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Aprender a Estudiar ¿Una Cuestión de Técnicas?




Enviado por Gisela Vélez



     

     

    INTRODUCCIÓN

    Desde hace muchos años, una de las preocupaciones
    de los docentes ha sido cómo
    ayudar a los alumnos a estudiar mejor. Esta preocupación
    llevó a desarrollar diferentes técnicas de estudio, que si
    bien se apoyan en distintos fundamentos y proponen diversos
    procedimientos, persiguen un
    objetivo común: ofrecer a
    los estudiantes una serie de reglas que permitan
    {-’estudiar más y aprovechar mejor el tiempo de
    estudio’.

    La Historia de la Educación
    muestra ejemplos de estas
    técnicas, consistentes en reglas empíricas, anteriores
    a toda fundamentación psicológica de base
    científica: en el siglo V. a.C., los sofistas ofrecían
    mnemotecnias; en el período de la Contrarreforma (S. XVI),
    los jesuitas organizan el estudio
    de sus discípulos en pasos rigurosamente pautados (Abbagnano
    y Visalberghi, 1964 :61); en 1741, Isaac Watt (compositor de
    himnos) publicó "El perfeccionamiento de la mente", una
    serie de consejos basados en su propia experiencia como
    estudiante. Ya en nuestro siglo, Nisbet y Shucksmith (1986)
    informan que entre 1900 y 1924 se publicaron al menos quince
    manuales sobre técnicas
    de estudio. Después de los años cincuenta, los avances
    de la psicología experimental
    permiten diseñar técnicas de estudio basadas en las
    leyes de la conducta; sin embargo, según
    Maddox, los manuales continúan ofreciendo "un material que
    se perpetúa a sí mismo sobre la base de un consenso
    general" (Maddox, H. 1962 en Nisbet, J. y J. Shucksmith, 1986
    :30-33), el propio Maddox publica en 1963 un texto ampliamente difundido
    sobre métodos de
    estudio.

    Más recientemente, desde otros fundamentos
    teóricos, algunos investigadores indagan cómo estudian
    los alumnos de alto rendimiento académico y a partir de
    estos modelos diseñan
    técnicas para favorecer a los estudiantes menos diestros; la
    llamada Mastery Technique1 es un ejemplo de este
    procedimiento. En la
    actualidad, la bibliografía referida a este
    tema es abundante, continúan apareciendo nuevos títulos
    y no pocos currículos de enseñanza media y
    universitaria incluyen técnicas de estudio en su oferta pedagógica. Sin
    embargo, los méritos de las diferentes técnicas de
    estudio han sido discutidos tanto desde la perspectiva de sus
    fundamentos como de su efectividad. Los resultados de esas
    discusiones no muestran acuerdos claros; en algunos casos las
    críticas ponen en evidencia la carencia de sustento
    teórico o la irrelevancia de la teoría que sostiene a las
    acciones propuestas; en otros
    se cuestiona una técnica desde el campo de
    ‘técnicas rivales’ apelando al criterio de
    eficiencia. Desde ninguna de
    estas perspectivas de crítica se puede llegar
    aún a resultados concluyentes; en primer lugar cuando las
    técnicas de estudio se apoyan en teorías, estas provienen
    de la psicología y el estado actual de esta
    disciplina muestra la
    coexistencia de marcos teóricos que intentan explicar
    el aprendizaje. En segundo
    lugar, el criterio de efectividad exige mostrar que la
    técnica propuesta ha tenido éxito en un alto
    porcentaje de casos (Bunge, 1969), así pues, quien propone
    un técnica mejor, tendría que probar esto último,
    sin embargo no hemos hallado estudios rigurosos y continuados en
    este sentido, además, los investigadores han encontrado
    dificultades conceptuales e instrumentales para llevarlos a cabo
    (Nickerson, Perkins y Smith, 1987 :355-360).

    En este trabajo nos interesa plantear
    la discusión desde una perspectiva epistemológica,
    cuestionando las técnicas de estudio en cuanto tales, es
    decir, preguntarnos si ellas son posibles, considerando las
    peculiaridades del conocimiento técnico y
    las características del objeto a que se aplica en este caso.
    Esta discusión tiene para nosotros al menos dos
    propósitos:

    a) aproximarnos a dilucidar si el concepto de técnica es
    aplicable a las así llamadas "técnicas de estudio"
    y

    b) considerar, a la luz de esta discusión
    algunas implicancias pedagógicas acerca del "enseñar a
    estudiar".

    Los argumentos de la exposición se apoyarán
    en la filosofía de la técnica, en particular en la
    caracterización del conocimiento técnico formulada por
    Quintanilla (1991). No entraremos por lo tanto en la
    consideración de las bondades o defectos de las diferentes
    técnicas de estudio en uso, tampoco es nuestra
    intención descalificarlas y menos aún descalificar los
    intentos de favorecer mejores procedimientos de estudio,
    cuestión en la que estamos particularmente
    comprometidos2. La hipótesis que
    intentaremos sostener es que la tarea intelectual que requiere el
    estudio no puede sujetarse a la sistematización que supone
    el diseño y uso de una
    técnica. Nuestras objeciones se dirigen en primer
    término a la aplicación del concepto de técnica al
    ámbito del trabajo intelectual y en segundo lugar a la
    posibilidad de formular reglas que permitan prescribir los pasos
    requeridos para una tarea de estudio. Para mostrar nuestros
    cuestionamientos intentaremos caracterizar el conjunto de las
    técnicas de estudio de cuya vigencia tenemos conocimiento,
    para luego realizar un análisis de las mismas
    relacionándolas con la caracterización general de la
    técnica propuesta por Quintanilla y con los conocimientos
    que requieren las realizaciones técnicas.

     

    LAS TÉCNICAS DE
    ESTUDIO

    Gran parte de los textos que presentan "Técnicas de
    Estudio" proponen una serie de pasos a seguir que se han
    sistematizado intencionalmente para lograr una meta de aprendizaje. En estos casos
    "estudio" se refiere particularmente a las acciones orientadas al
    aprendizaje del contenido de un texto. El término estudio se
    limita aquí a esta dimensión que podríamos
    denominar ‘textual’, en cuanto se refiere a la
    apropiación por parte del sujeto de los contenidos expuestos
    en un texto3. Una técnica muy simple ejemplifica
    la caracterización que acabamos de realizar, la técnica
    de estudio llamada 2L – 2S – 2R recomienda:

    1 – Lectura rápida y
    superficial del texto.

    2 – Lectura por párrafos (detenida,
    analítica).

    3 – Subrayado de las ideas importantes.

    4 – Síntesis de estas
    ideas.

    5 – Repetición.

    6 – Resumen (Echegaray de Juárez, 1970).

    Podemos ver aquí una serie de acciones ordenadas en
    una secuencia que se considera adecuada para aprender. El objeto
    al que esas acciones se aplican es el contenido de un texto
    (la lectura constituye el
    sustrato de todas las acciones propuestas) y la finalidad supone
    la apropiación del contenido de ese texto por parte del
    sujeto que cumple las acciones prescriptas; se advierten incluso
    instancias de control del logro de la
    finalidad, control que se ejerce mediante la repetición del
    contenido estudiado, (control de recuerdo) y la realización
    de un resumen (control de
    comprensión)4.

    Antes de proseguir con nuestro análisis debemos
    señalar que todas las técnicas de estudio responden a
    una concepción que Botkin ha denominado aprendizaje de
    mantenimiento que consiste en
    "la adquisición de perspectivas, métodos y reglas fijos,
    destinados a hacer frente a situaciones conocidas y constantes"
    (Botkin et al., 1979 Informe al Club de Roma en: Nickerson, Perkins y
    Smith, 1985 :21). Nos parece que es contradictorio enseñar
    reglas fijas justamente para aprender, cuando el aprendizaje
    requiere adaptación a situaciones nuevas (Piaget, 1969).

    Atendiendo a la perspectiva epistemológica nos
    ocuparemos de la caracterización de la técnica
    propuesta por Quintanilla (1991 :33-47) para tratar de establecer
    si las técnicas de estudio pueden considerarse como
    tales.

    a) Las técnicas son sistemas de acciones, no acciones
    aisladas o esporádicas. Esta característica nos permite
    aceptar como técnicas a la mayor parte de las formulaciones
    expuestas en los "manuales de operaciones" de las técnicas
    de estudio que en su realización conforman un proceso, "conjunto de estados
    por los que pasa un sistema en un intervalo de
    tiempo" (Quintanilla, 1991 :54); sin embargo nos obliga a excluir
    realizaciones aisladas tales como la llamada ‘técnica
    del subrayado’.

    b) Las técnicas son sistemas de acciones
    intencionalmente orientados. Aquí vamos a distinguir dos
    dimensiones de la intencionalidad, en primer lugar la
    intencionalidad de quien formula la técnica que se expresa
    en términos generales como una optimización del
    aprendizaje; dentro de esta finalidad global, cada uno de los
    pasos a seguir constituyen una meta intermedia con un objetivo
    específico: por ejemplo, en la técnica I.P.L.R.R.
    (Inspección-Preguntas-Lectura-Repetición-Repaso),
    propuesta por Edward Fry; el autor, con fundamento en la Gestalt, explicita que el
    propósito de la Inspección es "obtener una visión
    general del capítulo" (Fry, 1970 :100). Pero las intenciones
    expresadas por quien formula la técnica se reformulan en
    cada sujeto que la utiliza, es decir en la "realización
    técnica" (Quintanilla, 1991 :33) y son las intenciones
    puestas por cada sujeto en situación las que van a
    determinar el enfoque del aprendizaje y las acciones a seguir. Si
    las acciones están prescriptas de antemano puede ocurrir que
    el estudiante aplique mecánicamente las reglas aún
    cuando estas no sean adecuadas a sus propósitos, lo cual no
    sería deseable desde el punto de vista del aprendizaje; otra
    posibilidad es que frente a la conciencia de las metas surja la
    necesidad de alternativas de acción diferentes a las
    prescriptas, con lo cual el sujeto se aparta de la técnica y
    ésta deja de tener valor para el aprendizaje. Al
    existir una comprensión tanto de los fines como de los
    medios ambos se modifican
    incesantemente en el curso de las acciones orientadas al
    aprendizaje.

    c) La caracterización de la técnica incluye
    "la referencia a la transformación de objetos concretos".
    Conviene que nos detengamos en este punto. El estudio es un
    procedimiento, una sucesión de operaciones orientadas por
    una meta de aprendizaje. El aprendizaje implica interacciones
    entre el sujeto y el objeto en las que ambos se transforman. El
    sujeto modifica sus esquemas de pensamiento y el objeto se
    modifica en cuanto se transforma en representaciones que de
    él hace el sujeto, es decir no es el "objeto concreto" el que se modifica.
    En el caso del texto las acciones del sujeto se realizan sobre
    los enunciados que representan significados, se trabaja sobre
    conceptos. Las "acciones" que realiza el sujeto son
    prioritariamente operaciones es decir, acciones interiorizadas
    (Piaget, 1970 :57) propias del pensamiento reflexivo, esta
    posibilidad de operar es lo que distingue a la inteligencia conceptual de la
    inteligencia sensoriomotriz, es ésta última la que
    durante las primeras etapas del desarrollo tiende al
    éxito de la acción sobre "movimientos realmente
    ejecutados y de objetos reales" (Piaget, 1970 :166). Pero en las
    etapas posteriores del pensamiento, el aprendizaje cognoscitivo
    se realiza por operaciones conceptuales. Analicemos una de las
    técnicas que se puede ‘ver’ más
    concretamente, la llamada técnica del subrayado,
    Barisani5 sugiere una serie de reglas para el
    "correcto subrayado" pero la acción concreta de subrayar es
    sólo la expresión de operaciones internas que no pueden
    sujetarse a reglas, pues suponen determinar la relevancia del
    contenido según los propósitos particulares del
    aprendizaje, disponer de conocimiento previo pertinente para
    jerarquizar ideas, descubrir relaciones, atender a las claves del
    texto, clasificar información, focalizar la
    atención, etc.

    En síntesis, lo que pretendemos mostrar aquí
    es que aprender significativamente el contenido de un texto
    supone la reconstrucción de significados, por lo tanto
    involucra operaciones conceptuales, es decir procesos internos del
    pensamiento en el transcurso de los cuales se modifican los
    esquemas cognoscitivos del sujeto; las acciones concretas sobre
    objetos concretos propias de las realizaciones técnicas no
    quedan excluidas pero se reducen a expresiones exteriores de las
    transformaciones internas que supone el proceso de aprendizaje
    cognoscitivo. Desde esta perspectiva, la psicología
    cognoscitiva (cuyas líneas fundamentales adhieren a una
    concepción constructivista del conocimiento) sostiene que al
    aprender el sujeto construye teorías y no existen
    técnicas para la construcción de
    teorías .

    d) Las realizaciones técnicas pretenden conseguir
    en forma eficiente resultados valiosos. En este punto advertimos
    al menos dos problemas; en primer lugar, a
    las conocidas dificultades para definir la eficiencia de una
    acción (Quintanilla, 1991 :37) se añaden en el caso de
    las técnicas de estudio, el carácter interno de gran
    parte de las acciones y de los resultados del proceso de
    aprendizaje que señaláramos en el parágrafo
    precedente. El segundo problema nos lleva a considerar el valor
    de los resultados en relación con el tipo de aprendizaje que
    se pretende lograr.

    Algunos de los problemas para determinar la eficiencia
    de una técnica de estudio se derivan del hecho de que la
    relación acciones-resultados de las acciones (o
    aplicación de la técnica de estudio-aprendizaje
    consecuente) está afectada por múltiples factores
    ajenos a la técnica en sí. Por ejemplo, la técnica
    P.Q.R.S.T. (Previewing -Questions -Reading -Summarize –Test)6 postula en el
    segundo paso la formulación de preguntas previas que
    serán respondidas durante la lectura. Es evidente que el
    resultado del estudio del texto estará asociado al tipo de
    preguntas que se planteen más que al hecho de plantearlas,
    es decir el sujeto puede formularse preguntas triviales o no
    pertinentes; del mismo modo la revisión final (Test)
    requerirá buenos niveles en la capacidad de
    autoevaluación del estudiante, de lo contrario se vuelve
    intrascendente. El carácter particular de la relación
    sujeto-objeto en el proceso de aprendizaje dificulta también
    aplicar el criterio de eficiencia para demostrar que una
    técnica ha tenido éxito en un alto porcentaje de casos
    tal como reclama Bunge (1969). A nuestro juicio este problema va
    más allá de las dificultades metodológicas
    planteadas por el mayor o menor refinamiento de los instrumentos
    de evaluación y los mecanismos
    de control de variables, pues se refiere a
    los aspectos tanto individuales como socio-culturales (Piaget,
    Ausubel, Vigotsky) que configuran y
    condicionan las situaciones de aprendizaje y tornan
    desaconsejables las generalizaciones al respecto,
    paradójicamente las mismas "leyes" (si nos permitimos
    llamarlas así) del aprendizaje y del desarrollo formuladas
    por las teorías vigentes, nos impiden derivar reglas de cuya
    aplicación mecánica pueda esperarse
    el éxito del aprendizaje.

    En cuanto al valor de los resultados obtenidos, conviene
    distinguir el tipo de aprendizaje que se pretende lograr, puesto
    que esto condiciona el proceso y también la valoración
    última del resultado. La distinción que realiza Ausubel
    (1976) entre aprendizaje repetitivo (o mecánico) y aprendizaje significativo ayuda a
    esclarecer este punto. Si el aprendizaje buscado es del primer
    tipo, es posible aplicar linealmente los pasos aconsejados para
    recordar información (las "mnemotecnias" se aplican con
    relativo éxito desde la época de los sofistas) y no
    importa si el recuerdo es fragmentario e inmediato; puede medirse
    específicamente la eficiencia de la técnica
    considerando el tiempo que demanda la memorización y
    la cantidad de información recordada (por lo general en
    estos casos se cuentan las palabras de una lista a aprender). Por
    el contrario, si el aprendizaje buscado pretende ser
    significativo, según la definición de Ausubel,
    dependerá especialmente de las características de la
    estructura
    cognoscitiva7, de la actitud del sujeto y de la
    estructura lógica del material.
    Puesto que lo esencial en el aprendizaje significativo es el
    "establecimiento de relaciones sustantivas y no arbitrarias entre
    lo que el alumno ya sabe y el nuevo material" (Ausubel, Novak y
    Hannesian, 1976 :37-38), los procedimientos a seguir se definen y
    evalúan en este contexto. Se requerirán entonces
    instrumentos más sofisticados para evaluar el éxito de
    una técnica para el logro de aprendizajes significativos en
    los sujetos puestos a prueba. Pero no sería admisible la
    generalización de los resultados con independencia de las
    características del sujeto, del material de aprendizaje y de
    las relaciones que se establecen entre ambos. De hecho, las
    evaluaciones que encontramos (salvo aquéllos casos que, en
    términos de Bunge (1989), pueden calificarse como
    "pseudotecnologías") expresan sus recaudos en este sentido.
    (Nickerson, Perkins y Smith, 1985 :355 y ss). Parece entonces que
    el valor de las reglas propuestas por las técnicas de
    estudio para el logro de aprendizajes significativos es, por
    ahora al menos, indeterminado8 y está
    relativizado en alto grado por el tipo de aprendizaje que se
    quiere lograr y por las condiciones del sujeto (estudiante) y del
    objeto (texto) que regulan el aprendizaje en cada
    contexto.

    Para concluir nuestro primer análisis de las
    características de las técnicas de estudio, debemos
    aceptar que éstas constituyen sistemas de acciones, por lo
    tanto comparten esta propiedad específica de
    las técnicas. Respecto de la intencionalidad, encontramos
    diferencias que nos apartan del concepto de técnica pues si
    bien el conjunto de las acciones está intencionalmente
    sistematizado, propiedad que sería común a todas las
    técnicas, Quintanilla admite que una técnica puede
    ejecutarse en forma mecánica una vez
    aprendida. La particularidad en el proceso de estudio es que al
    constituir él mismo un aprendizaje, no es posible prescindir
    del propósito de quien lo ejecuta porque el sujeto no puede
    perder de vista los objetivos según los
    cuales se orientan y adecuan las operaciones a realizar. Por
    último debemos rechazar que las técnicas de estudio se
    refieran a la transformación de objetos concretos (aquí
    vale la distinción entre métodos y técnicas que
    propone Bunge). Las acciones y transformaciones inherentes al
    aprendizaje son internas y esta diferencia afecta también a
    la determinación de la eficiencia y el valor de la
    técnica.

     

    SABER QUÉ Y SABER
    CÓMO EN LAS TÉCNICAS DE ESTUDIO

    La caracterización inicial del concepto
    genérico de técnica propuesta por Quintanilla, muestra
    la derivación de diferentes usos del
    término:

    a) sistema de acciones;

    b) resultado de esas acciones;

    c) materiales sobre los que se
    ejercen esas acciones

    d) sistemas de reglas operacionales o de conocimientos
    teóricos y prácticos que son necesarios para llevar a
    cabo esas acciones. Es esta última acepción, orientada
    a la acción guiada por el conocimiento técnico,
    la que preocupa a la filosofía de la técnica y en
    particular a nuestra reflexión sobre las técnicas de
    estudio.

    ¿Qué tipo de conocimiento exige la
    práctica de una técnica? La primera distinción que
    se nos ofrece alude a las ya clásicas expresiones know that
    y know how que reflejan el saber qué, propio del
    conocimiento representacional y el saber cómo involucrado en
    el conocimiento operacional (Quintanilla, 1991 :39). Sin embargo,
    esta distinción merece algunas precisiones a las cuales nos
    parece que la psicología cognitiva puede aportar algunos
    conceptos relevantes9.

    El know what, conocimiento representacional, supone
    saber qué se quiere conseguir (resultados, objetivos) y
    conocer las propiedades de los objetos que se quieren transformar
    o de los instrumentos que se van a utilizar. El conocimiento
    operacional, know how, abarca el conjunto de reglas "enunciados
    que describen los tipos de acciones que se pueden llevar a cabo
    en cada situación" (Quintanilla, 1991 :39) e instrucciones
    que indican qué reglas hay que aplicar y en qué orden.
    Pero aquí se impone otra distinción que es importante
    para nuestros propósitos: saber cómo (conocimiento de
    las reglas e instrucciones) es diferente de saber hacer, de saber
    aplicar efectivamente la regla ejecutando correctamente las
    acciones que se derivan de las instrucciones. Quintanilla
    distingue entonces en el know how, un componente cognoscitivo y
    un componente de habilidad práctica, y esto que constituye
    una cuestión clave en el problema de la transferencia de
    tecnologías, también es un punto crítico en
    educación. ¿Cómo
    inciden estas formas de conocimiento en el saber
    estudiar?

    En primer lugar, si atendemos a la caracterización
    de conocimiento representacional en cuanto a conocimiento de las
    propiedades de los objetos que se quieren transformar y de los
    objetivos; aquí encontramos que, al estar el sujeto
    involucrado en la transformación (al aprender se modifican
    las estructuras cognoscitivas del
    sujeto)10 deberíamos considerar el conocimiento
    que el estudiante tiene de sí mismo como aprendiz y por otra
    parte el conocimiento de los propósitos del aprendizaje que
    se quiere lograr. Un segundo tipo de conocimiento requiere saber
    qué hacer, qué acciones hay que realizar para conseguir
    el objetivo, ahora bien, saber ejecutar esas acciones supone
    además del saber hacer en sentido estricto, poder autobservar el proceso,
    evaluar los resultados y cambiar el curso de la acción
    cuando sea necesario. Estas dimensiones que mencionamos
    están mostrando aspectos de lo que Flavell (1978; en Baker y
    Brown 1984), y a partir de él una abundante literatura de la línea cognitiva, ha
    llamado metacognición, que en
    términos generales significa el conocimiento de nuestras
    cogniciones; precisando más este concepto Baker y Brown
    (1984) resaltan tres aspectos de la
    metacognición:

    a) el conocimiento de sí mismo y de los
    propósitos del aprendizaje,

    b) el conocimiento de las operaciones mentales
    requeridas y

    c) la autorregulación de las mismas. Cada una de
    estas funciones de la
    metacognición está íntimamente relacionada con las
    otras (por ejemplo, la autorregulación se ejerce sobre las
    operaciones ajustando éstas a las metas), pero ninguna de
    ellas garantiza a las otras, es decir, tal como ocurre con el
    conocimiento técnico, el saber qué es diferente del
    saber cómo y del saber hacer. No obstante este punto de
    coincidencia, el componente metacognitivo propio de los
    comportamientos cognoscitivos maduros, introduce a nuestro juicio
    una distinción fundamental entre el conocimiento y
    aplicación de una técnica y los procedimientos
    involucrados en el estudio. Los resultados de la aplicación
    de una técnica dependen (en parte) de la correcta
    ejecución de las instrucciones que se derivan de las reglas.
    Es decir, lo esperable es que, si se siguen los pasos
    recomendados, se logre el objetivo. Aunque esto no es lineal ni
    está absolutamente garantizado11, es lo que justifica la
    existencia de las reglas. En el caso de las operaciones
    requeridas para el estudio exitoso de un texto, un número
    importante de investigaciones recientes nos
    muestran la relevancia de la faz autorreguladora de la
    metacognición, donde el sujeto va reflexionando sobre sus
    propios procesos mentales y decidiendo por sí mismo
    cuáles son las estrategias que le resultan
    más eficaces. Estos sistemas de autocontrol escapan a la
    aplicación mecánica de reglas formales; es el mismo
    sujeto quien toma las decisiones y ajusta las acciones que lo
    aproximan a sus objetivos.

    ¿Qué conocimientos debe tener quien es capaz
    de lograr autonomía en el estudio? Aquí se complejizan
    el saber qué, el saber cómo y el saber hacer que se
    traducen en:

    a) conocimientos declarativos (asociados a los
    representacionales) que abarca el saber en qué consisten las
    operaciones que se pueden realizar, por ejemplo, saber qué
    es comparar, jerarquizar, resumir, en este último caso,
    deberá saber que el resumen es un nuevo texto que muestra
    una versión condensada e integrada del texto original y
    saber qué hay que hacer, en nuestro ejemplo, saber que para
    hacer un resumen hay que seleccionar-suprimir,
    sustituir-integrar, construir-inventar12; las
    investigaciones muestran que este conocimiento mejora las
    posibilidades del hacer correcto, pero es todavía un
    conocimiento representacional del saber cómo resumir y
    aquí vale la advertencia de Quintanilla sobre la habitual
    confusión entre el saber cómo y el saber hacer, este
    último nos lleva a considerar un segundo tipo de
    conocimientos.

    b) conocimientos procedimentales: poder ejecutar
    efectivamente las operaciones, implica tomar decisiones acertadas
    acerca de qué partes del texto suprimir, en qué casos
    conviene sustituir; en definitiva hacer uso del conocimiento
    disponible en la interacción con el texto
    en la situación concreta de estudio. Esta situación no
    es independiente del contexto de aprendizaje, por lo tanto nos
    lleva a considerar un tercer tipo de conocimientos.

    c) conocimientos condicionales, poder reconocer las
    características que asume la tarea en relación con las
    circunstancias particulares del momento y del lugar en que se
    ejecutan, lo que requiere por ejemplo, considerar el tiempo
    asignado, la cantidad del material a estudiar, la previsión
    de dificultades específicas. Esta forma de conocimiento es
    la que ayuda a adaptar o ajustar los planes de acción a una
    situación determinada. Significa en no pocos casos, que para
    lograr sus objetivos, el estudiante deba apartarse de los pasos
    recomendados en un técnica de estudio, produciendo
    modificaciones sustanciales en los procedimientos. Por
    último, las adaptaciones de los procedimientos que realiza
    el sujeto no dependen sólo de las condiciones del contexto,
    sino también de las condiciones internas del sujeto en lo
    que interviene un cuarto tipo de conocimiento al que ya
    hiciéramos referencia.

    d) conocimiento metacognitivo: conocimiento del propio
    conocimiento, de los procesos cognitivos y la
    autorregulación de los mismos. Esta forma de conocimiento
    basada en la autorreflexión, nos lleva a pensar más que
    en un sistema tecnológico, en un sistema estratégico de
    acciones orientadas al aprendizaje.

    Al incorporar los aportes de la psicología
    cognitiva a nuestro análisis de los conocimientos
    involucrados en el saber estudiar encontramos algunas
    características que a nuestro juicio constituyen diferencias
    importantes respecto del conocimiento técnico; en
    particular, con aquellos requeridos para ejecutar una
    técnica. Entre estas diferencias nos parecen que revisten
    especial importancia, el conocimiento de los propósitos del
    aprendizaje, los conocimientos condicionales y los conocimientos
    metacognitivos. Cualquier "técnica de estudio" debería
    contemplarlos, pero al incluirlos nos apartaríamos de el
    concepto de técnica, al menos del modo en que éste es
    considerado hasta el momento. Frente a esto se nos presentan dos
    alternativas, si nos atenemos al concepto de técnicas tal
    como lo expone Quintanilla y la amplia trayectoria sobre el tema
    en la que él se apoya, deberíamos rechazar la
    posibilidad de formular y enseñar técnicas de estudio.
    Una segunda alternativa se vislumbra en la propuesta de Broncano
    (1989), quien propone incorporar los aportes de la
    psicología cognitiva al análisis de la racionalidad
    tecnológica, con lo cual se flexibiliza el concepto y
    posibilita el análisis del conocimiento práctico "como
    el conjunto de los planes de acción que un individuo puede desarrollar en
    una situación determinada" (Broncano, 1989 :107). Por el
    momento dado el estado actual de los estudios
    epistemológicos acerca del conocimiento técnico nos
    inclinamos por señalar las peculiaridades de los procesos de
    estudio y las distancias que se advierten entre éstos y las
    realizaciones técnicas. Nos parece aconsejable una actitud
    de prudencia al respecto, en especial si atendemos a sus
    implicancias pedagógicas.

     

    ENSEÑAR Y APRENDER A
    ESTUDIAR

    Si aceptamos que es posible formular técnicas de
    estudio, las acciones pedagógicas deberían apoyarse en
    ellas para enseñar a estudiar, sin embargo nuestros
    argumentos nos muestran las dificultades que implica prescribir
    un curso de acción determinado cuando se pretende un
    aprendizaje significativo. Estas dificultades tienen
    orígenes diversos:

    a) Establecer cuáles son las leyes (si las hay) que
    regulan este tipo de aprendizaje en particular.

    b) Determinar qué reglas pueden derivarse de estas
    leyes.

    c) Considerar la efectividad de esas reglas para un
    número relevante de casos.

    El problema de las leyes se relaciona con el
    énfasis puesto a partir de mediados de siglo en la
    extrapolación a la enseñanza de teorías que se
    concentraron en el estudio del aprendizaje animal y en formas no
    verbales, repetitivas y fragmentarias del aprendizaje humano.
    Muchas técnicas se fundaron en estos estudios, sin la
    mediación indispensable de la investigación aplicada al
    aprendizaje de conceptos en contextos educativos. Al respecto
    Ausubel prefiere hablar de principios del aprendizaje y
    señala que existen fallas en las relaciones entre la ciencia básica
    (Psicología) y la ciencia aplicada (Psicología Educativa),
    esta última "no es una psicología general aplicada a
    los problemas educativos" (Ausubel, Novak y Hannesian, 1983 :32)
    sino que debe evolucionar como una disciplina autónoma con
    teoría y metodología propia. No es
    posible extrapolar lógicamente de los principios de la
    psicología general, conclusiones válidas para
    solucionar problemas educativos. Aquí Ausubel nos marca un problema
    epistemológico sobre el que también advierte Bunge: "El
    camino entre la ciencia básica y la tecnología pasa por la ciencia
    aplicada" (Bunge 1989 :224). Las técnicas de estudio han
    sido propuestas, o bien por extrapolación de principios de
    la ciencia básica, o bien por aproximaciones empíricas
    sin fundamento teórico. Por último, la efectividad de
    las reglas para el aprendizaje significativo no ha sido
    demostrada y aquí hay que distinguir los efectos nefastos
    que en muchos casos ha tenido lo que Bunge (1989) llama
    "pseudotecnología", donde parece que es más fuerte la
    "voluntad de creer" que los resultados mismos. En otros casos
    debemos poner en duda los supuestos que subyacen cuando se admite
    que el pensar mismo está sujeto a reglas13. Sin
    embargo no podemos llevar hasta sus últimas consecuencias
    nuestra resistencia a aceptar las
    técnicas de estudio pues si entendemos que el proceso de
    estudio de un texto se aparta en cada sujeto de las reglas que
    prescriben el curso de la acción, podemos pensar que si no
    hay reglas, el aprender a estudiar queda librado así a las
    capacidades y habilidades de cada sujeto. Las ideas de
    especificidad y totalidad pueden sugerir que no hay acciones
    pedagógicas válidas para esta instancia y que un
    "conocimiento tácito"14 unido a las "capacidades
    innatas" de cada sujeto regulan las acciones orientadas al
    aprendizaje cognoscitivo. Desde esta posición se invalida
    cualquier propuesta para la enseñanza de procesos de
    estudio.

    Sin embargo, las consideraciones epistemológicas y
    los avances de la psicología cognitiva nos permiten intentar
    alternativas, que si bien no se encuadran en el concepto de
    técnicas tal como lo define Quintanilla, avanzan en la
    línea de elaborar propuestas de enseñanza que ayuden a
    estudiar mejor. Estas propuestas, atendiendo a la multiplicidad
    de variables que inciden en el aprendizaje cognoscitivo, apelan a
    los planes de acción que cada sujeto puede realizar en una
    situación de estudio determinada; el concepto que vertebra
    estos planes es el de estrategias cognoscitivas, entendidas como
    acciones adecuadas, flexibles y deliberadas en pos de una meta de
    aprendizaje. El sustrato epistemológico sugiere que no toda
    secuencia deliberada de acciones está sujeta a reglas, (de
    hecho la producción de
    teorías no lo está), pero que es necesario un fuerte
    soporte de conocimientos representacionales y operacionales para
    ejecutarlas. Para aprender significativamente, el estudiante debe
    saber qué hacer, cómo hacerlo, pero además debe
    desarrollar su metacognición para conocer cómo
    está actuando en cada situación y cómo corregir
    sus acciones si es necesario. La ayuda pedagógica es
    fundamental para generar estos conocimientos, pues está
    demostrado que no se desarrollan espontáneamente. El
    esfuerzo instruccional que demanda este planteo es considerable
    si se lo compara con la enseñanza de técnicas de
    estudio, pero los fundamentos teóricos de que disponemos y
    los resultados favorables que se van acumulando en las
    investigaciones aplicadas al ámbito educativo alientan a
    continuar los esfuerzos en este sentido.

    En conclusión, podemos aceptar parcialmente la
    denominación de Técnicas de Estudio, cuando estas han
    sido diseñadas y se ejecutan en función de un aprendizaje
    mecánico. La aceptamos en cuanto constituyen sistemas de
    acciones intencionalmente orientadas, cuya efectividad para este
    tipo de aprendizaje ha sido (empíricamente) probada. La
    aceptación es parcial, pues aún en este caso se deben
    reconocer las dificultades conceptuales referidas al
    carácter interno de las acciones y el problema de la
    fundamentación de las reglas.

    Cuando el objetivo del estudio es el aprendizaje
    significativo, debemos rechazar el concepto de Técnicas de
    Estudio, creemos haber mostrado que la multiplicidad de variables
    intervinientes, de conocimientos comprometidos y de decisiones
    que dependen fundamentalmente del sujeto que ejecuta las
    operaciones, (cuestiones éstas ampliamente estudiadas por la
    psicología educativa en las últimas décadas)
    impiden sujetar los procedimientos a una secuencia ordenada de
    acciones preestablecidas. El proceso de estudio requiere lo que
    hemos denominado 'comportamientos estratégicos', está
    ligado a los aprendizajes conceptuales y Quintanilla advierte que
    "sigue siendo útil mantener la separación entre
    métodos conceptuales y técnicas concretas"
    (Quintanilla, 1991 :36).

    Nuestro análisis nos ha permitido también
    advertir que los estudios de epistemología de la
    técnica nos ofrecen por el momento categorías en las
    que resulta difícil, si no imposible, ubicar las
    técnicas de estudio, esto refuerza nuestra idea de que los
    procesos de estudio presentan particularidades que escapan a las
    sistematizaciones del conocimiento técnico. Por otra parte
    encontramos en la abundante bibliografía sobre "enseñar
    a estudiar", que el uso de los términos, técnica,
    método, estrategias, se
    emplean de manera vaga y ambigua; se requieren pues, precisiones
    conceptuales que permitan avanzar en la investigación de
    nuevas alternativas.

    No son pocos los interrogantes que quedan planteados,
    uno que nos preocupa especialmente está ligado a la
    valoración del conocimiento. Las técnicas que proponen
    "aprender más y mejor en el menor tiempo y con el menor
    esfuerzo" están trasladando la concepción eficientista
    de la producción industrial al proceso de aprendizaje
    cognoscitivo; nos preguntamos si esto es 'valioso', quizá lo
    sea para determinados aprendizajes instrumentales, pero en el
    aprendizaje conceptual, el que realizan los estudiantes
    universitarios para apropiarse con significado y sentido de los
    conocimientos científicos, requiere el tiempo y el esfuerzo
    intelectual que demanda la reconstrucción de teorías.
    ¿Qué valor se le asigna al conocimiento si lo
    importante es aprender más en el menor tiempo y con el menor
    esfuerzo? quizás tendríamos que reemplazar la pregunta
    cuestionándonos ¿Cómo orientar el esfuerzo y el
    tiempo necesarios para que el estudio redunde en mejores
    aprendizajes?

    Otros interrogantes que nos quedan abiertos nos remiten
    a la relación ciencia pura -ciencia aplicada
    -tecnología. Aunque por ahora rechazamos una
    "tecnología del aprendizaje", ¿Es posible que los
    avances multidisciplinarios de la ciencia aplicada permitan
    desarrollar tecnologías apropiadas? Los cambios en la
    consideración de la racionalidad tecnológica,
    ¿Permitirán concebir una "técnica más
    humana"? Cualquiera de estas alternativas nos obligaría a
    revisar nuestras conclusiones. Por ahora seguimos empeñados
    en la tarea de investigar alternativas que ayuden a nuestros
    alumnos a estudiar mejor, aún no tenemos la respuesta. El
    genio de Cortázar se atrevió a decirnos "paso a paso"
    cómo subir una escalera, pero su "Manual de Instrucciones" no
    incluye cómo escribir un cuento.

     

    (*) Publicado originalmente en Revista Contextos
    (www.unrc.edu.ar).

     

     

    Notas

    1
    -Prelectura-Lectura-Silenciosa-Vocabulario-Notas-Recitación.

    2 – Durante diez años hemos estudiado las
    estrategias de aprendizaje utilizadas por estudiantes
    universitarios. Proyecto de Investigación
    "Estrategias y Comprensión de Textos" (SeCyT – UNRC –
    CONICOR) Dirigido por la Dra. María Cristina
    Rinaudo.

    3 – Dejamos así fuera de nuestro análisis
    ideas más amplias de estudio referidas a la producción
    del conocimiento científico
    p.e. "Estudios de Campo", "Estudios de Laboratorio" etc.

    4 – Estudios bastante recientes muestran esta
    función del resumen como indicador de comprensión.
    (Rinaudo, M. C. 1991)

    5 – "Algunas reglas aplicables al correcto subrayado: es
    importante elegir lápices de dos o tres colores incluido el negro y
    establecer de antemano un código propio que se
    respetará a través de todas las lecturas. Por ejemplo:*
    doble línea negra… * una línea negra… * una
    línea roja… (Barisani, 1979 :42)

    6 – Nos llama la atención el título de la obra
    en que se presenta esta técnica: The art of efficient
    reading. Citado por Pérez Taboada de Tappata. 1981
    :508.

    7 – La estructura cognoscitiva se refiere tanto al
    contenido sustancial de la estructura del conocimiento, como a
    sus propiedades de organización dentro de un
    campo de estudio en un momento dado. (Ausubel, 1983)

    8 – Bunge sostiene que "las reglas tienen valores de efectividad, al
    menos uno de tres: puede ser efectiva('1'); inefectiva (0) o
    indeterminada (?) (Bunge, 1969 :698).

    9 – Nos hemos apoyado ya en ese marco teórico para
    nuestra consideración de los tipos de aprendizaje.
    Encontramos también en Broncano (1989) una
    explicitación de los aportes de la psicología cognitiva
    al análisis de la racionalidad tecnológica.

    10 – Ya habíamos señalado la diferencia con
    respecto a la "transformación de objetos concretos" que
    caracteriza a la técnica.

    11- Bunge advierte que aún cuando se cuente con la
    verdad de una fórmula legaliforme, ésta no garantiza la
    efectividad de las reglas basadas en ella. (Bunge, 1969 :697 y
    ss)

    12 – Uno de los estudios ya clásico de los
    procedimientos involucrados en la elaboración de
    resúmenes es el que presentan Brown, Campione y Day
    (1981).

    13 – Encontramos en un manual sobre "Aprender a Pensar":
    "Pensar es una técnica operativa mediante la cual la
    inteligencia actúa sobre la experiencia (con un
    propósito)" De Bono, 1993 :7)

    14 – En el sentido que le da Polanyi.

     

    Referencias
    bibliográficas

    Abbagnano, Nicola y A. Visalberghi 1964 Historia de la Pedagogía. Fondo de
    Cultura Económica.
    México.

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    Psicología Educativa. Un punto de vista cognoscitivo.
    Trillas. México.

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    York.

    Barisani, Blas 1979 Metodología del Estudio y
    Comprensión de Textos. Estrada. Buenos Aires.

    Broncano, Fernando 1989 Las Bases Pragmáticas de la
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    Educational Research. 10 (2), 14-21.

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    Bunge, Mario 1985 Seudociencia e Ideología. Alianza.
    Madrid.

    Cortázar, Julio 1972 Manual de Instrucciones. En
    Historias de Cronopios y de Famas. Minotauro. Buenos
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    De Bono, Edward 1993 Aprender a Pensar. Plaza &
    Janés. Barcelona.

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    Quintanilla, Miguel Angel 1991 Tecnología: un
    Enfoque Filosófico. Eudeba-Fundesco. Buenos
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    Rinaudo, María Cristina 1990 Comprensión de
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    Cuadernos CICE (10). Centro de Investigaciones en Ciencias de la Educación.
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    Rinaudo, María Cristina 1989 Enseñanza de
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    Tapatta, Nilda Perez Taboada de 1981 Estudio Dirigido.
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    Vigotsky, Lev 1977 Pensamiento y Lenguaje. La Pléyade.
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    Wright,Gregory von 1988 Ciencia y Razón. En Etica y
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    pp.7-14.

     

    Gisela Vélez

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