A nuestro querido clero diocesano y religioso,
A los religiosos, religiosas y miembros de Institutos
Seculares,
A nuestros colaboradores seglares en el apostolado,
A nuestros hermanos y hermanas en la fe en Jesucristo,
A los gobernantes y políticos de nuestro país,
A los hombres y mujeres de buena voluntad.
Queridos hermanos,Queridas hermanas en el
Señor:
Con la mirada puesta en el país que
anhelamos, les saludamos en el nombre del
Señor.- En el marco de las celebraciones de la Virgen de la
Paz, Patrona de El Salvador, es oportuno invitar a exaltar
los
valores para reflexionar sobre la responsabilidad de cada salvadoreña y
cada salvadoreño en la construcción de una sociedad
fraterna, pacífica, justa y solidaria en la que reine
verdaderamente la paz.Es el mismo Cristo que, durante su vida
pública, nos contó las parábolas del
Reino, comparándolo con la semilla que cae en tierra y
con la semilla de mostaza; o con la levadura, el tesoro
escondido y la perla preciosa; el Reino en el que, durante el
tiempo de
nuestra peregrinación, el trigo está mezclado
con la cizaña; el Reino que se parece a la red que recoge toda
clase de
peces,
buenos y malos (cf. Mt 13). - Nuestra palabra se inspira en Jesucristo, cuya
imagen
transfigurada contempla cada año el pueblo
católico salvadoreño. - Cristo hizo presente el Reino con obras y palabras.
Movido por su inmensa misericordia, multiplicó el pan
para saciar el hambre de la multitud que le seguía,
ávida de su palabra y necesitada del pan de esta tierra.
Jesús responde a esa necesidad humana tomando en sus
manos cinco panes y dos peces, después de ordenar a sus
discípulos: Denles ustedes de comer (Lc 9,
13). - El Papa Juan Pablo II, de grata memoria,
comenta así esta página en la
exhortación postsinodal sobre el obispo como testigo
del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo:
Una actitud
análoga podría surgir en nuestro ánimo,
como desalentado ante la magnitud de los problemas
que interpelan a las Iglesias y a nosotros, los obispos,
personalmente. En este caso hay que recurrir a esa nueva
fantasía de la caridad que ha de promover no tanto y
sólo la eficacia de
la ayuda prestada sino la capacidad de hacerse cercano a
quien está necesitado, de modo que los pobres se
sientan en cada comunidad
como en su propia casa (Pastores Gregis, 73).En las fiestas titulares de la República
hemos palpado una vez más la fe profunda de nuestro
pueblo. Hemos visto también el sufrimiento que agobia
a las grandes mayorías.Conocemos la lista de estas preocupaciones: la pobreza,
el alto costo de
la vida, el desempleo, la
falta de oportunidades, la inseguridad y tantas necesidades
básicas no satisfechas que impiden a cientos de miles
de compatriotas lograr el desarrollo
integral al que tienen derecho por su condición de
personas humanas y de hijos e hijas de Dios.Los recientes desastres
naturales han hecho aún más pesada la cruz
para miles de familias y han dejado al descubierto la
vulnerabilidad del país en los aspectos
ecológico, económico y social. A los miles de
damnificados les expresamos nuestra solidaridad. - Por eso, a la luz del
Señor transfigurado, miramos con ojos y corazón de pastores los problemas
de la Patria como parte de nuestra misión
evangelizadora. Como Jesús, contemplamos las
multitudes del único país del mundo que lleva
su santo nombre.Al hambre de Dios respondemos con la
evangelización y la celebración de los
sacramentos. Y al hambre de pan tratamos de responder como
nuestro Divino Salvador, quien tuvo entrañas de
misericordia ante toda miseria humana (Plegaria
Eucarística, Vb).Por una parte tratamos de iluminar las conciencias
con la luz del Evangelio y de la doctrina social de la
Iglesia;
y, por otra, llevamos adelante una obra de promoción humana y desarrollo integral
a través de las distintas expresiones de la pastoral
social. - En ese panorama tan desolador fijaremos la atención en un tema que preocupa
sobremanera a la comunidad salvadoreña: la
incontenible violencia.
Queremos responder a tan dramática realidad como lo
haría Jesús.En el Año de la Eucaristía, que fue
convocado por el Papa Juan Pablo II para volver a suscitar en
el pueblo cristiano la fe, la maravilla y el amor
por este gran sacramento que constituye el auténtico
tesoro de la Iglesia (Benedicto XVI, alocución del
04.09.95), nos hemos detenido para contemplar con asombro y
gratitud el misterio de Jesucristo realmente presente en el
Santísimo Sacramento del altar.Y le hemos pedido una y otra vez, como los
discípulos de Emaús: Quédate con
nosotros, Señor (Lc 24, 27). - Jesús respondió a la primera
tentación de Satanás diciendo: No sólo
de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4, 4).
Estamos convencidos de que la evangelización es el
primer servicio, el
más necesario, que nos corresponde ofrecer. - El Santo Padre acaba de recordarnos el lazo estrecho
que une la Eucaristía con la caridad: Caridad no
significa ante todo el acto o el sentimiento benéfico,
sino el don espiritual, el amor de
Dios que el Espíritu Santo infunde en el
corazón humano y que lleva a entregarse a su vez al
mismo Dios y al prójimo… Nuestra respuesta a su
amor tiene que ser entonces concreta, y tiene que expresarse
en una auténtica conversión al amor, en el
perdón, en la recíproca acogida y en la
atención a las necesidades de
todos.(Alocución, 25.09.05).1. La violencia nos ahogaY aunque no llegue a matar físicamente, no
podemos pasar por alto la violencia que invade los hogares
sobre todo a través de algunos programas de
televisión. - Cada día, al abrir el
periódico, al escuchar la radio o al
mirar las noticias en
el televisor nos golpea con toda su crudeza la realidad de
nuestro país, marcada por tantos hechos violentos.Todos
lo sabemos: la violencia está cada vez más
presente, en primer lugar, en el seno mismo del hogar; ya sea
la violencia que sufre la mujer de
parte del esposo o de su compañero de vida, o la que
padecen niños
y niñas a pesar de su tierna edad: hay violencia
física,
violencia psicológica y, en forma creciente, incluso
violencia sexual. - Tenemos también la violencia producida por la
delincuencia
común que acecha en todas partes: en casa y fuera de
casa; en el campo y la ciudad, en fincas o terrenos
baldíos, en paradas de buses y al interior de los
medios de
transporte
público, en negocios y
oficinas. Es una violencia asesina que arrebata sin piedad la
vida de personas de toda edad o condición: niñas
y niños, mujeres, jóvenes y personas mayores,
humildes trabajadores y profesionales. Nadie está a
salvo de este flagelo social. - A la violencia doméstica y a la delincuencia
común se añade la pavorosa violencia de las
pandillas juveniles o maras, del narcotráfico y del crimen
organizado. De estas formas de violencia, la que aparece en
primer plano en los medios de
comunicación es la de los jóvenes
pandilleros, dejando la impresión de que ellos son los
principales responsables de las muertes violentas que ocurren
cada día en nuestro país. - Se asesina para robar; se asesina por venganza; se
asesina por encargo; se asesina bajo el efecto del alcohol o
las drogas;
se asesina casi siempre con armas de fuego
que circulan prácticamente sin control; se
asesina a sangre
fría; se asesina con lujo de barbarie y en completa
impunidad; y
hay quienes afirman que se asesina incluso como método
de limpieza social. - Sí, la violencia se ha vuelto omnipresente. El
país que lleva el nombre de Cristo, nuestro Salvador,
navega en un mar de violencia. La nación confiada al patrocinio de Nuestra
Señora de la Paz, ha llegado a un nivel de violencia
homicida que va en aumento. - Según datos del
Fondo de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD), El Salvador es uno de
los países más violentos de América Latina: el año pasado
hubo más de dos mil setecientos homicidios, casi todos cometidos con armas de
fuego; y este año, de enero a julio, se cuentan
más de dos mil. Actualmente se calcula que hay un
promedio de doce homicidios por día.La empresa
privada asegura que se ve obligada a asignar casi el diez por
ciento de su presupuesto al pago de agentes y sistemas
de seguridad.
Tenemos más agentes de seguridad privada que
policías. - De acuerdo a la misma fuente, en el año 2003, la
violencia costó al país más de mil
setecientos millones de dólares, cantidad que equivale
al 11.5% del producto
interno bruto (PIB).
Circulan en El Salvador casi medio millón de armas de
fuego, de las cuales sólo una tercera parte
está matriculada y debidamente inscrita.La desesperación lleva a no pocos ciudadanos
a la convicción de que la única solución
es la represión indiscriminada, el endurecimiento de
las leyes
relativas a los menores delincuentes, la construcción
de más cárceles o la contratación de
servicios
de seguridad privada; y es fuerte la tentación de
querer hacerse justicia
por su propia mano, al margen de la ley. Por todo
ello tenemos que empeñarnos con todas nuestras fuerzas
para construir, con paciencia y perseverancia, una sociedad
sin violencia.2. ¿Tenemos que
resignarnos ante la violencia? - Afortunadamente, aún contamos con zonas que
son verdaderos oasis de paz, pero la atmósfera dominante es de ansiedad,
preocupación y angustia. Para gran parte de la población salvadoreña, la
situación se ha vuelto insoportable. - Pero quizá lo más grave es que nos hemos
acostumbrado a considerar la violencia como algo inevitable
con lo que estamos condenados a convivir.Con familias incompletas o desintegradas que, por lo
mismo, no pueden cumplir cabalmente su insustituible
misión, el futuro se vuelve cada vez más
incierto. ¿No estamos caminando quizá hacia una
disolución de la sociedad? Vale para nosotros la frase
memorable que pronunció el Siervo de Dios Juan Pablo
II en Cuba:
Cuida la familia para que mantengas sano tu
corazón. Sí, la familia
es el corazón de la patria. - ¿Qué hacer ante una situación
tan grave? Muchos compatriotas ponen su confianza en las armas;
otros abandonan su actual residencia y buscan seguridad en otra
parte; y crece el número de quienes se ven obligados a
buscar nuevos horizontes fuera del país, dejando muchas
veces a su familia en
situación precaria y corriendo graves riesgos en
el camino. Esta migración forzada a menudo causa estragos
en la institución familiar. - La juventud
también está inquieta porque la violencia
arrebata sobre todo vidas jóvenes. Además, debido
a la pobreza y la
falta de oportunidades –que son otra forma de violencia-,
numerosos jóvenes ven truncados sus sueños de
terminar los estudios o de conseguir un empleo
digno; su frustración se manifiesta, en no pocos casos,
en el fenómeno de la
drogadicción y la violencia juvenil. Quizá lo
más preocupante es que muchos jóvenes
–muchachos y muchachas- han perdido el sentido de la vida
y deambulan por calles y plazas sin esperanza. - Como hombres de fe, estamos convencidos de que esta
dramática realidad puede ser transformada si todos y
cada uno asumimos, con lucidez y valentía, nuestras
responsabilidades: las autoridades, las Iglesias, la familia,
la escuela, los
dirigentes políticos, la sociedad civil,
los medios de comunicación
social, etc. - ¿Qué se ha hecho hasta ahora? Hemos visto
algunos esfuerzos en los niveles legislativo, ejecutivo y
judicial. La valoración de los mismos es diversa.
También se han dado algunas iniciativas en sectores de
la sociedad civil y en el seno de diversas denominaciones
religiosas.Solicitamos a nuestras autoridades gubernamentales
una política que concretice los programas
de prevención, rehabilitación e
inserción social con una suficiente inversión económica y otros
recursos
que aseguren la solución del problema de la violencia
que sufre el país. - Ante el clamor ciudadano, el Gobierno
ha puesto en marcha distintas iniciativas para poner remedio
a esta plaga. Sin embargo, los resultados no son los que se
esperaban. Incluso las estadísticas oficiales indican que el
número de homicidios va en aumento. Las acciones
contra las pandillas juveniles o maras han estado en
el centro de la estrategia
de las autoridades de seguridad pública, pero da la
impresión de que las acciones violentas han generado
más violencia.Al mismo tiempo pedimos que se hagan con sentido
patriótico, dejando de lado intereses personales o de
grupo. En
un asunto tan delicado, debe prevalecer la búsqueda
sincera del bienestar de la nación. Ha llegado el momento de dar un
paso audaz y decidido hacia una visión integral del
problema: urge ponerse de acuerdo sobre el diagnóstico, su interpretación y las posibles
soluciones para hacer frente con lucidez y
determinación a esta epidemia social. Solamente con el
concurso de todos podremos vencer este terrible flagelo a fin
de alcanzar lo que tanto deseamos: una sociedad sin
violencia. - En el seno de la sociedad civil constatamos que desde
hace algún tiempo se están realizando investigaciones, mesas de diálogo, seminarios y toda clase de
foros para analizar, desde distintos ángulos, el
complejo fenómeno de la violencia. De esta manera se
pretende encontrar las mejores soluciones
e impulsar iniciativas que hagan frente a tan grave problema.
Vemos con simpatía estos esfuerzos y los
alentamos.3. "No te dejes vencer por el
mal…" - Como pastores de la Iglesia estamos dispuestos a asumir
nuestras responsabilidades y a ofrecer toda la
colaboración que se requiera, según nuestras
posibilidades. Ante todo, les invitamos a elevar juntos una
ferviente plegaria al Dios de la paz para que acoja
benignamente el clamor del pueblo que lleva su nombre. Al
mismo tiempo, deseamos proponer algunas orientaciones
inspiradas en la palabra de Dios y la doctrina social de la
Iglesia.Lo proclamamos en voz alta porque nos estamos
acostumbrando a ver como normal e inevitable que se viole sin
compasión el primero de los derechos
humanos, el derecho a la vida. ¿Cómo
podemos mirar con indiferencia o resignación que se
atropelle de esta manera la dignidad
de la persona
humana, creada a imagen de Dios? Debemos tener la firme
convicción de que la violencia no es algo fatal: es
posible vencer al mal con el bien. - Nuestra primera palabra viene de la
revelación, a través de San Pablo, cuando exhorta
a la comunidad cristiana de Roma: No te dejes vencer por el
mal; antes bien, vence al mal con el bien (Rom 12,
21). - Este es el tema que el llorado pontífice Juan
Pablo II escogió para la Jornada Mundial de la Paz del
presente año. En el Mensaje que escribió para
explicar dicho tema, el Santo Padre afirma que la paz se
construye con esfuerzo:La paz es el resultado de una dura
batalla, que se gana cuando el bien derrota al mal… La
paz es un bien que se promueve con el bien: es un bien para las
personas, las familias, las naciones de la tierra y
para toda la humanidad; pero es un bien que se ha de custodiar
y fomentar mediante iniciativas y obras buenas(Mensaje para
la Jornada Mundial de la Paz 2005, n. 1). - Afirma también que debemos llamar al mal por
su nombre:El mal no es una fuerza
anónima que actúa en el mundo por mecanismos
deterministas e impersonales. El mal pasa por la libertad
humana…. El mal tiene siempre un rostro y un nombre: el
rostro y el nombre de los hombres y mujeres que libremente lo
eligen (ibid., 2). - Con realismo, el
Vicario de Jesucristo reconoce que en el mundo de hoy el mal
parece llevar la delantera:Al contemplar la situación
actual del mundo no se puede ignorar la impresionante
proliferación de múltiples manifestaciones
sociales y políticas del mal: desde el desorden
social a la anarquía, desde la injusticia a la violencia
y a la supresión del otro (ibid., 3). - Sin embargo, con lenguaje
profético, responde:Para conseguir la paz es preciso
afirmar con lúcida convicción que la violencia es
un mal inaceptable y que nunca soluciona los problemas. La
violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra
fe, la verdad de nuestra humanidad (ibid., 4). - Al mismo tiempo, señala el camino a
seguir:Por tanto, es importante promover una gran obra
educativa de las conciencias, que forme a todos en el bien,
especialmente a las nuevas generaciones, abriéndoles al
horizonte del humanismo
integral y solidario que la Iglesia indica y desea
(ibid.). - A la luz de esta inspiradora propuesta podemos
descubrir algunas de las mayores debilidades de las medidas
tomadas hasta ahora. El humanismo integral y solidario nos
ofrece un enfoque diferente del que ha predominado hasta hoy en
el combate a la violencia. Escuchemos de nuevo al Siervo de
Dios Juan Pablo II:Para promover la paz, venciendo el mal
con el bien, hay que tener muy en cuenta el bien común y
sus consecuencias sociales y políticas. En efecto,
cuando se promueve el bien común en todas sus
dimensiones, se promueve la paz… En cierta manera, todos
están implicados en el trabajo por
el bien común, en la búsqueda constante del bien
ajeno como si fuere el propio (ibid., 5). - Es evidente que el Estado no
puede renunciar a sus obligaciones, puesto que es el principal
responsable del bien común de la
población:Dicha responsabilidad compete
particularmente a la autoridad
política, a cada una en su nivel, porque está
llamada a crear el conjunto de condiciones sociales que
consientan y favorezcan en los hombres y mujeres el desarrollo
integral de sus personas… El bien común exige,
por tanto, respeto y
promoción de la persona y de sus derechos fundamentales
(ibid.). - Una de las reflexiones más sugestivas del
Santo Padre se refiere al concepto de
ciudadanía mundial:Basta que un
niño sea concebido para que sea titular de derechos,
merezca atención y cuidados, y que alguien deba proveer
a ello (ibid., 6). - ¿Qué implica esta búsqueda del
bien común? El Papa señala uno de los objetivos de
desarrollo que se plantean en las Metas del Milenio, el
desafío de la pobreza, tema que acaba de ser debatido en
la asamblea general de las Naciones Unidas. En el año
dos mil, los gobernantes del mundo se comprometieron a reducir
a la mitad el número de pobres antes de 2015. El Papa
está de acuerdo:La Iglesia apoya y anima este
compromiso e invita a los creyentes en Cristo a manifestar, de
modo concreto y
en todos los ámbitos, un amor preferencial por los
pobres (ibid., 8). - Hemos recorrido algunos pasajes claves del Mensaje del
Santo Padre para invitar a toda la comunidad
salvadoreña a superar el pesimismo y el derrotismo. El
humanismo integral y solidario que propone la Iglesia,
aplicado al tema que nos ocupa, abre un horizonte de
esperanza y señala algunos de los caminos que debemos
recorrer. La dignidad humana, el respeto a la vida, la
solidaridad, la subsidiaridad, la búsqueda del bien
común sobre todo de las familias más pobres y
la
educación de las conciencias, son algunos de los
criterios que debemos asumir con valentía y
generosidad para poder
vencer al mal con el bien (Rom 12, 21).4.
"…Vence al mal con el bien"Convencerse de que las armas de fuego son un factor
decisivo en el alto índice de homicidios que
padecemos. La legislación permisiva y la venta
libre de estos instrumentos de muerte
deben ser objeto de profundo examen.Poner remedio a la
crisis
profunda que afecta a muchos centros penales del país.
No bastan las medidas coyunturales; urge realizar reformas
estructurales que tengan en cuenta todos los factores de la
problemática a fin de que dejen de ser escuelas del
crimen y se conviertan en lo que deben ser: centros de
rehabilitación.Corregir las graves deficiencias del
sistema
judicial para que éste recupere su credibilidad ante
la población. Los funcionarios encargados de
administrar justicia deben caracterizarse tanto por su
competencia profesional como por su idoneidad,
independencia judicial e imparcialidad.Que las
organizaciones de la sociedad civil se
involucren en el combate de este flagelo, superando la
actitud cómoda de
echar la culpa al Gobierno; cada uno de los sectores de la
comunidad salvadoreña debe asumir sus
responsabilidades.Que los partidos
políticos asuman una actitud seria y constructiva,
contribuyendo a la elaboración de una política
de Estado que permita hacer frente a la violencia de forma
integral y sistemática.Que el Gobierno garantice el
cumplimiento de los derechos fundamentales de los ciudadanos.
No es aceptable que se pretenda controlar la violencia
pasando por alto ciertos derechos de los ciudadanos que son
inherentes a una verdadera democracia.Comprometernos todos en la
construcción de una sociedad sin violencia, teniendo
presente la historia de
El Salvador para llegar hasta las raíces profundas de
este mal que frena el desarrollo del país porque
atropella la dignidad humana. - Aplicando estas orientaciones al drama de inseguridad
en que vive la mayoría del pueblo salvadoreño,
podríamos afirmar, en forma sintética, que
vencer al mal con el bien significa, entre otras
cosas:Tomar conciencia
de que la violencia es una enfermedad de la sociedad que, en
el caso salvadoreño, se ha convertido en una verdadera
epidemia.Analizar el grave y complejo fenómeno de las
pandillas juveniles o maras con objetividad. Este grave
problema es el resultado de muchos factores. Debe adoptarse
un enfoque que de prioridad a la prevención, a la
rehabilitación e inserción social como ya lo
hemos solicitado.Las exigencias éticas de los medios de
comunicación son el servicio a la persona mediante la
edificación de una comunidad humana basada en la
solidaridad, en la justicia y en el amor y la difusión
de la verdad sobre la vida humana y su realización
final en Dios. -Los cristianos tenemos también una
gran responsabilidad puesto que anunciamos a Jesucristo,
nuestra Paz, y su mensaje de amor y solidaridad al que
debemos responder los creyentes con una actitud de profunda
conversión. Tenemos también en nuestras manos
la formación de las conciencias para que, desde un
corazón reconciliado con el Padre, con los hermanos y
con la creación, los seguidores de Jesucristo
construyamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde
habite la justicia (2 Pe 3, 13). – Hacemos un fraterno y
apremiante llamado a los miembros de las pandillas juveniles
o maras, y a todos los que han creido y optado por una
solución violenta de sus problemas, a deponer dicha
actitud en beneficio de la paz social esforzándose en
su propia superación personal con
la ayuda de la sociedad.5. Para vivir en paz, pongamos en el centro a
la persona humana - Para vencer al mal con el bien es indispensable el
aporte de la familia, de la escuela, de los medios de
comunicación social, de los cristianos y de los
mismos involucrados directamente en acciones violentas.-La
familia es el corazón de la Patria y por eso debe
recibir todo el apoyo del Estado a fin de que pueda cumplir su
insustituible misión de ser la principal escuela de
valores
humanos, cívicos y espirituales. ¿Cómo
puede construirse una sociedad en paz cuando tantas familias
viven en condiciones infrahumanas o sufren el drama de la
violencia, de la desintegración y de la ausencia de uno
o de ambos padres?-La escuela tiene como tarea la
formación de los futuros ciudadanos, lo cual implica la
creación y vivencia de los valores que
hacen posible una pacífica convivencia.
¿Cómo puede construirse una sociedad en paz
cuando tantos niños y niñas no tienen acceso a
una educación de calidad y
cuando tantos jóvenes carecen de oportunidades para
abrirse camino en la vida?-Los medios de comunicación están llamados a
convertirse en poderosos instrumentos de solidaridad: La
solidaridad aparece como una consecuencia de una información verdadera y justa, y de la
libre circulación de las ideas, que favorecen el
conocimiento y el respeto del prójimo (Catecismo
de la Iglesia Católica, 2495). - En octubre del año pasado se publicó el
Compendio de Doctrina Social de la Iglesia. Allí se
desarrolla ampliamente la propuesta del humanismo integral y
solidario del que habló Su Santidad Juan Pablo II en el
Mensaje para la Jornada de la Paz de este año. El
humanismo integral y solidario consiste en promover a todos
los hombres y a todo el hombre (Populorum Progressio, 14).
Deseamos acentuar en nuestro Mensaje con una reflexión
general al respecto como una contribución al
auténtico desarrollo
humano que dé como resultado una sociedad en paz en
El Salvador. - Nos dirigimos a todos los compatriotas, incluso a
quienes no comparten nuestra fe para dialogar sobre un tema que
nos afecta a todos y para hacer un vehemente llamado a
comprometernos en un esfuerzo común, a fin de ir
construyendo juntos, con paciencia y perseverancia, una
sociedad sin violencia. Con la ayuda del Señor y nuestro
esfuerzo podemos construir una nueva forma de convivencia como
nación, donde las familias puedan partir en paz el pan
de cada día, donde los niños sonrían
felices y jueguen tranquilos, donde los jóvenes puedan
mirar sin angustia el futuro, donde reinen la justicia, la
fraternidad y la paz; en una palabra, donde sea una hermosa
realidad el desarrollo integral de cada habitante, incluso el
más humilde, de esta bendita tierra. - En el centro de la reflexión de la Iglesia
está la persona humana, el hombre
todo entero, cuerpo y alma,
corazón y conciencia, inteligencia
y voluntad, como enseña el Concilio Vaticano II
(Gaudium et Spes, 3). De esta forma, la Iglesia que peregrina
en El Salvador desea sólo una cosa: continuar, bajo
la guía del Espíritu Santo, la obra misma de
Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad,
para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser
servido (ibid.). - Desde esta perspectiva, nos preocupa profundamente la
situación de violencia que nos rodea por doquier porque
afecta al hombre, es decir, al único ser de la
creación que Dios ha amado por sí mismo. Hemos
aprendido de la Revelación que Dios ha dirigido su
palabra a lo largo de la historia; más aún,
él mismo ha entrado en ella para dialogar con la
humanidad y para revelarle su plan de
salvación, de justicia y de fraternidad. En su hijo
Jesucristo Dios nos ha liberado del pecado y nos ha indicado el
camino que debemos recorrer y la meta hacia
la cual nos debemos dirigir. - La Iglesia camina junto a la humanidad por los
senderos de la historia. Vive en el mundo y, sin ser del mundo
(cf. Jn 17, 14-16), está llamada a servirlo siguiendo su
propia e íntima vocación. Por eso deseamos
acercarnos a la familia salvadoreña con una actitud de
solidaridad, de respeto y de amor. Y en ese diálogo
fraterno, poner a disposición del género
humano el poder salvador que la Iglesia, conducida por el
Espíritu
Santo, ha recibido de su Fundador (GS, 3). Porque, como
enseña el Vaticano II, es la persona del hombre la
que hay que salvar. Es la sociedad humana la que hay que
renovar (ibid.). - De esta visión de fe brota la propuesta de la
Iglesia: un humanismo integral y solidario que pueda animar un
nuevo orden social, económico y político, fundado
sobre la dignidad y la libertad de toda persona humana; un
nuevo orden que se realiza en la paz, la justicia y la
solidaridad. Este humanismo será posible si cada hombre
y mujer y los
diversos grupos humanos
saben cultivar en sí mismos las virtudes morales y
sociales y difundirlas en la sociedad, de forma que se
conviertan en hombres nuevos y en creadores de una nueva
humanidad con el auxilio necesario de la gracia divina (GS,
30). - ¿Qué debemos hacer para dejar
atrás tanto dolor y lágrimas, construyendo
juntos este humanismo integral y solidario? Estas son algunas
de las tareas prioritarias:Tener en cuenta el contexto que
domina el mundo en este inicio de milenio: la
globalización. Si queremos comprender a fondo el
fenómeno de la violencia no podemos prescindir del
contexto socioeconómico en que vivimos en este mundo
cada vez más globalizado. El Papa Juan Pablo II
afirmó que la globalización, en sí misma, no
es buena ni mala, sino que depende del uso que el hombre hace
de ella (cf. Discurso a
la Pontificia Academia de las Ciencias
Sociales, 27.04.01). Pero él mismo subrayó
que tal como se va configurando, es necesario humanizarla,
globalizando la solidaridad.Cuando, como es el caso en nuestro país, se
dan situaciones de trato injusto, de trabajo mal pagado y
sobre todo de desempleo creciente, estamos ante otra forma de
violencia. Según la doctrina social de la Iglesia,
el trabajo
humano no es simplemente un medio para obtener un salario
sino que procede directamente de personas creadas a imagen
de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para mutuo
beneficio, la obra de la creación dominando la
tierra (Catecismo de la Iglesia Católica, 2427).
Urge valorar el trabajo humano como actividad libre y
creativa del hombre. - Para humanizar la globalización hay que tener
presente la pobreza inmerecida en que viven tantos
salvadoreños y salvadoreñas: esta dolorosa
realidad es una forma de violencia porque contradice el plan
de Dios; él quiere para cada uno de sus hijos y de sus
hijas, una vida digna, un auténtico desarrollo humano.
Por tanto, para construir una sociedad sin violencia, hay que
dar prioridad a la cuestión del trabajo humano.Es urgente fortalecer el alma salvadoreña,
tan profundamente marcada por la fe cristiana y por el amor a
la familia. Si tenemos plena conciencia de nuestra identidad,
seremos un pueblo fuerte, capaz de construir un futuro de
convivencia pacífica basado en los valores humanos,
cívicos y religiosos que constituyen el núcleo
más profundo de nuestra nacionalidad. - Pero la globalización no sólo tiene
consecuencias en el campo económico, sino que afecta
también el mundo de la cultura y de
los valores (cf. Ecclesia in America, 20). La riqueza de
nuestra cultura y de los valores que la caracterizan,
está sufriendo el embate de otra escala de
valores que va destruyendo nuestra identidad.
Basta examinar los contenidos de programas que llegan a
nuestros hogares a través de algunos medios de
comunicación social para darse cuenta de
ello. - También la política, al igual que la
economía
y la cultura, tienen un papel importante que jugar en la
construcción de una sociedad sin violencia. Para ello
debe ser capaz de dirigir los procesos en
curso a la luz de parámetros no sólo
económicos, sino también morales. El objetivo de
fondo será guiar estos procesos asegurando el respeto de
la dignidad del hombre y el desarrollo completo de su personalidad, en el horizonte del bien
común. El desarrollo
económico, en efecto, sólo puede ser duradero
si se realiza en un marco claro y definido de normas y en un
amplio proyecto de
crecimiento moral,
cívico y
cultural de toda la comunidad salvadoreña.
- "La paz sea con ustedes"
- Hemos entrado al tercer milenio con la pesadilla del
terrorismo
y de la guerra. La
violencia y el crimen se han globalizado. El mundo se ha
vuelto cada vez más inhumano e inseguro. La violencia
homicida arrebata cada día vidas preciosas de
salvadoreñas y salvadoreños; porque toda vida
es preciosa y sagrada, incluso la de los peores criminales.
¿Cómo escapar de este callejón que
aparentemente no tiene salida? Señalamos a
continuación algunos caminos.Son palabras sabias que deben guiar las
políticas del Gobierno después de la firma del
Tratado de Libre
Comercio con los Estados
Unidos. Citamos nuevamente a Juan Pablo II: El
desafío consiste en asegurar una globalización
en la solidaridad, una globalización sin dejar a nadie
al margen (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz
1998, 3). - Es preciso globalizar la solidaridad, dijo
Juan Pablo II durante el jubileo de los trabajadores.
Según el recordado Pontífice, los desequilibrios
económicos y sociales existentes en el mundo del trabajo
se han de afrontar restableciendo la justa jerarquía de
valores y colocando en primer lugar la dignidad de la persona
que trabaja: Las nuevas realidades, que se manifiestan con
fuerza en el proceso
productivo, como la globalización de las finanzas, de
la economía, del comercio y
del trabajo, jamás deben violar la dignidad y la
centralidad de la persona humana, ni la libertad y la
democracia de los pueblos (Discurso 1 de mayo
2000). - Una solidaridad adecuada a la era de la
globalización exige asimismo la defensa de los derechos
humanos. Somos testigos del incremento de una preocupante
divergencia entre una serie de nuevos ‘derechos’
promovidos en las sociedades
tecnológicamente avanzadas y derechos humanos
fundamentales que todavía no son respetados en
situaciones de subdesarrollo: pienso, por ejemplo, en el
derecho a la alimentación, al
agua
potable, a la vivienda, a la autodeterminación y a
la independencia (Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada
Mundial de la Paz 2003, 5). Aplicada a nuestra realidad podemos
decir que el combate a la violencia implica el esfuerzo
generoso de ofrecer una vida digna a todos los
salvadoreños. - Nuestra palabra conclusiva se dirige a todos los que
creen en las palabras de Jesús, nuestro Divino Salvador:
No tengan miedo, yo he vencido al mundo (Jn 16, 33).
Acabamos de concluir el año dedicado a la
Eucaristía, en el que hemos contemplado asombrados y
agradecidos cómo el Señor cumplió su
promesa: Yo estaré con ustedes todos los días
hasta el fin del mundo (Mt 28, 20).
Ante el terrible drama de la violencia, los cristianos
confesamos con humilde confianza, que sólo Dios da al
hombre y a los pueblos la posibilidad de superar el mal para
alcanzar el bien. Lo comprobamos en los duros años de la
guerra cuando parecía que la paz era imposible. Lo
comprobaremos de nuevo si realmente creemos en su palabra y si
hacemos lo que nos corresponde. El resultado será una
sociedad sin violencia. Retomando el Mensaje para la Jornada de
la Paz, nos unimos a la voz del Siervo de Dios Juan Pablo II
cuando afirma: Si es cierto que existe y actúa en el
mundo el ‘misterio de la impiedad’ (2 Tes 2, 7), no
se debe olvidar que el hombre redimido tiene energías
suficientes para afrontarlo. Creado a imagen de Dios y redimido
por Cristo que ‘se ha unido, en cierto modo, con todo
hombre’ (GS, 22), éste puede cooperar
activamente a que triunfe el bien (n. 11).Pero en esta
lucha contra el mal de la violencia sólo tendremos los
resultados esperados si combatimos con las armas del amor:
Cuando el amor vence al mal, reina el amor y donde reina el
amor reina la paz (Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada
de la Paz 2005, 12).
Este es el desafío que debemos aceptar los
cristianos, mostrando con nuestra vida que el amor es la
única fuerza capaz de transformar la situación
presente en una realidad donde reinen el bien y la paz.
Jesús Eucaristía es la fuente de toda
comunión: comunión con Cristo y comunión
entre nosotros. Gracias a la vida nueva que él nos ha
dado, podemos reconocernos como hermanos, por encima de
cualquier diferencia… En una palabra, por la
participación en el mismo Pan y en el mismo
Cáliz, podemos sentirnos ‘familia de Dios’ y
al mismo tiempo contribuir de manera concreta y eficaz a la
edificación de un mundo fundado en los valores de la
justicia, la libertad y la paz (ibid.).
Que el Señor nos conceda experimentar, por
intercesión de la Reina de la Paz, Patrona de El Salvador,
la paz llena de esperanza que los discípulos de
Emaús, con el corazón encendido, recibieron del
Señor resucitado. Su saludo pascual, en el día en
que resucitó de entre los muertos, resuena una vez
más en nuestros corazones: La paz sea con ustedes.Con
nuestra bendición
Prof. Oscar Lobo Oconitrillo
San Salvador, 21 de noviembre de 2005.