Mayo de 2004
El país ha cambiado mucho desde la emergencia de la
crisis a fines del 2001.
Durante el primer cuatrimestre del 2002, luego de la devaluación del peso y
salida de la paridad en uno entre el dólar y la moneda
nacional (convertibilidad), la inflación se había
disparado junto al precio de la divisa. Todo
hacía parecer que la Argentina no podía salir del
descontrol económico y social, pues el impacto regresivo en
la distribución del ingreso
profundizaba la inequidad en la apropiación de la riqueza,
con la consiguiente expresión en la conflictividad extendida
a muy variadas capas de la sociedad.
Cacerolazos, asambleas barriales y piquetes eran parte
del paisaje político cotidiano. Estaba naciendo un nuevo
tiempo con iniciativa política de sectores sociales hasta
allí subordinados a la orientación de las clases
dominantes, en un tiempo por la represión genocida de la
dictadura y luego por imperio
del pensamiento único y la
dictadura de los mercados. Era evidente que la
iniciativa política había cambiado de bando haciendo
inestable el capitalismo local, sus
mecanismos de acumulación y el propio régimen
político.
"Que se vayan todos" era la expresión que
articulaba un bloque popular en construcción en ese
momento, y muy pocos dirigentes políticos podían
transitar las calles sin recibir el rechazo de buena parte de la
sociedad. Allí comienza la retomada de una iniciativa que
conducirá, dos años más tarde a la
recomposición del ciclo de negocios de las clases
dominantes y a la normalización institucional
de los poderes del Estado, incluidas las
deformaciones del poder hegemónico,
expresadas en la manipulación de la conciencia social para atacar la
inseguridad con represión
y los manejos legislativos para obstaculizar voces alternativas
en el Parlamento.
En abril del 2002 asume Roberto Lavagna como Ministro de
Economía de la presidencia
de Eduardo Duhalde, en un enroque con el devaluador Remes
Lenicov, que pasa a ocupar el cargo diplomático de aquel
ante la Unión Europea. Un
año después y con el 22% de los votos, Néstor
Kirchner iniciaría su acceso al poder ejecutivo ante la
posterior defección de Carlos Menem, que había alcanzado
el 25% de las preferencias electorales para la renovación
presidencial. Lavagna y Kirchner serán los artífices de
la normalización económica y política del
capitalismo local.
El primero promoviendo la estabilización de las
cuentas públicas, el acuerdo
con la comunidad financiera
internacional (FMI y Grupo de los 7) y haciendo
previsible el funcionamiento de la actividad
empresarial.
El segundo generando un clima de consenso mayoritario
para la reconstrucción del capitalismo nacional, o tal como
lo reitera asiduamente: un capitalismo serio o normal. Del escaso
apoyo inicial y el desconocimiento de su programa, se eleva el porcentual
de aceptación social a niveles importantes, generando
expectativas local e internacionalmente.
Tensiones entre dos
iniciativas
Es interesante evaluar la evolución de las
iniciativas políticas contradictorias,
entre las clases dominantes y las subordinadas en el tiempo que
media desde la explosión de la crisis hasta nuestros
días.
Las primeras pretenden retomar la ofensiva luego de
soportar las anulaciones en el Parlamento de las leyes de la impunidad, los cambios en la
Corte Suprema de Justicia y las movilizaciones
populares condenando una vez más el golpe de Estado de 1976, con el
símbolo de recuperación de la memoria en la ESMA. Pero no
sólo de derechos humanos se trata. La
economía también está en cuestión y la puja
se da por restituir rentabilidad a negocios que
venían afectados con la larga recesión producida entre
1998 y 2002, más los efectos redistributivos de poder,
ganancia y riqueza por efecto de la devaluación y la crisis
económica en torno a fines del 2001. Es la
presión de los acreedores
externos por retomar el pago de la deuda pública en
cesación de pagos. Un logro hasta ahora solo obtenido por
los organismos financieros internacionales.
Se manifiesta también en las demandas de las
empresas privatizadas de
servicios públicos por
recomponer las tarifas, o en el reclamo del FMI y la banca por asegurar las
compensaciones derivadas de la salida de la
convertibilidad. Aún, grandes fabricantes, productores y
exportadores, los nuevos beneficiarios de la política económica,
demandan una menor contribución fiscal con disminución de
las retenciones y otras contribuciones fiscales.
Las segundas intentan mantener un clima social de
ruptura con la hegemonía construida sobre el terrorismo de Estado y el
disciplinamiento inducido por la hiper inflación y el
elevado desempleo. Es cierto que al
principio del estallido y con la movilización callejera
extendida, todo parecía más fácil, pero al
subsistir la fragmentación y la ausencia de un poder
político articulado de carácter alternativo, la
posibilidad de constituir otro escenario para el desarrollo socio
económico se posterga.
Con la experimentación de nuevos fenómenos y
modalidades de agrupamiento social se transita una nueva etapa de
acumulación de poder popular y se manifiesta en
multiplicidad de emprendimientos asociativos de carácter no
lucrativo que surgen de las prácticas de vecinos
asambleístas, piqueteros, cooperativas de trabajadores
en empresas recuperadas, o de recolectores y recicladores de
basura, entre otras
experiencias.
Todas experiencias de una búsqueda de
construcción alternativa al capitalismo. Es la
pretensión, para algunos, de retomar el significado de la
construcción del socialismo. Ese activo social
articula su práctica con un arco político aún
disperso, calificado de izquierda y centroizquierda, que
actúa en los parlamentos locales, provinciales y nacionales
y más allá en acciones callejeras de rechazo
al accionar del poder global en Irak o contra el ALCA.
Son dos tendencias que expresan la complejidad del
momento actual de la Argentina. La cruzada por la seguridad luego del secuestro y asesinato de un joven
pone de manifiesto las contradicciones de una sociedad que se
moviliza por la seguridad personal al mismo tiempo que
convive con la mitad de la población bajo la pobreza y un quinto de
población económicamente activa desempleada. Se trata
de inseguridad social que proscribe derechos ciudadanos constitucionales y que,
acción ideológica
mediante, limita su posibilidad de demanda en la vía
pública, condenado a quienes así lo
manifiesten.
Con pocos días de diferencia fueron multitudes las
que se manifestaron. Primero contra el genocidio y la impunidad
del poder. Luego para inducir mayor represión y
penalización del delito. Son movimientos que
incluyen e involucran sentimientos confusos, pero que expresan
iniciativas con clara hegemonía para hacer avanzar a la
sociedad en un sentido o en otro. Ese es el dilema actual y lleva
a interrogarnos sobre quién vence a quién.
¿Se puede vivir
eternamente de expectativas?
El dólar no se disparó como muchos auguraban y
desde el techo de los casi $4 que llegó a venderse a
mediados de junio del 2002, se inició un proceso de apreciación
del peso para cotizar un dólar que fluctúa en torno a
los $2,95. La inflación del 10% en abril del 2002 bajó
a un 3,6% durante todo el 2003 y el repunte en los precios de enero a abril del
2004 marca un 2,2% y aunque se
pronostique un crecimiento en torno al 10% en todo el año,
las evaluaciones indican una estabilización relativa de los
precios, claro que acumulando desigualdad derivada del
congelamiento virtual de ingresos de media población
y un incremento de precios del 48,8% en precios minoristas desde
la devaluación.
La recuperación de la economía alcanzó el
8,7% en el 2003 sin revertir el 11% negativo del año previo,
pero generando la sensación de reversión del largo
ciclo recesivo, a tal punto que se espera una expansión
entre el 6 y 7% del PBI para el 2004. Esa recuperación se
vincula a causas externas tales como el incremento de los precios
internacionales de la producción exportable del
país y a las mejores condiciones de competitividad local por
impacto de la devaluación. Así, la merma de importaciones relanzó la
producción local ocupando fuerza de trabajo en condiciones
mayoritariamente precarias.
Es un cuadro que en conjunto ha generado expectativas y
puede afirmarse, en sentido optimista, que un 40% de la
población ha mejorado sus ingresos o puesto en dinámica económica
sus ahorros o activos vía liquidación
de inversiones, plazos fijos o
divisas en cajas de seguridad o
el "colchón". Es una situación que se presenta evidente
en el mercado inmobiliario y en la
temporada turística del verano, o en los recientes feriados
largos de semana santa. El clima de turismo a pleno y creciente demanda de
hotelería y lugares de
comida ofrece una imagen local e internacional de
salida de la crisis. Sin embargo, el dato a recoger es el vaso
medio lleno de los indicadores sociales que pese
a una leve reducción se mantienen en valores alarmantes.
- ¿Puede la Argentina atarse a la favorable
evolución internacional de los precios internacionales de
los bienes
exportables? - ¿Cuál es el límite de la
utilización de la capacidad ociosa industrial? - ¿Será sostenible la capacidad de pago del
Estado a los acreedores de la deuda pública luego de los
acuerdos en proceso de negociación? - ¿Por cuánto tiempo se sostiene la
contención del conflicto social con los
menos favorecidos? - ¿Es posible la continuidad del congelamiento de
sueldos estatales y asignaciones de jubilados y
pensionados? - ¿Cuánto puede mantenerse una política social focalizada
sin generar empleos genuinos y duraderos? - ¿Cuál será la inserción
internacional del país? Aludimos al proceso de
negociaciones por el ALCA, con la Unión Europea, en el
MERCOSUR y más
allá con Venezuela y otras regiones
del sur del mundo.
Son preguntas para pensar más allá de las
expectativas generadas. Aluden a problemas cuya solución
definen el curso del desarrollo de la Argentina y no competen
solo al gobierno. La sociedad verá
tensar las contradictorias tendencias de la que hemos hablado,
para retomar el curso deseado por las clases dominantes o para
avanzar hacia una nueva organización de la sociedad.
Tarea que difícilmente se restrinja a la escena nacional y
requiera articularse con otros procesos cercanos,
especialmente con Brasil y otras experiencias en
Sudamérica. Lo cierto es que la dinámica social y
política del país pone en tensión las distintas
iniciativas que dan rumbo al desarrollo y que impactan en la vida
cotidiana.
En ese sentido y a un año del gobierno resuenan las
palabras presidenciales para "recomponer el capitalismo
nacional". ¿Es ello posible en tiempos de globalización, o lo que se
quiere afirmar es el afianzamiento de un capitalismo que en la
Argentina dominan los capitales transnacionales que actúan
en el país? Además de responder al interrogante bien
vale la continuidad de una lucha por acumular poder popular y
reinstalar la perspectiva de una construcción alternativa,
que sigo denominando socialismo.
Mayo de 2004
Julio C. Gambina (*)
(*) Julio C. Gambina es Director del Centro
de Estudios de la Federación Judicial Argentina, CEFJA
(adherido a la CTA). Profesor de Economía Política de
la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de
Rosario.