    Una vez establecida y probada una primera versión
    de criterios de evaluación y el marco legal de
    procedimientos, se convocó a las Agencias Nacionales de
    Acreditación de los respectivos países para
    organizar el trabajo
    correspondiente al Mecanismo Experimental de Acreditación.
    El proceso preparatorio culminó el 14 de junio de 2002: se
    firmó en Buenos Aires la convocatoria al proceso de
    acreditación MERCOSUR y se aprobaron los procedimientos de
    evaluación y los criterios de calidad para las carreras de
    agronomía, ingeniería y medicina.

    Se tiene previsto llevar un seguimiento cuidadoso del
    mecanismo para considerar las posibilidades de hacerlos extensivo
    a un mayor número de disciplinas profesionales, hasta
    abarcar todas aquellas que sea posible considerando las
    perspectivas de movilidad profesional entre los países
    comprometidos en la experiencia de acreditación
    intra-regional. De manera similar a lo que ocurre en Europa, las
    iniciativas de acreditación universitaria de
    carácter regional son influidas por los avances en los
    mecanismos nacionales de acreditación y viceversa. De este
    modo, tanto las metodologías como los procedimientos que
    se adoptan en el plano nacional tienden a incidir en los
    mecanismos regionales, así como los acuerdos regionales
    buscan expresión en las dinámicas locales. No
    obstante, es importante notar algunas diferencias importantes
    entre el proceso europeo y el latinoamericano, sobre todo en lo
    que hace a sus distintas intensidades, enfoques y
    plataformas.

    En Europa el camino de integración en torno al
    programa de la Unión Europea ha conseguido un grado de
    avance y consolidación muy importante, quizás a
    estas alturas de carácter irrevocable. El reciente
    acercamiento al proyecto de la UE por parte de las naciones de
    Europa del Este, confirma la tendencia de conformación de
    un bloque económico, político y cultural de gran
    alcance y potencial, con fuerza
    suficiente para contender con las pautas de la
    liberalización mercantil irrestricta apuntadas en el
    programa de la OMC. En
    América Latina, en cambio, los esfuerzos de
    integración regional no han conseguido, hasta el momento,
    ir más allá de acuerdos de facilitación del
    intercambio comercial y de convenios de cooperación de
    carácter bilateral o multilateral. Las iniciativas de
    vocación latinoamericanista -Asociación
    Latinoamericana de Integración, MERCOSUR, Comunidad
    Andina de Naciones, entre otras-, compiten con dificultad con
    el programa panamericanista representado, en la actualidad, por
    el Área Latinoamericana de Libre Comercio
    (ALCA). A la
    disyuntiva latinoamericana de si continuar por la senda de la
    integración sub-regional, o bien afiliarse a los
    propósitos del ALCA, y en consecuencia apoyar la
    formación de un bloque americano encabezado por Estados
    Unidos, se añade la posibilidad de sumarse, al menos en
    algunos aspectos como el educativo, a las propuestas de
    ampliación de la Unión Europea.

    Sin duda alguna, el derrotero que siga la pauta de
    internacionalización económica y política de
    la región latinoamericana tendrá consecuencias en
    las formas de interacción de las políticas de
    educación superior de la zona, entre ellas, por supuesto,
    en la forma y contenido de las iniciativas de acreditación
    universitaria. Para terminar, veamos el caso de México
    desde la perspectiva de los proyectos en curso y las nuevas
    iniciativas que está marcando en el país el cauce
    de la acreditación de programas e instituciones en el
    ámbito de la educación superior.

     

    4. El caso de
    México

    Desde la segunda mitad de la década de los
    setenta, las instituciones de educación superior reunidas
    en la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones
    de Educación Superior de la República Mexicana
    (ANUIES) buscaron concertar formas de planeación que
    incluían la evaluación como un elemento
    básico para la mejora de las instituciones y del sistema
    en su conjunto. La constitución del Sistema Nacional de
    Planeación Permanente de la Educación Superior
    (SINAPPES, 1978) fue un paso importante en esa dirección
    aunque, en la práctica, la operación de las
    instancias del sistema (consejos estatales, regionales y
    nacional) tuvo poco y desigual impacto en la vida
    académica de las instituciones. Sin embargo, el proceso
    cobró nuevas dimensiones a partir de la puesta en
    práctica del Programa para la Modernización
    Educativa (1989-1994). En el PME se incluyó, a propuesta
    de la ANUIES, el lineamiento de impulsar la calidad de la
    educación superior mediante procesos de evaluación
    interna y externa de las instituciones. Esta idea se
    concretó inicialmente en la creación de la
    Comisión Nacional de Evaluación de la
    Educación Superior (CONAEVA, 1989), la cual centró
    sus propósitos en fomentar la auto evaluación
    institucional.

    El objetivo de impulsar la evaluación externa se
    plasmó en la creación, también a instancias
    de la ANUIES, de los Comités Interinstitucionales para la
    Evaluación de la Educación Superior (CIEES, 1991).
    Los Comités fueron instituidos por la Coordinación
    Nacional de Planeación de la Educación Superior
    (CONPES), órgano de enlace entre la representación
    de las universidades públicas y el gobierno federal.
    Según su definición inicial, los CIEES se
    encargarían de la realización de evaluaciones
    diagnósticas y acreditación de programas
    académicos, funciones de administración y gestión y funciones
    de difusión y extensión de la cultura, en
    las instituciones de educación superior que lo
    solicitaran.

    En los primeros años de la década noventa,
    la ANUIES comienza a estudiar las posibilidades de adoptar
    procedimientos de acreditación como forma de control de
    calidad institucional. En ese momento no hay una clara
    distinción entre acreditación de programas y
    evaluación externa de instituciones (Cfr. ANUIES,
    1993).

    En 1997 la ANUIES acordó impulsar la
    creación de un organismo no gubernamental para regular los
    procesos de acreditación. Esta iniciativa dio lugar a la
    creación, en 2000, del Consejo para la Acreditación
    de la Educación Superior, A.C. (COPAES), cuyos objetivos
    centrales consisten en apoyar la formación de agencias
    profesionales de acreditación, autorizarlas y coordinar su
    trabajo.

    De manera casi simultánea, la Federación
    de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación
    Superior (FIMPES), organismo que agrupa a las instituciones de
    educación superior de carácter privado, tomó
    la iniciativa de establecer un mecanismo propio de
    acreditación de programas e instituciones, aunque buscando
    su coordinación con los lineamientos establecidos por la
    COPAES.

    No obstante que los organismos establecidos para llevar
    a cabo la acreditación de programas declaran competencia
    para los niveles de licenciatura y postgrado, en la
    práctica la evaluación del postgrado se ha
    centralizado en el Consejo Nacional de Ciencia y
    Tecnología (CONACYT) a través de las
    políticas, normas y lineamientos definidos por esta
    última instancia.

    La institucionalización de procesos de
    evaluación y acreditación ha cobrado un mayor
    impulso en los años de la presente administración, debido a un enfoque de
    política educativa que vincula la asignación de
    recursos extraordinarios a las instituciones públicas a la
    programación de procesos académicos cuyo objetivo
    sea conseguir y asegurar niveles de calidad susceptibles de ser
    acreditados (véase Programa Nacional de Educación
    2001- 2006, capítulo de educación
    superior).

    Además, a las iniciativas de establecer
    procedimientos y ámbitos de acreditación en el
    plano nacional, se añade la participación de
    México en programas y propuestas de alcance internacional,
    ya sea en el marco de los tratados de libre
    comercio que se han firmado, o bien en acuerdos multilaterales de
    cooperación. La complejidad del panorama obliga entonces a
    detenerse en el funcionamiento de cada uno de los mecanismos
    planteados, intentando trazar un panorama del
    conjunto.

     

    4.1. Los comités de
    pares

    Los Comités Interinstitucionales para la
    Evaluación de la Educación Superior, mejor
    conocidos como "comités de pares", son cuerpos colegiados
    integrados por académicos de diversas instituciones del
    país, que se encargan de evaluar programas, funciones,
    servicios y proyectos de instituciones que lo solicitan. Su
    creación se deriva de un acuerdo entre la SEP y la ANUIES
    y cuentan con pleno reconocimiento tanto de la autoridad
    gubernamental como de la representación de las
    universidades públicas.

    En 1991 el titular de la SEP instaló los primeros
    cuatro comités académicos: Administración;
    Ciencias
    Agropecuarias; Ingeniería y Tecnología y Ciencias
    Naturales y Exactas. En 1993 la CONPES instaló los
    comités de Ciencias de la Salud; Ciencias
    Sociales y Administrativas; Educación y Humanidades y
    Difusión y Extensión de la Cultura. Finalmente, en
    1994, la CONPES instaló el noveno comité: Arquitectura,
    Diseño y Urbanismo. Además de esos comités
    académicos, cada uno de los cuales se compone de nueve
    académicos del área y un experto que funge como
    secretario ejecutivo, funcionan otros dos comités, el de
    Administración y Gestión Institucional, y el de
    Difusión y Extensión de la Cultura. Además
    de cumplir funciones de evaluación, los comités
    tienen capacidad de asesorar instituciones, cumplir funciones de
    capacitación, y han desarrollado una
    importante labor en la definición de criterios,
    indicadores y estándares disciplinarios. En la
    práctica, el trabajo de los comités
    académicos consiste principalmente en la revisión,
    evaluación, dictamen y emisión de recomendaciones.
    En la evaluación se compara el programa con el modelo
    educativo de la institución que lo imparte, y con el marco
    de referencia del comité evaluador, marco que incluye los
    indicadores y parámetros definidos por éste. El
    procedimiento incluye un estudio documental del programa, una
    visita de campo, y la formulación del informe. Los
    resultados son confidenciales y se entregan al rector de la
    institución. El informe incluye una calificación
    general en tres niveles, que expresan el grado de
    consolidación del programa, así como
    recomendaciones puntuales para su mejora. Hasta julio de 2003 los
    CIEES habían evaluado 2,202 programas académicos,
    la gran mayoría en instituciones de educación
    superior públicas. Su distribución por niveles de
    calidad se muestra en la
    Tabla 2.

     

    Tabla 2
    Evolución de la calidad de los programas
    educativos evaluados por los CIEES

     

     

    4.2. Acreditación con
    reconocimiento oficial

    Aunque uno de los objetivos de los CIEES era acreditar
    instituciones y programas, esta función fue depositada en
    asociaciones y colegios de profesionales en diferentes
    áreas de conocimiento. Para regular y coordinar la tarea
    de acreditación de tales organismos, la ANUIES
    acordó en 1997 impulsar la creación (por parte de
    la CONPES) de una instancia no gubernamental con esos
    propósitos. Así, a finales de 2000 fue instituido
    formalmente el Consejo para la Acreditación de la
    Educación Superior, A.C. (COPAES).

    El COPAES se crea para conferir reconocimiento formal a
    las organizaciones que, a juicio del Consejo, cuentan con plena
    capacidad organizativa, técnica y operativa para la
    acreditación de programas académicos. La
    misión del organismo se propone "contribuir al
    aseguramiento de la calidad de los programas académicos
    que se ofrecen en las instituciones públicas y
    particulares de México, mediante el reconocimiento formal
    de las organizaciones de acreditación que demuestren la
    idoneidad, calidad y confiabilidad de sus procesos y resultados,
    y que desarrollen sus funciones y procesos con base en los
    Lineamientos y en el Marco General para los Procesos de
    Acreditación de Programas Académicos de Nivel
    Superior, establecidos por el mismo Consejo" (Principios del
    COPAES, 2001).

    En su integración participaron como asociados
    fundadores la SEP, la ANUIES, la FIMPES, varios colegios
    profesionales (representando a las áreas de medicina,
    veterinaria,
    contaduría, ingeniería y abogacía) y las
    academias nacionales Ciencias, Medicina e Ingeniería. La
    estructura de gobierno del COPAES consta de una Asamblea General
    y una Dirección General. En el momento de su
    creación, se decidió que el director de los CIEES
    fuera, al mismo tiempo, director del COPAES para asegurar, al
    menos en una primera etapa, la continuidad de los trabajos
    desarrollados por ambas instituciones.

    El COPAES tiene competencia sobre todos los programas
    académicos de los niveles de técnico superior
    universitario, licenciatura y postgrado que imparten las
    instituciones de educación superior públicas y
    privadas. Sin embargo, hasta el momento, las agencias han
    concentrado su labor en la acreditación de programas de
    licenciatura, ya que el CONACYT continúa siendo el
    organismo de referencia para la evaluación y
    certificación de la calidad de los programas de
    postgrado.

    Una de las principales funciones del COPAES,
    además del reconocimiento y coordinación de las
    agencias de acreditación, es la formulación de
    marcos generales para los procesos de acreditación. A este
    respecto ha desarrollado y dado a conocer dos documentos: el
    "Marco general para la acreditación de programas
    académicos de nivel superior", y el texto "Desarrollo de
    criterios, indicadores y parámetros para cada
    categoría o factor del marco general para la
    acreditación de programas académicos de nivel
    superior". Ambos documentos constituyen un marco de referencia
    general para orientar las labores de evaluación y
    acreditación por parte de los organismos
    reconocidos.

    Hasta la fecha el COPAES ha reconocido organismos de
    acreditación en las áreas de veterinaria y
    zootecnia, ingeniería, medicina, enfermería,
    odontología, contaduría y administración,
    agronomía, sicología, informática y computación, arquitectura, profesiones del
    mar, y ciencias sociales. A través del procedimiento de
    evaluación y certificación de cada uno de los
    organismos de acreditación, los programas reciben un
    reconocimiento temporal, el cual es conocido por la SEP,
    registrado por el COPAES, y difundido por las instituciones
    beneficiarias de la acreditación.

     

    Cuadro 3.
    Organismos reconocidos por COPAES (hasta julio
    2003)

     

     

     

    4.3. Acreditación de
    universidades privadas

    Si bien las agencias reconocidas por el COPAES pueden
    acreditar, y de hecho lo hacen, programas de instituciones
    públicas y particulares, la Federación de
    Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior
    (FIMPES) ha desarrollado su propio esquema de
    acreditación. La FIMPES es una asociación, fundada
    en diciembre de 1981, que agrupa actualmente a más de 90
    universidades privadas. En 1993 la Asamblea convirtió a la
    federación en agencia de acreditación, determinando
    que todas las instituciones participantes deberían
    someterse al proceso de acreditación institucional
    convenido. El Sistema FIMPES de Autoestudio y Acreditación
    considera tres etapas: a) Autoestudio, que se traduce en un
    Reporte Final de Autoestudio; b) Validación del
    Autoestudio por un equipo de pares académicos; c) Dictamen
    de acreditación, emitido por una comisión
    técnica. Hay cuatro posibles resultados de la
    evaluación institucional: acreditada (cumple con los
    indicadores FIMPES de calidad, con niveles de excelencia en
    varios de ellos), acreditada con recomendaciones (presenta
    áreas susceptibles de mejora), acreditada con condiciones
    (presenta carencias importantes frente a los indicadores) y no
    acreditada (evidencia carencias básicas frente a los
    indicadores). A las instituciones condicionadas o no acreditadas
    se imponen requisitos para subsanar sus deficiencias y plazos
    para volver a presentar sus informes. La
    acreditación institucional "lisa y llana" tiene una
    validez de cinco años, a cuyo término se reinicia
    el procedimiento (FIMPES 2002).

    Hacia finales de 2002, el 43 por ciento de las
    instituciones afiliadas a FIMPES habían obtenido el
    estatus de "acreditadas", el 21 por ciento "acreditadas con
    recomendaciones", el 20 por ciento "acreditadas con condiciones"
    y el 16 por ciento "no acreditadas" (Climent 2002).

    En mayo del 2002 se firmó el Convenio de
    Concertación SEP-FIMPES, en el cual se reconoce
    oficialmente el Sistema de Acreditación Institucional de
    FIMPES en la modalidad "lisa y llana", es decir la
    acreditación no condicionada. Las instituciones
    acreditadas por la FIMPES son por ello elegibles para gozar de
    los beneficios del régimen de simplificación
    administrativa incluido en el Acuerdo 279 de la SEP que norma el
    Registro de Validez Oficial de Estudios (RVOE) para la
    educación superior privada. Aún cuando el sistema
    de acreditación institucional FIMPES es reconocido por la
    autoridad gubernamental, la federación considera que el
    esquema válido para acreditación de programas
    académicos es el que promueve el CONPES y las agencias
    reconocidas por ese organismo. Es muy relevante que, en torno al
    tema de la acreditación, las universidades
    públicas, el gobierno, y el grupo de universidades con
    mayores capacidades académicas del subsistema privado,
    encuentran un espacio posible de convergencia. La alianza entre
    tales sectores en torno a la acreditación como
    fórmula de aseguramiento de calidad válida puede
    conseguir desplazar, en un escenario de mediano plazo, al
    segmento de universidades privadas de mala calidad. Para que ello
    ocurra se requieren instrumentos adicionales; por un lado una
    política de renovada expansión del sistema
    público, para no estrangular a la demanda ni forzar
    procesos de selección académica anticipada, y un
    sistema de becas y crédito estudiantil que brinde
    oportunidades a estudiantes de recursos escasos para optar por el
    ingreso al sistema privado de calidad reconocida.

    La situación de México con respecto a la
    acreditación profesional puede considerarse, en resumen,
    como una fase de transición. Aunque se cuenta ya con
    mecanismos e instancias similares a las que operan en otros
    países, el número de programas (licenciatura y
    postgrado) que han sido acreditados es todavía limitado en
    el conjunto del sistema. No todas las universidades
    públicas, y dentro de ellas no todos los programas,
    expresan una actitud
    favorable a la acreditación. En el sector privado
    también son observables resistencias al proceso, a medida
    que se le identifica como una forma de control de parte del
    gobierno.

    No obstante, también están presentes
    signos que
    permiten prever la convergencia antes aludida. Articular en la
    práctica estas posibilidades de convergencia es,
    indudablemente, una tarea política para las autoridades
    educativas y las representaciones gremiales. En torno a estas
    posibilidades de articulación y cooperación se
    desenvuelven asimismo las condiciones de factibilidad del
    mecanismo de acreditación implantado en el
    país.

     

    Consideraciones
    finales

    En la revisión de los modelos de
    acreditación estadounidense, europeo y latinoamericano
    destaca la presencia de tres actores fundamentales: los
    organismos privados o no gubernamentales, las agencias
    gubernamentales, y los gremios profesionales. En nuestra
    exploración de las distintas formas de coordinación
    entre estas tres instancias del proceso encontramos que los
    modelos de acreditación se diferencian, en mayor medida,
    por el peso específico que tienen los organismos
    encargados del diseño de estándares, la
    evaluación y la emisión de certificados. En el caso
    estadounidense, es claro que las agencias privadas, junto con los
    gremios organizados, desempeñan el papel
    protagónico. En cambio, en los países europeos y
    latinoamericanos conviven esquemas de acreditación en los
    que predomina el rol de agencias no gubernamentales, generalmente
    constituidas por organizaciones disciplinarias, con esquemas en
    que la instancia gubernamental se encarga de gestionar los
    procesos. Entre ambos extremos son comunes los modelos mixtos, en
    que el Estado delega sus facultades en agencias no
    gubernamentales y cumple funciones normativas, de
    validación, y de coordinación.

    Además, es evidente la coexistencia de dos
    grandes modelos de acreditación en lo que respecta al
    papel del mecanismo en el entorno local e internacional. El
    primero se deriva del prototipo estadounidense y se basa en una
    persistente búsqueda de equilibrios entre los intereses en
    juego, se
    caracteriza por sostener una perspectiva local y nacional, que
    resulta refractaria de los propósitos de
    integración regional. El segundo tipo corresponde a los
    que Jeliazcova y Westerheijden (2001) denominan "modelos de nueva
    generación", es decir aquellos esquemas derivados de
    propósitos integracionistas, cuyo ejemplo más claro
    es el proceso europeo y, en menor medida, los proyectos
    regionales de Norteamérica, Centroamérica e Ibero
    América. En el presente, en la mayor parte de los
    países ambas perspectivas –la acreditación
    como control de calidad en el entorno local y la
    acreditación como mecanismo de inserción
    internacional- están vigentes y representan retos para la
    configuración de diseños apropiados.

    En ese contexto, en México se ha venido
    impulsando desde hace varios años la formación de
    un mecanismo de acreditación de programas vinculado a los
    esquemas de evaluación académica que,
    también desde hace tiempo, concentran el foco de las
    políticas públicas en educación superior del
    país. Como en otras partes del mundo, la opción de
    la acreditación de programas e instituciones comienza a
    afianzarse como un mecanismo de promoción de la calidad
    académica con reconocimiento social. Los pasos dados hasta
    el momento dejan ver que se transita por un camino de un solo
    sentido, es decir que el modelo llegó para quedarse y, a
    menos que un bloque importante de universidades públicas y
    particulares se resistan a esta transición de manera
    significativa, la implantación de formas de
    evaluación y acreditación voluntarias y externas se
    extenderá como un mecanismo fundamental en la
    gestión académica ordinaria. Sin embargo hay retos
    importantes que prevalecen y que merecerían ser atendidos
    por las instancias gubernamentales responsables de la
    coordinación del sector, por las instituciones
    académicas y por las agencias de evaluación y
    acreditación.

    Entre ellos quisiera resaltar cuatro que parecen
    fundamentales en la coyuntura:

    1. Articular un sistema nacional de reconocimiento,
    evaluación y acreditación de la educación
    superior, formado por las instancias gubernamentales,
    institucionales y no gubernamentales que participan en los
    procesos de reconocimiento, evaluación,
    certificación y acreditación de programas e
    instituciones. El sistema debe tener como propósito
    fundamental coordinar las acciones de los diversos organismos e
    integrar en un ámbito común los propósitos y
    tareas que cada cual desempeña.

    2. Mejorar los niveles de concertación entre el
    gobierno federal y las instituciones de educación superior
    para promover la participación voluntaria pero amplia de
    estas últimas en los procesos de evaluación y
    acreditación que se promueven. Hasta el momento, la
    fórmula de acreditación basada en la
    evaluación externa a cargo de agencias profesionales ha
    dejado relativamente al margen del debate a las autoridades
    universitarias, así como a las comunidades
    académicas de las instituciones. Un sistema de
    acreditación que aspire a generalizar el procedimiento
    para cubrir la mayor parte de los programas académicos,
    debe considerar el punto de vista del sector académico y
    la postura de las autoridades institucionales, sobre todo si se
    busca incorporar los programas de disciplinas típicamente
    académicas, como son las ciencias y las
    humanidades.

    3. Con base en los criterios, indicadores y
    parámetros que han elaborado las distintas instancias que
    participan en labores de evaluación y acreditación,
    definir normas de calidad nacionales que sean aplicables a
    programas académicos, procesos de gestión y
    procedimientos
    administrativos. En el diseño y prueba de dichas
    normas se requiere, de nueva cuenta, una amplia
    participación de las comunidades colegiadas y de otros
    sectores interesados en las profesiones
    universitarias.

    4. Incrementar la participación en esquemas de
    evaluación, certificación y acreditación de
    carácter internacional. Esta recomendación aparece
    como urgente a medida que avanzan y se profundizan las relaciones
    comerciales y de cooperación internacional con
    países y regiones en que dichos esquemas han conseguido
    grados de adelanto significativos. Para concluir, conviene
    reiterar una idea que se repite con distintos énfasis a lo
    largo del texto: si bien la acreditación requiere de
    diseños e instrumentos complejos y precisos, el trabajo
    técnico de su realización no sustituye a la tarea
    política de concertación de intereses y voluntades.
    Un adecuado balance entre técnica y política ofrece
    en cambio las mejores posibilidades para cumplir con los fines
    asignados a la acreditación. Lleva más tiempo,
    implica desgaste y no siempre se alcanzan los resultados
    esperados. Pero es mejor.

     

    Anexo

    Glosario de siglas y direcciones Web
    institucionales

    ANUIES. Asociación de Universidades e
    Instituciones de Educación Superior (México)
    http://www.anuies.mx

    CIIES. Comités Interinstitucionales para la
    Evaluación de la Educación Superior (México)
    http://www.ciees.edu.mx/

    CHEA. Council for Higher Education Accreditation
    (Internacional) http://www.chea.org/

    CNA. Consejo Nacional de Acreditación (Colombia)
    http://www.cna.gov.co/

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    Pregrado (Chile) http://www.cnap.cl/

    CONEAU. Comisión Nacional de Evaluación y
    Acreditación Universitaria (Argentina)
    http://www.coneau.edu.ar/

    COPAES. Consejo para la Acreditación de la
    Educación Superior A.C. (México)
    http://www.copaes.org.mx/

    CSUCA. Consejo Superior Universitario de
    Centroamérica (Regional, países de
    Centroamérica) http://www.csuca.edu.gt/

    ECTS. European Credit Transfer System (Regional,
    países de Europa)
    http://europa.eu.int/comm/education/programmes/socrates/ects_en.html ENQA.
    European Network for Quality Assurance (Regional, países
    de Europa) http://www.enqa.net/

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    países de Europa) http://www.eua.be/eua/

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    RIACES. Red Iberoamericana para la Acreditación
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    países de Ibero América) http://www.riaces.org/riaces/index.html

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    Notas

    1. El presente texto fue elaborado entre 2003 y 2004. Su
    primera versión apareció mediante una serie de
    entregas monográficas publicadas en el suplemento
    Campus Milenio en septiembre de 2003. El capítulo
    sobre América Latina se presentó y discutió
    en la 2da. Reunión del Grupo de Trabajo Universidad y
    Sociedad del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Buenos
    Aires, marzo de 2003). El capítulo sobre México se
    presentó como ponencia en el Coloquio Educación y
    Ciudadanía, UNAM, Centro de Estudios sobre
    la Universidad, México DF., marzo de 2004. El autor
    agradece los comentarios recibidos en esos foros, los comentarios
    y sugerencias de los colegas del Seminario de Educación
    Superior de la UNAM, y las atentas observaciones críticas
    del doctor Manuel Durand Ponte del Instituto de Investigaciones
    Sociales de la UNAM.

    2. Cfr. Heródoto, Historias
    (versión de Arturo Ramírez
    Trejo), México, UNAM, 1984, pág. 160 y
    ss.

    3. Entre las obras que se conservan de Caelius Firmianus
    Lactantius, natural de África y cristiano converso,
    está el poema Carmen de ave Phoenice (incluido en
    la obra de Hubeaux y Leroy citada en la nota 5. Se reconoce en el
    pensamiento de
    Lactantio una importante influencia en la patrología
    cristiana.

    4. Claudio Claudiano, poeta romano del siglo IV, incluye
    en su Carmina Minora un poema sobre el tema del
    fénix. Véase el texto 27 (c.m-27) en Claudi
    Claudiani, Carmina Minora. Introduzione, traduzione e
    commento
    (versión de Lisa Ricci), Bari, Edipuglia,
    2002.

    5. Sobre el mito del ave fénix en la literatura
    clásica, consúltese la obra de Jean Hubeaux y
    Maxime Leroy,Lemythe du Phénix
    dans les littératures grecque et latine
    , París,
    Université de Liège, 1939.

     

    Dr. Roberto Rodriguez Gomez

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