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La falsificación del arte del bel canto



     

     

    Los instrumentos musicales,
    sostenía sagaz e impetuosamente pese al paso –y
    peso– de sus años una dama veracruzana que en paz
    descanse aunque le sea difícil, pues en vida fue muy
    inquieta y culta, leída y escribida, latinista y
    musicóloga, doña María Emilia Gutiérrez
    Joffre, no son otra cosa que el intento del ser humano por imitar
    el sonido de la voz y por eso,
    concebidos a su imagen y semejanza, los hay
    graves como los bajos, las mezzo sopranos y las contraltos,
    término medio entre el tenor y el bajo como los
    barítonos y agudos como las sopranos y los
    tenores.

    La voz humana, producida por la columna de aire que sale –cargada de
    bióxido de carbono– por la laringe
    y hace vibrar las cuerdas vocales y, luego de pasar por la
    faringe en su ruta ascendente, no sale por los orificios
    anteriores o narinas de las fosas nasales sino por la boca, donde
    se imposta cuando el cantante la hace que percuta y rebote en el
    paladar para que adquiera resonancia y por último, antes de
    ser expelida al exterior, es articulada con diversos órganos
    como el velo del paladar, boca, lengua y piezas
    dentarias.

    Bueno, esto lo hace la persona que sabe cantar, aunque
    también es facultad y técnica que deben adquirir los
    oradores, los políticos y los locutores, todos ellos gente
    que trata de vender una idea o un producto y, por eso, les
    conviene tener una voz agradable que ayude a convencer al oyente
    de la conveniencia de lo que anuncia o perora. Cuando alguno de
    estos personajes o profesionales no tiene –ni quiere
    tenerla o no sabe del asunto– la voz impostada, entonces le
    sale por la nariz, produciendo sonidos muy desagradables tildados
    de nasales, o si no pronunciada con el velo del paladar, en cuyo
    caso se trata de una voz gangosa, igualmente exenta de belleza o
    de sonoridad y resonancia.

    En México, ejemplos populares y
    famosos de voz nasal es Pedro Infante y, de voz gangosa, Javier
    Solís, un antiguo panadero que se dio de alta a sí
    mismo, sin ningún mérito artístico, como actor y
    cantante.

     

    LA FALSIFICACIÓN EN LA
    MÚSICA, CANTO Y LETRA DE LAS CANCIONES

    O se canta o se baila, porque no es posible hacer las
    dos cosas al mismo tiempo.

    Y ahora todos los dizque cantantes parecen cirqueros:
    dan de brincos en el escenario al tiempo que mueven los labios y
    parece que emiten sonidos.

    Pero si el diafragma se está moviendo para acelerar
    los movimientos torácicos, porque el organismo y sus
    músculos necesitan más sangre, oxígeno, glucosa e insulina para la
    transformación de la energía que requieren las células para el movimiento y el ejercicio,
    entonces ¿cómo se puede controlar la voz para que se
    emita de manera apropiada, si el diafragma se está
    contrayendo y relajando de manera acelerada y las columnas de
    aire con oxígeno o bióxido de carbono entran y salen
    por la glotis y la laringe con mucha rapidez y poco volumen?

    No es sino una pequeña muestra de la falsificación
    del arte de cantar: ningún cantante de esos que ahora ha
    sabido, sabe ni sabrá lo que es emitir ni impostar la voz.
    ¿Para qué, si en el laboratorio electrónico
    le arreglan la voz y luego nada más aparentan cantar
    mediante el artificio del a fonomimia y lo que la gente oye es un
    disco?

    Pero póngalo a cantar sin micrófono y sin
    laboratorio y descubrirán que no tiene calidad, claridad, timbre ni
    intensidad, se va de una ocatava a otra al paso de una nota a la
    siguiente, es desentonado y la voz le sale por la nariz por la
    garganta, lo cual simplemente es feo y desagradable.

     

    CANTO, ACTUACIÓN,
    NUDISMO Y FALSIFICACIÓN

    Pocos casos hay como el de la discípula más
    distinguida de Elvira de Hidalgo: María Meneghini Callas, la
    artista griega nacida en Estados Unidos y fallecida
    prematuramente –en cuanto a las posibilidades de vida, no
    en lo que se refiere a madurez y producción
    artísticas– hace 22 años.

    La Callas tuvo dos facetas de sus aptitudes que la
    hicieron sobresalir –quizás– más que
    ninguna otra cantante del siglo XX: su histrionismo o dotes
    dramáticas, de gran altura, pues el artista de ópera no
    sólo debe cantar, sino también actuar, y su voz:
    poseyó un registro de soprano muy amplio
    que alcanzaba casi tres octavas.

    Agréguense a ambas cualidades, un tanto naturales y
    otro tanto cultivadas, la técnica de canto que le
    enseñó la maestra y soprano Elvira de Hidalgo, y el
    producto es el fenómeno llamado María
    Callas.

    Un dato más sobre María Callas: gorda o, por
    fuerza de voluntad (y
    parasitosis intestinal, contaba y creía ella), con
    complexión delgada, nunca fue excepcionalmente bonita ni de
    cuerpo ni de cara, lo cual no le impidió sobresalir y
    brillar como ninguna.

    Ahora, lector paciente y respetado, compare usted a la
    Callas con una mujer –de origen
    italiano– actual, Madonna, cuyo cuerpo es verdaderamente
    bello entre los bellos y deseable (no así su
    cara).

    Madonna, que del prostíbulo, del comercio sexual y de las
    revistas y cinillo pornográfico saltó a la pantalla
    como dizque actriz, presume de cantante y vende muchos discos sin
    que sepa cantar, haya estudiado canto nunca ni sea agradable
    cómo y qué canta; así mismo, se ostenta como
    actriz y nunca estudió arte dramático, no sabe actuar y
    no trascenderá como artista de calidad.

    Pero su lengua lépera, cuerpo bellísimo y
    atractivo –y los intereses comerciales, fuertes e
    influyentes– la han colocado como un personaje a quien la
    mitad del mundo le rinde reconocimiento.

    No es necesario decir que la fortuna de Madonna debe ser
    ya de no menos de cien o doscientos millones de
    dólares.

     

    LOS
    CIRQUEROS

    El colmo o el botón que basta como muestra de la
    preparación nula –en bel canto– de los solistas
    de moda hoy en día, es el de
    ese gran farsante y desnudista procaz llamado W. Axi Rose, del
    grupo conocido como Guns
    n'Roses, que emite ruidos o pretende que canta en un gran
    escenario, ante el micrófono ubicado en el extremo superior
    de un tubo asentado en el piso sobre una base metálica y
    circular, mientras cerca de él unos melenudos y despeinados
    (Slash, por ejemplo), también semidesnudos, atruenan los
    oídos con los altísimos sonidos de sus guitarras
    eléctricas o tambores y, abajo, docenas de miles de
    enajenados gritan enardecidos mientras centellean cientos de
    luces de todos colores y esta multitud semeja
    una ola embravecida que brama sin cesar, el gran farsante carga
    todo el aparato del micrófono con sus brazos en alto y sale
    corriendo hacia un extremo del escenario, a unos veinte metros
    del sitio donde estaba.

    Es fácil saber lo que pasa: las articulaciones y los
    músculos necesitarán más sangre con insulina y
    glucosa y los glóbulos rojos –con su inseparable
    hemoglobina– requerirán más oxígeno para
    quemar (oxidar) el azúcar y así
    transformar la energía requerida por el esfuerzo
    adicional.

    Pero también significará que la frecuencia
    cardíaca aumentará para poder enviar toda la sangre
    oxigenada –arterial– necesaria hacia el aparato
    locomotor y, luego, sacar la sangre –venosa– con
    bióxido de carbono (desecho originado por la combustión de la glucosa)
    hacia los pulmones.

    Éstos, a sus veces, también aumentarán su
    frecuencia con la finalidad de meter más aire con
    oxígeno y sacar más aire con bióxido de carbono,
    para lo cual el tórax se amplía y se estrecha y el
    diafragma sube y baja violentamente.

     

    EL DIAFRAGMA Y LA
    VOZ

    Pero el diafragma –entonces– no podrá
    controlar la emisión del chorro de aire que sale por
    bronquios, tráquea y laringe para que vibren las cuerdas
    vocales del cantante y la voz brote armoniosa, tersa, agradable y
    continua; en su lugar el sonido saldrá jadeante,
    entrecortado, áspero y sin fuerza, sin poder controlar
    tampoco la intensidad ni observar y aplicar las ligaduras
    musicales.

    ¡Y este gran farsante y todos los demás, se
    han hecho super millonarios a costa de los tarados o tarugos que
    acuden a sus malhadados conciertos de aullidos o rugidos, compran
    sus discos y los atesoran como mercancía
    apreciadísima!

    ¡Ay, que pena!

    Sí, sólo un lamento salido del alma puede interpretar la
    indignación por el éxito rotundo de tanto
    sinvergüenza y el sentimiento profundo por la pérdida
    de los valores estéticos, o
    por el hecho de que las nuevas generaciones se pierdan de la
    oportunidad del goce del arte verdadero y de la afinación
    del espíritu mediante la buena música o las genuinas danza, escultura, literatura, pintura, teatro. Igualmente, en lo que se
    refiere al cine, llamado quizás con
    cierta razón el séptimo arte.

     

    SORDERA Y CEGUERA
    JUVENILES

    Hay otro peligro para la juventud, real y tangible pero
    no psíquico ni emocional, sino físico:
    ¿sabrán los jóvenes del riesgo de la sordera y del
    desprendimiento de retina?

    Una gran parte de los chicos del último cuarto del
    siglo XX, cuando tengan unos cuarenta años de edad
    constatarán que han perdido de un 20 a un 40 por ciento de
    capacidad auditiva y, muchos habrán quedado ciegos o con su
    vista menguada por efecto de su irracional afición al
    ruido y a las luces intensas,
    súbitas y cambiantes, características de estas
    exhibiciones en los cuales los efectos espectaculares
    ópticos y sonoros producidos por los equipos modernos
    substituyen la calidad que debieran tener los cantantes, la
    música y la letra de las canciones.

    ¿Que no será que la sordera y la ceguera
    están en el alma, más que en los sentidos del oído y de la
    vista?

    Cuánta razón tuvo Jovellanos cuando, en su
    Oración sobre el estilo de la literatura y las ciencias, estableció que
    "Si algo sobre la Tierra merece el nombre de
    felicidad, es aquella íntima satisfacción, aquel
    íntimo sentimiento moral que resulta del empleo de nuestras facultades
    en la indagación de la verdad y en la práctica de la
    virtud."

     

    EL EXTRAÑO CASO DEL
    DESDOBLAMIENTO DE MR. JACKSON

    Michel Jackson es un caso notable que merece una
    reseña, pero no por su calidad artística, sino por los
    atropellos, falsificaciones y engaños que ha cometido y
    sigue cometiendo.

    Jackson, originario de los Estados Unidos, era un
    niño pobre que, cuando nació, fue declarado vivo, de
    raza negra y varón pero, al paso de los años, el ahora
    pobre joven cambió su aspecto de modo muy tajante; flaco
    como un fideo o una angula, ya no es su piel de color negro sino blanco, su nariz
    dejó de ser ancha y hoy es respingada, los labios gruesos y
    prominentes se tornaron un par de líneas delgadas apenas
    insinuadas, las aberturas palpebrales, pequeñas y que apenas
    dejaban entrever un par de ojitos del tamaño de canicas,
    ahora son enormes y alojan unos ojos desmesurados.

    Pero algo más cambió en él: su
    orientación sexual, la cual no sería tema de este
    ensayo si no fuera porque,
    corrompido y degenerado, se ha dedicado a prostituir críos
    menores de 15 años, del sexo masculino, a quienes
    atrae mediante estímulos monetarios millonarios para
    mantener con ellos relaciones verdaderamente escandalosas,
    ilícitas e injustas, pues los pobres jovencitos son
    apartados de la senda del bien, de la heterosexualidad, de la
    escuela y del hogar y convertidos
    en objetos de placer sensual no apropiado para su tierna edad;
    muy diferente es el asunto cuando dos individuos mayores de edad
    deciden enlazar sus intimidades y, entonces, nadie tiene derecho
    a meterse en sus vidas y definición sexual, pues es asunto
    de dos personas y de nadie más.

    Pero lo esencial es que, artísticamente, el
    espectáculo de Jackson está conformado por un escenario
    y un auditorio en el cual los cientos de bocinas que están
    distribuidas por todos lados atruenan los oídos con el ruido
    de la percusión que nunca cesa y los aullidos de los
    cirqueros que, en el escenario, dan de saltos –ellos
    suponen que danzan– y se contorsionan mientras miles de
    luces de todos colores, intensas e intermitentes, producen
    fantasías inimaginables a priori por el ser
    humano.

    A un espectáculo de éstos ¿se va a
    oír música y a escuchar canto y gozar
    estéticamente con él o a confundirse y enloquecerse? No
    me opongo, pues, a los designios de las pobres –de
    espíritu– nuevas generaciones, sólo pido que no
    me digan que eso que hace ruido es arte y enaltece las miras o
    afina el espíritu.

    Sala de conciertos y circo son dos cosas asaz
    diferentes, antes inconfundibles y ahora una mezcla indispensable
    para el placer y la corrupción juvenil, mientras
    los embaucadores se desternillan de risa de lo fácil que es
    tomarles el pelo a los imbéciles y llenan sus cuentas –y bolsillos–
    de cientos o miles de millones de dólares o libras
    esterlinas.

     

    ELTON JONES Y EL HERMANO DE
    DIANA

    El mundo entero se dolió por la muerte, en un accidente
    automovilístico en una vía rápida de París
    cerca del Sena, de la hermosa y frívola Diana Spencer, que
    había sido Princesa de Gales y heredera del trono de la Gran
    Bretaña.

    Esta joven aristócrata, madre de dos pequeños
    y divorciada del Príncipe de Gales, murió en
    circunstancias no aclaradas totalmente: fue en una triste y
    fría madrugada, después de salir de un restaurante de
    lujo donde había estado ingiriendo, en
    abundancia, bebidas alcohólicas en compañía de un
    junior egipcio y musulmán –ya crecidito– del jet
    set internacional, hijo del dueño del Harrod's londinense,
    entre otras propiedades que hacen al padre uno de los hombres
    más ricos del planeta.

    ¿Qué madre respetable de cualquier país
    anda en las madrugadas en ciudades extranjeras tomando bebidas
    espirituosas en compañía de un caballero de industria que, a ojos vistas,
    lo que más le importaba era mostrar el mundo que su querida
    era la ex Princesa de Gales, una de las mujeres jóvenes
    más elegantes, vistosas, admiradas, mimadas y
    aristocráticas de la época?

    Pero lady D era también una muchacha frívola y
    vacía que, igual que la otra moza vulgar y aventurera
    –Sara Ferguson– que se casó con el príncipe Eduardo y
    duque de York, hermano de su marido, pensó que una vez
    alteza real le correspondía el papel de princesa de un
    cuento decimonónico de
    hadas, pero versión moderna: una existencia frívola
    vivida de noche, de tertulia continua, trajes y joyas costosísimos a su
    disposición, nada de trabajo fecundo y creador sino
    sólo posar en el aparador de la monarquía inglesa, para
    predisponer al pueblo británico en favor de la casa de
    Windsor, tan desprestigiada por los escándalos de los
    numerosos hijos y parientes irresponsables de la pobre reina
    Isabel II.

    El caso es que, en su momento y ante las cámaras de
    televisión, alegó que
    su marido la descuidaba y que tenía una amante (una tal
    Camila Parker Bowles que ya trae la ramería en la sangre: su
    abuela fue, antes de 1910, querida del rey Eduardo VII), que ella
    había tomado dos o tres amantes también, que se
    sentía muy triste y solitaria, que era inocente y toda la
    culpa era del real marido y… un gran escándalo que la
    prensa inglesa y de todo el
    mundo se encargo de reproducir, atrayendo hacia ella las
    simpatías de cientos millones de personas.

    La criada me ha salido respondona, debe haber pensado la
    soberana británica.

    A mi parecer es obvio y no admite discusión que
    Diana, si no se casa con Carlos de Windsor, nunca hubiera saltado
    a la fama como lo hizo y que la calidad de princesa real no era
    únicamente, como ella lo pensó, gozar de privilegios,
    honores, riquezas, posición y.–.. tuvieron muchos
    hijos y vivieron felices largos años.

    No, no era un cuento sino la vida real y su nueva
    condición traía aparejada una serie de
    responsabilidades y deberes con el pueblo y la nación británicos,
    la Casa Real y la institución monárquica: el
    príncipe ya estaba grandecito cuando se casó y ella
    debió haber sabido que él no era un monje y que de
    alguna manera desfogaba su líbido, su erotismo y su
    pasión por las mujeres.

    La posición de la princesa de nuevo cuño
    aparejaba un sinfín de deberes, preocupaciones para los
    cuales no estaba preparada ni, lo pero del caso, dispuesta a
    cumplir. Y así, es la verdad pura, empezaron los disgustos
    en la vida matrimonial y los problemas de la pareja, los
    Windsor, la monarquía y el gobierno
    británico.

     

    ORATORIA E
    INGRATITUD

    Pese a los pesares, el marido y los dos pobres chicos,
    hijos de ambos, al morir ella mostraron una pena auténtica
    cuando la televisión los
    mostró haciendo el recorrido a pie –con la cabeza
    gacha– por las calles de Londres durante las honras
    fúnebres, que culminaron nada menos que en ese santuario
    nacional que es la abadía de Westminster con un discurso de lord Spencer, el
    hermano de la ex princesa de Gales muerta, el cual ahora los
    villamelones consideran una de las mejores piezas oratorias de
    todos los tiempos.

    Seguramente Demóstenes, Pindaro, Cicerón,
    Mirabeau, Chateaubriuand, Emilio Castelar y Winston Churchill,
    los mexicanos, Jesús Urueta, José María Lozano y
    Aurelio Manrique y otros grandes tribunos deben haber agitado sus
    huesos con inquietud,
    indignación y desdén en sus sepulcros por la
    manifestación oratoria tan mediocre y las
    palabras ofensivas y provocativas del hermano de la fallecida,
    quien se atrevió a atacar la monarquía y entre otras
    bajezas adujo que Diana no había necesitado del título
    real para brillar en el mundo.

    Ingrato y desleal: si no hubiera sido por su casamiento,
    el mundo nunca la hubiera conocido y ella hubiera seguido su vida
    como cualquier otra de las muchachas inglesas superficiales y
    vanas que ven transcurrir su juventud en los clubes nocturnos
    ingiriendo alcohol, fumando,
    drogándose y cambiando de galán como si fuera ropa de
    uso diario que se pone y se quita o se desecha cuando ya se
    hartan de ella.

    Otro aspecto en el cual se mancilló la verdad, la
    lealtad y la decencia fue la participación de un tal Elton
    Jones, quien además tiene en su haber no sólo su vida
    escandalosa, sino su falta completa de cualidades, habilidades,
    conocimientos y oficio para componer música o cantar, todo
    lo cual no impide que atraiga multitudes para oírlo mugir y
    que sus discos se vendan como pan caliente, como tampoco fue
    obstáculo para que la frívola, ignorante e inculta
    Diana Spencer lo considerara un gran músico.

    ¡Y la familia Spencer impuso que
    el panteón nacional del Imperio Británico, otrora
    orgulloso, supremo y digno, fuera mancillado por la voz de este
    gran farsante del arte!

    Claro, al otro día los discos de Jones duplicaron
    su precio y el número de
    piezas vendidas.

     

    LOS BORBONES DE
    ESPAÑA

    Todo eso tuvo que aguantar la familia real para capear el
    temporal y pagar el precio pedido para olvidar sus
    escándalos y su falta de decencia y de dignidad para conducirse,
    porque todo acto humano genera responsabilidad y los Windsor
    actuales –con excepción de la reina y la reina
    madre– han demostrado ser una dinastía irresponsable,
    indecente, torpe e indigna, precisamente en contraste con una
    familia respetable, respetada y que lleva una vida honorable y
    que tiene conciencia histórica: los
    Borbones de España.

    ¡Y que conste que esto lo dice y lo sostiene un
    hombre con ideas y
    convicción republicanas!

     

    EL CASO DE LOS
    BEATLES

    Sus composiciones tienen armonía pasable aunque no
    maestra ni paradigmática, pero ¿quién lo duda? Son
    melódicas y pegajosas. ¡Ah, pero qué artificial y
    profesionalmente repetitivas en cuanto a su cursilería
    dulzona, llorona y engañosa!

    De las letras beatlerianas, ni hablar: no tienen
    ningún valor, como corresponde
    habitualmente a la producción de gente que nunca ha
    estudiado literatura ni los intríngulis de una
    lengua.

    Para explicar la beatlemanía hay que situarse
    siempre en la época en la cual se produjo y cundió como
    pandemia por todo el orbe: las guerras de la posguerra, entre
    otras la guerra fría, la carrera
    armamentista, la liquidación del colonialismo, las
    dictaduras militares y la guerra de Vietnam, injusta,
    imperialista y asesina, igual de jóvenes yanquis que del
    heroico pueblo vietnamita.

    Después de su éxito extraordinario, en los
    años sesenta y de su disolución como grupo, se ha hecho
    orquestación de la música de los Beatles ambicionando
    volverla de cámara o sinfónica, pretensión
    codiciosa, ridícula y fallida que se comprueba oyendo algo
    de ellos, por ejemplo Michelle, tocada por The Moscow Sax
    Quintet.

     

    EL CASO DE DOS MUJERES
    AMBICIOSAS DE ORIGEN NIPÓN

    La verdad, es impresionante la carrera de una mujer que
    juzgo farsante e impúdica, este adjetivo último
    aplicado igual en lo que se refiere en su actitud para el amor que para el dinero: Yoko Ono, la viuda
    de Lennon, uno de los Beatles.

    La mujer, aunque se haya dado cuenta de lo falso del
    arte pretendido de su marido difunto, apuesta todavía a la
    explotación de la ignorancia de las grandes multitudes y a
    las cataratas de dinero que fluyen sin cesar
    hacia ella, pero además parece ser que la mujer también se cree
    artista y, para empeorar más las cosas, a su pobre hijo Sean
    ya lo metió de lleno en todo ese mundo de drogas, prostitución, escándalo
    y vestimentas estrafalarias que ella y Lennon usaron sin la menor
    muestra de que se hayan dado cuenta de la falsificación de
    valores de todo tipo,
    incluyendo antes que nada los morales y los artísticos, que
    estaban cometiendo a diestra y siniestra.

    Algo similar en su esencia al escándalo de Yoko Ono
    –aunque de forma diferente– es la actitud bastarda,
    rapaz y ambiciosa de otra mujer japonesa: María Kodama, la
    viuda del gran Jorge Luis Borges, que por cierto
    preside el comité encargado de celebrar los cien años
    del natalicio de uno de los literatos más grandes que haya
    habido nunca.

    Cierto es que no pretendo –in pectore– que
    tengan ambas mujeres la mansedumbre de Cio Cio San o Madame
    Butterfly–Pinkerton y que sufran como esta tiernísima,
    noble (nobile dama), valerosa y bellísima dama las ofensas y
    las humillaciones del macho blanco y superior, pero ojalá
    mostraran algo de su nobleza, valentía y
    dignidad.

     

    ANDREA BOCELLI Y LOS
    VILLAMELONES MEXICANOS

    Hará unos dos años que el buen tenor
    –joven, barbado, ciego e italiano– Andrea Bocelli
    vino al Auditorio Municipal de la capital mexicana a repetir el
    concierto de 86 minutos que con gran éxito económico
    había ofrecido por vez primera en la Piazza dei Cavalieri,
    en la ciudad de Pisa que pertenece a esa provincia hermosa e
    histórica que es Toscana.

    El auditorio se llenó de bote en bote con los
    20,000 capitalinos que se apresuraron a comprar sus boletos y
    apiñarse en las butacas, pasillos y escaleras y, durante
    cerca de una hora escucharon con paciencia y resignación
    seis arias de Puccini (Nessun dorma, de Turandot, E lucean le
    stelle, de Tosca y O soave fanciulla, de Le Bohéme), Verdi
    (La donna e mobile, de Rigoletto y Brindisi, de La Traviata),
    Cilea (Lamento di Federico, de L'Arlesiana) y las tres archi
    conocidas y bellas canciones napolitanas Torna a Surriento, Santa
    Lucia Luntana y O sole mio, de Di Capua–Capurro,
    aplaudiendo discretamente al finalizar cada una de estas obras
    maestras del arte universal de la música y del bel
    canto.

    ¡Ah, pero cuando se escucharon los primeros
    compases de Con te partiró, y también los últimos,
    entonces el entusiasmo villamelón, vulgar y ramplón de
    la concurrencia estalló en aplausos, vivas y brravooos con
    pasión, entusiasmo y admiración!

    ¡Acudieron a oír solamente una pieza de
    música popular –por cierto bonita– y para
    alcanzar su meta se esperaron –incansables– unos
    sesenta minutos, tolerantes, sufridos y perseverantes!

    ¿Se puede hacer algo todavía para redimir a
    las masas incultas, ignorantes e insensibles?

    El desánimo me invade y me acongoja, al tiempo que
    me confirma mi dicho ducho, el arte es sólo para
    minorías selectas y privilegiadas.

    *Publicado originalmente en www.conservatorianos.com.mx

     

    Hugo Fernández de Castro **

    ** Profesor titular B de carrera,
    tiempo completo, de la UNAM, Plantel 2 de la Escuela Nacional
    Preparatoria y Facultad de Medicina. Articulista de Uno
    más uno y Excélsior.

     

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