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¿Es posible la felicidad? Vínculo y apego



Monografía destacada

    1. La felicidad
    2. Resiliencia ?
      Oxímoron
    3. Vínculo y
      Apego
    4. Pilares de la
      resiliencia
    5. Resiliencia y
      apego
    6. Conclusiones
    7. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    La psicología ha
    estudiado en forma tradicional la conducta de las
    personas que enferman, que sufren o viven una
    desadaptación dolorosa ante las exigencias del medio,
    así como de los factores que originan e influyen en el
    proceso de
    enfermedad.

    En la actualidad esta situación ha dado un giro
    importante tanto desde el campo de la enfermedad y salud física, como de la
    enfermedad y salud psíquica, al voltear la mirada hacia
    aquellas personas que a pesar de estar inmersas en condiciones
    estresantes y patológicas no enferman, aquellas personas
    que se esfuerzan más en encontrar y trabajar sobre los
    aspectos de la vida que les permite ser felices.

    Ya en 1946, Anna Freud y
    René Spitz (cit. En Cyrulnik, 2002) describieron la
    evolución que en ocasiones llegó
    hasta la muerte, de
    niños
    abandonados y privados de afecto. De 123 niños recogidos
    tras los bombardeos de Londres, 19 murieron por falta de afecto y
    23 se convirtieron en personas débiles y delincuentes,
    esto es, enfermaron como consecuencia de la experiencia
    traumática vivida.

    Sin embargo, nadie se preguntó por qué, ni
    cómo los restantes 81 niños que sufrieron el mismo
    tipo de trauma lograron desarrollarse a pesar del horror impreso
    en sus memorias y a
    pesar de las circunstancias adversas. Cuando comprendamos bien
    cómo hicieron esos niños para convertirse en
    adultos plenamente desarrollados, probablemente cambiaremos
    nuestro modo de cuidar y educar a nuestros niños, y
    nuestra concepción de lo que es y cómo se construye
    la felicidad.

    LA
    FELICIDAD

    La gente busca la felicidad, es un hecho que todos
    conocemos; de igual manera todos podemos observar las diferentes
    formas en que se busca obsesivamente la felicidad y el precio que se
    está dispuesto a pagar por encontrarla, y si no, solamente
    demos una ojeada a todos esos comerciales en los medios de
    comunicación y en la internet sobre recetas
    mágicas, terapias light, libros de
    autoayuda, etc., que ofrecen la "dosis justa" para desterrar todo
    sufrimiento y abrir las puertas a la felicidad.

    Pero, ¿en qué consiste eso de ser feliz?
    ¿qué es la felicidad?

    La vieja discusión del mundo de la
    filosofía y de la psicología sobre qué
    significa la felicidad en la vida cotidiana se ha llegado a
    plantear en términos de si existe o no la felicidad, si es
    algo transitorio o si de verdad puede existir un estado perenne
    de felicidad. Hasta el momento no hay un consenso al
    respecto.

    Sin embargo, tal vez si pensamos la felicidad más
    desde dentro de uno mismo, más como un estado interior y
    no como algo relacionado con una alegría que proviene de
    fuera, podamos entender y dar un significado personal a ese
    estado que cada uno de nosotros sabe qué es y puede
    diferenciarlo de otros estados. Ese algo que pasa en nuestro
    interior, que sentimos y sabemos que es algo más duradero
    por lo que no es producto de
    una experiencia gozosa pasajera; ese algo que está
    relacionado con la tranquilidad y la paz interior, con una
    sensación interna de serenidad, de satisfacción, de
    asombro, de tolerancia y
    respeto hacia los
    demás y a la vida misma.

    Cyrulnik (2002) un psicoanalista que se ha dado a la
    tarea de estudiar a las personas que aprenden de la experiencia
    dolorosa para salir adelante y encontrar la felicidad, diferencia
    entre el bienestar y la felicidad. Considera que el bienestar
    remite a algo físico, por lo que uno se siente bien cuando
    todas sus necesidades están cubiertas; es una
    sensación inmediata que puede perderse al volver a estar
    en un estado de necesidad.

    La felicidad en cambio, es el
    resultado de una representación, de una esperanza, de un
    proyecto de
    existencia; existe únicamente en la representación
    mental, por tanto, es fruto de la elaboración y algo a
    trabajar y construir en el encuentro con el otro.

    La felicidad es posible alcanzarla en la adversidad,
    esto no quiere decir que sea un proceso fácil de
    construir. Sin duda el precio es alto, pero aquellos que se
    niegan a hacer el esfuerzo de resistir, lo pagarán
    aún más caro. La dimisión es dolorosa, pero
    la resistencia es
    cara. Si la herida es demasiado grande, si nadie sopla sobre las
    brasas de resiliencia que aún quedan en su interior,
    será una agonía psíquica y una herida
    imposible de curar (Cyrulnik, 2001). En este proceso de
    re-construcción la presencia de los otros es
    significativa, pues en soledad no es posible encontrar los
    recursos para
    sanar el dolor, necesitamos de otro para expresar, hablar,
    compartir, significar y construir acciones que
    permitan elaborar las experiencias dolorosas.

    Llegados a este punto podemos decir que existen
    más dudas que certidumbres, más preguntas que
    respuestas, lo único claro es que todos buscamos la
    felicidad, algunos desde una base fundada en ilusiones
    utópicas, otras desde bases más realistas que
    apuntalan el realismo y la
    esperanza ante la vida, la resistencia y adaptación a las
    adversidades de la existencia, construyendo incluso y a pesar de,
    una vida dinámica y satisfactoria. Estas bases se
    establecen desde épocas muy tempranas en la interacción con la madre y/o con los
    primeros cuidadores en la vida.

    RESILIENCIA ?
    OXÍMORON

    Cyrulnik, (2001) utiliza dos palabras que organizan la
    manera de observar y comprender el misterio de niños que
    han salido adelante, y que ya adultos pueden volver hacia las
    cicatrices de su pasado sin amargura, para desde ahí
    aprender de la experiencia. Estas dos palabras extrañas
    que siembran la esperanza de que la felicidad es posible son:
    resiliencia y oxímoron.

    "Resiliencia" es una palabra que proviene del inglés,
    es utilizada en la física para expresar la cualidad de
    ciertos materiales de
    resistir a los impactos. Etimológicamente proviene del
    latín salire, que podemos traducir como "saltar
    hacia atrás, rebotar, ser repelido, surgir", con el
    prefijo "re", que indica repetición,
    reanudación.

    "Resiliar" es entonces, rebotar, reanimarse, ir hacia
    delante después de haber padecido un golpe o vivido una
    situación traumática (Pilpot en Cyrulnik y otros,
    2004).

    Por otra parte, Cyrulnik (2001) utiliza, para entender
    el fenómeno de la resiliencia, el concepto de
    "oxímoron", palabra en la que re-une dos términos
    con sentidos opuestos para generar un nuevo significado: la
    "oscuridad claridad", un "maravilloso sufrimiento", el "sol
    negro" de la melancolía, ya que considera que es necesario
    ver el problema desde sus dos caras.

    Desde el exterior la frecuencia de la resiliencia prueba
    que es posible la recuperación. Desde el interior se
    revela la división del hombre herido,
    lastimado, la cohabitación del Cielo y el Infierno, la
    felicidad en el filo de la navaja.

    Dinámicamente el concepto de "oxímoron"
    que describe la escisión del sujeto herido por el trauma,
    es un mecanismo de desprendimiento psíquico, diferente de
    los mecanismos de defensa. Es un mecanismo que permite superar
    los efectos del padecimiento por medio de la división de
    uno mismo. La parte de la persona que ha
    recibido el golpe sufre y produce necrosis, muere; mientras que
    otra parte mejor protegida, aún sana pero más
    secreta, reúne, con la energía de la
    desesperación, todo lo que puede seguir dando un poco de
    felicidad y sentido a la vida (Cyrulnik, 2001). Esta
    división del yo no se cicatriza totalmente, no se sutura,
    permanece en el sujeto compensada por los recursos yoicos que se
    enuncian como pilares de la resiliencia desde donde apuntala su
    recuperación (Asociación Escuela Argentina
    de Psicoterapia
    par Graduados).

    Veamos ahora cómo se forma la resiliencia del
    niño. Esta se construye en la relación con el otro,
    mediante una "labor de punto" (Cyrulnik en Cyrulnik y otros,
    2004) que teje el vínculo. La resiliencia se teje desde
    la
    comunicación intrauterina, desde la seguridad
    afectiva de los primeros meses de la vida, y más tarde,
    desde la interpretación que el niño da a los
    acontecimientos de la vida, por lo que no hay que buscarla
    sólo en la interioridad de la persona ni en su entorno,
    sino entre los dos, anudando, enlazando un proceso íntimo
    con el entorno social.

    VÍNCULO Y
    APEGO

    La madre es la primera suministradora de
    satisfacción de las necesidades del niño, es el
    primer objeto de amor y de
    protección frente a los peligros externos. Algunas de las
    funciones de
    la madre dentro de esta interacción con su bebé
    son: moderar la angustia que surge como reacción inicial
    frente a la adversidad traumática, ayudarlo a adaptarse al
    medio extrauterino, mediar entre el medio social y el bebé
    para neutralizar los estímulos amenazantes y conformar una
    base de seguridad a la que Bowlby y Ainsworeth llaman una
    relación de apego seguro
    (Marrone, 2001) que deriva de una base emocional equilibrada,
    posibilitada por un marco familiar y social estables.

    A esta relación de apego seguro se remite
    Cyrulnik para caracterizarlo como una base para la
    construcción de resiliencia, aunque admite que una base
    insegura se puede corregir con buenas experiencias futuras en la
    relación con "un otro" que funcione como pilar de
    resiliencia.

    Estos pilares que se construyen en el curso de la vida
    posterior a las fases primarias del desarrollo, y
    que son factibles de desarrollarse son: Autoestima
    consistente, introspección, independencia,
    capacidad de relacionarse, iniciativa, sentido del humor,
    creatividad,
    moralidad y
    capacidad de pensamiento
    crítico. Con algo de todo eso más el soporte de
    otros humanos que otorgan un apoyo indispensable, la posibilidad
    de resiliencia se asegura y el sujeto continúa su vida
    (Melillo A, en Melillo, Suárez y Rodríguez,
    2004).

    PILARES DE LA
    RESILIENCIA

    Estos pilares de la resiliencia se pueden entender como
    sigue:

    Autoestima consistente. Es la base de los
    demás pilares y es el fruto del cuidado afectivo
    consecuente del niño o adolescente por un adulto
    significativo "suficientemente" bueno y capaz de dar una
    respuesta sensible.

    Introspección. Es el arte de
    preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta.
    Depende de la solidez de la autoestima que se desarrolla a partir
    del reconocimiento y la mirada del otro. De allí el
    riesgo de
    captación de los jóvenes por grupos de adictos
    o delincuentes, con el fin de obtener ese
    reconocimiento.

    Independencia. Se define como el saber
    fijar límites
    entre uno mismo y el medio con problemas; la
    capacidad de mantener distancia emocional y física sin
    caer en el aislamiento. Depende del principio de realidad que
    permite juzgar una situación con tolerancia y capacidad de
    espera de los deseos del sujeto. Los casos de abusos ponen en
    juego esta
    capacidad.

    Capacidad de relacionarse. Es decir, la
    habilidad para establecer lazos e intimidad con otras personas,
    para balancear la propia necesidad de afecto con la actitud de
    brindarse a otros. Una autoestima baja o exageradamente alta
    producen aislamiento; si es baja por autoexclusión
    vergonzante y si es demasiado alta puede generar rechazo por la
    soberbia que se supone.

    Iniciativa. El gusto de exigirse y ponerse
    a prueba en tareas progresivamente más exigentes. La
    capacidad para planear e iniciar tareas con la confianza y
    esperanza de lograr los objetivos
    propuestos.

    Humor. La capacidad de reír y
    encontrar lo cómico en la propia tragedia. Permite
    ahorrarse sentimientos negativos aunque sea transitoriamente, y
    soportar situaciones adversas.

    Creatividad. La capacidad de crear orden,
    belleza y finalidad a partir del caos y el desorden. Fruto de la
    capacidad de reflexión, se desarrolla a partir del juego
    en la infancia, de
    la interacción entre los mundos de fantasía y
    realidad en conjunción con los de la madre o personas
    significativas para el niño.

    Moralidad. Entendida ésta como la
    consecuencia para extender el deseo personal de bienestar a todos
    los semejantes y la capacidad de comprometerse con valores. Es la
    base del buen trato hacia los otros y hacia sí
    mismo.

    Capacidad de pensamiento crítico.
    Es el pilar de segundo grado, fruto de las combinaciones de todos
    los otros (pensamiento, reflexión y crítica) y que permite analizar
    críticamente las causas y responsabilidades de la
    adversidad que se sufre, cuando es la sociedad en su
    conjunto la adversidad que se enfrenta. Este pensamiento
    crítico propone modos de afrontamiento, solución y
    crecimiento. (Melillo, 2002 en Melillo, Suárez y
    Rodríguez, 2004).

    Todos podemos entonces hacernos y ser resilientes a
    través de volver a unir dentro de lo posible, las partes
    de la
    personalidad que fueron destrozadas por el trauma. Pero la
    sutura no es nunca perfecta y el destrozo deja rastros. Para
    volverse resiliente, es necesario encontrar cómo se
    impregnaron dentro de la memoria los
    recursos internos, cuál es el significado del trauma para
    uno, y cómo nuestra familia, nuestros
    amigos y nuestra cultura
    colocan alrededor del herido recursos externos que le
    permitirán retomar un tipo de desarrollo más sano y
    armonioso. En este punto la figura del tutor de resiliencia toma
    una importancia significativa.

    Un tutor de resiliencia (Werner, 1992 en Walsh, 1998) es
    alguien, una persona, un lugar, un acontecimiento, una obra de
    arte que provoca un renacer del desarrollo psicológico
    tras el trauma. Casi siempre se trata de un adulto que encuentra
    al niño y que asume para él el significado de un
    modelo de
    identidad, el
    viraje de su existencia. No se trata necesariamente de un
    profesional. Un encuentro significativo puede ser
    suficiente.

    Tenemos entonces que un niño puede emerger de la
    infancia habiendo formado e introyectado las experiencias
    más importantes para apaciguar a los fantasmas de
    la ira, la angustia y la tristeza (Vaughan, 2004) para disponer
    en forma activa de aquellas representaciones de sí mismo y
    de los demás que le permitan estructurar e investir sus
    actuales relaciones
    interpersonales de sentimientos positivos y maduros, y para
    estructurar dentro de sus relaciones y vínculos con los
    demás y consigo mismo un estado de paz interna y de
    felicidad.

    Pero también existen otros niños que no
    corren la misma suerte, niños cuyas experiencias tempranas
    no han sido tan afortunadas, formando por tanto estructuras de
    personalidad
    en donde el papel central lo juegan poderosos sentimientos
    negativos como la vergüenza, la ira, la culpabilidad,
    el desprecio y la soledad (Vaughan, 2004). Estos estados
    emocionales negativos bloquean la posibilidad de vivir, al menos,
    momentos de paz, tranquilidad y mucho menos de
    felicidad.

    RESILIENCIA
    Y APEGO

    La mayoría de las investigaciones
    realizadas sobre la díada madre-bebé permiten
    demostrar cómo se ponen en marcha los procesos
    internos de la resiliencia en el transcurso de las interacciones
    tempranas mucho antes de la palabra, desde las que se construyen
    estas bases y las consecuencias posteriores de las mismas en la
    vida, tanto en las formas de regular individualmente las emociones como en
    las muy particulares formas de responder ante los
    demás.

    Estos aprendizajes se van conformando a partir de una
    serie de patrones de conducta tanto de la madre como el
    bebé, los que van estructurando una forma de apego, un
    vínculo relacional y un estilo de fortaleza o debilidad
    muy particulares de actuar y responder ante los retos y demandas
    del medio
    ambiente.

    Desde estas investigaciones se han postulado tres tipos
    generales de apego:

    El apego evasivo: es una forma de regulación
    emocional en la que el niño básicamente aprende a
    actuar como si la presencia de aquellas personas que le son
    esenciales para él no le importaran o le importaran muy
    poco; probablemente estas conductas son en respuesta a padres o
    madres que no toleran la expresión de sentimientos, ya
    sean positivos o negativos. El adulto con este estilo de apego
    desarrollado desde la infancia, establecerá relaciones
    frías y distantes, dispuesto a que nada le afecte y
    aparentando no tener emociones.

    El apego resistente o ambivalente corresponde a una
    forma de regulación emocional caracterizada en el
    niño por la expresión estrepitosa y exagerada de
    sus sentimientos negativos ante la ausencia de la madre,
    mostrando luego, cuando esta retorna señales
    exageradas de angustia y protesta colérica, junto con un
    comportamiento
    pegajoso que revela un deseo simultáneo de que lo
    apacigüen y lo consuelen.

    Este deseo paralelo de consuelo combinado con enfado y
    protesta parecen haberse desarrollado como respuesta a unos
    padres que solamente respondían a su expresión
    emocional de forma intermitente y prestaban más atención a sus sentimientos negativos que a
    los positivos. En la vida adulta estos individuos se muestran
    dramáticos y excesivamente emocionales, manteniendo un
    comportamiento a la vez pegajoso e irascible con baja
    regulación emocional.

    El apego seguro: Los niños con este tipo de apego
    pueden manifestar abiertamente sus sentimientos de angustia y su
    necesidad de consuelo sin recurrir a la exageración. Se
    les puede apaciguar de manera efectiva, siendo razonable la
    proporción de arrebatos y estrés en
    la relación con sus cuidadores. Ni regulan exageradamente
    sus estados emocionales como lo hace el niño con apego
    evasivo, ni regula insuficientemente como sucede con el
    niño con apego ambivalente. Estos individuos en su vida
    adulta desarrollarán relaciones y estados emocionales
    fundamentados en una base segura, por lo que las experiencias y
    demandas cotidianas son vividas con confianza y
    optimismo.

    CONCLUSIONES

    Podemos sintetizar lo anterior señalando que la
    capacidad para regular nuestro estado de ánimo es la base
    para mantener una actitud optimista ante la vida; y por el
    contrario, es la persistente agitación de la ansiedad, la
    depresión y la rabia crónicas las
    que nos apartan de los estados de ánimo necesarios para
    entrar en un estado de flujo (Csikszentmihalyi, 1997. cit. En
    Vaughan, 2004) que posibilite desde ahí la
    construcción de la felicidad.

    Este estado de flujo se entiende como la modulación
    del estado anímico que predispone para la creatividad y la
    realización personal, y que refuerza de forma inherente
    determinados estados psicológicos en los que damos lo
    mejor de nosotros, nos divertimos más y nos sentimos
    motivados por las tareas a nuestro alcance, viviendo en ellas una
    meta y objetivos productivos, creativos y compartidos, que nos
    permiten desfrutarnos plenamente y disfrutar a los
    demás.

    BIBLIOGRAFÍA

    ASOCIACIÓN ESCUELA ARGENTINA DE PSICOTERAPIA PARA
    GRADUADOS. Buenos Aires,
    Argentina: Psiayeryhoy.elpsicoanalisis.org.ar

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    Barcelona, España:
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    Barcelona, España: Ed. Gedisa.

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    Barcelona, España: Ed. Gedisa.

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    Barcelona, España: Ed. Paidós.

    WALSH, F. (1998). El concepto de resiliencia familiar:
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    No. 1. Marzo, 1998.

    León, Gto. Marzo de 2006.

     

     

    PST. Ma. Elena Fuentes
    Martínez

    Lic. En Psicología Clínica

    Master en Psicología Profunda

    Formación en Psicoterapia
    Psicoanalítica

    Doctorante en Pedagogía

    Socio didáctico de la Sociedad de Psicoterapia y
    Psicoanálisis del Centro, A. C.

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