Investigación acción participativa: Propuesta para un ejercicio activo de la ciudadanía
Colectivo Ioé**
- 1. Cómo se abordan
habitualmente las necesidades sociales - 2. Líneas
básicas de la investigación acción
participativa (IAP) - 3. Introducción de
la IAP en España. Diversas
orientaciones - 4. El sujeto de la IAP
como "sujeto en proceso" - 5. Los fines y objetivos
de la IAP - 6. Técnicas y
procedimientos para impulsar la IAP - 7. Evaluación
permanente y participativa - Notas
Los programas de
política
social y servicios
sociales tratan de salir al paso de aquellas carencias y problemas que
se presentan como más urgentes: personas que no tienen
cubiertas las necesidades básicas (comida, techo o
abrigo), niños y
ancianos desprotegidos, familias sin recursos
económicos, sectores con problemas de exclusión
(jóvenes, mujeres, etc.), minorías discriminadas,
etc. Estas problemáticas se imponen en la práctica
como evidentes y ante ellas se adoptan respuestas que pretenden
paliarlas o solventarlas. A partir de aquí, todo se
plantea en términos de necesidades y recursos de acuerdo a
la siguiente argumentación: "las necesidades son muchas y
los recursos escasos; dejemos ya de hablar y
actuemos".
Este planteamiento ?que pone el acento en la
acción y elude la reflexión? tiene, en nuestra
opinión, tres puntos ciegos: 1) pensar que las
orientaciones generales de los programas que se realizan son
obvias e incuestionables, cuando las complejas
problemáticas de la sociedad
admiten múltiples formas de intervención; 2)
adoptar el esquema asistentes/asistidos, con el peligro de
convertir a estos últimos en permanentes destinatarios
pasivos de los programas; y 3) poner como finalidad de la
acción "la" integración social de los marginados, sin
tener en cuenta que hay muchas formas de integración y que
sería conveniente optar conscientemente entre ellas.
Explayaremos estas limitaciones en el apartado Unir la
reflexión a la acción en los programas de política social y dar
cabida en ellos a los propios "necesitados", como principales
protagonistas, puede ser un camino para superar estos puntos
ciegos. Como se ha demostrado en la práctica, tal actitud se
convierte en motor de un
proceso
transformador capaz de movilizar los recursos y la capacidad de
pensar y actuar ?sin recortes previos? de las personas afectadas
por las diversas formas de exclusión. La Investigación Acción Participativa
(IAP), aplicada al trabajo social y
al desarrollo
comunitario, responde a este "replanteamiento" de la
política social. La IAP no es una técnica que se
pueda incorporar en el programa, sino un
enfoque o estrategia
general de intervención que se puede plasmar en muchas
prácticas concretas que dependerán de la creatividad de
los protagonistas y de las circunstancias presentes en cada caso.
En el presente capítulo, tras señalar las
líneas básicas de la IAP, tal como nosotros la
entendemos (apdo. 2), aludiremos a su introducción y principales tendencias en
España
(3) y saldremos al paso de diversas cuestiones prácticas
que plantea su aplicación (4?7).
1. Cómo se abordan
habitualmente las necesidades sociales
Toda la moderna política social y más
concretamente el área de servicios sociales encuentra su
legitimación convencional en la siguiente
formulación: ante la evidencia de que en nuestras sociedades
existen grupos y capas
sociales cuyas necesidades no son adecuadamente cubiertas por la
propia dinámica social (de mercado), se
requiere una aportación de recursos por parte de instituciones
específicas (estatales o privadas1). La
función
de los profesionales y de los voluntarios del trabajo social
sería evidente por sí misma: ante unos problemas
concretos (que están ahí) se organizan unas
respuestas. Sin embargo, la necesidad social no es un hecho
empírico que se impone por sí mismo (no
"está ahí" simplemente), ya que siempre implica, al
menos, dos elementos: un juicio de valor
sobre lo que se considera deseable o necesario y una
interpretación sobre la génesis social de
dicha necesidad. Además, tanto los juicios de valor como
las interpretaciones sobre el origen de las necesidades no se
formulan arbitrariamente por cada individuo,
sino que suelen estar condicionados por intereses y estrategias de
grupo o
clase social.
Esto cobra especial relevancia cuando el modelo social
que regula las necesidades se caracteriza por la desigualdad
social. En efecto, como vimos en el capítulo anterior,
el desarrollo de
las sociedades capitalistas produce y reproduce las desigualdades
en los más diversos ámbitos de la vida social
(entre capital y
fuerza de
trabajo; entre grupos vinculados a la industria, los
servicios o la agricultura;
grandes o pequeñas empresas;
distintas regiones geográficas; medio rural y urbano;
minorías organizadas y masas sociales fragmentadas, etc.),
lo que origina intereses y necesidades divergentes, que no son
homogéneos ni agregables sin conflicto.
De acuerdo con estas reflexiones, no se podría
hablar con propiedad de
necesidades sociales partiendo de esquemas formales y
ahistóricos2, ya que siempre se trata de
fenómenos históricos, que ocurren en el seno de
formaciones sociales concretas que es preciso caracterizar en
cada momento. Sin embargo, la práctica más usual en
los programas de política social es partir de algunas
tipologías de necesidad social3 y diversas
metodologías de investigación4 que son
admitidas como supuestos básicos de las intervenciones
institucionales. En general se acepta un recorte institucional
previo de la problemática a abordar (tipo de población, tipo de problemas
sociales etc.) sin analizar las consecuencias que esta
limitación del campo tiene sobre la información a obtener. Este lapsus es tanto
más importante cuanto que la principal demanda de
estudios de necesidades proviene de instituciones estatales, que
obviamente parten de una concreta definición
(político?ideológica) que potencia ciertos
enfoques y dificulta otros. Además, estos métodos
intentan, a continuación, medir con criterios puramente
técnicos la extensión de las situaciones antes
delimitadas. De este modo se acepta la definición de las
necesidades a partir de las normas
institucionales y de criterios profesionales, sin cuestionar la
pertinencia de ambos recortes.
Pero la operación de recortar, parcelar y
estratificar la realidad social desde la perspectiva de estos
determinados agentes e intereses impide captar la complejidad y
la génesis social de las necesidades.
Los instrumentos técnicos que se utilizan en
estos casos tampoco son inocentes. En especial, el recurso
abusivo a la técnica de la encuesta para
captar las necesidades subjetivamente experimentadas, se dirige a
los individuos como entidades autónomas, separados de su
contexto social, y supone que sus respuestas a un cuestionario
expresan sus necesidades, ignorando los fenómenos de
alienación social y la generación de necesidades
sociales desde arriba5. En nuestra opinión,
esta forma de abordar la cuestión no permite captar a los
sujetos sociales con necesidades dentro de un proceso
social en el que se producen y reproducen, y se limita a ofrecer
recuentos y clasificaciones de necesidades abstractas
(definidas desde fuera del contexto), de las que el individuo no
es más que un portavoz manipulado. En otra parte hemos
definido como elitista y tecnocrática esta forma de
definir y abordar las necesidades sociales6. Entre los
responsables políticos de la acción social, los
mediadores (profesionales y voluntarios) y los ususarios se
establece una relación asimétrica en la que se
asignan habitualmente los siguientes papeles: los responsables
diseñan los servicios (función directiva),
los profesionales y voluntarios los aplican (función
instrumental) y los usuarios los consumen, desde una
posición dependiente (función clientelar).
Podemos representar gráficamente estas funciones
mediante una pirámide donde las relaciones (flechas) van
de arriba abajo.
La población que sufre problemas aborda "sus"
necesidades cediendo dos formas de protagonismo: el
diagnóstico de las mismas, que es apropiado por los
responsables políticos de las instituciones, y la
gestión, que queda en manos de técnicos y
funcionarios intermedios, profesionales y/o voluntarios. De este
modo, los usuarios son generalmente excluídos de los
sistemas de
decisión y gestión
de la política social, lo que se corresponde con su
posición social marginal ya que suelen estar dispersos,
individualizados y poco organizados. Según algunos
autores, esta institucionalización de las relaciones
sociales entre los agentes de la política social tiene
efectos de apropiación, desplazamiento y
exclusión: "las instituciones buscan apropiarse del
público, del territorio y de los síntomas que ellas
están llamadas a gestionar. Exclusión de todas
aquellas propuestas que no se plantean como subsidiarias de su
intervención. Concurrencia con aquellos que buscan
intervenir en lo que las instituciones consideran un
ámbito de su propiedad; incluso si una institución
no aborda correctamente un problema que considera de su competencia,
tampoco aceptará que otros traten de solucionarlo. Esta
forma de funcionar la política social no busca encontrar
soluciones a
los problemas planteados sino que aplica un modelo
operatorio"7.
La marginación de los destinatarios (su
apartamiento de los niveles de decisión y gestión),
lejos de ser una cuestión casual, es un síntoma o
expresión en el área de la política social
de una sociedad de masas donde los papeles dirigentes son objeto
permanente de lucha entre minorías activas que tratan de
acaparar cada una de ellas el mayor espacio posible de influencia
sobre las mayorías pasivas8. Esta lógica
de dominación, que ocurre evidentemente a nivel
económico, sucede también a nivel político e
ideológico, como se ha visto en el apartado anterior.
Simultáneamente se ha reforzado el papel mediador y
políticamente neutro/neutralizado de los técnicos y
profesionales, en cuyas manos se deja la gestión cotidiana
de los problemas y desequilibrios que provoca el sistema social.
Pero este abordaje debe ceñirse a los límites
marcados por su función técnica, sin cuestionar las
contradicciones sociales de fondo (plano que corresponde definir,
en todo caso, a los responsables políticos).
Así, focalizando la atención sobre ciertos sectores
sociales, y no sobre el sistema social, se oculta el
carácter "políticamente
determinado"(9) de muchas necesidades,
presentándolas como demandas de los propios afectados; por
otra parte se excluyen del campo de las necesidades problemas y
conflictos
difícilmente regulables por las instituciones en
cuestión o incluso que se presentan como deslegitimadores
de su función. Además, se procede siempre a una
jerarquización de las necesidades, que sólo
puede realizarse desde una instancia de poder, y a su
segmentación (en primarias y secundarias,
por ejemplo), lo que acaba justificando la dependencia del
necesitado y la legitimidad de la intervención
institucional(10).
Un enfoque alternativo para establecer y abordar las
necesidades en el campo de la política social
podría perseguir dos objetivos:
intervenir en la génesis social de los problemas, no
sólo en sus efectos; y recurrir a metodologías que
permitan replantear la relación entre los agentes
implicados, desvelando los intereses en juego y
facilitando el protagonismo de los colectivos excluidos. Esto
último implica que las personas e instituciones que
participan en el programa deberían estar abiertas al
autoanálisis y a la evaluación
de sus intereses y expectativas (análisis de la
demanda). En especial, conviene evitar que las instituciones
introduzcan sus criterios y valoraciones como marco incuestionado
del trabajo; así mismo, los profesionales y voluntarios
deberían dejar de ampararse en una supuesta neutralidad de
la técnica y estar dispuestos a no dejar de lado una
consideración expresa de sus eventuales intereses
corporativos. Por último, habría que procurar que
la población?objeto pasara a constituirse en sujeto
principal del proceso, adoptando las otras instancias
(instituciones, profesionales, voluntarios) un papel subsidiario
o de apoyo.
Para aplicar estos criterios no existen "recetas"
metodológicas milagrosas. Sin embargo, hay aportaciones
que merecen ser tomadas en cuenta, como algunos desarrollos de la
llamada Investigación Acción Participativa (IAP).
En general, se trata de un enfoque de intervención social
que persigue recoger las perspectivas e intereses de los sectores
implicados en un proceso de acción social, otorgando el
principal protagonismo a los colectivos afectados. La
intención es potenciar los recursos disponibles en estos
sectores, tanto a nivel del conocimiento
(difusión y aplicación de técnicas
de autodiagnóstico e investigación colectiva) como
de la acción (promoción de iniciativas y
autoorganización).
2. Líneas
básicas de la investigación acción
participativa (IAP)
Algunos autores han intentado delimitar las principales
características de la IAP11. Sin embargo, como
veremos, existen diferentes orientaciones estratégicas en
esta forma de intervención social, que dan lugar a puntos
de vista bastante diversos. Por ello, resulta inevitable escoger
aquellas líneas que, desde nuestro punto de vista, nos
parecen más importantes, para lo que también hemos
contado con algunas experiencias de campo en que hemos
participado12. Evidentemente las cinco líneas
básicas que vamos a destacar representan en conjunto un
cuadro ideal de intervención que luego se aplica en la
práctica hasta donde es posible.
1ª) Pasar de la relación sujeto/objeto
(gestores/clientes) a la
relación sujeto sujeto. Los protagonistas principales ?y
necesarios? de todo el proceso son las personas afectadas por los
problemas que se quieren abordar. En cuanto a los voluntarios
externos, los profesionales y los políticos, asumen un
papel subsidiario y, en última instancia, uno de sus
principales objetivos consiste en volverse
innecesarios13. En función de este criterio,
los profesionales han de procurar adaptarse al ritmo y al
lenguaje de
los destinatarios, dejando de lado su jerga profesional y
adoptando una actitud de escucha y diálogo
permanente. Hay que explorar y potenciar los recursos ? materiales y
humanos? propios de la colectividad y tanto el calendario como
las formas de organización y evaluación de las
actuaciones deben adoptar un carácter abierto, en
función de cuáles sean las demandas y expectativas
de la población afectada14.
2ª) Partir de las demandas o necesidades sentidas
por los afectados, como condición necesaria para que sean
ellos los principales protagonistas del proceso. Tales demandas
pueden aparecer espontáneamente en un momento dado y
servir de punto de enganche para un proceso de IAP, o pueden
surgir tras una primera etapa de reflexión en la que las
personas afectadas hacen un diagnóstico de su situación y
definen, a partir de él, sus demandas e intereses. Todas
las personas son "seres en situación"15 que
sólo pueden comprenderse y actuar sobre la base de
cuál sea su percepción
"in situ" de las circunstancias en que viven. Probablemente esto
supone para los profesionales y líderes de los programas
una exigencia de autocontrol a fin de acomodar sus planteamientos
y expectativas, por otra parte legítimos, al nivel de
comprensión de las personas implicadas en el programa.
Precisamente la desconexión entre los intereses de los
"activistas" y de los "afectados" suele conducir a programas
"clientelares" que refuerzan la dependencia de los
"atendidos".
3ª) Unir la reflexión y la
acción, o la teoría
y la praxis,
evitando tanto el verbalismo (teorizar sin llevar a la
práctica) como el activismo (actuar sin reflexionar sobre
lo que se está haciendo). Esta actitud debe estar presente
en todas las fases de la IAP, pero de una forma más
intensa en los momentos de programación y evaluación que, a la
larga, tienden a constituir "un proceso en espiral de planificación, acción, observación y
reflexión"16. La reflexión tiene un
componente doble: por una parte, el autodiagnóstico
colectivo a partir de la experiencia de los propios afectados
(disposición a "analizar" y a "ser analizados"); por otra,
el estudio sistematizado de aquellos asuntos en los que se quiere
profundizar, lo que suele requerir técnicas de
investigación más o menos prolijas y donde la
aportación de los profesionales es más útil
(a fin de asegurar que las técnicas se apliquen
correctamente y se desplieguen todas sus
virtualidades).
4ª) Comprender la realidad social como una
totalidad, concreta y compleja a la vez. Esto supone no
limitar el análisis o las posibilidades de
acción en ningún sentido y abrirse a la interdisciplinariedad del conocimiento,
aprovechando los aportes de los diversos enfoques
(antropológico, sociológico, psicológico,
histórico, etc.), que se entienden como complementarios.
Algunos autores entienden esta forma de abordar la acción
social como un esfuerzo por conjugar los niveles micro y macro de
la sociedad que estarían mutuamente
implicados17. Una articulación de lo micro y de
lo macro supondría no sólo "actuar localmente y
pensar globalmente" sino desarrollar formas de
intervención en los dos planos ?evitando que se produzca
la cooptación de lo micro por lo macro? y generar
también una complementariedad horizontal entre los
diversos microespacios a fin de reforzar la convergencia de los
sectores de la sociedad afectados por problemas
semejantes.
5ª) Plantear el proceso de IAP como una
vía de movilización y emancipación de los
grupos
sociales en situación de dependencia. Esto implica
una actitud comprometida políticamente por parte de los
participantes (incluidos los profesionales, que tienen que
superar la supuesta neutralidad del saber técnico). Aunque
esta línea de la IAP admite muchos matices y ha sido
olvidada en la práctica frecuentemente18, la
mayoría de los autores especializados en el tema considera
que se trata de una característica central en el contexto
de una sociedad marcada por la desigualdad y la dependencia de
las clases populares. Para Freire si el
conocimiento no implica "transformar la realidad" no es
verdadero conocimiento19. Fals Borda y
Rodríguez Brandao definen el "poder popular" que se pone
en marcha en la IAP como "la capacidad de los grupos de base,
explotados por sistemas socioeconómicos, de actuar
políticamente tanto como de articular y sistematizar
conocimientos, de tal manera que puedan asumir un papel
protagonista en el avance de la sociedad y en la defensa de sus
propios intereses de clase y de grupo"20.
3. Introducción de la
IAP en España. Diversas orientaciones
Junto al paradigma
dominante de abordaje de las necesidades sociales (descrito en
2.1), es posible reconocer también en España
diversos desarrollos de investigación con un enfoque
participativo. Desde fines del siglo XIX se puede rastrear una
tradición de investigación colectiva,
promovida por las corrientes socialista y anarquista, que fue
bastante aplicada en el campo de la educación21
y cuya influencia ha sido reconocida como uno de los factores
impulsores de la investigación?acción en América
Latina22. Sin embargo, estas corrientes fueron
abortadas a medida que se imponía en la sociedad
española un modelo de educación estatal
centralizado, evolución que se consumó en las
décadas de la dictadura
franquista.
Más recientemente coincidiendo con los
años de transición a la democracia
surgieron algunas experiencias participativas protagonizadas por
los movimientos sociales entonces pujantes y con capacidad de
arrastre popular (vecinales, sindicales, políticos, etc.),
si bien sobrados de espontaneismo y buena voluntad y faltos de
los planteamientos e instrumentos técnicos adecuados.
Estos movimientos dieron lugar a programas de acción
social, desarrollo comunitario y análisis institucional en
los que a veces participó la propia administración. A partir de entonces
encontramos experiencias de IAP en las áreas de la educación de
adultos, la animación sociocultural, la promoción
de la salud y
evaluación de programas sociales. Se trata de experiencias
minoritarias, poco relacionadas entre sí y con
orientaciones y encuadres institucionales muy variados, como se
desprende del siguiente cuadro aproximativo: Desde 1980
España forma parte del Grupo Europeo de
Investigación Participante, enrolado a su vez en el
Consejo Internacional de Educación de Adultos, con sede en
Toronto. En 1985 España organizó el quinto Seminario
Internacional de Investigación Participativa (Barcelona),
donde se expusieron diversas experiencias concretas aplicadas en
España y otros países
europeos23.
A comienzos de los años 80 se retoma,
después de 40 años, la experiencia de las
Universidades Populares que se extienden por más de un
centenar de poblaciones, casi siempre con apoyo de la
administración local. En algunos casos se desarrollan
cursos que tienen por objeto el análisis participado de la
propia realidad local.
En torno a la
revista
internacional de educación de adultos "Aulas de Cultura"
(Salamanca) se han desarrollado diversas experiencias de
educación rural con un planteamiento participativo
(Santibáñez de Béjar, Renedo, etc.). Por su
parte, las Escuelas Campesinas surgidas en Barco de Ávila
en 1978 y posteriormente extendidas por varias provincias
persiguen un "desarrollo integral" basado en la
autogestión de los afectados.
En varios centros universitarios se han producido
aportaciones teóricas y prácticas significativas,
siendo especialmente importante su papel como difusores de
información y formación entre el profesorado, los
trabajadores sociales y el
voluntariado24.También algunas editoriales se
han especializado en esta dirección (Narcea, Ed. Popular, Ed. Hacer,
Laertes) así como diversos centros privados de
educación de adultos (CLAVES, CODEDAH y CASM en Madrid, SEPT,
APIP y SERGI?GRAMC en Cataluña, etc.).
Otras aportaciones específicas se pueden
reconocer recientemente en las áreas de la salud y de la
evaluación social. En el primer ámbito citado
existen propuestas de interés
que ligan la educación para la salud con la
participación comunitaria25 o con la
evaluación cualitativa de programas de salud26;
así mismo se propone la evaluación de servicios y
programas sociales contando con los propios
actores27.
Por último, en el contexto de los movimientos
antiglobalización han surgido fecundas experiencias de
participación social y política, a veces de
carácter local, como los "presupuestos
participativos" de Porto Alegre o de Cabezas de San
Juan28, y en otros casos de mayor amplitud como las
Consultas Zapatistas o la propuesta de una Consulta Social en
Europa
coincidiendo con las elecciones europeas de junio de
200429.
Todas estas iniciativas tienen en común el
interés metodológico por favorecer la
participación de los afectados en los procesos de
investigación?acción. Sin embargo, parten de
estrategias y planteamientos teóricos diversos y,
en general, su nivel de instrumentación técnica está
poco desarrollado. Las diferencias en el plano estratégico
(el para qué y el para quiénes de la acción
emprendida) dependen de la demanda: quiénes son los
sujetos reales de los procesos puestos en marcha y qué
fines o efectos sociales persiguen a través de
ellos.
Estas diferencias a nivel estratégico se traducen
?o disfrazan? recurriendo a aquellas tradiciones teóricas,
elaboradas fuera de España, que avalan el enfoque
particular de cada promotor. Podemos distinguir dos tradiciones
principales: la pragmática?operativa y la
críticaimplicativa.
Entre ambos polos se pueden situar todas las escuelas
que toman como punto de referencia la IAP.
En un polo se sitúa la tradición
pragmática?operativa, iniciada con Dewey en el
campo de la educación y por Lewin en el área de la
psicosociología, a quienes se considera iniciadores de la
investigación?acción en Estados Unidos.
Históricamente estas corrientes surgieron en el contexto
de la gran depresión
(1929), al descubrirse que las "relaciones
humanas" y la "participación democrática en la
escuela y en la
sociedad" eran métodos más adecuados ?que el
taylorismo y el control
rígido de la población? para garantizar la productividad de
las empresas y la integración social de los
individuos30. En este caso la participación
no es más que un método
para la resolución de problemas grupales o
institucionales que se define como un "proceso continuo de
planificación, acción, evaluación y vuelta a
empezar", pero ceñido a prácticas sociales
concretas, sin un análisis de sus relaciones con el
conjunto del sistema social y, por tanto, sin alternativas
globales. Con este enfoque la investigación?acción
se aplicó exitosamente a la gestión de empresas
comerciales e incluso fue utilizada para la preparación de
operaciones
militares durante la segunda guerra
mundial.
Como señala Thirion, "el pragmatismo no
crítico de Dewey y Lewin se dejó absorber por el
modelo operativo: la preocupación por la eficacia
ganó sobre el debate
democrático"31. En el mismo sentido cabe
interpretar la política de desarrollo de las comunidades
indígenas propiciado por Gran Bretaña en sus
colonias en los años 40 y 5032 o los proyectos de
Acción? Investigación promovidos por la Unión
Europea en el marco de los Programas de Lucha contra la
Pobreza33.
En el polo contrario encontramos una tradición
crítica?implicativa que propugna la
investigación?acción a partir de un rechazo global
del "status quo" existente en la sociedad (desigualdades,
procesos de exclusión, elitismo político y
económico, etc.) y como una vía, entre otras, de
liberación social. Este enfoque se asocia a la ideología tradicional de la izquierda, si
bien como práctica concreta de "investigación
participante" ha surgido posteriormente, a partir de las
insuficiencias y contradicciones del planteamiento
pragmático34 y en contextos de crisis o
quiebra social.
En América
Latina la etapa más pujante tuvo lugar entre mediados
de los años 60 y 198035 y en Europa mayo del 68
desencadenó diversas escuelas de intervención
social directa o indirectamente relacionadas con la IAP:
análisis institucional de René Lourau y
Georges Lapassade, Crítica Institucional y Creatividad
Colectiva de Michel Seguier, sociopsicoanálisis
de Gérard Mendel,
sociolog permanente de Alain Touraine,
etc.36.
A partir de fines de los años setenta se produce
en España una lenta introducción de estas
tendencias y, aunque su influencia es marginal y sus aplicaciones
escasas, el concepto de
"investigación participante" ?con la polisemia ya
descrita? tiene cada vez mayor audiencia37 y existen
algunas aportaciones teóricas de interés, entre las
que destaca la de Jesús Ibáñez,
catedrático de Tecnicas de
Investigación Social en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociología de la Universidad
Complutense y principal representante de la llamada escuela
cualitativa madrileña. En varias de sus obras38
apunta la posibilidad de establecer una ruptura
metodológica en relación a las técnicas
cuantitativas y cualitativas a través de la "perspectiva
dialéctica", que ejemplifica en el socioanálisis y
la IAP. El cuadro adjunto esquematiza las tres perspectivas de la
investigación social (distributiva,
estructural y dialéctica) y distingue en cada una de ellas
el nivel epistemológico o estratégico (para
qué y para quién se interviene), el
metodológico (en qué plano se sitúa
el alcance de la intervención) y el tecnológico
(cómo se desarrolla con concreto).
Si aplicamos este cuadro al área de la
política social, podemos extraer tres escenarios posibles
de intervención, que se corresponden con las tres
perspectivas de investigación social:
1) Perspectiva distributiva. La
intervención se plantea desde una relación
asimétrica y jerarquizada entre los asistentes
(políticos, profesionales y voluntarios) y los asistidos
(sectores marginados). La población carencial no tiene
autonomía y debe acoplarse a los dictados y prescripciones
de quienes están dotados de autoridad para
decidir sobre las "necesidades" que deben plantearse y sobre las
formas legítimas de satisfacerlas (técnica de
encuesta, que incluye tanto las preguntas como las
respuestas válidas).
Esta forma de intervención sería la
característica del "capitalismo de
producción", en expresión de J.
Ibáñez, cuando la actuación sobre los
marginados se parecía a la "doma" de caballos salvajes que
había que domesticar o civilizar de manera
autoritaria39.
2) Perspectiva estructural. En este caso la
relación entre asistentes y asistidos adopta una
simetría táctica pero dentro de una
asimetría estratégica. Es decir, se buscan
fórmulas de aproximación, diálogo y
participación de los sectores marginados pero siempre que
sea dentro de un orden y unos límites diseñados
desde arriba (el grupo de discusión "abre para
cerrar": permite expresarse libremente a los participantes en un
marco artificial, que luego no tiene continuidad en la vida real,
mientras el discurso
recogido es analizado por el investigador y aprovechado por el
cliente que ha
financiado la intervención). Esta sería la forma de
intervención típica del "capitalismo de consumo" donde
la actuación sobre los marginados se parecería a
una "danza" en la
que los usuarios se mueven continuamente al son de los reclamos y
discursos
llegados del exterior. En lugar de la represión aparecen
nuevas formas de regulación más sutiles que
incluyen una revalorización de las alternativas
comunitarias frente a las medidas de internamiento, la
desprofesionalización mediante la ayuda mutua y el
voluntariado social, la introducción de tratamientos
psicosociales como alternativa al castigo,
etc.40.
3) Perspectiva dialéctica. Plantea una
relación simétrica entre los diversos agentes
sociales liberando el decir y el hacer de los sectores
habitualmente excluidos. La asamblea y sus múltiples
manifestaciones, entre ellas la IAP, proporciona a los
participantes en el proceso una vía de reflexión y
acciòn que les puede permitir una toma en
consideración autónoma de la génesis de sus
necesidades, así como construir aquellas formas de vida e
inserción social que consideren más acordes con sus
intereses. Siguiendo con las metáforas, la perspectiva
dialéctica permitiría la emergencia de un sujeto
en proceso capaz de "salir del laberinto del discurso
(establecido) al articular en un campo de conocimiento las
dimensiones micro y macro de lo social"41.
Jesús Ibáñez mantuvo esta
línea de análisis durante más de veinte
años ?hasta el momento de su prematura muerte? si
bien desarrolló poco las implicaciones y eventuales
aplicaciones de la perspectiva dialéctica42.
Villasante, tomando como base las tres perspectivas de nuestro
Esquema , añade una cuarta ("práxica") que plantea
una asimetría táctica (por ejemplo, siendo los
técnicos los principales ejecutores del proceso, a partir
de una demanda negociada con los destinatarios) con vistas a
lograr una simetría estratégica43. En
nuestra opinión, más que una cuarta perspectiva, lo
que se propone es una mezcla de los niveles planteados por
IBÁÑEZ.
4. El sujeto de la IAP como
"sujeto en proceso"
En los próximos apartados vamos a detenernos en
cuatro momentos o dimensiones centrales de la IAP, que
frecuentemente plantean problemas de aplicación: la
articulación del sujeto colectivo, la definición
del objeto, los procedimientos o
técnicas adecuadas de trabajo y la evaluación. A
primera vista estos asuntos se pueden entender como etapas
sucesivas de una intervención, pero ello es en parte
engañoso: aunque el sujeto y el objeto de un
proceso de IAP se constituyen principalmente en las primeras
etapas, se mantienen después en continua evolución,
dando lugar a nuevas articulaciones;
del mismo modo, los procedimientos prácticos de la
IAP son instrumentos de los que se echa mano en cualquier momento
y la evaluación no se corresponde con las etapas
avanzadas del programa sino que debe estar presente en todo el
recorrido44.
El primer paso que se plantea en la IAP es delimitar
quiénes son las personas e instituciones que van a tomar
parte activa en los procesos de reflexión y en la toma de
decisiones. El criterio es claro: el sujeto principal deben
ser las personas afectadas por los problemas a abordar pero sin
que éstas queden desgajadas o aisladas de las redes económicas,
políticas y culturales que están en el origen de
sus problemas (y sobre las que es preciso intervenir). Se quiere
evitar el sesgo profesionalista, que limita la
competencia a los "técnicos", pero también el
sesgo basista, que hace de "la base" el único
criterio de validación y tiende a demonizar las
aportaciones técnicas y las necesarias mediaciones
organizativas.
La propuesta de iniciar un proceso de IAP puede provenir
de cualquiera de los agentes implicados, ya sea de la
población carencial, de los profesionales y voluntarios de
la política social o de cualquier otra entidad. La
dificultad estriba en extender la demanda hasta llegar a
constituir un sujeto colectivo lo más amplio y
representativo posible, donde los afectados por los problemas
tengan el mayor protagonismo. Más que de un sujeto
perfectamente definido desde el principio, se trata de un
sujeto en proceso que se transforma y refuerza a medida
que avanza la IAP o, al menos, ése es uno de sus objetivos
estratégicos.
En sus primeras fases de desarrollo este "sujeto en
proceso" tiene como eje principal a un Grupo Promotor o
coordinador (GP) quien, mediante asambleas periódicas de
carácter abierto, se encarga de animar, diseñar y
evaluar las tareas que se realizan. El GP está integrado
principalmente por personas del colectivo afectado y
también pueden formar parte de él profesionales y
voluntarios deseosos de participar a ese nivel de máxima
implicación. En torno al GP se debe aglutinar la
mayoría posible de la población afectada, que puede
presentar diversos grados de participación, incluyendo la
indiferencia, la pasividad y hasta la oposición activa al
proyecto;
además, están las instituciones públicas y
privadas del contexto social donde se inscribe la IAP, así
como los técnicos y demás personas de quienes se
puede requerir una colaboración específica. Si
recordamos la forma piramidal y jerarquizada que suele adoptar la
relación entre los agentes en los programas habituales de
política social45, la composición del
grupo promotor podría parecerse a una esfera escorada
hacia la base de la pirámide, con la superficie porosa
para asegurar la transparencia hacia el exterior, y donde todos
los participantes gozan de un estatuto de igualdad (ver
Gráfico 2).
La extensión de la demanda en las primeras fases
de la IAP incluye dos pasos diferenciados:
1) determinar quiénes son las personas,
colectivos e instituciones implicadas en el asunto a las que se
quiere incorporar; y
2) efectuar los contactos oportunos para implicarlos en
el proceso. Lo primero se puede hacer a partir de la experiencia
de los participantes46 o abriendo una fase de
sucesivos contactos ?unos te llevan a otros?47, pero a
veces se exige un estudio previo más sistematizado de las
redes sociales que atraviesan una determinada problemática
social48. En principio, el criterio es ofrecer a todos
los afectados la posibilidad de participar, sin excluir a nadie,
si bien con frecuencia aparecen intereses enfrentados, relaciones
deterioradas o problemas de acceso a algunos colectivos, etc. que
inducen a los promotores a no contar con ellos.
En cuanto a la forma de hacer la invitación,
caben muchas fórmulas. La más habitual, que se
aplicó en los tres programas antes citados, es visitar
personalmente a los representantes del colectivo que se quiere
invitar a fin de explicarles la idea, solicitar sugerencias y
ofrecerles la posibilidad de varias formas de cooperación
(por ejemplo, formar parte del GP, constituirse en "grupo de
apoyo", aportar trabajadores voluntarios o recursos
económicos, asesorar en temas específicos, etc.).
El contenido de la propuesta se puede apoyar, como ocurrió
en los proyectos de Los Geranios y +60, mediante un documento
escrito donde se recogen brevemente las ideas básicas del
proyecto, incluyendo una invitación expresa a debatir su
contenido en asambleas y mesas de trabajo con todas las personas
interesadas.
Los dos pasos descritos para extender la demanda
conviene hacerlos tomándose todo el tiempo
necesario pues son decisivos para que el proceso de IAP sea
realmente participativo e implique a los interesados. En este
sentido, es muy importante que los colectivos invitados no se
encuentren con un proyecto "acabado" sino con una idea
básica que entre todos tienen que elaborar, o
quizás replantear o incluso echar atrás, a partir
de su propia experiencia. En lugar de líderes
"visionarios" con una percepción muy clara de lo que
quieren y con gran capacidad de arrastre, lo que se precisa en
esta primera fase es un núcleo de personas dispuestas a
escuchar y compatibilizar en un proyecto común las
necesidades más sentidas por la población afectada
(incluyéndose ellos mismos).
Entre los diversos agentes ?y a veces también al
interior de cada uno de ellos? se producen interferencias que dan
lugar a tensiones e inevitables conflictos cuyo ámbito de
resolución en un proceso de IAP es la disposición
al análisis y al autoanálisis por parte de todos,
hasta llegar a pactos razonables (lo que no siempre se produce,
evidentemente).
Destacamos a continuación algunas de las
tensiones más frecuentes, a la vez que sugerimos formas de
resolución que estimamos coherentes con el enfoque de la
IAP:
? Entre el GP y el colectivo mayoritario de
afectados se suelen producir procesos de elitización
(por parte del GP) y de mutua estigmatización por parte de
ambos (la mayoría acusa al GP de perseguir intereses
personales y el GP acusa a la mayoría de adoptar actitudes
cómodas y egoístas). Para evitar estos peligros, el
GP debe procurar la mayor transparencia informativa hacia el
colectivo afectado y potenciar todos los cauces posibles de
participación e implicación. Así mismo, el
GP debe analizar los acontecimientos que se producen en estas
relaciones ya que pueden ser reveladores de diferentes
planteamientos, expectativas y formas de comunicación que es preciso tener en cuenta
como un componente central de la IAP.
? Entre el GP y los técnicos y colaboradores
externos se produce a veces el solapamiento del GP cuando los
técnicos y colaboradores externos toman continuamente la
iniciativa y/o tienden a resaltar que ellos poseen un saber
superior.
Esta actitud prepotente se suele imponer sin mayores
dificultades en los grupos iniciales poco consolidados,
impidiendo su afianzamiento como sujeto autónomo. El GP
debe ser siempre consciente de su posición central en un
proceso de IAP, estando dispuesto a aprovechar los recursos
humanos procedentes del exterior pero sin dejarse invadir o
manejar por ellos. A su vez, los profesionales y voluntarios
llegados de fuera deben respetar y alentar el protagonismo de la
población afectada, apoyando sus iniciativas, pero sin
adelantarse a ellas, y aportando sus ideas y críticas,
pero sin pretender imponerse.
? Entre el GP y las instituciones de gestión
de lo social se plantean problemas semejantes a los que
acabamos de describir. El criterio de la IAP es aprovechar los
recursos materiales y humanos de las redes institucionales
?públicas y privadas? pero velando siempre para que ello
no limite o anule ?mediante fórmulas de cooptación?
la independencia
y el protagonismo central del colectivo afectado.
? Al interior del GP son también
frecuentes las diferencias derivadas de la
diversa posición social de los participantes y de las
motivaciones que les inducen a participar en la IAP. Por ejemplo,
junto a los afectados puede haber técnicos y voluntarios
venidos de fuera que forman parte del GP y reproducen los
problemas planteados más arriba. Así mismo, entre
los afectados caben diversas motivaciones y expectativas,
así como planteamientos contrapuestos en torno a
cómo estructurar y contrapesar las ? inevitables?
relaciones de liderazgo
dentro del grupo. La fórmula para abordar exitosamente
todo esto es el autoanálisis permanente y abierto entre
los participantes, dando una importancia central al
diagnóstico colectivo y consensuado de las necesidades y
de la forma de abordarlas. El GP no puede quedar excluido del
campo de estudio sino que, desde el principio, debe asumir el
compromiso de analizar los conflictos que se producen como un
elemento más, y no secundario, del proceso de
investigación puesto en marcha.
5. Los fines y objetivos de
la IAP
El primer paso para que el "sujeto en proceso" delimite
su identidad se
produce al intentar definir colectivamente la problemática
que se quiere abordar y decidir entre todos los primeros
objetivos de acción que se van poner en marcha. Esto se
puede producir de muy diversas maneras, la más sencilla es
iniciar un proceso de debates abiertos y de contrastación
con informantes cualificados a partir de una primera propuesta
?verbal o escrita? planteada por el grupo promotor de la idea.
Este trabajo se puede desarrollar en dos etapas, una primera
centrada en definir la necesidad sentida por la población
así como los motivos por los que se quiere iniciar el
proceso, y otra para determinar cómo se puede desarrollar
en concreto la IAP o, al menos, cuáles son las primeras
acciones que
se van a emprender. Al término de este proceso, como se
hizo en el Proyecto +60, conviene convocar una asamblea general,
lo más 18 amplia y participada posible, a fin de expresar
simbólicamente el carácter abierto, colectivo e
independiente del proyecto que se quiere emprender.
Existen fórmulas más complejas que la
anterior que pueden ser de especial interés para facilitar
la participación en profundidad de algunos colectivos con
mayor motivación
o que ya están organizados y les es más
fácil entrar en un proceso sistemático de
reflexión. Exponemos a continuación algunos de
ellos:
? Diagnóstico participativo de
necesidades: con el apoyo de un animador experimentado, un
colectivo amplio de personas (el número ideal es en torno
a 50, trabajando en asamblea y en grupos de diez) reflexiona
intensivamente sobre cómo satisfacen sus propias
necesidades y sobre cómo las podrían satisfacer (el
método proporciona un cuadro con casillas correspondientes
a nueve necesidades humanas fundamentales). El propósito
es llevar a los participantes a un análisis en profundidad
sobre cómo organizan su vida con vistas a encontrar
vías de solución para los problemas detectados
más importantes (estas vías se pueden convertir en
objetivos consensuados de la IAP, a desarrollar en etapas
posteriores). Esta técnica, aplicada con éxito
en diversos países y grupos sociales, se basa en un
enfoque del concepto de necesidad que destaca tanto el aspecto de
carencia como sus potencialidades
transformadoras49.
? Tabla de invención: apoyado
también en un animador experto, un grupo de personas trata
de organizar sus opiniones y juicios en torno a un tema o temas
en los que están interesados; para ello, se parte de una
tabla de doble entrada donde se hace referencia a los principales
agentes implicados en el tema en cuestión y a las
condiciones del entorno. A partir de una reflexión
sistemática de cada cruce de la tabla, lo que se persigue
es consensuar el núcleo generador y los principales
objetivos de un proceso de IAP. La "tabla de invención"
era utilizada por algunos oradores griegos para organizar sus
pensamientos cuando hablaban en público sin recurrir a
anotaciones. Se trata también de una técnica
bastante utilizada, sobre todo en el campo de la
educación(50).
? Conocimiento del medio: reflexión
grupal, también apoyada en animadores expertos, que
persigue reconstruir las condiciones del entorno de un colectivo
profundizando en tres niveles: económico,
socio?político y cultural; se trata de rellenar un esquema
con casillas vacías a partir de las experiencias y
aportaciones de los miembros de la comunidad y con
el fin de obtener un cuadro global organizado y compartido por
todos. Esta técnica es muy flexible para adaptarse a
diferentes tipos de agrupación y ha sido probada en muchas
partes del mundo51.
En las tres fórmulas descritas se requiere la
presencia de "animadores" que tengan experiencia en este tipo de
procesos de reflexión colectiva. Aunque no son siempre
necesarios, la práctica indica que en las primeras etapas
de un proceso de IAP el impulso de la animación es
bastante útil (no necesariamente de un animador
individual, puede ser un rol compartido). La tarea de
animación requiere entrenamiento
para plantear en su momento las preguntas adecuadas (no hay que
tener todas las respuestas y por ello no se necesita un experto
en el sentido académico) y para desbloquear los atascos
habituales de los grupos. El animador trata de crear un clima propicio
para que los participantes participen activamente y aprendan a
trabajar los conflictos que inevitablemente suelen surgir. Entre
otras cosas, procuran introducir dinámicas
de grupo que divierten al grupo, ensanchan el campo de su
imaginación y favorecen una reflexión cada vez
más ampliada de los asuntos que se quieren abordar, hasta
obtener un conocimiento compartido de los contextos que
condicionan la vida cotidiana y explican los problemas que se
padecen. Es aconsejable que, cualquiera que sea el que desarrolle
el papel de animador, se clarifique bien desde el principio. No
se precisa ni un tutor omnipresente ni un árbitro
desimplicado del programa.
6. Técnicas y
procedimientos para impulsar la IAP
El procedimiento
más propio de la IAP es la asamblea donde todos los
implicados pueden aportar como iguales su respectiva experiencia.
La asamblea implica autogestión frente a las diversas
formas de poder, tutela o
liderazgo que mantienen a la mayoría del grupo en
posición de dependencia y pasividad. De hecho el modelo
organizativo de cualquier proceso de IAP suele ser la asamblea,
ya sea porque esa es la forma de funcionamiento habitual del
colectivo en cuestión52 o porque se establece
como meta ideal a conseguir en el futuro después de un
itinerario de formación y emancipación. Esta
situación es la más frecuente en los procesos de
IAP que tienen lugar en el contexto español
debido a que las relaciones sociales suelen estar mediadas por
dispositivos de delegación institucional
(dirigentes con atributos de poder sobre las mayorías),
excelencia profesional (técnicos que se atribuyen
el "saber hacer" en relación a los demás) o
liderazgo informal, que tienen por efecto inhibir la
responsabilidad de las personas particulares en la
resolución colectiva de los problemas que les afectan. Por
otra parte, hay que procurar formas de participación que
sean efectivas para los fines que se persiguen y, en ese sentido,
evitar los peligros de la asamblea, que se puede convertir en un
mero rito, es manipulable, se presta a la improvisación,
etc. (Si se repiten muchas sin efectividad, pueden tener un
efecto desmovilizador). En todo caso, quienes inician un proceso
de IAP suelen ser conscientes de que deben buscar la
máxima participación del colectivo implicado y que,
para eso, la asamblea es el sistema al que hay que tender, pero
sin renunciar a otras fórmulas complementarias de
gestión y participación53.
Un proceso de IAP aplicado a la política social
no sólo pretende solucionar problemas particulares sino
dejar un poso de capacitación y autoorganización en
el colectivo que lo lleva a cabo. En este sentido, todas las
acciones que se desarrollan contando con los implicados (con
ellos y desde ellos, no sólo para ellos) tienen un efecto
emancipador y de toma de conciencia a
más largo plazo. Pero, además, como subraya el
equipo CLAVES, es posible introducir herramientas
de autoformación grupal: "tiempos y espacios para
que los miembros de un colectivo compartan sus ideas,
conocimientos y experiencias; piensen juntos; busquen y analicen
informaciones sobre las cuestiones que les interesen;
evalúen sus prácticas para aprender de los aciertos
y errores, etc."54. El principio en que se basa esta
forma de aprendizaje es
que todos sabemos algo (tenemos ideas, conocimientos previos,
experiencias) y a partir de eso podemos aprender cosas nuevas.
para ello, se estimula la reflexión colectiva haciendo
referencias a la realidad cotidiana de los participantes en el
grupo y aprendiendo unos de otros55.
Para abordar sus objetivos de investigación, la
IAP utiliza de prestado todas aquellas herramientas y
procedimientos de recogida y análisis de
información que estén a su alcance, si bien en su
aplicación trata de imprimirles su peculiar
filosofía de participación y transparencia.
Así, un criterio básico de los procesos de
investigación que se pongan en marcha es aprovechar los
recursos existentes en la propia comunidad, delegando sólo
en técnicos externos aquellas tareas que el colectivo
afectado no sea capaz de hacer por sí mismo (y en tanto
sea capaz de ello56). Otro criterio es difundir
ampliamente los resultados de los trabajos de
investigación, de manera que retroalimenten la capacidad
de análisis de la mayoría, no sólo de los
grupos ya concienciados57.
Con los criterios anteriores un proceso de IAP puede
aprovechar fuentes de
información secundaria o utilizar aquellas
técnicas cualitativas y cuantitativas que mejor se adapten
a sus intereses. En este aspecto es importante conocer y saber
para qué sirven las diversas prácticas de
investigación, no utilizándolas indiscriminadamente
(por ejemplo, hay quien cree que las encuestas
valen para todo58. A continuación, vamos a
referirnos brevemente a algunos procedimientos concretos de
investigación, distinguiendo aquellos que se pueden
realizar y los que normalmente exigen la participación de
profesionales preparados:
1. Búsqueda y recogida de
documentación: lo más habitual es que en
cualquier asunto que se quiera abordar en un proceso de IAP
existan fuentes de
información (estadística, documental,
bibliográfica, etc.) que puedan ser útiles para
contextualizar el tema o bien por que recogen experiencias
anteriores de las que se aprender59.
2. Visitas a informantes cualificados: con el
fin de que aporten sus conocimientos sobre los asuntos que se
quieren abordar. Esto también es fácil de llevar
a cabo por personas sin especial
preparación60.
3. Estudio de redes: persigue explorar
cuáles son las principales redes y nudos de
relación social que atraviesan o influyen en el
colectivo afectado. Este estudio debe incluir tanto las
instituciones formales como los espacios de relación y
el liderazgo informal. El momento más oportuno para ello
es la fase inicial de la IAP a fin de implicar a todos los
interesados pero también es muy útil para situar
la información obtenida y devolverla
adecuadamente61.
4. Observación participante: sirve para
conocer y profundizar en torno a las costumbres, los sistemas
de valores y
los comportamientos de un grupo humano diferente del propio y
sobre el que no se dispone de información fiable. La
aplicación consiste en compartir las actividades y
ocupaciones del colectivo que se quiere investigar, tomando
nota de lo que se observa y sacando después grupalmente
las conclusiones oportunas. Esta técnica ha sido muy
utilizada por los antropólogos pero su aplicación
flexible puede ser muy útil para personas sin especial
preparación que hayan tomado como objetivo de
la IAP conocer mejor desde dentro colectivos distintos del
suyo62.
5. Historias de vida: son entrevistas
orientadas a conocer la historia o biografía de aquellas personas que sean
representativas o típicas de los sectores que interesa
investigar. La clave de una buena aplicación es que el
entrevistado ofrezca sus puntos de vista sin dirigirle
excesivamente con pregunta. Cuando la
entrevista se limita a un aspecto particular de la
biografía, se llama "entrevista
focalizada". En ambos casos conviene grabar la entrevista en
magnetofón y luego transcribirla para analizarla
mejor63.
6. Análisis de contenido: se orienta a
analizar los materiales escritos o audiovisuales producidos por
un colectivo que se quiere estudiar. Son materiales frecuentes
las cartas, las
autobiografías, los medios de
comunicación, las canciones y los cuentos,
etc. Las formas de análisis varían mucho, siendo
su objetivo sacar conclusiones mediante la
identificación sistemática de las
características específicas de los textos o
documentos64.
7. Grupos de discusión: sirven para
explorar y estructurar las opiniones, actitudes y orientaciones
ideológicas de un sector de población. Se trata
de una técnica elaborada en España que ha tenido
una notable difusión y efectividad. Para aplicarla, se
reúne a un grupo de 6 a 10 personas representativas de
un colectivo y se les invita a expresarse libremente, como en
una tertulia, sobre el tema general que nos interesa
investigar. La reunión se graba, se transcribe y se
analiza después sistemáticamente (análisis
del texto: lo
que dicen; y del contexto: por qué lo dicen). Se trata
de una técnica que requiere especial preparación,
sobre todo en la fase del
análisis65.
8. Grupos focalizados: técnica utilizada
en los países anglosajones, semejante en su forma de
aplicación a los grupos de discusión pero con un
análisis posterior más simple ya que tiene otra
concepción del lenguaje (se queda en lo manifiesto) y de
la psicología (no se tienen en cuenta
contenidos reprimidos). Tras realizar la reunión, se
escucha la grabación, si es preciso varias veces, a fin
de extraer conclusiones sobre cómo se sitúa el
grupo ante los temas que interesan en la
investigación66.
9. Grupos nominales: este procedimiento
persigue llegar a establecer, de forma participativa, acuerdos
o consensos entre personas que saben de algún asunto.
Tras reunir a estas personas se les invita a debatir
abiertamente la cuestión y después cada una
establece por escrito los aspectos o prioridades que considera
más relevantes; en una segunda fase, se parte de la
lista de cuestiones escogidas y se abre un nuevo debate tras el
que se vota el orden de prioridades definitivo. Cuando esta
técnica sólo se aplica a nivel individual, por
ejemplo mediante cartas sucesivas, hasta establecer un consenso
de prioridades, se llama "técnica Delphi"67.
10. Grupos triangulares: sirven para conocer
los puntos de vista y las expectativas de aquellas personas que
representan nuevas tendencias o formas de liderazgo en un
colectivo. Se aplica a aquellos personajes que se muestran mas
significativos o novedosos (tres o cuatro) del sector social
que se quiere estudiar. El análisis es similar al de los
grupos de discusión68.
11. Encuesta estadística: en sus
diversas modalidades es sin duda la técnica más
utilizada en la investigación social y también,
probablemente, en los procesos de IAP, por lo que le vamos a
prestar mayor atención. En principio, la encuesta
convencional69 es un procedimiento contrario a un
planteamiento participativo: el entrevistado sólo puede
responder sobre aquello que se le pregunta y debe acomodar sus
respuestas y alternativas preestablecidas, siendo inútil
que trate de explicar su punto de vista (si lo hace, no se le
tendrá en cuenta); por supuesto, el entrevistador no
informa al entrevistado sobre quién es el cliente de la
encuesta o cuáles son los fines que éste
persigue. Sin embargo, en los movimientos sociales de
base la encuesta suele utilizarse como instrumento no
sólo de recogida de información sino de
participación y movilización de los colectivos a
los que se dirige. Para ello se intenta desbordar el marco de
las encuestas convencionales en diversos sentidos: no
sólo se hacen preguntas (con frecuencia de respuesta
libre, para que el entrevistado se puede explayar) sino que se
informa a éste y, eventualmente, se le invita a
participar en otros actos (actividades de la asociación,
asambleas para informar de los resultados de la encuesta,
etc.); el entrevistador sabe muy bien el fin que se persigue y
se lo explica al entrevistado, lo que permite entablar un
diálogo abierto con él. Para la IPA la
técnica de encuesta, utilizada en un proceso de IAP,
puede ser útil para algunos objetivos, pero
inútil y hasta perjudicial para otros, por lo que
conviene hacer las siguientes precisiones:
a) El nivel de la realidad social que cubre la
encuesta se limita a recoger datos
característicos de las personas a las que se aplica (como
la edad, sexo,
profesión, etc.), a sondear comportamientos (si hace tal
cosa, a quién vota, etc.), y a captar su opinión y
actitud en torno a los temas fijados en el cuestionario. Por
tanto, mediante la encuesta se accede a un nivel de la realidad
social (el delimitado por la posición de los individuos,
tomados uno a uno), pero "la" realidad social que se quiere
abordar normalmente es más amplia: por ejemplo, en el caso
de la pobreza,
ésta no se puede explicar sólo a partir de los
individuos pobres sino que hay que tener en cuenta su contexto
familiar y laboral, la
política
económica y de prestaciones
sociales, la opinión
pública en torno a la pobreza, etc., y
estas cosas hay que trabajarlas por otros métodos:
historia y cultura de origen; economía laboral,
ideologías sociales, etc. Si la investigación se
limita a una encuesta, cabe el peligro de reducir la
problemática del pobre a factores subjetivos (es que
piensa así, tiene estas limitaciones, no aprovecha las
ayudas, etc.).
b) El diseño
del cuestionario: es un momento decisivo porque delimita los
temas que se van a tratar (y por tanto los que se dejan fuera)
así como la forma en que tales temas van a ser tratados
(preguntas cerradas, abiertas, royectivas, etc.). Se dice, en
este sentido, que la encuesta es una técnica cerrada, no
descubre nada sino que se limita a cuantificar la distribución de los asuntos que previamente
se han introducido en el cuestionario. Para acertar en la
elección y forma de presentación de los temas hay
que conocer con antelación las coordenadas básicas
del colectivo y/o problemática que se quiere abordar, lo
que implica normalmente un estudio exploratorio previo,
normalmente a través de bibliografía, entrevistas
con informantes cualificados y, sobre todo, mediante
técnicas cualitativas. Las encuestas que se aplican
desde movimientos y programas de base se diseñan
frecuentemente a partir de las opiniones y conocimiento del tema
de los propios animadores, con lo que se puede acertar pero
también pueden colarse tópicos y prejuicios que no
se corresponden con la problemática sentida por el
colectivo a encuestar o bien olvidarse de aspectos que se
hubieran tenido en cuenta en el caso de haber realizado una fase
previa de exploración.
c) La aplicación del cuestionario:
normalmente se exige a los entrevistadores que se muestren
"neutrales", sin introducir sus puntos de vista ni extenderse en
conversaciones al margen del cuestionario; de este modo, se
persigue que el entrevistado no se sienta condicionado por la
presencia del entrevistador. En las encuestas aplicadas desde una
perspectiva de IAP, sin embargo, se pretende informar e implicar
al entrevistado, lo que tiene el peligro de que éste se
vea condicionado en sus respuestas, perdiendo objetividad. Para
salir al paso de este problema, convendrá dividir la
aplicación del cuestionario en dos partes: una primera en
que el entrevistador se mostrará neutral, recogiendo
fielmente las características y opiniones de los
entrevistados, y otra segunda en que podrá introducir
informaciones, puntos de vista y cualquier forma de
conversación que favorezca la
comunicación e implicación del
entrevistado.
d) Fiabilidad de los resultados: en el uso
convencional de la técnica de encuesta es fundamental
asegurar la fiabilidad de los resultados, es decir, lograr un
alto nivel de confianza en que la muestra de
personas encuestadas (que suele ser una parte pequeña de
la población a investigar) sea representativa del
conjunto. Para ello se utilizan técnicas de muestreo, que se
basan en el cálculo de
probabilidades a través del azar: hay más
garantía de acertar si los entrevistados se escogen
aleatoriamente, bien sea a partir de las listas censales o de los
portales de las casas, etc. En el caso de las encuestas aplicadas
como investigación?acción, puede seguirse
algún criterio de muestreo, o bien se puede preferir
encuestar sólo a determinadas personas (por ejemplo las
que acuden a la sede de la asociación o programa, etc.);
esto último puede ser más fácil y hasta lo
más conveniente para otros fines, pero no asegura la
representatividad de la muestra.
7. Evaluación
permanente y participativa
La evaluación de programas sociales se ha ido
introduciendo en España desde mediados de los años
ochenta, acercando las aportaciones que autores y escuelas
externas venían elaborando desde los años
sesenta70. En general, la evaluación trata de
emitir juicios sobre la adecuación y eficacia del
programa en relación a los fines que se proponen y,
para ello, recoge y analiza la información disponible en
torno al diseño, el desarrollo y los resultados del mismo.
Actualmente los mecanismos de evaluación se suelen
introducir a lo largo del programa a fin de que sirvan para
mejorar las cosas sobre la marcha, no sólo como
verificación a posteriori. Cuando todos o la
mayoría de los miembros del programa intervienen en la
evaluación, no sólo los líderes o
técnicos externos, obtenemos el tipo de evaluación
propio de la IAP71. No sólo se trata de valorar
las cosas que se hacen sino el papel desempeñado por las
personas y colectivos implicados ya que, como vimos, la
predisposición a "analizar" y a "ser analizados"
constituye un criterio consustancial a la IAP.
Con frecuencia la evaluación tiene lugar
espontáneamente como parte de la reflexión
colectiva que acompaña a las sucesivas etapas de la IAP.
Por ejemplo, en las reuniones periódicas de la asamblea o
del GP no sólo se coordinan las tareas sino que se
evalúa lo ya hecho, se discuten propuestas y se toman las
decisiones oportunas. Sin embargo, otras veces esto no basta y
conviene sistematizar la evaluación e incluso,
eventualmente, contar con profesionales externos que colaboren en
esa tarea72.
Teniendo en cuenta las líneas básicas de
la IAP, podemos esquematizar algunos temas de evaluación
que, en nuestra opinión, son más importantes (ver
Cuadro 2).
* Conferencia.
Encuentro de la Consejería de Juventud.
Córdoba, junio de 2003.
1. Ver, por ejemplo LAS HERAS, P. y CORTAJERENA, E.,
Introducción al bienestar social, Siglo XXI,
Madrid, 1985, págs. 28?31; y CASADO, D.,
Introducción a los servicios sociales, Ed. Popular,
Madrid, 1995, págs. 55?70.
2. El referente teórico por excelencia de este
tipo de enfoque lo suministra MASLOW, A.,
Motivación y personalidad, Sagitario, Barcelona,
1975.
3. Ver, por ejemplo, BRADSHAW, J., "Una tipología
de la necesitat social", en Instruments de Prospecció
de Serveis Sociales, Nº 1, Generalitat de Catalunya,
Barcelona, 1983.
4. Varias posibilidades se ofrecen en THAYER, R., "Com
mesurar les necessitats en els Serveis Socials", en
Instruments de Prospecció de Serveis Sociales
Nº 2, Generalitat de Catalunya, Barcelona, 1983. Otra
propuesta en el artículo de ALONSO TORRENS, J., "La
investigación sociológica en la
planificación de los Servicios Sociales", en
Documentación Social Nº 64, 1986, págs.
61?84.
5. Las limitaciones de la encuesta para captar valores,
actitudes y opiniones están analizadas, para un caso
práctico, en CARDÚS, S., y ESTRUCH, J., Les
enquestes a la joventut de Catalunya, Generalitat de
Catalunya, Barcelona, 1984. Una aproximación de mayor
alcance teórico es la de IBÁÑEZ, J.,
Más allá de la sociología, Siglo XXI,
Madrid, 1979.
6. COLECTIVO IOÉ,
"Investigación?Acción Participativa.
Introducción en España", en Documentación
Social, Nº 92, 1993, págs. 59?69.
7. GAULEJAC, V., BONETTI, M. Y FRAISE, J.,
L?ingénierie sociale, Syros?Alternatives, Paris,
1989, pág. 36.
Ver también CASTEL, R., La gestion des
risques, Minuit, Paris, 1981.
8. Sergio Moscovici ha estudiado estas relaciones en
Psychologie des minorités actives, PUF, Paris,
1979.
9. Concepto utilizado en O?CONNOR, J., Crisis de
acumulación, Península, Barcelona,
1987.
10. Ver GARCÍA ROCA, J., "Metodología de la intervención
social", en Documentación Social Nº 69,
octubrediciembre 1987, pág. 51.
11. DEMO, P., Investigación participante.
Mito y
realidad, Kapelusz, Buenos Aires,
1985, págs. 51?71; PARK, Peter, "Qué es la
investigación?acción participativa. Perspectivas
teóricas y metodológicas", en SALAZAR, M.C., La
Investigación Acción Participativa. Inicios y
desarrollos, Ed. Popular, Madrid, 1992, págs. 135?174;
y GABARRÓN, L.R. y HERNÁNDEZ, L.,
Investigación participativa, CIS, Madrid, 1994,
págs. 23?44.
12. Desde mediados de los años setenta hemos
colaborado en procesos de IAP promovidos en diversos barrios de
Madrid (Puerta del Angel, 1974?80; Nuevas Palomeras, 1986-90;
Sandi 1988; Prosperidad, 1993?94) y en el barrio del
Gurugú (Badajoz, 1990?91). En el área del
desarrollo comunitario con un enfoque de IAP, hemos asesorado al
equipo de educación de adultos de la Mancomunidad del
Cerrato (Venta de
Baños, Dueñas, Villamuriel y Tariego, 1986?87), a
la iglesia
diocesana de Albacete (1986?87), al Colectivo GRANC (Gerona,
1995) y al programa de inmigrantes de Cáritas
Española.
13. René Lourau solía decír que el
socianálisis había cumplido su función
cuando el grupo?cliente echaba a los sociólogos. Esta era
la señal de que los "destinatarios" iniciales de la
intervención eran capaces de autogestionar sus problemas.
Ver LOURAU, R., L?analyse institutionnelle, Minuit, Paris,
1970.
14. Orlando Fals Borda abordó todos estos
asuntos, por encargo de la O.I.T., a partir de cinco experiencias
de IAP en el medio rural de México,
Colombia y
Nicaragua. Especialmente alude en su libro a las
tensiones que se producen "entre bases y activistas" (concepto en
el que incluye a los profesionales y voluntarios colaboradores) y
a los problemas relacionados con los niveles del lenguaje, que
hay que saber usar apropiadamente (desde el nivel
"ágrafo", basado exclusivamente en imágenes y
símbolos, hasta el conceptual y
teórico para cuadros avanzados e intelectuales). FALS BORDA, O., Conocimiento y
poder popular, Siglo XXI?Punta de Lanza, Bogotá,
1985.
15. Concepto central de Pablo Freire con el que
quería expresar la íntima vinculación
existente entre la toma de conciencia de las propias
raíces y las posibilidades de transformación. Ver
FREIRE, P., Pedagogía del oprimido, Siglo XXI,
México, 1983.
16. Stephen Kemmis y Robin McTaggart exponen el
contenido de estos cuatro "momentos" de la IAP y proponen
fórmulas concretas para aplicarlos. Ver KEMMIS, S. y
McTAGGART, R., Cómo planificar la Investigación?
Acción, Laertes, Barcelona, 1992.
17. Manfred A. Max?Neef opina que el problema de la
articulación micro-macro está aún por
resolver a nivel teórico, si bien él se inclina por
un tipo de relación dialéctica entre ambos planos:
"una interacción dialéctica entre estados
macro y comportamientos individuales (micro) puede ser la
vía más acertada de tal suerte que, aún
cuando se influyan recíprocamente, ni los unos ni los
otros son predecibles mecánicamente a partir de la sola
observación de su opuesto". MAX?NEEF, M.A., Desarrollo
a escala humana.
Conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones, Nordan?Icaria,
Montevideo y Barcelona, 1994, pág. 119.
18. Nos referimos a la "tradición
pragmática no crítica" de la
investigación-acción, iniciada por Dewey y Lewin,
donde la participación de los afectados es sólo un
método para la resolución de problemas puntuales,
segmentados del contexto social (ver más adelante, apdo.
2.3).
19. A diferencia de la "educación bancaria", que
refuerza la dependencia disciplinada de los alumnos, "la
concepción liberadora (…) desmitifica la realidad; de
ahí que no tema el desvelamiento. En lugar del hombrecosa,
adaptable, lucha por el hombre
persona,
transformador del mundo. Ama la vida en su devenir. Es
biófila y no necrófila". FREIRE, P., "La
concepción bancaria de la educación y la
deshumanización", en FREIRE, P., FIORI, H. Y FIORI, J.L.,
Educación liberadora, Zero?Zyx, Bilbao, 1973,
pág. 59.
20. FALS BORDA, O. y RODRÍGUEZ BRANDAO, C.,
Investigación Participativa, Ed. de la Banda
Oriental, Montevideo, 1987, pág. 126.
21. El principal exponente es la "escuela moderna",
teorizada por Francisco FERRER, cuyas ideas fueron aplicadas
durante varias décadas por los anarquistas
españoles (La escuela moderna, Tusquets, Barcelona,
1976). Sobre las diferencias en este punto con la
Institución Libre de Enseñanza, de orientación
socialista, ver DE PUELLES, M. (Comp.) Historia de la
educación en España, T.III, Ministerio de
Educación y Ciencia,
Madrid, 1989, págs. 32ss.
22. ANDER-EGG, citando a Oscar Jara, señala que
los emigrantes socialistas y anarquistas españoles
fomentaron desde comienzos del siglo XX en América Latina
la educación popular (escuelas sindicales, universidades
populares, movimientos culturales, etc.). Ver ANDER-EGG, E.,
"Animación sociocultural, educación permanente y
educación popular", en AA.VV., Una educación
para el desarrollo: la animación socialcultural,
Fundación Banco Exterior,
Madrid, 1988, pág. 51.
23. QUINTANA, J.M. (Cord.), Investigación
participativa. Educación de adultos, Narcea, Madrid,
1986.
24. Al menos en las universidades de Santiago de
Compostela, Murcia, Sevilla, Tenerife, Autónoma de
Barcelona y Complutense de Madrid, existen departamentos que se
han especializado en la teoría y la práctica de la
IAP.
25. SERRANO, M. I., Educación para la Salud y
Participación comunitaria. Una perspectiva
metodológica, Edcs. Díaz Santos, S.A., Madrid,
1989.
26. FERNÁNDEZ SIERRA, J. y SANTOS GUERRA, M.
Á., Evaluación cualitativa de programas de
educación para la salud. Una experiencia hospitalaria,
Edcs. Aljibe, Archidona, 1992.
27. AGUILAR, M. J. y ANDER-EGG E., Evaluación
de servicios y programas sociales, Siglo XXI de España
Edts., Madrid, 1992.
28. LORENZANA, C. (Ed.), Tomamos la palabra.
Experiencias de ciudadanía participativa, Icaria,
Barcelona, 2002. Entre otras experiencias, se recoge la
aplicación de "presupuestos participativos" en
Córdoba y Cabezas de San Juan (Sevilla).
29. PEREDA, C. Y VILLAGRÁ, A., "Consulta social
europea. Una propuesta para trabajar en red en los próximos
años", en Documentación Social, Nº 129, 2002,
págs. 129?142.
30. Ver GOYETTE, G. Y LESSARD?HEBERT, M., La
investigación?acción. Funciones, fundamentos e
instrumentación, Laertes, Barcelona, 1988,
págs. 17ss.
31. Citado por GOYETTE, G. y LESSARD?HEBERT, M.,
o.c., pág. 18.
32. Ver BATTEN, T.R., Las comunidades y su
desarrollo, F.C.E., México, 1964.
33. Los sucesivos Programas Europeos de Lucha contra la
Pobreza han financiado muchos programas locales y regionales bajo
el sugerente rótulo de
"investigación?acción" y algunos de sus criterios
de intervención son característicos de la IAP:
multidimensionalidad, cooperación ("partenariat") y
participación. Sin embargo, el desarrollo de los programas
se enmarcaba en el objetivo final de integrar a los colectivos
desfavorecidos en las instituciones económicas y sociales
preexistentes, sin plantearse en ningún momento incidir en
una transformación de las mismas. Ver COLECTIVO
IOÉ, "Consideraciones críticas en torno al II
Programa Europeo de Lucha contra la Pobreza", en AA.VV., La
pobreza en la España de los años 80, Acebo,
Madrid, 1989, págs. 178?85; y ABOU SADA, G., Luttes
contre la pauvrété, GEIE, Lille,
1991.
34. Los programas de desarrollo comunitario puestos en
marcha en América Latina durante los años 60 con
apoyo financiero de Estados Unidos (Alianza para el progreso)
fueron desbordados en la práctica y con frecuencia
reorientaron su estrategia en una línea crítica.
Ver SANGUINETTI, Y., "La investigación participativa en
los procesos de desarrollo de América Latina", en
Revista de la Asociación Latinoamericana de
Psicología Social, México, 1981.
35. El Simposio Mundial
sobre IAP, celebrado en Cartagena de Indias (Colombia) en 1977
representa el momento cuminante de esta tradición
crítica en América Latina. Ver MOLANO, A. (comp.),
Crítica y política en Ciencias Sociales,
Simposio Mundial de Cartagena sobre Investigación Activa y
Análisis Científico, Punta de Lanza, Bogotá,
1978 (2 tomos).
36. Ver LAPASSADE, G., LOURAU, R. y otros, El
análisis institucional, Campo abierto Ed., Madrid,
1977; SEGUIER, M., Crítica Institucional y creatividad
colectiva, Marsiega, Madrid, 1978; MENDEL, G., "La
sociopsychanalyse institutionnelle, une pratique et une
théorie locales du pouvoir colllectif", en AA.VV.,
Sociopychanalyse 7: La misère politique
actuelle, Payot, Paris, 1978; y TOURAINE, A., La voix et
le régard, Seuil, Paris, 1978.
37. Aparecen traducciones, números
monográficos de revistas y algunos libros propios
que responden a estas orientaciones, se celebran simposios de
investigación?acción aplicada a la educación
o el trabajo
social, etc. A partir de 1993 tiene lugar anualmente en Madrid un
curso sobre IAP inicialmente promovido por los equipos CIMS, EDE
y Colectivo IOÉ y actualmente adscrito a la facultad de
Sociología de la Universidad Complutense (curso de
postgrado sobre "Investigación participativa y
gestión local").
38. IBÁÑEZ, J., Más allá
de la sociología, Siglo XXI, Madrid, 1979; Del
algoritmo al
sujeto, Siglo XXI, Madrid, 1985; y "La guerra incruenta entre
cuantitativistas y cualitativistas", en REYES, R. (ed.), Las
ciencias
sociales en España, Ed. Complutense, Madrid, 1992,
págs. 140?54.
39. El despegue de los Servicios Sociales que tuvo lugar
en la última fase del franquismo se orientaba más a
afianzar el orden público que a erradicar la pobreza. De
hecho la Dirección General de Asistencia Social
dependió hasta 1974 del ministerio de Gobernación
(actual ministerio de Interior). Ver, en este sentido, RODRIGUEZ
CABRERO, G., El gasto
público en servicios sociales en España,
Ministerio de Asuntos Sociales, Madrid, 1990, págs. 18ss.
y 41..
40. Para Stanley COHEN estas tendencias, que se
presentaban inicialmente como alternativas al modelo anterior de
control centralizado de los marginados, han tenido un efecto
más retórico que efectivo: se critican las
cárceles, pero los presos aumentan; se defiende el
tratamiento desde la propia comunidad, pero las redes
profesionales y de tutela externa se fortalecen y extienden; se
proclama el "Estado
mínimo" pero las diversas adminstraciones mantienen un
fuerte control directo e indirecto sobre los sectores excluidos.
Ver COHEN, S., Visiones de control social, PPU, Barcelona,
1988.
41. IBÁÑEZ, J., Más allá
de la sociología, o.c., págs. 358?9.
42. Ante la crítica planteada por Alfonso
Ortí en este punto, Ibáñez replicó:
"tiene toda la razón. No he construído la llamada
'perspectiva dialéctica', pero aquí aporto
materiales para construirla. A ver quién se anima".
IBÁÑEZ, J., Nuevos avances en la
investigación social. La investigación social de
segundo orden, Suplementos de Anthropos, Nº 22,
Barcelona, 1990, pág. 22.
43. VILLASANTE, T. R., "De los movimientos sociales a
las metodologías participativas", en DELGADO, J. M. y
GUTIÉRREZ, J., Métodos y técnicas
cualitativas de investigación en ciencias sociales,
Síntesis, Madrid, 1994, págs.
415?16.
44. Hemos hecho una presentación abreviada de
todas las fases de la IAP para una eventual aplicación de
este tipo de intervención en el sector de los inmigrantes.
Ver COLECTIVO IOÉ, Pistas de
Investigación?Acción, Rev. Entre
Culturas, Madrid, NN. 1?10, 1992?94.
45. Ver apartado 1.
46. En el barrio de Los Geranios (Madrid) el GP, surgido
de la Parroquia de San Ambrosio, decidió
rápidamente los colectivos a los que quería invitar
(grupos parroquiales, asociaciones de vecinos, de jubilados y de
enseñantes, un colegio público y una
guardería; un Centro de Apoyo al Menor y un equipo
especializado de lucha contra la droga),
así como el equipo técnico (Colectivo IOÉ) y
los organismos financiadores del proyecto (Cáritas y la
Parroquia). Se optó por incluir sólo colectivos e
instituciones con sede en los límites geográficos
del barrio y no contar con ayuda financiera de instancias
públicas (ambos planteamientos, discutibles, fueron
asumidos deliberadamente por el GP).
47. En el Proyecto +60 del barrio de Prosperidad se
hicieron varias campañas sistemáticas para invitar
a todo tipo de colectivos que pudieran implicarse en el proyecto,
llegando a más de 40 grupos del barrio y de fuera del
GP mismo. En el diagnóstico de necesidades
realizado en Albacete (1986?87), el GP inicial, surgido de
Cáritas Diocesana, logró vincular, a través
del obispado, a toda la red de parroquias y centros de
enseñanza dependientes de religiosos; así mismo, se
incorporó a diversos movimientos rurales y urbanos de
índole laboral y educativa.
La constitución última del GP se
fraguó a varios niveles en torno a un núcleo
central donde estaban representados todos los grupos e
instituciones implicados (incluyendo aquí el apoyo
técnico de Colectivo Ioé).
48. La primera medida que se tomó en el proyecto
de IAP de Santibáñez de Béjar, promovido por
profesores de la Universidad de Salamanca, fue detectar sobre el
terreno mediante una red de entrevistas
cuáles eran las principales vías de
comunicación e influencia entre los vecinos del pueblo.
Así se pudo descubrir que los miembros de la
corporación municipal (incluido el cartero), los maestros,
el médico, la asistente social, los profesores de
educación de adultos y los participantes en una tertulia
de padres eran los cauces más adecuados para poner el
marcha el proyecto.
49. Una exposición
práctica de esta técnica se puede encontrar en
MAX?NEEF, M.A., Desarrollo a escala humana, o.c.,
págs. 68?82; y ELIZALDE, A., "La IAP y el
diagnóstico de las necesidades comunitarias", en
Documentación Social, Nº 92, Madrid,
págs. 121?39.
50. KEMMIS, S. y Mc TAGGART, R., Cómo
planificar la Investigación?Acción, Laertes,
Barcelona, 1992, págs. 121?31. Para una
contextualización de esta técnica en el
ámbito educativo, ver ELLIOT, J., La
investigaciónacción en educación,
Morata, Madrid, 1990, págs. 56?81.
51. LÓPEZ DE CEBALLOS, P., Un método
para la Investigación?Acción Participativa, Ed.
Popular, Madrid, 1987, págs. 54?63; y SEGUIER, M.,
Crítica institucional y creatividad colectiva,
Marsiega, Madrid, 1978.
52. En una IAP desarrollada en la comunidad campesina de
Pucará (Ecuador) el
análisis de la estructura de
poder local se basó en el trabajo de la asamblea
participativa que era la práctica habitual utilizada
desde antiguo por los campesinos para resolver sus problemas. Ver
MONTES DEL CASTILLO, A., Simbolismo y poder, Anthropos,
Barcelona, 1989, págs. 45?47.
53. En el Proyecto +60 (barrio de Prosperidad, Madrid)
el GP funcionaba con carácter asambleario si bien
informalmente actuaban varios líderes que aglutinaban, a
la vez que inhibían, al resto de participantes. En la IAP
del barrio de Los Geranios (Madrid) el protagonismo se
concentraba en los líderes institucionales de la entidad
promotora (los curas y la trabajadora social), si bien se
realizaron varias asambleas de amplia convocatoria en momentos
claves del proyecto (discusión del Plan inicial;
devolución de resultados de cada fase).
54. DE LA RIVA, F. (EQUIPO CLAVES),
"Investigación participativa y autoformación
grupal", en Documentación Social, Nº 92,
Madrid, 1993, págs. 141?52.
55. Existen diversos equipos en España que pueden
facilitar esta formación grupal, así como diversas
publicaciones. Ver, además de los ya citados, DE CASTRO,
A, La animación cultural, Diputación
provincial, Valladolid, 1987; LÓPEZ DE CEBALLOS, P. y
SALAS, M., Formación de animadores y dinámicas
de la animación, Ed. Popular, Madrid, 1987; ASTORGA,
A. y VAN DER BIJL, B., Manual de diagnóstico
participativo, Humánitas?Cedepo, Buenos Aires, 1991;
PRIETO, D., El autodiagnóstico comunitario e
institucional, Humanitas, Buenos Aires, 1988; y CODEDAH,
Educación de adultos y acción participativa,
Ministerio de Educación y Ciencia y Editorial Popular,
Madrid, 1988.
56. En el Proyecto +60 la mayoría de las tareas
relacionadas con el diseño, aplicación y
tabulación de una encuesta corrieron a cargo de vecinos
voluntarios, dejando en manos de técnicos externos la
redacción final de las preguntas (de
acuerto a los temas decididos por el GP, tras consultar a varios
grupos de ancianos), el diseño de la muestra y una primera
interpretación de los resultados. Cuando se
planteó reelaborar el cuestionario para hacerlo más
breve fueron vecinos voluntarios que habían participado en
todo el proceso los que se encargaron de transformarlo sin
necesidad de ayuda externa. En el proyecto de Albacete toda
la
organización quedó en manos del GP y de la
asamblea de representantes, dejando a los técnicos la
búsqueda de información muy especializada y la
aplicación de algunas técnicas sociológicas
más complejas (grupos de discusión).
57. En el barrio de Los Geranios (Madrid) los resultados
de las exploraciones (hechas por los vecinos) y de los grupos de
discusión (a cargo de los técnicos) se difundieron
en folletos impresos a todos los hogares del barrio.
Cuando en una fase posterior de la IAP se
comprobó que el 67% de los adultos del barrio eran
analfabetos funcionales (estudios primarios incompletos), se
pensó en transmitir los resultados mediante
representaciones teatrales y cintas de video en lugar de
utilizar folletos (pese al bajo estatus de las familias, el 47%
de los vecinos disponía en su casa de aparato de
video).
58. Una reflexión sobre los diversos niveles de
la realidad social y sobre las prácticas de
investigación pertinentes en cada caso puede encontrarse
en ORTÍ, A., "La confrontación de modelos y
niveles epistemológicos en la génesis e historia de
la investigación social", en DELGADO, J.M. y
GUTIÉRREZ, J., Métodos y técnicas
cualitativas de investigación en ciencias sociales,
Ed. Síntesis, Madrid, 1994, págs. 85?95.
59. En el barrio de Los Geranios se crearon siete
comisiones de vecinos encargadas de recoger toda la
información disponible sobre la historia del barrio
(entrevistas a ancianos en el parque), las viviendas de realojo
(visita a OREVASA), los transportes (previsiones de Metro en el
barrio), los comercios (visitas a comerciantes), etc. Los
resultados de estas búsquedas fueron publicadas en un
folleto que se difundió a las 1.500 familias del
barrio.
60. En las primeras fases del proyecto +60 se
visitó a representantes de varias instituciones (administración, Cáritas
Española, centros de salud y de tercera edad presentes en
el barrio, etc.) y a personas particulares (trabajadores sociales
con experiencias similares, profesores de trabajo social,
sociólogos, etc.) con el fin de perfilar mejor las
características de la IAP que se quería
desarrollar.
61. Ver VILLASANTE, T.R., "Redes comunitarias y nuevas
cosmologías", en Alfoz, Nº 29, Madrid, 1986,
págs.
21?28; y "Clientelas y emancipaciones: una
introducción metodológica", en VILLASANTE, T.R.
(coord.), Las ciudades hablan. Identidades y movimientos
sociales en seis metrópolis latinoamericanas, Ed.
Nueva Sociedad, Caracas, 1994, págs. 26?47.
62. Ver GUTIÉRREZ, J. y DELGADO, J.M.,
"Teoría de la observación", en DELGADO, J.M., y
GUTIÉRREZ, J., Métodos y técnicas
cualitativas de investigación en Ciencias Sociales,
o.c., págs. 141?173.
63. Ver PUJADAS, J.J., El método
biográfico. El uso de las historias de vida en Ciencias
Sociales, CIS, Madrid, 1992.
64. Ver NAVARRO, P. y DÍAZ, C., "Análisis
de contenido", en DELGADO, J.M., y GUTIÉRREZ, J.,
Métodos y técnicas cualitativas de
investigación en Ciencias Sociales, o.c., págs.
177?224.
65. En el barrio de Los Geranios (Madrid) se
encargó a Colectivo Ioé aplicar tres grupos de
discusión a otros tantos sectores significativos del
barrio (padres, madres y jóvenes); los resultados se
publicaron y difundieron entre los vecinos del barrio siendo
después objeto de reflexión y debate grupal. Sobre
la técnica del grupo de discusión, Ver
IBÁÑEZ, J., Más allá de la
sociología. El grupo de discusión, Siglo XXI,
Madrid, 1979; y ORTÍ, A., "La apertura y el enfoque
cualitativo o estructural: la entrevista abierta semidirectiva y
la discusión de grupo", en GARCÍA FERRANDO, M.,
IBÁÑEZ, J. y ALVIRA, F., El análisis de
la realidad social. Métodos y técnicas de
investigación, Alianza, Madrid, 1986, págs.
153?185.
66. En el Proyecto +60 se encargo a Colectivo IOÉ
aplicar cuatro grupos focalizados con varios sectores de ancianos
a fin de extraer los temas que más les preocupaban y no
relegarlos en el cuestionario. Sobre la técnica del grupo
focalizado, Ver KRUEGUER, R.A., El grupo de
discusión (título original: The focus
group), Pirámide, Madrid, 1991.
67. Sobre los grupos nominales y la técnica
Delphi, Ver GARCÍA, R., y AMEZCUA, C., "Técnicas
cualitativas de investigación", en Documentación
Social, Nº 92, Madrid, 1993, págs.
257?74.
68. La práctica del grupo triangular,
diseñada por Fernando Conde, ha sido validada
recientemente por varias investigaciones
empíricas.
69. Una presentación sintética de la
historia y características de las encuestas convencionales
puede encontrarse en GARCÍA FERRANDO, M., "La encuesta",
en GARCÍA FERRANDO, M., IBÁÑEZ, J. y ALVIRA,
F., o.c., págs. 123?52.
70. Ver ALVIRA, F., Metodología de la
evaluación de programas, CIS, Madrid, 1991; y
STUFFLEBEAN, D.L. y SHINKFIELD, A.J., Evaluación
sistemática. Guía teórica y
práctica, Paidós y Ministerio de
Educación y Ciencia, Barcelona y Madrid, 1989.
71. Ver, en este sentido, CARIDE, J.A., "La
evaluación de lo social: tema y proceso de la IAP", en
Documentación Social, Nº 92, Madrid, 1993,
págs. 110?19; y VENTOSA, V.J., Evaluación de la
animación sociocultural, Ed. Popular, Madrid,
1992.
72. En el Proyecto +60, gracias a una
financiación del INSERSO, Colectivo Ioé se
encargó de coordinar un proceso evaluativo que
permitió sistematizar toda la información relevante
a tal efecto y devolvérsela a los participantes en varios
momentos del proceso (ver próximos
capítulos).
** Colectivo Ioé (Miguel Ángel de
Prada, Walter Actis y Carlos Pereda)
URL: http://www.nodo50.org/ioe/
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