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El estudio de los sistemas regionales de I+D+i



     

    ABSTRACT

    En la presente comunicación queremos establecer un
    recorrido por las corrientes explicativas de los sistemas de
    I+D+i. Esta tarea nos llevará a establecer la manera en
    que la variable de regionalización se va introduciendo a
    lo largo del tiempo en
    dichos análisis. En otro orden de cosas, la
    comunicación presenta el papel jugado por los diversos
    agentes en el establecimiento del desarrollo
    tecnológico y de innovación de las regiones.

    El sistema de
    ciencia y
    tecnología de cualquier territorio depende fuertemente
    del entramado social, económico y político en el
    que se sostiene. Las teorías
    sobre la innovación
    tecnológica, que se remontan a la década de los
    70 están estrechamente ligadas a la idea de un sistema
    nacional de innovación y fueron desarrolladas en el seno
    de las políticas
    públicas (Mytelka y Smith, 2000). Estas teorías nos
    ofrecen una imagen de los
    territorios homogeneizados, sobre la que se aplican unas
    normativas y un conjunto de apoyos a la innovación
    centralizados desde un núcleo generador.

    La posición central o, como dirían los
    especialistas en análisis de redes (Freeman, 2000: 134)
    la centralidad de un núcleo, es una localización
    privilegiada por su propia naturaleza. El
    centro recoge un mayor número de conexiones con el resto
    de los miembros que cualquiera de los otros puntos del sistema.
    Aquellas regiones que han desarrollado un gobierno
    autónomo fuerte tienen la oportunidad de crecer
    independientemente de los límites
    impuestos por
    las necesidades de abastecimiento del núcleo. Por eso,
    cuando hablamos de sistemas de I+D es pertinente evocar la imagen
    de redes interconectadas entre sí y en movimiento,
    capaces de generar una dinámica propia, sin que ningún
    órgano central les dicte el sentido o el ritmo de los
    flujos, marcada básicamente por las relaciones de sus
    miembros y las necesidades de su propio
    funcionamiento.

     

    Sistemas de innovación
    y crecimiento económico

    La importancia de la ciencia y
    la tecnología para el crecimiento
    económico está clara desde Arrow (1962) hasta
    Drucker (1999). Pero el análisis de los sistemas de
    innovación tiene un referente básico en el trabajo de
    Freeman (1987), quien, buscando entender el éxito
    de la industria
    tecnológica japonesa, propone la noción de sistema
    de innovación para señalar a los diversos actores e
    instituciones
    relacionadas con el desarrollo de nuevas
    tecnologías y con su difusión. También
    tiene otra raíz en la teoría
    económica, por ejemplo, en el trabajo de
    Lundvall (1992) que compara las perspectivas europeas y el de
    Nelson (1993) que amplia el marco comparativo internacional de
    estudio. En este inicio, el alcance del análisis fue
    siempre, típicamente, estatal-nacional o sectorial para
    algunas ramas tecnológicas.

    A pesar de lo dicho, pronto apareció la necesidad
    de atender al análisis del sistema de innovación
    desde un punto de vista regional (Cooke, Gómez y
    Echevarria, 1997; Cooke, 1998) ante la necesidad de explicar
    distintas realidades. Este enfoque se produce como consecuencia
    de considerar que la acotación de estudio a límites
    más reducidos es un planteamiento más adecuado para
    esclarecer las complejas relaciones que rodean los procesos de
    innovación en un territorio concreto. Los
    enfoques principales adoptan una perspectiva evolucionista del
    crecimiento (Nelson y Winter, 1982; Metcalfe, 1998) donde el
    acento se pone en la transformación de los elementos del
    sistema o ligadas al análisis institucional que las
    considera el centro de todo análisis (Freeman, 1982;
    Nelson, 1988, Nelson y Sampat, 2000). Nelson y Sampat proponen la
    posible convergencia de las explicaciones evolucionistas e
    institucionalistas en torno al papel de
    las rutinas y los hábitos (frente al homo economicus
    tradicional calculador) y la importancia de los procesos
    individuales y colectivos de aprendizaje y de
    comunicación, considerando las instituciones como
    tecnologías sociales (Nelson y Sampat, 2000) ampliamente
    usadas y que proporcionan medios
    efectivos de hacer cosas colectiva y cooperativamente. Este
    enfoque conduce a poner el acento en el avance tecnológico
    como el principal factor del crecimiento económico,
    atendiendo a las tecnologías sociales disponibles en cada
    lugar y en cada momento y a los costes del aprendizaje de nuevas
    rutinas. El crecimiento económico se ve como resultado de
    la progresiva introducción de nuevas tecnologías
    asociadas con niveles progresivamente más altos de
    productividad
    de los trabajadores y con la capacidad de producir bienes y
    servicios
    nuevos o mejorados.

    Desde el campo de la economía y hasta la
    década de los setenta, se consideraba que la
    tecnología era básicamente información y el proceso de
    producción era resultado de la acción
    secuencial de las instituciones. Se establecía así
    un modelo lineal
    del cambio
    tecnológico. El enfoque alternativo, el modelo
    interactivo, aparece en los ochenta, basándose en la idea
    de interacción continua entre los distintos
    actores y elementos intervinientes en el proceso de
    innovación y de comercialización posterior de sus
    resultados (Malerba y Orsenigo, 1995). Este modelo hace que las
    cuestiones de innovación y de la tecnología
    dependan cada vez más de las condiciones del entorno de
    cada región. Los estudios de I+D+i comienzan a introducir
    variables
    regionalizadas (González de la Fe, 1994) pues se considera
    esencial constatar las diferencias existentes entre los distintos
    espacios. Incluso cuando el enfoque es comparativo o globalizado,
    se establece ciertos matices peculiares de la realidad regional,
    tal como puede verse en los informes
    elaborados por la Unión
    Europea (Ministerio de Ciencia y
    Tecnología, 1996 y sgtes). Los estudios de casos
    regionales de sistemas de innovación han aportado
    evidencia empírica acerca del papel jugado por la
    interacción entre los principales actores o componentes de
    los sistemas de innovación, especialmente las relaciones
    de cooperación, en la medida en que a través de
    éstas se produce la transferencia de conocimiento
    que es básica para la innovación (Fritsch, 2001;
    Fritsch y Lukas, 1999).

    Por otra parte, la innovación se convierte en el
    centro de atención del análisis en cuanto
    leit motiv del desarrollo de una región y una
    manera de constatar la potencialidad del capital humano de
    los sistemas regionales. Se plantea, entonces, la necesidad de
    analizar el papel de los agentes encargados de producir el
    desarrollo de esa región. El trabajo de Gibbons y otros
    (1994) estaría en esa línea, así como, el de
    Nowotny y otros (2001). La idea principal es que está
    teniendo lugar una nueva forma de producción del
    conocimiento, que se ha venido a denominar pos-académica,
    dado que el
    conocimiento especializado e innovador ya no es exclusivo de
    las universidades (si es que alguna vez lo fue) sino que se
    produce ahora en una mayor variedad de instituciones: centros de
    investigación, empresas,
    laboratorios, hospitales, etc. Como consecuencia, el interés
    por la ciencia básica y por los temas científicos
    han cambiado hacia objetivos
    más instrumentales, de utilidad social y
    económica, ajenos al propio conocimiento. Se trata, pues,
    de que los intereses sociales o económicos deciden los
    contenidos de estudio, no privilegiándose los temas
    científicos, hasta ahora llamados básicos, que han
    sido sustituidos por los conocimientos aplicados.

    De este modo, algunos autores (Ziman, 1996) se quejan de
    que la ciencia y la tecnología han adquirido un papel
    subordinado de los intereses económicos, vaciando de
    contenido otros aspectos centrales en el avance científico
    proporcionados tradicionalmente por la ciencia básica.
    Detrás de todo ello podemos ver un cuestionamiento del
    enfoque lineal que establecía la relación
    secuencial ''ciencia básica –> ciencia aplicada'' y su
    sustitución por indagaciones acerca de la distintividad y
    relativa independencia
    del conocimiento tecnológico y respecto del
    económico. Así pues, tanto la ciencia como la
    tecnología se enfocan desde un punto de vista
    economicista, cuyo resultado es el convencimiento de que la
    ciencia se orienta al aumento del stock de conocimientos y a la
    respuesta a los grandes enigmas, mientras que se deja a la
    tecnología la solución de problemas
    prácticos mediante la construcción de artefactos (físicos
    o simbólicos) de utilidad práctica
    inmediata.

    La perspectiva de Etzkowitz (2000) sobre la "triple
    hélice" coincide con la idea del papel jugado por la
    ciencia en el desarrollo de las regiones pero atiende a otros
    sentidos de las relaciones que se establecen entre los elementos
    en juego. Para
    este autor, la industria, la universidad y el
    gobierno son los tres componentes de una triple hélice que
    conforman el motor del
    crecimiento de una región. No sólo lo son de hecho,
    sino que, además, deben de comportarse como tales, pues
    ese es el papel que les ha sido asignado, es decir, esos tres
    agentes deben ser los promotores de la riqueza y bienestar de un
    territorio.

    Una consecuencia de lo anterior puede verse reflejada en
    las directrices de los distintos organismos encargados del
    diseño
    de las políticas de I+D, ya sean nacionales (Ministerio de
    Ciencia y Tecnología, 1996; 1997; 1998; 1999 y 2000) o
    regionales (por ejemplo, Dirección General de Universidades de la
    Consejería de Educación, 2003 para
    el caso andaluz; Consejería de Educacion, Cultura y
    Deportes.
    Consejería de la Presidencia e Innovación
    Tecnológica, 2003 para el caso de las Islas Canarias).
    Esas memorias son
    un indicador del interés político por producir un
    cambio positivo en el desarrollo de una región sobre la
    base del impulso de la ciencia y la tecnología.

    En lo que todos los autores parecen estar de acuerdo es
    en que la producción y el desarrollo del conocimiento, ya
    se traduzca en tecnología o en innovación de otro
    tipo, se ha convertido en el elemento más importante de la
    creación del valor
    económico. A ello a contribuido la creciente
    mundialización de los mercados y de las
    relaciones sociales, posibilitada por la aceleración de
    las comunicaciones
    a partir de las redes telemáticas y la
    generalización del uso de las tecnologías de la
    información y la comunicación (TICs). Todo lo cual
    no ha hecho sino poner de manifiesto que, cada vez más, el
    conocimiento, especialmente el conocimiento
    científico-tecnológico, es la variable
    principal para la competitividad
    de las economías y para el bienestar y la calidad de
    vida de las sociedades.

     

    La regionalización de
    los enfoques sobre los sistemas de I+D+i

    El concepto de
    sistema regional de innovación es reciente y su
    formulación precisa dista aún de ser satisfactoria.
    Se han señalado interesantes posibilidades de
    aplicación a casos empíricos de diversa naturaleza
    (regiones geográficas, áreas urbanas, estados,
    unidades supraestatales, etc) con el fin de entender el
    funcionamiento de los mecanismos de innovación que
    permiten la competitividad de las economías y la
    prosperidad y bienestar de las sociedades. Los análisis de
    los sistemas regionales de innovación se han centrado en
    regiones industrializadas (País Vasco y Cataluña o
    diversos estados alemanes) que han ido transformando su tejido
    industrial para mejorar su nivel de competitividad, lo que
    condiciona los modelos usados
    para el análisis. Entendemos que el desafío
    está en la posibilidad de construir un modelo para
    regiones ultraperiféricas y no industrializadas, como
    dicen Koschatzky y Sternberg (2000) para regiones
    periféricas sin instituciones fuertes.

    Para empezar a elaborar este modelo, el mejor camino es
    atender a los datos
    empíricos que surgen del examen de los indicadores
    sobre los sistemas de ciencia y tecnología, abarcando una
    perspectiva comparativa regional (González de la Fe,
    1994). Koschatzky y Sternberg (2000) han abordado directamente el
    problema de las interrelaciones entre el espacio y las redes de
    innovación en el seno de la Unión Europea.
    Destacan, a partir de la encuesta ERIS,
    que la innovación regional depende del tamaño y el
    tipo de cooperación entre las empresas dedicadas a I+D, y
    que, por tanto, es necesario acentuar las redes del conocimiento
    intrarregional. En ese estudio se pone en evidencia la
    importancia contextual puesto que la existencia de una red fortificada
    proporcionará un nivel adecuado de desarrollo en
    conocimiento científico-tecnológico.

    Siguiendo a Capello (1996), estos autores, afirman que
    son necesarias ambas condiciones: la existencia de redes locales
    que apoyen las empresas productivas dedicadas al desarrollo del
    conocimiento y la tecnología y las redes trasnacionales;
    dado que, y esto es lo más importante, lo global y lo
    local incrementan la posibilidad de crear una densidad
    suficiente de interrelaciones horizontales más provechosa
    que las relaciones jerárquicas habituales. Es decir, que
    sin negar la importancia de buscar estrategias de
    desarrollo particulares (centradas en las características
    particulares de la región), hay que saber aprovechar
    también las condiciones que aportan las multinacionales de
    generar más oportunidades para las economías
    locales. El incremento de relaciones económicas
    establecidas entre las empresas de la economía local y las
    multinacionales con influencia sobre ese territorio, permite
    fomentar el número de conexiones entre los agentes
    económicos. Y es que, a juicio de estos autores, la
    densidad reticular es un factor decisivo para establecer la
    capacidad de crecimiento de la I+D regional.

    La idea es importante, sobre todo, para entramados
    empresariales de pequeña y mediana empresa (PYMES), bastante
    usuales en las regiones periféricas. Explica cómo
    las PYMES pueden aprovecharse de los beneficios de su contexto de
    innovación a medida que la red tecnológica y de
    innovación es más densa a su alrededor. Aunque
    parece (como casi todas las ideas brillantes) una idea simple, no
    lo es tanto, puesto que no estamos hablando de la existencia de
    un número mayor de empresas, o de políticas
    más eficaces. Por el contrario, estamos hablando de que
    los puntos de conexión de la red son más densos en
    un territorio gracias a las relaciones que mantienen las redes
    locales o trasnacionales con esa región, sin necesidad de
    que las empresas existan físicamente. Las nuevas
    tecnologías lo hacen posible, lo que se convierte, al
    mismo tiempo, en una esperanza de transformaciones frente a los
    argumentos fatalistas acerca de la imposibilidad de mejorar por
    falta de una infraestructura inicial.

    Es cierto, desde luego, que el camino no se hace
    más fácil por saber la respuesta, como tampoco que
    ese fatalismo ataque a todos del mismo modo. Las iniciativas son
    posibles incluso en esos contextos que presentan unas condiciones
    desfavorables para su desarrollo y los acercamientos son tan
    diversos como permite la creatividad
    humana. La necesidad agudiza el ingenio, dice el dicho. Del mismo
    modo, muchas veces casi inconscientemente, creamos canales nuevos
    en situaciones ante las que nos sentimos limitados para poder crear
    más allá. Igualmente, algunas empresas se muestran
    más activas que el resto, o un conjunto de pequeñas
    y medianas empresas comienzan a contagiarse de un modelo (o de
    una moda) de marketing que
    establece la necesidad de anunciarse por internet (pongamos por
    ejemplo) cuando éste simple acto puede convertirse en el
    futuro de su comercialización.

    Koschatzky y Sternberg (2000) también ponen de
    manifiesto la importancia de atender a las estrategias de
    innovación de los sistemas regionales tanto como a las
    estrategias de transferencia de tecnología e
    innovación regionales. Heijs, 2000) coincide, desde una
    perspectiva de estudio diferente, en este hecho, destacando que
    la mayoría de los recursos
    tecnológicos y de innovación llegan a las empresas
    españolas de forma tardía. Por lo que es de la
    mayor importancia el fomento de la transferencia
    tecnológica pues, tal vez, esa tecnología llege a
    ser fundamental para quienes la generaron y también para
    sus beneficiarios directos e indirectos inmediatos.

    En conclusión, las políticas regionales
    son útiles porque permiten reducir las diferencias entre
    regiones, ajustando las necesidades y fomentando las medidas de
    incentivación allí donde son necesarias. Pero no
    son el único elemento, ni suficiente, para reactivar los
    procesos de innovación tecnológica y, con ella, de
    crecimiento y desarrollo de una región. Puesto que las
    decisiones particulares de cada sector, grupo
    empresarial y, en general, de cualquier agente por pequeño
    que sea, deciden en mayor medida los resultados de esa
    dinamización. El enfoque de Etzkowitz (2002) y las
    aportaciones de Gibbons y otros sobre si son las empresas o las
    universidades los que deben dirigir el cambio de los tiempos
    quedan sobrepasados por estos nuevos enfoques menos dirigidos a
    la responsabilidad de los agentes y más
    orientados a la necesidad de crear por parte de todos mejores
    condiciones de juego. Se asume que todos los agentes, por su
    parte, son capaces de generar y dar rápida difusión
    de los avances e innovaciones, y, en definitica, que la
    cooperación mutua y las relaciones que se producen entre
    las unidades (incluso para satisfacer sus necesidades privadas)
    son las que pueden combatir los climas desérticos de
    la pobreza
    tecnológica de las regiones. Lo cierto es que el
    éxito no lo proporcionan las actuaciones descoordinadas,
    la cerrazón de las miradas cortas de vista y la falta de
    imaginación.

    Otro argumento que abunda en la idea anterior es la
    aceptación de la máxima de que no existen
    fórmulas mágicas para hacer que las regiones sean
    regiones de éxito desde el punto de vista
    tecnológico, de la innovación y del crecimiento
    económico y social. Existen aspectos que funcionan para
    algunos lugares pero no son válidos en general para otros.
    De otro modo, el tan ampliamente analizado caso de Sillicon
    Valley habría sido mimetizado tantas veces como gobiernos
    desazonados existen. Ni siquiera una programación concienzudamente elaborada de
    acuerdo los poderes políticos y económicos y
    diseñada por los más prestigiosos
    científicos, como ocurrió en el proyecto de La
    Cartuja sevillana, pudo lograr el éxito ante los
    obstáculos emergentes (Castells y Hall, 1994).

     

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    Ana María González Ramos // Teresa
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