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Ecología y educación ambiental – Desastres naturales




Enviado por paco_jr



Partes: 1, 2, 3

    1. Objetivos
    2. Marco
      Teórico
    3. Incendios
      Forestales
    4. Volcanes
    5. Tsunamis
    6. Terremoto
    7. Ciclones
    8. Rayos
    9. Tornados
    10. Huracanes
    11. Inundaciones y
      sequías
    12. Desastres
      Notables Del Siglo XX En El Mundo
    13. Análisis
    14. Conclusión
    15. Bibliografía

    a.
    Introducción

    Las primeras crónicas de desastres datan del
    siglo XVI y desde ese momento, la forma en que la población y las autoridades han actuado
    frente a las emergencias ha entrañado una
    combinación de improvisada generosidad con abusos
    oportunistas. Ocurría un desastre importante y sus efectos
    se iban olvidando con el paso de los años hasta que
    nuevamente la naturaleza
    mostraba su cara tenebrosa y la gente se veía obligada a
    sumergirse en la acción,
    como si las actividades meramente físicas de desenterrar
    de entre los escombros a muertos y heridos, ayudar a los vecinos
    a reconstruir y plantar de nuevo los campos, pudieran suavizar en
    hecho de que seria cuestión de tiempo hasta
    que la adversidad llamara a la puerta y hubiera que enfrentar un
    próximo desastre.

    La realidad muestra que esta
    era la manera como se manejaban los desastres en las
    Américas hasta los primeros años de la
    década de los setenta. La mayor parte de las veces en
    socorro se prestó con mucha generosidad y solidaridad, pero
    adoptando medidas improvisadas y poco coordinadas, con lo que se
    presentaron problemas de
    competencia entre
    sectores y adicionalmente una respuesta internacional de ayuda
    que no era la más apropiada técnicamente o la mas
    sensible culturalmente. Esta respuesta o fase de socorro que
    incluía la rehabilitación y reconstrucción
    inmediata, cada vez se hizo mas frecuente y mas compleja debido
    al crecimiento de la población expuesta al riesgo y a la
    dependencia en aumento de la sociedad
    respecto a servicios
    indispensables como agua, electricidad,
    comunicaciones, carreteras y puertos.

    Estas experiencias traumáticas mostraron a los
    países la necesidad de organizarse con el fin de responder
    mejor a los diferentes problemas que generalmente
    acompañan a un desastre, es decir: rescatar a los
    sobrevivientes, atender a los heridos, apagar los incendios y
    controlar los escapes de sustancias peligrosas, brindar albergue,
    agua y alimentación a los damnificados, evacuar a
    las personas a lugares más seguros,
    establecer comunicaciones, resguardar la seguridad y el
    orden público, e identificar y disponer de los
    cadáveres, entre otros.

    Varias catástrofes pusieron de relieve las
    deficiencias de una respuesta organizada. Asignar toda la
    responsabilidad a las fuerzas armadas u otro
    órgano similar, sin inversión previa de recursos y
    participación del resto de la nación,
    trae consigo una fase caótica en la que los sobrevivientes
    enfrentan además de la recepción de la asistencia,
    a veces contraproducente, de una multitud de organismo e instituciones
    locales, nacionales e internacionales que actúan, no
    sólo por mandato, sino también porque por buena
    voluntad quieren brindar ayuda a los que sufren los efectos del
    desastre.

    La fase de respuesta es compleja, porque además
    de la gran cantidad de entidades que participan, el problema
    mayor radica en la toma de
    decisiones sin medir sus repercusiones. Se complica
    aún más si se pretende tomar decisiones y dirigir
    las operaciones sin
    conocer siquiera su funcionamiento en condiciones normales en
    lugar de coordinar los esfuerzos de los actores
    locales.

    En todos los tiempos y culturas el ser humano
    generalmente ha tenido una actitud pasiva
    y facilista o ignorante frente a las dinámicas del
    medio ambiente
    físico. Aún está profundamente arraigado el
    considerar las manifestaciones violentas de la Naturaleza como
    designios de Dios o asuntos ineludibles de la Naturaleza misma.
    Es común que ello se exprese en actitudes
    fatalistas, de resignación y postración, o
    simplemente de rechazo frente a un tema en el cual el bienestar o
    incluso la vida están comprometidas en un futuro
    incierto.

    Planificar con el factor riesgo es, fundamentalmente (y
    el término mismo lo implica) un proceso de
    toma de decisiones frente a incertidumbre. Cada vez más,
    se espera de la Ingeniería un estrecho compromiso entre la
    búsqueda de mejor calidad de
    vida, de opciones de desarrollo y
    de la menor influencia adversa sobre el Medio Ambiente, lo
    que conduce a la necesidad de entender la complejidad del
    problema del manejo de riesgos,
    tratando sus diversas facetas: culturales, históricas,
    antropológicas, científico-naturales, técnicas,
    económicas, entre otras.

    Gran parte del riesgo asociado a los fenómenos
    naturales puede atribuirse a problemas de percepción. Así como el riesgo de
    los fenómenos de evolución rápida (p. ej. sismos) no se
    percibe bien por su escasa ocurrencia, el riesgo que causan
    fenómenos de evolución lenta, generalmente no es
    percibido adecuadamente por esa característica, su lento y
    poco violento desarrollo. La escasa percepción de riesgos
    también puede deberse a negaciones individuales y
    colectivas que, incluso en lapsos de pocos años, pueden
    borrar de la memoria la
    ocurrencia de fenómenos amenazantes.

    Para aportar a una nueva visión de los
    fenómenos amenazantes, de la vulnerabilidad de poblaciones
    y de las obras civiles y, sobre todo, al entendimiento que los
    desastres no sólo son producidos por eventos de gran
    magnitud que ocasionalmente afectan extensas regiones y producen
    ingentes daños, si no que en nuestro medio
    socioeconómico y cultural hacen parte de la cotidianidad y
    que, probablemente, están creciendo en frecuencia y en
    efectos.

    Esta información, o la más reciente sobre
    los centenares de eventos desastrosos, desde los que afectan a
    individuos y pequeñas comunidades hasta los que producen
    víctimas fatales, reportados en los últimos meses,
    serían motivo suficiente para que en la Ingeniería
    colombiana se pensara más en la responsabilidad que le
    cabe frente a su interacción con la Sociedad y con la
    Naturaleza, siempre dinámica y actuante según leyes que a veces
    se nos olvidan, incluso en el salón de clase.

    "Cuando llegue a Curacutín
    Estaba lloviendo ceniza
    Por voluntad de los volcanes

    Me tuve que mudar a Talca
    Donde habían crecido tanto
    Los ríos tranquilos de Maule
    Que me dormí en una embarcación
    Y me fui a Valparaíso

    En Valparaíso caían
    Alrededor de mi las casas
    Y desayune en los escombros
    De mi perdida biblioteca
    Entre un Baudelaire sobrevivo
    Y un Cervantes
    desmantelado"

    Pablo Neruda
    De "desastres"
    Del Corazón
    Amarillo

    b.
    Objetivos

    General

    Redactar un documento de fácil entendimiento
    que refleje claramente la cronología de los desastres y
    sus efectos sobre los grupos humanos
    afectados dentro de un contexto global, considerando la función de
    la Ingeniería Sanitaria en las actividades de
    recuperación.

    Específicos

    • Hacer un recuento de algunas de las
      catástrofes que han ocurrido durante la historia de la
      humanidad.
    • Explicar los conceptos básicos referidos a
      los desastres.

    c. Marco
    Teórico

    Definiciones Y Conceptos
    Básico

    Todavía no existe una unificación clara en
    el manejo del vocabulario y conceptos relativos al problema de
    riesgos. En el marco de esta monografía se adoptan los siguientes,
    tratando de ilustrar los alcances de cada uno de
    ellos:

    ¿Qué es amenaza?

    El término amenaza (en inglés,
    hazard) se refiere a la probabilidad de
    la ocurrencia de un fenómeno natural o tecnológico
    potencialmente peligroso. Generalmente se aplica a los
    fenómenos de ocurrencia sorpresiva, de evolución
    rápida y de relativa severidad (o violencia).
    Sin embargo, en rigor, la peligrosidad de los fenómenos
    naturales tiene que ser vista en relación con el grado de
    previsión de los elementos vulnerables y sobre todo, para
    las obras de infraestructura vital en plazos de tiempo
    relativamente largos; esto hace recomendable incluir en la
    categoría de amenazas también algunos
    fenómenos de evolución lenta (por ejemplo cambios
    en cursos fluviales y fenómenos de erosión).

    Conviene, con la finalidad de orientar eficazmente las
    medidas de mitigación, distinguir aquellos
    fenómenos amenazantes que pueden ser híbridos, es
    decir, causados o incrementados por acción humana, como
    los deslizamientos y las inundaciones.

    Amenazas frecuentes.- Los procesos y
    fenómenos periódicos y con lapsos de retorno cortos
    no son, en general, considerados como amenazas. Casi siempre las
    estrategias de
    adaptación a fenómenos estaciónales, a las
    mareas oceánicas, a las inundaciones en llanuras o a las
    lluvias periódicas, son eficaces. Sin embargo, en
    ocasiones, la intervención humana sobre el medio ambiente
    físico desconoce aún estas manifestaciones tan
    frecuentes; como por ejemplo, cuando se obstruyen, mediante
    procesos de urbanización, los canales naturales de
    drenajes permanentes o intermitentes.

    Caracterización de
    amenazas

    Un fenómeno natural puede caracterizarse como
    amenaza en relación con tres variables que
    permiten identificarlo como peligroso:

    a. Ubicación.

    b. Severidad.

    c. Recurrencia.

    Los literales a y c caracterizan el comportamiento
    espacio-temporal del fenómeno, mientras que el literal b
    caracteriza la forma en que se manifiesta.

    Cada una de estas variables básicas puede ser
    reducida a componentes. Esta reducción, generalmente, es
    necesaria para la evaluación
    misma de la variable, en función de responder, mediante
    investigaciones pertinentes, a preguntas como las
    siguientes:

    a. Ubicación: ¿Cuáles son sus
    fuentes,
    cuáles sus extensiones, cuáles sus manifestaciones
    (sus áreas de ocurrencia), cuáles sus zonas de
    influencia?.

    b. Severidad: ¿Cuáles son los tipos de
    efectos esperables?.

    c. Recurrencia: ¿Cuáles son los lapsos de
    tiempo en que el fenómeno puede ocurrir, con un
    tamaño e intensidad definidos?.

    En la realidad, ante limitaciones fundamentales
    (conocimiento
    científico) y circunstanciales (información
    accesible o disponible), es más o menos difícil
    caracterizar estas tres variables con la deseable exactitud y
    resolución. La más difícil de caracterizar
    es la recurrencia.

    La ubicación se puede caracterizar mediante
    información y registro
    geológico, arqueológico e histórico, en
    combinación con características del ambiente
    físico natural tales como terrenos, topografía, drenajes, huellas de
    fenómenos anteriores y cercanía de fuentes de
    amenaza.

    La severidad también puede ser evaluada mediante
    registros
    naturales y documentales, por extensión y tipo de efectos
    observables o por comparación con regiones
    similares.

    Pero la recurrencia está sujeta a
    múltiples limitaciones. Muchos de los fenómenos
    ocurren en lapsos de tiempo promedio que pueden abarcar desde
    varias generaciones hasta miles de años, frente a los
    cuales el
    conocimiento científico todavía no puede
    establecer anticipaciones seguras de ocurrencia.

    Gran parte del riesgo asociado a los fenómenos
    naturales puede atribuirse a problemas de percepción.
    Así como el riesgo de los fenómenos de
    evolución rápida (p. ej. sismos) no se percibe bien
    por su escasa ocurrencia, el riesgo que causan fenómenos
    de evolución lenta, no es percibido adecuadamente por esa
    característica, su lento y poco violento desarrollo. La
    menguada percepción de riesgos también puede
    deberse a negaciones individuales y colectivas que, incluso en
    pocos años, puede borrar de la memoria colectiva
    la ocurrencia de fenómenos amenazantes.

    Ejemplo típico de esto es el fenómeno El
    Niño, la anomalía climática global
    más importante conocida hasta hoy. Sólo
    después del "Súper Niño" de 1982/1983, cuyos
    efectos sobre la economía del
    Perú fueron desastrosos (en donde su impacto es más
    directo), recibió la atención científica y de los
    medios que
    merecía. Aún cuando este Niño también
    afectó a Colombia, el
    fenómeno solo llegó a percibirse como grave para el
    país cuando su ocurrencia, en 1991/1992, lo dejó
    -entonces dependiente de la energía hidroeléctrica
    como nunca antes- sumido en una prolongada y muy costosa crisis de
    racionamiento eléctrico. La falta de previsión en
    sectores modernos y estratégicos de la economía
    pesca
    industrial en el Perú y generación eléctrica
    en Colombia- causó pérdidas socio económicas
    de largo alcance. Colombia, otrora orgullosa de ser el primer
    país en la utilización de fuentes de energía
    "limpias" (agua), tuvo que reorientar su política
    energética, incorporando el diseño
    y construcción de importantes proyectos de
    generación de energía a partir de combustibles
    fósiles .

    – ¿Qué
    es vulnerabilidad?

    Este término tiene múltiples
    connotaciones, dependiendo si se trata de personas, de conjuntos
    sociales o de obras físicas. En su definición
    latina significa que puede ser herido o sufrir daño.
    Según esto, puede definirse como el grado de
    propensión a sufrir daño por las manifestaciones
    físicas de un fenómeno de origen natural o causado
    por el hombre. La
    vulnerabilidad de una comunidad o de un
    bien material depende de varios factores, entre los cuales pueden
    destacarse los siguientes:

    • Su grado de exposición a un tipo de amenaza
      (localizado sobre un terreno inundable o no inundable,
      corrientes de viento que arrastran substancias contaminantes,
      suelos blandos
      que pueden amplificar las ondas
      sísmicas, sobre (o aledaño) a un terreno que
      puede deslizarse, etc.).
    • El grado de incorporación en la Cultura de
      la
      educación y de los conocimientos que permita a los
      pobladores reconocer las amenazas a las cuales están
      expuestos. Es decir, el grado de entendimiento sobre los
      procesos naturales y tecnológicos que pueden afectarlos,
      como insumo básico para prevenir y mitigar (evitar o
      disminuir) los efectos de los fenómenos considerados
      como peligrosos. Es más vulnerable una comunidad que
      ignora o desafía los procesos del Medio Ambiente en el
      cual vive, que una consciente de ellos.
    • La calidad del
      diseño y de la construcción de las viviendas y de
      otras edificaciones, y de la urbanización (por ejemplo
      la disposición de suficientes espacios libres y de
      vías amplias); la calidad de los servicios
      públicos; la calidad de los terrenos sobre los
      cuales se habita o se construye o la presencia o ausencia de
      medidas físicas adecuadas de
      protección.
    • El grado de organización de la Sociedad y la
      capacidad de interacción y de diálogo entre sus diversas instituciones:
      las de la comunidad, las del Estado, las
      de las Organizaciones
      No Gubernamentales, las de las empresas
      privadas, las de los gremios y las asociaciones profesionales,
      etc.
    • La voluntad política de los dirigentes y de
      quienes toman decisiones (incluyendo a las organizaciones
      comunitarias de base), y la capacidad de los equipos de
      planificación para orientar el desarrollo
      físico, socioeconómico y cultural, teniendo en
      cuenta medidas de prevención y de mitigación de
      riesgos.
    • Las capacidades de las instituciones que prestan
      apoyo en las emergencias, como los sistemas
      locales de servicios de salud y los organismos de
      socorro (Cuerpo de Bomberos, Cruz Roja, Defensa
      Civil, etc.).

    – ¿Qué
    es un desastre?

    Un desastre es un evento o conjunto de eventos, causados
    por la Naturaleza (terremotos,
    sequías, inundaciones, etc.) o por actividades humanas
    (incendios, accidentes de
    transporte,
    etc.), durante el cual hay pérdidas humanas y materiales
    tales como muertos, heridos, destrucción de bienes,
    interrupción de procesos socioeconómicos,
    etc.


    ¿Cuál es la escala
    espacio-temporal de los desastres?

    Los desastres ocurren en una gama amplia de escenarios
    del territorio y en períodos de tiempo variables. Por
    ejemplo: un pequeño deslizamiento que afecta a una
    familia y que
    puede ocurrir en cosa de pocos minutos; un terremoto que afecta a
    una gran región, causando muchos daños y que salvo
    excepciones, no se percibe por más de un minuto; una
    inundación que dura horas, días o incluso meses,
    afectando a una comunidad, a una ciudad o a una extensa
    región; una sequía o déficit de lluvias que
    conduce a racionamientos de energía y que puede durar
    meses o años.

    Todavía es común que esta palabra se
    utilice solamente para aquellos fenómenos que generan
    muchos muertos, heridos y destrucción de bienes
    materiales. Esta idea parece haber surgido de las agencias y
    organismos internacionales especializados en el socorro y la
    asistencia postdesastre, para quienes se trata por ejemplo, de
    "una perturbación ecológica abrumadora que excede
    la capacidad de ajuste de la comunidad afectada y, en
    consecuencia, requiere de asistencia externa" (OPS-OMS, 1994).
    Sin embargo, una investigación reciente en varios
    países de América
    Latina, partiendo de hipótesis tales como que los
    pequeños y medianos desastres son cada vez más
    frecuentes por las condiciones crecientes de vulnerabilidad de
    los pobladores y que tras un gran desastre realmente existen
    múltiples desastres, dependiendo de cómo sean
    afectados los diferentes territorios municipales y las diferentes
    comunidades, ha recopilado y evaluado la ocurrencia de más
    de 25.000 en un período promedio de 15 años en 9
    países de la región de Las Américas (OSSO –
    LA RED,
    1996).

    Emergencia. Se denota con ello situaciones en las cuales
    se requieren operaciones fuera de las actividades normales, para
    volver a la normalidad. En este sentido, no existe un
    límite definido entre las emergencias y las situaciones de
    desastre, aunque estas últimas se diferencian porque en
    ellas se produjeron pérdidas directas asociadas a un
    evento.

    – ¿Puede
    hablarse de "desastres naturales"?

    No. Hay fenómenos de origen natural (amenazas),
    que por sí mismos no son desastres. El desastre ocurre
    cuando el fenómeno encuentra un núcleo social
    (comunidad, ciudad, región, etc.) al cual las
    manifestaciones físicas del fenómeno pueden hacerle
    daño, es decir, cuando ese núcleo es
    vulnerable.

    DESARROLLO

    1. Incendios
    Forestales

    1. Introducción

    En el siguiente trabajo
    hablaré de la problemática ambiental que son los
    incendios
    forestales en la Argentina, fenómeno bastante habitual
    en nuestro país.

    Algunos causados por la naturaleza, pero otros por
    descuidos del hombre, que no
    se preocupa por este tipo de problemas. Cada año este
    fenómeno crece y nadie hace nada para evitarlo, si uno ve
    las cifras de hectáreas perdidas por los incendios a lo
    largo de la historia, es de no creer.

    En lugares como Bariloche, donde los bosques forman un
    papel preponderante en la vida de la ciudad, se queman miles y
    miles de hectáreas cada año y sin parecer que a
    nadie le importe. La mayoría de las veces los crean la
    naturaleza y siempre es la naturaleza (la lluvia) quien los
    apaga.

    Además de donde se dan los incendios y conque
    proporción, hablaré de las diferentes formas con
    que se tratan de apagar los incendios, y así
    también la forma de evitarlos, porque es mejor evitarlos,
    y no esperar a que el fuego crezca de una forma incontrolable,
    (como sucede siempre) y dejar que lo apague la
    naturaleza.

    Para realizar esta investigación se estuvo
    buscando información de incendios forestales de los
    últimos años, como así también
    opinión de la gente que vive cerca de donde se generan
    estos incendios, mapas
    aéreos de las zonas afectados, y estadísticas para darnos cuentas si estos
    hechos están aumentando o disminuyendo con el pasar de los
    años.

    Este trabajo esta realizado con el objetivo de
    mostrarle a la gente que el problema de los incendios forestales
    es serio, y no algo que tiene que pasar desapercibido, y para
    concienciar a la gente y tratar de educarla, así entre
    todos poder mitigar
    este problema.

    2. Tipos de incendio y
    sus consecuencias

    Existen varias formas en que la vegetación se quema, y cada una con su
    consecuencia.

    Estepa patagónica

    Los llamados pastizales corresponden a la estepa
    patagónica, cubierta en su mayoría por pastos secos
    como el coirón o el neneo, unos matorrales bajos y
    semiesféricos. A esto se le suman sauces en los cauces de
    los arroyos y arbustos espinosos desperdigados por el medio de la
    nada.

    Estos pastos no se queman como usualmente se ven en
    otras partes del país. Los pastos de la estepa se queman a
    mucha temperatura y
    producen mucha llama. Cuando el viento está en calma, se
    queman lentamente, pero cuando el viento sopla, las llamas son
    llevadas como la espuma de las olas, haciendo que el fuego avance
    a una velocidad
    vertiginosa. Ni siquiera los caminos son capaces de detener el
    avance d e un fuego con viento.

    Cuando el fuego ha pasado, no queda nada sobre y debajo
    del suelo. Si la
    combustión fue rápida hay una
    probabilidad de que las raíces hayan sobrevivido, y la
    planta vuelve a recuperarse en un lapso de dos o tres
    años. Si no es así le demandará un poco
    más de tiempo, pero no más de diez años. El
    problema es que al no haber vegetación el suelo queda
    expuesto. El viento hace un trabajo erosionador
    impresionante.

    En días de viento, a muchos kilómetros de
    distancia se ven las columnas de polvo elevarse en los cerros. Es
    ese mismo polvo que se junta formando dunas y ayudando a la
    desertificación de la Patagonia.
    Cuando llueve, el panorama no es mucho mejor, ya que el agua se
    lleva gran parte del suelo expuesto, dejando profundos surcos y
    causando aluviones de barro que cubren lo que quedó
    intacto.

    Bosques

    El incendio de bosques, árboles
    en general, es más complejo. Pero puede ser reducido a dos
    aspectos básicos: el fuego de copa y el fuego de
    sotobosque. El fuego de copa es el más peligroso. Es
    cuando el viento sopla con furia. Todo el follaje del
    árbol arde al mismo tiempo en una gigantesca llamarada. El
    calor generado
    ronda los 600 a 1000 grados, e incluso puede alcanzar los 1500.
    Serviría para derretir el hierro. Como
    en un bosque un árbol no se quema solo, el efecto es
    abrumador. Esta gran masa incandescente eleva tanto la
    temperatura del aire que genera
    su propio microclima, absorbiendo aire y expulsando el aire
    caliente en una turbulencia que tiende a girar sobre si mismo,
    generando una especie de tornado al revés.

    En esta turbulencia son lanzadas ramas y hojas
    encendidas en lo que es una verdadera lluvia de fuego, que luego
    encienden más árboles a cientos de metros de
    distancia. El sonido que
    produce este tipo de fuego es ensordecedor. Nadie puede dejar de
    estremecerse ante el fragor de una tormenta de fuego con llamas
    que alcanzan el centenar de metros de altura. Es este tipo de
    fuego que merece el título de "incontrolable".

    El segundo tipo de fuego es cuando no hay viento. Los
    árboles se queman lentamente y las llamas consumen las
    plantas del
    sotobosque. Es posible caminar con relativa seguridad al lado del
    fuego. Es aquí donde los brigadistas pueden trabajar en su
    lucha por cercar, controlar y apagar el fuego. Mientras que en el
    fuego de copa el viento a veces hace que un árbol queme
    sus hojas pero no el tronco (lo que en cierta forma es una
    ventaja, ya que el árbol no muere y en dos años
    está brotando de nuevo) en el fuego de sotobosque todo se
    quema lento y a fondo. Incluso las raíces se queman a
    varios metros bajo el suelo. Pueden estar quemándose
    semanas antes de apagarse, y hacer que un fuego rebrote en
    cualquier momento, en cualquier parte.

    Consecuencias

    El bosque sube más el paso del fuego, porque
    tiene más que perder que la estepa. La consecuencia
    más inmediata es la erosión hídrica, cuando
    el agua se lleva la tierra, y
    esto es debido a la característica del suelo andino en
    sí.

    A diferencia de lo que muchos piensan, el bosque se
    sustenta en una capa de tierra
    medianamente fértil de unos 60 centímetros de
    espesor. Debajo de eso hay capas de suelo gredoso, arenoso,
    pedregoso y muchos más, todos inútiles para que
    algo crezca encima. Normalmente esta delgada capa fértil
    es sostenida por las raíces de los árboles, pero
    cuando se queman ya nada sujeta esta tierra y entonces es
    erosionada por el viento y el agua. El resultado puede ser una
    tierra yerma sin capacidad de regeneración a corto y
    mediano plazo. Mientras que en unos pocos años las plantas
    y arbustos pueden volver a crecer en terreno arrasado, si no hay
    tierra sobre la que sustentarse la recuperación se hace
    muy difícil.

    La naturaleza no permanece impávida ante el
    fuego. Tiene sus mecanismos para recuperarse, pero para esto hay
    que evitar tocarla, dentro de lo posible. En muchos lugares no es
    necesario hacer nada. La recuperación se inicia apenas
    pasa el fuego. Pero donde el daño es mayor se puede
    requerir la intervención humana para reconstruir lo que la
    misma mano humana ha destruido. Esto hay que tomarlo con pinzas,
    ya que es más peligroso hacer mal una recuperación
    que no tocar el lugar.

    3. Los incendios
    forestales

    En 1987 una tormenta eléctrica descargó
    rayos que iniciaron uno de los incendios más
    impresionantes en Bariloche. Durante una semana una fina
    línea de humo brotaba de una ladera, apenas llamando la
    atención. Turistas y habitantes pidieron que alguien fuera
    a apagar ese principio de incendio. El cerro está dentro
    de jurisdicción de Parques Nacionales, por lo que nadie
    sin su permiso podía hacer nada. La gente de esta
    organización dijo que el incendio se apagaría solo.
    Y así fue, días más tarde y luego que miles
    de hectáreas de bosque ardieran día y noche sin
    control hasta que
    la lluvia apagó el fuego. Hoy, trece años
    después, se ve un cerro con un incipiente bosque que lucha
    por crecer.

    En 1996 tres grandes incendios sobrepasaron a un
    reducido grupo de
    bomberos y solo la lluvia terminó con el desastre.
    Después de esos incendios se creó el Plan Nacional del
    Manejo del Fuego, dependiente de la Secretaría de Recursos
    Naturales y Ambiente Humano, dirigidos por un grupo de
    personas bajo el dominio de
    María Julia Alsogaray. Desde ese año los incendios
    son cada vez más grandes, más destructivos y
    más cercanos a la ciudad de San Carlos de Bariloche.
    Año tras año el presupuesto
    aumenta y año tras año se quema cada vez más
    naturaleza.

    ¿Cómo se esta
    controlando?

    Para tratar estos incendios descontrolados están
    funcionando solo dos helicópteros que portan los llamados
    helibaldes, que no son otra cosa que bolsas de plástico
    de 500 litros de capacidad y que tienen una abertura en la base
    desde la que se lanza el agua.

    Desde hace años que se debería estar
    utilizando hidroaviones. La firma Canadair hace ya varias
    décadas diseñó un avión especial para
    incendios forestales. Son caros, pero terriblemente eficientes.
    El gobierno no
    quiere comprarlos, argumentan que son muy caros para que
    funcionen solo tres meses al año y que su efectividad es
    relativa.

    Los hidroaviones no apagan incendios, y es ahí
    donde se cree que no sirven. Porque el hidroavión moja
    alrededor del incendio para que el fuego no se propague. En un
    ambiente seco un poco de humedad hace una diferencia más
    que notable. Hace poco más de 15 años funcionaron
    un par de temporadas un par de aviones que trabajaban en cadena,
    y casi ningún incendio se descontroló.

    En un momento dado el gobierno español
    había ofrecido alquilar sus hidroaviones. Eran entre 15 y
    20 aviones que tenían. Durante su invierno, nuestro
    verano, estos aviones no están funcionando, por lo que
    creyeron que sería una buena idea traerlos y repartirlos
    en todo el país, pero otra vez el gobierno no
    quiso.

    El otro problema de los aviones basados en tierra (como
    el fumigador) es que requieren de una pista de aterrizaje y de un
    camión tanque que lo rellene con 2 mil litros de agua
    entre cada vuelo. Ese avión basado en tierra requiere de
    un camión con agua que bien podría estar ayudando a
    la gente en tierra a apagar el incendio.

    Si bien los aviones hidrantes son de gran ayuda para
    controlar incendios, las cosas no se arreglan comprando los
    aviones ni contratando 20 mil bomberos. Los incendios
    intencionales hay que evitarlos a toda costa. La mayoría
    de los incendios son apagados por alguna lluvia milagrosa aunque
    tardía, luego que la devastación tiene lugar. Entre
    medio están los bomberos que arriesgaron la vida para
    salvar lo que pueden, porque es su trabajo defender a la gente y
    al ambiente, el ambiente que algunos se esmeran en
    destruir.

    Salvo los incendios ocasionados por rayos, todo el resto
    son ocasionados por la mano del hombre. La mayoría en
    forma intencional. Todos los fuegos descontrolados se inician con
    una pequeña llama y una débil columna de humo.
    Todos los incendios que arrasan con todo se pueden controlar a
    tiempo. No existe un sistema de
    respuesta rápido, pero se podría hacer. En 1996
    tres grandes incendios simultáneos más cientos de
    focos e incendios menores barrieron con bosques y pastizales. Los
    dos años siguientes efectivos del BORA (una
    división especial de la policía rionegrina)
    patrullaron las zonas más comprometidas con los incendios.
    En esos dos años hubo menos incendios que en los
    últimos dos meses.

    Estos son los principales incendios de los
    últimos 12 años.

    El (1) es el del cerro Capilla, acaecido en Marzo de
    1987. Dantesca imagen el de los
    coihues cayendo encendidos al lago.

    El (2) es el incendio de Catedral de 1996. Se quemaron
    unas 580 hectáreas.

    El (3) fue un incendio ocurrido hace unos 10
    años. En aquella ocasión se quemó toda la
    ladera Este del cerro Carbón. El Club Andino Bariloche
    convocó a un grupo de voluntarios quienes sobre el filo
    del Carbón evitaron con éxito
    que el fuego cruzase al valle del Challhuaco (4).

    En 1996 aquello que lograron salvar desapareció
    casi en su totalidad por el incendio que ocurrió casi en
    simultáneo con el de Catedral. El cerro Carbón hoy
    día es un pedazo de estepa.

    El (5) fue un incendio ocurrido en la estancia Tequel
    Malal, sobre la margen Norte del lago y sobre territorio
    neuquino. Sucedió en 1997 y fue apagado prontamente por un
    helicóptero Chinook que estaba siendo presentado ese mismo
    día, lo que hasta el día de hoy genera muchas
    suspicacias.

    El (6) fue el primer incendio de 1999. Se inició
    en la base del cerro Ventana y en una tarde quemó dos
    forestaciones y tres casas de un barrio que cruzó casi sin
    tocarlo. Fue apagado totalmente a fuerza humana,
    ya que la lluvia llegó un mes más tarde.

    El (7) es el llamado incendio de la estancia La Paloma,
    distante a unos 7 kilómetros del Centro Cívico. Se
    inició en la periferia de la ciudad y por la acción
    del viento se escapó a la montaña. Este incendio
    quemó lo que se salvó del primer incendio del cerro
    Carbón, lo que estaba recuperándose y un par de
    forestaciones de la estancia. Fue detenido también por los
    brigadistas, quienes emplearon un contrafuego (es decir, encender
    un incendio controlado para cortarle el camino al incendio
    descontrolado) para evitar que se escapara a otro
    valle.

    Por último tenemos el último incendio de
    Catedral (8). Siendo intencional, pareciera que decidieron quemar
    lo que fue salvado en 1996.

    En esta zona hubo dos incendios:

    El primero ocurrió a principios de
    Enero de 1999 y afectó unas 103 hectáreas. A fines
    de Febrero se declaró el incendio principal que
    nació cerca al primero, lo que hizo suponer que se trataba
    de un rebrote.

    A diferencia de éste, el segundo contó con
    el viento para propagarse velozmente. En una tarde ya se
    había extendido por toda la ladera Norte del cerro Falso
    Granítico y continuaba con su viaje hacia el valle del
    río Llodconto y el cerro Padre Laguna.

    El segundo incendio duró unas tres semanas hasta
    que pudo ser declarado como extinto. Abarcó un área
    tan extensa que en un momento dado se calculó que
    había un bombero forestal por cada 3 hectáreas de
    incendio, sin contar lo ya quemado y apagado.

    La superficie total afectada fue de 4210
    hectáreas, contando ambos incendios, una superficie
    equivalente a la quinta parte de la ciudad de Buenos Aires. La
    cantidad de árboles perdidos ronda los 2
    millones.

    Area afectada por el incendio de la Estancia San
    Ramón.

    Se originó por una tormenta eléctrica
    entre el aeropuerto y el pueblo de Dina Huapi. Al principio el
    fuego se extendió hacia el norte hasta cruzar el
    río Limay. Todos los esfuerzos se concentraron en evitar
    que el fuego alcanzara a Dina Huapi. Un cambio de
    viento lo frenó y desvió al Este, donde se
    propagó sin control hasta llegar al río Pichi Leufu
    donde fue apagado por la lluvia.

    El casco de la estancia está a unos 25 Km. al
    Este de Dina Huapi. El área afectada por este incendio se
    calcula en unas 22 mil hectáreas (casi la superficie total
    del ejido municipal de Bariloche o Capital
    Federal).

    Marcado con (1) está el incendio de cerro
    Villegas, originado unos días antes también por una
    tormenta eléctrica.

    4. Los saldos de los
    incendios

    Cuando un incendio ocurre en un bosque y los que mueren
    son los árboles, entonces las víctimas las podemos
    contar por miles y tal vez millones. Un cálculo
    conservador determina unos 2000 a 3000 árboles en un
    bosque denso. Si hablamos que en el ‘99 se quemaron 5944
    hectáreas de bosque de ñire, ciprés y
    coihue, entonces se puede decir que murieron unos 15 millones de
    árboles.

    En 1999 hubo muchos incendios grandes. Siete, en total,
    más que en ningún otro momento histórico de
    la zona aledaña a Bariloche. Los incendios de estepa (Ran
    Ramón y Villegas) suman más hectáreas porque
    el fuego se conduce con mayor velocidad, pero la capacidad de
    recuperación es mayor.

    2.
    Volcanes

    Introducción

        Los volcanes
    constituyen el único intermedio que pone en comunicación directa la superficie con los
    niveles profundos de la corteza terrestre; es decir, son el
    único medio para la observación y el estudio de los materiales
    líticos de origen magmático, que constituyen
    aproximadamente el 80 % de la corteza sólida. En la
    profundidad del Manto terrestre, el magma bajo presión
    asciende, creando cámaras magmáticas dentro o por
    debajo de la corteza. Las grietas en las rocas de la
    corteza proporcionan una salida para la intensa presión, y
    tiene lugar la erupción. Vapor de agua, humo, gases,
    cenizas, rocas y lava son lanzados a la atmósfera.

        Los volcanes son en esencia aparatos
    geológicos que establecen una comunicación temporal
    o permanente entre la parte profunda de la litosfera y la
    superficie terrestre.

        Las partes de un volcán
    típico son: cámara magmática, chimenea,
    cráter y cono volcánico.

        La cámara magmática es
    la zona de donde procede la roca fundida o magma, que forma la
    lava; la chimenea es el canal o conducto por donde asciende la
    lava; el cráter es la zona por donde los materiales son
    arrojados al exterior durante la erupción; el cono
    volcánico está formado por la aglomeración
    de lavas y productos
    fragmentados. Con frecuencia, fracturas del cono volcánico
    o explosiones eruptivas, dan lugar a cráteres adventicios
    que se abren en los flancos o en su base y cuyas chimeneas
    secundarias comunican con la principal.

        Las manifestaciones de la actividad
    volcánica, es decir, la salida de productos gaseosos,
    líquidos y sólidos lanzados por las explosiones,
    constituyen los paroxismos o erupciones del volcán. Muchos
    de los volcanes que actualmente existen en la superficie de la
    Tierra no han dado muestras de actividad eruptiva y por eso se
    les llama volcanes extinguidos, independientemente de que en
    algún momento alcancen la actividad.

    Otros se hallan hoy, o se han hallado en tiempos
    históricos no muy lejanos, en actividad, y por eso se les
    llama volcanes activos. Esa
    actividad eruptiva es casi siempre intermitente, ya que los
    períodos de paroxismo alternan con otros de descanso,
    durante los cuales el volcán parece extinguido (Vesubio,
    Teide, Teneguía, Fuji, etc.). Existen sin embargo volcanes
    que son de actividad continua, como el Manua-Loa de las islas
    Hawai o el Etna en Sicilia.

    Productos arrojados por los volcanes

        Los materiales que
    arrojan los volcanes durante las erupciones pueden ser de tres
    clases:

    gaseosos, líquidos y sólidos

        Los gases que los
    volcanes emiten, a veces con extraordinaria violencia, son
    mezclas
    complejas cuya composición varía de unos a otros,
    por las distintas erupciones, e incluso por los distintos
    períodos de una misma erupción. Los más
    abundantes son: vapor de agua, dióxido de carbono,
    nitrógeno, hidrógeno, ácido clorhídrico
    y cloruros volátiles, gases sulfurosos y
    sulfhídrico, metano y otros
    hidrocarburos.
    Además de por el cráter, los gases se desprenden
    también de las lavas fundidas y por las grietas del suelo.
    Si preceden a las erupciones, o son posteriores a ellas, se
    designan con el nombre de fumarolas.

        Los gases expulsados durante las
    erupciones pueden tener una densidad tal que
    arrastren cenizas en suspensión, formándose las
    llamadas nubes ardientes.

        Nubes de este tipo debieron
    producirse en la erupción del Vesubio del año 79 d.
    de C., que destruyó las ciudades de Pompeya y
    Herculano.

        Los productos líquidos reciben
    el nombre general de lavas y no son otra cosa que magmas que
    salen por el cráter y se deslizan por la superficie
    circundante. Las que son muy fluidas, como las basálticas,
    al desbordar por el cráter o las fisuras del cono
    volcánico, se deslizan con facilidad por las vertientes
    formando a veces verdaderas cascadas (Mauna-Loa) y por la
    superficie del suelo formando coladas.

    La superficie de la corriente de lava en contacto con el
    aire se enfría con rapidez y con frecuencia forma una
    costra que aisla el interior, donde la lava puede permanecer
    fluida mucho tiempo y continuar deslizándose. Al adaptarse
    la superficie de la lava a esta corriente, forma estrías y
    ondulaciones o retorcimientos parecidos a una cuerda, de
    ahí el nombre de lavas cordadas, que los nativos de Hawai
    llaman Pahoehoe. Cuando el enfriamiento de grandes masas de lava
    basáltica se desarrollan en regiones subaéreas, se
    produce una retracción o contracción
    térmica, que produce una disyunción columnar en
    prismas, formando columnatas basálticas, tan
    características como la Calzada de los Gigantes en
    Irlanda, Castelfullit de la Roca en Gerona, el Cabo de Gata
    (Almería), Tenerife, etc.

         Cuando el enfriamiento es en
    regiones submarinas, las lavas al ponerse en contacto con el agua
    se enfrían rápidamente en la superficie, y los
    núcleos de lava al resbalar por la pendiente se van
    separando en forma de bolsas globosas o protuberancias, que al
    superponerse unas sobre otras recuerdan almohadones, de
    ahí el nombre de lavas almohadilladas o pillow-lavas. Si
    las lavas son más viscosas, lo que sucede en las de
    naturaleza andesítica y traquítica, se deslizan con
    dificultad consolidándose rápidamente y de manera
    irregular; los gases que se desprenden dan a las superficies un
    aspecto erizado, rugoso y áspero, lo que les hace
    difíciles para andar, de ahí el nombre hawaiano de
    aa o de malpais en Canarias.

        En las lavas muy fluidas, al
    enfriarse la superficie, el interior puede quedar como una
    cavidad bajo la costra superficial, formando túneles
    volcánicos. Cuando se desploma parte del techo del
    túnel volcánico se forman simas que comunican con
    el exterior, que en Lanzarote se denominan jameos.

    Los materiales sólidos, también llamados
    piroclastos (piros: fuego; clastos: fragmentos),
    son de proyección. Atendiendo a su tamaño se
    dividen en: a) bloques y bombas, de
    tamaño comprendido entre varios centímetros a
    metros. Si las lavas son muy viscosas al producirse la
    explosión son lanzadas al aire y su parte externa
    cristaliza rápidamente permaneciendo su interior fluido,
    por lo que al caer al suelo se agrietan como corteza de pan,
    llamándose panes volcánicos. Si las lavas son menos
    viscosas las bombas adquieren formas de huso al ir girando en su
    trayectoria. b) lapilli y gredas, de tamaño entre el de un
    guisante y una nuez, y c) cenizas o polvo volcánico,
    partículas de menos de 4 mm que debido a su tamaño
    pueden ser transportadas por el viento a grandes distancias.
    Cuando en las lavas viscosas se liberan los componentes
    volátiles, ocasionan una expansión que forma
    cavidades no comunicadas entre sí, dando el aspecto
    característico de las pumitas o piedra pómez. La
    consolidación de estos piroclastos forman las tobas
    volcánicas y aglomerados.

    Tipos de erupciones

     

       Dependiendo de la temperatura de los
    magmas, de la cantidad de productos volátiles que
    acompañan a las lavas y de su fluidez (magmas
    básicos) o viscosidad
    (magmas ácidos),
    los tipos de erupciones pueden ser:

    Hawaiano

    Sus lavas son muy fluidas, sin que tengan lugar
    desprendimientos gaseosos explosivos; estas lavas se desbordan
    cuando rebasan el cráter y se deslizan con facilidad,
    formando verdaderas corrientes a grandes distancias. Algunas
    partículas de lava, al ser arrastradas por el viento,
    forman hilos cristalinos que los nativos llaman cabellos de la
    diosa Pelé (diosa del fuego).

    Stromboliano

        Recibe el nombre del
    Stromboli, volcán de las islas Lípari, en el mar
    Tirreno, al N. de Sicilia. La lava es fluida, con
    desprendimientos gaseosos abundantes y violentos, con
    proyecciones de escorias, bombas y lapilli. Debido a que los
    gases pueden desprenderse con facilidad, no se producen
    pulverizaciones o cenizas. Cuando la lava rebosa por los bordes
    del cráter, desciende por sus laderas y barrancos, pero no
    alcanza tanta extensión como en las erupciones de tipo
    hawaiano.

    Vulcaniano

        Toma el nombre del
    volcán Vulcano en las islas Lípari. En este tipo de
    volcán se desprenden grandes cantidades de gases de un
    magma poco fluido que se consolida con rapidez; por ello las
    explosiones son muy fuertes y pulverizan la lava, produciendo
    gran cantidad de cenizas que son lanzadas al aire
    acompañadas de otros materiales fragmentarios. Cuando la
    lava sale al exterior se consolida rápidamente, pero los
    gases que se desprenden rompen y resquebrajan su superficie, que
    por ello resulta áspera y muy irregular, formándose
    lavas cordadas.

    Vesubiano

        Se diferencia del
    vulcaniano en que la presión de los gases es muy fuerte y
    produce explosiones muy violentas. Forma nubes ardientes que, al
    enfriarse, producen precipitaciones de cenizas, que pueden llegar
    a sepultar ciudades, como ocurrió en Pompeya.

    Peleano

        Entre los volcanes de
    las Antillas es célebre el de la Montaña Pelada de
    la isla Martinica por su erupción de 1902, que
    ocasionó la destrucción de su capital, San Pedro.
    Su lava es extremadamente viscosa y se consolida con gran
    rapidez, llegando a tapar por completo el cráter; la
    enorme presión de los gases, que no encuentran salida,
    levanta este tapón que se eleva formando una gran aguja.
    Esto ocurrió el 8 de mayo, cuando las paredes del
    volcán cedieron a tan enorme empuje, abriéndose un
    conducto por el que salieron con extraordinaria fuerza los gases
    acumulados a elevada temperatura y que, mezclados con cenizas,
    formaron la nube ardiente que alcanzó 28 000
    víctimas.

    Krakatoano

        La explosión
    volcánica más formidable de las conocidas hasta la
    fecha fue la del volcán Krakatoa. Originó una
    tremenda explosión y enormes maremotos. Se cree que este
    tipo de erupciones son debidas a la entrada en contacto de la
    lava ascendente con el agua o con rocas mojadas, por ello se
    denominan erupciones freáticas.

    Erupciones submarinas

        En los fondos
    oceánicos se producen erupciones volcánicas cuyas
    lavas, si llegan a la superficie, pueden formar islas
    volcánicas. Éstas suelen ser de corta
    duración en la mayoría de los casos, debido al
    equilibrio
    isostático de las lavas al enfriarse y por la
    erosión marina. Algunas islas actuales como las
    Cícladas (Grecia),
    tienen este origen.

    Erupciones de cieno

        Hay volcanes que
    ocasionan gran número de víctimas, debido a que sus
    grandes cráteres están durante el reposo
    convertidos en lagos o cubiertos de nieve. Al recobrar su
    actividad, el agua mezclada con cenizas y otros restos, es
    lanzada formando torrentes y avalanchas de cieno, que destruyen,
    todo lo que encuentran a su paso. Un ejemplo actual fue la
    erupción del Nevado de Ruiz (Colombia) el 13 de noviembre
    de 1985. Nevado es un volcán explosivo, en el que la
    cumbre del cráter (4 800-5 200 m de altura) estaba
    recubierta por un casquete de hielo; al ascender la lava se
    recalentaron las capas de hielo, formando unas coladas de barro
    que invadieron el valle del río Lagunilla y sepultaron la
    ciudad de Armero, causando 20 000 muertos y decenas de miles de
    heridos.     Se puede comparar a la
    catástrofe de la Montaña Pelada.

    Erupciones fisurales

        Son las que se originan
    a lo largo de una dislocación de la corteza terrestre, que
    puede tener varios kilómetros. Las lavas que fluyen a lo
    largo de la rotura son fluidas y recorren grandes extensiones
    formando amplias mesetas o traps, con un kilómetro o
    más de espesor y miles de kilómetros cuadrados de
    superficie. Ejemplos de vulcanismo fisural es la meseta del
    Deccan (India).

    Morfología de los volcanes

        La forma de los aparatos
    volcánicos depende de la naturaleza de la lava y de los
    componentes gaseosos, vamos a ver diferentes tipos.

        En el vulcanismo puntual, si la lava
    es muy viscosa (ácida) el cráter queda taponado,
    con la lava solidificada formando un saliente con aspecto de
    aguja o pitón. Es característico del vulcanismo
    peleano. Si la lava es intermedia, alternando las erupciones de
    lava con la expulsión

    Distribución de los
    volcanes

    En la actualidad la tectónica de placas engloba y
    relaciona todos los fenómenos geológicos entre
    sí, por ello en un mapamundi se observa que las zonas
    volcánicas coinciden con las sísmicas. La actividad
    volcánica y sísmica se desarrolla con gran
    intensidad en zonas de expansión o extensión de la
    corteza (dorsales oceánicas: rift oceánico; y rift
    continental); en las zonas de comprensión o
    colisión (zonas de subducción) donde se forman las
    cadenas de montañas recientes; en las fosas
    oceánicas de los arcos isla; en las cuencas
    oceánicas (fallas transformantes y puntos calientes) y en
    las zonas continentales estables.

        Hoy en día, de
    los 500 volcanes activos, sólo un 5 % se mantienen en
    actividad continua. No se tienen en cuenta las erupciones
    submarinas que pasan desapercibidos al producirse en las cuencas
    oceánicas. Geográficamente pueden considerarse en
    la Tierra cinco zonas de máxima actividad volcánica
    y sísmica:

    Circumpacífica;
    Mediterránea-asiática; Índica;
    Atlántica y Africana

          
    Circumpacífica

    Se denomina también Cinturón de Fuego; se
    extiende circularmente alrededor de todo el océano
    Pacífico y las costas de América, Asia y Oceanía,
    originándose en las cadenas montañosas de los
    Andes, Montañas Rocosas y en los arcos isla.
        Aparatos volcánicos actuales se
    encuentran en Alaska (Katmai), archipiélago de las
    Aleutianas (más de 30 volcanes activos), península
    de Kamchatka, islas Kuriles (arcos isla que enlazan las
    Aleutianas, Japón y
    Filipinas), en Japón (Asama, el Fuji-Yama símbolo
    japonés), islas Marianas, Sumatra, Krakatoa, Java; Filipinas,
    Nueva Guinea, Nuevas Hébridas, Nueva Zelanda y Tonga;
    Antártida (Bird, Erebus y Terror), Chile,
    Argentina (Aconcagua, 7 035 m), entre Bolivia y
    Chile (Guallatiri, 6 000 m), Perú (Misi, 5 825 m),
    Ecuador
    (Chimborazo, 6 310 m; Cotopaxi, 5 897 m), Colombia (Nevado del
    Ruiz, 5 400 m; Tolima, 5 215 m), Costa Rica,
    Nicaragua, El Salvador, Guatelama, México
    (Popocatepetl, 5 452 m; Colima, 3 960 m; Paracutin, 2 743 m; Pico
    de Orizaba 5 675 m), en Norteamérica, el Santa Elena. Como
    puntos calientes en la placa Pacífica se encuentran las
    islas Hawaii (Mauna-Loa, 4 160 m; Mauna-Kea y Kilauea).
           
    Mediterráneo-Asiática

    Se extiende desde el océano Atlántico
    hasta el océano Pacífico, en sentido transversal de
    Oeste a Este.

        Volcanes actuales solamente existen
    en Italia (Etna,
    Vulcano, Strómboli y Vesubio) y en Grecia; pero zonas de
    gran sismicidad se extienden desde las zonas Alpinas occidentales
    hasta las orientales, Béticas, Turquía,
    Cáucaso, golfo Pérsico, Irán, Asia Central
    (Himalaya), hasta llegar a Indonesia donde coincide con la
    Circumpacífica.
         
    Índica

        Rodea el océano
    Índico y por Sumatra y Java enlaza con la
    Circumpacífica. Hay muchas islas y montañas
    submarinas en la dorsal Índica con vulcanismo activo, como
    la isla Reunión y las islas Comores en el estrecho de
    Madagascar.
       
    Atlántica

    Recorre el océano Atlántico de Norte a
    Sur, por su zona central. Como vulcanismo más
    septentrional está la isla de Jan Mayen en el mar de
    Groenlandia. Estas islas que emergen de la dorsal
    atlántica son: Islandia (Hekla, Laki, Helgafell);
    Ascensión, Santa Elena, Tristan da Cunha y Gough; en el
    Atlántico central las islas Madeira e islas Salvajes.
    Asociados a fallas transformantes se encuentran los
    archipiélagos de las Azores y las Canarias (Tenerife –
    Teide, La Palma – Teneguía).

       
    Africana

    En la región oriental, está relacionada
    con el rift continental que se extiende desde Mozambique a
    Turquía; como volcanes, destacan: el Kilimanjaro, el Meru,
    el Kenia y el Niragongo. Entre Etiopía y Somalia se
    encuentra el nacimiento de un nuevo océano (el
    triángulo de Afar) con una incipiente dorsal
    oceánica que separa la placa Africana de la
    Arábiga. En este área existen muchos Guyots y
    volcanes como el Erta-Ale. En Etiopía está el
    Fantalé.

        En el África occidental se
    levanta el Mont Camerún relacionado por fallas con el
    vulcanismo de las islas de Fernando Póo, Príncipe,
    Santo Tomé y Annobón

    Terremoto o sismo

         La corteza
    terrestre experimenta casi continuamente pequeños e
    imperceptibles movimientos de trepidación, sólo
    registrables por aparatos especiales de extraordinaria
    sensibilidad. Pero a veces, estos movimientos de
    trepidación, conmoción u oscilación, son
    más intensos y se manifiestan como sacudidas bruscas,
    ordinariamente repetidas, que el hombre percibe directamente o
    por los efectos que producen.

        Con el nombre general de sismos o
    seísmos se designa a todos estos movimientos convulsivos
    de la corteza terrestre, que se clasifican en microsismos, cuando
    son imperceptibles; macrosismos, cuando son notados por el hombre
    y causan daños en enseres y casas, y megasismos, cuando
    son tan violentos que pueden producir la destrucción de
    edificios, la ruina de ciudades enteras y gran número de
    víctimas. Los macrosismos y megasismos son los conocidos
    con el nombre de terremotos o temblores de tierra. El estudio de
    los fenómenos sísmicos es el objeto de la
    Sismología.

        El origen del 90 % de los terremotos
    es tectónico, relacionado con zonas fracturadas o fallas,
    que dejan sentir sus efectos en zonas extensas.

    Otro tipo están originados por erupciones
    volcánicas y existe un tercer grupo de movimientos
    sísmicos, los llamados locales, que afectan a una
    región muy pequeña. Éstos se deben a
    hundimientos de cavernas, cavidades subterráneas o
    galerías de minas; trastornos causados por disoluciones de
    estratos de yeso, sal u otras sustancias, o a deslizamientos de
    terrenos que reposan sobre capas arcillosas.

        Las aguas de los mares son agitadas
    por los movimientos sísmicos cuando éstos se
    producen en su fondo o en las costas. A veces sólo se
    percibe una sacudida, que es notada en las embarcaciones; pero
    con frecuencia se forma por esta causa una ola gigantesca que se
    propaga por la superficie con la misma velocidad que la onda de
    la marea y que al estrellarse en las costas pueden ocasionar
    grandes desastres.

    Estas grandes olas sísmicas se llaman de
    translación y también tsunamis, nombre con que se
    las designa en Japón o maremotos.

        Un terremoto se origina debido a la
    energía liberada por el movimiento
    rápido de dos bloques de la corteza terrestre, uno con
    respecto al otro. Este movimiento origina ondas
    teóricamente esféricas ondas sísmicas, que
    se propagan en todas las direcciones a partir del punto de
    máximo movimiento, denominado hipocentro o foco, y del
    punto de la superficie terrestre situado en la vertical del
    hipocentro a donde llegan las ondas por primera vez, el
    epicentro.

       

        Desde el hipocentro se
    generan dos tipos de ondas:

            -Ondas
    primarias, ondas P (por ser las primeras en producirse) o
    longitudinales, que consisten en vibraciones de oscilación
    de las partículas sólidas en la dirección de propagación de las
    ondas. Por producir cambios de volumen en los
    materiales se les llama también de compresión; son
    las de mayor velocidad y se propagan en todos los
    medios.

            -Ondas
    secundarias, ondas S (por ser las segundas en llegar) o
    transversales, son las que producen una vibración de las
    partículas en dirección perpendicular a la
    propagación del movimiento. Pueden vibrar en un plano
    horizontal o vertical, no alteran el volumen, son más
    lentas que las ondas P y no se propagan a través de los
    fluidos. Se conocen con el nombre de ondas de cizalla o
    distorsión.

        La interferencia de estos frentes de
    ondas con la superficie terrestre origina un tercer tipo de
    ondas, denominadas superficiales u ondas L. Son más lentas
    y al viajar por la periferia de la corteza tienen una gran
    amplitud, siendo las causantes de los mayores desastres. Se
    distinguen dos tipos: ondas Love, con movimiento perpendicular a
    la dirección de propagación, llamadas
    también de torsión, y ondas Rayleigh cuyo
    movimiento es elíptico con respecto a la dirección
    de las ondas.

    Sismógrafo

        Las vibraciones se
    detectan mediante unos instrumentos llamados sismógrafos. Unos
    son péndulos verticales de gran peso, que inscriben el
    movimiento por medio de una aguja o estilete, sobre un papel
    ahumado. Otros son horizontales y al oscilar por la sacudida
    sísmica trazan un gráfico con una aguja sobre un
    papel ahumado arrollado a un tambor o cilindro que gira
    uniformemente.

        El gráfico puede ser
    también señalado mediante un rayo de luz que incide
    sobre un papel fotográfico, en el cual van marcados los
    intervalos de tiempo por horas, minutos y segundos. Otros son
    péndulos invertidos llamados astáticos,
    constituidos por una gran masa, que permanece inmóvil,
    apoyada sobre un vástago. En la actualidad los
    sismógrafos son electromagnéticos,
    recogiéndose el registro de los movimientos en cintas
    magnéticas que se pueden procesar y digitalizar por medio
    de computadoras.
    Mediante diversas observaciones y la comparación de
    datos de
    diferentes observatorios, se pueden trazar sobre un mapa las
    líneas isosistas, que unen los puntos en que se ha
    registrado el fenómeno con la misma intensidad y las
    homosistas, que unen todos los puntos en que la vibración
    se aprecia a la misma hora.

        En cada observatorio
    debe haber diferentes tipos de sismógrafos: dos
    horizontales, orientados según el meridiano y el paralelo
    del lugar y uno vertical; para que sea posible apreciar todas las
    particularidades de cualquier movimiento
    sísmico.

        Los sismogramas son las gráficas marcadas por el estilete del
    sismógrafo, o el rayo luminoso, sobre el papel del tambor
    giratorio. En un sismograma se pueden diferenciar varias partes
    según la proximidad o lejanía del epicentro
    respecto al observatorio.

    Fotos de volcanes

    Erupciones Volcánicas

    Todos los registros sobre erupciones volcánicas
    en Chile presentan un cuadro más o menos similar, en el
    cual se consigna la ocurrencia de algunos fenómenos
    premonitorios como la emanación de humo en un
    cráter que parecía inactivo o la aparición
    de un nuevo cráter. Esto puede durar algunos días,
    semanas e incluso años, hasta que una serie de temblores y
    ruidos subterráneos preceden a la salida de cenizas y
    lava, la que escurre entre 5 y 100 km/h, dependiendo del desnivel
    geográfico, siguiendo habitualmente las quebradas del
    área y desembocando en cauces de ríos o lagos. La
    fase eruptiva ha durado desde algunas semanas, hasta cinco o
    más años.

    Los daños en cuanto a vidas humanas, por lo
    tanto, no han sido tan trágicos como en el caso de los
    terremotos o tsunamis, ya que la población usualmente
    alcanza a ponerse a salvo. Dependiendo de la estación en
    que la erupción ocurra, se pueden producir deshielos
    acelerados y avalanchas, que son los que han provocado más
    víctimas que la lava misma.

    Los daños materiales, en cambio, suelen ser
    cuantiosos, tanto en la agricultura
    como en la ganadería.
    El ganado puede sufrir una gran mortalidad por no alcanzar a huir
    de la lava o porque la lluvia de cenizas cubre la tierra,
    provocando ya sea la asfixia de los animales o su
    muerte por
    incapacidad de alimentarse.

    Erupciones relevantes

    La primera información sobre
    erupciones volcánicas desde la era post hispánica
    corresponde a la crónica del Volcán Antuco, llamado
    volcán Angol por el sacerdote historiador jesuita Diego
    Rosales ("Historia General del Reino de Chile"), cuya
    erupción ocurrió en 1624, alertando a la
    población con sus emanaciones de humo y lava, así
    como por los temblores que lo acompañaron durante los ocho
    días que duró el fenómeno.

    Los volcanes que registran más episodios de
    erupción han sido el Llaima (8), el Villarrica (6) y el
    Antuco (4), seguidos del Peteroa (3), Lonquimay (3) y Calbuco
    (3). Las crónicas de los siglos XVI y XVII no siempre
    consignan con certeza el volcán en erupción, por lo
    que puede haber discordancia en las cifras.

    Entre los volcanes cuya erupción provocó
    víctimas considerables, el primero que resalta es el
    Huaina Putina, ubicado en Perú, cerca de la frontera
    chileno-peruana, que el 14 de Febrero de 1600 afectó las
    ciudades de Arequipa por el norte, hasta Arica. Muchos
    pequeños pueblos en la senda de la lava fueron destruidos,
    cobrando muchas víctimas fatales. Se relata que muchos
    más murieron ya sea suicidándose en la
    desesperación (colgándose de un árbol o
    arrojándose al cráter) o como sacrificio para
    aplacar la furia del volcán (no menos de ochenta
    habrían sido arrojados al interior del
    cráter).

    El volcán Yate, debido a una avalancha,
    habría provocado ocho víctimas muertos en un
    potrero de la desembocadura del Reloncaví, el 14 de Julio
    de 1896. El volcán Riñinahue, en Abril de 1907,
    causó también una avalancha al obstruir el
    río Pupuhuin, provocando un taco que, al ceder,
    arrasó casas, bosques y ganado en las zonas de
    Llifén y Riñinahue, causando más de diez
    muertes.

    En Febrero de 1908 el volcán Llaima hizo
    erupción provocando una avalancha que llegó hasta
    Lonquimay, matando una mujer. En Abril
    de 1930, aunque el climax ocurrió en 1932, en una de las
    erupciones más violentas de que se tenga recuerdo, el
    volcán Quizapú, ubicado al oriente de Linares,
    arrojó cenizas que cubrieron desde Rancagua a
    Chillán. También provocaron daños en la
    agricultura en Mendoza, e incluso cayó ceniza en lugares
    tan alejados como Buenos Aires, Montevideo y el sur de Brasil.

    Se formó un enorme hongo de humo que
    oscureció Rancagua y Curicó, obligando a usar el
    alumbrado público en pleno día. Los ruidos
    subterráneos fueron sentidos en un radio de 500 km.
    No se informó de víctimas fatales. En Febrero de
    1937, la lava del volcán Llaima llegó hasta un
    sector denominado Santa María de Llaima, matando a dos
    personas y provocando grandes daños materiales.

    Nuevamente el Llaima, en Marzo de 1945 entró en
    erupción, dañando numerosos poblados vecinos y
    provocando una avalancha cerca del lago Colico, matando a ocho
    personas. 1948 fue el turno del volcán Villarrica. En
    Abril comenzó a aumentar su actividad, y en Octubre hizo
    crisis con una gran explosión y con la formación de
    un enorme hongo, a la vez que millones de toneladas de lava
    comenzaron a bajar invadiendo las quebradas y llegando a los
    lagos Villarrica (su nivel subió un metro) y
    Calafquén. Voipir y Molco Alto, donde residían
    comunidades indígenas, fueron las más afectadas. El
    refugio del Sky Club, en los faldeos del volcán, fue
    totalmente arrasado con dos de sus cuidadoras en su interior.
    Hubo cerca de 100 víctimas entre muertos y desaparecidos y
    otros tantos heridos.

    Nuevamente el Villarrica, en Marzo de 1964, esta vez de
    manera violenta, hizo erupción asolando el poblado de
    Coñaripe. Una avalancha barrió, durante dos horas,
    casas, hoteles, ganado, sembrados,
    vehículos y maquinarias de este pueblo de mil habitantes.
    Sólo dos cadáveres, de las 22 víctimas
    reportadas, fueron recuperados. Toda la zona de Pucón y
    Villarrica quedó aislada.

    En Agosto de 1971, el Cerro de los Ventisqueros o Cerro
    Hudson, como era denominado hasta entonces, demostró que
    era en realidad un volcán y despertó destruyendo el
    valle Huemules, pequeña localidad de la montaña
    patagónica de Aisén. Coyhaique, Puerto
    Aisén, Puerto Cisnes, Balmaceda, Chacabuco, e incluso
    Comodoro Rivadavia en el lado argentino, fueron invadidos por una
    espesa nube de cenizas que provocó trastornos oculares y
    gastrointestinales a la población, además de
    importantes daños en la agricultura y
    ganadería.

     

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