Habitualmente se entiende por institución
cualquier organismo o grupo social
que, con unos determinados medios,
persigue la realización de unos fines o propósitos;
sin embargo en un sentido mas amplio y enfocado
sociológicamente hablando, las instituciones
son las reglas formales (como la constitución política de un
país, sus leyes ordinarias
y sus regulaciones específicas) e informales (como
los valores
éticos y morales, los preceptos religiosos y otros
códigos de conducta
implícitos) y sus mecanismos de refuerzo que condicionan
(que dan forma) el comportamiento
de los individuos y organizaciones en
una sociedad.
Los arreglos institucionales pueden ser de carácter económico, político
o religioso, entre otros. Existen en todas las culturas y son tan
diversos como éstas, se constituyen una estructura de
incentivos que
orientan el comportamiento en función
del bienestar social. El éxito,
en el largo plazo, de las culturas parece estar determinado por
la funcionalidad, solidez y credibilidad de sus
instituciones.
Término de Institución
Económica.
Para conocer el término de Institución
Económica, es importante conocer primera lo que es
Economía y
su importancia en cuanto al ser humano y la sociedad, el menos en
su sentido más general.
Etimológicamente el término
economía significa Oikos Nemein (arreglar la casa)
refiriendo la existencia de un espacio habitable por el hombre
donde podía allegar recursos para su
aprovechamiento posterior. La economía guarda una profunda
relación con la política, porque esta orienta el
desarrollo y
legitimación del poder y sus
productos,
siendo el sustento del esquema de gobierno y sus
posibilidades o limitaciones para impactar al desarrollo de la
sociedad. Describir la presencia histórica de la
economía en las civilizaciones humanas pudiera
representarse en los siguientes momentos:
- Aprovechamiento y uso inmediato de los recursos
naturales. - Participación en los ciclos productivos de
los recursos naturales.
3. Transformación de los recursos en productos
de uso mediato.
4. Utilización de la tecnología en la modificación de
los ciclos productivos de los recursos y descubrimiento de
formas alternativas de aprovechamiento de los
mismos.
Según Bernard Phillips (1988) la
institución económica es la estructura
social que se centra en la producción, distribución y uso de la riqueza. Sin
embargo, dentro de la literatura económica,
se utiliza el concepto
"institución" como algo más genérico: la
forma en que se relacionan los seres humanos de una determinada
sociedad o colectivo, buscando el mayor beneficio para el grupo.
Son los usos, hábitos, costumbres o normas por los
que se rigen las relaciones sociales y económicas entre
los miembros del grupo. El beneficio de la institución es
mayor cuanta más eficiencia genere
en la economía y más minimice los costos de
transacción y de información.
Eso será más posible cuanta más
experiencia posean los agentes que participen de dicha
institución, más sencillas sean las reglas y menor
sea el número de individuos que las tienen que
ejecutar.
Aspectos de algunas Instituciones
Económicas lo
son:
- La propiedad
- Los contratos
- El crédito
- El "afán" de lucro
El Mercado.
El sistema de
mercado es una institución económica que a su vez
requiere de un marco institucional más amplio para
desarrollarse (como la legislación nacional y otras
instituciones económicas como el crédito
y la propiedad
privada). Los mercados
también se sostienen en un conjunto de instituciones que
permiten las transacciones impersonales sin que se requiera de
continuas relaciones contractuales (gracias al dinero, por
ejemplo). Dichos arreglos institucionales pueden ir desde la
definición de dónde y cuándo intercambiar
hasta las complejas leyes referentes al crédito o a
procedimientos
arbitrales, entre otros.
Como ya se mencionó anteriormente, las
Instituciones Económicas están en una muy estrecha
relación con la política y el desarrollo de un
país. Pero llevando ahora este enfoque hacia lo que es
México, es
importante tomar en cuenta su sistema de organización económica: el capitalismo,
ya que es punto indispensable para la existencia de cualquier
institución económica en México. Así
posteriormente se tocará de una manera más clara y
específica la institución económica a tratar
en esta investigación.
El Capitalismo
Características generales del
capitalismo:
1.- Existe propiedad privada sobre los medios de
producción.
2.- Existen dos clases
sociales fundamentales: la burguesía (dueños de
medios de producción) y el proletariado (venden su
fuerza de
trabajo a
burgueses para poder subsistir).
3.- El capital surge
de la relación entre ambas clases.
4.- Las relaciones sociales de producción son de
explotación con base en la propiedad privada en los medios
de producción.
5,- la forma de explotación es la
plusvalía extraída del trabajo de los obreros y de
la cual se apropia el capitalista por ser el dueño de los
medios de producción.
6.- Existe la producción generalizada de
mercancías, el desarrollo del comercio, del
mercado y de una economía monetaria.
7.- El fin del capitalista es la obtención de
ganancias y no la satisfacción de necesidades
sociales.
8.- Existe anarquía de producción (cada
capitalista decide que, cuanto y donde producir e
invertir).
9.- La economía capitalista oscila en ciclos
económicos.
10.- La inflación y el desempleo son
inherentes al funcionamiento del capitalismo.
11.- El desarrollo del campo y de la ciudad es
desigual.
12.- Tiene carácter social de la
producción y la apropiación privada de las
ganancias.
Producción y
mercancías
La producción generalizada de mercancías
es una condición necesaria para el desarrollo del
capitalismo. La producción de mercancías ha tenido
tres formas históricas básicas:
1.- La producción mercantil simple.
2.- La manufactura.
3.- Producción maquinizada.
Fases históricas del
capitalismo
El sistema capitalista ha atravesado por dos fases
históricas:
1.- Premonopolista o de libre competencia que
abarca del siglo XVI al ultimo tercio del siglo XIX.
2.- Imperialista o monopolista, que abarca del
último tercio del siglo XIX a nuestros
días.
Capitalismo Mexicano
El proceso
histórico del capitalismo mexicano, que se volvió
el modo de producción dominante desde el porfiriato, en
el último cuarto del siglo XIX, ha estado
determinado por dos procesos
simultáneos, el desarrollo del capitalismo a escala
internacional, en el que los Estados Unidos se
volvió la potencia
hegemónica durante la primera mitad del siglo XX, y por la
dinámica nacional de la formación
socioeconómica del país.
Diversas perspectivas de la teoría
social latinoamericana, entre los años sesenta y setenta,
contribuyeron a la reflexión teórica marxista que
permitió comprender el proceso del capitalismo
latinoamericano como parte estructural del sistema capitalista
mundial, caracterizado por su dependencia y subdesarrollo.
Subdesarrollo que no se planteó como equivalente
al estancamiento, sino como un desarrollo desigual que
reproducía la desigualdad
social y estructural, el atraso y la dependencia, ya que
históricamente su dinámica fundamental
respondía a los procesos de acumulación del capital
de los países metropolitanos con los que el capital
nacional más dinámico se asociaba o
subordinaba.
Podrían destacarse tres ejes de la teoría
latinoamericana del desarrollo: la dependencia y el subdesarrollo
determinados por el proceso de acumulación
estructuralmente subordinado al de la acumulación del
capitalismo metropolitano; el subdesarrollo latinoamericano
determinado en primer lugar por el intercambio desigual entre las
metrópolis y la periferia; y el curso propio de la
dinámica interna del capitalismo nacional.
Dado que el capitalismo mexicano, por el solo hecho
de ser capitalismo depende obviamente de instituciones
económicas importantes en México y el mundo para
lograr el desarrollo y estabilidad de el país, por lo
tanto, El Banco de
México, la institución económica más
importante de nuestro país, y como banco central
autónomo, tiene como objetivo
lograr la estabilidad de los precios que es
una condición indispensable para alcanzar un crecimiento
económico sostenido y propiciar el desarrollo del
país.
Antecedentes
El Banco de México abrió sus puertas el 1
de septiembre de 1925. Los antecedentes de esta
Institución se remontan al menos hasta principios del
siglo XIX. En 1822, durante el reinado de Agustín de
Iturbide, la historia registra la
presentación de un proyecto para
crear una institución con la facultad para emitir billetes
que se denominaría "Gran Banco del Imperio
Mexicano".
En Europa, los
bancos
centrales surgieron a partir de una evolución espontánea en que
algún banco comercial fue adquiriendo gradualmente las
funciones que
en un contexto moderno corresponden en exclusiva a los institutos
centrales. Algo parecido estuvo próximo a ocurrir en
México hacia 1884, pero en un célebre juicio legal
celebrado en la capital del país triunfó la postura
que favorecía la libre concurrencia de los bancos
comerciales en cuanto a la emisión de billetes.
Con la destrucción del sistema bancario
porfirista durante la Revolución, la polémica ya no se
centra en la conveniencia del monopolio o la
libre concurrencia en la emisión de moneda, sino en las
características que debería tener el Banco Unico de
Emisión, cuyo establecimiento se consagró en el
Art. 28 de la Carta Magna
promulgada en 1917. La disyuntiva consistía en proponer el
establecimiento de un banco privado, o un banco bajo control
gubernamental. Los Constituyentes reunidos en Querétaro
optaron por esta segunda fórmula, aunque la Carta Magna
sólo estableció que la emisión de moneda se
encargaría en exclusiva a un banco que estaría
"bajo el control del Gobierno".
Sin embargo, a pesar de la idea que se consagró
en la Constitución, siete años demoró la
fundación del entonces llamado Banco Unico de
Emisión. Debido a que, entre otras causas, como la falta
de organización; la escasez de fondos
públicos fue el obstáculo insuperable para poder
integrar el capital de la Institución. Mientras tanto, se
consolidaba en el mundo la tesis sobre la
necesidad de que todos los países contasen con un banco
central. Tal fue el mensaje de un comunicado emitido en 1920 por
la entonces influyente Sociedad de las Naciones, durante la
Conferencia
Financiera Internacional celebrada en Bruselas.
Fundación
El establecimiento del Banco de México no se hace
realidad hasta 1925, gracias a los esfuerzos presupuestarios y de
organización del Secretario de Hacienda, Alberto J. Pani,
y al apoyo recibido del Presidente Plutarco Elías
Calles.
El Banco de México se inauguró el 1 de
septiembre de 1925. Al recién creado Instituto se le
entregó, en exclusiva, la facultad de crear moneda, tanto
mediante la acuñación de piezas metálicas
como a través de la emisión de billetes. Como
consecuencia correlativa de lo anterior, se le encargó la
regulación de la circulación monetaria, de los
tipos de interés y
del cambio sobre
el exterior. Asimismo, se convirtió al nuevo órgano
en agente, asesor financiero y banquero del Gobierno Federal,
aunque se dejó en libertad a los
bancos comerciales para asociarse o no con el Banco de
México.
Despegue
El Banco Central nació en momentos de grandes
retos y aspiraciones para la economía del país.
Debido a la necesidad de contar con una institución de esa
como esta, le acompañaban otros imperativos: propiciar el
surgimiento de un nuevo sistema bancario, hacer renacer el
crédito en el país y reconciliar a la población con el uso del papel moneda, lo
que no fue una tarea fácil. Por todo ello, al Banco de
México, además de los atributos propios de un banco
de emisión, se le otorgaron también facultades para
operar como institución ordinaria de crédito y
descuento.
Durante sus primeros seis años de vida, el Banco
obtuvo un éxito razonable en cuanto a promover el renacimiento
del crédito en el país. Sin embargo, las
dificultades que enfrentó en su propósito de
consolidarse como banco central resultaron formidables. Aunque su
prestigio creció y logró avances, la
circulación de sus billetes fue débil y pocos
bancos comerciales aceptaron asociarse con él mediante la
compra de sus acciones.
La Recesión del 29 y las
subsecuentes
La primera gran reforma en la vida del Banco de
México ocurre hacia 1931 y 1932. En julio de 1931 se
promulga una controvertida Ley Monetaria por
la cual se desmonetiza el oro en el
país. En cuanto al Banco de México, dicha Ley
confirió ciertas características de moneda a sus
billetes, aun cuando se conservó la libre
aceptación de los mismos.
Sin embargo, tan sólo ocho meses después
sobrevienen otras reformas de mayor trascendencia: la de la
mencionada Ley Monetaria y la promulgación de una nueva
Ley Orgánica para el Banco de México. Mediante esta
última reforma se le retiraron al Banco las facultades
para operar como banco comercial, se hizo obligatoria la
asociación de los bancos con el Instituto Central y se
flexibilizaron las reglas para la emisión de
billetes.
Cuentan las crónicas que en esta época fue
tan grande la escasez de moneda, que se inició un movimiento
nacional en favor de la aceptación del billete del Banco
de México, hecho que aumentó sustancialmente la
demanda por
dicho medio de pago. Incluso, algunos empezaron a preferir el
billete a las piezas acuñadas. Ello dio lugar a un
movimiento de auge del redescuento.
Una vez conseguida la aceptación del billete, se
abrió el camino para que el Banco pudiera cumplir las
funciones señaladas en su nueva Ley Orgánica. Estas
fueron las siguientes: regular la circulación monetaria,
la tasa de
interés y los cambios sobre el exterior; encargarse
del servicio de la
Tesorería del Gobierno Federal; centralizar las reservas
bancarias y convertirse en banco de los bancos y en prestamista
de última instancia.
La Crisis
Platista
En 1935, se enfrenta una crisis sin precedentes, cuando
el precio de la
plata se eleva ininterrumpidamente. Se llega a correr riesgo grave de
que el valor
intrínseco de las monedas de ese metal –las cuales
integraban el grueso de la moneda fraccionaria o de apoyo–
supere a su valor facial. El peligro se cierne en especial sobre
las piezas de un peso, que gozaban de gran arraigo entre la
población. La crisis se conjura mediante dos medidas:
emitir piezas con menor contenido de plata, y poner en
circulación billetes de esa denominación que por
largos años se conocieron como "camarones".
En 1936 se promulga una nueva y ortodoxa Ley
Orgánica, la cual responde a la
motivación de librar a la operación del Banco
de México de toda "nota inflacionista". Ello, mediante la
adopción
de reglas muy estrictas para la emisión de medios de pago.
Particular énfasis se puso en ese ordenamiento en cuanto a
limitar el crédito que el Banco Central pudiese otorgar al
gobierno. En la práctica, dicha Ley resulta muy
rígida y, en estricto sentido, nunca llega a ponerse en
vigor. Así, en 1938 se reforman sus disposiciones
más restrictivas. Ello, tanto en lo referente a los
límites
del crédito que el Banco pudiese otorgar al Gobierno, como
respecto al tipo de papel que el mismo pudiese adquirir en sus
operaciones
con los bancos comerciales.
Pocos meses antes, como consecuencia del deterioro que
venía sufriendo la balanza de pagos
de México desde 1936 y de las fugas de capital causadas
por la expropiación petrolera, el Banco de México
se había retirado del mercado y el tipo de cambio
había pasado de 3.60 pesos por dólar a niveles
superiores al de 5 pesos por dólar.
Bajo el influjo de la guerra
A finales de 1939, el entorno de la economía
mexicana se modifica drásticamente con el inicio de
la Segunda Guerra
Mundial. México se ve inundado con los capitales
flotantes o "golondrinos" que buscan refugio bancario en nuestro
país. Es en este contexto que en junio de 1941 se promulga
un nuevo encuadre legal para las materias bancaria y financiera.
De ahí surgieron una nueva Ley Bancaria, así como
una nueva Ley Orgánica del Banco de
México.
El periodo bélico que se extendió
aproximadamente de 1940 a 1945 fue de gran trascendencia en la
evolución del Banco de México. Nunca antes desde su
fundación, el Banco se había enfrentado al reto de
tener que aplicar una política de contención
monetaria. En palabras del entonces Director General, Eduardo
Villaseñor, hasta ese momento el mecanismo del Banco se
asemejaba a la maquinaria de un reloj en el sentido de que
sólo podía accionarse "hacia adelante". Fue
así que se inició una odisea: la de desarrollar los
mecanismos de regulación apropiados para un Banco Central
que operaba en un medio donde no existían mercados
financieros dignos del nombre.
Como se ha dicho, durante el periodo bélico el
influjo de capitales hinchó la reserva monetaria del
Banco, dando lugar a una acelerada expansión de los medios
de pago, expansión preñada de un ominoso potencial
inflacionario. Para conjurar esa posibilidad, las autoridades se
embarcaron en un proceso de aproximaciones en el que gradualmente
se fueron definiendo las herramientas
más idóneas para realizar la requerida
contención monetaria. Primeramente se intentó
realizar operaciones de mercado abierto, y se buscó
también influir en la composición de las carteras
de los bancos para evitar transacciones y créditos especulativos. También se
experimentó con la manipulación de la tasa de
redescuento y la "persuasión moral", aunque
el instrumento que mejores resultados arrojó fue la
elevación de los "encajes", o sea, de los depósitos
obligatorios que la banca
tenía que abonar en el Banco Central. Este recurso se
llevó a un extremo nunca antes experimentado en
país alguno, pues el coeficiente de encaje se elevó
hasta el 50% de los depósitos para los bancos del Distrito
Federal, y hasta el 45% para los bancos de provincia.
Respaldo al desarrollo en la posguerra
Tan probó su eficacia el
expediente de elevar el encaje legal que, una vez concluida la
Guerra y
durante muchos años, se recurrió en México a
la manipulación del requisito de reserva obligatoria, no
sólo para fines de regulación monetaria, sino
también para otros dos objetivos:
como método de
financiamiento
para los déficit del Gobierno y para fines de "control
selectivo del crédito". En 1949, al producirse nuevamente
una preocupante entrada de divisas, se
reforma la Ley Bancaria y se otorga al Instituto Central la
facultad potestativa de elevar el encaje de la banca comercial
hasta el 100% sobre el crecimiento de sus pasivos. Sin embargo,
esta obligación se graduó en función de la
forma en que las instituciones integrasen sus carteras de
crédito o, en otras palabras, de acuerdo a la manera en
que canalizaran su financiamiento a los distintos sectores de la
economía.
En 1948 y 1949, México sufre dos severas crisis
de balanza de pagos atribuibles, en muy buena medida, a los
reacomodos y ajustes de la economía
mundial típicos de la posguerra. Desde una perspectiva
histórica, para el país y para el Banco de
México ello puede interpretarse como una
comprobación de los beneficios que siempre reporta la
aplicación de una política
monetaria prudente.
En junio de 1944, México había sido uno de
los países suscriptores del convenio de Bretton Woods,
mediante el cual se acordó, entre otras cosas, un sistema
de tipos de cambio fijos para las monedas del mundo.
En 1948, a pesar de que dicho convenio no aceptaba los
tipos de cambio fluctuantes, México decidió dejar
en flotación la tasa de cambio del peso. Sin embargo, en
1949 se decidió ensayar una nueva paridad al nivel de
8.65. Esta fue la tasa de cambio que prevaleció hasta
1954, cuando el país tuvo que efectuar un nuevo ajuste
cambiario.
El desarrollo estabilizador y sus
artífices
En 1952, toma las riendas del Banco de México un
hombre que
habría de prestar servicios de
inestimable valor a México y que habría de dar
lustre y prestigio a las finanzas
mexicanas: Rodrigo Gómez. Don Rodrigo –como se le
conoció en vida– estuvo a la cabeza del Banco hasta su
muerte,
durante 18 largos años, habiéndose manifestado a lo
largo de su gestión, tanto en hechos como en pensamiento,
como un enemigo acérrimo de la
inflación.
En alguna célebre ocasión
señaló que si "la disyuntiva fuera entre progresar
velozmente o tener una moneda estable, no habría duda
sobre la elección". Pero el punto es que la
inflación no sólo tiene efectos negativos sobre la
distribución del ingreso, sino que acaba por frenar la
inversión y el crecimiento
económico.
Junto con Antonio Ortiz Mena, quien lo
acompañó durante dos sexenios al frente de la
Secretaría de Hacienda, Don Rodrigo Gómez fue uno
de los artífices de un envidiable periodo de progreso y
estabilidad que se extendió de 1954 a 1970, y que se
conoce como el "desarrollo estabilizador". La era se
inició después del ya mencionado ajuste cambiario
de 1954, el cual puede ser considerado como la culminación
de una etapa de crecimiento con inestabilidad que se
extendió por más de tres lustros.
En el lapso 1954-1970, el producto real
creció a un ritmo muy superior al de la población,
lo cual hizo posible que también crecieran
ininterrumpidamente tanto el ingreso per-cápita como los
salarios reales.
En particular, el sector financiero experimentó un
progreso formidable. Todo ello fue, en buena medida, resultado de
la aplicación, por parte del Banco de México, de
una política monetaria prudente, la cual coadyuvó a
obtener una estabilidad de precios semejante a la de Estados
Unidos en igual periodo. De ahí que también pudiese
conservarse un tipo de cambio fijo (12.50 por dólar)
dentro un régimen de irrestricta libertad cambiaria, y que
la reserva monetaria mostrase una tendencia creciente a lo largo
del periodo.
A la vez, durante el "desarrollo estabilizador" el Banco
de México coadyuvó al progreso de la
economía nacional, brindando apoyo a otras estrategias de
promoción mediante un manejo juicioso de la
política de encaje legal. Con ello no sólo se
colaboró a proporcionar crédito no inflacionario a
actividades prioritarias, sino también a compensar las
fluctuaciones de la economía mundial que afectaron durante
esos años a la balanza de pagos. En 1958, a fin de darle
mayor fuerza a ese instrumento de regulación, se
decidió incorporar a las sociedades
financieras al régimen del encaje legal.
Aportaciones del Banco de México al
desarrollo
Durante los años setentas y parte de los ochentas
se extiende una época de dificultades para el Banco de
México. Hasta 1982, los problemas
tuvieron su origen en la aplicación de políticas
económicas excesivamente expansivas, y en la
obligación que se impuso al Banco de extender amplio
crédito para financiar los deficientes fiscales en que
entonces se incurrió. Todo ello dio lugar al deterioro de
la estabilidad de los precios y fue causa de que ocurrieran dos
severas crisis de balanza de pagos en 1976 y 1982. De 1983 en
adelante, el sentido de las acciones ha sido de signo
distinto.
A partir de ese año, los esfuerzos han estado
dirigidos, en lo fundamental, a controlar la inflación, a
corregir los desequilibrios de la economía y a procurar la
recuperación de la confianza de los agentes
económicos.
A pesar de todo y en algunos casos a fin de enfrentar
los problemas existentes, durante las décadas recientes
hemos sido testigos de importantes transformaciones
institucionales y de trascendentales aportaciones del Banco
Central a la economía del país. Una de las
iniciativas más sobresalientes hecha por el Banco de
México fue en cuanto a la creación en México
de la llamada "banca múltiple" en 1976. A
continuación, una vez consumada la conversión de la
banca de especializada en múltiple, se promovió un
programa de
fusiones de
instituciones pequeñas, orientado a fortalecer su solidez
y a procurar una mayor competitividad
en el sistema
financiero.
En 1974 se creó en el Banco de México, y
se introdujo en la práctica, el concepto de costo porcentual
promedio de captación para la banca múltiple (CPP).
Esta tasa promedio, al hacer las veces de tipo de referencia para
los créditos bancarios, evitó muchas dificultades a
los bancos cuando, más avanzada esa década, las
tasas de
interés se empezaron a elevar por efecto de la
inflación. Entre otras aportaciones memorables del Banco
Central, cabe recordar la idea de reglamentar la
capitalización de los bancos no sólo en
función de su captación, sino de ciertos activos y de
otros conceptos expuestos a riesgo. Igualmente merece
mención la concepción y el establecimiento de un
sistema de protección para los depósitos del
público en la banca.
También objeto de orgullo para el Banco Central
fue la creación, en 1978, de los Certificados de la
Tesorería (CETES). Estos títulos, previa la
promulgación en 1975 de una nueva Ley Reglamentaria del
Mercado de
Valores, fueron la base para el desarrollo en México
de un mercado de bonos y valores de
renta fija. De importancia es destacar la trascendencia de dicho
logro no sólo en cuanto a la evolución financiera
de México, sino también respecto al progreso de la
banca central en este país. La creación y la
madurez del mercado de bonos dio lugar a que se consolidasen en
nuestro medio las condiciones para poder llevar a cabo, en la
práctica, la regulación monetaria a través
de operaciones de mercado abierto.
A la búsqueda de la estabilidad
Ya durante la
administración encabezada por el Presidente Miguel de
la Madrid
(1983-1988), una de las acciones más relevantes fue la
creación del FICORCA (Fideicomiso
para la Cobertura de Riesgos
Cambiarios). Este instrumento no sólo permitió que,
en su momento, las empresas
mexicanas con pasivos denominados en divisas pudieran renegociar
sus adeudos externos sino, a la vez, que quedasen protegidas
contra el riesgo eventual de futuros ajustes del tipo de
cambio.
En 1985 se registra un hito importante en la historia
del Banco de México: en ese año se expide una nueva
Ley Orgánica para la Institución. Dicho
ordenamiento se distinguió porque incorporó en su
texto la
facultad de fijar límites adecuados al financiamiento que
pudiese otorgar la Institución. Otras
características notables de esa Ley fueron que
otorgó al Banco la posibilidad de emitir títulos de
deuda propios para fines de regulación monetaria, y
liberó a la reserva monetaria de restricciones a fin de
que la misma pudiese ser usada sin cortapisas para los fines que
le son propios.
De 1987 a la fecha de escribirse el presente texto, el
Banco de México, actuando en concierto con otras
autoridades, ha desplegado su máximo esfuerzo en
procuración del abatimiento de la inflación. La
tarea no ha sido fácil. A las dificultades provenientes de
un entorno externo que con frecuencia ha sido desfavorable y a
las propias de remover las causas fundamentales de la
inflación -los déficit públicos financiados
con crédito primario del Banco México-se han aunado
las de vencer lo que se conoce técnicamente como "inercia
inflacionaria".
De este último empeño nació la
concertación social que tan buenos frutos ha dado a
México, y que se ha materializado en las distintas etapas
del llamado "Pacto". Como se sabe, la concertación parte
del principio de que los distintos grupos de la
sociedad -gobierno, empresarios, obreros- lleguen a acuerdos
operativos, a fin de imponer disciplina a
la evolución tanto de los precios, como de los salarios y
del tipo de cambio.
Autonomía
La gran transformación en la historia reciente
del Banco de México ocurrió en 1993, con la reforma
constitucional mediante la cual se otorgó autonomía
a esta Institución. La autonomía concedida al Banco
de México -explicada en la Exposición
de Motivos de la reforma constitucional respectiva- tiene como
principal objeto construir una salvaguarda contra futuros brotes
de inflación. De ahí la importancia de que en el
texto Constitucional haya quedado precisado el criterio rector al
cual debe sujetarse en todo tiempo la
actuación del Banco de México: la
procuración de la estabilidad del poder adquisitivo de la
moneda nacional.
La autonomía del Banco Central se apoya en tres
fundamentos: su independencia
para determinar el volumen del
crédito primario que pueda ser concedido, la independencia
que se ha otorgado a las personas que integren su Junta de
Gobierno y la independencia administrativa de la
Institución.
Estos tres soportes son fundamentales para garantizar la
autonomía del Instituto Central, pero el primero de ellos
merece comentario especial. En el artículo 28
Constitucional ha quedado señalado que "ninguna autoridad
podrá ordenar al Banco conceder financiamiento". La
relevancia de esta medida tiene su origen en la muy especial
relación que existe entre el crédito del Banco
Central y los movimientos del nivel general de precios. Ello,
porque el Banco Central es la única entidad que puede
aumentar el poder de compra en la economía, aunque nadie
produzca más. De ahí que exista siempre una
relación causal muy estrecha entre el crédito del
Banco Central y el movimiento del nivel general de los
precios.
Dique contra inflaciones
La autonomía del Banco Central puede verse como
una barrera contra la ocurrencia de futuras inflaciones. La
importancia de que exista este dique proviene de los
múltiples males que causa la inflación,
especialmente por lo que toca a la distribución del
ingreso y a las posibilidades de crecimiento económico. En
épocas de inflación, los precios crecen más
aceleradamente que los salarios, a la vez que dicho
fenómeno afecta en mayor medida a quienes tienden a
conservar sus recursos en billetes y monedas. Y en general, los
individuos en esta última situación son los que
pertenecen a los estratos más desfavorecidos de la
sociedad.
En cuanto al crecimiento, la inflación tiende a
deteriorar los incentivos hacia la producción y la
inversión, por la incertidumbre y el desconcierto que
crea. Durante la inflación, la volatilidad de los precios
relativos reduce la eficacia del mercado como mecanismo para la
asignación de los recursos y falsea el cálculo
económico, inhibiendo la inversión. Asimismo, el
crecimiento acelerado y desordenado de los precios propicia tasas
de interés elevadas, por el premio que los ahorradores
demandan para las inversiones
financieras.
La autonomía del Banco Central es un buen dique
contra la inflación en la medida en que no está
dirigida a paliar sus síntomas, sino a evitar sus causas.
Ello, porque está encaminada a impedir un uso abusivo del
crédito del instituto emisor, fuente principal del mal a
que se alude.
En esencia, las instituciones no son sus integrantes,
edificios y demás instalaciones y ni siquiera sus
estatutos, sino, ante todo, sus funciones y la realización
de sus fines, así como el impacto y presencia ejercida en
la sociedad. Ahora, hablando exclusivamente de Instituciones
Económicas, la importancia de estas es el aporte incentivo
que orienta el comportamiento de una sociedad en función
de un bienestar económico, y por consecuencia social. Y se
ve desde un punto de vista capitalista, basado en el capitalismo
mexicano, como resultado se cae en cuenta de que el propio
capitalismo mexicano nació como medio de producción
predominante en el porfiriato gracias a la dinámica
nacional de la formación socioeconómica del
país, lo que es en gran parte, consecuencia de las
transformaciones de las instituciones económicas de aquel
tiempo.
Sin embargo, como consecuencia del capitalismo nacieron
a su vez nuevas Instituciones Económicas, lo que nos
demuestra la estrecha relación y dependencia entre las
Instituciones Económicas y el capitalismo mexicano desde
la época contemporánea de nuestro país hasta
la actualidad. Y pues saltando de este importante punto, podemos
caer en que El Banco de México, una Institución
económica de nuestro país, es y ha sido realmente
trascendental en lo que es el capitalismo mexicano.
Por consecuencia, El banco de México como la
Institución Económica más importante del
país, ha sido parte indispensable en todos los
ámbitos socioeconómicos de México, desde sus
inicios. Ha sido partícipe tanto de etapas de prosperidad
y estabilidad, así como de secesión y fracaso, pero
sobre todo es una Institución Económica que ha
cumplido su cometido fundamental, que es la procuración de
la moneda nacional.
En otras palabras, nuestro país en la actualidad
se rige bajo el sistema económico llamado el capitalismo,
que como se ha mencionado esta basado en la producción en
serie y en la obtención de ganancias de los dueños
de los medios de producción. Aunque nuestro sistema
económico esta estrechamente relacionado con el desempleo
y la inflación, existen instituciones que tratan de
mantener una estabilidad en la infraestructura de nuestro
país: las instituciones económicas. Por ejemplo el
Banco de México, que a través del tiempo ha
desarrollado la tarea de mejorar el sistema de crédito en
nuestro país, la aceptación del papel moneda entre
los individuos, mantener una estructura fija, así como la
estabilización económica del país tratando
de evitar inflaciones. Todo esto se ha logrado gracias al
desarrollo del banco central autónomo de nuestro
país, que ha logrado un crecimiento económico
sostenido y propiciar el desarrollo del país.
Con este ejemplo se concluye que las instituciones
económicas apoyan la infraestructura de un país,
permitiendo el desarrollo estable de las naciones.
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Otras Fuentes
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- http://www.sociologia.cl
- http://www.the-dark-mirror.co.uk
- http://www.agapea.com
- http://alpha.rec.uabc.mx
Luis Fernando Mesta Carrillo