- La Escuela de Hoy:
¿Hacia dónde vamos - La Escuela y el Nuevo Orden
Mundial - La Escuela y la
Globalización - La Escuela y la
Tecnología: El Hombre Vs La
Máquina - La Escuela y la Sociedad: La
Crisis de los Valores - La Escuela y su Esencia: El
Currículo - La Escuela y sus Monjes: El
caso de la Profesionalización
Docente - A Modo de
Epílogo - Bibliografía
La escuela, como concepto de
compartir el
conocimiento con los demás, muy seguramente
nació con el hombre
mismo. La necesidad de socializar con sus semejantes en pos de
poder
sobrevivir en aquel primer mundo de cavernas, hizo que nuestros
antepasados se vieran en la necesidad de enseñar a los
demás y, a la vez, aprender de ellos sobre temas que eran
inherentes a la prolongación de sus vidas en ese mundo que
les tocó vivir.
Al bajar del árbol, en donde la ciencia
asegura que vivió el antecesor del Homo sapiens,
éste tuvo que cambiar su dieta y esto trajo consigo la
necesidad de cazar; hecho que, según los
antropólogos, fue la chispa que encendió la mecha
de la evolución
humana. Pero el cazar por si solo, y protegerse de las
amenazas de la naturaleza y
de los animales con
quien convivía, era algo bastante difícil y para
poder sobrevivir, éste tipo de homínido se vio en
la necesidad de unir esfuerzos con sus semejantes teniendo como
único fin el de postergar sus vidas en la tierra. La
aparición del lenguaje fue
un hecho de mayúscula importancia en este
aspecto.
Las pinturas prehistóricas de las cuevas de
Lascaux, en Francia, que
muestran un grupo de
homínidos dándole caza a un animal salvaje y que
datan aproximadamente del año 13,000 antes de Cristo,
ponen de manifiesto que el hombre ya era
capaz de poderse comunicar con sus prójimos, aunque fuera
de forma rudimentaria y totalmente distinta al concepto del
lenguaje que conocemos hoy en día, para
‘trabajar’ de manera conjunta, situación
ésta que pone de manifiesto que ya en ese tiempo
existía la necesidad de enseñar y aprender de los
demás siguiendo un fin común.
Desde entonces, el mundo se ha visto en un constante
cambio y una
evolución -paulatina en un principio- que
se ha ido acelerando en la misma medida en que hemos ido
encontrando diferentes formas de adquirir el conocimiento.
La escuela ha jugado un papel preponderante en este
caso, comenzando desde los sistemas de
educación
más antiguos como el de India y
Egipto, los
cuales tenían dos características comunes;
enseñaban religión y
mantenían las tradiciones del pueblo; pasando por la
antigua Grecia, donde
Sócrates,
Platón,
Aristóteles e Isócrates fueron los
pensadores que influyeron en su concepción educativa;
siguiendo con el poderoso Imperio Romano,
en donde Quintiliano abogaba por el estudio de la lengua, la
literatura, la
filosofía y las ciencias;
alcanzando, luego, en la edad media al
escolasticismo defendido por Anselmo de Canterbury, el cual
utilizaba la lógica
para reconciliar la teología cristiana con los conceptos
filosóficos de Aristóteles; llegando después
a El Renacimiento,
en el que el estudio de las matemáticas y la cultura
clásica griega y romana fueron su eje central;
prosiguiendo después con las influencias y repercusiones
que significó el protestantismo de Martín Lutero y
Juan Calvino; avanzando luego con el nacimiento de las ciencias
en el siglo XVII que supuso la introducción de nuevos temas de estudio en
las primeras universidades; arribando posteriormente a las
reformas
educativas derivadas de la
Revolución
Francesa que fueron producto de el
Iluminismo liderado por Juan Jacobo Rousseau y
otros pensadores importantes; abordando pronto el Siglo XIX en
donde las ideas y prácticas de el educador suizo Johann
Pestalozzi ejercieron una gran influencia en la forma de educar,
así mismo, en esta época el alemán Friedrich
Fröbel introdujo los principios de la
psicología
y la filosofía en las ciencias de la
educación, aportes que supusieron que los
países de Europa se
dedicaran a la creación de los sistemas nacionales de
escolarización; abordando seguidamente el siglo XX, el
cual se ha caracterizado por la expansión de los sistemas
educativos de las naciones industrializadas, producto de las
propuestas hechas por un sin número de pensadores de
la
educación. Ha sido un largo camino recorrido desde
aquel tiempo hasta nuestros días.
El treinta y uno de diciembre del 2000 marcaba el fin de
un siglo, y el principio de otro estaba a sólo un par de
horas. El cierre de ese período y el albor de un nuevo
milenio supusieron el momento de las grandes
revisiones.
El paso del segundo al tercer milenio en nuestro
calendario motivó al mundo a pensar en qué
habíamos hecho y en dónde estábamos en todos
los campos dignos de reflexión, desde la ciencia a la
tecnología, desde la economía a la
política,
desde la cultura a la educación.
De ésta forma, centrándonos meramente en
la educación, enero del 2001 representó el inicio
de una etapa digna de centrarse en el papel que juega la escuela
en la actualidad. Preguntas como: ¿Qué factores
están influyendo en la escuela?, ¿Qué cosas
habrá que cambiar para que se ajuste a las necesidades de
la sociedad
actual?, ¿Cómo debe ser el funcionamiento de la
escuela?, ¿Cómo habrá de ser la escuela en
los próximos treinta o cuarenta años?,
¿Qué matiz habrá de tener para ese
entonces?; son sólo algunas interrogantes que los filósofos y educadores se están
planteando actualmente.
Este documento aspira a trazar y delinear las tendencias
que se le presentan a la escuela de nuestros días, es un
intento de poder mostrarle al lector cuáles son las
corrientes contemporáneas de la
educación.
LA
ESCUELA DE HOY: ¿HACIA DÓNDE VAMOS?
Los enormes avances en el conocimiento que el hombre
tiene de la realidad que lo rodea han traído como
consecuencia grandes adelantos científicos y
tecnológicos. Estos avances, a su vez, han hecho que
muchos procedimientos de
aprehensión de los conocimientos se tengan que replantear
o revolucionar para que el ser humano sea capaz de adquirir y
desarrollar las competencias que
le permitan entender, manipular y aplicar el enorme océano
de información que existe hoy en
día.
En los inicios del tercer milenio uno de los elementos
que ha adquirido mayor relevancia social, política y
económica, es lo referente a la educación; el papel
de la escuela en la sociedad moderna y el camino que debe seguir
en su quehacer de orden social y cultural, son objeto de análisis por diferentes pensadores
actuales.
Resulta interesante recordar que la era industrial
nacida a la luz de la
Revolución
Francesa, de la revolución científica y de la
revolución
industrial, actualmente está dando paso a otra era, la
que algunos llaman era posmoderna, otros la nombran como la era
posindustrial, Toffler (1998) la llama la era del
superindustrialismo. Esto deriva, en conjunto con todos los
cambios profundos y dramáticos que ha sufrido la humanidad
en los últimos 50 años, en un nuevo replanteamiento
de la concepción de la escuela.
Para Cullen (1997) "La escuela es el lugar
público de los saberes y los conocimientos donde su
enseñanza se hace práctica social,
normalizadora e innovadora y donde el aprendizaje es
tiempo de producción de sentidos, diferenciados y
comunicables", pero por el hecho de ser un ente
público, social y de máxima relevancia en la
preservación del conocimiento y la cultura, la escuela se
encuentra en la actualidad ante un debate en lo
que respecta a la transformación que debe sufrir, el
cambio que debe experimentar para poder satisfacer las demandas
de una sociedad mas cambiante y pluralizada.
Así pues, la escuela se enfrenta a varios ejes de
interés
social que la están orillando, cada uno por su lado, a que
empiece una metamorfosis casi imperativa. Con el afán de
poder abordar cada uno de éstos de forma clara, he querido
estructurar el presente documento en los siguientes
apartados.
La Escuela y el
Nuevo Orden Mundial.
La postura neoliberal impuesta por los países
superdesarrollados al resto de la comunidad mundial
ha repercutido directamente en las condiciones de desarrollo y
en los sistemas educativos de los países del tercer mundo.
La forma que exaltan los principales centros de poder mundial ha
estado
encaminada a idealizar los mecanismos y los procedimientos a
través de los cuales, la educación se debe dirigir
a potenciar el desarrollo
humano, proveyendo la mano de obra que la gran industria
necesita.
El final del siglo XIX y el principio del XX
significó el establecimiento de una escuela
pública para todos como respuesta a las necesidades de
la sociedad de ese entonces (Gimeno: 1999), sin embargo, esta
visión de escuela se ha visto afectada por las políticas
neoliberales que demandan que el Estado no
sea el responsable directo de la educación de un
país, sino que se convierta en un ente regulador de la
libre competencia que
habrá de venir producto de la privatización de los sistemas
educativos.
La propuesta de globalización neoliberal promueve una
descentralización desmedida de la función
educativa del estado, relegando la misma a las prácticas
escolares de instituciones
privadas. Esta situación, en términos de desarrollo
ha significado la acentuación de la situación de
subdesarrollo,
la dependencia y subordinación de los países
tercermundistas; profundizando la disminución de la
calidad de
vida en general, el aumento cuantitativo de la pobreza y la
imposición de un pensamiento
único: "Todo puede convertirse en mercancía, y por
tanto adquirir valor de
cambio en el trueque comercial" (Benedetti, citado en Gimeno:
1999)
Esto supone que las escuelas se convertirán en
toda una industria; y el conocimiento, que por mucho tiempo ha
sido considerado como un patrimonio de
la humanidad y digno de ser heredado de generación a
generación, se convertirá en un producto de
venta libre al
mejor postor en donde los padres de familia, en busca
de una buena educación para sus hijos, serán los
nuevos clientes de este
tipo de ‘compañías del conocimiento’, y
como siempre, los burgueses serán los dueños de
esas empresas que
mercadearán con la educación. ¿Y el Estado?
Como ya apunté anteriormente, sólo se
limitará a ser un espectador, un regulador de la libre
competencia impuesta por el nuevo orden mundial.
De esta manera, según sus defensores, la
propuesta escolar neoliberal tiene en cuenta los derechos de las familias y
los consumidores en el campo educativo, subrayando más que
nada los aspectos de la libertad
individual del ser humano. Comercializar la escuela, insisten,
llega a ser necesario pues esto traerá como consecuencia
la existencia de un mercado
educacional exento de reglamentaciones en donde escuelas que
antes eran públicas competirán por
‘clientes’ con cada una de las demás, y en esa
competencia habrá que mejorar definitivamente la calidad de los
productos y
servicios que
se ofrecen; ya que con los estudiantes ahora redefinidos como
clientes, las escuelas tendrán como un criterio clave de
calidad su capacidad de satisfacer a sus consumidores.
Sin embargo, éste hecho sólo
vendría a profundizar aún más la enorme
brecha que existe actualmente entre ricos y pobres, pues las
personas con mejores recursos y
posibilidades económicas podrán acceder a los
centros educativos mejor dotados y más preparados, que
obviamente también serán los más caros, con
tal de asegurar un mejor futuro para sus hijos; en tanto, los
pobres no podrán contar con muchas opciones pues sus
limitaciones económicas repercutirán grandemente en
las decisiones en cuanto a las escuela a las que puedan
adherirse. Será como acrecentar el espacio existente entre
los extremos de la pobreza y la
riqueza, así pues los ricos se podrán seguir
haciendo más ricos y los pobres seguirán siendo aun
más pobres.
Por otro lado, esto no sólo significa un cambio
en el orden de las cosas, sino que también supone una
destierro de la escuela, ya no será una
transformación en donde las cosas cambian pero se sigue
manteniendo lo esencial de las mismas, sino que una
desnaturalización pues la idea de la escuela como centro
público para la apropiación del conocimiento y
habilidades para una vida en comunión con los
demás, habrá terminado como tal y habrá
pasado a ser una tienda del conocimiento en donde se puede
comprar de todo, pero si se tiene dinero.
Esta actual lógica de subordinación de la
escuela para las necesidades del mercado, requerirá que
las instituciones educativas entren en un proceso de
reinvención de la institución, en el cual el
conocimiento y la innovación tendrán que ir unidos a
los beneficios y a la contabilidad
social. Sin embargo, este nuevo sentido de compartir o socializar
el conocimiento, no está relacionado con el antiguo
paradigma de
la escuela como instrumento para el desarrollo nacional o
inclusive con un espacio utópico que haría de la
escuela una protagonista clave en la construcción de la voluntad
popular.
La Escuela y
la
Globalización.
La internacionalización cada vez más
acentuada de los procesos
económicos, los conflictos
sociales y los fenómenos político-culturales, entre
otros, han hecho que a partir de las dos ultimas décadas
del siglo pasado y lo que llevamos del presente se hable del
fenómeno de la globalización. Este concepto
pretende visualizar al mundo como una sociedad planetaria,
más allá de fronteras, diferencias étnicas,
credos religiosos, ideologías políticas y
condiciones socio-económicas o culturales.
La globalización está frecuentemente
asociada con el crecimiento de nuevas
tecnologías y ‘la sociedad de la
información’. La globalización es el poder
creciente de las corporaciones multinacionales y multimillonarias
que llevan sus fábricas, servicios y empleos a lugares
distantes –normalmente países del tercer mundo como
el nuestro- donde el trabajo es
barato y las leyes que
protegen al trabajador pueden ser fácilmente tiradas al
cesto de la basura.
La imparable expansión de esta tecnología
demanda una
mayor necesidad de una fuerza
laboral mejor
preparada que nunca antes, todo con el empeño de poder
satisfacer la ambición desmedida de los inversionistas,
los cuales buscan hacer máximas ganancias y minimizar los
riesgos
financieros. Ya se ha puesto de manifiesto que las sociedades
globalizadas serán en forma creciente sociedades basadas
en la información y la tecnología, en consecuencia,
la educación está jugando un papel sumamente
importante en el desarrollo de una nación.
Queda claro, entonces, que la educación es la
clave para participar en la economía global del siglo XXI;
economía que está basada en la revolución
tecnológica de las comunicaciones
y en la transmisión de información, así como
en cambios importantes en la producción, el transporte, la
distribución y en el valor económico
del conocimiento. Esta economía global se fundamenta,
básicamente, en niveles de movilidad sin precedentes en la
historia de la
humanidad – movilidad de la información, de las
finanzas, de
los bienes y
servicios, movilidad de las personas, etc. Con el fin,
según sus defensores, de homogenizar las producciones y el
desarrollo de las naciones, cosa ésta con la que Gimeno
(2001) no está de acuerdo al afirmar que:
"Pero quienes, por razones políticas,
económicas o educativas son discriminados por cualquier
motivo y no son invitados al ágape de ese mundo
globalizador, pasan a ser víctimas de un proceso del que
no podrán extraer beneficios"
En cada país, esta economía global
pretende reducir continuamente el coste del trabajo y
cuestiona el derecho a la educación y a la
cualificación. El desarrollo de sistemas de
educación de calidad en los países en desarrollo,
junto a la expansión de la educación secundaria y
profesional, es una pre-condición fundamental para la
capacitación de los especialistas que se
necesitan para el desarrollo
económico y social, así como para el desarrollo
de las capacidades del sector educativo en su
conjunto.
Debido a que la educación, a través de la
historia, siempre ha reflejado y ha sido influenciada por los
cambios en la economía y la sociedad, y al mismo tiempo ha
actuado sobre ellos; la relación entre la
educación, la economía y la sociedad es sumamente
interactiva y concomitante. De forma que cuando se producen
cambios rápidos y fundamentales en la economía y la
sociedad, la educación debe enfrentarse a nuevos
desafíos de gran importancia, aunque, como asegura Perdomo
(2005), no se espera que la escuela reaccione con la misma
velocidad con
que se suscitan los cambios.
No obstante, hoy más que nunca se vuelve
imperativo un cambio, una reacción por parte de la escuela
ante las amenazas que la globalización representa para
ella. Son fácilmente palpable las amenazas que se
manifiestan con la puesta en marcha de la globalización,
tales como:
- La comercialización de los servicios
educativos, con los consecuentes riesgos de injusticia,
discriminación y de
intensificación de la brecha económica y
social. - El irrespeto a la diversidad cultural, las
tradiciones y las lenguas de los países. - La introducción, bajo el disfraz de
‘reforma’, de una cultura mercantilista basada en
el interés personal, que
va en detrimento de los valores
éticos y genuinos de la educación y de la
profesión docente. - El hecho de prestar menor atención a los valores
fundamentales de la democracia y
conceder mayor atención a los valores de la competencia
y del mercado. - Los cambios en el papel del Estado, concediendo mayor
importancia a los reglamentos y menor valía a las
garantías de equidad y a
la no discriminación.
Es evidente que la globalización está
afectando de forma directa y dramática a nuestra escuela,
tal parece que se vislumbra un horizonte gris y tenue en el
porvenir de la educación. Sin embargo, no todo está
perdido o condenado si tomamos en consideración las
palabras de Apel (1999, Citado en Gimeno 2001) sobre lo que
debemos hacer para compensar ésta
situación:
"No sólo debemos detenernos en detectar las
reacciones que provoca la globalización, sino
también en las que es preciso provocar: en la
Contra-globalización que debemos oponerle para
encauzarla…[ ]… Es necesario resistir a sus
efectos negativos y oponerle una globalización de
segundo orden que neutralice los efectos perversos inducidos
por la primera"
Se vuelve necesario, pues, que la escuela busque las
formas idóneas para materializar el movimiento
‘contra-globalizador’ del que habla Apel, todo con el
afán de encontrar un equilibrio en
un mundo que parece, paradójicamente, desequilibrarse cada
vez más.
La Escuela y La
Tecnología: El Hombre Vrs La
Máquina.
La historia nos ha demostrado que el trabajo ha sido
algo inherente al ser humano, nos ha descrito cómo dicha
actividad ha provocado la evolución y desarrollo del
hombre. Cuando el primer homínido fue capaz de transformar
la naturaleza que le rodeaba para tornar algo tan natural y
sencillo como una piedra en una herramienta de
‘trabajo’, fue cuando se inicio el proceso de
evolución del ser humano.
El hombre ha sido capaz, a través del trabajo, de
manipular y convertir las cosas dadas por la naturaleza en
objetos de valor, provocando, así, la creación de
una serie de inventos que han
hecho revolucionar la vida del hombre en sociedad. Un claro
ejemplo de esto es la revolución industrial, la cual
significó pasar de la vida en el campo a la vida en la
fábrica, producto de la invención de una gran
cantidad de máquinas
que tenían por finalidad acelerar la producción y
‘facilitar’ la vida del ser humano.
La forma de aprendizaje de
aquellos tiempos se vio afectada por dicha revolución pues
hubo que educar al hombre para la vida en la fábrica
(Toffler: 1998), fue una época de grandes cambios en aquel
entonces. Sin embargo, la implementación de
máquinas en la forma de producir, y sumados otros
factores, desembocaron en lo que se conoce como la gran depresión
del 29 en Estados Unidos,
situación que significó la pérdida de
empleos de millones de personas en aquellos tiempos. Hizo falta
la genialidad del presidente Roosevelt, con la
intervención de su New Deal, para poder encontrar
una salida a ese fenómeno gris que marca la
historia.
Actualmente, la situación parece repetirse. El
gran adelanto científico y tecnológico ha
traído como consecuencia la invención de maquinaria
cada vez más eficiente, que tiene como principal
característica una capacidad de producción
desmesurada en comparación con la del hombre por si
sólo. Esto, aunado a la voracidad desmedida del mercado,
que tiene como finalidad la mayor rentabilidad
posible a través de minimizar sus costos e
incrementar su productividad en
el menor tiempo permisible, está haciendo que recordemos
la gran depresión del 29 y nos dirijamos un mundo sin
trabajo, al mundo de los ‘desempleados
tecnológicos’ (Rifkin: 1997)
En este mundo de máquinas y de
superproductividad, sólo las personas que posean un
profundo conocimiento de lo que la industria y el mercado
demandan podrán sobrevivir. El término sociedad
del conocimiento es un concepto que resulta útil para
poder describir el paso de una sociedad fundada en la
producción de bienes materiales -la
sociedad moderna-a una sociedad de la era de la
información -la sociedad posmoderna- , donde el
tratamiento, almacenamiento,
intercambio y producción de nuevos conocimientos
predominarán. Así, lo intelectuales,
a quienes Rifkin llama analistas simbólicos, trabajadores
del conocimiento o trabajadores de cuello de silicio, son
las personas mejor cotizadas y con mayores expectativas de
empleo.
Estos provienen de disciplinas como la ciencia, la
ingeniería, la gestión, la consultoría, el marketing y
las tecnologías de la
comunicación. El resto se enfrenta a la terrible
aceptación del desempleo
orillado por dicha tecnología.
Esta situación obliga a la escuela a tener que
replantear su papel en la sociedad como ente que prepara al ser
humano para la vida en la colectividad. Si bien es la escuela la
que se encarga de transformar al niño en el adulto que la
sociedad necesita a través de capacitarlo,
proveyéndolo de capacidades, conocimientos y competencias
necesarias para la vida en el trabajo, en la familia y
en la comunidad, cabe plantearse la misma pregunta que se hace
Rifkin (1997) ¿educar? O ¿reeducar?
Ante este panorama ya no basta educar, sino reeducar; es
decir, hace falta una reingeniería educativa, en la cual la
escuela acepte que el producto de su trabajo se dirige a una
sociedad que está extinguiéndose (Toffler: 1998) en
un mar de cambios tecnológicos, abrumadores y
rápidos. La escuela tendrá que buscar la
posibilidad de ampliar las formas en las que los individuos
puedan acceder más fácilmente al conocimiento,
minimizando las limitaciones relativas a espacio, tiempo,
infraestructura, personal docente, etc.
La Escuela y La
Sociedad: La Crisis de los
Valores.
Todos estos cambios profundos que la sociedad ha venido
experimentando, han hecho que quede en evidencia, que se asome en
el seno de la misma una crisis en los valores más
intrínsecos del ser humano que se inició hace
tiempo atrás en la escuela. Esto es algo que no nos
debería sorprender, pues, como asegura Cullen (1997) es
fruto de las reformas que tuvieron lugar producto de la
tradición laica que significó tener que despojarse
de condiciones dogmáticas, situación ésta
que supuso que la ‘moral sin
dogmas’ entraría por ósmosis en el individuo.
Al respecto Cullen (1997) manifiesta que:
"Se confinó entonces a la educación
ética
y ciudadana en los sótanos de lo no enseñable, y
se optó por el ‘emotivismo’ y el
‘decisionismo’ en lo que hace a los valores y las
convicciones -la cuestión moral es una cuestión
de consciencia de cada uno- y por un fuerte formalismo
ritualista en la educación cívica"
Esta ausencia o crisis de valores se ve
manifestada en nuestro diario vivir a través de la
corrupción desenfrenada en las altas
esferas políticas (sólo basta recordar todos los
escándalos terminados en ‘azos’: Lapizazo,
lechazo, pasaportazo, gasolinazo, etc.), el comportamiento
violento de la juventud, el
ascenso de la criminalidad, el tan cacareado tema de las maras,
el terrorismo
–a nivel mundial, afortunadamente en nuestro país
aun no hay manifestaciones que se puedan llamar terrorismo-, el
narcotráfico y su emparejada drogadicción, las protestas violentas con
atropello de los derechos ciudadanos, la proclividad a la
anarquía, la impunidad,
etc. Y la lista parece interminable.
Pero a decir verdad, esto no ha sido culpa de la escuela
en si misma, sino que, como ya se ha mencionado, de las reformas
o cambios que algunos teóricos introdujeron en su seno.
Fue un yerro magistral de aquel entonces, creyeron que el
laicismo en las escuelas era sinónimo de no enseñar
y promover valores. Esto nos lo plantea Cullen (1997) en el
siguiente apartado:
"Al no poder plantear contenidos educativos para la
enseñanza de la moral y
de la ciudadanía, se dejó sin apoyatura
teórica y didáctica en esos temas tanto a la
formación como al trabajo de los docentes. Se
instaló un discurso
sobre la ‘neutralidad moral’ de la escuela, como si
fuera una consecuencia de su ‘neutralidad
religiosa’ o ‘laicismo’"
Quedó pues este asunto en manos del nivel de
conciencia que
pudiera tener cada docente con respecto a la formación de
valores y ética ciudadana en sus alumnos. El llamado
‘currículo oculto’ comenzó a
tener un gran papel en este aspecto. Sin embargo, a la vista de
los acontecimientos que ponen de manifiesto la aguda crisis de
valores que experimenta la sociedad hoy en día, nos queda
muy claro que dicho currículo nada pudo hacer para
disminuir la ausencia de un completo discurso pedagógico
en el tema de los valores y la formación ética
ciudadana.
Pero la cuestión hoy se presenta de ésta
manera: ¿Qué se puede hacer en la escuela para
poder darle solución a semejante situación? O,
puesto de otra forma, ¿Cuál será el camino
que deba tomar la escuela para erradicar este flagelo
social?
La escuela debe convertirse en un ente reproductor y
socializador de los valores presentes en la sociedad, se debe
transformar en el espacio donde se puede empezar el cambio que
tantas veces se ha pregonado pero que aún permanece como
una utopía.
Debe ser el lugar en donde se produzca el
tránsito de una sociedad autocrática, intolerante y
dogmática a una sociedad democrática, tolerante y
crítica. Desde este punto de vista, la
misión
de la escuela con respecto a la educación en valores y
ética ciudadana debe consistir en la superación de
la socialización de dichos valores, que
posibilite la aprehensión de los mismos por parte de los
individuos, fijándose objetivos
próximos a la capacidad crítica, la
autonomía y la racionalidad de la persona en
situaciones de conflicto
ético.
La Escuela y Su Esencia: El
Currículo
La escuela, en su esencia interna, se basa y se
fundamenta en el currículo para que su accionar como ente
social esté de acorde a las exigencias y necesidades que
la sociedad le demanda. He aquí la importancia de un
currículo bien estructurado y cimentado, en el que
convergen y se unifican todos los aspectos de la vida humana que
son dignos de ser enseñados.
De ésta manera, para que la escuela pueda hacer
frente a los cambios que la sociedad está afrontando
actualmente, hace falta tener que reestructurar dicho
currículum, todo con el objetivo de
implantar una educación adecuada y acorde al mundo en que
vivimos en este momento, sin dejar de lado los aspectos futuros
que podrá tomar la vida humana; se trata, pues, de buscar
una anticipación en el horizonte de la humanidad. No se
puede estar haciendo cambios profundos cada año en la
escuela, sino que se debe tener una visión a largo plazo,
que tome en cuenta la realidad actual y se proyecte en la
realidad futura, una tarea para nada fácil.
Para poder lograr la reestructuración curricular
necesaria que desemboque en la renovación y
transformación de la escuela que necesitamos, hace falta
comenzar por abordar los criterios de legitimación del currículo (Cullen:
1997), que son los ejes en donde éste se fundamenta para
llegar a convertirse en una especie de ‘mapa’ o
‘receta’ que contiene coherencia, consistencia e
institucionalidad.
Por otra parte, se vuelve necesario que al interior del
currículo se tenga que ampliar la noción de
contenidos, que incluye, además de los conceptos y los
sistemas conceptuales, lo que clásicamente se ha
considerado como contenido de enseñanza, y al mismo nivel
de importancia, las estrategias y
procedimientos de todo tipo, de indagación, de
exploración, de observación, etc. y las actitudes,
valores y normas que
definitivamente se transmiten en cualquier situación
educativa con contenidos interdisciplinares y transversales, como
remedios ante la pérdida de significación social,
ya que durante todo este tiempo atrás los saberes
escolares han estado fuertemente desvinculados de los intereses
de los alumnos y las demandas sociales de aprendizaje.
Por esta razón debe proponerse un
currículo que prescriba formas educativas en donde los
alumnos aprendan tan significativamente como sea posible aquellos
aspectos de la cultura de su grupo social, de la ciencia y de la
tecnología que se consideran indispensables para devenir
miembros activos,
críticos y creativos, posibilitando así la
autonomía del alumno para afrontar nuevas situaciones y
para identificar los problemas de
su contexto social. Para ello se necesita establecer los
mecanismos que sean de ayuda pedagógica y la
comprensión de la educación como un proceso en el
que se ayude y guíe a los alumnos hacia esa
participación activa y creativa que le exige la sociedad
en que vive.
La Escuela y Sus
Monjes: El Caso de la Profesionalización Docente.
Ya se ha comentado de algunos males que aquejan a la
escuela y que ponen a ésta ante una gama de posibles
caminos a seguir para poder afrentar sus vicisitudes. De esta
forma se ha esbozado la problemática existente entre la
escuela y el nuevo orden económico, entre la escuela y la
globalización, entre la escuela y las nuevas
tecnologías de producción y de la
información, entre la escuela y la sociedad con respecto a
los valores; y entre la escuela y su esencia interna, es decir el
currículo. Así mismo se ha tratado de
señalar algunos posibles caminos a seguir ante cada uno de
estos aspectos. Pero todas estas rutas permisibles nos conducen
consecuentemente a otro eje de interés muy
intrínseco de la escuela: Los docentes.
En la actualidad, el tema de la formación del
maestro se encuentra en el primer plano de los problemas
educativos que preocupan a muchos países, pues a partir de
la buena formación de éste se podrán abordar
muchos de los problemas antes mencionados.
No se puede poner en duda la necesidad de una
formación científica y pedagógica en los
maestros (Liston & Zeichner: 1997) para responder a las
necesidades inmediatas y futuras de la escuela y la sociedad. Por
otro lado, resulta evidente que no se puede separar la
formación del docente, ni el papel que se requiere que
desempeñe en la enseñanza, en el contexto
político, económico y social, así como de la
consideración que un Estado dispone respecto a los
profesores en su conjunto. De esto último va a depender en
gran medida las políticas que el Estado implemente en su
formación.
Es indudable, pues, que el logro para ese desarrollo
profesional de los docentes depende en gran medida de las
condiciones institucionales y políticas en las que el
profesorado se forma, por un lado, y en las que desempeña
su trabajo, por otro.
Pero más allá del papel que el Estado le
asigne a la formación de docentes, resulta de suma
importancia que el maestro se involucre en todas las actividades
de su comunidad y que también él mismo se interese
por su preparación profesional, pues ésta es una
forma de mejorar y acrecentar su posibilidades de desarrollo
académico, para que pueda ayudar a sus estudiante a
convivir en la sociedad.
Así mismo, hará falta la existencia de un
entorno escolar integrado y enriquecido para potenciar
ésta opción de profesionalización,
caracterizado por la disponibilidad de recursos, y medios para
poder lograr sus objetivos. Hará falta un sentimiento de
pertenencia a un grupo de compañeros y compañeras
que permita superar el aislamiento y la soledad profesional
dentro de la escuela, que rompa con esa estructura de
aulas semejantes a un cartón de huevos (Liston &
Zeichner: 1997); será imperativa la existencia de metas
comunes elaboradas y definidas en colaboración con los
demás docentes que desemboquen en un contexto de
colaboración para el apoyo profesional mutuo. En otras
palabras, urge de un entorno orientado a la resolución de
problemas en vez del ocultamiento de los mismos; una estructura
de incentivación basada en la implicación y la
progresión profesional.
La enseñanza es una profesión riesgosa, ya
que trata con uno de los tesoros mas preciados de nuestros
recursos
naturales: El Ser Humano (Cullen: 1997), desde esta
perspectiva el docente debe ser una persona con profundo amor a un tema
de estudio, debe ser capaz de despertar y conservar el
interés de los estudiantes y dirigirlos hacia tareas que
le permitan a éstos alcanzar sus metas y desarrollo
personal y profesional.
La preparación profesional de los maestros exige
un cambio en la concepción de su función como
docentes, a la vez fundamentalmente demanda, una
concepción diferente de la educación y de la
enseñanza dentro de la sociedad, porque en cualquier caso,
la práctica
profesional en colaboración no es sino una forma de
afrontar los dilemas de la enseñanza en una cultura de
reflexión, en contrastación crítica con la
realidad y la acción,
que permite mejorar las condiciones de aprendizaje y de
relaciones sociales en las aulas, potenciar activamente el
desarrollo del currículo, no siendo un consumidor, sino
participando y cambiando las condiciones internas de los centros
en orden a conseguir una mayor autonomía, apertura y
clima de
comunicación de las ideas y
prácticas entre los demás docentes como
alternativas al individualismo profesional dominante.
Hasta aquí, hemos tratado de presentar un
panorama bastante amplio en lo que a la escuela y sus futuros
caminos se refiere. Visto lo anterior, no cabe duda que estamos
viviendo en un momento de suma relevancia en la historia de la
educación. Es en estos tiempos donde se tendrán
que suceder los cambios que marcarán a la escuela por los
siguientes cuarenta o cincuenta años.
Vale aclarar que lo que aquí se ha expuesto son
sólo algunos de todos los campos de la educación
que merecen preocupación y reflexión.
En las altas esferas del conocimiento y la
filosofía existe una serie de debates en cuanto a los
numerosos aspectos relacionados a la educación que se
deben tomar en cuenta para lograr la reestructuración que
ésta necesita en una sociedad cada vez más
cambiante.
- Cullen, C. (1997). Crítica de las Razones
de Educar. Temas de la Filosofía de la
Educación. Buenos Aires,
Argentina: Paidós. - Gimeno Sacristán, J. (1999). Poderes
Inestables en Educación. (2da ed.) Madrid,
España: Ediciones Morata S.L. - Gimeno Sacristán, J. (2001). Educar y
Convivir en la Cultura Global. Madrid, España:
Ediciones Morata S.L. - Liston, D. & Zeichner, K. (1997). La
Formación del Profesorado y las Condiciones Sociales de
la Escolarización. Madrid, España: Ediciones
Morata S.L. - Perdomo, C. (2005). Pensando la Escuela de Nuestro
Tiempo. Tegucigalpa, Honduras: Ideas
Litográficas. - Rifkin, J. (1997). El Fin del Trabajo. Nuevas
Tecnologías Contra Puestos de Trabajo: El nacimiento de
una Nueva Era. Buenos Aires, Argentina:
Paidós. - Toffler, A. (1998). El Shock del Futuro.
Barcelona, España: Plaza y Janes, Editores.
Atte.
Lic. Ramón
Edgardo Baide Gómez
Maestro de Inglés
como Lengua Extranjera
Pasante del Programa de
Maestría en Didáctica de Lenguas
Universidad Pedagógica Nacional "Francisco
Morazán"
San Pedro Sula, Honduras.