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La compleja vinculación teoría-práctica en tendencias de formación docente




Enviado por Ana Vogliotti



     

     

    La Ley Federal de Educación y la transformación del
    sistema educativo que ella
    conlleva hacen necesario pensar y construir un sistema de formación docente
    diferente. El propósito de este trabajo es, precisamente,
    aportar a esta construcción con algunas
    reflexiones acerca de las tendencias en la formación
    docente.

    Al analizar la historia pedagógica reciente de nuestro
    país, detectamos tendencias diferentes en la formación
    docente: la tecnológica, la constructivista y la
    crítico-reflexiva. Ellas se sustentan en orientaciones
    conceptuales que nos ubican en marcos epistemológicos,
    sociales, psicológicos y pedagógicos. Cada
    orientación, a su vez, desencadena procesos formativos
    diferentes.

    En este artículo analizaremos las tendencias
    mencionadas, circunscribiéndonos a algunos elementos del
    marco contextual de emergencia de cada una de ellas y a la
    incidencia de su fundamentación teórica en las
    concepciones curriculares que las orientan. Abordaremos
    también, el modo en que estos fundamentos teóricos se
    expresan en la constitución de perfiles
    formativos diferenciados, enfatizando las relaciones entre
    teoría y práctica en cada tendencia.

     

    1. TENDENCIA DE
    FORMACIÓN DOCENTE TECNICISTA

    A nivel de las políticas globales, en la
    década de los años 60, prevale la relación
    educación-trabajo, desde el supuesto desarrollista que
    sostiene, "a mayor educación, mayor producción, mayor
    desarrollo". Predominaron las
    corrientes denominadas del "desarrollo" y del "capital humano", que ponían
    el énfasis en los aspectos cuantitativos de los sistemas educacionales. La mirada
    se dirigió hacia cómo crecen, cómo se distribuyen
    social y regionalmente, cual es su eficiencia interna (rendimiento
    cuantitativo) y cuál es su eficiencia externa
    (adecuación y tipo de egresados a las necesidades de mano de
    obra)" (Paviglianiti, 1993).

    Las tendencias teóricas marcaron en este sentido la
    necesidad de una especialización, para formar sujetos
    eficientes, prácticos y productivos; el modelo de formación
    docente tecnicista aparecía como el instrumento principal,
    dado que sus fundamentos filosófico-epistemológicos y
    científicos, basados en enfoques positivistas, conductistas
    y sistémicos, garantizaban la consecución del ideal
    antropológico.

    En la década de los años 70 el paradigma desarrollista
    comienza a acusar sus deficiencias; en el ámbito educativo,
    se identifica un reclamo por una formación más
    integradora con respecto a la relación sujetos-sociedad. No obstante, la
    práctica educativa tecnicista en la preparación de
    educadores tendrá una continuidad que abarcará los
    año 80 y hasta la actualidad, pese a la emergencia de otras
    líneas.

    En el corto período de democratización 73-76,
    se hace presente una perspectiva en la formación docente
    que, a juzgar por sus fundamentos teóricos, puede
    identificarse como crítica, dado que sus
    raíces conceptuales se encuentran en la Teoría Social
    Crítica de la escuela de Francfort. Sin
    embargo, la repercusión de la política instaurada por el gobierno de facto de 1976 va a
    interrumpir estas perspectivas crítico-reproductivistas en
    la formación docente, reemplazándola por una
    política educativa que ponía el acento en el orden
    instrumental y expresivo, lo que fortaleció la continuidad
    de la línea de formación tecnicista, asignándole a
    la educación la función de "restauradora del
    orden social". Las consecuencias de estas políticas
    educativas en la formación docente se evidencian sobre todo
    en sus efectos de "vaciamiento" de información académica
    en los procesos educativos y en una práctica educativa
    fuertemente prescripta, lo que otorga a los procesos formativos
    de los educadores una perspectiva decididamente
    directiva.

    La línea tecnicista se complementa con una
    perspectiva personalista de la educación, en la que se
    visualiza una marcada influencia de las propuestas
    pedagógicas que tuvieron una incidencia particular en la
    Reforma Educativa Española, durante la época
    franquista. A pesar que la fundamentación filosófica de
    la corriente pedagógica personalista es diferente a la del
    modelo tecnicista, adhiere a ésta en la propuesta didáctica de los procesos
    formativos.

     

    1. a. Concepción de
    currículo

    El marco contextual anterior se expresa en la
    concepción tecno-burocrática del currículo. Técnico,
    por su estructura de racionalidad. El
    currículo como instrumento de desarrollo económico y de
    control social, tecnifica el
    proceso educativo bajo los
    supuestos de eficiencia y eficacia. El problema central es
    buscar los mejores medios para lograr los
    objetivos eficazmente. La
    racionalidad técnica se manifiesta en la separación
    entre planificación y
    ejecución curricular: la planificación es asunto de
    expertos académicos y la ejecución, tarea de los
    docentes. Esto separa
    teoría y práctica, pensamiento y acción. (Martínez
    Bonafé, 1991)

    El carácter
    burocrático-administrativo da cuenta que el Estado prescribe, a
    través del currículo básico el qué, cómo
    y cuando enseñar, dejando escasos márgenes de
    determinación curricular a nivel de centros educativos y de
    los docentes. Este modelo curricular prescribe la práctica
    del docente, desprofesionaliza su labor, atomiza el proceso de
    enseñanza y desconoce la
    complejidad de la vida del aula.

     

    1. b. Perfil
    formativo

    Esta concepción curricular tecnicista es coherente
    con un enfoque profesionalista tecnocrático del docente,
    centrado en el manejo de técnicas, normas y conocimientos
    instrumentales que garantizan la eficacia en el logro de
    objetivos y la aplicación de diseños instructivos
    ajenos.

    De acuerdo a esta concepción, formar docentes es
    convertirlos en técnicos eficaces. La formación docente
    se organiza siguiendo una secuencia lineal que comienza con el
    conocimiento científico
    básico, luego el conocimiento aplicado y
    finalmente el desarrollo de competencias profesionales. La
    práctica se sitúa al final del currículo,
    concebida como aplicación de normas y técnicas derivadas de la investigación
    científica. Esto nos habla de un modelo
    deductivo-aplicacionista de actuación, donde teoría y
    práctica se separan y se inmovilizan mutuamente. Sólo
    se requiere la teoría que justifique la acción y
    sólo se reconoce la acción que realice el ideal de la
    teoría (Parra y Pasillas, 1991).

    Los contenidos centrales en la formación docente
    son la programación centrada en
    objetivos, la evaluación cuantitativa, la
    instrucción programada, las técnicas grupales, los
    recurso audiovisuales, etc.

    Una expresión de este modelo lo constituyen los
    programas de entrenamiento del profesor, basados en el
    supuesto del valor de la investigación en la
    determinación de estrategias de enseñanza.
    Estos programas consisten en la formación de competencias y
    habilidades específicas y observables que se han mostrado
    eficaces en la investigación previa. Se apoya en el
    paradigma de investigación proceso-producto que establece
    correlaciones entre comportamientos observables del profesor y
    rendimiento de los alumnos. Estas investigaciones permiten
    determinar cuáles son las características o conductas
    que los docentes debieran tener (norma ideal). Se entrena
    entonces a los docentes en el dominio de tales competencias de
    modo que su aplicación garantice resultados óptimos de
    enseñanza.

     

    2. TENDENCIA CONSTRUCTIVISTA
    EN LA FORMACIÓN DOCENTE

    A fines de la década del 70 y comienzos de los 80
    van emergiendo perspectivas alternativas de formación.
    Configurándose a partir de marcos
    teóricos-metodológicos de corte cualitativo, estas
    alternativas proponen abarcar los aspectos subjetivos y no
    manifiestos del comportamiento del hombre en los procesos
    educativos en general y por ende, en el proceso formativo de los
    docentes. Entre ellas, adquiere una particular relevancia una
    perspectiva denominada "constructivista" por su concepción
    acerca del conocimiento y por el proceso
    que realizan los sujetos para su apropiación.

    La línea constructivista instalada en la
    formación docente inicial en nuestro país,
    principalmente a partir de la década de los años 80, se
    caracteriza por una fuerte fundamentación psicológica.
    Constituye un intento claro de subsumir la práctica
    educativa a la aplicación de la psicología. Sin embargo esta tendencia,
    desde los comienzos de su implementación hasta la
    actualidad, observa variaciones significativas en relación a
    los pilares teóricos que le sirven de fundamento. En este
    sentido pueden diferenciarse dos etapas:

    – la primera, que caracteriza sobre todo los primeros
    años de la década, se sustenta en la Psicología
    Genética de Jean Piaget extendida a la
    práctica educativa. Desde el principio que sostiene que el
    sujeto organiza la realidad gracias a la posibilidad de
    realizar operaciones mentales de nivel
    creciente en complejidad, transformando al universo en operable y
    susceptible de ser racionalizado, se delimita la función
    de la educación que consiste en favorecer los procesos
    constructivos de los sujetos que aprenden, considerando
    especialmente sus estructuras
    cognitivas.

    – la segunda etapa, que comienza a implementarse poco
    antes de la presente década, a partir del reconocimiento
    de algunas de las limitaciones de sustentar la práctica
    pedagógica en una sola perspectiva teórica,
    amplía su fundamentación (además de la
    psicogenética) con la inclusión de otras
    perspectivas, como la teoría de la asimilación de
    Ausubel y la teoría
    socio-cultural de Vygotsky.

    La ampliación del marco teórico referencial
    de esta línea pedagógica, contribuye a resignificar la
    importancia del contenido, esto es, de los objetos de
    conocimiento en los procesos de enseñanza-aprendizaje y a atribuir al
    educador su perfil como enseñante, dado que su función
    ya no es sólo la creación de contextos situacionales
    para que el alumno construya sus conocimientos (como se
    sostenía en la etapa anterior), sino que debe "orientar y
    guiar esta actividad con el fin de que la construcción del
    alumno se acerque, de forma progresiva, a lo que significan y
    representan los contenidos como saberes culturales" y (Coll,
    1990: 442) y no sólo las nociones operatorias.

    Estas dos etapas son las que realizarán el aporte
    más relevante desde la perspectiva constructivista en los
    procesos de formación docente inicial.

     

    2.a. Concepción de
    currículo

    Las interpretaciones constructivistas acerca del
    currículo son tributarias del modelo mediacional de
    investigación didáctica, el que hace
    hincapié en los procesos cognitivos que median entre las
    actividades instructivas y los resultados de aprendizaje. El
    estudio del desarrollo evolutivo del sujeto y de sus procesos de
    aprendizaje se convierte en el eje de la investigación y de
    la formación docente, ya que constituyen el punto de partida
    para determinar los procesos de enseñanza.

    El currículo es concebido como conjunto de
    experiencias de aprendizaje que tienen los alumnos bajo la
    responsabilidad de la escuela.
    Schiro (citado por Zabalza: 1987) habla de un modelo curricular
    "humanista expresivo" centrado en el niño. En estos enfoques
    subsisten las disciplinas convencionales, pero son los intereses
    del alumno, sus motivaciones, sus deseos, sus relaciones con el
    medio, los que actúan como eje de estructuración del
    currículo.

    Desde esta perspectiva, el rol docente consiste en
    apoyar o acompañar el desarrollo del niño, creando un
    ambiente que movilice las
    estructuras cognitivas de pensamiento y respete su
    diversidad.

     

    2.b. Perfil
    formativo

    En la caracterización de los perfiles se
    diferencian también las dos etapas señaladas en la
    conformación de esta tendencia. En la primera etapa, el
    constructivismo
    psicogenético se manifestó en los contextos de
    formación docente (a veces acertadamente otras, desde
    interpretaciones parciales o equívocas con criterios
    aplicacionistas) marcando el carácter no intervencionista
    del educador. Al igual que el docente, el formador pierde su
    función de enseñante para pasar a ser mero "moderador",
    "facilitador", "orientador". La formación docente consiste
    en la vivencia de experiencias semejantes a las que se
    provocarán en el alumno en la escuela. Se trata que
    reaprenda el objeto a enseñar recorriendo el mismo camino
    que habrá de recorrer el alumno, asegurando la coherencia
    entre los principios constructivistas y la
    formación.

    Se homologa el contexto de formación y el contexto
    de aprendizaje en el aula, enfrentando al docente con situaciones
    semejantes a las que enfrentará con sus alumnos. De este
    modo la relación entre la experiencia de formación y la
    práctica docente es de transferencia de una práctica a
    otra. Se parte de la experiencia práctica, que luego se
    analiza a la luz de la teoría, la cual
    anticipa nuevas experiencias. La relación entre teoría
    y práctica es de alternancia.

    El dispositivo privilegiado para este tipo de
    formación es el taller como modalidad pedagógica de
    aprender -haciendo, aprender-vivenciando. En cuanto a los
    contenidos de la formación, se da prioridad al conocimiento
    de las etapas evolutivas del sujeto, de los mecanismos del
    desarrollo mental y de la génesis en la construcción de
    ciertas nociones básicas, para que el docente comprenda el
    pensamiento infantil y seleccione estrategias de enseñanza
    acorde al mismo. Se destaca también el aprendizaje de las disciplinas
    pedagógico-didácticas que se consideran como una
    prolongación o aplicación de las disciplinas
    psicológicas.

    Alen y Delgadillo (1994) relativizan esta tendencia en
    la formación docente diciendo que las características
    que singularizan el aprendizaje en el contexto de formación
    impiden su homologación con el aprendizaje en el aula. Estas
    características están referidas al objeto de
    conocimiento que se aborda y al sujeto de aprendizaje
    .

    La propuesta de formación, contradice los
    principios teóricos en los que se sustenta, ya que no
    considera las diferencias entre las estrategias cognitivas del
    niño y las del adulto y, por lo tanto, que los objetos de
    conocimiento no suscitarán los mismos desequilibrios en
    ambos.

    En la segunda etapa del constructivismo, las
    aportaciones de Ausubel y de Vigotsky, permiten
    resignificar las concepciones de enseñanza, de docente y de
    su formación. Se desplaza el eje desde el alumno al
    profesor, desde el aprendizaje a la enseñanza, desde los
    métodos al
    contenido.

    Continuando con el postulado de que es el alumno quien,
    a través de su propia actividad, construye el conocimiento,
    estos autores incorporan la idea de que los contenidos que el
    alumno construye son contenidos preelaborados, ya construidos y
    predefinidos a nivel social y que su apropiación no se logra
    de forma espontánea sino que debe mediar una ayuda
    intencional externa. Esto condiciona el rol del profesor ya que
    su función no se limitará a crear las condiciones para
    que el alumno despliegue su actividad constructiva, sino a
    orientar esa actividad a los fines de lograr que el alumno
    reconstruya la cultura y el conocimiento
    público en la escuela, engarzando los procesos constructivos
    del alumno con los saberes social y culturalmente organizados
    .

    No obstante, existe una continuidad con las tendencias
    de formación inspiradas en el constructivismo piagetiano, ya
    que persiste la homologación de los contextos de
    formación docente con el contexto del aprendizaje en el
    aula, reproduciendo en la capacitación del docente los
    mismos lineamientos didácticos derivados de las teorías
    psicológicas. La Pedagogía se sigue
    concibiendo como aplicación práctica de la
    Psicología.

     

    3. LA TENDENCIA
    CRÍTICO-REFLEXIVA EN LA FORMACIÓN
    DOCENTE

    La tercera tendencia que aquí consideramos, que
    emerge en nuestro país durante los últimos años de
    la década de los 80 -más precisamente a través de
    la democratización- acompaña a la segunda etapa del
    constructivismo a la que hiciéramos referencia anteriormente
    y caracteriza significativamente algunos de los procesos de
    formación inicial que se desarrollan en la actualidad. Esta
    tercera tendencia se conoce como crítico-reflexiva, en
    alusión a su implicancia especulativa en pos de
    innovaciones, modificaciones o transformaciones a través de
    la práctica educativa.

    En la tendencia crítico-reflexiva, pueden
    identificarse al menos, tres perspectivas en la
    formación:

    a) una que mantiene como principio central la
    conjunción investigación-acción y aparece
    incluida en los nuevos conceptos de desarrollo profesional que
    tienen lugar en la actualidad, con expresiones como "profesores
    como investigadores en la acción" (Stenhouse,1987a,b;
    Elliot, 1990; Schön, 1987) .

    b) otra que considera la reflexión acerca de las
    prácticas colectivas desarrolladas durante los procesos de
    formación y utiliza el grupo como dispositivo
    central (Ezcurra et al.,1990; González Cuberes, 1991;
    entre otros) sintetizando los aspectos cognitivos y afectivos
    orientados hacia la constitución de un rol docente como
    coordinador del aprendizaje.

    c) y una tercera, que además de considerar la
    dimensión gnoseológica de los procesos formativos,
    reconoce la dimensión política de los actos
    educativos desde un propósito emancipatorio y se propone
    un proceso de formación que apunta a la constitución
    de "profesores como prácticos reflexivos" (Carr y Kemmis,
    1988; Liston y Zeichner, 1993) o "profesores como intelectuales
    transformativos" (Giroux, 1990).

    Estas tres perspectivas presentan algunas coincidencias
    que permiten incorporarlas en una categoría
    crítico-reflexiva, pero también presentan
    conceptualizaciones y procedimientos metodológicos
    que difieren entre sí, y con frecuencia se presentan en la
    práctica como complementarios. El elemento que aúna
    estos tres enfoques en la formación, es la estrecha interacción entre la
    teoría y la práctica que se vinculan con la
    reflexión acerca del hacer docente y su modificación a
    partir de aquélla, en una relación dialéctica que
    supone también una re-conceptualización
    permanente.

    Tanto la teoría como la práctica son
    componentes necesarios del conocimiento por cuanto los sujetos no
    pueden conocer separadamente de su acción, de su vivencia
    como tampoco pueden accionar sin reflexión. Este es el
    sustento sobre el cuál se asienta el principio de
    reflexionar sobre la propia práctica docente como una
    instancia ineludible de innovación o
    transformación de los procesos educativos y para
    autorregular la intervención y el rol según condiciones
    objetivas y subjetivas. En esto se asienta la investigación
    en y sobre la acción educativa.

    En la práctica, los procesos a través de los
    cuáles se efectiviza la formación docente, constituyen
    en sí mismos un componente más del objeto de
    conocimiento; esto es, no sólo se conoce un objeto
    diferenciado del sujeto, sino también el modo en cómo
    es conocido. Así, objeto y proceso se confunden.

    Se rescata el aspecto gnoseológico en cuanto a lo
    objetal y procesual, lo ideológico en relación a la
    historicidad y la conjugación entre el plano de la
    acción y el pensamiento en tanto la intención reflexiva
    se orienta hacia una transformación.

     

    3.1. Concepción de
    currículo y docente

    El pensamiento crítico generó una
    concepción de currículo como solución de problemas, también
    llamada perspectiva procesual o práctica. Si bien esto
    significó un nuevo modo de entender el currículo, no
    puede hablarse aún de un modelo acabado, ya que, por un
    lado, el movimiento encierra diferentes
    tendencias y líneas de producción teóricas y, por
    el otro, no tiene un alto grado de implantación en las
    prácticas pedagógicas. Analizaremos a continuación
    algunas de estas líneas teóricas sobre el
    currículo, la concepción de docente que se deriva de
    ellas y el dispositivo de formación docente que cristaliza
    tales concepciones. Las tres líneas que analizamos son: el
    currículo como deliberación, el currículo como
    investigación y la perspectiva emancipatoria.

     

    El currículo como
    deliberación

    Quien abre el camino para la reconceptualización
    del currículo como solución de problemas, rompiendo con
    el enfoque tecnológico es Schwab (1983). Plantea que el
    campo del currículo está moribundo y esto es así
    por la aplicación deductiva de las teorías al mismo en el
    marco de la racionalidad medio- fines. Según el autor, el
    curriculum más que un
    problema teórico es un problema práctico y como tal
    debe resolverse o abordarse mediante un método deliberativo. La
    deliberación implica evaluar e investigar el curriculum para
    detectar sus problemas, pensar soluciones alternativas,
    rastreando las posibles consecuencias de cada una de ellas y, por
    último, elegir la mejor alternativa.

    La limitación de Schwab radica en negar la
    posibilidad de construir teorías desde la práctica
    (Pérez Gómez, 1993) y el valor de la teoría como
    recurso para mejorar la práctica (Contreras Domingo,
    1994).

    Coherente con la visión del curriculum como
    deliberación práctica, Schön (1987) plantea que el
    profesor se comporta como un práctico reflexivo. Ante los
    complejos, inciertos y cambiantes problemas de la práctica,
    el docente diagnostica la situación, reestructura
    estrategias, prueba o experimenta nuevas acciones, en fin, activa su
    pensamiento práctico. En él, distingue tres componentes
    fundamentales: el conocimiento en la acción, la
    reflexión en la acción y la reflexión sobre la
    acción y sobre la reflexión en la
    acción.

    De lo que se trata es de la conformación de un
    profesional capaz de ejercer su rol con autonomía; en este
    contexto autonomía implica saber reflexionar en y sobre la
    práctica para identificar los modelos y supuestos
    implícitos en ella y analizarlos críticamente en pos de
    proponer cambios que modifiquen su hacer.

    Elliot añade a la deliberación un
    carácter cooperativo. Según este autor "el profesor que
    desarrolla sus teorías a partir únicamente de la
    reflexión sobre la experiencia, dejando de lado las
    reflexiones presentes y pasadas de los demás, acaba
    inventando la rueda" (Elliot: 1990:17). Se impone por lo tanto el
    auxilio del conocimiento científico y cultural acumulado
    como apoyo para la reflexión, por un lado y la
    reflexión o deliberación cooperativa, por el
    otro.

    La importancia del grupo para el aprendizaje profesional
    es resaltada también por otras líneas teóricas
    como la Psicología Social lo que se
    fundamenta desde dos argumentaciones principales. Por un lado,
    confrontar experiencias y sentimientos permite objetivar el
    análisis y enriquecer el
    aprendizaje. Por el otro, el grupo facilita la contención
    afectiva y resolución de ansiedades y miedos que provoca el
    cambio.

    El dispositivo de formación coherente con estas
    concepciones es la reflexión sobre la práctica,
    más específicamente a través de grupos operativos y talleres,
    desarrollados bajo la influencia de los aportes teóricos de
    la Psicología Social.

     

    El currículo como
    investigación

    Stenhouse (1987a,b) concibe al currículo como
    proyecto o intenciones
    educativas a experimentar en la práctica, como
    procedimientos hipotéticos o sugerencias de enseñanza a
    comprobar y evaluar en la clase. Por lo tanto el
    currículo es la herramienta que convierte al profesor en un
    investigador en el aula de su propia enseñanza, es el medio
    que le permite al docente aprender, probando sus ideas en la
    práctica.

    El currículo se configura en el proceso
    pedagógico, "se encuentra siempre en un proceso de llegar a
    ser" (Elliot, 1990: 24). No proporciona un plan prefijado, sino
    orientaciones que comprueba, ajusta o modifica a la luz de las
    experiencias subjetivas de los alumnos. La validación del
    currículo exige del profesor una actitud reflexiva y de
    investigación.

    La limitación de este enfoque se encuentra en la
    ausencia de crítica social, entendiendo a la innovación
    curricular como un problema psicológico y sin reconocer la
    intervención de variables
    socio-políticas.

    Para Stenhouse el docente no es un técnico que
    aplica teorías o estrategias al aula, sino un profesional
    que reflexiona sobre su práctica, investiga sobre los
    problemas particulares que se le presentan en el aula. Las ideas
    e intenciones que proyectó como hipótesis de trabajo, son
    sometidas a investigación crítica, lo que le permite la
    mejora del currículo y su desarrollo como
    profesional.

    La idea del profesor como investigador de su
    práctica, concentra las tareas de docencia e investigación
    en la misma persona. El docente investiga con
    la particularidad que él mismo constituye su objeto de
    estudio.

    El dispositivo de formación es la
    investigación-acción. Alude a que el profesional
    docente se forma en tanto somete su actividad a la
    investigación o reflexión sistemática y racional,
    poniendo a prueba sus estrategias de trabajo. Este movimiento
    desdibuja la diferencia entre los investigadores de la
    educación y la docencia; rompe la división entre los
    que estudian la educación, los que deciden sobre ella y los
    que la hacen o realizan. El docente y su práctica se
    constituyen en objeto de estudio del propio docente, como
    vía para mejorar su práctica y por ende, formarse
    profesionalmente.

     

    Perspectiva
    crítico-emancipatoria del currículo

    Apple (1977), Giroux (1990), Carr y Kemmis (1988) y
    otros marxistas y neomarxistas van más allá,
    reconociendo la naturaleza política del
    currículo y realizando planteamientos tendientes a la
    emancipación o reconstrucción social. Se comprometen
    con la crítica y con el desarrollo teórico.

    En sus producciones develan los mecanismos ocultos y
    específicos de dominación que se transmiten en la
    institución escolar. Incorporan un nuevo concepto dentro de la teoría
    curricular: el de currículo oculto, es decir lo no
    explicitado fruto de las relaciones sociales en la
    institución.

    Por su compromiso con la práctica, por los efectos
    que el currículo tiene sobre los que intervienen en esa
    práctica, éste tiene carácter político y
    social, está históricamente determinado y constituye un
    campo problemático. El currículo es un mediador entre
    la sociedad y las prácticas escolares, ya sea en la
    determinación de esas prácticas, como en su posibilidad
    de transformación social.

    Giroux (1990) señala que la nueva sociología del
    currículo propone reexaminar las relaciones existentes entre
    escuelas y sociedad dominante: cómo el currículo
    reproduce las relaciones económicas y sociales y cómo
    las relaciones cotidianas del aula generan valores culturales y
    relaciones sociales.

    Además del énfasis en la reflexión o la
    investigación, las tendencias reconstruccionistas expresadas
    por Liston y Zeichner o Giroux, en EEUU o Vera en América Latina, entienden al
    profesor como elemento clave en la contribución para la
    construcción de una sociedad más justa y, por lo tanto,
    amplían el objeto de reflexión del docente no solo al
    ámbito del aula, sino fundamentalmente a la influencia del
    contexto institucional y de las estructuras sociales y
    económicas en sus creencias y supuestos explícitos e
    implícitos, en sus modos de enseñar y en los modos de
    aprender de los alumnos. Para eso los profesores deben examinar
    sus creencias sociales implícitas, analizar cómo la
    dinámica social e
    institucional facilita u obstaculiza sus proyectos educativos para ser
    capaces de actuar y modificar tales condicionantes junto con
    otros miembros de la comunidad educativa.

    El dispositivo de formación sigue siendo la
    investigación-acción pero ligándola a la
    transformación educativa y social y dotándola de una
    clara significación política. En síntesis, desde esta
    concepción se entiende al profesor como un profesional
    autónomo que reflexiona sobre su práctica para
    comprender sus características y sus atravesamientos
    institucionales y socio-políticos, con la finalidad de
    desarrollar procesos de emancipación individual y
    colectiva.

     

    CONCLUSIONES

    Las diferentes tendencias o modelos de formación
    docente entienden de diferente manera las relaciones entre
    teoría y práctica, entre pensamiento y
    acción.

    Desde el tecnicismo, se adopta un modelo aplicacionista
    deductivo de capacitación, que separa la producción
    teórica de la ejecución, el pensamiento y la
    acción. En el constructivismo, se consolida la idea de
    reproducir en la capacitación, los lineamientos derivados de
    las teorías psicológicas. Se revaloriza el conocimiento
    psicológico pero se continúa con la lógica de aplicación
    de la teoría a la práctica pero con una mayor
    producción teórica, con una vinculación de
    alternancia entre la teoría y la práctica.

    En la tendencia crítico-reflexiva, la relación
    entre teoría y práctica es de mutua regulación.
    Cobra relevancia la reflexión sobre la práctica como
    instancia ineludible para regular la propia intervención y
    transformar el contexto de escolarización . La teoría
    no configura la práctica, sino que se construye a partir de
    ella y se constituye en herramienta para su lectura y
    transformación.

     

    Notas

    (*) Publicado originalmente en Revista Contextos

     

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    Ana Vogliotti

    Viviana Macchiarola / Silvia Nicoletti / Gladys
    Morales

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