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Tele?Debate TV y Educación del siglo XXI



     

     

    Introducción

    Creo que el punto de partida de este debate sobre
    la televisión y la educación debería considerar
    que esta discusión se ubica en un contexto más amplio
    que se refiere a las nuevas tecnologías de la
    información en su conjunto y
    su impacto en la educación. Estimo que el desarrollo de las nuevas
    tecnologías está modificando los enfoques tradicionales
    de la educación, tanto presenciales como a distancia
    así como la articulación entre ambas formas de
    educación. Dividiré mi exposición en cuatro
    secciones. La primera estará dedicada a presentar el impacto
    de las nuevas tecnologías de la comunicación en
    la organización social,
    la segunda se ocupará específicamente de la televisión y la
    educación, la tercera de los computadores y la
    educación y en la parte final intentaré presentar las
    principales consecuencias de este análisis para la educación a distancia,
    particularmente en los países en desarrollo.

     

    Tecnología y
    sociedad

    Ya es un lugar común, afirmar que estamos viviendo
    un profundo proceso de transformación
    social, que modifica tanto los modos de producción como
    las relaciones sociales, la organización política y las pautas culturales. En
    las discusiones acerca del futuro de la sociedad, existe un consenso
    relativamente general en reconocer el papel central que
    tendrán el conocimiento y la
    información tanto en los niveles de competitividad económica
    como en la organización política y cultural. Este nuevo
    papel del conocimiento y de la
    información en la determinación de la estructura de la sociedad
    está, obviamente, vinculado al surgimiento de las nuevas
    tecnologías de la información
    . Estas nuevas
    tecnologías tienen una importante potencialidad de cambio porque permiten
    acumular enormes cantidades de información, brindan la
    posibilidad de transmitir dicha información en forma
    inmediata y permiten superar los límites físicos y
    espaciales para la comunicación. La
    utilización de las nuevas tecnologías ha provocado
    modificaciones en nuestras categorías de tiempo y de
    espacio y nos ha obligado a redefinir incluso el concepto de realidad, a
    partir de la posibilidad de construir realidades
    "virtuales".

    En definitiva, lo único que parece cierto es que el
    acceso a las fuentes de producción y de distribución de los
    conocimientos y las informaciones socialmente significativas,
    será el centro de los conflictos sociales del
    futuro. Los principales debates sociales contemporáneos se
    refieren a problemas cuya
    explicación y solución exige el manejo de una
    significativa cantidad de conocimientos e informaciones por parte
    de los ciudadanos y de los dirigentes políticos: los
    problemas del medio ambiente, enfermedades como el SIDA o el fenómeno de la
    llamada "vaca loca", los ensayos nucleares, etc. En
    definitiva, la idea sobre la cual quisiera ubicar el
    análisis de las nuevas tecnologías de la
    información es que la configuración de la sociedad
    estará determinada por la forma como socialmente se
    distribuya el control de las fuentes de
    producción y de distribución de información y
    conocimientos.

    Para el análisis y la discusión de estos temas
    es importante distinguir dos dimensiones distintas, pero
    íntimamente vinculadas entre sí: el papel de las
    tecnologías de la información en el proceso de
    socialización
    – es
    decir, el proceso por el cual una persona se convierte en miembro
    de una sociedad– y su papel en el proceso de aprendizaje – es decir,
    en el proceso por el cual la persona incorpora o produce
    conocimientos e informaciones. Es interesante constatar que los
    juicios que se emiten habitualmente sobre estas dos dimensiones
    de la relación entre tecnologías y educación
    suelen ser opuestos. Mientras desde el punto de vista de la
    socialización, las nuevas tecnologías –
    particularmente la televisión– son
    satanizadas y percibidas como una amenaza a la democracia y a la
    formación de las nuevas generaciones, desde el punto de
    vista del proceso de aprendizaje son percibidas utópicamente
    como la solución a todos los problemas de calidad y cobertura de la
    educación.

    Estas visiones, aparentemente opuestas, se apoyan en un
    supuesto común, según el cual el papel activo en los
    procesos de aprendizaje y de
    socialización lo juegan los agentes externos, en este caso
    las tecnologías de la información y sus mensajes, y no
    en los marcos de referencias de los sujetos, a partir de los
    cuales se procesan los mensajes transmitidos a través de las
    tecnologías. Mi exposición asume – como lo hacen
    ya muchos estudios sobre las nuevas tecnologías, que es
    necesario superar este enfoque tecnocrático y preocuparse
    más por las operaciones cognitivas y
    emocionales de los sujetos en el proceso de construcción de los
    aprendizajes. Trataré de analizar este problema en el caso
    de la televisión y de los computadores.

     

    Televisión y proceso de
    socialización

    El papel de la televisión desde el punto de vista
    del proceso de socialización de las nuevas generaciones ha
    sido objeto de un intenso debate. En este sentido, parece
    necesario superar el enfoque más comúnmente aceptado,
    según el cual la televisión es responsable de las
    desviaciones morales de los niños y jóvenes por
    el contenido de los programas que transmite, donde
    predomina la violencia, el consumismo, la
    difusión de valores individualistas y las
    pautas culturales propias de la sociedad americana, que concentra
    gran parte de la producción de programas de
    televisión.

    Estas denuncias sobre el papel de la televisión en
    el proceso de socialización de las nuevas generaciones
    seducen por su simplicidad. Sin embargo, el problema no es tan
    simple. No pretendo, de ninguna manera, subestimar la importancia
    de la influencia del contenido de los mensajes televisivos sobre
    las conductas de las personas, particularmente de los niños
    y jóvenes. Pero es importante reconocer que los problemas de
    violencia, de pasividad ciudadana o de pasividad personal, no pueden explicarse
    sólo ni principalmente por la influencia de la
    televisión. A manera de ejemplos muy evidentes, no hay
    más que recordar que los fenómenos de xenofobia y de intolerancia
    cultural que tienen lugar actualmente en Africa, en la ex Yugoslavia o en
    Argelia, no parecen estar asociados a una exposición muy
    significativa de la población a la
    televisión. En el mismo sentido, la fragilidad de la
    democracia o la existencia de regímenes autoritarios, no
    pueden ser explicadas sólo ni principalmente por la
    utilización masiva de la televisión como medio de
    comunicación.

    Pero más allá del análisis de los
    fenómenos de violencia o de autoritarismo, el principal
    problema que plantean las hipótesis que colocan la
    cuestión de los contenidos de los mensajes en el centro del
    problema, es que reducen el debate a una cuestión de control
    y de regulación de las emisiones. La experiencia
    histórica, sin embargo, nos ha mostrado que controlar nunca
    ha sido la solución de largo plazo para las estrategias de socialización
    y, además, suele provocar por lo menos otros dos efectos no
    deseados ni deseables, por lo menos desde una perspectiva
    democrática: el primero es que evita, o reduce, el esfuerzo
    real de preguntarse por qué este tipo de programas consigue
    atraer tanta audiencia; y el segundo, no menos grave, es que abre
    la puerta a tentaciones represivas difíciles de controlar
    una vez que se instalan en el poder.

    Los enfoques más complejos sobre el papel de la
    televisión en el proceso de socialización permiten
    –en cambio– focalizar la atención sobre el
    vínculo que se establece entre el sujeto y el mensaje
    socializador, y sobre la forma que se utiliza para transmitir
    dicho mensaje. La crítica que surge de este
    enfoque más complejo sobre el papel de la televisión no
    es menos fuerte que la que provoca el análisis de los
    contenidos y tiene, además, la ventaja de permitirnos la
    elaboración de estrategias más adecuadas desde el punto
    de vista de los problemas que queremos resolver.

    En el vínculo que establece la televisión
    – particularmente la televisión tradicional– la
    creatividad y la inteligencia están en el
    emisor, mientras que el espectador queda reducido a un rol
    predominantemente pasivo. Con respecto a la forma, la
    televisión se apoya en la imagen, que –al contrario
    de la lectura, que se basa en la
    racionalidad y la reflexión– moviliza particularmente
    las emociones, los sentimientos y la
    afectividad. Los cambios en la información política,
    por ejemplo, son uno de los aspectos donde se puede apreciar
    más claramente esta diferencia. El uso intensivo de la
    televisión en la formación de opiniones políticas ha reforzado las
    estrategias basadas en respuestas intuitivas y emocionales en
    lugar de respuestas basadas en la evaluación intelectual de
    las propuestas o los programas.

    En el nivel económico y comercial, también se
    aprecian fenómenos similares. La publicidad, en última
    instancia, implica introducir un comportamiento no racional en
    la economía1, donde el consumidor ya no toma sus
    decisiones en función del análisis de
    las ventajas comparativas de cada producto, sino de las
    emociones que suscita la propaganda basada en la
    imagen. Vincular los comportamientos políticos o
    económicos fundamentalmente a emociones, afectos y
    sentimientos, a través de la imagen, implica – como lo
    han sostenido diversos autores– un riesgo profundo para la
    democracia. Karl Popper, por ejemplo, ha
    utilizado una metáfora plena de sugerencias. Según
    Popper, la televisión …"ha reemplazado la voz de
    Dios"2. La televisión habría retomado,
    según este enfoque, la función de los sacerdotes en las
    sociedades tradicionales:
    crear permanentemente ídolos y divinidades a través de
    las telenovelas y los espectáculos.

    Analizado desde esta perspectiva, el problema de la
    televisión como agente de socialización no se resuelve
    solamente con el cambio de contenido de los programas, con el
    aumento de la diversidad en la oferta o con la creación
    de canales educativos y culturales. Si el problema radica en la
    forma utilizada para la transmisión de mensajes y en el
    vínculo que se establece entre el emisor, el contenido y el
    receptor, la multiplicación de canales y de la diversidad de
    la oferta solamente aumentará las posibilidades de someterse
    a dicho vínculo, donde la inteligencia, como vimos,
    está concentrada en el emisor y donde la operación
    intelectual es la redundancia.

    En este sentido, el problema principal que plantea la
    televisión como agente de socialización consiste en que
    su debilidad para formar los marcos de referencia con los cuales
    cada persona procesa los mensajes que recibe.

    Las nuevas tecnologías de la comunicación nos
    ponen ante una enorme cantidad de mensajes y de opciones.
    Aún en el caso de la televisión, donde el espectador
    juega un rol predominantemente pasivo, debe, sin embargo,
    desarrollar una serie de actividades: elegir, decodificar
    mensajes, aceptar o rechazar sus contenidos, etc. En definitiva,
    aún en los casos donde la actividad dominante está del
    lado de la oferta, existen actividades de elección que
    dependen básicamente de los marcos de referencia del
    espectador. Dichos marcos de referencia son tanto culturales como
    cognitivos. Desde el punto de vista cultural, el receptor de
    mensajes realiza una serie de operaciones de identificación,
    de reconocimiento, de diferenciación, de adhesión o de
    rechazo, que suponen la existencia de un núcleo cultural
    básico, a partir del cual se seleccionan y procesan los
    contenidos de dichos mensajes.

    Desde el punto de vista cognitivo sucede algo similar:
    la recepción provoca procesos de comparación,
    asociación, transferencia, etc. que dependen del desarrollo
    intelectual del espectador. Cuando este núcleo cultural y
    cognitivo no está constituido o lo está muy
    débilmente, los riesgos de alienación y
    de dependencia aumentan considerablemente ya que los medios de
    comunicación, particularmente la televisión, no han
    sido concebidos para formar este núcleo. La oferta de los
    medios de comunicación
    supone que los espectadores ya tienen las categorías y las
    capacidades de observación, de
    clasificación, de comparación, etc., necesarias para
    procesar e interpretar el enorme caudal de datos que ellos ponen a nuestra
    disposición.

    La formación de este núcleo cultural y
    cognitivo básico ha sido hasta ahora, responsabilidad de la familia y la escuela. La pregunta que cabe
    formularse es si ya estaríamos ante una situación en la
    cual es necesario que los medios de comunicación
    asuman explícitamente – es decir, sean objeto de una
    política definida por la sociedad– la función de
    formar el núcleo básico de la socialización. Dicho
    en otros términos, habría que definir un pacto entre la
    familia, la escuela y los
    medios de comunicación con respecto a las funciones y responsabilidades de
    cada uno en el proceso de formación de las nuevas
    generaciones. Colocar la discusión en la relación, en
    los vínculos entre familia, escuela y tecnologías,
    permite salir de los falsos dilemas en los cuales se cae cuando
    se analiza el problema desde uno solo de los actores del proceso
    de socialización. Gran parte de los fenómenos actuales
    de déficits en el proceso de socialización, de
    debilidad en la construcción de los marcos de referencia
    cognitivos y culturales, se debe a tensiones no resueltas en la
    relación entre las diferentes agencias de
    socialización. No sería realista ni fértil definir
    una estrategia apoyada en uno solo de
    los términos de este problema. De allí que en cierta
    medida, el cambio en el papel de la televisión en el proceso
    de socialización de las nuevas generaciones dependa del
    cambio en la familia y en la escuela, más que del cambio en
    la propia televisión. Mejorar significativamente la enseñanza de la lectura y la escritura, asumir desde la
    familia y la escuela la formación del núcleo
    básico de la personalidad, promover una
    educación basada en el desarrollo de la inteligencia a
    través de la experimentación, el trabajo en equipo, la
    creatividad, etc., son algunos de los aspectos sobre los cuales
    puede edificarse una estrategia educativa destinada a mejorar el
    papel de la televisión. Se trata, desde este punto de vista,
    de mejorar la calidad de la demanda y la capacidad para
    procesar los mensajes que transmiten los medios.

    La idea del pacto tiende a colocar a la televisión
    en un lugar limitado dentro del conjunto de políticas de
    socialización. Al respecto, deseo insistir en que una
    estrategia para limitar el lugar de la televisión en el
    proceso de socialización no pasa sólo por controlar o
    por establecer otros tipos de medidas represivas. Más que
    una estrategia reactiva necesitamos una estrategia
    pro–activa destinada a reforzar las acciones comunicativas a
    través de la lectura y la escritura y a reforzar los
    vínculos y las relaciones sociales. En esta estrategia
    pro–activa, sin embargo, será preciso apoyarse en las
    propias tecnologías de la comunicación. Dichas
    tecnologías, como vimos, no se reducen a la televisión.
    Los otros dos instrumentos tecnológicos actualmente
    disponibles – la computadora y el teléfono– movilizan
    aspectos muy diferentes a los de la televisión y se basan en
    la lectura, la escritura y el diálogo. No se trata, en
    consecuencia, de caer en el falso dilema donde lo moderno aparece
    unidimensionalmente asociado a la imagen y lo tradicional a la
    lectura y al diálogo.

     

    Informática y
    educación

    La computadora y el
    teléfono, a diferencia de la televisión, no se apoyan
    en la imagen ni movilizan prioritariamente la afectividad. Los
    estudios al respecto coinciden en señalar que la
    particularidad de la computadora es que la inteligencia está
    distribuida de manera inversa a la del televisor. En la
    televisión la inteligencia y la actividad están
    principalmente localizadas en el centro. El emisor y los
    terminales son relativamente pasivos. En la computadora, en
    cambio, la inteligencia está en los terminales y el centro
    es pasivo3. La diversidad de operaciones que pueden
    ser realizadas por los terminales está regulada, sin
    embargo, por los programas disponibles (software). Esta significativa
    determinación de las actividades en función de los
    programas abre la discusión de uno de los aspectos más
    importantes del diseño de las actividades
    educativas futuras: el control de la concepción y
    difusión de programas.

    Las consecuencias educativas del desarrollo de la
    informática y de su
    utilización es objeto actualmente de un intenso debate que
    incluye diferentes dimensiones. Al respecto, y a pesar de la
    intensa pasión que ponen tanto los militantes del uso de las
    nuevas tecnologías como sus oponentes, el estado actual del debate no
    permite formular conclusiones categóricas. La verdad es que
    tanto las hipótesis catastrofistas como las
    ilusiones tecnocráticas se han visto desmentidas por la
    realidad4. La historia de la educación
    muestra, en todo caso, que
    estas capacidades pueden desarrollarse a través de
    tecnologías menos costosas y menos sofisticadas. En lo
    esencial, no hay dudas que la utilización de estas
    tecnologías puede convertirse en un instrumento muy
    importante en el proceso de aprendizaje.

    Además, su presencia ya es un hecho en
    múltiples aspectos de la vida social y no habría
    razones para que no lo sean en la educación. El problema
    central, sin embargo, es que la educación debe formar las
    capacidades que supone un comportamiento inteligente:
    observación, comparación, clasificación, etc.
    Desde esta perspectiva, el uso de las tecnologías no es un
    fin en sí mismo sino una función del desarrollo
    cognitivo. Como lo demuestran muchos ejemplos actuales, el uso de
    las nuevas tecnologías en el proceso de aprendizaje puede
    estar al servicio de las funciones
    pedagógicas tradicionales, sin implicar ninguna
    modernización ni cambio por parte de los diferentes actores.
    Si las tecnologías son utilizadas simplemente para
    transmitir información ya totalmente elaborada y demandar
    respuestas repetitivas por parte de los alumnos, las
    tecnologías reforzarán aún más los estilos
    tradicionales de relaciones con el conocimiento.

    La experiencia demuestra que la tecnología no implica necesariamente el
    desarrollo de las innovaciones cognitivas. El ejemplo de
    California es ilustrativo. Un estudio efectuado sobre 400
    escuelas y citado por Goery Delacôte en su reciente libro sobre los nuevos
    métodos de acceso al
    conocimiento, mostró que las escuelas dotadas de computadoras y de una red local no necesariamente operaban en
    forma innovativa. Un porcentaje importante (2/3) no
    distribuían jamás las informaciones recolectadas en el
    exterior. La red era utilizada fundamentalmente para
    distribuir instrucciones a los terminales y para recolectar los
    resultados de los ejercicios hechos por los alumnos sentados
    delante de sus terminales, para la evaluación.

    Las actividades de investigación y de acceso a
    la información para resolver un problema, presentar una
    pregunta, buscar una explicación, acceder a nuevos datos,
    etc. no eran nunca aseguradas. Este ejemplo muestra cómo una
    función tecnológica correcta, la red local, puesta al
    servicio de una función pedagógica tradicional, brindar
    información, tiende a reforzar aún más el enfoque
    tradicional. Además, en estos casos también se aprecia
    que la red local queda confinada en una sola sala de clase, el laboratorio, que la
    instrucción continúa organizada por disciplinas y los
    horarios tampoco se modifican. En síntesis, la computadora es
    utilizada para enseñar más que para aprender. Este
    ejemplo muestra, desde otra perspectiva, que el problema no son
    los instrumentos sino su utilización por parte de los
    actores sociales. Los cambios en los estilos pedagógicos no
    dependen exclusivamente de los cambios tecnológicos. Creer
    lo contrario, sería pensar que la falta de aplicación
    de los métodos activos de enseñanza,
    proclamados desde hace ya más de medio siglo, se explica por
    causas técnicas y no por factores
    sociales, políticos e institucionales que las nuevas
    tecnologías no modifican por sí solas.

     

    Las nuevas tecnologías y
    la política educativa

    Desde esta breve presentación acerca del papel del
    conocimiento en la sociedad y del desarrollo de las nuevas
    tecnologías, es posible efectuar una mirada acerca de las
    consecuencias sobre la dimensión política de la
    educación. En primer lugar, es preciso señalar que la
    existencia de las nuevas tecnologías plantea un problema
    nuevo: la acumulación de conocimientos socialmente
    significativos en los circuitos dominados por ellas.
    Todo lo que no exista y no circule por esos circuitos tendrá
    una existencia precaria, como la tuvieron todas las informaciones
    y saberes que no fueron incorporados al libro o al documento
    escrito a partir de la expansión de la imprenta.

    Es este fenómeno, más que las potencialidades
    de las nuevas tecnologías desde el punto de vista puramente
    cognitivo, lo que determina la necesidad de incorporar
    adecuadamente la dimensión tecnológica en las
    políticas educativas democráticas. No hacerlo puede
    condenar a la marginalidad a todos los que
    queden fuera del dominio de los códigos que
    permitan manejar estos instrumentos. Un indicador elocuente de
    este peligro de polarización social puede apreciarse a
    través de la fuerte concentración del acceso a las
    nuevas tecnologías de la información. Según datos
    recientes del Banco Mundial, la
    distribución de teléfonos, computadoras y usuarios de
    Internet por países
    según sus diferentes niveles de ingreso, es muy desigual
    (ver Cuadro 1).

    Cuadro 1.
    Indicadores sobre la
    penetración de la información según niveles de
    ingreso de los países.

     

    En segundo lugar y en relación directa con el
    problema del acceso a las tecnologías, se plantea el
    problema de los costos de esta operación.
    Este problema no es banal ya que no se trata sólo del
    costo inicial sino del costo
    posterior a la incorporación de las tecnologías
    (mantenimiento,
    actualización constante de los equipos y del software,
    etc.). La incorporación masiva de las nuevas
    tecnologías a la educación convierten en un problema
    general lo que hasta ahora había sido un problema casi
    exclusivo de la enseñanza técnica y profesional. Una
    educación general de buena calidad ya no podrá ser de
    bajo costo en el sentido que sólo requeriría una sala,
    mesas y un profesor que dicte su clase.
    La pugna por los recursos y por quien debe asumir
    los costos de la educación general será cada vez
    más intensa y no hay razones para suponer que sin una
    presión constante por
    parte de los sectores populares, la distribución de las
    nuevas tecnologías asumirá un carácter
    democrático.

    En tercer lugar, este fenómeno de
    incorporación de equipos tecnológicos en la
    educación general es parte de un proceso global de
    desaparición de las diferencias entre educación
    presencial y a distancia. Estas dos categorías –
    presencial y a distancia – pertenecen al mundo
    tecnológico del pasado. El desarrollo de las nuevas
    tecnologías de la información y su expansión
    están provocando la aparición de un modelo mixto de oferta
    pedagógica, que incorpora las características más
    relevantes de los modelos clásicos de
    educación presencial y a distancia. Esta combinación de
    características se refiere tanto a los aspectos
    pedagógicos como institucionales.

    Desde el punto de vista pedagógico, la
    educación a distancia está incorporando cada vez
    más las tecnologías multi–media y, con ello,
    aumentan significativamente los niveles de interacción entre el
    profesor y el alumno así como entre los alumnos. La
    dimensión grupal, propia de la oferta presencial, tiene cada
    vez más posibilidades de ser incorporada en las ofertas a
    distancia. A la inversa, las ofertas educativas presenciales se
    apoyan cada vez más en el uso de las nuevas
    tecnologías, que permiten llegar a poblaciones dispersas y
    que facilitan el trabajo personal y
    autónomo del alumno.

    Pero la incorporación de las nuevas
    tecnologías tiene lugar en un contexto que se caracteriza
    por dos tendencias importantes: (i) la significativa velocidad que ha adquirido la
    producción de conocimientos y (ii) la posibilidad de acceder
    a un enorme volumen de información. A
    diferencia del pasado, los conocimientos e informaciones
    adquiridos en el período de formación inicial en las
    escuelas o universidades no permitirán a las personas
    desempeñarse por un largo período de su vida activa. La
    obsolescencia será cada vez más rápida, obligando
    a procesos de reconversión profesional permanente a lo largo
    de toda la vida. Pero además de la significativa velocidad
    en la producción de conocimientos, también existe ahora
    la posibilidad de acceder a una cantidad enorme de informaciones
    y de datos que nos obligan a seleccionar, a organizar, a procesar
    la información, para que podamos utilizarla.

    En estas condiciones y para decirlo rápidamente, la
    educación ya no podrá estar dirigida a la
    transmisión de conocimientos y de informaciones sino a
    desarrollar la capacidad de producirlos y de utilizarlos. Este
    cambio de objetivos está en la base
    de las actuales tendencias pedagógicas, que ponen el acento
    en los fenómenos meta – curriculares. David
    Perkins, por ejemplo, nos llama la atención acerca de la
    necesidad de distinguir dos tipos de conocimientos: los de orden
    inferior y los de orden superior. Los primeros son los
    conocimientos sobre determinadas áreas de la realidad. Los
    de orden superior son conocimientos sobre el conocimiento. El
    concepto de meta – curriculum se refiere
    precisamente al conocimiento de orden superior: conocimientos
    acerca de como obtener conocimientos, acerca de como pensar
    correctamente, acerca de nociones tales como hipótesis y
    prueba, etc. 5.

    Si el objetivo de la educación
    consiste en transmitir estos conocimientos de orden superior, el
    papel de los docentes no puede seguir
    siendo el mismo que en el pasado. Su función se resume,
    desde este punto de vista, en la tarea de enseñar el
    oficio de aprender, lo cual se contrapone al actual modelo
    de funcionamiento de la relación entre profesor y alumno,
    donde el alumno no aprende las operaciones cognitivas destinadas
    a producir más conocimiento sino las operaciones que
    permiten triunfar en el proceso escolar.

    ¿En qué consiste el oficio de aprender?. Al
    respecto, es interesante constatar que los autores que están
    trabajando sobre este concepto evocan la metáfora del
    aprendizaje tradicional de los oficios, basado en la
    relación entre el experto y el novicio. Pero a diferencia de
    los oficios tradicionales, lo que distingue al experto del
    novicio en el proceso de aprender a aprender es la manera como
    encuentran, retienen, comprenden y operan sobre el saber, en el
    proceso de resolución de un determinado problema.

    A partir de esta pareja "experto–novicio", el
    papel del docente se define como el un "acompañante
    cognitivo". En el proceso clásico de aprendizaje de
    determinados oficios, el procedimiento utilizado por el
    maestro es visible y observable. El maestro muestra cómo se
    hacen las cosas. En el aprendizaje escolar, en
    cambio, estos procedimientos están ocultos
    y el maestro debe ser capaz de exteriorizar un proceso
    mental
    generalmente implícito. El "acompañante
    cognitivo" debe, por ello, desarrollar una batería de
    actividades destinadas a hacer explícitos los
    comportamientos implícitos de los expertos, de manera tal
    que el alumno pueda observarlos, compararlos con sus propios
    modos de pensar, para luego – poco a poco – ponerlos
    en práctica con la ayuda del maestro y de los otros
    alumnos6. En síntesis, pasar del estado de novicio al estado de
    experto consiste en incorporar las operaciones que permiten tener
    posibilidades y alternativas más amplias de comprensión
    y solución de problemas.

    A partir de estas constataciones, es razonable suponer
    que la expansión del uso de las tecnologías de la
    información en educación implicará el incremento
    de las actividades destinadas a promover el dominio de las
    operaciones meta–cognitivas utilizadas en el proceso de
    enseñanza–aprendizaje que tiene lugar a través de
    estos instrumentos. Desde el punto de vista institucional, este
    avance hacia un modelo combinado de oferta pedagógica
    plantea al menos dos grandes áreas de debate y de acción. La primera de
    ellas se refiere a la forma como se relacionan las instituciones educativas entre
    sí. El desarrollo de estas nuevas tecnologías ha
    permitido expandir las posibilidades de vincular a la escuela en
    forma de redes. La red, a diferencia de los sistemas jerárquicos
    tradicionales, puede ser movilizada en función de las
    iniciativas de cada uno de los participantes y no sólo de la
    cúpula de la organización. En el caso de las
    instituciones educativas, el desafío consiste en incorporar
    el dinamismo democrático de la red desde el punto de vista
    de los vínculos entre instituciones, sin perder la
    función de cohesión social, de respuesta a los
    intereses generales, que cumple la organización educativa
    basada en el concepto de sistema.

    El segundo aspecto se refiere a la cobertura de las
    acciones educativas. Este modelo combinado de educación
    implica que las modalidades pedagógicas tradicionalmente
    asociadas a la educación a distancia dirigida a estudiantes
    adultos, ahora comiencen a aplicarse a niños y jóvenes.
    Este fenómeno abre interrogantes muy importantes tanto de
    tipo pedagógico como político educativo acerca de la
    utilización de las nuevas tecnologías con una
    población no adulta.

    Quisiera finalizar repitiendo la idea central de esta
    conferencia y utilizando para
    ello una cita de Dominique Wolton, que resume adecuadamente el
    problema ante el cual estamos enfrentados. Wolton se pregunta:
    "¿Cuándo se reconocerá que cuanto más se
    disponga de teléfonos, ordenadores, televisores, multimedias
    interactivos, redes… más se plantea la pregunta de
    saber qué harán las sociedades con esas técnicas y
    no, como se escucha tan a menudo, de saber qué sociedad
    será creada por esas técnicas? En una palabra,
    ¿cuándo se reconocerá que el problema es
    socializar las técnicas y no tecnificar la
    sociedad
    ?7.

     

    Notas

    1. N. Postman, op. cit., pág. 108.

    2. K. Popper, op. cit., pág. 36.

    3. L. Scheer, op. cit. pág. 55.

    4. Un panorama global de la situación existente
    hace más de una década puede verse en el World Yearbook
    of Education 1982/83. Computers and Education. Ed. por J.
    Megarry, D. Walker, S. Nisbet y E. Hoyle, London, Kogan Page,
    1983. Un análisis más reciente, vinculado sobre todo al
    problema del desarrollo cognitivo, se encuentra en S. Maclure y
    P. Davis (comps.) Aprender a pensar, pensar en aprender.
    Barcelona, Gedisa, 1994.

    5. Ver, por ejemplo, David Perkins. La escuela
    inteligente; Del adiestramiento de la memoria a la educación
    de la mente. Barcelona, Gedisa, 1995. Stuart MacLure y Peter
    Davies. Aprender a pensar, pensar en aprender. Barcelona, Gedisa,
    1995.

    6. Goery Delacôte,. Savoir apprendre; Les
    nouvelles méthodes.
    Paris, Ed. Odile Jacob,
    1996.

    7. Dominique Wolton. Penser la communication.
    París, Flammarion, 1997.

     

    Juan Carlos Tedesco (*)

    (*) Director IIPE / Buenos Aires

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