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¿Existe una ética de los medios audiovisuales?




Enviado por Valeria Figueras



    1. Antecedentes
    2. ¿Se come se cura y se
      educa
    3. La televisión que nos
      alimenta
    4. Acción no es igual que
      violencia
    5. Conclusión
    6. Bibliografía

    Introducción

    El presente trabajo tiene
    como objetivo
    intentar establecer si existe una ética de los medios
    audiovisuales, y de existir dicha ética puede afectar a la
    libertad de
    expresión
    . La investigación estará orientada a
    conocer el tratamiento sobre la temática de la violencia en
    los medios de
    comunicación audiovisual, tomando como base noticieros
    y programas de
    ficción.

    El punto de partida de este trabajo será revisar
    los antecedentes e influencia del período de la dictadura militar
    por sobre los medios y luego dentro del período
    democrático, describir su actual estructura
    discursiva y los dilemas éticos que se presentan al
    momento de decidir la forma de encarar y manejar temas de fuerte
    impacto, que pueden afectar a personas o grupos de
    personas. La responsabilidad, la libertad de expresión,
    el cumplimiento de las leyes y el
    reconocimiento de límites,
    son temas que constituyen un marco necesario para analizar el
    circuito actual de los medios.

    Antecedentes

    "El Proceso
    intentó moldearnos a todos según la moral de la
    eficiencia. El
    mundo de la cultura
    argentina fue fragmentado en dos ámbitos
    antagónicos. Por un lado, un entorno ‘oficial’
    formado por los medios masivos de comunicación, instituciones
    educativas, científicas y artísticas, censuradas,
    desmanteladas, vigiladas; en otras palabras:
    ‘taponadas’ desde adentro.

    Por otro lado: una masa de actividades culturales
    que, de todas maneras, continuaron realizando los argentinos, a
    veces de manera dispersa y discontinua, otras en centros
    educativos privados que, atraídos por la demanda
    cultural (y, a menudo, por la expectativa de beneficios
    económicos) procuraron compensar los déficits del
    Estado.
    También son y fueron ‘cultura’ una serie de
    esfuerzos –necesariamente sordos y obstinados- de resistencia y
    protesta ante los mensajes oficiales, de
    ‘resemantización’ de los discursos, de
    las noticias
    fragmentarias que se filtraban a través de la prensa, de la
    propaganda
    televisiva, que contribuyeron a proteger la adhesión a
    los valores
    tradicionales."

    ¿Se come, se cura
    y se educa?

    Con la vuelta de la democracia,
    los medios de
    comunicación quitan el "tapón" del que habla
    Muraro, con la consiguiente proliferación
    –potenciada por oposición a tantos años de
    control desde
    el Estado– de
    fenómenos culturales, artísticos y
    comunicacionales.

    Pero dicha proliferación no significa
    necesariamente el advenimiento de una etapa desprovista de dudas
    y cuestionamientos éticos. Por el contrario, el marco de
    libertad de la democracia pone en evidencia mecanismos más
    sutiles de manipulación, a la vez que pone sobre el tapete
    la discusión acerca de los límites éticos de
    aquello que se publica y se transmite. La lucha ya no se da de
    manera explícita -como en el Proceso Militar- entre las
    acciones y
    pulsiones de la censura, por un lado, y los intentos libertarios
    por atravesarla, por el otro.

    La era democrática instaura otro marco, y con
    él, otras tensiones. En particular, la tensión
    entre los factores económicos, comerciales, los
    oligopolios culturales y comunicacionales, la dificultad de la
    clase política para
    afianzarse de cara a sus representados, las postergaciones de las
    minorías y los poderes remanentes del régimen
    anterior, han venido generando un escenario, en el que la
    discusión sobre diferentes conceptos -como "lo
    aconsejable", "lo correcto", "lo permitido", "lo prohibido" ,
    etc.- acerca de aquello a lo que la sociedad puede
    o no acceder como discurso y
    producto
    cultural.

    Y uno de los temas sobre los que menos claridad se
    presenta al momento de definir los criterios éticos por
    parte de los medios de comunicación, los poderes del
    Estado y las organizaciones
    sociales, es la violencia. Y no es casual, ya que la
    utilización, canalización y control de la violencia
    – política, social, económica, etc.- es un tema que
    está lejos de cerrarse, tanto para la historia de la Argentina,
    como para la actualidad.

    Entonces, vale la pena preguntarse: si la sociedad no ha
    resuelto el tema de la convivencia con la violencia a lo largo de
    su historia, por qué los medios, podrían hacerlo. Y
    menos la
    televisión, tan atravesada por cuestiones
    estrictamente comerciales. Pero sin duda, por ser una zona tan
    oscura –a pesar del brillo de los rayos catódicos y
    de las estrellas de la TV- es un desafío intentar trabajar
    sobre este corpus.

    La televisión
    que nos alimenta

    Ante este marco, la televisión se ha convertido en los
    últimos 20 años, en un medio en el que se dirimen
    discursos, posiciones políticas
    y visiones de la realidad de los distintos grupos que manejan los
    medios. Por lo general, tanto los noticieros como los programas
    de opinión periodística, documentales y de
    ficción, acompañan a los estereotipos dominantes en
    lo que se refiere a la concepción y construcción de la realidad.

    "El estereotipo pretende ante todo facilitar una
    interpretaciónmoda y
    reconfortante de la realidad que a menudo se presenta
    amenazadora, compleja, ambigua, contradictoria. Tanto en los
    informativos como en la ficción, el uso de los
    estereotipos ayuda a reducir la incertidumbre, ya que contribuyen
    a potenciar la sensación de que se controla la realidad,
    de que esta puede ser conocida, entendida, explicada,
    dominada."

    Pero esta visión de Ferres es complementaria al
    mecanismo opuesto, al que también acuden los medios:
    potenciar, exacerbar ciertos acontecimientos o procesos
    sociales, a tal punto que parecen dominantes absolutos en la
    realidad cotidiana
    . Por ejemplo, si un noticiero de una hora
    de duración se encarga de narrar una noticia con el estilo
    de una crónica policial, cuatro o cinco hechos delictivos
    que suceden en una ciudad de 15 millones de habitantes,
    transmitirá la sensación de que la sociedad toda se
    halla amenazada por la delincuencia,
    sin tener en cuenta si esto es una muestra de una
    estadística mayor o simples casos aislados.
    De acuerdo con Marshall McLuhan, "todo lo que no es inmediato
    es de alguna manera invisible, como el agua para
    el pez., nadie sabe por dónde ni cuando comenzó
    la
    metamorfosis, pero desde entonces nada es igual: los
    acontecimientos son lejanos y sólo tenemos de ellos
    versiones de versiones
    .

    Desde el punto de vista la enunciación, algunos
    noticieros pronuncian discursos cargados de adjetivos
    calificativos como ser, "un grupo de mal
    vivientes ocasionan destrozos la vía pública
    " o
    "jóvenes violentos queman los bancos del
    colegio Mariano Moreno
    ". Esta carga valorativa
    sobredimensiona el acontecimiento, fija el sentido a
    través de titulares y no informa la problemática
    que deviene de un contexto social.

    Teniendo en cuenta que la violencia es uno de los ejes
    sobre los que se monta la angustia colectiva, podemos percibir
    que en este mecanismo oscilatorio entre apaciguar las
    incertidumbres o exacerbarlas, es donde suele residir la acción
    de manipulación de los medios de comunicación (un
    fino hilo que divide a la sensación de estar seguro de la
    sensación de sentirse amenazado).

    Acción no es
    igual a violencia

    Un caso prototípico de esta problemática
    es el programa de
    ficción que se emite por Canal 13, los viernes a las 23
    hs. Policías en Acción, anteriormente
    llamado Policías Bonaerenses. En esta nueva
    versión se registran imágenes
    de otras fuerzas del país y más allá de las
    verdaderas intenciones del realizador, los policías
    parecen haberse acostumbrados a la televisión.

    Se muestran en cámara dirigiéndose de
    frente al espectador, no ocultan sus conversaciones y asumen el
    estereotipo del personaje de serie policial pero de una
    versión con impronta barrial donde la cámara
    inquieta pone el ojo en el policía
    común.

    Sin embargo esta versión edulcorada de la
    realidad no evita que puedan percibirse mucho de los vicios a los
    que la institución nos tiene acostumbrados, como por
    ejemplo, la detención de sospechosos por
    "portación" de cara o el manejo como "capangas"
    restauradores del orden de los mundos pocos vistos. Es importante
    evidenciar que si bien todas las escenas del programa pueden ser
    reales, las mismas están cuidadosamente editadas.
    Entonces, se pone en evidencia el artificio de mostrar un trabajo
    con tinte documental pero que responde a un guión
    determinado.

    Asimismo, introduce una elipsis a modo de cuadros que
    narran la resolución feliz de la "hasta hace poco, vida
    equivoca de varios protagonistas". Por ejemplo, en el programa
    del viernes 28 de octubre, un grupo de policías acuden a
    un llamado en el cual denuncian la presencia de un hombre ebrio
    que duerme al pie de la puerta de una casa de un barrio de la
    Capital.

    Éstos proceden al retiro del mismo y lo
    acompañan a su casa en la villa de Retiro. Allí
    presentan el testimonio de la madre de este hombre quién
    cuenta, a pura lágrima, que su hijo es un
    alcohólico y que no se trata. El contenido del cuadro
    narra que luego de su detención, el hombre se
    incorporó al programa de alcohólicos
    anónimos.

    De igual forma, una madre denuncia que su marido la
    golpeó por haberle recriminado el gasto en un par de
    botines para jugar al fútbol. Los policías
    interrogan al hombre "supuestamente golpeador" y le aconsejan que
    no sea violento. La cámara presencia la discusión
    entre ellos y finalmente la mujer es
    trasladada a la comisaría para que asiente la denuncia. El
    cuadro final muestra el índice de la violencia
    familiar y al respecto señala que la persona
    inició acciones legales y el hombre fue
    penalizado.

    Desde un punto de vista opuesto, se lleva a cabo un
    operativo en el barrio de Dock Sud, específicamente en un
    monoblock determinado y con una orden judicial en
    mano.

    A continuación la cámara enfoca la puerta
    de aquel departamento y a dos policías intentando
    derribarla. Al cabo de varios intentos, entraron al lugar a los
    gritos reduciendo a los integrantes de aquella vivienda. Luego
    preguntaron por el supuesto sospechoso y una mujer que yace en
    el piso comienza a llorar y a gritar, montada en un ataque de
    nervios, que el hombre buscado vive en ese mismo piso pero en el
    monoblock siguiente.

    Analizando estos casos se puede establecer observaciones
    de tergiversación de valores con
    respecto al rol del medio y de quienes hacen el programa. En los
    dos primeros casos la puesta en escena permite alivianar la
    acción policial y a cambio le
    otorga un rol activo como supuesto ordenador de un grupo social.
    En el tercer caso, la veta cómica o graciosa que termina
    convirtiéndose en patética por el error de los
    policías, amortigua pero también legaliza la
    utilización innecesaria de la violencia.

    Estos casos muestran que, si bien no es función de
    los medios modificar cuestiones de índole social, cuando
    eligen como corpus y objeto de trabajo un tema como éste,
    se hace imprescindible que los realizadores del programa asuman
    la responsabilidad ética de no legitimar -por
    omisión de opinión- situaciones de violencia
    estructural de un organismo del Estado que monopoliza el uso de
    las armas. Es un tema
    complejo, en el que el argumento de que es el mismo espectador
    quien debe llenar de sentido al observar las imágenes,
    pierde fuerza por la
    propia condición acrítica que propone la
    televisión. Es más, la propia lectura del
    eslogan publicitario refuerza la condición de pasividad
    del espectador televisivo, a quien tratan prácticamente de
    rehén:

    "Si hay delito, ellos
    salen a la calle para combatirlo. Un programa completamente
    realizado con escenas reales y muchísima
    acción
    . Los policías atrapan, y no
    sólo a quienes violan la ley, sino
    también a los espectadores. Tensión, adrenalina y
    suspenso son algunos de los principales ingredientes que los
    policías experimentan a diario. Todo queda grabado, sobre
    todo en la retina."

    En respuesta a este fenómeno podríamos
    pensar, ¿éste es un intento para limpiar la
    imagen de la
    policía?. Si bien es posible pensar que los
    policías actúan (en el doble sentido de accionar y
    de manejarse de una determinada manera frente a la cámara)
    parecen responder al prototipo de una serie policial. Pero esto
    no quita que la institución policial sea inocente, al
    aceptar que se realice un programa de este tipo, sobre todo si
    pusiera en riesgo la imagen
    policial.

    Es característico de los medios acudir a la
    búsqueda permanente de nuevas formas de narrar los hechos
    reales. Algunos de ellos, se sirven del género
    ficcional para diferenciarse del resto de otras
    programaciones.

    En desmedro de los efectos negativos que pueda tener
    sobre los espectadores, pareciera que al medio poco le importa si
    esto se corresponde éticamente con el manejo de la
    realidad, sino que por el contrario, en la búsqueda de la
    competencia por
    la pauta publicitaria y la respuesta del público se
    termina concentrando el interés de
    las empresas
    propietarias de los medios.

    Y si bien cada una de ellas maneja una línea
    editorial conceptual, ésta termina siempre supeditada a
    las variables del
    rating y de la ya instaurada causa de la "guerra de la
    televisión". Y como ya sabemos, en la guerra todo vale, y
    la ética queda para tiempos de paz, que no son los de la
    TV actual.

    Conclusión

    Existe una forma determinada en que la realidad deba ser
    contada? ¿Qué es lo positivo y necesario de la
    realidad que se pretende transmitir con el objetivo de alcanzar
    el buen común?. En la respuesta a esto, se corre el riesgo
    de terminar justificando la necesidad de que exista
    manipulación u ocultamiento y fragmentación de
    información. ¿Dónde reside lo
    ético en el principio de la libertad de expresión
    absoluta, o el control ejercido por contralores del estado o los
    mismos propietarios de los medios?.

    Una posible respuesta es que el equilibrio reside
    en la tensión constante y necesaria entre la libertad de
    expresión con ciertos controles que permitan evitar
    perjuicios a grupos minoritarios, con escaso poder de
    representación en los estamentos sociales.

    Esta tensión se refuerza con el "aggiornamiento"
    y el respeto de las
    leyes que favorezcan la libertad de expresión y a la
    integridad de los grupos que puedan sentirse afectados por
    efectos no deseados de dicho ejercicio de la libertad.

    Según Kant, los fines
    identificados como dignos a ser perseguidos son buenos cuando
    proviene como recompensa de la virtud. En este sentido, en el
    balance que debe darse entre la libertad de expresión y el
    respeto por los derechos de los diferente
    grupos que componen la sociedad debe alcanzarse un
    equilibrio. Se debe producir un acuerdo, una
    convención sobre ciertas normas de
    convivencia social, de tal manera que se pueda alegar por la
    libertad de expresión sin herir la sensibilidad de ciertos
    grupos, y viceversa, que estos puedan desplegar sus creencias e
    ideas, pero sin cercenar las opiniones en disenso.

    En este sentido, de acuerdo con John Stuart Mill, se
    puede afirmar que "debemos sacrificar nuestros propios intereses
    sólo cuando ellos entran en conflicto con
    intereses mayores de los demás"

    Bibliografía

    • Muraro, Heriberto, (primera edición abril de 1985), "Medios de
      comunicación y cultura popular", de Aníbal Ford,
      Jorge B. Rivera y Eduardo Romano. Editorial Legasa
      1987.
    • Ferres J, "Televisión Subliminal", Socialización mediante comunicaciones inadvertidas. Paidos, Barcelona
      1996 (pàg. 154)
    • Kant, Inmmanuel " La ética de Kant" , bibliografía obligatoria
      de la materia
      Ética. Universidad
      Caece.
    • Mill, John S. " El utilitarismo" bibliografía
      obligatoria de la materia Ética. Universidad
      Caece.

    Fuentes consultadas:

    • Encarta 2004
    • Página de internet de
      Canal 13
    • Sinópoli, Daniel A. " Opinión
      pública y consumos culturales" (Primera
      edición 1997), Editorial Docencia.
    • López Gil, Marta, "Filosofía,
      Modernidad, Prosperidad" Texto
      complementario de la materia Etica, Universidad
      Caece.

     

    Valeria Figueras

    Estudiante de la carrera Lic. En Comunicación
    Social (cursando 4 últimas materias en
    2006)

    Universidad Caece

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