Llamamos modernidad, en cada momento
histórico,
Al esfuerzo de obligar a pensar en esta
aspiración.
Ello significa que cada
generación tiene su propia modernidad.
En cada generación hay
ideologías que, en nombre de intereses
creados,
Trabajan para crear un oscurantismo en
torno a la
aspiración de una sociedad
cultural unida, que
Seria una gran fuerza para
una sociedad creadora y emancipada, y de la cual no podemos ni
llegar a concebir cuanto humanismo
generaría.
MATTA, 1973
El término modernidad, en el sentido de lo
moderno aparece con Balzac en 1823, pero el adjetivo moderno
proviene del latín de finales del siglo V "modernus"
entendido éste como lo actual, lo presente.
Para finales del siglo X ya se empleaban términos
como modernistas y moderni, que significaban "tiempos modernos" y
"hombres de hoy" respectivamente. Durante el siglo XII surgieron
diferencias entre los discípulos de la poesía
antigua y los llamados "moderni" (hombres de hoy).
Estos últimos eran considerados superiores pues
sus creaciones estaban fundamentadas en la práctica de la
dialéctica, es decir, eran más
racionales.
Más allá del estilo, se originaron
reflexiones filosóficas en torno a la superioridad de los
modernos sobre los antiguos. Se pretendía demostrar que
los modernos no necesariamente eran superiores ya que
habían heredado los conocimientos de sus antepasados, los
cuales unidos a los propios les permitían ver más
allá, tener una visión más amplia del
mundo.
Estas reflexiones surgen a partir de la frase de
Bernardo de Chartres citada en el Methologican de Salisburg en
1159, en ella comparaba a los hombres modernos con enanitos
encaramados sobre los hombros de gigantes. Su interpretación era que no se estaba
más adelantado por poseer una natural habilidad, sino que
el avance surge gracias a las riquezas heredadas de nuestros
antepasados. Esta reflexión se mantendrá y
será desarrollada en los siglos posteriores.
Por otra parte, el término moderno, en el momento
de su aparición, no implicaba el tiempo: era la
separación entre la antigüedad greco-romana y la era
medieval.
A principios del
Renacimiento se
establece una primera división de la historia en tres
épocas: la Antigüedad, la Edad Media y
la Modernidad. Esta última se constituye en un
período muy significativo ya que la modernidad
representaría el avance, el progreso, el paso hacia un
gran porvenir:
Más interesante que la periodización,
son los juicios de valor
transmitidos por cada una de estas tres eras expresadas por medio
de la metáfora de la luz y de la
oscuridad, el día y la noche, la conciencia y el
sueño. La antigüedad clásica se asoció
con la luz resplandeciente, la Edad Media se hizo nocturna y
absorta <Edad Oscura>, mientras que la modernidad se
consideró como un tiempo de surgimiento de la oscuridad,
tiempo de despertar y <renacer> anunciando un futuro
luminoso. (Calinescu:199; p.31)
En el siglo XVIII reaparece la oposición entre lo
antiguo y lo moderno, ayer y hoy, entre lo clásico y lo
romántico, representando la estética romántica una
estética de lo nuevo que se opone a un clasicismo que
aspira trascender en el tiempo.
En este momento la modernidad, bajo la forma del
romanticismo,
establece su valor histórico al promulgarse contra los
cánones establecidos por el clasicismo; en consecuencia la
idea de la belleza universal y atemporal sufre un proceso de
continuas transformaciones.
En Francia,
Stendhal (seudónimo de Henry Beyle) plantea en Racine y
Shakespeare
(1823), que el Romanticismo es: "El arte de presentar
a los pueblos obras literarias que en el estado
actual de sus hábitos y creencias, son capaces de producir
el mayor placer posible" (Compagnon: 1993; p.20). Con esta
definición queda claramente determinada la relación
entre el arte y la actualidad, lejos de todo interés
por el antiguo ideal de belleza, con lo cual se establece un
compromiso con un nuevo programa
estético.
Para el siglo XIX, Baudelaire plantea una modernidad que
reacciona contra la modernización social y la revolución
industrial, entre otras cosas. Según Calinescu,
Baudelaire "enfrentó la modernidad estética, no
sólo a la tradición, sino también a la
modernidad práctica de la civilización burguesa",
al señalar que "la modernidad es lo transitorio, lo
fugitivo, lo contingente, la mitad del arte cuya otra mitad es lo
eterno e inmutable…" (Calinescu: 1991; p.16)
Para Baudelaire la modernidad rompe toda relación
con su pasado, devorándose a sí misma al renovarse
constantemente negando la novedad del ayer; el poeta y ensayista
ve en este proceso de renovación tras renovación la
posibilidad de que la modernidad conduzca inevitablemente a la
decadencia. La modernidad representa entonces una negación
cada vez más fuerte de la tradición, al centrar su
búsqueda en lo desconocido, en lo que aún no ha
sido explorado.
A finales del siglo XIX, la modernidad dio paso al
surgimiento de las vanguardias a la vez que se enfrenta a
sí misma considerándose decadente. Según
Antoine Compagnon la vanguardia
tiende a confundirse generalmente con la modernidad, pero
mientras la modernidad se caracteriza por su pasión por el
momento actual, en la vanguardia se evidencia una conciencia
histórica del futuro y el propósito de adelantarse
a su tiempo.
En los últimos años se han incrementado
los estudios sobre la modernidad, tanto por filósofos, poetas y teóricos de la
literatura, como
por investigadores y antropólogos.
Entre los autores que se han interesado desde distintas
posiciones en el estudio de la modernidad destacan Hans Robert
Jauss, Octavio Paz,
Jürgen Habermas y más recientemente sobre la
modernidad latinoamericana Néstor García
Canclini.
Hans Robert Jauss realiza en Tradición literaria
y conciencia de la modernidad (1976) un estudio histórico
y pionero sobre la modernidad. Señala que desde la
antigüedad clásica hasta el siglo XIX,
invariablemente lo moderno al cabo de un tiempo se
convertirá en lo antiguo, ocupando lo nuevo el lugar de
los modernos, de este modo se establece la oposición
antiguo/moderno como lo variable, lo substituible.
Para Jauss ya durante el siglo XVIII se dio una mirada
crítica
sobre el pasado, al introducirse por primera vez la idea del
futuro dentro de lo moderno. Es sólo en el siglo XIX, con
el ensayo de
Baudelaire "El pintor y la vida moderna" (1859), cuando la
modernidad nace como un concepto
autónomo, sustentándose sobre sí misma,
equivalente a lo transitivo, lo fugitivo y lo
contingente.
Octavio Paz en Los Hijos del Limo (1974) ve lo moderno
como tradición hecha de interpretaciones en la que cada
ruptura supone un comienzo. Lo que caracteriza a la modernidad no
es lo nuevo, sino su heterogeneidad, su pluralidad ya que la
modernidad es siempre distinta.
Lo nuevo no necesariamente es moderno, a menos que se
presente como una negación de la tradición y
proponga otra distinta.
Paz ubica el inicio de la edad moderna
en el siglo XVIII. Desde su nacimiento se da una pasión
crítica, y es así una doble negación como
crítica y como pasión tanto de la geometría clásica como de los
laberintos barrocos. Considera que la modernidad no es
continuidad del pasado ni consecuencia del mismo, siempre es
distinta, fundando su propia tradición en el momento en
que surge. Más que la exaltación de lo novedoso y
de lo sorprendente, busca ser la ruptura con ese pasado al que
critica. Sin embargo, piensa que lo viejo también puede
acceder a la modernidad siempre que constituya una
negación de la tradición proponiendo
otra.
Constantemente en la estética
contemporánea son encontradas irrupciones del arte de
civilizaciones antiguas, significando en el momento de su
aparición en nuestro horizonte estético una
transformación, un cambio.
Así, con la modernidad desaparecen las oposiciones entre
lo antiguo y lo contemporáneo, al insertarse sin
dificultad los productos del
arte arcaico dentro del arte actual.
La encargada de borrar estas oposiciones es la
crítica. Una crítica apasionada, enamorada del
objeto que niega, en constante conflicto
consigo misma: a la vez de negar todos los principios,
fundamentando el cambio, crea su principio. Esta crítica
origina así, un presente con características
propias, distinto a todos los anteriores.
Según Octavio Paz, Baudelaire no da una
definición de una nueva estética; su aporte esta en
establecer la relación entre la modernidad y el tiempo. El
ensayista mexicano sostiene que, debido a la modernidad, la
belleza será lo que hace únicas, diferentes a las
obras de hoy a las de ayer.
Señala también que cada movimiento
moderno es el antecedente y a partir de sus negaciones el arte
trascenderá; se anuncia así el fin de la modernidad
a finales de 1960, pues es el momento en que la modernidad pierde
su poder de
negación.
Al contrario de Paz, que ve concluida la modernidad
estética, para Jürgen Habermas la modernidad se
presenta como un proyecto
inconcluso. Siente obstaculizada su continuidad por el
antimodernismo de la juventud
conservadora favorable a la "subjetividad" que no se encuentra
sujeta ni al trabajo ni a
la utilidad, y por
tanto lejana del mundo moderno. Contribuyen a esa
paralización los viejos conservadores que se niegan a ser
influenciados por la modernidad cultural y los neoconservadores
que manejen en esferas aisladas el desarrollo de
la ciencia, de
la moral y el
arte.
Habermas considera que la división entre las
artes, el conocimiento
científico y la moral, es la
causa de que el proyecto de la modernidad fracase, ya que el
ejercicio del arte sólo puede darse si se logra una
interacción entre lo cognitivo, la practica
de la moral y los elementos estéticos.
En Latinoamérica se han desarrollado otras
teorías
en torno a la modernidad, además de la de Octavio Paz,
siendo una de las más actuales la expuesta por
Néstor García Canclini para éste
sociólogo de la cultura, la modernidad es asumida por los
latinoamericanos como innovación, alteración de modelos o
sustitución de estos por otros, pero manteniendo siempre
referentes de legitimidad.
En su libro Culturas
Híbridas (1990) se ocupa tanto del concepto de
modernización como el de modernidad. En cuanto al primero,
lo identifica con un proceso originado a raíz de la
independencia
y que abarca el siglo XIX, impulsado por una oligarquía
progresista interesada en la alfabetización, entre otras
ideas provenientes de Europa.
Este proceso continúa en las primeras
décadas del siglo XX gracias al capitalismo,
los aportes migratorios, la expansión educativa y los medios de
comunicación (radio y prensa); y llega
a los años 40 con la industrialización, el
crecimiento urbano y una educación media
superior más accesible.
Sin embargo, este proceso de modernización
latinoamericano no podría igualarse al europeo, debido a
varios factores: el índice de analfabetismo
continuaba siendo muy elevado, el acceso a la educación
aún era insuficiente y la estratificación social
hacía que la participación en el movimiento
cultural fuese exclusividad de las clases dominantes. Canclini
considera que a pesar de todos estos factores en contra,
sí hubo modernización aunque ésta se diera
en forma contradictoria.
En cuanto a la modernidad, establece que la constituyen
cuatro movimientos básicos: 1.- un proyecto emancipador,
que implica la secularización de los campos culturales, la
producción autoexpresiva y autorregulada de
las prácticas simbólicas, y su desenvolvimiento en
mercados
autónomos; 2.- un proyecto expansivo, que representa a la
modernidad en búsqueda de expandir el
conocimiento y la posesión de la naturaleza, la
producción, la circulación y el consumo de los
bienes; 3.- un
proyecto renovador, que comprende la búsqueda incansable
de un mejoramiento e innovación, propios de una
relación con la naturaleza y una sociedad cuya
visión del mundo no se encuentre condicionada por la
religión,
unido esto a un replanteamiento de los signos de
distinción que el consumismo ha agotado; y por
último, 4.- un proyecto democratizador, denominando
así a la modernidad que aspira lograr un desarrollo
racional y moral a partir de la educación y la
difusión del arte y los saberes especializados.
Todos estos movimientos se han dado en
Latinoamérica de un modo desigual y confuso, al producirse
el proceso emancipador por las renovaciones políticas
surgidas desde el siglo XIX y por la
organización de una sociedad en la que las tradiciones
siguen teniendo vigencia.
Hubo también renovación al aumentar las
posibilidades de educación
superior, con el crecimiento del trabajo artístico y
artesanal, y con la participación en los avances
tecnológicos y sociales. Estos aportaron unos
beneficios que no pudieron ser aprovechados del mismo modo dentro
de los distintos países y sectores, ya que las
innovaciones en cuanto a la producción y consumo no fueron
igualmente asimiladas.
En cuanto a la democratización, ésta se
dio interrumpidamente al ser producto en
sus inicios de la participación política, de un mayor
acceso a la educación, a la divulgación del
conocimiento
científico y del arte.
A fines del siglo XX, es consecuencia principalmente de
los medios
electrónicos de comunicación y de agrupaciones cuyas
ideologías van en contra de las tradiciones.
Por último, hubo una expansión
económica que a finales de siglo se ha visto estancada
debido a una disminución de la producción, que ha
acarreado una baja en las exportaciones e
importaciones.
Esta nueva situación dificulta estar al día con los
avances tecnológicos y obstaculiza así la
modernidad económica y cultural.
MODERNIDAD,
POSMODERNIDAD
Y CULTURA EN VENEZUELA
Al hacer un repaso por la historia de
Venezuela en diferentes periodos podemos decir que, el
positivismo
fue una puerta hacia el modernismo
cultural, cuya tendencia fue la de formar una ideología al servicio del
liberalismo
político y anticlericalismo, es decir, contra la
filosofía católica, contra la enseñanza limitada o estrecha de las
universidades, contra la política entendida y
practicada como oficio lucrativo.
Las características del positivismo venezolano
difieren del positivismo en el resto de Latinoamérica, ya
que aquí, se centra en la explicación
histórica-sociológica de la realidad del
país. Se interesa por el problema de las razas y da
preferencia a los estudios etnográficos y
antropológicos.
Desde un primer momento el "criollo" se distingue del
indígena y del español.
Naciendo con nueva conciencia, y sensibilidad, la mezcla de
invasores e invadidos, siendo el mestizaje nuestra identidad
biológica y cultural, así que se hace cada vez
más importante el estudio de este factor.
Pero, contradictoriamente desde que los positivistas del
siglo XIX proclamaron la rémora indígena para vivir
en sociedad por carecer de inteligencia,
todas las mentalidades imperialistas posteriores han tenido
interés en aumentar nuestras taras para imponernos un
destino, así, culpan a nuestra ascendencia
indígena, negroide o hispana las limitaciones y
deficiencias, perpetuando de esta manera nuestra
dependencia.
En el mandato de Guzmán Blanco (1870-1888) hubo
gran auge de las realizaciones científicas y
filosóficas, pero, lo que más resalta de esta
época es la obra "civilizadora" de Guzmán Blanco:
el decreto sobre la instrucción gratuita. La
creación del ferrocarril.
A partir de López Contreras, el proceso
modernizador en Venezuela se
ha venido realizando quemando etapas. El efecto petrolero se
superpuso a las enormes contradicciones e inercias latentes.
"Domesticar la barbarie era la consigna". Las torres de
prospección, los oleoductos y el estilo de vida
del inversor norteamericano penetraron enseguida las zonas
lacustres o sabanas y golpearon los hábitos y costumbres
del campo y las ciudades.
La influencia del petróleo invade las sabanas de Monagas, la
Costa Oriental del Lago de Maracaibo y llega hasta los Llanos y
los Andes. Caracas y Maracaibo registran el primer impacto. Se
modernizan las estructuras
administrativas, se abre el compás de los derechos civiles y sociales.
Venezuela se asoma a las corrientes culturales más
avanzadas.
Aparecen grupos en torno a
revistas (Gaceta de América, Elite, Válvula, El
Ingenioso Hidalgo) que debaten y señalan la dirección de un cambio.
Contradictoriamente, mientras mejora la calidad de
vida, se organizan partidos
políticos, sindicatos,
los primeros rudimentos de la estructura
industrial, se actualiza la legislación
laboral (1936), la educación crece cuantitativamente y
la universidad asume
funciones
protagónicas sobre todo a nivel político. No se
resuelven, sin embargo, problemas
fundamentales: la prepotente ingerencia de las empresas
petroleras sobre nuestra economía y la
propiedad
latifundista de la agricultura y
ganadería.
El campo sigue siendo deprimido. Los altos salarios del
empleado petrolero provocan abandonos en la actividad
agro.
López Contreras (1883-1973) gobernó
(1935-1941) Desde una perspectiva propiamente cultural, el
gobierno de
López Contreras demostró un gran interés por
la educación y la modernidad, al terminar su mandato en
1941, se habían creado en Venezuela más escuelas
que en toda la historia de la República, incorporó
al Ministerio de Educación a los intelectuales
Rómulo Gallegos y Arturo Uslar
Pietri. Creó la Revista
nacional de Cultura (1938) y en su gobierno de fundó el
Instituto Pedagógico Nacional (1936). En cuanto a las
Bellas Artes,
se construyó el Museo de Bellas Artes (1938) y el de
Ciencias
Naturales (1940).
Medina Angarita (1897-1953) prosigue la cultura
progresista de su predecesor. Se amplían los espacios de
libertad,
tolerancia y
progreso social. Nacen los primeros Partidos Políticos,
los primeros Sindicatos. Uslar Pietri ofrece un proyecto
educativo-cultural pagado por la "siembra del petróleo".
Luis Beltrán Prieto Figueroa, ofrece al país un
pensamiento
educativo avanzado. Revitaliza la Escuela, la
enseñanza Primaria, la Alfabetización.
El nivel cultural dominante es el de la élite
erudita, tradicional pero a su sombra y a la de la Universidad,
aparece otra cultura más moderna, bien informada, la de la
clase media
profesional emergente. Las corrientes literarias y
filosóficas de la posguerra europea se discuten en Caracas
gracias a José Ramón
Medina, Pedro Díaz Seijas y Ernesto Mayz Ballenilla. La
revista Contrapunto (1946-1949) se constituye en vehículo
de sus discusiones.
Marcos Pérez Jiménez (1948-1958)
Fue una década de cultura tecnócrata y de
exaltación patriótica, las obras más
llamativas de Caracas y de toda Venezuela fueron construidas bajo
su gobierno, los desarrollos agrícolas para el arroz en
Calabozo (represa) y el de la Colonia Turén (Edo.
Portuguesa). Su gobierno buscaba la eficacia, el
impacto de las obras públicas como el Paseo los Ilustres,
la autopista Caracas-la Guaira-Valencia, los bloques del
Silencio, La Ciudad universitaria (hoy Patrimonio de
la Humanidad), entre otras muchas son una muestra de la
Venezuela moderna.
La cultura como tal, es algo sumamente profundo y
confuso, nunca puede ser marginal, o resultado del ocio o la
bohemia, la cultura pertenece al pueblo, al soberano, o como
queramos llamarle, la principal relación de la cultura es
el desarrollo, el crecimiento y maduración, es decir, la
organización y el funcionamiento de las
relaciones ciudadanas. "Tiene que ver con la creación de
vida y libertad, con el progreso social. Cultura es saber
defenderse del Mal de Chagas o salir de la crisis
económica que nos invade, elevar la producción
agrícola-ganadera o cualificar las
universidades.
La cultura es ese espíritu vital que eleva el
nivel de las naciones y se traduce en dignidad
moral." (VILDA CARMELO: 1993, p.5)
Sin embargo, al analizar todos estos períodos y
como ha sido interpretada la cultura y la modernidad en cada uno
de ellos, podemos concluir que en la actualidad, pleno siglo XXI
y en una época llamada pos- moderna, nosotros venezolanos,
seguimos teniendo los mismos problemas, complejos y deficiencias
que teníamos en la época pos colonial, cuando la
gran disculpa era la depresión
en la que se encontraba el país después de una
posguerra.
En la actualidad, cuando se intenta crear una conciencia
cultural nacional y tratar de que nos arraiguemos a ella, se nos
cuestiona y juzga. Nuestro mayor problema sigue siendo la falta
de memoria, la falta
de conciencia e interés para volver la vista atrás
y analizar e interpretar nuestro pasado para aprender de nuestros
errores y asumirlos sobreponiéndonos a ellos, nos seguimos
dejando influenciar por una cultura importada, desvalorizando y
subestimando nuestro propio principio, queriendo ocultar la
realidad por el simple hecho de que al aceptarla no
sabríamos como asumirla.
Si bien es cierto que los venezolanos somos una raza
fuerte y luchadora, también lo es que la gran
mayoría vivimos desmemoriados como si la patria aún
estuviera comenzando. Debemos dirigir la búsqueda y
comprensión de Venezuela desde dentro, desde cada uno de
nosotros mismos, desde esa interioridad que será quien
proporcione el seguimiento de nuestro proceso cultural como
pueblo, como historia, como nación,
y esto solo lo haremos posible una vez que comprendamos nuestro
difícil, pero magnifico origen: el mestizaje.
A principios del siglo XXI, se cuenta con inmensas
fuerzas productivas. Los avances simultáneos en la
informática, robótica, telecomunicaciones y otra áreas han
determinado la ruptura cualitativas en las posibilidades de
producción, ampliándose el continuo crecimiento
hacia el futuro.
No en tanto, nos encontramos frente a una gran paradoja:
ante tanta modernidad o avance científico
tecnológico, millones de personas carecen de lo
indispensable y viven en extrema pobreza, otra
cuantas sin servicios de
agua potable o
cableado eléctrico.
Alcanzar la meta del
desarrollo
económico y social es cada vez más viable, en
términos de tecnología y
potencial productivo pero, contradictoriamente el objetivo se
halla cada vez más lejos de un gran número de la
población en diversas áreas del
mundo y en especial de América
Latina.
En Venezuela, este proceso no ha sido ignorado. Vivimos
en un país rico, con cierto nivel de avances
tecnológicos y científicos, pero esto lejos de
acercarnos a un propósito nos envuelve en una gran
incertidumbre, ya que tenemos dos corrientes que lejos de ir
hacia una misma meta van por caminos paralelos: "lo que queremos
y lo que tenemos" o "el ideal de país y la realidad de
país".
Sea a nivel político, económico, social;
ningún estrato de la sociedad se ha percatado (aunque no
niego que lo hayan intentado) de la verdadera situación
del venezolano. El hecho de que gran parte de nuestra sociedad
tiene una percepción
limitada de la realidad y que en este caso forman parte de la
clase pudiente o de poder social, económico y cultural,
lejos de ayudar a enfrentar los cambios ha entorpecido el
proceso.
La cultura ha pasado a ser lo último en
explorarse y explotarse sin darnos cuenta que se ella se puede
fomentar el desarrollo económico del país y a la
vez contribuir de una u otra forma con el desarrollo social
y moral de los ciudadanos; claro está manejando el
concepto de cultura como un "todo" , ya que ésta cruza
todas las dimensiones del capital social
de una sociedad y ella en si misma formaría parte de una
cohesión social; ya que en ella las personas pueden
identificarse, hallar una identidad, crecer en conjunto y
desarrollar una autoestima
colectiva como pueblo y nación.
Debemos dejar de ser NO funcionales y comenzar hacer a
crear nuestra propia modernidad, ¿cómo?
Trazándonos objetivos y
alcanzándolos, preparándonos más y mejor
como seres humanos íntegros de pensamiento y acción,
retomando patrones de conducta perdidos
por el aumento de la vida acelerada que se lleva en ciudades
"modernas o modernizadas". Necesitamos más dominio sobre la
naturaleza y más orden social.
"Sólo comenzamos propiamente a ser hombres
después de haber sido ciudadanos", siglos después
de que Rousseau
escribió esta frase en su Contrato Social,
aún no lo hemos conseguido, muchos no hemos alcanzado el
rango de ciudadanos porque ni siquiera nos comportamos como
hombres.
BAUDELAIRE, Charles. El Pintor y la vida
moderna. Bogotá, El Ancora Editores 1995
CALINESCU,Matei. Cinco Caras de la Modernidad.
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Editorial Tecnos 1991
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sentidos. Editorial Kairos, Barcelona, España
1998.
CENTRO GUMILLA. Modernidad, Posmodernidad y
Cultura No 579 Noviembre de 1995
Autor:
Nireibi Herrera Romero
Venezolana, Lic en Artes por la Universidad Central de
Venezuela, especialista en conservación y
restauración de Bienes Muebles (CECOR), Magíster en
Museología (UVA).