- Antecedentes
- ¿Se come se cura y se
educa - La televisión que nos
alimenta - Acción no es igual que
violencia - Conclusión
- Bibliografía
El presente trabajo tiene
como objetivo
intentar establecer si existe una ética de los medios
audiovisuales, y de existir dicha ética puede afectar a la
libertad de
expresión. La investigación estará orientada a
conocer el tratamiento sobre la temática de la violencia en
los medios de
comunicación audiovisual, tomando como base noticieros
y programas de
ficción.
El punto de partida de este trabajo será revisar
los antecedentes e influencia del período de la dictadura militar
por sobre los medios y luego dentro del período
democrático, describir su actual estructura
discursiva y los dilemas éticos que se presentan al
momento de decidir la forma de encarar y manejar temas de fuerte
impacto, que pueden afectar a personas o grupos de
personas. La responsabilidad, la libertad de expresión,
el cumplimiento de las leyes y el
reconocimiento de límites,
son temas que constituyen un marco necesario para analizar el
circuito actual de los medios.
"El Proceso
intentó moldearnos a todos según la moral de la
eficiencia. El
mundo de la cultura
argentina fue fragmentado en dos ámbitos
antagónicos. Por un lado, un entorno ‘oficial’
formado por los medios masivos de comunicación, instituciones
educativas, científicas y artísticas, censuradas,
desmanteladas, vigiladas; en otras palabras:
‘taponadas’ desde adentro.
Por otro lado: una masa de actividades culturales
que, de todas maneras, continuaron realizando los argentinos, a
veces de manera dispersa y discontinua, otras en centros
educativos privados que, atraídos por la demanda
cultural (y, a menudo, por la expectativa de beneficios
económicos) procuraron compensar los déficits del
Estado.
También son y fueron ‘cultura’ una serie de
esfuerzos –necesariamente sordos y obstinados- de resistencia y
protesta ante los mensajes oficiales, de
‘resemantización’ de los discursos, de
las noticias
fragmentarias que se filtraban a través de la prensa, de la
propaganda
televisiva, que contribuyeron a proteger la adhesión a
los valores
tradicionales."
Con la vuelta de la democracia,
los medios de
comunicación quitan el "tapón" del que habla
Muraro, con la consiguiente proliferación
–potenciada por oposición a tantos años de
control desde
el Estado– de
fenómenos culturales, artísticos y
comunicacionales.
Pero dicha proliferación no significa
necesariamente el advenimiento de una etapa desprovista de dudas
y cuestionamientos éticos. Por el contrario, el marco de
libertad de la democracia pone en evidencia mecanismos más
sutiles de manipulación, a la vez que pone sobre el tapete
la discusión acerca de los límites éticos de
aquello que se publica y se transmite. La lucha ya no se da de
manera explícita -como en el Proceso Militar- entre las
acciones y
pulsiones de la censura, por un lado, y los intentos libertarios
por atravesarla, por el otro.
La era democrática instaura otro marco, y con
él, otras tensiones. En particular, la tensión
entre los factores económicos, comerciales, los
oligopolios culturales y comunicacionales, la dificultad de la
clase política para
afianzarse de cara a sus representados, las postergaciones de las
minorías y los poderes remanentes del régimen
anterior, han venido generando un escenario, en el que la
discusión sobre diferentes conceptos -como "lo
aconsejable", "lo correcto", "lo permitido", "lo prohibido" ,
etc.- acerca de aquello a lo que la sociedad puede
o no acceder como discurso y
producto
cultural.
Y uno de los temas sobre los que menos claridad se
presenta al momento de definir los criterios éticos por
parte de los medios de comunicación, los poderes del
Estado y las organizaciones
sociales, es la violencia. Y no es casual, ya que la
utilización, canalización y control de la violencia
– política, social, económica, etc.- es un tema que
está lejos de cerrarse, tanto para la historia de la Argentina,
como para la actualidad.
Entonces, vale la pena preguntarse: si la sociedad no ha
resuelto el tema de la convivencia con la violencia a lo largo de
su historia, por qué los medios, podrían hacerlo. Y
menos la
televisión, tan atravesada por cuestiones
estrictamente comerciales. Pero sin duda, por ser una zona tan
oscura –a pesar del brillo de los rayos catódicos y
de las estrellas de la TV- es un desafío intentar trabajar
sobre este corpus.
La televisión
que nos alimenta
Ante este marco, la televisión se ha convertido en los
últimos 20 años, en un medio en el que se dirimen
discursos, posiciones políticas
y visiones de la realidad de los distintos grupos que manejan los
medios. Por lo general, tanto los noticieros como los programas
de opinión periodística, documentales y de
ficción, acompañan a los estereotipos dominantes en
lo que se refiere a la concepción y construcción de la realidad.
"El estereotipo pretende ante todo facilitar una
interpretación cómoda y
reconfortante de la realidad que a menudo se presenta
amenazadora, compleja, ambigua, contradictoria. Tanto en los
informativos como en la ficción, el uso de los
estereotipos ayuda a reducir la incertidumbre, ya que contribuyen
a potenciar la sensación de que se controla la realidad,
de que esta puede ser conocida, entendida, explicada,
dominada."
Pero esta visión de Ferres es complementaria al
mecanismo opuesto, al que también acuden los medios:
potenciar, exacerbar ciertos acontecimientos o procesos
sociales, a tal punto que parecen dominantes absolutos en la
realidad cotidiana. Por ejemplo, si un noticiero de una hora
de duración se encarga de narrar una noticia con el estilo
de una crónica policial, cuatro o cinco hechos delictivos
que suceden en una ciudad de 15 millones de habitantes,
transmitirá la sensación de que la sociedad toda se
halla amenazada por la delincuencia,
sin tener en cuenta si esto es una muestra de una
estadística mayor o simples casos aislados.
De acuerdo con Marshall McLuhan, "todo lo que no es inmediato
es de alguna manera invisible, como el agua para
el pez., nadie sabe por dónde ni cuando comenzó
la
metamorfosis, pero desde entonces nada es igual: los
acontecimientos son lejanos y sólo tenemos de ellos
versiones de versiones.
Desde el punto de vista la enunciación, algunos
noticieros pronuncian discursos cargados de adjetivos
calificativos como ser, "un grupo de mal
vivientes ocasionan destrozos la vía pública" o
"jóvenes violentos queman los bancos del
colegio Mariano Moreno". Esta carga valorativa
sobredimensiona el acontecimiento, fija el sentido a
través de titulares y no informa la problemática
que deviene de un contexto social.
Teniendo en cuenta que la violencia es uno de los ejes
sobre los que se monta la angustia colectiva, podemos percibir
que en este mecanismo oscilatorio entre apaciguar las
incertidumbres o exacerbarlas, es donde suele residir la acción
de manipulación de los medios de comunicación (un
fino hilo que divide a la sensación de estar seguro de la
sensación de sentirse amenazado).
Acción no es
igual a violencia
Un caso prototípico de esta problemática
es el programa de
ficción que se emite por Canal 13, los viernes a las 23
hs. Policías en Acción, anteriormente
llamado Policías Bonaerenses. En esta nueva
versión se registran imágenes
de otras fuerzas del país y más allá de las
verdaderas intenciones del realizador, los policías
parecen haberse acostumbrados a la televisión.
Se muestran en cámara dirigiéndose de
frente al espectador, no ocultan sus conversaciones y asumen el
estereotipo del personaje de serie policial pero de una
versión con impronta barrial donde la cámara
inquieta pone el ojo en el policía
común.
Sin embargo esta versión edulcorada de la
realidad no evita que puedan percibirse mucho de los vicios a los
que la institución nos tiene acostumbrados, como por
ejemplo, la detención de sospechosos por
"portación" de cara o el manejo como "capangas"
restauradores del orden de los mundos pocos vistos. Es importante
evidenciar que si bien todas las escenas del programa pueden ser
reales, las mismas están cuidadosamente editadas.
Entonces, se pone en evidencia el artificio de mostrar un trabajo
con tinte documental pero que responde a un guión
determinado.
Asimismo, introduce una elipsis a modo de cuadros que
narran la resolución feliz de la "hasta hace poco, vida
equivoca de varios protagonistas". Por ejemplo, en el programa
del viernes 28 de octubre, un grupo de policías acuden a
un llamado en el cual denuncian la presencia de un hombre ebrio
que duerme al pie de la puerta de una casa de un barrio de la
Capital.
Éstos proceden al retiro del mismo y lo
acompañan a su casa en la villa de Retiro. Allí
presentan el testimonio de la madre de este hombre quién
cuenta, a pura lágrima, que su hijo es un
alcohólico y que no se trata. El contenido del cuadro
narra que luego de su detención, el hombre se
incorporó al programa de alcohólicos
anónimos.
De igual forma, una madre denuncia que su marido la
golpeó por haberle recriminado el gasto en un par de
botines para jugar al fútbol. Los policías
interrogan al hombre "supuestamente golpeador" y le aconsejan que
no sea violento. La cámara presencia la discusión
entre ellos y finalmente la mujer es
trasladada a la comisaría para que asiente la denuncia. El
cuadro final muestra el índice de la violencia
familiar y al respecto señala que la persona
inició acciones legales y el hombre fue
penalizado.
Desde un punto de vista opuesto, se lleva a cabo un
operativo en el barrio de Dock Sud, específicamente en un
monoblock determinado y con una orden judicial en
mano.
A continuación la cámara enfoca la puerta
de aquel departamento y a dos policías intentando
derribarla. Al cabo de varios intentos, entraron al lugar a los
gritos reduciendo a los integrantes de aquella vivienda. Luego
preguntaron por el supuesto sospechoso y una mujer que yace en
el piso comienza a llorar y a gritar, montada en un ataque de
nervios, que el hombre buscado vive en ese mismo piso pero en el
monoblock siguiente.
Analizando estos casos se puede establecer observaciones
de tergiversación de valores con
respecto al rol del medio y de quienes hacen el programa. En los
dos primeros casos la puesta en escena permite alivianar la
acción policial y a cambio le
otorga un rol activo como supuesto ordenador de un grupo social.
En el tercer caso, la veta cómica o graciosa que termina
convirtiéndose en patética por el error de los
policías, amortigua pero también legaliza la
utilización innecesaria de la violencia.
Estos casos muestran que, si bien no es función de
los medios modificar cuestiones de índole social, cuando
eligen como corpus y objeto de trabajo un tema como éste,
se hace imprescindible que los realizadores del programa asuman
la responsabilidad ética de no legitimar -por
omisión de opinión- situaciones de violencia
estructural de un organismo del Estado que monopoliza el uso de
las armas. Es un tema
complejo, en el que el argumento de que es el mismo espectador
quien debe llenar de sentido al observar las imágenes,
pierde fuerza por la
propia condición acrítica que propone la
televisión. Es más, la propia lectura del
eslogan publicitario refuerza la condición de pasividad
del espectador televisivo, a quien tratan prácticamente de
rehén:
"Si hay delito, ellos
salen a la calle para combatirlo. Un programa completamente
realizado con escenas reales y muchísima
acción. Los policías atrapan, y no
sólo a quienes violan la ley, sino
también a los espectadores. Tensión, adrenalina y
suspenso son algunos de los principales ingredientes que los
policías experimentan a diario. Todo queda grabado, sobre
todo en la retina."
En respuesta a este fenómeno podríamos
pensar, ¿éste es un intento para limpiar la
imagen de la
policía?. Si bien es posible pensar que los
policías actúan (en el doble sentido de accionar y
de manejarse de una determinada manera frente a la cámara)
parecen responder al prototipo de una serie policial. Pero esto
no quita que la institución policial sea inocente, al
aceptar que se realice un programa de este tipo, sobre todo si
pusiera en riesgo la imagen
policial.
Es característico de los medios acudir a la
búsqueda permanente de nuevas formas de narrar los hechos
reales. Algunos de ellos, se sirven del género
ficcional para diferenciarse del resto de otras
programaciones.
En desmedro de los efectos negativos que pueda tener
sobre los espectadores, pareciera que al medio poco le importa si
esto se corresponde éticamente con el manejo de la
realidad, sino que por el contrario, en la búsqueda de la
competencia por
la pauta publicitaria y la respuesta del público se
termina concentrando el interés de
las empresas
propietarias de los medios.
Y si bien cada una de ellas maneja una línea
editorial conceptual, ésta termina siempre supeditada a
las variables del
rating y de la ya instaurada causa de la "guerra de la
televisión". Y como ya sabemos, en la guerra todo vale, y
la ética queda para tiempos de paz, que no son los de la
TV actual.
Existe una forma determinada en que la realidad deba ser
contada? ¿Qué es lo positivo y necesario de la
realidad que se pretende transmitir con el objetivo de alcanzar
el buen común?. En la respuesta a esto, se corre el riesgo
de terminar justificando la necesidad de que exista
manipulación u ocultamiento y fragmentación de
información. ¿Dónde reside lo
ético en el principio de la libertad de expresión
absoluta, o el control ejercido por contralores del estado o los
mismos propietarios de los medios?.
Una posible respuesta es que el equilibrio reside
en la tensión constante y necesaria entre la libertad de
expresión con ciertos controles que permitan evitar
perjuicios a grupos minoritarios, con escaso poder de
representación en los estamentos sociales.
Esta tensión se refuerza con el "aggiornamiento"
y el respeto de las
leyes que favorezcan la libertad de expresión y a la
integridad de los grupos que puedan sentirse afectados por
efectos no deseados de dicho ejercicio de la libertad.
Según Kant, los fines
identificados como dignos a ser perseguidos son buenos cuando
proviene como recompensa de la virtud. En este sentido, en el
balance que debe darse entre la libertad de expresión y el
respeto por los derechos de los diferente
grupos que componen la sociedad debe alcanzarse un
equilibrio. Se debe producir un acuerdo, una
convención sobre ciertas normas de
convivencia social, de tal manera que se pueda alegar por la
libertad de expresión sin herir la sensibilidad de ciertos
grupos, y viceversa, que estos puedan desplegar sus creencias e
ideas, pero sin cercenar las opiniones en disenso.
En este sentido, de acuerdo con John Stuart Mill, se
puede afirmar que "debemos sacrificar nuestros propios intereses
sólo cuando ellos entran en conflicto con
intereses mayores de los demás"
- Muraro, Heriberto, (primera edición abril de 1985), "Medios de
comunicación y cultura popular", de Aníbal Ford,
Jorge B. Rivera y Eduardo Romano. Editorial Legasa
1987. - Ferres J, "Televisión Subliminal", Socialización mediante comunicaciones inadvertidas. Paidos, Barcelona
1996 (pàg. 154) - Kant, Inmmanuel " La ética de Kant" , bibliografía obligatoria
de la materia
Ética. Universidad
Caece. - Mill, John S. " El utilitarismo" bibliografía
obligatoria de la materia Ética. Universidad
Caece.
Fuentes consultadas:
- Encarta 2004
- Página de internet de
Canal 13 - Sinópoli, Daniel A. " Opinión
pública y consumos culturales" (Primera
edición 1997), Editorial Docencia. - López Gil, Marta, "Filosofía,
Modernidad, Prosperidad" Texto
complementario de la materia Etica, Universidad
Caece.
Valeria Figueras
Estudiante de la carrera Lic. En Comunicación
Social (cursando 4 últimas materias en
2006)
Universidad Caece