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Sociedad del conocimiento, identidad e Internet




Enviado por Daniel Muriel



     

     

    ABSTRACT

    Una de las características que distingue a las
    sociedades
    contemporáneas, que pueden definirse como sociedades del
    conocimiento, es la peculiar maleabilidad (no necesariamente
    intencionada) de su espacio-tiempo.
    Internet es, entre otros muchos, uno de los últimos
    artefactos que ha influido en esta deformación, abriendo
    un nuevo campo para la expansión de la socialidad y la
    configuración identitaria. Este trabajo se
    inserta en las (in)estabilidades de esta pronunciada curvatura
    espacio-temporal, a base de una serie de impertinencias
    sociológicas: (i) la desmitificación de Internet en
    su relación con la sociedad del
    conocimiento y las identidades, (ii) la borradura de la
    duplicidad ontológica que distinguía entre el mundo
    de lo real y el de lo virtual, y (iii) la definición de la
    identidad como concepto-boya de
    la sociología, construyendo mi propio
    artilugio para pensarlo: el espectro identitario. Seguramente,
    todas estas impertinencias poseen un epicentro que ni les sigue
    ni les precede: la vivencia de la identidad a través de la
    crono-topología emergente como noción
    mediadora, que articula las espacio-temporalidades de
    localización y visibilización referenciables en
    Internet con la imposibilidad de presumir dos entidades
    contrapuestas (lo real vs. lo virtual).

    Palabras clave:
     · estudios cienciatecnología-sociedad
     · identidad
     · internet
     · posmodernismo
     · sociedad del conocimiento

     

    Introducción
    (
    1)

    La sociedad del conocimiento, Internet y la identidad
    configuran una monstruosa tríada para el análisis sociológico. El enclave
    formado por estos tres elementos como objeto de estudio,
    trasciende con mucho las posibilidades expositivas de una
    comunicación. Pero invita a la
    reflexión, incita al atrevimiento e impele a pensar sus
    componentes de forma entrelazada. Esta comunicación no
    resulta ser otra cosa que una suerte de impertinencias
    sociológicas sobre el vértice en el que se unen
    estos tres ingredientes muy al uso de las sociologías
    contemporáneas (y algunas extemporáneas). Es
    impertinente con la formulación del grupo de
    trabajo que lo acoge, es inoportuna con la mayoría de los
    sociólogos que han tratado y tratan la socialidad en la
    Red, y es molesta
    introduciendo problemáticas, quizás, más
    allá de lo planteado por los organizadores de este
    cibercongreso. Pero mi intención no es fastidiar a nadie,
    sino presentar un trabajo que pueda presentar algunas claves
    (aunque sean impropias, bastardas) para el pensamiento
    sociológico en el extraño espacio que conforma el
    enclave.

    Por ello, en la presente comunicación, reconozco
    en un primer momento el nexo que une a la sociedad del
    conocimiento con el dispositivo de las (mal)llamadas
    tecnologías de la información y la
    comunicación: su acentuada y perceptible curvatura
    espacio-temporal. Aparece la primera impertinencia
    también: el tiempo y el espacio no se multiplica, divide o
    fragmenta, simplemente se curva.

    A continuación, sigue una breve bronca dispensada
    a los sociólogos que trasladan lastres modernistas al
    análisis de Internet que, en mi opinión, son la
    mayoría. Para suplir el vacío sociológico
    que supone desembarazarse de esa pesada carga, arreglo, no sin
    prisas, un escenario en el que la sociología puede
    desenvolverse sin recurrir nuevamente al repertorio modernista.
    El concepto de crono-topología emergente intenta
    mediar en todo este embrollo, al menos nadie negará la
    relativa elegancia de la solución propuesta.

    En tercer lugar, intentaré mostrar como la
    identidad se desenvuelve en todo este tinglado de
    sociología impertinente. Comenzaré por una forma de
    nominar y utilizar el nebuloso espacio de pensamiento de la
    identidad que puede resultar algo polémica, pero no exenta
    de atractivo. El espectro identitario, así se llama
    el invento, se escenificará de muy diversas maneras: como
    juego, como
    lucha o como vivencia.

    Por último, la conclusión, en la que
    haré acopio de lo escrito a lo largo del texto y
    mostraré la síntesis
    de las numerosas impertinencias, molestas quizás, pero
    seguramente provechosas para la reflexión
    sociológica.

     

    La sociedad del conocimiento
    e Internet: la curvatura espacio-temporal

    La sociedad del conocimiento es una de las
    rúbricas post post- (2) que más
    cuerpo y aceptación está tomando en la teoría
    sociológica contemporánea. Además, en mayor
    o menor medida, tácita o explícitamente, se hace
    alusión al conocimiento (predominantemente
    científico) en la práctica totalidad de las
    propuestas acerca de la nueva era. Es ésta pues,
    una noción en boga sociológica pero tremendamente
    compleja para abordarla con simpleza. Únicamente me
    centraré en su relación con otro de los integrantes
    de la tríada seleccionada: Internet. Obviaré que
    otras redes sociotécnicas, como el teléfono (fijo y móvil), la
    televisión, la red de carreteras o los aviones
    también se encuentran implicadas en la
    característica de la sociedad del conocimiento que voy a
    tratar a continuación, mas no es este el lugar para un
    análisis más detallado.

    Seguramente, una de las hipótesis científicas más
    bellas del siglo XX sea la formulada por Einstein en su
    teoría de la relatividad general: la gravedad no es otra
    cosa que la expresión del carácter curvo del espacio-tiempo. La masa
    y la energía curvarían el continuo espacio-tiempo,
    con lo que los objetos con mayor masa modificarían la
    trayectoria de los objetos que se encontraran a su alrededor.
    Nada más sencillo y genial al mismo tiempo.

    No obstante, parece ser que incluso antes de que esta
    propuesta fuera lanzada y provocara una revolución
    conceptual, aún difícil de asumir hoy día,
    el ser humano siempre hubiese perseguido curvar el espacio-tiempo
    a su favor. Eliminar las limitaciones de la física
    tetradimensional que habitaba siempre ha estado entre
    sus objetivos,
    cuestión que en los últimos treinta años ha
    modificado de forma substancial. Y es precisamente con el
    artefacto Internet, cuando parece haberse alcanzado una de las
    cotas más altas a la hora de reorganizar las
    crono-topologías generalmente utilizadas.

    Así, Internet y otros aparatos, hacen de masa y/o
    energía, que se densifica y se diluye con sus propios
    ritmos (o arritmias), estirando en cierta manera, y siempre de
    forma restringida, las posibilidades espacio-temporales que nos
    envuelven. Es éste un fenómeno importante por su
    potencialidad, pero no nos engañemos, no abre puertas a
    otras dimensiones o nos eleva a un nivel de existencia superior.
    Se trata solamente de una curvatura más pronunciada, la
    que experimentamos en la sociedad del conocimiento como resultado
    de intensos procesos
    históricos de domesticación del espacio y el
    tiempo, ni siquiera nos encontramos con agujeros de gusano o
    inciertos saltos cuánticos.

    Como veremos más adelante, figurar Internet como
    artefacto capaz de acentuar la curvatura espacio-temporal
    (social), tendrá importantes consecuencias a la hora de
    imaginar las espacio-temporalidades a las que da origen,
    especialmente cuando éstas son determinantes en las
    maneras de pensar la identidad en la Red.

     

    Internet como
    crono-topología emergente

    a. Apagando los rescoldos modernistas

    Sin aspirar a comenzar aquí una digresión
    que desvíe la atención desde la problemática
    aquí propuesta hacia debates de otro calado, creo
    conveniente señalar la existencia de una serie de
    rescoldos de la peculiar ontología/epistemología características de la
    modernidad que
    ensombrecen muchos de los análisis que abordan la construcción de identidades y el
    establecimiento de relaciones sociales en Internet. Estos
    rescoldos (aún calientes, incluso se puede afirmar que hoy
    día muchas son las hogueras modernistas que aún
    permanecen en pie), pueden reducirse a:

    – En primer lugar, la creencia en la existencia de una
    naturaleza de
    las cosas por sí mismas, que están ahí, esto
    es, una realidad per se, autónoma y
    aislada.

    – En segundo lugar, una forma de acercarse a esa
    realidad autónoma que crea la ficción del
    distanciamiento entre el que observa y lo observado, la
    relación sujeto-objeto, la llamada "doctrina de la
    representación" (Haraway, 1999), estableciéndose un
    límite, una frontera, que
    delimita la demarcación entre el polo de lo activo (el que
    tiene voz) y el polo de lo pasivo (el silenciado, mudo) y que en
    última instancia parasita el resto de dicotomías
    que reproducen este esquema.

    Tercero, la dinámica moderna basada en la máxima
    formulada por Marx de que "todo
    lo sólido se desvanece en el aire" (Berman,
    1988), un maniqueísmo que opone "el dualismo entre orden
    (solidez) y revolución (evanescencia)" (García
    Selgas, 2003). En definitiva, la dinámica de destruir
    (evaporar) para volver a construir (solidificar).

     

    Estos rescoldos se han dejado notar en muchos aspectos
    sobre los estudios que se han realizado acerca de Internet,
    mostrando a éste como un espacio totalmente
    autónomo, alejado e hiperdistante, y no sólo eso,
    sino que además, al confluir con un uso sesgado de la
    noción de virtual, ese espacio se torna en algo
    etéreo, volátil, radicalmente distinto al mundo de
    lo real, considerado lo sólido, lo duro, acentuando
    la distancia entre ambas esferas y convirtiéndola en
    inconmensurable. Las consecuencias de las, aún
    incandescentes, brasas modernistas, pueden ser resumidas en la
    figura 1.

     

    Es como si tras conectarse con Internet y tomar contacto
    con el ordenador, la materia
    quedara transubstancializada (negando la corporalidad
    biológico-material por completo) para tornarse en un tipo
    de corporalidad abstracta e inmaterial. Es la lógica
    del 0 o 1, la lógica del dentro o fuera. Si estás
    en el ciberespacio, no puedes estar en la realidad al mismo
    tiempo; si transitas por la vida real, el ciberespacio queda a
    años luz.

    De esta manera, pensar la identidad y la socialidad en
    Internet se convierte en un callejón sin salida, o mejor
    dicho, con dos salidas (im)posibles, que encuentran su
    inspiración en las categorías de
    apocalípticos e integrados de Umberto Eco
    (2004):

    – por un lado, los planteamientos realistas y
    cuasi-apocalípticos, quienes defenderían la
    imposibilidad de la identidad en lo evanescente, sólo la
    correspondencia en lo sólido, en lo real,
    permitiría cotejar la identidad virtual y
    autentificarla;

    – por otro lado, los planteamientos virtualistas
    y emancipatorios, para quienes en lo etéreo, en lo
    evanescente, encontraríamos el medio ideal para romper con
    las constricciones sociales que nos atan en el mundo de lo real.
    Todas las barreras, fronteras y límites se
    habrían derribado, y el "puedes ser quien quieras ser y
    quien tengas las capacidad de ser" (3) (Tirado y
    Gálvez) sería la máxima reinante en este
    universo.

     

    Sin embargo, si rompemos con el planteamiento que nos
    muestra dos
    esferas completamente separadas, y hacemos visible la continuidad
    que existen entre las dos, que de hecho no son dos ámbitos
    diferenciados ni diferenciables, concluiremos que todo forma
    parte de la misma realidad ¿No es simultánea
    nuestra corporalidad tecleando delante de nuestra pantalla del
    ordenador con la intervención que estamos realizando en el
    foro de una página
    web? ¿No es todo un continuo de materialidad
    simbólica, de hibridación entre lo humano y no
    humano? (4). El ciberespacio como esfera
    autónoma es sólo posible en la novela de
    Gibson. El nuestro, más mundano, refiere, antes que a un
    nuevo espacio entendido como entelequia, a la emergencia de
    visibilizaciones espacio-temporales que son fruto de esos
    continuos enrolamientos híbridos o articulaciones
    entre los actantes de la red.

    A continuación esbozaré mi propuesta que
    sirve para desentendernos de este lastre, para ahogar los
    rescoldos modernistas sin renunciar al estudio riguroso y
    crítico de la identidad (y la socialidad) en
    Internet.

    b. Espacio-temporalidades de localización y
    visibilización referenciables de Internet:
    crono-topologías emergentes

    En muchas ocasiones, Internet se ha descrito como un
    espacio completamente fragmentado, deslocalizado,
    desterritorializado. Como señalaba en el apartado
    anterior, Internet es el epítome de lo virtual, que es
    étereo, gaseoso, evanescente. En la propia
    presentación de este grupo de trabajo, se cuestionan por
    la fisicidad de la identidad, es decir, por su
    territorialidad y materialidad. Parece ser que las
    tecnologías asociadas a la sociedad del conocimiento,
    suponemos que Internet entre ellas, son las que plantean la
    problemática, desplazan el debate hacia
    el supuesto teórico de la inmaterialidad de las nuevas
    identidades
    , al parecer, no siempre bien reflexionada. Sin
    embargo, como he expuesto más arriba, en los estudios
    sociológicos sobre Internet, la inmaterialidad de las
    identidades es la protagonista. Considero que, si bien, el
    territorio ha jugado un papel fundamental en la constitución de la identidad moderna, no
    debe confundirse a éste con materialidad o fisicidad. De
    la misma manera que lo material incluye otras muchas cosas aparte
    de la territorialidad, el territorio y sus fronteras no pueden
    reducirse a pura materialidad. Lo simbólico también
    juega en su conformación, nunca aparece desprovisto de
    semántica, de sentido. La territorialidad
    también está marcada por la
    inmaterialidad.

    La topología del territorio y la
    cronología de la historia, no son en
    sí entidades materiales
    contrapuestas a las crono-topologías virtuales del
    ciberespacio y su supuesta inmaterialidad. Sin duda, la identidad
    no puede pesarse de la misma manera, pero su diferencia no radica
    en su materialidad o inmaterialidad, sino en otros aspectos que
    en este texto comienzan a vislumbrarse o a intuirse. Lo material
    y lo simbólico no están reñidos, se
    necesitan.

    Así, y a pesar de los desarrollos postmodernos
    virtualistas (y en alivio de los realistas
    cuasi-apocalípticos), la (re)construcción de
    identidades y el establecimiento de relaciones sociales,
    necesitan siempre de soportes simbólico-materiales
    referenciables, en suma, de espacio-temporalidades de
    localización, visibilización y
    referencialidad.

    Al comienzo de uno de los subapartados de la obra
    Modalidades débiles de la identidad de Gabriel
    Gatti, aparece un cita que reproduce una conversación
    extraída de la serie Doctor en Alaska, que
    explotaré aquí en mi propio beneficio:
    "–Fleischman: Quizás hemos superado lo de las tribus
    y nos encontramos en la aldea global, con teléfonos,
    fax, televisión. Básicamente, todos somos
    de la misma tribu. –Ed: Es cierto… Pero no puedes
    pasar el rato con millones de personas…" (2002: 272). He
    ahí el sentido, y la necesidad, de los espacios de
    localización y visibilización referenciables: es
    difícil pasar el rato con el concepto de Internet.
    La socialidad requiere de situaciones y escenarios manejables, en
    definitiva, la socialidad y la identidad no dejan de ser
    cuestiones pragmáticas.

    ¿Pero en qué consisten esas
    espacio-temporalidades de localización,
    visibilización referenciables? Desgranemos sus
    concepciones:

    Localización, en tanto que
    espacio-tiempo localizable y reconocible. Además,
    localización, también en el sentido de acción
    de situar, no sólo el propio espacio-tiempo, sino a esos
    otros-nosotros que forman parte de un mismo campo
    compartido de socialidad.

     

    Visibilización, ya que las operaciones de
    situar, localizar, reconocer, requieren de la
    visibilización de las espacio-temporalidades y de los
    otros-nosotros que las forman.

    Referenciables, puesto que en última
    instancia todo hace alusión a un mismo principio de
    referencialidad, no importa que ya no tratemos con
    espacio-tiempos perfectamente balizados, definidos, cerrados (el
    caso moderno del territorio delimitado por fronteras), sino lo
    importante es que se puede acudir a estos cronotopos, es posible
    desenvolverse en su apariencia amorfa y desordenada. Lo
    contrario, sería dramático. Nadie volvería
    de Internet, se perderían en su maraña reticular
    para siempre, o simplemente sería imposible hacer nada,
    pues todo estaría formado por fragmentos infinitesimales
    inconexos sin capacidad de generar sentido alguno. Pistas:
    precisamente no se trata de ir a o volver de,
    entrar en o salir de. No creo en el dualismo
    ontológico que la modernidad ha instaurado en el
    análisis sociológico de Internet.

    Ejemplos de estas espacio-temporalidades de
    localización y visibilización las encontramos en
    chats, grupos de
    noticias,
    páginas
    web, foros, weblogs, o
    listas de correo. Evocados en abstracto pueden resultar
    caóticos, imposibles de referenciar. Empero, su
    práctica es otra, y nos descubre la singularidad de su
    ordenamiento, sus modos de localizarse y visibilizarse
    (5).

    Una vez aclarados estos términos, ¿no
    estoy reproduciendo acaso el esquema que denunciaba más
    arriba, al otorgar un espacio-tiempo propio a Internet,
    aparentemente desconectado del mundo off-line?
    ¿Estoy favoreciendo acaso el dualismo ontológico?
    ¿Cómo conciliar mi perspectiva que no desea
    discriminar entre dos esferas contrapuestas, con la
    caracterización de Internet como entramado formado por
    espacio-temporalidades de localización y
    visibilización referenciables?

    Y he aquí donde aparece el constructo
    terminológico que pretende conciliar la experiencia de
    desenvolvernos en espacios de localización y
    visibilización con la premisa de encontrarnos en una
    única ontología que no diferencia entornos
    diametralmente opuestos: crono-topología emergente.
    Como vengo reivindicando a lo largo del documento, que el
    artefacto bio(cuerpos)-tecno(satélites,
    fibra
    óptica, ordenadores)-social(charlas en tiempo real,
    cambio de
    información, interacciones) Internet muestre una
    crono-topología distinta a la descrita en la física
    euclidiana (6) no significa que carezca de ella. Como la
    inteligencia
    en las redes
    neurodifusas, los espacio-tiempos de localización y
    visibilización de Internet emergen como
    crono-topologías resultado de los múltiples,
    heterogéneos, dinámicos y fluidos
    (des)enrolamientos, hibridaciones, y articulaciones que se dan
    entre los distintos elementos que lo constituyen. No observamos
    la mayoría de estos procesos, por lo que la experiencia de
    un alter-entorno rápidamente nos envuelve (ya lo
    vivamos como algo positivo o negativo) y nos convence de habitar
    una crono-topología extradimensional. Sin embargo, esos
    procesos no dejan de existir y la (dis)continuidad es constante,
    generando crono-topologías emergentes y en las que, esta
    vez sí, podemos pensar la socialidad y la identidad en
    Internet.

     

    El espectro identitario
    se… en las crono-topologías emergentes de la
    acentuada curvatura espacio-temporal.

    Parece inevitable comenzar cualquier reflexión
    sociológica que incluya la identidad, con una
    digresión sobre su concepto. Puesto que la
    tradición obliga, procuraré no excederme demasiada
    en un terreno, no sé si yermo por manido, pero al que
    aún podemos acudir en búsqueda de vestigios y
    fantasmas.
    Admitámoslo, el término identidad se ha
    convertido en una boya sociológica, como ese
    concepto que nos permite pensar sociológicamente ciertos
    aspectos de lo social y su realidad. Fuera de este reducido
    ámbito de pensamiento y práctica, en lo social no
    sociológico, la identidad se vuelve extraña,
    estridente, e incluso obscena.

    De todas maneras, una vez más, como hacen tantos,
    me aferraré a esta boya sociológica, y
    comenzaré por excluir la forma en que no deseo pensar la
    identidad: como entidad substancial, como unidad total y como
    aquello que permanece inalterable a lo largo del tiempo, la
    identidad idéntica a sí misma. Este parece ser el
    punto de partida de los desarrollos teóricos
    contemporáneos sobre la identidad, a partir, sobre todo,
    del postestructuralismo. De aquí en adelante, las opciones
    son muchas. Intentaré dibujar mi trazo de pensamiento
    acerca de la identidad, que ya adelanto, no es excesivamente
    original, pero sí algo insidioso, como intenta provocar
    todo el texto.

    Stuart Hall se refiere a la identidad como un punto de
    sutura entre los discursos y
    prácticas que pretenden situarnos, y los procesos por los
    que se construyen subjetividades que responden a esa
    interpelación inicial (2003: 20-21). La identidad
    podría entenderse, entonces, como la lucha entre lo que
    te dicen (7) que debes ser y aquello que
    dices (8) ser. La identificación
    (Hall, 2003: 21) jugaría así un papel fundamental.
    No sólo existe el proceso
    unidireccional en el que uno es empujado con sutil
    brutalidad
    a una determinada identidad, además, ese
    sujeto debe adherirse a ella. Recurrente es el debate que
    recrimina a Foucault su
    obcecación por las prácticas y discursos
    socialmente dominantes que termina por agotar al sujeto. La
    diferencia entre el Foucault del Vigilar y Castigar y el
    de la Historia de la sexualidad, es la misma que hay entre
    el Kafka de El proceso y el de El castillo. En el
    primero, el individuo
    termina siendo aplastado, ejecutado sin miramientos,
    desconociendo el por qué de su fatal destino y sin que se
    intuya en ningún momento de la obra capacidad alguna de
    reacción o resistencia. Sin
    embargo, en El castillo, su protagonista, curiosamente con
    el mismo intrigante nombre, K., tiene la capacidad, no de
    dictar las normas, pero
    sí de jugarlas. Jugar con las normas, circunvalar las
    reglas, quizás esa sea la forma de entender lo que la
    identidad supone.

    Así, Gabriel Gatti (2002: 290 y ss.) apunta en
    una dirección similar, cuando nos habla del
    régimen de acción de sus modalidades
    débiles
    de la identidad, que no es otra que la
    astucia. Una astucia que se desenvuelve en lo ya establecido, que
    permite a su agente prototípico, el parásito,
    distanciarse de las reglas sin romperlas, alterar las normas sin
    destruirlas. Este recurso teórico para "escapar de la
    doble prisión donde está confinada la noción
    de acción" (Gatti, 2002: 297), a saber, la del sistema
    implacable que moldea a los sujetos a su imagen y
    semejanza, y la del sujeto preexistente racional que se mueve
    según su absoluta volición, se sitúa
    también en esa sutura, en ese espacio de tensión en
    el que se configura la identidad.

    Mantengamos, pues, este modelo de
    pensamiento para la identidad. Pero ahondemos en ese espacio de
    lucha, de conflicto, de
    tensión, pero también de adhesión y
    desprendimiento, de infidelidad y sumisión.
    Consideraré la posibilidad de encontrar ciertos asientos
    en ese espacio nebuloso, pero siempre inestables, sujetos a
    cambio, nunca completados. Me gustaría asemejar la
    identidad, no sólo con las premisas anteriores, sino
    también con la idea de espacio amorfo, difuso, sin
    número, incontable. Podríamos pensar la identidad
    como un espectro, en varios sentidos: como una gama de
    gradientes, como algo fantasmagórico, como una distribución de intensidad, como conjunto
    de especies… Estaríamos ante un espectro
    identitario
    , que nos evitaría entrar en el delicado
    terreno de la medición de identidades: ¿identidad
    múltiple formada por varios aspectos? ¿muchas
    identidades en un yo? ¿una identidad subjetiva formada por
    otras identidades completas o por fragmentos de identidades?
    ¿es la identidad una unidad medible?

    Muchos son los lugares a través de y en
    los que
    este espacio amorfo se configura, dando forma,
    además, a esos mismos lugares a los que recurre: el
    cuerpo, el laboratorio,
    el mapa, o por qué no, el mismo Internet.

    Tal y como he ido desarrollando a lo largo de este
    documento, Internet no transubstancializa la realidad, no
    añade nuevas dimensiones (en el sentido más
    científico-físico), no es el portal que nos
    teletransporta a mundos más allá de éste.
    Pero sí hace todo más complejo. Estira pero no
    rompe, deforma pero no transforma. Internet es una de las
    últimas grandes marañas que vienen a aumentar la
    complejidad (y la envergadura) de la realidad compuesta por
    multitud de actantes (9), uniéndose a otros
    complejos entramados como el metro de una gran ciudad, un
    movimiento social concreto, o el
    ejército de un país, por citar algunos
    ejemplos. Recordemos que el concepto moderno de identidad ya se
    encontraba moribundo antes de que el fenómeno Internet
    explotara, puede que termine rematándolo, pero no fue
    él quien dinamitó el proceso.

    Disipada la burbuja mística que envolvía
    Internet, cabe hablar de la identidad, y de cómo las
    crono-topologías que emergen asociadas a la Red afectan a
    la manera en que aquélla se construye, se experimenta, se
    modifica, se piensa.

    Todas esas consideraciones sobre la identidad se centran
    en las peculiaridades de las crono-topologías emergentes
    relacionadas con Internet:

    – La existencia de una curvatura espacio-temporal
    pronunciada
    , lo que permite admitir en una misma
    espacio-temporalidad de localización y
    visibilización, nebulosas identitarias dispares, que en
    otras crono-topologías emergentes, como la clásica
    del Estado-nación,
    se antojarían impensables.

    – La importancia que posee la forma en cómo se
    hacen visibles y localizables las identidades, también
    relativamente distinta a procedimientos
    similares en otras crono-topologías. Pero no nos
    engañemos, el cuerpo, las lógicas nacionales, el
    sentimiento de comunidad
    también se encuentran presentes en las disputas por la
    identidad en las nuevas crono-topologías
    emergentes.

    Veamos que dan de sí todas estas consideraciones
    sobre la identidad e Internet en diversas situaciones que
    afectan al espectro identitario que se…

    … juega

    En este caso, voy a restringir el campo semántico
    al que podría referir la conjugación verbal que
    encabeza el apartado. Voy a limitarme a las connotaciones (y
    denotaciones) lúdicas, burlonas y exploratorias del verbo
    jugar. Dejaré el juego como experiencia vital
    amplia para el último subapartado de este
    punto.

    Voy a relatar un ejemplo clásico de burla,
    intento de engaño en la crono-topología emergente
    de Internet, pero que también puede leerse como
    experimento identitario, como un ejemplo de identidad
    exploratoria. He aquí el relato, después, las
    posibles interpretaciones:

    Un chico, varón de 17 años, se
    encuentra en una sala común de ordenadores con
    conexión gratuita a Internet habilitada por el gobierno de su
    localidad. Teclea con soltura y mantiene en el rostro lo que
    podría asemejarse a una leve sonrisa. Sostiene una
    conversación de Chat privada
    con un hombre de unos
    30 años, le está viendo a través de su
    cámara web. Su nick es
    "analesbiana", y además de con éste último,
    ya ha charlado con otro hombre. Está delante del ordenador
    durante una hora y media, después se marcha. En una o dos
    semanas está de nuevo ante uno de los ordenadores de la
    sala pública, esta vez su nick en el Chat es
    "laura-lesbianxxx". Realiza dos conatos de conversación,
    pero enseguida sale del Chat y se dedica a buscar
    información en páginas web. A partir de entonces,
    el chico irá gradualmente utilizando con mayor asiduidad
    los recursos que le
    ofrece la red de redes, pero nunca volverá a utilizar un
    nick que insinúe su intención de hacerse pasar por
    una persona de
    distinto sexo y/o
    condición sexual.

    Mucho se ha escrito sobre las ventajas que ofrece
    Internet para quienes buscan escudarse bajo el anonimato, sobre
    las facilidades con la que permite la acción impune, la
    sorna del engaño. Sin embargo, la burla, el engaño,
    el vituperio, no son nada nuevo. La diferencia reside en las
    particularidades de las distintas crono-topologías en las
    que tienen lugar. En Internet, el engaño, la
    ocultación, tiene que ver con el nickname que juega
    al despiste (aunque esto es sólo relevante en determinados
    espacio-tiempos de localización), con el envío/robo
    de recursos digitales (fácilmente reproducibles y
    manipulables, tales como fotografías, documentos de
    texto, claves de acceso), o con la instantaneidad para modificar
    distintos parámetros de una
    configuración.

    No obstante, no parece acertado regodearse en las
    posibles consecuencias, como gusta hacer a los
    cuasi-apocalípticos, de estos comportamientos. Salvo en
    casos graves de pérdidas de datos, o robo
    malintencionado de recursos, Internet no es el sálvese
    quién pueda
    hobbesiano de la guerra de todos contra
    todos
    (tampoco lo es en los casos anteriores, el
    robo/manipulación tendría que llegar al extremo,
    por ejemplo, de disparar misiles con cabezas nucleares, algo, por
    el momento, impensable (10)). En lo que respecta a la
    identidad, tranquilícense, no estará en peligro
    precisamente por la Red. El espectro identitario sufre poco con
    los casos como el que he descrito en mi pequeño relato de
    más arriba. Se trata, en la mayoría de los casos,
    de un juego, de un divertimento, de una especie de travestismo
    virtual. Me gusta comparar esa situación, en la que
    algunos ven lo peligroso que resulta Internet para las relaciones
    sociales, con el Carnaval. Las personas juegan modulando su
    espectro identitario, para que durante unas horas parezca,
    burdamente, una representación identitaria y estética, generalmente, inadmisible en el
    campo cotidiano de sus prácticas. Es un simple juego, ni
    si quiera existen motivaciones que se inclinen por engañar
    al prójimo.

    Y es que, si ustedes se han hecho pasar alguna vez por
    una alteridad a la representación del espectro
    identitario dominante sobre su persona, enseguida se
    percatarán de lo que ocurre si, el juego, la gamberrada,
    se prolonga en exceso. Un poco, divierte; mucho, aburre. Casos
    como el de arriba, típicos en la red, el presentarse como
    alguien de distinto sexo y/o condición (de deseo) sexual,
    no tienen una esperanza de vida más allá de las dos
    horas. Pruébenlo, verán como pronto se
    cansan.

    Caso aparte, merecería la otra interpretación, la que alude a las
    identidades exploratorias, es decir, esas prácticas
    encaminadas a experimentar con otros tipos de identidad o con
    representaciones sobre esos otros tipos. Puede resultar
    muy atractiva la presunción que muchos felices
    virtualistas emancipatorios sustentan, por la que consideran
    Internet como un lugar en el que desplegar infinitas
    configuraciones identitarias sin el menor riesgo. El
    límite, lo pone tu imaginación. Sin embargo, las
    limitaciones están claras, y no se encuentran
    únicamente en la imaginación de cada cual. Ya
    aclaré más arriba, que la identidad, o el espectro
    identitario, es una intersección entre un decirse y
    un que te digan. Los virtualistas saltan,
    voluntaria y felizmente, a una de las prisiones de la
    acción
    a las que aludía Gatti en su
    reflexión sobre la agencia. Pero no se dan cuenta de lo
    siguiente: si yo, hombre, me hago pasar por mujer en un Chat
    o en un foro, es cierto que no correré grandes riesgos, que
    será un procedimiento
    indoloro, ¿pero qué hay de la experiencia de ser
    mujer? Demasiados ríos de tinta tóxica y
    árboles
    muertos
    ha costado a las teóricas feministas y
    otros/as su disputa, como para que, por arte de magia,
    uno pasara a vivir la experiencia de la mujer con tan
    solo introducir en la casilla nick "Anastacia", "Nuria" o
    "Brenda". El esquema es este:

    – En la crono-topología Internet, los riesgos de
    transformación o experimentación, sus peajes, son
    bajos. Sin embargo, su nivel experiencial suele resultar
    igualmente bajo. No sólo de textos e imágenes
    digitales vive el hombre (y
    la mujer).

    – Si decidimos llegar a altas cotas de
    experimentación en otras crono-topologías, como la
    que regularmente nos rodea, los costes pueden ser altos (que se
    lo pregunten a los transexuales, por ejemplo). En cambio, los
    niveles experienciales, siempre será mayores en estos
    casos.

    Existirían otras posibilidades, como una
    repetición del experimento, que por su incidencia,
    traspasaría el umbral del juego y de la identidad
    exploratoria. Serían prácticas y discursos que
    formarían ya parte de la tensión configuradora del
    espectro identitario en toda su extensión, pues superado
    el carácter excepcional de los mismos, pasarían al
    conjunto de experiencias vitales significativas
    (11).

    … pugna

    Como bien es sabido, la identidad no es solamente un
    juego más o menos inocuo, una forma elegante de estirar
    las normas sin levantar sospechas, todo lo contrario, muchas
    veces toma la forma de la disputa, a veces encarnizada, que
    convierte el espectro identitario en un campo de batalla. La
    lucha suele recurrir, como ya he dicho, a una gran variedad de
    lugares, que va desde la corporalidad hasta el espacio
    político, pasando por supuesto, por la extraña
    crono-topología de la acentuada curvatura
    espacio-temporal.

    En su investigación sobre la identidad de raza en
    determinados grupos de noticias de Usenet, Byron Burkhalter
    (2003) se pregunta por los recursos que en Internet pueden ser
    utilizados para la identificación de la raza.
    Curiosamente, en contra de lo que algunos virtualistas
    defenderían, en Internet, la importancia de la raza,
    así como, y esto lo añado yo a sus argumentaciones,
    otros rasgos de identificación clásicos como el
    sexo, la apariencia física, la profesión o el lugar
    de procedencia, no sólo no dejan de ser relevantes sino
    que se vuelven problemáticos y pasan a ser objeto
    explícito de las controversias sobre la identidad. No
    basta con decir que uno es negro o blanco (12). Los otros
    pueden cuestionarte, fijarse en las formas de
    visibilización (el estilo de escritura,
    el lenguaje
    utilizado, las opiniones vertidas, la firma que aparece tras cada
    intervención, el avatar, los enlaces propuestos, tus
    conocimientos, etc.) y emplazarte, interpelarte a otras
    posiciones de identificación. Se establece, literalmente,
    una lucha por la configuración del espectro identitario.
    Veamos una pequeña muestra de disputa identitaria, en la
    que se suceden distintas réplicas:

    «[Intervención inicial] No
    contrataría a gente de una minoría, aunque fuera
    por principios
    […] el hecho de que existe gente que
    intenta forzarme a que contrate a las minorías simplemente
    por el hecho de que son negros o hispanos
    […] me
    negaría a contratar a una minoría por principios

    [Primera réplica] Y ahí lo tienes. Un
    blanco imbécil e intolerante…

    [Segunda réplica] …seguramente esta
    persona, se trata de una de esas personas de raza negra que
    consiguieron ENTRAR a través de una discriminación positiva
    […]
    Uno no tiene por qué asumir que es
    blanco…
    » (Burkhalter, 2003: 98)

    Esta breve sucesión nos muestra dos cosas: la
    primera, que cualquier rasgo que pueda tildarse de
    identitario es relevante en la crono-topología emergente
    estudiada; la segunda, que toda identificación resulta
    problemática, por uno mismo y por los
    demás.

    Como vemos, Internet no es impermeable a las pugnas por
    la identidad, por ese espacio espectral, sino que queda
    igualmente empapado por ellas. Por supuesto, las disputas, no
    podría ser de otra manera, se encuentran mediatizadas por
    las peculiaridades de su crono-topología emergente. Por un
    lado, la acentuada curvatura espacio-temporal deforma los marcos
    de seguridad
    utilizados convencionalmente, por lo que la sensación de
    que cualquiera podría estar detrás del
    personaje virtual con el que interactuamos (¡como si la
    realidad viviera agazapada detrás de las virtualidades
    presta para asaltarnos!), elevan y amplían los escenarios
    posibles para las disputas. Por otro lado, las
    espacio-temporalidades de localización y
    visibilización referenciables, son, precisamente, el
    marco, o mejor dicho, la referencia principal sobre la que basar
    el enfrentamiento sobre las identificaciones y la
    configuración de su espectro. Y no es únicamente su
    referencia, sino también la expresión
    simbólico-material de las propias peleas, de otra manera,
    serían impensables, imposibles.

    … vive

    Realmente este subapartado es más bien un y
    etcétera
    , que una situación o modalidad
    particular en la que se configura el espectro indentitario. Al
    se juega o se pugna, se podría haber
    añadido un se reconstruye, se configura,
    se modifica o se indaga, por citar algunos
    ejemplos, que no siempre serían fácilmente
    distinguibles. El espectro identitario se vive en Internet, en el
    sentido de un cúmulo de prácticas, experiencias y
    discursos, como en cualquier otra crono-topología
    emergente que imaginemos. Como afirmé más arriba,
    lo que observamos son una serie de visibilizaciones emergentes
    producto de
    complejos procesos de hibridación y articulación
    que no logramos visibilizar, por lo que nuestras vivencias, de
    alguna manera también emergentes, nunca se abstraen para
    permanecer recluidas en su propia esfera. Todas esas
    prácticas y experiencias se desparraman
    simultáneamente por toda la realidad.

    El concepto de crono-topología emergente,
    entonces, no es más que una estrategia, otra
    baliza sociológica a la que agarrarse (aunque no de forma
    tan desesperada como ocurre con la identidad), no pretende,
    aunque resulta difícil, generar nuevas realidades
    abstraídas. Si no he utilizado la construcción
    cronotopo sin más, es precisamente para evitar caer
    en la trampa de ontologizar la fórmula, terminando por
    crear una esfera independiente como sí lo suelen hacer los
    planteamientos ciber o virtual (seguramente en unos
    usos sesgados). Prefiero recurrir a este híbrido de
    cronología y topología, que da cuenta
    del logos, de la intencionalidad de la trazada, no es
    inocente, no esconde su implicación en la
    articulación.

    De esta manera, aquello que quiera significar la
    identidad, fuere lo que fuere, o lo que se quiera pensar a
    través de esa noción, no cabe duda de que puede
    entenderse y practicarse en toda su extensión en la
    crono-topología emergente de la acentuada curvatura
    espacio-temporal propia de las sociedades del conocimiento. El
    espectro identitario añade Internet a su colección
    de escenarios en los que jugarse de forma
    simultánea.

     

    Conclusión

    Como amenazaba al principio de esta comunicación,
    la conclusión será una compilación resumida
    de las diversas impertinencias (más bien soterradas, no
    excesivamente explícitas) que he desplegado a lo largo del
    texto.

    Así, la primera impertinencia nos advertía
    de la relación entre la noción de sociedad del
    conocimiento e Internet. Se ha magnificado en exceso el papel que
    juega Internet en este, supuesto, nuevo tipo de sociedad. El
    centro de esta noción, muchas descripciones sobre el
    cambio lo son principalmente de un descentramiento, recae
    principalmente, según mi propio criterio, en la
    predominancia del conocimiento
    científico sobre otras retóricas y su capacidad
    para filtrarse a través de todo el tejido social de formas
    muy diversas, no todas necesariamente (o convencionalmente)
    científicas.

    Por ello, yo me inclino a resaltar la relación
    más directa que identifico entre los dos artefactos: la
    pronunciación de la curvatura espacio-temporal de la
    presente época, orquestada, en parte, por Internet. Otra
    historia es la influencia que esa curvatura posee sobre la
    producción, distribución y
    filtración del conocimiento. No es este el lugar para
    discutirlo.

    La segunda impertinencia se hundía en el
    intersticio que los sociólogos y otros teóricos
    sociales habían permitido en sus escritos cuando
    estudiaban la identidad y la socialidad en Internet. Pronto nos
    percatamos que la cuestión no era leve: se había
    abierto un abismo, una profunda sima entre dos esferas
    aparentemente irreconciliables. Por esta razón, me
    dediqué a incordiar a este planteamiento, afirmando que lo
    virtual y lo real formaban parte de una misma
    ontología.

    Después, siguiendo una línea ascendente de
    impertinencia, argumenté que para pensar la identidad en
    Internet eran necesarios unos espacio-tiempos de
    localización y visibilización, en todo caso,
    escenarios referenciables a los que la identidad podría
    acudir para configurarse de alguna manera. Para no contradecir mi
    argumentación anterior, y volver a romper lo que
    había unido en una misma realidad, me saqué de la
    manga la noción de crono-topología emergente, con
    la que intentaba mediar entre la realidad continua de
    articulaciones e hibridaciones y las visibilizaciones que nos
    hacían creer fácilmente en espacio-temporalidades
    independientes.

    Por último, la impertinencia final
    consistió en presentar una discusión, no
    excesivamente novedosa, sobre el mismo concepto-boya de la
    identidad, algo que iba más allá de las
    pretensiones de este congreso, pero que resultaba necesario para
    armar el artefacto sociológico espectro
    identitario
    , esa amalgama amorfa, sin estabilidades fijas
    (aunque no exenta de ciertos asentamientos temporales), producto
    de la tensión entre las prácticas y discursos
    dominantes que sitúan al individuo y el sujeto que
    también busca sus adhesiones e identificaciones.
    Más adelante vendrían las formas en las que aquel
    espectro identitario, se jugaba, se luchaba y se vivía en
    Internet.

    Otras inadecuaciones e impertinencias menores, como la
    disconformidad con alguno de los planteamientos iniciales de este
    grupo de trabajo o la incómoda prolijidad
    de los términos utilizados, han atravesado también
    todo el documento (todo texto las tiene). Quedémonos,
    pues, con algunos de estos cosquilleos sociológicos, y
    busquemos en consecuencia cuánto de serio y riguroso
    tienen.

     

    Bibliografía

    • LI]BERMAN, Marshall, 1988, Todo lo sólido
      se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad,
      Madrid:
      Siglo XXI
    • BURKHALTER, Byron, 2003, "La lectura
      on-line de la raza. El descubrimiento de la identidad de raza
      en las discusiones de Usenet" en SMITH, Marc A. y KOLLOCK,
      Peter, Comunidades en el ciberespacio, Barcelona: UOC,
      pp.89-108
    • ECO, Umberto, 2004, Apocalípticos e
      integrados, Barcelona: Lumen
    • GARCÍA SELGAS, Fernando J., 2003, "Para una
      ontología política de la
      fluidez social: el desbordamiento de los constructivismos" en
      Política y Sociedad, vol. 40, nº1, pp.
      27-55
    • GATTI, Gabriel, 2002, Las modalidades
      débiles de la identidad, Bilbao: Servicio
      Editorial UPV
    • HALL, Stuart, 2003, "¿Quién necesita
      identidad?" en Hall, S. y du Gay, P. [comp.], Cuestiones de
      identidad cultural, Buenos Aires:
      Amorrortu, pp. 13-39
    • HARAWAY, Donna J., 1999, "Las promesas de los
      monstruos: una política regeneradora para los otros
      inapropiados/bles" en Política y Sociedad,
      nº 30, pp. 121-163
    • LAW, John, y MOL, Annemarie, 1994, "Regions, Networks
      and fluids: Anaemia and social topology" en Social Studies
      in Science, nº 24, pp 641-671
    • MURIEL, Daniel, 2003, "La morada del postmoderno
      Prometeo: Internet como máximo exponente de lo
      tecn-" en Inguruak, nº 37, pp.
      147-163
    • TIRADO, F. y GÁLVEZ, A. [on line],
      "Comunidades virtuales, ciborgs y redes sociotécnicas:
      nuevas formas para la interacción social" en
      <http://www.uoc.edu/humfil/articles/esp/tiradogalvez0302/tiradogalvez0302.html>

     

    Notas

    [1] – La redacción de esta comunicación se ha
    realizado bajo la financiación del Gobierno Vasco, a
    través de una beca del Programa de
    Formación de Investigadores del Departamento de Educación,
    Universidades e Investigación.

    [2] – Esta peculiar construcción
    terminológica, rúbricas post post-, viene a
    ubicar aquellas etiquetas utilizadas en los escritos
    científico sociales contemporáneos, especialmente
    los sociológicos, para definir lo que se entiende como un
    cambio a gran escala en las
    formas societales, desprendiéndose del incómodo
    prefijo post- que impregnaba los primeros intentos por
    definir el cambio (postmodernidad, sociedad postindustrial,
    postcapitalismo). En definitiva, las rúbricas post
    post-, son un intento por superar una terminología
    itinerante, por nominar el cambio que ya se intuía en lo
    post-. Aparte de la sociedad del conocimiento, otros
    ejemplos puede ser la modernidad tardía, la sociedad
    riesgo o la era de la información. Estas
    problemáticas y la reflexión crítica
    sobre algunos de los supuestos más difundidos acerca de la
    sociedad del conocimiento, las expuse en una comunicación
    titulada "¿Sociedad del conocimiento? Repensando (y
    matizando) las rúbricas post post-" presentada al
    VIII Congreso Español de
    Sociología, celebrado en Alicante del 23 al 25 de
    Septiembre de 2004.

    [3] – La segunda parte de la máxima
    ("…y quien tengas la capacidad de ser"), puede ser
    más fácilmente aceptada, ya que incluye una
    matización que implica capacidades, competencias,
    destrezas, y, en cierta medida, lógicas limitaciones en
    semejante vorágine autoconstitutiva.

    [4] – Para una revisión de las relaciones
    que se establecen entre lo social y lo tecnológico, la
    propuesta de lo tecn- que propongo en el artículo
    "La morada del postmoderno Prometeo: Internet como máximo
    exponente de lo tecn-" (Muriel, 2003).

    [5] – En el II Congreso Internacional convocado
    por el Festival Ciber@rt que se celebró en Bilbao del 26
    al 29 de Abril de 2004 bajo el lema "Desafios para la identidad
    ubicua" (http://www.ciberart-bilbao.net/congreso.htm),
    presenté una ponencia titulada "Socialidad, identidad y
    comunidad en los espacios de localización y
    visibilización de Internet: una propuesta no modernista de
    la construcción identitaria en la Red a través de
    los programas peer to
    peer. El caso de la comunidad Spanishare", en la que precisamente
    indicaba algunas notas sobre la práctica experiencial en
    un espacio de localización y visibilización
    referencial, la comunidad Spanishare
    (http://www.spanishare.com).

    [6] – No obstante, no la sustituye por otra, sino
    que en conjunción con ella, genera nuevas
    crono-topologías que la complementan, la amplían y
    transforman. A este respecto, ver el artículo de Law y Mol
    (1994) en el que abogan por la multiplicidad de topologías
    de lo social, entre las que identifican las de territorio,
    red y fluido.

    [7] – Y aquí se incluyen los discursos,
    prácticas, y saberes de disciplinamiento, gobierno y
    domesticación de los individuos, al más puro estilo
    foucaultiano.

    [8] – En este caso, me refiero a los procesos de
    adhesión (o no) a esos lugares a los que los
    individuos son llamados a través de los distintos procesos
    de disciplinamiento dominantes.

    [9] – El uso del vocablo actante permite
    la libertad de
    definir su unidad teniendo en cuenta supuestos dispares: desde
    entenderlo como una entidad tremendamente compleja (instituciones,
    colectivo de gays y lesbianas, el cuerpo humano)
    hasta pensarlo como una simple molécula. No
    existiría una unidad tipo irreductible, el actante es
    escurridizo, su definición es siempre contingente.
    Además, no entiende de naturalezas o voliciones, humanos y
    no-humanos están a la misma altura en el
    relato.

    [10] – Para eso ya se valen por sí solos
    los dirigentes políticos y su cúpula
    militar.

    [11] – Las otras también son experiencias
    con total carga de significado, pero su articulación como
    juego, simple divertimento o curiosidad eventual, no desplaza en
    demasía la configuración de su espectro
    identitario, que depende de otras tensiones y prácticas de
    mayor significatividad.

    [12] – Ya lo he advertido varias veces en este
    texto valiéndome de argumentos también de otros
    autores, no basta con decirse, hay que
    identificarse, luchar por las posiciones,
    moverse astutamente. Pero esto ocurre en cualquier
    crono-topología, independientemente de su
    complejidad.

     

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