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Explorando la Cibercultura. Apuntes desde la teoría Cibernética




Enviado por Marta Rizo García



     

     

    Abstract

    Existen numerosas definiciones del término
    Cibercultura. Pese a la riqueza que ello puede deparar, se
    advierte una falta de conceptualización consistente que
    retome algunas de las fuentes
    teóricas básicas para la construcción del concepto. La
    Cibercultura se asocia comúnmente al uso de las nuevas
    tecnologías de información y comunicación, quedando la reflexión
    en un plano simple y carente de reflexión teórica.
    Este texto tiene
    como propósito explorar los aportes de la teoría
    Cibernética a la construcción
    conceptual de la Cibercultura.

     

    I. La polisemia de la
    Cibernética. Una aproximación al
    concepto

    La palabra "cibernética" goza actualmente de una
    notable presencia en la vida cotidiana, en el campo del sentido
    común. Actualmente, este término es usado con una
    diversidad de acepciones, para referirse a objetos, enfoques y
    teorías. Comúnmente, el prefijo
    ciber o cyber se asocia con los usos de las
    tecnologías de información y comunicación, y
    concretamente con el Internet. Esta es la
    acepción más común de la palabra
    cibernética. Sin desmerecer tal asociación,
    consideramos que etiquetar cualquier cosa que usa una computadora
    como "cibernética" es más vago y confuso que
    ilustrativo y clarificador.

    El prefijo cyber proviene originalmente de la
    palabra cybernetics, que da nombre a una disciplina que
    estudia a comunicación y el control en los
    seres vivos y las máquinas
    construidas por el hombre. La
    conquista científica de los sistemas
    organizados constituye la tarea esencial de la
    cibernética. Desde sus orígenes, esta ciencia se
    propone abordar la materia
    altamente complejizada (seres vivos, sociedades,
    etc.) en su evolución misma.

    Parece haber consenso al afirmar que es el año
    1948 el que ve nacer a la cibernética. En este año
    se da simultáneamente la publicación de tres obras
    importantes: Cibernética, o regulación y
    comunicación en el animal y en la máquina,
    de
    Norbert Wiener (1894–1964), el fundador de la disciplina;
    Teoría matemática
    de la
    comunicación,
    de Claude Shannon y Warren Weaver,
    que inaugura la teoría moderna de la información;
    y, por último, Proyecto de cerebro, de
    W. Ross Ashby, en la que se expone la teoría del equilibrio u
    homeóstasis. También hay acuerdo en considerar que
    el nacimiento de la cibernética fue producto del
    intercambio de experiencias y datos de laboratorio
    sobre el funcionamiento del sistema nervioso
    central entre el propio Wiener y el neurofisiólogo
    mexicano Arturo Rosenblueth (1900–1970).

    La definición de la cibernética es una
    tarea compleja, dado el sinnúmero de definiciones a que ha
    dado lugar. Este término ya fue empleado por Platón
    (427–347 a.C.), que lo utilizó para referirse al
    arte de
    guía y pilotaje, tanto de objetos como de seres humanos.
    De hecho, la palabra cibernética tiene la misma
    raíz que la palabra gobierno: el arte
    de manejar y dirigir sistemas altamente complejos.

    Antes de la publicación en 1948 de la obra de
    Wiener, ya en 1834 Ampère recoge la palabra
    cibernética para designar "el estudio de los medios de
    gobierno". Sin conocer el intento de Ampère, Norbert
    Wiener consideró nueva la palabra que "él"
    forjó. El origen de la palabra "creada" por Wiener radica
    en el vocablo griego "kubernetes", que significa piloto o
    timonel. Para Wiener (1949), la cibernética es "todo campo
    de la teoría del mando y de la comunicación, tanto
    en la máquina, como en el animal". El mismo autor afirma
    que

    "la cibernética procura hallar los elementos
    comunes al funcionamiento de las máquinas
    automáticas y al sistema nervioso
    del hombre, y
    desarrollar una teoría que abarque todo el campo del
    control y de la comunicación en las máquinas y en
    los organismos vivientes" (Wiener, 1976: 47)
    (1).

    En la definición de Wiener se observan dos
    aspectos: el aspecto activo (control) y el aspecto sensitivo
    (comunicación), que se hallan indisolublemente ligados.
    Controlar, en el sentido wieneriano, es comunicar
    información después de haberla recibido y
    transformado. Wiener considera tres cuestiones fundamentales en
    la cibernética: las máquinas que aprenden, las
    máquinas que se reproducen a sí mismas y, por
    último, la coordinación entre los hombres y las
    máquinas.

    La teoría cibernética pone el acento en el
    componente de la información, lo cual se ilustra en la
    siguiente afirmación del mismo Wiener (1949:
    16–17):

    "Cuando yo controlo las acciones de
    otra persona, le
    comunico un mensaje, y, aunque ese mensaje sea de naturaleza
    imperativa, la técnica de la comunicación no
    difiere de la técnica de la transmisión de un
    hecho. Además, si quiero que mi control sea eficaz, debo
    informarme de todos los mensajes procedentes de la persona,
    capaces de advertirme que la orden ha sido comprendida y
    ejecutada".

    Unos años más tarde aparece la
    definición de Raymond Ruyer (1954), quien insiste
    nuevamente en el aspecto informacional de la cibernética,
    definiéndola como la "ciencia de las máquinas de
    información, ya sean máquinas naturales, como las
    máquinas orgánicas, ya sean artificiales" (Ruyer,
    1954: 5).

    Las aproximaciones anteriores ponen de manifiesto que la
    cibernética se convierte esencialmente en la ciencia de
    la información. Y "la información sólo tiene
    valor si
    permite actuar" (Guillamaud, 1971: 21). Por otra parte, Louis
    Couffignal subraya particularmente el aspecto de "mando",
    definiendo a la cibernética como "el arte de asegurar la
    eficacia de la
    acción"
    (1961: 31). Información y acción son, pues, los dos
    componentes básicos de la teoría cibernética
    inicial. Esta interrelación se pone de manifiesto
    también en la siguiente definición de L. Apostel
    (1961: 191):

    "La cibernética tiene como objeto propio los
    sistemas capaces de gobernar o de controlar y, por lo tanto, los
    sistemas autorreguladores. Como los sistemas autorreguladores
    comportan, en general, numerosas retroacciones, y como la
    autorregulación no es posible más que por la
    retroacción… podemos decir que la cibernética es
    el estudio de los sistemas retroactivos simples y
    complejos".

    Sirva una última definición inicial para
    remarcar el carácter de la cibernética, ahora
    relacionada con la complejidad y, de nuevo, con la
    información:

    "Cibernética es la ciencia que estudia los
    principios
    abstractos de la
    organización en los sistemas complejos. No se interesa
    tanto en qué constituye a los sistemas sino en cómo
    funcionan. La cibernética se enfoca en cómo los
    sistemas usan la información, los modelos y el
    control de las acciones para conducirse hacia sus metas, y
    mantenerlas, mientras actúan en contra de diversas
    perturbaciones. Siendo inherentemente transdisciplinario, el
    razonamiento cibernético puede ser aplicado para entender,
    modelar y diseñar sistemas de cualquier tipo:
    físico, tecnológico, biológico,
    ecológico, psicológico, social, o cualquier
    combinación de estos. La cibernética de segundo
    orden, estudia en particular el rol del observador (humano) en la
    construcción de modelos de sistemas y otros observadores"
    (Herrera Ruiz, 1997).

     

    1. Algunas nociones
    básicas

    Una noción que aparece siempre en el centro de
    las definiciones y reflexiones sobre la cibernética es la
    de Retroacción, sinónima del concepto de
    feedback o retroalimentación. Si bien estos
    términos ya fueron utilizados previamente, fue Wiener
    quien los puso en el centro de la reflexión, al situarlos
    como fundamento de su propuesta.

    También a menudo la cibernética aparece
    relacionada con el concepto de sistema,
    comprendido como una organización que puede ser descrita
    mediante principios que son independientes del dominio
    específico que se esté considerando, o como un todo
    superior a la suma de sus partes vistas de forma
    independiente.

    Por tanto, muchos de los conceptos usados por la
    Teoría de
    Sistemas provienen del enfoque de la cibernética.
    Algunos ejemplos son la información, el control, la
    retroalimentación, y la comunicación, entre otros.
    Sin embargo, la teoría de sistemas se enfoca más en
    las estructuras de
    los sistemas y sus modelos, mientras que la cibernética se
    centra, fundamentalmente, en el funcionamiento de los mismos: en
    cómo controlan sus acciones, en cómo se comunican
    con otros sistemas o con sus propios componentes.

    El interés de
    la cibernética se trasladó pronto a numerosas
    ciencias que
    involucran al hombre, de modo tal que se aplicó a los
    procesos de
    cognición, a actividades prácticas tales como la
    psiquiatría, la terapia familiar, el desarrollo de
    sistemas de
    información y de decisión, la
    administración, el gobierno, y a esfuerzos para
    entender las formas complejas de la organización social,
    incluyendo, pero sólo como un área de
    interés más, las redes de comunicación
    y de computadoras.
    En definitiva, la cibernética produjo campos
    inéditos o novedosos en el mundo científico,
    constituyéndose como un nuevo paradigma de
    conocimiento.

    2. La cibernética:
    ciencia y técnica

    Se ha considerado a la cibernética como una
    "ciencia de encrucijada" (Guillamaud, 1971: 82), ya que se
    relaciona con muchos campos del conocimiento y es, en sí
    misma, transdisciplinaria. En un principio, las reflexiones sobre
    la cibernética la consideraban fundamentalmente desde su
    dimensión técnica. Pero los propios progresos de la
    técnica obligaron al investigador a salir del empirismo y a
    pensar la ciencia cibernética a partir de la
    identificación de ciertos aspectos generales que le
    otorgan especificidad como tal.

    La cibernética, por tanto, es más que una
    técnica. Eso sí, se puede considerar la base
    teórica de ciertas aplicaciones técnicas.
    Y es así como la cibernética conquistó "la
    edad adulta" al alcanzar la abstracción y generalidad
    necesarias para ser vista como ciencia.

    El terreno de aplicación de las ideas
    cibernéticas es, entonces, la técnica. Ésta
    le proporciona su inserción en lo concreto. Por
    eso la cibernética puede tener una frontera
    borrosa con la electrónica y con la automática.
    Pero, en relación con estas técnicas o ciencias
    aplicadas, la cibernética se define fácilmente como
    una ciencia general y abstracta.

    Atendiendo a Herrera Ruiz (1997), las propuestas
    teóricas de la Cibernética descansan en cuatro
    pilares básicos: el primero es la variedad, que enfatiza
    la multiplicidad, las alternativas, las diferencias, las
    opciones, las redes y la inteligencia,
    en vez de la fuerza y la
    necesidad por la singularidad; el segundo principio es el de
    circularidad, que hace referencia a la retroalimentación,
    a la autoreferencia en la organización cognitiva,
    también conocida como autopoiesis; el proceso es el
    tercer pilar básico, y abarca desde la noción
    cibernética de información hasta la diferencia
    entre dos estados de incertidumbre; el último pilar
    básico es la observación, considerada como un proceso
    que subyace en las teorías cibernéticas del
    procesamiento de información y la computación.

    3. Principales aportes de la
    Cibernética

    El principal aporte de la teoría
    cibernética es la consideración de la
    comunicación en términos organizacionales.
    Así también, nos parece original y novedosa, y
    sobre todo con total aplicación en varios ámbitos
    de las ciencias
    sociales, la propuesta cibernética de unir
    comunicación y mandato informacional. En este sentido, las
    ideas de la Cibernética pueden ayudar a esclarecer las
    confusiones existentes, aún hoy, entre información
    y comunicación. La información comunicada,
    según la cibernética, se convierte en programa, se
    constituye en "órdenes" o "instrucciones" que ponen en
    funcionamiento, inhiben o coordinan las acciones de la
    organización.

    "El conflicto
    central de la cibernética se plasma en la disyuntiva entre
    la organización fundada en la comunicación, y/o una
    organización fundada en el mandato" (Ávila, 1998).
    Este último debe concebirse como cercano, en algunos casos
    sinónimo, al concepto de información. Wiener
    juntó, así entonces, a la comunicación y el
    mandato, aunque subordinó la primera al
    segundo.

    En términos generales, uno de los beneficios que
    aporta la cibernética es el enfoque o postura desde la que
    construye los objetos y modos de conocimiento, en el sentido de
    que adopta el pensamiento
    contingente y, de alguna forma, abandona el pensamiento
    determinístico o reduccionista. El pensamiento contingente
    tiene carácter holístico, aborda el cambio desde
    una perspectiva circular y pone el énfasis en la variedad
    de alternativas que se presentan ante una misma causa. Por el
    contrario, el pensamiento reduccionista concibe el cambio desde
    un enfoque lineal, desde la clásica relación
    causa–efecto.

     

    II. Cibernética y
    Teoría de la Información

    Como se ha mencionado anteriormente, la
    cibernética ha sido considerada, desde sus inicios, como
    una teoría de la información. Esto equivale a
    centrar el interés sobre la información que se
    halla en juego en los
    mecanismos autorreguladores, más que sobre su estructura.
    Por el contrario, es sobre el aspecto estructural sobre el que se
    insiste en hacer de la teoría de la información una
    disciplina particular de la ciencia
    cibernética.

    Tanto la teoría de la información como la
    Cibernética comparten el hecho de resaltar el aspecto
    informacional de los fenómenos sociales. Es difícil
    hacer de la información una magnitud absolutamente
    autónoma. Como dice Guillamaud, "no hay información
    sin soporte, y la información no seguida de
    utilización –una utilización que pone en
    juego procesos energéticos– es inútil, sin
    interés para nosotros, como inexistente" (Guillamaud,
    1971: 101).

    La teoría de la información, relacionada
    con las leyes
    matemáticas, rige la transmisión y el
    procesamiento de la información. Más concretamente,
    se ocupa de la medición y representación de la
    información, así como de la capacidad de los
    sistemas de comunicación para transmitirla y procesarla.
    Esta teoría fue desarrollada, como se apuntó
    anteriormente, por el ingeniero electrónico estadounidense
    Claude E. Shannon, en su obra A Mathematical Theory of
    Communication
    (Teoría matemática de la
    comunicación
    ). La información es concebida, en
    esta obra, como el conjunto de datos transmitidos.

    El modelo de
    comunicación de Shannon y Weaver (1948) consta de varios
    componentes: una fuente de información que produce un
    mensaje o información que será transmitida; un
    transmisor que convierte el mensaje en señales
    electrónicas o electromagnéticas; estas
    señales son transmitidas a través de un canal o
    medio, que es el tercer componente; el cuarto componente es el
    receptor, que transforma de nuevo la señal recibida en el
    mensaje original; y el último componente es el
    destinatario, quien recibe el mensaje.

    Un concepto fundamental en la teoría de la
    información es que la cantidad de información
    contenida en un mensaje es un valor matemático bien
    definido y, sobre todo, susceptible de ser medido. El
    término cantidad no se refiere al número de datos
    que se transmiten en un proceso de comunicación, sino a la
    probabilidad
    de que un mensaje, dentro de un conjunto de mensajes posibles,
    sea recibido. En lo que se refiere a la cantidad de
    información, el valor más alto se le asigna al
    mensaje que menos probabilidades tiene de ser
    recibido.

    1. Un nuevo concepto de
    Comunicación

    El estudio de la comunicación no nace con el
    advenimiento de la Cibernética. La comunicación,
    concebida como el intercambio de significados entre individuos
    mediante un sistema de símbolos compartidos, fue ya una
    preocupación en tiempos de la antigua Grecia.

    Las primeras reflexiones en torno al
    fenómeno comunicativo tomaron como punto de partida el
    modelo de la comunicación de Harold D. Lasswell,
    fundamentado en el establecimiento de algunas preguntas
    básicas que tienen lugar durante el proceso de
    comunicación: quién le dice
    qué, a quién, y con qué
    efecto. Este modelo, por tanto, presuponía la
    existencia de un emisor, un mensaje, un receptor y un efecto en
    este mismo receptor.

    El modelo desarrollado por Shannon y Weaver ofrece una
    lectura lineal
    –diádica– del proceso de comunicación.
    La incorporación del concepto de retroalimentación
    o feedback por parte de la teoría
    cibernética contribuyó a un abordaje más
    complejo de los procesos de comunicación,
    comprendiéndolos como circulares, no lineales.

    En palabras de Winkin (1982), este cambio supone el paso
    de un "modelo telegráfico" a un "modelo orquestral" de la
    comunicación, el cual se seguiría desarrollando
    posteriormente con los trabajos de los integrantes de la Escuela de Palo
    Alto. A ellos, precisamente, se debió el surgimiento de
    una nueva teoría de la comunicación
    humana.

    La obra Teoría de la Comunicación
    Humana
    (1971), de Watlawick, Jackson y Beavin, establece los
    principios básicos de la comunicación para la
    Escuela de Palo Alto. Las ideas expuestas en esta obra
    están fundamentadas en la cibernética y la
    teoría general de los sistemas, y en la actualidad sigue
    considerándose un libro
    clásico en el campo de la terapia sistémica, uno de
    los ámbitos en los que ha gozado de mayor
    aplicación el ideario de Palo Alto. Los autores conciben a
    la comunicación como un conjunto de conductas y
    comportamientos que influyen a los sujetos en todos sus procesos
    de interacción. En concreto, la Escuela de
    Palo Alto parte de tres premisas básicas:

    1. La esencia de la comunicación reside en
      procesos de relación e interacción;
    2. Todo comportamiento
      humano tiene un valor comunicativo;
    3. Los trastornos psíquicos reflejan
      perturbaciones de la comunicación.

    La principal aportación de esta corriente de
    pensamiento es que "el concepto de comunicación incluye
    todos los procesos a través de los cuales la gente se
    influye mutuamente" (Bateson y Ruesch, 1984). Los mismos autores
    afirman que "la comunicación es la matriz en la
    que se encajan todas las actividades humanas" (Bateson y Ruesch,
    1984: 13). La comunicación fue estudiada, por tanto, como
    un proceso permanente y de carácter holístico, como
    un todo integrado, incomprensible sin el contexto en el que tiene
    lugar.

    Del diálogo
    establecido por los tres autores del libro y el
    antropólogo Gregory Bateson, surgieron los denominados
    "axiomas de la comunicación", que se resumen como
    sigue:

    1. Es imposible no comunicar, por lo que en un sistema
      dado, todo comportamiento de un miembro tiene un valor de
      mensaje para los demás;
    2. En toda comunicación cabe distinguir entre
      aspectos de contenido o semánticos y aspectos
      relacionales entre emisores y receptores;
    3. La definición de una interacción
      está siempre condicionada por la puntuación de
      las secuencias de comunicación entre los
      participantes;
    4. Toda relación de comunicación es
      simétrica o complementaria, según se base en la
      igualdad o
      en la diferencia de los agentes que participan en ella,
      respectivamente. (Watzlawick et.al., 1971:
      49–71).

    El planteamiento de estos axiomas rompe con la
    visión unidireccional o lineal de la comunicación.
    De alguna manera, los axiomas marcan el inicio para comprender
    que la comunicación no es sólo cuestión de
    acciones y reacciones; es algo más complejo, y debe
    pensarse desde un enfoque sistémico, a partir del concepto
    de intercambio. Así entonces,

    "la comunicación en tanto que sistema no debe
    pues concebirse según el modelo elemental de la
    acción y la reacción, por muy complejo que sea su
    enunciado. En tanto que sistema, hay que comprenderla al nivel de
    un intercambio" (Birdwhistell, 1959: 104) (2).

    Los axiomas de la comunicación vienen a confirmar
    el modelo relacional, sistémico, que enmarca toda la
    reflexión sobre los fenómenos comunicativos
    realizada desde la Escuela de Palo Alto. En una situación
    comunicativa, por tanto, es la relación misma lo
    fundamental que hay que estudiar, más que las personas que
    están implicadas en ella. De ahí que la
    interacción se erija como el centro del debate y como
    el objeto a atender antes que cualquier otro elemento
    (3).

     

    III. Cibernética de la
    Cibernética. Un paradigma reflexivo

    El avance máximo de la cibernética, su
    más alto grado de complejidad, se alcanzó cuando la
    cibernética se aplicó a sí misma. Es decir,
    en el momento en que se desarrolló una epistemología de los sistemas que
    involucran a los mismos observadores. Según Heinz von
    Foerster (1991), el impulsor de esta "cibernética de la
    cibernética", la historia de la
    cibernética se puede observar como un proceso que se
    desarrolla en dos niveles de complejidad: el primero se
    corresponde con la "Cibernética de Primer Orden", una
    reflexión explicitada en la obra de Norbert Wiener (1948);
    mientras que el segundo momento está constituido por el
    advenimiento de una "Cibernética de Segundo Orden", es
    decir, una reflexión sobre la reflexión de la
    Cibernética.

    Fue Magoroh Maruyama (1963) (4) quien
    definió esta segunda etapa del pensamiento
    cibernético y sistémico como "segunda
    cibernética". Sin embargo, el desarrollo de esta nueva
    epistemología se debe, sobre todo, a los nuevos
    desarrollos de la física
    quántica, a los aportes del neurofisiólogo Warren
    Mc. Culloch (1965) (5), del físico, cibernetista,
    biomatemático y filósofo Heinz von Foerster (1991)
    y de los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco
    Varela (1990). Todos ellos se erigen como los pilares sobre los
    que descansa el ideario de la cibernética de segundo
    orden.

    En 1972, Margaret Mead, presidenta de la
    Asociación Norteamericana de Cibernética,
    dedicó uno de sus discursos al
    tema "Cibernética de la cibernética". Fue en esos
    momentos cuando Von Foerster sugirió el nombre de
    "Cibernética de Segundo Orden" o
    "Cibernética de los Sistemas Observantes",
    diferenciándola de la Cibernética de Primer Orden o
    Cibernética de los Sistemas Observados.

    Se da el paso de la epistemología tradicional,
    según la cual la realidad existe de forma independiente de
    quien la observa, a una epistemología que incluye al
    observador en todo acto de observación. El observador, el
    sujeto cognoscente, pasa a forma parte del mundo observado. Para
    Von Foerster (1991), la incorporación del observador, que
    descansa en una relativa pérdida de neutralidad y
    objetividad, es esencial para la construcción de una
    epistemología reflexiva o de segundo orden.

    La cibernética de segundo orden nos introduce en
    la observación del observador. El objeto de conocimiento
    es, así pues, el observador observando su propia
    observación. Dicho de otra forma, esta nueva
    epistemología amplía, y hasta cierto punto
    inaugura, el espacio para la reflexión sobre el propio
    acto de observar, algo en lo que Von Foerster vio, además
    de implicaciones científicas, también consecuencias
    morales o éticas.

     

    IV. Exploración de la
    Cibercultura. Miradas desde la
    Cibernética

    Actualmente, el término "Cibercultura" se utiliza
    comúnmente para referirse al uso de las tecnologías
    de información y comunicación,
    específicamente la red de Internet. Pese a que
    consideramos importante tomar en cuenta este uso del concepto, lo
    creemos insuficiente y reduccionista. Nos parece pertinente
    ahondar en el término de Cibercultura, tomando en cuenta
    sus raíces en la Cibernética, por un lado, y
    ubicándola en el terreno de la cultura en
    general, comprendida como organizadora de la experiencia de los
    sujetos. Así entonces, la Cibercultura no sólo se
    "vive" en el ciberespacio, término sobre el que
    ahondaremos más adelante, sino que traspasa los límites de
    la tecnología y puede constituirse como una
    nueva organización de lo social.

    1. Del espacio al
    Ciberespacio

    El ciberespacio (6) o espacio virtual,
    además de permitir una comunicación con el mundo
    "real", se configura como un mundo en sí mismo. Algunos
    autores lo consideran un "mundo paralelo", un "mundo
    alternativo", distinto al "real" pero dependiente de éste.
    Este cibermundo se organiza con una lógica
    espacio–temporal que le es propia. Y también,
    construye un tipo de relaciones sociales, de interacciones, que
    sólo pueden darse en el seno de sus fronteras. La
    interdependencia con el mundo real es completa: si por un lado el
    ciberespacio inaugura nuevas formas de interacción,
    éstas, a su vez, afectan a las interacciones que tienen
    como escenario al mundo real, al que se da fuera del
    ciberespacio.

    Siguiendo a Sherry Turkle (1997: 41),

    "construimos nuestras tecnologías y nuestras
    tecnologías nos construyen a nosotros en nuestros
    tiempos. Nuestros tiempos nos hacen, nosotros hacemos nuestras
    máquinas, nuestras máquinas hacen nuestros
    tiempos. Nos convertimos en los objetos que miramos
    pasivamente, pero ellos se convierten en lo que nosotros
    hacemos de ellos".

    Lo anterior significa que somos los sujetos los que
    construimos Cibercultura y, a la vez, ésta nos construye a
    nosotros.

    La Cibercultura no debe comprenderse como algo distinto
    a la cultura; más bien se trata de su nueva forma, la
    nueva configuración que, actualmente, está tomando
    la cultura. Por tanto, la abordaremos como una nueva forma de
    organización social que, lejos de anular a las formas
    anteriores, las complementa y, de una u otra forma, convive con
    ellas. Y convive en el sentido de que, en los tiempos presentes,
    el ciberespacio funciona como un lugar en el que los sujetos
    desarrollamos parte de nuestras interacciones
    sociales.

    Tal y como la concibe Jesús Galindo (2004), la
    Cibercultura

    "configura poco a poco una nueva civilización,
    una nueva forma general de orden social, de formas de
    relación e interacción, de sentimiento y
    pensamiento, de concepción de la vida misma y de la
    sociedad
    misma".

    En este sentido, la Cibercultura no sólo nos
    sitúa como usuarios de las nuevas tecnologías, sino
    que, yendo más allá, nos propone nuevas formas de
    pensar y vivir la cultura, mismas que se amplían al ser
    posible la interconexión con conocimientos de diferentes
    realidades, lejanas geográficamente pero accesibles en el
    ciberespacio.

    El punto clave no es, por tanto, qué tanto usamos
    las nuevas tecnologías de información y
    comunicación. Sino, más bien, para qué las
    usamos, y cómo afecta este uso a nuestra forma de vivir y
    pensar el mundo. Las preguntas y reflexiones anteriores confirman
    el punto de partida inicial: la Cibercultura supone la
    construcción de una nueva cultura.

    2. Cibercultura y
    reflexividad

    La Cibercultura ha generado una nueva
    organización social y cultural, y ha puesto en el centro a
    la utilización de las tecnologías
    informáticas como medios de información y
    comunicación. Como medios que han superado, con creces,
    las posibilidades de los medios de difusión anteriores
    –que, pese a todo, siguen prevaleciendo y, por el momento,
    no parece que vayan a desaparecer–, en el sentido que
    amplían las directrices o coordenadas
    espacio–temporales que han regido a los medios
    tradicionales.

    El término Cibercultura no es casual. El concepto
    cibernético de feedback o retroalimentación
    parece ser el que mejor define las relaciones que sustenta la
    interacción a través de las nuevas
    tecnologías de información y comunicación.
    El ciberespacio se erige como un lugar de encuentro, como un
    lugar que propicia la interactividad y la
    retroalimentación entre todos los sujetos que participan
    cotidianamente en él.

    Pero la Cibercultura va más allá, y no se
    queda en el mero hecho de la retroalimentación de la
    Cibernética de Primer Orden. Como afirma Begoña
    Gros (2003), "el modelo del ciberespacio se aproxima mucho
    más al modelo de complejidad elaborado por la
    cibernética de segundo orden". Y ello es posible porque la
    Cibercultura nos permite observarnos como actores del espacio
    virtual, nos permite situarnos no sólo como observadores
    de lo otro, sino como actores que observamos y nos observamos
    simultáneamente. Estamos en nuestro propio punto de mira.
    De ahí que hablemos de la relación entre
    Cibercultura y reflexividad.

    El paso de una sociedad de información
    centralizada y vertical, a una sociedad de comunicación
    (Galindo, 2001) fundamentada en la emergencia y desarrollo de las
    redes sociales, en relaciones horizontales, en vínculos
    entre iguales, es el centro de la Cibercultura. Y ello nos coloca
    en una posición privilegiada para convertirnos en
    observadores de nuestro propio hacer, sea éste en el
    "mundo real" o en el "cibermundo".

    3. Nuevos patrones de
    conectividad e interacción

    Hablar de Cibercultura implica, en la actualidad, poner
    énfasis en la importancia de la presencia de las nuevas
    mediaciones electrónicas que cambian la
    configuración de las relaciones sociales. La Cibercultura,
    como nueva forma de la cultura, se constituye como sistema, se
    autoorganiza. Sin embargo, es difícil trazar sus
    límites; las fronteras de este nuevo sistema cultural
    parecen no estar completamente delimitadas, de tal forma que no
    se puede reducir su existencia al espacio de uso de las nuevas
    tecnologías. Eso sí, la Cibercultura se constituye
    como sistema en tanto que toda la información que se mueve
    en el ciberespacio está en manos de una comunidad de
    usuarios activos.
    Suscribiendo a Begoña Gros (2003), "el orden y el desorden
    se generan a través de la interacción y la
    participación activa de los usuarios que son a la vez
    productores y consumidores del propio sistema". Por tanto, en la
    Cibercultura no hay un centro, sino que se constituye como
    una red de
    redes.

    La sociedad–red, término que se ha usado
    como sinónimo de la Cibercultura en su sentido más
    abarcador, va acompañada de algunas características
    indisolublemente ligadas con la consideración de la
    Cibercultura como configuradora de una nueva cultura. Algunas de
    ellas son la comunicación, la conectividad y la comunidad,
    por citar sólo algunas.

    Cada vez es más común escuchar expresiones
    como "comunidad virtual" o "estar conectados". Éstas son
    algunas de las metáforas que se han usado para hablar de
    la Cibercultura. Otras son "navegar", "autopista informática", "red", "telepolis", y
    "portal" (Regazzoni, 2000).

    Lo que está claro es que la Cibercultura
    está transformando las formas de comunicación, a
    través de comunidades virtuales alejadas del
    clásico esquema de emisor–receptor, y mucho
    más cercanas al concepto originario de la
    comunicación, que la ligaba a la comunión, la
    comunidad y el diálogo. Por tanto, no sólo cambia
    el proceso de la comunicación, sino que el mismo concepto
    de información también se ha
    transformado.

    En el ciberespacio, la comunión se da en el
    sentido de que se crean comunidades con base a afinidades,
    intereses, gustos y conocimientos compartidos. Y todo ello,
    independientemente de la cercanía o lejanía entre
    los actores que las conforman. De alguna forma, en el
    ciberespacio la distancia se modifica, ya no se mide en
    quilómetros, sino más bien en términos de
    participación, de cercanía afectiva y/o cognitiva,
    dependiendo del tipo de comunidad virtual de que se
    trate.

    El diálogo virtual, lejos de ser caótico y
    desordenado, como se le suele considerar, está
    estructurado conforme a unas reglas, implícitas o
    explícitas, conocidas por todos los miembros que
    interactúan en los "lugares" específicos del
    ciberespacio: chat, correo
    electrónico, grupos de
    discusión, etc. Las formas de comunicación son
    muchas y muy variadas, y no excluyen a otras formas de
    comunicación interpersonal "cara a cara", lo cual
    desmiente, a nuestro entender, las afirmaciones
    "apocalípticas" de que las nuevas tecnologías de
    información y comunicación están
    obstaculizando la comunicación interpersonal. Más
    bien se da lo contrario, la Cibercultura amplía la
    comunicación, hace de ésta su forma básica
    de existencia.

    En cuanto al concepto de información, la
    Cibercultura se organiza con base a la generación y
    recepción de información por parte de usuarios
    activos, a la vez emisores y receptores. Cualquiera puede ser
    creador de información, de modo que se rompe con la
    visión vertical y centralista de la sociedad de
    información. Dicho de otra forma, la información
    pasa a ser vista como un atlas, como un mapa de búsqueda y
    no como algo dado y expuesto de forma estática e
    inamovible. El usuario, emisor y receptor de información,
    es un peregrino del conocimiento. La Cibercultura amplía
    las preguntas posibles, genera nuevas formas de racionalidad, de
    construcción y apropiación de conocimientos. Y todo
    ello, gracias a la interactividad total que se da entre la
    máquina y el ser humano.

     

    V. La Cibercultura: un nuevo
    orden social y cultural

    La Cibercultura convive con la cultura "tradicional", no
    la anula. Sin embargo, sí ha generado una serie de
    desplazamientos importantes que, juntos, han construido esta
    nueva forma de organización social y cultural que llamamos
    Cibercultura. Algunos de los desplazamientos, que ya han sido
    apuntados a lo largo del texto, son el paso de la palabra escrita
    al predominio de lo audiovisual; el tránsito de una
    visión lineal a una circular o espiral del proceso de
    comunicación; el regreso al concepto de comunidad como
    forma de organización social; el cambio en la forma de
    construcción de conocimiento, que con la Cibercultura es
    más intuitivo que dogmático y estable. La
    interacción está en el centro de todos estos
    desplazamientos o cambios.

    ¿Qué guarda de la primera
    Cibernética esta nueva organización social y
    cultural que nombramos como Cibercultura? Para empezar, ambos
    términos surgen en un momento de transformación de
    la relación de los sujetos con las máquinas. El
    punto de mira de ambos es la organización del proceso de
    transmisión de información y
    comunicación.

    Con la Cibercultura, sin embargo, este proceso se
    complejiza, se torna multidimensional y no sólo se reduce
    a la relación hombre–máquina, sino que
    traspasa los límites de la tecnología y modifica
    las relaciones sociales, la cotidianeidad de las personas. De
    alguna forma la Cibercultura amplía los límites del
    tejido social y, de este modo, supera a la Cibernética,
    una ciencia restringida pese a los grandes logros y avances que
    ha generado en la construcción de conocimientos y
    aplicaciones prácticas. De hecho, sin la
    Cibernética, sería imposible hablar de
    Cibercultura, dada la dependencia de ésta con las
    tecnologías, con las máquinas, como generadoras de
    un nuevo orden social y cultural.

     

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    Notas

    [1] – El texto al que hacemos referencia
    forma parte de la compilación Comunicación y
    Cultura,
    de Alfred G. Smith, Tomo 1, pp.
    47–61.

    [2] – Citado en Winkin (1982:
    77).

    [3] – Los tipos de interacción nos
    remiten a la diferencia establecida entre señales
    analógicas y señales digitales. Las primeras se
    refieren a lo que se conoce como comunicación no verbal, esto es, a los
    gestos, las posturas, el paralenguaje, etc., a todo lo que no
    remite a unos códigos concretos. Por su parte, las
    señales digitales están sujetas a palabras
    comprensibles a partir de un código
    determinado, y serían lo que comúnmente se conoce
    como comunicación verbal, hablada. Junto a esta
    clasificación, la Escuela de Palo Alto abordó la
    comunicación a partir de la distinción entre
    interacción simétrica y complementaria.
    Suscribiendo a Mucchielli (1998), esta distinción favorece
    la constitución de roles complementarios: por
    un lado el individuo
    sumiso favorece el rol autoritario del que manda, y por el otro,
    ambos miembros pueden instaurar y mantener la igualdad de
    posiciones e intercambian sus interacciones a modo de
    espejo.

    [4] – Citado en Hoffman, L., 1981, pp.
    40–46.

    [5] – Citado en Sluzki, C., 1987, p.
    65.

    [6] – El término ciberespacio fue
    empleado por primera vez en la literatura de ciencia
    ficción. Concretamente, por el autor estadounidense
    William Gibson, en su obra Neuromante (1984).

     

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    Marta Rizo García

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