- 1. Algunas nociones
básicas - 2. La cibernética:
ciencia y técnica - 3. Principales aportes de
la Cibernética
- III. Cibernética
de la Cibernética. Un paradigma
reflexivo - IV. Exploración de
la Cibercultura. Miradas desde la
Cibernética
- 1. Del espacio al
Ciberespacio - 2. Cibercultura y
reflexividad - 3. Nuevos patrones de
conectividad e interacción
Abstract
Existen numerosas definiciones del término
Cibercultura. Pese a la riqueza que ello puede deparar, se
advierte una falta de conceptualización consistente que
retome algunas de las fuentes
teóricas básicas para la construcción del concepto. La
Cibercultura se asocia comúnmente al uso de las nuevas
tecnologías de información y comunicación, quedando la reflexión
en un plano simple y carente de reflexión teórica.
Este texto tiene
como propósito explorar los aportes de la teoría
Cibernética a la construcción
conceptual de la Cibercultura.
I. La polisemia de la
Cibernética. Una aproximación al
concepto
La palabra "cibernética" goza actualmente de una
notable presencia en la vida cotidiana, en el campo del sentido
común. Actualmente, este término es usado con una
diversidad de acepciones, para referirse a objetos, enfoques y
teorías. Comúnmente, el prefijo
ciber o cyber se asocia con los usos de las
tecnologías de información y comunicación, y
concretamente con el Internet. Esta es la
acepción más común de la palabra
cibernética. Sin desmerecer tal asociación,
consideramos que etiquetar cualquier cosa que usa una computadora
como "cibernética" es más vago y confuso que
ilustrativo y clarificador.
El prefijo cyber proviene originalmente de la
palabra cybernetics, que da nombre a una disciplina que
estudia a comunicación y el control en los
seres vivos y las máquinas
construidas por el hombre. La
conquista científica de los sistemas
organizados constituye la tarea esencial de la
cibernética. Desde sus orígenes, esta ciencia se
propone abordar la materia
altamente complejizada (seres vivos, sociedades,
etc.) en su evolución misma.
Parece haber consenso al afirmar que es el año
1948 el que ve nacer a la cibernética. En este año
se da simultáneamente la publicación de tres obras
importantes: Cibernética, o regulación y
comunicación en el animal y en la máquina, de
Norbert Wiener (1894–1964), el fundador de la disciplina;
Teoría matemática
de la
comunicación, de Claude Shannon y Warren Weaver,
que inaugura la teoría moderna de la información;
y, por último, Proyecto de cerebro, de
W. Ross Ashby, en la que se expone la teoría del equilibrio u
homeóstasis. También hay acuerdo en considerar que
el nacimiento de la cibernética fue producto del
intercambio de experiencias y datos de laboratorio
sobre el funcionamiento del sistema nervioso
central entre el propio Wiener y el neurofisiólogo
mexicano Arturo Rosenblueth (1900–1970).
La definición de la cibernética es una
tarea compleja, dado el sinnúmero de definiciones a que ha
dado lugar. Este término ya fue empleado por Platón
(427–347 a.C.), que lo utilizó para referirse al
arte de
guía y pilotaje, tanto de objetos como de seres humanos.
De hecho, la palabra cibernética tiene la misma
raíz que la palabra gobierno: el arte
de manejar y dirigir sistemas altamente complejos.
Antes de la publicación en 1948 de la obra de
Wiener, ya en 1834 Ampère recoge la palabra
cibernética para designar "el estudio de los medios de
gobierno". Sin conocer el intento de Ampère, Norbert
Wiener consideró nueva la palabra que "él"
forjó. El origen de la palabra "creada" por Wiener radica
en el vocablo griego "kubernetes", que significa piloto o
timonel. Para Wiener (1949), la cibernética es "todo campo
de la teoría del mando y de la comunicación, tanto
en la máquina, como en el animal". El mismo autor afirma
que
"la cibernética procura hallar los elementos
comunes al funcionamiento de las máquinas
automáticas y al sistema nervioso
del hombre, y
desarrollar una teoría que abarque todo el campo del
control y de la comunicación en las máquinas y en
los organismos vivientes" (Wiener, 1976: 47)
(1).
En la definición de Wiener se observan dos
aspectos: el aspecto activo (control) y el aspecto sensitivo
(comunicación), que se hallan indisolublemente ligados.
Controlar, en el sentido wieneriano, es comunicar
información después de haberla recibido y
transformado. Wiener considera tres cuestiones fundamentales en
la cibernética: las máquinas que aprenden, las
máquinas que se reproducen a sí mismas y, por
último, la coordinación entre los hombres y las
máquinas.
La teoría cibernética pone el acento en el
componente de la información, lo cual se ilustra en la
siguiente afirmación del mismo Wiener (1949:
16–17):
"Cuando yo controlo las acciones de
otra persona, le
comunico un mensaje, y, aunque ese mensaje sea de naturaleza
imperativa, la técnica de la comunicación no
difiere de la técnica de la transmisión de un
hecho. Además, si quiero que mi control sea eficaz, debo
informarme de todos los mensajes procedentes de la persona,
capaces de advertirme que la orden ha sido comprendida y
ejecutada".
Unos años más tarde aparece la
definición de Raymond Ruyer (1954), quien insiste
nuevamente en el aspecto informacional de la cibernética,
definiéndola como la "ciencia de las máquinas de
información, ya sean máquinas naturales, como las
máquinas orgánicas, ya sean artificiales" (Ruyer,
1954: 5).
Las aproximaciones anteriores ponen de manifiesto que la
cibernética se convierte esencialmente en la ciencia de
la información. Y "la información sólo tiene
valor si
permite actuar" (Guillamaud, 1971: 21). Por otra parte, Louis
Couffignal subraya particularmente el aspecto de "mando",
definiendo a la cibernética como "el arte de asegurar la
eficacia de la
acción"
(1961: 31). Información y acción son, pues, los dos
componentes básicos de la teoría cibernética
inicial. Esta interrelación se pone de manifiesto
también en la siguiente definición de L. Apostel
(1961: 191):
"La cibernética tiene como objeto propio los
sistemas capaces de gobernar o de controlar y, por lo tanto, los
sistemas autorreguladores. Como los sistemas autorreguladores
comportan, en general, numerosas retroacciones, y como la
autorregulación no es posible más que por la
retroacción… podemos decir que la cibernética es
el estudio de los sistemas retroactivos simples y
complejos".
Sirva una última definición inicial para
remarcar el carácter de la cibernética, ahora
relacionada con la complejidad y, de nuevo, con la
información:
"Cibernética es la ciencia que estudia los
principios
abstractos de la
organización en los sistemas complejos. No se interesa
tanto en qué constituye a los sistemas sino en cómo
funcionan. La cibernética se enfoca en cómo los
sistemas usan la información, los modelos y el
control de las acciones para conducirse hacia sus metas, y
mantenerlas, mientras actúan en contra de diversas
perturbaciones. Siendo inherentemente transdisciplinario, el
razonamiento cibernético puede ser aplicado para entender,
modelar y diseñar sistemas de cualquier tipo:
físico, tecnológico, biológico,
ecológico, psicológico, social, o cualquier
combinación de estos. La cibernética de segundo
orden, estudia en particular el rol del observador (humano) en la
construcción de modelos de sistemas y otros observadores"
(Herrera Ruiz, 1997).
Una noción que aparece siempre en el centro de
las definiciones y reflexiones sobre la cibernética es la
de Retroacción, sinónima del concepto de
feedback o retroalimentación. Si bien estos
términos ya fueron utilizados previamente, fue Wiener
quien los puso en el centro de la reflexión, al situarlos
como fundamento de su propuesta.
También a menudo la cibernética aparece
relacionada con el concepto de sistema,
comprendido como una organización que puede ser descrita
mediante principios que son independientes del dominio
específico que se esté considerando, o como un todo
superior a la suma de sus partes vistas de forma
independiente.
Por tanto, muchos de los conceptos usados por la
Teoría de
Sistemas provienen del enfoque de la cibernética.
Algunos ejemplos son la información, el control, la
retroalimentación, y la comunicación, entre otros.
Sin embargo, la teoría de sistemas se enfoca más en
las estructuras de
los sistemas y sus modelos, mientras que la cibernética se
centra, fundamentalmente, en el funcionamiento de los mismos: en
cómo controlan sus acciones, en cómo se comunican
con otros sistemas o con sus propios componentes.
El interés de
la cibernética se trasladó pronto a numerosas
ciencias que
involucran al hombre, de modo tal que se aplicó a los
procesos de
cognición, a actividades prácticas tales como la
psiquiatría, la terapia familiar, el desarrollo de
sistemas de
información y de decisión, la
administración, el gobierno, y a esfuerzos para
entender las formas complejas de la organización social,
incluyendo, pero sólo como un área de
interés más, las redes de comunicación
y de computadoras.
En definitiva, la cibernética produjo campos
inéditos o novedosos en el mundo científico,
constituyéndose como un nuevo paradigma de
conocimiento.
2. La cibernética:
ciencia y técnica
Se ha considerado a la cibernética como una
"ciencia de encrucijada" (Guillamaud, 1971: 82), ya que se
relaciona con muchos campos del conocimiento y es, en sí
misma, transdisciplinaria. En un principio, las reflexiones sobre
la cibernética la consideraban fundamentalmente desde su
dimensión técnica. Pero los propios progresos de la
técnica obligaron al investigador a salir del empirismo y a
pensar la ciencia cibernética a partir de la
identificación de ciertos aspectos generales que le
otorgan especificidad como tal.
La cibernética, por tanto, es más que una
técnica. Eso sí, se puede considerar la base
teórica de ciertas aplicaciones técnicas.
Y es así como la cibernética conquistó "la
edad adulta" al alcanzar la abstracción y generalidad
necesarias para ser vista como ciencia.
El terreno de aplicación de las ideas
cibernéticas es, entonces, la técnica. Ésta
le proporciona su inserción en lo concreto. Por
eso la cibernética puede tener una frontera
borrosa con la electrónica y con la automática.
Pero, en relación con estas técnicas o ciencias
aplicadas, la cibernética se define fácilmente como
una ciencia general y abstracta.
Atendiendo a Herrera Ruiz (1997), las propuestas
teóricas de la Cibernética descansan en cuatro
pilares básicos: el primero es la variedad, que enfatiza
la multiplicidad, las alternativas, las diferencias, las
opciones, las redes y la inteligencia,
en vez de la fuerza y la
necesidad por la singularidad; el segundo principio es el de
circularidad, que hace referencia a la retroalimentación,
a la autoreferencia en la organización cognitiva,
también conocida como autopoiesis; el proceso es el
tercer pilar básico, y abarca desde la noción
cibernética de información hasta la diferencia
entre dos estados de incertidumbre; el último pilar
básico es la observación, considerada como un proceso
que subyace en las teorías cibernéticas del
procesamiento de información y la computación.
3. Principales aportes de la
Cibernética
El principal aporte de la teoría
cibernética es la consideración de la
comunicación en términos organizacionales.
Así también, nos parece original y novedosa, y
sobre todo con total aplicación en varios ámbitos
de las ciencias
sociales, la propuesta cibernética de unir
comunicación y mandato informacional. En este sentido, las
ideas de la Cibernética pueden ayudar a esclarecer las
confusiones existentes, aún hoy, entre información
y comunicación. La información comunicada,
según la cibernética, se convierte en programa, se
constituye en "órdenes" o "instrucciones" que ponen en
funcionamiento, inhiben o coordinan las acciones de la
organización.
"El conflicto
central de la cibernética se plasma en la disyuntiva entre
la organización fundada en la comunicación, y/o una
organización fundada en el mandato" (Ávila, 1998).
Este último debe concebirse como cercano, en algunos casos
sinónimo, al concepto de información. Wiener
juntó, así entonces, a la comunicación y el
mandato, aunque subordinó la primera al
segundo.
En términos generales, uno de los beneficios que
aporta la cibernética es el enfoque o postura desde la que
construye los objetos y modos de conocimiento, en el sentido de
que adopta el pensamiento
contingente y, de alguna forma, abandona el pensamiento
determinístico o reduccionista. El pensamiento contingente
tiene carácter holístico, aborda el cambio desde
una perspectiva circular y pone el énfasis en la variedad
de alternativas que se presentan ante una misma causa. Por el
contrario, el pensamiento reduccionista concibe el cambio desde
un enfoque lineal, desde la clásica relación
causa–efecto.
II. Cibernética y
Teoría de la Información
Como se ha mencionado anteriormente, la
cibernética ha sido considerada, desde sus inicios, como
una teoría de la información. Esto equivale a
centrar el interés sobre la información que se
halla en juego en los
mecanismos autorreguladores, más que sobre su estructura.
Por el contrario, es sobre el aspecto estructural sobre el que se
insiste en hacer de la teoría de la información una
disciplina particular de la ciencia
cibernética.
Tanto la teoría de la información como la
Cibernética comparten el hecho de resaltar el aspecto
informacional de los fenómenos sociales. Es difícil
hacer de la información una magnitud absolutamente
autónoma. Como dice Guillamaud, "no hay información
sin soporte, y la información no seguida de
utilización –una utilización que pone en
juego procesos energéticos– es inútil, sin
interés para nosotros, como inexistente" (Guillamaud,
1971: 101).
La teoría de la información, relacionada
con las leyes
matemáticas, rige la transmisión y el
procesamiento de la información. Más concretamente,
se ocupa de la medición y representación de la
información, así como de la capacidad de los
sistemas de comunicación para transmitirla y procesarla.
Esta teoría fue desarrollada, como se apuntó
anteriormente, por el ingeniero electrónico estadounidense
Claude E. Shannon, en su obra A Mathematical Theory of
Communication (Teoría matemática de la
comunicación). La información es concebida, en
esta obra, como el conjunto de datos transmitidos.
El modelo de
comunicación de Shannon y Weaver (1948) consta de varios
componentes: una fuente de información que produce un
mensaje o información que será transmitida; un
transmisor que convierte el mensaje en señales
electrónicas o electromagnéticas; estas
señales son transmitidas a través de un canal o
medio, que es el tercer componente; el cuarto componente es el
receptor, que transforma de nuevo la señal recibida en el
mensaje original; y el último componente es el
destinatario, quien recibe el mensaje.
Un concepto fundamental en la teoría de la
información es que la cantidad de información
contenida en un mensaje es un valor matemático bien
definido y, sobre todo, susceptible de ser medido. El
término cantidad no se refiere al número de datos
que se transmiten en un proceso de comunicación, sino a la
probabilidad
de que un mensaje, dentro de un conjunto de mensajes posibles,
sea recibido. En lo que se refiere a la cantidad de
información, el valor más alto se le asigna al
mensaje que menos probabilidades tiene de ser
recibido.
1. Un nuevo concepto de
Comunicación
El estudio de la comunicación no nace con el
advenimiento de la Cibernética. La comunicación,
concebida como el intercambio de significados entre individuos
mediante un sistema de símbolos compartidos, fue ya una
preocupación en tiempos de la antigua Grecia.
Las primeras reflexiones en torno al
fenómeno comunicativo tomaron como punto de partida el
modelo de la comunicación de Harold D. Lasswell,
fundamentado en el establecimiento de algunas preguntas
básicas que tienen lugar durante el proceso de
comunicación: quién le dice
qué, a quién, y con qué
efecto. Este modelo, por tanto, presuponía la
existencia de un emisor, un mensaje, un receptor y un efecto en
este mismo receptor.
El modelo desarrollado por Shannon y Weaver ofrece una
lectura lineal
–diádica– del proceso de comunicación.
La incorporación del concepto de retroalimentación
o feedback por parte de la teoría
cibernética contribuyó a un abordaje más
complejo de los procesos de comunicación,
comprendiéndolos como circulares, no lineales.
En palabras de Winkin (1982), este cambio supone el paso
de un "modelo telegráfico" a un "modelo orquestral" de la
comunicación, el cual se seguiría desarrollando
posteriormente con los trabajos de los integrantes de la Escuela de Palo
Alto. A ellos, precisamente, se debió el surgimiento de
una nueva teoría de la comunicación
humana.
La obra Teoría de la Comunicación
Humana (1971), de Watlawick, Jackson y Beavin, establece los
principios básicos de la comunicación para la
Escuela de Palo Alto. Las ideas expuestas en esta obra
están fundamentadas en la cibernética y la
teoría general de los sistemas, y en la actualidad sigue
considerándose un libro
clásico en el campo de la terapia sistémica, uno de
los ámbitos en los que ha gozado de mayor
aplicación el ideario de Palo Alto. Los autores conciben a
la comunicación como un conjunto de conductas y
comportamientos que influyen a los sujetos en todos sus procesos
de interacción. En concreto, la Escuela de
Palo Alto parte de tres premisas básicas:
- La esencia de la comunicación reside en
procesos de relación e interacción; - Todo comportamiento
humano tiene un valor comunicativo; - Los trastornos psíquicos reflejan
perturbaciones de la comunicación.
La principal aportación de esta corriente de
pensamiento es que "el concepto de comunicación incluye
todos los procesos a través de los cuales la gente se
influye mutuamente" (Bateson y Ruesch, 1984). Los mismos autores
afirman que "la comunicación es la matriz en la
que se encajan todas las actividades humanas" (Bateson y Ruesch,
1984: 13). La comunicación fue estudiada, por tanto, como
un proceso permanente y de carácter holístico, como
un todo integrado, incomprensible sin el contexto en el que tiene
lugar.
Del diálogo
establecido por los tres autores del libro y el
antropólogo Gregory Bateson, surgieron los denominados
"axiomas de la comunicación", que se resumen como
sigue:
- Es imposible no comunicar, por lo que en un sistema
dado, todo comportamiento de un miembro tiene un valor de
mensaje para los demás; - En toda comunicación cabe distinguir entre
aspectos de contenido o semánticos y aspectos
relacionales entre emisores y receptores; - La definición de una interacción
está siempre condicionada por la puntuación de
las secuencias de comunicación entre los
participantes; - Toda relación de comunicación es
simétrica o complementaria, según se base en la
igualdad o
en la diferencia de los agentes que participan en ella,
respectivamente. (Watzlawick et.al., 1971:
49–71).
El planteamiento de estos axiomas rompe con la
visión unidireccional o lineal de la comunicación.
De alguna manera, los axiomas marcan el inicio para comprender
que la comunicación no es sólo cuestión de
acciones y reacciones; es algo más complejo, y debe
pensarse desde un enfoque sistémico, a partir del concepto
de intercambio. Así entonces,
"la comunicación en tanto que sistema no debe
pues concebirse según el modelo elemental de la
acción y la reacción, por muy complejo que sea su
enunciado. En tanto que sistema, hay que comprenderla al nivel de
un intercambio" (Birdwhistell, 1959: 104) (2).
Los axiomas de la comunicación vienen a confirmar
el modelo relacional, sistémico, que enmarca toda la
reflexión sobre los fenómenos comunicativos
realizada desde la Escuela de Palo Alto. En una situación
comunicativa, por tanto, es la relación misma lo
fundamental que hay que estudiar, más que las personas que
están implicadas en ella. De ahí que la
interacción se erija como el centro del debate y como
el objeto a atender antes que cualquier otro elemento
(3).
III. Cibernética de la
Cibernética. Un paradigma reflexivo
El avance máximo de la cibernética, su
más alto grado de complejidad, se alcanzó cuando la
cibernética se aplicó a sí misma. Es decir,
en el momento en que se desarrolló una epistemología de los sistemas que
involucran a los mismos observadores. Según Heinz von
Foerster (1991), el impulsor de esta "cibernética de la
cibernética", la historia de la
cibernética se puede observar como un proceso que se
desarrolla en dos niveles de complejidad: el primero se
corresponde con la "Cibernética de Primer Orden", una
reflexión explicitada en la obra de Norbert Wiener (1948);
mientras que el segundo momento está constituido por el
advenimiento de una "Cibernética de Segundo Orden", es
decir, una reflexión sobre la reflexión de la
Cibernética.
Fue Magoroh Maruyama (1963) (4) quien
definió esta segunda etapa del pensamiento
cibernético y sistémico como "segunda
cibernética". Sin embargo, el desarrollo de esta nueva
epistemología se debe, sobre todo, a los nuevos
desarrollos de la física
quántica, a los aportes del neurofisiólogo Warren
Mc. Culloch (1965) (5), del físico, cibernetista,
biomatemático y filósofo Heinz von Foerster (1991)
y de los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco
Varela (1990). Todos ellos se erigen como los pilares sobre los
que descansa el ideario de la cibernética de segundo
orden.
En 1972, Margaret Mead, presidenta de la
Asociación Norteamericana de Cibernética,
dedicó uno de sus discursos al
tema "Cibernética de la cibernética". Fue en esos
momentos cuando Von Foerster sugirió el nombre de
"Cibernética de Segundo Orden" o
"Cibernética de los Sistemas Observantes",
diferenciándola de la Cibernética de Primer Orden o
Cibernética de los Sistemas Observados.
Se da el paso de la epistemología tradicional,
según la cual la realidad existe de forma independiente de
quien la observa, a una epistemología que incluye al
observador en todo acto de observación. El observador, el
sujeto cognoscente, pasa a forma parte del mundo observado. Para
Von Foerster (1991), la incorporación del observador, que
descansa en una relativa pérdida de neutralidad y
objetividad, es esencial para la construcción de una
epistemología reflexiva o de segundo orden.
La cibernética de segundo orden nos introduce en
la observación del observador. El objeto de conocimiento
es, así pues, el observador observando su propia
observación. Dicho de otra forma, esta nueva
epistemología amplía, y hasta cierto punto
inaugura, el espacio para la reflexión sobre el propio
acto de observar, algo en lo que Von Foerster vio, además
de implicaciones científicas, también consecuencias
morales o éticas.
IV. Exploración de la
Cibercultura. Miradas desde la
Cibernética
Actualmente, el término "Cibercultura" se utiliza
comúnmente para referirse al uso de las tecnologías
de información y comunicación,
específicamente la red de Internet. Pese a que
consideramos importante tomar en cuenta este uso del concepto, lo
creemos insuficiente y reduccionista. Nos parece pertinente
ahondar en el término de Cibercultura, tomando en cuenta
sus raíces en la Cibernética, por un lado, y
ubicándola en el terreno de la cultura en
general, comprendida como organizadora de la experiencia de los
sujetos. Así entonces, la Cibercultura no sólo se
"vive" en el ciberespacio, término sobre el que
ahondaremos más adelante, sino que traspasa los límites de
la tecnología y puede constituirse como una
nueva organización de lo social.
1. Del espacio al
Ciberespacio
El ciberespacio (6) o espacio virtual,
además de permitir una comunicación con el mundo
"real", se configura como un mundo en sí mismo. Algunos
autores lo consideran un "mundo paralelo", un "mundo
alternativo", distinto al "real" pero dependiente de éste.
Este cibermundo se organiza con una lógica
espacio–temporal que le es propia. Y también,
construye un tipo de relaciones sociales, de interacciones, que
sólo pueden darse en el seno de sus fronteras. La
interdependencia con el mundo real es completa: si por un lado el
ciberespacio inaugura nuevas formas de interacción,
éstas, a su vez, afectan a las interacciones que tienen
como escenario al mundo real, al que se da fuera del
ciberespacio.
Siguiendo a Sherry Turkle (1997: 41),
"construimos nuestras tecnologías y nuestras
tecnologías nos construyen a nosotros en nuestros
tiempos. Nuestros tiempos nos hacen, nosotros hacemos nuestras
máquinas, nuestras máquinas hacen nuestros
tiempos. Nos convertimos en los objetos que miramos
pasivamente, pero ellos se convierten en lo que nosotros
hacemos de ellos".
Lo anterior significa que somos los sujetos los que
construimos Cibercultura y, a la vez, ésta nos construye a
nosotros.
La Cibercultura no debe comprenderse como algo distinto
a la cultura; más bien se trata de su nueva forma, la
nueva configuración que, actualmente, está tomando
la cultura. Por tanto, la abordaremos como una nueva forma de
organización social que, lejos de anular a las formas
anteriores, las complementa y, de una u otra forma, convive con
ellas. Y convive en el sentido de que, en los tiempos presentes,
el ciberespacio funciona como un lugar en el que los sujetos
desarrollamos parte de nuestras interacciones
sociales.
Tal y como la concibe Jesús Galindo (2004), la
Cibercultura
"configura poco a poco una nueva civilización,
una nueva forma general de orden social, de formas de
relación e interacción, de sentimiento y
pensamiento, de concepción de la vida misma y de la
sociedad
misma".
En este sentido, la Cibercultura no sólo nos
sitúa como usuarios de las nuevas tecnologías, sino
que, yendo más allá, nos propone nuevas formas de
pensar y vivir la cultura, mismas que se amplían al ser
posible la interconexión con conocimientos de diferentes
realidades, lejanas geográficamente pero accesibles en el
ciberespacio.
El punto clave no es, por tanto, qué tanto usamos
las nuevas tecnologías de información y
comunicación. Sino, más bien, para qué las
usamos, y cómo afecta este uso a nuestra forma de vivir y
pensar el mundo. Las preguntas y reflexiones anteriores confirman
el punto de partida inicial: la Cibercultura supone la
construcción de una nueva cultura.
2. Cibercultura y
reflexividad
La Cibercultura ha generado una nueva
organización social y cultural, y ha puesto en el centro a
la utilización de las tecnologías
informáticas como medios de información y
comunicación. Como medios que han superado, con creces,
las posibilidades de los medios de difusión anteriores
–que, pese a todo, siguen prevaleciendo y, por el momento,
no parece que vayan a desaparecer–, en el sentido que
amplían las directrices o coordenadas
espacio–temporales que han regido a los medios
tradicionales.
El término Cibercultura no es casual. El concepto
cibernético de feedback o retroalimentación
parece ser el que mejor define las relaciones que sustenta la
interacción a través de las nuevas
tecnologías de información y comunicación.
El ciberespacio se erige como un lugar de encuentro, como un
lugar que propicia la interactividad y la
retroalimentación entre todos los sujetos que participan
cotidianamente en él.
Pero la Cibercultura va más allá, y no se
queda en el mero hecho de la retroalimentación de la
Cibernética de Primer Orden. Como afirma Begoña
Gros (2003), "el modelo del ciberespacio se aproxima mucho
más al modelo de complejidad elaborado por la
cibernética de segundo orden". Y ello es posible porque la
Cibercultura nos permite observarnos como actores del espacio
virtual, nos permite situarnos no sólo como observadores
de lo otro, sino como actores que observamos y nos observamos
simultáneamente. Estamos en nuestro propio punto de mira.
De ahí que hablemos de la relación entre
Cibercultura y reflexividad.
El paso de una sociedad de información
centralizada y vertical, a una sociedad de comunicación
(Galindo, 2001) fundamentada en la emergencia y desarrollo de las
redes sociales, en relaciones horizontales, en vínculos
entre iguales, es el centro de la Cibercultura. Y ello nos coloca
en una posición privilegiada para convertirnos en
observadores de nuestro propio hacer, sea éste en el
"mundo real" o en el "cibermundo".
3. Nuevos patrones de
conectividad e interacción
Hablar de Cibercultura implica, en la actualidad, poner
énfasis en la importancia de la presencia de las nuevas
mediaciones electrónicas que cambian la
configuración de las relaciones sociales. La Cibercultura,
como nueva forma de la cultura, se constituye como sistema, se
autoorganiza. Sin embargo, es difícil trazar sus
límites; las fronteras de este nuevo sistema cultural
parecen no estar completamente delimitadas, de tal forma que no
se puede reducir su existencia al espacio de uso de las nuevas
tecnologías. Eso sí, la Cibercultura se constituye
como sistema en tanto que toda la información que se mueve
en el ciberespacio está en manos de una comunidad de
usuarios activos.
Suscribiendo a Begoña Gros (2003), "el orden y el desorden
se generan a través de la interacción y la
participación activa de los usuarios que son a la vez
productores y consumidores del propio sistema". Por tanto, en la
Cibercultura no hay un centro, sino que se constituye como
una red de
redes.
La sociedad–red, término que se ha usado
como sinónimo de la Cibercultura en su sentido más
abarcador, va acompañada de algunas características
indisolublemente ligadas con la consideración de la
Cibercultura como configuradora de una nueva cultura. Algunas de
ellas son la comunicación, la conectividad y la comunidad,
por citar sólo algunas.
Cada vez es más común escuchar expresiones
como "comunidad virtual" o "estar conectados". Éstas son
algunas de las metáforas que se han usado para hablar de
la Cibercultura. Otras son "navegar", "autopista informática", "red", "telepolis", y
"portal" (Regazzoni, 2000).
Lo que está claro es que la Cibercultura
está transformando las formas de comunicación, a
través de comunidades virtuales alejadas del
clásico esquema de emisor–receptor, y mucho
más cercanas al concepto originario de la
comunicación, que la ligaba a la comunión, la
comunidad y el diálogo. Por tanto, no sólo cambia
el proceso de la comunicación, sino que el mismo concepto
de información también se ha
transformado.
En el ciberespacio, la comunión se da en el
sentido de que se crean comunidades con base a afinidades,
intereses, gustos y conocimientos compartidos. Y todo ello,
independientemente de la cercanía o lejanía entre
los actores que las conforman. De alguna forma, en el
ciberespacio la distancia se modifica, ya no se mide en
quilómetros, sino más bien en términos de
participación, de cercanía afectiva y/o cognitiva,
dependiendo del tipo de comunidad virtual de que se
trate.
El diálogo virtual, lejos de ser caótico y
desordenado, como se le suele considerar, está
estructurado conforme a unas reglas, implícitas o
explícitas, conocidas por todos los miembros que
interactúan en los "lugares" específicos del
ciberespacio: chat, correo
electrónico, grupos de
discusión, etc. Las formas de comunicación son
muchas y muy variadas, y no excluyen a otras formas de
comunicación interpersonal "cara a cara", lo cual
desmiente, a nuestro entender, las afirmaciones
"apocalípticas" de que las nuevas tecnologías de
información y comunicación están
obstaculizando la comunicación interpersonal. Más
bien se da lo contrario, la Cibercultura amplía la
comunicación, hace de ésta su forma básica
de existencia.
En cuanto al concepto de información, la
Cibercultura se organiza con base a la generación y
recepción de información por parte de usuarios
activos, a la vez emisores y receptores. Cualquiera puede ser
creador de información, de modo que se rompe con la
visión vertical y centralista de la sociedad de
información. Dicho de otra forma, la información
pasa a ser vista como un atlas, como un mapa de búsqueda y
no como algo dado y expuesto de forma estática e
inamovible. El usuario, emisor y receptor de información,
es un peregrino del conocimiento. La Cibercultura amplía
las preguntas posibles, genera nuevas formas de racionalidad, de
construcción y apropiación de conocimientos. Y todo
ello, gracias a la interactividad total que se da entre la
máquina y el ser humano.
V. La Cibercultura: un nuevo
orden social y cultural
La Cibercultura convive con la cultura "tradicional", no
la anula. Sin embargo, sí ha generado una serie de
desplazamientos importantes que, juntos, han construido esta
nueva forma de organización social y cultural que llamamos
Cibercultura. Algunos de los desplazamientos, que ya han sido
apuntados a lo largo del texto, son el paso de la palabra escrita
al predominio de lo audiovisual; el tránsito de una
visión lineal a una circular o espiral del proceso de
comunicación; el regreso al concepto de comunidad como
forma de organización social; el cambio en la forma de
construcción de conocimiento, que con la Cibercultura es
más intuitivo que dogmático y estable. La
interacción está en el centro de todos estos
desplazamientos o cambios.
¿Qué guarda de la primera
Cibernética esta nueva organización social y
cultural que nombramos como Cibercultura? Para empezar, ambos
términos surgen en un momento de transformación de
la relación de los sujetos con las máquinas. El
punto de mira de ambos es la organización del proceso de
transmisión de información y
comunicación.
Con la Cibercultura, sin embargo, este proceso se
complejiza, se torna multidimensional y no sólo se reduce
a la relación hombre–máquina, sino que
traspasa los límites de la tecnología y modifica
las relaciones sociales, la cotidianeidad de las personas. De
alguna forma la Cibercultura amplía los límites del
tejido social y, de este modo, supera a la Cibernética,
una ciencia restringida pese a los grandes logros y avances que
ha generado en la construcción de conocimientos y
aplicaciones prácticas. De hecho, sin la
Cibernética, sería imposible hablar de
Cibercultura, dada la dependencia de ésta con las
tecnologías, con las máquinas, como generadoras de
un nuevo orden social y cultural.
Bibliografía utilizada
- Apostel, L., 1961, "Logique et cybernétique",
en Les Études philosophiques, abril–junio,
París: Presses Universitaires de France. - Ávila Guzmán, Xavier I., 1998, "De la
cibernética a la organización comunicante", en
Revista
Electrónica Razón y Palabra, Suplemento
Especial dedicado a "La comunicación corporativa",
Año 3, Enero–Marzo 1998. Artículo en
línea, disponible en
http://www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/supesp/cibernetica.htm
(Fecha de consulta: Marzo 2004). - Brillouin, Léon, 1955, Science and
Information Theory, Nueva York: Academic Press. - Couffignal, Louis, 1958, Les Notions de base.
Information et cybernétique, París:
Gauthier–Villars. - Couffignal, Louis, 1961, "La cybernétique
comme méthodologie", en Les Études
philosophiques, abril–junio, Paris : Presse
Universitaires de France. - Foerster, Heinz Von, 1991, Semillas de la
Cibernética, Barcelona: Gedisa. - Galindo, Jesús, 2001, "De la sociedad de
información a la comunidad de comunicación. La
Cibercultura en evolución a través de la vida
social de las tecnologías de información y
comunicación". Artículo en línea,
disponible en
http://www.geocities.com/arewara/arewara.htm (Fecha de
consulta: Mayo 2004). - Galindo, Jesús, 2004, Cibercultura. Un
mundo emergente y una nueva mirada. Documento
mimeografiado. - Gros, Begoña, 2003, "De la cibernética
clásica a la Cibercultura: herramientas
conceptuales desde donde mirar el mundo cambiante", en
Teoría de la
Educación. Educación y Cultura en la Sociedad de la
Información, revista electrónica de la
Universidad
de Salamanca, Volumen 2,
2003. Artículo en línea, disponible en
http://www3.usal.es/~teoriaeducacion/rev_numero_02/n2_art_gros.htm
(Fecha de consulta: Julio 2004). - Guillamaud, Jacques, 1971, Cibernética y
lógica dialéctica, Artiach Editorial,
Madrid. - Herrera Ruiz, Pedro, 1997, "La cibernética y
la construcción de una visión alternativa del
mundo". Artículo en línea, disponible en
http://www.umne.edu.mx/rev97/cibernetica.htm (Fecha de
consulta: Abril 2004). - Hoffman, L., 1981, Foundations of Family
Terapy, Nueva York: Basic Books. - Maturana, H.; Varela, F., 1990, El Árbol
del Conocimiento, Madrid: Debate. - Moles, Abraham, 1961, "La notion de quantité
en cybernétique", en Les Études
philosophiques, abril–junio, París: Presse
Universitaires de France. - Moncada Patiño, José Daniel;
Vázquez Quijano, Nartiyulieth, 2003, "Los estudios
culturales: una aproximación a la Cibercultura".
Ponencia presentada en el III Congreso Internacional Cultura y
Desarrollo, La Habana, 9–12 de junio de 2003. - Mucchielli, Alex, 1998, Psicología de la
Comunicación, Barcelona: Paidós. - Regazzoni, Quinto, 2000, "El desafío de la
Cibercultura", en Revista Umbrales, Núm. 112,
Noviembre 2000. Artículo en línea, disponible en
http://www.chasque.net/umbrales/rev112/parte1c.html
(Fecha de consulta: Julio 2004). - Restrepo, Paula, 2002, "La Cibercultura:
límites conceptuales, manifestaciones y posibilidades
locales", en Revista Electrónica Razón y
Palabra, Proyecto "Cibersexo". Artículo en
línea, disponible en
http://www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/cibersexo/textos/prestrepo.html
(Fecha de consulta: Agosto 2004). - Ross Ashby, W., 1960, Design for a brain,
Londres: Chapman and Hall. - Ruyer, Raymond, 1954, La Cybernétique et
l’origine de l’information, París:
Flammarion. - Shannon, Claude; Weaver, Warren, 1948, The
Mathematical Theory of communication, Urbana: The
University of Illinois Press. - Sluzki, C., 1987, "Cibernética y terapia
familiar. Un mapa mínimo", en Sistema familiar,
Vol. 3, Núm. 2. - Smith, Alfred G. (comp.), 1976,
Comunicación y cultura. Tomo 1: "La teoría de
la comunicación humana", Buenos Aires: Nueva
Visión. - Turkle, Sherry, 1997, La vida en la pantalla: la
construcción de la identidad en
la era de Internet, Barcelona: Paidós. - VV.AA. (2004) "La Cultura: Ámbito de
Unión y Proyección al Futuro", en Portal
Educativo de las Américas. Artículo en
línea, disponible en
http://www.educoas.org/portal/es/tema/editorial/jun04r.aspx?culture=es&tabindex=1&childindex=0
(Fecha de consulta: Junio 2004). - Wiener, Norbert, 1948, Cybernetics, Nueva
York: John Wiley and Sons. - Wiener, Norbert, 1949, The Human Use of Human
Beings, Cambridge: University Press.
[1] – El texto al que hacemos referencia
forma parte de la compilación Comunicación y
Cultura, de Alfred G. Smith, Tomo 1, pp.
47–61.
[2] – Citado en Winkin (1982:
77).
[3] – Los tipos de interacción nos
remiten a la diferencia establecida entre señales
analógicas y señales digitales. Las primeras se
refieren a lo que se conoce como comunicación no verbal, esto es, a los
gestos, las posturas, el paralenguaje, etc., a todo lo que no
remite a unos códigos concretos. Por su parte, las
señales digitales están sujetas a palabras
comprensibles a partir de un código
determinado, y serían lo que comúnmente se conoce
como comunicación verbal, hablada. Junto a esta
clasificación, la Escuela de Palo Alto abordó la
comunicación a partir de la distinción entre
interacción simétrica y complementaria.
Suscribiendo a Mucchielli (1998), esta distinción favorece
la constitución de roles complementarios: por
un lado el individuo
sumiso favorece el rol autoritario del que manda, y por el otro,
ambos miembros pueden instaurar y mantener la igualdad de
posiciones e intercambian sus interacciones a modo de
espejo.
[4] – Citado en Hoffman, L., 1981, pp.
40–46.
[5] – Citado en Sluzki, C., 1987, p.
65.
[6] – El término ciberespacio fue
empleado por primera vez en la literatura de ciencia
ficción. Concretamente, por el autor estadounidense
William Gibson, en su obra Neuromante (1984).
El contenido del presente trabajo esta
gobernado por la siguiente Licencia de Creative Commons:
ver
Marta Rizo García