Sociología de las telecomunicaciones Teorías y líneas de investigación
- Los
técnicos, protagonistas - Las
grandes teorías sociológicas - Olvido
prolongado del teléfono - Los
temas concretos de la literatura
sociológica - Referencias
bibliográficas
Más allá de las dificultades conceptuales, la
sociología de las
telecomunicaciones es aún una rama en desarrollo. Destacan
teorías y líneas de investigación que marcan el
camino.
El presente artículo arranca de una notable y bien
conocida dificultad conceptual, pues es cada vez más
difícil deslindar el campo de las telecomunicaciones,
stricto sensu, de otros campos hermanos que han entrado a
formar parte de las tecnologías actuales para la información y comunicación (TAIC). Pues,
efectivamente, y a fuerza de ser ideas
hiperconocidas para el público al que este artículo va
dirigido, conviene recordar, como constatación
sociológica, los avatares conceptuales de las
telecomunicaciones, la informática, las comunicaciones y la
información.
En la época de los setenta se hablaba de
convergencia entre telecomunicaciones e informática,
resultando la contracción telescópica de
telemática(el inventor del termino fue Arroyo en
1977, y posteriormente fue profusamente utilizado a partir del
informe NoraMing). El primer
lustro de los ochenta amplió el binomio
telecomunicaciones-informática al de la
información-tecnologías de o, más correctamente,
para la Información (TI) (Lorente), dando así un
carácter vicario e
instrumental al hardware tecnológico frente al hecho
más sustantivamente humano de la información -logos,
inteligibilidad misma, además de conocimiento o
«tecnoconocimiento»- (Giner, 1985, Lorente,
1985).
El segundo lustro de los ochenta ha visto cómo
nuevas formas electrónicas de difundir información -los
clásicos medios de comunicación
social- entraban a formar parte de la telemática,
acuñándose así la terminología de
Tecnologías de la Información y Comunicación
(TIC) o, como gusta de llamarse
en Fundesco, Hipersector de la Información, dándole
así un marcado carácter económico al
omnicomprehensivo hecho tecnológico de captar, transportar,
difundir, almacenar y procesar información por medios electrónicos y
fotónicos. La adición del sector de los medios de
comunicación social, coherente en sí misma, ha
aportado sin embargo una confusión semántica, pues
comunicación se aplica ahora a ellos (sonido, imagen), mientras que
telecomunicación parece aplicarse al transporte bidireccional de
información en el diálogo persona-persona (voz) o
máquina-máquina (datos, texto). Esta confusión
semántica viene a añadirse a otra, aún no
resuelta, relativa a la palabra misma
«información», que es reclamada desde varios
sectores con usos claramente distintos: ciencias de la
información (periodismo), ingeniería de la
telecomunicación (Shannon y Weaber en 1949),
informática (similar, pero no idéntico al anterior),
filosofía («logos») e incluso ciencia política (concepto aquí más
afín con el de las ciencias de la
información).
Más recientemente (Lorente, 1985; Sáez Vacas,
1990; Yurick, 1988) se amplía el ámbito espacial por
donde fluye la información a más allá del contorno
de los satélites geoestacionarios,
incluyendo en las actuales tecnologías para la
información y la comunicación la
radioastronomía y los ingenios espaciales de búsqueda
de información, produciendo así un diálogo total
–panlalía, en la terminología del primero de los
dos autores- de todo con todo y de todos con todos sin casi
barreras espaciales, merced a los ingenios electrónicos y
fotónicos, único soporte físico que soporta y
provoca tal intercomunicación. Yurick aporta la siguiente
interesante definición: «Equipos/sistemas (devices) que proveen
nexos de comunicación, información y entretenimiento
intra/internacional y extraterrestre» (19, 1988). Por el
contrario, Morin (1987) habla de «amenaza de
homogeneidad» para las culturas humanas, y Lyons (1988), del
mito o utopía de la
«aldea global» macluhaniana.
Así pues, y ya en los noventa, resulta a todas
luces arduo diseccionar, tanto desde el punto de vista
tecnológico como desde la actividad de mercado, las redes de los operadores con objeto de
analizar si por ellas fluyen moduladamente electrones y fotones
portando mensajes informáticos, informacionales,
comunicacionales o simplemente telecomunicacionales de personas,
máquinas o cosas.
Evidentemente, si esto no es del todo posible, tampoco lo
será abordar la sociología de las telecomunicaciones
con limpieza de linderos conceptuales. Es evidente que los
lectores lo saben y ellos mismos afrontan esta dificultad de
conceptualización.
A pesar de ello, es posible abordarlo, y lo que sigue
intentará presentar el estado del arte de esta novel disciplina aplicada a un
más novel fenómeno humano, cual es las
telecomunicaciones. Se descarta, en el presente artículo, el
enfoque sociográfico, esto es, el de la recopilación de
datos, primarios y secundarios, así como otros indicadores, relacionados con
el mundo de las telecomunicaciones, para ceñirse
exclusivamente al enfoque sociológico conceptual. A caballo
entre la sociografía y la sociología existen, hasta
donde llega nuestro conocimiento, tres fuentes de información,
de los cuales sólo una está publicada. Dos corresponden
a Lorente («Actitudes y opiniones ante las
nuevas tecnologías»,
que, junto con Navarro, J., se presentó a la Presidencia del
Gobierno a petición de
ésta, y fue realizado por EDIS; y
«Electrotecnologías y Electrogente», ensayo que fue presentado al I
Premio Fundesco de Ensayo (1985), y que obtuvo mención
especial), y la tercera, un informe pedido por Fundesco a
IOPE/ETMAR, y que se publicó en 1984.
Las redes telefónicas son, ante todo, redes
sociales, como bellamente las califican Wellman y Wortley (1989).
Sáez Vacas, desde hace ya años, utiliza el paradigma de la complejidad
para distinguir tres planos: el de los equipos tecnológicos
disjuntos, el de los sistemas de equipo y el de los sistemas
sociotécnicos o tecno-sociales.
Puesto que de intersección de conjuntos se trata
-sociología, por un lado, y telecomunicaciones, por otro-,
la primera observación que merece la
pena hacer es que la sociología de las telecomunicaciones se
hace más por técnicos, desde el lado técnico, que
por sociólogos, desde la bibliografía e investigación
sociológicas. Y esto es así aquí, en España, y fuera de ella.
Notables excepciones existen, como Daniel Bell (cuyo apellido,
obviamente, es harto proclive al análisis de los
fenómenos telecomunicacionales) y, en España, Manuel
Castells y Salvador Giner. La demostración empírica
más evidente es que, realizada una búsqueda para este
artículo de los descriptores sociología y
telecomunicaciones en dos bases de datos automáticas,
aparecen 135 referencias en la tecnológica (Inspec) y
sólo 25 en la sociológica (Sociological
Abstracts).
En España, y para no ser excepción, existen
ingenieros con notable preocupación por el análisis
sociológico de las tecnologías de la información
(Sáez Vacas y Arroyo, sobre todo: ver bibliografía), y
la propia Escuela Técnica Superior de
Ingenieros de Telecomunicación de Madrid tiene en su plan de estudios, contra viento y
marea, una asignatura de sociología (enseñada por el
primer autor de este artículo), mientras que la Facultad de
CC. Políticas y Sociología
no trata específicamente lo relacionado con lo que es el
gran fenómeno sociológico del último tercio del
siglo XX, esto es, las tecnologías de la información y
la comunicación. ,
Creemos no pecar de exagerados si afirmamos que el
fenómeno de las telecomunicaciones, en particular, y de las
tecnologías para la información y comunicación, en
general, no constituyen objetos fundamentales de análisis,
como fenómenos sociales, para la sociología
española. Pensamos que esto es grave.
El análisis sociológico de las
telecomunicaciones, tal y como aparece en la bibliografía al
alcance, muestra un interés especial por la
relación de los nuevos servicios, especialmente los
denominados avanzados (SAT) -transmisión de datos, telefonía móvil,
videotex, etc.-, así como por las nuevas e ingentes
posibilidades de transporte –banda ancha, red digital, fibra óptica,
conmutación electrónica, satélites,
etc.- relacionadas con el mercado. De una política (policy)
de telecomunicaciones se está pasando a una política de
servicios, de una de oferta a otra demanda, y sólo así
los productos/servicios se
tornarán convivenciales y friendly (Monville, Poullet,
1987). Asimismo, se está asistiendo a un cambio cuyo origen está
en las tecnologías de laboratorio a una que empieza
a tener en cuenta los factores humanos (Bell, 1988).
Ello constituye una constatación de primera
índole, sobre la que cabe reflexionar algo más.
Efectivamente, la primera preocupación de la industria de las
telecomunicaciones parece ser, como es de esperar, la venta del uso de sus redes a los
distintos sectores, primario, secundario y, sobre todo,
terciario, en donde el volumen de negocio es más
sólido y prometedor (concretamente el financiero). El
usuario no institucional -el individuo– es un target
cuasi-marginal, a excepción del hogar de alto standing (ver,
para todo ello, Castilla, 1989; Martínez Pardo, 1986, Las
telecomunicaciones y el futuro de Europa, editado por la
Comisión de las Comunidades Europeas; Green, 1987, CEPT y
otros).
Pero la Comunidad europea, desde los
esfuerzos del STAR -y del ORA, si llega a cuajar-, está
demostrando que los SAT pueden, con notable efectividad, ser de
utilidad para los entornos
menos favorecidos, incluídos los rurales, por lo que se
convierten en factor de desarrollo, y -lo que es más
importante- en factores de equilibrio social. (Fundesco
ha realizado varios análisis en esta línea. Ver,
asimismo, Hudson, 1988.) Por el contrario, existe toda una
línea, muy poderosa y en ocasiones de carácter
neo-marxista, que inculpa a las telecomunicaciones por ser
elemento de desigualdad social
(Morán, por ejemplo, Molini, Perea, 1989), y que se ve
patente en el análisis crítico que Fundesco
realizó sobre el Libro Verde (por favorecer a
los sectores industriales más potentes frente a los más
débiles). Otros autores hablan de la «contaminación de las
libertades» (Pérez Luño, 1988), «control oligopólico»
(González Janzen, 1988), «control social»
(Martín Serrano, 1985), o el reto por superar la
«distancia vertical», pues la horizontal está
prácticamente superada (Arroyo, 1986).
Si por sociología de las telecomunicaciones se
entiende la descripción de los grandes
impactos que se han dado en el tejido social, parece necesario de
todo punto mencionar el proceso de desregulación
que, como terremoto, sacudió primero al Bell System, y cuya
onda expansiva se está dejando notar en el Reino Unido,
Japón, y con toda
probabilidad, en la mayor
parte de los países europeos. Tradicionalmente, el mercado
de telecomunicaciones era un mercado de servicios públicos
dominado por proveedores nacionales. La
competencia que se deriva de la
desregulación no sólo afecta a los individuos -mayor y
más amplia gama de opciones entre las que elegir, incluidas
redes-, sino a los propios operadores, que tienen que enfrentarse
a la llegada masiva y poderosa de proveedores exteriores
(López Garrido, 1989).
Pero, al margen de este apasionante análisis de la
desregulación como fenómeno sobre todo social (Russo,
1988) -evidentemente, de origen político y con consecuencias
eminentemente tecnológicas y económicas-, conviene
constatar la casi total ausencia de un discurso crítico, desde
la sociología, acerca de la primera derivada social de la
desregulación, cual es el servicio público. Pues es
evidente que existe relación entre lo uno y lo otro:
¿es el servicio público compatible, in toto, con la
total autonomía industrial de los operadores?
¿Está en el ánimo de los operadores desregulados
ofertar un servicio universal o sólo ahí donde radique
el negocio? ¿Debe el Estado intervenir en ayuda de
los sectores, individuos y regiones con menores recursos? ¿Es la competencia
el solo motor del progreso o debe
ésta ser arropada también por otros criterios tales
como la solidaridad, la justicia y, en definitiva, la
constelación de valores que, desde la Revolución francesa, han
presidido en los últimos 200 años el progreso de la
sociedad
occidental?
Si bien nadie niega ya la inexorabilidad e incluso la
conveniencia de la desregulación (total o, como en
España, parcial), no parece que emerja un discurso
coherente, incluido el sociológico, sobre la oportunidad de
compatibilizar dicha desregulación con el servicio
público. La pregunta que surge es obvia: ¿existen en el
sistema social prevalente, como
pautas de pensamiento, valores
conducentes a comportamientos de solidaridad? Sin estudios
empíricos que lo avalen, la hipótesis de trabajo bien puede afirmar que
no.
Durante el tibio debate previo a la
elaboración de la LOT, algunas tímidas voces surgieron
planteándose todas estas preguntas, sobre todo desde las dos
centrales mayoritarias. Hoy, una vez aprobada esta ley, las voces se han acallado, y
la paz de los muertos ha dado paso al gran valor prevalente y arrollador
de la actual cultura española: el
lucro y la rentabilidad
económica.
LAS GRANDES TEORÍAS
SOCIOLÓGICAS
Existe una larga y conocida tradición de historia sociológica de la tecnología que intenta explicar el
desarrollo de la humanidad precisamente en base a la evolución del hecho
tecnológico (Kranzberg, Drucker, White, Mumford, Janne
-estos dos últimos hablando de las «eras
tecnológicas»-, Heilbroner, Pursell, Giedion), así
como de una filosofía explicativa de dicho fenómeno
(Heidegger, Ellul, Winner, Mircham, Durbin, Borgmann, Levinson,
Ortega y Gasset -su inolvidable Meditación de la
técnica-, Quintanilla…). Incluso Julián
Marías ha hecho alguna incursión en ello, con escaso
acierto debido al pobre conocimiento que revela tener del hecho
tecnológico (Cara y cruz de la electrónica,
1985).
De notable atractivo es el discurso de J. L.
Abellán (1985) en el que, después de descartar la
dicotomía, por estéril, de ciencias/letras, humanismo/tecnología,
aboga por una nueva concepción social o antropológica
de la cultura de cariz integrador como conjunto de productos
–manuales, artesanales,
institucionales, tecnológicos, mentales, rituales,
simbólicos- con que una determinada sociedad satisface sus
necesidades tanto individuales como sociales.
Desde la antropología social, varios
autores analizan focalmente la relación persona
máquina. Entre los principales están Sahlins (1983) y
Ardrey (1983). El primero insiste en que lo importante es que el
instrumento humano, la herramienta tecnológica, expresa una
habilidad consciente (simbolización), mientras que el
instrumento del insecto sólo expresa una fisiología heredada
(instinto). Ardrey, por su lado, en su hipótesis del hombre cazador, mantiene que
la cultura precede a la biología, es decir, que toda
adaptación biológica es una consecuencia de un avance
cultural, y no a la inversa, y centra su atención en la
herramienta como constitutivo ontológica del avance
cultural: «somos lobos que llevamos los colmillos en las
manos» (p. 52).
La inicial y famosa definición de cultura de Tylor
de hace casi un siglo y utilizada por la prestigiosa revista Technology and
culture es lo suficientemente amplia y rica como para
incluirla en nuestra temática «cultura es ese todo
complejo que incluye conocimiento, creencia, arte, moral, leyes, costumbre y cualquier otra
capacidad o hábito adquiridos por el hombre como miembro de la
sociedad» (19, 1977) y, aunque no menciona expresamente a
los objetos y herramientas, parece tener una
intuición de la incipiente sociedad de la información
cuando escribe: «La humanidad está pasando de la edad
del progreso inconsciente a la del consciente» (1960, PP.
274-275). El progreso consciente podría adecuarse al de la
sociedad de la información en la que las telecomunicaciones
están jugando cada vez un papel más importante de
cerebrar la sociedad humana. Malinowski (1944), siguiendo la
línea de Tylor, incluye específicamente los utensilio,
las herramientas y los objetos materiales en su
conceptualización de la cultura.
Más directamente relacionada con la
Sociología, existe una tradición de carácter
académico, que arranca de Marx, pasando por Ogburn,
Parsons, Merton, Coser, Marcuse, Habermas, Bell, Toffler, Masuda,
Schiller, Braun, Noble y un largo etcétera de desiguales
aportaciones en calidad y cantidad. Ya Marx
dedica todo un capítulo de su obra cumbre El Capital a las
máquinas y a la industria moderna y hablaba taxativamente
que «el molino accionado a mano da lugar a la sociedad del
señor feudal, el molino de vapor, a la sociedad del capitalismo industrial»
(Misere de la Philosophie, 1847). En dicha tradición
se hace patente la indisoluble interrelación entre los
fenómenos tecnológicos y la estructura social. Es esta
tradición la que, como hemos observado más arriba, no
recoge, por lo general, la sociología española actual,
salvadas las notables y aisladas excepciones ya
mencionadas.
OLVIDO PROLONGADO DEL
TELÉFONO
Lorente, en un ensayo por publicar, inicia
la teoría del diálogo
total usando su neologismo griego panlalia. Según
esto, las telecomunicaciones están provocando una ruptura
casi total del factor distancia e incluso del factor tiempo, y están poniendo
a comunicarse tres tipos de instancias conjuntamente; personas,
objetos neo-tecnológicos y cosas, la realidad física. Una intercomunicación a
tres bandas que empieza a introducir elementos de «inteligencia, por lo que
trasvasa los límites de la mera
comunicación y se torna diálogo. Diálogo total, de
todo con todo. «Ser es comunicarse, que dijo Jaspers.
Estamos ya en la «Gran Conversación» (Castro y
Ossorno, 1986).
El teléfono, en
comparación con los medios de comunicación social, por
ejemplo, ha padecido un descuido de atención
sociológica (de Sola Pool, 1977; Hudson, 1984), a
excepción de un manual editado por Ithiel de Sola
Pool, The Social Impact of the Telephone, no traducido al
español. En él, entre
otras cosas, se analiza la capacidad de teléfono para
facilitar la dispersión geográfica manteniendo la misma
intensidad de comunicación, o el hecho de que la
tecnología telefónica favorezca las decisiones
democráticas, en comparación con los medios de
comunicación social que impulsan más el ejercicio de la
autoridad. Dicha línea ha
sido seguida también por Bradley (1988), quien aventura que
los países marxistas del Este europeo han favorecido el
incremento de la televisión respecto al
teléfono, cuando económica y tecnológicamente no
había razón para ello.
Existe una línea clásica de análisis,
siguiendo los estudios de Saunders, Warford y Wellenius (1983), o
el propio Libro Verde sobre las Telecomunicaciones, así como
el exhaustivo Informe de M. Castells (1985) para el presidente
del Gobierno, en la que se establece el nexo entre la red de
telecomunicaciones y la riqueza de un país, medida con un
riquísimo aparato de indicadores clásicos de la
economía y de la
sociología. En los países industrializados, la
importancia del teléfono radica en su contribución a la
eficacia al sector servicios y
en el poder sustitutorio con
respecto al servicio postal y al viaje personal. Además, las
telecomunicaciones generan y mantienen un gran volumen de
empleo (e influirán en el
60% de él en la Comunidad Europea a finales de siglo). El
teléfono, hasta la aparición de los satélites y de
las centrales electrónicas de conmutación, era
considerado casi como un juguete, y hoy es visto como un
instrumento social de una enorme potencialidad tanto en la esfera
económica como en la organizativa (Cherry, 1977).
En línea más fundamental con la psicología social, existe
toda una corriente de pensamiento, originada a principios de siglo, basada en la
teoría del rol o más ampliamente conocida como
interaccionismo simbólico, que destaca la importancia del
habla, de la interacción lingüística y de la
emergencia de la identidad a partir de la
parcela de realidad que se interioriza respecto a lo que el otro
ha guardado para sí (Cooley, Park, Mead). Este paradigma no
ha sido suficientemente testado en el caso de las
telecomunicaciones.
LOS TEMAS CONCRETOS DE LA
LITERATURA
SOCIOLÓGICA
Y para acabar, aparte de lo que hemos denominado grandes
teorías, la literatura sociológica, especialmente la
extraíble a partir de las bases de datos automáticas,
presentan análisis de la relación del teléfono y
de las telecomunicaciones con una serie de hechos sociales. Dado
el pluriforme abanico de los mismos, y la escasez de espacio, no se puede
sino enumerarlos:
A) Los grandes temas de las telecomunicaciones:
en unas jornadas organizadas por IDATE, en 1986, se debatieron
por expertos los seis grandes temas de las telecomunicaciones en
Europa: 1) lo público y lo privado, cuya frontera se difumina; 2) la
cooperación, el reto lanzado ante la reestructuración
del sistema tanto por las nuevas tecnologías como por la
crisis mundial, que obliga a
una cooperación de ámbito europeo; 3) la
reglamentación o regulación del sector; 4) los
desajustes entre la oferta y la demanda; 6) la difícil
descentralización; y 6)
la experimentación social (ver Martínez Pardo,
1986).
B) Trabajo y teletrabajo: análisis
del sector servicios y de las posibilidades para algunas -y
sólo para algunas- profesiones del llamado teletrabajo.
Existen experiencias que no es conveniente desdeñar, como
por ejemplo la cifra de 13 millones de teletrabajadores ya en
EE.UU. (Holti y Stern, 1987).
C) Educación: tele-educación y
las posibilidades de la open distant learning.
D) Hogar: servicios que, posiblemente, y a medio
plazo, puedan tener éxito: telebanca,
tele-compra y videotex. El análisis específico del
hogar interactivo (automático, inteligente,
electrónico, u otras acepciones) es sujeto, en este momento,
de investigación, por parte de los autores de este
artículo, en Fundesco.
E) Desarrollo comunitario: concretado,
especialmente, en el desarrollo rural, existe toda una línea
de reflexión y de realidades en los países
nórdicos europeos -los llamados Telecottages-, cuya importación, debidamente
transculturizada, podría ofrecer matices esperanzadores para
el medio rural.
F) Telecomunicaciones para el bienestar social:
no es oportuno acabar el presente artículo sin siquiera
mencionar toda una línea de actuación, por parte de
Fundesco, en materia de bienestar social,
centrado especialmente en áreas de salud y discapacitados. Esta actuación
se enmarca claramente en la línea de lo que Sáez Vacas
llama, como ya hemos visto, «socio-sistema», dentro del
tercer nivel del paradigma de complejidad, por lo que, aparte de
su obvio interés humano, dicha actuación adquiere
asimismo un notable interés teórico desde la
sociología.
Abellán, José Luis: «El Futuro de la
Cultura Española», en España, un presente para el
futuro. Recopilado por Juan Linz, vol. i., La Sociedad.
Colección Tablero, I.E.E., 1985.
Ardrey, Robert. La Evolución del Hombre: la
hipótesis del hombre cazador. Alianza Editorial, 3ª ed.
Madrid, 1983.
Arroyo, L. »De la Distancia». Telos, n°
7, 1986, pp. 10-11.
Bell, D. A. Technology and the Human Factor, Hull Univ.,
IEE Proceedings, vol. 135, n ° 5, mayo 1988, pp.
309-312.
Bradley J., .Social control and diffusion of
telecommunications», American Sociological Review Vol. 53,
n° 3, pp. 446-453, 1988.
Castro, L.; Ossorno, M. H. Ensayo General para un
«Ballet» Anarquista. Madrid, eds. Libertarias,
1986.
Cathcart, R. and Gumpert G. »Mediated interpersonal
communication: toward a new typology». Quarterly Journal of
Speech, 1983.
Castilla, A. y Alonso, M. C. La penetración de las
NT en la Sociedad. Informe realizado por IOPE/ETMAR,
1984.
Castilla, A. Alonso, M. C. (Eds.) Telecomunicación
y Desarrollo en España e Iberoamérica, Madrid,
Fundesco, 1989.
De Sola Pool I. (Ed.). The social impact of the
telephone. Massachusetts. MIT Press.
De Sola Pool, I., Forecasting the telephone, New jersey.
Ablex, 1983.
Giner, Salvador. Tecnocultura, saber y mudanza
social». Télos, n ° 1, enero-marzo 1985, pp.
23-31.
González Janzen, «México: Expertos afirman que
existe un serio peligro de control oligopólico de
Telecomunicaciones». Boletín de Comunicación,
7bcnología y Sociedad, mayo 1988, pp. 7-9.
Hudson, H. E. .Compter communications and development:
policy issues in technology transfer». Proceedings of the
9th Conference on Computer communication technologies for the
90,s, "Ibl Aviv, noviembre, 1988.
Janne, H. La Técnica y el Sistema Social. Ed.
Universidad Libre de Bruselas,
Bruselas, 1963.
López Garrido, La crisis de las Telecomunicaciones.
El fenómeno desregulador en EE.UU, Japón y Europa,
Fundesco, 1989.
Lorente, Santiago. La Segunda Revolución Helénica.
(En prensa).
Lorente, S. Electrotecnologías y Electrogentes,
Mención especial del I Premio FUNDESCO, 1985.
Lorente, S. y Navarro, J. Opiniones y Actitudes ante las
Nuevas 7bcnologías, EDIS, 1985.
Lyons, P L. The Global Village. Myth or Reality».
International Public Relations Review, n° 12, 1988, pp.
19-23.
Marías. J. Cara y Cruz de la Electrónica,
Madrid, Espasa-Calpe, 1985.
Martín Serrano, M. Innovación
Tecnológica, Cambio Social y Control Social. Simposio sobre nuevas
tecnologías en la vida cultural española. 1984,
Madrid.
Martínez Pardo. J. Las Telecomunicaciones y el
Futuro de Europa, ed. Comunidades Europeas, 1989.
Moliní, F Impacto demográfico de la
Tecnología y contradicciones que se generan. Fundesco,
1989.
Monville, C.; Poullet, Y. Benevolent HIT in a benevolent
society: a target for European Lawyers. Proceedings of the IFIP 9
Conference on Social Implications of Home Interactive
Tblematics., Amsterdam, 24-27 junio, 1987.
Morán, J.M. Conferencia sobre Nuevas
Tecnologías y Trabajo, UGT, 1989.
Morin. E. .Pour sortir du XXe siécle», Revue
de l’Institut de Sociologie, n° 3-4, 1986, pp.
71-93.
Ortega y Gasset, Meditación de la Técnica,
Madrid, Austral, 1977.
Pérez Luño, A. E «La sociedad
tecnológica genera los derechos humanos de tercera
generación», Revista Tendencias científicas y
sociales, 1988, p. 6.
Rogers Everett, M., Communication Technology, New York,
The Free Press, 1986.
Russo, M. V 7bchnology deregulation and the public
interest: preserving universal telephone service, Center for
Research in Management, California Univ. Berkeley, n. 1, marzo,
1988, pp. 4-11.
Sáez Vacas, Fernando. Ofimática Compleja,
Fundesco, 1990.
Shalings, Marshall, Economía de la Edad de Piedra,
Ed. Akal/Universitaria, 2a ed. Madrid, 1983.
Snow Marcellus. Telecommunications literatura: a
critical review oí the economic, technological and public
policy issues», Telecommunications Policy, 1988.
Tylor, E. G. Anthropology The University of Michigan
Press, 1960.
Yurick, S. Che Destiny Algorithm, Social Text,
otoño 1988, pp. 19-20.
Wellmann, B. y Wortley, S. How Tblephone Networks keep
Social Networks Going, American Sociological Association,
1989.
Teodoro Hernández de Frutos // Santiago Lorente
Arenas